La sociabilidad y lo público

Page 1

978-958-716-976-8

9 789587 169768

La sociabilidad y lo público Experiencias de investigación Alexandra Martínez Nelson Antonio Gómez Serrudo editores

Los autores

Alexander Chaparro Silva Alexandra Martínez Ana Marcela Ardila

Candice Vidal e Souza

Francisco A. Ortega Martínez Gilberto Loaiza Cano

Iara Lis Schiavinatto

Janneth Aldana Cedeño

José Alves de Freitas Neto

Marcos Fontoura de Oliveira Magali Carrillo Rocha.

María del Pilar Chavez Castro M.ª Esther Pérez Salas C.

Natalia Ribas-Mateos

Nelson Antonio Gómez Serrudo Óscar Iván Salazar Arenas

Experiencias de investigación

isbn

Alexandra Martínez Nelson Antonio Gómez Serrudo (Eds.)

El conjunto de artículos del libro abarca un amplio periodo de tiempo de la sociabilidad latinoamericana, o del sur global, como podría entenderse contemporáneamente la inclusión de distintas realidades sociales con procesos de configuración compartidos, que inicia en los últimos años del siglo XVIII y llega hasta el siglo XXI. Estos textos, resultado de investigaciones, invitan a reflexionar sobre las formas en que se expresa un lenguaje de lo público en América Latina y Marruecos, materializado a través de distintas formas, bien sea en lo político —sociabilidades políticas—, en lo intelectual, en lo cultural o en las movilidades urbanas, así como en la formalización de espacios de producción y recepción de la cultura y la educación.

La sociabilidad y lo público

El propósito de la colección es presentar libros producto de la reflexión y la investigación sociológica en temáticas sensibles y fundamentales del debate contemporáneo en esta disciplina, con especial énfasis en Colombia y América Latina. Estudios Sociológicos contribuye al fomento de la investigación y difusión de resultados tanto de los docentes adscritos al Departamento de Sociología como de investigadores del área de ciencias sociales del país y la región. Asimismo se dirige a profesionales interesados en el análisis social y a personas preocupadas en comprender, desde una perspectiva analítica, el tratamiento a profundidad de ciertos problemas sociales. En esa medida, se busca contribuir a los debates públicos sobre los temas de interés del mundo actual.

La sociabilidad y lo público explora la diversidad de este tema a partir de tres ejes de análisis: el primero, entendiendo la sociabilidad como práctica social, política e intelectual; el segundo, a partir de los públicos y formas de expresión cultural, y el tercero, centrado en las sociabilidades en los espacios públicos urbanos donde se dan diferentes formas de encuentros, regulaciones y convenciones sociales.

Imagen de portada: Lecturas dominicales de El Tiempo (Bogotá, domingo 22 de agosto de 1926).


La sociabilidad y lo público

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 1

15/03/2017 14:14:29


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 2

15/03/2017 14:14:29


Alexandra Martínez Nelson Antonio Gómez Serrudo Editores

La sociabilidad y lo público Experiencias de investigación

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 3

15/03/2017 14:14:29


Facultad de Ciencias Sociales

Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana © Alexandra Martínez Nelson Antonio Gómez Serrudo (eds.) Primera edición: Bogotá, d. c., Noviembre de 2016 isbn: 978-958-716-976-8 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Impresión: Javegraf Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.a n.° 37-25, oficina 1301 Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá, d. c.

Corrección de estilo: Ana María Noguera Díaz Granados Diagramación: Sonia Rodríguez Diseño de cubierta: Diego Mesa Quintero Pontificia Universidad Javeriana, vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

La sociabilidad y lo público: experiencias de investigación / editores Alexandra Martínez, Nelson Antonio Gómez Serrudo; autores Alexander Chaparro Silva [y otros quince]. -- Primera edición. – Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2016. (Estudios sociológicos) 408 páginas: ilustraciones (algunas a color), fotos, gráficas y mapas; 24 cm Incluye referencias bibliográficas (páginas 395-397). isbn: 978-958-716-976-8 1. Socialización. 2. Sociología urbana. 3. Sociología de la cultura. 4. Civilización. 5. Cine - aspectos sociales - Bogotá (Colombia). 6. Movilidad urbana - Bogotá (Colombia). I. Martínez, Alexandra, editora, autora. II. Gómez Serrudo, Nelson Antonio, editor. III. Chaparro Silva, Alexander, autor. IV. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales CDD 303.32 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. inp.

11/ 11 / 2016

Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 4

15/03/2017 14:14:29


Tabla de contenido Agradecimientos 9 Prólogo 11 Presentación 15

La sociabilidad como práctica social, política e intelectual 21 “Porque la fidelidad es el todo del sistema social”. Sociabilidad política y celebraciones monárquicas en el Nuevo Reino de Granada y Venezuela durante la Restauración absolutista (1814-1819)

22

Alexander Chaparro Silva

El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

50

Magali Carrillo Rocha

Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

70

Gilberto Loaiza Cano

Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino. Una aproximación conceptual

90

Francisco A. Ortega Martínez

Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

126

José Alves de Freitas Neto

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 5

15/03/2017 14:14:29


La sociabilidad cultural: formación de públicos y formas de expresión cultural 151 Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

152

M.a Esther Pérez Salas C.

Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

174

Iara Lis Schiavinatto

Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

200

Alexandra Martínez

Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

222

Nelson Antonio Gómez Serrudo

La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

250

Janneth Aldana Cedeño María del Pilar Chaves Castro

Sociabilidades en los espacios públicos y la ciudad 273 Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

274

Óscar Iván Salazar Arenas

Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

304

Ana Marcela Ardila

Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

336

Candice Vidal e Souza Marcos Fontoura de Oliveira

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 6

15/03/2017 14:14:29


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

372

Natalia Ribas-Mateos

Autores 399

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 7

15/03/2017 14:14:29


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 8

15/03/2017 14:14:29


Agradecimientos Hace más de cuatro años, cuando empezamos a tener conversaciones sobre sociabilidad, no podíamos imaginar que planearíamos unas jornadas sobre este tema ni que llegaríamos a editar un libro. Haber compartido las jornadas con varios de los que ahora son autores fue una experiencia muy gratificante, por el entusiasmo con el que acogieron la invitación. Ya en ese momento, algunos pensaron que esa conversación debía ir más allá y convertirse en un libro, para nosotros ese también era un propósito. Por esa razón, al ver hoy materializado ese deseo compartido, no podemos menos que celebrarlo, pues son muchos los procesos por los cuales atraviesa un proyecto editorial y más aún cuando es un proyecto colectivo. Para nosotros es un placer especial reconocer el trabajo de las personas que han contribuido a la realización de este libro. Primero, a los autores, tanto a los colegas y académicos que participaron en las jornadas sobre sociabilidad del 2012, como a los profesores e investigadores de ciencias sociales y humanas que aceptaron la invitación sin haber tenido un lazo muy cercano que nos vinculara, solo el interés común por las sociabilidades. Su respuesta animada y generosa fue haciendo posible esa idea inicial, y su compromiso con esta publicación, a pesar del tiempo que ha tomado la edición, merece toda nuestra gratitud. También queremos ofrecer nuestro cálido reconocimiento al profesor Jefferson Jaramillo quien, como director del Departamento de Sociología, acogió con gran interés este proyecto. Igualmente, agradecemos el apoyo que el decano académico de la Facultad de Ciencias Sociales German Mejía Pavony ha dado a los procesos editoriales, incluyendo la escritura del prólogo del libro. Además de la actividad académica cotidiana, cabe mencionar otros espacios que han contribuido a la maduración de las ideas de algunos de los autores que aquí escriben, como los grupos de investigación Conocimiento, cultura y sociedad y Prácticas culturales, imaginarios y representaciones, inscritos en la Pontificia Universidad Javeriana. También estamos agradecidos con el trabajo de traducción de algunos de los artículos

9

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 9

15/03/2017 14:14:30


Agradecimientos

y el compromiso con el proceso del libro de Ana María Ardila y Mayxúe Ospina; asimismo, con el trabajo editorial de Nicolás Morales, John Mesa Mendoza y Diego Pérez Medina, y de corrección de estilo de Ana María Noguera, su trabajo y su amable disponibilidad han sido muy importantes para llevar a cabo nuestra tarea. A todos muchas gracias por sus reflexiones, recomendaciones y sugerencias, las cuales hicieron posible ofrecer un panorama amplio y diverso del tema de la sociabilidad.

10

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 10

15/03/2017 14:14:30


Prólogo El libro colectivo, producto del esfuerzo de uno o varios editores y de un grupo de especialistas invitados para tal fin, se ha convertido en una modalidad de publicación familiar para todas las disciplinas académicas, en particular para aquellas enmarcadas por las ciencias sociales y humanas. Esta tendencia, sin duda, nos permite vislumbrar que la reunión de diferentes textos sobre una temática, sometidos a la curaduría de los editores, se impone hoy como un camino fructífero para el avance del conocimiento, pues permite contrastar aproximaciones diversas sobre un mismo asunto. Por supuesto, esta modalidad de trabajo colaborativo entre especialistas no es novedosa, pero sí merece atención el cambio de tendencia de los anteriores readers o antologías de autores y textos ya consagrados por sus comunidades de saber, a los actuales libros colectivos, que se distinguen de los anteriores pues no compendian un estado del conocimiento, sino que abren ese estado del conocimiento al debate, a la crítica, a la búsqueda de nuevas interpretaciones. Este es el caso del libro que tenemos en nuestras manos. Su origen es un seminario realizado en 2012, unas “jornadas sociológicas” de clara intención interdisciplinar que reunieron avances o resultados de investigación sobre sociabilidad. La obra, sin embargo, no es un libro de memorias, pues no recoge las críticas y las conversaciones entre los especialistas realizadas durante dichas jornadas. En su lugar, los editores dieron forma a una publicación que reúne trabajos presentados en el seminario con otros textos especialmente preparados para esta edición. Es por esta razón que el libro escapa a los límites de unas memorias de congreso y logra dar forma a una obra colectiva que busca “volver a un campo renovado de investigación”, como lo explican los editores en la presentación. De esta manera, la idea de los editores no fue reunir en un solo texto lo que hoy sabemos sobre sociabilidad; tampoco creo que su intención fuera reunir textos con la idea de establecer la mejor manera de utilizar dicha categoría. Ni antología ni metodología. La propuesta de los editores es problematizar, abrir el campo, mediante la reunión de textos que aplican la categoría ‘sociabilidad’ a diversos objetos de estudio desde variados territorios disciplinarios. 11

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 11

15/03/2017 14:14:30


Germán R. Mejía Pavony

El resultado es por demás interesante y, ciertamente, logra el propósito. Después de leer los catorce textos que componen esta obra, el lector no podrá quedar indiferente ante la importancia de la categoría sociabilidad para dar cuenta de algo que hoy resulta central a las ciencias sociales: como lo explica uno de los articulistas y se hace evidente en muchos de ellos, la tendencia del ser humano a vivir en sociedad no se agota en un enunciado de ley natural o en un dato de sobrevivencia de la especie, sino que es necesario entenderla y explicarla desde las particularidades que han llevado a que se imponga sobre la sociabilidad el modo como una comunidad entiende y obliga una idea de civilidad, de ciudadanía y de civilización. La aparición en la historia de las comunidades humanas de esta triada ha hecho que la simple referencia a lo que es natural al ser humano, ser sociable, no sea en modo alguno suficiente para dar cuenta de lo que ha sucedido en occidente desde el siglo xviii. Y en esta historia, por supuesto, la aparición del Estado nación ha marcado profundamente lo que para la sociabilidad significa en cada momento ser un ciudadano civilizado. Es en este sentido que se desarrollan los catorce textos reunidos en esta obra. Los primeros artículos examinan la idea del restablecimiento del monarca como fundamento de la sociabilidad y el orden social en tiempos de la restauración monárquica en el norte de América del Sur, y la aparición en el siglo xviii de un nuevo espacio público, el de la opinión, que reúne ahora a los seres humanos de una manera diferente, pues requiere de la ciudadanía y de la civilidad para desarrollarse adecuadamente. Les siguen otros textos que exploran con cuidado y suficiencia documental y argumentativa la construcción de una sociabilidad restringida, pues quedó sometida a la representación y a una ciudadanía formal, desde los primeros años de la república que décadas más tarde sería denominada Colombia. Continúa el texto presentando una triada de artículos referidos a Argentina, México y Brasil; el primero de ellos aborda el omnipresente debate entre civilización y barbarie desde la Generación de 1837 y el modo como en Argentina se “llenó” el “desierto”, esto es, se civilizó un territorio tenido por despoblado a pesar de los miles de indígenas que allí habitaban; el segundo y el tercero exploran la construcción de sociabilidades desde los textos impresos y en ellos la imagen como difusora de viejas y nuevas realidades. Los siguientes artículos estudian otras sociabilidades, las que dan lugar a públicos y espectadores, ya sea en el teatro, en el cine o en la radio. Les siguen otros tres artículos centrados en los problemas de la sociabilidad en el espacio público, pero examinado desde la movilidad controlada, normada, en el caso del primero; desde los usos de los espacios públicos de la movilidad explicados comparativamente entre Río de Janeiro y Bogotá, en el segundo; y desde la exploración de esos espacios a partir de la perspectiva de la mujer, en el del tercero. Por último, un brillante texto sobre Tánger que examina las sociabilidades desde la ciudad, percibida como un todo que se explica desde la movilidad, la movilización y la memoria. 12

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 12

15/03/2017 14:14:30


Prólogo

Los editores, al dar orden a los textos reunidos, privilegiaron una sucesión al tiempo cronológica y temática, lo que resulta afortunado para la comprensión del enunciado principal de este libro: problematizar la categoría ‘sociabilidad’ desde diferentes lugares de enunciación tanto conceptuales como históricos. Un asunto resulta común a los catorce textos: la referencia a lo urbano como el lugar en el que se desarrollan las sociabilidades que estudian. Para ninguno de los autores el espacio urbano, la ciudad, resulta ser accidental o simple escenario de las relaciones entre los seres humanos. Aunque levemente se menciona en uno de los textos la existencia de sociabilidades rurales, lo cierto es que las dinámicas urbanas, y con ellas la ciudad como una realidad omnipresente y ordenadora de los nuevos Estados nacionales en América, se presentan como condición de lo que está ocurriendo en cada momento respecto de la sociabilidad. Resulta interesante esta constatación, pues marca una inflexión que de un corto tiempo para acá se está dando en los estudios sobre las sociedades que habitamos: de la explicación basada en nuestros orígenes rurales, en los que la migración resulta al tiempo dolorosa por lo que se perdió y dinamizadora por la urbanización a que dio lugar como principio de modernidad, se está pasando a una explicación que logra configurar los territorios como espacios no dicotómicos, ya que relacionan el mundo rural y el urbano como nodos en una misma red. De esta manera, por ejemplo, en lugar de una sociabilidad rural, que parece perderse en la connotación de “primitivos” que adquieren los que allí habitan, lo que podría ser un campo fructífero para la sociabilidad es el examen de la aldea, nuestro pueblo o cabecera municipal, como el lugar donde las sociabilidades urbanas están presentes y actuantes desde el temprano siglo xix. Esta es, entonces, una obra colectiva en el sentido que enunciamos al comenzar. La invitación al recorrer los textos que reúne es a examinar las ricas posibilidades que ofrece la sociabilidad como categoría para el estudio de las sociedades, modernas o no. No pasará, por ello, desapercibido este libro. Germán R. Mejía Pavony Decano Académico Facultad de Ciencias Sociales Pontificia Universidad Javeriana

13

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 13

15/03/2017 14:14:30


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 14

15/03/2017 14:14:30


Presentación Este libro nace a partir de las reflexiones suscitadas en el evento Jornadas sociológicas: experiencias investigativas interdisciplinares sobre sociabilidad, realizado a finales del año 2012 por el Departamento de Sociología de la Pontificia Universidad Javeriana. Reunimos aquí gran parte de los trabajos presentados en aquella ocasión, así como los textos inéditos de los autores invitados, quienes los prepararon especialmente para esta edición. El lector podrá encontrar diferentes perspectivas de análisis sobre las sociabilidades, desarrolladas por historiadores, antropólogos, geógrafos y sociólogos de América Latina y España, que permiten volver a un campo renovado de investigación. El concepto de sociabilidad encuentra una larga y rica tradición en las ciencias sociales y humanas. En su vertiente más clásica podemos nombrar a autores como Georg Simmel, Erving Goffman, Norbert Elias, Richard Sennett y Maurice Agulhon, entre otros. Los investigadores en el campo historiográfico contemporáneo han abonado un terreno importante para los análisis sobre sociabilidad, lo cual permite volver sobre un asunto con muchas posibilidades de exploración. En las últimas dos décadas, las investigaciones sobre sociabilidad han tenido un especial interés en el ámbito latinoamericano; se ha producido una extensa bibliografía que da cuenta de experiencias históricas centradas en las postrimerías del siglo xviii y en el siglo xix, básicamente por el papel que tuvo en este periodo el auge asociativo de índole político y cultural. En este sentido, podemos reconocer los trabajos de François-Xavier Guerra, Pilar González Bernaldo, Renán Silva Olarte y Gilberto Loaiza Cano entre los más citados. Paralelamente, se han realizado eventos y ediciones sobre el tema en Europa y América Latina; en este última, Argentina, México y Brasil son los países que disponen de mayor producción bibliográfica colectiva. En lo que respecta a Colombia, el campo historiográfico es el que mayor bibliografía ha producido, sobre todo en el caso de publicaciones individuales, sin embargo, no disponemos de trabajos colectivos que brinden una mirada acerca de las posibilidades que da la investigación sobre sociabilidades para comprender nuestra realidad pasada y presente.

15

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 15

15/03/2017 14:14:30


Presentación

Las investigaciones de este libro articulan diferentes miradas, metodologías y enfoques, que enriquecen el tratamiento y la profundización en torno a los problemas de la sociabilidad en un horizonte temporal de tres siglos sobre temas tales como política, cultura, esfera pública y movilidad de la vida urbana en los transportes masivos, contribuyendo así al debate nacional e internacional de estas problemáticas. La diversidad de este campo de estudio se recoge aquí a partir de tres ejes. El primero aborda la sociabilidad como práctica social, política e intelectual; el segundo indaga sobre la sociabilidad cultural a partir de los públicos y formas de expresión cultural; y el tercero se centra en las sociabilidades de los espacios públicos urbanos de la movilidad, donde se presentan en diferentes formas, al tiempo que se dan distintas regulaciones y convenciones sociales. Cada uno de estos ejes convoca la mirada sobre el tema desde los intereses de los investigadores, por ello es pertinente, además, presentar una reflexión conjunta de los editores. Nuestra pregunta por la sociabilidad como práctica social, política e intelectual tiene que ver con aquel vínculo que se establece de manera formal e informal, desarrollado de manera “más o menos institucionalizada” —como en el caso de las asociaciones—, pero también se refiere a las formas desarrolladas en “lugares públicos” —como las fiestas, los cafés, los periódicos, el teatro y el cine—, que de alguna manera fueron escenarios en los que las relaciones sociales estuvieron atravesadas por la participación política. Como se sabe, los trabajos de Maurice Agulhon1, para el caso francés, permiten diferenciar formas de reunión que estimularon los procesos democráticos del siglo xviii en lo rural y lo urbano, y que fueron tomando caminos diferenciados a lo largo del siglo xix. Esta sociabilidad política presentó algunas características en su gestación; primero es posible hablar de agrupamientos informales, de formación espontánea, que se fueron reglamentando poco a poco a través de la costumbre. La chambrée, como lo menciona Agulhon (1998, pp. 20-27), indica un tipo de sociabilidad popular —especialmente campesina—, familiarizada con modelos burgueses, que favoreció la politización masiva a partir de 1848. Estas reuniones pasaron de ser

1

Véase La sociabilité méridionale. Confréries et associations en Provence orientale dans la deuxième moitié du xviiie siècle. Aix-en-Provence (1966). En 1968 fue reeditada en París con el título Pénitents et francs-maçons de l’ancienne Provence: essai sur la sociabilité méridionale. Sobre la vida social en el sur de Francia publica La République au village: les populations du Var de la révolution a la Ile République (1970); Une ville ouvrière au temps du socialisme utopique: Toulon de 1815 à 1851 (1970), y La vie sociale en Provence intérieure au lendemain de la Révolution (1971). En 1977 publica su obra dedicada a la sociabilidad burguesa, Le cercle dans la France bourgeoise, 1810-1848: étude d’une mutation de sociabilité, editada por primera vez en español en 2009. En español también se edita, en 1988, Historia vagabunda. Etnología y política en la Francia contemporánea, cuya primera parte la dedica a la sociabilidad, con dos artículos: Las chambrées en la Baja Provenza: historia y etnología y La clase obrera y sociabilidad antes de 1848.

16

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 16

15/03/2017 14:14:30


Presentación

espacios de recreación masculina —festejos, comidas, bebida, conversación entre amigos— a constituir “sociedades” propicias para la reunión política ante el fervor que entonces ya se veía pulular en los cafés y clubes políticos. La sociabilidad política francesa también se expresó en el círculo burgués. Este consistía en reuniones que se fueron configurando jurídicamente a lo largo del siglo xix. El aspecto formal de estas redes modernas de asociación, una sociabilidad masculina con implicación económica en su sentido burgués, que cobra vida en los cafés y las sociedades especializadas, es lo que se entiende como diferencia de las formas más espontáneas en su manera de reunirse. En el mundo latinoamericano es posible reconocer procesos de organización formal e informal con orientación política; como lo señala González Bernaldo (2008), la historiografía latinoamericanista ha empleado el término ‘sociabilidad’ en una amplia literatura. La relación entre sociabilidad y política la recogemos aquí a partir de las experiencias coloniales y de las primeras repúblicas latinoamericanas entre los siglos xviii y xix. En estos trabajos encontramos especificidades inscritas en formas diferentes de habitar el espacio público, aunque con la recepción de modos de organización por parte de grupos sociales que introducen marcos de interacción a través de los cuales se redefinen prácticas sociales. Dentro de estas encontramos los diferentes modos de asociación, el papel de las festividades en la constitución del orden y las formas políticas de organización. En ellas se devela la construcción de una esfera pública fundada en los planteamientos de autores como Jürgen Habermas o Roger Chartier, interpretados desde las experiencias inéditas del mundo latinoamericano. Estos estudios además de analizar las estructuras asociativas de la sociabilidad ilustrada, amplían su mirada a formas de sociabilidad plebeya e informal, así como a otras formas de organización fundamentales en la configuración de las naciones latinoamericanas. La vida urbana se vuelve constitutiva de los marcos de sociabilidad de una forma variable en la mayoría de las ciudades donde el bullicio de las calles, con sus novedades y la circulación de diarios, es cotidiano. Cafés, parques, esquinas de las principales vías, paraderos de autobús o de tranvía fueron espacios metropolitanos para la lectura de periódicos y otros impresos informativos (Fritzsche, 2008). La lectura de la prensa despliega una sociabilidad cultural que se entiende de doble manera; por un lado, como constatación del ritmo social a través de la fisonomía de las ciudades pobladas de lectores del periódico y, por otro, como escenario por y en el cual se constituyen los intercambios sociables de los lectores. Estos intercambios también estaban motivados por la posibilidad de encuentro en los lugares de esparcimiento a los que la prensa convocaba. Así como el café o el parque permitían la conversación cotidiana, a partir de los sucesos, las noticias y las novedades diarias que la prensa publicaba, los recintos destinados a los programas culturales eran espacios de encuentro entre la gente. La formación del público a través de la prensa, el salón, el 17

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 17

15/03/2017 14:14:30


Presentación

café, el club o la plaza pública estimularon una sociabilidad favorable a la relativa autonomía cultural en el contexto europeo hacia finales del siglo xviii y a lo largo del siglo xix. Consecuencia de ello es la consolidación de un mercado de bienes culturales que, legitimado por estos espacios, contribuye al surgimiento de la crítica especializada en las artes, la literatura y el cine, tanto en el mundo europeo como en el ámbito latinoamericano con sus especificidades y autonomía relativa. Si bien encontramos en la ciudad una disposición para la civilidad, esta se encuadra en la recepción y confrontación de productos culturales con intereses diferenciados. Los problemas y las investigaciones de la sociabilidad cultural en la segunda parte de este libro apuntan, precisamente, a identificar diversos modos de representación en los que se entrecruzan proyectos educativos en el marco de la vida urbana, que vehiculan prácticas de encuentro con los otros frente a los retos de formar ciudadanos. En el análisis de las primeras cartillas ilustradas del proyecto liberal lusitano en Brasil, por ejemplo, encontramos que el dibujo ocupa un papel preponderante en la educación: promueve, por un lado, formas de civilidad propias de los manuales de cortesía y, por otro, la enseñanza de las ciencias para muchos públicos con métodos sencillos. En esas novedosas formas de ampliar la esfera pública a finales del siglo xix y comienzos del xx también encontramos, para el caso de la floreciente vida urbana de Buenos Aires, cómo las revistas que comúnmente concentraban su interés en el tratamiento de los problemas políticos nacionales ponen de manifiesto los temas que tienen que ver con las mujeres, sus formas de sociabilidad y sus preocupaciones, que fueron invisibilizados en el debate argentino por la ferviente discusión sobre civilización y barbarie. Por su parte, la formación de públicos con sus diferentes prácticas de sociabilidad tendrá un papel preponderante en las ciudades colombianas desde los inicios del siglo xx. Aquí la sociabilidad orientada hacia modelos de cortesía y buen gusto, actitudes emotivas y desaires frente a los espectáculos considerados impropios permite ver una transformación de la fisonomía de públicos en la ciudad de Bogotá, acompañada de un proceso de masificación de la oferta cultural en el teatro, el cine y la radio. Así mismo, la llegada del radioteatro incorpora discursos del teatro moderno que van contribuyendo a conformar públicos populares. La tercera parte del libro está dedicada a la vida urbana contemporánea, en ella se aborda la paradójica velocidad de los transportes públicos con su eficiencia en los tiempos de viaje, frente a la congestión y la abulia de la espera; la implementación de estos y los cambios urbanos de las ciudades con su preferencia por la movilidad motorizada que inauguran la discusión de la calidad del servicio frente a su masificación y las diferentes regulaciones establecidas para buscar formas adecuadas de convivencia; el uso de espacios públicos para el encuentro y la concepción técnica de las vías para el desplazamiento; y, finalmente, las nuevas formas de sociabilidad con los encuentros regulados por su brevedad, enmarcados en las buenas maneras y la 18

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 18

15/03/2017 14:14:30


Presentación

civilidad. Si consideramos la ciudad latinoamericana a finales del siglo xix, la encontramos articulada todavía al desarrollo de la cuadrícula; la mayoría de los desplazamientos de sus habitantes aún se realizaban a pie o en transporte de tracción animal en corredores viales estrechos. El proceso de masificación del transporte, desde el tranvía hasta el vehículo motorizado, y la implementación de metros en las principales metrópolis latinoamericanas contribuyen a marcar diferencias en las nociones de tiempo y espacio de sus habitantes como una manera de cambiar las formas de percepción analizadas por el sociólogo Georg Simmel (2002) en relación con los tiempos de viaje y las distancias recorridas en el espacio urbano. La definición de las rutinas, los oficios, los desplazamientos y las citas de la vida urbana atadas a la relación tiempo-espacio sitúa el medio de transporte en un lugar preponderante para los encuentros en público. De la experiencia con los transportes masivos y particulares también se desprenden varias prácticas que tienen que ver con la percepción, el uso y disposición del cuerpo. La espera, por ejemplo, implica el cálculo del tiempo, la quietud o la impaciencia en paraderos, esquinas o estaciones de transporte público donde se evita el mínimo contacto físico y visual entre extraños. La otra práctica es el viaje, el cual ofrece la posibilidad de permanecer sentado, parado o estrujado por un lapso de tiempo, y donde se mezclan e identifican olores familiares o repugnantes y diferencias de clase social, género, edad, oficio o profesión entre los habitantes de la ciudad. Del viajero urbano también se sabe que construye su propio mapa visual de la ciudad, distingue un barrio de otros, un límite, un referente general. Durante una ruta reconocida por él, un viajero urbano habitual puede inmediatamente tener la sensación de desorientación si por alguna razón el vehículo se desvía. Manejar, conocer y moverse en la ciudad le permite al individuo sentirse seguro o inseguro en ella; la sensación de peligro, miedo o amenaza también es propia de la experiencia sensorial de la vida urbana, toda ella recogida en las temáticas de movilidad que el libro plantea. Además de la experiencia de transformación en la relación tiempo y espacio urbano, también cambia la condición corporal de la persona, ya no solo se le interpelará como ciudadano sino como peatón, con nuevas regulaciones mediadas por los códigos de la ciudad y por los manuales de urbanidad. Los peatones, como sabemos, son considerados como unidades vehiculares con sus propias zonas de ojeo y movilidad (Goffman, 1979), casi al igual que para el automovilista que debe regular su desplazamiento bajo unos códigos de orientación y comunicación en el uso de las vías. Esa incorporación de tecnologías en la ciudad implica que el habitante debe leer sus símbolos, por ejemplo, señales de tráfico, entre otras que aparecen en el espacio urbano. Igualmente, se incorporan regulaciones que intentan formalizar diferentes maneras de organizar la vida en la calle; unas por medio del sistema educativo a 19

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 19

15/03/2017 14:14:30


Presentación

través de las urbanidades que, desde Carreño, prescriben formas de comportamiento en la calle y señalan cuáles conductas son consideradas de buena educación y buen tono. Por otro lado, están los diferentes códigos municipales que buscan penalizar los comportamientos inadecuados con sanciones punitivas o monetarias. A partir de la regulación de la vida urbana se formularon diferentes códigos, entre ellos los de policía, los de convivencia, los de tránsito y transporte. En este sentido, encontramos un análisis detallado de los códigos de transporte urbano como principios ordenadores en vida de la ciudad, al igual que los conflictos que se generan en la incorporación de esas prácticas de civilidad en relación con los peatones y conductores de vehículos en las ciudades colombianas. También encontramos un estudio comparativo de los usuarios de los transportes masivos de Bogotá y Río de Janeiro, que analiza en detalle las formas de interacción y de sociabilidad de los usuarios de transporte, las visones dicotómicas entre orden y desorden, el tratamiento de los sistemas de transporte como escenarios de sociabilidad; los comportamientos estratégicos de los peatones de acuerdo con las circunstancias y oportunidades en las vías de tránsito peatonal, y el uso novedoso de metodologías cuantitativas para dar cuenta de esos procesos. Los temas de género en el transporte público, por su parte, son motivo de análisis y comparación en diferentes ciudades del mundo en lo que tiene que ver con la implementación de medidas destinadas a hombres y mujeres, para evitar los abusos contra estas últimas. Tales estudios profundizan en la discriminación que margina el uso del espacio público urbano por género y cómo la política pública crece en medidas restrictivas y no en mejoramiento de la calidad de los transportes públicos. Por último, se analizan las peculiaridades de ciudades fronterizas en Marruecos con unas dinámicas de inclusión-exclusión con fuertes arraigos culturales y religiosos. Quizás luego de leer este libro muchos podrán encontrar una línea de continuidad en la constitución de un gran proceso de formas de la sociabilidad que se articula desde esas miradas sobre los escenarios de las primeras repúblicas, hasta las formas de sociabilidad en espacios públicos, caracterizadas por los diferentes conflictos de género y las sociabilidades fugaces —mínimos encuentros entre extraños—. Otros tal vez logren construir un eje al leer sobre los dibujos y los manuales para enseñar oficios y cortesía en el ámbito lusitano y ver cómo se transforman ciertas formas de sociabilidad en las calles, así como la intricada red de vías que compone el transporte urbano actual, en el que se buscan unas formas de sociabilidad más informales y anónimas reguladas por normas de cortesía o manuales de tránsito. De manera general se puede concluir que la sociabilidad permite la constitución de un lenguaje de lo público, que se concreta a través de lo político, lo cultural y lo urbano, formalizado a través de prácticas de producción y recepción de la cultura, la educación y formas de civilidad en la vida urbana que aportan a la comprensión de la complejidad de lo público. 20

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 20

15/03/2017 14:14:30


La sociabilidad como práctica social, política e intelectual

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 21

15/03/2017 14:14:30


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”. Sociabilidad política y celebraciones monárquicas en el Nuevo Reino de Granada y Venezuela durante la Restauración Absolutista (1814-1819) Alexander Chaparro Silva

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 22

15/03/2017 14:14:30


La multitud que por lo regular aprende más por los ojos que por el oído, no pudo menos que formar una alta idea de la magestad á cuyo nombre se hacía esta ceremonia. Gazeta de Santafé, 1817, abril 3

El 11 de abril de 1815, La Asunción, capital de la isla de Margarita, en Venezuela, se convirtió en la primera ciudad de toda la Tierra Firme en jurar fidelidad y vasallaje al restaurado gobierno de Fernando vii a instancias del recién desembarcado Ejército expedicionario. En el marco de una ciudad agotada por las guerras, después de la rendición a discreción de los revolucionarios, Pablo Morillo, general en jefe de las armas del rey, ordenó la puesta en marcha de la ceremonia monárquica. La alta oficialidad militar, los miembros más ilustres del Ayuntamiento, los curas párrocos y todos los padres de familia que no habían emigrado se dieron cita en la plaza mayor para jurar en “debida forma” al monarca español como su señor natural. Los asuntinos reconocieron el dominio regio y revalidaron sus obligaciones como súbditos de la Corona, al tiempo que el monarca, por medio de sus ministros, prometió la felicidad y la prosperidad de sus vasallos obedientes. Durante la ceremonia, Morillo proclamó con energía la piedad del rey para con sus vasallos americanos, declaró traidores a los prófugos y condecoró a algunos indios guaiqueríes por su fidelidad a la monarquía, no sin antes ordenar la quema, por mano de verdugo, de los papeles de los anteriores gobiernos republicanos. Empezaba solemnemente la restauración del poder regio en esta parte del mundo hispánico (en Rodríguez, 1908, pp. 448-449; Rodríguez y Mínguez, 2012, pp. 127-135). La Asunción no fue la única ciudad en jurar al monarca ibérico. Una tras otra se sucedieron las juras reales en las principales ciudades americanas durante la Restauración

23

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 23

15/03/2017 14:14:30


Alexander Chaparro Silva

fernandina. Desde Medellín hasta Caracas, pasando por Santafé de Bogotá y Maracaibo, todas las ciudades se convirtieron en los teatros del fascinante espectáculo monárquico, de conformidad con lo dispuesto por el gabinete de Madrid en las instrucciones dadas a Morillo para llevar a cabo con éxito la empresa pacificadora: “tan luego como sea posible se volverá á hacer jurar fidelidad á la Augusta Persona de S. M. D. Fernando el séptimo, con aquella pompa que jamas se resiente de las circunstancias desgraciadas” (en Rodríguez, 1908, p. 446). No en vano los rituales fidelistas serán considerados por los propios contemporáneos como espacios fundamentales para la reconstrucción de la legitimidad del gobierno hispánico —la cual no solamente se llevó a cabo, como han supuesto las historiografías más convencionales, desde elementos coercitivos como la fuerza armada o el terror—. Según afirmó la Gazeta de Santafé con motivo de la celebración del onomástico real: “ya se renuevan aquellas solemnidades augustas sabiamente instituidas por nuestros padres, que lejos de ser una vana ceremonia, son por el contrario lecciones necesarias para los pueblos, [y] testimonios del amor y respeto debido al Monarca” (1816, octubre 17, pp. 203-204). En efecto, una vez cuestionado el fundamento de legitimidad del poder monárquico, este necesitará recomponerse a partir de su representación continuada. Será precisamente en los contornos de estas celebraciones donde ocurrirá la reinstitución pública de la comunidad política, pues esta, en cierto modo, se piensa y se constituye a sí misma a través de estos espacios de sociabilidad, de estos discursos y representaciones simbólicas. La riqueza semántica de las imágenes sobre el monarca restaurado, los esfuerzos sostenidos para reconstruir los lazos simbólicos entre americanos y peninsulares y el fasto y el cuidado desplegado en el “debido aparato” de los rituales monárquicos dan cuenta de ello. Las ceremonias reales hacían parte integral de la realidad política fabricada por el régimen reconquistador y también por sus vasallos; fungían como espacios de elaboración de significado y de imaginarios políticos, de creación de relaciones y estructuras sociales. Así, antes que entender las fiestas fernandinas como justificaciones simbólicas de un determinado orden político, o antes que interpretarlas en términos de propaganda oficial o como meras estratagemas de dominación ideológica y de persuasión de las gentes, estas serán comprendidas aquí como constitutivas de ese mismo orden, como parte fundamental, y no como un elemento secundario, del mundo político. Esta premisa nos permitirá comprender cómo toda esta simbólica monárquica se constituye en el poder mismo y no en su mero reflejo externo o complicado mecanismo de expresión (Backzo, 2005; Bell, 1992; Burke, 2003; Geertz, 2000; Rosanvallon, 2003). La historiografía sobre las celebraciones políticas en la región ha experimentado un desarrollo notable en los últimos años. Trabajos recientes han señalado la importancia de las fiestas, los rituales y los símbolos como objetos legítimos de análisis histórico, capaces de contribuir en la comprensión renovada de la cultura política en la que se 24

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 24

15/03/2017 14:14:30


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

insertan. Sin embargo, estas investigaciones, con frecuencia más descriptivas que analíticas, pocas veces problematizan la dimensión social de las ceremonias de poder, en términos de los espacios de sociabilidad que implican, de las sociabilidades que tienen lugar en su seno y de su inherente impronta simbólica1. A su vez, aunque los estudiosos de las sociabilidades políticas en Iberoamérica han señalado fértiles derroteros para las investigaciones en curso, dando cuenta de la centralidad de las dinámicas relacionales en los procesos políticos y cuestionando su otrora talante apriorístico —la categoría “sociabilidad” ya no remite a un sentido común historiográfico, poco problematizado y plenamente asumido y se ha convertido en absolutamente imprescindible a la hora de pensar el mundo político—, no resulta menos cierto que sus análisis tienden a privilegiar el asociacionismo —la creación y el funcionamiento de las sociedades políticas, científicas y literarias en la región—, descuidando otros tipos de sociabilidades quizá más abarcadoras e igualmente pertinentes para comprender la naturaleza de los cambios operados en nuestros países con las revoluciones atlánticas2. De este modo, este trabajo pretende explorar con más cuidado las complejas relaciones entre las celebraciones monárquicas, los espacios y las formas de sociabilidad que suponen y los elementos simbólicos que las fundan. No es otra cosa que un esfuerzo de comprensión de la manera como los monárquicos americanos imaginaron su pertenencia a una comunidad política signada por la incertidumbre de la guerra y amenazada en sus cimientos por otros proyectos de sociedad. Así, me interesa examinar aquí aquellas fiestas directamente relacionadas con la figura real, llevadas a cabo con el objetivo primero de abanicar la soberanía monárquica y consagrar la unión de las “dos Españas” en las ciudades del Nuevo Reino de Granada y Venezuela durante la Restauración Absolutista3. En primer término, abordaré las celebraciones monárquicas como espacios sociales que construyen y afirman determinados órdenes políticos y simbólicos. A renglón seguido, examinaré las intricadas relaciones entre poder simbólico y fiesta. En último lugar, presentaré algunas reflexiones finales. 1

2 3

En el concierto hispanoamericano resultan pertinentes: Cañeque (2004), Mínguez (2004), Mínguez, Rodríguez, González y Chiva (2012), Ortemberg (2014), Osorio (2008) y Ruiz (2002). Para la Tierra Firme en particular, véanse: Cuño (2013), González Pérez (1997), Fajardo de Rueda (1999), Leal (1990), Rodríguez y Mínguez (2012), Salvador (2001) y Straka (2007). A manera de ejemplo, veánse los importantes estudios de González Bernaldo (2000 y 2004), Guarín (2010), Guerra y Lempérière (1998) y Loaiza (2011). La elección de este marco geográfico obedece a la necesidad de renunciar a los cuadros nacionales para poder enfrentar la impronta teleológica que atraviesa la escritura de la historia en y sobre el siglo xix iberoamericano, asunto más apremiante en nuestro caso si se tiene en cuenta el vigor de los circuitos de comunicación, la rotación de la misma burocracia monárquica, los proyectos de unidad política formulados ya durante las primeras repúblicas y el hecho mismo de que la empresa de pacificación fuera diseñada para la denominada Tierra Firme entendida como un todo político.

25

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 25

15/03/2017 14:14:30


Alexander Chaparro Silva

Orden social, orden simbólico Durante la Restauración Absolutista, las ciudades de la Tierra Firme encontraron en las coloridas y fastuosas celebraciones monárquicas la oportunidad perfecta para reafirmar la fidelidad del hemisferio americano a la causa fernandina. Fiestas y homenajes, ceremonias y conmemoraciones se ofrecieron como ocasiones especiales para romper con el trajín de aquellos días desapacibles signados por el infortunio de la guerra. Se trataba de celebraciones completamente ritualizadas, sancionadas por la ley y la tradición, y que giraban en torno a los dos grandes pilares del mundo político hispánico: la monarquía y la Iglesia católica. Las celebraciones relacionadas directamente con la figura real respondían a una amplia variedad de motivos: juras de fidelidad y vasallaje; onomásticos y cumpleaños del rey —fechas no siempre coincidentes—; bodas reales, embarazos y nacimientos de infantes; importantes victorias militares contra los republicanos y recibimientos triunfales a las tropas monárquicas y a las principales cabezas del gobierno. En términos generales, estas fiestas comprendían diversos actos religiosos, políticos y militares. Estaban precedidas por varios días de iluminación pública en las calles, en las oficinas de gobierno y en las casas de particulares. Iniciaban con una misa solemne, cuyos actos centrales eran el tedeum y la debida exhortación pastoral, y seguían con una nutrida procesión de gentes hacia las plazas mayores, donde ocurrían los eventos centrales como proclamaciones, juras y paradas militares. Las tardes transcurrían en medio de declamaciones, bailes, obras de teatro y toros, actividades todas agrupadas bajo el nombre genérico de “diversiones” (López, 1992). En las horas de la noche, el cielo se adornaba con fuegos artificiales, que ardían en medio de la algazara del pueblo, mientras los vasallos “principales” se daban cita en bailes de gala ofrecidos en honor al rey. La mayoría de estos actos estaba acompañada por música y banquetes públicos sufragados por el Cabildo, los gremios y los principales del gobierno. Las celebraciones monárquicas tenían lugar en el teatro natural de la política: en las ciudades, las villas y los pueblos —nunca ocurrían en el campo, pues sus habitantes no tenían calidad de vecinos y en términos estrictos estaban por fuera del mundo político—. La ciudad encarnaba la comunidad política toda; abrazaba la autoridad, la jurisdicción y el gobierno de los demás cuerpos que conformaban la monarquía. Se constituía en el espacio público por excelencia en tanto ordenamiento natural que permitía a los sujetos relacionarse políticamente y alcanzar el bien común y la salvación eterna4. Así, el mismo carácter público de las celebraciones monárquicas no debe 4

Sobre la importancia de las ciudades como cabeza del cuerpo político hispánico, véase Guerra (1998).

26

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 26

15/03/2017 14:14:30


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

ser tomado como una mera constatación sin importancia, pues estas no son públicas simplemente porque ocurran en una espacialidad abierta o porque sean auspiciadas por las autoridades reales —o no lo son meramente por eso—. Por el contrario, para que adquieran tal calidad es necesario todo un trabajo político de publicidad que dote a las prácticas y a las relaciones sociales que allí tienen lugar de un cierto carácter público5. Por su parte, los contemporáneos serán plenamente conscientes de la importancia de que estos eventos sean llevados a cabo “a vista de todos”, al punto que proclamarán con entusiasmo: “bolvieron, sí, bolvieron esos días de gloria y alegría, en que unidos al derredor del Trono podemos manifestar pública y libremente las efusiones de nuestro corazón” (Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, pp. 203-204). Sin duda, no puede disociarse la idea de comunidad de la necesaria publicidad de estos actos. La unidad hispánica buscará instalarse como signo colectivo en los diferentes espacios públicos con los objetivos de dotar de sentido la existencia moral de la monarquía y de hacer de múltiples pueblos atravesados por vínculos religiosos, políticos y jurídicos un único pueblo-cuerpo, unánime y entusiasta de fidelismo. Se trataba de refundar la propia existencia política mediante la puesta en escena de los lazos imaginarios entre la comunidad política y el rey, esto en diferentes niveles profundamente imbricados entre sí: entre ciudades, provincias, reinos y toda la monarquía hispánica; entre los vasallos, las corporaciones y el rey; entre gobernantes y gobernados. La fidelidad a la figura real será el principio que vertebre la unidad y la cohesión de la sociedad hispánica de ambos mundos; la piedra de toque alrededor de la cual se desplieguen estas fiestas: Porque la fidelidad, es el todo del sistema social: es la base que sostiene el edificio inmenso de una Monarquía, y la que aumenta su duración, y conserva su grandeza... Por la fidelidad, se mantiene el orden, se evitan las desgracias, se alejan las discordias, se economiza la sangre, se respetan las propiedades, y se disfruta la seguridad individual… Ved, pues si será hermosa la fidelidad, y si será digna de los homenages de los hombres, aunque sean necesarios mil, y mil sacrificios, para mantener viva, entre los pueblos, su llama celestial. (Gruesso, 1817, pp. 13-14)

5

Según la definición del Diccionario de la lengua castellana (Real Academia Española, 1737, p. 420), el sustantivo ‘publicidad’ se refiere a 1) “El estado o calidad de las cosas públicas”; 2) “La forma ó modo de executar alguna acción sin reserva, ni temor de que la sepan todos”; 3) “El sitio, o parage donde concurre mucha gente, de suerte que lo que allí se hace es preciso que sea público”. De esta manera, la publicidad implica unos medios, unos espacios y unos actos concretos para hacer que algo adquiera el estatuto de público —trabajo político que “se hace a vista de todos” y que abarca desde el conjunto de medios para divulgar hasta el acto mismo de divulgación—. Al respecto, veánse Ortega y Chaparro (2012, pp. 15-23) y Lempérière (1998).

27

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 27

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

Para los realistas, con las celebraciones monárquicas los vasallos fernandinos “renacían de entre los padecimientos á la sociedad, al orden, y á los bienes del dulce y deseado Gobierno del amado Fernando, [pues estas] inspiraban en todos la satisfaccion mas pura, y aquella calma y tranquilidad, que seis años de desgracias les habían arrebatado” (Gobierno Real, 1816). En efecto, los americanos renacían a la sociedad porque estos actos oficializaban el retorno de un orden eterno, diseñado por Dios, gobernado por el monarca y regido por la razón. Las fiestas reales daban cuenta de cómo el “justo y suave gobierno [del rey] se consolida en las Américas” haciendo posible la reconstitución de la monarquía hispánica (Gaceta de Caracas, 1816, enero 10, p. 430). Es precisamente en estos espacios festivos donde la sociedad buscaba encontrar su forma legítima y tomaba los rasgos de una verdadera comunidad política; donde una simple “compañía entre racionales”, como era aún definida la sociedad por los contemporáneos, aparecía ante los ojos de sus miembros como una totalidad provista de sentido, como una comunidad producto de una historia y un porvenir comunes (Real Academia Española, 1739, p. 133). Así, todos los vasallos de la Tierra Firme debían participar del universo simbólico de la monarquía en la medida en que todos se encontraban igualados en un mismo deber de fidelidad al rey. Sin embargo, antes que espacios de intercambio horizontal, como podría sugerir un énfasis demasiado sostenido en el carácter colectivo e integrador de la fiesta, estas celebraciones se constituían en espacios para recrear el “buen orden”: el orden católico, corporativo y jerárquico. La unidad de la monarquía hispánica funge bien como el correlato de la diferenciación y la subordinación sociales que la fiesta misma pone de presente. De allí los usos reglamentados y controlados de los espacios públicos, siempre en correspondencia con la posición ocupada por los vasallos fernandinos en la pirámide social. Mientras que algunos eventos como la misa catedralicia, los fuegos artificiales y el paseo del estandarte real se encontraban dirigidos a todos sin excepción; otros, como el baile de corte y las mascaradas, se perfilaban como espacios exclusivos para las denominadas “personas de distinción”. Los complejos juegos de inclusión y exclusión que implicaban estas fiestas no son otra cosa que la escenificación de la misma metáfora política; la proyección de una totalidad política en toda su diversidad, atravesada por relaciones de vecindario, de parentesco y de pertenencia a los diferentes cuerpos, y armada a partir de rangos, privilegios y distinciones. En efecto, en estos eventos el principio estamental y la idea de una sociedad corporativa intentaban restablecerse después de la proclamación republicana de la soberanía del pueblo y de la igualdad formal entre los integrantes del cuerpo político. Las celebraciones monárquicas se ofrecían así como un escenario idóneo para afianzar la naturalización de las diferencias y ensalzar la sociedad jerárquica como ideal social. La detallada descripción ofrecida por los papeles realistas sobre el “número, calidad y representación 28

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 28

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

de los concurrentes” a estas fiestas nos ofrece una idea del tipo de sociedad modelada por el absolutismo: una monarquía cimentada en las pretendidas diferencias naturales entre los individuos, respetuosa de los fueros y privilegios particulares: El Señor Gobernador y algunos Oficiales de su acompañamiento montaban caballos ricamente enjaezados. Los individuos del Tribunal de cuentas. Oficiales de las Reales Caxas. Los Doctores de la Regia y Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino. Alumnos de Ambos Colegios &c. &c. Se veian adornados con el traje de Gala y ceremonia propio del instituto de cada uno. El muy Ilustre Cabildo de esta Ciudad uniformado igualmente, marchaba en ordenanza precediendo el Sello, y sus dos Alcaldes ordinarios traian por la brida el Caballo que le conducia. (Gazeta de Santafé, 1817, abril 3, p. 417)

De este modo, como ha sostenido Roger Chartier (1995, pp. 19-36), las celebraciones políticas se constituyen en un observatorio fundamental para captar, por medio de la reiteración, las reglas del funcionamiento social. Del profundo arraigo de tales reglas en las ciudades de la Tierra Firme da cuenta el hecho de que el republicano José María Caballero, uno de los más conspicuos cronistas del periodo, consignara sin falta en su Diario la ubicación relativamente detallada de los principales asistentes a las misas catedralicias: “este día hubo asistencia del General Morillo y toda la oficialidad á La Catedral; se sentó donde se sentaba el Virrey, junto con el Mariscal de campo Latorre, el Cabildo y del lado de los Oidores el Coronel Calzada que había venido de 2° General” (1990, p. 215). Las posiciones ocupadas por cada uno de los representantes del monarca en la Iglesia debían estar en absoluta correspondencia con su situación social y su reputación pública —de allí que a Morillo le corresponda el asiento virreinal—. La distribución de los asistentes tenía que representar públicamente la estructura jerárquica del orden político y reforzar las relaciones de poder vigentes en la sociedad de entonces. Su función era presentar una cuidadosa filigrana de orden y majestad que diera cuenta de la totalidad de la monarquía hispánica como cuerpo político y fomentara la obediencia; de allí el esmero por respetar la organización jerárquica y, de este modo, reconocer el orden establecido. Así, las fiestas monárquicas eran espacios propicios para instituir la unidad de la comunidad política a partir de una lógica del reconocimiento de las diferencias y de las complementariedades entre sus miembros6. En este punto, es necesario insistir en que si bien las celebraciones monárquicas se constituyen en espacios de articulación de diferentes públicos —donde participan todos los grupos sociales, al tiempo que se diferencian y se jerarquizan—, no se trata 6

Sobre la importancia de la identidad corporativa en los actos de fidelidad regia y la centralidad de las posiciones ocupadas en el espacio físico como espacio simbólico, véanse Leal (1990) y Cañeque (2004).

29

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 29

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

aquí del mero desarrollo de un guion previsto de antemano en el que las autoridades políticas y las élites son los actores principales y el resto de la población funge como mera espectadora. Por el contrario, todos estos públicos variopintos, según sus rangos y facultades, desempeñan un papel activo y creador en estas ceremonias: los religiosos —exhortando a la fidelidad desde el atrio, haciendo procesiones públicas y recogiendo fondos para la guerra—; el pueblo —limpiando e iluminando las calles y las casas, participando en los toros, en el teatro y vitoreando en las plazas y también como artesanos—; las “personas principales” —dando banquetes y bailes, organizando la simbólica real y las paradas cívicas—; el estamento militar —garantizando el orden público, orquestando la música y haciendo el despliegue de habilidades y formaciones castrenses—. Todo lo anterior sin olvidar que con frecuencia serán los oficiales monárquicos y las corporaciones, con ayuda de los donativos del pueblo, los que financiarán buena parte de estas celebraciones debido a la incapacidad del erario público para cubrir estos gastos. Así, todos son hacedores de la fiesta real. Las mujeres, por ejemplo, participaban de manera transversal en todos los eventos. Según relata Caballero: Las mujeres era cosa de ver cómo salieron como locas por las calles con banderitas y ramos blancos, gritando vivas a Fernando vii, entraron en tumulto al palacio y cubrieron los balcones, y a las once que entraron los curros, ellas desde el balcón les echaban vítores con mucha alegría y algazara. La plaza se llenó de gente, con ser que más de media ciudad había emigrado. (1990, pp. 212-213)

En este punto, es importante subrayar cómo el discurso sobre la sociabilidad atraviesa las celebraciones monárquicas. Según el Diccionario de la lengua castellana (Real Academia Española, 1739, p. 133), la ‘sociabilidad’ consistía en la propensión al “tratamiento y correspondencia de unas personas con otras”, mientras que el adjetivo ‘sociable’ designaba “lo que fácilmente se junta á otro, é inclina á tener compañía”. La sociabilidad no era otra cosa que la tendencia humana a vivir en sociedad y la disposición de los hombres y las mujeres al trato con los demás; se relacionaba con las ideas de cortesía, racionalidad y civilidad como constitutivas del lazo social7. Así, en la celebración del cumpleaños real en Santafé, “se vio brillar á competencia la humanidad, cortesanía, [y] delicadeza, y los héroes Españoles se manifestaron tan dulces y afables, en aquel concurso, como son formidables y denodados en el Campo de batalla” (Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, p. 206). Por su parte, según la Gaceta de Caracas, las fiestas regias se caracterizaban por la “decencia y la moderación”, las “mayores demostraciones de alegría” y cientos de acciones producto de la “hermosura del lenguage, y de 7

Sobre la noción de ‘sociabilidad’ en la América decimonónica véase González Bernaldo (2000 y 2004).

30

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 30

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

la generosidad del corazón” (Gaceta de Caracas, 1815, mayo 17, pp. 133-134). De este modo, los valores asociados a la sociabilidad, en tanto que virtud coligada a la empatía de toda la sociedad, se constituyen siempre en premisas y efectos de estas celebraciones: “hemos visto en este día afortunado reinar la paz, la fraternidad, y el olvido de nuestros males” (Gaceta de Caracas, 1817, octubre 1, p. 1181). Precisamente, el contraste entre los “días felices” de las fiestas fernandinas y el “abysmo de aniquilación” de las primeras repúblicas, cuando la “paz fue desterrada de la sociedad”, permite comprender, ex negativo, las ideas de los monárquicos sobre la sociedad y la sociabilidad y papel desempeñado por las celebraciones monárquicas en el orden político: En el horrible periodo de Anarquía que ha debastado la mayor parte de la América Meridional, la yerma asolación y la tristeza tendieron sus alas lúgubres sobre este inmenso continente. Viose un Pueblo infeliz entregado presa á los genios ambiciosos, turbulentos y emprendedores, que engañandole con voces vagas y pinturas de libertad, le devoraban en la realidad apacentándose en sus lágrimas y en su sangre. Un sorprehendente estupor reynaba por todas partes: los semblantes se veían abatidos, despedazadas las almas. Viose apagada la luz de las bellas artes, arruinadas las instituciones sociales, obstruidos los canales de la pública prosperidad... Los vasallos fieles concentrados en su dolor y en el retiro doméstico, alzaban los ojos al Cielo, y suspiraban en secreto porque bolviesen los antiguos días de gloria y alegría, aunque reputaban esta época feliz tanto más distante, quanto era deseada con más ardientes ansias. (Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, pp. 202-203)

De este modo, para los realistas el modelo ideal de sociabilidad era la misma sociedad gobernada por el monarca, unida por vínculos de sujeción política y jerarquía social, orientada hacia la consecución del bien común y en guardia permanente contra las pasiones y los intereses particulares. Las celebraciones reales contribuyen así, de manera privilegiada, al reaprendizaje de esta vida en común. Los espacios y las formas de sociabilidad tan variopintos que implicaban harán posible la transmisión de cierto saber sobre lo político, sobre cómo debía funcionar la comunidad política y sobre cómo un estar en sociedad era también un estar en el mundo. Se trataba, en cierto sentido, de actos profundamente pedagógicos, encaminados a la reconversión de la mirada republicana; actos que intentaban poner en evidencia las virtudes del gobierno real y rehacer las costumbres y la cultura jurídico-política anterior a la crisis monárquica y “hacer ver al mismo tiempo que si las armas pueden someter las naciones, y defender los Imperios, una Legislacion sabia, y su inviolable observancia los consolidan y afirman sobre bases eternas” (Gazeta de Santafé, 1817, abril 3, pp. 416, 419-420).

31

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 31

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

Por supuesto, las celebraciones monárquicas eran fiestas de poder fundamentales ya en el régimen colonial. Las Siete Partidas señalaban la importancia de guardar todas las fiestas relacionadas con la trayectoria vital de los emperadores y de los reyes y de sus familias y también los días “en que hobiese habido alguna buenandancia contra sus enemigos” (Las Siete Partidas, 1807, t. 2, p. 377). Por su parte, la legislación indiana sancionaba el estricto respeto de las “procedencias, ceremonias y cortesías”, que iban desde el uso debido de almohadas, sillas y alfombras hasta “que en procesiones y actos públicos tengan los Ministros el lugar que se declara” (Recopilación de Leyes, 1841, t. 2, p. 78). Sin embargo, durante la Restauración fernandina estas celebraciones cumplirán funciones adicionales a las ya sancionadas por la costumbre y la ley en el pasado. Ahora debían, desde coordenadas políticas diferentes, contribuir a la reconstrucción de la legitimidad real apelando a un inédito recurso en el registro monárquico: la opinión pública. Por supuesto, esto no quiere decir que durante la dominación colonial la obediencia estuviera dada de antemano o que no requiriera de elaboración alguna por parte de la Corona y de sus representantes. Como afirman Calderón y Thibaud, “si bien es cierto que en el Antiguo Régimen el fundamento de la legitimidad no se cuestiona, también lo es que para desplegar su eficacia ella necesitaba ser representada” (2010, p. 38). La radical novedad de las celebraciones monárquicas reside, entonces, antes que en un cambio en las formas de ritualización de la fidelidad, en los nuevos fines ahora endosados a estas: fijar la opinión pública de los súbditos americanos en favor del monarca. En efecto, en el antiguo régimen, la “opinión pública” no se constituía en un referente central del discurso político toda vez que los agentes del poder monárquico eran los únicos autorizados para modelar la felicidad pública y la prosperidad común. La opinión pública solo emergerá en la Tierra Firme durante la crisis generada por la vacancia real. Hasta entonces esta no existirá ni como expresión de la voluntad de los pueblos ni como resorte de legitimidad ni como manifestación de cierto consenso social —no solo porque el sintagma aún no había sido acuñado, sino porque las realidades a las que esta noción aludirá en su momento no preexisten a su denominación— (Ortega y Chaparro, 2012, pp. 37-126). En este sentido, las elaboraciones políticas de las primeras repúblicas americanas y del constitucionalismo gaditano habían dejado una huella indeleble en los diferentes espacios públicos locales; habían entronizado la opinión pública como instancia incuestionable de legitimidad. Una vez derribadas aquellas, las autoridades reales no podían obviar el ascenso de la opinión pública, la necesidad de tratarla como objeto privilegiado de gobierno y de edificarla en los pueblos. Así, de manera inédita, los representantes regios debían, a través de las celebraciones monárquicas —y también de los periódicos, el atrio católico y el accionar del ejército—, sembrar la “buena opinión y confianza” de la monarquía entre sus gobernados, y al mismo tiempo dar cuenta del 32

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 32

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

respaldo de esa misma opinión —como si una parte de la legitimidad del gobierno resultara de la anuencia del público— (Gazeta de Santafé, 1816, junio 13, pp. 4-5). Por un lado, las ceremonias regias definirán un espacio importante de producción de opinión pública encaminada a sembrar el espíritu de conformidad con los mandatos del gobierno. En un contexto signado por la tradición unitaria y jerárquica del orden político, y por la guerra contra los republicanos, la tarea de las autoridades monárquicas para apuntalar su dominio político era doblemente compleja: no solo debía promover entre los vasallos americanos un sentimiento de fidelidad y de pertenencia hacia las “dos Españas” —y de paso persuadir de matar y morir en nombre de la unión de los dos hemisferios—, sino que debía contravenir la pléyade de agravios vertidos por los republicanos en contra de la dominación ibérica. La opinión pública remite, entonces, a la fuerza imperiosa capaz de preservar la unidad y la cohesión del cuerpo político, a la capacidad de las “buenas ideas” para instituirse como verdades sociales y cerrarle el paso a las opiniones disimiles; no es otra cosa que la poderosa salvaguarda frente a la “falsa filosofía” y los “errores” de las revoluciones americanas. Ya lo decía el mismo Caballero: “toda esta ostentación se me asimila a mí que es para hacer ver la grandeza del Rey de España y su poderío, y para más hacerse temer y que no volvamos á hacer otra Revolución” (1990, p. 234). Por otro lado, muchos realistas querrán ver en la amplia participación de las gentes en las celebraciones monárquicas la expresión de la verdadera opinión pública, las “pruebas mas convincentes del entusiasmo y placer con que los Pueblos se apresuraban á manifestar su regocijo” por la Restauración fernandina (Boletín del Exército, 1816, mayo 31). No es casualidad que todas las relaciones hagan siempre un énfasis especial en la nutrida asistencia del público, hasta el punto de afirmar en no pocas oportunidades que “asistió toda la ciudad, si se permite esta expresión” (Gaceta de Caracas, 1817, octubre 1, p. 1181). De hecho, las mismas autoridades monárquicas verán en estas celebraciones la oportunidad perfecta para tantear el respaldo de los americanos al gobierno del rey, para auscultar y develar la siempre misteriosa opinión pública. Según informaba el teniente justicia mayor del pueblo del Valle, cerca de Caracas, después de dar cuenta de casi una semana de celebraciones ininterrumpidas: “este pueblo ha manifestado á mi ver un verdadero contento por la buena noticia”, mientras que en los demás pueblos cercanos “se ha practicado todo y la han recibido con placer y alegría, según me han informado mis comisionados” (Gaceta de Caracas, 1816, enero 17, p. 439). En efecto, en esta coyuntura crítica, quizá más que nunca, será necesario mostrar el consentimiento de los americanos a la autoridad real, exhibir públicamente la obediencia. De una parte, se esgrimen las opiniones, las aspiraciones y los sentimientos populares como criterio seguro de anuencia —la opinión pública parece fundirse aquí con la opinión popular—: “todos, todos, hombres, mugeres y niños se reunieron en coros victoreando al Rey”, “se manifestaba en todos los concurrentes la alegría, contento 33

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 33

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

y entusiasmo que les animaba” (Gaceta de Caracas, 1816, enero 10, p. 430). De otra parte, se pone de presente la fidelidad irrestricta de los sectores ilustrados como resultado de una postura reflexiva —apareciendo aquí la opinión pública como estandarte de la razón—: “aquí fue cuando aquellos letrados mostrando aquel grado de sensibilidad que se debe á la ilustración, pensaron en publicar con la mas solemne autenticidad sus votos de amor, de reconocimiento y de gratitud” (Gaceta de Caracas, 1817, enero 1, p. 1187). Esta amplia participación social, leída con frecuencia en términos de un clamor monárquico sin fisuras, se convertirá en índice y fuente insoslayable de legitimidad, pues permitirá al gobierno real, una vez derogada la obra constitucional y los mecanismos representativos liberales en toda la monarquía hispánica, cubrirse con un manto de respaldo popular tan inédito como necesario —y de paso, mover a la obediencia a los sectores más tibios o simplemente indiferentes frente al dominio político, asunto este último poco estudiado para el periodo—. Sin duda, esta doble apelación a la opinión pública, ya sea para fijarla o para alegar su respaldo, buscaba reducir la tenaz incertidumbre que introducía la coyuntura de la guerra, hacer de la fidelidad regia la fuerza primera para reconstruir el orden político. De allí que, conforme a la tradición justiciera de la monarquía hispánica, en estas celebraciones se concedan indultos y se liberen presos como un modo de formar la opinión pública en el pueblo y atender los requerimientos del reputado tribunal de la razón y el bien común. Ya lo decía el virrey Francisco de Montalvo con respecto a una amnistía decretada por el monarca en Antioquia: “captando corazones por medio de suaves providencias, desterrando inveterados resentimientos, é inspirando en todo confianza en el Gobierno, es como se asegura la tranquilidad de los pueblos reducidos á la obediencia del Rey” (1817). Por supuesto, la publicación de indultos y la expedición de perdones reales en sí mismas no garantizaban la fidelidad al monarca, pero, para los realistas, sí permitían presentar públicamente la reconstitución de la comunidad política y acercar a los americanos “por nuevos vínculos de amor á su Madre Patria” (Gaceta de Caracas, 1817, septiembre 24, pp. 1179-1180). No en vano la proclamación de un indulto real en Caracas, cuya “publicación fue hecha con una solemnidad rara vez vista”, fue contemplado como el “medio radical de restituir á estas provincias los bienes que las turbaciones han hecho desaparecer” y como la oportunidad ideal para que “consolidemos todos el edificio de la paz con la unión, la obediencia y todas las virtudes” (Gaceta de Caracas, 1817, octubre 1, pp. 1181-1184)8. 8

Algunos neogranadinos y venezolanos acudirán a Caracas para sellar su adhesión a la monarquía con la consabida fórmula del juramento: “ser fiel al Rey y derramar en caso necesario hasta la última gota en defensa de la Corona y los Reales Derechos, vivir subordinado a las Leyes y obedecer a las autoridades puestas por el Soberano” (Cabildo de Caracas, 1817).

34

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 34

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

Sin embargo, al mismo tiempo que las fiestas monárquicas intentaban enmarcar a toda la comunidad política, establecían fronteras simbólicas de pertenencia y delimitaban sus múltiples afueras en la exclusión absoluta de todos los espacios públicos de los enemigos del gobierno real. Como en su momento afirmó Domingo Maestri, cura de San Antonio de Los Altos, ante un concurso numeroso: “detestemos y aborrezcamos sus crímenes, huyamos la sociedad de los malignos y perversos; conozcamos que todo nuestro bien y prosperidad consiste en la dependencia de nuestro Soberano, y de sus legítimas autoridades” (Gaceta de Caracas, 1816, enero 10, p. 430). Por eso se llevarán a cabo quemas de papeles públicos y se impartirán censuras eclesiásticas en contra de los revolucionarios; para dejar por fuera del orden político a aquellos no reconciliados definitivamente con el monarca y su dominio político, aquellos de los que dirá Morillo precisamente que no son más que “un puñado de facciosos, que no corresponden a sociedad alguna” (en Rodríguez, 1908, t. 3, p. 114). En todo caso, el régimen reconquistador consumará la exclusión de los republicanos con otros espectáculos cuya economía simbólica funge bien como el reverso simétrico de estas celebraciones festivas —y que exceden los objetivos de este ensayo—: el espectáculo de la muerte y del terror. Se trataba de garantizar la unidad de ideas y de sentimientos del cuerpo político y la hegemonía pública de la simbólica hispánica. Los espacios y los modos de sociabilidad que implicaban las celebraciones monárquicas aparecían, así, como la posibilidad de rehacer públicamente la forma de representación más adecuada de la comunidad política. Como bien afirmaba la Gazeta de Santafé (1816, octubre 17, p. 206): “hoy con lazos de amor se ve Granada, / sugeta de Fernando al dulce Imperio”.

Orden simbólico, orden social Las celebraciones monárquicas llevadas a cabo durante la Restauración Absolutista en toda la Tierra Firme se encontrarán signadas por una espectacularidad sin precedentes. Si hemos de creer a las diferentes relaciones sobre estos eventos, se impusieron la abundancia y el fasto por doquier: “una fiesta que puede llamarse la más completa que esta Ciudad ha visto” (Gobierno Real, 1816); “una función cuya grandeza y seriedad apenas se habría visto en esta capital” (Gaceta de Caracas, 1817, octubre 1, p. 1188); “un espectáculo que jamás ha visto Venezuela” (Gaceta de Caracas, 1815, mayo 17, p. 134). Si bien puede haber mucho de pirotecnia retórica en estas afirmaciones, lo cierto es que incluso para los mismos detractores del régimen reconquistador resultaba evidente que la pompa y la brillantez se habían tomado con renovados bríos los espacios públicos (Caballero, 1990, pp. 215, 234). No les faltaba razón. Durante las fiestas fernandinas, las ciudades americanas se verán engalanadas con un amplio repertorio de arquitectura efímera: arcos del triunfo, columnas

35

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 35

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

coronadas de flores, escenografías pintadas, templetes y entablados y coloridas cortinas. Plazas, calles, iglesias y edificaciones se verán adornadas con objetos de altísimo valor simbólico como alegorías, banderas, retratos, estandartes y tapices multicolores. Incluso la naturaleza, instrumento privilegiado de la Providencia, expresaba su anuencia para con el nuevo orden de cosas y contribuía en la magnificencia de estas fiestas: “amanecio el dia claro, brillante y despejado, aunque los anteriores habian sido nebulosos y de llubia importuna” (Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, p. 204). Así, las ciudades se reinventarán durante estos eventos, por medio de la fantasía y el esplendor, para “que nos podamos llamar en adelante el Pueblo feliz, la Ciudad fiel” (Valenzuela y Moya, 1817, p. 39). Se trataba de afirmar la existencia monárquica de la comunidad política a partir de un conjunto de lenguajes rituales y emblemáticos ampliamente compartidos y basados en la lógica de la reiteración y de la correspondencia —aspecto que pretendía hacer legible el “mensaje monárquico” para todos— (Sebastián, 1990; Flor, 2002). No es otra cosa que lo que algunos autores han denominado la teatralidad del poder estatal: el inevitable uso de símbolos, imágenes, ritos y demostraciones públicas para expresar el orden social y el deber ser de la política —y también su no deber ser asociado con el caos y la arbitrariedad— (Balandier, 1994; Geertz, 2000)9. Así, las ciudades americanas debían revelarse como teatros del poder soberano. Desde la plaza mayor y sus edificios principales, hasta los confines de los cuatro puntos cardinales, la simbólica monárquica decretaba la victoria de la unión hispánica. En este sentido, la instalación de más de treinta arcos triunfales para dar la bienvenida al entonces victorioso Ejército expedicionario en Santafé, arcos “todos diferentes y con banderitas, y en ellos vítores y versos al rey de España”, manifiesta cómo se reafirman los fundamentos del orden monárquico a través de la gramática de la espectacularidad. Según escribió un oficial realista, “á la entrada de la ciudad y en la calle que había de recorrer para llegar á su habitación, [Morillo] encontró multitud de arcos triunfales y carros con comparsas, y banderas españolas, y flores, y cortinas de damasco en todos los edificios, y señales del mayor entusiasmo y acendrado españolismo”. Sin duda, concluye, “se intentaba recibirle con una ovación sin precedente en los fastos de la historia de aquel virreinato” (Sevilla, 1916, pp. 88, 90). Esta saturación de los espacios públicos por la imaginería y los valores monárquicos registra el vigor renovado del lenguaje de la majestad, la jerarquía y el universo corporativo en las sociedades americanas, al tiempo que da cuenta de su consideración por los mismos realistas como recursos fundamentales para llevar a cabo la 9

No en vano los diferentes eventos festivos eran denominados por los contemporáneos como ‘funciones’; la cultura de la dramaturgia había conocido un impulso inusitado con la Restauración fernandina, pues en Santafé “todos los días de fiesta había comedias y bailes en el coliseo” (Caballero, 1990, p. 220).

36

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 36

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

reconstrucción de la legitimidad fernandina. Según la Gazeta de Santafé, “como no puede haber jamás para los pueblos un bien más precioso que la paz y el orden, tampoco pueden gozar un placer más grato, que el repetir los testimonios de fidelidad y sumisión al Principe y á las Santas leyes, que le proporcionan aquel bien inestimable” (1818, agosto 25, p. 53). Este discurso instituirá la fidelidad pública y continuada al monarca como el único garante del orden político, toda vez que resultaban evidentes la tenaz polarización de las gentes y el avance sostenido de la causa republicana —las lealtades políticas y militares, tan primordiales como volátiles, se encontraban permanentemente amenazadas por el infortunio de la derrota—. En particular, la figura del monarca será considerada por los realistas como la fuerza capaz de vincular a los vasallos americanos entre sí, y al mismo tiempo, forjar el ansiado círculo de adhesión y avenencia en y por el gobierno. En consecuencia, la figura real se encontrará en el centro de todas las celebraciones monárquicas con el objetivo de proporcionar coherencia y continuidad a una sociedad profundamente fragmentada. El rey, como cabeza del cuerpo político, constituía el principio ordenador de la sociedad y el principio de unidad —en términos de centralidad— del poder político. Así, podemos entender estas fiestas como espacios fundamentales para llevar a cabo el culto real, para recuperar el halo sagrado del mandato fernandino y mantener reflotado el sistema monárquico en América. Como afirmaba el Cabildo de Santafé de Antioquia, gracias a los indultos y las providencias libradas al calor de las fiestas fernandinas, “vuestra augusta persona va á ser sagrada en estos Payces, no solo por el respeto, sino también por el amor” (Cabildo de Santafé de Antioquia, 1817). El amplio abanico ritual encaminado a recomponer el orden simbólico pone entonces en evidencia la naturaleza esencialmente católica de la legitimidad fernandina. No podía ser de otra manera. La monarquía hispánica era la monarquía católica por excelencia. De allí que la reafirmación del gobierno real pasara necesariamente por la centralidad de imágenes, discursos y prácticas religiosas en todas las celebraciones monárquicas: misas, tedeums, cánticos y encendidos sermones, a través de la elocuencia y el virtuosismo, debían remachar públicamente la fidelidad debida al monarca y señalar la justeza de sus pretensiones sobre América. Precisamente porque se trataba de la restauración del único referente de legitimidad trascendente en toda la Tierra Firme, era necesario situar más allá del terreno de los argumentos el origen y la inspiración divina del mandato real, insistir con autoridad en que la “causa de los Reyes, está íntimamente unida con la de la religión, y que atacada la una, se ataca también la otra en uno de sus primeros preceptos, qual es el de la obediencia, y respeto, que se les debe, por recibir su poder de las mismas manos de la divinidad” (Gruesso, 1817, p. 13). Sin duda, las ceremonias de fidelidad se convirtieron en escenarios privilegiados para construir imágenes dotadas de una extraordinaria riqueza semántica alrededor del rey. Además de hacer del monarca la encarnación de la virtud y de la justicia —“es Rey 37

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 37

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

por autoridad, Padre por afecto”, “imagen bella de la justicia”—, estas puestas en escena debían recrear la idea fundamental de su soberanía absoluta (Gazeta de Santafé, 1818, junio 25, pp. 10-11). Esta noción, tremendamente incardinada en la idea de majestad como “superioridad y autoridad sobre otros” y como “grandeza, autoridad, decoro, magnificencia y suntuosidad” (Real Academia Española, 1734, p. 455), se encarnará precisamente a través de la imagen y el ritual. En efecto, para los realistas, inspirados en la doctrina católica de la transubstanciación —que sostiene que Cristo está presente de manera verdadera, real y sustancial en la hostia consagrada—, el ritual monárquico tenía la capacidad de hacer existir el poder del monarca. Según sancionaban Las Siete Partidas: “la imagen del rey, como su sello en que está su figura, et la señal que trae otrosi en sus armas, et en su moneda, et en su carta en que se emienta su nombre, que todas estas cosas deven ser mucho honradas, porque son en su remembranza do él non está” (1807, p. 117). Así, como sucedía con la hostia consagrada, las imágenes reales no representaban al monarca: eran el monarca mismo, lo hacían presente y actualizaban su poderío. En este sentido, la entrada del sello real y la instalación de la Real Audiencia en Santafé permiten entender el funcionamiento de tales asociaciones. Según la Gazeta de Santafé, esta celebración había sido un “magestuoso expectáculo”, una “ceremonia augusta”; todo fue “orden y ostentación” con el propósito de hacer honor al Sello Real, símbolo del prestigio de la justicia y de la eficacia de la soberanía del rey. Este había sido paseado en procesión puesto sobre un trono ricamente “paramentado de redes y cubiertas carmesíes con franjas de oro” y “rodeado de sobervios bandones de plata con cirios encendidos”; “escoltabale una guardia doble, con todos los demás honores que se deben a la Real Persona, según el ceremonial dispuesto con el mayor acierto” (Gazeta de Santafé, 1817, abril 3, p. 416). La legislación indiana ordenaba que el sello real fuera recibido en América “con la autoridad que si entrase nuestra real persona, como se hace en las de estos reinos de Castilla” y detallaba el ritual a seguir “con aderezos muy decentes” y “con toda la veneración que se requiere” (Recopilación de Leyes, 1841, t. 1, p. 272). De este modo, mediante la pompa y el ritual, el sello real no era ya un simple objeto de plata grabado con las armas o divisas del rey; era la presencia cierta del monarca mismo entre las gentes, que había regresado a la Tierra Firme para quedarse, exigir tributo de fidelidad y obediencia: el “Rey deseado, el preparado para nuestro bien en los consejos eternos, ocupa el Solio de sus Padres, y al momento hemos probado los efectos de su amor y Paternal Beneficencia” (Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, p. 203). La presencia efectiva del rey —o mejor, su omnipresencia— también era evocada por cientos de retratos, estandartes, bustos, monedas y medallas que se distribuían entre las gentes y se enseñaban en calles y plazas como símbolos de adhesión fidelista. El monarca era reverenciado, aclamado y temido —y también odiado— por sus 38

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 38

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

vasallos a través de estas representaciones que, además de funcionar como un espejo de sus virtudes, congregaban a su alrededor a toda la comunidad política: “se había adornado la Ciudad con porción de arcos de triunfo, y colocación pública de muchos retratos de nuestro amado Rey el Señor Don Fernando vii, emblema nada equívoco del regocijo y placer conque se ven restaurados sus habitantes a su antigua libertad” (Boletín del Exército, 1816, mayo 31). Ciertamente, la exaltación de la grandeza y munificencia del rey a través de estas representaciones —y también de su ingente número— contribuía al dictado de obediencia que promulgaba la monarquía. La exposición pública del monarca representado permitía hacer verdadero el pacto entre este y sus vasallos, disminuyendo la distancia simbólica entre ambas partes; hacía posible la concreción de una obligación mutua —muy personal, por demás— y demostraba que el monarca era cercano y accesible para sus hijos de la Tierra Firme. Así, según podemos leer en la Gaceta de Caracas, el Consejo de Indias había remitido a la ciudad un conjunto de láminas reales para ser repartidas entre las diferentes corporaciones. La celebración de su descubrimiento público no se hizo esperar: El ocho de Septiembre en que se celebra la Natividad de Ntra. Señora, debía destinarse para tan sagrado espectáculo. En efecto, desde su víspera por la noche se hizo en la casa del Sr. Capitán General, abogado honorífico del mismo Colegio, una lúcida y primorosa iluminación, en que no solo brillaba la lámina [una imagen de Fernando vii] guarnecida de esquisitos adornos, sino también varios símbolos y geroglíficos alusivos al poder, á la justicia, y demás atribuciones de la Soberanía. Una armónica orquesta en la sala de aquel Gefe, reunió tanto en lo interior, como por fuera, un concurso numeroso de los habitantes de esta ciudad. Tal fue el lucido aparato que precedió á tan festivo día. (Gaceta de Caracas, 1817, octubre 1, pp. 1187-1188)

La autoridad absoluta del monarca no se expresaba, entonces, en términos de una entidad abstracta, como para los realistas lo hacía la de las repúblicas, sino encarnada en toda esta simbólica ritual necesaria para actualizar los vínculos de vasallaje. No de otra manera podemos entender los efectos de la revelación de las láminas fernandinas en Caracas: “sintieron los individuos de aquel cuerpo tan viva emoción, como si hubiesen visto, y participado del acto el más grandioso, y satisfactorio para los pueblos y para un Monarca que quiere tener el tierno y honroso título de Padre” (Gaceta de Caracas, 1817, octubre 1, p. 1187). La presencia de Fernando vii autorizaba su gobierno, modelaba su autoridad y presidía las celebraciones como en cualquier procesión religiosa. No debe sorprender, entonces, que el deber ser de la política sea expresado como un mandato superior del monarca que enseña la coherencia interna y el orden natural de la comunidad política. La voluntad real, instancia superior de juicio público, rebosante de racionalidad y omnipotencia social, manifiesta el “buen

39

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 39

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

orden” de la Tierra Firme, aquel que es enunciado y puesto en escena en estas celebraciones. Como sucedió en Caracas con motivo de una ceremonia de indulto: La clemencia del Rey, semejante á la luz del sol, se estiende con igual rapidez por todos los ángulos de Venezuela, y la sombra de la revolución debe desaparecer. Se ha oído su voz soberana: hablan las leyes, y el ilustre caudillo destinado á sostenerlas, y todos deben callar. S.M. quiere que todos los sucesos de siete años de estravíos se precipiten en el caos, y se dé principio á una nueva época, como si aquella jamas hubiese existido. Esta es la voluntad del Rey, á la que nadie puede prestar sino un silencio respetuoso. (Gaceta de Caracas. 1817, septiembre 24, p. 1175)

Sin duda, las celebraciones monárquicas pueden leerse como una poderosa fábrica de discursos, imágenes y emociones que interpelan de manera simultánea a la razón, las creencias y los sentidos de los sujetos —precisamente allí radica su reconocida eficacia—. Las fiestas reales buscaban dejar una huella indeleble en la memoria, impresionar —para ponerlo en términos de la época— los cinco sentidos y la inteligencia a través de complejos juegos de luces y fuegos artificiales, intensos perfumes y fragancias, abundante comida y refresco e imponentes revistas musicales y salvas de artillería. Son evidentes la agitación y la estimulación de los sentidos para cimentar la fidelidad regia: la “vista se recreaba en la variedad, en tapicerías, balcones y ventanas, y en el numeroso concurso que las llenaba, y el oído con la acorde música de los Cuerpos Militares” (Gazeta de Santafé, 1818, agosto 25, p. 54). Se persiguen experiencias, que más allá de su carácter inmediato, resulten sobrecogedoras y estimulen la imaginación de forma poderosa, llegando a diluir, en ocasiones, la frontera entre la realidad y la fantasía. Ciertamente, en las relaciones de estos eventos abundan las referencias a un mundo alegre, colorido y en continuo movimiento, dominado por una estética de la abundancia y la prodigalidad: la recreación del paraíso terrenal en la Tierra Firme. Así, para celebrar el cumpleaños del monarca, se llevó a cabo en Santafé, entre otros eventos, un baile de gala, donde “estaban preparadas con diestras pinturas y decoraciones del mejor gusto, magnificas salas”: La mesa de refrescos estubo cubierta con explendor y abundancia en todo el discurso de la noche para quantas personas quisieron llegar á ella. Sirvióse finalmente á la una, en otro salón espacioso y adornado, un Ambigú, en que lisongeaban el paladar mas delicado, diversidad de manjares de esquisito gusto, cubriéndose la mesa por quatro veces consecutivas, y reluciendo siempre en todo el mejor orden, urbanidad y amable franqueza. La pieza resonó con repetidos vivas y brindis en obsequio del digno objeto de esta alegre función, y de los concurrentes. (Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, p. 206)

40

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 40

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

En este sentido, una de las funciones principales de esta retórica de la abundancia en las celebraciones monárquicas es afirmar el advenimiento de una nueva “edad de oro” para la monarquía hispánica con el retorno de Fernando vii al trono español. Esta poderosa metáfora permitía modelar un ideal de gobierno basado en la “felicidad común” —entendida en términos de adelantamiento material— y su identificación con el régimen reconquistador; permitía refrendar los trescientos años de dominio ibérico en América como una era de prosperidad pública, al tiempo que apropiarse con destreza del futuro que llamaba no pocas veces al progreso: “un nuevo siglo de oro empieza, y muy especialmente para toda la Española Monarquía. La nación Católica por excelencia, debe descollar entre las otras, como el Cedro elevado entre los arbustos” (Gazeta de Santafé, 1818, junio 25, p. 10). El gobierno del monarca no podía ser otra cosa que un gobierno de prosperidad pública —“al gobierno debéis este estado de prosperidad y abundancia que principia”— (Gaceta de Caracas, 1816, enero 10, p. 429); el orden social en escena apuntalaba la abundancia y la prosperidad en la unión entre americanos y peninsulares y en el respeto de las jerarquías vigentes. Como afirmó la Gazeta de Santafé sobre las “más solemnes y suntuosas” celebraciones por el santo del rey y por su matrimonio con Isabel de Braganza: El gozo general de esta Ciudad: la más amable armonía entre todas las clases de la sociedad: el órden y la paz que se han notado, nos anuncia se restituirán establemente aquellos días felices que solo pudo haber turbado el delirio de las pasadas circunstancias. Los augustos amables Monarcas Fernando é Isabel, volverán ácia nosotros sus ojos compasivos: su autoridad suprema, sus corazones sensibles, sus manos generosas, se extenderán sobre sus queridos hijos del N. Reyno, y él gozará bajo tan Dulce Cétro un nuevo siglo de oro. (Gazeta de Santafé, 1817, junio 5, p. 499)

Si bien todo este esfuerzo por la ostentación y la abundancia se encontraba directamente relacionado con la dignitas de la persona real, con su carácter trascendente, es importante señalar también que las ciudades americanas debían responder a su posición en el cuerpo político hispánico. Dependiendo del rango y la fama de la ciudad, mayor y más fastuosas debían ser sus celebraciones, lo que a su vez le permitía solicitar y esperar nuevas gracias o distinciones —como afirmar su dominación sobre otras ciudades menores y escalar en la estructura jerárquica de ciudades, pueblos y villas—. Sin duda, la publicación de impresos dando cuenta de manera pormenorizada de la grandeza de las celebraciones hacía parte fundamental de la economía de favores que regulaba las relaciones sociales y políticas de la monarquía hispánica. Se constituía en uno de los modos apropiados de cultivar la fama fidelista de la ciudad y de atraer el favor —y también el perdón— del monarca sobre la comunidad

41

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 41

15/03/2017 14:14:31


Alexander Chaparro Silva

política, las diferentes corporaciones y los individuos principales. Ciertamente, era una manera efectiva de consagrar los nombres de los “justos acreedores al honor público”, de aquellos “realistas ilustres”, “apoyo del estado, gloria de la Nación, crédito de la humanidad y honra de la religión” —acción necesaria frente a eventuales informes que pudieran asociarlos con los anteriores gobiernos republicanos—. No es casualidad que en estas relaciones festivas, consideradas como pruebas irrestrictas de fidelidad, campeen las referencias a todo tipo de contribuciones e iniciativas particulares, pues, como servicios prestados a la Corona, eran susceptibles de ser recompensados. Para los realistas, la “virtud espera el premio”: “una política justa y sabia exije que á los beneméritos de la Religión y del estado en los lances críticos de contradicción y de prueba se les den todos los honores para fomento de la virtud misma” (Valenzuela y Moya, 1817, pp. 3, 4, 39). Finalmente, es necesario mencionar que las fiestas fernandinas siempre ponen en primer plano al nuevo bastión de legitimidad del gobierno monárquico en América: el Ejército realista. El advenimiento del régimen reconquistador trajo consigo, además de un encuadramiento social más estricto, la militarización del poder, asunto que se tradujo en la preponderancia del elemento castrense en los espacios públicos y también en las celebraciones monárquicas. Durante este breve interregno de militarismo monárquico, las ciudades de la Tierra Firme se convertirán en una exposición abierta de ciencia militar —asunto que de paso permite señalar la importancia del despliegue de determinada corporeidad y gestica por parte de las autoridades reales en estas celebraciones como una manera de constituir su poder y su identidad—. Desfiles a caballo, muestras de habilidades militares, músicas y salvas de artillería y fusilería siempre tuvieron espacio en calles y plazas con el objetivo de amplificar la magnificencia del solio real y glorificar la nación española, al tiempo que aumentar los partidarios del monarca en los campos de batalla y persuadir la deserción republicana —y si hemos de creer a estas relaciones las paradas militares eran los eventos más populares de estas celebraciones, augurando la primacía de la casta militar durante el siglo xix grancolombiano— (Gaceta de Caracas, 1815, mayo 17, p. 134; Gazeta de Santafé, 1816, octubre 17, p. 205). De este modo, las fiestas monárquicas, no solo daban cuenta de cómo la “aurora de un día más claro y feliz raya” en toda la Tierra Firme gracias a la labor de las armas del rey, sino también cómo estas se constituían en el fundamento del orden político querido por las autoridades reales. Como bien afirmó Morillo ante la multitud caraqueña: Habitantes de todos los pueblos: contad con que contribuiré á la reconciliación general, y al importante fin de que todos gocen de los bienes que la piedad del Rey les proporciona. Apoyaré las autoridades civiles: haré respetar el sistema de las leyes: me dedicaré al fin de la pacificación; y las armas del

42

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 42

15/03/2017 14:14:31


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

egército de mi mando, no se emplearán sino contra el obstinado é ingrato que desprecie la piedad del Monarca, y en la protección de sus vasallos reconciliados, leales y pacíficos. (Gaceta de Caracas, 1817, septiembre 24, p. 1180)

Reflexiones finales Si entendemos por sociabilidad “un modo de organizar tanto las relaciones entre los ciudadanos (o los súbditos) y el poder como entre los mismos ciudadanos (o los súbditos) a propósito del poder” (Furet, 1980, p. 54), podemos afirmar que las celebraciones monárquicas se convirtieron en espacios y modos de sociabilidad fundamentales durante la Restauración Absolutista en la Tierra Firme. Al mismo tiempo que estas se ofrecieron como una forma concreta de vincular las existencias de los americanos al destino común de la monarquía y al trasegar vital del rey, se afirmaron como un lugar privilegiado de acción de la comunidad política sobre sí misma. En efecto, esta renace a la existencia y se hace nuevamente imaginable de manera colectiva como la necesaria comunión de los pueblos hispánicos en estas fiestas —ya no son más un mero agregado de corporaciones, familias e individuos sin cohesión alguna—. Las celebraciones fernandinas apuntalaron ciertas imágenes colectivas de un nosotros, de su origen, constitución y devenir como comunidad política perfecta, amén de dotar de significado y sentido los acontecimientos del pasado, el presente y el futuro bajo el común denominador de la dominación ibérica. La misma repetición de la simbólica monárquica y de los gestos rituales señalaba su continuidad temporal; proveía a los realistas de una genealogía histórica expresada en términos de la potencia del principio dinástico como principio articulador de las “dos Españas” y de la grandeza de la “España americana” durante los trescientos años de la pax hispana En este sentido, si apelamos a la autocomprensión de los mismos realistas, las celebraciones monárquicas se constituían en testimonios del amor y respeto debido al rey, en muestras indisputables de la alegría del vasallaje y del regocijo fidelista. Eran actos de devoción monárquica; una liturgia de entusiasmo muchas veces ensayada como una manera de expresar obediencia y sumisión frente al nuevo orden de cosas. Por supuesto, estas fiestas también serían vistas por algunos contemporáneos como refinadas estrategias políticas para congraciarse con las autoridades reales y como puestas en escena que buscaban velar las realidades políticas de la Tierra Firme. Según José Manuel Restrepo, primer historiador de las repúblicas grancolombianas, los pomposos recibimientos de los santafereños a los oficiales del Ejército expedicionario no eran más que meras tretas políticas “para interesar en su favor a los vencedores”, “pensando acaso los patriotas, que de este modo dulcificarían algún tanto la acrimonia de estos jefes”, mientras que las ceremonias de indulto se constituían en “una burla hipócrita

43

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 43

15/03/2017 14:14:32


Alexander Chaparro Silva

del general español, que pretendía aparentar benignidad para cubrir su nombre y que no se dijera que sólo amaba el derramamiento de sangre” (1827/2009, pp. 424, 426). Incluso, el mismo Morillo, si hemos de dar fe a uno de sus oficiales, consideró que su recibimiento en la capital neogranadina era producto del “miedo y de la servil adulación”: “un general español no puede asociarse á la alegría, fingida ó verdadera, de una capital, en cuyas calles temía yo que resbalase mi caballo en la sangre fresca aún de los soldados de S. M.” (Sevilla, 1916, pp. 88, 90). Claramente no se trata aquí de afirmar que no haya podido haber algo —o mucho— de esto. Los mismos realistas eran plenamente conscientes de las múltiples funciones que podían cumplir las celebraciones monárquicas, dentro de las cuales “hacer ver”, “hacer creer” y “hacer actuar” destacaban por su importancia —de allí su reconocida capacidad para educar en la fidelidad y para mover a los americanos en favor de la causa regia—. Sin embargo, antes que evaluar estas fiestas en términos de transparencia o autenticidad, y antes que invocar las intenciones supuestas o manifiestas de sus hacedores/espectadores, parece más importante mencionar brevemente las posibilidades políticas que en su momento implicaron. En efecto, para los realistas, estas celebraciones se constituían en espacios privilegiados para restablecer los consensos antiguos en torno a la monarquía y sanear las relaciones sociales fragmentadas por las guerras de Independencia. No obstante, al tiempo que estas afirmaron el poder monárquico por medio de una puesta en escena donde el rey aparecía como el centro organizador de la sociedad, apuntalaron, paradójicamente, el poder de la opinión pública como instancia incuestionable de legitimidad, socavando sin remedio las mismas premisas de este orden de majestad y jerarquía. La representación de la legitimidad monárquica se encontrará, entonces, minada en sus propios cimientos conceptuales, pues el reconocimiento del poder de la opinión pública operará un debilitamiento de la figura real como encarnación de la unidad del cuerpo político. Así, entre estas dos legitimidades superpuestas, el monarca y la opinión pública, en una especie de tensión irresoluble, pivotarán estas celebraciones monárquicas. El gobierno real, que todavía se quería un mandato trascendente para la época, debía legitimarse, al igual que los gobiernos republicanos, a partir de la opinión, un imperio siempre en disputa, un imperio que hasta el final intentaron ganar los realistas por medio del fasto y el esplendor. Las fiestas fernandinas dan cuenta, así, no solo de los intentos de los realistas por reinstituir el orden político y por reconstruir el complejo armazón del poder real, también evidencian la creciente fuerza del torrente de la opinión pública como teatro natural de la política. Como afirmó en su momento la Gazeta de Santafé, “aquellas solemnidades augustas sabiamente instituidas por nuestros padres” estaban “lejos de ser una vana ceremonia” (1816, octubre 17, pp. 203-204).

44

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 44

15/03/2017 14:14:32


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

Referencias Fuentes primarias Boletín del Exército Expedicionario. (1815-1816). Santafé de Bogotá: Imprenta del Gobierno. Caballero, J. M. (1990). Diario [A. Iriarte (Prol.)]. Bogotá: Villegas Editores. Cabildo de Caracas. (1817). Actas del juramento de fidelidad, renovado al Rey a consecuencia del Real Indulto, Caracas, 6 de octubre de 1817. (Sig. 9/7652, leg. 9, e), ff. 152-161), Real Academia de la Historia, Madrid. Cabildo de Santafé de Antioquia. (1817). Carta del Cabildo de Santafé de Antioquia al Rey, Santafé de Antioquia, 1 de agosto de 1817. Audiencia de Santafé (leg. 668, s. f.), Archivo General de Indias, Sevilla. Gaceta de Caracas. (1815-1820). Caracas: Impreso por D. Juan Gutiérrez y Díaz. Gazeta de Santafé, Capital del Nuevo Reyno de Granada. (1816-1819). Santafé de Bogotá: Imprenta del Gobierno por Nicomedes Lora. Gobierno Real de Santafé de Bogotá. (1816). Santafé 31 de mayo de 1816. Santafé de Bogotá: Imprenta de Don Bruno Espinosa. Gruesso, J. M. (1817). Oración Fúnebre pronunciada por el D.D. José María Gruesso y Rodríguez, Provisor y Vicario Capitular en Sede vacante, en las exequias de el Presbítero D. José María Morcillo, cura del pueblo de la Cruz, asesinado por las tropas rebeldes en el pueblo del Tambo el 9 de mayo de 1812. Popayán: Por D. Francisco de Paula Castellanos. Las Siete Partidas del rey don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia. (1807). Madrid: Imprenta Real. Montalvo, F. de (1817). Francisco de Montalvo al Secretario de Gracia y Justicia, Cartagena de Indias, 7 de mayo de 1817. Audiencia de Santafé (leg. 631, s. f.), Archivo General de Indias, Sevilla. Real Academia Española. (1734). Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...]. Compuesto por la Real Academia Española (Tomo 4. Que contiene las letras g.h.i.j.k.l.m.n). Madrid: Imprenta de la Real Academia Española, por los herederos de Francisco del Hierro.

45

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 45

15/03/2017 14:14:32


Alexander Chaparro Silva

Real Academia Española. (1737). Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...] [Tomo 5]. Madrid: Imprenta de la Real Academia Española, por los herederos de Francisco del Hierro. Real Academia Española. (1739). Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...] [Tomo 6]. Madrid: Imprenta de la Real Academia Española, por los herederos de Francisco del Hierro. Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias. Mandadas imprimir y publicar por la Magestad Católica del Rey Don Carlos ii, nuestro señor. (1841). Madrid: Boix Editor. Restrepo, J. M. (1827/2009). Historia de la Revolución en la República de Colombia en la América meridional [Tomo 1]. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. Rodríguez Villa, A. (Comp.). (1908). El teniente general don Pablo Morillo, primer conde de Cartagena, marqués de La Puerta. Madrid: Fortanet. Sevilla, R. (1916). Memorias de un oficial del ejército español: campañas contra Bolívar y los separatistas de América. Madrid: Editorial América. Valenzuela y Moya, N. (1817). Oración gratulatoria y parenética pronunciada el día 1 de Septiembre de 1816 en la parroquia de la ciudad de Neyba. Santafé de Bogotá: Imprenta del Gobierno. Fuentes secundarias Backzo, B. (2005). Los imaginarios sociales: memorias y esperanzas colectivas. Buenos Aires: Nueva Visión. Balandier, G. (1994). El poder en escenas: de la representación del poder al poder de la representación. Barcelona: Paidós. Bell, C. (1992). Ritual Theory, Ritual Practice. Nueva York: Oxford University Press. Burke, P. (2003). La fabricación de Luis xiv. San Sebastián: Nerea. Calderón, M. T. y Thibaud, C. (2010). La majestad de los pueblos en la Nueva Granada y Venezuela 1780-1832. Bogotá: Universidad Externado - Taurus. Cañeque, A. (2004). The King’s Living Image: The Culture and Politics of Viceregal Power in Colonial Mexico. Nueva York: Routledge.

46

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 46

15/03/2017 14:14:32


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

Chaparro Silva, A. (2012). La opinión del Rey. Opinión pública y redes de comunicación impresa en Santafé de Bogotá durante la Reconquista española, 18161819. En F. Ortega Martínez y A. Chaparro Silva (Eds.), Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política. Siglos xviii y xix (pp. 129-162). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Chartier, R. (1995). Sociedad y escritura en la edad moderna: la cultura como apropiación. México: Instituto Mora. Cuño Bonito, J. (2013). Ritos y fiestas en la conformación del orden social en Quito en las épocas colonial y republicana (1573-1875). Revista de Indias, lxxiii (259), 663-692. Fajardo de Rueda, M. (1999). La jura del Rey Carlos iv en la Nueva Granada. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 74-75, 195-209. Flor, F. R. de la. (2002). Barroco: representación e ideología en el mundo hispánico (1580-1680). Madrid: Cátedra. Furet, F. (1980). Pensar la Revolución Francesa. Barcelona: Petrel. Geertz, C. (2000). Negara. El Estado-teatro en el Bali del siglo xix. Buenos Aires: Paidós. González Bernaldo, P. (2000). Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. González Bernaldo, P. (2004). Sociabilidad y política. En E. Pani y A. Salmerón (Eds.), Conceptualizar lo que se ve. François-Xavier Guerra historiador (pp. 419460). México: Instituto Mora. González Pérez, M. (1997). Juras borbónicas en Santafé de Bogotá. Memoria, 2, 54-81. Guarín Martínez, O. (2010). La sociabilidad política: un juego de luces y sombras. Memoria y Sociedad, 14(29), 25-36. Guerra, F.-X. (1998). De la política antigua a la política moderna. La revolución de la soberanía. En F.- X. Guerra y A. Lempérière (Eds.), Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix (pp. 109-139). México: Fondo de Cultura Económica. Guerra, F.-X. y Lempérière, A. (1998). Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix. México: Fondo de Cultura Económica. Leal, C. (1990). El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo del poder regio (Venezuela, siglo xviii). Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.

47

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 47

15/03/2017 14:14:32


Alexander Chaparro Silva

Lempérière, A. (1998). República y publicidad a finales del Antiguo Régimen, Nueva España. En F.-X. Guerra y A. Lempérière (Eds.), Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix (pp. 54-79). México: Fondo de Cultura Económica. Loaiza Cano, G. (2011). Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación: Colombia, 1820-1886. Bogotá: Universidad Externado. López Cantos, Á. (1992). Juegos, fiestas y diversiones en la América Española. Madrid: Mapfre. Marin, L. (1981). Le Portrait du Roi. París: Éditions de Minuit. Marin, L. (2009). Poder, representación, imagen. Prismas. Revista de historia intelectual, 13, 135-153. Mínguez Cornelles, V. (2004). Ceremoniales, ritos y representación del poder. Castellón: Universitat Jaume I. Mínguez Cornelles, V., Rodríguez Moya, I., González Tornel, P. y Chiva Beltrán, J. (2012). La fiesta barroca. Los Virreinatos Americanos 1560-1808). Castellón: Universitat Jaume I -Universidad de las Palmas de Gran Canaria. Ortega Martínez, F. y Chaparro Silva, A. (2012). El nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-1830. En F. Ortega Martínez y A. Chaparro Silva (Eds.), Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política. Siglos xviii y xix (pp. 37-126). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Ortemberg, P. (2014). Rituales del poder en Lima (1735-1828). De la monarquía a la república. Lima: Fondo Editorial pucp.  Osorio, A. B. (2008). Inventing Lima: Baroque Modernity in Peru’s South Sea Metropolis. Nueva York: Palgrave Macmillan. Rodríguez Moya, I. y Mínguez Cornelles, V. (2012). Cultura simbólica y fiestas borbónicas en Nueva Granada. De las exequias de Luis I (1724) a las proclamación de Fernando vii (1808). CS, 9, 115-143. Rosanvallon, P. (2003). Por una historia conceptual de lo político. México: Fondo de Cultura Económica. Ruiz Medrano, C. R. (2002). Fiestas y procesiones en el mundo colonial novohispano: los conflictos de preeminencia y una sátira carnavalesca del siglo xviii. México: El Colegio de San Luis. Salvador González, J. M. (2001). Efímeras efemérides. Fiestas cívicas y arte efímero en la Venezuela de los siglos xvii-xix. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello. Sebastián López, S. (1990). El Barroco Iberoamericano: mensaje iconográfico. Madrid: Encuentro. 48

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 48

15/03/2017 14:14:32


“Porque la fidelidad es el todo del sistema social”

Straka, T. (2007). La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 18101821. Caracas: ucab - Bid & Co. Straka, T. (2012). El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz. Venezuela, 1808-1822. En F. Ortega Martínez y A. Chaparro Silva (Eds.), Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política. Siglos xviii y xix (pp. 163-196). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

49

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 49

15/03/2017 14:14:32


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada Magali Carrillo Rocha

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 50

15/03/2017 14:14:32


Además del espacio público físico que conocen bien arquitectos y planificadores urbanos, existen otras maneras de entender la esfera pública. Una perspectiva más bien reciente comprende el espacio público no desde lo físico sino desde lo político, es decir, desde la forma como individuos reunidos en “público” ejercen un nuevo poder, el de la opinión. Uno de los pensadores que alentó inicialmente el trabajo sobre el tema de la opinión pública fue Jürgen Habermas. Para él, la esfera pública moderna es política en la medida que “es un espacio de discusión y de intercambios sustraído a la influencia del Estado y crítico con respecto a los actos o fundamentos de éste” (en Chartier, 2000, pp. 37-38); espacio que es posible caracterizar sociológicamente, ya que se diferencia tanto de la corte como del pueblo, por lo que, según Habermas, se le puede calificar de burgués. Sin embargo, esta definición centrada en torno a su carácter burgués puede resultar problemática debido a que, al ser pertinente subrayar el rol de las élites en el proceso de creación y consolidación de los espacios de sociabilidad política, hay que recordar que fueron las élites ilustradas —antes que las económicas—, los actores centrales de la revolución que se habría desencadenado debido al vigor de aquel espacio público inédito. El espacio público político surge de la esfera pública literaria, es decir, de los espacios literarios como los salones, los cafés, los clubes o los periódicos. Su principal característica es que allí se hace un uso público de la razón por parte de personas privadas. Se establece así una relación fundamental entre una nueva manera de “publicidad” y el ámbito privado, ya que al surgir de este ámbito, la nueva publicidad queda por fuera del control de la autoridad estatal. El ámbito privado incluye la vida familiar, comercial y laboral, además del “espacio dedicado al ejercicio crítico, al ‘razonamiento público’” (Chartier, 2000, p. 38). Este proceso gradual de privatización de lo social —característico de las sociedades occidentales desde finales de la Edad Media hasta el siglo xviii—, no puede considerarse solamente como el retraimiento del individuo a sus ámbitos privados por fuera de la vigilancia del Estado. Chartier nos recuerda que es indispensable verlo también como “la constitución de

51

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 51

15/03/2017 14:14:32


Magali Carrillo Rocha

un nuevo ‘público’, basado en la comunicación instaurada entre personas ‘privadas’, liberadas de los deberes hacia el príncipe” (p. 38). Este flujo de contactos que se establece entre personas privadas hace cambiar considerablemente el orden social, que había estado articulado en torno al rey. La organización de aquella antigua sociedad, caracterizada por la jerarquización y las distinciones entre los distintos cuerpos y órdenes que la componían, estaba basada en la desigualdad y en el hecho de que el poder, el saber y la ley radicaban en quien figuraba a la cabeza del reino: el monarca. Con la instauración de la esfera pública, este principio de organización social se enfrenta a cambios importantes. La igualdad entre los individuos que participan en esta esfera abre la posibilidad de que empiecen a romperse los fundamentos de aquel orden: la desigualdad y la jerarquía. Aquel sistema de múltiples cuerpos y estamentos empieza a verse desafiado por un espacio unificado, que no responde sino a sus propias reglas. Comienza, entonces, a tomar impulso un derecho a pensar —como lo expresa bellamente Claude Lefort (2004, p. 109)—, que permite que el individuo se reconozca como poseedor del poder de conocer y hablar, derecho que antes estaba reservado a unos pocos. Este cambio no solo afecta la política sino toda la vida social. El ejercicio del razonamiento público entre individuos privados no tiene, teóricamente, ningún límite; tampoco le está vedado ningún tema. Todo puede ser discutido. Ya no es necesario contenerse en el uso de la razón por respeto a las autoridades religiosas o políticas. Incluso las verdades de la fe y los principios monárquicos pueden ser cuestionados y sometidos al juicio crítico. Pero estos cuestionamientos no fueron puestos en práctica por todo el mundo. A pesar de la ampliación de la esfera pública política a “todas las personas privadas que en tanto que lectores, oyentes y espectadores, [...] estaban en condición de dominar el mercado de los temas de discusión” (Chartier, 2000, p. 40), aún siguió existiendo cierta exclusión. Esa exclusión se presenta puesto que se supone que no todas las personas privadas poseen los bienes culturales suficientes para participar en los espacios públicos literarios. De esta manera, una inmensa mayoría se encuentra “privada de las competencias que permiten el ‘uso público que las personas privadas hacían del razonamiento’” (Chartier, 2000, p. 40). La noción de opinión pública surge justamente como una posibilidad de que aquella mayoría excluida tome la palabra en el marco de las nuevas lógicas socioculturales que están naciendo en la segunda mitad del siglo xviii. Mediante el concepto de opinión pública se apela a la visibilidad y a la transparencia de las intenciones. Antes, las decisiones del monarca habían sido tomadas en secreto, pero después de la aparición de la opinión pública se crea una cierta exigencia de que estas sean publicadas, discutidas, sostenidas y aprobadas por el tribunal de la opinión. Así, la opinión pública se convierte en una nueva manera de representación política por fuera de los 52

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 52

15/03/2017 14:14:32


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

espacios institucionales, separada de la autoridad gubernamental y del Estado, y de la cual estarían encargados los hombres ilustrados. Pero para que alguien llegue a ser considerado como un hombre ilustrado se necesita, en términos kantianos, salir de la minoría de edad, esto es, servirse del propio entendimiento sin seguir el pensamiento ajeno, y rechazar la idea de que es siempre necesaria la guía de otro para poder pensar (Kant, 2004). La utilización pública de la razón requiere entonces de una “sociedad civil universal”, en palabras de Kant, que no quede circunscrita a ningún territorio, y que esté constituida por individuos con unos mismos derechos, que piensen por sí mismos, que hablen en su nombre y se comuniquen por escrito con sus semejantes. Así, el uso público de la razón solo puede materializarse a través de la circulación de los escritos de “sabios” que realizan su obra para un público que lee. De esta manera, la circulación de lo escrito permite que se desarrolle tanto la comunicación como la discusión de los pensamientos, y que se cree un espacio autónomo para el debate de las ideas (Chartier, 2000, pp. 44-45). Ese espacio autónomo, que Roger Chartier llama el tribunal de la opinión, estaría investido de una gran autoridad y legitimidad que le otorgarían una verdadera función pública: “Ni su competencia ni su jurisdicción conocen límites, su libertad de juicio está garantizada por el hecho de que no dependen del poder del príncipe, y sus sentencias tienen para todos la fuerza de la evidencia” (p. 52). Por otro lado, gracias a la circulación de los impresos, el tribunal de la opinión estaría articulado y unificado, a pesar de la separación de los individuos en lugares dispersos. La “publicidad” de lo escrito haría que hombres separados y reflexionando particularmente, se convirtieran en un público homogéneo y unificado, sin necesidad de estar próximos. Estas características generales del surgimiento de la opinión pública se dan de igual manera en nuestros países. Veamos cómo surge este espacio público político en la Nueva Granada (hoy Colombia), examinando cuáles fueron las primeras sociabilidades a finales del siglo xviii y en el periodo revolucionario de la década de 1810.

Las primeras sociabilidades en la Nueva Granada A finales del siglo xviii, en los territorios hispánicos comienza a transformarse el significado de opinión, estando este cada vez más asociado a un juicio público (colectivo) y ya no individual (es decir, los dictámenes o juicios que pueda emitir una persona sobre un hecho o una creencia), como hasta el momento lo había sido. Estos cambios no operan de repente, sino que comienzan a introducirse lentamente, primero en la Península y luego en la América española. Se pasa así de las opiniones en plural a la opinión en singular, comenzándose a hablar de la opinión pública. De esta manera, en los últimos años de gobierno borbónico lo público empieza a asociarse al “conjunto de lectores de una publicación” —lo que se conoce como el público—, o a

53

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 53

15/03/2017 14:14:32


Magali Carrillo Rocha

los hombres aptos para aportar sus luces a un público ilustrado, católico y de buena educación (Goldman, 2009, pp. 984-985). Tal opinión pública va a estar asociada a nuevas prácticas de sociabilidad política, que en el caso del virreinato neogranadino tienen un vínculo estrecho con las transformaciones que en la segunda mitad del siglo xviii sufrieron las prácticas de lectura. Estas generaron una nueva relación entre lo público y lo privado, de manera que fue apareciendo un espacio público moderno. Para Renán Silva, quien ha estudiado el tema para ese periodo, básicamente hubo en ese momento tres tipos de sociabilidades: las asociaciones en medios urbanos —las tertulias en las cuales la lectura llegó a ocupar un papel central—, las redes de lectores en el medio rural —especialmente de antiguos universitarios—, y la lectura de gacetas y periódicos de manera colectiva (2002, p. 312). Una de las principales asociaciones para la lectura fueron las tertulias. Estas eran “espacios privados o semiprivados, o aún [...] espacios públicos utilizados de manera privada, de conversación y discusión que funcionaban en las habitaciones de los estudiantes en los colegios, en casas de particulares, y por lo menos en un caso, en la Biblioteca Pública” de Santafé de Bogotá (Silva, 1998, pp. 81-82)1. En estos espacios, que existieron no solo en la capital, sino en varios lugares del virreinato, se realizaba la lectura de libros extranjeros y se discutían artículos publicados en diarios como el Papel Periódico de Santafé, ejercicio que podría llevarnos a pensar que estamos ante una especie de embrión de opinión pública en el que personas privadas ejercían un uso público de su razón. Como lo expresa Silva: Esas ‘reuniones’ y ‘asociaciones’ resultaron no sólo un vehículo para la circulación del nuevo libro y de nuevas prácticas de lectura, sino uno de los puntos centrales de formación de prácticas sociales modernas respecto de la libre elección, la manifestación de juicios, la construcción de una opinión, elementos todos propios de un espacio público moderno. (1998, pp. 85-86)

Hay que señalar que en estos espacios participaron hombres y mujeres por igual; en algunas ocasiones incluso eran las mujeres las que organizaban las tertulias, como fue el caso de doña Manuela Santamaría de Manrique, quien tenía una tertulia en su casa en Santafé de Bogotá, la tertulia del Buen Gusto, en donde se reunían todos los literatos de la ciudad (Uribe Pinto, 1997; Vergara, 1867, p. 305). Y pese a que las tertulias pueden ser consideradas una forma de asociación tradicional, ya que eran usuales en el régimen monárquico, su característica principal a finales del siglo xviii es que dejan de

1

Sabemos que en Santafé de Bogotá también existieron tertulias en el Observatorio Astronómico y en la Casa de la Botánica (Silva, 1998, pp. 81-82).

54

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 54

15/03/2017 14:14:32


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

ser solamente espacios de encuentro y conversación, para pasar a ser lugares de lectura y discusión de textos impresos. Una de las principales transformaciones que, según Roger Chartier, configuraron en Francia el espacio público moderno2. En cuanto a las redes de lectores que funcionaron en el medio rural, Silva nos cuenta que estuvieron constituidas por familiares o antiguos amigos y compañeros de universidad, que intercambiaban libros y correspondencia, mientras vivían en sus haciendas. Pese a que no necesariamente existía una proximidad física, la circulación de los textos, sus lecturas y los comentarios o críticas que surgían, hicieron que naciera un nuevo espacio público. Estos intercambios, por lo demás, muestran una transformación importante de las prácticas de lectura: ya no solo eran lecturas individuales sino también colectivas, se aumentó el interés por poseer últimas ediciones y traducciones cuidadosas, y se utilizaron más diccionarios para comprender los nuevos textos que circulaban, entre otros aspectos. Esta circulación de libros y de correspondencia denota el compromiso de los corresponsales con los ideales ilustrados, ya sea por su atracción hacia la idea de progreso expresada a través del lenguaje, ya por su afán de poner en práctica lo que leían (Silva, 2002, pp. 325-330). El tercer espacio de sociabilidad estuvo constituido por los periódicos y gacetas que circularon a finales del siglo xviii y los primeros años del siglo xix. Entre los periódicos que circularon estaban el Papel Periódico de Santafé (1791-1797), el Correo Curioso (1801), el Redactor Americano (1806-1809), El Alternativo del Redactor Americano (1807-1809), Noticias públicas de Cartagena (1808-1810), el Semanario del Nuevo Reino de Granada (1808-1809) o Los Crepúsculos de España y de Europa (1809). En lo que respecta a los periódicos que llegaban del exterior, podemos mencionar El espíritu de los mejores diarios (1787-1791), el Mercurio Peruano (1791-1795), la Gazeta de Madrid (1808) y El Espectador Sevillano (1809). Esta prensa circuló profusamente entre los neogranadinos ilustrados, no solo mediante su intercambio de mano en mano, sino también porque en muchas ocasiones fue copiada en las cartas personales —ya fueran las noticias completas, ya fueran sus resúmenes—, para brindar esta información a los amigos y familiares que habitaban en otras regiones. Hay que precisar, sin embargo, que a finales del siglo xviii la opinión pública no es una opinión unificada, sino que su naturaleza y su función son vistas de manera contradictoria: a la vez que se considera benéfica para el progreso del reino, por lo cual 2

En Francia, una de las sociedades de pensamiento en que se plasmó el surgimiento de la esfera pública fueron los salones. Allí se reunieron “gentes de mundo y de letras” para discutir, leer, jugar y tener “una vida intelectual emancipada de la tutela monárquica y curial”. Una de las características de este espacio fue que no todos los participantes eran “burgueses”, según la definición de Habermas, sino que también asistieron aristócratas y personas de origen humilde. Así, el principio de igualdad seguía ganando terreno en estos espacios públicos sin importar las condiciones sociales o las diferencias existentes más allá de la confrontación de opiniones (Chartier, 2000, pp. 220-224).

55

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 55

15/03/2017 14:14:32


Magali Carrillo Rocha

debe ser estimulada, también se la ve como peligrosa debido a la posibilidad de dividir al cuerpo político, lo que es considerado como una aberración en este tipo de sociedad. Según algunos ilustrados, la proliferación de opiniones podría “turbar la república cuando la libertad de opinar traspasa las cuestiones propias de la república literaria para abarcar la sociedad entera” (Vanegas, 2009, p. 1038). De ahí que esos mismos hombres, así como las autoridades virreinales, piensen que la prensa, las tertulias y las redes de lectores debían estar circunscritas a los hombres ilustrados, porque se supone que estos usarían con sensatez y prudencia —esto es, como buenos vasallos y buenos cristianos—, la información a la que accedían3. Para evitar un desbordamiento de la crítica, por lo tanto, la participación en estos espacios de sociabilidad estaba vedada al pueblo, el cual ni siquiera era pensado como lector pasivo4. Un ejemplo de esta prevención con el pueblo lo encontramos en un escrito del presbítero peninsular Gabriel Quijano sobre los vicios de las tertulias, que se vendió en el despacho del periódico El Correo Curioso en Santafé, en 1801. Dicho texto, que indaga en torno a si “el nuevo uso o costumbre de las Tertulias” es o no pecaminoso, llega a la conclusión de que la asistencia a estos espacios por parte de las mujeres o de la “plebe” es, en efecto, contraria a los mandatos católicos, por la facilidad con que estos sectores caen en los vicios humanos. Los hombres “literatos” estarían exentos de estos vicios, pues su conocimiento les posibilitaba discernir lo bueno de lo malo, y su cristianismo los blindaba contra las tentaciones que circulaban —según Quijano—, en estos espacios de sociabilidad, mientras que, por el contrario, las mujeres o la “plebe” caerían fácilmente en ellas (Quijano, 1784). Los espacios públicos que surgen a finales del siglo xviii, es preciso tenerlo en cuenta, nunca pretendieron trastornar el orden monárquico en el que estaban inscritos5. La creencia contraria, propia del relato patriótico, es una idea muy 3

4

5

Francisco José de Caldas, por ejemplo, pensaba que la participación en discusiones durante las tertulias, especialmente de algunos jóvenes de la nobleza sin oficio determinado, era una actividad indecorosa, como bien lo atestigua la Representación que dirigió al Gobernador de Popayán en 1793 (en Hernández de Alba, 1983, pp. 333-344). Algunos autores franceses concebían al pueblo como un sector portador de prejuicios y pasiones que le imposibilitan formar parte de la opinión pública. Para estos autores existía una dicotomía insalvable: la oposición entre lo público y lo popular. Así, lo público —y su forma de expresión, la opinión pública—, queda en posición dominante respecto a la opinión popular. Pese a que la opinión pública no es la opinión de todos, sino la de un reducido número de personas, tiende a construir la imagen de sí misma como una autoridad suprema, soberana, unificada y válida para la gran mayoría. En cambio la opinión popular —y por ende su materialización, lo popular—, es concebida como lo “múltiple, versátil e invadida por los prejuicios y las pasiones” (Chartier, 2000, p. 230). Según expertos como Roger Chartier, las sociabilidades políticas no son el origen de la caída de los regímenes monárquicos. Más bien es la propia revolución la que crea tanto a los revolucionarios como las condiciones para que el espacio público literario se transforme en espacio público

56

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 56

15/03/2017 14:14:32


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

expandida, y algunos historiadores siguen afirmando que las tertulias de aquel momento eran espacios de conspiración política. Esto lo aseveran, por ejemplo, María Teresa Calderón y Clément Thibaud respecto a la tertulia Eutropélica animada por Manuel del Socorro Rodríguez en Santafé de Bogotá, la cual, según ellos, era “el teatro de los debates sobre la Independencia americana” (2010, p. 93). Nada más inexacto, pues si llegó a discutirse acerca de temas políticos relativos a las revoluciones de Francia y Estados Unidos fue en las tertulias sostenidas en las habitaciones de algunos jóvenes universitarios, según lo sabemos por las denuncias hechas por el propio Manuel del Socorro Rodríguez y otros sujetos celosos del buen orden monárquico6. La celebración de esos diálogos, sin embargo, no significaba que esos estudiantes hubieran trabajado por la independencia o la república, como ellos mismos lo aclararon a las autoridades cuando fueron interpelados (Pérez Sarmiento, 1939, pp. 9-12). Estas conversaciones lo que permiten concluir, más bien, es que en ciertos círculos neogranadinos había un interés por los temas del mundo, una avidez por el conocimiento de los sucesos más recientes y, en algunos estudiantes, unas proposiciones bastante osadas para la época. Con la crisis monárquica abierta por las abdicaciones de Bayona en 1808, la noción de opinión pública comienza a remitir en los territorios hispánicos a conceptos políticos tales como nación, soberanía del pueblo, representación política7.

6

7

político. Así, los espacios de sociabilidad más que crear la revolución, lo que expresan son unas transformaciones que se están dando en la sociedad y en la monarquía, así como una nueva manera de relacionarse con la autoridad (2000, pp. 13-36). En su denuncia dirigida a Pedro de Acuña y Malvar, Manuel del Socorro Rodríguez expresa que: “Yo me admiro de que los Sabios Magistrados que han gobernado estos Pueblos no hayan conocido que tanta pobreza, tanta relajación, tanto libertinaje, y el ningún progreso de la población del Reino provienen precisamente de que los Colegios están llenos de un sinnúmero de estudiantes cuya cuarta parte sobraba para proveer a todas las Provincias del Reino de los precisos Abogados, y de los Sacerdotes así seculares como regulares. Casi todos estos vienen de sus respectivos pueblos a mantenerse de limosna en la Capital. Los Conventos se la suministran con detrimento de los verdaderos pobres, y al fin viéndose estos estudiantes sin aquel brillante destino a que neciamente aspiraban, ni vuelven a sus pueblos, ni se emplean en la agricultura y demás Artes, ni son útiles a su familia, ni pueden por su pobreza tomar el estado del Matrimonio, y solo quedan aumentando el número de los holgazanes, llenando de vicios la República, y formando las torpes Asambleas del libertinaje, de la independencia y demás desórdenes que no se pueden describir. Estos, desde luego, son los hombres más a propósito para proyectar y conducir las empresas más detestables, así por la ilustración que han adquirido, como por el egoísmo de que se han llenado, el sentimiento de que no los hayan preferido en los empleos, y el deseo de hacer fortuna aunque sea valiéndose de los medios más inicuos”. Representación de Manuel del Socorro Rodríguez al Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, abril 19 de 1793 (en Cacua Prada, 1966, pp. 76-88). Para una precisión de estos términos, véase la investigación llevada a cabo por varios historiadores

57

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 57

15/03/2017 14:14:32


Magali Carrillo Rocha

A partir de allí, existirá en los hombres ilustrados un interés por “fijar la opinión pública”, es decir, por tratar de construir una comunidad política unificada8. Desde ese momento la opinión pública será concebida como un instrumento para controlar los actos de los nuevos gobiernos, además de un espacio de comunicación y discusión en torno a asuntos de interés común, bajo el principio de la libertad. Esto conllevó la puesta en marcha de dos temas que no habían sido tratados en la prensa con anterioridad: la libertad de información y de lectura, y la libertad de opinar de manera verbal y escrita9. Se concreta la posibilidad de pensar, hablar e imprimir de manera libre y sin restricciones, algo que es completamente distinto respecto al pasado neogranadino, y opuesto a la imagen de lo que comienza a ser llamado los tres siglos de oscurantismo10. Los debates que se dieron entre los hombres ilustrados en torno a la libertad de información y de opinión fueron intensos. Por un lado, estaban aquellos que le temían a una libertad sin freno que se plasmara en la facultad de imprimir y saberlo todo sin límites ni responsabilidad alguna; y por el otro, aquellos que consideraban que cualquier límite a la posibilidad de opinar sería la continuación del despotismo y la tiranía. Los primeros pensaban que la libertad era perjudicial para la religión y las costumbres y que impediría la consolidación del nuevo orden. Los segundos planteaban que opinar de manera libre no autorizaba el abuso ni el irrespeto a las leyes, y que constituía la única forma de conocer la verdadera opinión pública11. Para estos

8

9 10

11

latinoamericanistas que está plasmada en el Diccionario político y social del mundo Iberoamericano (Fernández Sebastián, 2009). Este intento de fijar la opinión tendrá múltiples inconvenientes, principalmente porque al quedar abierta la posibilidad de que todos opinen, nadie tiene la autoridad para imponer su postura sobre los otros. Ese alejamiento incesante de la posibilidad de alcanzar la unificación provocará un temor a la anarquía (Vanegas, 2009, pp. 1041-1042). Gilberto Loaiza alude a la puesta en marcha de la libertad de opinión y de información entre 1808-1815 en su artículo “Prensa y opinión en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815)” (2010). Un ejemplo de esta posición lo encontramos en Fray Diego Padilla (1811), quien plantea, en torno a unas reflexiones sobre la libertad de imprenta, que el gobierno monárquico había impedido que la nación conociese sus derechos y los reclamase por medio de la prensa, pues no había extendido las luces a través de la educación. Al respecto, decía Padilla: “Qué educación podían recibir, ni qué actividad desplegar unos hombres encorvados bajo el yugo del despotismo, que desde el Trono se extendía a todas las autoridades, las cuales también por su parte la ejercían impunemente; confiadas en que ninguno se atrevería ni podría descubrir sus maldades, denunciándolas al tremendo Tribunal de la opinión pública, porque estaba impedida y dependía de ellas la facultad de pensar, hablar e imprimir. Este es el verdadero origen de los males que sufrimos”. Las leyes sobre libertad de imprenta y las discusiones sobre sus limitaciones son un indicio de la libertad de opinión que se desarrolla en los primeros años de revolución. En el reglamento de las Cortes de Cádiz sobre libertad de imprenta se habla de que el único camino para llegar al conocimiento de la verdadera opinión pública es que los ciudadanos puedan publicar sus pensamientos e ideas políticas. Véase el “Reglamento de la libertad de Imprenta en España” (1811).

58

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 58

15/03/2017 14:14:32


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

últimos, el conocimiento de la opinión pública implicaba el respeto a las leyes, precisando que su control iba en doble vía: por un lado, el gobierno podía emplear la fuerza para contener a los infractores de la ley; y por el otro, el público podía, con las herramientas que la Constitución le daba, contener a los funcionarios que quisieran abusar del poder (Nariño, 1811, agosto 18). La tensión entre quienes le temían a la libertad y aquellos que la pregonaban abiertamente atravesará todo el periodo comprendido entre 1808 y 1816, ganando terreno paulatinamente aquellos que defendían la libertad de opinión. En medio del acontecimiento revolucionario, la opinión pública es vista tanto por los que reconocen la Regencia como por aquellos que le niegan obediencia, como “una fuerza evidente, capaz de oponerse a las ambiciones usurpadoras de Napoleón, de superar la ignorancia remanente en la sociedad, de modificar las relaciones con la península incluso proveyendo una constitución nueva, de poner dique al despotismo, de contener los enemigos” (Vanegas, 2009, p. 1039). La fuerza de la opinión pública se revela en uno de los primeros cambios que se observa en esta nueva sociedad: la visualización de las operaciones del gobierno. A partir de la ruptura revolucionaria se vuelven públicas las deliberaciones, decisiones y providencias tomadas por los nuevos gobiernos creados en las diferentes provincias de la Nueva Granada. Esta publicidad de las acciones del gobierno, según los propios funcionarios, busca acrecentar el apoyo de la población y desanimar a los descontentos, invirtiendo la regla hasta el momento establecida: ya no solo no se deben mantener los secretos del gobierno, sino que aquellos que piensan ocultarlos son vistos como sospechosos de atentar contra el bien público (Vanegas, 2009, p. 1040). Por esto es que poco a poco va ganando terreno la idea de que la libertad de imprenta es una forma de frenar a los ministros, de controlar la intriga y de administrar justicia con rectitud12. Esa nueva opinión basada en la libertad de expresión se visibilizará y afianzará a través de una serie de publicaciones que incluirán no solo periódicos y gacetas, sino también folletos, panfletos y hojas sueltas que circularán por el territorio neogranadino de manera mucho más abundante que en el pasado (Goldman, 2009, pp. 985-987). Dichos documentos impresos serán discutidos con avidez por los hombres ilustrados tanto en las ciudades como en las zonas rurales. La demanda de nuevas publicaciones, especialmente de la prensa, hace que esta aumente su circulación en el territorio 12

Juan José Sanromán le cuenta desde Cádiz a su amigo Antonio de Villavicencio, en octubre de 1810, que las Cortes reunidas en la isla de León solo apetecen la libertad de la Patria y que “han decretado la libertad de imprenta y así todos conocerán sus derechos: españoles y americanos somos todos una misma cosa, una sola familia, sin ninguna distinción, &c”. A partir de la fecha, dice Sanromán, “se acabó la arbitrariedad de los Ministros, ya no tendrá lugar el influjo de la intriga, se buscarán los hombres para los empleos, y últimamente, se administrará justicia con rectitud” (Monsalve, 1920, pp. 317-318).

59

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 59

15/03/2017 14:14:32


Magali Carrillo Rocha

neogranadino. Si en toda la historia anterior de la Nueva Granada habían existido apenas nueve periódicos, entre 1810 y 1816 serán editados 35 en diferentes ciudades con acceso a una imprenta13. De esta manera, a comienzos del siglo xix se tuvo una mayor información de lo que ocurría en el mundo y se verificó un desplazamiento de los intereses de lectura “del lado de las ciencias al lado de la política” (Silva, 1998, pp. 102-103)14. Esta afirmación puede constatarse en un periódico como el Semanario del Nuevo Reino de Granada (1808-1810), editado por Francisco José de Caldas, quien en sus primeros números publicaba memorias extensas de carácter científico, elaboradas casi todas por él, pero a partir de 1810 pasa a incluir algunas contribuciones cortas de diversos individuos y cartas enviadas por los lectores. Si antes era un periódico que se identificaba plenamente con el gobierno español, a partir de la ruptura revolucionaria el Semanario se convertirá en un espacio de crítica e inconformidad con el régimen monárquico (Nieto, 2009, pp. 54-55). Pero no solo hubo un desplazamiento en las lecturas que se hacían, sino también en los lugares de origen de las lecturas y en la manera de hacerlas. Como lo indica Isidro Vanegas, las claves con las que se leyó fueron distintas, pues ahora lo hacen ante todo: […] para cimentar su convicción en la pertinencia de la completa mutación del orden y para plasmar esos referentes en la sociedad y las instituciones, y en esto hay una diferencia crucial con la manera como se habían enfrentado a textos como las constituciones de Estados Unidos o El espíritu de las leyes de Montesquieu o el derecho natural. Estas obras las conocían de mucho atrás pero no habían hecho de ellas una lectura ‘revolucionaria’, y ni siquiera una lectura de inmediatas connotaciones políticas. (2013, pp. 119-120)

Otra transformación importante respecto a los impresos es la ampliación del número de lectores al que van dirigidos. Esto se debe no solo a que la revolución aumenta el interés de los habitantes de la Nueva Granada —más allá de los ilustrados— en conocer lo que ocurre, sino también a que hay una mayor disponibilidad de documentos para leer. El aumento del número de lectores acrecienta también las 13 14

Los primeros periódicos fueron publicados en Santafé de Bogotá y Cartagena, pero después se editaron también en Tunja, Popayán y Medellín. Con la revolución, los periódicos en Francia tuvieron el mismo desplazamiento, pues en ellos se publicaban informaciones sobre las últimas obras impresas y los juicios que los hombres de letras emitían sobre ellas. El interés que despertaron estos comentarios hizo que los periódicos fueran publicados con una fluidez cada vez mayor, que los artículos fueran cada vez más cortos para dar cabida a más reseñas y que se otorgara un espacio para el tratamiento de géneros nuevos más allá de los temas religiosos. Se creó así un “mercado de juicios, liberado de la tutela exclusiva de los periódicos oficiales y basado en la posible confrontación de opiniones” (Chartier, 2000, pp. 224-227).

60

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 60

15/03/2017 14:14:33


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

exigencias a las que están sometidos los editores, pues este nuevo público debía ser complacido constantemente. Así, los editores de los documentos impresos debían ser más cuidadosos frente a lo que circulaba, esforzándose también por satisfacer permanentemente al público, al cual le pidieron, en diversas ocasiones, benevolencia. Pero el número de lectores aumentó también por cuestiones económicas. Como día a día se hizo más costoso imprimir, precisamente por el “diluvio de papeluchos” producidos —como nos cuenta un autor anónimo en Santafé—, editar un periódico era una empresa riesgosa y con altos costos (El folleto sin título, 1812). Por esto se hizo necesario contar con un número de suscriptores amplio que cubriera los gastos del periódico y que además leyera lo que se imprimía, aunque en algunas ocasiones los periódicos tuvieron que ser cerrados por falta de suscriptores. Así pues, los periódicos fueron un medio fundamental en la disputa por la representación política del pueblo surgida con la revolución. Al ser soberano, el pueblo viene a convertirse en objeto de disputa por diversos actores que buscan representarlo y de paso lo forjan, y en este combate la prensa se vuelve un instrumento indispensable para atraerse la simpatía de aquel “pueblo”15. La prensa no solo le habla a un pueblo que a priori carece de definición, sino que también lo forma en la medida que va dándole perfil a la que debería ser su actuación adecuada en la arena política. Pero esta formación del pueblo no tiene que ver solamente con “instruirlo”, es decir, con darle pautas de comportamiento; también se relaciona con su propia creación, es decir, con definir quién es el pueblo que debe ser admitido como soberano16. La disputa por la representación del pueblo que surge con la revolución estuvo acompañada de la transformación de los espacios públicos físicos, en los cuales vino a escenificarse aquel forcejeo propio de la democracia. La calle, por ejemplo, se convirtió en un espacio de sociabilidad política que podía ser utilizado por cualquiera, en principio, haciéndose así un ámbito menos jerarquizado. En las principales ciudades la calle fue ocupada en diversas ocasiones para hacer algaradas, manifestaciones, paradas militares, cabalgatas para proclamar una constitución. Además se crearon espacios y ritos para la elección de representantes y la entronización de los gobernantes, e igualmente se instituyeron ceremonias para visibilizar el compromiso con la nueva comunidad política, como lo fueron las juras de las constituciones. (Vanegas, 2013, p. 123)17

15 16 17

Para un análisis del significado de pueblo antes de la revolución, véase Carrillo (2009). Para una profundización del tema de la figuración del pueblo, véase Rosanvallon (1998). Las juras de lealtad en la sociedad monárquica también transcurrían la mayor parte del tiempo en la calle, no obstante estaban reservadas a los notables de las ciudades más que al pueblo sociológico (Carrillo, 2010).

61

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 61

15/03/2017 14:14:33


Magali Carrillo Rocha

Otro cambio importante que se dio en el espacio público político fue el surgimiento de sociedades patrióticas, tertulias y corrillos por todo el territorio neogranadino. La política se tomó la escena pública y así todo fue discutido. Sabemos que hubo tertulias en Barranquilla, Cartagena, Mariquita, Medellín, Santafé, Santa Marta, Popayán, entre otras ciudades. En estas tertulias se comentaron los sucesos políticos, ya fuera leyendo las gacetas o periódicos llegados a manos de los miembros de las tertulias, o las cartas personales que les enviaban de otros lugares de la Nueva Granada. Se hizo posible discutirlo todo, pues ahora quedó establecido el derecho a decir cosas “que antes era prohibido pensar”, como lo plantea Antonio Nariño (1811, julio 14, p. 3), o, como lo dicen los editores del Argos Americano en Cartagena: ya no existen las “trabas y restricciones que mantuvieron encadenada nuestra lengua” (Los editores al público, 1811). Por eso es que el propio Nariño afirmó que los hombres públicos debían saber pensar, pues en ese momento no bastaba con obedecer como en la anterior forma de gobierno. Era necesario pensar antes de hablar, ya que todo dependía de lo que se dijera, de las palabras que se usaran; debían controlarse las pasiones, los resentimientos y los vicios, y sacrificarse los intereses y la vida por el bien de la república (Nariño, 1813, p. 14). Sabemos, por ejemplo, que en las tertulias de Santafé se discutió en 1811 la conveniencia o no de que la ciudad fuera la corte del congreso federativo, e igualmente el lugar de los españoles peninsulares en la revolución (Conversación familiar, 1811). Pero también fueron motivo de conversación los falsos rumores que circularon abundantemente en el periodo revolucionario, como sucedió en Cartagena en 1811, cuando se aseguró que Caracas había reconocido las Cortes y la Regencia, y que Miranda había disuelto el Congreso decapitando a 20 de sus miembros18. Como decía Antonio Nariño en su Bagatela, los temas políticos se tomaron las tertulias, donde se discutía sobre constitución, elecciones, derechos de Provincias, intrigas, ambición, celos políticos (1811, noviembre 17). En estos espacios también se hablaba, por supuesto, de las personas, y muchas veces se entablaban discusiones abiertas al público, pues la réplica de lo expresado en la tertulia (ya que todo se sabía por fuera de ella), la hacían muchas veces los mismos implicados en las discusiones por vía impresa. Tal es el caso de la disputa entre los líderes políticos José León Armero y Nicolás Manuel Tanco en Mariquita, en 1811, pues ambos imprimieron folletos en los que se atacaban mutuamente. Según Armero, Tanco andaba diciendo que publicaba su escrito debido a que había “sido ultrajado su honor en varias tertulias y corrillos, por la voracidad de algunos libertinos” (Armero, 1811). Con esas tertulias el público se convierte en una especie de nuevo príncipe, como lo afirmó El Monigote, un papel impreso en Santafé y dedicado al público como “poderosísimo 18

Véanse el epistolario de José Gregorio Gutiérrez Moreno y el epistolario de Agustín Gutiérrez Moreno.

62

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 62

15/03/2017 14:14:33


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

señor” (Caicedo y Flórez, 1811). Aquellas discusiones entre particulares adquirían un acento político, en la medida que pasaban de lo privado a lo público. Algunas de esas tertulias se desarrollaron alrededor de las sociedades patrióticas o sociedades democráticas, como la que fue creada en Santafé en 1815. Esta sociedad patriótica fue instalada el 5 de octubre de 1815 en la capital de la provincia de Cundinamarca, con el fin de reanimar el espíritu público, que según Juan Nepomuceno Rodríguez Lago, presidente del cuerpo legislativo censorio, había decaído. Dicha sociedad estaba abierta al público, quien podía intervenir en sus sesiones y hablar con toda libertad, ya que uno de sus objetivos era instruir al pueblo en sus derechos y deberes (Oficio del Cuerpo, 1815). Hubo igualmente una tertulia alrededor de la sociedad democrática de Popayán de 1816, la cual se reunía todas las noches a discutir aspectos del gobierno, con el fin de “tratar de las cosas que contribuyesen a la opinión pública, porque sospechaban de la del pueblo de Popayán” (Declaración de Hermógenes Céspedes en Arias, 1978). También tenemos el caso contrario, es decir, que desde una tertulia se resolvía crear una sociedad patriótica, como fue el caso de una tertulia de los notables santafereños en 1811, u otra de Cartagena del mismo año que decide establecer una Sociedad Económica en la ciudad. Para la formación de esta última, en una tertulia de la ciudad se decidió que uno de los asistentes a las reuniones formara unos estatutos que fueron aprobados unánimemente en la tertulia. Luego, estos estatutos fueron presentados a la Junta Provincial de Cartagena, que no solo los aprobó, sino que se declaró protectora del establecimiento y decretó “asistir en cuerpo al acto de su instalación para hacerlo más brillante y dar un testimonio del aprecio que le merecía” (Estatutos para la Sociedad, 1811). Las tertulias también fueron, en un momento de crisis y nerviosismo, un espacio controvertido que debía ser controlado, como lo propuso Manuel Rodríguez Torices en 1816, al dar su concepto sobre la propuesta del Presidente de las Provincias Unidas de crear el ministerio de la policía en Santafé. No debemos olvidar que en ese momento Morillo ya se había tomado Cartagena y estaba a dos meses de entrar con sus tropas en Santafé. Rodríguez Torices, que en ese momento era presidente del Consejo de Estado, expuso que la opinión pública se hallaba vacilante y actuaba de acuerdo a los resultados prósperos o adversos de la guerra, por lo cual el gobierno debía entrar a organizar un sistema de espionaje que vigilara los lugares públicos en los que se reunían las gentes, tales como mercados, billares, botellerías, casas de juego, plazas públicas y tertulias privadas. Al sentir que una serie de peligros amenazaba el nuevo orden, el presidente del consejo de Estado propuso contener las conversaciones sediciosas, velar porque no se introdujeran espías en la ciudad, y dirigir o establecer “por todos los medios posibles” la opinión pública. Según él, sin este “poderoso resorte” las providencias del gobierno tendrían muy poco apoyo y aceptación. Todas estas acciones frenarían las 63

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 63

15/03/2017 14:14:33


Magali Carrillo Rocha

maquinaciones de aquellos que intentaron el restablecimiento del gobierno español, limitarían las intrigas de los “facciosos” y evitarían que algunos patriotas “tímidos y poco ilustrados que juzgando libertarse de los males que creen experimentar, se hagan un mérito de entregar a los enemigos las personas de los que están al frente de los negocios públicos” (Proceso sumario, 1972, pp. 135-138). Según él, era necesario tomar todas las medidas posibles para impedir las conspiraciones contra el Estado y así salvar la causa pública y asegurar la tranquilidad y seguridad de la nación.

Conclusiones En la Nueva Granada el surgimiento de los espacios públicos modernos permitió el inicio del ejercicio de la crítica y la tímida aparición de la opinión pública, a través de la visualización de las operaciones del gobierno y del incremento de los impresos —especialmente de los periódicos—, y de las tertulias y sociedades patrióticas. En estos espacios comienza a verse cuestionada la autoridad por individuos que conocen y hablan, piensan por sí mismos y ponen a circular sus pensamientos a través de la palabra escrita para llegar a un mayor número de personas. Poco a poco la opinión pública se va unificando ya que en sus comienzos era muy desestabilizadora, pues a la vez que se ve como algo benéfico se piensa que puede ser la ruina de la joven sociedad al dividirla en opiniones dispersas. La lógica que impulsa aquella opinión pública exige que sean visibles las acciones del gobierno y así la convierte en un tribunal imperioso que controla todas sus acciones. El ansia por informarse y opinar llevará a los hombres neogranadinos a cambiarse a sí mismos, a enfrentarse entre ellos y a cambiar las formas de lectura practicadas hasta el momento. La opinión pública cambiará lo que se lee, cómo se lee y desde dónde se lee. Y aunque aún faltan muchos más estudios sobre el surgimiento y ampliación de la opinión pública y los espacios públicos modernos en la Nueva Granada, podríamos afirmar que allí, con la revolución, fue instaurado el derecho de pensar.

64

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 64

15/03/2017 14:14:33


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

Referencias Fuentes primarias Armero, J. L. (1811). El ciudadano José León Armero. A los ilustres pueblos de la Provincia de Mariquita. Santafé de Bogotá: Imprenta Real por D. Francisco Xavier García. Caicedo y Flórez, F. (1811). Papel intitulado El Monigote. O refutación de las censuras, que contra el Manifiesto que dio a luz el Penitenciario de la Metropolitana de Santafé en defensa de la libertad Eclesiástica: hace D. F. F. Cura (que dice ser) de una de las nuevas Parroquias de Cartagena de Indias. Dispuesta por D. P. G. Sacristán de allí mismo. Dedicada a la poderosísima Majestad del Público. Santafé de Bogotá: Imprenta Patriótica de D. Nicolás Calvo y Quijano. Conversación familiar entre Patricio y Floro, tenida en el Boquerón la tarde del 2 de Septiembre de 1811. Sobre si le conviene a Santafé ser la Ciudad federal o centro del Congreso federativo. (1811). Santafé de Bogotá: Imprenta Patriótica. El folleto sin título. (1812). Santafé de Bogotá: Imprenta Patriótica de D. Nicolás Calvo y Quijano. Epistolario de Agustín Gutiérrez Moreno. cmvj (t. 3224, ff. 176-177), Casa Museo Veinte de Julio, Bogotá. Epistolario de José Gregorio Gutiérrez Moreno. cmvj (t. 3223, ff. 121-123), Casa Museo Veinte de Julio, Bogotá. Estatutos para la Sociedad Económica de Amigos del País establecida en Cartagena de Indias en el mes de Julio de 1811. (1811). Cartagena: Imprenta del Real Consulado, por D. Diego Espinosa de los Monteros. Archivo Histórico José Manuel Restrepo (fondo V, vol. 2, ff. 3r-21v). Hernández de Alba, G. (1983). Documentos para la historia de la educación en Colombia [Tomo 5]. Bogotá: Editorial Kelly. Los editores al público. (1811, septiembre 23). El Argos Americano [Cartagena], 53, 1-2. Nariño, A. (1811, julio 14). Carta del Filósofo sensible a una Dama su amiga. La Bagatela [Santafé de Bogotá], 1, 1-3. Nariño, A. (1811, agosto 18). Otra Fraternal Advertencia al Público. La Bagatela [Santafé de Bogotá], 6, 23-24.

65

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 65

15/03/2017 14:14:33


Magali Carrillo Rocha

Nariño, A. (1811, noviembre 17). Carta de una dama al Filósofo sensible. La Bagatela [Santafé de Bogotá], 20, 79. Nariño, A. (1813). Discurso para la apertura del Colegio Electoral pronunciado por el Excmo. Señor Presidente del Estado de Cundinamarca Don Antonio Nariño, en 13 de junio de 1813. Santafé de Bogotá: Imprenta del Estado. Oficio del Cuerpo Legislativo Censorio de Cundinamarca al Gobierno de la misma Provincia. (1815, noviembre 2). Gazeta Ministerial de Cundinamarca [Santafé de Bogotá], 10, 43. Padilla, D., Fray. (1811, febrero 2). Aviso al Público [Santafé de Bogotá], 19, 155-158. Pérez Sarmiento, J. M. (1939). Causas célebres a los precursores [Tomo 2]. Bogotá: Imprenta Nacional. Proceso sumario contra el prócer Manuel Rodríguez Torices (1972, diciembre). Archivos, 5, 135-138. Quijano, G. (1784). Vicios de las tertulias y concurrencias del tiempo, excesos y perjuicios de las conversaciones del día, llamadas por otro nombre cortejos: descubiertos, demostrados y confutados en seis conversaciones entre un Eclesiástico, y una Dama o Señora distinguida. Madrid: Imprenta de Miguel Escribano. Reglamento de la libertad de Imprenta en España. (1811, junio 27). Semanario Ministerial del Gobierno de la Capital de Santafé en el Nuevo Reyno de Granada, 20. Vergara y Vergara, J. M. (1867). Historia de la literatura en Nueva Granada [Tomo 1]. Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos. Fuentes secundarias Arias, J. (1978). Una sociedad democrática en 1816. Boletín de Historia y Antigüedades, 65(722), 320-328. Cacua Prada, A. (1966). Manuel del Socorro Rodríguez. Itinerario documentado de su vida. Bogotá: Banco de la República. Calderón, M. T. y Thibaud, C. (2010). La majestad de los pueblos en la Nueva Granada y Venezuela 1780-1832. Bogotá: Universidad Externado - Taurus. Carrillo, M. (2009). El pueblo neogranadino antes de la crisis monárquica de 18081809. En M. Carrillo e I. Vanegas (Eds.), La sociedad monárquica en la América hispánica (pp. 175-226). Bogotá: Ediciones Plural.

66

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 66

15/03/2017 14:14:33


El espacio público moderno y las primeras sociabilidades políticas en la Nueva Granada

Carrillo, M. (2010). Rey y reino en las juras de lealtad. Nueva Granada 1808. Anuario de Estudios Bolivarianos [Caracas], xvi (17), 57-77. Chartier, R. (2000). Les origines culturelles de la Révolution Française (2.a ed.). París: Editions du Seuil. Fernández Sebastián, J. (2009). Diccionario político y social del mundo Iberoamericano. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales - Fundación Carolina Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Goldman, N. (2009). Opinión pública. En J. Fernández Sebastián (Dir.), Diccionario político y social del mundo Iberoamericano (pp. 984-985). Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales - Fundación Carolina - Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Kant, E. (2004). ¿Qué es la Ilustración? y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia. Madrid: Alianza. Lefort, C. (2004). Reversibilidad. Libertad política y libertad individual. En La incertidumbre democrática: ensayos sobre lo político (pp. 107-129). Barcelona: Anthropos. Loaiza, G. (2010). Prensa y opinión en los inicios republicanos (Nuevo Reino de Granada, 1808-1815). Historia Crítica, 42, 54-83. Monsalve, J. D. (1920). Antonio de Villavicencio (el Protomártir) y la Revolución de Independencia [Tomo 1]. Bogotá: Academia de Historia. Nieto, M. (2009). Orden natural y orden social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Bogotá: Universidad de los Andes. Rosanvallon, P. (1998). Le peuple introuvable. Histoire de la représentation démocratique en France. París: Gallimard. Silva, R. (1998). Prácticas de lectura, ámbitos privados y formación de un espacio público moderno. Nueva Granada a finales del Antiguo Régimen. En F.-X. Guerra y A. Lémperière, Los espacios públicos de Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos xviii-xix (pp. 80-106). México: Fondo de Cultura Económica Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. Silva, R. (2002). Los ilustrados de Nueva Granada 1760-1808. Genealogía de una comunidad de interpretación. Bogotá: Universidad Eafit - Banco de la República. Uribe Pinto, R. (1997). Las tertulias literarias en Bogotá. Boletín de la Academia Colombiana de la Lengua, xlvii (195), 51-74. Vanegas, I. (2009). Opinión pública - Colombia. En J. Fernández Sebastián (Dir.), Diccionario político y social del mundo Iberoamericano (pp. 1037-1049). Madrid:

67

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 67

15/03/2017 14:14:33


Magali Carrillo Rocha

Centro de Estudios Políticos y Constitucionales - Fundación Carolina - Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Vanegas, I. (2013). La Revolución Neogranadina. Bogotá: Ediciones Plural.

68

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 68

15/03/2017 14:14:33


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 69

15/03/2017 14:14:33


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839) Gilberto Loaiza Cano

SOCIABILIDAD Y LO PĂšBLICO_05.indd 70

15/03/2017 14:14:33


Introducción Vamos a examinar lo que consideramos el primer gran momento asociativo de la vida republicana, aquel que va de 1808 a 1839. Es decir, desde la crisis monárquica española —que desencadenó el proceso de Independencia en las antiguas colonias americanas y la instauración de su sistema político republicano—, hasta la primera gran guerra civil que hizo evidente que uno de los grandes desafíos de la naciente república de la Nueva Granada, después de haber consolidado su independencia con respecto a España, era construir un Estado-nación en lo que hasta entonces habían sido —y seguirían siendo— regiones geográfica, política y culturalmente aisladas y abigarradas. Esa primera guerra civil, mejor conocida como la de Los Supremos (1839-1842)1, podemos considerarla como el momento de quiebre de una primera etapa republicana. Hasta entonces es posible hablar de un primer momento político-intelectual de predominio discursivo, organizativo e incluso militar de un personal ilustrado o, al menos, de individuos que se caracterizaron por haber expuesto con frecuencia el deseo y la necesidad de asumir el control de la sociedad. Esos individuos se habían preocupado, desde antes de 1808, de forjar una imagen de sí mismos con el fin de persuadir acerca de sus capacidades para cumplir tareas de gobierno2. No queremos decir que se tratara de un momento compacto y monolítico; de hecho, antes de 1808 ya eran evidentes las fracturas entre clanes y el esbozo de pugnas facciosas que se volverían muy notorias durante la Primera República —mal conocida como Patria Boba—. En plena guerra de Independencia, a pesar del consenso patriótico, las rivalidades entre caudillos fueron inevitables y la figura de Bolívar fue indispensable para obrar como el árbitro fundamental. Luego de la Constitución de

1 2

Entre las caracterizaciones recientes de la guerra civil o, según ciertas interpretaciones de “las guerras” de Los Supremos, destaco las siguientes: Prado (2007), Uribe de Hincapié y López (2006). Una obra reciente que examina con lujo de detalles la búsqueda del criollo ilustrado de un lugar privilegiado en la dirección de la sociedad neogranadina es Nieto (2007).

71

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 71

15/03/2017 14:14:33


Gilberto Loaiza Cano

1821, las pugnas facciosas se volvieron ostensibles y las escisiones regionales estuvieron a la orden del día. Ese primer momento constitutivo de la república, con sus vaivenes y su etapa cruenta, se distinguió por la imaginación y enunciación de reglas de organización de un nuevo orden. Hubo, probablemente, cierta unidad retórica; se dispuso de estrategias persuasivas, de una matriz cultural, de unos paradigmas de buen gobierno provenientes del conocimiento de autores que evocaban antiguos ideales de república; entonces, los nombres de Licurgo, Solón, Cicerón, entre otros, inspiraron epígrafes y artículos de periódicos. A eso se añadirían el pensamiento político que acompañó la emancipación de Estados Unidos y algunos autores franceses que le daban sustento, principalmente, a la existencia de un régimen político basado en la representación. Además, en este mismo lapso se fue afianzando la certeza de la importancia difusora de los impresos y de formas de comunicación tradicionales como el sermón eclesiástico, el rumor callejero, la conversación en la pulpería, el corrillo en la plaza. En todo caso, la ampliación del auditorio —del universo de la opinión—, acompañó y le garantizó eficacia a la enunciación y puesta en marcha de un sistema político que le otorgaba preeminencia a aquellos que por su posición social y por el acumulado simbólico que los distinguía, se sintieron facultados para ejercer el control político de la nueva e incierta situación. Decimos que cierta unidad retórica, debida, principalmente, a la posición dominante de un grupo selecto de criollos ilustrados que, durante esos primeros decenios, se encargó de redactar periódicos, elaborar constituciones, traducir, adaptar y adoptar tesis jurídicas, teológicas y políticas, y dirigir campañas militares. Momento de predominio del criollo ilustrado, quien había tenido costumbre desde fines del siglo xviii de autocalificarse como sabio del Reino o como ciudadano de la selecta República de las Letras; los criollos ilustrados que, tanto en la versión laica —la del abogado especialmente—, y en la versión confesional —la del sacerdote católico— se encargaron de hacer las recomposiciones jurídico-teológicas necesarias para darle fundamento a la noción fundacional de la soberanía reasumida por el pueblo. Por el predominio político y discursivo del criollo ilustrado, por su omnipresencia en la producción y circulación de opinión, por su frecuente autodesignación como el elemento capacitado para las tareas de gobierno, hemos decidido rotular esta primera etapa de emergencia y puesta en marcha del régimen político representativo como la república de los ilustrados. Esta república de los ilustrados se caracterizó por la difusión y reglamentación de la llamada retrocesión de la soberanía del pueblo; la reglamentación del ejercicio de esa soberanía; las disputas entre las manifestaciones de soberanías locales; y la exaltación de la representación como mecanismo legitimador y organizador del ejercicio de la soberanía reasumida por el pueblo. Fue un momento de intensa y minuciosa 72

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 72

15/03/2017 14:14:33


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

legislación electoral que fue puesta en marcha en un calendario que, suponemos, forjó una movilización cada vez más regular y una competencia publicitaria por ganar adeptos y asegurar triunfos de candidaturas; también fue tiempo de reglamentación y vigilancia activa de la libertad de imprenta, al lado de una limitadísima promoción de la vida asociativa. Pero, principalmente, fue un periodo que se caracterizó por una persistente demarcación social y política entre el pueblo y sus representantes. La república de los ilustrados se preocupó por adjudicarle un lugar político al pueblo, un lugar que no fuese inquietante. Pero, más evidente, se encargó de otorgarle la mayor fuerza legitimadora posible a la representación política, a la delegación de esa soberanía en cuerpos colegiados, en grupos selectos de individuos; por tanto, estamos ante un momento constitutivo del poder político, de afirmación de un personal dirigente que encontró en el principio de la soberanía del pueblo una premisa de legitimación para su actuación pública. La soberanía del pueblo fue un principio que le dio sustento político inmediato a la existencia del personal de la representación; en adelante, el representante del pueblo y las formas colegiadas de la representación, los poderes surgidos de la delegación de la soberanía, se iban a imponer como las formas de la autoridad. En adelante, el pueblo soberano iba a ser, preferiblemente, el pueblo representado. En términos asociativos, partimos de suponer que este momento de predominio público de un personal político de raigambre ilustrada le dio sustento a una sociabilidad formal de muy limitado espectro social. No se permitió en este periodo la proliferación de cualquier práctica asociativa; constituciones políticas, artículos de prensa, hojas sueltas, códigos de policía hablaron, en diferentes modulaciones, de un tipo de sociabilidad que contribuyera a un apremiante consenso a favor del orden político republicano en gestación. Con base en un inventario de asociaciones, sin pretensión de ser exhaustivo, vamos entonces a tratar de demostrar que en las primeras décadas del siglo xix se fomentó una sociabilidad formal que sirvió para afianzar un ideal de lo que alguien iba a llamar, en el decenio de 1820, la “democracia ficticia”3, la de la soberanía popular delegada en representantes capacitados, dotados de las luces de la razón para ejercer tareas de gobierno.

3

Uno de los más persistentes divulgadores de la “democracia ficticia”, basado en obras de Emmanuel-Joseph Sièyes y Benjamin Constant, entre otros, fue Vicente Azuero (1787-1844) en su periódico La Indicación; véase: “Autoridad del pueblo en el sistema constitucional” (1822, agosto 24, pp. 19-20).

73

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 73

15/03/2017 14:14:33


Gilberto Loaiza Cano

Sociabilidad y democracia representativa Ya muchos ciudadanos ilustrados preveían las consecuencias a que darían origen las reuniones frecuentes de un pueblo numeroso y embriagado con la libertad. Diario político, 1810, septiembre 7

No hallamos en la historia el menor indicio de que Esparta, Atenas ni Roma tuviesen establecimientos parecidos a los clubs. Bien amantes de la libertad fueron sus legisladores; pero por lo mismo no quisieron permitir o autorizar instituciones que al fin conducen al despotismo del populacho, el más intolerable de todos. La Indicación, 1822, diciembre 29

Nos hemos apoyado en un inventario que, sin pretensiones de exhaustividad, nos proporciona la inmediata evidencia de una sociabilidad formal promovida por gentes notables4; clérigos y civiles fueron los principales miembros de asociaciones fundadas bajo su iniciativa y todas como resultado de la autorización del gobierno. ¿Por qué predominó en este lapso una sociabilidad formal concentrada en el activismo de un patriciado? Aducimos las siguientes explicaciones: la soberanía popular delegada en los representantes del pueblo, es decir, la legitimación de una democracia representativa reñía con la expansión de formas de asociación que se reclamasen provenientes o representantes de fracciones del pueblo. La única o principal asociación legítima era aquella institución proveniente de procesos de representación política; es decir, las juntas, los colegios electorales y el congreso fueron las formas inmediatas de legitimidad y legalidad del ejercicio de representación del pueblo soberano. La representación 4

El inventario asociativo que sustenta este análisis proviene, en muy buena parte, del libro Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Colombia, 1811-1886 (Loaiza, 2011, pp. 57-59 y 63-67).

74

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 74

15/03/2017 14:14:33


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

política le adjudicaba una labor al pueblo, el de delegación de la soberanía; y otra al representante, fungir en representación del pueblo que lo ha elegido. Antes de la enunciación de las cartas constitucionales, entre 1810 y 1815, hubo una tarea preliminar, aquella de poner en los lugares respectivos al criollo letrado y al pueblo. El uno, casi destinado para ser el modelador exclusivo de la nueva situación; el otro, una masa humana volátil y peligrosa que debía ser controlada para dejar obrar tranquilamente a los legisladores reunidos en las juntas. El Diario político de Santafe de Bogotá no escatimó elogios para el pueblo valiente y justo, pero llegó un momento en que ese pueblo se volvió inquietante. Según la interesada crónica narrada por este periódico, el 22 de julio, el pueblo reunido en la plaza le exigía a la Suprema Junta “la ejecución de muchos artículos” y ya se advertía que “no todas las peticiones del pueblo eran justas” (1810, septiembre 7, p. 59). Entre el criollo notable y el pueblo transeúnte y animoso tuvo que fabricarse una confianza, consolidada el 25 de julio; desde entonces, el pueblo “confiado en los ciudadanos en cuyas manos había depositado la autoridad, dejaba obrar a la Suprema Junta en libertad”. Antes de ese día, según la crónica, “el pueblo confiaba menos y temía más” (Diario político, 1810, octubre 19, p. 134). Los redactores del periódico trasmitieron los temores del notablato criollo; en 1810 se estaba cruzando un umbral peligroso, la libertad no podía desbordarse en expresiones colectivas populares, debía regularse por medio de una junta que representara al pueblo soberano, que ejerciera autoridad y legislara en su nombre. En ese trance nace una retórica que va a cumplir un ciclo importante en la formación de un orden republicano; desde entonces, Cicerón y otros jurisconsultos romanos van a inspirar buena parte del pensamiento político republicano en la Nueva Granada. En la germinal organización de poderes escrita por la Suprema Junta de Santafe, el 24 de octubre de 1810, los notables criollos erigieron al legislador como la figura central de la transformación política: “Nada hay más grande, más santo y venerable que las leyes. El que las dicta está desnudo de pasiones, en el centro del reposo, rodeado de virtudes, como un Dios que revela los misterios del orden y la paz […]” (Diario político, 1810, octubre 26, p. 157). No sorprende que desde entonces y hasta hoy, el abogado, el hombre de leyes, el hombre con conocimientos en asuntos de gobierno, se considere imbuido de una tarea fundadora y omnisciente. El 24 de octubre de 1810, fecha inadvertida en cualquier cronología de la Independencia, nace el poder legislativo, recibe coronación la figura del legislador, el único capaz de construir un orden racional sustentado en la ley. Innovación trascendental, es cierto, pero también momento en que se anuncia públicamente la existencia de un poder regulador. Desde entonces la ley se erige como fundamento, como principio ordenador de la sociedad y quienes piensan y dictan las leyes se convierten en el poder más trascendente y omnímodo: “El poder legislativo —decía el mismo discurso— es de orden más alto […] como un geómetra tira las líneas, mide los ángulos sobre el papel, resuelve los problemas, sin necesidad de 75

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 75

15/03/2017 14:14:33


Gilberto Loaiza Cano

transportarse al terreno, sin usar de cuerdas ni caminar por fragosidades” (Diario político, 1810, octubre 26, pp. 157-159). Es atrevido pensar que estamos ante la aparición de una burocracia moderna o ante una clara tentativa de secularización evidenciada por la presencia activa del abogado criollo; las juntas supremas de aquella coyuntura y los cuerpos legislativos de los primeros decenios republicanos le dieron lugar prominente al personal eclesiástico. Sin embargo, este episodio se anuda en el proceso de consolidación social y política del abogado que, por lo menos desde el siglo xviii, les disputaba a los clérigos el monopolio de la escritura. Los abogados criollos y demás conocedores de asuntos jurídico-teológicos, encontraron en la coyuntura de 1810 el momento oportuno para dejar de ser simples apoderados de particulares y convertirse en funcionarios públicos encargados de reglamentar una nueva forma de gobierno. El poder legislativo como poder ordenador y regulador necesitaba consolidarse como centro del campo político, compuesto de los mejores hombres, de los más aptos para las tareas de gobierno. Su origen le confería autoridad, provenía de un acto soberano del pueblo al elegirlo. Todo lo que emergiera de un reglamentado sistema electoral provenía del pueblo soberano; por eso las prácticas asociativas que inquietaran esta emergente institucionalidad basada en el ejercicio de representación causaban inquietud y hasta animadversión. Los corillos en las plazas o las asociaciones que agregaran el adjetivo popular podían trastornar un orden político en tensa construcción; por tanto, no hubo relación directa, ni siquiera de complicidad, entre la instauración de un sistema político basado en la representación y la expansión de prácticas asociativas. Las constituciones políticas redactadas entre 1810 y 1815 se concentraron en otorgarle importancia a la reglamentación de un sistema electoral y en anunciar restricciones a las formas de asociación. Un gobierno representativo que intentaba consolidarse hallaba sospechosa o perniciosa la iniciativa de particulares de instalar asociaciones. Y, además, en aquellos años era inocultable la animadversión contra cualquier tipo de asociación política que evocara, en su composición y en su nombre, los excesos de la Revolución Francesa. Las constituciones de aquel periodo coincidieron en la condena a cualquier sociedad popular; prohibición probablemente extraída de las leyes francesas de 1789 a 17925. La Constitución de Cundinamarca de 1811 decía en artículos sucesivos que no podrán formarse corporaciones ni asociaciones contrarias al orden público; por lo mismo, ninguna junta particular de ciudadanos podrá denominarse 5

Desde la Constitución de Cundinamarca (1811) hasta la Constitución de Mariquita (1815) se prohibió la reunión de gentes con o sin armas. Tampoco podía una asociación cualquiera presentar colectivamente solicitudes; solamente aquellas autorizadas por el gobierno. Véase Uribe Vargas (1985).

76

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 76

15/03/2017 14:14:33


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

Sociedad popular […]. Ninguna asociación puede presentar colectivamente solicitudes, a excepción de las que forman cuerpo autorizado, y únicamente para objetos propios de sus atribuciones. (En Uribe Vargas, 1985, pp. 400-401)

Luego advertía que “la reunión de gentes sin armas será igualmente dispersada, primero por una orden verbal, y si no bastare, por la fuerza” (p. 401). La Constitución de Tunja, de 1812, advertía que “ningún individuo, ninguna clase o reunión parcial de ciudadanos puede atribuirse la soberanía; así una parte de la nación no debe, ni tiene el derecho alguno para dominar el resto de ella” (en Uribe Vargas, 1985, p. 466). La de Cartagena, del mismo año, admitía el derecho a reunirse, pero ponía las siguientes restricciones: Art.26. Pertenece a los ciudadanos el derecho de reunirse, como sea sin armas ni tumulto, con orden y moderación, para consultar sobre el bien común; no obstante, para que estas reuniones no puedan ser ocasión de mal o desorden publico, sólo podrán verificarse en pasando del numero de treinta individuos, con asistencia del Alcalde del barrio, o del Cura párroco, que invitados deberán prestarla. (p. 519)

Pero, más significativo, la misma Constitución de Cartagena limitaba la acción colectiva cuando decía que los ciudadanos podían dirigirse a las autoridades, “pero no colectivamente ni tomando el carácter, voz y nombre del pueblo, ni de asociación popular”. Más adelante agregaba otra advertencia: “No podrán formarse en el Estado corporaciones ni asociaciones de ningún género sin noticia y autorización del Gobierno” (p. 567). En suma, solo eran admisibles aquellas asociaciones que contaran con el respaldo de autoridades. En una etapa en que era necesario definir y consolidar un sistema político y un personal político, el tipo de sociabilidad adaptado a la situación debía ser enteramente formal, surgido de la autorización gubernamental compuesto por un personal que contribuyera a darle sustento a un espacio público jerarquizado, basado en las distinciones de riqueza, educación, confesión religiosa, género y etnia; distinciones que habían forjado la exaltación del hombre criollo ilustrado como principal detentador político del nuevo orden.

Sociabilidad formal, sociabilidad tradicional, sociabilidad popular Las asociaciones que hemos examinado corresponden a la categoría de una sociabilidad formal en su origen y su funcionamiento. Por sus propósitos, podríamos agregar que tenían un sentido predominantemente laico: querían propagar la instrucción pública; conseguir recursos para construir caminos; fomentar la agricultura. Otras,

77

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 77

15/03/2017 14:14:33


Gilberto Loaiza Cano

partiendo de su condición básica de asociaciones formalmente constituidas, no ocultaban cierto ideal de distinción; por ejemplo, el Club de las Carreras (1824) nació para el exclusivo recreo de los residentes británicos en Bogotá; la Sociedad de Amigos de la Ilustración de Marinilla (1839, provincia de Antioquia), quería propalar la educación entre sus miembros; algo semejante puede decirse de la Sociedad Económico Literaria de Popayán (1823) o de la Sociedad de Instrucción Recíproca de Bogotá (1831). Ahora bien, hasta aquí hemos ido entendiendo que la sociabilidad formal fue, en el periodo que hemos estudiado, una sociabilidad minoritaria —“burguesa” si cabe el término—; compuesta de un notablato imbuido de una misión reguladora en la sociedad de su época; basada en un modelo asociativo ilustrado, el de aquellas asociaciones que en el siglo xviii se habían atribuido la misión de promover conocimientos útiles, así como la de contribuir a labores de educación y solución de problemas prácticos de la vida aldeana, tales como la construcción de caminos y escuelas. En estos primeros decenios republicanos, el carácter formal de las sociedades de amigos del país y de las sociedades patrióticas era reforzado por la presencia de dirigentes de cada lugar: curas párrocos, maestros de escuela, rectores de colegio; miembros de profesiones que delataban su preeminencia letrada: abogados, ingenieros, médicos, sacerdotes católicos. Y, además, su rasgo formal estaba asegurado por la existencia de unos reglamentos, un momento de fundación, la designación de un grupo directivo —entre otros elementos—, de manera que sus propósitos quedaban consignados en gacetas oficiales que ayudaban a conferirle un lugar privilegiado en la repartición de tareas de control social y político en los primeros años republicanos. Pero la aparición de una sociabilidad formal, principalmente en los decenios de 1820 y 1830, no significa que no hayan existido otros tipos de sociabilidad. Nos referimos, por ejemplo, a una sociabilidad tradicional, forjada por las costumbres religiosas católicas, fomentada por el clero, aferrada a un calendario de festividades del culto católico; esa sociabilidad siguió siendo muy activa en correspondencia con la fortaleza de la relación del sacerdote católico con su feligresía. La sociabilidad conservadora del siglo xix tiene su sustento histórico en la tradicional influencia pueblerina del sacerdote católico, en su capacidad de cohesión mediante prácticas asociativas a favor de la consolidación de la Iglesia católica como la principal institución reguladora de la sociedad. La cofradía, cuyo origen se remonta al medioevo europeo, fue quizás la práctica asociativa más añeja y eficaz que, extendida en Hispanoamérica, siguió siendo importante en la organización de la vida social alrededor del cura párroco. La cofradía fue un vehículo de evangelización; luego, más claramente, fue una fuente de prestigio social para sus miembros; una garantía de felicidad en el más allá; una forma de solidaridad, de apoyo mutuo entre los cofrades. Las cofradías fueron evolucionando hacia una asociación laica con, por supuesto, la tutoría 78

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 78

15/03/2017 14:14:34


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

simbólica y administrativa de la jerarquía eclesiástica; cada cofradía invocaba a un santo en particular y organizaba un calendario de festividades católicas. La devoción y la solidaridad constituyeron sus principios de movilización; su arraigo en la vida aldeana sirvió de antecedente a las asociaciones católicas con un carácter mucho más definido de intervención en la vida pública y, sobre todo, en las pugnas partidistas y electorales (Arango, 1993; Silva Prada, 1998). La influencia conservadora en el mundo de los artesanos, sobre todo en la segunda mitad del siglo xix, tiene sus antecedentes en las cofradías, cuyos orígenes en Hispanoamérica se remontan al siglo xvi; se trató de formas de asociación que promovieron un vínculo orgánico de los gremios de artesanos con el calendario de festividades católicas. Fueron asociaciones jerárquicas que se prolongaron en el siglo xix; según algunos estudios para otros países de América del Sur, las cofradías procuraron resolver tanto los asuntos terrenales como las preocupaciones celestiales de una comunidad; solucionaban dificultades en vida y preparaban para la muerte (Serrano, 2008). Aunque no las hemos inventariado, basta con decir que fueron muy activas y que así como prolongaron una tradicional influencia del sacerdote católico en la vida cotidiana de las parroquias, también mostraron síntomas de decadencia en su funcionamiento. Algunas cofradías que funcionaban en lo que era la provincia de Popayán, suroccidente de la Nueva Granada, entre 1827 y 1834, dan muestras de enfrentamientos entre el clero católico y los vecinos o fieles de las parroquias. Por ejemplo, la Cofradía de Nuestra Señora de la Advocación, de Iscuandé, un pequeño distrito situado en la costa Pacífica, en su informe de 1834 nos revela que tal cofradía existía desde el primero de septiembre de 1827 y que desde entonces trataba de llevar en orden las cuentas de los aportes de los cofrades. Entre los principales gastos figuraba el ornato de la imagen de la Virgen —su arreglo para las procesiones—, lo que implicaba la contratación frecuente de pequeñas obras a cargo de carpinteros, plateros y tipógrafos. Pero también había un importante rubro dedicado a pagar las misas ofrendadas por los sacerdotes católicos. Los conflictos relacionados con el manejo de los dineros de esa y otras diez cofradías que, al parecer, existían en el estado del Cauca a mediados del decenio de 1830, comenzaron a vislumbrarse por dos razones fundamentales: por un lado, cuál era la autoridad idónea para revisar las cuentas, si la civil o la eclesiástica; por otro, la discusión acerca de los gastos prioritarios; al parecer, el cura párroco de Iscuandé hubiese preferido que se les diera menos dinero a los artesanos, cuya eficiencia ponía en duda, y más a los miembros del clero (Rendición de cuentas, 1832, ff. 302-312). Las cofradías, por lo menos en esa zona del país, parecían ser una forma de sustento económico de la actividad de los sacerdotes católicos, de ahí el celo ante cualquier gasto que implicara una disminución en el pago de sus servicios religiosos. En la Cofradía de la Virgen del Rosario de Jamundí, al norte de Cali, fue más notorio el enfrentamiento entre el concejo municipal de Cali y el obispado de Popayán en torno al control de la 79

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 79

15/03/2017 14:14:34


Gilberto Loaiza Cano

tesorería; es más, el enfrentamiento puso en evidencia un conflicto de intereses entre el presidente del Concejo y el cura de Jamundí, que eran hermanos; eso puede explicar por qué el Concejo municipal y el cura estaban de acuerdo en impedir que los gastos de la cofradía fueran revisados por el obispo (Declaraciones de testigos, 1834, ff. 67-79). Algo muy interesante de esta vida asociativa de las cofradías era la práctica corriente de los vecinos de ayudar con dineros, obras y donaciones al sostenimiento de un templo, de su sacerdote y del calendario de festividades religiosas. También era corriente la ayuda al cofrade caído en desgracia o enfermo, una expresión caritativa que hizo parte de las actividades del mutualismo en el siglo xix. En el decenio de 1840, con presencia activa de los sacerdotes católicos pero también de notables lugareños, se fundaron asociaciones de protección mutua, como sucedió con la Sociedad de Protección de Corozal (norte de la Nueva Granada), fundada el primero de agosto de 1840. El propósito fundamental de la asociación era protegerse mutuamente de los agravios o injusticias cometidos “por cualquier tribunal o autoridad pública”. El cultivo de la religión católica y el respeto a las leyes de la república hacían parte de sus principales consignas. “La fraternidad, la protección y el socorro” eran los principales deberes de sus miembros. La ayuda económica en cualquier calamidad y la visita al hermano enfermo estaban contempladas en los estatutos. Ahora bien, lo interesante es que esta asociación de protectorales estaba constituida por autoridades eclesiásticas, funcionarios públicos, militares; de modo que consejeros municipales, administradores de correo, presbíteros, jueces, coroneles y hasta maestros de escuela, todos habitantes de lo que sería luego el estado de Bolívar, en la costa Atlántica, eran los miembros activos de una asociación cuyo sentido primordial consistía en brindarse ayuda mutua. Esta asociación, floreciente en plena guerra civil de Los Supremos, parecía obedecer a la necesidad de proteger los “derechos naturales, políticos y civiles” ante cualquier abuso del poder público; también parecía, en tiempos de guerra, una forma de garantizar “la seguridad de los asociados”. En fin, se trataba de una iniciativa privada de un grupo de notables regionales para brindarse protección incluso ante el mismo Estado; y cabe destacar que la invocación de una “benevolencia universal” estuviese acompañada de la presencia de algunos miembros que hacían parte de las logias fundadas en 1833 en Cartagena. Estamos, pues, ante una ampliada puesta en práctica de las nociones del socorro mutuo (Constitución de la Sociedad, 1840). Esta asociación de 1840 puede parecernos novedosa en su intención mutualista; pero aun más novedosa puede ser la Sociedad Protectiva instalada en Málaga, en lo que sería el estado de Santander, al nororiente del país, en agosto de 1836. Esta asociación esbozaba la transición entre las entonces predominantes sociedades económicas de amigos del país y un tipo de asociación que mezclaba los objetivos científicos de aquellas con las necesidades de auxilio entre sus miembros. Además, su aspecto era mucho más laico que el de aquella que acabamos de describir en Corozal, porque 80

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 80

15/03/2017 14:14:34


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

no había ningún miembro del personal eclesiástico. Así como se comprometía a fomentar la instrucción pública o la construcción de caminos, también anunciaba la intención de “salvar a los individuos injusta e ilegalmente perseguidos o privados de sus bienes, procurando la conservación y guarda de sus derechos y garantías, especialmente de los huérfanos o desvalidos”. Así, la protección entre particulares ante posibles abusos de la autoridad pública era preocupación de varias asociaciones y esa preocupación se integraba a la consigna republicana de contribuir al “sostenimiento de la constitución y las leyes, y todo lo que concierna al mejor orden y prosperidad racional del país” (Sociedad profectiva, 1837). En definitiva, estos ejemplos sirven para mostrar que el nacimiento del mutualismo artesanal en el siglo xix tiene estos antecedentes sinuosos y variados. Para el historiador siempre aparecerá el dilema de cómo dar cuenta de la presencia de aquellos sectores de la sociedad decimonónica que estuvieron por fuera del circuito letrado, que no pertenecieron a la cultura escrita y cuyas expresiones en la vida pública estuvieron basadas en formas de comunicación oral y en asociaciones espontáneas, esporádicas y, por tanto, informales. Sin embargo, una historia del espacio público moderno es incompleta sin el rastreo de este componente mayoritario de gentes que transmitieron sus opiniones políticas en cafés, galleras, tertulias, pulperías, plazas y calles. Las gentes del pueblo parecieron ocupar lugares periféricos en las ciudades y su presencia tumultuosa e inquietante se concentró, posiblemente, en algunas circunstancias. En unas ocasiones, apelar a “la masa del pueblo” fue necesario; en otras, era preferible que la multitud amenazante regresara a sus casas. Lo cierto es que las gentes del pueblo estaban desterradas, hasta inicios del decenio de 1840, de la sociabilidad formal; pero eso no quiere decir que los denominados sectores subalternos no hubiesen tenido iniciativa o no hubiesen hallado en ciertas formas asociativas un recurso para su expresión en la vida pública. La “democracia ficticia”, que algunos ideólogos habían exaltado en la década de 1820, restringía la presencia política del pueblo al momento electoral, en tiempos que los sufragantes y electores debían saber leer y escribir6. De modo que ni en las elecciones ni en las asociaciones podía tener presencia significativa e influyente. Eso indica que su participación política debió ceñirse a otros dispositivos. Algunos historiadores han constatado que uno de los dispositivos de movilización popular fue la formación de cuerpos de milicias de arraigo parroquial que contribuyeron, a partir de 1810, a la 6

Es en el decenio siguiente que puede hallarse legislación electoral que admitía sufragantes iletrados con posibilidad de emitir su voto en voz alta. El Fondo Pineda 470, de la Biblioteca Nacional de Colombia, es particularmente rico en hojas sueltas que revelan el funcionamiento de un sistema electoral censitario e indirecto, compuesto de listas de sufragantes y asambleas de electores, principalmente. Según la ley electoral del 2 de abril de 1832, los sufragantes de cada parroquia tenían derecho a votar por uno o varios electores que correspondieran a ese distrito parroquial.

81

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 81

15/03/2017 14:14:34


Gilberto Loaiza Cano

instauración de un nuevo orden. Aunque la movilización y fidelidad de las milicias provenían, en buena parte, del régimen colonial, su actuación en un contexto de cambio político les atribuyó un nuevo sentido7. En la década de 1830, alguna de la correspondencia dirigida al general Francisco de Paula Santander nos ilustra acerca de la utilidad de los artesanos en los momentos de movilización electoral, ya sea antes o después de unas elecciones; y también nos informa acerca de dónde solían reunirse o dónde eran buscados, con propósitos de agitación política, por los miembros del notablato. Hemos podido extraer algunos ejemplos provenientes de Cartagena que dejan entrever que algunos sitios de reunión del artesanado eran “los cafés” y “las galleras” y que allí iban los patricios con el fin de ganar “prosélitos” y “levantar partidos”8. Otro testimonio revela que en las disputas electorales de los bandos que se enfrentaban, hacia agosto de 1836, algunos artesanos de ese puerto intervinieron en manifestaciones en la plaza; quien brinda el testimonio destaca que los artesanos se movilizaron por sí solos y también advierte: “La opinión del pueblo es excelente, y tenemos que estarlo conteniendo”9. Ese mismo año, “la plebe” de Antioquia dio algunas demostraciones de desprecio a “la clase distinguida”, cuando apoyó en varias asonadas al presbítero José María Botero; este cura había agitado desde 1833 algunas opiniones contra el sistema de enseñanza “ateo y materialista” del régimen de Santander. El cura había sido encarcelado y condenado por sedición a ocho años de prisión, pero desde la cárcel instigó un levantamiento popular contra las autoridades, lo que propició su fuga y la posterior organización de una pequeña pero significativa rebelión (El presbítero, 1836, p. 4). Interesa destacar, de estos ejemplos, las posibilidades de conexión entre sectores populares y el patriciado de la época. Un contacto basado en alguna utilidad esporádica, en la que el pueblo, a pesar de inquietante, se volvía necesario; un contacto que significa, de todos modos, algún tipo de diálogo entre una cultura oral y una cultura letrada; que significa, además, que unos y otros necesariamente compartían o debatían en un espacio público compuesto de lugares múltiples de reunión y conversación10.

7 8 9 10

Véase un análisis detallado de las milicias hacia 1810-1816 en Sosa Abella (2006). Véase “Carta de J. Simeón Núñez a Francisco de Paula Santander, Cartagena, enero 17 de 1834” (en Correspondencia dirigida, 1970, p. 66). Véase “Carta de Juan José Nieto a Francisco de Paula Santander, Cartagena, agosto 19 de 1836” (en Correspondencia dirigida, 1970, p. 59). No hay que despreciar la importancia del chisme y rumor callejeros, ni su incidencia en los comportamientos colectivos, en los alinderamientos políticos en cada lugar. A propósito, véase una investigación reciente sobre el caso de la ciudad de Popayán en Prado (2008).

82

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 82

15/03/2017 14:14:34


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

Consenso patriótico, disputas entre facciones y masonería En un supuesto diálogo entre un “ciudadano preocupado y un patriota verdadero”, publicado en Cartagena hacia 1812, se expusieron las preocupaciones más o menos generalizadas de buena parte de la élite política que intentaba consolidarse en aquel momento de tensiones y ambivalencias en la reorganización del espacio público. El diálogo exponía con franqueza los argumentos en contra del florecimiento de formas asociativas de todo orden. De manera rotunda se condenaba cualquier tipo de asociaciones “políticas”, por ejemplo las sociedades patrióticas, porque evocaban las nefastas asociaciones políticas que surgieron en la Revolución Francesa; el único modelo asociativo aceptable tenía que ser el de las sociedades económicas que, como las surgidas en Estados Unidos de América, habían servido “para proteger las Artes y las Ciencias” y, además, podían auxiliar al Gobierno. Pero la conversación no solo presentó este restringido ideal asociativo; hizo, incluso, una comparación entre dos modos posibles de “ilustrar nuestros conciudadanos”: entre la libertad de imprenta y la libertad de asociación. Sin vacilación, el autor o los autores del diálogo se inclinaron por la libertad de imprenta y enunciaron todas las prevenciones e inquietudes posibles sobre la libertad de asociación. La opinión de una persona, de un escritor, era más fácil de vigilar, de censurar y, en caso necesario, de castigar; en cambio, la opinión de varios, de cientos de personas reunidas se volvía incontrolable: “No Señor, la opinión de un papel es la de un hombre solo, y como tal es considerada en el público, y la pluralidad de la Sociedad puede ser más de ciento; el público pondrá naturalmente más atención en la opinión de ciento que en la opinión de uno” (Diálogo entre el ciudadano, 1812). Entre las élites neogranadinas esta opinión prevaleció después de obtenida la Independencia de España; en el decenio de 1820, después de la guerra, cuando la construcción de un orden republicano volvía a ser una prioridad, se intensificó la discusión acerca de cómo debía operar “el gobierno popular representativo”. Con la ayuda de pensadores como Benjamín Constant, Thomas Paine y Emmanuel-Joseph Sieyès, entre otros, los políticos neogranadinos argumentaron a favor de una intervención muy limitada del pueblo según las posibilidades de la representación nacional, nada de “democracia pura”; nada de “intervenir en masa en los actos del gobierno”. El pueblo soberano tenía que limitarse a delegar y vigilar los actos de gobierno haciendo uso de la libertad de escribir, la cual era preferible a la libertad de asociarse11. Era apremiante forjar un consenso patriótico; la poca sociabilidad formalmente autorizada tenía que contribuir a la instauración de un orden; por eso las asociaciones eran, de entrada, 11

El periódico La Indicación (Bogotá, 1822) habló sistemáticamente en contra de la libertad de asociación y a favor de la libertad de imprenta. También fue de amplia circulación en la época este folleto sin autor: Observaciones sobre el gobierno representativo (1825).

83

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 83

15/03/2017 14:14:34


Gilberto Loaiza Cano

la reunión de grupos selectos de individuos que no despertaban dudas sobre su patriotismo y, por eso también, cualquier fisura en un necesario consenso entre las élites era vista como un gesto antipatriótico. Sin embargo, la misma puesta en marcha del sistema político representativo acentuó o creó, según los casos, divisiones en la élite neogranadina; la disputa por el control del Estado, las diferentes aspiraciones regionales, las antiguas relaciones de fidelidad, la disputa electoral cada vez más frecuente, entre otros factores, contribuyeron a deslindar facciones de notables que comenzaron a exhibir sus diferencias en la proliferación de publicaciones periódicas, en un lenguaje desapacible de discusión política y en tentativas asociativas que plasmaban tempranas identidades y rivalidades entre facciones. Después de la guerra de Independencia se volvió ostensible discutir acerca de quiénes debían asumir el control político de la nueva situación —quiénes habían ganado el derecho a ejercer el gobierno—, y también se debatió acerca de cuál era el proyecto de Estado-nación más adecuado. Esas discusiones, que quedaron expuestas en la prensa de los decenios de 1820 y 1830 —y también en las grescas callejeras y la conspiración contra Simón Bolívar en 1828—, tuvieron varios desenlaces, por ejemplo, con la disolución de la Gran Colombia, en 1830, y la guerra civil de Los Supremos. Pero, además, esas disensiones en la élite de la época tuvieron expresión asociativa. Estos enfrentamientos entre facciones, luego de los triunfos militares sobre España, tienen algunos hitos, pero solo vamos a detenernos en los necesarios para el propósito de este artículo: por ejemplo, ya en 1823 Francisco de Paula Santander se había apresurado a fundar un periódico, El Patriota, en el que era apremiante hacer el deslinde, según él, entre los patriotas que se sacrificaron durante la guerra y aquellos de sospechoso o decidido comportamiento realista; es decir, el antecedente heroico fue, en aquel momento, un factor de definición del campo político. Santander, desde entonces, comenzó a criticar a varios sectores eclesiásticos que habían sido proclives a la Corona española y empezó a proponer la creación de núcleos masónicos. Encargado de la presidencia de la Nueva Granada, Santander auspició un proyecto secularizador. Durante 1825, fue fundada en Bogotá la Sociedad Bíblica de Colombia, gracias a la presencia del escocés James Thomson (1781-1854)12. Thomson era un agente de la Sociedad Bíblica británica y su primer destino como difusor de la Biblia fue Buenos Aires, en 1819; él fue uno de los pioneros de la implantación del método de lectura lancasteriano en América del Sur, durante los años de 1820, y también uno de los primeros que contribuyó a las tentativas de reforma del catolicismo latinoamericano. Esta asociación

12

Una caracterización de Thomson y otros agentes pioneros de la difusión de la Biblia a comienzos del siglo xix, en América del Sur, en Bastian (1994, pp. 72-74).

84

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 84

15/03/2017 14:14:34


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

quería “propagar la felicidad y la ilustración”, y en ella militaron algunos sacerdotes católicos y varios notables civiles. Mientras se intentaba expandir el primer proyecto republicano de escuelas primarias en todo el territorio, el primer régimen de Santander incentivó una sociabilidad anticatólica, promovió la difusión de la doctrina utilitaria de Jeremias Bentham y la creación de una primera red de logias masónicas. Según los recuerdos de José Manuel Groot, quien en su juventud fue adepto de las logias patrocinadas por el general Santander, la masonería republicana comenzó a organizarse en Bogotá en enero de 1820, con la creación de una academia que, en apariencia, iba a dedicarse a la enseñanza de los idiomas inglés y francés pero que, en realidad, era una invitación a instalar la logia masónica Libertad de Colombia. Desde ese momento y hasta 1828, se esbozó una red de logias, fundadas en Bogotá, Tunja, Honda, Cartagena y Panamá13. Estas se encargaron de reunir a las élites locales que se alinearon alrededor de Francisco de Paula Santander y, al parecer, en desmedro de Simón Bolívar. Por ejemplo, la logia Gran círculo istmeño, fundada por Mariano Arosemena (1794-1868), en Panamá, fue el centro de discusión y de elaboración de un proyecto de constitución política federalista, publicado en 1827 por el periódico Miscelánea del istmo14 —portavoz de la logia—; y presentado luego en la Convención de Ocaña, en 1828, donde los enfrentamientos entre bolivarianos y santanderistas fueron muy agudos. El nacimiento de la sociabilidad masónica, en los inicios de la vida republicana en Colombia, parece marcado por un temprano esfuerzo de aclimatar un liberalismo que pretendía relativizar el papel tradicional de la Iglesia católica; y, además, parece responder a la necesidad de alinear un personal político protoliberal que va a oponerse al proyecto político centralista, autoritario y proclive a una conciliación orgánica entre el Estado y la Iglesia, que se resumía en la figura de Simón Bolívar. El ciclo de existencia de estas logias asimiladas como sociedades secretas se cierra, probablemente, en 1828, cuando Simón Bolívar, luego de ponerse a salvo de una conspiración, al parecer dirigida por Santander, consideró que ese tipo de asociaciones había sido la causa principal de “los trastornos políticos” y decretó la prohibición “en Colombia de las sociedades o confraternidades secretas, sea cual fuere la denominación de cada una” (Groot, 1869/1956, pp. 512-513). Bolívar creyó indispensable no solamente deshacerse de la masonería, sino también erradicar del sistema educativo nacional —que Santander había tratado de implantar en ese entonces—, 13

14

En 1820, fue instalada en Bogotá la logia Libertad de Colombia. Entre 1820 y 1828 fueron fundadas las logias siguientes: en Bogotá, Fraternidad bogotana, Corazones sensibles; en Cartagena, Fraternidad, Beneficencia, Las Tres virtudes teologales; en Tunja, Concordia de Boyacá; en Honda, Hospitalidad de Magdalena; en Panamá, La mejor unión, Gran círculo istmeño. Sobre las actividades del Gran círculo istmeño, ver de Obaldía y Arosemena (1831).

85

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 85

15/03/2017 14:14:34


Gilberto Loaiza Cano

la enseñanza de las obras de Jeremy Bentham y Destutt de Tracy, a las que les adjudicó “el origen del mal”, porque contenían muchas máximas “opuestas a la religión y a la moral”. Habiendo preferido, luego del atentado contra su vida, preparar una connivencia con la Iglesia católica para garantizar el control político, decidió de inmediato exhortar a arzobispos y obispos “para que no cesen en la predicación de la moral cristiana y de la necesidad del espíritu de paz y de concordia, para continuar en la vía del orden y de la perfección social” (Groot, 1869/1956, p. 514). Y luego, el 29 de octubre de 1829, bajo una denominación en apariencia trivial, el mismo Libertador animó la creación de una institución social y literaria en la que se reunió el personal político dirigente que lo apoyó en el restablecimiento del control político; entre ellos se destacaban los miembros de su gabinete ministerial, como José María del Castillo, Rafael Urdaneta, Estanislao Vergara y José Manuel Restrepo (Institución social, 1829). En definitiva, la derrota de una facción política se plasmaba en la prohibición de una práctica asociativa que parecía reunirla; el triunfo de la otra facción implicó el nacimiento de una nueva asociación. Sin embargo, aun en 1830, una denominada Logia Central en Bogotá pareció reunir a un grupo de liberales que se movilizaron contra un cuerpo militar venezolano; entretanto, Antonio José de Sucre moría asesinado en el sur de la Nueva Granada y Simón Bolívar se hallaba arrinconado en Cartagena (El Duende, 1830, agosto 16, p. 2). La masonería, por tanto, fue una expresión asociativa de rivalidades entre unas élites que se estaban disputando el control del Estado-nación en los primeros años de la postindependencia. Esta expresó fidelidades y rivalidades políticas y señaló la emergencia de facciones de notables que iban a comenzar a dirimir sus disputas en jornadas electorales, prácticas asociativas, creación de periódicos, conspiraciones y, por supuesto, guerras civiles. El consenso patriótico entre virtuosos ciudadanos que se creían con antecedentes heroicos que los dotaban de legitimidad, luego de la guerra contra el enemigo español, tuvo una vida corta y frágil. Luego, bien entrado el decenio de 1830, una sociabilidad exclusiva de las élites comenzó a ser relativizada y se hizo inevitable establecer los primeros nexos con sectores subalternos: entonces nacen los primeros “clubes eleccionarios” bajo las denominaciones de “sociedades católicas”, en unos, y de “sociedades democráticas”, en otros, con las que un patriciado inauguró alianzas formales con grupos de artesanos, con gentes del pueblo. Desde fines de ese decenio comenzó una larga y sinuosa historia de relaciones asociativas entre élites y pueblo, en la que hubo momentos de expansión y de descenso, momentos de entusiasmo y de decepción, y momentos de unión y de separación. La irrupción del pueblo en un mundo asociativo formal comenzaba a insinuar una nueva etapa de la vida pública neogranadina que, después de la guerra civil de Los Supremos, iba a plasmarse en la aparición de periódicos y asociaciones surgidos de grupos sociales subalternos que habían acumulado alguna experiencia en el 86

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 86

15/03/2017 14:14:34


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

naciente mundo republicano; pero eso hace parte de una nueva etapa que no ha sido nuestro propósito examinar en este artículo.

Conclusiones Primero, debe quedar claro que no podemos confundir la instauración de la soberanía del pueblo como principio de legitimidad política de un nuevo orden, con la participación concreta de gentes del pueblo en la política. El principio de la soberanía popular funcionó, primordialmente, como un discurso a favor de la representación política, de la creación y consolidación de un cuerpo político especializado en labores de representación. Segundo, la sociabilidad de corte ilustrado fue una tentativa de distinción de un personal político que se consideraba a sí mismo poseedor de aptitudes para ejercer racionalmente la conducción de la vida pública, sin la presencia inquietante y perturbadora del pueblo. Tercero, una sociabilidad ilustrada fue una manera de consolidar la separación entre una comunidad política letrada y las gentes del pueblo desposeídas de los atributos de la cultura escrita. Eso hace de este periodo analizado un tiempo de predominio de un discurso político ilustrado, basado en la supremacía de los hombres pretendidamente iluminados por la razón. Por último, a pesar de un mundo asociativo restrictivo, el pueblo terminó siendo una categoría imprescindible en la organización de la vida pública y se volvió necesario apelar a él en forma concreta, en la medida que las disputas entre facciones y partidos obligaron a ampliar la base de la agitación y participación políticas.

Referencias Fuentes primarias Azuero, V. (1822, agosto 24). Autoridad del pueblo en el sistema constitucional. La Indicación, 5, 19-20. Constitución de la Sociedad de Protección de Corozal, sancionada por su primera grande asamblea, 1º de agosto de 1840. (1840). Cartagena: Imprenta de Ruiz. Fondo Antiguo (pieza 315), Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá. Declaraciones de testigos de la Cofradía ante juzgado municipal de Jamundí. (1834). Fondo Concejo/Cabildo (tomo 53, folios 67-79), Archivo Histórico, Cali.

87

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 87

15/03/2017 14:14:34


Gilberto Loaiza Cano

Diálogo entre el ciudadano preocupado y un patriota verdadero. (1812). Cartagena: Imprenta de Diego Espinosa. Diario político de Santafé de Bogotá. (1810). El Duende [Cartagena]. (1830, agosto 16). El presbítero Doctor Botero, jefe de conspiración. (1836, marzo 6). Gaceta de la Nueva Granada, 232, 4. Groot, J. M. (1869/1956). Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada. Bogotá: Cromos. Institución social y literaria. (1829). Bogotá: Imprenta de Bruno Espinosa. Sala 2 (7397, pieza 1, 14 pp.), Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá. La Indicación [Bogotá]. (1822, diciembre 29). Obaldía, J. de y Arosemena, M. (1831). Manifiesto a la nación. Panamá. Fondo Pineda 245 (n.° 42), Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá. Observaciones sobre el gobierno representativo. (1825). Caracas: Devisme Hermanos. Fondo Pineda 166, Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá. Rendición de cuentas de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la Advocación de Iscuandé. (1832). Fondo Concejo/Cabildo (tomo 51, folios 302-312), Archivo Histórico, Cali. Sociedad profectiva instalada en Málaga el 4 de Agosto de 1836. Reglamento acordado por la misma para su régimen interior. (1837). Bogotá: Imprenta de Nicomedes Lora. Fondo Pineda 297 (pieza 26), Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá. Uribe Vargas, D. (1985). Las Constituciones de Colombia [Vol. 2]. Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica. Fuentes secundarias Arango, G. M. (1993). La mentalidad religiosa en Antioquia (prácticas y discurso, 1828-1885). Medellín: Universidad Nacional. Bastian, J.-P. (1994). Le protestantisme en Amérique latine (une approche socio-historique). Ginebra: Labor et Fides. Cortázar, R. (Comp.). (1970). Correspondencia dirigida al general Santander (Tomo 9). Bogotá: Editorial Voluntad. Loaiza, G. (2011). Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Colombia, 1811-1886. Bogotá: Universidad Externado.

88

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 88

15/03/2017 14:14:34


Los tiempos de una sociabilidad ilustrada (Nueva Granada, 1808-1839)

Nieto, M. (2007). Orden natural y orden social. Ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada. Bogotá: Universidad de Los Andes. Prado, D. F. (2008). Tensiones en la ciudad. Popayán, 1808-1822. Popayán: Universidad del Cauca. Prado, L. E. (2007). Rebeliones en la provincia. La guerra de Los Supremos en las provincias suroccidentales y nororientales neogranadinas, 1839-1842. Cali: Universidad del Valle. Serrano, S. (2008). ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-1885). Chile: Fondo de Cultura Económica. Silva Prada, N. (1998). Cruce de jurisdicciones: tensión política en los cabildos y cofradías novohispanos del último cuarto del siglo xviii. Fronteras de la historia, 3(3), 119-154. Sosa Abella, G. (2006). Representación e independencia, 1810-1816. Bogotá: icanh. Uribe de Hincapié, M. T. y López, L. M. (2006). Las palabras de la guerra. Un estudio sobre las memorias de las guerras civiles en Colombia. Medellín: La Carreta.

89

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 89

15/03/2017 14:14:34


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino. Una aproximación conceptual* Francisco A. Ortega Martínez

*

Agradezco el apoyo del Max-Planck Institut Für Europäische Rechtsgeschichte de Frankfurt durante el periodo de junio-septiembre de 2014 para concluir este ensayo.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 90

15/03/2017 14:14:34


Sociabilidades tradicionales y la novedad asociacionista En el informe oficial que Lino de Pombo redactó para el Congreso de 1835 sobre las actividades de su ministerio, el Secretario de Estado señalaba, con orgullo, que un nuevo espíritu asociacionista había comenzado a manifestarse en el país, transformándolo poco a poco, al sacarlo de la apatía y la pobreza. Según el Secretario de Estado, Este espíritu no existía entre nosotros, pero de dia en dia se forma i adelanta. Lo vemos ya trabajando en la esplotacion i beneficio del hierro, en fábricas de loza, de papel, de vidrios i cristales, en la apertura de caminos, en el fomento de la enseñanza primaria, en la cultura de las ciencias i de las letras, en la instruccion recíproca, i en otros objetos de mas ó menos importancia. (1835, pp. 50-51)

A pesar de su carácter particular, este nuevo espíritu asociativo lograba hacer coincidir el interés particular con el general, y se convertiría, de ese modo, en una acción útil y patriótica; se volvía “el alma i la fuerza impulsiva de todas las empresas”, el motor “… que [ya] hace milagros en los Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia, i en todos los paises civilizados” (Pombo, 1835, pp. 50-51). Para el caso de la Nueva Granada, el reciente fenómeno ayudaba además a solventar las dificultades de una república recien constituida, cuya legislación es todavía por necesidad imperfecta, en donde ningun ramo de la administración puede estar aun completamente sistematizado, en donde la rutina, la falta ocasional de ajentes idoneos i los restos del espíritu de partido ponen continuos embarazos á la accion ejecutiva. (Pombo, 1834, p. 3)

La acción de este nuevo “espíritu” superaba, de ese modo, los más grandes obstáculos en la constitución de la república: la ignorancia de muchos, la apatía de un sinnúmero, la oposición de suficientes; superaba incluso “los esfuerzos aislados de los ciudadanos” virtuosos que, por muy loables que fueran, resultaban “naturalmente débiles i poco productivos” (Pombo, 1834, p. 3). 91

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 91

15/03/2017 14:14:34


Francisco A. Ortega Martínez

Esta asociación de individuos aparecía, entonces, como la receta novedosa que tenía efectos casi prodigiosos: su “espíritu creador, i que por otra parte liga i relaciona á los ciudadanos unos con otros para bien de la sociedad” (Pombo, 1834, p. 3). Su naturaleza y sus efectos —su fin patriótico— contrastaban con otras formas de asociación que, en cambio, obstruían o incluso revertían los progresos a los que estaba destinada la nueva república. Algunas de estas otras asociaciones eran típicas de la vida patricia e incluso se habían convertido en objeto de crítica desde finales de siglo, cuando el programa ilustrado se perfiló más claramente entre los novatores neogranadinos. Para entender el contraste entre las asociaciones patrióticas1 y aquellas que no cumplían con los objetivos esperados, examinemos brevemente una crítica temprana a otras formas de asociación que se percibían como gravosas de la felicidad común. En el número 8 del Correo Curioso, periódico editado en 1801 por Jorge Tadeo Lozano y Luis Azuola, aparecía descrita con visible ironía una tertulia que se reunía para discutir el “Prospecto” del periódico. La tertulia estaba compuesta por un viejo: que pasa de setenta años, y parece espera vivir mucho más, según el cuidado con que procura atesorar; una muger que aunque cincuentona, quiere pasar plaza de niña de quince…; un letrado de profesión que, por medio de los títulos de la Universidad, encubre su profunda ignorancia, y una dama que si no fuera tan preciada de hermosa, parecería bonita. (1801, p. 30)

A este particular grupo se le une un petimetre, “apariencia de hombre, semejanza de muger y vilipendio de uno y otro sexo” (Correo Curioso, 1801, p. 30). Los tertuliantes se habían propuesto discutir el Prospecto del Correo Curioso que, dicho sea de paso, comenzaba con un elogio a las asociaciones —academias y sociedades— como forma privilegiada de instrucción del público2. Pero estos asociados pronto revelan su banalidad, ignorancia y egoísmo. El comentario inicial del petimetre supone un cierto, 1

2

El término ‘sociedad patriótica’ tuvo alguna acogida durante los primeros años de la crisis política monárquica (1810-1812), para designar aquellas asociaciones de carácter político que buscaron incorporar diferentes sectores a la causa republicana. El caso de las sociedades patrióticas de Caracas y Cartagena son los más notables. En este ensayo, sin embargo, uso el término ‘asociaciones patrióticas’ para designar el amplio rango de iniciativas desplegadas durante la primera mitad del siglo xix que promovieron el vínculo entre ciudadanos privados, generalmente considerados notables e ilustrados, y que invocaban un ideario en favor de la acción útil con miras al perfeccionamiento del entorno y el fortalecimiento de la institucionalidad vigente. A finales del siglo xviii la noción de ‘instrucción pública’ se refería al grado de instrucción del pueblo en general y se consideraba la primera causa de la prosperidad social. Si bien la educación es un factor importante en la instrucción pública, esta se obtiene también a través del influjo de los cafés, las sociedades ilustradas, las tertulias, la prensa, el comercio, la religión, etc. Para una aproximación conceptual, véase Roldán Vera (2014, pp. 73-75).

92

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 92

15/03/2017 14:14:34


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

aunque dudoso, interés en la aparición del primer número del periódico, auténtica novedad si consideramos que este era el primer papel público en el reino desde 1797: No cuesta más que medio real, dice el Petimetre, y desde luego será muy bien dado si insertan en su Correo la noticia de todas la modas que se inventan, por ser este el punto substancial, que se debe tratar, como que de el depende la civilidad, y brillantéz de un Estado. (1801, abril 7, p. 30)

El interés por la novedad supone una apertura al cambio —una conciencia de la temporalidad del progreso—, pero pocas líneas después, la señora cincuentona se encarga de dejar en claro el alcance de las palabras del petimetre: “las modas son el alma de la Sociedad, y la ocupación más digna de nuestro sexo; no obstante no las nombran en todas estas zaranjadas, que aquí ofrecen” (p. 30)3. Si bien es cierto que la audiencia del ministro y los lectores del Correo Curioso hacían parte de dos universos morales y conceptuales muy diferentes —después de todo mediaban entre ellos los trastornos políticos de 1810 y la posterior consolidación de la república— tanto para unos como para otros las preocupaciones de estos contertulios, los valores que inculcaban y los consensos a los que llegaban les resultaban contrarios e incluso repugnantes. La crítica compartida a la sociabilidad tradicional y la defensa del asociacionismo útil y patriótico indica una cierta continuidad entre los programas reformistas monárquicos y las primeras propuestas de institucionalización republicana. Además de estas asociaciones existían otras formas de relacionamiento tradicionales como las órdenes religiosas, las cofradías y las hermandades, entre otras prácticas de sociabilidad piadosa. Estas asociaciones rara vez fueron objeto de crítica directa por parte de los promotores de la sociabilidad ilustrada (aunque sí las hubo, en especial de parte de los liberales más radicales4), una vez que sus valores —la fe, la caridad y la piedad— son igualmente centrales en la sociedad ilustrada, aunque los objetivos terrenales de las asociaciones que Tadeo Lozano, Azuola y Lino de Pombo celebran contrastan claramente con la consagración a los valores espirituales propia de estas otras sociedades. Desde estas últimas se gesta un ideal cuyo objetivo es el bienestar y la felicidad del reino y se elabora un léxico secular que encuentra su resorte en la noción historicista de progreso. 3

4

Para un perspicaz análisis del Correo Curioso a partir de los modelos de asociación que invoca y proyecta, véase “Formas de sociabilidad y producción de nuevos ideales para vida social. A propósito del Correo Curioso” (en Silva, 2005, pp. 149-196). Véanse, por ejemplo, los discursos anticlericales, que no antireligiosos, de los jóvenes Gólgotas de la Escuela Republicana en “Un Amigo de la Ilustración” (1850). El tono exaltado encuentra un precedente memorable en las tesis anticlericales del chileno Bilbao presentadas en su ensayo Sociabilidad chilena (1844).

93

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 93

15/03/2017 14:14:34


Francisco A. Ortega Martínez

Finalmente, existe otra sociabilidad con la cual es posible establecer un contraste. Podríamos llamarla plebeya y ocurre en la plaza, el mercado, las chicherías, los galpones para los juegos y las riñas de gallos y otros lugares de encuentro popular5. Estas sociabilidades, aún poco estudiadas en el caso colombiano, con frecuencia son objeto de críticas, burlas o rechazo. Pero ellas solo se convierten en foco de urgente atención cuando sus miembros desbordan sus lugares habituales y se transforman en lo que los contemporáneos llamaban manifestaciones tumultuarias, es decir, el conjunto de prácticas colectivas populares que se consideraban atentatorias del orden público. Más que borrarlas, el interés de la dirigencia ilustrada fue controlarlas y regularlas y, por eso, aparecen muy pronto disposiciones prohibiendo asambleas populares y otras medidas contra la movilidad y la asociación popular6. Si el asociacionismo patriótico se entendía como expresión de una nueva sociabilidad, fundamento del interés general y el perfeccionamiento social, esos otros modos se percibían como promotoras de la apatía o —en el peor de los casos— de la anarquía y la disolución de los lazos sociales. No sorprende, por lo tanto, que las asociaciones patrióticas buscaran rediseñar los valores e ideales, las representaciones e imaginarios, y las prácticas y conductas existentes con miras a instalar un nuevo modelo relacional, considerado necesario para darle vida a la república. En su interior se fueron dilucidando y perfilando las diferentes lealtades e identidades políticas del siglo xix. Algunas tuvieron carácter secreto y excluyente (como las logias masónicas) y aglutinaron lo más granado de la sociedad neogranadina. Con frecuencia, la membrecía en estas asociaciones se consideraba reservada para aquellos llamados a dirigir los destinos de la nueva sociedad republicana. Otras asociaciones, en cambio, procuraron ser visibles e incluyentes (las sociedades populares o las vinculadas a los 5

6

Nótese el tono de indignación en el editorial “Juego de Gallos” del periódico de la Sociedad Democrática de Bogotá, El Labrador i el Artesano (1838, diciembre 30, p. 6). Para una descripción burlesca de las riñas de gallos, véase el cuadro de costumbres presentado por Madiedo (1868, pp. 29-34). Así, por ejemplo, la Constitución de Cundinamarca de 1811 contiene un artículo que reza “No podrán formarse corporaciones ni asociaciones contrarias al orden público; por lo mismo, ninguna junta particular de ciudadanos puede denominarse Sociedad popular” (título xiv, art. 5). Cuatro artículos después se lee “La reunión de gentes sin armas será igualmente dispersada, primero por una orden verbal, y si no bastare, por la fuerza”. La Constitución de Cartagena de junio de 1812 se presenta algo más liberal al respecto: “Pertenece a los ciudadanos el derecho de reunirse, como sea sin armas ni tumulto, con orden y moderación, para consultar sobre el bien común: no obstante, para que estas reuniones no puedan ser ocasión de mal o desorden público, sólo podrán verificarse en pasando del número de treinta individuos, con asistencia del Alcalde del barrio, o del Cura párroco, que invitados deberán prestarla” (Título 1, Art. 26). Referencias tomadas de la compilación de Uribe Vargas (1985). Estas disposiciones se retomarán en las diversas constituciones y códigos penales del siglo xix.

94

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 94

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

partidos)7. Con frecuencia estas últimas intentaron reproducirse en otros lugares, impulsaron periódicos y buscaron incidir en la opinión pública. El estudio de las sociabilidades patrióticas ha sido importante para comprender la dramática implosión del antiguo régimen y la construcción penosa de una nueva institucionalidad política y cultural durante del siglo xix —es decir, el surgimiento de un entramado de instituciones, prácticas y valores que con frecuencia designamos con el término de modernidad— 8. Si bien el asociacionismo patriótico ilustrado había empezado a existir bajo la monarquía, el tránsito a la vida republicana le da un nuevo lugar y lo convierte en un imperativo para el nuevo sistema político. Como bien señala Pombo en su mensaje al Congreso, la esperanza era que estas asociaciones se convirtieran en escenarios desde donde se elaboraran nuevas posibilidades políticas. Estudiarlas permite —en palabras de una de sus mejores intérpretes en el ámbito hispanoamericano— “dar cuenta de cómo las nuevas reglas del juego de la política son producto de la interacción social y pueden dar lugar a formas relacionales específicas que brindan […] un conjunto de recursos organizativos relacionales e identitarios para el ejercicio de la soberanía” (González Bernaldo, 2004, p. 448). Pero no es solo un interés anticuario, como diría Nietzsche, pues excavar la emergencia del asociacionismo colombiano cuestiona las narrativas teleológicas y enriquece los debates contemporáneos con una mirada de larga duración que define con mayor precisión el terreno en el cual nos movemos y los recursos que históricamente hemos construido —o hemos evitado construir— para enfrentar los retos que nos ofrece la presencia de una sociedad civil heterogénea.

La sociabilidad, categoría de análisis y campo conceptual Ahora bien, el examen del fenómeno asociacionista se ha convertido en una importante veta de investigación de la historia durante las últimas dos décadas. Con frecuencia el asociacionismo se analiza como una de las formas privilegiadas de la sociabilidad y es bajo este último rótulo que se encuentran algunos de los estudios más importantes. Aunque sus efectos se habían notado ya en los trabajos de historia social, la sociabilidad ingresa como categoría de análisis a la disciplina de la mano 7 8

Véase Loaiza Cano (2011, pp. 63-67). Aunque soy escéptico frente a la eficacia analítica de la categoría modernidad, en este caso la uso para designar el conjunto de problemas que ha caracterizado la historia política de nuestra comunidad desde su institución y que opera bajo el signo de la soberanía popular y la forma republicana. Algunos de estos problemas son, por ejemplo, el de la representación; el sujeto y el lugar de la soberanía; el lugar y la naturaleza del pueblo. En este rango de uso limitado, la modernidad no se refiere a un proceso ni a una norma, ni mucho menos a un desarrollo, ni adquiere su capacidad explicativa en contraste con la tradición u otras posibilidades de realización política y social.

95

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 95

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

de la historia política9. En efecto, al examinar la predisposición del hombre a relacionarse, las formas de esa relación, y los códigos y prácticas que se elaboran y sancionan al interior de esas relaciones, la sociabilidad ha resultado particularmente importante para comprender el signo de las transformaciones políticas, sociales y culturales de una sociedad. Sin embargo, es necesario señalar que términos como asociación y sociabilidad ya existían —como resulta evidente en los textos ya citados— durante el periodo que nos ocupa. Así pues, se hace necesario distinguir la sociabilidad en tanto categoría contemporánea de análisis social del concepto de sociabilidad que los actores del siglo xix emplearon para producir sentido y actuar10. Si la primera nos remite a un principio de las relaciones entre sujetos sociales y ha sido esclarecida por algunos de los investigadores más juiciosos del fenómeno (Agulhon, 1986, p. 18; González Bernaldo, 2001; Guerra, 1988, 2002; Loaiza, 2011), el universo intelectual y moral dentro del cual las prácticas asociativas adquirieron renovada importancia y particular significación a principios del siglo xix neogranadino apenas ha sido abordado. En este ensayo me ocuparé de identificar algunos elementos fundamentales del complejo entramado conceptual de la sociabilidad republicana temprana, lo que permitirá entender la naturaleza e ímpetu del imperativo asociacionista que caracteriza al siglo xix. Señalemos en primer lugar que el término ‘sociabilidad’ aparece como una novedad léxica en el siglo xviii11. La innovación —generalmente en boca de los ilustrados de toda la monarquía— acompaña, y parece así refrendar, el sentido de novedad que expresaba Lino de Pombo con relación a la práctica asociacionista. Es una novedad, por otra parte, intensa y emotiva, es decir, quienes invocan la sociabilidad lo hacen de manera recurrente y con altos grados de entusiasmo, como quien se halla frente a la posibilidad de realizar un logro largamente anhelado y encuentra al fin la senda para llevarlo a cabo. El ilustrado español Juan Meléndez Valdés, tertulio de la Fonda de San

9

10

11

La sociabilidad aparece en la historia política de la mano de Cochin y Agulhon inicialmente. Véanse, en especial, Cochin (1979); Agulhon (1977, 1978, 1992). Simmel (2002) y Elias (1979/1989) se convierten en referentes igualmente importantes. De otro lado, Guerra (1988) introduce la categoría en los estudios de historia política latinoamericana. González Bernaldo (2001), por su parte, ha continuado esa tradición con su notable estudio sobre el siglo xix argentino. En Colombia se destaca el trabajo pionero de Zambrano (1990), así como el más reciente de Loaiza Cano (2011). Coincido con González Bernaldo cuando señala que algunos trabajos de interpretación han generado bastante confusión al no deslindar la categoría de análisis social del concepto histórico, reproduciendo acríticamente la visión teleológica propia de las polémicas decimonónicas (2004, p. 424). Álvarez de Miranda señaló que el término apareció en el siglo xvi, pero que su desarrollo semántico es del xviii (1992, pp. 373 y ss.).

96

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 96

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

Sebastián en Madrid durante la década de 177012, definió en unos de sus más conocidos discursos la sociabilidad como este impulso del corazón ácia sus semejantes, constante, irresistible, que nace con nosotros, se anticipa á la misma razón, y nos sigue y encierra en el sepulcro, nos acercara y uniera mutuamente, no de otra suerte que los cuerpos gravitan y se atraen en el gran sistema de la naturaleza para formar concordes este todo admirable en permanente sucesión, que nos confunde y asombra por su perfeccion é inmensas relaciones. (1996, p. 260)13

En el discurso de Meléndez la sociabilidad aparece como una pulsión anterior a la razón y, sin embargo, perfectamente realizadora de su vocación y anhelo de cohesión social. La sociabilidad resulta ser, por lo tanto, una suerte de ley natural que inclina al hombre al orden social aunque es susceptible de ser perfeccionada —en las tertulias y sociedades—por la ilustración y el lazo social cortés. No sorprende, por lo tanto, que los esfuerzos reformistas encuentren en el vocablo el mantra y el norte que abren las puertas a un tiempo y una sociedad mejores. En efecto, en nombre de la sociabilidad se lleva a cabo toda suerte de críticas a la sociedad tradicional y plebeya, y las reformas se hallan con frecuencia vinculadas a la “explosión asociativa” que marca buena parte del siglo xix (González Bernaldo, 2001, p. 214). Por otra parte, las definiciones de sociabilidad aceptadas por los mismos actores del siglo xix varían muy levemente a lo largo de su historia. Así, el Diccionario de Autoridades, publicado en 1739 por la recién fundada Real Academia de la Lengua, definió sociabilidad como “El tratamiento, y correspondencia de unas personas con otras. Lat. Sociabilitas”, y esa definición, con algunas ligeras variaciones, se mantuvo hasta la edición del mismo diccionario en 1822, cuando los editores se vieron en la necesidad de aclarar que en realidad era una “Propensión, inclinación […] al trato y correspondencia”, para terminar simplificándose en la edición de 1884, cuando se aclara finalmente que sociabilidad es la “calidad de sociable”. Es, adicionalmente, una definición compartida por todos los diccionarios del periodo14. Más allá de las ligerísimas variaciones que ocurren, sorprende la estabilidad semántica de un término que —en boca de sus ideólogos— ha unido su destino a los avatares de la Para la evolución, composición y dinámica de las tertulias españolas del siglo xviii, véanse Urreiztieta (1985) y Espina (1998). 13 El discurso fue publicado en 1821 y circuló ampliamente en Hispanoamérica. 14 A guisa de ejemplo, el Diccionario enciclopédico de la lengua española, con todas las vozes, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas Españolas… (Fernández Cuesta, Ulloa y Fontán, 1855), señala que sociabilidad es la “propensión, inclinación de las personas, y aun de los animales, al trato y la comunicación con los demás” (Vol. 2, p. 1121). 12

97

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 97

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

reforma y la innovación. Apelar a textos menos esquemáticos —enciclopedias o tratados— tampoco ayuda mucho y, en cambio, hacen evidente un elemento adicional y muy curioso que parecería altamente paradójico. La definición de la sociabilidad no solo ha cambiado muy poco desde su aparición en el siglo xviii, sino que el tema de la sociabilidad del hombre —aun cuando no apareciera nombrado con ese vocablo— en realidad era un asunto recurrente en la filosofía moral y política de occidente, una elaboración que no aparece de ningún modo con las llamadas modernidades política, económica o cultural. Basta simplemente con regresar al primer capítulo de la Política de Aristóteles, texto que se convierte en el fundamento básico para la primera y segunda escolástica, para recordar que la tradición filosófica de occidente comienza con el señalamiento de que el hombre es, por naturaleza, un ser de irrevocable inclinación social. Esa misma premisa se convierte en un principio rector de la filosofía política cristiana desde los escritos de Santo Tomás de Aquino hasta Jaime Balmes, pasando por Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Francisco Suárez (Sierra Bravo, 1975). De ese modo, el reconocimiento de la sociabilidad del hombre —facultad y destino— se había convertido un tópico tan manido que aparecía en prácticamente todas las obras de filosofía política y moral del periodo. El constitucionalista cartagenero Antonio del Real, por mencionar solo un texto popular del mismo periodo en el que Lino de Pombo hacía su informe, abría su obra sobre el derecho constitucional señalando: El hombre no ha nacido para vivir solo y de hecho jamas se le encuentra aislado de todo comercio con sus semejantes. Ademas de aquellas reuniones pasageras que el instinto de la reproduccion hace necesaria á todos los animales, el hombre procura vivir constantemente unido a los de su especie, junta á ellos sus esfuerzos y se proponen en común objetos dirijidos al bienestar de todos. Su idioma y su razón mas estendidos, mas capaces de progreso que los de los demas habitantes de la tierra le dan la facultad de adquirir en este mutuo comercio de ideas un aumento de poder tal, que llega á verse en posesión del dominio del mundo en que no lo habrían colocado su fuerza física, ni su destreza si se hubiera mantenido cada cual de por sí. (1839, pp. 1-2)

Es fundamental insistir en el carácter manido de esta fórmula15. Para el mismo autor resulta tan evidente que Del Real la invoca con el fin de señalar precisamente su falta de relevancia para deducir de allí los principios constitucionales de la Nueva Granada.

15

Esa absoluta concordancia explica igualmente el escándalo que supuso las tesis de Hobbes, y en menor medida la de Rousseau, para quienes el hombre no era sociable por naturaleza sino por fuerza.

98

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 98

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

En este momento del argumento tenemos que preguntarnos en qué consiste la novedad que le resultaba tan evidente a Lino de Pombo en 1835, pero que a nosotros —en vista de unas continuidades semánticas bastante notables— nos parece opaca. Una posible forma de responder a esa inquietud sería señalar que las ideas y definiciones expuestas por estos autores constituyen un lugar precario para comprender el mundo social que habitan. La distancia entre lo que dicen estos actores y lo que ocurre a su alrededor sería tan grande que el único verdadero modo de comprender las asociaciones —y determinar si había un elemento novedoso o no— es a través de su análisis como forma social. Sin duda, ese es un camino importante —como varios excelentes estudios de sociología cultural ya lo han hecho evidente—, pero no se trata del único y ciertamente no es el que seguiré a continuación. Para el fin que me ocupa es importante insistir en la importancia de comprender el sentido de novedad que expresaban los espectadores desde su propio lugar de enunciación. Toda estructura social es fundamentalmente una vivencia, lo que quiere decir que su sentido se produce para aquellos que la viven en el acto de vivirla, en la tensión entre un conjunto de experiencias desde las cuales se instituye esa estructura y se le dota de legitimidad, y el horizonte de expectativas sobre el cual se proyecta y su propósito se hace explícito. Espacios de experiencia y horizontes de expectativa constituyen, según Reinhart Koselleck, las categorías históricas a partir de las cuales los conceptos se hacen históricamente inteligibles. Es allí, en esa tensión, donde podemos indagar la novedad de aquello que, en principio, se nos revela como mera continuidad. Para ello tendremos que regresar a los enunciados de aquellos actores y testigos que invocaron, rechazaron, vivieron o teorizaron la sociabilidad en su momento. Sin embargo, resulta categóricamente cierto que el carácter de novedad no lo vamos a captar en el orden de las ideas, ya que estas no logran dar cuenta del sentido de un enunciado. Retomemos, para aclarar este punto, la distinción que el filósofo del lenguaje John L. Austin establece entre la dimensión locutiva y la ilocutiva de todo acto de habla16. La dimensión locutiva de un enunciado se refiere al primer nivel del acto de habla por medio del cual se pronuncia la frase y se produce su significado literal. Este acto comprende los aspectos sonoros o verbales, semánticos y sintácticos necesarios de todo enunciado con significado. Es decir, las definiciones, tales y como las hemos presentado hasta ahora hacen parte del nivel locutivo. El nivel ilocutivo, por su parte, comprende todos aquellos elementos necesarios para que esa locución realice su sentido intencionado como una acción verbal socialmente válida. Es decir, hablamos de las convenciones, los códigos culturales, las situaciones comunicativas, los protocolos y las expectativas, todo aquello que hace que la acción social —decir algo— resulte mínimamente legible. Ese conjunto de elementos que comprende el nivel ilocutivo desplaza la atención del registro 16

Para la siguiente discusión, véase Austin (1982).

99

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 99

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

de las ideas al de los lenguajes políticos17. Esta aclaración nos permite entender que diversos enunciados —en este caso, aquellos que procuran definir sociabilidad a lo largo de dos siglos —pueden ser idénticos en el nivel locutivo o de las ideas— y, sin embargo, adquieren sentidos muy diversos —incluso opuestos—, al ocurrir en otras situaciones comunicativas, cumplir con otras convenciones e incluir otros interlocutores. La definición de Antonio del Real de sociabilidad puede mostrar notables continuidades con la ya clásica de Aristóteles —e incluso insistir en que meramente la repite—, pero cada una está inserta en lenguajes políticos diferentes y, por lo tanto, representa comunicaciones con sentidos y funciones sociales muy diversas. Así pues, para comprender el sentido de sociabilidad y del imperativo asociacionista durante las primeras dos décadas de la vida independiente neogranadina, no basta con examinar sus definiciones a lo largo de los siglos; tenemos que identificar las problemáticas a las que responden, así como las motivaciones que ofrecen; los usos a los que diversas comunidades los someten, así como su eficacia. Estas consideraciones nos permiten “penetrar la lógica que articula” el concepto al interior de un lenguaje político con otros conceptos similares, así “como [la forma en que] se recompone el sistema de sus relaciones recíprocas” (Palti, 2007, p. 17)18. Regresemos momentáneamente a la tesis de Aristóteles sobre la sociabilidad del hombre. Ya dimos cuenta de los contenidos semánticos. Identifiquemos ahora una estructura argumental, la cual si bien aún hace parte del nivel locutivo, explica en parte la durabilidad del topos19. Para empezar, es necesario notar que esta tiene un elemento adicional a la sencilla descripción de la naturaleza humana como ser social. Además de eso, señala Aristóteles, el ser humano solo se realiza en sociedad. De aquí se desprenden dos conclusiones. En primer lugar, el hombre sin la sociedad no es nada. No hay, en otras palabras, una naturaleza del hombre, anterior a la sociedad. Esto hace que —como él mismo señala— la polis sea una realidad primaria —el lugar natural del ser humano— y no el fruto de un supuesto acuerdo o pacto social: “Está claro que la ciudad es una de las cosas naturales y que el hombre es, por naturaleza, un animal cívico” (Aristóteles, 2004, p. 117)20. La sociedad es el único escenario para la realización del Tomo la definición de “lenguaje político” de Pocock (1987): ensamble de idiomas, retóricas, vocabularios y gramáticas especializadas consideradas como una comunidad de discurso singular aunque compleja (pp. 21-25). Palti complementa esta definición señalando que un lenguaje político se caracteriza fundamentalmente por su modo de producción (2007, p. 17). 18 Véanse Koselleck (2009, pp.  333-357); y el capítulo introductorio de Ortega Martínez y Chicangana-Bayona (2012). 19 Para un estudio que aborda la durabilidad de un topos con incidencia conceptual, véase Koselleck (1993, pp. 41-66). 20 Para una discusión sobre la sociabilidad natural del hombre en Aristóteles, ver Reeve (2009, pp. 512-525). La tradición escolástica ibérica insiste en el contrato entre el Rey y los pueblos (pactum 17

100

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 100

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

hombre; estar por fuera de la sociedad —por antipatía o por vicio— solo le es posible a quien es “bien un ser inferior o más que un hombre” (p. 117). No se trata simplemente —ni fundamentalmente incluso— de una cuestión de supervivencia, ya que es debido al vínculo social que el hombre adquiere “el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones” (p. 118). En ese sentido, no cabe duda de que “el conjunto [es] anterior a la parte” (pp. 118-119) y constituye el escenario en el cual este realiza su propia finalidad. En segundo lugar, si bien es cierto que el hombre solo se realiza moral e intelectualmente en sociedad, también es cierto que el fin de la sociedad es garantizar esa realización. En otras palabras, la sociedad existe para que el hombre realice su telos; ella no es un fin en sí misma. Al contrario, el origen, causa eficiente y finalidad de la sociedad reside en la posibilidad de realización de la naturaleza humana. Precisamente, el buen gobierno y las leyes justas son aquellas encaminadas a garantizar la consecución de ese fin. Una sociedad donde esa realización no pueda ocurrir resulta despótica, injusta. En este doble esquema quienes conducen la sociedad —sus líderes políticos— deben hacer todo lo necesario con el fin de garantizar el bien común a la vez que permiten suficiente margen para que la naturaleza humana pueda realizarse en ella. Como podemos observar, estos dos elementos nos remiten a una densa estructura teleológica que es a la vez comprensiva (en tanto dicha formulación teleológica tiene la capacidad de generar los elementos necesarios para suministrar la argumentación y la prueba) y flexible (en tanto esta admite una enorme diversidad de variaciones de sentido que, valga la pena insistir, solo se hacen evidentes en el contexto argumentativo en el que aparece). Ese esquema teleológico fue retomado de manera integral por la primera escolástica, en particular Tomás de Aquino, cuyos comentarios a la Política de Aristóteles circularon ampliamente en los siglos xv y xvi, y por la segunda, la llamada española, quien en cabeza de Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Luis de Molina, sentó las bases de la cultura política iberatlántica por casi tres siglos21. Finalmente, la fórmula es retomada por el llamado neoescolastismo, ya en el siglo xix, por autores tan influyentes como Luigi Taparelli D’Azeglio y Jaime Balmes, como respuesta católica a las transformaciones sociales e industriales y a las innovaciones conceptuales del derecho natural anglogermánico. De ahí la aparente inmutabilidad entre las nociones de sociabilidad del siglo iv antes de Cristo, del xvi

21

subjectionis) y no en el pacto social (pactum unionis), como sí lo hacen la tradición contractualista anglogermánica y, posteriormente, Rousseau. Para un examen sobre la apropiación de la sociabilidad humana aristotélica por de Aquino, véase el ya clásico libro de Gilson (1978). Para trabajos más recientes, véanse Keys (2008) y Aroney (2003).

101

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 101

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

español o del siglo xix neogranadino. Pero esa continuidad, como ya lo señalé, no quiere decir que el sentido sea el mismo. Ahora bien, desde la segunda mitad del siglo xviii esta estructura teleológica estaba siendo sometida a una profunda reelaboración a través de la notable expansión del horizonte semántico relativo al campo de lo social. Durante ese periodo el repertorio de los términos relacionados con la sociabilidad —tales como civilidad, asociación, sociable, etc.— surgen como catalizadores de sentido para los actores contemporáneos (Álvarez de Miranda, 1992, pp. 349-381)22. Notemos, por ejemplo, que para finales del siglo xviii el término ‘sociedad’ ha sumado a su sentido original —el de comunidad natural o relativo a la familia— dos acepciones que nos resultan mucho más familiares e importantes, pero que se constituían en confusas novedades en su momento: la de la política común (colectivo de seres humanos en trato o relación mutua) y el mundo de las asociaciones (las sociedades comerciales o científicas, por ejemplo) (Álvarez de Miranda, 1992, p. 356)23. Esta agregación de nuevos sentidos sugiere que el universo conceptual de la sociabilidad se había enriquecido de manera notable para finales del siglo xviii, lo que resulta fundamental para entender el carácter novedoso del asociacionismo decimonónico. En primer lugar, si bien la sociabilidad ibérica tiende a recusar la insociabilidad natural propuesta por Hobbes y Rousseau, la expansión del horizonte social fisuró de manera efectiva la conexión entre naturaleza y sociedad presente en la fórmula escolástica de la sociabilidad natural y acentuó las contingencias propias del plano social y político. A partir de ese momento se abrió una brecha entre la sociabilidad natural y los planos social y político y estos se revelaron incompletos y no complementarios. Así pues, la sociedad deja de ser el escenario acabado dentro del cual el hombre puede alcanzar la plenitud; ahora la sociedad necesita de la intervención humana para que esta pueda llevar a cabo su realización. La acción dirigida a finales del siglo xviii (mejor conocida en el mundo ibérico como patriotismo) adquiere, con el programa reformista ibérico que busca restaurar el esplendor de la monarquía, un papel protagónico. Así pues, este conjunto de esfuerzos por transformar procedimientos y estructuras administrativas, fiscales y militares descubre la sociedad (es decir, el conjunto de seres humanos en relación mutua) como perfectible y la convierte en objeto de acción, en el destinatario de los esfuerzos reformistas. Y es ese mandato reformista, igualmente, el que va a alterar profundamente el presupuesto que supone la sociabilidad natural del hombre, pues esta ya no es suficiente (después de todo los

22 23

Este punto ya había sido señalado por Elias (1979/1989) al trazar el origen del concepto civilización. El historiador Gordon (1994) identificó para este periodo el surgimiento de una franja de interacción civil en la que los sujetos no están sometidos a la acción de la soberanía.

102

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 102

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

llamados “salvajes” también poseen una sociabilidad natural); ahora hay que transformarla en una civilidad24. En segundo lugar, señalemos que las asociaciones ilustradas se conciben como los espacios apropiados de interacción, a partir de los cuales la sociabilidad natural se transforma en una nueva civilidad. El imperativo asociacionista aparece porque las asociaciones se conciben como el vehículo ideal para actuar sobre la sociabilidad natural del hombre en aras de producir una nueva sociabilidad, esta vez civil, definida por la urbanidad, la benevolencia, la ilustración útil y, también, la piedad. No es coincidencia que a partir de 1760 los términos sociabilidad y sociable designen, además del carácter social del hombre, la civilidad y urbanidad característica del siglo dieciocho (Álvarez de Miranda, 1992, p. 369; Gordon, 1994, pp. 43-85). Esta nueva civilidad adquirirá fuerza nuevamente a mediados del siglo xix, cuando experimenta una expansión prodigiosa a través del concepto de civilización. Mientras tanto, es importante resaltar que la sociabilidad aparece ahora como un atributo que debe cultivarse de acuerdo a un código de civilidad virtuosa. En otras palabras, la sociabilidad deja de designar el carácter social del hombre para designar el ideal normativo al cual se aspira; deja de ser el punto de partida del ser humano para inscribir su punto de llegada. Por eso es importante señalar que si bien es cierto que la sociabilidad —en tanto categoría de análisis histórico contemporáneo— da cuenta de las relaciones propias de una sociedad, para los actores del xviii y xix la sociabilidad —en tanto concepto sociopolítico fundamental— designa “el objetivo que [estas relaciones de sociabilidad cotidianas] deben perseguir” (González Bernaldo, 2001, p. 424). Ahora bien, esta expansión del campo semántico de lo social y la consecuente transformación de la estructura teleológica de la sociabilidad natural requieren una nueva antropología. Para finales del siglo xviii aparece en el mundo hispano una concepción que podríamos llamar, algo arbitrariamente, optimista y que está marcada por la convergencia de dos lenguajes políticos nacientes: el derecho público y la economía política. Ambos lenguajes promovieron la identificación y crítica de aquello que se encontraba estancado o corrupto e impulsaron acciones transformativas del entorno, entendidas como útiles, y dirigidas por hombres ilustrados. Aun más, esta antropología concebía la naturaleza humana como naturalmente inclinada a apropiarse de estas herramientas para su realización. En consecuencia, comienza un proceso de ensanchamiento del horizonte de expectativa que permite concebir, en el curso de la existencia histórica, la perfectibilidad social y moral del hombre como consecuencia de la acción

24

Para un desarrollo de los efectos de la ola reformista sobre los presupuestos conceptuales de la cultura política, véanse Tau Anzoátegui (2004) y Garriga Acosta (2002).

103

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 103

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

humana25. En la medida que el hombre progresaba en ese camino civilizatorio se alejaba cada vez más de su sociabilidad natural. Por otra parte, durante el mismo periodo se retoma una concepción agustina de la naturaleza del hombre que podríamos denominar pesimista. Su elaboración más sintética —incluso más programática— la hallamos en los sermones del obispo francés, Jacques Benigne Bossuet, cuyas obras circularon en el mundo hispánico en múltiples traducciones y se volvieron esenciales para el reformismo monárquico. Con un notable desagrado por la tradición escolástica, Bossuet insistió en la idea de que si bien el hombre es sociable por naturaleza esta sociabilidad no resulta de las relaciones con otros hombres, sino de la unión original con Dios. Es precisamente porque el hombre es hijo de Dios que debe amar a los demás y, señala Bossuet, “[…] debemos tener solícito cuidado los unos de los otros recíprocamente” (1743, Vol. 1, p. 153). El lazo social nació de “nuestro común Padre”, pero se rompió cuando el hombre pecó y, desde entonces, el hombre tiende a la corrupción (p. 144). Tal situación da cuenta de una aparente paradoja: “la sociedad humana, establecida con tan sagrados vínculos, esta violada por las passiones: y como dice San Agustín, no hai cosa mas sociable, que el hombre respecto de su naturaleza, ni mas intratable, y contraria a la sociedad por causa de su corrupción” (p. 164). El gobierno fuerte, según Bossuet, aparece como la condición necesaria para combatir la debilidad de los hombres que, “haviendose hecho intratatables por la violencia de sus passiones, è incompatibles por la variedad de sus humores, y condiciones diferentes, no podían mantenerse unidos, sin sujetarse todos juntos à un mismo govierno, que à todos los regulasse” (p. 175)26. Aquí la brecha entre la sociabilidad natural y la civil se revela igualmente inevitable, pues la ilustración —o perfectibilidad humana— resulta del sometimiento de la naturaleza corrupta del hombre y la construcción de una civilidad virtuosa. Esta visión del hombre puede adquirir visos particularmente estridentes, en especial durante periodos de crisis social. En 1781 un levantamiento popular estalla en la región del Socorro contra las medidas reformistas propuestas por el Visitador Regente Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres. La historia es bien conocida. El descontento lleva a cerca de 20.000 comuneros a Bogotá, quienes obligan a firmar al Arzobispo Caballero y Góngora unas capitulaciones por las cuales se revindican sus demandas a condición de una pronta y pacífica desmovilización. Sin embargo, una vez el grueso de los descontentos regresa a sus casas, las demandas comuneras son ignoradas por el Virrey Koselleck denomina ese proceso ‘temporalización’ (1997, p. 16). Según Koselleck, la aparición, a mediados del siglo xviii, de un horizonte de expectativa incapaz de encontrar respuesta en el existente espacio de experiencia, remplaza la temporalidad de la historia como magistra vitae por un tiempo progresivo en el que la razón humana se perfecciona a sí misma (p. 17). 26 Para una discusión más puntual, véase Guerra (2002, pp. 155-198). 25

104

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 104

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

Flores, quien envía el regimiento fijo de Cartagena para restaurar el orden en la región. Poco después, el capuchino Joaquín de Finestrad es comisionado por el Arzobispo para pacificar la zona comunera (Phelan, 1980). En sus sermones, Finestrad evidencia la concepción pesimista del hombre. Así, el estado general de pecado es consecuencia y síntoma de que “por lo regular [estas gentes] viven en los montes y sus honduras una vida silvestre, ociosa, incentivo propio del desenfreno de las pasiones brutales, expuestos a robos y rapiñas y otros abominables excesos […]” (Finestrad, 1789/2000, p. 227). La situación de insociabilidad —es decir, de pecado generalizado— es comparativamente extraordinaria pues “[…] en este Reino no se guarda aquella formalidad de vida sociable que se observa en la Europa” (p. 227). Reaparece con fuerza el viejo tópico del déficit civilizatorio de las Indias. En las colonias “Viven las familias dispersas por el campo sin instrucción mayor ni de religión, ni de política […] al abrigo de su libertad […]” (p. 227). Semejante estado no es solo responsabilidad de la plebe; las élites y autoridades locales han sido complacientes. Por eso, acá, en las Indias, el gobierno debe controlar con mayor fuerza, reprimir y castigar pero debe, sobre todo, reducir “a sociable comunidad todos los que viven en los montes, en sus honduras y campos” (p. 139). El capuchino continúa: fórmense nuevas poblaciones; véanse los ociosos y vagabundos; conténganse los revoltosos y atrevidos; hágase leva de malhechores y delincuentes y como miembros contagiosos, abrigados de superiores fuerzas, sean destinados al trabajo de las minas, a la apertura de los caminos, al cultivo de las tierras desiertas, al corte de las maderas preciosas, al beneficio de los aceites, y precisados a las fábricas de nuevas poblaciones; y luego se hará sensible la utilidad inventada. (p. 139)

El gobierno represor, vigilante, regulador y administrador de las relaciones sociales, hará posible un reino en el que habrá “abundancia, se conocerá la política civilidad, florecerá el comercio y se conservará sana la República de contagios tan temibles” (pp. 139-140). Muchos años después, a mediados del siglo xix, esta visión represora del gobierno volverá a ser protagonista como agente privilegiado de la civilización27. En síntesis, el concepto de sociabilidad neogranadino a comienzos del siglo xix adquiere especificidad al calor de dos concepciones del hombre. Estas dotaban de fuerza y autoridad moral los programas reformistas ibéricos durante el siglo xviii. Pero, por más que promovieran valoraciones aparentemente opuestas de la naturaleza humana, no resulta extraño encontrarlas en un mismo autor o enunciado. La expansión semántica del horizonte social las hizo necesarias a mediados del siglo xviii y se 27

Véase, por ejemplo, el ensayo “¿Qué es la civilización?”, de Ospina Pérez (1849).

105

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 105

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

mantendrán vigentes a lo largo del siglo xix. Ambas insisten ahora en el carácter incivil de la sociabilidad natural, la cual debe ser controlada o sometida por el proceso civilizatorio que permite y lleva al progreso. Las asociaciones ilustradas surgen en esa coyuntura como las modalidades privilegiadas a través de las cuales se inculca y promueve un nuevo ideario de civilidad —la civilización en el lenguaje decimonónico— por medio del cual se responde a la naturaleza incompleta de esa primera sociabilidad. De forma esquemática podríamos afirmar que la imperfecta sociabilidad natural reclama la asociación como forma privilegiada para producir una nueva sociabilidad civil o cristiana, cuyos valores se manifiestan en esa nueva civilidad ilustrada. El mandato asociacionista ilustrado surge, por lo tanto, de la mano del concepto de progreso.

Sociabilidades republicanas Saltemos de nuevo a la década en que Lino de Pombo lee su informe al Congreso, poco después de la ruptura de la república colombiana en 1830. Señalemos que si bien es posible trazar algunas continuidades entre los últimos decenios de la monarquía y la aparición de la república (fundamentalmente la cadena conceptual que lleva de la sociabilidad natural a la asociación, la civilidad, y a la sociabilidad civil), el escenario político e institucional ha cambiado radicalmente. Un nuevo escenario político —la república— ofrece nuevos retos a los actores del periodo. Es un proceso de consolidación penoso y la institucionalidad del momento resulta bastante precaria. Para la década en cuestión el país ya no vive los sueños de gloria y libertad que animaron el comienzo de la república colombiana. No obstante, el retorno de Santander, su presidencia relativamente calma, y la articulación de un grupo civilista ilustrado muy importante en torno a Vicente Azuero, Ezequiel Rojas, Lorenzo María Lleras y Pombo, generan la esperanza de una estabilidad y progreso duraderos28. Esta primera generación de líderes republicanos neogranadinos se había formado entre los dos universos conceptuales ya mencionados y enarbolaron el asociacionismo para desarrollar “la sociabilidad […] como el fundamento de la vida en común […]” (González Bernaldo, 2001, p. 424).El punto no es tanto que ellos vivieran intensa e irrevocablemente la oposición29; más cierto es que ambas antropologías se integraron, en diferentes fórmulas, para ofrecer soluciones a los nuevos retos institucionales, Desafortunadamente, el periodo corresponde a la década menos estudiada de la historiografía colombiana del siglo xix, un siglo de por sí muy poco explorado aún, sobre todo en su historia político-intelectual. Entre la escasa bibliografía del periodo, se destacan Helguera (1972), Uribe de Hincapié y Álvarez G. (1987), Uribe Urán (2000), Sanders (2004) y González (2010). 29 Aunque, sin duda, también se vivió intensamente. La llamada “Querella benthamista” fue el caso más ilustrativo de la emotividad de esos conflictos. Véanse Marquínez Argote (1983) y, sobre todo, Gómez-Müller (2002). 28

106

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 106

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

frente a una población socialmente heterogénea, analfabeta, dispersa en un territorio sin infraestructura y que vivía de una economía de subsistencia. Pero eso sí explica porque el asociacionismo hispanoamericano de las primeras décadas oscila entre un gran entusiasmo por los beneficios y una marcada cautela por los inmensos peligros del asociacionismo no tutelado. Ciertamente existe un encantamiento con las posibilidades transformativas que la asociación promete. La práctica asociativa pasa a ser impulsada por los gobiernos de turno e incluso aparece protegida por la constitución misma. En su Tratado de la ciencia constitucional (1839), Cerbelón Pinzón reserva un apartado sobre la libertad de asociación: Mientras estas asociaciones no turben el órden establecido, mientras no úsurpen alguna funcion de la autoridad, ningun principio hai en toda la ciencia que las condene. Ellas entónces serán por el contrario unas instituciones beneficas, solo temibles para el despotismo. Mas si escedieren aquellos limites, ya no serán sinó facciones, que el gobierno debe apresurarse a estirpar. (1852, p. 169)

Notemos la aparición de un elemento novedoso. Como ya señalamos, el asociacionismo decimonónico surge como expresión de la sociabilidad natural y como modo de perfeccionarla o corregirla. Tal y como ocurre en otras latitudes, la correcta modelación de esa sociabilidad a través de las asociaciones contribuye a constituir sujetos virtuosos. Pero, más allá de la utilidad ilustrada, en la formulación de Cerbelón Pinzón las asociaciones aparecen como motores de la república y garantes de sus libertades. Para entender la densidad conceptual de esta formulación vale la pena examinar un libro que aparece en París el mismo año del informe de Pombo y que pronto se convertirá en fenómeno editorial de gran repercusión en toda Hispanoamérica: La democracia en América (1835) de Alexis de Tocqueville. El texto, que llega traducido escasos dos años después, sintetizó el valor de las asociaciones para la república. Según Tocqueville, el asociacionismo en Norteamérica resulta de los esfuerzos individuales por resolver problemas comunales. Esa iniciativa individual, es decir, independiente de las acciones propias del Estado y como expresión de una autonomía profundamente individualizada en la que la responsabilidad cívica constituye un deber ser, representa —según Tocqueville— un poder mayor que cualquier “poder político”, pues ninguno “es suficiente a la gran cantidad de empresas pequeñas que los ciudadanos norteamericanos realizan todos los días con ayuda de la asociación […]” (1835/2009, Lib. i, Parte ii, Capt. 5, p. 474). Destaquemos esos dos elementos. Por una parte, la actividad constante de los individuos en función de objetivos comunes hace del asociacionismo el motor social; por otra, la independencia de la sociedad frente al Estado produce un

107

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 107

15/03/2017 14:14:35


Francisco A. Ortega Martínez

sentido de igualdad cívica, pues en ese caso la asociación solo puede ser el resultado de la acción coordinada entre pares: En los pueblos democráticos […] todos los ciudadanos son independientes y débiles; nada, casi, son por sí mismos, y ninguno de ellos puede obligar a sus semejantes a prestarle ayuda, de modo que caerían todos en la impotencia si no aprendiesen a ayudarse libremente. (p. 474)

La tendencia asociacionista, por lo tanto, emerge naturalmente en una sociedad civil emancipada del Estado a la cual, a su vez, le imprime su carácter dinámico. Y, por otra parte, se convierte en la garante de las libertades republicanas debido a que una ciudadanía activa, individualizada y celosa de sus intereses es el mejor bastión contra el despotismo. Sin embargo, en la Nueva Granada —y me atrevería a decir que en buena parte de Hispanoamérica— los contemporáneos no encontraron entre sus ciudadanos los elementos existentes para una ciudadanía virtuosa ni para una sociedad civil vigorosa. Dos alternativas aparecieron entonces como posibles a los contemporáneos: o bien transformar las condiciones sociales sin democratizar el sistema político, lo que permitiría mayor latitud a la acción de un gobierno fuerte, o aceptar que la participación ciudadana resultaba inevitable en una república y, por lo tanto, intentar producir las condiciones necesarias para la civilidad republicana dentro de los inevitables límites de un sistema republicano popular representativo. En ambos casos, pues ambas opciones fueron acogidas a lo largo de la primera mitad del siglo xix, el asociacionismo no surge como esfera diferenciada del Estado, sino como expresión de un mandato institucional; no constituye —para quienes lo observan como Pombo— la expresión de una sociedad civil vigorosa, sino un síntoma de su debilidad y de la impotencia de sus instituciones para llevar a cabo sus tareas correspondientes. Un buen ejemplo de esta situación lo constituyen las asociaciones que surgen en torno al temprano proyecto educativo republicano. Por una parte, existía la convicción generalizada de que la república exigía una nueva sociabilidad y, en consecuencia, la educación formal adquirió un papel protagónico. Es por eso que en la década de 1820 se trazan planes ambiciosos de llevar una escuela a cada pueblo del país. Sin embargo, los primeros decretos sobre educación hacen evidente la oposición de los grupos más conservadores o tradicionales, así como la insuficiencia de recursos y la falta de maestros preparados. Para subsanarlo, el Congreso Colombiano adoptó el método lancasteriano y apeló insistentemente a la iniciativa ciudadana para que asumiera esas responsabilidades. Incluso, se diseñó un artículo que buscaba “Promover en cada parroquia, el pronto establecimiento i conservación de la junta Curadora de la educación primaria, i que ella Cumpla los deberes que se

108

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 108

15/03/2017 14:14:35


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

le imponen por […] el decreto de 3 de octubre de 1826”30 (Bolívar, 1830). El mismo Lino de Pombo se refería a la importancia de las juntas o sociedades de educación en su informe al Congreso de 1835, al señalar: El establecimiento de sociedades de educacion elemental primaria en Popayán, Bogotá i Pasto, que imitarán desde luego todas las provincias, merece sobre todo una atencion particular, como que ellas multiplican los recursos para las escuelas, las crean, mejoran su sistema, i las supervijilan con escrupulosidad. (pp. 50-51)31

En efecto, a lo largo y ancho del país se organizaron juntas civiles que deliberaron sobre la forma más pertinente de implementar el plan educativo. Durante la década de los treinta se crean —entre muchas otras— la Sociedades filológica de Bogotá (1831), de Instrucción recíproca (1831), de Educación primaria (Bogotá y Popayán, 1833 y 1834, respectivamente), Amigos de la educación (Barranquilla, 1834), Profectiva (Málaga, 1836), Filotécnica (Bogotá, 1835 y 1839) (Loaiza, 2011, pp. 63-67, 322-329). Estas asociaciones con frecuencia comparten sus reflexiones, celebraciones y tribulaciones a través de impresos destinados al público general. En 1836 la Junta Curadora de la Provincia de Pamplona publica sus cavilaciones sobre el plan en la parroquia de Molagavita y anuncia con orgullo: la junta curadora de esta villa, en reunión de antier, trató con madurez los asuntos de su resorte, y en especial sobre la conclusión de un nuevo local por Lancaster, en que se trabaja activa y eficazmente, y estará concluido dentro de dos meses. (Gaceta de la Nueva Granada, 1836, septiembre 17)32

No resulta exagerado decir que el conjunto de estas publicaciones configuran un género discursivo de carácter público, que aborda la construcción de la civilidad a través de la celebración de los logros de las asociaciones y lamenta sus dificultades ante una institucionalidad precaria y un campo social entendido como apático, por no decir hostil, a sus acciones y propuestas. Sin duda, era este un género trágico-heroico. Este ejemplo —el más diciente del primer asociacionismo republicano por tratarse de uno de sus proyectos medulares— nos permite insistir en la percepción El artículo 212 del código de instrucción de 1834 mandaba que el gobierno “excitará a los gobernadores de la provincia a que promuevan en la capital y en las cabeceras de los cantones el establecimiento de sociedades de amigos del país y de especiales de instrucción primaria” (en Morales Benítez, 2000, p. 158). 31 Mis cursivas. 32 Reimpreso en López Domínguez (1990, Vol. iii, pp. 96-97). 30

109

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 109

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

compartida de buena parte de la élite ilustrada: el asociacionismo no se percibe como la conquista de la autonomía frente al gobierno, sino como un mecanismo suplementario para que este pueda llevar a cabo sus tareas institucionales. La carencia de una ciudadanía virtuosa potencia los elementos más pesimistas de las antropologías disponibles. El asociacionismo, en breve, no aparece como expresión de la individualización de sus miembros y de una ética de la responsabilidad del ciudadano ante los obstáculos sociales, es decir de una lógica social propia de la sociedad civil, sino, paradójicamente, como una modalidad privilegiada por la élite para producir un nuevo ordenamiento social de manera ordenada. Por eso, la asociación también constituyó el escenario en el que la élite se rearticuló y restableció su preeminencia social frente a otros sectores sociales. Todo este cuadro nos ofrece una representación singular, también paradójica (incluso para los propios observadores), pero no por eso menos potente y compleja del temprano asociacionismo republicano neogranadino.

El asociacionismo neogranadino y la cohesión social Recordemos, antes de cerrar este último aparte, los elementos que fundamentan la percepción de los beneficios y peligros del asociacionismo entre los dirigentes neogranadinos a mediados de la década de 1830. En primera instancia debemos señalar que el campo semántico social pasaba desde finales del siglo xviii por un extraordinario proceso de expansión, a la vez que la antigua estructura teleológica de la sociabilidad natural se revelaba incompleta. En ese contexto la práctica asociativa emerge como la forma privilegiada para producir la civilidad ilustrada y se convierte en la expresión patriótica que acompaña e incluso acomete las reformas necesarias a lo largo y ancho de la monarquía. En segundo lugar, el mandato asociacionista opera en la Nueva Granada sobre dos antropologías o concepciones del hombre: por una parte, una que ve al ser humano como agente dinámico y creativo en el mundo de los intereses comerciales y sociales y, por otra, una concepción de la naturaleza humana como corrupta e incapaz que requiere de un gobierno fuerte y una tutela constante. Más que una oposición entre unidades semánticas indisolubles, lo que tenemos es una coexistencia imprecisa de elementos de ambas antropologías en diversos autores y actores del periodo. En tercer lugar, el ideal republicano del asociacionismo —cristalizado por la lectura de Tocqueville— indicaba que la asociación es tanto producto de una sociedad civil vigorosa como motor y garante de sus libertades. Sin embargo, en la Nueva Granada la percepción generalizada de una población corrupta le asigna al ideal asociacionista nuevas tareas: construir una ciudadanía funcional; asistir al gobierno e incluso asumir algunas de las responsabilidades más onerosas en la construcción de la comunidad; y, finalmente, producir cohesión social que mantenga el orden.

110

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 110

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

Para entender el último punto vale la pena regresar al texto de Tocqueville. Para este la asociación produce cohesión social de tres maneras. En primer lugar, forma un lazo intelectual, dado que la asociación es una “adhesión pública […] a tales o cuales doctrinas, y [acarrea] el compromiso […] de contribuir […] a hacerlas prevalecer” (1835/2009, Libro i, Tomo ii, Cap. 4, pp. 206-207). En ese sentido las asociaciones tienen más poder que la prensa en el intercambio de ideas pues, “cuando una opinión es representada por una asociación, está obligada a tomar una forma más clara y precisa. Cuenta con sus partidarios y los compromete para su causa” (p. 207). De ese modo, la asociación reorganiza la heterogeneidad intelectual en una nueva unidad de intenciones coherentes: “La asociación reúne en un haz los esfuerzos de los espíritus divergentes, y los empuja con vigor hacia un solo fin claramente indicado por ella” (p. 207). Adicionalmente, las asociaciones servían para construir lazo social, pues funcionaban como “focos de acción” a través de los cuales la actividad “se vuelve mayor y su influencia más extensa. Allí, los hombres se ven, los medios de ejecución se combinan y las opiniones se desarrollan con esa fuerza y ese calor que no puede alcanzar nunca el pensamiento escrito” (p. 207). Finalmente, existe una tercera función, que es particular a las asociaciones políticas: estas producen el lazo político, pues son el medio a través del cual “los partidarios de una misma opinión pueden reunirse en colegios electorales y nombrar mandatarios para ir a representarlos a una asamblea electoral” (p. 207), función particularmente importante en las repúblicas representativas. Ahora bien, esa potente novedad conceptual presentó dos grandes retos que la dirigencia neogranadina tenía que resolver en el contexto de lo que el filósofo y pedagogo venezolano Simón Rodríguez llamó repúblicas sin pueblo (Rodríguez, 1840). En primer lugar, los promotores y detractores del asociacionismo procuraron comprender la diferencia en naturaleza y objetivos que existe entre las asociaciones que convocaban a la ciudadanía ilustrada y aquella que buscaba vincular amplios sectores sociales para construir ciudadanía. La tematización de esta diferencia —entre un asociacionismo de élite y uno popular— surgió a raíz del mandato republicano de dotar de ciudadanía a todos sus habitantes. La asociación se presentaba —ya lo señalamos— como el vehículo ideal para inculcar en sus miembros una civilidad republicana virtuosa. Sin embargo, una asociación mal compuesta podía conducir al tumulto y a la anarquía, a la instauración de una insociabilidad temeraria. Esa tensión la vivieron los protagonistas de los movimientos juntistas a comienzos de la crisis política (1810-1812), cuando algunos sectores de las élites apelan al asociacionismo incluyente para convencer a amplios sectores sociales de la justeza de la causa patriota y de movilizarlos en pos de la nueva institucionalidad.

111

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 111

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

Rápidamente buena parte de la élite patricia inculpa a estas sociedades de jacobinismo, es decir, de promover la radicalización de los sectores populares que conducía a la violencia innecesaria y a la anarquía. Tras diez años de guerra, con peligrosos desbordes populares, esa actitud cautelosa estará presente entre algunos de los más importantes republicanos de la nueva Colombia. El abogado neogranadino Vicente Azuero, editor del periódico La Indicación, expresa cautela ante la noticia de la creación de una sociedad popular en Caracas, en 1822. Esa cautela pasó a la alarma cuando en la nueva Sociedad se llegó a discutir la idea de que el pueblo era soberano. Azuero, uno de los máximos exponentes de la soberanía capacitaría, se preguntaba incrédulo: Y esta corta porción de particularidades ha de tomar la voz del pueblo, y decir que este pide, quiere, desea, aprueba ó reprueba esto ò aquello? ¿De que pueblo hablan? ¿Del auditorio que los rodea, compuesto por la mayor parte de artesanos y jornaleros, y hasta de mujeres? ¿Son estos jueces idòneos para dar su voto sobre materias de gobierno? ¿Y cuando lo fuesen, hay ley que los autorice para decidir tumultuariamente con aplausos y palmadas, y acaso sin saber à punto fijo de que se trata, cuestiones de las cuales depende tal vez la salud del estado? ... Las arengas de las reuniones no son a propósito para ilustrar y rectificar la opinion, sino mas bien para extraviarla; porque no hablan à la razon, sinó à las pasiones; foguean los ánimos y exaltan la imajinacion; pero no enseñan ni alumbran el entendimiento. (1822, p. 98)

Para Azuero, quien establecía una diferencia categórica entre asociaciones ilustradas o patrióticas y populares, las relaciones que se formaban al interior de estas últimas no constituían ni fomentaban expresiones republicanas, sino que potenciaban los impulsos apasionados, poco virtuosos o incluso salvajes de la plebe. Por eso, las asociaciones “deben contraerse à ciertos y determinados objetos y estar sujetos o reglas que protejan sus abusos” (p. 89). La ampliación asociacionista sólo se discutirá de nuevo durante la segunda mitad de la década de 1830. Con la amenaza de una invasión española ya muy lejana y una institucionalidad republicana relativamente consolidada, el ideal de expandir la ciudadanía a amplios sectores sociales vuelve a ocupar un lugar importante entre algunos sectores patricios. Lorenzo María Lleras, y el círculo civilista en torno suyo, deciden crear en 1838 un periódico que lleve los beneficios asociativos a los labradores y artesanos. Nace de ese modo la Sociedad Democrático-Republicana de artesanos y labradores de la Provincia de Bogotá y su periódico El Labrador i el Artesano. Su objetivo era “el sostenimiento de la doctrina democrática, i la instruccion política de las masas” (p. 1) al “difundir […] los conocimientos útiles de todo género, i especialmente los políticos i los morales, á fin de que puedan desempeñar i cumplir con

112

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 112

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

intelijencia i celo los derechos i deberes de los ciudadanos de esta república” (1838, septiembre 16, pp. 1 y 3). El editor aclara que si bien la asociación era popular estaba “lejos de ser este un club revolucionario” (p. 2). La convicción de Lleras y sus colaboradores era la de modelar profunda y duraderamente vastos sectores sociales, pues no era suficiente tener una constitución republicana: Todavía no son, en rigor, instituciones i leyes de un pueblo, aquellas que por efecto de entusiasmos transitorios, ó por el triunfo acaso efímero de ciertas opiniones políticas, hayan sido acordadas por las asambleas de sus próceres i, compiladas en libros; las verdaderas instituciones i leyes son las que están constantemente escritas en el pensamiento i en el corazón del pueblo, las que están confundidas con sus usos i costumbres, i aquellas, en fin, que siendo bien comprendidas i diariamente practicadas, forman en sus habitantes un hábito imperioso, i como una segunda naturaleza. (1838, diciembre 30, p. 59)

El modelo pronto es adoptado en otros lugares del país. Lleras señala que es lisonjero “que las ideas i conatos de asociaciones democráticas […] hayan tenido eco i pululados en otras províncias de la república” (1838, diciembre 2, p. 46). Para cumplir con este ambicioso objetivo, el editor propuso manifestar á los miembros de la Sociedad, i tambien a los que no lo son, cual es la regla de la conducta que deben observar, qué obstaculos se oponen á su felicidad, i cual es el giro que deben dar á su voluntad para que siempre prefieran lo verdaderamente bueno, virtuoso i útil, á lo que examinado a fondo, es malo, injusto ó perjudicial. (1838, noviembre 25, p. 42)

La sociedad ofrecía conferencias de manera regular sobre la constitución política y los “conocimientos morales que son los mas importantes” (1838, noviembre 25, p. 42), y en el periódico aparecían de manera regular artículos sobre la república, la democracia, la igualdad, la libertad, etc. El éxito asociacionista entre esos sectores intermedios resultaba notorio en todo el país. El diálogo “Los sastres”, que circuló como papel impreso en Bogotá en noviembre de 1839, patentizaba la manera en que la nueva sociabilidad popular trastornaba los órdenes sociales. La conversación —que ocurre entre varios artesanos— identifica como nueva característica de la vida social neogranadina la necesidad que todos sentían de leer los periódicos y de comentarlos en los corrillos o en el taller. En el proceso la “política —dice uno de los artesanos— [se convierte en] una enfermedad tan contagiosa como la cólera morbo”. La transformación es tal que el taller “ha convertido [al sastre y, por extensión, al artesano] en hombre de gabinete” (en Reyes Posada, 2000, p. 119). Esta politización de la sociedad resultaba profundamente

113

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 113

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

inquietante para muchos otros y al detonarse la primera gran guerra civil del país (1839-1842), que en algunos casos contó con el apoyo de sectores populares, reforzó la idea de que la sociabilidad debía ser vertical y controlada por la élite, pues la civilidad es propiedad de unos pocos33. La distinción entre sociedades patricias y populares nos remite de ese modo a una segunda frontera, igualmente problemática: la que media entre las asociaciones civiles y las políticas. Si bien es cierto que esta es una distinción tan antigua como la primera, su carácter es mucho menos axiomático y solo adquiere vigencia con la aceptación del concepto de partido como vehículo de intereses particulares legítimos en una sociedad. Es precisamente durante el periodo que nos ocupa, a finales de la década de 1830 y a lo largo de la década siguiente, cuando la idea de los partidos políticos adquiere legitimidad como representante de aquellos intereses particulares considerados lícitos. Precisamente la creación de la Sociedad Democrática de Bogotá, de la cual El Labrador i el Artesano era su órgano, ocurre en el contexto eleccionario del periodo y sus actividades contribuyen a definir la identidad del partido en oposición34. Por otra parte, no siempre resultó fácil hacer una distinción entre la acción civil y la política durante buena parte del siglo xix. Valga la pena advertir que la distinción incluso resultó confusa para los actores del momento. En 1812 un volante proclama gozoso la creación de una “Sociedad de buenos patriotas”, a la cual ve como una “institución saludable en la crisis actual de nuestros negocios” (Sociedad Patriótica). El volante además señala cómo la legislatura aprobó con entusiasmo el proyecto y había acordado prestar apoyo para la operación de la Sociedad. Pero el entusiasmo no debió ser muy generalizado, porque pronto apareció otro volante, este en forma de diálogo, en el que se controvertía la idea de crear una sociedad patriótica. “Soy patriota, temo la anarquía”, señala el autor conocido como “Ciudadano Preocupado”, quien anuncia que la sociedad patriótica es el camino más seguro para el faccionalismo y la división: “La Sociedad Patriótica es perjudicial, por que puede criticar, y desaprobar las acciones Esto se hará aun más evidente después de la proliferación de sociedades democráticas artesanales con una agenda política propia que desemboca en el golpe de estado de 1854. A partir de ese momento el discurso civilizatorio se afianzará como el modelo privilegiado para articular e integrar el pueblo a la nación. El texto obligado de referencia es Loaiza, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Para un excelente ensayo que aborda la relación entre las acciones subalternas y las reacciones de la élite del periodo, véase Uribe-Urán (2003, pp. 89-116). Véase también el ya referenciado Sanders (2004). 34 Para una genealogía del problema sobre los partidos en la coyuntura de la década de 1830 tardía, véase el ensayo de Romero (2012). Véase también el ensayo de Arroyo Chicaiza (2014, pp. 145168). Para un panorama conceptual sobre la transformación de los sentidos, véase el tomo “Partido”, coordinado por Aljovín de Losada (2014).

33

114

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 114

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

del Gobierno” (1812, pp. 1-2). Con la memoria fresca por los escándalos ocasionados en 1811 por la Sociedad Patriótica de Caracas (que admitió pardos entre sus miembros y se convirtió en foco de republicanismo jacobino35), el Ciudadano Preocupado señala que “Esta es una Sociedad política que expone el país á los horrores que experimentó Francia […]” (p. 4). Esta sociedad se pone “en público a decir á un pueblo ignorante verdades que serán muy perjudiciales, desacreditando un gobierno naciente que no está todavía bien cimentado” (p. 4). Para el Ciudadano Preocupado el problema de la sociedad patriótica radica en que aun cuando aparece con la pretensión de defender las autoridades constituidas, esta rápidamente adquiere la capacidad de influir en los procesos de legitimación política. La objeción del Ciudadano Preocupado no es muy diferente a la que presenta Tocqueville, quien distingue claramente entre el asociacionismo político y civil. Para Tocqueville la asociación política también genera graves peligros a la sociedad, los cuales resultan todavía más serios en una república, pues la “imaginación de la multitud” pone en riesgo el orden social (Lib. i, Parte ii, Cap. 4, p. 207). Sin embargo, en los Estados Unidos —señala Tocqueville— el derecho de asociación política ha resultado beneficioso; aun más, las asociaciones políticas han servido como “fuerza moral” a los grupos minoritarios para defenderse del despotismo de las mayorías en el poder. Allí no parecen contraer el carácter faccioso que adquieren en otros lugares, donde la asociación se convierte en “un arma de guerra” (p. 210). Esa experiencia le dejaba en claro a Tocqueville que en “los países donde las asociaciones son libres, las sociedades secretas son desconocidas” (p. 209). El punto de Tocqueville es sutil y por eso vale la pena elaborarlo de manera más explícita. Para este en aquellos lugares en donde las asociaciones políticas “se consideran […] el consejo legislativo y ejecutivo de la nación, que no puede por sí misma elevar la voz” (p. 211), es decir, donde se arrogan las funciones del soberano, estas resultan bélicas y amenazantes. Allí la asociación política elabora y ratifica convicciones que no son negociables y, por lo tanto, instala una lógica de la fuerza donde debería prevalecer la política36. Ese es, según Tocqueville, el caso de Europa y, en particular, de Francia. Por otra parte, aquellos lugares, como la naciente república norteamericana, donde las asociaciones sirven para “sacar fuera de sí mismos, a toda una multitud de individuos a la vez” y, una vez fuera de sus espacios domésticos, “los pone en contacto, y una vez que se encuentran y conocen, aprenden a hallarse siempre” bajo el signo del interés particular construido (Cap. 7, p. 481), allí las asociaciones compiten sin destruirse. El

Para un acercamiento a los efectos de la Sociedad Patriótica en Caracas 1811-1812, véase el ensayo de Leal Curiel (2007, pp. 231-263). Adicionalmente, véase Gómez Pernía (2008). 36 Reconocerá el lector la misma crítica que ya había hecho Azuero en sus artículos de 1822. 35

115

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 115

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

alcance de lo que Tocqueville señala no se limita al escenario político, pues él mismo se apresura a señalar la interdependencia entre la asociación civil y la política: En todos los pueblos donde se prohíbe la asociación política, la asociación civil es rara y no es probable que esto sea el resultado de un accidente, sino más bien se debe llegar a la conclusión de que existe una relación natural y quizá necesaria, entre estas dos especies de asociaciones. (Cap. 7, p. 480)

En otras palabras, la asociación política no solo resultaba útil (allí donde se asume más allá de los faccionalismos intransigentes), sino que hacía posible la asociación civil. En suma, las asociaciones políticas son “grandes escuelas gratuitas, donde todos los ciudadanos aprenden la teoría general de las asociaciones” (Cap. 7, p. 481). Una vez más vale la pena contrastar la descripción de Tocqueville con el sentir de las dirigencias neogranadinas. Poco después de la creación de la Sociedad Democrática de Bogotá se desata la “Guerra de los supremos” (1839-1842), el primer conflicto nacional desde las guerras de la independencia y uno de los más devastadores del siglo xix. La guerra tuvo como causa inicial una disputa nimia en torno a los privilegios eclesiásticos de los conventos menores, pero esta adquirió fuerza y legitimidad a través del alindamiento producido al calor de las nacientes disputas partidistas y pronto dio paso a la iniciativa de los caudillos, quienes movilizaron grupos populares, en especial a artesanos, indígenas y esclavos, contra el régimen centralista. En el nadir del conflicto el país estuvo a punto de fragmentarse37. Los lectores neogranadinos de Tocqueville no encontraban en ese entonces razones para el optimismo. Leopoldo Borda, abogado neogranadino cercano al grupo de Lleras, produce en el exilio una traducción de La democracia en América, en 1842, y señala en el prólogo que las condiciones que dieron pie a la democracia en los Estados Unidos no están presentes en la América hispana. La experiencia le había demostrado que la participación popular en política desembocaba en fanatismos, faccionalismos y anarquía generalizada. “Lo único que hasta hoi ha podido descubrirse […] es que los gobiernos que sin separarse abiertamente de las leyes han sido bastante fuertes y enérgicos para prevenir ó para sofocar los trastornos, son los que han logrado sostenerse. A esto se reduce la ciencia política, y todo lo demás es precario e incierto” (Borda, 1842, p. xii). En sus lacónicas palabras reconocemos la concepción pesimista del hombre corrupto y del gobierno fuerte, presente desde el comienzo del asociacionismo neogranadino.

37

Para una interpretación histórica de la Guerra de los Supremos, véase Prado Arellano (2007), y el más reciente, González (2010).

116

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 116

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

El pesimismo de Borda —generalizado entre sus contemporáneos— da cuenta de la incapacidad de la dirigencia republicana para resolver la tensión entre las experiencias que nutren el concepto asociativo y las expectativas que genera entre los diferentes grupos sociales del periodo. Será esta una tensión que atraviese todo el siglo xix —y que incluso está aún presente—, que si bien marca la inclusión de importantes sectores poblacionales a la vida política del país, lo hace con frecuencia de manera nominal a través de un ideario republicano antidemocrático que yuxtapone la élite moral e ilustrada al pueblo fanático y semisalvaje, y apela a la represión como recurso legítimo de autoridad. Ese ideario político que se gesta en esa década de 1840 contribuirá posteriormente a lo que un cronista del país llamará una “política egoísta e incivil [que] ha matado, de años atrás, la sociedad entre nosotros […]” (Pombo, 1895/2006, p. 340).

Conclusión En primer lugar, la novedad asociacionista del siglo xix —la pregunta inicial de este ensayo— únicamente se hace comprensible cuando se examina la cadena conceptual que surge a finales del siglo xviii, aunque solo adquiere vigencia en la Nueva Granada a principios del siglo xix. Esa cadena parte del tópico común y milenario de la sociabilidad natural para entenderla ahora como una naturaleza inacabada que necesita ser perfeccionada o corregida a través de unas prácticas modeladoras. Esas prácticas modeladoras inculcan unos valores —la civilidad— que buscan operar sobre la sociabilidad primitiva para transformarla en una sociabilidad civil o política. En segundo lugar, el fenómeno asociacionista adquiere un ímpetu notable en el antiguo virreinato de la Nueva Granada con la crisis política de 1810 y la adopción de la república pocos años después. Por una parte, la asociación retoma la noción clásica de la vida activa republicana y le ofrece un escenario propicio para su escenificación; por otro, se convierte en vehículo ideal por medio del cual la institucionalidad propicia y prepara la civilidad necesaria para la ciudadanía virtuosa. Dos directrices organizan este ímpetu y se tranzan en una tensión constante. Por una parte, el principio que la república se distingue por la participación activa del ciudadano, la cual es necesaria para salvaguardar su régimen de libertad; por otra, el mandato que el verdadero sentido de la ciudadanía significa —ante todo— obediencia a las leyes. El nudo político constituye una de las aporías fundamentales del siglo xix colombiano. En tercer lugar, el asociacionismo surge y adquiere legitimidad —a diferencia de lo que explica Tocqueville y buena parte de la teoría social contemporánea— debido a la precariedad institucional y como extensión de las tareas de gobierno. No es el resultado, por lo tanto, de una autonomía de la interacción civil frente a las esferas del poder político, sino que funciona como una extensión de la institucionalidad.

117

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 117

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

El asociacionismo, en breve, no aparece como expresión de una lógica social propia, cada vez más autónoma, emancipada y producto de la individualización de sus miembros. Sino, paradójicamente, como una modalidad privilegiada por la élite para producir esa autonomía, emancipación e individualización de manera dirigida. Cuarto, el asociacionismo neogranadino privilegia de esa manera el carácter benéfico de las asociaciones civiles en contraste con un gran escepticismo y eventual rechazo generalizado contra el político. Igualmente si bien la república presuponía la participación activa de todos los ciudadanos, el modelo asociacionista —entre ellos los partidos políticos— seguirán el modelo de inclusión vertical y dirigido. De manera similar las élites —conservadoras y liberales— rechazan la autonomía del asociacionismo popular y terminan acusándolo de llevar a la violencia y la anarquía. A partir de la segunda mitad del siglo xix, el pueblo será incorporado a la vida asociativa de manera controlada a través de sociedades religiosas, de ilustración o beneficencia. Finalmente y en relación estrecha con esta retirada de la vida asociativa, la cadena conceptual de la sociabilidad decimonónica se somete cada vez más decididamente sobre la estructura teleológica de la formulación original. Esta estructura teleológica re-dinamiza el sentido de la sociabilidad anclándolo de manera cada vez más decisiva en el concepto de civilización. Este último concepto se posiciona como eje central de la cultura política local a partir de este momento.

Referencias Fuentes primarias Aristóteles. (2004). Política [C. García Gual y A. Pérez Jiménez (Trads.)]. Madrid: Tecnos. Azuero, V. (1822, diciembre 28). Sociedades populares. La Indicación [Bogotá], 23. Bilbao, F. (1844, junio 1). Sociabilidad chilena. El Crepúsculo. Periódico literario y científico [Santiago de Chile], 2(2), 52-90. Bolívar, S. (1830, junio 13). Decreto adicional al Plan de Estudios. Gaceta de Colombia, 469. Borda, L. (1842). El traductor. En De la democracia en América (pp. vii-xiv). París: Librería de Vicente Salvá.

118

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 118

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

Bossuet, J. B. (1743). Política deducida de las propias palabras de la Sagrada Escritura al sereníssimo Señor Delfín. Obra póstuma [Politique tirée des propres paroles de l’Ecriture Sainte] [M. J. Fernández (Trad.)]. Madrid: Antonio Marín. Ciudadano Preocupado. (1812). Diálogo entre el Ciudadano Preocupado e un Patriota Verdadero. Cartagena de Indias: En la Imprenta del C. Diego Espinosa. Correo Curioso, Erudito, Económico, y Mercantil de la Ciudad de Santafé de Bogotá. (1801, abril 7). El Labrador i el Artesano. (1838). Fernández Cuesta, N., Ulloa, A. y Fontán, D. (1855). Diccionario enciclopédico de la lengua española, con todas las vozes, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas Españolas, en el lenguaje antiguo y moderno: las de ciencias, artes y oficios: las notables de historia, biografía, mitología y geografía universal, y todas las particularidades de las provincias españolas y americanas [2 vols.] Madrid: Imprenta y Librería de Gaspar y Roig. Finestrad, J. de. (1789/2000). Vasallo instruido en el estado del Nuevo Reino de Granada y en sus respectivas obligaciones [M. González (Ed.)]. Santafé de Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Gaceta de la Nueva Granada. (1836, septiembre 17). Madiedo, M. M. (1868). Nuestro siglo xix . Cuadros nacionales. Bogotá: Imprenta de Nicolás Pontó. Ospina Pérez, M. (1849, agosto 9). ¿Qué es la civilización? La Civilización [Bogotá]. Pinzón, C. (1839/1852). Tratado de Ciencia constitucional [2.a edición revisada]. Bogotá: Imprenta del Neo-Granadino. Pombo, L. de. (1834). Exposición del Secretario de Estado, en el Despacho del Interior y Relaciones esteriores del Gobierno de la Nueva Granada al Congreso Constitucional del año de 1834, sobre los negocios de su departamento. Bogotá: Imprenta de B. Espinosa. Pombo, L. de. (1835). Exposición del Secretario de Estado, en el Despacho del Interior y Relaciones esteriores del Gobierno de la Nueva Granada al Congreso Constitucional del año de 1835, sobre los negocios de su departamento. Bogotá: Imprenta de Nicomedes Lara. Pombo, R. (1895/2006). Prólogo. En Reminiscencias de Santafé y Bogotá [Tomos 3 y 4]. Bogotá: Fundación Editorial Epígrafe. Real, A. del. (1839). Elementos de derecho constitucional seguidos de un examen crítico de la Constitución Neo-Granadina. Cartagena: Imprenta de Eduardo Hernández.

119

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 119

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

Real Academia de la Lengua. (1739). Diccionario de Autoridades. Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Lengua. Recuperado de http://web.frl.es/da.html Real Academia de la Lengua. (1822). Diccionario de la Real Academia. Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Lengua. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/obra/diccionario-de-la-lengua-castellana--0/ Real Academia de la Lengua. (1844). Diccionario de la Real Academia. Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Lengua. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/obra/diccionario-de-la-lengua-castellana--2/ Rodríguez, S. (1840). Luces y virtudes sociales. Valparaíso: Imprenta del Mercurio, 1840. En O. Rodríguez Ortiz (Ed.), Sociedades americanas. (1990). Caracas: Biblioteca de Ayacucho. Sociedad Patriótica. Virtus unita fortior. (1812). Cartagena: En la Imprenta del Gobierno. Por el C. Manuel González. Tocqueville, A. de. (1835/2009). La democracia en América [L. R. Cuéllar (Trad.)]. Mexico: Fondo de Cultura Económica. Un Amigo de la Ilustración. (1850). Una sesión solemne de la Escuela Republicana de Bogotá. Bogotá: Imprenta del Neogranadino. Uribe Vargas, D. (1985). Las constituciones de Colombia [2a. edición ampliada y actualizada] [3 Vols.]. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica. Fuentes secundarias Agulhon, M. (1977). Le cercle dans la France bourgeoise, 1810-1848. Etude d’une mutation de sociabilité. París: Armand Colin. Agulhon, M. (1978). Vers une historie des associations. Esprit, 18, 13-18. Agulhon, M. (1986). La sociabilité est-elle objet d’histoire. En E. François (Ed.), Sociabilité et société bourgeoise en France, en Allemagne et en Suisse, 1750-1850 (pp. 13-22). París: Ed. Recherche sur les Civilisations. Agulhon, M. (1992). La sociabilidad como categoría histórica. En Formas de sociabilidad en Chile 1840-1940. Santiago de Chile: Fundación Mario Góngora. Aljovín de Losada, C. (Coord.). (2014). Partido. En J. Fernández de Sebastián (Dir.), Diccionario político y social del mundo iberoamericano (Vol. 7). Madrid: Universidad del País Vasco - Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

120

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 120

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

Álvarez de Miranda, P. (1992). Palabras e ideas: el léxico de la ilustración temprana en España (1680-1760) [Edición de Anejo del Boletín de la Real Academia Española, 51]. Madrid: Real Academia Española. Aroney, N. (2003). Subsidiarity, Federalism and the Best Constitution: Thomas Aquinas on City, Province and Empire. En R. O. Brooks y J. B. Murphy (Eds.), Aquinas and Modern Law (pp. 420-486). Burlington, Vt: Ashgate.  Arroyo Chicaiza, C. V. (2014). Sociabilidades en los inicios de la vida republicana. Nueva Granada 1820-1839. Historia Crítica, 54, 145-168. Austin, J. L. (1982). Cómo hacer cosas con palabras [G. Carrió y E. A. Rabossi (Trads.)]. Barcelona: Paidós. Cochin, A. (1979). L’Esprit du jacobinisme. París: puf. Elias, N. (1979/1989). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. México: Fondo de Cultura Económica. Espina, A. (1998). Las tertulias de Madrid. Madrid: Alianza Editorial. Garriga Acosta, C. (2002). Los límites del refromismo borbónico: a propósito de la administración pública en las Indias hispánicas. En Actas del xvi Congreso Internacional de Derecho Indiano. Cuenca: Universidad de Castilla - La Mancha. Gilson, E. H. (1978). El Tomismo. Introducción a la filosofía de Santo Tomás de Aquino [F. Múgica (Trad.)]. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra. Gómez-Müller, A. (2002). El primer debate sobre Bentham en la Nueva Granada (1835-1836): el valor y el sentido de lo humano. En R. Sierra Mejía (Ed.), Miguel Antonio Caro y la cultura de su época (pp. 57-90). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Gómez Pernia, A. E. (2008). La Revolución de Caracas desde abajo. Impensando la primera independencia de Venezuela desde la perspectiva de los Libres de Color, y de las pugnas político-bélicas que se dieran en torno a su acceso a la ciudadanía, 1793-1815. Nuevo Mundo - Nuevos Mundos, 8. Recuperado de: https:// nuevomundo.revues.org/32982/ González Bernaldo, P. (2001). Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. González Bernaldo, P. (2004). La ‘sociabilidad’ y la historia política. En E. Pani y A. Salmerón (Eds.), Conceptualizar lo que se ve. François-Xavier Guerra historiador, homenaje. México D.F.: Instituto Mora.

121

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 121

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

González, F. (2010). La guerra de los supremos (1839-1841) y los orígenes del bipartidismo. Boletín de Historia y Antiguedades, 97(848), 5-63. Gordon, D. (1994). Citizens without Sovereignty: Equality and Sociability in French Thought, 1670-1789. Princeton: Princeton University Press. Guerra, F.-X. (1988). Lugares, formas y ritmos de la política moderna. Boletín de la Academia Nacional de la Historia, xxxi (284), 2-18. Guerra, F.-X. (2002). Políticas sacadas de las Sagradas Escrituras. La referencia a la Biblia en el debate político, siglos xvi-xix. En M. Quijada y J. Bustamante (Eds.), Élites intelectuales y modelos colectivos. Iberoamérica, siglos xvi-xix (pp. 155198). Madrid: csic. Helguera, L. (1972). Ensayo sobre el General Mosquera y los años 1827 a 1842 en la historia neogranadina. En L. Heguera y R. H. Davis (Eds.), Archivo epistolar del General Mosquera. Bogotá: Editorial Kelly. Keys, M. M. (2008). Aquinas, Aristotle, and the Promise of the Common Good. Cambridge: Cambridge University Press. Koselleck, R. (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós. Koselleck, R. (1997). The Temporalisation of Concepts. Finnish Yearbook of Political Thought, 1, 16-24. Koselleck, R. (2009). Introducción al Diccionario histórico de conceptos político-sociales básicos en lengua alemana. Revista Anthropos, 23, 92-105. Leal Curiel, C. (2007). Tensiones republicanas: de patriotas, aristócratas y demócratas: la Sociedad Patriótica de Caracas. En G. Palacios (Ed.), Ensayo sobre la nueva historia política de América Latina, siglo xix (pp. 231-263). México: El Colegio de México. Loaiza Cano, G. (2011). Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación: Colombia, 1820-1886. Bogotá: Universidad Externado. López Domínguez, L. H. (1990). Obra educativa de Santander [3 Vols.]. Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander. Marquínez Argote, G. (Ed.). (1983). Benthamismo y antibenthamismo en Colombia. Bogotá: El Búho. Meléndez Valdés, J. (1996). Obras comlpletas [3 Vols.]. Madrid: Fundación José Antonio de Castro. Morales Benítez, O. (2000). Historia de la Universidad del Quindío. Armenia: La Universidad.

122

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 122

15/03/2017 14:14:36


Sociabilidad, asociacionismo y civilidad en la primera mitad del siglo xix neogranadino

Ortega Martínez, F. A. y Chicangana-Bayona, Y. A. (Eds.). (2012). Conceptos fundamentales de la cultura política de la Independencia. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Palti, E. J. (2007). El tiempo de la política. El siglo xix reconsiderado. Buenos Aires: Siglo xxi Editores. Phelan, J. L. (1978/1980). El pueblo y el rey. La revolución comunera en Colombia, 1781 [H. Valencia-Goelkel (Trad.)]. Bogotá: Carlos Valencia Editores. Pocock, J. (1987). The Concept of a Language and the métier d’historien: Some Considerations on Practice. En A. Pagden (Ed.), The Languages of Political Theory in Early-modern Europe (pp. 19-38). Cambridge: Cambridge University Press. Prado Arellano, L. E. (2007). Rebeliones en la provincia: la guerra de los supremos en las provincias suroccidentales y nororientales granadinas 1839-1842. Santiago de Cali: Universidad del Valle. Reeve, C.D.C. (2009). The Naturalness of the Polis in Aristotle. En G. Anagnostopoulos (Ed.), A Companion to Aristotle (pp. 512-525). Malden: Blackwell Publishing. Reyes Posada, C. J. (Ed.). (2000). Teatro colombiano del siglo xix. Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia. Roldán Vera, E. (2014). Instrucción pública, educación pública y escuela pública: tres conceptos clave en los orígenes de la nación mexicana, 1780-1833. En A. Martínez Boom y J. Bustamante Vismara (Eds.), Escuela pública y maestro en América Latina. Historias de un acontecimiento, siglos xviii y xix. Buenos Aires: Prometeo. Romero Leal, Z. R. (2012). Ministeriales y oposicionistas. La opinión pública entre la unanimidad y el ‘espíritu de partido’. Nueva Granada, 1837-1839. En F. A. Ortega y A. Chaparro (Eds.), Disfraz y pluma de todos: opinión pública y cultura política, siglos xviii y xix (pp. 293-326). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Sanders, J. (2004). Contentious Republicans: Popular Politics, Race, and Class in Nineteenth-Century Colombia. Durham: Duke University Press. Sierra Bravo, R. (1975). El pensamiento social y económico de la escolástica [2 Vols.]. Madrid: csic - Instituto de Sociología Balmes. Silva, R. (2005). La Ilustración en el Virreinato de la Nueva Granada. Medellín: La Carreta Editores. Simmel, G. (2002). La sociabilidad (orig. 1910). En D. N. Levine (Ed.), Sobre la individualidad y las formas sociales (pp. 194-208). Buenos Aires: Universidad de Quilmes.

123

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 123

15/03/2017 14:14:36


Francisco A. Ortega Martínez

Tau Anzoátegui, V. (2004). Las reformas borbónicas y la creación de los nuevos virreinatos. En F. Barrios (Ed.), El gobierno de un mundo. Virreinatos y Audiencias en la América Hispánica (pp. 431-446). Cuenca: Ed. de la Universidad de Castilla - La Mancha. Uribe de Hincapié, M. T. y Álvarez G., J. M. (1987). Poderes y regiones: problemas en la Constitución de la Nación colombiana. 1810-1850. Medellín: Universidad de Antioquia. Uribe Urán, V. M. (2000). Honorable Lives. Lawyers, Family, and Politics in Colombia, 1780-1850. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press. Uribe Urán, V. M. (2003). Sociabilidad política popular, abogados, guerra y bandidismo en Nueva Granada, 1830-1850: respuestas subalternas y reacciones elitistas. Historia y sociedad, 9, 89-116. Urreiztieta, J. L. (1985). Las tertulias de rebotica en España (siglo xviii-siglo xx). Madrid: Ediciones Alonso. Zambrano, F. (1990). Las sociabilidades modernas en la Nueva Granada, 18201848. Cahiers des Amériques Latines, 10, 197-203.

124

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 124

15/03/2017 14:14:36


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 125

15/03/2017 14:14:36


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix* José Alves de Freitas Neto

*

Traducción: Mayxué Ospina Posse.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 126

15/03/2017 14:14:36


La imagen de una Argentina dividida surgió entre las élites ilustradas liberales del siglo xix como una metáfora recurrente del lenguaje político de ese país, y confirió desde entonces un significado particular a su historia. Pasados doscientos años desde el inicio del proceso de independencia, la polarización y las divisiones políticas continúan funcionando en una lógica dicotómica. Este mecanismo, que se originó en las disputas de la Generación de 1837 en relación con los gobiernos de Rosas (1829-1852), ha sido reiterado y reinterpretado por sucesivos grupos que han marcado la cultura política argentina1. La representación de las “dos Argentinas” ha sobrevivido al tiempo, ocultando las tensiones que atraviesan a los diferentes grupos en disputa. Entre todos los juegos dicotómicos, la polaridad más intensa sigue siendo la de civilización y barbarie, sistematizada en la obra de Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, de 18452. Reconociendo el juego dual y sus especificidades, es necesario hacer una advertencia previa: identificar la dualidad discursiva en su historicidad, no es lo mismo 1

2

A propósito, véase la obra de Svampa (1994): “La imagen ‘Civilización y Barbarie’ tuvo un primer empleo en Argentina al sintetizar el principio de legitimación política del liberalismo triunfante y una estrategia de lucha para llegar al poder. ‘Civilización o Barbarie’ fue desde el principio una imagen polisémica; su eficacia simbólica se hallaba relacionada con la capacidad de abarcar y enlazar distintas problemáticas y registros como lenguajes diferentes. Se insertó [...] en el dispositivo simbólico de la construcción liberal, dentro de un proyecto general de modernización. Dicha imagen expresaba cabalmente las dos dimensiones del proyecto civilizatorio: la exclusionista y la integradora” (p. 290). Estos discursos están insertos en el debate sobre las identidades, en un juego de imagen y contra-imagen, como lo describió el crítico uruguayo Aínsa (1986): “En las parejas antinómicas que se enumeran a continuación, las connotaciones positivas y negativas se muestran cruzadas según los puntos de vista estéticos, ideológicos o políticos en juego. Más que una línea que separe tajantemente las dos columnas que presentamos, la ambigüedad y la oscilación de las fronteras nos permiten hablar de una interacción dialéctica entre unas y otras conceptualizaciones, según los períodos y según los países. Aunque la opción bipolar —positiva y negativa— debe ser rechazada desde un punto de vista crítico contemporáneo, no puede omitirse en la perspectiva histórica, tantas polémicas y tanta violencia se han desencadenado en su nombre” (p. 71).

127

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 127

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

que reiterarla como elemento explicativo; se trata, más bien, de comprenderla como un aspecto funcional para los grupos en disputa. Tampoco se trata de hacer una historia esencializada de los conceptos, aunque resulte necesario comprender sus matrices históricas y la especificidad de su formato discursivo. La tarea consiste, entonces, en abordar las tramas políticas de la Argentina de la primera mitad del siglo xix, a partir de lo que forma e informa, de lo que revela y de lo que está encubierto. Esta investigación partió de dos cuestiones centrales: saber cómo abordar críticamente un mito continuamente reiterado e indagar cómo se engendró este discurso. Estas preguntas me llevaron a una construcción anterior a la obra de Sarmiento y su seminal argumento de la civilización y la barbarie. Un discurso anterior y más inestable que la consagrada dualidad: el vacío, perspectiva desde la que abordo aquí las cuestiones planteadas. El vacío, en ocasiones presentado como discurso sobre la naturaleza física, otras veces como una cuestión cultural, está registrado en los textos de los miembros de la Generación de 1837, como Esteban Echeverría (1805-1851), y en el periódico La Moda (1837-1838), uno de cuyos editores era Juan Bautista Alberdi (1810-1884). Echeverría y La Moda constituyen, entonces, las fuentes de esta investigación. Este asunto, por supuesto, ha recibido ya la atención de la historiografía desde diferentes enfoques. La obra clásica de Halperin Donghi (1980) y la más reciente publicación de Fermín Rodríguez (2010), trabajos en claves complementarias en cuanto al enfoque empleado y a la temporalidad que abordan, son dos ejemplos significativos. El tema del vacío no surge como algo aleatorio; se encuentra, de hecho, presupuesto en otros temas, como un faro que nos ayuda a iluminar otros aspectos del consolidado debate entre civilización y barbarie. Este elemento nos permite repensar la pregunta inicial desde una mirada que se aleja de la teleología nacionalista, y nos revela el esfuerzo de construcción de una nación a partir de los grupos existentes, o de aquellos que para entonces carecieran de reconocimiento en la vida pública, como las mujeres y los jóvenes3. 3

La dimensión territorial fue objeto de estudios como el de Scheines (1993), quien teoriza sobre la cuestión del vacío y del caos: “Nos aterra el caos tanto como el vacío, y la historia puede entenderse como un esfuerzo de milenios por conjurar esos dos miedos originales que en rigor son uno solo. Caos [...] significa espacio vacío. [...] Vacío, caos, tinieblas, abismo: el hombre no puede habitar el vacío ni el caos, se pierde en las tinieblas, se abisma, se disgrega en la nada. Fundar un orden sobre el caos-vacío es lo que salva. Solo desde el orden, habitándolo, patria humana fabricada por el hombre para el hombre, que lo protege de las tinieblas y el abismo, puede ejercer la libertad, hacer, crear, tener historia. [...] Volviendo al tema de América, este continente representó ya para los europeos del siglo xvi el desafío y la atracción del vacío, espacio puro, un nada que, por ser precisamente eso, nada, podía convertirse en todo. Sólo en el ámbito virgen y esperante de América la utopía podía imaginarse como realidad futura. El trecho entre lo vacío y lo lleno o entre caos y el orden se recorre haciendo” (pp. 99-100).

128

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 128

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

La habilidad de los constructores de este discurso se entiende mejor si se lee como un campo de batalla, en el que los protagonistas de la Generación de 1837 indicaron la ausencia de un pasado digno de ser incorporado a su tradición y apostaron por un futuro proyectado a partir de los puntos críticos del presente. Desde esta perspectiva, el vacío aparece ubicado en el espacio urbano, en la ciudad de Buenos Aires, y en la crisis política latente entre los responsables del proyecto liberal en curso y la resistencia de prácticas arraigadas entre los porteños. Aun cuando el campo (la pampa) haya sido identificado como metáfora y sinónimo del desierto, en las fuentes aquí analizadas la tensión se encuentra en la ciudad de Buenos Aires.

Más allá del debate sobre la civilización: la presencia del vacío en Echeverría En el origen del actual Estado político argentino, el debate entre políticos, eruditos y escritores tuvo una función pedagógica sumamente relevante en el establecimiento de estereotipos y dicotomías, así como en el esbozo de los espacios de cada grupo étnico, social y político en las luchas internas del país. Este aspecto particular de una literatura de fundación se relaciona históricamente con una proyección específica propia de los escritores del siglo xix. Sus valores políticos, morales y estéticos saltaron de las páginas y habitan imaginarios sobre el origen de la patria. A partir de sus discursos, es posible rastrear los conflictos experimentados en las primeras décadas del siglo xix. En el caso de Esteban Echeverría, dos textos son merecedores de especial atención: el cuento El matadero, escrito en 1838 y publicado en 1871, y el poema La Cautiva, de 1838. Esteban Echeverría nació en Buenos Aires, en 1805. De su juventud se dice que fue rebelde. Entre 1827 y 1830 vivió en París, donde conoció el movimiento romántico europeo que influenciaría en su producción. De regreso a Buenos Aires inició su carrera literaria y participó de las reuniones políticas y literarias promovidas por el librero Marcos Sastre. Se sabe que en estos encuentros, ocurridos en 1837, eran discutidos, entre otros, autores como Víctor Hugo, Cousin y Byron. La vida del Salón Literario fue corta debido a la persecución rosista. En 1838, buscando preservar los ideales del grupo, los jóvenes escritores crearon, bajo el liderazgo de Echeverría, la Asociación de la Joven Generación Argentina, también llamada Joven Argentina y más tarde rebautizada con el nombre de Asociación de Mayo. El cambio de nombre, una clara alusión a los acontecimientos de mayo de 1810 que desencadenaron la lucha por la independencia, es significativo. Según el crítico Alberto Palcos, Echeverría actualiza el pensamiento de mayo de 1810 en un momento en que comenzaba a ser olvidado. La Asociación de Mayo recuperaría el principio de la argentinidad, a poco más de dos décadas del inicio del proceso de independencia (Palcos, 1941, p. 61). En esta interpretación, el camino de los que lucharon contra

129

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 129

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

la dominación de la Corona española, poniendo fin a la condición colonial, había sido interrumpido por la tiranía de Juan Manuel de Rosas. La linealidad histórica y la filiación a los próceres de la nación constituían las demandas de la Asociación de Mayo. Así como los combatientes de 1810 habían sido vencedores, la nueva generación apostaba por el éxito, no obstante sus armas fueran de naturaleza diferente. Si la generación de 1810, la más gloriosa y valiente, había vencido con la espada, la nueva generación, expresión de la fase adulta de la patria, lucharía con las armas de la razón (Palcos, 1941, p. 61). Los temas locales surgen en el repertorio de los literatos de la Generación del 37, como una realidad que debe ser disecada y posteriormente alterada. El deseo de ruptura con el pasado y el legado hispánico, aparece registrado como el paso inicial en la construcción de un nuevo país. Es esta la singularidad de los autores argentinos: la tradición hizo que se mirara el paisaje rural, las pampas, como si se tratara de un espacio que debía ser ocupado, como puede verse en los estudios de Ara (1966), Martin (2004), Shumway (2005, pp. 131, 145) y Fernández Bravo (1994, p. 42). Esta área, también llamada desierto, fue vista como una dádiva para que los hombres del siglo xix pudieran construir el anhelado país moderno. El pasado histórico, las poblaciones nativas, el gaucho, debían transformarse para corresponder con el ideal de una nación que buscaba definir su identidad. El vacío permitía dirigir la mirada hacia Francia como ejemplo civilizatorio. Por más que el discurso fuera el de la construcción de un camino propio, los autores constataban la existencia de caminos exitosamente andados en el Viejo Continente, lo que obviamente excluía a España. Como evidencian los estudiosos de la literatura argentina del siglo xix, en la crítica al universo bárbaro rural, en contraste con la “civilizada” Buenos Aires, conviven aspectos de admiración por la fuerza con que el gaucho resiste a una naturaleza imponente, humanizando un ambiente distante, “vacío” y hostil. El propio Echeverría, que publicó el poema La cautiva, en 1837, introduce la cuestión de una atmósfera particularmente argentina, al tratar temas como el de los indígenas y las pampas, no como hecho histórico, ni dentro del paradigma de lo heroico, sino como una amenaza para el proyecto de construcción nacional imaginado por los liberales argentinos. El cuento de Echeverría, El matadero, nos remite a un proceso de disputas políticas y culturales que se produjo en Buenos Aires durante el gobierno del caudillo Juan Manuel de Rosas. En la mirada de la gente de Buenos Aires que aparece en el texto, se puede identificar una narrativa que expone la fragilidad del proceso de modernización de los liberales porteños. Además de la evidente denuncia de la violencia, en el texto de Echeverría el aspecto más importante a ser aprehendido es la noción de vacío, expresado en la descripción de la multitud, entidad necesaria en la construcción y legitimación del Estado.

130

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 130

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

Cuando se aborda el tema de la ‘barbarie’ presente en la pampa, y se lo transpone a la ciudad de Buenos Aires, donde se encontraban los partidarios de Juan Manuel de Rosas, Echeverría evidencia que la barbarie coexiste con la civilización: está incrustada en ella y, por tanto, sus fronteras son tenues. El cuento comienza ubicando la época de los eventos que serán narrados: Diré solamente que los sucesos de mi narración, pasaban por los años del 183… Estábamos, a más, en cuaresma, época en que escasea la carne en Buenos Aires, porque la Iglesia, adoptando el precepto de Epicteto, sustine, abstine (sufre, abstente), ordena vigilia y abstinencia a los estómagos de los fieles, a causa de que la carne es pecaminosa, y, como dice el proverbio, busca a la carne. Y como la Iglesia tiene ab initio y por delegación directa de Dios, el imperio inmaterial sobre las conciencias y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo, nada más justo y racional que vede lo malo. (Echeverría, 2009, p. 141)

El anuncio de que en un matadero se llevaría a cabo el sacrificio de animales, en días próximos al final de la semana santa, habría atraído, en la ficción de Echeverría, una multitud que se tomó la ciudad. Al perseguir una res que huía, esta pasó por encima de un “pobre inglés”, pero la prioridad de agarrar al animal en fuga impidió que se detuviera la caza para socorrer a la víctima. El relato de Echeverría describe de manera impresionante el proceso de matanza de los bueyes. El corral embarrado y las personas forcejeando entre sí hasta por las menudencias y las sobras, remiten a un imaginario de lo “bárbaro”. En el matadero había un juez responsable por la organización, y letreros que rezaban: “Viva el Restaurador y la heroína doña Encarnación Ezcurra” —esposa de Rosas—; “Viva la Federación”; “Mueran los salvajes unitarios”. La escena de las 49 reses abiertas sobre su propio cuero y el barrial del lugar del sacrificio, tras sendos días de lluvia, se confundía con la sangre de las arterias de los animales. La población de “tez y raza distintas” se concentraba en torno al carnicero con el pecho desnudo, el rostro ensangrentado y acompañada de muchachas negras. El carnicero tiraba las sobras de los cadáveres y la multitud se las disputaba. La historia alcanza su clímax cuando la multitud encuentra a un joven unitario, que fue reconocido por no usar las insignias ordenadas por el “Restaurador”. La multitud lo persigue de la misma forma en que fue tras el toro al inicio del cuento. La secuencia descriptiva de resistencia, captura y muerte, tal y como sucediera con el buey, es empleada también en la persecución del unitario. Los partidarios de Rosas interrogan al joven, y este, a pesar incluso de su propia desventaja frente a la multitud, demuestra su superioridad moral. Dirigiéndose valerosamente a los federalistas, revela el fondo animalesco del grupo. Como se observa en el diálogo:

131

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 131

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

Sí, la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras armas; infames. El lobo, el tigre, la pantera también son fuertes como vosotros. Deberíais andar como ellos en cuatro patas. -¿No temes que el tigre te despedace? -Lo prefiero a que maniatado me arranquen, como el cuervo, una a una las entrañas. -¿Por qué no llevas luto en el sombrero por la heroína? -Porque lo llevo en el corazón por la Patria, ¡por la patria que vosotros habéis asesinado, infames! -¿No sabes que así lo dispuso el Restaurador? -Lo dispusisteis vosotros, esclavos, para lisonjear el orgullo de vuestro señor y tributarle vasallaje infame. (Echeverría, 2009, p. 161)

La turba amenaza con desnudar, azotar y violentar al joven. Antes de que la acción se consume, sin embargo, el joven, completamente fuera de sí por la cólera, muere de “noble furia”. Instantes antes de fallecer, todo su cuerpo parecía estar en convulsión. El rostro pálido y la voz trémula mostraban el movimiento convulsivo de su corazón. Por fin, “un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y narices del joven” (p. 163). La reacción de los agresores fue de espanto hacia el joven unitario. Ellos querían apenas divertirse con él. Para el narrador, “los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas” (p. 163). En el último párrafo del cuento, las asociaciones son aun más explícitas: En aquel tiempo los carniceros degolladores del Matadero eran los apóstoles que propagaban a verga y puñal la federación rosina, y no es difícil imaginarse qué federación saldría de sus cabezas y cuchillas. Llamaban ellos salvaje unitario, conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía, a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y por el suceso anterior puede verse a las claras que el foco de la federación estaba en el Matadero. (p. 163)

El cuento de Echeverría tenía una evidente función pedagógica y política en la definición de la meta de la civilización. El mayor obstáculo para la ejecución de este proyecto no se encontraba, sin embargo, en el gobierno de Rosas, sino en la persistencia de la “barbarie” de la población. El tema del pueblo ha constituido una de las grandes paradojas de las naciones hispanoamericanas. Mientras que algunos sectores han defendido ideas liberales, incluyendo la voluntad popular, en la legitimación del ejercicio del poder, el pueblo —elevado a la condición de protagonista de

132

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 132

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

las decisiones políticas—, aparece presentado como “inculto”, analfabeto, lleno de “supersticiones”. En razón de la preservación de ciertas costumbres y prácticas culturales de los grupos populares, el bajo pueblo sería incapaz de ser agente de su propia historia. La radicalidad de este discurso en Argentina, como se observa en El matadero, está relacionada con la presunta claridad política de los líderes, acerca de los proyectos que propusieron. La “voluntad general” de la población debía ser descifrada y realizada por aquella minoría de sabios capaz de llevar a cabo la construcción de la República. Por lo tanto, la ficción echeverriana es instauradora de un significado político que produce un continente “vacío”. El vacío no debe ser aquí entendido como ausencia, sino como un espacio con la potencia de ser dotado de contenido. Echeverría no ignoró la existencia de la población, pero sí registró el tipo de comportamiento que expresaba la distancia entre práctica efectiva e ideal, en aras de la construcción de una nación civilizada. Para el escritor se trataba entonces de una ruta a seguir, y por tanto, del vacío que debía ser debidamente descrito y llenado4. Las asociaciones entre el matadero y la Buenos Aires rosista son explícitas y me llevan a indagar en las motivaciones de Echeverría al escribir un texto tan obvio en sus intenciones. En primer lugar, no se debe olvidar que el cuento, escrito en 1838, fue publicado póstumamente. No circularía en Argentina sino 20 años después de la muerte del autor, que ocurrió en 1851 durante su exilio en Uruguay. Para entonces, el presidente de la República era Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y la visión del gobierno de Rosas había cambiado en el país. La presencia de un miembro de la generación del 37, a la cabeza del gobierno, indicaba un nuevo curso político. La necesidad de publicar y hacer circular la visión echeverriana de los habitantes de Buenos Aires, se explica por dos razones: la primera se refiere a la necesidad de permanecer en guardia contra la vigencia de la “barbarie” que habitaba el espacio de los “civilizados”; la segunda tiene que ver con la glorificación de los unitarios que enfrentaron a los federalistas y la mazorca, el aparato represivo que Rosas estableció en 1840. Finalmente, la generación de exiliados que sobrevivió podría finalmente llevar a cabo su proyecto, legitimándose en la tarea de llenar el vacío que tanto les molestaba.

4

La consciencia del “vacío cultural”, como la caracteriza Gerald Martin en un abordaje más amplio sobre América Latina, hizo que los intelectuales identificasen una distancia entre el universo vivido por ellos y el deseado a partir del legado francés. “Infelizmente, os intelectuais tenderam a agir como futuro que considerassem adequado. Os conquistadores haviam sonhado com El Dorado; os intelectuais do xix sonharam com utopias civilizatórias. Ficaram amargamente desapontados nessas primeiras décadas e em nenhum lugar mais que na Argentina, onde as expectativas eram as mais altas” (Martin, 2004, p. 856).

133

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 133

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

Una memoria estaba siendo construida por el grupo literario, que otrora tuviera un enemigo común, el caudillo, además de enfrentar sus propias divisiones internas. En este punto también se puede identificar la relevancia del texto de Echeverría: en la descripción de los partidarios de Rosas como personas que se disputaban las vísceras y testículos del toro, y que mataron de forma cruel a un joven unitario, el texto mantiene viva la imagen del pasado reciente que entonces era necesario contraponer al nuevo orden político. En el momento en que El matadero se hizo público, la intención era evidentemente la de enfatizar los aciertos del proyecto liberal, que a través de la acción de hombres iluminados había conducido a Argentina a su “destino” de liderazgo y gloria. El vacío, que señalo en la interpretación de El matadero, está en la lectura antipopular de lo narrado. Las multitudes urbanas, tema recurrente y desafiante en el siglo xix, adquieren otros significados en la historia argentina. En la narrativa de los grupos populares, Echeverría los describe con una actitud sospechosa. Este punto de vista es frecuente en Argentina. Resulta elucidario, sin embargo, el hecho de que allí donde el discurso de la civilización fue más fuerte, el tema del pueblo que formaría el nuevo Estado se presentara como un desafío para los agentes del nuevo orden político y cultural. La nación argentina no podría surgir sin una base popular, la gente, pero al mismo tiempo, ¿quiénes eran estas personas? La presencia del poder popular era necesaria para justificar el poder, inspirado en la tradición liberal, en la “defensa de la democracia”, y en el rescate del “espíritu de Mayo de 1810”, propuesto por la Generación del 37. Pero al mismo tiempo, los líderes políticos e intelectuales asociaban la multitud urbana a los instintos animales, tal y como lo hiciera Echeverría cuando afirmó que se originó en Buenos Aires “una especie de guerra intestina entre los estómagos y las conciencias” (2009, p. 144). Echeverría formuló una ecuación inédita en donde la barbarie era también urbana. Por consiguiente, el discurso civilizatorio, que resulta más explícito en otros miembros de la Generación del 37, será el contenido de este vacío, a partir del establecimiento de normas y principios encaminados a garantizar la “modernización” y el “progreso” de Argentina. Otra variante del tema del vacío en la obra de Echeverría se encuentra en el poema La cautiva, publicado en 1837, en el que realiza la descripción del desierto que se convertiría en una de las imágenes más potentes de la literatura argentina. El desierto, tal como surge en el poema, es una escenografía que incluye varios objetivos político-culturales y se ha constituido en una imagen canónica. Un canon no se establece de forma aleatoria ni sin resonancia entre sus seguidores: resulta del reconocimiento y la repetición de un modelo particular o un principio general que, cuando se potencializa, produce una imagen coercitiva. Imágenes coercitivas son aquellas 134

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 134

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

capaces de traducir un evento o idea, y fijarse en la memoria colectiva como referencia autoexplicativa, incorporada dentro de un imaginario que torna casi imposible un cuestionamiento sobre sus modos de funcionamiento. Son evidentes, por tanto, los riesgos de la coerción ejercida por imágenes como la representación del desierto para la tradición cultural argentina: juega la aceptación previa del argumento civilizador de la conquista del espacio y, sobre todo, su naturalización como parte de un discurso teleológico de la unidad territorial. La retórica del vacío adquiere carácter de verdad implícita, reiteradamente justificada e incorporada en el discurso de la formación del país. Cuando La cautiva se publicó como parte de la obra Rimas, Echeverría ya era un escritor reconocido. El poema, según el biógrafo Félix Weinberg, se convirtió en ícono de su obra por tratarse del primer texto de envergadura sobre el paisaje nacional, y por presentar el desierto como lugar a ser explorado, como “poesía para nuestro deleite moral y fomento de nuestra literatura nacional” (2006, p. 86). A propósito del tema de los discursos fundacionales de la cultura del siglo xix, Beatriz Sarlo identifica que “donde hay desierto, no hay cultura; el Otro que lo habita es visto como Otro absoluto, hundido en una diferencia intransitable” (2007, p. 25). Esta retórica ha marcado episodios como la Campaña del Desierto, y ha constituido una verdadera obsesión de los intelectuales que se han embarcado en la tarea de definir los límites de las fronteras. La cuestión sobre la naturaleza de la nación argentina ocupó intensamente a escritores y políticos de la época. Discutir la frontera, especialmente para escritores como Echeverría, era una manera de levantar la pregunta por su extensión, sus límites y su legitimidad. Las lecturas del desierto oscilaban entre la “maldición” y la “posibilidad”. Los delitos sin consecuencia o castigo, así como la ausencia de la civilización, eran las representaciones inmediatas de la crítica. La posibilidad de la conquista, el “deber moral” de recrear y llenar el vacío, constituyó un punto neurálgico del argumento de la época5. De manera sugerente y atenta, Fermín Rodríguez (2010) señala que el desierto de La cautiva no es mera descripción cartográfica, sino un paisaje en construcción estética que pretendía naturalizar el territorio y hacerlo comprensible para consolidar la unidad territorial y política:

5

Para Fernández Bravo, en el discurso de la constitución nacional la literatura era una parte de la definición de las fronteras, pues significaba una representación totalizadora que unificaba y diluía toda aspereza en nombre de una nueva unidad: la nación. Para los escritores del siglo xix, escribir era llenar con discursos los espacios simbólicos, al mismo tiempo que ocurría la expansión de las fronteras, como por ejemplo, en los imaginarios sobre la idea del progreso (Fernández Bravo, 1994, p. 42).

135

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 135

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

La unidad estética del paisaje suple y anticipa la unidad territorial y política de una nación para el desierto que recién alcanzará sus límites en 1880, cuando el ejército de Roca termine de vaciar lo que la literatura había comenzado a borrar por sus propios medios. (p. 221)

Las vinculaciones entre lo que se describe en el desierto y los sentimientos atribuidos a la nación emergente eran una manera de integrar a las élites de Buenos Aires en el proceso de conquista territorial. Como señaló Graciela Montaldo, la noción de desierto como espacio no urbano y como ausencia de fronteras, se articulaba a una visión moral de los románticos, según la cual los espacios están para ser ocupados. Los letrados habían proporcionado un arsenal de referencias acerca de los habitantes de la pampa y los indígenas, y se tornaron autoridades en el origen de un discurso que surgía al tiempo que los límites territoriales no estaban delimitados, como tampoco lo estaba la identidad nacional. Así surgieron en la historia argentina del siglo xix algunas de sus principales contradicciones, pues se trataba de “la historia de una propiedad (territorial) cuestionada, de una identidad (étnica y cultural) rechazada, de una legitimidad (política) irreal o puramente simbólica” (Montaldo, 1999, p. 57).

Otros vacíos: la sociabilidad porteña y las cuestiones en La Moda Si Echeverría marcó las letras y el discurso cultural con la cuestión del vacío que encontramos en el espacio urbano o en la pampa, otros miembros del Salón Literario actuaron en el periodismo con un problema semejante, pero con otro énfasis. La cuestión no era restricta a círculos de literatos y eruditos, sino que se hacía extensiva al amplio público, al abordar temas que, no siendo contradictorios con las ideas del Salón Literario, emergían con amplio potencial de divulgación y discusión en la ciudad de Buenos Aires. Así, una parte de los miembros del Salón Literario procuró, aunque sin mucha claridad, construir un proyecto editorial con un perfil más superfluo y sutil, y no por ello menos arriesgado, en la medida en que difundía críticas, propuestas literarias y costumbres que se querían modificadas entre los porteños. La edición de La Moda: gacetín semanal de música, de poesía, de literatura, de costumbres6 empezó en el momento en que el Salón Literario mostraba indicios de decadencia. Las divisiones políticas y las presiones ejercidas por el rosismo habían contribuido a la fragmentación del icónico grupo articulado alrededor de Marcos Sastre. Pero estos no eran los únicos factores. Aspectos internos habían tenido también lugar en su disolución. Las diferencias literarias y políticas entre los miembros del grupo, las vanidades de los jóvenes escritores, la desproporción en su formación, 6

Véase la edición facsimilar de la Academia Nacional de la Historia (1938).

136

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 136

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

entre otros factores, nos indican que si bien podrían haber estado de acuerdo en cuanto a su interpretación de la realidad, así como con relación a los rumbos que debían ser tomados para el futuro de Argentina, guardaban divergencias inmediatas sobre cómo proceder. Echeverría y Marcos Sastre, por ejemplo, no hicieron parte del grupo del gacetín que circuló por 23 semanas interrumpidas, entre el 18 de noviembre de 1837 y el 21 de abril de 1838, en Buenos Aires. Los editores de La Moda fueron Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez y el abogado Rafael Jorge Corvalán, responsable oficial de la publicación, cuyo nombre aparecía en la impresión. Elegir a Corvalán como editor oficial fue una estrategia del grupo para contar con el beneplácito del régimen, ya que Rafael era el hijo de uno de los colaboradores más cercanos de Rosas. El título La Moda evidencia el objetivo más inmediato del grupo: conquistar al público femenino y joven. Detrás de una fachada aparentemente “frívola”, como señalaban en el número 18, se escondía una estrategia de seducción para que este público pudiera “aceptar nuestras ideas”. La Moda, según sus editores en el “Aviso” de la edición del 17 de marzo de 1838, debía ser considerada más allá de su aparente superficialidad, pues era “[...] o al menos procura serlo, la aplicación continua del pensamiento a las necesidades serias de nuestra sociedad” (1838, marzo 17, p. 1). Como señaló la investigadora Sandra Szir, en esa época reinaba una práctica periodística “sin carácter de actualidad, con un propósito didáctico, difundiendo artículos de divulgación científica, histórica, de costumbres, literatura o reseñas de espectáculos dirigidas a un público amplio y popular, a un precio relativamente accesible” (2009, p. 10). La información sobre el cierre de La Moda está consignada en el periódico federalista Diario de la Tarde. Las causas declaradas para la interrupción del periódico fueron tres: las ocupaciones de la prensa que editaba el gacetín, la deserción de suscriptores y la falta de espacio para publicaciones literarias. Sin embargo, en el último número de la publicación no se menciona la intención de suspenderlo; Alberdi, por su parte, tampoco declaró nada sobre el tema ni en ese momento ni posteriormente7. 7

Los estudios sobre La Moda no son numerosos. Al respecto, una hipótesis sería la dificultad para encontrar ejemplares completos del periódico, lo que apenas se resolvió con una nueva edición facsimilar en 2011. Antes de ello apenas se contaba con la edición facsímile de 1938, editada por la Academia Nacional de la Historia, bajo la dirección de Ricardo Levéne, con prólogo y notas de José A. Oria; un objeto raro custodiado por la Biblioteca Nacional y por la Biblioteca del Congreso Nacional, en Buenos Aires. La dificultad para acceder a la publicación debe ser considerada. Investigaciones recientes como la de Román (2003), se valen de la revista para marcar el inicio de su recorte temporal sobre periódicos, pero no se concentran en La Moda. Entre los investigadores de La Moda, en el campo de los estudios literarios, véase Martino (2010, pp. 57-66) y en el campo historiográfico: Bocco (2004) y Pas (2008).

137

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 137

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

Periódicos y la opinión pública En las disputas acerca de la legitimidad y el apoyo a los procesos políticos y sociales durante la construcción del Estado argentino, se encuentra una cuestión fundamental para la historia política: la opinión pública. Importantes obras han destacado el papel de las publicaciones periódicas como vehículos para la difusión del ideario político y como escenario de lucha y participación política en los debates culturales y sociales, o incluso en la formación de nuevos lectores (Alonso, 2004; Costa, 2011; Dutra y Mollier, 2006; González Bernaldo, 2008; Marco, 2006). En el caso rioplatense, desde los acontecimientos de mayo de 1810, con la fundación de la Gazeta de Buenos Ayres, se utilizó el concepto de opinión pública como un fundamento de legitimidad del gobierno naciente (Halperin Donghi, 1985; Romero, 2001; Sábato, 1998). La definición y usos de la opinión pública sufrieron modificaciones a lo largo del siglo xix. Las historiadoras Noemí Goldman y Alejandra Pasino identifican, de forma pormenorizada, los rasgos del concepto y la forma en que se dio su apropiación en el Río de la Plata. Partiendo de la función de ilustrar al público, como principio de acción política en los periódicos, la tarea de producir legitimidad política no fue exclusiva de los gobiernos, pues también se extendía a los “hombres sabios” que eran exhortados a dedicarse al periodismo para producir un discurso de unanimidad en los momentos de transición, expresando “la fidelidad a las nuevas autoridades; al mismo tiempo que obraría como antídoto para evitar ‘el choque de opiniones’” (Goldman, 2008, pp.  99-100). En el nuevo orden político resultaba necesario que las instituciones del poder estuvieran respaldadas por los ecos de la opinión pública. Además del aspecto conceptual, es importante considerar la performance de la opinión, que remite al espacio público como algo físico: calles, plazas, tiendas. En esta lógica, la libertad de prensa se ​estableció en el Río de la Plata durante el ciclo revolucionario, como se observa en los decretos del 20 de abril y del 26 de octubre de 1811. La diseminación de los impresos en Buenos Aires, a partir de 1820, la aparición de sociedades literarias y la promoción de reuniones por parte de los libreros indican que se produjo una ampliación del espacio político y cultural. En la década siguiente, la Generación del 37 introdujo, según Goldman y Pasino, un nuevo elemento en el concepto de opinión pública: la “razón pública”. Tras el fracaso del gobierno liberal de Bernardino Rivadavia (1826-1827) y el ascenso de Rosas en 1829, la noción ilustrada de soberanía se identificó con una tendencia a la des-diversificación de la opinión. A partir de ello, la Generación del 37 se adjudicó el deber de llevar a cabo la transformación moral de la sociedad y, paradójicamente, buscó la simpatía de Rosas, en la tarea de convertirse “en el agente de esa transformación encarnada en una nueva figura: la del intelectual, en reemplazo del letrado colonial”. La dura crítica al lugar de los miembros de la Generación del 37 debe ser

138

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 138

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

comprendida a la luz de otro aspecto, mencionado por el historiador Jorge Myers: los miembros de la Generación vivieron bajo la tensión romántica dada entre su participación en los debates políticos inmediatos y sus compromisos de autonomía estética en la escritura de sus textos literarios. La tarea de intervenir en los debates en torno a la construcción del país no podía ser vista como algo separado de cuestiones tales como la herencia hispánica, el papel de los grupos sociales en la construcción de la futura nacionalidad o aquello que tenía que ver con la lucha por las simpatías públicas.

“El pueblo en miniatura” en La Moda A partir de los efectos de la construcción del diálogo público, los editores de La Moda, en medio de la crisis generada por la falta de lectores, escribieron algunos números antes de su cierre sobre los desafíos culturales existentes en Buenos Aires. Con buen humor e ironías y de forma asertiva, a partir de la edición de 17 de marzo de 1838 se encuentra un conjunto de temas que describe el diálogo con los nuevos lectores y lo que era despreciado por ellos. El vacío, de manera explícita o implícita, estaba presente en la discusión acerca de lo que se consideraba necesario en la idónea formación de los públicos juvenil y femenino. En las secciones “Aviso” y “Boletín Cómico”, este último firmado por Alberdi bajo el seudónimo ‘Figarillo’, los editores presentaron las críticas recibidas por el semanario y las contestaron, sin dejar de someterlas por supuesto, a los debidos matices y filtros. Por la forma insistente en que abordaron los temas, es posible afirmar que se trató de un diálogo público relativamente incómodo para la Buenos Aires del año 1838. El proyecto de La Moda no tenía entre su público una aceptación contundente, lo que indicaba, según los autores, un conflicto entre el pasado y el futuro de la ciudad. En este contexto, el trabajo intelectual era parte de la plataforma necesaria en el accionar del cambio social, cultural y económico de la región: La Moda no es un plan de hostilidad contra las costumbres actuales de Buenos Aires, como han parecido creerlo algunos. Hija ella misma de las ideas porteñas, no admite por blanco de sus ataques, sino costumbres cuya vejez y tendencias las hace indignas de pertenecer mas a Buenos Aires [...] Es el joven Buenos Aires que se levanta sobre el Buenos Aires viejo. (1838, marzo 17, p. 1)

El proyecto republicano claudicaba frente a las ideas y costumbres. Ante la propuesta revolucionaria de 1810 se vivían las restricciones del rosismo. Sin embargo, en el impreso aquí tratado son los hábitos de la ciudad —“extranjeros al siglo”—, los que aparecen como blanco de la crítica. Y por la forma en que se exponen los problemas, sobre todo en el texto de Alberdi, se infiere que los editores habían sido criticados por

139

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 139

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

diferentes grupos de lectores del periódico. De manera gruesa, un cierto grupo de lectores consideraba que el papel no ilustraba a las personas, ni hacía amplia exposición de los principios de las artes y las letras modernas: “no ha dado la solución a todas las cuestiones que interesan a nuestro sistema social” (La Moda, 1838, marzo 17, p. 2). Otro grupo fundaba su crítica en los aspectos inversos: La Moda se había desviado de sus objetivos iniciales, entrando en una senda oscura que la había llevado a hablar de literatura en sus “relaciones filosóficas con la sociabilidad y el progreso”. En este mismo grupo, concurría la idea de una literatura instrumental que encontraba su potencia en la formación de seguidores, pero no de guías de la sociedad. Para el primer grupo, la respuesta —irónica— de los editores consistió en decir que no escribían para un público tan erudito. Para el segundo, la cuestión es más compleja, porque dialogaba con un concepto de vital importancia para una nación en formación: el pueblo. Y para responder a las críticas, Alberdi inventó un público en miniatura compuesto de mujeres, comerciantes, artesanos y un erudito anciano. En el “Boletín Cómico” se consigna un diálogo entre estos personajes, acerca de cuáles deberían ser los temas abordados en La Moda. La primera alusión se remitió a las mujeres. Basado en premisas de una cultura marcada por la sujeción de la mujer, y haciendo referencias divergentes a SaintSimon, el texto expresa opiniones, no sin una dosis de ironía, dirigidas a sustentar que la mujer “demasiado emancipada está”. La mujer de la ciudad en miniatura se encontraba muy lejos del público ideal de los editores, como aparece en el diálogo: -¿De qué quisiera Ud. que se ocupase un periódico? pregunté a la mujer. -De cosas buenas. -Bien: pero qué son cosas buenas, en la opinión de Ud? -Valiente no saber qué cosas son buenas! -Las cosas filosóficas son buenas? -¡Oh! salga con esas cosas filosóficas tan aburridas, tan cansadas; a mi me dan sueño. -Las cosas políticas son buenas? -¡Eh! siempre moliendo con su política tan machorra! ¿Para qué más que lo que han escrito ya? ¿Para volver a decir lo mismo? ¿Que han ganado los que han escrito de eso? -¿Las cosas comerciales? -Eso, por fin; porque siempre es bueno saber los géneros nuevos que han sacado en las tiendas… -¿De modas, de paseos, de personas, de tertulias, de cuentos, de peleas, de casamentos, de partos, de bautismos?

140

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 140

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

-También eso, porque de esas cosas no más entendemos nosotras. (La Moda, 1838, marzo 17, p. 3)

El zapatero, por su parte, decía que publicaría una opinión imparcial y de buena fe. No había, a su parecer, nada más importante que hablar de pieles curtidas y betunes, los géneros más importantes para la sociedad. Detallando su punto de vista, añadía: sin becerros, suelas, tafiletes y betún no habría botas, ni zapatos. Sin zapatos la población se resfriaría, se contagiaría de tuberculosis y moriría. En una rápida concatenación de argumentos, surgía una opinión política: “de la tisis a la muerte hay tan poco trecho como del despotismo a la libertad”. Sumado a este aspecto, considerado por los artesanos como un argumento de utilidad, añadía el zapatero características de la suprema felicidad, pues es en los zapatos que residen toda la elegancia de las personas y sus destinos más largos: “Nosotros somos los árbitros de la suerte de los amantes; y el dia que queremos ver llorar abandonada a una joven amante, no tenemos sino que hacer un par de zapatos feos” (La Moda, 1838, marzo 17, p. 3). En el diálogo con el comerciante Alberdi es menos generoso. La idea que prevalece en la historia es la de que los comerciantes son estúpidos, afirmación que remite a las circunstancias en que estos emiten vetos a referenciales importantes para La Moda, como Byron, Kant y Leibniz. De acuerdo con el comerciante del texto, se trataba de nombres de los que nadie había oído hablar, argumento al que se sumaban los caprichos y tonterías dispuestos en la revista constantemente. Invirtiendo la narración para crear empatía con el lector y legitimar lo que estaba siendo criticado por el enunciador, al comerciante se le hace incurrir en otros conceptos erróneos a la hora de expresar sus opiniones. Por ejemplo, en la crítica de la frenología decía que nadie necesitaba de ciencia ni podría enseñar el arte de hacer frenos, pues los ingleses “nos podrán enseñar en punto a barcos y otras cosas, pero en cuanto a las cosas del caballo, son unos brutos”. De acuerdo con el comerciante, la gaceta tampoco debería abordar temas como el espiritualismo y el materialismo, puesto que resultaba imposible encontrar a un solo doctor en el país capaz de abordar una discusión de tamaña envergadura. La Moda tenía que dedicarse a defender “la libertad absoluta de comercio”, así como a los sujetos que producen el bien de la patria, definición del bien que no habría de ser más directa, al afirmar que este “consiste esencialmente en que haya orden y mucha plata” (La Moda, 1838, marzo 17, p. 4). Ideas, ciencias y versos se consideraban por completo desprovistos de utilidad. En las tres voces erigidas por Alberdi, el punto de vista inmediato y personal del escritor aparece entreverado con la ficción de las voces colectivas. En las mujeres, al quejarse ante la poca frecuencia con que circulaban temas de interés; en el artesano y en el comerciante, al identificar a partir de sus intereses inmediatos una supuesta lógica del beneficio común. En este simulacro del público en miniatura se pretendía

141

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 141

15/03/2017 14:14:37


José Alves de Freitas Neto

caracterizar lo que debía dejarse atrás. Al tiempo, se incentivaba la inversión en acciones intelectuales concretas conducentes a producir un cambio de pensamiento, de acuerdo con lo que los editores consideraban eran las necesidades reales; una acción intelectual modificadora de los hábitos e ideas que operaban en contravía de los nuevos tiempos para Buenos Aires. Ninguna voz era, sin embargo, más anacrónica en los tiempos descritos por Alberdi y sus colegas que la del erudito anciano. D. Hermogeniano, el único de los interlocutores que aparecía en el diálogo con nombre propio. Procedente de Córdoba, el D. Hermogeniano acusaba todos los saberes modernos en boga en la ciudad de Buenos Aires. La oposición del vetusto observador no era solo a las ideas, sino también en relación con los procedimientos adoptados. El primer acto de censura se formulaba en contra de “escribir papeles públicos”. Era un disparate, en la opinión del cordobés, que los jóvenes tuviesen opiniones y además las expresaran. En tiempos remotos, la obediencia y la humildad habían sido valores celebrados por los estudiantes, que por entonces sabían claramente que nunca podrían atreverse a saber más que los maestros. Sus propios estudiantes, incluso contando con 30 años, no osarían jamás levantar la vista o la voz, y sin embargo, los del año 1838 contestarían con Kant, Condillac, Locke y muchos otros nombres. La causa, según el maestro provinciano, sería la ilusión que había creado la legislación republicana entre los jóvenes de que cuando cumplieran 21 serían ciudadanos, pudiendo entonces inmiscuirse en los asuntos del gobierno y del Estado, emitiendo opiniones, protestando y mostrando sus insatisfacciones. El conservadurismo se convirtió en una propuesta retrógrada cuando aconsejó a los jóvenes editores no escribir, con el argumento de que no hacía ninguna falta, ni para el público ni para sí mismos, dado que todas las cuestiones canónicas o jurídicas ya habían sido resueltas. Antes de la llegada de la prensa, de los papeles públicos, el Río de la Plata caminaba en otra dirección: “Antes del año 10 todo iba en orden y en progreso; desde que vinieron los dichosos papeles, todo ha sido anarquía, desastres, escándalo y miseria” (La Moda, 1838, marzo 17, p. 5). La opción de Alberdi fue ampliar la ironía frente a la “madurez reflexiva de estos consejos”, y divergir afirmando que el sentimiento de la mayoría no se oponía a los papeles periódicos. En ese punto, para rechazar las opiniones anteriores, el escritor aborda el tema del pueblo en un conjunto de argumentos importantes y ambiguos sobre la participación popular. La soberanía popular había sido, según Alberdi, el gran sofisma contra el que no podía oponerse la tiranía, ni cualquier otro grupo en el espacio público: “[...] el pueblo es el oráculo sagrado del periodista, como del legislador y gobernante. Faro inmortal y divino, él es nuestra guía, nuestra antorcha, nuestra musa, nuestro genio, nuestro criterio” (La Moda, 1838, marzo 17, p. 5). Este argumento, sin embargo 142

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 142

15/03/2017 14:14:37


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

—afirmaba el autor—, podría resultar en extremo aristocrático siempre que fuera presentado de forma selectiva, como por ejemplo, cuando el aspecto numérico de la multitud era validado solamente después de abolido el riesgo de la extrema ignorancia de las gentes. Alberdi había criticado tal entendimiento, pero no estaba de acuerdo con una idea de soberanía popular más radical. De acuerdo con sus ideas liberales, y con la pauta de modernización política de Europa y América, el autor defendió la soberanía a partir de la lógica representativa del pueblo, a través de sus “órganos inteligentes y legítimos”, para expresar la ciencia y la virtud necesarias en el camino del progreso social. La gente, sostenía, no debería ser consultada sobre todas las cuestiones, sino apenas a través de sus representantes. La Moda, en la voz de uno de sus editores, expresaba la distinción entre pueblo, comprendido como masa, y la soberanía popular, surgida de las voces políticas previa y adecuadamente formadas. La tarea de la enseñanza debería estar a cargo de los escritores, y estos no tenían que temer las reacciones adversas o las burlas, pues en el futuro llegaría el momento en que la voluntad y los tiempos se sincronizarían, y las incomprensiones se disiparían.

Público, instituciones y liderazgo El carácter fragmentario de La Moda, tal vez en razón de una experiencia editorial madura que fue permitiendo la producción de una gaceta más concisa, se vuelve menos visible a partir del número 18. Al respecto, cuatro puntos principales son destacables. Incluso sin llegar a abordarlos todos en este texto, cabe aquí contemplarlos integralmente, atendiendo a las maneras en que se entrelazan con la cuestión del vacío en La Moda. Estos puntos son, a saber: una crítica de la herencia española en los usos de la lengua y en la cultura de Buenos Aires; la discusión sobre el lugar de las personas en la República, citada anteriormente; la paradoja de la participación popular, especialmente en relación con las mujeres en un momento en que la vida política oscilaba entre las fuerzas de la tradición y el legado revolucionario; y por último, la falta de espacio que afligía a la actividad intelectual en Argentina, situación formulada como desafío a ser superado en la disolución definitiva de los rasgos de la dominación española. Además de los puntos mencionados que, podríamos afirmar, constituyeron el ideario de La Moda, había otras cuestiones importantes, tales como el papel de la literatura, las costumbres y la sociabilidad adecuada a los ideales republicanos. En pocas palabras, se discute también acerca de la importancia del trabajo intelectual, las instituciones —como la universidad— y sobre los lectores del semanario. En un momento crucial de la publicación, los editores componen un circuito en que no solo los temas de discusión son importantes, sino también la compleja relación existente entre los agentes

143

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 143

15/03/2017 14:14:38


José Alves de Freitas Neto

productores de discursos, los espacios para su difusión, los vínculos entre los lectores y el discurso social. La cuestión de la universidad, por ejemplo, se abordó en la apertura del ejemplar de 24 de marzo de 1838, bajo el título “Diálogo sobre alguna cosa importante”. En la conversación entre dos personajes, D. Alonso —defensor de la tradición española—, y D. Eleuterio —defensor de la educación que se ofrecía a los jóvenes argentinos en los nuevos tiempos—, fueron esbozados argumentos en favor de la educación “que conviene a nuestras costumbres y principios republicanos”. La república representativa necesitaba de una juventud educada en la cultura del siglo, y del “progreso continuo intelectual”, entendido como un agente poderoso e irresistible. La temporalidad, en este diálogo, reforzó el discurso de la juventud como protagonista de la nación, rechazando los argumentos de la decadencia utilizados por los defensores de la tradición española. La educación española tenía como fórmula la repetición, considerada por los editores de La Moda como antigua, antiliberal, gótica, y con el claro propósito de retrasar el progreso. La juventud formada en un ambiente como ese era inútil para la sociedad, por encontrarse sofocada por el peso del pasado y por la impertinencia de sus ideas. El debate sobre el legado de la tradición continuó en otra columna del “Boletín Cómico”, de forma más específica, al abordar el uso de la oratoria española. En una burla a los conservadores, Alberdi registró las críticas a la elocuencia moderna: se decía de estos que no conocían el pasado, que habían forjado mentiras sobre los defensores de la tradición comparándolos con salvajes, además de recurrir a una objetividad que, al decir poco, ocultaba cuestiones de fondo. La fórmula era parte del estilo de escritura del columnista, una ruta calculada en la construcción del texto para rebatir en detalle críticas recibidas por los editores de La Moda. En la secuencia, aparentando sencillez, el mismo personaje conservador hacía algún comentario que eliminaba cualquier posibilidad de admitir como relevantes sus opiniones anteriores, tal y como se muestra en este aparte sobre Shakespeare: Quien había de ser este, pues, sino un ingles ignorante, que nadie sabe de dónde salió, ni cómo se formó, ni en qué universidad estudió; que, de escobero de un teatro, de la noche a la mañana le entró por hacerse cómico, y en seguida autor. Sin conocer a Aristóteles, ni a Homero, qué pudo hacer? Hizo dramas como su cara; sin unidad, sin plan, sin fin, en formas locas, de su creación: vamos, sin un átomo de lo que constituye una buena comedia, o tragedia según las reglas inconmutables y eternas del maestro Aristóteles. (La Moda, 1838, marzo 24, p. 3)

Al tiempo que daba voz a las críticas, Alberdi las deslegitimaba. No es difícil suponer que parte de la desconfianza de la sociedad de Buenos Aires en relación con 144

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 144

15/03/2017 14:14:38


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

los miembros del Salón de Marcos Sastre se debiera al tono de La Moda, derivado de operaciones de escritura como esta. ¿Cómo confiar en el discurso de quienes dislocan a sus lectores e interlocutores de sus lugares conocidos? ¿Por qué exponer al ridículo la tradición y ampararse en un nuevo tiempo que no era otra cosa más que conjeturas? El uso de la ironía era, al tiempo, un riesgo y un diferencial para La Moda. Si de una parte indicaba un carácter superfluo; de otra, la manera en que el material fuera recibido por el público escapaba al control de los autores. A ello se deba quizás el carácter didáctico que direccionaba al lector y, al mismo tiempo, le retiraba su autonomía, de forma tal que no pudiera realizar una lectura inversa a lo que había sido presentado. La libertad del lector era confiscada por el género textual que, siguiendo el hilo, exponía a la risa prácticas presentadas como obsoletas, impidiendo cualquier otra forma de lectura. Con relación a los públicos preferenciales de La Moda, los editores invocaron con frecuencia los cambios que consideraban necesarios. Para la juventud, en el artículo titulado “Una hora de la vida” demandaban de los jóvenes la toma de decisiones acordes con su tiempo. Según el texto, los jóvenes podrían tener tiempo para pensar, pero una vez tomada una decisión, debían actuar con paso firme hacia la gloria que aspiraban. La vida, por ser corta, no era para ser vivida en “menguadas indecisiones” y el camino hacia la libertad no sería fácil, ni conquistado de un solo salto. Reconociendo que la juventud no era entusiasta, los editores trataron de encontrar razones para explicar los enfrentamientos entre los grupos que competían por la hegemonía política en la formación del país. En la coyuntura de 1838, en medio del fortalecimiento del rosismo y su aparato represivo, los eruditos tuvieron que lidiar simultáneamente con las proyecciones del futuro y los problemas del presente. Los riesgos no solo se localizaban en el campo enemigo, sino entre los mismos jóvenes8. El texto provee dos intuiciones acerca de cómo se podrían conjurar estos peligros. La primera de ellas remite a una visión idealizada de la libertad, que se confunde con “las visiones nocturnas de un sueño” y escapa a través de las grietas. La segunda es que la libertad política, siguiendo el argumento del texto, era un difícil y largo camino y la juventud no siempre se atrevía a renegar su reposo. Para conquistar la 8

El aspecto pedagógico fue observado por Hernán Pas: “Esa función pública de las letras, que el periodismo explota de manera consecuente, hace de varios artículos de La Moda escritos muchas veces de corte pedagógico, comprobable aun en los rasgos propiamente polémicos o de crítica social. Pedagogía, crítica y prédica: todo un programa letrado, al que no escapan, por supuesto, los guiños hacia los sectores encumbrados en las estructuras del poder. Educar al pueblo y seducir al soberano: doble movimiento contradictorio que los románticos liberales (para quienes soberano es el pueblo que se define como público) tratarán de efectuar por lo menos hasta el cierre, y posterior exilio, de los responsables del semanario” (2008, p. 96).

145

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 145

15/03/2017 14:14:38


José Alves de Freitas Neto

libertad era necesario rechazar todo aquello que deviniera en anarquía, así como toda asociación de la paz con la muerte, como la hacían los federalistas. La paz de los federalistas se encontraba entreverada con la persecución y el asesinato. En otra vía, la libertad deseada por los unitarios tendría, en tiempos excepcionales, la posibilidad de configurarse como un espíritu conflagrado y en ausencia de autoridad. Por eso no era simple entusiasmar a la gente joven. En relación con el otro grupo de lectores —las mujeres—, en la misma edición del 24 de marzo de 1838, los editores se preguntaban por la misión de la mujer americana. En siete párrafos, retomaron diversos temas tratados en las ediciones anteriores de La Moda, reconociendo que muchos textos disgustaron a las lectoras. Sin negar las afirmaciones anteriores, el texto buscaba construir un diálogo con la mujer de la nueva generación, hambrienta de conocimiento e interesada en las ideas del siglo xix. Se abandonaba así toda posibilidad de interlocución con la mujer descrita en el cuadro cómico anterior, aquella que se interesaba exclusivamente por las novedades de las tiendas y de las tertulias sociales. Convencer a las mujeres acerca de su nuevo papel en la sociedad no era un trabajo simple. Podríamos mencionar tres objetivos centrales del texto: identificar a la mujer protagonista de los nuevos tiempos, analizar las causas de la condición de la mujer y el estado de su educación, y por último, definir la misión de la mujer americana en la república. Según se argumenta en el texto, la opinión desfavorable que se tenía del género femenino no era responsabilidad directa de la mujer, en cuanto la superioridad de hombres sobre mujeres se encontraba fundada no en una cuestión de naturaleza, sino de educación. Este argumento generaría el disgusto implícito de las lectoras de La Moda. Decían los editores: “Es un error el creer que el hombre sea necesariamente superior a la mujer [...] las ventajas que el hombre tiene sobre ella, son hijas de la educación” (La Moda, 1838, marzo 24, p. 6). Una vez que los hombres habían educado a las mujeres para ser de su agrado y encanto, para complacer a padres, marido e hijos, estas veían sus ilusiones, en cuanto individuos, hacerse polvo rápidamente. Los editores proponían así, que las mujeres no eran directamente responsables por la anulación a la que fueron históricamente sometidas. Con un discurso progresista, La Moda presentaba la difícil correspondencia entre un nuevo proyecto político y el mantenimiento de la sociedad patriarcal que, bajo los signos de la elegancia y la delicadeza, patrocinara una comodidad inmóvil. ¿Qué impulsó a los responsables de La Moda a pensar en los jóvenes y las mujeres como su público destino? La hipótesis propuesta por Francine Masiello (1997), en lo que se refiere a las mujeres, es que se trataba de reivindicar la representación del sujeto excluido durante el rosismo. El alcance de este gesto consistiría menos en una conquista de género, que en una reivindicación mucho más amplia de todos aquellos 146

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 146

15/03/2017 14:14:38


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

sectores sociales periféricos que de alguna manera fueron ignorados hasta entonces en la discusión de la vida política. Los autores expresaron su opinión en relación con aquello que esperaban construir en aquel momento y para el futuro. El pasado, como continuidad, era un obstáculo a ser superado. Este aspecto es importante tenerlo en cuenta, dado que estamos acostumbrados a partir desde una mirada retrospectiva: los miembros del Salón Literario no se proponían construir un proyecto de futuro, sino que se encontraban librando una batalla en su tiempo presente. La idea, por lo tanto, no era producir una armonía a partir de una lectura ingenua del estado de cosas, sino en plena consciencia de los riesgos implícitos en la actividad intelectual de su tiempo, que incluían la persecución y el silenciamiento. Se trataba de indicar que la mera reunión de personas no producía en sí misma una sociedad, ni haría brotar una nación, punto clave del Romanticismo del siglo xix.

Tramas del vacío Pensar el vacío, tanto en la obra de Echeverría como en La Moda, abre una serie de preguntas para el debate. La Moda pertenecía a un tipo de periodismo de costumbres y de pauta cultural que a lo largo de los años fue ignorado por la historiografía, la cual ha dado prioridad a las publicaciones políticas que sustentaron el discurso nacional. Echeverría, por su parte, es el autor de obras de referencia para la cultura argentina. El conjunto de su obra conserva, de acuerdo con numerosas discusiones, un carácter de referencia insuperable. Los objetos aquí abordados tienen en común, además del hecho de que se trata de producciones de autores que actuaron en el mismo grupo de debates políticos y literarios, el haber expresado una unidad capaz de movilizar temporalidades y discursos sobre una nación en construcción, con sus diagnósticos presentes y sus proyecciones a futuro. La cuestión de la sociabilidad deseada por Echeverría y por Alberdi, como editor principal de La Moda, son semejantes aunque las estrategias y temáticas sean distintas. En el espacio urbano de Buenos Aires, las formas de convivencia social y la cultura política y literaria que se planteaban en diferentes argumentos de la Generación de 1837, permiten que se observe el potencial de una sociedad en construcción en la que se buscaba llenar lo que les parecía débil. El vacío, tal como se aborda en este recorrido, no se encuadra en la nostalgia y podría encubrir el pasado con mayor liberalidad. Sería posible perder las tradiciones y los embates vividos, pues el argumento —tanto en la gaceta como en los textos literarios—, esbozó una propuesta lineal y progresiva, en la que el país podría encontrar su destino. En la inestabilidad de las tramas del vacío, la dualidad entre la civilización y la barbarie adquiere un dinamismo que no se agota en el esquematismo

147

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 147

15/03/2017 14:14:38


José Alves de Freitas Neto

legitimado y definido a posteriori. En este sentido, propongo aquí que pensar el vacío es una manera de reabrir la discusión y visualizar ambigüedades y contradicciones que aún no se habían establecido como un juego de opuestos. La historia no es teleológica y las opciones de cada pueblo y cada sociedad se construyen a partir de sus propias circunstancias. La dificultad de analizar estos procesos históricos en Argentina y el juicio de los mismos a partir de conceptos como los de progreso, ciudadanía o cualquier derivación de este discurso liberal patrocinado por el Estado, son incapaces de sobreponer las contradicciones de los procesos históricos propios de los diferentes grupos sociales. El discurso de la dualidad produce esquematismos y facilita la explicación en la misma proporción que encubre las particularidades de cada caso. Los diferentes roles sociales que fueron y son interpretados por los pueblos de América Latina se articulan en un juego más complejo que el de las simples dicotomías.

Referencias Fuentes primarias Echeverría, E. (2009). La cautiva. El matadero y otras páginas. Villa María: Eduvim. La Moda: gacetín semanal de música, de poesía, de literatura, de costumbres. (1838). Oria, J. A. (1938). La Moda: gacetín semanal de música, de poesía, de literatura, de costumbres 1837-1838 [Edición facsimilar]. Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia - Sociedad Anónima de Impresiones Generales. Fuentes secundarias Aínsa, F. (1986). Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa. Madrid: Gredos. Alonso, P. (Comp.). (2004). Construcciones impresas, panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Ara, G. (1966). Introducción a la literatura argentina. Buenos Aires: Editorial Columba. Bocco, A. (2004). Literatura y periodismo 1830-1861. Tensiones e interpretaciones en la conformación de la literatura argentina. Córdoba: Editorial Universitas.

148

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 148

15/03/2017 14:14:38


Tramas del vacío: construcciones literarias y sociabilidad en la Argentina del siglo xix

Costa, M. E. (2009). De la imprenta al lector: reseña histórica de la edición de libros y publicaciones periódicas en Buenos Aires (1810-1900). Revista Questión [La Plata], 1(23). Dutra, E. F. y Mollier, J-Y. (Orgs.). (2006). Política, nação e edição: o lugar dos impressos na construção da vida política. São Paulo: Annablume. Fernández Bravo, A. (1994). Literatura y frontera: procesos de territorialización en las culturas argentina y chilena del siglo xix. Buenos Aires: Editorial Sudamericana Universidad de San Andrés. Goldman, N. (Org.). (2008). Lenguaje y revolución: conceptos políticos clave en el Río de la Plata (1780-1850). Buenos Aires: Prometeo Libros. González Bernaldo, P. (2008). Civilidad y política en los orígenes de la nación argentina: las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Halperin Donghi, T. (1980). Una nación para el desierto argentino. Buenos Aires: cedal. Halperin Donghi, T. (1985). José Hernández y sus mundos. Buenos Aires: Editorial Sudamericana - Instituto Torcuato Di Tella. Marco, M. A. (2006). Historia del periodismo argentino. Desde los orígenes hasta el Centenario de Mayo. Buenos Aires: Educa. Martin, G. (2004). A Literatura, a Música e a Arte na América Latina da Independência a 1870. En L. Bethell (Org.), História da América Latina: da independência a 1870 (Vol. 3). São Paulo - Brasilia: Edusp - Imprensa Oficial do Estado de São Paulo - Fundação Alexandre de Gusmão. Martino, L. M. (2010). Traducciones culturales de un semanario argentino del siglo xix. Estudios Filológicos, 45, 57-66. Masiello, F. (1997). Entre civilización y barbarie: mujeres, nación y cultura literaria en la Argentina moderna. Rosario: Beatriz Viterbo. Montaldo, G. (1999). Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina. Rosario: Beatriz Viterbo. Palcos, A. (1941). Echeverría y la democracia argentina. Buenos Aires: Imprenta López. Pas, H. (2008). Ficciones de extranjería. Literatura argentina, ciudadanía y tradición (1830-1850). Buenos Aires: Katatay. Rodríguez, F. (2010). Un desierto para la nación: la escritura del vacío. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora.

149

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 149

15/03/2017 14:14:38


José Alves de Freitas Neto

Romero, J. L. (2001). Las ideas políticas en Argentina (1956). México: Fondo de Cultura Económica. Sábato, H. (1998). La política en las calles. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Sarlo, B. (2007). Escritos sobre literatura argentina. Buenos Aires: Siglo xxi Editores. Scheines, G. (1993). Las metáforas del fracaso: desencuentros y utopías en la cultura argentina. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Shumway, N. (2005). La invención de la Argentina: historia de una idea. Buenos Aires: Emecé Editores. Svampa, M. (1994). El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista. Buenos Aires: El cielo por asalto. Szir, S. (2009). De la cultura impresa a la cultura de lo visible. Las publicaciones periódicas ilustradas en Buenos Aires en el siglo xix. En M. Garabedian, S. Szir y M. Lida, Prensa argentina siglo xix : imágenes, textos y contextos. Buenos Aires: Teseo - Biblioteca Nacional. Weinberg, F. (2006). Esteban Echeverría: ideólogo de la segunda revolución. Buenos Aires: Taurus.

150

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 150

15/03/2017 14:14:38


La sociabilidad cultural: formación de públicos y formas de expresión cultural

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 151

15/03/2017 14:14:38


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix M.a Esther Pérez Salas C.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 152

15/03/2017 14:14:38


A nivel internacional, el siglo xix se caracterizó por el aumento significativo de los medios masivos de comunicación. En Inglaterra, la producción mecánica del papel (1803), la prensa movida por vapor (1814) y la prensa de varios cilindros (1827) facilitaron la amplia difusión de la palabra impresa. De igual manera, los avances tecnológicos hicieron posible la reproducción de diversas imágenes. Como resultado, las ilustraciones de arte, naturaleza, procesos técnicos, gente famosa, tierras lejanas y muchos otros temas fueron factibles y accesibles por primera vez (Anderson, 1991, p. 2). Estos nuevos procedimientos dieron como resultado nuevos medios de comunicación que harían posible que la sociabilidad registrara un cambio significativo entre los ciudadanos decimonónicos. Toda una serie de condiciones dadas originalmente en el Reino Unido se extendieron por el Viejo Continente con gran rapidez, por lo que de manera casi inmediata se transformaron no solo las pautas de sociabilidad, sino también el formato de las publicaciones mismas. Indiscutiblemente, uno de los elementos que influyó de manera determinante en este nuevo sistema de comunicación fue la inclusión de estampas en las publicaciones, lo cual ocurrió gracias a los nuevos sistemas mecánicos de reproducción de la imagen. De aquellos grabados en lámina de lento proceso y costo elevado, se pasó a la inclusión de grabados en madera que resultaron ideales para el trabajo editorial. Se trataba de la técnica desarrollada por Thomas Bewick a finales del siglo xviii, conocida como grabado a la testa o a contrafibra. El sistema consistía en trabajar la madera con punzones como los empleados en el grabado en lámina, para conseguir líneas más finas que las obtenidas con la xilografía. Esta nitidez de los grabados, aunada a la facilidad de que se podía utilizar la misma prensa para imprimir textos e imágenes en una sola página, favoreció la edición de periódicos y revistas ilustradas que rápidamente fueron muy bien recibidas por los lectores. El hecho de poder llevar a cabo al mismo tiempo dos lecturas: una textual y otra visual, cambió de manera significativa la relación del receptor con los impresos. Dado que fue Inglaterra el primer país que revolucionó los procesos de impresión y de inserción de imágenes, también fue el primero en incursionar en la edición de publicaciones periódicas ilustradas, que marcaron las pautas que seguirían 153

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 153

15/03/2017 14:14:38


M.a Esther Pérez Salas C.

el resto de los países europeos. The Penny Magazine, editada por Charles Knight en 1832, estableció de manera clara una de las premisas que dejaría honda huella. Nos referimos al carácter educativo de tales revistas, ya que se consideraba que a partir de la imagen se reforzaban los valores morales de los biografiados; en el caso de las reproducciones de arte, por ejemplo, se popularizaba de manera eficaz la alta cultura (Anderson, 1991, p. 57). De esta manera se le otorgó un papel destacado a las ilustraciones; más allá del mero adorno, estaban desempeñando un rol interactivo dentro de la revista misma. El éxito de la mencionada revista británica rápidamente encontró eco, lo cual dio inicio a la primera generación de la prensa ilustrada en Europa, constituida por las revistas francesas Le Magasin pittoresque (1833), Le Musée des familles (1833) y Le Magasin universel (1842); el Saturday Magazine (1832) de Londres; el Illustrirte Zeitung (1833) de Leipzig y el Semanario pintoresco español (1836) —por mencionar los más destacados—1. Estas publicaciones, además de seguir muy de cerca el modelo impuesto por la revista de Knight de insertar imágenes y texto en la misma página, también compartían el objetivo de ofrecer a sus lectores conocimientos útiles, con lo cual se llevó a cabo la construcción de un imaginario europeo. Este nuevo género de revistas se dio a conocer en el continente americano a partir de la importación o bien mediante las versiones hechas para los habitantes hispanoparlantes, que fueron editadas por el empresario inglés de origen alemán Rudolph Ackermann. Como ejemplo podemos citar El Instructor o Repertorio de historia, bellas letras y artes (1834-1841) y La Colmena (1842-1845), que circularon ampliamente por Latinoamérica, gracias a la amplia red de distribución del editor2. De esta manera, los receptores de los países recién independizados entraron en contacto con el nuevo tipo de sociabilidad que se estaba gestando en Europa a principios del siglo xix.

Técnica litográfica: vehículo que facilitó la nueva comunicación en México Sin lugar a dudas, la imagen constituyó uno de los mayores atractivos de las mencionadas publicaciones periódicas, por lo que casi de inmediato los editores mexicanos buscaron la manera de emular las revistas editadas en Europa. Uno de los primeros obstáculos que hubo que sortear fue el de la reproducción de las imágenes. Debido a que en México no existía una sólida tradición del grabado a nivel editorial, se tuvo que buscar otro modo de reproducir imágenes que no saliera tan costoso y que se llevara a cabo en el país. No resultó tarea fácil, ya que fue necesario esperar hasta finales de 1 2

Sobre esta primera generación de revistas ilustradas véase Bacot (2005). Sobre la actividad de Ackermann en Hispanoamérica véase Roldán Vera (2004, pp. 153-176).

154

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 154

15/03/2017 14:14:38


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

los años treinta, periodo en el que se establecieron en la capital de la república talleres litográficos que se harían cargo de las imágenes que ilustrarían las revistas3. La utilización de la litografía en lugar del grabado en la ilustración de las revistas mexicanas estuvo determinada por la presencia de varios litógrafos franceses, quienes atraídos por las posibilidades de establecerse en un país en el que no existía competencia en el ramo, rápidamente empezaron a ofrecer sus servicios a los editores deseosos de incursionar en los nuevos formatos de impresos en los que se incluían imágenes4. Dicha técnica de reproducción, inventada por Aloys Senefelder a finales del siglo xviii, consiste en dibujar con un lápiz graso o pluma sobre una piedra caliza pulimentada, la cual permite —después de un proceso químico— que cuando se aplique la tinta sobre las superficies dibujadas, esta se absorba y quede impresa sobre el papel al pasar la piedra por la prensa. La principal ventaja de este método residía en la rapidez de impresión, así como en el mayor número de ejemplares que se obtenía, en comparación a los que se producían a partir de la técnica del grabado (Twyman, 1990, pp. 103-104)5. Uno de los primeros editores mexicanos que se aventuró en la edición de revistas ilustradas fue Ignacio Cumplido, quien a finales de 1836 puso en circulación El Mosaico Mexicano, publicación que seguía muy de cerca las ediciones extranjeras. De hecho, en la introducción del primer volumen se alude directamente a los artículos que aparecen en El Instructor, sobre los cuales se señala que, a pesar de que los temas eran los mismos, los publicados en El Mosaico resultarían más detallados que los que aparecían en la revista editada por Ackermann (El Mosaico Mexicano, 1836, Tomo 1, p. 4). A fin de ofrecer más variedad que las revistas que ya circulaban en español, Cumplido tradujo varios de los artículos provenientes de las publicaciones periódicas ilustradas de la llamada primera generación, en especial de las francesas, a la vez que incluyó varias imágenes copiadas de las que aparecían en las revistas que le sirvieron de modelo. Como se puede observar, el interés del editor mexicano era ofrecer a su clientela una versión lo más apegada posible a las revistas ilustradas que circulaban en Europa, aunque el empleo de la litografía modificó ligeramente el formato de las publicaciones. La principal diferencia estribó en que las imágenes no irían en la misma página del texto debido a la incompatibilidad de prensas; las litografías se tiraron en hojas fuera de texto, por lo que el encuadernador debía insertarlas en el lugar exacto para que el lector pudiera llevar a cabo la lectura visual y la del artículo casi de manera simultánea. 3 4 5

Sobre los orígenes de la litografía comercial en México véase Aguilar Ochoa (2007, pp. 65-100). Sobre la presencia de los litógrafos franceses en México, véase Pérez Salas (2009, pp. 219-254). La principal limitante del grabado es que la plancha a partir de la cual se tiran las impresiones se desgasta cada vez que pasa por la prensa, por lo que su duración es reducida, situación que no se presenta con la piedra litográfica, ya que esta es reutilizable una vez que se pule para borrar el dibujo anterior.

155

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 155

15/03/2017 14:14:38


M.a Esther Pérez Salas C.

La dificultad de incluir las imágenes dio como resultado que su número fuera menor, pues si se introducían tantas como en las revistas extranjeras, aumentaba considerablemente el precio de cada entrega, así como la cantidad de páginas. Por esta razón, el editor debía ser muy cuidadoso con el fin de seleccionar las imágenes que resultaran idóneas para los temas abordados y de conservar el formato de revista ilustrada. En aras de lograr dicho objetivo, en cada entrega semanal, que era normalmente de ocho páginas, se incluían dos ilustraciones. Dado que la finalidad de estas revistas era instruir de manera fácil y amena, cada ejemplar se coleccionaba y una vez que el editor consideraba que se había llegado a un número de entregas suficiente, se concluía el tomo y se encuadernaba para continuar con el siguiente. De esta manera, la población obtenía una colección de varios tomos de una revista que formaría parte de su biblioteca particular y que podría ser consultada por los miembros de la familia durante varios años. En el caso concreto de El Mosaico Mexicano, una de las revistas ilustradas de más larga duración en México (1836-1842), se llegaron a completar siete tomos. A partir del éxito de la revista de Cumplido, varios impresores mexicanos siguieron sus pasos, así que en un breve lapso aparecieron diversos títulos que iban dirigidos a los niños, a las mujeres y a la familia entera. El Recreo de las familias (1837-1838), el Diario de los niños (1839-1840), el Almacén Universal (1840), el Semanario de las señoritas mexicanas (1840-1842), el Repertorio de literatura y variedades (1840-1842) y otras publicaciones más inundaron la oferta editorial de los habitantes de la recién independizada nación mexicana. La temática seguía muy de cerca los modelos europeos, así que existía una gran cantidad de artículos relativos a descubrimientos científicos, biografías de personajes ilustres, descripciones geográficas y diversos temas de interés, que se alternaban con novelas y poesías, para satisfacer los gustos de la mayoría de los lectores. Si a esto le añadimos el atractivo de las ilustraciones que acompañaban a varios de estos artículos, el éxito de muchas de estas publicaciones estaba asegurado. Cabe señalar que no obstante seguir los objetivos de ofrecer publicaciones periódicas instructivas para sectores amplios, esta clase de revistas satisfizo las necesidades culturales de un fragmento de la población representado por las élites de la sociedad decimonónica, constituida por militares, políticos, intelectuales, clérigos, etc. Muchas de estas publicaciones alcanzaron un tiraje considerable, que llegó más o menos a 1.500, y una distribución bastante extensa por todos los rincones del país6. Una de las principales causas por las que solamente los grupos de mayor poder 6

Véase la lista de suscriptores de El Mosaico Mexicano (Tomos 1 y 3); El Liceo Mexicano (1844, Tomo 1) y El Museo Mexicano (1843-1844, Tomos 1 y 3). Para la red de distribuidores con que contaban los editores de las revistas literarias, véase Suárez de la Torre (2003).

156

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 156

15/03/2017 14:14:38


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

adquisitivo adquirió tales revistas fue su precio, el cual era inalcanzable para buena parte de los pobladores mexicanos7.

Primero hay que instruir Dado que uno de los objetivos principales de las revistas literarias publicadas durante la primera mitad del siglo xix era que sirvieran como medio instructivo, los primeros temas que empezaron a sociabilizarse fueron los relativos a las ciencias naturales y la geografía, entre otros de actualidad dirigidos al investigador y al “práctico”8. Entre los requisitos para que se pudiera llevar a cabo el cometido, se encontraba que fueran cortos, de lenguaje sencillo y, sobre todo, que la temática se expusiera de manera atractiva, pues lo editores estaban conscientes de que sus lectores no eran especialistas en los temas abordados; más bien todo lo contrario. De ahí que se buscara ofrecer un amplio espectro temático para que cumplieran su función didáctica: pues á este fin nos hemos provisto de los mejores periódicos franceses é ingleses, y escogido las piezas más instructivas y agradables. Los nuevos descubrimientos en las artes y en las ciencias, los sucesos históricos más sorprendentes, los fenómenos naturales, los procedimientos agrícolas de algún interés para nosotros, las descripciones pintorescas de los lugares más célebres del globo, viajes, biografías de hombres ilustres, poesías puramente mexicanas, y todo género de amenidades, formarán el tejido de esta bella colección. (El Mosaico Mexicano, 1836, Tomo 1, p. 2)

Por otra parte, la inclusión de imágenes en las revistas literarias y de amenidades, además de alterar el formato de las publicaciones mismas, como ya lo mencionamos, cambió significativamente el nexo con el receptor, al ofrecerle una relación claramente establecida entre texto e imagen que resultaba muy atractiva. A partir de este momento la estampa se empleó como un medio de comunicación que iba más allá de lo expresado literariamente, al brindar la oportunidad de ver lo que no se conocía de manera directa —como objetos, ciudades, monumentos, personajes, etc.—, que en muchos casos equivalía a la mayoría de las cosas. De esta manera, el binomio texto-imagen se convirtió en un elemento casi imprescindible en gran parte de las publicaciones decimonónicas.

7 8

El precio de cada entrega semanal o quincenal oscilaba entre los 2 o 3 reales, lo cual equivalía al sueldo diario de una costurera. Referencia tomada de Calderón de la Barca (1974, p. 141). Lector no profesional que utilizaba dicho material de consulta para aplicar los conocimientos adquiridos en estas revistas.

157

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 157

15/03/2017 14:14:38


M.a Esther Pérez Salas C.

Gracias a este formato novedoso de texto-imagen fue posible ofrecer al público lector temas de carácter científico. En un principio, el apoyo visual se utilizó en aquellos artículos que requerían explicaciones mediante planos, cortes, esquemas, etcétera, tales como “Tiro de una mina” (Registro Trimestre, 1832, Tomo 1); “La niña invisible”, que ilustraba un tema sobre física; “El árbol de la cera”, “Aerolitos” o “Primeros elementos de mecánica” (El Mosaico Mexicano, 1836, Tomos 1 y 2), en los que se reprodujeron asuntos técnicos, uno de los temas imprescindibles en la mayoría de las revistas literarias. El deseo de ofrecer a los lectores publicaciones de fácil acceso, dio como resultado que las imágenes de carácter científico proliferaran en la mayoría de ellas y que se destacaran los temas de las ciencias naturales. En buena parte de los casos las ilustraciones dependieron directamente del texto, al contar con números que se referían a las distintas partes de lo representado, como podría ser una planta, señalando la flor, el fruto, la semilla, etc., por lo que la composición fue acorde con las necesidades explicativas (figura 1).

Figura 1. El maíz. Fuente: El Museo Mexicano, 1844, tomo iii, pp. 152-153. Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.

158

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 158

15/03/2017 14:14:39


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

En cuanto a los asuntos sobre ciencias naturales, en específico los relativos a la zoología, las imágenes fueron más independientes y por lo tanto las composiciones abandonaron el esquema didáctico para acoplarse al romanticismo, al representar las especies animales en su ambiente geográfico, lo que permitía una lectura diferente de la imagen distanciada de las explicaciones del texto. En este sentido, no solamente se proporcionaban conocimientos generales, sino que de igual manera se difundían las sensibilidades que formaban parte de la cultura occidental del momento. Acordes con el sentimiento romántico que permeaba gran parte de la vida de los pobladores de la primera mitad del siglo xix, los temas que resultaban más atractivos para los receptores fueron aquellos en los que se tocaban las costumbres de otras civilizaciones. De esta manera desfilaron frente a los ávidos lectores descripciones e imágenes que los llevaban a lugares exóticos, en especial orientales, como la India o Arabia, al tiempo que se acercaban a las tradiciones de los habitantes de Alaska, Suiza o Rusia. Igualmente ofrecían información sobre sus gobernantes, sistemas de pesos y medidas utilizados o la historia de la fundación de sus ciudades capitales. Esta nueva manera de sociabilizar el conocimiento mediante textos ligeros e imágenes proporcionaba a los lectores una sensación de cosmopolitismo que no habían experimentado con anterioridad (figura 2).

Figura 2. Vista de una calle de Constantinopla. Fuente: El Diario de los niños, 1840, tomo ii, pp. 24-25. Biblioteca Ernesto de la Torre Villar del Instituto Mora.

159

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 159

15/03/2017 14:14:41


M.a Esther Pérez Salas C.

También hay que divertir Pero no todos los lectores estaban interesados en instruirse, también había un amplio sector que buscaba esparcimiento en las revistas literarias, de ahí que los editores incluyeran cuentos cortos, poesías, charadas, consejos útiles e, incluso, las últimas novedades de la moda parisina —no hay que olvidar que un amplio porcentaje de receptores estaba constituido por el “bello sexo”—. Si los temas de por sí eran atractivos, el hecho de incluir imágenes en algunos de ellos les confirió a muchas de estas revistas un carácter más internacional, en la medida en que se reproducían buena parte de las ilustraciones que adornaban las publicaciones extranjeras, que era de donde se copiaba o traducía la mayor parte de los textos. Los relatos literarios permitieron que los ilustradores incursionaran en una temática mucho más amplia, en la que las composiciones constituían el mayor reto. Además de seleccionar el pasaje más impactante o conmovedor para reforzar gráficamente obras como Hamlet (Repertorio de literatura y variedades, 1841, Tomo 1), Los amantes desventurados (Repertorio de literatura y variedades, 1841, Tomo 1) o Edmond y su prima (El Mosaico Mexicano, 1841, Tomo 5), había que buscar elementos que representaran los sentimientos y virtudes, para aludir a composiciones poéticas relativas al amor maternal, la fortuna, el desencanto y todas aquellas emociones que formaban parte esencial de las obras literarias reproducidas. Otro de los rubros de gran interés para las damas fue el de las manualidades, las cuales tuvieron un mayor espacio en las revistas específicamente dedicadas a la mujer, aunque no por eso dejaron de aparecer en las dedicadas a toda la familia. Para este tipo de actividades el apoyo gráfico fue obligado, pues era la mejor manera de explicar cómo aumentar o fugar un dibujo mediante una retícula; reproducir diseños de bordados o explicar las complicadas combinaciones que podían hacerse con cabellos y cuentas para la manufactura de brazaletes, aretes, prendedores y demás adornos9. De este modo las mexicanas encontraron un vehículo de comunicación que les permitía ir a la par de sus contemporáneas de otras latitudes (figura 3). Las biografías de personajes ilustres constituyeron otro tema de gran aceptación, en virtud de que a partir de dichos relatos se multiplicaban las posibilidades de adentrarse en épocas y civilizaciones distintas. De esta manera, se podía escudriñar en el periodo renacentista siguiendo las vicisitudes de Leonardo da Vinci (El Mosaico Mexicano, 1837, Tomo 2, pp. 254-256) o en la Corte inglesa a través de la vida de Carlos I de Inglaterra (Almacén Universal, 1840, pp. 94-96). A partir de tales descripciones, que las más de las veces iban acompañadas por el retrato del biografiado 9

Véanse Semanario de las señoritas mejicanas y Panorama de las señoritas, de García Torres, así como La semana de las señoritas mexicanas, de Navarro.

160

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 160

15/03/2017 14:14:41


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

en cuestión, los receptores tenían la oportunidad de conocer culturas diferentes y estar al corriente de las preferencias y la personalidad de esos individuos. Dicho conocimiento adquiría mayor relevancia cuando se trataba de personajes contemporáneos como los monarcas británicos: la reina Victoria y su esposo el príncipe Alberto (Semanario de las señoritas mejicanas, 1840, Tomo 1, pp. 361-368). De esta manera, costumbres, tradiciones y sentimientos de individuos pertenecientes a ciertos sectores fueron conocidos por distintos grupos sociales, gracias a la posibilidad de difundir dicha información en los medios masivos de comunicación. En este sentido, las revistas literarias se convirtieron en el espacio idóneo de sociabilización.

Figura 3. Letras para bordar. Fuente: Semanario de las señoritas mejicanas, 1841, tomo i, pp. 176-177. Biblioteca “Ernesto de la Torre Villar” del Instituto Mora.

Lo nuestro Una de las grandes posibilidades que se exploró a partir de la inclusión de imágenes en la prensa decimonónica, fue la de representar vistas de ciudades, lo que resultó sumamente atractivo para los receptores. Como lo señala Ivins (1975), la litografía se convirtió en la imagen prefotográfica en tanto reproducía de una forma bastante

161

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 161

15/03/2017 14:14:44


M.a Esther Pérez Salas C.

cercana a la realidad los distintos objetos que no eran conocidos de manera directa. En un principio, se reprodujeron vistas de lugares tan remotos como Londres, San Petersburgo o Constantinopla, pero en cuanto las publicaciones adquirieron un carácter local, las estampas de las ciudades mexicanas compartieron el espacio con las de las capitales europeas. De esta manera, las vistas de las costas de Acapulco o Campeche, al igual que las plazas de Zacatecas, Veracruz o la ciudad de México o los paseos tradicionales del país reforzaron aun más las necesidades de los receptores de afirmación nacional, a la vez que satisficieron los intereses de la recién fundada Sociedad de Geografía y Estadística, tan ávida de contar con registros visuales de la flamante República mexicana. El referente a los temas nacionales, que se manejó a partir del romanticismo de corte nacionalista, encontró en México un ambiente sumamente apropiado para desarrollarse, en la medida en que era un país recién independizado que registraba una gran necesidad de reafirmar su identidad al igual que el resto de los países iberoamericanos. De esta manera, los editores de las revistas paulatinamente dieron oportunidad a los literatos nacionales de colaborar en tales publicaciones, lo que les confirió a las obras un carácter regional, en la medida en que los temas abordados se referían a México y eran tratados por coterráneos. Esta nueva orientación brindó al lector una imagen de México novedosa y contemporánea, pues ya no se trataba de las descripciones y estampas realizadas por extranjeros, en las que generalmente prevalecía una concepción preestablecida, sino de una interpretación tomada de la realidad y manejada bajo una perspectiva reivindicatoria, proveniente de los connacionales. Aquella tendencia de crear una conciencia nacional, compartida por la mayoría de las publicaciones literarias de la primera mitad del siglo xix, favoreció el que se abordaran temas referentes a las provincias, caminos, costumbres y todo aquello que permitiera a los receptores apreciar las potencialidades y la diversidad del país, todo lo cual eran presentado también de manera visual, a través de distintas vistas de ciudades, paisajes, planos, mapas, restos arqueológicos y escenas cotidianas. Los temas de carácter prehispánico resultaron ideales para reforzar el carácter nacional, tanto de las publicaciones como de los lectores, ya que eran opuestos al pasado inmediato colonial que algunos colaboradores querían dejar en el olvido. Se aludía por igual a piezas arqueológicas —en su mayoría pertenecientes al Museo Nacional—, que a asentamientos como las ruinas de Misantla o la Fortificación de Huatusco (El Mosaico Mexicano, 1836-1837, Tomos 1 y 2). El carácter didáctico de los primeros trabajos desapareció rápidamente para dar paso a los postulados románticos, en la medida en que la ilustración que acompañaba a tales artículos tuvo la intención de reproducir no solo el edificio en cuestión, sino su entorno, con el fin de brindarle al espectador toda la magnificencia de las 162

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 162

15/03/2017 14:14:44


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

culturas prehispánicas. Para lograrlo, se reprodujeron las estampas de procedencia extranjera. Sin embargo, las descripciones literarias pertenecían a autores nacionales, por lo que la correspondencia entre texto e imagen no siempre resultó directa. Por más que el tratamiento gráfico fuera excelente, los textos aludían a otros asuntos que no estaban plasmados gráficamente, sobre todo cuando se pretendía refutar algunos conceptos vertidos por los autores extranjeros. El hecho de que se haya recurrido a trabajos visuales no nacionales va más allá del reconocimiento de los artistas viajeros, de quienes se tomó la mayoría de las imágenes. Existe una justificación de orden práctico no manifiesta pero sí real: la lejanía y las dificultades de acceso a las zonas arqueológicas, a pesar de que se contaba con litógrafos tan capaces como Hipólito Salazar, Hesiquio Iriarte o Plácido Blanco, que para ese entonces eran los más destacados. La gente también ocupó un lugar importante en las publicaciones ilustradas de la primera mitad del siglo xix. Para mostrar a los habitantes del país, los temas costumbristas resultaron ideales, ya que por un lado se reforzaba el carácter regional de

Figura 4. Rancheros. Fuente: El Museo Mexicano, 1844, tomo iii, pp. 550-551. Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.

163

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 163

15/03/2017 14:14:45


M.a Esther Pérez Salas C.

la edición y por otro se satisfacían las necesidades de identificación de los emisores y los receptores. De esta manera empezaron a desfilar en sus entregas artículos sobre rancheros, cocheros, aguadores, vendedoras de aguas frescas y todos aquellos personajes que portaban una indumentaria específica o desempeñaban oficios propios del país. Esta temática favoreció el empleo de estampas, que en su mayoría fueron muy bien recibidas, ya que era la primera vez que circulaban de manera amplia imágenes de pobladores de las clases populares. En varios de estos artículos se alcanzaron momentos culminantes entre texto e imagen, en la medida en que los temas manejados fueron tomados de la realidad, por lo que autores literarios y gráficos tuvieron abundantes fuentes para la realización de su trabajo, a la vez que los analizaron desde diversos ángulos (figura 4). La imagen se convirtió poco a poco en una nueva forma de aprehensión de la realidad, de modo que la relación entre publicación y receptor sufrió modificaciones sustanciales, en la medida en que la ilustración empezó a utilizar su propio discurso a fin de complementar o bien reforzar lo descrito en el texto.

La actualidad Otro de los grandes aciertos de las publicaciones periódicas ilustradas como medio de sociabilidad, fue el ofrecer temas de actualidad. Nos referimos principalmente al hecho de que mediante la reproducción de los retratos de los principales personajes —se tratara de políticos, intelectuales o artistas—, los receptores tuvieron la oportunidad de conocer la efigie de aquellos que se destacaban en sus diversos ámbitos. De esta manera la imagen proporcionaba una información extra, dado que en el texto se aludía al desempeño del personaje en cuestión, pero en la estampa se apreciaban características físicas y psicológicas que no siempre se podían transmitir de manera escrita. Así mismo, el lector se percataba de que aquellos personajes eran de carne y hueso, como cualquier mortal. Dentro del ambiente artístico, la reproducción de los retratos de los artistas más sobresalientes del momento registró una gran aceptación, al grado de que el editor Vicente García Torres publicó El Apuntador, una revista especializada en teatro y ópera que incluyó los retratos de los diferentes autores y actores, cuyas obras y desempeños artísticos se analizaban en los textos. A través de las ilustraciones se daban a conocer personajes actuales. No se trataba de reproducir la imagen de autores clásicos, sino de dar a conocer a los artistas de moda, como la española Rosa Pelufo, la bailarina María de Jesús Moctezuma o la cantante inglesa Ana Bishop, quienes hacían las delicias del público en el Teatro Nacional (El Apuntador, 1841). De esta manera la imagen complementó lo descrito textualmente al enfrentar la efigie del

164

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 164

15/03/2017 14:14:45


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

personaje con su trayectoria artística o cultural, lo que le daba al artículo un carácter de veracidad. No se trataba de personajes ideales sino de personas reales. Otras figuras que igualmente desfilaron en esta galería de retratos de las revistas ilustradas fueron los pintores mexicanos destacados del momento, como José Manzo, Juan Cordero y Primitivo Miranda. De igual manera, se reprodujeron los retratos de Louis Daguerre, inventor del daguerrotipo, así como de personajes del mundo literario, como Víctor Hugo o Alejandro Dumas, que en esas décadas revolucionaban la cultura y las técnicas gráficas y visuales. La inserción de los retratos de los principales personajes que estaban en la palestra cultural, tanto nacionales como extranjeros, dio la oportunidad de un mayor conocimiento de lo que estaba sucediendo en zonas alejadas del país o de la capital misma, puesto que la mayoría de las publicaciones periódicas editadas en la ciudad de México contaba con una amplia distribución en el interior de la república, gracias a los representantes de los editores ubicados en puntos clave. Ahora bien, los ciudadanos mexicanos de la primera mitad del siglo xix no solo tuvieron la oportunidad de acercarse al mundo cultural, también el ámbito político estuvo presente. Este se manifestó principalmente en la prensa diaria, ya que una de las premisas de las revistas literarias era no involucrarse en los temas de carácter político: “No entran en nuestro plan, ni la religión, ni la política: la primera es demasiado respetable para que pueda ser objeto de un periódico de esta clase, y la segunda es ya sumamente fastidiosa” (El Mosaico Mexicano, 1836, Tomo 1, p. 4). Así, las publicaciones diarias fueron las encargadas de poner al tanto a los receptores de los avatares políticos por los que transitaba el país durante las primeras décadas posindependentistas, que se caracterizaron por ser muy violentas. Los continuos cambios de facciones políticas dieron la oportunidad a ilustradores y literatos de insertar en los periódicos críticas y agudos comentarios. Dado que en ocasiones quienes hablaban en contra del gobierno en turno eran perseguidos o encarcelados —o los diarios suspendidos—, se recurrió a la caricatura para decir en broma lo que no se podía expresar en serio. Por lo tanto, se empezó a gestar una tradición en México de caricaturistas que para la segunda mitad del siglo xix contó con periódicos especializados en el género satírico. La mayoría de las ilustraciones giró alrededor de los personajes más sobresalientes de la política, como el presidente y los secretarios de Estado. También desfilaron literatos y todas aquellas figuras del momento que dieran lugar a ser criticadas dentro del espacio público. Fiestas, modas, excesos femeninos, preparativos para celebraciones populares, así como espectáculos de la capital también constituyeron temas que solían ser ridiculizados por los ilustradores de estos semanarios. En suma, se trataba de asuntos íntimamente ligados con la cotidianidad decimonónica mexicana.

165

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 165

15/03/2017 14:14:45


M.a Esther Pérez Salas C.

La inclusión de estas críticas en la prensa diaria representó un reto técnico para los impresores, en la medida en que los folios debían pasar dos veces por las prensas, una para la impresión tipográfica y otra para la impresión de las estampas. Pero tal fue el éxito de dichas publicaciones que bien valió la pena el doble trabajo. Indiscutiblemente los comentarios satíricos acerca de situaciones actuales, y sobre todo, lo oportuno de las críticas, aunados a las imágenes caricaturescas, provocaron que los lectores se aficionaran a estas publicaciones, dado que a la vez que compartían el sentir del pueblo, de igual manera les permitían disfrutar las imágenes que muchas veces eran más elocuentes y agudas que las leyendas que ostentaban en la parte inferior. Así mismo, el número de receptores se incrementó significativamente, puesto que cualquiera podía “leer” una imagen satírica (figura 5).

Figura 5. Nuevo diluvio en México. Fuente: La Orquesta, 14 de agosto de 1861, tomo i, n.° 48, pp. 190-191. Biblioteca Ernesto de la Torre Villar del Instituto Mora.

La modernidad Dentro de la función de sociabilidad que desarrollaron las publicaciones periódicas ilustradas de la primera mitad del siglo xix en México, cabe destacar el importante

166

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 166

15/03/2017 14:14:46


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

papel que tuvieron como promotoras de diversos proyectos de modernización cuyo objetivo era transformar las ciudades o los caminos para que alcanzaran el nivel de los países civilizados. El hecho de que se tratara de publicaciones con posibilidad de integrar imágenes, les permitió dar a conocer de manera visual proyectos urbanos y mobiliario urbano, así como los adelantos de diversas localidades del país. Dentro de la amplia gama de asuntos relativos a la infraestructura que se trataron en los artículos, cabe destacar la propuesta de solucionar los graves problemas que enfrentaba la ciudad de México en época de lluvias, pues se presentaban grandes inundaciones que hacían intransitables sus calles. Para solucionar el citado problema, además de incluir el documento en el que se explicaban las modificaciones propuestas para canalizar las aguas pluviales, de igual manera se insertaba un mapa explicado detalladamente, a fin de que los lectores tuvieran, a partir de un elemento gráfico, un mejor conocimiento de las mejoras que se pretendían introducir. Al mismo tiempo, se ofrecía otro medio de comunicación visual que era el de los planos y mapas (El Museo Mexicano, 1843, Tomo 1, pp. 313 y 330). Las propuestas modernizadoras e higienistas que circulaban en Europa tuvieron eco en las autoridades mexicanas de manera casi inmediata. De ahí que se propusiera la construcción de un moderno mercado en el que quedaran claramente establecidos los espacios para venta de los diversos productos y las áreas de circulación y acopio, tomando en cuenta la iluminación y ventilación pertinentes, así como todos aquellos elementos funcionales que lo convertirían en un ejemplo digno de la modernidad que se estaba alcanzando en la capital de la república. Dentro de este mismo tenor igualmente se dedicó un artículo sobre el recién construido Teatro Nacional, que contaba con todos los adelantos necesarios para que se pudieran llevar a cabo espectáculos teatrales y de ópera a la altura de las grandes ciudades europeas. En este caso no solo se ponía de manifiesto la presencia de arquitectos preparados para llevar a cabo tales diseños y construcciones, como Lorenzo de la Hidalga, sino que al mismo tiempo se promocionaba al gobernante de turno e impulsor de tales reformas, que en esos momentos era Antonio López de Santa Anna (El Museo Mexicano, 1843, Tomo 1, pp. 297, 298 y 379). En cuanto a las posibilidades industriales del país, las publicaciones periódicas se convirtieron en un importante difusor de la región norte, que durante la época virreinal y las primeras décadas del periodo postindependentista permaneció casi en el abandono, debido a la lejanía de la ciudad capital. No obstante, a partir de la década de los años cuarenta empezó a dársele un gran impulso, a través de la construcción de caminos que facilitaron el acceso a dicha zona, y de la fundación de establecimientos fabriles modernos que competieron con los ubicados en la región del centro. Como ejemplo, podemos citar la fábrica de tejidos en el norteño Departamento de Durango, pues esta representó la oportunidad de que se iniciaran nuevos desarrollos en dichas regiones. Si 167

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 167

15/03/2017 14:14:46


M.a Esther Pérez Salas C.

a eso le añadimos el que se estuvieran proyectando nuevos caminos hacia la zona, tenemos como resultado que mediante las revistas literarias se ampliaba la visión que los receptores tenían del país, así como sus posibilidades económicas (El Museo Mexicano, 1843, Tomo 1, pp. 121 y 475). Pero no todas las propuestas modernizadoras fueron exitosas ni se llevaron a cabo. Los receptores de las publicaciones periódicas también estuvieron al tanto de los intentos fallidos, así que siguieron paso a paso los triunfos y decepciones por los que iba atravesando el país. Tal fue el caso de la llamada Columna de Honor, proyectada por José María de Echandía para la plaza mayor de la capital mexicana, la cual no se erigió debido a que ya había otra propuesta seleccionada, pero no por ello dejó de reproducirse la imagen ni la descripción de esta. En este sentido, se daba a conocer el interés de los ciudadanos mexicanos por participar en el embellecimiento de las ciudades, de suerte que las revistas se convertían en un espacio de intercambio de ideas y propuestas (El Museo Mexicano, 1843, Tomo 1, pp. 223-224), que eran seguidas ávidamente por los lectores. De esta manera se involucraban en el arranque de la transformación del país, que se llevó a cabo a mediados de siglo, dejando de ser meros espectadores.

Espacio para todo y para todos La presencia y proliferación de publicaciones periódicas ilustradas desempeñó un papel destacado en la sociedad mexicana decimonónica, en virtud de que se convirtieron en el principal medio de comunicación del desarrollo de la vida cultural. Fue precisamente en estos impresos en los que se registraron los intercambios en este rubro a nivel nacional e internacional, ya que se publicaban por igual artículos e imágenes provenientes de las revistas ilustradas extranjeras, que colaboraciones de escritores nacionales acompañadas de ilustraciones realizadas por mexicanos. Al hablar de transferencias culturales nos referimos al concepto acuñado por Michel Espagne y Michael Werner (Espagne, 1999), en la medida en que se pueden aplicar a los procesos que se llevaron a cabo en México tanto en el ámbito cultural como en los relativos a la construcción de identidad. México —al igual que el resto de los países iberoamericanos recién independizados y la mayor parte de los europeos—, buscaba la forma de constituirse como nación. De esta manera, se hermanaba con el resto de la cultura occidental. Para una población de 8.000.000 de habitantes, de los cuales solamente el 10% estaba alfabetizado10, la vasta producción de publicaciones periódicas ilustradas se convirtió en un éxito sin precedentes; la gran aceptación que tuvieron tales obras pone en entredicho la creencia de que no hubo desarrollo cultural durante la primera 10

Cifras manejadas por Florescano (Coord.) en el Atlas Histórico de México (1983, pp. 128 y ss.).

168

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 168

15/03/2017 14:14:47


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

mitad del siglo xix. Esta idea se ha planteado debido a que tal periodo se caracterizó por una gran inestabilidad política, en la cual se registraron continuos levantamientos, asonadas, motines y revueltas por parte de las diversas facciones políticas que buscaban posicionarse en el poder. Debido a ello, así como los mexicanos se levantaban sorprendidos con la noticia de que habían cambiado las leyes o los gobernantes, de igual manera se enteraban de la aparición o la conclusión de distintos periódicos y revistas literarias. Una de las grandes interrogantes relativas a la gran acogida de la prensa periódica es cómo fue posible que una sociedad en la que la inmensa mayoría era iletrada, se favoreciera la edición de una gran diversidad de publicaciones periódicas, además de los calendarios, guías de forasteros, folletines y libros. Esto nos lleva a tomar en cuenta otra manera de sociabilización de la letra impresa que fue la lectura en voz alta, a partir de la cual el potencial de receptores se multiplicaba considerablemente, ya que así un porcentaje considerable de población iletrada podía tener conocimiento de la información escrita. No hay que olvidar que para el caso mexicano la cultura oral era aún vigente, sobre todo entre los indígenas. De este modo, la lectura colectiva y pública desempeñó el papel de intermediario con los que no sabían leer. Esta lectura —que podríamos considerar de segunda mano— de las revistas literarias fue muy bien recibida. Pese a que los receptores originales pertenecían a las clases privilegiadas que podían afrontar económicamente la compra de los ejemplares, al llevarse a cabo lecturas públicas en diversos centros de reunión, otros sectores de la población tuvieron acceso a la cultura occidental, que paulatinamente permeaba la educación y la instrucción nacional decimonónica. Indiscutiblemente, el hecho de que buena parte de las revistas literarias del momento contaran con ilustraciones, provocó que el atractivo fuera mayor, a tal grado que los lectores exigían continuamente las imágenes faltantes de las entregas. Esta nueva posibilidad de contar con elementos gráficos dio como resultado que se revolucionara la relación de los receptores con los impresos, en la medida en que se llevaban a cabo dos lecturas: la textual y la visual. En este sentido, se equiparaban las prácticas de edición y lectura de México con las que se registraban en Europa, en virtud de que se incorporaron al boom de la imagen que se daba en el Viejo Continente. Conscientes del poder cada vez mayor de la imagen en las publicaciones periódicas, muchos de los gobernantes, así como los promotores culturales del momento, supieron sacar ventaja para sus propios intereses. De este modo, al tiempo que se imprimían noticias sobre los nuevos proyectos de remodelación de las ciudades patrocinados por los ayuntamientos o el gobierno central, algunos estudiosos daban a conocer sus recientes hallazgos a partir de las publicaciones ilustradas. Así, estas se convirtieron en un medio de sociabilización, en

169

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 169

15/03/2017 14:14:47


M.a Esther Pérez Salas C.

la medida en que no iban dirigidas a expertos en la materia. Se trataba más bien de medios de divulgación del conocimiento que tenían una gran difusión11. Otra de las grandes posibilidades de sociabilidad que representó la prensa periódica ilustrada, en especial las revistas, fue la de ser un espacio de discusión a nivel cultural, en la medida en que muchos de los artículos publicados por autores nacionales propiciaron reacciones, ya fuera de aprobación o crítica, así como intentos de ampliar la información vertida. Dada la amplia distribución que tenían a lo largo y ancho de la república mexicana, especialistas o bien aficionados a determinados temas científicos, técnicos o históricos, recibieron la oportunidad de conocer los avances que sus homólogos llevaban a cabo en zonas distantes, a la vez que pudieron entablar un intercambio de conocimientos. En este sentido, no solamente se beneficiaron los propios interesados al contar con un medio de comunicación, sino que al mismo tiempo los lectores se enteraron de los diversos puntos de vista que sobre un mismo tema podía haber, a la vez que fueron testigos de los avances del conocimiento que se iban registrando en los diversos puntos del país12. De igual manera se convirtieron en medio de difusión de documentos históricos que para la mayoría de la población eran inaccesibles, como los relativos a la independencia del país, dictados por Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama, Mina, Iturbide y varios más de los principales actores de dicho movimiento (La Ilustración Mexicana, 1853, Tomo 4). Las oportunidades de sociabilidad que representaron las publicaciones periódicas ilustradas de mediados del siglo xix fueron muy amplias, ya que llegaron a diversos sectores de la población, tanto a quienes habían sido alfabetizados como a los que no. Aquel interés de los editores de incluir imágenes para ofrecer a sus lectores revistas como las del Viejo Continente, fue más que una moda, pues este tipo de publicaciones se convirtieron en un medio de comunicación que desempeñó un importante papel en un país en el que las continuas revueltas impedían un desarrollo cultural patrocinado por el Estado. En este sentido, las revistas literarias editadas en la primera mitad del siglo xix representaron para México un importante medio de sociabilización a nivel cultural y un remanso frente a la inestabilidad política que caracterizó a la mayor parte del siglo.

Véanse “Catálogo de las plantas contenidas en un herbario perteneciente al Sur de México, por D. Pío Bustamante y Rocha” (La Ilustración Mexicana, 1853, Tomo 4, p. 133) y “Huesos gigantes encontrados en el territorio de Tlaxcala, por D. J. M Cabrera” (La Ilustración Mexicana, 1853, Tomo 4, p. 713). 12 Como ejemplo de este intercambio, véase: “Remitido de D.M.O., en que indica algunas correcciones al artículo de jardines antiguos de México” (El Museo Mexicano, 1843, Tomo 1, p. 179) y “Remitido que sirve de complemento a la biografía del Sr. Vasco de Quiroga” (El Museo Mexicano, 1843, Tomo 2, p. 288). 11

170

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 170

15/03/2017 14:14:47


Hacia una nueva comunicación: prensa e imagen en México a mediados del siglo xix

Referencias Fuentes primarias Almacén universal. Artículos de historia, geografía, viajes, literatura y variedades. (1840). El Apuntador. Semanario de teatros, costumbres, literatura y variedades. (1841). El Liceo Mexicano [2 Tomos]. (1844). El Mosaico Mexicano. O colección de amenidades curiosas e instructivas [7 Tomos]. (1836-1842). El Museo Mexicano. O miscelánea pintoresca de amenidades curiosas e instructivas [5 Tomos]. (1843-1846). La Semana de las señoritas mejicanas [4 Tomos]. (1850-1852). Panorama de las señoritas. Periódico pintoresco, científico y literario. (1842). Registro Trimestre. O colección de memorias de historia, literatura, ciencias y artes [2 Tomos]. (1832-1833). Repertorio de literatura y variedades [3 Tomos]. (1840-1842). Semanario de las señoritas mejicanas [4 Tomos]. (1850-1852). Fuentes secundarias Aguilar Ochoa, A. (2007). Los inicios de la litografía en México: el periodo oscuro. Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, xxix (90), 65-100. Anderson, P. (1991). The Printed Image and the Transformation of Popular Culture. Oxford: Clarendon Press. Bacot, J.-P. (2005). La presse illustrée au xix e siècle. Une histoire oubliée. Limoges: Pulim. Calderón de la Barca, M. (1974). La vida en México durante una residencia de dos años en ese país [F. Teixidor (Trad. y Prol.)]. México: Editorial Porrúa. Espagne, M. (1999). Les transferts culturels franco-allemands. París: Presses Universitaires de France. Florescano, E. (Coord.). (1983). Atlas Histórico de México. México: Siglo xxi.

171

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 171

15/03/2017 14:14:47


M.a Esther Pérez Salas C.

Ivins, W. I. (1975). Imagen impresa y conocimiento. Análisis de la imagen prefotográfica. Barcelona: Editorial Gustavo Gili. Pérez Salas, M. E. (2009). Nuevos tiempos nuevas técnicas: litógrafos franceses en México (1827-1850). En L. Suárez de la Torre y L. Andries (Coords.), Impresiones de México y de Francia (pp. 219-25). París - México: Éditions de la Maison des sciences de l’homme - Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Roldán Vera, E. (2004). Las revistas inglesas en Hispanoamérica independiente. Revista Summa Historiae, 1(1), 153-176. Suárez de la Torre, L. (Coord.). (2003). Constructores de un cambio cultural. México: Instituto Mora. Twyman, M. (1990). Early Lithographed Books, a study of the design and production of improper books in the age of the hand press. Londres: Farrand Press & Private Libraries Association.

172

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 172

15/03/2017 14:14:47


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 173

15/03/2017 14:14:47


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo* Iara Lis Schiavinatto

* Traducción: Mayxué Ospina Posse.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 174

15/03/2017 14:14:47


He aquí una historia entretejida de impresos, manuscritos e imágenes. Textos que se entrelazan, se recitan, hablan unos de otros, silencian. Muchos de ellos escritos y publicados de forma elegante, con sobriedad —portugués impecable en su tiempo—, respaldados por autores en ascenso, a través de la cultura letrada, con reconocimiento junto a la máquina gobernativa. No obstante, atravesados por procedimientos de escritura y publicación sustancialmente distintos de los nuestros. En sus diversos formatos y géneros, estos textos ofrecían imágenes, al hablar de ellas y al publicarlas, en su cuerpo, en las estampas y en los grabados. Este estudio parte de ciertas indagaciones sobre los protocolos de escritura del Compendio Scientifico para a Mocidade Brasileira destinado ao uso das Escolas dos Dois Sexos ornado de nove estampas accomodadas às Artes, e Sciencias de que nelle se trata tiradas por Lithografo (Compendio científico para la mocedad brasileña destinado al uso de las escuelas de los dos sexos y ornamentado con nueve estampas acomodadas a las artes, y ciencias de que en él se tratan, litografiadas), señalando su proximidad con los manuales de civilidad del siglo xviii, así como con otros textos destinados a la enseñanza y usos del dibujo. Indico algunas transformaciones de sentido provocadas por el propio Compendio en dirección a la educación cívica del liberalismo constitucional de la monarquía brasileña. Traigo a colación, también a partir de este, el debate que circuló en torno al dibujo, a su enseñanza doméstica y en establecimientos —para usar los términos de la época— que difundían y compartían una apreciación estética y culta de la realidad. Tales textos fueron escritos y circularon entre las cortes de Lisboa y Río de Janeiro, ambas en franco proceso de transformación desde mediados del siglo xviii, a veces incluso de forma mimética. Lisboa enfrentaba por entonces el reordenamiento de la ciudad, en función de la devastación del terremoto de 1755 y en virtud de lo que fuera conocido como la ilustración pombalina. Por su parte, desde 1763, Río de Janeiro figuró como capital de la Colonia, cabeza del Estado del Brasil y centro articulador de fronteras, territorios, redes de intereses y negocios en el Atlántico sur. A partir de 1808, la ciudad se vio inmersa en un fuerte proceso de metropolización, liderado por

175

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 175

15/03/2017 14:14:47


Iara Lis Schiavinatto

el gobierno joanino1. Esta es, entonces, una historia transatlántica de escritos, impresos, grabados, dibujos —imágenes si se prefiere— entre 1750 y 1820-1840. Una historia que conjuga arte, ciencia, técnica, pues el dibujo atravesó estos campos de conocimiento, entonces mucho más próximos e indistintos de lo que se encuentran en el mundo contemporáneo.

Del Compendio El Compendio Scientifico para a Mocidade Brasileira destinado ao uso das Escolas dos Dois Sexos ornado de nove estampas accomodadas às Artes, e Sciencias de que nelle se trata tiradas por Lithografo fue publicado en 1827, en Río de Janeiro. De entrada, el autor reconocía que se basaba en un conjunto de extractos de otros impresos, muchos de ellos traducidos, por ejemplo, de la Encyclopedie des Enfants de J. R. Masson en su cuarta edición de 1821; otros, recolectados de una bibliografía portuguesa inventariada en su prólogo. Compendio significaba, según el diccionario Bluteau, editado en la década de 1710, y el Moraes, en las ediciones de 1789 y 1813, un resumen de los preceptos, de las ideas, de las artes y las ciencias2. Así, en el cuerpo del libro cabía entonces insertar un cuadro general de saberes capaz de guiar la educación de la mocidad 3. Cierta noción de autoría permitía al autor del Compendio no esclarecer con precisión cuándo y cómo citaba determinado autor o texto consultado. Tampoco comentaba su traducción ni las decisiones tomadas durante el proceso de edición del texto ni los términos privilegiados o abandonados. La condición de autor abarcaba la función de traductor y, en cierta manera, la de editor de las obras leídas y seleccionadas. Al traducir o reeditar, el autor se tornaba una especie de coautor, sin cometer por ello ningún tipo de crimen, plagio, blasfemia, ni incurrir en un gesto de sospecha, pernicioso, nocivo. De igual manera, no resultaba en medida alguna necesario, o de buen gusto, esconder la naturaleza de esta premisa coautoral. Su texto nacía de la frecuencia de otros, resultando enteramente legítimo manipularlos, recortarlos, copiarlos, traducirlos. Reordenaba así sus fuentes, bajo la necesidad de aproximarlas y adecuarlas a su obra, con el fin de educar a la tal mocedad. El autor del Compendio ofreció su obra a la nación brasileña y se identificó como un 1

2 3

El gobierno joanino remite al gobierno de D. João primero, en calidad de príncipe regente que sustituye a la reina, su madre, incapacitada para gobernar desde 1792. D. João es aclamado en Río de Janeiro, convirtiéndose en D. João vi en 1818. Retorna a Lisboa en 1821, en función del Vintismo y muere en 1826. Traducción libre de: “o resumo —o abreviado— do principal, dos preceitos, das ideias, das artes e das ciências” (nota de la traductora). La palabra mocidade en portugués, mocedad en español, alude para la época a un estado de juventud, ardor, calor, fervor, propio de los jóvenes entre los 14 y los 24 años (nota de la traductora).

176

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 176

15/03/2017 14:14:47


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

Ciudadano Agradecido —término frecuente en el vocabulario politizado del imperio de Brasil, pautado por el liberalismo constitucional4 —. En el prólogo, el autor insertaba su obra en un lenguaje culto de hombres de gobierno, comprometidos con la educación y el buen gobierno: el Conde de Oeiras —más tarde consagrado con el título de Marqués de Pombal—, el ministro D. Rodrigo de Souza Coutinho y el Conde de Resende. Ostentaba, así, una ascendencia procedente de la corte lisboeta que partía en Pombal y llegaba al gobierno ilustrado del Conde Resende en la corte de Río de Janeiro, encontrando en D. Rodrigo una fase transitoria. Este linaje mimetizaba el paso del imperio lusobrasilero al imperio del Brasil. Al tiempo, se correspondía también con la trayectoria del autor, revelando de entrada su filiación a las reformas ilustradas del aparato institucional de saberes. Iba de los Estatutos do Colégio dos Nobres (1761) y los Estatutos da Universidade de Coimbra (1772)5, reformada —en las palabras de Pombal, refundada— a la creación de un nuevo circuito académico en el Reino, donde destacaban la Academia das Ciências de Lisboa, el Museo Real de História Natural de Ajuda y de Coimbra, los Jardins Botánicos de Ajuda y de Coimbra, el Laboratório de História Natural de Domenico Vandelli (1735-1816) en Coimbra, las Viagens filosóficas incentivadas y patrocinadas por el Ministro e Secretário de Estado dos Negócios da Marinha e Domínios Ultramarinos, Martinho de Mello e Castro (1716-1795), y por D. Rodrigo de Souza Coutinho (1755-1812); abarcando además las Aulas Régias de Comercio, de Artillería y Fortificación, de Dibujo, de Grabado en la Casa da Moeda, en la Imprensa Régia, en la Casa Literária do Arco do Cego; alcanzando la propia creación de la Intendência Geral de Polícia de Lisboa, bajo el mecenazgo de Pina Manique. El libro era entonces tributario de este linaje letrado y científico, y le garantizaba continuidad al ser ofrecido a la mocidade nacional, ahora brasileña, que se convertía 4

5

Se trata de una figura de lenguaje evocativa de una economía de los afectos. El cidadão agradecido se yuxtaponía y se contraponía a un amplio léxico del primer liberalismo constitucional que alcanzaba en su espectro figuras jocosas, ridículas, monstruosas, conforme se veía en la zoología política de los periódicos, de los discursos políticos, de los panfletos. En los Estatutos, las disciplinas filosóficas —filosofía racional, moral y natural— “obligabam a la Natureza a declarar as verdades escondidas, que por si mesma não quer manifestar, senão sendo perguntada com muita destreza, e artifício” (Estatutos da Universidade Coimbra, 1772, p. 229). Vandelli alertaba sobre la sapiencia interna de la naturaleza que el naturalista debería esforzarse en penetrar y comprender: “[...] só a observação, e a experiência podem pór em estado de penetrar por este vastissimo paiz (o Brasil), a experiência o confirmará nas suas tentativas, e a observação e a contemplação da Natureza lhe ensinarão toda a Sciencia da História Natural. A Natureza não erra nas suas obras, ella sabe regular os tempos, escolher o terreno e procurar o Clima saudavel às suas producções. [...] Por isso devendo o Filosofo seguir a natureza na sua indagação das plantas, deve começar por conhecer a sua habitação, observando os lugares em que vegetão, os Litoraes, as Fontes, os Rios” (en Memória sobre a utilidade, Mn. 143).

177

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 177

15/03/2017 14:14:47


Iara Lis Schiavinatto

por imperativo en su heredera. Según el Moraes, mocidade se refería a la población de 14 a 24 años. Para el Bluteau, era un estado de juventud, ardor, calor, fervor. El autor del Compendio definió estratégicamente el público de su obra: la mocedad, sus padres y profesores, respectivamente. Encontraba la infancia cargada de pasión e imaginación, demandando por naturaleza direccionamiento, pero al mismo tiempo, momento crucial en la correcta formación del ciudadano brasileño. El Compendio presentaba un cuadro de saberes entonces necesarios y, simultáneamente, delineaba conductas y valores. En esta medida, funcionaba en el orden del manual de civilidad6, pues explicaba un conjunto de códigos de convivencia social, de savoir-vivre, íntimamente ligado a los saberes de las ciencias y las artes. En el cuadro de los conocimientos necesarios y legítimos, discurrió sobre el dibujo y la pintura como saberes fundamentales. En menor escala, se refirió al grabado y la tipografía, en el pequeño Dicionário brasileiro incluido en una sección final. Dibujo sería, de acuerdo con el Compendio, ya fuera el arte de representar sobre un plano la figura o forma de un cuerpo cualquiera, ya dibujar o delinear en una superficie imitando una figura. Enseguida, se especificaba que, en el caso del dibujo arquitectónico, era posible utilizar o no instrumentos y cálculos matemáticos para garantizar la precisión, enseñando, a través del dibujo del cuerpo humano, proporción y simetría. El dibujo se constituía en un conocimiento útil y bello, que, como se infiere del texto, permitía, en poco tiempo, captar la situación de un lugar agradable a la vista, o el aspecto del ser amado, para poder disfrutar, en su ausencia, de ellos. Además de ello, el dibujo reaparecía en el interior de la pintura, entendida como un arte liberal que a través de la forma exterior y los colores representaba, sobre una superficie homogénea, ya fuera todos los objetos visibles o una imitación de la naturaleza, representada a su vez con perfección, a color, en una superficie plana, y con conocimiento reflejado de los contornos. La pintura abarcaba la composición, el dibujo y el colorido. A su vez, la composición incluía invención, disposición y acabados, términos de filiación retórica bajo el principio horaciano de la ut pictura poesis. En el ítem Dibujo de la pintura, el autor agregaba que este concernía a los pintores, grabadores, escultores, siendo de conocimiento capital para todos, con el propósito de garantizar las justas proporciones de las figuras. De acuerdo con el texto, el dibujo liaba los siguientes aspectos comentados de su factura: 1) corrección, ausencia de faltas en las medidas, factura con perfección, 6

Género de escritura inaugurado por Lutero, en 1530, de larga duración en las monarquías europeas modernas. Hay varios textos publicados y traducidos en Portugal a lo largo del siglo xviii, redefiniendo la educación de los nobles y las formas de educación y de convivencia de los hombres letrados. Varios acabaron por recomponerse con los sentidos del nuevo cuadro de saberes ilustrados en consonancia con la Universidade de Coimbra reformada y el complejo de Ajuda.

178

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 178

15/03/2017 14:14:47


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

exactitud, fidelidad al cuerpo humano que representa; 2) Gusto; 3) Elegancia, todo lo que embellezca el objeto sin alterar su verosimilitud, y su verdad; 4) La característica que distingue cada especie de objetos y que exprime su espíritu; 5) Diversidad, consistente en dar a cada personaje aire, actitud, aquello que le es propio, en emplear gestos, acción variada, y acomodar las edades de los individuos y el carácter de la nación; 6) Expresión; 7) Perspectiva, entendida como el arte de representar los objetos según la diferencia que la distancia les imprime. El tema del dibujo reaparecía en el ítem grabado y tipografía, considerados artes modernos. El primero, por medio de la apertura al buril, proporcionaba estampas que, según el autor, se encontraban en estado de perfección. La tipografía, inventada por Gutemberg, era por su parte, considerada el arte más útil al espíritu humano y con prometedor influjo sobre la civilización de los pueblos. Al lector no escapa que la publicación del Compendio fuera obra de la importante Tipografía P. Plancher-Seignot y así, en un efecto bumerang, el compendio era sentenciado a la inmortalidad, garantizada por medio de la imprenta. Al menos, supongo, era una ambición del autor, José Paulo de Figueirôa Nabuco de Araújo (1796-1863). Hijo del Desembargador do Paço, José Joaquim Nabuco de Araújo, y D. Maria Esmeria de Barbuda e Figueirôa, Jose Paulo de Figueirôa Nabuco de Araújo se formó en Leyes en la Univesidade de Coimbra, en 1819. Alcanzó una serie de cargos en la magistratura en una rápida carrera entre 1820-30, llegando a formar parte del Supremo Tribunal de Justiça en 1932. Entre 1815 y 1829, adquirió los títulos Moço Fidalgo de la Ordem do Cristo y de la Ordem do Cruzeiro e da Rosa. Entre 1825-30 publicó dos libros sobre la demarcación de tierras de la Fazenda Nacional de Santa Cruz y uno concerniente a la Intendência Geral de Policia. Es más recordado —y muy citado— por su Legislación brasilera, o colección cronológica de las leyes, decretos o resoluciones de consulta, provisiones, etc., del imperio del Brasil, desde el año de 1808 hasta 1831. Inclusive conteniendo más allá de lo que se haya publicado en las mejores colecciones, más de dos mil piezas inéditas recogidas por el Consejero José Paulo de Figueiroa Nabuco de Araújo 7, editado en 1836 por la Typographia Imperial e Constitucional de J. Villeneuve & Comp. Obtuvo el privilegio de publicar esta colección por veinte años. Frente a la relevancia del asunto —la Coleção de leis vigente— se evidencia el prestigio con el que contaba el autor, pues dicha Coleção era un instrumento activo del Derecho y del mundo constitucional. Le fue concedido, además, el privilegio de editar su Compendio por diez años, señal de la importancia del libro y de su autor en la época. 7

El título original es: Legislação Brasileira ou Coleção Chronologica das Leis, Decretos e Resoluções de Consulta, Provisões etc, etc, do Império do Brasil desde o Anno de 1808 até 1831. Inclusive contendo além do que se acha publicado nas melhores coleções para mais de duas mil peças inéditas colligidas pelo Conselheiro José Paulo de Figueiroa Nabuco de Araujo (nota de la traductora).

179

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 179

15/03/2017 14:14:47


Iara Lis Schiavinatto

El apellido Nabuco de Araújo está consagrado en la historia política decimonónica del Brasil, principalmente en función de las interpretaciones propuestas por Joaquim Nabuco en O Abolicionismo (1883) y Um Estadista do Império (1897-1899), considerados ambos obras de máxima envergadura en la práctica política. Mucho antes, no obstante, de esta tentativa de síntesis de la política del Estado imperial —cual fuera el objeto de dichos textos—, los hombres de la familia Nabuco de Araújo ocuparon, por tradición, cargos en la Magistratura, en la Presidencia de Provincia, en el Senado, en las Asambleas provinciales. La experiencia de la familia Nabuco de Araújo, íntimamente involucrada en los negocios de Estado, no se resume así a la obra de Joaquim Nabuco. Parece interesante, en ese sentido, recuperar esta publicación —el Compendio— en el calor de su momento, justamente porque aborda una propuesta reconocida de educación de las élites —de sus hijos e hijas— en la turbulenta década de 1820. En 1827, año de publicación del Compendio, la tensión política se caracterizaba por las intensas disputas entre los poderes establecidos, por el autoritarismo del emperador Pedro I y su círculo palaciano, por la gran movilización social y política de diversos sujetos sociales en Río de Janeiro, por el estado de guerra de las provincias del sur, por las demás movilizaciones políticas —de fuga, motín, levantamiento de los sectores populares— en las provincias del norte y sur del imperio, por la fuerza de los múltiples impresos publicados en la corte, en Salvador, en Recife. Esta tensión de connotaciones étnicas, antilusitanas, sociales y políticas, ocupaba el centro de los debates domésticos y públicos. En lo absoluto ajeno a ello, José Paulo de Figueirôa Nabuco de Araújo conoció de cerca las perturbaciones populares y callejeras en la corte de Río de Janeiro, gracias a su condición de Juiz do Crime8 del barrio de São José, Juiz de Fora9 de Río de Janeiro, diputado en la Junta da Fazenda dos Arsenais do Exército, Fábricas e Fundições, Desembargador de Agravos de la Casa de Suplicação, después su Chanceler10 —cargos por él desempeñados en este tiempo tumultuoso—. Su libro recibió acogimiento inmediato y oficial, convirtiéndose en una obra estratégica, al punto que resulta una rareza encontrar este tipo de publicación para la época. Hubo varios catecismos, panfletos, manuales políticos impresos desde el Vintismo, durante el proceso de autonomización del Brasil y a lo largo de los años de 1820. Sin 8 9

10

Juez del crimen (nota de la traductora). A partir de 1696 fueron instalados juízes de fora en las mayores ciudades de Río de Janeiro, Bahía y Pernambuco. Se trataba de magistrados de carrera indicados por el rey, cuyas atribuciones impactaban la intervención de la Corona en las cámaras municipales. Este cargo desapareció a finales de la década de 1820. Palabra procedente del término francés chancelier. Designa un funcionario que actuaba en calidad de escribano (nota de la traductora).

180

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 180

15/03/2017 14:14:47


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

embargo, el Compendio pretendió ir más allá, al dirigirse a un público más amplio compuesto de padres, hijos, hijas y profesores. Se les enseñaban los saberes apropiados para pautar las conductas, desde la apariencia hasta los conocimientos que moralizan a la humanidad. El Compendio dialogó abiertamente con dos órdenes textuales que lo (in)forman. De un lado, los manuales de civilidad, género repetidamente publicado en el siglo xviii portugués. Muchos de ellos eran traducidos, en general, del francés, castellano e italiano, y algunos en particular, escritos por autores portugueses. Si el Compendio no es stricto sensu un manual de civilidad, en términos de la intención sí se aproxima a este género, pues su deseo se enmarca en la definición de las conductas, pretendiendo reglar y codificar la convivencia de un determinado sujeto social, conforme su lugar de pertenencia. El texto suscitaría en el lector un efecto especular al reglar su vida desde lo más mundano y cotidiano hasta el más sobrio e importante tema, enseñándole cómo aprender. Si otros manuales de civilidad ganaban relevancia y sentido en el mundo de la monarquía moderna donde el rey ocupaba la cabeza en una sociedad de desiguales, con derechos y deberes asimétricos profundamente jerarquizados, el Compendio, a su vez participaba de la educación del liberalismo constitucional en la corte de Río de Janeiro, siendo escrito por alguien que vivía en sí mismo esta experiencia histórica pautada por el conflicto, y frente a la necesidad de discutir la formación del fuero íntimo en el súbdito-ciudadano. Existe una tradición de libros en la clave del manual de civilidad editados a lo largo del siglo xviii en Portugal; siendo leídos, consultados, comentados, recomendados, interpretados, (re)publicados en la corte de Río de Janeiro, e incluso refutados en sus principios por la educación cívica del liberalismo constitucional. En varios momentos los periódicos de las décadas de 1820 y 1830 discutieron los significados políticos del beija-mão11 del monarca, o las formas de vestir de los buenos patriotas conforme sus posiciones políticas. Así, el Compendio se encuentra lejos de ser el primero en el género “manual de civilidad”. Antes, resulta pertinente indagar si el mismo no funcionaría en el interior de este orden discursivo de la civilidad, dándole continuidad, de acuerdo con la necesidad de normatizar y establecer los gestos y los hábitos del buen-vivir colectivamente. Buen-vivir, afinado a partir de un determinado cuadro de saberes disciplinares del conocimiento, dirigido al hombre de letras apto para el ejercicio de la política. Si el Compendio dialogaba con esta tradición textual de los manuales de civilidad, privilegió, con mayor celo, sin embargo, la presentación de un amplio plano de conocimientos, invirtiendo menos en las etiquetas de la sociabilidad que pretendían definir los gestos y los códigos del mundo de las apariencias. Sobre todo, en un universo social 11

Término alusivo al gesto de besar la mano del rey en señal de devoción y respeto (nota de la traductora).

181

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 181

15/03/2017 14:14:47


Iara Lis Schiavinatto

donde el lenguaje político con sus símbolos, gestos, colores, palabras, ganaba y perdía rápidamente significados entre las décadas de 1800 y 1840. Resulta fundamental destacar que para este periodo, Río de Janeiro —al igual que otros lugares del Brasil— vivía un intenso proceso de reordenamiento de sus sociabilidades a partir de la emergencia del espacio público y del reino de la opinión pública, en cuanto elementos constitutivos de lo político, en cuanto una nueva instancia de lo real que se instalaba. Entre 1800-1840, en Río de Janeiro, gestos, palabras, actitudes, ceremonias, fueron redimensionados en sus sentidos en un proceso marcado fuertemente por el juego de las coyunturas. Con el fin de señalar esta inestabilidad de los sentidos de lo político, de los sujetos sociales implicados y de la fundación del Brasil como cuerpo político autónomo, cabe apuntar las nociones dispares de la liturgia política de la aclamación de D. Pedro I en 1822, cinco años antes de la publicación del Compendio, para tres importantes periódicos de esta corte, no sin antes caracterizar, brevemente, la naturaleza del orden discursivo impreso que entonces se inauguraba. Desde abril-junio de 1822, los vocablos independencia y separación se fueron imbricando el uno en el otro, a través de diferentes periódicos, panfletos, correspondencias; desde los ajustes realizados a partir de la convocatoria de una asamblea constituyente con sede en Río de Janeiro o de la elección del Consejo de Procuradores de las Provincias; de las alianzas y de las negociaciones conjuradas, desde julio-septiembre de 1822, en la figura de D. Pedro por las élites de Minas Gerais, São Paulo, Río de Janeiro, para entonces conocidas como Províncias Coligadas. En la caracterización general de los periódicos del liberalismo constitucional —el Revérbero Constitucional Fluminense, Correio do Rio de Janeiro, Malagueta, Espelho, O Regulador luso-brasileiro, Correio Brasiliense, por ejemplo—, es importante señalar que cada uno acababa reivindicando para sí la capacidad de descifrar las “maquinaciones” de los ministros despóticos, de los intereses mezquinos o “de pocos”, de la monarquía arbitraria portuguesa. De esta forma, cada periódico se erigía en la voz más autorizada y transparente frente al panorama político, en un mecanismo que comportaba la omisión de sus compromisos de grupo, de sus intereses inmediatos, la toma de la palabra en pro del bien común, y la atribución de la “maquinación” al otro, postulando la propia actuación como la más límpida y correcta. Procuraban así, producir un efecto de transparencia en el lenguaje, incluso bajo el ropaje de los seudónimos, el manto del anonimato, o a través de la sátira, de la picardía y de la risa. Esta gama variada de impresos movilizaba un elenco de metáforas, principios, palabras de orden, con el propósito de convencer al lector, o a aquel que oía el texto leído —en la botica, en la taberna, en la tipografía, en la venta, en el barbero, en el teatro, en la sociedad secreta, en la asamblea, en la iglesia—. Buscaban intensamente la anuencia del lector, que, al final de cuentas, bien podría ser un elector. 182

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 182

15/03/2017 14:14:47


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

Metáforas fuertes y recurrentes tales como: el rayo eléctrico que esparció el principio de la Independencia o Muerte, la figura de D. Pedro considerada un bálsamo para las luchas y heridas, el credo constitucional, debían parecer naturales, comunes, cotidianas. A partir de ellas se procuraba explotar los antagonismos entre luz y sombra, naturaleza/civilización y barbarie, contrato social y guerra/desorden/revolución (racial, social), pasado y presente, metrópoli y colonia, libertad y yugo colonial. Buscaban convencer racionalmente al lector/oyente y alcanzarlo en su sensibilidad. Intentaban conmoverlo al punto de llevarlo a seguir las palabras de orden, entonar los himnos, saludar las proclamaciones, adherirse a los vivas. Estos impresos participaban de la primera educación cívica del liberalismo constitucional, al lado de los sermones proferidos en las iglesias, de los discursos dados en las asambleas, en las reuniones de electores, en las logias masónicas, en las hermandades, en las casas, en los establecimientos comerciales, en las sociedades secretas, en las librerías y tipografías. Estas palabras impresas se adherían a una performance pública y cívica que estaba siendo gestada en el seno del nuevo orden constitucional. Conviene mencionar que el monarca y la realeza no estaban divorciados o apartados de esa educación cívica. Por el contrario, compartían muchas veces una misma performance pública, y normas semejantes de aparición pública, diferenciándose aquí y allá, (re)elaborando las prácticas de representación. Recordemos, ahora sí, en virtud de la importancia de este orden discursivo impreso, su novedad, su extensión, su multiplicidad de sujetos enunciativos, las maneras en que tres importantes periódicos de Río de Janeiro dieron cuenta de la aclamación de D. Pedro I el 12 de octubre de 1822 en el Campo de Santana en Rio. La Gazeta do Rio de Janeiro, órgano oficial de la monarquía, fue creada en 1808. El Correio do Rio de Janeiro del combativo João Soares Lisboa postulaba una interpretación más abierta del liberalismo constitucional, atacaba a los periódicos baianos y lisboetas favorables a las cortes portuguesas y defendía arduamente la convocatoria de la Assembléia Constituinte para el Brasil. El periódico O Espelho comenzó a circular en octubre de 1821. Relataba frecuentemente noticias de Lisboa y de Bahía con amplia circulación en Río de Janeiro y en otras provincias de Brasil. Las descripciones, publicadas en esos periódicos de Río de Janeiro, explicaban el acto de aclamación a partir de categorías matizadas. Eran unánimes en el tema, discordaban en las categorías políticas capaces de designarlo. O Espelho privilegió el discurso del presidente del Senado de la Cámara de Río de Janeiro, Clemente Pereira, enfatizando el eslabón constitucional establecido entre D. Pedro y el Brasil, a través de las adhesiones de las cámaras de las villas al pacto político. Advertía, de hecho, que D. Pedro no podría caer en decisiones despóticas o centralizadoras. Recomendó que el monarca fuera constitucional y gobernara con la Asamblea. O Espelho indicaba quiénes eran los ciudadanos: aquellos provenientes de los círculos joaninos, los procuradores de las provincias, miembros de las cámaras, 183

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 183

15/03/2017 14:14:48


Iara Lis Schiavinatto

consejeros de Estado, todos insertos en la estructura política. La Gazeta do Rio de Janeiro resaltaba la alianza entre la patria y la dinastía de los Bragança, en una especie de adhesión espontánea del pueblo. Sus páginas hicieron de D. Pedro el hijo del país, defendiendo el derecho del Brasil de ser una nación independiente, denunciando el proyecto de recolonización de las Cortes lisboetas y enfatizando en que el imperio de Brasil nacía de las manos de ese hijo. De manera distinta, para el Correio do Rio de Janeiro, la aclamación se definía por su carácter constitucional, basado en la soberanía popular. Para este periódico, esta involucraba ciudadanos de todos los niveles sociales: los miembros y procuradores de las cámaras, las corporaciones, militares, tropas, personas de la calle, de diferentes etnias y condiciones sociales. Se percibe que, para cada publicación, el origen del poder se asentaba en un lugar diferente, lo que implicaba una transformación de la naturaleza del poder monárquico y de las alianzas establecidas. En esta perspectiva, puede decirse que el Compendio fue escrito en un periodo de fuerte agitación política, y de inestabilidad de los signos y las etiquetas del buen vivir. Trataba de ellas en menor escala, apostándole más a la reconfiguración del cuadro de saberes donde el dibujo resultaba relevante, por dirigirse a todas las gentes, de formas variadas. Un mismo signo dirigido a públicos diversos con entendimientos diversos.

Del Compendio y la Casa do Arco do Cego Por un lado, destaco el Compendio frente a los manuales de civilidad. Por otro, matizo los significados del dibujo, considerado un saber técnico que unía en una misma trama geométrica, perspectiva, observación de lo natural, figura, dibujo lineal, ilustración científica, ciencia de las sombras. El dibujo atravesaba estos campos distintos como un lenguaje común. Su importancia evidencia la actualidad del Compendio que compartía el ideario del siglo xviii, en el cual se diseminaban los discursos, en los círculos ilustrados, a favor de la enseñanza del dibujo como un conocimiento necesario para la elevación moral. El dibujo enseñaba la dulzura, civilidad y buen gusto del público y del lector. Así mismo, su valor práctico beneficiaría los oficios, la producción fabril, la cartografía, la edificación, la ingeniería militar. De esta forma, el dibujo, en ocasiones mixturado con el debujo12, además de involucrar tres artes distintas —escultura, pintura, arquitectura— se relacionaba con muchas otras actividades, del grabado a la cartografía, de la joyería a la carpintería, contando así con un público diverso. Y, por principio, sería universal. Frente a su lugar como un saber comunicativo capaz de atravesar arte, técnica, ciencia, parece pertinente explorar los sentidos, fuentes y debates en torno al dibujo, que atraviesan las páginas del Compendio. 12

Nombre de un tipo de dibujo técnico (nota de la traductora).

184

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 184

15/03/2017 14:14:48


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

De entrada, ya en el prólogo, el autor, José Paulo de Figueirôa Nabuco de Araújo, citaba una relación de los libros consultados en relación al tema, selección que sorprende por comprender un conjunto de títulos editados a partir de finales del siglo xviii, y por la presencia determinante de las obras provenientes de la Tipoplástica, Calcográfica e Literária do Arco do Cego, que existió en Lisboa entre 1799 y 180113 bajo el mecenazgo directo de D. Rodrigo de Souza Coutinho y de Pina Manique. Las siguientes fueron las obras enumeradas por José Paulo de Figueirôa Nabuco de Araújo en su prólogo, obras en las cuales se basó para pensar el dibujo: Sobre a Pintura de Diderot, escrito en el cuarto año de la República (1796); Arte da Pintura de C. A. Fresnoy, traducido por Jeronimo de Barros Ferreira (1801); Regras da Arquitetura, impreso en Coimbra (1787); Arte da Pintura de José da Cunha Taborda (1815); Sciencias das Sombras relativas ao Desenho por Dupain, traducido por José Mariano da Conceição Veloso (1799); Princípios da Arte da Gravura, trasladados del Grande livro dos Pintores por Gerardo Lairesse (1801); Compendio da Tachigrafia por Marti. Esta lista funcionaba como un conjunto de textos fundacionales en sintonía con los nuevos Estatutos da Universidade de Coimbra, cuyos principios y objetivos alcanzaron también la creación de instituciones coloniales como el Seminário de Olinda, fundado en Pernambuco en 1800, o los Jardins Botánicos del mundo colonial. La Casa do Arco do Cego era un taller destinado también a la publicación de textos en consonancia con las ediciones de la Universidade de Coimbra, la Academia Real de Ciências y la Impressão Régia. Básicamente, estaba compuesta por hombres lusobrasileños formados, en términos generales, en la Universidade de Coimbra y con puestos en la máquina burocrática intercontinental portuguesa, siendo el proyecto editorial liderado por Fray José Mariano da Conceição Velloso (1742-1811). Sus miembros circularon por otras instituciones. Hipólito José da Costa (1774-1823) estudió en Coimbra, realizó viajes a los eua independiente a expensas de D. Rodrigo, y publicó posteriormente su Correio Braziliense (1808-1822) en Londres, debatiendo las situaciones políticas del gobierno joanino y del Brasil dentro del nuevo escenario internacional, así como los proyectos políticos en boga. El propio Fray Velloso más tarde coordinó la Impressão Régia. Es decir, los miembros de la Casa do Arco do Cego se encontraban insertos 13

Véase Fonseca Fernandes (1999). Me permito la licencia de adoptar el título en versión abreviada de Casa Literária e Tipográfica do Arco do Cego, con el fin de enfatizar sus intereses letrados, dirigidos a los textos y a la formación de una librería científica y artística patrocinada por el Estado, y relevar su funcionamiento de escuela-taller, siempre bajo la conducción de Fray José Marino da Conceição Velloso, autor del importante O Fazendeiro do Brasil, publicado entre las décadas de 1790-1800, que desde Río de Janeiro se dedicaba al naturalismo, y por tanto, a la ilustración científica. Fray Mariano da Conceição Velloso continuó sus actividades en la Impressão Régia en Lisboa, actuando además en casas editoriales en la Quinta do Arco do Cego, perteneciente al Intendente de Policía de Lisboa Pina Manique.

185

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 185

15/03/2017 14:14:48


Iara Lis Schiavinatto

en un circuito de impresos y publicaciones que funcionaban como bienes simbólicos altamente politizados en el interior del gobierno portugués, con nítidos propósitos de reformar la monarquía, en términos de los ideales ilustrados de prosperidad y gobierno de su imperio transoceánico. Ejemplo de ello encontramos en el programa de Viagens Filosóficas14 emprendido por los ministros Martinho de Mello e Castro y Rodrigo de Souza Coutinho, que guardan diferencias entre sí. Hubo, de hecho, una transformación importante entre los gobiernos de Martinho Mello e Castro y D. Rodrigo de Souza Coutinho, en lo que respecta a esta producción letrada y sus condiciones materiales, culturales y sociales. D. Rodrigo, sin embargo, confirió continuidad, en instituciones diversas —en la Sociedade Geográfica y en la Casa do Arco do Cego, por ejemplo—, al proyecto pombalino de formación de una élite de hombres con competencia letrada y científica. Si los artistas del período en Lisboa, tales como los reconocidos Vieira Lusitano (1699-1783), Joaquim Machado de Castro (1731-1822) y Domingos Sequeira (17681837) se comprometieron con clases, textos y obras, en la causa del reconocimiento del artista y de la pintura como arte liberal, es importante resaltar que se trató de un hecho hasta entonces inédito en el mundo portugués. Al tiempo, a finales del siglo xviii se asistió a una especie de boom de publicaciones sobre pintura, dibujo, historia natural, campos que en ocasiones se confundían unos con otros. Tales publicaciones deben ser consideradas en el interior del proyecto editorial que las promovió, como en el caso de la Casa do Arco do Cego, que llegó a contar con 34 artistas y fomentó un grupo de autores-traductores-editores, cuyos textos fueron reimpresos en Río de Janeiro, en O Patriota (1813-14), en el Auxiliador da Indústria Nacional, y más tarde en los periódicos literarios, científicos, de las décadas de 1830 y 1840. Estos textos tuvieron una amplia circulación durante la primera mitad del siglo xix, entre ellos, principalmente los destinados a la discusión de la historia natural, de la economía política, del dibujo, de la tipografía, de los manuales de cultivo de la tierra. Grabados y estampas acompañan la mayoría de los textos. La Casa do Arco do Cego funcionó como una escuela-taller letrada marcada por la comprensión moderna del oficio. Cabe así problematizar los textos sobre el dibujo producidos por esta casa editorial, sabiendo que en el Compendio, el dibujo aparecía como un conocimiento instrumentalizador de aprehensión de lo real; un lenguaje sistematizador de la representación visual, una prueba del gusto educado de la sensibilidad, una orientación de la apreciación artística y de la percepción racional, pragmática y observable de la realidad. En este orden de ideas el dibujo conjugaba en sí 14

Viajes filosóficos. En portugués, el sustantivo es femenino. Por tratarse del nombre de un emprendimiento oficial de la Corona portuguesa, aparecerá sin traducir en el cuerpo del texto, antecedido por artículo femenino en español (nota de la traductora).

186

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 186

15/03/2017 14:14:48


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

arte, ciencia y técnica, articulando muchas veces estos saberes distintos. El dibujo participaba de una lógica en la cual la utilidad era una virtud de primer orden. En O Patriota, publicado entre 1813 y 1814 en Río de Janeiro, dedicado a ciencia y arte, cultura y letras, el editor, Manoel Ferreira de Araújo Guimarães —autor de Elementos de Geometria de A. M. Legendre (1809) y Elementos de Astronomia para uso dos alumnos da Academia Real Militar (1814), lector de matemática, capitán del Real Corpo de Engenheiros, contrató para su periódico a Romão Eloi de Almeida e Paulo dos Santos Ferreira Santos, formados en el Arco do Cego— afirmó que la utilidad era el criterio de cualificación de la importancia del saber. Así, su periódico pretendía formar lectores, agricultores, hombres de ciencia y escritores, dirigiéndose al pragmatismo de las letras y de las artes, a la utilidad.

Del dibujo: entre arte, ciencia y técnica Muchos de los títulos publicados por la Casa do Arco do Cego se inscriben en el formato de manual, género que abarcaba diversas nominaciones: descripción, cartas, manual práctico. En la Casa do Arco do Cego hubo una postura editorial que privilegió la publicación de textos que abordaran las imágenes y su factura, tal y como puede verse en el Catálogo das Obras de Desenho o en el Tratado de Gravura de Abraham Bosse (1801) traducido por José Joaquim Viegas Menezes, A Ciencia das Sombras relativa al dibujo de M. Dupain traducido por Fray Veloso, A arte da pintura de Charles Alphonse Du Fresnoy (1801), Princípios da arte da gravura y O grande livro de pintores, ambos de Gérardo Lairesse y O meio de se fazer pintor em três horas. Esto nos habla de una política editorial de traducción de textos empeñada en tematizar las imágenes. En los impresos de la Casa do Arco do Cego, las imágenes estaban interligadas a los textos, provistas de una fuerte carga informativa, ilustrativa, mediadas por el deseo de instruir, y también por el propósito de adornar el contenido textual. En la Descripção da árvore assucareira e da sua utilidade e cultura de Hipólito José da Costa, la imagen que acompaña el texto muestra la planta con hojas largas, tronco cortado, racimo, y abajo, a la derecha, indica su utilidad al evidenciar como abastece una jarra, sugiriendo su rendimiento. En el mismo sentido, en Phitographia de Brotero (1800), Collecção de Memórias sobre Quássia Amarga y en Compendio sobre a cana, ambos traducidos por Fray Velloso (1801), y Observações sobre a propriedade da quina do Brasil traducido por José Ferreira da Silva (1801), aparecen planchas que demuestran el proceso de floración, de acuerdo con las pautas de la Historia Natural de Linneo para una planta estudiada. Las imágenes completaban los textos y viceversa, y al tiempo simplificaban, al sintetizar procesos de trabajo, presentación, montaje y usos de instrumentos, vinculándolos con los trabajadores (figura 1). En la figura 1, como es nombrada esta imagen, los

187

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 187

15/03/2017 14:14:48


Iara Lis Schiavinatto

trabajadores aran la tierra; en la figura 2 plantan y en la figura 3 cosechan. Cada instrumento es marcado y reconocido en la última banda bajo la imagen, y dentro de ella cada instrumento aparece montado y desmontado con el fin de explicar sus partes y su todo, bien como su uso correcto por parte del trabajador, en principio un esclavo caracterizado por sus vestidos, pies descalzos, coloración y trazado de la superficie de la piel. La imagen ilustra cada momento del uso de estos instrumentos ligados a las tareas que los convocan, considerando esta relación intrínseca con el cuerpo del trabajador para su funcionamiento. Este lenguaje visual que remite a los instrumentos aparece en el Plano da Reforma das moendas, e picadeiro dos engenhos de assucar por Jerônimo Vieira de Abreu (figura 2), habiendo sido realizado el dibujo en Río de Janeiro, al menos bajo las órdenes de Vieira de Abreu, diputado de la Mesa de Inspeção de esta ciudad que proponía la remodelación de los hornos donde se realizaba la depuración de la caña de azúcar15. Nuevamente, las piezas y los espacios son indicados por códigos y convenciones que también pasaban por el lenguaje visual de la ingeniería militar.

Figura 1. Plantación y recolección del Índigo. Fuente: Veloso (1806).

15

Reforma das fornalhas, en el original en portugués (nota de la traductora). 188

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 188

15/03/2017 14:14:48


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

Figura 2. Estampa sexta. Fuente: Veloso (1806).

En las Estampas de O Engenheiro Portuguez (1728-1729) de Manoel de Azevedo Fortes, los instrumentos eran presentados en conjunto y podían ser como tal utilizados para realizar una medición, o cada uno de por sí. Incluso la plancheta circular moderna aparece desmontada para hacer inteligible su ordenación, conexión, encajes que ligaban brújula, trípode, circunferencia graduada, lente fijo y móvil, y, simultáneamente, su uso para el levantamiento topográfico hecho por triangulación en diferentes terrenos, en diversas distancias y alturas. Puede intuirse cómo estos letrados guardaban interés en disponer de los mecanismos internos de estas máquinas e instrumentos. La imagen buscaba agradar al espectador/lector e, inmediatamente, lo instruía (figura 3). El Engenheiro Portuguêz abordaba la aritmética, los elementos euclidianos, la geometría práctica, la trigonometría, la fortificación, el ataque y la defensa de plazas, el método de trazar plantas y cartas topográficas con sus perfiles, elevaciones y fachadas, y el modo de dibujarlas, además de la artillería. Hablaba de dibujo, geometría, aritmética, óptica y astronomía, discurriendo sobre todo lo que se remontara a la práctica de la profesión de la ingeniería militar con los instrumentos disponibles (plancheta, brújula, caja de matemática, podómetro, telescopio, péndulo, cuadrantes, teodolitos, entre otros), refiriéndose además a sus formas de uso. Abordaba también el cómo proceder sin instrumentos, una medición topográfica. Estos tratados eran usados y difundidos en la cadena productiva de las edificaciones 189

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 189

15/03/2017 14:14:49


Iara Lis Schiavinatto

y de los trazados urbanos del imperio portugués, instruyendo también a los maestros de oficio en los canteiros16 de obra. En simultánea, eran leídos, interpretados, copiados, usados en las academias militares que formaban ingenieros militares —un hombre de oficio polivalente al servicio de la arquitectura de poderes de la monarquía portuguesa ultramarina—. Estos tratados eran concebidos por los maestros de estas academias como apostillas de orientación de los alumnos, y fueron muy eficientes en la producción y diseminación de saberes militares, cartográficos, urbanísticos, geográficos, en el mundo portugués.

Figura 3. Estampa séptima. Fuente: Fortes (1728-1729).

Dichos textos del Arco do Cego y de la ingeniería militar compartían un lenguaje visual común en el dibujo, que preveía para la imagen un sentido ilustrativo, instructivo, altamente técnico y útil; que podría ser leído y usado durante la formación de diversos sujetos sociales, del ingeniero al curioso, así como en el transcurrir del trabajo en el campo, en los lugares de producción in locu, abarcando desde el hacendero hasta el capataz dedicados por entero a las plantaciones y a las fábricas. La imagen contribuía decisivamente a la aprehensión y lectura del conocimiento transmitido, involucrando instrumentos, productos, hombres, trabajos, proceso de 16

Canteiro remite tanto a la persona como al lugar donde se realizaban las obras (nota de la traductora).

190

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 190

15/03/2017 14:14:49


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

factura, gestos, distribución de tareas. Este lenguaje visual se inscribía en la cultura visual de la Ilustración de manera más amplia. Estas imágenes se caracterizaban por el empleo del dibujo y del grabado, considerado este último una forma moderna y contemporánea de comunicación dotada de alta capacidad representacional. Los citados manuales circulaban entonces, en el mundo letrado y científico del imperio portugués lusobrasilero. Resalta su importancia entre los letrados lusobrasileños relacionados con el Arco do Cego y familiarizados con el protagonismo de la Ingeniería Militar y de la Historia Natural en la corte joanina. El aprendizaje de la pintura y los debates en torno a esta despuntaban en el cotidiano aristocrático y refinado. Traducido del francés y publicado en 1801, El medio de hacerse pintor en tres horas y de ejecutar con el pincel las obras de los mayores maestros17 exponía la enseñanza doméstica del dibujo. La marquesa aprendía con el maestro francés, también pintor, Sr. Vispré18. Su interés residía en saber pintar para y con deleite, sabiendo guardar, sin embargo, el debido decoro, y con el fin de alentar su conversación en los salones y ocuparla por algunas horas. El maestro pintor le enseñaba un método pictórico que no exigía conocimiento y dominio del dibujo, sino apenas una aprehensión superficial, guardando el debido cuidado, no obstante, de citar su dominio de las fuentes académicas de las bellas artes. Le enseñó de forma simple a pintar en estampa sobre vidrio, cuyo resultado, según pautaba el manual, encantaba y atraía por la luminosidad y vivacidad. Pintar aquí aparece como una diversión dirigida a esta estirpe de señoras y, al sorprenderlas, encanta. No exigía más que tres horas de dedicación de la alumna y el mismo tiempo del pintor remunerado, y aunque el resultado no fuera una pintura de primera, se trataba de una práctica reconocida al interior de esta sociabilidad cortesana. Resulta ocioso decir que el texto reiteraba la figura femenina frívola, genuinamente interesada en la apariencia de su vida reducida. El pintor atendía de casa en casa a las señoras de la nobleza, instigando la rivalidad entre ellas, que lo sustentaba a través de las clases y las obras encomendadas. Para enseñar su método, el pintor le pedía a la marquesa que escogiera una estampa de su caja de estampas. Esto es, el pintor cargaba con una pequeña colección de estampas. La colección pautaba la conversación entre él y la aprendiz. La marquesa podía ver un conjunto de estampas y escoger un motivo. Esto le ayudaba a perfeccionar el gusto. En el acto de enseñar, el pintor discurría sobre la pintura, considerada esta como el arte de hacer una imagen parecida a todas las cosas sujetas al sentido. La pintura se componía, de acuerdo con el texto, de invención, disposición, dibujo y 17 18

El título original es: O meio de se fazer pintor em três horas e de executar com o pincel as obras dos maiores Mestres (nota de la traductora). El personaje Vispré reconocía el aprecio y la necesidad por la academia de las artes y bajo el mando del rey.

191

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 191

15/03/2017 14:14:49


Iara Lis Schiavinatto

colorido. La marquesa aprendía a entablar una conversación pautada en esta noción de pintura, y no necesariamente a ejecutarla. Aprendía a través del ver, por citación, por oír, decir, nombres de pintores y autores dedicados a la pintura, y por tanto, sabría discurrir en un salón sobre este arte, pudiendo reconocer, a través de su corta experiencia, elementos pictóricos: la coloración, los adornos, las figuras, el fondo, la relación entre estos y los grandes nombres. El método de enseñanza se basaba en la técnica de la calcografía —arte de grabar en metal a través de varios procesos, siendo el más antiguo el grabado a buril—. El término también sirve para nombrar el lugar donde este proceso técnico se llevaba a cabo. La pintura ganaba así importancia, al participar de esta sociabilidad, y, simultáneamente, el texto discurría sobre su naturaleza, iniciando al lector en el asunto. Editado por la Casa do Arco do Cego, el libro circuló entre los jóvenes bachilleres y naturalistas lusobrasileños adoctrinados por el profesor, naturalista, editor, traductor, coleccionista, Fray Conceição Velloso, y bajo el patrocinio de D. Rodrigo de Souza Coutinho. Es posible identificar en esta obra una noción de civilidad, cultivada en el ámbito de la sociabilidad, en la cual la enseñanza de la pintura y del dibujo debía mantener el decoro. En este sentido, este texto corto invita a pensar en las semejanzas y distinciones presentes en el Compendio antes comentado, relativas a la preocupación por la educación sensible, a quién se dirigía, sus métodos de enseñanza, y los significados de la imagen en este universo social y letrado. Desde entonces, se hace evidente la relación intrínseca entre la enseñanza del dibujo y una acción editorial que lo privilegia. Entre las décadas de 1750 y 1840, el dibujo era un conocimiento que atravesaba la sociabilidad culta, letrada, aristocrática y de hombres de negocios. Surgía fuertemente en el cotidiano, en la educación y como objeto de deleite. Sin embargo, se trataba de un instrumento clave en el trabajo de los bachilleres, naturalistas, comerciantes, poetas, profesores regios, ingenieros-militares, riscadores, pintores, escultores, dibujantes, memorialistas, del imperio lusobrasilero, sin que se percibieran rígidas fronteras entre ellos. El importante artista portugués, escultor de la estatua ecuestre de D. José I en la Praça do Comercio en Lisboa en 1775, Joaquim Machado de Castro, defendía la necesidad del dibujo más allá del gusto, basándose para ello en el argumento de que en los países cultos es indispensable su estudio por la relación de dependencia dada entre el mismo y todo tipo de manufacturas. El dibujo auxiliaba también la escultura y la historia (en Faria, 2008, p. 30). Este significado utilitario venía bajo la máxima clásica de Horacio Miscere utile dulci, citada en el Dicionário de Bluteau editado bajo el patrocinio real entre 1712 y 1728, que sentenciaba que en el acto de enseñar, el pintor discurría sobre la pintura, entendida esta última como el arte de hacer una imagen parecida a todas las cosas sujetas al sentido. El dibujo, por lo demás, no era considerado una actividad exclusiva, restrictiva, ostentando lejos de 192

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 192

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

ello, una condición difusa y aceptada como ganancia de conocimiento y de gusto, pues ambos estaban, por principio, asociados en el juego de las Luces. Sobre los tratados de ingeniería militar y los del Arco do Cego, vale también lo que puede decirse sobre aquellos dedicados a la historia natural: son indicio del proyecto intelectual de este grupo de letrados que repensaban el imperio portugués con el fin de articular conocimiento de acción sobre la realidad, a través de un lenguaje propio marcado por convenciones y códigos, en un proceso homogeneizador de saberes. Dichos tratados se tornaron referencia fundamental en la formación de esos mismos hombres, pudiendo ser posteriormente consultados en el transcurrir de una obra y/o de una vida. Constituían en sí un sistema coherente y ordenado de saberes, eludiendo cualquier polémica dentro del propio texto. Un sistema cuidadosamente elaborado en la medida en que entretejía saberes de larga tradición. Por ejemplo, los elementos euclidianos, con una estética agradable a los ojos que suscitaba admiración y aprendizaje solo de ver. Este tipo de tratado fue utilizado a gran escala en academias militares, en los canteiros de las villas y de obras, en los terrenos vírgenes o poco conocidos por parte de la empresa colonial, encontrando su pauta en conceptos fundamentales y prescribiendo métodos de largo alcance. Fueron también utilizados en la agricultura, considerada de manera general, de acuerdo con la visión de la Academia Real de Ciências, la Universidade de Coimbra, el complejo de Ajuda e incluso el Arco do Cego, como un arte de utilidad generosa. De ahí la importancia del dibujo en su triple dimensión de proyecto, lenguaje y forma, en cuanto un ideario de saber que pese a su apariencia simple y su amplio espectro de transmisión, se encontraba sustentado en un conjunto de saberes cultos (Bueno, 2011, 2012). Estos textos circunscriben una pluridimensionalidad de la imagen: esta se concibe descriptiva, ilustrativa, útil y agradable, hija de un método que se quiere uniforme, y capaz de enseñar procedimientos y técnicas con el potencial de instruir en modos y grados diversos, letrados, propietarios, ingenieros-militares, naturalistas, dibujantes, hombres de oficio o sujetos de la plebe, en los términos de la época. El dibujo atravesaba varias formas de sociabilidad, desde la más mundana como el debujo tal y como en el caso de Vispré, hasta la más académica e involucrada en la experiencia colonial como la del ingeniero-militar y/o lector de matemática. Para este periodo, el dibujo no encerraba en sí necesariamente un único oficio o un arte, el más grande y digno de todos. Permeaba otros saberes y prácticas de la representación. Alexandre Rodrigues Ferreira, primer naturalista como tal conocido en la máquina burocrática de la monarquía pluricontinental portuguesa, veía en Freire un dibujante, un riscador, un hombre de su expedición a quien podía también delegar otras incumbencias rutineras y delicadas. En general percibía la continuidad necesaria y sutil que existía entre las Instruções para uma viagem filosófica, escritas por Domingo Vandelli en el ámbito de la Academia Real das Ciências de Lisboa, la Universidade 193

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 193

15/03/2017 14:14:50


Iara Lis Schiavinatto

de Coimbra, los Jardins Botánicos y el Museu Real de História Natural de Ajuda y Coimbra, y el boceto producido en el interior de la selva, a la orilla del río, en el ultramar distante y poco conocido. Percibía la continuidad entre su expedición, la detallada descripción consignada día a día en el interior de la rutina milimétricamente trazada por la Instrução vandelliana, las piezas rigurosamente empacadas y remitidas, los dibujos, y el proyecto vandelliano de una historia natural de las colonias. No se podría, por otro lado, negar la importancia y utilidad del dibujo en el interior de las Viajens Filosóficas patrocinadas a finales del siglo xviii por la corona portuguesa, ya fuera al interior del Reino, ya fuera a la conquista de ultramar19. Tanto las instrucciones para las dichas travesías, como las memorias producto de su transcurrir, insistían en la utilidad del dibujo. Se trataba de un acto pasivo, que permitía duplicar en imagen lo que la descripción no alcanzaba a contar. Reponía un animal, una planta, una roca, una vivienda, un artefacto, una pieza cotidiana y común de tierras distantes, un individuo, toda vez que resultara impracticable o poco seguro empacarlos y remitirlos en su totalidad. El dibujo portaba las claves de la configuración de aquel objeto visto. Además de ello, una plancha en sí, en los parámetros de Lineo, resumía todo un ciclo de vida de una planta o un animal, reduciendo y facilitando el costo del transporte, el volumen de la carga, los peligros del trayecto. En su Systema Naturae de 1735, Lineo explicó las pautas que regían la aprehensión de la naturaleza vista: “[The naturalist] distingueshes the parts of natural bodies with his eyes, describes them appropriately according to their number, form, position, proposition, and he names them” (en Koerner, 2000, p. 73). Estas máximas fundaban una gramática capaz de nombrar en tesis, y universalmente, todo y cualquier elemento de fauna y flora —términos acuñados por Lineo— a escala planetaria. Al mismo tiempo, estas características reaparecían en la ilustración esbozada in locu, que a su vez, al operar la debida descripción del objeto, se tornaba espacio elucidado pasando a pertenecer a una geografía de poder y saber. El dibujo sintetizaba en sí esta íntima relación entre arte y ciencia pautada por la historia natural. El médico Antônio Nunes Ribeiro Sanches, sentenciaba esta singularidad en 1763, al afirmar que todas las ciencias y las artes necesitaban del conocimiento de la historia natural, por contener esta los materiales de aquellas.

19

Las trayectorias de Hipólito da Costa, Jose Bonifácio de Andrada e Silva y sus hermanos Balthazar da Silva Lisboa, el Intendente Câmara, Alexandre Rodrigues Ferreira, Joaquim de Amorim e Castro, José da Silva Lisboa, João da Silva Feijó, para mencionar algunos de los más conocidos, muestran la importancia de la experiencia del viaje para recorrer sociedades, naciones, reinos, imperios, civilizaciones —términos entonces yuxtapuestos y contrapuestos que coexistían en un mosaico de identidades políticas en intensa disputa— con la tarea de narrarlas y describirlas bajo los lentes de las memorias de viaje y de la filosofía natural.

194

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 194

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

Vinculado a la historia natural y diseminándose de manera difusa en la sociabilidad de corte, el dibujo contaba con un alto potencial de comunicación inmediata del objeto visto, en función de su carácter descriptivo que lo aproximaba al objeto aprehendido por la curiosidad, aliada de la observación. Auxiliaba útilmente a la ciencia, informaba sobre realidades distantes al naturalista, al letrado, al bachiller, al hombre de gobierno, afirmando estéticamente lo visto. Tornaba presente, a través de la ciencia, lo ausente, valiéndose de criterios estéticos, y esto cimentaba su inteligibilidad, sin implicar necesariamente en ello, una concepción homogeneizadora o unánime. En este contexto, las imágenes que acompañaban las citadas Instrucciones, tenían una función predominantemente técnica e instrumental. Hay un predominio de imágenes destinadas a instruir con claridad el cómo los objetos debían ser recogidos, preparados y transportados hasta llegar, en perfectas condiciones, a los museos metropolitanos y los laboratorios de Historia Natural. De acuerdo a lo expuesto, despunta la idea de que el Compendio recurría al dibujo, entendido como un conocimiento que atravesaba saberes fundamentales del mundo colonial, alcanzando de formas diversas, distintos sujetos sociales. Al mismo tiempo, era aliado en la enseñanza de diversos procesos de producción y de trabajo, contribuyendo a la difusión de las Luces en el mundo lusobrasilero. Al recuperar el dibujo, el Compendio reiteraba la importancia de la ingeniería militar, de la historia natural, del debujo, valorizando además, al comentarlas, las primeras prácticas de reproductibilidad técnica de la imagen. Esta noción del dibujo era así incorporada a la formación de la mocedad en el liberalismo constitucional, valorizando saberes que contribuían también al engendramiento de las prácticas coloniales. Por otro lado, un buen moço liberal debería dominar el dibujo para poder enseñar a aprendices, incluyendo esclavos, pues el dibujo, por mediación de la imagen, era fácilmente comprensible, en la medida en que funcionaba como un lenguaje neutro, considerado límpido, sin ruido y sin punto de vista. El dibujo entrenaba la mano y el espíritu, reiteraba la semejanza de las formas, enseñaba lo visto y lo no visto, la apreciación de sombras y luces, disciplinaba la mano por la mente, siendo un modo de rememorar y de comunicar a los otros lo visto bajo el signo de la utilidad, que se tornaba más y más una virtud de la educación cívica. Dominar el dibujo significaba dominar un lenguaje, para muchos transparente, en las formas de educar y aprender.

195

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 195

15/03/2017 14:14:50


Iara Lis Schiavinatto

Referencias Fuentes primarias Auxiliador da Indústria Nacional. (1833-1896). Río de Janeiro: Typographia Impressa de Seignot-Plancher. Avellar Brotero, F. de. (1800). Phitographia Lusitaniae Selectior: Seu Novarum Et Aliarum Minus Cognitarum Stirpium Quae In Lusitania Sponte Veniunt Descriptiones. Lisboa: Typographia Domus Chalcographicae, Typoplasticae, ac Litterariam ad Arcum Caeci. Bluteau, R. (1712). Vocabulário Português e Latino, Áulico, Anatómico, Arquitectónico, Bélico, Botânico, Brasílico, Cómico, Critico, Químico, Dogmático, etc. autorizado com exemplos dos melhores escritores portugueses e latinos, e oferecido a el-rei de Portugal D. João V [Tomo 1]. Coimbra. Bosse, A. (1801). Tratado da gravura a água forte, e a buril, e em maneira negra com o modo de construir as prensas modernas, e de imprimir em talho doce por Abraham Bosse, gravador régio. Nova edição traduzida do francês debaixo dos auspícios e ordem da sua alteza real, o príncipe regente, nosso senhor, por José Joaquim Viegas Menezes, presbítero marianense. Lisboa: Tipografia Calcográfica, Tipoplástica e Literária do Arco do Cego. Correio Braziliense ou Armazem literário. (1808-1822). Londres: Impresso por W. Lewis Paternoster Row. Correio extraordinario do Rio de Janeiro. (1822-1823). Río de Janeiro: Typographia de Torres. Da Costa, H. J. (1800). Descripção da árvore assucareira e da sua utilidade e cultura. Lisboa: Typographia Chalcographica, Typoplastica e Litteraria do Arco do Cego. Da Silva, J. F. (1801). Observações sobre a propriedade da Quina do Brasil, por Andre Comparetti P.P.P. Traduzidas do italiano por ordem de S. Alteza Real. Lisboa: Typograhia Chalcographica e Litteraria do Arco do Cego. Du Fresnoy, C. A. (1749). A sciencia das sombras, relativa ao desenho. Lisboa: J. da Silva. Estatutos da Universidade Coimbra. (1772). Lisboa: Impressão Régia.

196

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 196

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

Estatutos do Colégio Real de Nobres da corte e cidade de Lisboa. (1761). Arquivo Nacional Torre do Tombo (No. 255), Lisboa. Figueirôa Nabuco de Araújo, J. P., de. (1827). Compendio Scientifico para a Mocidade Brasileira destinado ao uso das Escolas dos Dois Sexos ornado de nove estampas accomodadas às Artes, e Sciencias de que nelle se trata tiradas por Lithografo. Río de Janeiro: Tipografía P. Plancher-Seignot. Figueirôa Nabuco de Araújo, J. P., de. (1836). Legislación brasilera, o colección cronológica de las leyes, decretos o resoluciones de consulta, provisiones, etc., del imperio del Brasil, desde el año de 1808 hasta 1831. Inclusive conteniendo más allá de lo que se haya publicado en las mejores colecciones, más de dos mil piezas inéditas recogidas por el Consejero José Paulo de Figueiroa Nabuco de Araújo. Typographia Imperial e Constitucional de J. Villeneuve & Comp. Fortes, M. de A. (1722). Tratado do modo o mais fácil e o mais exacto de fazer as cartas geográficas, assim da terra como de mar, e tirar as plantas das praças, cidades e edifícios com instrumentos e sem instrumentos para servir de instrucçam à fabrica das cartas geográficas de Historia Ecclesiatica, e Secular de Portugal. Lisboa: Oficina de Pascoal da Sylva. Fortes, M. de A. (1728-1729). O Engenheiro Portuguez. Lisboa: Oficina de Manoel Fernandes da Costa. Gazeta do Rio de Janeiro. (1808-1822). Río de Janeiro: Impressão Régia. Lairesse, G., de. (1801). O Grande Livro dos Pintores. 1640-1711. Lisboa: Typographia Chalcographica, Typoplastica e Litteraria do Arco do Cego. Lairesse, G., de. (1801). Principios da Arte da Gravura, trasladados do Grande Livro dos Pintores. 1640-1711. Lisboa: Typographia Chalcographica, Typoplastica e Litteraria do Arco do Cego. Masson, J. R. (1809). Encyclopédie des enfants, ou abrégé de toutes les sciences, à l’usage des écoles des deux sexes. A Lyon chez F. Matheron Librerie, Providence. Memória sobre a utilidade dos Jardins Botânicos e Muzeus de História Natural, Academia de Ciências de Lisboa. Série Vermelha (Documentos vários, Século xviii, Mn. 143). Moraes Silva, A., de. (1789/1813). Diccionario da Lingua Portugueza. Lisboa. Nabuco, J. (1883/2003). O Abolicionismo. Brasilia: Senado Federal, Conselho Editorial. Nabuco, J. (1899). Um Estadista do Império. Nabuco de Araujo: sua vida, suas opiniões, sua época [3 Vols.]. Río de Janeiro: H. Garnier.

197

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 197

15/03/2017 14:14:50


Iara Lis Schiavinatto

Nunes Ribeiro Sanches, A. (1959). Método para Aprender e Estudar a Medicina. En Obras [Vol. i, pp. 1-200]. Coimbra. O Espelho. (1821-1822). Río de Janeiro: Imprensa Nacional. O Patriota, jornal litterario, politico, mercantil, do Rio de Janeiro. (1813-1814). Río de Janeiro: Impressão Régia. Prévost, A. (1801). Elementos da civilidade e da decência, para instrução da mocidade de ambos os sexos: traduzidos do francês em vulgar. Lisboa: Typ. Rollandiana. Revérbero Constitucional Fluminense. (1822, septiembre 3). Roquete, J. I. (1997). Código do bom-tom: Ou regras da civilidade e de bem viver no século xix . São Paulo: Companhia das Letras. Vandelli, D. (1987). Memória sobre a necessidade de uma viagem filosófica feita no reino, e depois nos seus domínios (1796). En Memórias económicas inéditas (17801808). Lisboa: Academia das Ciências de Lisboa. Veloso, J. M. da C. (Trad.). (1801). Collecção de Memórias sobre Quássia Amarga e Simaruba. Lisboa: Tipografia Calcográfica, Tipoplástica e Literária do Arco do Cego. Veloso, J. M. da C. (1801). Compendio sobre a canna, e sobre os meios de se lhe extrahir o sal essencial, ao qual se ajuntaõ muitas memorias ao mesmo respeito, dedicado á colonia de S. Domingos. Lisboa: Typographia Chalcographica, Typoplastica, e Litteraria do Arco do Cego. Veloso, J. M. da C. (1801). O meio de se fazer pintor em tres horas, e de executar com o pincel as obras dos maiores mestres, sem se ter aprendido o desenho. Traduzido do francez. 1742-1811. Lisboa: Typographia Chalcographica, Typoplastica e Litteraria do Arco do Cego. Veloso, J. M. da C. (1806). O Fazendeiro do Brasil. Lisboa: Typographia Chalcographica, Typoplastica e Litteraria do Arco do Cego Veloso. Vieira de Abreu, J. (1798). Plano da Reforma das moendas, epicadeiro dos Engenhos de assucar por Jeronimo Vieira de Abreu, Vizinho da Cidade de S. Sebastião do Rio de Janeiro. En O fazendeiro do Brazil (Tomo 1, Parte 1, p. 192). Lisboa: Regia Officina Typografica. Fuentes secundarias Bueno, B. P. S. (2011). Desenho e Desígnio. O Brasil dos engenheiros militares. São Paulo: edusp - fapesp. 198

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 198

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad letrada en el mundo lusobrasilero: los significados del dibujo

Bueno, B. P. S. (2012). Sistema de produção da arquitetura na cidade colonial brasileira - mestres de oficio, “riscos” e traças. Anais do Museu Paulista, 20(1). Cañizares-Esguerra, J. (2001). How to write the history of the New World. Histories, Epistemologies, and Identities in the Eighteenth-Century Atlantic World. Stanford: Stanford University Press. Faria, M. de. (2008). Machado de Castro (1731-1822). Lisboa: Livros Horizonte. Koerner, L. (2000). Carl Linnaeus in His Time and Place. En N. Jardine, J.A. Secord y E. C. Spary (Eds.), Cultures of Nature History (pp. 145-162). Cambridge: Cambridge University Press. Lima, A. P. de. (1953). O Dr. Alexandre Rodrigues Ferreira. Documentos coligidos e prefaciados. Lisboa: Agência Geral do Ultramar.

199

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 199

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910* Alexandra Martínez**

*

Este artículo es producto de un proyecto de investigación más amplio y se encuentra aprobado por la Vicerrectoría de Investigación (Id: 00004547) de la Pontificia Universidad Javeriana.

**

Agradezco la participación en la recolección de información en prensa a los estudiantes del curso Análisis Social Cualitativo del Departamento de Sociología. Especialmente a Gloria Rodríguez, Daniel Guevara, Laura Osorio y Lilian Castro, cuyo trabajo fue muy útil para la producción de este texto.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 200

15/03/2017 14:14:50


A la memoria de mi madre

La sociabilidad informal o espontánea se inscribe en la estructura de la vida cotidiana, en las relaciones familiares, sobre el mundo de la convivencia, en los espacios experienciales y compartidos. En su acepción más amplia dentro de la tradición sociológica, está vehiculada por un impulso, una disposición sociable de carácter subjetivo cuya justificación se encuentra dentro del juego funcional de la conversación en la que el contenido objetivo es cambiante e incidental. Esta mirada simmeliana además contempla los procesos de formalización que disminuyen la intensidad sociable tornándola instrumental externamente. Dentro de la historiografía contemporánea podemos citar a Pilar González Bernaldo (2008) en su problematización de la sociabilidad como categoría analítica. La autora reconoce algunos de los elementos ya presentes en la definición de Simmel, uno de ellos es el de ser un práctica social en la que los vínculos y la consonancia emocional tienen un lugar preponderante, aunque, a diferencia del sociólogo, rescata la importancia del encuentro pautado, el foco compartido y los signos de vinculación. Encontramos en estas propuestas conceptuales una serie de elementos para acotar el problema en función del objeto que nos proponemos analizar. El teatro, entendido como espacio social, es un lugar privilegiado para pensar los lazos que la sociabilidad teje cuando la experiencia compartida es la de vivir a través de las emociones que vinculan a los actores y el público, también para referir una serie de encuentros cotidianos dentro del mundo del espectáculo, donde además de la asistencia a la exhibición de la obra, la concurrencia implica la puesta en escena en un espacio colectivo en el que los juegos del lenguaje se expresan en la reciprocidad de la mirada y de la palabra. Es decir, estos encuentros, que tienen lugar en el espacio público, comprenden códigos de presentación y representación ante los otros a través de las interacciones, de tal manera que se pone en “escena una teatralización de la vida social” con sus reglas y códigos: formas de ver y ser visto, maneras de interpelar, de hablar, de presentar, de representar (Levasseur, 1990).

201

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 201

15/03/2017 14:14:50


Alexandra Martínez

Las investigaciones sobre la práctica teatral en Colombia en el siglo xix han explorado el desarrollo del teatro en torno de las costumbres de la sociedad. Esto ha llevado a que, en su mayoría, los autores coincidan en que no es posible pensar propiamente el desarrollo de una dramaturgia nacional, y que las artes escénicas no hayan podido madurar, en consecuencia, hasta bien entrado el siglo xx. En cierto modo, esta preocupación que compartimos en términos generales, ha situado la reflexión sobre este periodo en función de pensar el teatro de acuerdo con el carácter estético que presentaba el desarrollo del teatro europeo. Muchos de los estudios han establecido comparaciones con los géneros producidos en Europa en el mismo periodo, como el Romanticismo, el Realismo y el Naturalismo, para diagnosticar un escaso o nulo desarrollo en la dramaturgia nacional. Teniendo en cuenta las dificultades estéticas que se presentan cuando se pretende explicar el desarrollo del teatro y la dramaturgia nacionales en el siglo xix, nuestro propósito es contribuir a una reflexión sobre la vida sociable y cultural de la sociedad bogotana entre 1890 y 1910; sociedad que encontró en el teatro múltiples formas de constituirse mientras el desarrollo del público, la crítica y el mercado cultural cambiaban la fisonomía de la ciudad y aportaban a los procesos de diferenciación dentro del teatro, para entrar en un avanzado siglo xx que verá consolidada su transformación en práctica estética. La historia del teatro en la sociedad bogotana se remonta al periodo colonial. Esta empieza con las loas y formas parateatrales de carácter religioso, que evolucionaron hacia formas de carácter dramático, como piezas españolas exitosas y espectáculos de carácter comercial presentados en plazas públicas, colegios mayores, conventos, cuarteles patios de las casas, la Casa de Comedias y el Coliseo Ramírez (González Cajiao, 1986; Lamus, 1998; Ortega, 1927; Reyes, 1989). Sobre el teatro colonial, entendido como espectáculo, se puede resaltar el lugar de José Tomás Ramírez, un comerciante propietario del Coliseo Ramírez (1792), quien introduce el género de la comedia amenizada con bailes y tonadillas que, por la calidad de los primeros, no eran bien recibidos por el público, aunque las segundas sí despertaban todo su entusiasmo (Peñalosa, 1956, p. 9). Algunas anécdotas sobre los espectáculos coloniales muestran una vida sociable regulada pero significativa dentro de las diversiones colectivas. Nicolasa Villar —una de las cantantes que recibió toda la aceptación del público, aunque no la de los representantes de la Iglesia católica—, es recordada por Peñalosa porque El torito cachón, uno de sus bailes de mayor auge, fue sancionado por fray Matías de Callosa desde el púlpito de los capuchinos, quien “siguiendo instrucciones sin duda de Su Ilustrísima”, dijo a los feligreses “Mirad, hermanus —decía el valenciano mostrando el crucifijo— éste es el verdadero Nicolasu, y con este no hay gracias que valgan, ni curra-curritu, ni turitu cachon, ni zambita llura” (p. 11). Si bien gran parte de la sociabilidad de la élite letrada de finales del siglo xviii y comienzos del xix se desarrolló en función de espectáculos musicales que se 202

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 202

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

organizaban en torno de tertulias en las que se hablaba de ciencias y se leía poesía1, las instituciones políticas y religiosas de la Colonia y la República acompañaron de distinta manera el desarrollo de las formas teatrales y parateatrales, ejerciendo control sobre ellas y sobre las costumbres de la sociedad que allí se expresaban. El desarrollo de una escenificación que se reconoce propiamente como teatral por parte de sus contemporáneos, inicia un primer periodo en 1833 con la Compañía de aficionados al arte dramático a cargo de Juan Granados y Lorenzo María Lleras, a la que posteriormente se suma la compañía de Francisco Martínez en 1838, que llega a intensificar la actividad teatral. Veinte años después, la dramaturgia nacional empieza a ser representada, lo que motiva un progreso dramatúrgico en el que sobresalen varias figuras hacia finales de la década de los cincuenta, como José María Samper y José Manuel Lleras (Vargas Bustamante et al., 1985, pp. 20-30). En este momento podemos hablar de formas de sociabilidad estimuladas a través de una red de relaciones en las que confluyeron actores y compañías, empresarios, públicos y, en menor medida, escritores dramaturgos. Gran parte de la intervención que las instituciones religiosas y políticas hicieron en aquellos años sobre el teatro, tenía que ver con la formación de valores sociales mediante la difusión de prácticas de civilidad vinculadas a lo que se reconocía como refinamiento de las costumbres de la sociedad, entendido como el cultivo en la élite social de “modales finos y elegantes” de estilo europeo. Sin embargo, no solo la élite constituía el público que frecuentaba el teatro. La presencia de un público que representaba la parte de la sociedad definida como clase baja por Cordovez Moure (1899) también fue propiciada por el mundo escénico, ante todo por la necesidad de alejarla de prácticas como las apuestas, las riñas de gallos, la sociabilidad en las chicherías y demás formas de comportamiento en el espacio público que exacerbaban la violencia (González Cajiao, 1986; Lamus, 1998, 2010; Orjuela, 2008; Ortega, 1927; Reyes, 2008). A lo largo de 1858, como lo relata el autor en sus Reminiscencias de Santafé y Bogotá, en el teatro el Coliseo Ramírez las motivaciones más relevantes para asistir a las funciones residían en la belleza de las mujeres y el buen tono de los asistentes. El Coliseo Ramírez y, después en su lugar, el Teatro Maldonado de Bruno Maldonado, marcan el inicio de una práctica formalizada de comercialización de bienes culturales de carácter privado, cuyos propietarios y agentes estaban interesados en promocionar un espacio de divertimento que se veía contrarrestado por el control de las instituciones políticas y religiosas preocupadas por procesos de formación del gusto y formas de comportamiento acordes con su idea de orientación de la sociedad. 1

Las más afamadas fueron las de Antonio Nariño, las de Manuel del Socorro Rodríguez y la Del Buen Gusto. Esta última era concurrida por dramaturgos y se reunía en la casa de doña Manuela Santamaría de Manrique (Reyes, 1989, pp. 17-18).

203

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 203

15/03/2017 14:14:50


Alexandra Martínez

Entretanto, la ciudad experimenta cambios urbanos notables cuya intensidad es evidente hacia el final de siglo. Allí la vida social se constituye en torno a necesidades de consumo y participación de un orden urbano burgués que se desarrolla alrededor de un núcleo financiero y de comercio con establecimientos destinados a los bienes y servicios. Esto estimuló los espacios de encuentro públicos —tales como plazas, parques, cafés y librerías— y el mejoramiento de la calidad de vida con la implementación de los servicios públicos —tales como el teléfono y el tranvía—, y una diversificación en la vida educativa y cultural (Mejía, 1998, p. 24). El equipamiento urbano se vuelve mucho más cómodo, lo que mejora las condiciones de disfrute del espacio público y privado, y separa a la ciudad de la vida colonial más austera. El entretenimiento y la sociabilidad cultural se vieron favorecidos con la construcción del Teatro Colón (1892) y del Teatro Municipal (1890), que orientaron los intereses hacia la formación de diversos públicos. Estos nuevos usos de la ciudad, identificados con la sociabilidad moderna a partir de sus espacios de consumo y encuentros cotidianos en la calle, fueron fortaleciendo las nociones de “urbanidad, civilidad y cortesía” (Ariès en González Bernaldo, 2008) en el marco de un proceso de segregación espacial que diferenciaba las formas de habitar la ciudad y cultivaba el gusto por una vida colectiva organizada. En 1891 y hasta el fin de siglo la vida era teatro. Los bogotanos asistían los martes, jueves y sábados a las siete de la noche, cada semana, a ver el repertorio habitual que las compañías contratadas por Francisco Zenardo y Zimmerman & Ughetti ofrecían en ambos escenarios. Las familias podían disfrutar del arte dramático los miércoles, cuando se destinaban funciones a las obras de beneficencia; los viernes, cuando suplían las demandas del público ante el éxito de algunas obras; y los domingos al mediodía —y a veces en la noche—, una vez que se entiende como necesidad cultural de la que debían participar las familias con sus jóvenes y niños. El teatro era una actividad que podía combinarse con las fiestas que se celebraban en las casas de familias acomodadas y la pequeña vida artística que se estaba estimulando con la organización de exposiciones de arte, pero en la cotidianidad eran los dramas, la ópera, las zarzuelas, los sainetes, las obras cómicas y tragedias las que más ocupaban la vida cultural de los bogotanos2. Los dos empresarios que administraban los teatros organizaban el repertorio con compañías extranjeras3 y poco a poco estas fueron definiendo un género específico en el gusto de la ciudad. Las dos edificaciones se convirtieron en el centro de la vida cultural y mantuvieron la costumbre de celebrar las fiestas patrias, veladas literarias, conciertos, reuniones de sociedades filantrópicas, ensayos para funciones artísticas, entre otras actividades vinculadas al consumo cultural. 2 3

Véase Género Chico de Zimmerman y Uguetti. Estas eran, en su mayoría, españolas. La Compañía Luque, la Compañía de Luisa Martínez Casado y la Compañía de D. José Cháves se encontraban entre las más destacadas.

204

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 204

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

El apogeo que tiene el teatro entre 1890 y 1910 evidencia, a través de la información publicada en la prensa periódica4, nuevos elementos que definen el público en contraste con aquel conformado desde la colonia y durante el siglo xix. Esto nos permite establecer desde ya dos aspectos: primero, la diferencia entre un público espectador o receptivo que tenía que ser educado o normado y un público crítico que llega a instaurar los moldes o normas que deben formar al primero. Este aspecto, que como lo hemos indicado se evidencia de manera inicial a mediados del siglo xix, se acentúa a finales de siglo, en el marco de procesos de urbanización y formalización de la vida cultural, con edificaciones destinadas a usos específicos y dentro de procesos de diferenciación de la práctica teatral. El segundo aspecto, que surge como novedad con la regularidad institucional de los dos teatros, es la transformación del público a partir de lógicas de mercado. Esto supone al menos tres cuestiones: primero, una revaloración del público como consumidor cultural; segundo, una revaloración del público con disposición estética, y tercero, una autonomía relativa de la función del crítico. Estos elementos se inscriben a su vez en un proceso de institucionalización de la práctica teatral de carácter público, es decir, de propiedad del Estado y el municipio y no de comerciantes del espectáculo —como había sucedido en la Colonia y a lo largo de gran parte del siglo xix— en un contexto en el que se articulan tres instancias: la del Estado, la del mercado y la de la crítica.

El público como novedad Un elemento central para comprender la reconfiguración del público que asiste al teatro en el periodo señalado, es el carácter público de dos escenarios: el Colón y el Municipal. Esto marca una nueva conciencia expresada en el uso de las edificaciones. Ambos lugares operaban con la modalidad de contratación de compañías extranjeras —que fijaban las obras, los precios y las formas de promoción— y una Junta de Censura conformada por funcionarios públicos. El Teatro Colón, considerado una innovación de su época por su “sistema eléctrico incandescente”, se formalizó como proyecto durante el gobierno de Rafael Núñez (1885) con el propósito de distraer al público del ambiente del conflicto político y de consolidar el teatro colombiano 4

La característica principal de la información sobre la vida cultural en Bogotá en los últimos veinte años del siglo xix y principios del xx es la regularidad con la que se habla de las actividades teatrales. Sin embargo, y por diversos motivos, la duración de los periódicos es más irregular, lo que explica la necesidad de cubrir el periodo con diferentes publicaciones, tales como: El Proscenio (1890), El Salón (1890), Zigzag (1891), El Consueta (1895), Los Hechos (1895), El Nacionalista (1897-1898), La Crónica (1898), La Gacetilla (1898), El Esfuerzo (1899), El Pereque (1899), Género Chico (1899), El Colombiano (1900), La Fusión (1903), El Orden (1904), Suramérica (1904-1905), El Artista (1905), Bogotá (1905) y El Escudo (1905).

205

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 205

15/03/2017 14:14:50


Alexandra Martínez

(Peñalosa, 1956, p. 27). Para su construcción, se expropió el Teatro Maldonado. En cuanto a su nombre, primero recibió el de Teatro Nacional, pero dado que fue inaugurado el 12 de octubre de 1892, a propósito del cuarto centenario del descubrimiento de América, se decretó que llevara el de Teatro Cristóbal Colón. De estilo neoclásico, su construcción estuvo a cargo del arquitecto Pietro Cantini. Con un aforo para novecientas personas distribuidas en luneta, dos palcos y dos balcones, y un telón de boca pintado por el italiano Annibale Gatti, en el que en medio de un paisaje tropical convergen imágenes de personajes de obras literarias y teatrales como “Fausto, Hernani, Aida, El trovador, Don Juan, Carmen, El barbero de Sevilla, Otelo, Romeo y Julieta, con representaciones de indígenas, campesinos y conquistadores españoles”5. El Teatro Municipal ofrecía un contraste con este; estaba iluminado por candelabros con velas de sebo y fue construido con el objetivo de ampliar y formar la disposición de un público para el arte dramático y la formación de las buenas costumbres. Por iniciativa del italiano Francisco Zenardo, su construcción se financió con inversión privada extranjera, apoyada por la Compañía Constructora y Explotadora del Teatro Municipal, conformada por el gerente del Banco Internacional, el gobernador de Cundinamarca, el alcalde de Bogotá y el director de la Academia de Música. Este teatro se inaugura con la obra El trovador representada por la compañía de ópera Azzali (González Uribe, 1997, p. 17). El carácter público de los dos escenarios alimenta una noción de bien público que se vuelve constitutiva para definir, a partir del teatro, un espacio de dominio social que le pertenece al público. Este goza de una nueva disposición donde se define como consumidor que paga sus entradas y con ello mantiene a las compañías sin que implique una valoración solo económica, como ocurría en el pasado con el Coliseo o el Teatro Maldonado, ambos de carácter privado. Este nuevo consumidor usufructúa un bien público que ha pagado para su disfrute, pero dicho bien es regulado por el Estado, de tal manera que en los dos escenarios confluyen el público y lo público. Aunque no podríamos definirlos como esfera pública —en tanto categoría incluyente6 en la que pueda encontrarse a la totalidad de los habitantes de la ciudad de Bogotá—, sí podemos ver en ellos dos lugares articuladores de la vida social en torno a valores civiles: Soñamos en una de las noches pasadas que el dueño del Colón era el público, y tenemos grandes sospechas de que en ese sueño hay algo de verdad. Y si el público es el dueño del teatro, si él lo hizo, si lo costeo con algo de su trabajo

5 6

Véase La candelaria (s. f.). Habermas (1981) define la esfera pública burguesa como un dominio de la vida social, en el que puede constituirse una opinión pública abierta a todos los ciudadanos.

206

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 206

15/03/2017 14:14:50


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

diario, entonces es justo que al público le sirva y que le evite malos ratos pasados en el Municipal que no puede ser más incómodo. (Bogotá, 1905, agosto 4)

Además de los escenarios, vemos que sobre el público de finales del siglo

xix y comienzos del xx no pesaban los juicios éticos o políticos que definían al público de mediados del xix . En 1855 José María Vergara y Vergara, en su

drama titulado El espíritu del siglo, presenta un diálogo entre el público y el autor, en el cual define al público como “incapaz de entender su propia organización social y política”, como irracional y sujeto a creencias sociales y religiosas (González Cajiao, 1986, p. 108). El autor sanciona al público por ser una instancia ausente de crítica y carente de formación para la comprensión de la obras, idea que permanece hasta finales del siglo xix respecto de las obras que se presentan en el Teatro de Bogotá, nombre con el cual funcionaba el teatro de Bruno Maldonado: En las sociedades civilizadas, el día de una primera se dan cita en el teatro y se disputan los asientos la notabilidades de todo género de la ciudad, y aquí siente uno frío entre un escaso público, que lo mismo habría asistido a ver la nueva obra, que el Terremoto de la Martinica [...] En Europa, á un autor como Posada le faltan manos para recoger coronas y bolsillos para guardar dinero; aquí le sobran unas y otros, y si algo le falta es dinero para completar el producto de las localidades hasta cubrir los gastos de la función! (El Semanario, 1886, julio 1, p. 100)

Este elemento no surge de manera espontánea, dado que la formación de grupos sociales para la disposición estética implica un proyecto específico que se vuelve orientador en ambos teatros. La comercialización va de la mano de la educación del público para apreciar las obras en un contexto restringido por las formas de regulación en las que están presentes las instituciones eclesiásticas y el Estado, pero abre el camino a una diversidad mayor de población. Podemos reconocer que las intenciones a la hora de incluir en las funciones a una población diferenciada, si bien puede obedecer a una pretensión comercial por la necesidad de mantener la regularidad de las funciones, también está integrada en un proyecto de carácter público. No obstante, hay que señalar que la vida social está regulada por las costumbres religiosas que tienen un lugar central en la Regeneración. Es por ello que este proyecto concuerda con el calendario correspondiente a las fiestas religiosas, lo que permite a los empresarios establecer las temporadas en la celebración de sus contratos con las juntas administradoras de los teatros. En la carta del 12 de diciembre de Diestro Ughetti, dirigida a Carlos Pardo, presidente de la Junta del Teatro Colón, se expone:

207

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 207

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

Los abajo firmados, pedimos respetuosamente á la H. Junta del Teatro, se sirva comunicarnos con la mayor prontitud, la resolución definitiva y categórica sobre el proyecto que esta Empresa quiere llevar a cabo para traer á esta capital varios artistas con el fin de completar el actual cuadro de zarzuela, puesto que el abono de las funciones destinadas para reunir la cantidad necesaria, debe acabarse á principios de cuaresma […]. (Correspondencia del Teatro Colón, 1904)

En esta lógica comercial encontramos tres figuras que ofrecen una serie de tensiones y mediaciones que dinamizan el ambiente cultural del teatro: el empresario, el público y el crítico. La función del empresario es la de mantener la lógica económica dentro del “universo de consumo cultural”, para ello garantiza el contrato de los teatros, tiene conocimiento del producto cultural que ofrece y estimula la asistencia del público. En esta función comercial se incluye la formación del público a través de diferentes estrategias de mercado. Una es la edición de publicaciones promocionales como Género Chico —la cual era ilustrada y de circulación gratuita—, que fue producida en 1899 por los empresarios Zimmerman y Ughetti. En esta publicación se anunciaban las obras; se presentaba su descripción, un resumen del comportamiento del público y las fotografías de los artistas; se reseñaba el éxito de las obras en otros países, y se hacían promociones en colegios y en el ejército, obsequiándoles entradas. La prensa en general fortalecía, a través de la promoción de los artistas, las compañías y el empeño de los empresarios, la práctica teatral como una forma de consumo económica y cultural. El público, que aparece como una segunda figura en esta relación, plantea una tensión frente al empresario. De su asistencia a las obras depende la oferta cultural y es mediante esta que ejerce su propia sanción sobre las obras y establece una demanda del gusto. Aquí podemos ver una modificación con relación a los comportamientos del público y la valoración que se tenía del mismo a mediados del siglo xix, como un “elemento hostil, incomprensivo e inculto” (Watson, 1971) en el lenguaje de quienes se aceptaban como conocedores del ámbito teatral y lo expresaban en las publicaciones periódicas. Comprendiendo el fenómeno a través de la lógica del campo cultural, el nuevo público ejerce una demanda sobre las obras que lo ubican en un punto intermedio entre la gran producción y la producción restringida (Bourdieu, 2002). El hecho de que no exista un campo constituido hace inevitable para los artistas depender de las demandas externas, que en este caso son económicas, políticas y religiosas; considerando además que las compañías son extranjeras y la producción nacional está limitada a algunos dramas de Lorenzo Marroquín y

208

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 208

15/03/2017 14:14:51


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

José María Rivas Groot7. Es por ello que la figura con conocimiento más consolidada en el medio del teatro es el empresario: el público es aún una figura emergente que ofrece tensiones y establece un nuevo lugar a través de ellas. Por ejemplo, con “la representación de Guaraní 8 se despidió la Compañía de Ópera italiana traída por Zenardo para el estreno del Teatro Municipal”: Zenardo debe al decirle adiós á la Compañía, sentirse aliviado de una gran carga, pues para él no ha sido la permanencia de ella otra cosa que una lucha constante y una pérdida de tiempo y de dinero, como que no obtuvo utilidad alguna y, antes bien contrajo para traerla y sostenerla grandes deudas, por las cuales tiene gravadas las acciones que en el Teatro le pertenecen y comprometidas las firmas de algunos de sus amigos. Si lo que ofreció cuando se abrieron el primero y el segundo abonos hubiera sido cumplido exactamente, tenemos seguridad de que las cosas habrían pasado de muy diferente manera y léjos de pérdidas, hubiera la Empresa obtenido utilidades. (El Salón, 1890, julio 27, p. 6)

La cualidad del público como instancia conocedora y, por consiguiente, de buen gusto va acompañada de presentaciones en un espacio de sociabilidad que, como los escenarios teatrales, tiene exigencias formales. En la medida en que la asistencia al teatro se convierte en una práctica regular, las formas de comportamiento social se intensifican y, a su vez, definen propiedades específicas para aquellos que lo frecuentan. Las relaciones que se entablan con los otros implican formas de civilidad presentes en las costumbres de la sociedad bogotana que asistía al teatro, pero el compromiso activo con la formación de un gusto especializado y el reconocimiento del mismo como una demanda cultural tiende a acentuarse. La presentación en público puede entenderse de dos maneras, por un lado, referida a la moda y los usos adecuados del vestido que marca formas de comunicación y distinción social en el recinto; y por otro, por los comportamientos frente a las obras que definen formas de comunicación con el artista y entre el público y disposición para la apreciación estética. La moda entendida como “necesidad de distinguirse”, como “tendencia a la diferenciación, a cambiar y destacarse” (Simmel, 2002, p. 363) se expresa en el teatro de acuerdo a los usos que implica el recinto a la hora de presenciar una obra. En principio, requiere una indumentaria especial para asistir al teatro, lo que hace del vestir “un módulo general que reduce la conducta de cada uno a mero ejemplo de una regla” (p. 363); también 7 8

Así mismo, las actrices nacionales forman parte de la familia de algunos de los empresarios, como las hermanas Ughetti hacia finales de la primera década del siglo xx. Ópera del romanticismo brasilero.

209

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 209

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

exige una forma de vestir adecuada que permita a los espectadores observar las obras: finalmente, el traje para la ocasión funciona como signo de diferenciación social. Las divergencias según la clase social implican que “las modas de la clase social superior se diferencian de la inferior y son abandonadas en el momento en que ésta comienza a apropiarse de aquéllas” (p. 363). En el teatro las mujeres exhiben a través del vestido su buen tono, su origen familiar y geográfico, también se evidencia la jerarquía social según el lugar ocupado dentro del recinto. Sin embargo, a la hora de emitir el juicio sobre el vestido, este sancionaba toda forma inapropiada para la presentación en público. El estilo en la mujer, al parecer, cubría el cuerpo femenino desde el cuello y prescindía de cualquier forma llamativa que la hiciera resaltar sobre las demás. Richard Sennet explica que en la moda cosmopolita europea de mediados del siglo xix, la mujer llevaba vestidos que cubrían desde la clavícula hasta los pies, en tanto que los hombres habían abandonado el vestido romántico de formas más extravagantes por vestidos de formas más simplificadas y colores monótonos, explicando que estos rasgos expresaban un gusto por el anonimato que diferenciaba la vida provinciana de la cosmopolita (1978, p. 203). Al parecer estos rasgos de cosmopolitismo también se producen en el teatro bogotano sancionando a las mujeres y a los hombres que no expresaban la sobriedad y el anonimato: Fui a palco diz que [sic] para poder ver más cómodamente la función y resultó que no pude contemplar el escenario, porque una señorita que estaba en el palco vecino tenía un sombrero tan grande y adornado con tántas plumas y flores, que me tapaba medio teatro. […] Por allá en la tercera galería había una, descotada, tan fea la pobre y tan flaca, que me infundió lástima […] Alguno me dijo que esa señorita era de un pueblo vecino; si se empeña en ver más funciones, se las llevamos allá, para que no tenga que volver la pobrecita. […] Otros señores, por el contrario, ostentaban luengas y tupidas cabelleras (pelambreras enmarañadas, que diría la Pardo Bazán) que convidaban a meter en ellas la tijera de peine para sacar pelos. (El Escudo, 1905, junio 28)

La diferenciación social, en efecto, formaba parte de la moda, no obstante, la noción de público era mucho más amplia que la de clase. La etiqueta distingue a los caballeros dentro del teatro, es decir el “frac, guantes y corbata blanca, que es lo que se entiende por vestido de etiqueta” (Diario de Colombia, 1910, junio 11); otras formas de vestir para asistir a los escenarios eran “la levita, el dorsay, el sacolevita y todas las demás caprichosas formas del uso diario” (Diario de Colombia, 1910, junio 11). A lo largo de las dos décadas observadas, el vestido cuenta entre los asistentes. La moda no es un uso que se excluya de las prácticas del público, pero se regula en favor de la asistencia de un público numeroso y no de una élite de escasos asistentes:

210

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 210

15/03/2017 14:14:51


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

En un respetable diario de esta capital se sirven dar cuenta del Concierto de gala que hubo el lunes último en el Teatro colón á beneficio del Lazareto de Agua de Dios […] Dice que los caballeros “fueron vestidos de etiqueta, como se usa en estos casos.” Nos consta que además del frac, guantes y corbata blanca, que es lo que se entiende por vestido de etiqueta entre nosotros, campeaban en mucho mayor número, y muy á sus anchas, la levita, el dorsay, el sacolevita y todas las demás caprichosas formas del uso diario. […] En nuestro concepto, la Prensa de Colombia ha sido muy parca en su crítica a ese refinamiento del lujo, que no se hermana bien con nuestros escasos recursos y estado de incipiente civilización. Si queremos ver colmados los teatros, ayude con más decisión la Prensa á fundar una costumbre razonable para presentarnos en ellos. Nos costaré menos ilustrarnos y divertirnos, los artistas serán remunerados con más munificencia por el favor de un público abundante y las ondas civilizadoras del Arte y de la Ciencia foráneas obrará en el cerebro del pueblo con más intensidad. (Diario de Colombia, 1910, junio 11)

El público entendido como audiencia, en tanto se le reconoce capacidad para emitir un juicio crítico a través de la prensa y los espacios de sociabilidad de la ciudad en la que los productos culturales estaban a su disposición (Melton, 2009) tiene algunos antecedentes en el siglo xix. Una de las novedades de la institucionalización cultural es que produce una nueva diferenciación. De un lado, se identifica un público espectador, que asiste a las obras como forma de entretenimiento y con mayor capacidad de comprender (en contraste con el periodo anterior) y, de otro lado, el que asiste como instancia crítica, que cumple la doble función de público y formador estético del cual hablaremos más adelante. El espectador, quien a través de sus gestos expresaba el gusto por las obras, da cuenta de formas de comunicación que lo vinculan con el artista, el empresario y el crítico. De esta manera el aplauso y la risa prueban el éxito de una obra, teniendo una interpretación del gesto específica según el tipo de espectador, diferenciado a su vez por el lugar que ocupa dentro del recinto. La disciplina que exigían las normas de etiqueta generalizadas como una forma del proceso civilizatorio decimonónico, se encuadra en los estándares de control emocional en el espacio público; en el teatro se entiende como forma de deferencia con el otro y de jerarquía social y cultural. Así, dentro del teatro se diferenciaba el gesto del Palco y la Platea, del gesto del “Gallinero”. Los Mosqueteros dio un lleno absoluto y muchos aplausos a la compañía, aunque a decir verdad esa pieza ha sido mejor representada aquí otra vez. Alfredo en su papel del Abate Benigno, muy bien. Otros hubo muy exagerados […]

211

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 211

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

La zambra en que acabó el segundo acto, fue algo más que exagerada, vulgar: probarónlo los aplausos del gallinero. (Suramérica, 1905, julio 15)

El gesto del público que lo acreditaba como conocedor y de buen gusto era complacido por los empresarios y las compañías repitiendo la obra, ofreciendo las obras de su gusto, disminuyendo los precios de las entradas, etc. Estas convenciones de comunicación permiten identificar el proceso de formación de un mercado cultural en torno del teatro que involucraba al empresario y al público en un extremo de dicho mercado: La simpática Compañía Del Diestro hace cada día mayores esfuerzos por complacer al público bogotano, quien por su parte corresponde gustoso, pues llena el Teatro en casi todas las funciones y no escasean los merecidos aplausos a los artistas.[…] Para obras tan bellas como esa y tan bien interpretadas, bien merece la Compañía del Diestro el Teatro Colón. (Suramérica, 1905, agosto 16)

En el otro extremo, dichas convenciones a través de los gestos establecían el grado de afecto que se constituía entre el público y los actores, definiendo las expectativas del público y los artistas respecto de las formas de reciprocidad presentes en la necesidad emocional. Si bien interesaba la asistencia del público como retribución económica, también importaba que la confianza del público que esperaba con “una ansiedad febril y se aguardaba, por lo que todos habían dicho, que haría furor”, no fuera defraudada. Con la obra Guaraní: las localidades se agotaron desde temprano y el Teatro estuvo colmado de un público anhelante, que con impaciencia deseaba ver que se levantara el telón y oír la música tan ponderada; sin embargo el entusiasmo durante la audición no correspondió á lo que se esperaba no sabemos si por la pieza en sí, o por el modo como fue ejecutada. Los aplausos se oyeron muy repetidos en el Ave María del primer acto y en el coro del segundo, cuya repetición se pidió; durante el resto de la pieza el público pareció un poco frío y no se vió el entusiasmo que en una concurrencia numerosa produce lo que es del completo agrado de los espectadores; más satisfecho nos pareció el público en Aida, en Hernani y en La Favorita. (El Salón, 1890, julio 27, p. 6)

La manera en que se expresan las preferencias del público a través del aplauso no solo indica su conocimiento respecto de la pieza que será representada, sino también sobre la actuación de quienes participan en ella, de tal forma que se establece una jerarquía en la apreciación del público sobre la calidad de las obras y los actores, indicativa de una transformación en el tipo de público del teatro:

212

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 212

15/03/2017 14:14:51


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

El público de Bogotá gusta de la ópera, pero funciones repetidas, á pesar de no haber satisfecho á este, otras cantadas por las partes secundarias de la Compañía, algunas casi sin ensayos, cuando á la sociedad no le había ofrecido la representación de 20 óperas distintas, sin repeticiones, ni funciones extraordinarias, en el primer abono, y en el segundo, óperas como Mignion, Carmen y Ruy-Blas que no se podía producir buen resultado. No culpamos de ello á Zenardo que era impotente para evitarlo y que por lo mismo que eso le producía malas consecuencias hubiera querido que no sucediera; pero si deseamos poner las cosas tales como fueran para que no se pueda decir que el mal gusto de nuestra sociedad fue lo que vino a hacer que no tuviera buen éxito la Compañía de ópera, que con tánto entusiasmo fue recibida por el público; pero que fué pesimamente dirigida. (El Salón, 1890, julio 27, p. 6)

El público generoso: teatro y filantropía Otro aspecto que puede reconocerse de la importancia comercial de los escenarios y las formas culturales, en particular la representación teatral, es que potenció su uso en función de una forma de beneficencia que se hace más evidente después de la Guerra de los Mil Días (1899-1902). Estos usos incluían veladas literarias, reuniones de algunas sociedades9, conciertos de música clásica y funciones de ópera y zarzuela; el Teatro Colón y el Teatro Municipal se utilizaban preferencialmente como escenarios dramáticos. Las otras formas de la vida cultural que allí se practicaban eran posibles por fuera de las temporadas teatrales que, según aparecen en las referencias de la época, eran dramas, óperas y zarzuelas. Sin embargo, la beneficencia que se promovía desde los recintos teatrales era una actividad que vinculaba al Estado con formas asistenciales de tipo asociativo, donde participaban principalmente las mujeres de las familias acomodadas de la ciudad. Durante la Guerra se registra una continuidad en las funciones de caridad10, que luego se intensifica a lo largo de la primera década del siglo xx en favor de los hospicios, salas de asilo, hospitales, niños enfermos, etc. Según Beatriz Castro, la pobreza es reconocida como problema en la última treintena del siglo xix. En el gobierno de Rafael Núñez constituye una preocupación 9 10

Por ejemplo, la Sociedad de Autores y la Sociedad Colombiana de Jurisprudencia en el Teatro Colón y la Sociedad de Socorros Mutuos en el Teatro Municipal. Se registra información para los años de 1899-1901 en El Pereque de Sergio Salvador Barbosa; El Esfuerzo de C.A. Flórez; El Nacionalista de Marco Fidel Suárez; El Colombiano de Daniel Angulo, y en Género Chico de Zimmerman y Ughetti.

213

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 213

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

central que plantea “políticas y programas oficiales” de corte asistencial dirigidos a resolverlo. De igual manera, aparecen instituciones de ayuda a pobres como una forma de control sobre la sociedad para evitar levantamientos como los que ocurrían en Europa producto de los procesos de industrialización (Castro, 2009, p. 38). El consumo cultural se inscribe en este tipo de políticas asistenciales y seculares que encuadran la filantropía en la ayuda que el Estado provee por medio del Ministerio de Obras Públicas, directamente encargado de gestionar a través de la Junta del Teatro Colón o del inspector del teatro las funciones con destino a las obras de beneficencia o cualquier otro uso del recinto. Por ejemplo, en una carta de 1905 que los empresarios Diestro y Ughetti dirigen a su presidente, el señor Carlos Pardo, se estipulan los términos del contrato para el abono de las funciones; se fijan los precios y la participación económica correspondiente a la empresa y los derechos de uso exclusivo del teatro, exponiendo que “por el término de un año, contado desde la llegada de los nuevos artistas, se ceda exclusivamente el teatro á esta Empresa, exceptuando las funciones destinadas á la beneficencia” (Correspondencia del Teatro Colón, 1904, diciembre 12). Aunque la sociabilidad filantrópica se registra desde mediados del siglo xix, dos sociedades resultan de interés para la caridad que se tramita a través del teatro; una de ellas es la Sociedad de San Vicente de Paul, fundada en 1857 como iniciativa privada de carácter conservador que se ocupaba inicialmente de hospitales, enseñanza y mendicidad (Loaiza, 2011, p. 266); y otra, la Sociedad de Socorros Mutuos, fundada inicialmente por artesanos afiliados al partido Conservador en 1872, con el objetivo de la protección mutua, y que se asocia en 1889 con la Sociedad Filantrópica. Los miembros de esta sociedad en su conjunto se desempeñaban en oficios manuales, o como comerciantes, abogados y artistas (Sowell, 2006, p. 180). Tanto el Teatro Colón como el Teatro Municipal frecuentemente destinan a estas instituciones las donaciones de sus funciones, lo que se va constituyendo en una práctica normalizada que se pacta en los acuerdos con los empresarios: Ha llegado a mis manos el oficio N° 222 de fecha 11 del que cursa en que el señor Presidente de esa Junta ha tenido á bien comunicarme lo resuelto por ella, que dispuso destinar el producto de la función que el favor de la beneficencia debe dar la Compañía de Zarzuela en esta semana, mitad para la Sociedad de San Vicente y mitad para la Sociedad De Socorros; y que la de San Vicente está con destino al alivio de los huérfanos que se educan en el Orfelinato de Jesús Maria y José. (Correspondencia del Teatro Colón, 1903, mayo 15)

¿Cuál es el significado que la filantropía tiene sobre el público? No es posible pensar el efecto simbólico que tiene sobre la sociedad el gesto de ayuda al otro sin identificar

214

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 214

15/03/2017 14:14:51


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

elementos básicos que el mismo conlleva. Según Hunt, la filantropía tiene antecedentes que pueden remontarse a la Grecia Clásica, es decir, la ayuda a y la caridad con los necesitados se ofrece como una práctica de vieja data presente en la antigüedad, y en las formas instituidas por los cristianos al favorecer a los enfermos, heridos y ancianos. Sin embargo, en el siglo xviii europeo aparece con un nuevo revestimiento en el que la Iglesia y el Estado dirigen sus acciones, a veces en colaboración, a las obras caritativas. La beneficencia, entonces, adquiere una doble dirección: la de estar dirigida a la sociedad civil y la de la “medicalización de la desgracia”, lo que impulsó un asociacionismo en nombre de la “filantropía para organizar sus propias buenas obras a fin de complementar el sistema gestionado por la Iglesia y el Estado” (Hunt, 1998, pp. 269272). Estas formas de “medicalización” se traducen en soluciones de problemas sociales, diferenciándose de las obras filantrópicas de carácter secular y definidas en el amor al hombre, de las obras caritativas de carácter religioso y dirigidas al amor a Dios. Si bien, como lo hemos señalado antes, la filantropía en el caso colombiano está dirigida a dar respuesta a la problemática de la pobreza mediante la acción asistencial, no es de gran utilidad asumir que la diferencia sustancial entre lo civil y religioso para finales del siglo xix y comienzos del xx se expresa como formas separadas del poder. Las obras filantrópicas dan a la representación teatral una función articuladora en varios sentidos. El primero de estos sentidos es el de producir el efecto simbólico en el hecho de dar, es decir, en moldear la caridad y la generosidad como valores virtuosos inscritos dentro de la dinámica mercantil, ya que el tipo de donación es el dinero. Este hecho puede entenderse como la paradoja del dar, ya enunciada por Castro, que abarca simultáneamente el interés y desinterés inscritos en la trama social (Castro, 2009, p. 62). Me interesa agregar que esta simultaneidad permite localizar el hecho simbólico en un marco relacional donde el dinero vehicula un sentido recíproco en la construcción de lazos sociales virtuosos y se desmarca del carácter meramente instrumental. Un segundo sentido es la articulación de relaciones diversas con los beneficiarios de las donaciones. Estos beneficiarios son grupos de personas amparadas por instituciones públicas11, instituciones eclesiales o privadas como iglesias12 y asociaciones13 y personas naturales14. De este modo, la cultura —entendida en este caso como representación teatral— se provee de un orden integrador en el que las acciones filantrópicas y caritativas son prácticas de intervención orientadas a la solución de problemas sociales. Y finalmente, un tercer sentido se produce cuando la práctica El Lazareto de Agua de Dios y el Hospital de la Misericordia. La iglesia de la Veracruz es la única que se registra en la correspondencia del Teatro Colón. 13 La Sociedad de San Vicente de Paul y la Sociedad de Socorros. 14 Artistas, viudas, niños, enfermos. En este caso se hace de manera individual y con el nombre de la persona beneficiada. 11

12

215

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 215

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

teatral y sus empresarios se constituyen como agentes sociales dotados de simpatía, es decir, como personas solidarias cuyos sentimientos de generosidad son compartidos por el público. Esta doble acción, la filantrópica y la cultural, motiva la afluencia del público, lo constituye y le da un valor social, el de la nobleza: La función del domingo, á beneficio del Lazareto de Agua de Dios, alcanzó lleno completo, no podía ser de otro modo, atendidos el fin piadoso de la representación, la caritativa índole de esta noble capital y la generosidad de la compañía de los Sres. Flórez y del Diestro, que tan simpáticos vienen haciéndose para el público. (El Colombiano, 1901, abril 9)

El público crítico: mediaciones en la formación del gusto El público como instancia crítica permite introducir otra novedad del escenario institucional: el de la crítica como vinculante y formadora del gusto. Dicha crítica debe entenderse en el marco de la iniciativa cultural trazada por la Regeneración en el gobierno de Rafael Núñez. Este proyecto de carácter centralista en su administración y católico en lo que respecta a la educación, resulta interesante para identificar en el teatro marcos de referencia que permitan comprender el fenómeno de censura. Queremos entender el fenómeno en un doble sentido; por un lado, identificando una moral social de índole católica que se expresaba como sanción política y religiosa —lo que impuso trabas en el desarrollo creativo de la dramaturgia y frenó procesos de autonomía, de profesionalización y de reglas estéticas propias (Bourdieu, 2002)—, y por otro, describiendo las tensiones del fenómeno en sí, a partir de las respuestas del público a la censura, lo cual favoreció el desarrollo del fenómeno de opinión y de la crítica. En el proceso de institucionalización de la representación teatral a través de los escenarios públicos, la crítica aparece como vinculante del público, de las compañías, de sus obras y de la Junta de Censura, es decir, como una autoridad. Durante el siglo xix hay un grupo de intelectuales formado, como ya lo hemos indicado, que en su contacto con el mundo europeo, a través de viajes o correspondencia, adquiere legitimidad en cuanto al valor de su conocimiento y apreciación artísticos. Este grupo hacía uso de la prensa como medio de comunicación y formación del público, tanto en sus comportamientos en el teatro como en su disposición estética. Estas características mantienen una continuidad en el siglo xx, y progresivamente la crítica gana mayor autonomía, particularmente en lo que se refiere a la regulación de la censura. La crítica se presenta entonces como una autoridad reguladora del gusto del público, emisaria de sus opiniones, moderadora de los comportamientos en los teatros, autoridad estética y reguladora de la censura.

216

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 216

15/03/2017 14:14:51


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

Con relación al gusto del público, hemos indicado en el apartado anterior su papel a través del control de los gestos. Los comportamientos regulados iban desde la moda de las mujeres en el vestir, por ejemplo sombreros muy grandes que no dejaban ver a los demás, o escotes muy pronunciados, hasta el uso de vocabulario impropio por parte de los adolescentes en cercanía de las damas y las prácticas inadecuadas en instalaciones locativas, como subirse por los palcos. Este compromiso moral de la crítica le daba también una función social. No podemos pensar en un desarrollo de la crítica sin la presencia de la prensa y del lugar que esta ocupa en la ciudad. Una de las características del desarrollo de la prensa de finales del siglo xix y comienzos del xx es el volumen de periódicos que circulaban. Era claramente una institución que se desarrollaba en la ciudad. Suponemos que el número de periódicos15 puede ser significativo para pensar en el número de lectores, si por estos últimos entendemos también aquellos que participan de una lectura en colaboración aunque no ocupen un lugar en las tasas de alfabetismo. Una ciudad que no tenía un número mayor de cien mil habitantes imaginaba su vida cultural dentro de un gran cosmopolitismo, la prensa como mediadora constituía y expresaba la mirada que tenían los bogotanos sobre sí mismos. Con el inicio de la guerra de los Mil Días, las actividades culturales no se hacen visibles en la programación de la prensa periódica, excepto el teatro. Este llegó a ocupar el mundo en el cual una sociedad notable se narraba a sí misma. La crítica expresaba a través de los periódicos las dimensiones de un público culto, que se componía de la “asistencia de Señoras y Señoritas, altos empleados y distinguidos Caballeros” mostraba una ciudad distinguida en la vida pública, que después de la guerra se organizaba en función de la vida teatral: El Domingo se pusieron en escena El padrón Municipal y la Vuelta del Vivero. La primera es una pieza muy conocida de nuestro público; la Segunda se representó por primera vez en esta temporada. Aunque grande fue el empeño de los actores para darle animación, no lo consiguieron; resultando cansancio general, amén de los muchos pasajes vulgares que tiene la pieza. Es de esperarse que la compañía ofrezca al público piezas á las cuales puedan asistir las señoras y señoritas de nuestra culta capital, y no desperdiciar el tiempo en ensayar otras como la de que tratamos. (El Colombiano, 1902, diciembre 5)

Para terminar, un aspecto que merece señalarse dentro del espacio de esta comunicación es la función reguladora del gusto en la Junta de Censura y su labor para la selección adecuada de las obras. Las formas que la censura asumía a finales del siglo 15

En Bogotá circularon alrededor de 120 periódicos entre 1880 y 1910. Marina Lamus (1998) registra entre 1880 y 1899 más de 60 publicaciones con noticias sobre el tema.

217

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 217

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

xix, llevaban a que la representación de obras nacionales fueran controladas, dada la expresión política o anticlerical que estas podían expresar. El resultado de ello era la presencia de compañías extranjeras, el predominio de la zarzuela y la aceptación por parte de la prensa de ambos elementos. En la primera década del siglo xx, si bien las compañías y la zarzuela se mantienen, la función crítica se modificará y reclamará el estímulo de actores y escritores nacionales, La importancia de cultivar el gusto del público por la dramaturgia y la diferenciación entre estética y moral. Esta última fundamentalmente rechaza la falta de conocimiento estético de la Junta de Censura para valorar una obra, lo que delega la autoridad de la crítica en el especialista. Sería importante averiguar si el Teatro, tál como lo entienden y lo hacen hoy “las naciones civilizadas,” es medio de propaganda moral ó docente, ó si es apenas un instrumento de Arte. Desde el punto de vista que aquí llaman moral, pudiera decirse que casi todos los teatros del mundo serían tratados sin misericordia y tal vez no quedaría de ellos piedra sobre piedra, si por ventura llegaran á ser juzgadas por un espíritu como ese que aquí le cerró el paso a Juan José, y con la hoz en la mano sacrílega se entra por los jardines del Arte. (Bogotá, 1905, junio 16)

Consideraciones finales Concluyendo, el desarrollo progresivo de un espacio urbano desde la última veintena del siglo xix, permite una formalización de la sociabilidad cultural a través de las instituciones teatrales. La aparición del público y el crítico, con un reconocimiento social e intelectual, incorpora nuevas prácticas que apuntan a modelar el juicio estético, a especializarlo aunque los procesos de autonomía relativa del Estado, el mercado y la Iglesia se desarrollan de manera tardía. Un rasgo de la especialización es la restricción que impone la figura del crítico como autoridad, haciéndolo portavoz del juicio que el público espectador no puede enunciar. Desde este ángulo, el estudio de la institucionalidad teatral es un lugar privilegiado para reflexionar sobre los procesos de diferenciación social, de surgimiento de la opinión pública y de la sociabilidad en la que estos se constituyen, sin que ello evidencie en ese momento un desarrollo de la dramaturgia nacional. Finalmente, el teatro, entendido no solo como el comercio del espectáculo, sino claramente identificado en el espacio de la ciudad a través de dos edificaciones, configura un mundo público en el que participa la prensa periódica que lo publicita de diversas formas; hace público el interés por la edificación dadas las obras que allí se representan; hace público el comportamiento del público y la calidad de los actores; hace pública la moda y los grupos sociales que de ella participan; y finalmente, hace

218

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 218

15/03/2017 14:14:51


Sociabilidad teatral: procesos de formación del público y la crítica en Bogotá entre 1890 y 1910

pública la programación semanal y estimula su asistencia. En este sentido, dos fenómenos completamente urbanos configuran una nueva ciudad de carácter burgués: el teatro y la prensa.

Referencias Fuentes primarias Bogotá. (1905-1908). F. Heredia Márquez y R. Samper Uribe (Dirs.). Cordovez Moure, J. M. (1899). Reminiscencias de Santafé y Bogotá. Bogotá: Ministerio de Educación. Correspondencia del Teatro Colón. (1900-1912). Archivo del Teatro Colón, Bogotá. Diario de Colombia. (1910). I. E. Arciniegas (Dir.). El Colombiano. (1901). D. Angulo (Dir.). El Escudo. (1905). J. del Corral y A. Gómez Jaime (Dirs.). El Salón. (1890). F. Rivas Frade (Dir.). El Semanario. (1886). F. Buitrago (Dir.). Género Chico. (1899). Empresa Zimmerman-Ughetti (Dir.). Suramérica. (1903-1905). A. León Gómez (Dir.). Fuentes secundarias Bourdieu, P. (2002). Las reglas del arte. Barcelona: Anagrama. Castro Carvajal, B. (2009). Prácticas filantrópicas en Colombia, 1870-1960. Historia y Sociedad, 17, 37-68. González Bernaldo, P. (2008). La “sociabilidad” y la “historia política”. Nuevo Mundo Mundos Nuevos, bac - Biblioteca de Autores del Centro. Recuperado de: http://nuevomundo.revues.org/24082/ González Cajiao, F. (1986). Historia del teatro en Colombia. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura. González Uribe, G. (1997). Historia del Teatro Municipal. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo. 219

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 219

15/03/2017 14:14:51


Alexandra Martínez

Habermas, J. (1981). Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona: Gustavo Gili. Hunt, L. (1997). Filantropía. En Diccionario histórico de la Ilustración. Madrid: Alianza Editorial. La calendaria. (s. f.). Teatro Colón. Recuperado de http://lacandelaria.info/index. php?option=com_content&view=article&id=126:teatrocolon&catid=76: teatros&Itemid=61/ Lamus, M. (1998). Teatro en Colombia: 1831-1886. Práctica teatral y sociedad. Bogotá: Ariel. Lamus, M. (2010). Geografías del teatro en América Latina. Un relato histórico. Bogotá: Luna Libros. Levasseur, R. (Dir.). (1990). De la Sociabilité. Spécificité et mutations. Québec: Bóreal. Loaiza Cano, G. (2011). Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación. Colombia 1820-1886. Bogotá: Universidad Externado. Mejía Pavony, G. R. (1998). Los años del cambio. Historia urbana de Bogotá 18201910. Bogotá: Centro Editorial Javeriano - icanh. Melton, J. van H. (2009). La aparición del público durante la ilustración europea. Valencia: Universitat de València. Orjuela, H. H. (2008). El teatro colombiano en el siglo xix. Bogotá: Editora Guadalupe. Ortega, J. V. (1927). Historia crítica del teatro en Bogotá. Bogotá: Talleres de ediciones Colombia. Peñalosa, J. (1956). El Teatro Colón. Bogotá: Ministerio de Educación. Reyes, C. J. (1989). Cien años de Teatro en Colombia. En Nueva Historia de Colombia (Tomo 6, pp. 213-236). Bogotá: Planeta. Reyes, C. J. (2008). El teatro en el Nuevo Reino de Granada. Medellín: Universidad Eafit. Sennett, R. (1978). El declive del hombre público. Barcelona: Ediciones Península. Simmel, G. (2002). Filosofía de la moda. En Sobre la individualidad y las formas sociales (pp. 360-287). Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes. Sowell, D. (2006). Artesanos y política en Bogotá. Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico - CLA Editorial. Vargas Bustamante, M. et al. (1985). El teatro colombiano. Bogotá: Ediciones del Alba. Watson, J. B. (1971). Los públicos de arte. En A. Silbermann (Ed.), Sociología del arte (pp. 175-199). Buenos Aires: Nueva Visión.

220

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 220

15/03/2017 14:14:51


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 221

15/03/2017 14:14:51


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970* Nelson Antonio Gómez Serrudo

*

El proyecto de investigación se encuentra aprobado por la Vicerrectoría de Investigación (Id: 00004886) y está adscrito al grupo de investigación Cultura, Conocimiento y Sociedad, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 222

15/03/2017 14:14:51


Presentación Cuando se proyectó la primera película en la plaza de San Victorino, en Bogotá, la sorpresa y la fascinación de quienes tuvieron la oportunidad de ver imágenes en movimiento reflejadas sobre sábanas, fueron indescriptibles: era magia. La prensa calificaría esas inquietantes imágenes de maléficas o hechiceras, y la curiosidad por seguir asistiendo a mirar y emocionarse con esas imágenes en la pantalla, colonizó rápidamente la ciudad con la proliferación de salas llenas de espectadores ávidos de narrativas visuales. Estos nuevos y masivos públicos constituyen el interés del presente artículo. Nuestra indagación se ocupa de las formas de sociabilidad, los escenarios de proyección, el papel de los medios de difusión y el gusto por esta experiencia sensible en el periodo comprendido entre los años cuarenta e inicio de los setenta. Este momento corresponde al proceso de masificación de las ciudades latinoamericanas, cuyas características más relevantes son el cambio del entorno y de las formas de vida y mentalidad, así como la transformación de la fisonomía urbana, que deja de ser una unidad sociocultural coherente. Dicho proceso combina un desarrollo heterónomo, vinculado al impacto externo (la modernización, la transnacionalización de las economías, los medios de comunicación) y un desarrollo autónomo, con sus características de hibridación sociocultural (Romero, 2001). En este proceso de masificación, la industria cultural aumenta la oferta de entretenimiento. La construcción de salas de cine en Bogotá permite a los públicos contar con una amplia variedad de películas. De la experiencia de la recepción del cine resulta valioso el concepto de sociabilidad (Goffman, 1971 y 1979), entendido como la interacción cara a cara a partir de diferentes tipos de encuentros sociales, que van desde aquellos mínimos escenarios de interacción en una fila de cine —que puede propiciar charlas informales con desconocidos— hasta aquellos que alcanzan a traducirse en una tertulia o un intercambio más formalizado —como los que se producen en cineclubes, cafés, cafeterías y otros tantos espacios de la ciudad—. La sociabilidad incluye los llamados círculos, organizaciones informales o formales con diversos niveles de intercambio, encuentros y conocimiento, asimilables a las dinámicas de los cineclubes

223

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 223

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

bogotanos. De la mano de estas consideraciones hallamos, en primer lugar, un carácter situacional donde el espacio es un escenario fundamental, en la medida en que su disposición, forma y extensión configuran un marco para ser interpretado por los individuos y así definir su comportamiento. En segunda instancia, encontramos la sociabilidad, determinada por las interacciones y los encuentros entre individuos, que a su vez son mediados por las prácticas sociales y sus valoraciones subjetivas. La conjunción de estas reglas o convenciones y las prácticas de interacción configuran un orden de sociabilidad entre individuos (Sennett, 1978). En las ciencias sociales del país son comunes los estudios sobre la producción de la cinematografía nacional, sus directores, las películas sobre la violencia, entre otros. Por ello resulta de interés analizar los públicos sobre cuya experiencia tenemos poco conocimiento, en especial de este periodo, considerado como la época dorada del cine en la ciudad (Ávila y López, 2006), por ser una de las principales diversiones en esos años para sus pobladores.

La ciudad y el espectáculo del cine Bogotá ofrecía una gran diversidad de espectáculos masivos como teatro, eventos deportivos, corridas de toros, recitales de poesía, conciertos y cine; todos muy publicitados en los diarios, las revistas y la radio. El transporte masivo —con buses y tranvías— fue cambiando el panorama de las calles y en la agitada vida comercial de la carrera séptima pululaban multitudes. Esta cantidad de situaciones e imágenes contribuía a la estimulación del sistema perceptivo, según los análisis planteados por Simmel (2002), para los individuos en las grandes urbes. El cine permite ese desarrollo perceptivo y se convierte en una de las principales diversiones de los bogotanos que acuden durante el periodo a las diversas salas de la ciudad. Estas salas competían por ofrecer la tecnología del cine parlante —toda una novedad en aquel entonces— y proyectar las películas de las grandes empresas norteamericanas como la Metro Goldwyn Mayer, Paramount o Fox, que conquistaron el mercado mundial con las modalidades de doblajes y películas subtituladas, y que en Bogotá contaban con representantes, distribuidores y muchas salas de exhibición. En pleno centro de la ciudad, el parque de la Independencia atraía a las multitudes para pasar el tiempo libre. Allí se podía caminar por sus amplias zonas verdes, ingresar a los juegos mecánicos, saborear una picada criolla, sentarse en algún solariego rincón o mirar la programación del famoso Gran Salón Olympia, fundado por los hermanos Di Domenico en 1912 y que sería objeto de mejoras en la década de los años cuarenta. Ir a cine era una experiencia maravillosa para disfrutar las proyecciones de películas, según el género o el artista preferidos. En el famoso y confortable teatro Roxy, todos los domingos se promovían eventos como rifas o presentaciones de payasos y actos circenses antes

224

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 224

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

de la proyección. En 1940, durante algunos soleados días de junio —un periodo tradicional de vacaciones estudiantiles—, los principales diarios mencionaron la inauguración del Teatro Colombia, una sala de proyección moderna y “el único medio con que cuentan (los bogotanos) para luchar eficazmente contra la melancolía vespertina y nocturna de la ciudad” (El Espectador, 1940, junio 20, p. 4). Ese mismo año, el Teatro Nariño se ufanaba de agotar siempre su silletería. La cartelera de los diarios anunciaba entre las muchas películas: Niña revoltosa en el Teatro Colombia; Al final del camino en el Roxy; El hombre que nació dos veces en el Nariño; Mi suegra es una fiera en el Santa Fe; y El haragán de la familia en el teatro Faenza, junto al noticiero de la Paramount. Estas noticias de la cartelera de cine, así como los anuncios de nuevas salas, el ofrecimiento de todo tipo de comodidades, los estrenos y la variada programación, eran publicados de la siguiente manera en las páginas de los principales diarios: “Nuevo Teatro en el Barrio de Las cruces, espectáculos de primera a precios populares” (El Tiempo, 1942, julio 17, p. 3). “[…] nuevo Teatro Alameda, pequeño, cómodo no es frío, moderno y con magníficos equipos de sonido” (El Espectador, 1943, diciembre 10, p. 4). “en el aniversario del Teatro San Jorge es motivo de complacencia para la ciudad, el teatro que sólo exhibe películas Metro Goldwyn Mayer al público bogotano proyectando filmes en restreno muy solicitados” (El Espectador, 1943, diciembre 10, p. 4). “[…] para la comodidad del público, nuevas mejoras en silletería del Teatro Real, acompañado de un nuevo color verde en las paredes de todo el Teatro” (El Espectador, 1944, septiembre 30, p. 8). “[…] los teatros Capitol y Ariel se encuentran ubicados en el centro de la ciudad dotados con los últimos equipos para la proyección de películas en su primera función presentarán la película Eterna Historia (El Espectador, 1946, octubre 16, p. 12). “[…] En Bogotá, La Metro Goldwyn Mayer, casa distribuidora canceló su contrato de exhibición con el Teatro San Jorge y compró por $250.000 al teatro Teusaquillo” (El Espectador, 1946, diciembre 5, p. 8). “[…] el Teatro Mogador, tendrá una capacidad aproximada de 1239 personas, con lujosas comodidades y decorado especial […] elegante decoración y moderna iluminación en el Mogador de Bogotá” (El Espectador, 1947, febrero 6, p. 8). “[…] desde mañana se transmiten las matinales infantiles por la emisora Radio cristal” (El Espectador, 1947, junio 7, p. 2). “[…] Carlos Ogliastri gerente de Circuitos Unidos, habla sobre el estreno del cinemascopio en el Teatro Colombia, al cual serán invitados, miembros de la prensa capitalina y cuerpo diplomático entre otros” (El Tiempo, 1953, diciembre 10, p. 18). “[…] Cine Colombia inaugura las películas en cinemascope” (El Tiempo, 1955, julio 24, p. 13). Esta muestra de fragmentos de prensa sobre los nuevos teatros, sus remodelaciones y servicios dan una idea de cómo en este periodo la ciudad vive una verdadera pasión por el cine, que lleva a muchos empresarios a competir para ofrecer las últimas tecnologías de proyección y el máximo de comodidad, así como a la construcción de nuevas salas. Los fines de semana, El Tiempo y El Espectador dedicaban casi tres páginas a 225

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 225

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

comentarios y anuncios sobre estrenos, artistas y el mundo del celuloide. Había avisos llamativos de páginas enteras sobre los principales estrenos, notas sobre las grandes empresas como Fox o la Metro, traducciones de entrevistas a directores o estrellas y anuncios de eventos en la salas, como concursos, sesiones de caridad, reuniones políticas o sociales. Según los muy leídos artículos de Felipe González Toledo, destacado periodista de crónica roja y relatos de la vida de la ciudad: “Bogotá el 31 de diciembre de 1950, tenía 62 salones de cine, tres teatros, dos estadios, un hipódromo, tres galleras y un circo de carpa, locales de espectáculos por los cuales pasaron durante el año 10.286.216 personas” (El Espectador, 1951, septiembre 16, pp. 211-212). Resaltaba, además, que el cine y el fútbol ocupaban el 90% de la predilección popular. Dada la preferencia por la exhibición más que por la producción de películas, esta se convirtió rápidamente en una próspera actividad comercial que fue llenando la ciudad con teatros modernos y una variada programación para todos los públicos. Las empresas distribuidoras funcionaban en circuitos; es el caso de Cine Colombia, que comenzó operaciones en el año de 1927, dedicada a la exhibición de cintas norteamericanas y europeas, noticieros y algunas filmaciones cortas, y que logró crear una cadena que abarca todo el territorio Nacional. La compañía cuenta con diez teatros en Bogotá, casi igual número en Medellín, Cali, Bucaramanga y demás ciudades importantes del país. Pero el ejemplo de cine Colombia está siendo seguido por otras empresas entre otras Laserna, que controla en Bogotá los teatros Real, Faenza, Capitol y algunos de segundo turno. (El Tiempo, 1948, septiembre 10, p. 18.)

Las grandes firmas norteamericanas contaron con representantes de la Metro Goldwyn Mayer, que en 1947 inauguró su primera sala en la ciudad: el Metro Teusaquillo. Luego vendrían otras en el sector de Chapinero y el Centro. En 1969 las empresas distribuidoras eran: Artistas Unidos, Asocines, Discofilms, 20th Century Fox, Paramount, United Producers, Warner Brothers. El cine mexicano, con sus aclamadas historias y sus carismáticos actores, se consolida inicialmente con la distribuidora Casa Films, productora de ese país radicada en la ciudad que en enero de 1946 cambió su razón social para llamarse Películas Mexicanas (Pelmex). Dado el éxito de esta cinematografía entre los sectores populares, se construyeron los Teatro Azteca (1959) y México (1959), especializados en cine mexicano, con proyecciones, entre otras, de los principales éxitos de esta industria transnacional como Allá en el rancho grande, Ahí está el detalle y La noche del pecado. Estas películas no solo proporcionaban el humor o el drama de sus historias, sino que además contribuían a la difusión musical de rancheras, mambos y boleros. En el Teatro México, un famoso cantante local de apellido Aguirre y su grupo interpretaban algunas canciones de la película, y el público, enardecido con la

226

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 226

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

introducción, se quedaba a verla. El teatro contaba con 1.400 sillas y, según lo que afirmaba Alejandro Gómez, uno de los gerentes de esta compañía: “Cuando llegaban las películas de Vicente Fernández y la “India” María programábamos hasta seis funciones. Podíamos hacer 8 mil personas en un día” (Villamarín, 2009, p. 2). El gusto por los boleros, los mambos y las rancheras contará con un hondo arraigo gracias al cine mexicano. Cuando el actor y cantante mexicano Pedro Infante se presentó en la Plaza Santamaría, asistieron más de 15.000 espectadores. La prensa afirmaba que los colombianos “se emocionan y alegran hasta el delirio con la música que viene de México” y que adoran a los artistas mexicanos “más que a sus propios cantantes” (El Espectador, 1954, mayo 5, p. 9). Para muchos, ese gusto no solo es por la música y las grandes estrellas aztecas, sino que México […] con sus películas más recientes ha impuesto y popularizado su música, su vestimenta, sus costumbres, sus monumentos y bellezas naturales. En el campo de la moda, de los gustos, de las preferencias estéticas, de la vida cotidiana y sentimental, el cine ejerce una tiranía absoluta. (El Tiempo, 1942, diciembre 12, p. 5)

Con el crecimiento y extensión de la ciudad, a las tradicionales salas del centro y Chapinero se les sumarían los teatros de los barrios y urbanizaciones, como el Teatro Cádiz (1961) del Centro Urbano Antonio Nariño; el Teatro Quiroga (1965) del barrio Quiroga; el Teatro Adriana (1970) del conjunto residencial Paulo vi; El Elvira (1960) del barrio Estrada; el Arlequín (1959) del barrio La Soledad, y el Teatro Copelia (1960) del Barrio Modelo. Estos son solo algunos de los 108 teatros construidos en este periodo, que renovaron la arquitectura de la ciudad con las más modernas técnicas y los más variados estilos para garantizar comodidad y confort a sus espectadores. A la vez que surgían nuevos escenarios, otros empezaban a perder el esplendor de antaño, de suerte que los amantes del cine contaban con una oferta de salas de primera y de segunda. Las modernas fueron conocidas como salas de estreno; las de segunda como de reestreno, con presentación de los dobletes. También comienzan a despuntar hacia finales de los sesenta las salas de pornografía, que nunca fueron consideradas de primera categoría. Muchos de los teatros de segunda repetían de manera permanente ciertas películas, que pasaban de teatro en teatro, sufriendo en el camino la pérdida de fragmentos de cinta, recortes y quemas, como les pasó a muchas con el transcurso de los años. Este auge del cine coincide en Bogotá con un incremento considerable de la población, que pasó de 330.000 habitantes en la década de los cuarenta a 2.855.000 en los setenta, algo que puede explicarse a partir de la inmigración permanente de

227

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 227

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

zonas rurales y municipios pequeños y medianos. Esa vida urbana, con sus cambios y multitudes, es filmada en los noticieros de los hermanos Acevedo. En ellos se puede notar esa importancia de la urbe, en las imágenes de sus calles, de la gente que transita por ellas, en los automóviles, en la presentación de los edificios y las casas modernas. En los cuarenta se puede ver la cimentación de los edificios públicos, hipódromos, estadios, que intentan trasladar las tendencias norteamericanas. Mientras que en los cincuenta se muestra cómo se desarrollan las urbanizaciones obreras, las autopistas y, en general, se construye la ciudad de Bogotá siguiendo las órdenes del Plan Piloto de Le Corbusier. De esta forma, las imágenes analizadas casi siempre dejan ver, en segundo plano, un edificio en construcción, una carretera a medio hacer o un monumento en restauración, síntoma de la entrada acelerada del país en la industrialización y el progreso. (Acosta, 2005, p. 13)

De esa multiplicidad de imágenes, el cine supo captar la velocidad de la vida urbana, su crónica diaria, sus variadas actividades comerciales y culturales. Encontramos películas que muestran a Bogotá en diferentes facetas, como Sinfonía de Bogotá (1939) o El sereno de Bogotá, estrenada en 1945, en la que el personaje le relata en una noche a un caballero todas sus desgracias por las calles de la ciudad; Bogotá Capital of Colombia (1946) de Hans Brückner; Rapsodia en Bogotá (1963), que muestra un día en la ciudad desde el amanecer hasta el ocaso, dándole paso a la noche iluminada por los grandes avisos de luces de neón, todo al compás de Rapsodia in Blue, de George Gershwin. Por su parte, Días de papel (1963) de Jorge Silva, Chichigua (1963) de Pepe Sánchez, Chircales (1966-1971) de Jorge Silva y Marta Rodríguez y Camilo Torres (1966) de Diego León Giraldo muestran problemáticas sociales de la infancia y la pobreza. Con la ciudad en el cine y los públicos en las salas, el medio cinematográfico amplía la imagen y percepción del entorno urbano, su tránsito de ciudad tradicional a moderna y sus contradicciones. Son muchas las imágenes y situaciones recreadas en estas películas. Siegfried Kracauer, refiriéndose al espectador de cine, destaca la manera en que: en su susceptibilidad respecto de los fenómenos transitorios de la vida real que pueblan la pantalla. [...] Junto con los sucesos fragmentarios incidentales, estos fenómenos —taxis, edificios, transeúntes, objetos inanimados, rostros— estimulan presumiblemente los sentidos del espectador y le proporcionan material para soñar. [...] el cine permite, sobre todo al espectador solitario, llenar su propio yo [...] con imágenes de la vida entendida como tal: una vida brillante, alusiva, infinita. (1989, p. 220)

228

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 228

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

El público que frecuenta con interés las salas de proyección experimentará momentos significativos en la adquisición de un gusto que irá acompañado de formas de sociabilidad. La experiencia de ir a cine solo implicaba dedicar un tiempo específico a un género, un artista o un director, en tanto que hacerlo en grupo formaría parte de los rituales de las familias los fines de semana; sería el plan de las parejas y también del grupo de amigos. De todo ello se desprende una práctica, la formación de un interés, la constitución de un público que desarrolla un gusto y experimenta una apropiación de los entornos urbanos y discute competentemente sobre el mundo del celuloide.

Los públicos en el cine club El Cine Club de Colombia, fundado en 1949 por Luis Vicens, comenzó en el teatro San Diego de Bogotá con la proyección de Los niños del paraíso del director francés Marcel Carné, y acopió en su labor los filmes: El acorazado Potemkin, de Eisenstein, y El gabinete del doctor Caligari, dirigida por Robert Wiene. Luego aumentó sus registros con películas colombianas bajo el magisterio y la obsesión de Hernando Salcedo Silva. Para entender qué es un cineclub, Juan Diego Caicedo González, reconocido en ese medio, afirma: Un cine club es, finalmente, conviene resaltarlo de nuevo, una célula social necesaria en la que se defiende el patrimonio artístico y cultural contra el mercantilismo o la explotación inmisericorde del arte y los individuos como tales. Interesante es ver, en consecuencia, cómo los cineclubes terminan siendo un componente esencial de la vida de un barrio, de un sector de una ciudad o de un complejo arquitectónico digno de preservación patrimonial. (2012, p. 230)

Este Cine Club, el primero en la ciudad y el país, ejemplo para iniciativas similares de los que vinieron y estímulo para la primera cinemateca de la ciudad, retoma la experiencia de los cineclubes parisinos, contribuyendo a la formación de una cinefilia y propiciando la formación de gestores de la cultura como Gloria Valencia de Castaño, Álvaro Castaño Castillo, Gabriel García Márquez y Jorge Gaitán Durán. Durante su existencia, el Cine Club funcionó en diferentes escenarios como el Teatro El Dorado y el auditorio de Radio Sutatenza. De otra parte, sobre su funcionamiento se afirma: Tanto Vicens como Salcedo orientaban las labores de su Cineclub, el más antiguo de América Latina, sobre las bases del modelo francés del que he hablado previamente: ciclos programados con rigor, introducciones orales a las películas,

229

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 229

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

foros. Con el paso del tiempo, sin embargo, las cosas cambiaron. Estos últimos debieron suspenderse debido a la inanidad del público y al fenómeno ya descrito de que algunos espectadores se tomaban la palabra, abusando de su uso, para hablar de cosas muy diferentes al cine, solamente por tratar de ostentar una presunta superioridad crítica o, lo contrario, haciendo intervenciones de carácter obvio y prosaico, muy poco relacionadas con los propósitos cineclubistas. (Caicedo, 2012, p. 238)

El Cine Club de Colombia programaba muchas actividades de formación con sus asistentes y buscaba que su público comentara lo que veía; algunas veces se repartían cuestionarios en las funciones. A manera de ejemplo, con la presentación de la película Macbeth se les preguntó a los socios lo siguiente: “¿qué concepto le merece la obra cinematográfica de Orson Welles?”, así como “con la presentación de la película Calles de Londres, ¿quién de los actores realizó mejor interpretación, qué opinión le mereció la película?” (Cine Club de Colombia, 1953, febrero 27). Las respuestas eran variadas y contribuían a fomentar los debates que se presentaban en cada función. Además del Cine Club de Colombia, estaban los siguientes: Cine Club de Bogotá, Cine Club Universitario, Cine Forum de la Universidad Nacional, Cine Forum de la Javeriana y Cine Club Guiones. Ese ambiente e interés por los cineclubes llevó a Ugo Barti, un gestor de revistas de cine y cineclubes, cronista de cine y caricaturista, a escribir para el periódico El Tiempo en 1961 sobre la aparición de los que denominaba cineclubes amarillos, que según él no eran lugares de discusión sino escenarios comerciales, con la diferencia de que no se proyectaban noticieros. Durante la década de los sesenta se promovieron varios encuentros de cineclubistas, entre ellos uno realizado en Barranquilla, donde se mencionaba lo siguiente: La convención reunida en la ciudad de Barranquilla, bajo los auspicios del centro artístico de la misma ciudad, tuvo por fin tratar los problemas relacionados con estas entidades, tales como: misión de los cineclubes; los cineclubes y las agencias de películas; edición de una revista cinematográfica independiente; los cineclubes y la censura, etc. (El Espectador, 1960, noviembre 13, p. 8)

Muchos de los cineclubistas como Hernando Salcedo Silva y Ugo Barti, en Bogotá, o Álvaro Cepeda Samudio, en Barranquilla, escribían en los principales periódicos y dirigieron revistas o publicaciones de cine. En Bogotá, durante el año de 1953: Una organización de periodistas fue iniciada con miras a iniciar el cineclub de la Prensa. Se buscaba la manera de que los periodistas, imposibilitados para ver cine en horas normales, pudieran conocer los filmes programados para Bogotá y anticipar sus comentarios de las películas a estrenarse. (Martínez Pardo, 1978, p. 31)

230

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 230

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

Otra de las modalidades de los cineclubes fue incursionar en los colegios y fomentar los cinefórum. Algunos tuvieron como escenario el Teatro San Carlos y el antiguo Teatro Aladino, el Teatro Metro Riviera y el Teatro Lucía; y luego el antiguo Teatro Cataluña, ubicado en la calle 51 con séptima. Este proyecto, alentado por el padre jesuita Gabriel Izquierdo, funcionó desde 1969 hasta 1971; en él se propiciaban discusiones de carácter sociológico y político (Caicedo, 2012, p. 244). La experiencia de los cineclubes y sus gestores contribuyó a la fundación de la Cinemateca Colombiana en 1954 y, en el año de 1971, a la de la Cinemateca Distrital.

La sala de cine, un universo de encuentros Las salas de cine, como escenario de sociabilidad, dejan una huella muy profunda en los espectadores que las frecuentan. Allí, en medio de la variada programación, la asistencia masiva, el constante peregrinar por los diferentes circuitos de salas de Chapinero y el Centro, y la inmersión en los sueños de las narraciones fílmicas, se consolidará un público para la vida cultural de la ciudad con profundo conocimiento e interés por las diferentes facetas del cine. Asistir a las salas de cine es una actividad con muchos significados: ritual de iniciación, posibilidad de compartir con los amigos, estrategia para concretar una conquista amorosa, ocasión para hacer gala de prácticas de cortesía, y momento de mostrarse ante los otros y lucir los mejores trajes y accesorios. Se constituye, además, en la oportunidad de presentarse en la vida pública y exponer gestos corporales de vanidad y distinción. Las prácticas de sociabilidad despliegan sus repertorios con la fila y los micro-episodios que allí suceden, como evitar el mínimo de contacto físico entre extraños, combatir el aburrimiento y matar el tiempo de la espera propiciando la conversación o la observación de los eventos callejeros. En los teatros, la gente hacía filas para ingresar, y a veces surgían algunos inconvenientes como a continuación se describen: Esto es lo que está ocurriendo en Bogotá con las colas que forma el público en las puertas de los teatros y ante los paraderos de los buses, las cuales en lugar de formarse sobre el borde del andén y de una forma paralela a la vía pública, para facilitar el libre paso de los transeúntes, se hacen en sentido contrario, siguiendo una línea perpendicular a la misma vía. (El Tiempo, 1950, junio 16, p. 4)

En la columna “Por el Cine” del diario El Espectador se proponía un decálogo de comportamientos para las salas, con recomendaciones como las siguientes: “[…] observar tanto las colas respectivas tanto para comprar las boletas de entrada como para entrar al salón: es más cómodo, más rápido y más civil” (El Espectador, 1950,

231

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 231

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

junio 2, p. 4). Además era muy común en ciertas películas exitosas la presencia de revendedores de boletas y la circulación de vendedores ambulantes y mendigos. La vida pública en la calle propiciaba encuentros entre extraños y conocidos, regidos por ciertas formas de sociabilidad, con diferentes grados de interacción y conflictos. Tenemos encuentros mínimos, tales como los que se presentaban en las filas con la característica desatención cortés, las rechiflas por la demora del ingreso y la interacción con vendedores ambulantes o revendedores. Luego de superar la taquilla y acceder al lobby del teatro, los carteles, la publicidad y los encuentros con los otros generan sensaciones e imágenes propicias para comentarios y chismes o para conocer próximos estrenos. Estas situaciones invitan a adentrarse en un mundo lleno de encuentros con amigos y conocidos, donde se intercambian opiniones y gestos o se rivaliza con los otros. En el interior de los teatros vendían comestibles que fueron objeto de muchas quejas hasta que su producción comenzó a regularse. Según el decálogo que hemos venido mencionando, estas sugerencias de buen comportamiento y el malestar ante ciertas conductas nos dan una idea de lo que podría estar ocurriendo en algunas salas: Abstenerse de entrar ruidosamente en los teatros: los chistes y las gracias de un determinado grupo serán muy divertidos para un grupo particular, pero resultan antipáticos y ridículos para los demás […] no comer papas fritas ni besitos una vez que se inicie la función, los diálogos y el celofán son incompatibles […] suprimir los comentarios sobre el desarrollo de las cintas: el que guarda silencio, en este caso pasa por prudente, por inteligente y por discreto […] suprimir los vendedores de luces ambulantes, que con sus gritos y sus linternas, interrumpen y molestan a lo largo de toda la proyección. (El Espectador, 1950, junio 2)

Como vemos, el acceso a la sala de proyección bajo el irresistible poder subyugante que ejercía la oscuridad, sumergía al espectador en una secuencia de imágenes que comprendían noticieros, cortos y películas de diferentes géneros y estilos. Pero una vez instalado en la sala podían ocurrir una serie de eventos, antes y durante las proyecciones. Las personas con sus sombreros obstruían la pantalla, algunos chiflaban ciertas escenas, otros ofrecían comestibles durante la función y no faltaba el que protestaba airadamente si algún pasaje de las películas no le gustaba; de igual manera vitoreaban las escenas o aplaudían las películas que más disfrutaban. Parece que en la década de los cuarenta las quejas sobre usos de sombreros fueron muy frecuentes, tanto así que el acuerdo 8 de 1948 expedido por el Concejo de Bogotá mencionaba lo siguiente:

232

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 232

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

El público, tanto los hombres como las mujeres, que asistiere a teatros o a salones de cine deberá permanecer sin sombrero durante todo el tiempo del espectáculo. Los empresarios anunciarán este precepto, antes de iniciarse la función, la cual no podrá comenzar mientras haya algún espectador con el sombrero puesto. (Concejo de Bogotá, 1948)

En ese mismo acuerdo se recomendaba pasar noticieros nacionales preferiblemente. Era muy común proyectar cortos, publicidad y noticieros que tuvieran muy buena acogida, porque los espectadores seguían con interés los avatares de la Segunda Guerra Mundial en los años cuarenta, así como los desfiles y eventos nacionales, los documentales y la escena internacional hasta los años setenta. En la sala se combinaba la proyección de cintas con actividades lúdicas, festivas y publicitarias. El cine para los niños y las niñas contó con una nutrida promoción los domingos; fueron varios los teatros que en asocio con las páginas dominicales del periódico El Tiempo promovieron las actividades y cintas para ese día. En sus páginas encontramos: “200 entradas gratis en la matinal del Faenza Patrocinadas por Dominical”; “Rifa de triciclo y Tarzán el Temerario en Matinal que auspicia dominical”; “Sueño de hadas en la matinal infantil patrocinada por matinal de Faenza”; “El triunfo de Tarzán y rifa de Mesita de fútbol en la matinal del Faenza el próximo domingo”. Avisos de este talante fueron muy comunes durante la década del cincuenta, con énfasis e interés por atraer público infantil. La información detallaba cómo transcurriría la función y a qué hora se abriría la taquilla (usualmente una o dos horas antes). En algunas salas la radio trasmitía los eventos que allí sucedían, como fue el caso de Radio Continental, que era animada por conocidos locutores. Como podemos ver, los programas eran variados y, además de los niños, el domingo muchos empleados aprovechaban la oportunidad para recorrer los parques y atender sus citas, según este testimonio de un amante del cine: Doctor, usted sabe de cine, ahí sí le tocó a usted, yo apenas iba al cine los domingos, me madrugaba para el Parque Nacional, bien elegante con mis pesitos entre el bolsillo, ese era el sitio donde uno “cuadraba” su sirvientica, su “fámula” o “mantecanostaquigrafía” como la llamaban, y para el teatro metropolitano, era radio-teatro porque pertenecía a la radio metropolitana. Esta emisora “molía” 24 horas música mexicana y pasaban dos películas mexicanas también y en los intermedios, o sea entre película y película, presentaban a Oscar Agudelo, Olimpo Cárdenas, muchos cantantes. (Carreño, 1999, p. 73)

Otro testimonio que ilustra el interés de las clases altas por el cine y su visión del panorama como espectadores durante esos años:

233

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 233

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

Ese cine, tipo en los años cuarenta, cuarenta y cinco, daban excelentes películas! […] Pero mire… el cine mexicano era muy popular, de gusto popular, entonces en determinados teatros no daban cine mexicano sino en los barrios bajos, aquí en éstos [refiriéndose a cercanos] daban cine gringo o europeo [pausa, duda] menos europeo y en inglés… Pero en esa época, era Hollywood! era excelente! (en Gómez Merchán, 2013, p. 30)

También encontramos testimonios sobre la vida del barrio: En el sector donde yo he trabajado toda la vida, hacia mediados de los años 65 hasta 70, existió el teatro Ponce, un cine para los pobres donde presentan muchas películas mejicanas. Venían cineastas de todos los barrios. El sector se veía más concurrido los días sábados y domingos. En la calle ll y l0 con la carrera l2, siempre ha existido una tienda que se llama el guatecano. Esa tienda, ha sido el tertuliadero de hace cuarenta años. (Carreño, 1999, p. 73)

Poder asistir a cine con una mujer pretendida, en algunos casos implicaba cumplir con ciertas normas de cortesía como pedir permiso a sus padres y, en más de una ocasión, aceptar la compañía del hermano menor o de algún miembro de la familia. En la sala esto generaba la incomodidad de tener que sentarse con su pretendida en un extremo y el impertinente hermano en la mitad de los dos para evitar cualquier roce o mirada comprometedora. La salida del cine también generaba un entusiasmo para muchos de los asistentes y algunas salas gozaban de una alta reputación por las personas que las frecuentaban, como lo recuerda Álvaro Castaño Castillo, quien relata lo siguiente: Cuando terminaba la película y las luces del teatro se encendían, comenzaba otro ritual inolvidable. Era la “la salida de la vespertina”. Han de creer mis lectores que la salida de la vespertina tenía el carácter de un espectáculo, que era, en sí misma, un programa, un suceso. A ella no asistían solamente los hombres que acababan de ver la película, sino además, asómbrense ustedes, caballeros venidos de otros sitios de la ciudad, exclusivamente para ver la “salida” del Faenza. Todos se alineaban, en media luna, sobre el lobby del teatro, para ver el pausado descenso de las damas que habían asistido a la función. Ellas apenas se movían al bajar con estudiada lentitud por los peldaños de la noble escalera Art Nouveau, que de esta manera se convertía en pasarela vertical donde convergían las miradas ansiosas de los caballeros. Los murmullos ondulaban de acuerdo con el grado de belleza de las damas y llegaban al punto máximo cuando aparecían figuras famosas de la época como la deslumbrante Pina González “dama de compañía” vallecaucacana de alto cilindraje, que descendía lentamente, sonriente, haciendo una desafiante promoción que indignaba a las señoras y dejaba boquiabiertos a los varones. Se

234

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 234

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

recuerda a Pina González, luciendo un traje blanco, de lino, nunca antes visto por los bogotanos. Así eran las salidas de vespertina en la puerta del Teatro Faenza, que de esta manera pertenece al archivo sentimental de la ciudad como el “tout va bien” de la avenida chile, como el tranvía, como las fuentes luminosas de la plaza de Bolívar, como el teatro municipal, el hotel Granada, el hotel Regina. Todos estos símbolos han desaparecido. (2006, p. 224)

Con el paso del tiempo, muchos escenarios que fueron muy celebrados al inicio de la década de los cuarenta, se deterioraron hasta convertirse en salas de cine de tercera categoría. A finales de los sesenta, una buena parte de esos teatros comenzaría a proyectar películas pornográficas, frecuentadas especialmente por un público masculino. Era usual ver grupos de jóvenes de los barrios, que exploraban esas salas en búsqueda de sensaciones como parte de los inicios y descubrimientos de su vida sexual. Esa sería la suerte de teatros como el Imperio en Chapinero, o El Lux, el Sua y el Coliseo, en el centro. En los años sesenta la juventud universitaria vivió el frenesí del mayo francés y la esperanza de la revolución cubana. El escritor Rafael Humberto Moreno-Durán recuerda su vida como estudiante de la Universidad Nacional y sus incursiones intelectuales y sexuales en el cine: La penumbra del cine Coliseo, donde todos descubrimos las películas de JeanLuc Godard o Federico Fellini, facilitaba esa curiosa alianza de asedio sexual y conquista cerebral: las muchachas de entonces eran felices al abrir en sucesivo orden el corazón y sus intimidades más gratas sólo a quienes tenían la osadía de husmear primero en el orbe impredecible de lo que llamaban cerebro. Tal vez sin saberlo, ellas promovían la realización del imperativo que figuraba en el graffiti parisino y que pedía “desabotonarse el cerebro tantas veces como la bragueta”. Cuántas películas de Ingmar Bergman abonaron el camino de la seducción: Bergman era tan arrebatadoramente hermético y oscuro que nuestras novias no podían menos que hacerse cruces ante nuestras contundentes interpretaciones. Y si uno era capaz de extraer luz de semejantes galimatías escandinavos, híbrido de mística y psicoanálisis, todo era posible, y nuestras novias nos premiaban como la libido y el tiempo lo exigían. (1989, p. 79)

En la clasificación cotidiana de los cines eran comunes los chistes para referirse a los teatros de mala reputación. La gente decía que para ingresar a ellos, se debía llevar un palo, un paraguas y un tarro: el palo para espantar las ratas, el paraguas para la lluvia y el tarro para sentarse. Las salas tenían un calendario de eventos con una programación por temporadas, bien fuera la Navidad o la época escolar. Eran comunes —y tenían lleno total— las películas relacionadas con temas religiosos en la semana santa; en diciembre no

235

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 235

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

podían faltar los temas navideños. Renán Silva comentaba que para los años cincuenta la Iglesia católica organizaba grandes muestras de “cine religioso” en las salas de cine comercial. El público lloraba cuando contemplaba los milagros que tenían lugar en la pantalla; también chiflaba, protestaba y muchas veces quería desgarrar el telón (Silva, 2010, p. 324). Además de las salas de cine tenemos otros espacios de sociabilidad para después de la función que posibilitan una variedad de encuentros, para compartir, dialogar, polemizar, tertuliar sobre las películas, la literatura, la política o los deportes. Estos son los cafés, bares y cafeterías que funcionaron como verdaderas comunidades de interpretación por sus comentarios y polémicas sobre las cintas y otros avatares de la vida política o cultural; esos espacios y sus dinámicas propiciarían proyectos culturales en la ciudad como la emisora hjck y las revistas Mito y Eco, así como la formación de cineclubes.

Los públicos interpelados por la ciudad letrada El cine, desde su llegada a la ciudad, fue analizado por intelectuales, comentaristas, cronistas y escritores de ocasión, que le dieron presencia significativa en todos los medios. Esto fue posible gracias a la expansión de la alfabetización; el surgimiento de la radio, la televisión y de diarios y revistas especializadas, y el crecimiento de un público consumidor de los productos culturales de masas. A esa intelectualidad se incorporaron sectores de clase media y escritores que empiezan a profesionalizarse: la ciudad letrada se institucionaliza (Rama, 2004). La intelectualidad radicada en Bogotá escribía sobre el séptimo arte propiciando debates, generando un conocimiento de cinematografías y difundiendo sus opiniones. En algunos de los principales diarios del país, como El Espectador, se contó con secciones sobre el séptimo arte como “Cinema: Comentarios y Noticias”; “Emilia Comentarios”; “Cine al día”, firmada con el seudónimo de Argos; “Estrenos de la semana”, en la que escribió Gabriel García Márquez, y “Radio Revista”, de información cinematográfica. Por su parte, el periódico El Tiempo contó con “Cinematográfico, Noticiero cultural”. De otro lado, la revista especializada Cinemés, dirigida por Ugo Barti y emitida en la primera mitad de los años 60 por Caracol Radio, tuvo un espacio en televisión los lunes en el programa tv Mundo. También hubo publicaciones como Guiones, del mismo Barti, y Revista de Cine, dirigida por Rafael Maldonado: Cuadernos de Cine Colombiano; Cine y Libros: Cine Club de Colombia, Órgano Informativo Oficial, y Cinemateca. Además de los comentarios de cine que se publicaban en las revistas Mito y Eco. Igualmente, emisoras como la hjck tuvieron sus secciones de cine con comentarios de Gloria Valencia de Castaño, quien estaba a cargo de El Club de Cine de Seguros Bolívar, y en la Radiodifusora Nacional de Hablemos de cine, La música de cine y Cosas del cine.

236

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 236

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

Esa intelectualidad evidenció por los menos tres tipos de saberes sobre el cine: en primer lugar, el de los críticos que desplegaban su saber sobre las películas, sus problemas técnicos y los diferentes estilos. En segundo lugar, el de los comentaristas, narradores y cronistas que escribían ocasionalmente y, por último, el de los publicistas y promotores de películas que destacaban sus aspectos comerciales de entretención y éxitos de taquilla, además de mediar y polemizar frente a la censura. Independientemente de la competencia y conocimiento del cine de los diferentes escritores, periodistas e intelectuales, nos detendremos solo en aquellos aspectos específicos donde se menciona al público. Durante el siglo xx, la revista Cromos contó con secciones sobre cine de diferente tipo, desde aquellas más divulgativas hasta las de críticos especializados. En un comentario a propósito del análisis sobre cierto tipo de cine presentado en los cineclubes y las proyecciones comerciales, encontramos esta reflexión que busca definir un público popular: La distracción de este cine de minoría ahora realizado por famosos directores que en años anteriores hicieron filmes que llegaban a cualquier clase de espectador, adquiere como característica básica la confusión en la forma y en el contenido. Es decir, son por esencia anti-populares, porque no son específicos ni sencillos. Estas diferencias que el espectador establece en las películas, determinan que aún continúe sostenido en su repudio a la crítica de cine, pues es esta por lo general la que le señala como buenas películas las películas que él no sabrá comprender y que muchas veces ni siquiera podrá ver. Esto no quiere decir que para el espectador no valgan las películas progresistas. Sin duda alguna que para él tendrán gran valor —refiriéndonos al espectador popular— las películas que se refieren a su progreso, no las que se refieren a preocupaciones o características de otra clase de espectador. (Cromos, 1967, julio 31)

Según se desprende de esta nota, ese público “popular” repudia la crítica y no puede comprender las llamadas películas progresistas, porque no le interesan. Los críticos buscan maneras de caracterizar a los públicos y también de ubicarlos en una condición de conocimiento, al igual que cuestionar los gustos más generalizados o las posiciones más comerciales. Hernando Valencia Goelkel, para muchos uno de los principales críticos de cine y quien fuera fundador y colaborador de las revistas Mito y Eco, se interesó por ejercer la crítica cinematográfica resaltando valores culturales y estéticos de los lenguajes y temas abordados por las diferentes películas. En sus escritos encontramos algunas consideraciones sobre el público donde rescataba el papel pedagógico y la función formadora de los críticos, como la siguiente:

237

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 237

15/03/2017 14:14:52


Nelson Antonio Gómez Serrudo

Los productores y, cada vez más, los distribuidores están al corriente de un hecho protuberante que estas páginas […] el de que la crítica no ejerce una influencia inmediata contra las aficiones del público… En el caso del cine —diversión, o vehículo cultural, o escape psicológico o todo a la vez—, para centenares de millones de personas en todo el mundo parecería que la crítica debiera ser particularmente necesaria. En efecto, el público se halla, literalmente, indefenso frente a la propaganda. Frente a una propaganda estrepitosa y petulante pero que, en rigor, se abstiene siempre (y con razón) de decir nada, de informar sobre nada. Ahora bien; aunque la influencia de los comentaristas de cine de las grandes publicaciones sea cada vez más amplia, y aunque el lector haya establecido con él una invisible pero afectiva relación casi de tipo dialéctico, en la que suelen percibirse, palparse, se podría decir, las afirmaciones y las negaciones, la reacción más iracunda contra la crítica suele provenir del propio público. (Valencia Goelkel, 1974, pp. 186-187)

Otros de los críticos de cine reconocidos en Colombia, y que prácticamente nunca salió de Bogotá, Hernando Salcedo Silva, hace referencia a los públicos: […] Recurriendo a las formulas homeopáticas, es posible que algunas de las que se va a citar, contribuyan a crear no una cultura sino una “conciencia” cinematográfica tan necesarias para que el espectador disfrute de su espectáculo favorito sin amarguras[…] para empezar ¿se han dado cuenta amables lectores de la importancia de la compañía en el cine? No me refiero a las sentimentales que son siempre muy agradables; se trata de aquellas que siempre están en plan de oposición y (nada les gusta porque ni siquiera están de acuerdo consigo mismos) o indiferentes […] ¿No creen ustedes que es injusto descargar sobre las películas nuestros problemas personales? Esto tiene que ver con el espectador que solo ve en el cine “un rato de entretención” y nada más. Al no encontrar el buscado alivio a sus preocupaciones, la aspirina visual, le parece abominable aún la más hermosa de las películas: la fórmula sería no asistir al cine demasiado nervioso pues a lo mejor sale más preocupado. ¿Y los que se enfurecen porque la película es muy ruidosa y no puede dormir como siempre? ¡O los mártires que soportan: a) el chasquido de las papas fritas al ser devoradas; b) los novios demasiados apasionados, o c), los que leen los letreros o los que comentan la película en alta voz? Sin que la película nada tenga que ver con estos accidentes cotidianos el espectador saldrá en plan de denigrarla. A la altura de 1966 ya es posible exigir al espectador una tímida “toma de conciencia” a su manera de relacionarse con el cine. No se trata de la actitud cultural de considerarlo como una expresión artística o no; en la presente ocasión solo de señalar algunos factores extraños del cine, pero importantísimo para el espectador que se sienta y quiere ser imparcial respecto a las películas que ve. Para quien ame el cine es deprimente observar que no obstante su casi

238

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 238

15/03/2017 14:14:52


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

diaria experiencia con este arte, en la mayoría de las veces los juicios adversos no son productos de un análisis consciente de los elementos de una película, sino simples problemas personales reflejados por un fácil problema psicológico en la inocente pantalla que muestra casi siempre lo más importante de los temas artísticos: el hombre y sus accidentes buenos o malos, o sea, el mismo espectador. (El Tiempo, 1966, julio 17, p. 7)

Estas consideraciones contribuirían a identificar diferentes concepciones del mundo de los intelectuales de esa “ciudad letrada”, que expresaban su opinión sobre un público que, a su juicio, no sabía apreciar una buena película, o sobre los peligros de la comercialización, opiniones relacionadas con la diversidad de gustos e intereses del público. La publicidad define unas estrategias para nombrar e interpelar a los públicos del cine desde su peculiar manera de vender un producto cultural. Las carteleras de los periódicos identificaban, nombraban y convocaban a los públicos para que asistieran a sus salas. Los despliegues informativos de las cintas variaban de acuerdo a si eran películas de estrenos o reestrenos; las primeras ocupaban grandes titulares y las segundas incluían una información básica más bien modesta. Los días también eran importantes: las fechas de mayor despliegue publicitario comenzaban el jueves y concluían el sábado. Una de las estrategias para vincular a los públicos con el cine fue dejar a su elección las películas de su preferencia: ayer en el Teatro Faenza y por una abrumadora mayoría de 2581 votos triunfaron las comedias “Travesuras de una solterona” con Zazu Pits y Slim Sumerville y “Colegialas Musicales” con Frances Langford y Johnny Dows, que son dos de las mejores comedias aerodinámicas de Artistas Unidos, Producidas por Hal Reach. (El Espectador, 1942, mayo 9, p. 8)

Esta es la primera demostración colectiva de buen gusto, que por iniciativa del Faenza, pone al público de Bogotá a elegir por sí mismo el espectáculo que más le gusta y que, por lo tanto, prefiere ver en su teatro preferido. Entre los muchos ejemplos que tenemos de esta situación, en la sección “Arcos” del periódico El Espectador, en 1942, la mejor película de febrero para los bogotanos fue El difunto protesta; responder tenía el incentivo de participar en sorteos cuyos ganadores se llevaban diez entradas a uno de los teatros. La publicidad cinematográfica es una instancia desde la que se intenta definir y nombrar esos públicos; en sus mensajes aparecen contenidos que respaldan actitudes, situaciones políticas y modos de vida de la sociedad del momento. Una de las estrategias de la publicidad tenía que ver con los ideales femeninos, dados por el star

239

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 239

15/03/2017 14:14:53


Nelson Antonio Gómez Serrudo

system del cine estadounidense, que promocionaba a sus estrellas más representativas con actividades como esta: Concurso Gloria Jean, ¿Quién? ¿Tal vez su hijita… su hermanita… quiere para ella una buena y notable publicidad además de un premio gordo de cien pesos? Establezca entonces la semejanza que pueda haber entre ellas y la estrellita de once años Gloria Jean y remita al teatro Colombia una fotografía en pose igual o semejante a la de aquella… usted mismo y el público interesado votarán por ella y quizá su hijita o su hermanita será la favorecida. (El Tiempo, 1940, julio 27, p. 5)

Además de promocionar una mayor asistencia a las salas de cines, en las páginas de los diarios y de revistas como Cromos, se tenían como referentes femeninos a las grandes divas del cine norteamericano y mexicano para vender productos relacionados con el cuerpo, la higiene, la salud y la belleza. Como ha señalado Goffman (1979), la publicidad contribuye al desarrollo de una hiperitualización de la femineidad; pero no solo de esta, sino también de la masculinidad. Las relaciones entre hombres y mujeres también se sopesan bajo los criterios de esas personalidades del séptimo arte. Sobre ese posible efecto encontramos este comentario: La moda también va pareja con lo que trae el cine, échele un vistazo a las chaquetas y las faldas, al “peinao” y al “caminao” aquí se trata de actuar sobre el mundo siguiendo las falsas actuaciones que se despliegan en el cine. (Cinemés, 1960, p. 19)

Las controversias que han generado las artes y las expresiones culturales masivas tienen una larga tradición en la vida moderna. Lewis Coser (1968) en sus investigaciones sobre los intelectuales, ha señalado diferentes niveles y grados de censura —desde la política hasta la religiosa—, además de considerar la censura como una forma de control social. Los debates de la ciudad letrada sobre la censura se daban a partir de cuatro grandes tópicos: la clasificación de las películas para distintos públicos, el cine como vehículo educativo y moral, el cine como entretenimiento y el cine como arte. La clasificación de las películas fue una de las funciones primordiales de las diferentes juntas durante este periodo. Desde el año 1946, la Junta de Censura había resuelto que los niños tendrían acceso únicamente a las funciones especiales para ellos, es decir, las matinées infantiles. Este es un ejemplo de una de las argumentaciones: Queda prohibida la asistencia de niños menores de cinco años a los salones de cine. Los niños de cinco a dieciséis años, solo podrán asistir a funciones cinematográficas diurnas en las que se proyecten películas sobre ciencias, artes

240

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 240

15/03/2017 14:14:53


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

industriales, la naturaleza o que sean recreativas, pero con previa aprobación del consejo nacional de protección infantil. Los programas respectivos contendrán este anuncio exhibición para menores, aunque también puedan concurrir personas mayores. (El Tiempo, 1948, diciembre 8, p. 19)

Igualmente, se exponían razones de tipo psicológico, pedagógico, médico o humanitario, según nos lo da a entender este comentario: La Prohibición para menores de cinco años contenida en la primera parte del artículo, tiene una obvia explicación pues no es saludable ni humanitario someter a criaturas de tan tierna edad a dos horas de permanencia en la oscuridad, respirando un aire enrarecido y viendo figuras o cosas que su imaginación aún no tolera y que por consiguiente, no puede serle motivo de goce. Para esta edad se encuentra el aire libre, el parque, el campo, etc., y no hay derecho para cambiarles esto por aquella tortura. (El Tiempo, 1948, diciembre 8, p. 19)

Esta actividad podría caracterizarse como una manera de segmentar e interpelar a los públicos y de clasificar las cintas como familiares o infantiles. Al finalizar el periodo encontramos que algunos señalan que el único criterio de clasificación que debería existir es la edad: para mayores o para menores. En las polémicas se argumentaba la libertad de los mayores de edad para decidir si las películas podían afectar su comportamiento o propiciar conductas delincuenciales, inmorales o violentas. En relación con el cine como vehículo educativo y moral, la Iglesia tomó muy pronto cartas en el asunto —tenía antecedentes en la Legión Americana de la Decencia originada en Estados Unidos—, con los siguientes planteamientos: “Las películas iban a ser purificadas. La inmoralidad en la pantalla sería tijereteada: abajo la grosería, la ropa interior, los besos lujuriosos, no más carnalidad; hacha para los que se atrevieran a infringir estas normas fuera de la pantalla” (Kenneth, 1985, p. 76). En el país prácticamente se asumió una cruzada contra la inmoralidad del cine: La Revista de la Acción Católica Colombiana, que circulaba en Bogotá, fue la abanderada en señalar las películas que atentaban contra la moral cristiana y recomendaba controlar y vigilar su proyección en las parroquias Colombianas. Buscaba evitar que todas las personas, en especial los niños y jóvenes, fueran a los cines donde se reprodujeran cintas que contradijeran o fueran en contra de los mandatos implantados por la moral de la Iglesia Católica. (Cáceres, 2011, p. 209)

241

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 241

15/03/2017 14:14:53


Nelson Antonio Gómez Serrudo

Entre los argumentos sobre el efecto desmoralizante del cine, encontramos el siguiente: El cine se ha convertido en uno de los más graves problemas contemporáneos. Su enorme difusión como espectáculo de todos los días lo hace capaz de ejercer la más deletérea de las influencias sobre la colectividad. Su mercantilización, llevada los últimos extremos de la falta de escrúpulos, explicaría por sí sola las causas de tal estado de cosas, si esa mercantilización no fuera a su vez un resultado de aquella falta de orden moral. […] El cine, en cierto grado, ofrece en sus imágenes una síntesis de los males del tiempo que nos ha tocado vivir. […] El cine está socavando la base de nuestras virtudes de pueblo organizado y es obra urgente de buen nacionalismo impedirle que continúe corrompiendo a los nuestros. (Cáceres, 2011, p. 209)

En relación con recomendaciones de organizaciones católicas internacionales y ciertas casas distribuidoras, tenemos: Las películas las facilita la misma Casa Lux-Film de Robert H, Kulka y tienen la ventaja de estar aprobadas por la A. C. C. Yo puedo declarar en justicia que la Casa Lux-Film cada día trae películas mejores. Las dos últimas que llegaron a esta parroquia nada dejan que de ser en cuanto a moralidad, interés y arte. Fueron; “Don Bosco” y “Aventuras de Chico”. La primera despierta las vocaciones sacerdotales y la segunda infunde sanos y nobles sentimientos. La idea del Cine bueno recomendada por los excelentísimos arzobispos y obispos debe ser reforzada por todos los sacerdotes, y yo creo que no hay parroquia tan pobre donde no pueda organizarse un salón destinado al cine bueno. Pensemos, meditemos en la necesidad del cine bueno. (Cáceres, 2011, p. 219)

La Iglesia centró sus esfuerzos en las películas con contenidos que respaldaran la visión católica. Encontramos reflexiones como la siguiente: El cine tenía un potencial educativo, sin embargo, dado el contenido de muchas de las películas, era necesaria una vigilancia concreta. El semanario de justicia social publicó una lista de “infracciones” que algunas de las películas incluyeron en sus contenidos temáticos. Tomo algunos de los ejemplos mencionados en el semanario: 192 casos de adulterio de las esposas, 213 de los esposos; el matrimonio se representó desgraciado en un 80% y funesto en un 90%; se enumeraron 642 delitos de estafa, 310 asesinatos, 1881 casos de falsos testimonios, 165 casos de robos sencillos, 74 fraudes, 74 delitos de difamación, entre algunos otros. (Gómez Merchán, 2013, p. 63)

242

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 242

15/03/2017 14:14:53


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

El ministerio de Educación, que promovió programas en los barrios para llevar cine educativo, señalaba entre sus mayores logros: “hubo en Bogotá 187 funciones de cine educativo, con 29.375 espectadores” (El Tiempo, 1943, junio 2, p. 3), y también “inicia hoy la sección de cultura popular del ministerio de educación” (El Tiempo, 1944, febrero 7, p. 5); estas campañas también se realizaron en el teatro del Parque Nacional: El teatro cultural del Ministerio de educación nacional, dependencia del departamento de extensión cultural y bellas artes, en el Parque nacional efectuó, durante el pasado mes de abril 24 funciones gratuitas para escolares y público en general, con un total de 11.813 espectadores, así: escolares 2900. Maestros 83 y no escolares 8830. Durante el citado mes fueron exhibidas 35 películas culturales, educativas y recreativas, de propiedad del servicio cinematográfico del ministerio y otras cedidas por el comité de coordinación en Colombia y por el consejo Británico. (El Espectador, 1947, mayo 3, p. 6)

Estas campañas luego fueron llevadas a escala nacional. Uno de los miembros de la Junta de Censura, el representante del Ministerio de Educación, consideraba “educativo y perfectamente inocente el cine de Walt Disney” (Cinemés, 1960, p. 25). Las campañas del ministerio además buscaban recrear y educar, para ello se promovió la presentación de documentales sobre aspectos históricos, geográficos o culturales. Las decisiones de las juntas propiciaron polémicas entre quienes veían el cine como un arte y quienes simplemente lo consideraban bajo una estricta función educativa o recreativa. En ese enfrentamiento, los distribuidores de películas defendían más la posición de diversión y esparcimiento. En general estas polémicas adquirían más relieve cuando las películas eran censuradas o recortadas. Con respecto a la censura, encontramos manifestaciones de las empresas distribuidoras y exhibidoras en varias comunicaciones donde denuncian ante el ministro de Educación el rigor extremo de la censura que rechaza películas aprobadas en todo el mundo y los perjuicios que causan a sus actividades comerciales (El Tiempo, 1970, enero 4, p. 24). Entre los debates también encontramos la autocensura. Ugo Barti, a propósito del film ¿Quiere usted bailar conmigo? interpretado por la aclamada actriz Brigitte Bardot, escribía: La “Brigittebardología” se ha venido al suelo. El Film de B.B, duró solo una semana en cartel. ¿Qué les paso a sus admiradores? ¿Se convencieron que era inútil y tonto pagar dos pesos con cincuenta centavos, en la esperanza de ver a B.B, como dios manda, para verla únicamente como a los señores de la tijera se les antoja”. (El Espectador, 1961, junio 9, p. 5)

243

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 243

15/03/2017 14:14:53


Nelson Antonio Gómez Serrudo

Este comentario ponía en evidencia algo que pasaba con algunos distribuidores de películas que, para evitar la censura, se encargaban de mutilar las cintas en aquellas secuencias que consideraran inmorales o pornográficas. La visión del cine como arte estaba liderada por los cineclubistas que se veían abocados a justificar las proyecciones de películas del Neorrealismo italiano y del surrealismo de Buñuel y las cintas de Antonioni, muchas de ellas objeto de la censura por la exhibición de cuerpos desnudos, las críticas a la religión (en el caso de Viridiana de Buñuel) o la denuncia social. En una carta de los cineclubistas, dirigida al periodista Ugo Barti y publicada en El Espectador, encontramos: Realmente en Bogotá no estamos viendo cine, no nos dejan ver cine. Y el mal es para toda Colombia. La junta nacional de Censura Cinematográfica se ha propuesto limitar la libertad de expresión artística en todo el país y a fe que lo ha logrado. Lo mejor del cine francés, del italiano, del sueco, del europeo en general ha sufrido las consecuencias de una mano inquisitorial, sin grado universitario ni conocimientos técnicos sobre la materia, que además de prohibir una película, sugiere subrepticiamente recortes que la tergiversan. (El Espectador, 1959, mayo 31, p. viii)

Del debate sobre la censura queremos resaltar la imagen que se hacían quienes pertenecían a la Junta de cómo deberían ser esos públicos y quién o quiénes podrían ver las películas. Por un lado, tenemos la manera como se toma vocería de la sociedad bajo criterios morales, religiosos y culturales con atribuciones omnímodas para prohibir exhibiciones, orientar al público y salvaguardarlo de las perniciosas influencias de películas que atentaran contra la moral o que promovieran la violencia. Por otro lado, la clasificación por edades que exigió a las salas colocar avisos visibles del tipo de clasificación de las películas y el público para el que eran aptas. Las consideraciones resultaban más de tipo comercial y de entretenimiento. Algunas voces clamaban por acabar con las juntas y dejarlas al libre arbitrio de la oferta y la demanda, sin embargo, no cesaron las polémicas por censura, y a comienzos de los 70 una de las últimas legislaciones señalaba que la censura solo debía llevarse a cabo si las películas incitaban al delito o hacían una apología de él. Esta sola consideración motivó comentarios como el de Daniel Samper Pizano, quien señalaba: “Pero la causal es bastante amplia: ¿cuándo hay una apología del delito y cuándo una presentación del mismo? ¿Se necesita que al final muera el malo para conjurar cualquier duda?” (El Tiempo, 1970, noviembre 15, p. 3). Y más adelante continuaba diciendo que este terreno resultaba resbaloso incluso para los mismos censores. Al vaivén de las controversias sobre la censura, las posiciones artísticas, críticas, pedagógicas o religiosas develaron las opiniones de unos sectores más cercanos al oficialismo o a la intelectualidad sobre lo que se consideraba mejor para los públicos, quienes asumían de diferentes maneras estas recomendaciones. 244

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 244

15/03/2017 14:14:53


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

Los intelectuales de la ciudad letrada, a partir de este amplio panorama de posiciones críticas y pedagógicas alrededor del cine y sus públicos forjaron carrera como críticos, cronistas, literatos y comentaristas de cine, y cumplieron un papel preponderante en su difusión, creando una verdadera esfera cultural con presencia en prensa, revistas, televisión, radio, eventos académicos, a través de variados debates que contribuirían a la formación de públicos y sus respectivos modos de recepción.

Conclusiones El periodo analizado corresponde al proceso de masificación de las ciudades. El cine conquistaría nuevos y masivos públicos, desplegando diferentes formas de sociabilidad, desde los encuentros familiares y de amigos, hasta el de los expertos —como cineclubistas—, e intelectuales de la ciudad letrada —como literatos y realizadores de películas o teatreros—. Los escenarios de proyección fueron los lugares de encuentro y difusión que permitirían un gusto masivo por el séptimo arte para diferentes públicos. Medios como la radio, la prensa y la televisión fomentarían con comentarios y noticias la difusión del cine. La censura, con sus polémicas, haría énfasis sobre los públicos desde consideraciones estéticas o morales. En esta proyección sobre la vida de los cines de Bogotá y las múltiples facetas en que aparecen los públicos, nos hemos encontrado con varios registros e imágenes significativas que conviven entre sí y dan cuenta de los avatares del espectador, mediados por los lugares de encuentro, las formas de sociabilidad y los escenarios de proyección. Este recorrido escena por escena de más de cuarenta años por los diferentes registros sobre públicos de cine, implicó reconocer los testimonios de crónicas y cartas de los lectores publicadas en diarios, los contenidos publicitarios de diarios y revistas, las fotografías de personas en los teatros o los permanentes debates propiciados por la censura; identificar cómo se interpeló ese rostro multiforme de los públicos de cine en todos sus perfiles. En nuestro recorrido identificamos un público diferenciado y heterogéneo que se mueve en diferentes experiencias de interpretación con unos códigos y unos conocimientos que contribuyen a darle competencia como público del séptimo arte, ya sea como experto cinematográfico y conocedor de la historia del cine, como los públicos de los cineclubes, o ese otro saber de aficionados que, además de la diversión, ve guías y modelos para su vida cotidiana, alimenta su gusto por la música, el baile o la moda. Los diferentes lenguajes y contenidos que ofrece el cine, se adquieren por una serie de códigos y símbolos aprendidos mediante la experiencia en las salas. Estos códigos, símbolos, narrativas y contenidos visuales se corresponde con prácticas sociales del medio donde el público asume y resignifica sus prácticas e intercambios con otras personas.

245

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 245

15/03/2017 14:14:53


Nelson Antonio Gómez Serrudo

En este intercambio del ejercicio de sociabilidad, el cine contribuye a formar una sensibilidad donde no solo se va a ver lo último del séptimo arte, sino que también se busca copiar las modas, memorizar los pasos del baile, cortejar, encontrarse con los amigos, entre otras tantas experiencias que contribuyen a darles vida a las salas y a la actividad de ver cine. Esto va a significar la constitución de una experiencia de vida, unas prácticas culturales, una formación sentimental donde confluyen el gusto y los tiempos libres que se les dedican a estas actividades. Ir a cine se convierte en una premisa cuyo significado implica tiempo para la diversión y encuentro con los otros, los cercanos y los anónimos; en sus salas no solo se vive, se sufre o se goza el espectáculo fílmico, sino que también tiene lugar el desarrollo de la capacidad creativa de los espectadores para adoptar las maneras y formas de ser que se presentan en el celuloide y que se adaptan a la vida cotidiana.

Referencias Fuentes primarias

Películas Bayón, L. [Director]. (1939). Mi suegra es una fiera [Película]. Argentina: Establecimientos Filmadores Argentinos. Bliokh, J. [Productor], y Eisenstein, S. [Director]. (1925). El acorazado de Potemkin [Película]. Unión Soviética. Brückner, H. [Director]. (1946). Bogotá Capital of Colombia [Película]. Panamerican Union - The International Organization of the 21 American Republics. Bustamante, A. R. [Productor], y Fuentes, F. de. [Director]. (1936). Allá en el rancho grande [Película]. México. Carné, M. [Director]. (1945). Los niños del paraíso [Película]. Francia: Pathé. Colombo, F. [Productor], y Arzuaga, J. M. [Director]. (1963). Rapsodia en Bogotá [Película]. Colombia. Grovas, J. [Productor], y Bustillo, J. [Director]. (1940). Ahí está el detalle [Película]. México. León Giraldo, D. [Director y productor]. (1966). Camilo Torres [Película]. Colombia: Consejo Superior Estudiantil de la Universidad Nacional.

246

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 246

15/03/2017 14:14:53


Públicos de cine en Bogotá, 1940-1970

Meinert, R. y Pommer, E. [Productores], y Wiene, R. [Director]. (1920). El gabinete del doctor Caligari [Película]. Alemania. Rodríguez, M. y Silva, J. [Directores y productores]. (1966). Chircales [Película]. Colombia. Sánchez, P. [Director]. (1963). Chichigua [Película]. Soldi, R. [Productor], y Amadori, L. (1940). El haragán de la familia [Película]. Argentina. Thiele, W. [Director]. (1943). Tarzán el temerario [Película]. Estados Unidos: rko Radio Pictures - Sol Lesser Productions Wallace, R. [Director]. (1939). Niña revoltosa [Película]. Estados Unidos: Universal Pictures. Publicaciones Cine Club de Colombia. Órgano informativo oficial. [Bogotá]. (1953). Cinemés [Bogotá]. (1960). Concejo de Bogotá. (1948). Acuerdo 8 de 1948. Recuperado de http://www.alcaldiabogota. gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=9483/ Cromos [Bogotá]. (1940-1970). El Espectador [Bogotá]. (1940-1970). El Tiempo [Bogotá]. (1940-1970). Fuentes secundarias Acosta L., L. F. (2005). Celebración del poder e información oficial. La producción cinematográfica informativa y comercial de los Acevedo (1940-1960). Historia Crítica, 28, 59-80. Ávila G., J. A. y López S., F. (2006). Las salas de cine. Bogotá: Secretaría General Alcaldía Mayor - Archivo de Bogotá. Cáceres Mateus, S. A. (2011). El cine moral y la censura, un medio empleado por la Acción Católica Colombiana 1934-1942. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 16(1), 195-220. Caicedo González, J. D. (2012). Los cine clubes bogotanos. En Bogotá fílmica. Ensayos sobre cine y patrimonio cultural. Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (idpc) - Instituto Distrital de las Artes (Idartes).

247

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 247

15/03/2017 14:14:53


Nelson Antonio Gómez Serrudo

Castaño Castillo, A. (2006). Para la inmensa minoría. Sus mejores comentarios en la hjck . Bogotá: Editorial Taurus. Carreño, W. (1999, julio 20). Cuadro de Costumbres [Documento inédito]. Concurso Historias Barriales, Bogotá. Coser, L. (1968). Hombres de ideas. El punto de vista de un sociólogo. México: Fondo de Cultura Económica. Goffman, E. (1971). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu Editores. Goffman, E. (1979). Relaciones en público. Microestudios de Orden Público. Madrid: Alianza Universidad. Gómez Merchán, J. (2013). Desde ‘Casablanca’ hasta ‘Lo que el viento se llevó’: una mirada al consumo de cine de Hollywood en Bogotá durante 1925 hasta 1946 [Trabajo de Grado]. Escuela de Ciencias Humanas, Colegio Mayor del Rosario, Bogotá. Kenneth, A. (1985). Hollywood Babilonia. Barcelona: Tusquets Editores. Kracauer, S. (1989). Teoría del cine. La redención de la realidad física. Buenos Aires: Ediciones Paidós. Martínez Pardo, H. (1978). Historia del cine colombiano. Bogotá: Librería y Editorial América Latina. Moreno Durán, R. H. (1989, mayo a agosto). La memoria irreconciliable de los justos: la Universidad Nacional en la década de los sesenta. Revista Análisis Político, 7, 77-90. Rama, A. (2004). La ciudad letrada. Buenos Aires: Tajamar Ediciones. Romero, J. L. (2001). Latinoamérica: las ciudades y las ideas. En Las ciudades masificadas. Buenos Aires: Siglo xxi. Sennett, R. (1978). El declive del hombre público. Barcelona: Anagrama. Silva, R. (2010). Colombia 1910-2010: cultura, cambio social y formas de representación. En M. T. Calderón e I. Restrepo, Colombia 1910-2010 (pp. 277-351). Bogotá: Taurus. Simmel, G. (2002). Sobre la individualidad y las formas sociales. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes. Valencia Goelkel, H. (1974). Crónicas de cine. Bogotá: Cinemateca Distrital. Villamarín, P. (2009, febrero 8). Cuando el país se moría por el cine mexicano. El Tiempo. Recuperado de: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/ mam-3307516/ Wolf, M. (1979). Sociologías de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra.

248

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 248

15/03/2017 14:14:53


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 249

15/03/2017 14:14:53


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia* Janneth Aldana Cedeño María del Pilar Chaves Castro

*

Ponencia presentada en Jornadas Sociológicas: Experiencias Investigativas Interdisciplinares sobre Sociabilidad, evento realizado el 30 noviembre de 2012. El documento recoge parte de los resultados de la investigación “El desarrollo experimental del grupo de Teatro El Buho y la Casa de la Cultura de Bogotá. Transformaciones culturales en la sociedad colombiana a mediados del siglo xx”, financiado por la Pontificia Universidad Javeriana. El proyecto de investigación está aprobado por la Vicerrectoría de Investigación y se encuentra adscrito al grupo de investigación (Id: 00005016) Cultura, Conocimiento y Sociedad, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 250

15/03/2017 14:14:53


Introducción La caracterización como “época dorada” del teatro realizado y trasmitido en Colombia a través de la radio remite directamente al reconocimiento de los alcances que tuvo esta actividad en términos de difusión masiva, algo que resulta obvio pues justamente se trata de un medio masivo de comunicación. No obstante, el desarrollo de este proceso particular generó consecuencias significativas en otros terrenos, principalmente en dos: la introducción del repertorio clásico y de vanguardia de las obras teatrales desconocidas hasta el momento en el país, así como el acercamiento a un mayor pero sobre todo nuevo público que antes, por desinterés o por escasez de recursos, no podía acceder a este tipo de bienes culturales. Tal época, denominada así por Hernando Téllez, se delimita entre 1940-1950 y comprende la labor de ciertos personajes que, si bien ocupaban un lugar central en el desenvolvimiento del teatro nacional, también pertenecían a otras esferas artísticas e intelectuales con una influencia notable para la toma de decisiones concernientes a la política pública. Las posibilidades abiertas durante algunas administraciones de la República Liberal, en especial gracias al perfil de las personas designadas para ocupar los altos cargos del mundo cultural, condujeron a un oportuno encuentro entre intelectuales y políticos, quienes plantearon proyectos de transformación a escala nacional. A pesar de tener un desarrollo desigual, estos condujeron en su mayoría a un diagnóstico sobre la situación colombiana en diversas áreas, mientras que otros sirvieron para generar propuestas puntuales alrededor de rutas de acción a seguir con el ánimo de lograr dicha transformación. Para el arte dramático en Colombia, el radioteatro fue uno de los primeros centros de formación y experimentación que permitió el inicio y florecimiento del teatro moderno en el país. Directores, actores, adaptadores, técnicos y demás agentes involucrados fueron animados a cualificarse, en aras de responder a las exigencias del medio, lo cual conducía a una nueva comprensión del acto creativo. Al enfrentarse a un ambiente desconocido se vieron en la necesidad de innovar cuando, por fortuna para algunos, no había una tradición fuertemente arraigada en escuelas o compañías que los ataran a esquemas preestablecidos —para el momento ya caducos—, sobre la puesta en escena o formas de

251

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 251

15/03/2017 14:14:53


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

actuación. Buena parte de estos cambios son el eje de la presente indagación, la cual transita por emisoras, montajes y críticas, y se detiene en las percepciones de diversos individuos envueltos en este fenómeno. El aspecto relacionado con la llegada del teatro a un nuevo y mayor público resulta mucho más complejo en su análisis, dado que la información básica de los mecanismos, niveles o pautas de recepción es escasa, por no decir inexistente, para el periodo estudiado. Tan solo se cuenta con algunos testimonios de artistas o personas vinculadas al medio en su calidad de oyentes, así como con el diagnóstico ya mencionado de los funcionarios encargados de la política cultural en el país. De esta manera, lo que se trate de exponer sobre este ámbito puede caer, en no pocas ocasiones, en suposiciones construidas a través de otros datos —como cambios en los niveles de escolarización en la población urbana—, o en la posibilidad de acceder a dichos medios masivos a través del público, pero no puede profundizarse en los modos de aprehensión de las obras trasmitidas ni en la sociabilidad de los radioescuchas. Esta es la razón que nos lleva a concentrarnos en las relaciones establecidas entre los individuos y los grupos directamente implicados en la puesta en escena de la obra teatral —montaje, dirección, escritura, etcétera— y la recepción por parte de la crítica o del público conformado por artistas e intelectuales que llegaron a expresar sus opiniones a través de los medios impresos. El análisis gira entonces en torno a las interacciones establecidas entre aquellos que pertenecieron al “campo de producción restringida” del teatro colombiano en el periodo señalado y no al “campo de gran producción” (Bourdieu, 2003), es decir, alrededor del espacio donde se producen las reglas propiamente artísticas y no del conocimiento o desconocimiento de estas por parte de los potenciales espectadores, aquí radioescuchas. Es en aquel y no en este donde se configura además la particularidad del caso colombiano, en cuanto a la emergencia y desenvolvimiento de la tendencia moderna que pocos años más tarde cimentó el surgimiento de una producción nacional con características propias. Gracias al radioteatro, y más tarde al teleteatro, la necesidad de innovación a la que se vieron enfrentadas las personas que empezaban a vincularse a estos medios condujo al trabajo experimental característico de las décadas del 40 y 50 del pasado siglo. Dicho trabajo muestra no solo cierto retraso si se compara con procesos similares en la región, sino que además expresa una ruta distinta, de hecho opuesta, de la seguida para la renovación teatral en este mismo contexto. Si bien no era un escenario convencional, la manera de realizar los montajes en el esfuerzo por mejorar la dicción, la ambientación o la adaptación de los textos al formato exigido por la radio, sirvió como escenario de formación y cualificación del personal idóneo en diversas áreas, junto con los aspectos ya enunciados en relación con la difusión de obras desconocidas en el país y con la mayor apertura hacia el público. La importancia de estos programas, que no lograron sostenerse en el tiempo cuando se introdujeron 252

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 252

15/03/2017 14:14:53


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

las radionovelas y telenovelas convocantes de una mayor audiencia, puede dar pistas sobre los alcances de las propuestas alrededor de la transformación cultural de la sociedad colombiana.

La radiodifusión cultural en Colombia: el caso de la hjn y la Radiodifusora Nacional En Colombia el inicio de la radiodifusión data del 12 de abril de 1923, fecha en que el presidente general Pedro Nel Ospina inauguró Morato, la primera estación radial internacional. Ese mismo día comenzó el servicio inalámbrico entre Barranquilla, Cali y Cúcuta mientras el mandatario emitía tres mensajes: uno dirigido a su par estadounidense, otro al rey Jorge de Inglaterra y el último al italiano Guillermo Marconi, pionero en el descubrimiento y desarrollo de la radiodifusión. Si bien se trató de una iniciativa gubernamental con un fuerte control sobre la organización y programación, el despliegue de la radio comercial se dio de manera paralela, pues a finales de esta misma década empezaron a expedirse las licencias por las cuales surgieron emisoras como La Voz de Barranquilla —la primera privada— fundada en 1929 por Elías Pellet Buitrago (Téllez, 1974, pp. 9-15). Durante ese mismo año empezó a funcionar en Bogotá la hjn, emisora estatal bajo la dependencia del Ministerio de Educación Nacional. Su surgimiento se enmarca en el proyecto de transformación social ideado por los intelectuales al mando de cargos públicos durante la República Liberal (1930-1946), proyecto en parte sostenido en la concepción de “educar” a la población, al tiempo que se pretendía fortalecer la idea de nación en un momento en que el Estado era percibido como una institución débil. El impulso inicial para la creación de una emisora cultural provino del entonces presidente Enrique Olaya Herrera, quien le entregó el control a la Biblioteca Nacional cuando Daniel Samper Ortega se desempeñaba como su director. La radio, centro del ambicioso plan de alfabetización de los ciudadanos colombianos a través de la hjn, puede considerarse como el primer espacio en el que el Estado hizo un esfuerzo real en pos de la democratización del acceso a bienes culturales (Silva, 2000). La hjn estuvo al aire tan solo ocho años. En sus inicios los contenidos de la programación iban desde conferencias científicas y culturales, pasando por noticias colombianas y extranjeras, hasta el abordaje de asuntos de interés sobre el diario vivir de los bogotanos; esto durante dos horas diarias entre las ocho y las diez de la noche. En medio de estos programas aparecieron las pautas comerciales, cuyo objetivo era sostener económicamente la emisora, aunque siempre se mantuvo su carácter cultural, a través de la información sobre diversos ámbitos artísticos, particularmente de la música, la pintura y la poesía; esta última contaba con la colaboración de Víctor

253

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 253

15/03/2017 14:14:53


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

Mallarino, en aquel momento un reconocido recitador (Vizcaíno, 2002, pp. 8-21). Sin embargo, los problemas económicos no menguaron, así que se vieron obligados a cerrar por falta de presupuesto. La idea de un medio cultural sostenido por el Estado no murió. Por el contrario, se reavivó con la creación de la Radiodifusora Nacional, esta vez con la experiencia adquirida en los años de existencia del proyecto, impulsado por algunos funcionarios durante la República Liberal, del que ya hicimos mención. El 1 de febrero de 1940 la emisora fue inaugurada por el presidente Eduardo Santos con el propósito de contribuir a la consolidación de la idea de nación propia de los dirigentes de este periodo, a través de contenidos más “apropiados” para la población. Dicha población sufrió importantes transformaciones en este lapso, en especial porque, dada la creciente riqueza en el país, se incrementó la clase media que, a la vez, ganó cierta influencia política. Sin embargo, este cambio solo se trató de un fenómeno urbano, de manera que los beneficios se distribuyeron de manera desigual. A finales de la República Liberal casi el 60% de los habitantes de Colombia no sabía leer ni escribir; es decir, el país era en su mayoría pobre, rural y analfabeta (Henderson, 2006, pp. 368-369). Con la creación de la Radiodifusora se quería contrarrestar el analfabetismo, así como establecer una diferencia con algunas emisoras privadas, criticadas por transmitir contenidos considerados vulgares e inadecuados. Entre los programas de “mal gusto” figuraban aquellos dedicados a las discusiones políticas que podían afectar la opinión de los votantes, los debates al aire, los radioperiódicos, alguna música popular en un comienzo despreciada, así como espacios que atentaban contra “la moral y las buenas costumbres” de la élite; élite que pedía “un programa hecho por gentes de cierta cultura y de cierto gusto literario y artístico” (Castellanos, 2003, pp. 256-281). Desde el discurso de inauguración, Eduardo Santos manifestó la que sería la misión de la emisora estatal en pro de la cultura nacional: dotar al Estado de un poderoso y eficaz instrumento de cultura. […] estarán excluidas de ella las polémicas personales, las voces de discordia, las propagandas interesadas. Sus únicos propósitos son trabajar por la cultura nacional en todos los órdenes, colaborar con las universidades, colegios y escuelas en intensas labores de enseñanza, contribuir a la formación del gusto artístico con programas cuidadosamente preparados, dar una información absolutamente serena y desapasionada. (Santos Montejo, 1940)

En la gestación de la Radiodifusora Nacional se destaca la participación de Rafael Guizado, su primer director, quien junto a Hernando Vega Escobar se encargó, a la vez, de la conducción del radioteatro de la emisora. También colaboraron Oswaldo Díaz, Otto de Greiff, Gerardo Valencia, León de Greiff, Bernardo Romero Lozano,

254

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 254

15/03/2017 14:14:53


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

Elías Perdomo, José Santos Quijano, Gerhard Rothstein, Guillermo Espinosa y Hernán Mejía Vélez, entre otros; todos aportaron en la elaboración de formatos para la difusión cultural y educativa. Durante los primeros años, la trasmisión iba de lunes a viernes en dos franjas, desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde y desde las cinco de la tarde hasta las once de la noche, hora en que también finalizaba los fines de semana, aunque empezaban un poco más tarde, desde las once de la mañana hasta las tres de la tarde, y de nuevo desde las seis de la tarde. La programación aparece en los boletines de manera detallada día por día, así que para hacerse una idea basta con revisar cualquiera de los números. Por ejemplo, el lunes 1 de enero de 1940 (Radiodifusora Nacional, 1940) la primera emisión del día comenzó con el noticiero, seguido de un concierto de música clásica, el programa de higiene y dietética, un programa musical sobre Escocia, música clásica, lectura de la prensa, un noticiero económico, música clásica y un concierto sinfónico. La segunda emisión abrió con música bailable, enseguida el noticiero, un programa sobre la vida en los departamentos colombianos, un informativo de bolsa y moneda, música clásica, agenda de exposiciones y museos, un boletín de la Jefatura de Información del Palacio Presidencial, lectura de poesía, un noticiero cultural, un programa de historia de Colombia y un concierto de piano. Este es un modelo constante durante los años cuarenta y cincuenta, claro está que con variaciones en las temáticas diarias y programas especiales sobre celebraciones religiosas o nacionales junto con la transmisión de alocuciones presidenciales, los radioteatros de los sábados y domingos, los tutoriales electorales y los cursos de idiomas y agricultura, entre otros. En la actualidad existen distintos puntos de vista frente a la misión que tenía la Radiodifusora Nacional y los alcances de su programación. Si bien en aquel momento no se plantearon mayores discusiones sobre su propósito educativo y cultural como forma de lograr la transformación del país, especialmente en términos de alcanzar la modernidad, algunos expresan hoy que la construcción de nación basada en una noción de cultura, ya fuera en su vertiente folclórica (Silva, 2005, pp. 16-22) o en aquella que pretendía emular los alcances de “Occidente”, llevó al desprecio de manifestaciones autóctonas descalificándolas como tendencias mestizas (Páramo Bonilla, 2003). Con esta descalificación se terminó por conseguir el efecto contrario, pues la tan anhelada “cultura popular”, base de la política nacionalista de la República Liberal, nunca pudo delimitarse en la tensión entre lo considerado culto y educado y aquello que podría particularizar a la población colombiana en sus expresiones vernáculas (Silva, 2006). Otro asunto que generó debates fue la pretensión de lograr una objetividad política en su programación, de la cual se hizo gala en un momento en que los temas propios de este ámbito eran permanentemente tratados en los medios de comunicación. Las emisoras privadas tenían, para antes del 9 de abril de 1948, diversos programas 255

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 255

15/03/2017 14:14:53


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

políticos que llegaron a molestar a una vasta audiencia, pues en estos no había un control sobre lo dicho desde los micrófonos en un ambiente bipartidista, donde constantemente se lanzaban acusaciones muy fuertes que, ciertas o no, calentaban los ánimos de los seguidores de los dos partidos. Aunque el Estado bajo diferentes gobiernos había tratado de regular la radio, solo fue hasta los sucesos ocurridos en el llamado Bogotazo que logró quitarles las licencias a muchas de ellas y controlar por medio de diversos decretos los tópicos abordados en las transmisiones. Se culpaba a las emisoras privadas de ser las causantes de convocar a la gente al levantamiento popular, aunque muchas de estas habían sido tomadas por terceros, viéndose impedidas para actuar bajo su propia determinación. Con estos señalamientos, el Estado avaló su política de censura (que no solo tocó a la radio), logrando distribuir las nuevas licencias entre empresarios ya conocidos por el poder político; medidas estatales que terminaron por llevar a la radiodifusión a suprimir de sus parrillas de programación los contenidos políticos y críticos de la situación del país durante varios años. Esto a su vez condujo hacia una dirección en la que empezaron a predominar temáticas más entretenidas e informativas, pero no críticas (Chaves, 2014). Luego de los sucesos del 9 de abril, aparece el 1 de enero de 1949, en el boletín de programación de la Radiodifusora, un comunicado explicando y defendiendo esta neutralidad política de la que se hablaba, pues sus miembros alegaban conformar un medio al servicio del gobierno de turno, que no realizaba ningún tipo de propaganda por la defensa de un régimen particular. El interés se concentró siempre en la trasmisión de contenidos educativos y culturales, en especial artísticos, así como en una serie de informativos noticiosos y otros programas orientados por artistas, intelectuales o educadores, quienes a través de conferencias, recitales, conciertos y demás espacios similares, llegaron a un buen número de personas que antes se encontraban alejadas de estos temas, ya fuera por la precariedad de la oferta cultural de la ciudad o por la insuficiencia de los recursos, económicos y culturales, del potencial público. El teatro fue una de esas manifestaciones artísticas que se adaptó a la nueva tecnología de la radiodifusión. Un buen número de los actores que antes encontraban pocos espacios para practicar su oficio debido a la escasez de escenarios, saltaron de las tablas a los estudios de grabación, así como otros locutores, con buena dicción y voz, se enfrentaron al arte de la interpretación. La mayoría de las emisoras, comerciales o no, contaban en su programación con radioteatros, una de las franjas de más alta audiencia. Además de la trasmisión en vivo, también se daba la representación de las obras para unos cuantos invitados a los estudios creados para ese fin, tal como lo hicieron Nueva Granada, la Voz de Antioquia o Radio Miramar en Cartagena que, para 1951, contaba con un teatro de 700 butacas dentro de sus instalaciones (Semana, 1951, febrero 3), o Emisoras Nuevo Mundo que, en ese mismo año, tenía un teatro de 250 butacas en su sede (Semana, 1951, mayo 5). Varias de las estaciones 256

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 256

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

del país se enlazaban entre sí para trasmitir los radioteatros, al tiempo que se abrían espacios para otras internacionales con contenidos en español, por ejemplo Radio Canadá cbc y su radioteatro de los viernes emitido por la banda de la Radiodifusora Nacional de Colombia. Es justamente este periodo el que Téllez denomina la “época dorada” del radioteatro. Este tipo de contenidos no fue exclusivo de la Radiodifusora, pues como ya se ha expuesto varias más tenían franja de radioteatro. Algunas compartían el interés de contribuir a la trasformación de la sociedad colombiana por vía educativa, ya fuera a través de la divulgación artística, tal como se lo propuso la hjck, fundada en 1950 por Álvaro Castaño Castillo y Eduardo Caballero Calderón, única emisora de carácter privado y comercial en declararse netamente cultural con una programación que incluía conciertos de música clásica, almanaque cultural, lectura de literatura y entrevistas a personajes influyentes en el país (La voz, 2014); o por medio de emisiones didácticas en diversas áreas, tal como lo hizo Radio Sutatenza. Esta última es tal vez una de las cadenas de emisoras que más ha llamado la atención de los investigadores por su impacto no solo nacional sino regional. La Biblioteca Luis Ángel Arango posee un amplio archivo sobre esta y se han realizado estudios como los de Hernando Bernal Alarcón, Gabriel Gómez Mejía, Aura del Carmen Hurtado Riascos, entre otros, quienes constatan su alcance en el país y exponen su desarrollo, métodos de enseñanza y proyecto pedagógico en el territorio nacional. Radio Sutatenza funcionó entre 1954 y 1978, bajo el impulso del padre Salcedo Ramos, quien la fundó en el municipio del mismo nombre, con el objetivo fundamental de formar a la población campesina en educación básica, labores agrícolas, tratamiento de los animales, costura, cocina, entre otros aspectos importantes para la vida cotidiana de estas personas. En efecto se cumplió con buena parte de sus propósitos, los cuales, como ya se ha indicado, se dirigían a una población en su mayoría analfabeta y tal fue su éxito que se intentó replicar en otros países, mientras las mismas trasmisiones desde Sutatenza llegaban a lugares lejanos. La emisora no solo fue un medio para enseñar a leer y a escribir, a la vez fue un mecanismo de divulgación de temas culturales y de entretenimiento, como el radioteatro de Bogotá (Gómez Mejía, 2012, p. 53), convirtiéndose en un proyecto patrocinado por algunas entidades, entre ellas la unesco y empresas privadas como General Electric por medio de donaciones de radios y transmisores. Las emisoras de la cadena de Radio Sutatenza emitieron programas durante un total de 1.489.935 horas, y distribuyeron 6.453.937 cartillas de Educación Fundamental Integral en 955 municipios (Bernal Alarcón, 2012, p. 11). Siguiendo este modelo, en los años setenta la Radiodifusora Nacional comenzó a difundir programas de bachillerato que tenían el mismo formato de acción de cartillas y transmisiones radiales, donde luego las tareas eran supervisadas por un tutor. 257

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 257

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

El radio-teatro de Romero Lozano en la Radiodifusora Nacional. Vanguardias y teatro moderno en Colombia Antes de la creación de la Radiodifusora Nacional, los radioteatros ya llevaban un buen tiempo haciendo parte de la programación radial, en espacios culturales y comerciales, contando con bastante éxito entre los radioescuchas. Personajes como Víctor Mallarino habían abierto además un importante espacio para este arte, inicialmente a través de las recitaciones, en especial en la hjn, para luego dar lugar a los primeros montajes de obras de teatro. El prestigio en las áreas de actuación, dirección, dramaturgia y promoción teatral que rodeaba a Mallarino, quien después sería durante varios años director de la Escuela Nacional de Arte Dramático (enad), creada en 1951, sin duda significó un impulso central, así como una fuente de apoyo a esta actividad en diversos medios. Pero esto no solo ocurría en la hjn ni Mallarino era el único promotor reconocido. La Colombia Broadcasting creada en 1932 —dos años después cambió su nombre por el de Emisora Nueva Granada— inauguró un estudio de radioteatro junto con otros dos, para orquesta y locución. Cuando se trasladaron a un nuevo espacio en 1947 construyeron un “flamante” radioteatro, junto al Teatro San Jorge, con alrededor de 800 butacas, zona para asistentes especiales a las obras de teatro y proyecciones cinematográficas, así como oficinas para labores técnicas y administrativas: El programa inaugural causó sensación en el ambiente porque en él compitieron en cordial rivalidad sus tres productores principales y actuaron los más destacados artistas del momento, nacionales e internacionales, con el doctor Alfonso Ortíz Tirado a la cabeza, coros mixtos, gran orquesta de Oriol Rangel y Alex Tovar y los locutores del espléndido elenco de “Nueva Granada”: Teresita Gutiérrez, Guillermo Beltrán, Juan Eugenio Cañavera, Fernando Gutiérrez Riaño, Ernesto Hoffman Liévano, Andrés Pardo Tovar, Hernando Téllez B. y otros. (Téllez, 1974, pp. 83-84)

En la emisora Nuevo Mundo, fundada en 1948, Jorge Gaitán Durán conformó un grupo radioteatral. Allí también encontró lugar Víctor Mallarino con el personaje que lo hizo famoso en este medio: Otoniel Contreras. Mientras tanto, en la hjck se creó el refugio de Bernardo Romero Lozano, cuando fue despedido de la Radiodifusora bajo la administración de Laureano Gómez. Pero es casi diez años antes cuando se presenta el desarrollo de lo que Téllez ha caracterizado como la época dorada del radioteatro. El momento de esplendor en las dos áreas ya mencionadas —gran difusión entre el público y mejoramiento de la técnica teatral— dura justamente desde la creación de la Radiodifusora Nacional hasta la aparición de las radionovelas; la primera de ellas fue El derecho de nacer. A la cabeza de

258

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 258

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

esta labor se encontraba Bernardo Romero Lozano y entre sus más cercanos colaboradores, Hernando Vega Escobar; sin ellos no se puede entender el desenvolvimiento de este proceso, que no se reduce al área teatral en radio o a la tendencia experimental del arte dramático en salas —con cierto retraso frente a otros países de la región— o más tarde en televisión, sino que se relaciona con su involucramiento en un ámbito artístico más general, por lo menos bogotano, que cubre buena parte de la intelectualidad del momento. Romero Lozano nació en Buga (Valle del Cauca), pero su carrera artística la inició y continuó en Bogotá, ciudad a la que se trasladó para comenzar estudios en Derecho. No obstante, pronto cambió de intereses e ingresó al Conservatorio de la Universidad Nacional, lugar en el que sintió atracción por el teatro, después de establecer contacto con un director de ópera francés. Fue nombrado por primera vez director del Teatro Colón en 1938 (Argaez y Franco, 1986, p. 20) por el entonces presidente Eduardo Santos, en el marco de la ya descrita política cultural de la República Liberal. Así que en este terreno ocupó un puesto destacado rápidamente, al tener cargos de responsabilidad en la orientación de la práctica teatral en la capital colombiana, si bien más que esto sobresale su interés por la renovación, tal vez modernización, del quehacer en las artes escénicas nacionales. Este es uno de los motivos que lo llevó a fundar en 1945 el primer grupo de teatro experimental conformado en el país, grupo asentado en la Universidad Nacional de Colombia, desde el cual se decantó la experiencia de trabajos previos realizados junto a personas como Rafael Guizado, Gerardo Valencia y su colaborador en estas labores, Hernando Vega Escobar: El 9 de Junio de 1943 se presentaba en el Teatro Colón el cuento orquestal “Pedro y el Lobo”, de Serge Prokofieff; “El Amor Brujo” de Manuel de Falla; y “El Retablo de Maese Pedro” […] con escenografía de Alberto Acuña y escultura de 60 títeres de Hena Rodríguez, con la colaboración de la Orquesta Sinfónica de Colombia dirigida por el maestro Espinosa. Era el primer ensayo de hacer teatro experimental, puesto que el conjugar la danza, la mímica y el títere en una representación teatral, indicaba un avance no solo en Colombia sino en los demás países americanos. (Teatro Colón, 1961-1962)

Las décadas del cuarenta y cincuenta fueron así el marco en el que Romero Lozano se esforzó por lograr la expansión de la tendencia experimental, junto con varios colectivos, siguiendo el propósito común de muchos artistas e intelectuales que estaban convencidos de las posibilidades que abría esta ruta para el surgimiento del teatro moderno nacional, presente desde mucho tiempo atrás en países como México, Brasil o Argentina. El camino transitado en términos de esta transformación puede ejemplificarse entonces con la trayectoria del propio Romero Lozano.

259

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 259

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

Como director tuvo a su cargo varias piezas representadas en el Teatro Colón (La aventura de Don Melón y Doña Endrina —de El libro del buen amor de Arcipreste de Hita—), a la vez que actuó en otras (El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla o en ilustraciones musicales como Luna de arena del colombiano Arturo Camacho Ramírez). A finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, durante el periodo conocido como “La Violencia”, el espacio de la Radiodifusora primero —y luego el de la hjck— se convirtió en el escenario del montaje de obras clásicas, modernas y contemporáneas que poco o nada se habían difundido en las tablas: El avaro de Molière, El vuelo negro de Charles Dickens, Navidad en el cielo de Fiodor Dostoievski, Los justos de Albert Camus, Huis clos de Jean Paul Sartre, entre muchas otras. Antes de pasar a revisar algunos de estos montajes, vale la pena detenerse un poco en la visión de personas como el propio Romero Lozano alrededor del desenvolvimiento del arte dramático colombiano hasta el momento en que se da la expansión, difusión y transformación general gracias al radioteatro. Mientras fue director de El Colón, en una decantación lograda aproximadamente diez años después (Romero Lozano, 1948, julio 18), consideraba que los espectáculos que habían tenido lugar en este recinto eran bastante impropios para favorecer el desarrollo de un teatro nacional moderno que, como ya había sucedido en otros países latinoamericanos, era el punto de arranque para una creación propia, original, y a tono con lo que sucedía a nivel mundial. Entre los problemas centrales que logró identificar se encontraba la imposibilidad, no por desinterés sino por falta de recursos, de la fundación de una compañía nacional en las áreas de teatro y ballet en la cual se tuviera la oportunidad de mantener una labor permanente que a su vez permitiera la experimentación, junto con el sostenimiento de un repertorio de calidad. Si se lograba dicha permanencia inevitablemente las personas involucradas, empezando por artistas y técnicos para terminar con el público, se cualificarían en la creación, apreciación y crítica alrededor del acto creativo; lo cual resultaría de gran ayuda pues en los años cuarenta no había instituciones formadoras en este terreno. Se trataba básicamente de resolver los problemas que implicaba el escribir obras de teatro, realizar puestas en escena y confrontarse con un público crecientemente informado sobre las particularidades del arte escénico. Junto a la escasez de recursos y espacios de creación, Romero Lozano diagnosticaba a la vez el gran inconveniente que representaban para esta labor los espectáculos llegados a la capital. La programación del Colón se había caracterizado hasta el momento por tener en cartelera compañías de muy baja calidad. Si bien una que otra famosa había tocado sus tablas, como la de Francisco Fuentes, la de Doña María Guerrero y Don Fernando Díaz de Mendoza, la de Fernando Soler, la compañía de Revistas y Opereta Santa Cruz o años más tarde la de Margarita Xirgú o la de Louis Jouvet, la mayoría de obras de vanguardia que ya se podían ver en algunos 260

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 260

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

países del cono sur como Argentina o Uruguay (Mirza, 2011, pp. 10-14) no llegaron nunca al país, tanto por la “penuria” ya mencionada, como por las serias dificultades de transporte hacia cualquier ciudad colombiana. A pesar de la precariedad de los espectáculos extranjeros, no se permitió el uso del Colón a los pocos grupos colombianos, así fueran de directores reconocidos como Luis Enrique Osorio o Hernando Vega Escobar, por lo que se programaban entretenimientos propios de prestidigitadores y transformistas o, en el mejor de los casos, bailes de sociedad y convenciones políticas o académicas. Estas son varias de las razones por las cuales el radioteatro dio un impulso al arte dramático nacional, impulso bastante inesperado y, si se quiere, en contravía de la experiencia de otras zonas de la región donde la radio, el cine y la televisión provocaron crisis en las tablas. 1943 fue destacado por varios críticos como el año en que se logró un renacimiento teatral después de casi dos décadas de estancamiento. Este fenómeno se leyó a través de varios sucesos, como por ejemplo la fundación de la Compañía Nacional del Teatro Colón gracias a la labor adelantada por Darío Achury Valenzuela quien, para ese entonces, era director de Extensión del Ministerio de Educación Nacional. La ambición central era “[…] presentar un teatro moderno, destinado a conquistar adeptos para una escuela. Un teatro literario, emocional, intelectual […]” (Guizado, 1944, p. 2) un teatro que formara al público y “elevara” su gusto y su capacidad intelectual de crítica. Las obras que sirvieron de apertura fueron Viaje a la tierra, una comedia psicológica de Gerardo Valencia, y Complemento, comedia de Rafael Guizado, quien además hacía las veces de director de la compañía mientras se encargaba de orientar algunos de los radioteatros trasmitidos en la franja central de los domingos (La compañía nacional, 1943). El objetivo de esta compañía plasma una discusión importante que tuvo lugar a finales de la década del cuarenta y se va a sostener durante buena parte de la segunda mitad del siglo xx alrededor de la separación de un arte de entretenimiento de uno, si se quiere más “puro”, guiado por valores propiamente artísticos con una función social (Dos tendencias, 1943). Para esto se reclamaba puntualmente el apoyo estatal, pues todavía el soporte económico que podría dar el público se veía lejos más cuando se hablaba comúnmente en los medios artísticos e intelectuales de la inexistencia de una tradición teatral (Téllez, 1941). Pero de nuevo, por bajo presupuesto asignado, la compañía no logró sobrevivir, razón sumada a las ya indicadas para que medios como la radio, la televisión y en algunos momentos la academia —en las dos etapas reconocibles de auge del teatro universitario a finales de 1950 y entre finales de 1960 y la primera mitad de 1970— (Meneses Duarte, 2013) se convirtieran en el escenario favorable para el surgimiento y desenvolvimiento del teatro moderno, por la ruta experimental, primero con la dramaturgia de vanguardia y luego con las

261

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 261

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

innovaciones alrededor del montaje y lo que este implica en cuanto dirección, actuación, escenografía y relación con el público. Frente al tema que nos ocupa, los directores más reconocidos durante el primer periodo de los radioteatros en la Radiodifusora Nacional (que va desde su fundación hasta finales de 1950) fueron Romero Lozano y José Pulido Téllez. Ellos se encargaron de trasmitir varias obras de autores colombianos, entre las que se destacan Chopin de Oswaldo Díaz Díaz, Anarkos de Guillermo Valencia o A la diestra de dios padre de Tomás Carrasquilla, que será bastante conocida gracias a las posteriores versiones emprendidas por el Teatro Escuela de Cali, luego llamado Teatro Experimental de Cali (tec). Sin embargo, su labor se orientó en mayor medida a obras clásicas y de vanguardia del reconocido repertorio mundial, no solo en dirección sino muchas veces en la función de adaptación1: Edipo Rey de Sófocles, Prometeo de Esquilo, El primer destilador de Tolstoi, Electra de Hugo Von Hofmannsthal, Bodas de sangre y La zapatera prodigiosa de García Lorca, Nuestro pueblo de Wilder, El Rey Lear, Macbeth y Otelo de Shakespeare, Peleas y Melisande de Maurice Maeterlinck, Muerte de un viajante de Arthur Miller, Antes del desayuno de Eugene O’Neill y El proceso de Franz Kafka, entre tantas otras. Durante este periodo en la emisora se crearon otros espacios para el radioteatro, entre ellos el programa de Teatro Infantil trasmitido todos los domingos al mediodía, con repeticiones a lo largo de la semana, o el radioteatro de los martes que inició en 1955. Entre adaptadores, traductores y a veces directores aparecen muchos nombres, algunos con una trayectoria reconocible en el ámbito teatral años después: Carlos López Narváez, Jaime Tello, Eduardo Alcaráz, Alicia del Carpio, Hernando Gutiérrez Luzardo, Fernando Galvis Salazar, Andrés Pardo Tovar, Julio Echeverry Saavedra, Víctor Muñoz Valencia, Humberto Martínez o Gonzalo Vera Quintana. Aun así fueron personas como Romero Lozano o Muñoz Valencia quienes, al dedicarse tiempo completo a labores artísticas, siguieron aportando a la renovación teatral en las siguientes décadas. Parte de sus montajes pueden rastrearse a través de la prensa, pues para ese momento no era usual publicar notas de trabajo ni mucho menos disertaciones teóricas. Si bien ya es posible componer una imagen sobre las tendencias de interés en la introducción de obras experimentales de difícil apreciación para artistas y público poco habituados a estas, se puede conocer un poco más de las intenciones de esta selección. Por ejemplo, La muerte de un viajante de Arthur Miller que fue trasmitida por la Radiodifusora en 1953, recibió gran acogida por parte de la crítica, aunque es más difícil saber qué pasó con el público que no presenta opiniones en los medios 1

La información sobre esta programación se encuentra en los Boletines de Programas de la Radiodifusora Nacional de Colombia (Archivo Fonoteca, Radio Nacional de Colombia).

262

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 262

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

escritos del momento. Romero Lozano consideraba que este tipo de teatro, cuyos mejores representantes eran para ese entonces los dramaturgos norteamericanos, se constituía en lo poco rescatable que se podía encontrar desde la primera posguerra, pues además de contener una escritura poética también tenía la dosis necesaria de realismo funcional a la expresión de las condiciones sociales del momento. Miller, O’Neill o Maxwell Anderson renovaron el teatro cuando superaron el falso intelectualismo europeo, específicamente el del nutrido existencialismo francés, y del arcaico español representado en Jacinto Benavente. Aunque este último mostraba interesantes excepciones con García Lorca o Alejandro Casona. Esta opinión fue acompañada de la justificación de su elección para radioteatro: primacía del diálogo donde a su vez se privilegiaba lo intelectual sobre lo físico, algo que permitía seguir buscando el lenguaje específico de la radio (Romero Lozano, 1953). Algo paradójico resulta de esta experiencia. A diferencia de lo sucedido con el teatro en la mayoría de los países tras la aparición de los medios masivos como la radio, el cine o la televisión, en Colombia aquel no entró en crisis, sino que por el contrario recibió un fuerte aliento para su desarrollo. Para empezar se incrementó en gran medida el número de personas interesadas en el arte dramático, tanto entre artistas y potenciales espectadores, personas que se fueron cualificando en el lenguaje específico de este ámbito. Así mismo, se conocieron en Colombia las obras clásicas más importantes y las de vanguardia, muchas de ellas al poco tiempo de haber sido estrenadas en sus tierras de origen, cuando era imposible que grupos extranjeros llegaran al país para representarlas en los pocos escenarios existentes. Así que en Colombia, o por lo menos en Bogotá, ocurrió lo contrario a lo que se dio en países con fuerte tradición teatral. Con el ánimo de fortalecer la propaganda política y de extender la formación cultural a partir de los medios masivos de comunicación, el apoyo estatal a la radio resultó ser uno de los elementos de avance del arte dramático en el país. Claramente este no era el primer objetivo del gobierno y apenas comenzaba a dibujarse como un propósito entre los artistas pero, sin quererlo, a través de este medio se formó escuela, pues terminó cualificándose el quehacer de los agentes involucrados —desde directores, actores, técnicos hasta dramaturgos—; se llegó a un mayor público y ambos sectores se vieron beneficiados con un trabajo experimental. Se dio a la vez un distanciamiento de las tendencias más conservadoras que para aquel entonces tenían su mejor exponente en el teatro español y que en el país se manifestaban en la comedia ligera (Rey, 1998, p. 144) y la sátira política inscrita en el trabajo de personas como Luis Enrique Osorio quien, a pesar de ser uno de los primeros en convocar un numeroso público a las salas, dejó sin responder las preguntas sobre la formación del juicio crítico del mismo.

263

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 263

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

La radio se convirtió entonces en el primer espacio de formación teatral en Colombia durante el siglo xx. Este proceso se fue nutriendo con la aparición progresiva de grupos, escuelas y salas, así como con la realización de teatro en otros medios, especialmente la televisión. Este pasó a ser el lugar en el que los teatreros empezaron a vivir de su trabajo como artistas, al conseguir el dinero necesario para poder escenificar, en sala, obras de teatro. Es necesario señalar además que aquello visto hoy día como desventaja por algunos, en su momento significó una fortaleza. El incremento progresivo de personas interesadas los llevó a cubrir varios campos, hasta el cine, no obstante el obstáculo crónico de los exiguos presupuestos. Esta indiferenciación de lenguajes que más adelante se tornará en problema, pues cada ámbito requiere de unas destrezas específicas, sirvió para lograr en la práctica lo que desde tiempo atrás se plasmaba en el discurso: las posibilidades reales de desarrollar un arte nacional. Si bien aquí estamos abordando el teatro, no se puede desconocer la relación establecida entre muchos artistas a través de esta actividad, porque en la puesta en escena participaron en no pocas ocasiones pintores ya reconocidos como Enrique Grau, Alejandro Obregón o David Manzur y músicos como Luis Antonio Escobar; cuyos sitios de reunión solían ser el Café El Cisne o la casa de Romero Lozano, también ubicada en el centro de la ciudad. Gracias al espacio radial, los artistas se hicieron más selectivos para la escogencia de las obras, mientras los críticos se desenvolvieron en un lenguaje específico a tono con lo que ocurría en la escena mundial. Los actores por su parte aprendieron aspectos fundamentales como el cuidado en la pronunciación y la dicción, más que el manejo corporal propio de las imágenes presentes en las tablas, el cine o la televisión. Esta última fue heredera de lo realizado en radio, pues durante varios años el teleteatro no solo llamó la atención de la audiencia, sino que logró armonizar el trabajo realizado por los actores en varios medios, sin la estigmatización posterior que se generó frente a quienes se lucraban de algo que ya no podía llamarse arte, según los defensores de la “pureza” o de la “función social” del mismo. De esta manera, los grupos que empezaban a desenvolverse en la tendencia experimental desde finales de los años cincuenta, también encontraron en la radio y la televisión un importante espacio de indagación y de sostenimiento económico para configurar el movimiento teatral colombiano de la segunda mitad del siglo xx. Uno de esos grupos fue El Buho.

El radioteatro de El Buho. Trasformaciones paralelas del arte dramático nacional Al iniciar la década del cincuenta, el radioteatro logró difundir las obras del repertorio mundial que en el país no habían sido representadas y ya era ampliamente reconocido entre el público. Sin embargo, en los escenarios el teatro no se desarrollaba

264

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 264

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

de manera proporcional ni en la misma dirección, pues además del diagnóstico presentado por Romero Lozano sobre la escasez de espacios, la insuficiencia de grupos colombianos para representar las obras de autores nacionales y la visita de compañías extranjeras bastante mediocres, la popularidad de este arte —que vivió su auge en las décadas del treinta y cuarenta gracias a personas como Luis Enrique Osorio, quien alcanzó a llenar el Teatro Municipal en varias ocasiones—, se fue extinguiendo. Justamente con la demolición de este último quedando como único escenario el Teatro Colón, en un periodo conflictivo que anunciaba los terribles hechos que luego se conocerían como “La Violencia”. De esta manera se consideraba que si bien el radioteatro había cumplido una importante labor, esta era insuficiente pues realmente no se trataba de “teatro” propiamente. A pesar de existir un número suficiente de personas interesadas —unas gracias a su trabajo en la radio y más adelante en la televisión y otras formadas en las principales escuelas del país como la enad, la Escuela del Distrito y la Escuela Departamental de Teatro de Cali—, la mayoría no encontraba cabida para desenvolverse artísticamente, pues el ámbito en el que podían hacerlo era bastante reducido. A esto se sumaba cierto público intelectual y económicamente prestante que emitía una constante queja por la limitada oferta cultural, en especial en la capital colombiana. De este público surgió la idea de realizar el I Festival Internacional de Teatro en Bogotá a finales de 1957, desde el que se convocó a 18 colectivos conformados por estudiantes de las escuelas, a miembros de radio y televisión, así como a universitarios y aficionados; la mayoría de ellos se conformaron solo para participar en el mismo. El premio a mejor dirección en la primera versión se lo llevó la reconocida Dina Moscovici, una brasilera asentada por ese entonces en Colombia, con Humulus el mudo de Jean Anouilh. Fue diciente del momento por el cual atravesaba el arte dramático en Colombia que las personas supuestamente más preparadas —provenientes de la radio y la televisión— terminaran ocupando los últimos lugares, pues esto evidenciaba la fuerza que empezaba a cobrar el teatro experimental y moderno frente al costumbrista y algo más tradicional realizado por las compañías visitantes o locales. Aunque el festival con las siguientes versiones fue haciendo explícitas las falencias del teatro colombiano al ocasionar un sinnúmero de críticas, logró movilizar a un importante grupo de personas, quienes vieron el camino para desarrollar un trabajo continuo en un campo que antes no mostraba posibilidades para alcanzar un sostenimiento profesional ni representaba una atracción para el tan anhelado público. En este marco empezaron a surgir los primeros colectivos experimentales del país —para 1955 se había creado el tec, que ya contaba con una importante trayectoria—. Entre ellos se destacaba “El Buho”, fundado en 1958 (Aldana Cedeño y Meneses Duarte, 2012).

265

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 265

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

Arístides Meneghetti, crítico de arte uruguayo que acompañó a Marta Traba en tal función, participó en una cooperativa de actores ecuatoriana, también llamada El Buho, cuya labor se concentró en difundir las obras de los autores norteamericanos del momento —los mismos mencionados por Romero Lozano—. En Colombia varias personas compartían inquietudes similares y deseaban ir un poco más allá con un teatro arriesgado, así al comienzo generara incomprensión entre el público. Este teatro se apoyaba en diversas artes, de manera que a Meneghetti se le unieron una serie de artistas con el ánimo de adelantar un proyecto en esa dirección; entre ellos figuraban: Joaquín Casadiego, Carlos Tudela, Paco Barrero, Enrique Grau, David Manzur, Eduardo Ramírez Villamizar, Omar Rayo y Fernando Botero, quienes estuvieron bajo la batuta inicial de Fausto Cabrera, Santiago García y Mónica Silva. Ellos tres se encargaron de conseguir los recursos para adecuar el local. Cabrera ya tenía cierto renombre en el medio. Exiliado durante la Guerra Civil Española, recorrió varios países latinoamericanos hasta que decidió radicarse en Colombia desde 1945, primero en Medellín y luego en Bogotá, ciudades en las que se desempeñó como actor, director, gestor teatral, recitador en varias emisoras y director de la Escuela del Distrito —el cargo más sobresaliente para el tema en cuestión—. Durante este periodo se trasladó un tiempo a la Escuela de Artes Escénicas creada para albergar al maestro japonés Seki Sano, conocedor y difusor de las técnicas de Konstantin Stanislavski —método de las acciones físicas— en su paso por Colombia a finales de 1955, hasta que aquel fue expulsado bajo el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, por lo que sus alumnos se vieron obligados a retornar a la Escuela del Distrito. Entre ellos se encontraban García y Silva. Cabrera también fue expulsado de la Escuela por desavenencias con el secretario de Educación, así que la idea de fundar un grupo, primero el Nuevo Teatro Experimental del Distrito y luego El Buho, fue la mejor manera de hacer el tipo de teatro por el cual se sentían atraídos; y para ello contaron con el apoyo de diversos sectores. Para sostenerse económicamente se creó el Club de Amigos de El Buho, conformado por personas —de nuevo— con grandes recursos, quienes hicieron posible su funcionamiento, obviamente con intereses en la empresa. Allí se encontraban Jorge Gaitán Durán, Gloria Zea de Botero, Pedro Gómez Valderrama y Andrés Holguín, entre otros críticos e intelectuales, colombianos y extranjeros; tras el primer año, ascendían a más de 180 socios entre patrocinadores, adherentes, vitalicios y ocasionales (El Siglo, 1960, febrero 24). El propósito que los unía era la creación de un centro de intelectuales y artistas donde pudieran ejecutar planes y programas abiertos a varias tendencias, sin censura, para la creación de obras de arte (El Espectador, 1959, septiembre 9). Si bien la actividad mejor lograda fue el teatro, allí también se programaron una serie de exposiciones y ciclos de conferencias sobre diversos temas.

266

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 266

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

En sus dos sedes —la primera ubicada sobre la carrera 13 y la segunda, a la cual se trasladaron dos años después, en el Teatro Odeón—, presentaron varias obras e intentaron extenderse a otros públicos, de manera que también hicieron presencia en centros culturales de barrios y fábricas, a través de giras nacionales con piezas de autores como Arthur Adamov, Michel de Ghelderode, Federico García Lorca, Bertolt Brecht, Jean Tardieu, Eugène Ionesco y el nadaísta Gonzalo Arango. Además contó con la primera representación de Teatro Noh en el país, La princesa Aoi de Yukio Mishima. Con esta labor, El Buho fue uno de los primeros y más fieles representantes del teatro experimental en Colombia, en el que tempranamente se destacaron los directores Santiago García, Marcos Tychbrojcher, Sergio Bishler y Dina Moscovici, y después Carlos José Reyes, Carlos Perozzo e incluso, en ocasiones, Romero Lozano. A la par que El Buho encabezaba la renovación de salas de teatro y otros lugares no convencionales, también tomó la delantera en la radio y la televisión. En la radio no reemplazaron a Romero Lozano y su equipo, sino que ellos mismos crearon un nuevo espacio a la cabeza de Cabrera y Moscovici, que se mantuvo hasta la disolución del grupo en 1961, cuando fue acogido por la Universidad Nacional. En la Radiodifusora hacen su aparición en marzo de 1958, en la franja de radioteatro dominical a las 9:00 p.m. intercalados con el grupo que allí existía, como Teatro Experimental del Distrito. Así mismo se alternaban los programas de análisis de los jueves a las 10:30 p.m.; Romero Lozano con Teleadicto y Cabrera con Teatro de cámara. Entre las obras y autores que el Teatro Experimental del Distrito llevó a la escena radial están Cristo de nuevo crucificado de Nikos Kazantzakis, Calígula de Albert Camus, Despierta y canta de Clifford Odets, Los bajos fondos de Máximo Gorki, Dinamo de Eugene O’Neill, Las bocas inútiles de Simone de Beauvoir, entre otras. Con el nombre de El Buho montaron Arlequinada de Terence Rattigan, La señora Dulska de Gabriela Zapolska, Melisa de Nikos Kazantzakis, Ivan Ivanovich de Nazim Hikmet, El viaje maravilloso de Vladimir Maiakovski, Romanoff y Julieta de Peter Ustinov, Ardéle de Jean Anouilh, El discípulo del diablo de Bernard Shaw, Larga cena de navidad de Thornton Wilder, Emperador y Galileo de Henrik Ibsen, Su alteza el Mayor de Orson Welles, entre muchas más en este espacio que se mantuvo durante buena parte de la década del sesenta del pasado siglo. El movimiento iniciado por personas como Romero Lozano o Gonzalo Vera Quintana y seguido por otros como El Buho expresa claramente el propósito de romper con cierta tradición ligada al costumbrismo y a la representada en gran medida por la tendencia española que, desde la radio y luego en las tablas, fue ampliamente criticada. Tiempo atrás el tan nombrado Víctor Mallarino fue destacado por su labor en declamación, pero en especial por la creación del famoso personaje popular el “maistro” Otoniel Contreras (El Espectador, 1955, noviembre 20). Junto al “maistro” y el programa Hogar, dulce hogar —convertido en un antecedente de muchas 267

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 267

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

comedias costumbristas más adelante presentes en la pantalla chica—, Mallarino creó una afición cercana a las particularidades del arte dramático mundial mientras difundía las que en su momento se consideraban como las características nacionales y populares propias de los colombianos: quienes trabajan activamente en el radio-teatro merecen la gratitud de la ciudad que habrá de ver —ojalá pronto—, las obras que, hasta ahora, solo ha escuchado. En este campo, es admirable el costumbrismo de “Hogar, dulce hogar”, exquisito programa de Mallarino; es respetable el aporte de la Radiodifusora Nacional, así como también los severos programas de la h.j.c.k. (El Espectador, 1952, junio 25)

El Buho se opuso a esta tendencia, pues consideraba que retrasaba el desarrollo artístico. Prefirieron las obras de vanguardia a pesar del alto costo pagado frente al público, la crítica y otros artistas, costo expresado muchas veces en la incomprensión o el aburrimiento que se suscitaba en sus presentaciones. Pensaban que al conocer lo más “avanzado” podrían alcanzar el nivel artístico y técnico del cual carecían, pues solo así lograrían una creación original basada en problemas reales, no en dibujos caricaturescos de las clases menos favorecidas. Esto se materializaría hacia finales de la década del sesenta gracias al desenvolvimiento del movimiento universitario y obrero y del trabajo compartido con los nacientes grupos independientes. Fue allí donde se cimentaron las bases políticas para lograr tal propósito. Este, sin embargo, ya no será el momento del teatro en radio y televisión, medios en donde empezó a sobresalir la telenovela.

Consideraciones finales El radioteatro fue fundamental, en principio, para lo que se esperaba de un medio masivo de comunicación: difundir a gran escala contenidos de otra manera restringidos a los capitales particulares —económicos, educativos, culturales o sociales— del potencial público. En este sentido cumplió su función inicial pero, sin proponérselo, fue mucho más allá en relación con el desarrollo del arte dramático en Colombia. En este país —aunque sería mejor decir en ciudades como Bogotá por las propias condiciones para hacer teatro—, la radio se convirtió en el espacio de formación del personal idóneo para cumplir esta labor, primero a través del conocimiento y manejo de la dramaturgia de vanguardia —de tipo experimental, lo que a su vez obligaba a indagar en diversos terrenos—, y luego con lo que esto conlleva en cuanto a adaptación, dirección, actuación, montaje y creación de obras. Fue con este material de radio que se alimentaron los festivales, se crearon nuevos grupos, se obtuvieron los fondos para una actividad que ni al gobierno ni a la empresa privada le interesaba subsidiar, y se ganó 268

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 268

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

un público. Si en muchas sociedades la llegada de los medios masivos, en especial del cine y la televisión, significó la crisis del teatro, en la colombiana fue el impulso que permitió romper el lastre de una tradición que repetía esquemas e impedía crear un arte original. Varias son las razones que podemos enumerar como causales del descenso del éxito del radioteatro. Para empezar, dada la nueva reglamentación impuesta por el gobierno, debido a los acontecimientos del 9 de abril de 1948 y la culpabilidad que se le atribuyó a la radio de llamar a los levantamientos populares en el conocido Bogotazo, muchas de las emisoras pasaron a manos de empresarios que monopolizaron el medio. Las restricciones de la programación y la nueva visión de empresa llevaron a las emisoras privadas a desarrollar formatos de entretenimiento para atraer más audiencia, como por ejemplo, las radionovelas. La primera de ellas, El derecho de nacer, transmitida en el país en 1950 a través de emisoras pertenecientes a la Cadena Caracol, fue un éxito pues su temática era controversial pero de fácil comprensión en un formato serial que dejaba a la audiencia intrigada con la trama. Llegó a ser tan popular que en las salas de teatro se abrían intermedios de quince minutos para permitir a los radioescuchas ponerse al día con los capítulos (Semana, 1950, noviembre 11), mientras intelectuales vinculados a las emisoras de carácter estrictamente cultural se quejaban por el mal gusto de una novela cuyo tema principal era el nacimiento de un hijo ilegítimo desde un abordaje vulgar que poco o nada elevaba el nivel de los oyentes. A esto se suma la introducción de la televisión en Colombia en 1954, impulsada por el Estado y por la Radiodifusora Nacional. A pesar de ser un medio novedoso y atractivo, un buen número de radioactores no fue acogido en este ámbito, ya fuera por sus características físicas o porque no contaban con la experiencia mínima necesaria para enfrentar el trabajo ante las cámaras. Algunos lograron vincularse al teleteatro, pero este no fue tan afamado entre los espectadores y aquí también terminaron por imponerse las telenovelas. En la radio, mientras tanto, los programas de concurso, las radionovelas, las trasmisiones deportivas de la Dimayor, la vuelta a Colombia, entre otros, eran los formatos de entretenimiento promovidos desde los años cincuenta. Estos desplazaron de la programación principal de las emisoras privadas a los radioteatros, que con el pasar del tiempo quedaron relegados o solo eran transmitidos por la Radiodifusora Nacional. En general la programación de tipo cultural fue abandonada gracias a los nuevos formatos de entretenimiento de las emisoras privadas, con lo que se generó una diferenciación clara entre aquellas emisoras caracterizadas como culturales y las comerciales. A pesar de que el gobierno, bajo el decreto 3418 de 1954 sobre telecomunicaciones, recalcaba que todas las emisoras tenían que transmitir contenidos de tipo cultural, nunca definió qué se entendía por cultura ni qué características debían tener estas transmisiones. No obstante no se trata en sí mismo de un problema sobre la ambigüedad de la 269

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 269

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

definición de un concepto, sino del interés de diversas personas en la cualificación del juicio crítico, mejor formado, de los consumidores de los medios masivos de comunicación.

Referencias Fuentes primarias Dos tendencias del teatro nacional. (1943). Revista de las Indias, 56, 146-303. El Espectador. (1952, 1955, 1958, 1959). El Siglo. (1960). Guizado, R. (1944, marzo 26). Reflexiones sobre nuestro teatro [Lecturas Dominicales]. El Tiempo, segunda sección, 2. La compañía nacional de teatro. (1943). Revista de las Indias, 56, 273-274. La voz y el legado de Álvaro Castaño Castillo en Señal Memoria. (2014, marzo 27). Recuperado de: http://www.senalmemoria.co/articulos/la-voz-y-el-legado-de-% C3%A1lvaro-casta%C3%B1o-castillo-en-se%C3%B1al-memoria/ Radiodifusora Nacional. (1940, enero 1). Boletínes de la Radiodifusora Nacional, 172. Romero Lozano, B. (1948, julio 18). Historia del Teatro Colón. El Tiempo, segunda sección, 3. Romero Lozano, B. (1953, octubre 18). Teatro y radioteatro. El Tiempo [Suplemento literario]. Santos Montejo, E. (1940, febrero 1). Recuperado de http://www.senalmemoria.co/ articulos/primer-documento-de-la-fonoteca/ Semana. (1950-1951). Teatro Colón. (1961). Programas culturales 1961-1962 [Temporada extraordinaria de la Corporación Festival de Teatro de Colombia]. Bogotá. Fuentes secundarias Aldana Cedeño, J. y Meneses Duarte, C. (2012). Los colectivos experimentales en la emergencia del teatro moderno en Colombia [Colección Pensar el Teatro]. Bogotá: Ministerio de Cultura.

270

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 270

15/03/2017 14:14:54


La “época dorada” del radioteatro y el desarrollo del teatro moderno en Colombia

Argaez, C. y Franco, M. (1986). Bernardo Romero Lozano, pionero y maestro de la televisión colombiana [Tesis de grado]. Universidad de la Sabana, Bogotá. Bernal Alarcón, H. (2012). Radio Sutatenza: un modelo colombiano de industria cultural y educativa. Boletín Bibliográfico y Cultural, 82, 4-41. Bourdieu, P. (2003). El mercado de los bienes simbólicos. En Creencia artística y bienes simbólicos. Buenos Aires: Aurelia Rivera. Castellanos, N. (2003). ¿Tabernas con micrófono o gargantas de la patria? La radio comercial en Colombia: 1930-1954. En Medios y nación (pp. 256-280). Bogotá: Ministerio de Cultura. Chaves Castro, P. (2004). Transformaciones de la radio en Colombia. Decretos y leyes sobre la programación y su influencia en la construcción de una cultura de masas (Tesis de pregrado en Sociología). Facultad de Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Gómez Mejía, G. (2012). Sutatenza: retos y sueños de un proyecto radial. Boletín Cultural y Bibliográfico, 82, 42-67. Henderson, J. (2006). La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez. Medellín: Universidad de Antioquia. Meneses Duarte, C. S. (2013). La emergencia del teatro universiario colombiano de 1970 (Tesis de pregrado). Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Mirza, R. (2011). El teatro de los sesenta en América Latina. Un diálogo con la contemporaneidad. Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República. Páramo Bonilla, C. (2003). La consagración de la casa: raza, cultura y nación en la primera década de la Radiodifusora Nacional. En Medios y nación (pp. 318-337). Bogotá: Ministerio de Cultura. Rey, G. (1998). Los tiempos del teleteatro. Género televisivo y modernidad cultural. En M. C. Laverde Toscano, R. Reguillo y M. Barbero (Eds.), Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín Barbero. Bogotá: Siglo del Hombre. Silva, R. (2000). Ondas nacionales. La política cultural de la República Liberal y la Radiodifusora Nacional de Colombia. Análisis Político, 41, 3-22. Silva, R. (2005). República liberal, intelectuales y cultura popular. Medellín: La carreta histórica. Silva, R. (2006). Sociedades campesinas, transición social y cambio cultural en Colombia. Medellín: La carreta histórica. Téllez, H. (1941). Miserias y dificultades del teatro. Revista de las Indias, 27, 76-81.

271

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 271

15/03/2017 14:14:54


Janneth Aldana Cedeño y María del Pilar Chaves Castro

Téllez, H. (1974). Cincuenta años de la radiodifusión en Colombia. Medellín: Bedout. Vizcaíno, M. (2002). La hjn: precursora de la radio colombiana y soporte en la construcción del Estado-Nación. Reporte No. 32. Bogotá: Universidad del Rosario.

272

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 272

15/03/2017 14:14:54


Sociabilidades en los espacios públicos y la ciudad

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 273

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia Óscar Iván Salazar Arenas

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 274

15/03/2017 14:14:55


Introducción Puede afirmarse que gran parte de la vida diaria, así como muchos de los temas de interés público en la ciudad giran en torno a las movilidades de personas, vehículos, objetos e información en la calle y las vías públicas. Adicionalmente, el ensamblaje y estabilización de los sistemas de movilidades urbanas cotidianas es también un proceso histórico que supone permanencias y cambios en la mediana y larga duración. Sin embargo, en pocas ocasiones se han analizado las movilidades como lugares estratégicos para el control y la producción de las formas de sociabilidad. Aunque los trabajos de Simmel (2001), Goffman (1959, 1964) y más recientemente de Delgado (1999, 2007) plantean importantes propuestas aplicadas a las relaciones cara a cara y a la fluidez de las interacciones en la calle, es menos frecuente la reflexión sobre el papel de los poderes de policía en la apuesta por imponer unas formas específicas de relaciones entre personas, objetos y lugares para asegurar el orden público. De hecho, lo usual es que estos enfoques se aparten del análisis de las leyes y normas institucionales y que las entiendan como discursos estáticos que no reflejan la realidad de las interacciones. En contraste, este artículo apuesta por analizar los cambios en esas normas y su papel en la regulación y producción de movilidades urbanas específicas que intervienen en el moldeamiento de muchas de nuestras formas de sociabilidad en las vías públicas de ciudades populosas. Este trabajo se encuentra enmarcado en gran medida dentro del campo emergente de los estudios de movilidades, pero incorpora también un ejercicio de historia cultural para describir y comprender el papel de las movilidades urbanas en las relaciones entre las formas de gobierno y la vida cotidiana de las personas (Jensen, 2009, 2014; Sheller y Urry, 2006; Urry, 2007). Específicamente, la policía constituye un campo muy poco investigado por fuera de los estudios jurídicos e institucionales de su competencia, que puede ser metodológicamente revelador de las relaciones entre formas de gobierno y prácticas cotidianas en la calle, o entre el Estado y las personas que usan a diario el espacio urbano. La policía juega un papel de mediación entre los discursos y prácticas de gobierno de la población y las prácticas y narrativas de las personas en la vida diaria. Entiendo aquí la idea de

275

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 275

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

mediación en el sentido que propone Latour, es decir, como una relación que es efectiva y productiva, en donde los agentes no simplemente transportan un significado o una fuerza de transformación: “Los mediadores transforman, traducen, distorsionan y modifican el significado o los elementos que se supone deben transportar” (2008, pp. 62-63). A diferencia del discurso jurídico de la ciudadanía y de las visiones abstractas de la planificación que apuestan por imponerle un significado y unos usos específicos al espacio urbano, la policía opera en un nivel práctico, en la calle, y pone en juego normas que a la vez buscan limitar y proteger las libertades. En tal sentido, la policía como institución y todas aquellas instancias, personas, oficinas y funcionarios que constituyen los poderes de policía, son agentes efectivos en la coproducción de las movilidades urbanas. Aunque los resultados de su acción no son transparentes ni siempre efectivos, precisamente esa falta de contundencia que se evidencia en los cambios o permanencias normativas y la reiteración de las campañas orientadas a educar a los ciudadanos, revela vacíos y preocupaciones constantes por el ordenamiento de las relaciones sociales que pueden analizarse a través de las normas. Mi argumento central es que los poderes de policía intervienen en el moldeamiento de formas de sociabilidad en la calle, marcadas por la circulación peatonal y vehicular; sus normas y prácticas están necesariamente entroncadas con las movilidades de personas, objetos, vehículos y cuerpos, como uno de sus ámbitos más importantes de intervención. Aunque las normas de policía y circulación hacen parte de un ensamblaje más complejo del espacio urbano como sistema de múltiples movilidades, en este capítulo me centro casi exclusivamente en la dimensión discursiva de los códigos de policía y tránsito y en algunas de las campañas de ese periodo. Los veinte años transcurridos entre 1950 y 1970 fueron fundamentales para la transformación institucional más importante de la Policía Nacional de Colombia durante el siglo pasado, que corrió paralela a procesos políticos, económicos y urbanos bien conocidos y de gran trascendencia tales como la Violencia, la dictadura de Rojas Pinilla, el Frente Nacional, la aceleración de la urbanización y el crecimiento de las ciudades por efecto de las migraciones, y la reformas urbanas, pavimentación y ampliación de vías en varias ciudades del país. Específicamente en cuanto a lo que me compete en este texto, durante esos años se dio la última parte de un esfuerzo de nacionalización de la Policía iniciado en la década de 1930 y que culminó en 1970 con la expedición del primer Código Nacional de Policía y el primer Código Nacional de Tránsito. La importancia de estos códigos nacionales radica en que hasta ese año dichas normas eran responsabilidad de los departamentos y municipios. En cuanto a la metodología y las fuentes, me concentro en el análisis de contenido y significados de los códigos de policía, con el propósito de identificar, describir e interpretar cambios, permanencias y conceptos propios de las normas que son claves para comprender las movilidades urbanas del siglo xx y las actuales. Para 276

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 276

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

ello combino elementos del análisis de contenido propio de la teoría fundamentada (Strauss y Corbin, 2002), el análisis del discurso propuesto por Foucault (2005), y la atención a eventos y acontecimientos que pueden condensar el sentido de los procesos descritos (Ortega Martínez, 2012). El material incluido cubre desde el año 1932, cuando se expidió el Código de Policía del Atlántico, hasta 1970, cuando aparecieron los códigos nacionales de Tránsito y Policía. Como procuraré mostrar en el texto, hay ciertas continuidades entre los códigos del siglo xx y normas de otro tipo provenientes del siglo xix, como la urbanidad de Carreño, que permiten describir procesos de mediana y larga duración en las prácticas y discursos normativos sobre las movilidades urbanas. Adicionalmente, la revisión de bibliografía sobre historia de la policía y el seguimiento de prensa permitieron ubicar información institucional y de las campañas de tránsito implementadas para educar a la población en el uso y conocimiento de las normas. Discutiré estas ideas en dos partes: en la primera me concentro en el proceso de instauración del principio de circulación en los reglamentos como criterio fundamental para organizar las movilidades en la ciudad a través de la idea de circulación. Argumento que por esta vía las normas y acciones de policía buscaban hacer efectivo el llamado orden público, que constituye uno de los principios doctrinarios de la policía1. En la segunda parte, doy una mirada a las campañas de tránsito, que constituyen una estrategia constante de los poderes de policía para generar prácticas de movilidad acordes con los reglamentos. Ambos elementos permanecen en el campo de la producción del discurso de la movilidad, o en términos de CastroGómez (2009), del dispositivo de movilidad como herramienta para la gubernamentalización. Contrastar esta producción con sus formas de recepción, apropiación y resistencias en la vida cotidiana desborda el alcance de este artículo, pero es posible leer en las campañas algunos de los problemas de las normas para instaurarse como principios estabilizadores y ordenadores de la vida urbana, así como las resistencias o tensiones en la incorporación de unas prácticas de movilidad civilizadas por parte de los peatones y conductores de vehículos.

La circulación en las normas Peatonalismo y circulación Nicholas Blomley discute el papel central de la policía para el caso de los andenes en algunas ciudades de los Estados Unidos y Canadá. Su asunto central es el análisis 1

Al respecto pueden consultarse los trabajos de análisis jurídico y las definiciones normativas del concepto de orden público en Cuéllar (1933), Garzón y Morato (1962) y Ortega (1965).

277

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 277

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

del sentido y las prácticas en relación con los andenes o las aceras, y concluye que existe una lógica denominada “peatonalismo”, consistente en la primacía de los flujos de peatones y el derecho a circular o pasar, por encima de cualquier otro uso o derecho que pudiera darse allí. Dice Blomley: El peatonalismo entiende las aceras como recursos públicos finitos que están siempre amenazados por usos e intereses múltiples y en competencia. El papel de las autoridades, usando la ley como recurso, es organizar esos cuerpos y objetos para asegurar la función primaria de las aceras: ser el ordenador del movimiento de los peatones de un punto “a” a un punto “b”. (2011, p. 3)

De acuerdo con esta lógica, los objetos y cuerpos en los andenes que impiden los flujos de peatones son inherentemente sospechosos y deben ser limitados o ubicados cuidadosamente para minimizar el bloqueo. La ley provee el mecanismo de ordenamiento esencial para asegurar un flujo continuo y estructurado. El peatonalismo entonces no valora los méritos estéticos del espacio público o su éxito promoviendo la ciudadanía y la democracia, sino que opera en función de la eficiencia para la circulación y el flujo de cuerpos y vehículos por el espacio urbano. En lugar de impulsar la esfera pública habermasiana, el peatonalismo ve los andenes como una propiedad municipal que se confía al servicio de un público abstracto (Blomley, 2011, p. 4). Esta lógica de primacía de los flujos ha sido con frecuencia interpretada en otros ámbitos como un efecto de la economía del libre mercado o del capitalismo. Sin embargo, de acuerdo con los hallazgos de Blomley, el peatonalismo no responde a tales principios ideológicos, sino que hace parte de una racionalidad propia de la materialidad de los andenes. Esto implica que aunque la existencia de equipamientos urbanos específicos tiene relación con las decisiones políticas o de coyuntura, una vez materializados dejan de ser determinados exclusivamente por la voluntad de actores humanos específicos. Si bien puede decidirse si se hace o no un andén —si se destinan recursos para ello—, así como incidir en su diseño, nada de esto cambia el principio fundamental de circulación que esos objetos comportan una vez construidos. Específicamente, los equipamientos urbanos y las “armaduras para las movilidades” (Jensen, 2009) —tales como andenes, calzadas de vehículos o ferrocarriles— obedecen a principios que no pueden ser comprendidos únicamente desde el marco de las ideologías. Las normas de tránsito y de policía constituyen armaduras discursivas que buscan establecer bases para las relaciones de las personas y los objetos en las vías públicas. Una de las particularidades de estos reglamentos es que no se limitan a la sociabilidad humana, sino que involucran y ponen en el centro de las relaciones también a los objetos, las vías, la calle, los andenes y los vehículos. En suma, se trata de un tipo de sociabilidad entre cuerpos, objetos y máquinas, basado

278

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 278

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

en el principio de circulación. A partir de la idea de Blomley respecto a los andenes, a continuación extenderé su argumento al principio de circulación como el ordenador privilegiado del espacio urbano y sus prácticas. Instrucciones para caminar Del análisis de los términos y conceptos de las normas de policía se deduce un conjunto de principios que refuerzan el papel de las movilidades urbanas y las vías públicas como lugares de acción privilegiados en la regulación, el control y las prácticas de la población en las vías públicas. La emergencia de uno de esos principios, el de circulación, puede ser comprendida mejor en la mediana y larga duración. Aunque mi énfasis es en las normas de policía y tránsito, las normas sobre las maneras de caminar en la calle de la urbanidad de Carreño sirven como base para comprender los cambios culturales que llevaron a la primacía de la circulación en el siglo xx. Los cambios en los códigos de policía y las normas de conducta muestran el ensamblaje constante de ciudades en donde la circulación de cuerpos (personas, objetos, vehículos) e información se volvió decisiva para asegurar el orden público. De este modo, estamos hablando de la instauración de un discurso de las movilidades y de unos dispositivos específicos de regulación que las estimulan o limitan. Como referente de comparación comenzaré con el cuarto capítulo del manual de urbanidad de Carreño, que se refiere al “modo de conducirnos en diferentes lugares fuera de nuestra casa” (1966, pp. 110-137). Publicado por primera vez en el siglo xix, este texto buscó explicitar un código de conducta que “pusiera en su lugar” cada cosa, objeto, persona o ámbito que entrara en relación con el mundo de su época. El manual pautaba la conducta en función de jerarquías sociales, institucionales y religiosas, relaciones de género y relaciones consigo mismo. Dichas pautas fijaban a las personas a categorías sociales jerárquicas que hacían de la circulación en la calle una práctica dependiente de la conducta individual y del control del cuerpo; las “maneras de conducirse” suponían una capacidad de autocontrol sobre las disposiciones del cuerpo, que además se debían incorporar. Si bien reconocía la función de la calle como lugar para la circulación, el manual apostaba por subordinar la circulación a jerarquías sociales que eran consideradas naturales. Dentro de las conductas pautadas se encontraban actos como saludar o despedirse, ceder la acera, adelantar a alguien, detener a un peatón o mantener conversaciones. Por ejemplo, la norma general que subyacía a las reglas para detener o no a una persona en la calle suponía que allí no era posible conocer a nadie ni establecer nuevos lazos sociales. Solo era posible detener a alguien por “una grave urgencia, y por muy breves instantes” o cuando se tratara de alguien igual a nosotros, y nunca un inferior podía detener a alguien

279

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 279

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

superior (p. 112). Aun en la calle, se privilegiaban los lugares fijos que las personas ocupaban en el espacio social de la estructura estamental del siglo xix. Frente a las formas de caminar en la calle, la urbanidad revelaba sus límites y su alcance, ya que estaba principalmente centrada en controlar y educar el cuerpo de acuerdo con jerarquías sociales que operaban para los ámbitos privados o las ocasiones sociales. El movimiento corporal era objeto de atención porque era una señal de distinción e identificación del lugar que se ocupaba en el espacio social; no estaba vinculado con una preocupación respecto a la circulación de personas, caballos o carruajes (aún no había automóviles cuando se redactó). El manual dedicaba al tema del saludo 14 párrafos de los 66 que componían el artículo sobre la conducta en la calle; 11 a la compañía y al problema de ceder la acera según la jerarquía social de las personas que se encontraban, mientras que el tema de la velocidad al caminar se trataba en solo tres párrafos. Los movimientos del cuerpo se circunscribían a normas ajustadas a los salones y los bailes de alta cultura; práctica que se les recomendaba a los jóvenes para “adquirir movimientos elegantes”. Decía Carreño: “Conduzcámonos en la calle con gran circunspección y decoro”; resaltaba el principio de la “naturalidad” de las jerarquías fijadas e incorporadas por la posición social: Los movimientos del cuerpo deben ser naturales y propios de la edad, del sexo y de las demás circunstancias de cada persona. Gravedad en el anciano, el sacerdote, en el magistrado: suavidad y decoro en la señora: modestia y gentileza en la señorita: moderación y gallardía en el joven; afectación en nadie. (p. 110)

El hombre adulto no aparecía mencionado, como si se lo dejara al margen de las reglas. La fijación social de la mujer se revelaba en los gestos corporales: “Ellas no deben llevar nunca los brazos sueltos como los hombres”. La preocupación por el movimiento del cuerpo tocaba incluso la mirada, lo cual nos revela el énfasis que hacía la urbanidad en la vida privada. No era posible mirar fijamente a nadie, ni voltear a ver a alguien; tampoco detenerse delante de una ventana y observar el interior, porque “este es un acto incivil y grosero, y al mismo tiempo un ataque a la libertad inviolable de que cada cual debe gozar en el hogar doméstico” (p. 111). El manual revelaba algunas de sus fisuras al referirse al “hombre de negocios” y al problema de la velocidad. Si bien indicaba pautas estéticas del caminar, sancionando los pasos fuertes y los pasos cortos y apresurados por ser vulgares, era problemático fijar o controlar el movimiento de aquello relacionado con el dinero y el capital, cuyo principio básico era y sigue siendo la circulación: “Nuestro paso no debe ser ordinariamente ni muy lento ni muy precipitado; pero es lícito a los hombres de negocios acelerarlo un poco en las horas de trabajo”, y excluía de manera explícita a la mujer

280

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 280

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

de semejante excepción: “En una mujer, siempre sería impropio el paso acelerado” (p. 110). Fijeza y sujeción en la mujer, movilidad en el hombre. Las normas de urbanidad excluían a las mujeres de la vida pública, incluido el mundo del trabajo. Los espacios y actividades públicas servían a la mujer solo para exhibir un comportamiento acorde con las jerarquías sociales institucionales, de género y estamentales (Pedraza, 1999, pp. 87-105). Otro de los quiebres de la urbanidad respecto a la circulación se deriva del crecimiento acelerado de las ciudades, cuyos cambios culturales ya se vislumbraban. En una nota al pie de página, cuando comenzaba a exponer las complicadas normas para ceder la acera, controlar los adelantamientos o caminar en compañía de alguien, el manual decía: “Estas normas son menos severas en las ciudades muy populosas donde la grande afluencia de gente en las calles haría embarazoso el examen de las personas, para cederles o no la acera” (p. 115). Las multitudes y la velocidad de la ciudad moderna desafiaron el manual de urbanidad, y revelaron claramente lo que no podía llegar a controlar. Estábamos ya en las fronteras entre el movimiento de cuerpos individuales autocontrolados y la circulación de multitudes que desbordaban los alcances de la urbanidad. No puede olvidarse, sin embargo, que más que de un problema de etapas o eras, se trataba de la superposición de formas y dispositivos de gobierno. En este punto fue donde los códigos de policía comenzaron a jugar buena parte de su papel: organizar los flujos, definir límites, establecer lugares y espacios sobre los cuales operar, y sobre todo, cuidar la preservación del “orden público” como principio abstracto y general que fundamentaba las acciones de la policía. La primacía de la circulación En los códigos de policía se revela una tensión entre el derecho a reunirse, reconocido en la constitución de 1886 y citado en los reglamentos de policía, y el derecho a circular como un principio que no era constitucional, pero que se encontraba implícito en los códigos. El derecho a reunirse se aseguraba bajo ciertas premisas: las reuniones no podían obstruir las vías públicas, debían realizarse en lugares autorizados y debía informarse anticipadamente a la policía de su realización. Todos los códigos de policía a lo largo del siglo xx incluían un capítulo sobre las reuniones, que en muchos casos tenían una carga negativa desde el mismo título: “Maquinaciones y reuniones ilegales”2. En el de Bogotá de 1965 el título adquirió un carácter neutral: “De las reuniones públicas” (Ortega Torres, 1965, pp. 449-451), y el código nacional de 1970 mantuvo el capítulo

2

Los códigos de policía de Cundinamarca de 1933 y 1962 y el del Atlántico de 1931 incluían un capítulo con este mismo título (Asamblea Departamental del Atlántico, 1931; Cuéllar, 1933, pp. 19-21; Garzón Muñoz y Morato, 1962, pp. 18-20).

281

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 281

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

bajo un título más positivo: “De la libertad de reunión” (Presidencia de la República, 1970). En todos los códigos se repetían artículos de este tipo: Siempre que se forme una reunión tumultuaria, o en que se hagan excitaciones que amenacen turbar la tranquilidad de la población, o dar lugar a cualquier delito o escándalo, deben los empleados de policía disolver inmediatamente tal reunión, haciendo para ello uso de la fuerza si fuere necesario. (Garzón Muñoz y Morato, 1962, p. 18)

La práctica de disolver los tumultos buscaba evitar riesgos potenciales para el orden público. La acción preventiva de disolución de tumultos operaba además sobre conglomerados de personas para reintegrarlas a los flujos de la calle, y en los códigos de tránsito se extendía a todo tipo de vehículos en las vías. Estas prácticas ponían en primer lugar el derecho de circulación, que claramente primaba sobre el derecho de reunión. Al igual que en el caso norteamericano trabajado por Blomley, nuestras normas de policía desde el siglo xix ya privilegiaban la circulación por encima de cualquier otro uso de las vías públicas. A diferencia de las normas de urbanidad, que planteaban la pertenencia fija a un sector o grupo social, la primacía de la circulación progresivamente puso todo en movimiento y la labor de la policía al respecto apuntaba a organizar, canalizar y regular el tránsito de personas, animales y vehículos. Además de la disolución de tumultos, se establecía la vigilancia sobre los potenciales obstáculos para la circulación. En los códigos de la década de 1960 figuraba como tarea de la policía velar por “la conservación de las vías públicas para que no sean deterioradas, ni ocupadas indebidamente, ni su comodidad y ornato menoscabados, ni la libertad y seguridad del tránsito limitadas” (Ortega Torres, 1965, p. 499). Era menester retirar obstáculos tales como escombros, vehículos varados o que circulaban excesivamente lento, grupos de personas agolpadas en las aceras, muebles, puestos de mercancías, animales, etcétera. Las normas para los dueños de los predios establecían también prohibiciones contra la ocupación del andén con basura o escombros por una construcción o reparación, entre otras cosas. Aunque es claro que primaba el principio de circulación sobre el de reunión, hubo también apuestas por conciliar los dos derechos. Así, en 1959 se expidió el decreto 631, que decía en uno de sus artículos: Se debe conciliar el derecho de reunión con el derecho de libre tránsito por las vías públicas. El de reunión no puede simplemente prohibirse, sino que debe buscarse una solución que no impida el de libre tránsito ni el derecho de reunión. (Garzón Muñoz y Morato, 1962, pp. 341-342)

282

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 282

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

La importancia de esta apuesta se entiende mejor en el contexto político de la época; el país se encontraba en el primer gobierno del Frente Nacional, cuando por un tiempo se había levantado el estado de sitio decretado en 1949. Bajo el estado de sitio se impidieron sistemáticamente las reuniones públicas y tanto en los gobiernos conservadores como durante la presidencia de Rojas Pinilla con alguna frecuencia se decretaba el toque de queda, que impedía la circulación por las calles en las noches. Los estados de sitio tuvieron efectos decisivos en los ritmos y rutinas cotidianas de las ciudades, ya que la actividad nocturna se restringió por largos años. Separación A diferencia de los códigos de policía, cuyos orígenes pueden rastrearse hasta mediados del siglo xix, los primeros reglamentos de tránsito colombianos —como conjunto de normas independientes de los códigos de policía— aparecieron entre las décadas de 1910 y 19303. Los códigos de tránsito nacieron fundamentalmente para las ciudades y de la mano de los sistemas de automovilidades, mientras que los códigos de policía se ocupaban de las vías y las peatonalidades en un sentido más general. Además del principio de circulación, en los códigos de tránsito se evidencian otros dos que rigen las acciones de regulación de la calle: la separación de cuerpos y máquinas, y la prelación de unos u otros para transitar por las vías. Comencemos con el principio de separación. El reglamento de circulación y tránsito de Bogotá en 1946 daba las siguientes instrucciones para caminar: Los peatones transitarán en toda clase de vías por las aceras, andenes, o zonas de seguridad destinadas a ellos y en caso de no haberlos, lo más cerca posible al borde de las vías y dentro de las fajas laterales de un metro de anchura; en todo caso deben abstenerse de ocupar la calzada destinada al tránsito de vehículos. (Samper Bernal, 1946, pp. 81-82)

Adicionalmente, se prohibía a los peatones marchar en grupos que ocuparan más de la mitad del ancho de la acera; jugar, leer, correr o distraerse de tal forma que les impidiera poner atención al tránsito; o atravesar la calzada por lugares diferentes a los cruceros o las bocacalles —en ningún caso se podía cruzar en forma diagonal— (Samper Bernal, 1946, pp. 81-82). Los códigos de tránsito establecían la circulación de los vehículos por la derecha; prohibían usar los andenes o parquear en ellos; en calles de dos o más carriles, la 3

El primer reglamento de tránsito de Bogotá es del año 1912 (Concejo Municipal de Bogotá, 1912), mientras que el primer código de tránsito del Atlántico, que regía en Barranquilla, es de 1932 (Asamblea Departamental del Atlántico 1932; Gobernación del Atlántico, 1932).

283

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 283

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

derecha era definida como lenta y segura, mientras que la parte izquierda era rápida e implicaba peligro. Particularmente, el reglamento de tránsito de Barranquilla era muy preciso en acciones como dar curvas; además prohibía la eventual ocupación de lugares específicos destinados a los ferrocarriles y tenía instrucciones sobre la detención temporal o el estacionamiento de buses, taxis o automóviles en zonas específicas de la ciudad, como las salidas de los teatros, tema al que se le dedicaba un capítulo completo (Asamblea Departamental del Atlántico, 1932). Recordemos que la idea de que “cada cosa tiene su lugar” se leía en la Urbanidad de Carreño con un sentido de orden social y jerarquías naturales heredadas de la sociedad estamental. En contraste con la primacía de la circulación, la noción del “cada cosa en su lugar” se traduce, a través del principio de separación, en “cada cuerpo u objeto por su carril”. Ya no se trata de lugares fijos del orden social, sino de relaciones entre objetos y cuerpos que circulan, donde las jerarquías sociales implican diferencias de fuerza entre las materialidades de los objetos. Dado que el automóvil o el tranvía son más fuertes que el cuerpo humano, se necesita de una separación para minimizar los riesgos. Lo que en los manuales de urbanidad es un principio bastante inmaterial que apunta a suavizar las maneras, en las normas de policía es más bien concreto y duro; mientras en los primeros las jerarquías y diferencias entre las personas pasan por Dios o el linaje, en la calle se trata de jerarquías entre cuerpos y objetos “duros” y “blandos”; entre máquinas y organismos biológicos en relación, en medio de un paisaje de dureza: fachadas, andenes, calzadas, vías. En síntesis, al hablar de movilidades, las diferencias sociales implican no solo las relaciones entre personas de mayor o menor jerarquía en virtud de sus orígenes estamentales, raza, clase o género, sino también jerarquías materiales entre cuerpos y máquinas cuyas prácticas se despliegan en las vías públicas. Pero no se trata simplemente de una analogía; las jerarquías sociales de clase o de la sociedad estamental también pasan por la materialidad. Tanto el cuerpo como las condiciones físicas de la calle, el atuendo, los vehículos y los medios de locomoción utilizados tienen serias implicaciones en las diferencias sociales. El acceso a determinados medios de transporte, sus usos, adaptaciones e interpretaciones locales, están imbricados con las condiciones de origen familiar, regional o de linaje, con el género y la edad, con las profesiones y actividades de las personas, sus gustos y preferencias incorporadas. Al tratarlos por separado, los estudios sociales han creado una zona oscura, o una “caja negra” en la que no es siempre claro cómo operan en la práctica las llamadas “diferencias sociales” en relación con las materialidades urbanas y sus tecnologías.

284

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 284

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Prelación y jerarquías materiales El segundo principio que le da forma a la circulación es el de prelación de cuerpos y máquinas para circular por las vías. La prelación opera cuando los cuerpos y objetos en movimiento se encuentran y deben compartir una parte de las vías. Esta categoría es explícita en los reglamentos y define órdenes jerárquicos desde los primeros códigos de la década de 1910, aunque hubo importantes cambios a lo largo del siglo. Veamos cómo se dio el proceso respecto a las jerarquías de los vehículos, las vías por las que circulaban y las velocidades permitidas. Según el primer reglamento de tránsito de Bogotá, en 1912 tenían “prelación para el tráfico en la ciudad —en su orden— las bombas contra incendio, los carros mortuorios cuando [fueran] a la cabeza de un cortejo fúnebre, tranvías, automóviles, coche, ómnibus y carros” (Concejo Municipal de Bogotá, 1912, p. 7). Es notorio cómo los automóviles no se encontraban a la cabeza de la jerarquía, y que las ritualidades públicas o privadas de los cortejos fúnebres primaban sobre la circulación veloz. Para este entonces no había una jerarquización evidente de las vías, a tal punto que las indicaciones sobre cómo circular mencionaban calles y carreras específicas y no tipos de vías (Concejo Municipal de Bogotá, 1912). La máxima velocidad permitida era de 10 kilómetros por hora, que constituía el “equivalente al trote lento de una bestia”. Dos décadas después, el reglamento de tránsito del Atlántico en el artículo 60 decía: Los vehículos que circulan por las vías públicas tienen derecho para adelantarse unos a otros en el orden siguiente: las motocicletas a los automóviles, éstos a los autobuses y camiones de pasajeros, éstos a los camiones de carga y los camiones de carga a los vehículos de tracción animal. El derecho que este artículo confiere implica para el vehículo que marcha adelante el deber de dar la vía, tomando su derecha para dejar libre el lado izquierdo. (Asamblea Departamental del Atlántico, 1932, p. 196)

En 1941, el código de tránsito de Bogotá dividía los vehículos en cuatro categorías jerárquicas para definir sus límites mínimos y máximos de velocidad, de acuerdo con las vías por las que podían circular. Los de 1ª categoría eran los vehículos de emergencia; los de 2.ª categoría los automóviles y motocicletas; los de 3ª categoría correspondían a buses, camiones, camionetas y tranvías; y los de 4ª categoría estaban constituidos por los carros de tracción animal y humana. De acuerdo con la vía y las categorías, las velocidades mínimas y máximas oscilaban entre 15 y 50 Km/h. La velocidad de carros de tracción animal y humana no estaba reglamentada, pero se decía explícitamente que “ningún vehículo [podía], dentro del perímetro urbano, adelantar a otro de categoría superior” (Samper Bernal, 1946, pp. 39-43).

285

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 285

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

En cuanto a las vías urbanas, en este código apareció por primera vez una jerarquización adicional a la prelación ya existente de las carreras sobre las calles. En este sentido, eran “vías de primera categoría aquellas por donde [estaba] prohibida la circulación de camiones y vehículos de tracción animal”. En las de segunda categoría no había restricción de circulación para ningún tipo de vehículo, y se definían las vías arterias como aquellas “que por su intenso tránsito [tenían] prelación sobre las demás” (Samper Bernal, 1946, p. 78). La jerarquización de vías tuvo algunos ajustes, hasta la expedición del Plan Piloto en 1951, cuando el tema dejó de ser asunto de los códigos de tránsito y de policía. Los Planes Reguladores establecieron las jerarquías viales de acuerdo con principios funcionalistas del urbanismo moderno en aquellas ciudades en las que se diseñaron (Saldarriaga Roa, 2000, pp. 105-12). En el caso de Barranquilla ocurrió esto mismo a partir de 1958, cuando se entregó el Plan Regulador de la ciudad. Finalmente, en el código nacional de tránsito de 1970 desaparecieron las jerarquías para prelaciones de cruces o sobrepasos según el tipo de vehículo; se suprimieron las velocidades mínimas de circulación existentes en los códigos de 1941 y 1952 en Bogotá; se mantuvo como máximo los 50 km/h en vías urbanas, y se definieron los 60 Km/h en carreteras para todos los vehículos sin diferenciación. Este reglamento estableció las prelaciones de circulación y cruce según las jerarquías de las vías por las que se estuviera transitando, aunado a los sistemas de señalización de tránsito; ya fueran semáforos o indicaciones por medio de avisos fijos. El desplazamiento de las jerarquías y la prelación de las máquinas y cuerpos en las vías indican una intervención cada vez más sofisticada y refinada sobre las movilidades. Es más refinada en el sentido de un perfeccionamiento y mejor ajuste de las normas, las materialidades de las calles y las tecnologías mismas de los vehículos. Y es también más sofisticada en el sentido en que se constituyen sistemas de movilidades cada vez más complejos que se ensamblan mejor con otros sistemas. Un ejemplo de esta sofisticación y refinación se puede observar en la proliferación progresiva de las señales de tránsito y los semáforos, como dispositivos que interpelan a los conductores y son externos a su propia voluntad o pericia frente al vehículo. La prelación de tipos y categorías de vehículos, anterior al Código Nacional de Tránsito de 1970, dependía de la acción de los conductores, su conocimiento de la norma y la vigilancia de la policía para que se concretara en la práctica. En contraste, la intervención física sobre los diseños de las vías y los andenes, así como el establecimiento de semáforos, señales e iluminación nocturna se volvieron dispositivos para regular y apoyar la tarea de conducir, que suponían la integración de los sistemas viales con los sistemas de energía eléctrica y control de los semáforos. Aunque persistieran infracciones de tránsito, la presencia de señales luminosas generaba una alerta que apelaba a la acción reflexiva de quien conducía, y reducía las ambigüedades sobre la prelación que suponían los cruces de vías no señalizadas.

286

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 286

15/03/2017 14:14:55


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Las campañas en la producción de movilidades civilizadas Dentro del término “campaña” caben diversas acciones emprendidas por la policía, la alcaldía, oficinas públicas y organizaciones cívicas o privadas, con el objetivo primordial de modificar comportamientos mediante estrategias de educación formal o informal. Las campañas apelan a la reflexividad de quienes son objeto de campaña, pero ante todo al moldeamiento de las prácticas para hacerlas acordes con unas normas. Son dispositivos abiertamente “civilizatorios” y en ese sentido se entroncan con los discursos de la urbanidad y el civismo. En las acciones de la policía y la prensa de mediados del siglo xx pueden observarse dos sujetos específicos hacia los cuales se orientan las campañas: peatones y conductores. Respecto a los primeros, la idea del niño-peatón se revela como un foco privilegiado de acción para incidir en los comportamientos indeseados. También se muestra la noción del peatón como culpable de lo que le ocurre y como sujeto responsable de su propia seguridad. Respecto a los conductores, se revela un doble discurso que apela, de un lado, a su reflexividad respecto a los riesgos de conducir, y de otro, a la persistencia de la cortesía como discurso normativo en un ambiente urbano automovilizado. Las campañas evidencian el proceso de intervención de los poderes de policía y su papel en la coproducción de los flujos y movimientos en la calle a través de la acción normativa sobre sujetos específicos. También se revelan las limitaciones del proyecto de educación, sus ensamblajes paradójicos con otros discursos y saberes, y parte de los resultados deseados y no deseados de la intervención de los poderes de policía. El niño-peatón Dos insumos fundamentales para una campaña son la existencia de un discurso normativo y un material de divulgación. Las campañas para educar peatones fueron muy frecuentes en los años 40 y 50 y situaban al peatón dentro de una jerarquía social de inferioridad, debilidad e irracionalidad. En 1946 se publicó la Cartilla ilustrada para educar al niño sobre cómo debe protegerse del peligro, como apéndice del Reglamento de Circulación y Tránsito de Bogotá (Martínez Rivas, 1946). La cartilla constaba de cerca de 30 ilustraciones acompañadas con un texto que presentaba distintas normas de seguridad orientadas a los niños. En su mayoría, los textos comenzaban con la fórmula “El niño nunca debe…”, seguido de la conducta que se buscaba corregir (véanse figuras 1 y 2). En esta composición particular de reglamento es central la imagen como mecanismo persuasivo, y la importancia del niño como sujeto privilegiado para el moldeamiento de su conducta. La cartilla no solo incluía normas de seguridad, sino también reglas orientadas al respeto de los símbolos patrios y de autoridad como el ejército y la policía. En la mayoría de reglas se muestra a niños que montan en bicicleta o patinan por la vía de los automóviles, niños que juegan en

287

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 287

15/03/2017 14:14:55


Óscar Iván Salazar Arenas

la calle o la cruzan por lugares incorrectos, que se bajan de los vehículos por el lado izquierdo, que rayan las paredes o lanzan piedras, o montan bicicleta o triciclo en la vía de los automóviles o en las aceras. En las situaciones de peligro que se ilustran, la insinuación de un accidente o su imagen explícita es frecuente.

Figura 1. Imagen de la Cartilla ilustrada para educar al niño sobre cómo debe protegerse del peligro. Fuente: Martínez Rivas (1946). Nota: La cartilla tiene 29 imágenes similares, con sus respectivos textos.

El énfasis visual buscaba generar un efecto inmediato por medio del accidente explícito o latente. El recurso visual contrastaba con el texto racional y jurídico de las normas de tránsito y tendía un puente entre este último y la reflexividad de quienes deben ser inducidos a un comportamiento civilizado y de autoprotección. El dispositivo definía como irracional y salvaje al niño, y lo situaba como sujeto sobre el cual pretendía operar, pero a la vez apelaba a su capacidad reflexiva para comprender los peligros ilustrados en la cartilla. Aquí se revela la confianza o la apuesta en la disposición normativa incorporada y los poderes de policía como mecanismos civilizatorios, en el doble sentido de la coacción externa y la autocoacción. Los esfuerzos por civilizar al niño-peatón y a los conductores no podían dejar por fuera a la escuela. En 1963 el código de tránsito de Bogotá incluyó como parte de sus

288

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 288

15/03/2017 14:14:56


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Figura 2. Imagen de la Cartilla ilustrada para educar al niño sobre cómo debe protegerse del peligro. Fuente: Martínez Rivas (1946). Nota: La cartilla tiene 29 imágenes similares, con sus respectivos textos.

disposiciones la institucionalización de campañas “para instruir a los conductores de vehículos y a los peatones sobre las normas fundamentales de los reglamentos de tránsito”, y ordenaba a la Secretaría de Educación el diseño de programas de enseñanza de las normas de tránsito para colegios y escuelas (Ortega Torres, 1965, p. 515). La pronta aplicación de esta norma por parte de algunos funcionarios de la Secretaría de Educación del distrito revela la existencia de cierto consenso respecto a la función y necesidad de las campañas, sumándose a las campañas regulares de la policía para enseñar las normas de tránsito o convivencia y prevenir accidentes en la calle (Semana de la seguridad, 1964; Correo de El Tiempo, 1963). En 1974 el esfuerzo se institucionalizó aun más y las campañas de pedagogía del tránsito tomaron dimensiones nacionales gracias a un convenio entre el recientemente creado intra y las secretarías distritales de Tránsito y Educación. Como parte de la publicidad de la campaña, se afirmaba en la prensa: Al peatón y al automovilista se les puede educar con medidas coercitivas para poner un principio de orden en el tránsito. Pero es en la niñez, como acontece con todo prospecto normativo, en donde se deberá adelantar una campaña

289

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 289

15/03/2017 14:14:56


Óscar Iván Salazar Arenas

de formación, un desarraigo definitivo de los vicios y, por qué no decirlo, del comportamiento insensato que es la dominante del tránsito. (Cartilla de tránsito, 1974)

Dentro del espíritu normativo de la policía de tránsito, que dictaba que “no hay efecto sin causa [y] no hay accidente de tránsito sin violación del reglamento” (Flórez Bravo, 1946, p. 225), al peatón se lo veía como responsable de su propia seguridad, y la pedagogía del niño-peatón se centraba en mostrar las consecuencias nefastas de desobedecer las normas de tránsito. En contraste con el principio normativo de las causas y los efectos, la prensa se debatía entre la culpabilidad del peatón por desconocer las normas y su fragilidad frente a los automóviles. Las campañas de los años cuarenta y cincuenta mostraban al peatón como el agente responsable de los accidentes, pero también revelaban el complejo ensamblaje de la coproducción de lo que se denomina ‘peatón’. En 1956, los poderes de policía intentaron aplicar en Bogotá la sanción económica como recurso coactivo a los peatones para castigar sus malas conductas en la calle (Señor peatón, 1956). La sospecha sobre el peatón como culpable estaba fuertemente arraigada, y se hacía evidente en las opiniones de conductores y también de algunos peatones. Los conductores los definían como “animales” que generaban accidentes; algunos afirmaban que los peatones no sabían caminar, y otros que era “muy difícil civilizar a toda esta gente”. Esta campaña se desarrollaba en el centro de la ciudad, e imponía una multa de un peso a quienes cruzaran las calles por la mitad de la cuadra o a quienes lo hicieran con el semáforo en rojo. La medida estaba acompañada de una novedosa señalización de la zona peatonal para pasar la calle, sobre todo en los cruces de las calles más concurridas y peligrosas, como la carrera Décima con avenida Jiménez (véase figura 3). En este sentido, se estaban introduciendo señales visuales y estableciendo rutas de circulación que protegían el espacio peatonal frente al imperio de los buses y los carros. De esta forma, el sistema peatonal adquiría dimensiones materiales y espaciales orientadas a la organización de los flujos de movimiento por medio de turnos para circular y según el principio de la prelación temporal de unos sobre otros en su momento correspondiente. Pero había otra particularidad de la campaña que evidencia el papel de la norma como estrategia de producción de un orden y sobre todo de coproducción de la condición subjetiva e híbrida de los peatones. Aunque la multa de un peso debía pagarse de inmediato al policía que la sancionaba, había quienes no tenían el dinero para hacerlo y eran entonces obligados a mantenerse “parqueados” por una hora en el lugar donde habían sido sorprendidos. Las multas y la “inmovilización peatonal” operaban con el sentido del cuerpo como vehículo, pero ante todo extremaban la condición del peatón como un cuerpo móvil, casi una máquina, pero con capacidad reflexiva. El peatón como híbrido móvil era entonces coproducido por sujetos que caminan, la calle, el medio ambiente

290

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 290

15/03/2017 14:14:56


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Figura 3. Peatón sancionado por desobedecer las señales de tránsito. Fuente: Sucesos (1956, diciembre 14).

urbano y los poderes de policía. Se trataba de un transeúnte en la calle sumado a las armaduras que hacían posible su tránsito (andenes, pasos peatonales, semáforos, etcétera), al flujo de los demás transeúntes, al movimiento de los vehículos, a la presencia de obstáculos y a las normas que buscaban regular las relaciones de ese transeúnte con los demás cuerpos, objetos y máquinas circulando. Las sanciones a los transeúntes que no seguían las normas revelan también las tensiones de esta coproducción. El tratamiento normativo de la policía a los peatones era visto como una medida absurda expresada en varios sentidos. De una parte, había incredulidad sobre los derechos de los mismos peatones: “Que el pobre peatón le exija prioridad al chofer? Eso es mucho optimismo!!!”; otros, basados en la experiencia urbana del pasado, confiaban en que las cosas volverían a su curso anterior: “menos mal que dentro de unos días nadie se acuerda de esto”; y finalmente, se revelaba el sentido híbrido del peatón con un tono irónico: “El peatón […] es un hombre primitivo. Apenas comienza a llegarle la luz de la civilización. Afortunadamente pronto tendrá placas y luz de ‘stop’” (Señor peatón, 1956, p. 12). Unos pocos años después, en 1959, la estrategia de las campañas cambió de tono a uno más conciliador y menos centrado en las sanciones, pero se evidenciaba escepticismo frente al tratamiento de los peatones. Las campañas y acciones de la policía buscaban de nuevo darle espacio al peatón en los cruces de las calles más congestionadas y educarlo para protegerse a sí mismo, pero había otros problemas en aquellos lugares donde no llegaba la acción directa de la policía. En muchas calles céntricas

291

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 291

15/03/2017 14:14:57


Óscar Iván Salazar Arenas

de la ciudad seguía siendo casi imposible cruzar la vía sin tomar el riesgo de ser atropellado y había un nuevo obstáculo: además de que al peatón “los vehículos no le [permitían] poner un pie en la calzada, […] los vendedores ‘ambulantes’ [tampoco] lo [dejaban] subir al andén” (¿Hay una campaña…?, 1959, p. 3). La masificación de la ciudad hacía escaso el espacio para la circulación en el centro y los peatones fueron quienes más sufrieron el proceso. El periodista defendía abiertamente el principio de circulación, es decir el peatonalismo, y cuestionaba la reducción del espacio para moverse y circular. Claramente no había una demanda por el espacio para conversar o para la expresión política, sino la preocupación por la escasez de recursos para la función más básica de los andenes, que era el espacio para caminar. De la urbanidad al civismo automovilizado Las fuerzas en tensión que por una parte buscan producir un peatón civilizado a partir del niño-peatón, y por otra les quitan espacio a los caminantes, parecen actuar de manera algo distinta respecto a conductores y automóviles. Aunque la escasez de espacio para la circulación era una circunstancia evidente para cualquier máquina o cuerpo que se movilizara por el centro de la ciudad, el énfasis de las campañas y mensajes dirigidos a los automovilistas apuntaba al problema de la velocidad y la imprudencia al manejar. En contraste con la mirada infantilizadora sobre los peatones, las acciones frente a los conductores los muestran más racionales y adultos, aunque imprudentes, y el énfasis de los mensajes no está tanto sobre su conducta sino sobre la noción que condensa los peligros de conducir, la velocidad: La publicación de campañas orientadas a los conductores con frecuencia estaba unida a la publicidad de empresas relacionadas con las automovilidades como la Esso Colombiana, una industria que producía derivados del petróleo: gasolina, aceites y asfalto para las calles. En una de sus campañas del año 1951 se presentaba una imagen que vinculaba directamente a la muerte con los automóviles [ver figura 4], y llamaba la atención de los conductores, ante todo para controlar la velocidad o conducir a velocidades que pudieran controlar: Diariamente perecen bajo las ruedas hombres, mujeres y niños, no tanto por accidente como por el afán, el descuido y la imprevisión de conductores irresponsables. Un minuto ganado puede significar una vida menos. Una distracción puede arrollar un niño bajo las ruedas de su carro. Extreme las precauciones, aminore la marcha, agudice sus sentidos y esté atento al freno4. (La muerte, 1951, p. 8)

4

El énfasis de las palabras en cursiva es mío.

292

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 292

15/03/2017 14:14:57


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Figura 4. Publicidad de Esso Colombiana. Fuente: Semana (1951, diciembre 1).

En otro mensaje de la misma empresa se presentaba una carta de una madre a un conductor, en la que se hacían evidentes las diferencias del niño-peatón y del conductor como sujetos de las campañas. La carta comenzaba describiendo los sentimientos de amor de la madre hacia su niño para pasar a describir el comportamiento del niño que “puede correr como un ciervo o precipitarse con el atolondramiento de una ardilla”. Al final de la carta, la madre le pide ayuda al conductor para cuidarlo: “Cuando esté cerca de los niños o pase por una escuela, por favor, conduzca usted despacio y con especialísimo cuidado. Recuerde siempre que los niños, sin consciencia del peligro, se lanzan a la calle sin mirar”5. De nuevo se apela a la prudencia, la racionalidad y a la disminución de la velocidad por parte del conductor en un tono de conversación entre adultos. 5

La misma carta apareció publicada dos veces el mismo año en un magazín local de Barranquilla y en la revista Semana, de circulación nacional: “Carta abierta de una madre a un conductor” (Amistad, 1950, septiembre 20; Semana, 1950, diciembre 23).

293

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 293

15/03/2017 14:14:57


Óscar Iván Salazar Arenas

Figura 5. Imagen de la campaña educativa de la oficina de tránsito departamental del Atlántico. Fuente: Barranquilla Gráfica (1964, octubre).

De otra parte, las imágenes crudas de peatones atropellados, la imagen explícita de los accidentes de tránsito, con fotografías de los muertos, heridos y los destrozos de los vehículos se presentaban como elemento persuasivo en artículos o reportajes periodísticos. Sensacionalistas o no, los diarios construían el interés público por advertir y prevenir respecto a los peligros de las automovilidades, como una caja de resonancia de las campañas. Tras un accidente con numerosos muertos o con muertos ilustres, las notas editoriales presentaban argumentos y planteaban soluciones que demandaban la acción de los poderes de policía, ya fuera interviniendo en la construcción o mejora de las vías, en la expedición de nuevos reglamentos, o en la exigencia por mayores controles y vigilancia policial en las calles. La diferencia de enfoque entre las campañas para peatones del periodo de la dictadura y las de finales de la década de los sesenta evidencian un cambio en el tipo de policía que buscaba abrirse paso. Se trataba de la apuesta por una policía menos militarizada en la que tuvieran lugar la prevención, la protección y el cuidado, aunque se mantenía el discurso de tono civilizatorio. En 1968, con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional y la visita del Papa a Bogotá, la alcaldía de Virgilio Barco 294

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 294

15/03/2017 14:14:58


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Figura 6. Imagen de la campaña educativa de la oficina de tránsito departamental del Atlántico. Fuente: Barranquilla Gráfica (1964, octubre).

emprendió una ambiciosa campaña cívica liderada por la acción de divulgación y acercamiento de la policía a los barrios y los vecinos. La policía repartía puerta a puerta folletos ilustrados con el fin de motivar a las personas para “[...] reparar las aceras, enlucir las fachadas, embellecer los antejardines, cerrar los lotes, evitar las basuras, eliminar carteles de los muros, cumplir las normas de tránsito, suprimir los ruidos, reivindicar la cortesía, contribuir a la seguridad y desterrar la incultura” (Toda la Policía, 1968, p. 23). El cambio estratégico de comunicación y acción se hacía evidente en las críticas de algunas personas que veían la necesidad de que la campaña fuera acompañada por una “mano militar” que obligara al cumplimiento de las normas. Alrededor de cien años después de la publicación del manual de urbanidad de Carreño, inicialmente en 1939 y luego en 1949, se adelantaron campañas llamadas “la semana de la cortesía”, en las que se pretendía mejorar el comportamiento de los conductores y sus relaciones con otros conductores, los peatones y la policía, apelando a normas de urbanidad adaptadas al contexto de la calle (Prieto, 2005, p. 35). Vista en perspectiva, la campaña de 1968 compartía el enfoque de las realizadas 20 y 30 años antes dentro del espíritu de la cortesía, pero esta vez involucraba 295

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 295

15/03/2017 14:14:58


Óscar Iván Salazar Arenas

gran cantidad de aspectos sin limitarse al problema del tráfico. En el discurso del comportamiento cívico hay grandes continuidades con las normas de urbanidad, ya que pretenden arraigar el cuidado de sí mismo y el cuidado de los demás como principios de las relaciones con las personas y la ciudad. De allí también su relación complementaria con las normas de tránsito, puesto que apuntaban a la reflexividad de un conductor o de un ciudadano capaz de autoevaluarse para prevenir comportamientos por medio del moldeamiento previo de la conducta. Pero el principio de cortesía se encontraba de frente con una ciudad en expansión, con gran cantidad de migrantes desterrados del campo y en proceso de adaptación, que implicaban nuevos problemas o multiplicaban la dimensión de los ya existentes. En la calle se estaba constituyendo un ambiente de tenacidad y dureza que se resistía al ablandamiento de las relaciones por medio de la cortesía (Pedraza, 2008). Además del cuidado de las formas en las relaciones de interacción por parte del discurso de la cortesía, se revela también la importancia de la materialidad urbana como objeto de cuidado estético: andenes, fachadas, antejardines, lotes, basuras son motivo de atención con el propósito de establecer relaciones y ambientes más amables entre los habitantes y también para los visitantes extranjeros. Con ocasión de la visita del Papa hay una evidente intención de enlucimiento para mostrar la mejor “cara pública” de la ciudad, que pretende minimizar la dimensión vergonzante de los problemas sociales, económicos y de la urbanización acelerada de esos años (Salazar A., 2012). Para ello se apela no solo al moldeamiento de las conductas públicas de las personas, sino también al embellecimiento físico de la calle, que llega al punto de trastocar el orden de las prioridades establecidas desde las técnicas de la planeación y el urbanismo. Me refiero concretamente a la construcción de la avenida 68, que deriva su nombre de su paso por uno de los tramos de la carrera 68 antes de girar y convertirse en la calle 100 en el norte de la ciudad, pero que simbólicamente también concuerda con el año 1968 y la realización del Congreso Eucarístico Internacional. Esta vía se constituyó en una de las avenidas más modernas de Bogotá y, aunque estaba contemplada en los planes viales de la administración del alcalde Jorge Gaitán Cortés (1961-1966), la alcaldía de Barco le dio prioridad por encima de otras que se estaban construyendo o se planeaba construir, dentro de una clara intención estético-política de enlucimiento y producción de una cara pública. Si bien el discurso del civismo comparte con la urbanidad su pretensión de armonizar y suavizar las relaciones y la dimensión estética de su intervención, difiere de esta en los ámbitos de su aplicación y los actores que intervienen. El discurso cívico no pretende la constitución de una sociedad armónica para el mundo privado familiar, sino que basa sus principios de orden en la existencia de unas jerarquías institucionales, ya sean públicas o privadas como las sociedades cívicas, la policía y en el poder del Estado. En esta jerarquización hay sesgos de clase social que no siempre son evidentes, 296

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 296

15/03/2017 14:14:58


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

ya que precisamente se lo presenta como un principio público y como un “deber ser” abstracto e ideal. Pero lo que es claro es que el civismo pretende constituirse como el discurso y la práctica hegemónica para las relaciones en público en las ciudades que se consideran modernas y civilizadas. Para la década de 1960, en Barranquilla el discurso del civismo también pretendía construir una cara pública amable y opuesta a las convicciones colectivas de la existencia de una profunda crisis económica y de la incertidumbre general sobre el futuro de la ciudad. El papel central de las sociedades cívicas se hace evidente en la realización o apoyo a campañas del tránsito, campañas para el embellecimiento y limpieza de la ciudad, campañas para la ampliación del aeropuerto de Soledad, o campañas para contrarrestar la convicción generalizada del estancamiento de la ciudad6. En síntesis, las campañas constituyen prácticas institucionales cuya estrategia consiste en definir sujetos específicos que deben ser educados, moldeados o convencidos para que su conducta y forma de pensar se ajuste o se acerque a una imagen ideal de sujeto civilizado. De acuerdo con el sujeto definido, la estrategia puede ser la del tratamiento infantil para enseñar comportamientos nuevos e incorporar las normas, o sancionar y convencer al adulto para que modifique su conducta. Las campañas tienen siempre una dimensión política que jerarquiza las relaciones del Estado con las personas y define tipos de sujetos móviles en la calle, según los cuales actúa. Las campañas de tránsito evidencian una jerarquización que sitúa a los peatones en un nivel de inferioridad frente a los conductores de vehículos, y que muestra el impulso del proceso de automovilización. No solamente se les estaba desplazando físicamente de la calle por efecto de la creciente competencia por el acceso a los andenes, calzadas, plazas y calles, sino que también las campañas los mostraban como subalternos respecto a los conductores de vehículos y sus máquinas. Finalmente, las campañas y el discurso del civismo siempre tienen una pretensión civilizatoria que entraña continuidades y se apoya en el discurso de la urbanidad del siglo xix, y que se sintetiza en la máxima de la campaña de 1968: “reivindicar la cortesía […] y erradicar la incultura”. La comparación que he propuesto entre las distintas normas no es simplemente un recurso metodológico, ni un anacronismo. Las fuentes son evidentes respecto a la presencia de la cortesía, que en realidad hace parte de un ensamblado moderno en el que las relaciones de

6

Véanse respectivamente: “El tránsito. Un problema que necesita colaboración ciudadana para su pronta solución” (Barranquilla gráfica, 1964); “Campaña por el aseo y embellecimiento de la ciudad” (Barranquilla gráfica, 1966); “El club de leones secunda la campaña para el aeródromo de Soledad, para aviones ‘jets’” (El Heraldo, 1960).

297

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 297

15/03/2017 14:14:58


Óscar Iván Salazar Arenas

la policía con la gente en las calles pasa por las movilidades urbanas junto con los discursos ordenadores del civismo, las normas de tránsito y de policía7.

Orden público, circulación y civismo En este texto he analizado la acción de los poderes de policía a través de las normas de policía y de circulación en Bogotá y Barranquilla —en lo que respecta a las movilidades urbanas y sus relaciones con otros códigos de conducta—, y las campañas como una de las estrategias privilegiadas para la simultánea aplicación y divulgación de los reglamentos. Existen muchos otros ámbitos de la vida cotidiana de una ciudad en los que sería necesario indagar para comprender la complejidad de las relaciones entre las normas y su recepción en la población. Algunas de ellas son las prácticas cotidianas de la misma policía o las interpretaciones y resistencias a esas normas por parte de peatones y conductores en la calle. No obstante, esa lectura desborda los alcances de este texto. Los temas discutidos en este capítulo se sintetizan en dos asuntos que quisiera resaltar y conectar, a manera de síntesis: primero, el principio de circulación constituye una de las bases para la puesta en práctica de la base doctrinaria de la policía, consistente en preservar y asegurar el orden público. Segundo, antes que un proceso lineal o evolutivo de decaimiento de las viejas normas y emergencia de unas nuevas, estamos frente a un proceso de larga duración en el que hay un ensamblaje dinámico, complejo y cambiante de normas y prácticas que incluyen las nuevas y viejas técnicas, las normas de policía, los códigos de tránsito, el discurso de la urbanidad y el discurso del civismo. Estos ensamblados redefinen también la comprensión de las relaciones del cuerpo humano con la materialidad de la ciudad, y en ese proceso se producen igualmente zonas de ambigüedad, discriminación y exclusiones. Primero, el principio doctrinario del orden público se concentra en la vigilancia y control de las movilidades urbanas cotidianas, y establece el estímulo y regulación de la circulación de personas y colectivos en la calle como su base de acción. Los poderes de policía intervienen o vigilan las movilidades urbanas para prevenir el desorden, ya sea estimulando o restringiendo la circulación de personas, vehículos, objetos o información. Este principio se replica en los códigos de tránsito, en los que se observa además un progresivo refinamiento técnico respecto a los recursos materiales para controlar la circulación y sus eventuales interrupciones, y establecer jerarquías de 7

La importancia de estos discursos y sus relaciones en nuestra actual vida urbana se evidencia en políticas públicas recientes que reactualizaron el discurso del civismo y la urbanidad en la noción de “cultura ciudadana” hace poco más de cinco lustros (Londoño Botero, 2007).

298

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 298

15/03/2017 14:14:58


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

cuerpos en movimiento. El peatonalismo es una forma específica del principio de circulación, que muestra la primacía del derecho a circular por encima de cualquier otro derecho. Adicionalmente, la primacía de la circulación constituye un principio estabilizador del ensamblaje de normas, prácticas, discursos, objetos, personas, vehículos, equipamientos, vías y demás que constituyen la ciudad y la vida urbana. De esta forma, las movilidades urbanas se vuelven un foco de atención privilegiado presente en las normas a lo largo del siglo xx. Los cambios en las normas de policía y de tránsito son muestra de un proceso de gubernamentalización de diferentes ámbitos de la vida urbana. De otra parte se presenta la gradual separación y refinamiento de los códigos de tránsito respecto a los viejos códigos de policía, que he detallado en este texto. Pero, por otro lado, el proceso de desaparición de las normas urbanísticas de los códigos de policía se da de la mano de la constitución de nuevas oficinas especializadas en planificación, como los departamentos de urbanismo o las oficinas de los planes reguladores, y de la creación del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte (intra) hacia finales de la década del 60. Estas nuevas instituciones descargaron a la policía de labores que antes dependían de su acción, pero al mismo tiempo demandaron de mayor apoyo y acompañamiento en las dimensiones negativas de la vigilancia y el control8. Segundo, estamos frente al ensamblaje inacabado de las normas de policía, los códigos de tránsito, el discurso de la urbanidad y el discurso del civismo. No hay una secuencia evolutiva que vaya de los manuales de urbanidad a los códigos de policía, sino que ellos coexisten y se complementan en el discurso del civismo, que a su vez no constituye un discurso acabado, ni monolítico ni perfilado. Si bien hay una intención civilizatoria que los conecta, esta es paradójica y combina la cortesía como técnica del cuerpo para incorporar comportamientos con la educación en las técnicas para leer y seguir las normas de tránsito, la capacidad de reflexión de conductores-adultos racionales, y el castigo y vigilancia a niños-peatones. La inestabilidad de este ensamblaje se evidencia en las reiteraciones constantes de las campañas y revela cierta fragilidad frente a la dureza de la ciudad y las máquinas que se han tomado la calle. Aunque esto habría que confrontarlo con la voz de los cronistas y personas que recorrieron esas calles, precisamente la insistencia permanente en el discurso y las campañas permiten pensar en la inversión constante de recursos para asegurar el orden de ciudades visiblemente inmersas en cambios físicos y culturales profundos, por efecto de la migración, la masificación y la expansión urbana. En medio de este panorama, que retaba las formas de sociabilidad de las ciudades burguesas y republicanas que estaban mutando, las campañas dieron continuidad y 8

Respecto al proceso de gubernamentalización y el papel de la policía en dicho proceso, véase la argumentación de Foucault (2006).

299

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 299

15/03/2017 14:14:58


Óscar Iván Salazar Arenas

pusieron en práctica versiones de la cortesía y la urbanidad agenciadas por los poderes de policía. Una pregunta que podría hacerse es ¿por qué se apeló al discurso de la urbanidad o la civilidad al hablar de las movilidades urbanas, si conducir un automóvil o cruzar una avenida con alto tráfico no eran experiencias propias de quienes hicieron los códigos de urbanidad? Recordemos que la urbanidad de Carreño fue publicada originalmente en 1853, cuando el tráfico urbano era de personas, carretas o caballos, y no estaba determinado por las automovilidades del siglo xx. La respuesta que puedo sugerir es bastante parcial, preliminar e hipotética: los discursos de la urbanidad y el civismo se mantuvieron vivos gracias a un proceso de reproducción social agenciado por la escuela y “estaba allí” cuando las campañas buscaron de qué echar mano para dirigirse a la gente y establecer un lenguaje común para sus estrategias de comunicación. Constituían un saber compartido y un discurso de sentido común entre quienes estaban en posiciones de poder y quienes habían pasado por un proceso de escolarización o se esperaba que lo hicieran. Esto ocurría a pesar de que la urbanidad ya había entrado en decadencia y de que el civismo como idealización de un comportamiento altruista con la ciudad se veía cada vez más amenazado por la fuerza del mercado, la masificación urbana y los intereses privados de los empresarios9. El terreno común de la urbanidad brindaba una base de comunicación y el civismo ofrecía la esperanza del cambio de comportamiento de las personas o el cambio de la situación material de la ciudad gracias a los comportamientos civilizados y altruistas de la población.

Referencias Fuentes primarias Asamblea Departamental del Atlántico. (1931, octubre 6). Código de Policía. Ordenanza No. 72. Atlántico Gaceta del Departamento [Barranquilla], 1698 [Número extraordinario], 1-242. Asamblea Departamental del Atlántico. (1932, febrero 29). Ordenanza número 2 de 1932 sobre tránsito. Barranquilla. Campaña por el aseo y embellecimiento de la ciudad. (1966, junio). Barranquilla gráfica, 29. 9

A este respecto, el trabajo clásico de Romero (1999) sobre el desarrollo de las ciudades latinoamericanas y su relación con ideologías e ideas sigue siendo un referente obligado muy sugerente para la interpretación histórica.

300

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 300

15/03/2017 14:14:58


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Carreño, M. A. (1966). Manual de urbanidad y buenas maneras. Bogotá: Librería Voluntad. Carta abierta de una madre a un conductor. (1950, septiembre 20). Amistad, 2. Carta abierta de una madre a un conductor. (1950, diciembre 23). Semana, 25. Concejo Municipal de Bogotá. (1912, noviembre 11). Acuerdo 54 de 1912 reglamentario del tráfico general en la ciudad. Recuperado de: http://www.movilidadbogota.gov. co/?sec=382/ Correo de El Tiempo. (1963, agosto 3). El Tiempo, 29. Cuéllar, J. M. (1933). Código de policía y doctrinas interpretativas. Bogotá: Gobernación del Departamento de Cundinamarca. El club de leones secunda la campaña para el aeródromo de Soledad, para aviones ‘jets’. (1960, agosto 11). El Heraldo, 3. El tránsito. Un problema que necesita colaboración ciudadana para su pronta solución. (1964, octubre). Barranquilla gráfica, 52-53. Flórez Bravo, A. (1946). Apéndice 1o. Cartilla de procedimientos de policía de circulación. En G. Samper Bernal (Ed.), Reglamento de circulación y tránsito de Bogotá (pp. 191-225). Bogotá: Escuela de Policía General Santander. Garzón Muñoz, P. y Morato, J. E. (1962). Código de policía de Cundinamarca. Bogotá: Editorial Temis. Gobernación del Atlántico (1932, marzo 28). Reglamento de tránsito del Departamento del Atlántico. Decreto reglamentario No. 1 de 1932 de la Gobernación del Departamento del Atlántico. Atlántico Gaceta del Departamento [Barranquilla], 1745, 193-200. ¿Hay una campaña de conspiración contra el peatón bogotano? (1959, noviembre 20). Sucesos, 3. La muerte en ruedas. (1951, diciembre 1). Semana, 8. Martínez Rivas, V. (1946). Apéndice 2.° Cartilla ilustrada para educar al niño sobre cómo debe protegerse del peligro. En G. Samper Bernal (Ed.), Reglamento de Circulación y Tránsito de Bogotá (pp. 227-249). Bogotá. Ortega Torres, J. (1965). Código de policía de Cundinamarca y Código de Policía de Bogotá, D.E. Bogotá: Editorial Temis. Presidencia de la República. (1970, agosto 4). Decreto 1344 de 1970. Por el cual se expide el Código Nacional de Tránsito Terrestre. Diario Oficial, 33139. Presidencia de la República. (1970, agosto 4). Decreto 1355 de 1970. Por el cual se dictan normas sobre Policía. Diario Oficial, 33139.

301

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 301

15/03/2017 14:14:58


Óscar Iván Salazar Arenas

Samper Bernal, G. (1946). Reglamento de circulación y tránsito de Bogotá. Bogotá: Centro Inst. Gráfico. Semana de la seguridad del niño del 14 al 19. (1964, septiembre 10). El Tiempo, 30. Señor peatón, “Usted no es la excepción”. (1956, diciembre 14). Sucesos, 12-13. Toda la Policía de Bogotá, en la campaña de ‘Cuando toca, toca’. (1968, junio 23). El Tiempo, 23. Fuentes secundarias Blomley, N. (2011). Rights of Passage: Sidewalks and the Regulation of Public Flow. Londres - Nueva York: Routledge. Castro-Gómez, S. (2009). Tejidos oníricos. Movilidad, capitalismo y biopolítica en Bogotá (1910-1930). Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana. Delgado, M. (1999). El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos. Barcelona: Anagrama. Delgado, M. (2007). Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calles. Barcelona: Anagrama. Foucault, M. (2005). El orden del discurso. Buenos Aires: Tusquets. Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio y población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Goffman, E. (1959). The Presentation of Self in Everyday Life. Nueva York: Anchor Books. Goffman, E. (1964). Behavior in Public Places. Notes on the Social Organization of Gatherings. Nueva York: The Free Press [Kindle]. Jensen, O. (2009). Flows of Meaning, Cultures of Movement - Urban Mobility as Meaningful Everyday Life Practice. Mobilities, 4(1), 139-158. Jensen, O. (2014, marzo 4). Staging Mobilities [Archivo de video]. En Mobile Lives Forum. Recuperado de http://en.forumviesmobiles.org/video/2014/03/04/ staging-mobilities-2213. Latour, B. (2008). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial. Londoño Botero, R. (2007). De la cortesía a la cultura ciudadana. En G. Martin, A. Escovar, M. Martin y M. Goossens (Eds.), Bogotá: el renacer de una ciudad (pp. 131-149). Bogotá: Planeta - Alcaldía de Bogotá.

302

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 302

15/03/2017 14:14:59


Las normas de policía en el ensamblaje de las movilidades urbanas a mediados del siglo xx en Colombia

Ortega Martínez, F. (2012). Acontecimiento y eventualización: debates historiográficos. En M. Hering Torres y A. C. Pérez Benavides (Eds.), Historia cultural desde Colombia. Categorías y debates (pp. 447-480). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Universidad Javeriana - Universidad de los Andes. Pedraza, Z. (1999). En cuerpo y alma: visiones del progreso y la felicidad. Bogotá: Uniandes. Pedraza, Z. (2008). La tenaz suramericana. En S. Castro-Gómez y E. Restrepo (Eds.), Genealogías de la colombianidad. Formaciones discursivas y tecnologías de gobierno en los siglos xix y xx (pp. 172-203). Bogotá: Centro Editorial Javeriano Instituto Pensar. Prieto, L. (2005). La aventura de una vida sin control. Bogotá movilidad y vida urbana 1939-1953 [Trabajo de grado en Sociología]. Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. Romero, J. L. (1999). Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. Salazar A., O. I. (2012). La cara pública y la cara vergonzante. Imágenes de la urbanización de Bogotá en la ciudad fílmica y en la fotografía urbana de mediados del siglo xx. En S. Becerra, Bogotá fílmica. Ensayos sobre cine y patrimonio cultural (pp. 96-121). Bogotá: idartes - Alcaldía Mayor de Bogotá. Saldarriaga Roa, A. (2000). Bogotá siglo xx, arquitectura, urbanismo y vida urbana. Bogotá: Departamento Administrativo de Planeación Distrital. Sheller, M. y Urry, J. (2006). Mobile Cities, Urban Mobilities. En M. Sheller y J. Urry (Eds.), Mobile Technologies of the City (pp. 1-17). Londres - Nueva York: Routledge. Simmel, G. (2001). Las grandes urbes y la vida del espíritu. En El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura (pp. 375-398). Barcelona: Ediciones Península. Strauss, A. y Corbin, J. (2002). Bases de la investigación cualitativa. Técnicas y procedimientos para desarrollar la teoría fundamentada. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. Urry, J. (2007). Mobilities. Cambridge: Polity Press.

303

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 303

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá Ana Marcela Ardila

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 304

15/03/2017 14:14:59


Introducción La relación entre los conceptos de movilidad y espacio público urbano ha sido bastante conturbada. En la mayor parte de los estudios urbanos, estos conceptos aparecen definidos de forma antitética. Se considera, de un lado, que los espacios y las prácticas de movilidad se encuentran determinados por los conceptos de velocidad, eficiencia y seguridad y que estarían reducidos a cumplir la función de permitir el desplazamiento de individuos, bienes y servicios. De otro lado, habría un conjunto de espacios y prácticas de sociabilidad, destinado a promover la convivencia, la civilidad y el encuentro y a favorecer el despliegue de la ciudadanía. Existiría así una oposición entre desplazamiento y permanencia, entre flujos y puntos fijos, entre redes y lugares (Módenes, 2008). Recientemente, esta perspectiva dicotómica ha sido objeto de importantes críticas a partir de la introducción de un conjunto de conceptos y métodos que hacen parte de lo que se ha denominado como el nuevo paradigma de la movilidad o the mobility turn. Autores como John Urry (2007), Tim Cresswell (2006) y Vincent Kaufmann (2002), entre otros, han cuestionado el lugar que ha ocupado el concepto de movilidad en la teoría social y han evidenciado sus implicaciones para la comprensión de la vida urbana en particular. Temas clásicos asociados a la movilidad espacial de la población —entre los cuales podemos incluir el transporte y las migraciones, los fenómenos de difusión de información y nuevas tecnologías—, han sido reformulados a la luz de nuevos conceptos y métodos. En el mismo sentido, han contribuido notoriamente en la redefinición de conceptos sobre la vida urbana como lugar, identidad y sociabilidad, en los cuales el movimiento deja de ser visto como un evento transitorio, vacío y abstracto. La intención de este trabajo es contribuir con los esfuerzos teóricos de superar esta dicotomía, a partir de la identificación de algunas de las articulaciones entre estos dos conceptos: movilidad y espacio público. Queremos proponer que las prácticas urbanas de movilidad no son meras actividades caracterizadas por una relación espacio-tiempo de naturaleza mecánica y funcional, que trascurren entre un origen y un destino, sino

305

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 305

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

que implican el desarrollo de complejas formas de sociabilidad y de apropiación de los espacios urbanos. Para tal fin, consideramos relevante discutir la relación entre estos dos conceptos y proponer algunas herramientas metodológicas para su estudio empírico, basados en investigaciones llevadas a cabo sobre las prácticas, experiencias y representaciones del uso de espacios públicos de Bogotá y Río de Janeiro. Intentaremos mostrar la complejidad de las prácticas de interacción, las preferencias y las representaciones construidas en los espacios públicos usados para el desplazamiento de pasajeros en los sistemas de transporte público, así como también la diversidad de elecciones y representaciones que median los movimientos de los ciudadanos de estas dos urbes latinoamericanas. Para cumplir este objetivo, dividiremos el trabajo en dos partes. En la primera, de naturaleza más teórica, haremos una revisión crítica de la literatura que ha sido desarrollada sobre la relación entre movilidad y espacio público y sus articulaciones con los estudios urbanos. Posteriormente, presentaremos los conceptos de movilidad y los criterios que orientaron el diseño de las investigaciones cuyos resultados discutimos en este trabajo, así como análisis de los datos empíricos. En la segunda, expondremos los resultados de dos estudios realizados en distintos momentos sobre el uso de espacios públicos en Bogotá y en Río de Janeiro, con el fin de observar diferentes formas de sociabilidad construidas en los espacios públicos de movilidad.

Movilidad y sociabilidad: entre el sedentarismo y el nomadismo La experiencia de vivir en la ciudad moderna ha sido retratada en la mayor parte de los estudios urbanos como una nueva forma de vida, que se distingue de las pequeñas ciudades o del campo. La imagen de esta ciudad corresponde a un torbellino de personas, ideas y mercancías que circulan incesantemente. La rapidez, diversidad, inestabilidad y transitoriedad de los intercambios e interacciones entre los individuos modernos parecen distinguirlos de las formas tradicionales de vida, caracterizadas por la permanencia y homogeneidad de las instituciones, la lentitud de las transformaciones y el apego a los valores tradicionales y a los lugares de origen. Es de suponer que la fuerza de esta imagen en el pensamiento académico sobre la ciudad implicaría el evidente desarrollo de un cuerpo conceptual que diera cuenta de este carácter móvil de la sociedad urbana moderna. Sin embargo, al realizar un análisis del papel del concepto de movilidad en este campo de conocimientos, nos enfrentamos a una literatura en la que predomina una visión dicotómica, en la cual se refuerza la idea del movimiento de la población como una actividad meramente funcional, en oposición a la construcción de la vida colectiva que se despliega en los espacios públicos. De un lado, se considera que los espacios públicos son lugares

306

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 306

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

caracterizados por la densidad, riqueza y complejidad de sus determinaciones material, política y social —y por la promoción del encuentro y de la sociabilidad—, mientras que los espacios de movilidad son áreas abstractas, homogéneas y destinadas fundamentalmente al desplazamiento (Módenes, 2008). En términos físicos, podríamos expresar esta dicotomía de manera gráfica, en la oposición entre puntos y flujos o líneas, entre lugares y redes, entre plazas y calles. La morfología de estos espacios tiene consecuencias relevantes en términos de las formas de convivencia construidas cotidianamente. Son frecuentes los estudios que consideran que los tipos de sociabilidad que los individuos crean en los espacios públicos como plazas y parques permiten la permanencia, el encuentro y la apropiación ciudadana; a diferencia de aquellos espacios de circulación, como calles, carreteras o estaciones, en los cuales se propician el anonimato, la despersonalización, la actitud blasé y el cálculo racional. Tanto la configuración física de los espacios, como las formas de sociabilidad están vinculadas también a la construcción de una esfera pública. La decadencia de la sociabilidad y la diversidad está asociada al desaparecimiento de la esfera pública, característica determinante de los espacios públicos. A partir de un breve recorrido por algunos autores claves de la sociología y de la geografía, intentaremos ver cómo se relacionan estas dimensiones.

Desencuentros entre lugares y redes en la construcción de la vida urbana Parece existir un fuerte acuerdo en el carácter funcional de los espacios destinados a la movilidad. Dicho carácter se expresa en la idea de que estos espacios son monofuncionales y construidos especialmente para atender necesidades prácticas de las sociedades; su importancia radica en la capacidad de conexión de lugares. Este acuerdo también abarca las ideas relacionadas con sus consecuencias para la vida urbana, normalmente asociadas a la eficiencia económica, pero con altos costos de exclusión, calidad de vida, segregación, degradación, entre otros. En el trabajo de pensadores clásicos como Marx y Engels esta visión es persistente. Para Marx (2007) y Engels (2008), el concepto de movilidad está vinculado al desarrollo de redes de comunicación que permiten el avance de las fuerzas productivas de la sociedad industrial urbana, y a la disolución de los modos feudales de producción. Las nuevas redes de transporte contribuyeron a la disolución de las fronteras nacionales, la formación de grandes ciudades industriales y la construcción de un vínculo entre diversos espacios, en el marco de la división territorial y social del trabajo. Esta perspectiva permanece en autores más contemporáneos que basan sus propuestas teóricas en el materialismo histórico marxista y que tendrán notable influencia en la literatura especializada. Podemos mencionar los casos de David Harvey (1998), Milton Santos (2002) y Henri Lefebvre (2006), para quienes los cambios

307

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 307

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

generados por el capitalismo —entre los cuales se destaca la producción de redes técnicas de movilidad—, tienen consecuencias en la dinámica socioespacial de las sociedades modernas y especialmente de las contemporáneas, sometidas a los procesos de globalización y al régimen posfordista. Henri Lefebvre (2006) comparte la visión de las redes técnicas propuestas por Harvey y Santos. En su trabajo The Production of Space propone los conceptos de espacio abstracto y espacio diferencial para establecer el carácter de los espacios de movilidad. El espacio abstracto, resultado de las prácticas espaciales de agentes de la planeación, especialmente de técnicos y urbanistas, es instrumental, homogéneo, represivo, orientado fundamentalmente para garantizar la producción de capital, promover la circulación de mercancías y las formas de dominación del poder estatal. La construcción de este tipo de espacios, representados por las redes de transporte, entre otras, implica la alienación de la naturaleza, la destrucción de las relaciones locales y el desconocimiento de las necesidades y valores de los usuarios de los mismos. De las contradicciones del capitalismo y del propio proceso de globalización, surge el espacio diferencial. Este espacio es resultado de los procesos de uso y apropiación de los ciudadanos. Son aquellas áreas de las ciudades que son vividas cotidianamente y reivindicadas a partir de los procesos organizativos de los ciudadanos, para fortalecer los vínculos y las identidades locales. El espacio público en esta visión corresponde al espacio diferencial, en su sentido público genuino y verdadero. Son los espacios de la resistencia, de las utopías y de la contracultura. La postura teórica de Harvey, Santos y Lefebvre también es compartida por autores como Don Mitchell (2003), Sharon Zukin (2008), Andrew Smith y Jonathan Light (1998), entre otros. Preocupados por temas más contemporáneos, como los procesos de globalización y el crecimiento de las grandes metrópolis mundiales, estos autores definen los diferentes medios de transporte, los espacios de la movilidad y los espacios públicos administrados por las grandes corporaciones como los nuevos espacios públicos o semipúblicos. Estos se hallan lejos de contribuir a la construcción de espacios de convivencia y diferenciación, y, por el contrario, promueven la circulación e integración rápida de los individuos y ciudades en los mercados globales, en detrimento de las experiencias del lugar, las identidades locales y la apropiación colectiva. A pesar de que la perspectiva marxista influyó notoriamente en la construcción de este pensamiento dicotómico, no fue la única que promovió la oposición entre flujos y fijos, redes y lugares, espacios abstractos y diferenciales, entre espacios de movilidad y espacios de sociabilidad. Desde una postura bastante diferente, autores como Simmel y algunos de los representantes de la escuela de Chicago, propusieron una visión más compleja de la movilidad que, no obstante, reafirma este carácter dicotómico. Basados en el cuestionamiento al determinismo económico, estos autores intentaron construir una 308

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 308

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

forma de relacionar las transformaciones estructurales de la economía monetaria y la división del trabajo con las prácticas y significados sobre la ciudad y la movilidad (Jensen, 2006). Fue especialmente George Simmel (2005) quien concibió la movilidad desde una perspectiva que supera la dimensión material de la red física de comunicaciones, para entender su papel en las transformaciones subjetivas que son generadas debido al proceso de crecimiento urbano. A partir de categorías espaciales y de la comparación de las metrópolis y las villas, este autor propone que en las ciudades modernas aumenta la distancia social, a pesar de la proximidad física que enfrentan los individuos cotidianamente. El uso de los relojes y una mayor coordinación de las actividades, así como el crecimiento del número de contactos con desconocidos en las calles y el uso de nuevos medios de comunicación, amplían los límites de los movimientos de los urbanitas y los obliga a guardar una mayor reserva y control de sus impulsos y afectividad. La vida urbana modifica la experiencia del espacio y del tiempo, al aumentar los ritmos, la velocidad y la diversidad de la vida social. Como consecuencia, observa en estas ciudades el desarraigo y el aislamiento de los individuos, pero al mismo tiempo, un aumento del margen de libertad y autonomía individual. En este sentido, para Simmel habría también una gran dicotomía entre la experiencia subjetiva de la movilidad y la sociabilidad de los habitantes urbanos. La vida pública en las calles y en los medios de transporte se caracteriza por estar constituida por actividades donde dominan el cálculo, la racionalidad y la primacía de la actitud blasé. En oposición a este carácter reservado, el placer del encuentro con otros, la convivencia y el despliegue del juego de la sociabilidad en su forma lúdica, estaría restringido, en términos de los encuentros y los lugares, a la participación en actividades como la conversación, el coqueteo o el juego (Simmel, 2002). Solo durante los largos viajes de tren, Simmel abre la posibilidad de la conversación, ante la inevitabilidad del contacto prolongado (Jensen, 2006). Esta visión más racionalista y reservada de las relaciones en los diferentes medios de movilidad también atraviesa los trabajos de algunos de los representantes de la sociología urbana de Chicago. Inspirados en Simmel y Durkheim, autores como Park (1999) y Wirth (2007) van a abordar el tema de la movilidad de forma más compleja, pero sin abandonar del todo la oposición entre movilidad y sociabilidad. Para estos dos precursores de la sociología urbana, la movilidad es un fenómeno típico del proceso de expansión de la organización industrial y una consecuencia directa de la monetarización y la división social y territorial del trabajo. Coinciden con Marx y Engels en el papel funcional de los desplazamientos para los lugares de trabajo y las migraciones para la ampliación de los mercados tanto de bienes, como de servicios. Sin embargo, conceden un papel más determinante a los aspectos subjetivos del fenómeno. Para Park, la movilidad puede ser medida no solo por el cambio en la localización, 309

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 309

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

producto del uso de las redes de transporte, sino también por el incremento y diversidad de estímulos a los cuales los habitantes urbanos están sometidos como consecuencia de la influencia de los medios de comunicación y de la densidad de las interacciones en los espacios urbanos. El estudio de la movilidad también incluye aspectos tales como la difusión de conocimientos, noticias, dinero, ideas políticas, estilos de vida, moda o por individuos que optaron por la movilidad como una forma de vida, sin una localización específica. La movilidad tiene por lo tanto una función significativa en la construcción de la vida colectiva, especialmente para la creación de nuevos vínculos con extraños y la conexión de nuevas áreas. Sin embargo, para Park corresponde a un mecanismo que permite preservar las condiciones de localización. La propuesta ecológica de Park otorga mayor centralidad a las áreas sociales naturales, que son los espacios donde se construyen las relaciones más próximas y son los puntos de partida para la locomoción. Esta misma perspectiva de análisis va a ser desarrollada por Louis Wirth (2007). Los dos autores crearán la idea de una comunidad urbana que comparte formas de vida semejantes, como efecto del crecimiento de las ciudades, de la alta densidad y de la fuerte heterogeneidad social y económica. Al igual que Simmel, los dos autores valoran el papel del anonimato y de la superficialidad de los encuentros entre los habitantes urbanos, especialmente en los espacios públicos de las áreas centrales de la ciudad. En la ciudad moderna, dice Wirth, disminuyen los contactos cara a cara y los vínculos tradicionales de familia y vecindad. También se especializan y separan las áreas de trabajo de las residenciales y aumenta la participación de la mujer en los mercados de trabajo. En esta nueva configuración de los estilos de vida, tiene un papel relevante el uso de los medios de comunicación y transporte, pero de nuevo remitidos a la conexión de las diferentes áreas urbanas, con énfasis en su dimensión funcional, más que de sociabilidad o como un objeto específico de análisis. Otra perspectiva bastante influyente en la sociología y en la planeación urbana que discute las relaciones entre movilidad y espacios públicos es la representada por autores como Jane Jacobs (1992), Richard Sennett (2001) y Jordi Borja (1998). Estos autores comparten la visión de la muerte de los espacios públicos en la ciudad moderna, como resultado de la hegemonía del urbanismo moderno y de la planeación regional. Critican esta escuela de urbanismo liderada por Le Corbusier (1989) por sus principios de planeación, entre los cuales se encuentran las zonas especializadas, la suburbanización y construcción de una red de vías de conexión para favorecer la movilidad privada. La aplicación de los principios de esta escuela en los procesos de reconstrucción de la postguerra generó, según estos autores, la creación de ambientes urbanos homogéneos, áreas vacías, calles degradadas, centros depreciados, congestión. Como consecuencia, las ciudades modernas se caracterizan por la

310

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 310

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

pérdida de la dimensión pública y de la ciudadanía y por el aislamiento en las esferas privadas e íntimas. Según Jane Jacobs (1992), en su más reconocido trabajo publicado en los años sesenta, The Death and Life of Great American Cities, para revertir este cuadro de degradación urbana, es necesario transformar las políticas públicas de planeación, aumentar la participación de los ciudadanos en la organización de la vida pública y devolverle a la calle su carácter público. Jacobs plantea la necesidad de promover el cosmopolitismo, la diversidad y mezcla de usos urbanos, la integración de las áreas degradadas y más pobres, y el fortalecimiento de la centralidad de los espacios públicos. El Estado local, como agente orientador del ordenamiento de la ciudad, debe actuar en la construcción de los escenarios adecuados para el desarrollo de la diversidad social y espacial, el aumento del potencial económico y de la competitividad urbana. Desde una perspectiva semejante, Richard Sennett (2001) plantea que el urbanismo moderno creó espacios urbanos basados en una concepción mecanicista, funcionalista y totalizante de la ciudad, con la intención de coordinar de manera masiva y centralizada las estructuras públicas y privadas de la ciudad y las formas de convivencia de la ciudadanía. El urbanismo moderno construye máquinas modernas, monofuncionales, que anulan el espacio para el conflicto y la diversidad. Los suburbios urbanos, las grandes avenidas y las carreteras son los símbolos de una sociedad en la que se perdió la publicidad y el ejercicio de la libertad. La institucionalización del urbanismo moderno como práctica de planeación dominante genera el declive del cosmopolitismo del espacio público, condición indispensable para la convivencia en una sociedad compleja. La movilidad privada, el refugio en la vida doméstica y patrones residenciales que promueven la homogeneidad social disminuyen la capacidad de sociabilidad y aumentan la agorafobia. El cambio de esta tendencia solo es posible a partir de una transformación de las políticas de planeación. El fortalecimiento de los espacios públicos, con áreas de usos diversos, menor control del Estado y mayor densidad serán los ejes de su propuesta de planeación, que posteriormente será retomada por el planeamiento estratégico. El principal representante de esta corriente es Jordi Borja. Este académico y consultor catalán critica también al urbanismo moderno y propone superar los grandes planos de zonificación. A través de proyectos urbanos de revitalización de espacios públicos y redensificación urbana, la planeación estratégica busca reestructurar los tejidos urbanos, superar la segregación socioespacial y fortalecer la ciudadanía y el sentido de lo público. Para Borja es necesario recuperar los lugares y disminuir el peso de los espacios de desplazamiento. Distingue entre espacios urbanos de flujos y los lugares, como espacios de identificación simbólica. Esta distinción entre lugares y espacios para comprender la relación entre espacios públicos y redes de movilidad atraviesa también el análisis de algunos geógrafos 311

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 311

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

y antropólogos. A finales de los años setenta el concepto de lugar en la geografía adquiere un papel central, especialmente vinculado con ideas filosóficas próximas al humanismo y a la fenomenología. Su emergencia está asociada con la crítica a los modelos construidos por la geografía regional y cuantitativa, que se preocupaba por fenómenos asociados a la localización de actividades y la formación de las regiones económicas. Chorley y Haggett (1968), dos de los principales representantes de esta escuela durante los procesos de reconstrucción europea, estudiaron las redes de transporte a partir de los conceptos de mercado y agencia económica para comprender fenómenos como la difusión espacial, y explicar los factores de distancia y los movimientos en la configuración de lugares centrales. A partir de la década del setenta, esta escuela fue fuertemente criticada por los marxistas y por los humanistas. Especialmente estos últimos van a contribuir notoriamente en la construcción de una idea del lugar que valorizó la experiencia subjetiva de los individuos y que terminó por profundizar la oposición entre lugares y redes de movilidad. Autores como Yi-Fu Tuan (2007) y Edward Relph (2008) definen el lugar como resultado de la experiencia ocurrida en la vida cotidiana. El lugar como un espacio heterogéneo que surge a partir de la forma como las personas ordenan su experiencia espacial, representa el mundo vivido, el medio ambiente íntimo de los sujetos, emocionalmente modelado y significado. El lugar supone un sentido de pertenencia, de vínculo de integración. Mientras que el espacio es producto de experiencias no auténticas, de separación, extrañamiento, anonimato, alienación. Es el espacio de los flujos, del movimiento. Esta distinción también permea claramente el trabajo de Marc Augé (2001), quien se interesa por definir los espacios de movilidad. Para este antropólogo, la sobremodernidad, caracterizada por la profundización del capitalismo, de la individualización y de la globalización, deja en segundo plano la creación de espacios para la construcción de identidad, de convivencia y de historia y privilegia la producción de puntos de tránsito temporales dedicados al consumo. Las redes de transporte y las áreas que conectan son definidas como espacios-no lugares, en oposición a los lugares. La morfología de los espacios y la construcción de formas de identidad y apropiación también generan efectos importantes en la constitución de una esfera pública de debate entre los ciudadanos. Para una buena parte de la literatura, la expansión del capitalismo y especialmente la formación de una masa de consumidores, el aumento del papel de las organizaciones burocráticas y el crecimiento de redes técnicas de transporte e información traen como consecuencia la pérdida de los espacios de debate de los asuntos públicos. Para autores como J. Habermas (1986, 2003) y H. Arendt (2007) los espacios públicos son importantes para viabilizar la comunicación y el debate de ideas políticas, éticas y morales entre los ciudadanos en una esfera pública libre. Esta esfera 312

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 312

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

es concebida como un espacio metafórico entre el Estado y el mundo del trabajo, que supone que los individuos pueden trascender los asuntos privados e íntimos, para deliberar sobre las decisiones públicas de interés general y presentar demandas para la construcción de consensos discursivos. En el mismo sentido, para Hannah Arendt esta esfera es producto de un proceso de construcción de la realidad, del debate entre individuos diversos que, libres de la necesidad, tienen la capacidad de ser seres políticos, de juzgar y participar en la deliberación racional de los asuntos colectivos. Desde la perspectiva de Habermas, la esfera pública y los espacios donde este debate es realizado, desaparecieron con el crecimiento de “la democracia de masas industrialmente desarrollada” y el aumento de las atribuciones del poder estatal (Habermas, 1986, p. 128). Estos lugares perdieron su función como espacios de encuentro intersubjetivo y de deliberación crítica. La despolitización de la sociedad, el surgimiento de la sociedad de masas, entre otros fenómenos, trajeron consigo la privatización del debate público, el debilitamiento de la opinión pública y la especialización de las formas de representación y presión política en organizaciones y partidos. El desarrollo de estos procesos estuvo asociado a la emergencia de lo que Habermas denomina “medios de transmisión e influencia” (1986, p. 123). Los periódicos, la radio, la televisión, en su condición de medios masivos, substituyeron los antiguos lugares públicos por sofisticadas técnicas de publicidad, que convirtieron a los ciudadanos en consumidores. Al igual que Habermas, David Harvey también atribuye el debilitamiento de la esfera pública de los espacios públicos a la transformación física de la ciudad, asociada al desarrollo del modo de producción capitalista y al proceso de creación de espacios de movilidad urbana, que convierte a los antes ciudadanos activos y beligerantes, en consumidores pasivos. En su trabajo sobre la renovación urbana de París, durante la era de Haussmann, este geógrafo plantea una relación entre la construcción de bulevares, parques y jardines y el aumento de la velocidad de la circulación de mercancías, el incremento del control militar con la desaparición de la esfera pública. Las calles y callejuelas de la ciudad anterior a la reforma fueron los escenarios de las manifestaciones revolucionarias que sucedieron en Francia entre las décadas de 1830 y 1840. Estas nuevas calles fueron usadas para la exhibición del poder imperial, convirtiendo la ciudad en un espectáculo para ser consumido de forma pasiva por los ciudadanos. Otros teóricos comparten esta misma posición. Son conocidos los trabajos de Don Mitchell (2003), Sharon Zukin (2008), Andrew Smith y Jonathan Light (1998) sobre la desaparición de la esfera pública y los espacios públicos, como resultado de la primacía de los procesos de globalización y sus formas de organización basadas en redes, en detrimento de las experiencias del lugar, de la construcción de identidades locales y del debate colectivo. 313

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 313

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

Podemos decir entonces que esta postura dicotómica alcanzó una posición bastante hegemónica en el ámbito de las ciencias sociales. La movilidad ha sido concebida como el lado contrario del espacio público, su inverso matemático. A pesar de este carácter hegemónico, otras perspectivas han intentado discutir esta visión reducida sobre el movimiento y han planteado nuevos conceptos y métodos. Han evidenciado que la movilidad no puede ser simplemente vista como el desplazamiento de un punto de origen a un destino y que, por el contrario, implica el desarrollo de complejas prácticas, representaciones y experiencias de los individuos.

Los espacios públicos de la movilidad, la construcción de nuevas formas de sociabilidad Desde la perspectiva de los estudios de espacio público y la sociabilidad, la movilidad constituye una actividad funcional y homogénea, normalmente orientada por una racionalidad basada en los principios de costo y beneficio, en la cual los individuos, objetos, ideas, entran en suspensión, desplazándose o desplazando, para alcanzar un fin. El tiempo y el espacio durante el movimiento se comprimen, devienen en continuos mecánicos, homogéneos. Esta visión racionalista y mecánica de la movilidad, que valoraba fundamentalmente las motivaciones económicas como la principal causa del movimiento, orientó también gran parte de los trabajos sobre el tema, tanto en los estudios de los promotores como en los de los detractores del capitalismo. Esta perspectiva fue bastante evidente en los estudios del transporte. Hasta la década del setenta, la mayoría de las investigaciones analizaba los patrones de distribución de las actividades económicas, para identificar lugares de concentración y el papel de las redes técnicas de transporte en el fortalecimiento de la formación de centralidades desde una perspectiva regional. Autores como Ullman (1941), Garrison y Marble (1962) estudiaron factores como la distancia, el tamaño poblacional, las funciones y actividades desarrolladas en las ciudades, la estructura de los mercados y las formas de organización de los gobiernos, para explicar los factores de atracción de los lugares, basados en los modelos de gravitación universal de la física. Las redes de transporte eran concebidas como elementos estructurantes de las regiones y las ciudades, permitiendo la circulación de las mercancías y la formación de mercados (Massot y Orfeuil, 2005) o como articuladores de dos puntos, origen y destino. Sin embargo, progresivamente fueron incorporadas otras variables y fue construyéndose una mirada más compleja de este objeto, a partir de la cual resultó posible entender la diversidad de sus formas, medios y finalidades, así como de sus representaciones y significados para los diferentes agentes. Nuevos enfoques fueron desarrollados para comprender la formación de estas redes. Progresivamente se incorporó el papel de los agentes, tanto en términos de su percepción (Kain, 1968; Wachs, 1979,

314

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 314

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

entre otros), como también los diferenciales en el acceso a los propios sistemas, debido a la posición de los individuos en la estructura de clases, su localización en la ciudad o la tenencia de características consideradas de tipo adscriptivo como la raza o el género. Este tipo de estudios también valora la dimensión espacial urbana de los diferentes lugares para entender las representaciones y prácticas de los agentes en los desplazamientos por la ciudad (Seguí y Petrus, 1991). El papel de los individuos en la movilidad debe especial reconocimiento a una rama de la geografía denominada time geography, propuesta por Torsten Hägerstrand (Thrift, 1977). Este geógrafo sueco propuso modelos para analizar fenómenos de comportamiento de movilidad espacial, a partir de modelos estocásticos, en los cuales se incorpora el papel de los individuos en diferentes situaciones espacio-tiempo. Estudia los movimientos individuales y colectivos a través de la medición de las trayectorias, en las cuales el espacio y el tiempo son concebidos como recursos escasos y crean restricciones para las acciones (Thrift, 1977). El problema de la accesibilidad fue otro de los aspectos centrales en la discusión sobre la movilidad. A través del análisis de las demandas de los servicios de transporte, se identificaron diferencias significativas en las oportunidades y capacidades de los individuos de usar los beneficios de la vida urbana, debido a factores como la localización, pero sobre todo, a características como la raza, la edad o el género (Kaufmann, Bergman y Joye, 2004). Estas investigaciones evidenciaron el papel de la segregación urbana, la discriminación racial, la exclusión de clase y la desigualdad de género como condicionantes de la inmovilidad espacial y social (Cardoso, 2007). Ahora bien, pese a que estos estudios contribuyeron significativamente a la comprensión de los problemas de la movilidad y de su relación con la dimensión socioeconómica de la vida urbana, su alcance en términos teóricos y metodológicos estaba circunscrito a los análisis sobre los diferentes medios de transporte. Otros geógrafos y sociólogos discutieron de forma más amplia no solo las formas de desplazamiento, sino el papel de la movilidad en la teoría social y en la comprensión de la vida urbana en particular. Recientemente, autores como John Urry (2007), Tim Cresswell (2006) y Vincent Kaufmann (2002), entre otros, han propuesto una visión de la sociedad centrada en el concepto de movimiento, en el marco de lo que se ha llamado the mobility turn. Para este grupo de autores, la movilidad no puede ser considerada más como un evento marginal de la sociedad, como una mera actividad funcional y mecánica realizada en un espacio y tiempo homogéneo. Por el contrario, basados en la crítica al sedentarismo (Cresswell, 2011) y a la visión de la sociedad, asimilada a la idea restringida de un territorio nacional (Latour y Zadunaisky, 2008), estos autores construyen un concepto de sociedad entendida como una red de redes que se integran en diferentes escalas de tiempo y espacio, a través de la cual se distribuyen diferentes formas de 315

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 315

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

agenciamiento de humanos y no humanos (Whatmore, 2002). Estas redes articulan una gran multiplicidad de objetos materiales y simbólicos en complejos entramados de relación. Estos objetos, que incluyen individuos, ideas, cosas, se desplazan en diferentes ritmos, velocidades y permiten la construcción intersubjetiva de experiencias, prácticas y significados sobre el espacio y el tiempo (May y Thrift, 2001). En esta nueva visión de la movilidad se critica abiertamente el determinismo económico como causa fundamental para la formación y mantenimiento de las redes, y se introducen nuevas dimensiones que expresan la multiplicidad de formas de vinculación y ejercicio del poder (Féré, 2011; Thrift, 2004). Se introduce el problema de la significación de la movilidad desde la perspectiva de los individuos y desde sus prácticas derivadas de su capacidad de agencia. El movimiento es entendido como un proceso en devenir, siempre inacabado que envuelve narrativas, capacidades, moralidades y estéticas (Cresswell, 2011), y por lo tanto, viabiliza el proceso de creación de nuevas formas de ser en la vida, de múltiples identidades, fluidas y mutables (Módenes, 2008), en oposición a la visión de la sociedad como una estructura de posiciones basadas en identidades rígidas y esencialistas (Massey, 2008). Esta perspectiva deconstruye las clásicas identidades urbanas asociadas a la posición de clase-trabajo; el lugar de habitación-casa y barrio; la posición en el mercado de trabajo-profesión; y pertenencia a una región o a un Estado Nacional (Cresswell, 2006). Se configuran así subjetividades móviles, asociadas a actividades como caminar, ir en bicicleta, usar el transporte colectivo y manejar un carro, las cuales adquieren centralidad y definen buena parte de la experiencia urbana de los habitantes de las ciudades. Las calles, andenes, estaciones y carreteras no solo son vistos como espacios para circular, sino también como escenarios centrales para la construcción de formas de sociabilidad complejas (Jensen, 2006; Thrift, 1996; Whyte, 2009). Ciertamente el concepto de movilidad expuesto en estos estudios es bastante relevante para superar la dicotomía entre espacios públicos y espacios de la movilidad. Varios autores han creado puentes entre estos dos conceptos y ofrecen herramientas para el estudio de las prácticas de sociabilidad en movimiento. Más que una relación de opuestos, constituyen espacialidades diversas que se entrecruzan y configuran redes que son recreadas permanentemente. Este carácter complejo de la movilidad fue precursoramente estudiado por Erving Goffman (1979) en su trabajo sobre las relaciones en los espacios públicos. A partir del concepto de unidad vehicular, este sociólogo americano analiza la complejidad de las convenciones que permiten la construcción de un orden de circulación, en el cual participan diversos agentes que se desconocen íntimamente. En su estudio sobre el orden de interacción construido por los peatones, examina la experiencia de caminar como un ritual corporificado, que implica el aprendizaje 316

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 316

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

de órdenes formales e informales de regulación y el desarrollo de rutinas y capacidad de interpretación y negociación del orden de interacción. Michel de Certeau (2007) también observa en su estudio sobre la invención de lo cotidiano, cómo los espacios se transforman de acuerdo con los pasos dados por los peatones. Caminar no es una actividad localizada, pero sí espacializada, donde las trayectorias móviles configuran las formas de estar en el mundo, de construir las experiencias y las actividades. Caminar cumple las funciones de permitir procesos de apropiación del sistema topográfico del transeúnte, de realización espacial de lugar y la construcción de relaciones entre posiciones diferenciadas, mediadas por contratos pragmáticos. Jensen (2006) en su trabajo sobre la movilidad en la vida cotidiana de las ciudades, también analiza este carácter fluido de las sociedades contemporáneas. Las prácticas de movilidad permiten la creación de formas de identidad y sociabilidad mutables, en las cuales los agentes urbanos mezclan y usan los espacios de la ciudad según sus necesidades y preferencias. A partir del concepto de armaduras o sistemas lineares de movilidad, este autor evidencia el papel de elementos en la ciudad a partir de la canalización de los flujos y de la creación de espacios de interacción y desarrollo de la vida colectiva. Otros trabajos también han destacado la relación entre espacios de movilidad y espacios públicos en la construcción de estrategias de sociabilidad. Paula Jirón (2010, p. 69), por ejemplo, en su reconstrucción a través de métodos etnográficos de las experiencias de movilidad de los pasajeros en Santiago de Chile, identifica la complejidad de usos de los espacios de movilidad, que incluyen socialización, evasión, reflexión, encuentro, negociación y transformación. Matos (2008) analiza el papel del conocimiento en las prácticas de caminar, además de ser una actividad como condición necesaria para el movimiento y para apropiarse de la ciudad. Las consecuencias de esta visión más flexible y compleja de la movilidad para el desarrollo de investigaciones sobre la relación entre formas de movilidad y espacios públicos son bastante elocuentes en términos teóricos y metodológicos. En primer lugar, la movilidad incluye una gran diversidad de movimientos de ideas, objetos y personas que configuran redes de relaciones. En segundo lugar, implica la existencia de varios regímenes de espacio tiempo, que definen diversos ritmos, velocidades y significados, que se articulan en las prácticas de movilidad cotidiana en situaciones específicas del desplazamiento. En tercer lugar, estas prácticas transforman los espacios y al mismo tiempo son modificadas por ellos. Por último, las prácticas configuran redes mediadas por relaciones de poder, que dependen de las posiciones de los diferentes agentes en las situaciones de movimiento.

317

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 317

15/03/2017 14:14:59


Ana Marcela Ardila

Espacios públicos de movilidad en Bogotá y Río de Janeiro Las diferentes contribuciones en el campo de la movilidad nos permiten construir una visión de los espacios públicos más compleja, en la cual es posible superar el ámbito de las actividades de permanencia y apropiación de áreas o puntos, para incorporar un numeroso conjunto de prácticas que también supone el desarrollo de ricas formas de interacción, de significado y creación de identidades en espacios de flujo; así como de ordenamiento de las actividades en los espacios urbanos. En este trabajo intentamos identificar dos tipos de desafíos enfrentados por estos agentes. En primer lugar, analizamos cómo los habitantes de las ciudades usan los espacios públicos de movilidad y contribuyen a la creación de formas de sociabilidad complejas y ricas, en términos de sus significados y prácticas. Para tal fin, nos serviremos del estudio de los espacios de movilidad creados para el sistema de transporte público masivo, Transmilenio, en la ciudad de Bogotá, Colombia. En segundo lugar, estudiamos otra forma de relación entre movilidad y espacio público, relacionada al desplazamiento para el uso de espacios de encuentro y convivencia en la ciudad de Río de Janeiro en Brasil. La construcción de sociabilidades móviles en el espacio urbano, el caso de Transmilenio en Bogotá Moverse en la ciudad plantea desafíos para los diferentes agentes urbanos. Diariamente estos agentes participan de numerosas interacciones en los espacios de movilidad que están mediadas por un complejo sistema de significados, reglas y valores, que se transforman cada vez que cambian los espacios de encuentro, y en las cuales los agentes urbanos despliegan sus capacidades de negociar, lidiar con los conflictos y construir espacios de convivencia. Tal es el caso del uso de espacios públicos vinculados a los sistemas de transporte. Lejos de ser vistos solo como un espacio de circulación, estos espacios implican el desarrollo de diversas formas de sociabilidad, que implican ritmos, velocidades y comportamientos diferentes. Esta observación es especialmente cierta en el caso de los espacios públicos construidos como parte estructurante del sistema de transporte masivo de Bogotá, llamado Transmilenio. Este sistema, popularizado con el nombre de Bus Rapid Transit, fue inaugurado en Bogotá en el año 2000, y se constituyó en un modelo de transporte que ha sido llevado a más de 181 ciudades (Global brt data, 2014). El sistema Transmilenio contempló en su diseño la construcción de carriles exclusivos para buses de alta capacidad, sistemas inteligentes de tráfico, integración tarifaria y la creación de redes de espacios públicos (itdp, 2008). La implantación de andenes, plazas, puentes peatonales, ciclovías, rampas, mobiliario e iluminación ha sido concebida por los agentes públicos como parte de un proyecto

318

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 318

15/03/2017 14:14:59


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

de ciudad orientado a favorecer los usos públicos, restringir el uso del automóvil privado, mejorar el paisajismo de la ciudad, la accesibilidad, la seguridad, la calidad ambiental, entre otros aspectos. Pero además de transformar la operación del transporte, los espacios públicos del sistema han contribuido en la construcción de formas de sociabilidad, que ponen en evidencia el papel de las rutinas diarias de interacción. Durante más de un año observamos y medimos las prácticas de caminar de los peatones que usan los espacios públicos de Transmilenio. Identificamos diferentes rutinas desarrolladas por estos agentes en los espacios públicos del sistema y las contrastamos con las realizadas en los espacios del sistema tradicional de transporte. A partir de este ejercicio comparativo, quisimos establecer si las transformaciones en los contextos espaciales implicaban la construcción de prácticas diferenciadas entre el uso de los espacios de uno y otro sistema, generando la producción de un orden interaccional particular asociado a cada arreglo espacial1. El ejercicio nos sorprendió por la complejidad de las prácticas desarrolladas por estos agentes. A partir del trabajo de observación de los comportamientos, identificamos que la circulación peatonal constituye un proceso diferenciado de otras formas de circulación y no es homogéneo en términos temporales y espaciales. Caminar supone participar de varios momentos interaccionales, en los cuales los peatones despliegan diferentes estrategias de relación con otros agentes y de uso de los espacios. En el análisis de esta práctica Erving Goffman (1979) parte inicialmente del supuesto de la existencia de un orden de circulación, en el cual los individuos, entendidos como unidades vehiculares, establecen límites simbólicos que demarcan velocidades y ritmos diferenciados para garantizar una mayor eficacia. Se supone que el orden de circulación de los vehículos motorizados se homologaría al de los pedestres, de forma tal que el lado derecho del andén correspondería a un ritmo más lento, mientras que la izquierda sería utilizada para adelantar. Pero el carácter flexible del caminar configura un orden bastante diferente de interacción, en el cual se crea un sistema de códigos que permite negociar los motivos prácticos de cada agente. Los peatones no conservan ni una dirección fija, ni necesariamente caminan por las áreas definidas normativamente para este fin. Tampoco mantienen una velocidad homogénea durante el recorrido de un punto de origen 1

Este estudio fue realizado entre los años 2004 y 2007 en los espacios públicos que hacen parte del sistema de transporte masivo de Transmilenio, en la troncal de la Caracas y en las carreras 13 y 10. Seleccionamos el área central, consolidada y de alta densidad, comprendida entre la calle 22 sur y la calle 76. Incluyó el desarrollo de trabajo de campo de observación de rutinas de interacción a lo largo de las avenidas, encuestas de percepción sobre la calidad de los espacios con un tamaño de muestra de 400; además del registro y seguimiento de las rutinas de comportamientos de 400 peatones en cuatro puntos. El margen de error de estos instrumentos fue del 5% y el intervalo de confianza de 95% (Ardila y Gómez, 2008).

319

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 319

15/03/2017 14:15:00


Ana Marcela Ardila

hasta, por ejemplo, acceder al transporte público o ir a un espacio privado. En general, su cuerpo constituye su principal instrumento para comunicarse con otros, para expresar sus intenciones y para lidiar con los conflictos suscitados por las pequeñas, pero complejas decisiones que debe tomar en el tránsito cotidiano por los espacios de movilidad de la ciudad. De forma rápida, pero eficiente, estos peatones deben calcular los momentos y espacios adecuados para poder adelantar a otros, aumentar o disminuir la velocidad, comprar un objeto a un vendedor informal, cambiar de dirección, o simplemente observar un objeto humano o no humano novedoso que llama su atención. Durante los trayectos observados, que no superaban en general los 300 metros de longitud, encontramos que por lo menos el 45% de los 400 peatones observados se involucró en algún tipo de colisión con contacto corporal, 38% estuvo frente a frente con otros peatones que le impidieron el paso y 5% obstruyó con su cuerpo los flujos de circulación de otros transeúntes. La mayor parte de los choques sucede entre peatones, pero también otros agentes como los vendedores ambulantes y objetos de mobiliario tuvieron parte en los eventos. Este escenario de conflicto está lejos de ser una zona de guerra. La frecuencia de estos choques genera también ceremonias o rituales de restablecimiento del orden, en los que los agentes aprenden a desarrollar formas de evasión o evitación del conflicto, generalmente a través de códigos corporales. Es así como por lo menos el 78% realiza fintas o “amagues” con el fin de indicar su intención de negociar la “invasión” del espacio personal de otros participantes de forma transitoria. La relevancia del lenguaje corporal es tan alta, que menos del 1% presentó una disculpa ante un evento conflictivo; en la misma proporción se manifestó algún tipo de queja (2008, p. 113). El tránsito por los espacios públicos no supone solamente el despliegue de habilidades comunicativas. Los peatones aprenden a diferenciar reglas diversas para distinguir los eventos que implica llegar de un punto a otro en el espacio urbano. Como vimos antes, una buena parte del recorrido es utilizado en la circulación en los andenes. Pero también son importantes otros eventos, como el cruce de las avenidas y el acceso a los transportes masivos, en los cuales es necesario leer otros códigos y enfrentar nuevos riesgos. Mientras que las colisiones con otras unidades vehiculares peatonales representan un bajo riesgo y, por lo tanto, las negociaciones tienden a tener mayor flexibilidad, en el caso del cruce de las avenidas, los transeúntes se inclinan por calcular más sus movimientos y las acciones de los otros. Es notable la atención a las regulaciones formales como criterio para definir la situación de interacción y sus expectativas de comportamiento propio y de otros agentes. Más del 71% de los peatones observados cruzó, por ejemplo, en los momentos y espacios definidos para tal fin por los dispositivos de control externo, como los semáforos y las áreas especializadas de cruce peatonal. 320

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 320

15/03/2017 14:15:00


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

No obstante, cruzar la calle no es un comportamiento interiorizado e institucionalizado de reglas que se reproduce en todas las situaciones. Por el contrario, con frecuencia encontramos que los mismos individuos transformaban su comportamiento según los contextos espacio-temporales e interaccionales. Identificamos diferencias significativas en los comportamientos durante el cruce de las avenidas en donde circulaban los buses del sistema Transmilenio y los del sistema tradicional2. En los espacios del sistema masivo con mayor frecuencia los peatones se orientaban por los códigos formales, mientras que en los cruces del transporte tradicional era posible observar negociaciones en relación con los tiempos y espacios del cruce. Por lo menos 36% de los peatones que observamos cruzar las carreras 13 o 10, empleó estrategias como las glosas corporales para pedir a los conductores de automotores disminuir la velocidad y permitir el cruce; fintas para evitar los choques, cambios de ritmo para indicar su intención de evitar conflictos, entre otras. Esta misma situación puede ser observada en lo que respecta al acceso al transporte colectivo. En el caso del sistema Transmilenio, fueron definidos espacios especializados para la espera, en los cuales se incluyen las actividades de compra del pasaje, espera e ingreso al bus. Las estaciones operan como dispositivos especializados que ordenan los flujos de pasajeros. Sin embargo, identificamos negociaciones en los turnos de compra de los pasajes, de ingreso a la estación y frecuentes colisiones en las filas de ingreso a los buses. Empero, en el caso del sistema tradicional de transporte, que operaba antes de la implantación del nuevo sistema integrado de movilidad urbana, los peatones tenían un amplio margen de negociación de los tiempos y espacios de acceso al transporte. Los paraderos eran definidos la mayoría de las veces por medio de códigos corporales para indicar la demanda del servicio. Caminar, en consecuencia, constituye una actividad de alta complejidad en razón de las diferentes situaciones de interacción que enfrentan los individuos urbanos. Sin embargo, no es realizada de forma homogénea por todos los peatones. Preguntamos a los usuarios de los andenes de los dos sistemas de transporte sobre la cantidad de tiempo que utilizaban en estos espacios durante la semana para caminar y para otras actividades de movilidad, tales como andar en bicicleta, manejar carro, usar los buses de transporte colectivo. Los resultados son bastante elocuentes en relación con el uso percibido de estos espacios. Para la mayoría de los entrevistados, estos espacios están destinados a la movilidad en transporte colectivo, tanto del transporte tradicional, como del transporte masivo, percepción que expresa la fuerte especialización funcional de esta área de la ciudad. Otras formas de movilidad fueron mencionadas en menor proporción. Pero 2

De acuerdo con la prueba Fisher de asociación entre variables, el valor P de probabilidad es 0,0003, inferior a 0,1, por lo tanto se acepta la diferencia entre estos valores.

321

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 321

15/03/2017 14:15:00


Ana Marcela Ardila

estos resultados resultan dicientes a la luz del problema de la percepción de las prácticas de movilidad y su visibilidad para los agentes públicos y para los propios ejecutantes. Especialmente nos llama la atención la escasa mención sobre la práctica de caminar. Solamente el 14% de los entrevistados afirmó llevarla a cabo en los espacios públicos objeto de estudio, a pesar de que durante las observaciones era bastante expresiva su realización como una forma de garantizar el acceso al transporte público. Bicicleta; 2% Carro; 1%

Caminar; 14%

Tradicional; 37%

Transmilenio; 46%

Figura 1. Actividades de movilidad en el área de estudio. Fuente: cálculos propios basados en la encuesta de percepción del espacio (2008). Nota: Tamaño de la muestra: 395.

Un análisis más depurado nos permite evidenciar otros aspectos claves del orden de circulación, o por lo menos, de cómo es representado y percibido por quienes lo construyen cotidianamente. De acuerdo con las percepciones de los usuarios, los tiempos de caminata son registrados cuando son más representativos en términos de su duración. Los periodos cortos que permiten el acceso al transporte público son menos mencionados, a pesar de tener lugar, como fue constatado durante las observaciones de comportamientos. Este desconocimiento podría ser interpretado como una construcción social de la práctica de caminar, asociada fundamentalmente como un desplazamiento que implica trayectos más largos, con una finalidad más específica y no orientada a conectar pequeños trayectos comprendidos entre los puntos de origen con los puntos de conexión de los sistemas de movilidad. La escasa visibilidad de esta práctica también podría estar asociada a su valoración en términos de las posiciones de poder de los agentes sociales. La experiencia de caminar está mediada por las formas de producción y distribución del poder y envuelve narrativas, capacidades, moralidades, estéticas (Cresswell, 2006). Autores como Ingold (2004) y Jirón (2010) han puesto en evidencia que la movilidad, entendida como un

322

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 322

15/03/2017 14:15:00


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

recurso, no está distribuida de forma homogénea. Diversas variables pueden configurar accesos diferentes a la capacidad de moverse, que tienen que ver con características tales como el género, la edad o la clase social que pueden incidir en las velocidades, ritmos e inmovilidades. La construcción de la idea de caminar como una actividad asociada a una posición socioeconómica que implica una menor capacidad de gestionar recursos materiales y simbólicos, podría ser plausible si consideramos las características de aquellos que la mencionaron de forma más explícita como una actividad de movilidad. Entre el 14% que manifestó llevarla a cabo, la mayoría corresponde a personas que indicaron ser trabajadores y cuyo nivel de escolaridad y estrato socioeconómico era más bajo3. Es así como el tiempo medio percibido de caminata entre los trabajadores fue de 55,5 minutos por semana, y el de los desempleados, 52,5; mientras que entre los administradores del hogar fue de 15,54 y para los estudiantes de 17,6. En el mismo sentido, las personas con primaria incompleta caminaron en promedio 37 minutos; con primaria completa, 52; seguidos por los de secundaria completa, con 51; en comparación con las personas de universidad incompleta con 25,5 y completa con 8,7. Según el estrato socioeconómico, las medias son superiores para las personas que viven en hogares de estrato uno, con 51; dos, con 47; tres, con 25; cuatro, con 16, y cinco, con 10 minutos por semana. Como experiencia práctica, estos datos nos revelan que caminar no puede ser concebido como una práctica definida solamente por el desplazamiento en términos puramente objetivos, entre un punto de origen y destino. El movimiento corporificado constituye un momento con códigos, representaciones, prácticas y experiencias propias, mediado por las representaciones y por las situaciones de espacio tiempo y de interacción en las cuales se realiza. Es una práctica que integran tanto las dimensiones objetivas, como culturales y sociales en la construcción de un orden de sociabilidad. El desplazamiento y el uso de espacios públicos urbanos en Río de Janeiro, Brasil El estudio de las diferentes formas de desplazamiento ha ganado un espacio bastante reciente en los estudios urbanos. Normalmente los estudios de movilidad analizan lo que tradicionalmente se ha denominado como movilidad pendular, en la medida en que se entiende que las actividades laborales y de reproducción de la fuerza de trabajo en el ámbito familiar constituyen el centro de la vida urbana (Corrêa, 1989). Sin embargo, la incorporación progresiva de la perspectiva de los individuos y los estudios sobre los programas de actividades han permitido poner en evidencia que los 3

Para estimar las diferencias de los tiempos promedios de caminata, realizamos las pruebas eta, con un 95% de confianza y un margen de error de 5%.

323

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 323

15/03/2017 14:15:00


Ana Marcela Ardila

desplazamientos son más complejos e incorporan una variedad más amplia de actividades desarrolladas cotidianamente. Los desplazamientos en las ciudades superan el mero carácter funcional y también están asociados a la realización de actividades de convivencia, encuentro, ocio, manifestación, comercio, acceso y consumo de bienes culturales y artísticos. Estos estudios sobre las preferencias también han permitido comprender que la organización temporal de las actividades, la distancia y preferencias contribuyen con el ordenamiento del espacio urbano y configuran diversas centralidades urbanas o cronotopos, que tienen gran fuerza de atracción para los habitantes de las ciudades (Bazzani et al., 2003). Los agentes urbanos no usan de forma homogénea los espacios públicos de la ciudad y, por el contrario, construyen una red de espacios en la cual se incluyen las áreas más próximas de su lugar de habitación —aquellas de mayor centralidad—, al tiempo que se excluyen zonas de sus trayectos. Tanto el uso como el no uso de los espacios públicos estarían asociados a la profundización de formas de segregación socioespacial en las ciudades, que influyen en la creación de formas de movilidad y de inmovilidad. Para analizar el papel de estas preferencias en la estructuración del espacio urbano y su relación con la movilidad urbana, optamos por realizar un breve ejercicio de investigación con el que pudiéramos determinar la frecuencia percibida de uso de espacios públicos de la ciudad y, posteriormente, establecer su relación con la distancia entre estos y los lugares de habitación. Específicamente, nuestra intención fue identificar, de un lado, si el uso de estos lugares es homogéneo, o si existen algunos con mayor o menor centralidad y, de otro, evaluar si efectivamente la distancia era un factor estructurante en su selección. Optamos por realizar un estudio basado en una metodología cuantitativa, que consistió en la aplicación de entrevistas estandarizadas a habitantes de la ciudad de Río de Janeiro4, en las cuales indagamos por la frecuencia de uso de dieciocho espacios públicos, por medio de una escala tipo Lickert. Estos lugares fueron escogidos previamente por factores tales como su centralidad en la escala metropolitana, por ser objeto de intervención de la Alcaldía en el marco de proyectos de recualificación y renovación urbana, o por ser centros de barrio en diversas regiones de la ciudad. Fueron seleccionados lugares que incluían tanto las áreas de valor patrimonial e histórico, de comercio popular y de recreación, localizadas en el centro de la ciudad; espacios públicos como playas en la zona sur en áreas habitadas por sectores de clases medias y altas; plazas en 4

Este estudio hace parte de una investigación más amplia, que fue presentada como tesis doctoral para el programa de geografía de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Fueron aplicados 200 cuestionarios en 10 barrios de la ciudad de Río, entre los años 2010 y 2011, con un margen de error del 10% y un margen de confianza de 90% (Ardila, 2011).

324

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 324

15/03/2017 14:15:00


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

sectores de clases medias y bajas; además del estadio Maracaná, reconocido nacional e internacionalmente, y el bosque urbano de la Tijuca. Para su selección realizamos algunas entrevistas informales con habitantes de la ciudad sobre los lugares públicos más reconocidos y consultamos también documentos sobre los programas Rio Cidade e Rio Urbe, de la Alcaldía de la ciudad, en los cuales se identificaban las áreas de intervención de la administración en diferentes barrios cariocas (Prefeitura de Rio de Janeiro, 1996). En la tabla 1 describimos las principales características de cada espacio. Los resultados de la encuesta fueron bastante ilustrativos sobre la percepción del uso de estos espacios. En general, la mayoría de los entrevistados afirman que los conoce y los usa, aunque no necesariamente de forma recurrente. Pocos espacios resultaron completamente extraños, especialmente aquellos localizados en las zonas más periféricas, habitadas por sectores de estratos medios y bajos, los cuales son conocidos localmente como las zonas suburbanas. Entre ellos, los menos frecuentados son el Piscinão de Ramos, piscina pública asociada con los sectores más pobres de la ciudad; y las alamedas de Bangú y Campo Grande, que se encuentran a más de 30 km en carro del área central5. Tabla 1. Distribución porcentual del conocimiento y uso de espacios de Río de Janeiro No conoce, no usa

Usa poco

Usa mucho

Lapa (barrio histórico, uso bohemio, principalmente de población joven)

21

61

18

Saara (área de comercio popular)

12

51

38

Plaza xv (plaza central de uso colonial)

9

67

24

Largo da Carioca (plaza colonial renovada)

11

60

28

Campo de Santana (parque en zona periférica del centro)

42

53

5

7

60

33

Lugares públicos según áreas

Áreas centrales

Áreas en estratos altos Alameda de Copacabana (playa de la zona sur de la ciudad, estratos 4 y 5)

5

Para la medición de las distancias, utilizamos el programa de mapas de Google. Este aplicativo permite establecer la distancia entre un punto y otro, según las rutas de transporte. Dado que los datos de transporte público no estaban actualizados, decidimos emplear la información reportada para transporte privado. Véase https://maps.google.com/

325

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 325

15/03/2017 14:15:00


Ana Marcela Ardila

No conoce, no usa

Usa poco

Usa mucho

Laguna Rodrigo de Freitas (área pública de élite)

21

63

16

Playas de Ipanema, Leblon (área pública de élite)

23

53

25

Aterro de Flamengo (área pública en barrio de estratos 3, 4 y 5)

10

69

21

Piscina de Ramos (piscina pública de la zona norte, estratos 1 y 2)

82

17

1

Feria Nordestina en São Cristovão (feria de tradiciones nordestinas)

35

48

17

Alameda de Bangú (zona oeste, estratos 2 y 3)

68

26

6

Alameda de Campo Grande (zona oeste de la ciudad, estratos 2 y 3)

70

16

14

Largo de la Segunda Feira en Haddock Lobo (Tijuca, estratos 3 y 4)

61

33

6

Floresta de la Tijuja (bosque urbano, parque público, área protegida)

42

49

9

Maracaná (estadio)

24

57

19

Lugares públicos según áreas

Áreas de la zona norte (sectores populares)

Áreas renovadas por programa Rio-Ciade

Referentes urbanos

Fuente: Encuesta sobre percepción del espacio público de Río de Janeiro (2011).

Los espacios más usados fueron las áreas centrales de la ciudad, especialmente la zona de comercio popular llamada Saara, Sociedade de Amigos da Rua da Alfândega, en la cual hay una fuerte presencia del comercio informal y de la venta de productos al por mayor. También es relevante el uso de las plazas coloniales, Plaza xv y el Largo da Carioca, y del área de fiesta localizada en la zona periférica, conocida como la Lapa. Sin embargo, es significativo que uno de los espacios más utilizados y de mayor reconocimiento sea la Alameda de Copacabana. Históricamente, este espacio ha convocado a habitantes de todos los barrios, sin distinción, y se ha constituido como la principal área pública de la ciudad por su valor estético, su accesibilidad, la diversidad de actividades y de usuarios. Para Gomes (2001), esta zona constituye uno de los espacios más democráticos de la vida urbana de la ciudad. La percepción del uso de estos espacios evidencia que las preferencias de los agentes urbanos no son homogéneas. Las preferencias individuales, que se materializan

326

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 326

15/03/2017 14:15:00


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

en las prácticas cotidianas de uso de los espacios de la ciudad, contribuyen en la construcción de un orden urbano, en el cual estos espacios se diferencian en términos de su apropiación. Identificamos que existirían así espacios con una escala de uso metropolitana, con mayor centralidad, mientras que otros de escala local atienden fundamentalmente a los habitantes de las regiones aledañas. Mediante el uso de las herramientas de los sistemas de información geográfica, es posible visualizar estas diferencias con base en una clasificación del nivel de centralidad, construida con base en el número de entrevistados que manifestó usar cada uno de estos espacios públicos. Agregamos aquí todos aquellos que dijeron usarlos durante el último año. El análisis espacial reveló dos puntos de centralidad más relevantes: los espacios públicos del área central y las playas de la zona sur, especialmente la de Copacabana.

CONVENCIONES

Centralidades Número usuarios 6-43 44-97 98-133 Regiones admon.

Anchieta

Calçadão Bangú Realengo

Madureira

Calçadão Campo G Santa Cruz

Jacarepaguá Cidade de Deus Guaratiba

Penha

Irajá

Bangu Campo Grande

Ilha do Governador

Pavuna

Barra de Tijuca

Piscinão de Ramos Ramos Ilha do Complexo MaréGovernador do Alemão Inhaúma Portuária Jacarezinho Praça XI Méier Feira Nordestina São Cristovão Saara Maracana Centro Aterro Largo Vila Isabel Flamengo Segunda Rio Comprido Santa Teresa Botafogo Tijuca Copacabana Calçadao Lagoa Copa Ipanema Leblon Lagoa Rocinha

0 2,5 5

10

15

20 Km.

Figura 2. Centralidad de espacios públicos de la ciudad de Río de Janeiro según nivel de uso percibido. Fuente: Encuesta sobre percepción del espacio público de Río de Janeiro (2011).

Sin embargo, el análisis espacial también suscitó otra observación importante. La centralidad no es necesariamente un reflejo del área donde está ubicado y, por el contrario, obedece también al carácter del lugar, su valor social, su configuración y las

327

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 327

15/03/2017 14:15:01


Ana Marcela Ardila

actividades que son desarrolladas cotidianamente. Whyte (2009), por ejemplo, en su estudio de más de quince años de los espacios públicos de la ciudad de Nueva York ha asociado el papel de aspectos como el diseño y la diversidad de actividades y de usuarios como determinantes de su uso y apropiación. En el caso de Río de Janeiro resulta evidente que la dinámica propia de cada lugar puede contribuir en su nivel de centralidad. Así, por ejemplo, el área de Saara mencionada antes fue percibida en mayor grado como la más usada, mientras que una plaza como el Campo de Santana, que está localizada justamente al lado, es poco reconocida. Su uso está asociado a grupos de habitantes de la calle, vendedores informales y desempleados. Un caso semejante corresponde a las playas de la zona sur. A pesar de estar próximas, con menos de tres kilómetros a pie, Copacabana notoriamente obtuvo un grado mayor de centralidad que las playas de Ipanema y Leblón, ubicadas en una zona de mayor estrato socioeconómico. En el siguiente mapa es posible observar de forma más detallada estos diferenciales de centralidad. Jacarezinho Ramos São Feira Nordestina Portuária Cristovão

Méier

Campo de Santana Vila Isabel

Maracana

Saara Praça XI

Centro

Largo da Carioca

Largo Segunda Rio Comprido

CONVENCIONES

Centralidades Número usuarios Santa Teresa

6-43 44-97 98-133

Aterro Flamengo

Botafogo

Regiones admon. Copacabana Lagoa

Tijuca Lagoa Rocinha

Ipanema Leblon

Calçadao Copa

0 0,5 1

2

3

4

Km.

Figura 3. Centralidad de espacios públicos del área central y de la zona sur de la ciudad de Río de Janeiro según nivel de uso percibido. Fuente: Encuesta sobre percepción del espacio público de Río de Janeiro (Ardila, 2011).

328

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 328

15/03/2017 14:15:01


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

El análisis espacial también nos permitió observar que el uso de estos no está asociado directamente con una idea funcional de la movilidad, en la cual se valora fundamentalmente la distancia física6 . Una revisión con mayor detalle de algunas formas de articulación entre lugares públicos y de habitación permite ilustrar este carácter complejo de la movilidad urbana. El primer caso que queremos comentar es el de los habitantes de la Barra de la Tijuca. Esta es una de las áreas de mayor crecimiento, con Índice de Desarrollo Humano (idh) más alto, —cercano a 0,96— y ocupación de sectores medios y altos cariocas en la zona oeste de la ciudad. Los entrevistados que viven en esta área manifestaron usar con frecuencia las playas de la región y los espacios públicos como Copacabana, Ipanema, Leblón, ubicadas a 20 km. Estas playas son símbolos de estatus y distinción, mientras que espacios más próximos, como el Calçadão de Campo Grande, a 12 km de distancia, es prácticamente desconocido. También resulta interesante el hecho de que para los vecinos de la región de Campo Grande, con un idh de 0,81 y localizada a más de 50 km del centro de la ciudad, los espacios públicos del centro histórico y patrimonial, como Plaza xv, Saara y Largo da Carioca, sean bastante relevantes. Otro caso sugerente es el de los habitantes de Catete, uno de los barrios de estratos medios de la ciudad, localizado en la zona sur, y próximo al centro histórico, con un idh del 0,91. Para ellos los espacios del área suburbana de la ciudad son casi invisibles. Prefieren los lugares públicos del área central, la playa localizada en su vecindario y la alameda de Copacabana. La mayoría de sus desplazamientos no superan los 6 km en carro. Por último, queremos destacar el caso de los habitantes de Guadalupe. Los entrevistados de esta región presentaron formas de movilidad mucho más diversas que los de otros barrios comentados anteriormente. A pesar de estar localizados a más de 30 km del centro de la ciudad, manifestaron usar con frecuencia los espacios públicos de la parte histórica. También dijeron conocer en mayor proporción los espacios públicos de la zona oeste de la ciudad, especialmente el Calçadão de Bangú, a 12 km. Son usuarios frecuentes de Copacabana y del Aterro de Flamengo. Su mayor conocimiento y uso de los espacios públicos contrasta con el hecho de tener el menor idh de todos los barrios analizados anteriormente, cercano a 0,81. En esta región habitan principalmente personas de estratos 1, 2 y 3. El análisis de la centralidad de los espacios públicos y de su relación con la distancia en términos de los lugares de habitación, nos sugiere que las prácticas, experiencias y representaciones de los habitantes de la ciudad son más complejas y que no se limitan 6

El análisis de regresión efectuado entre el número de usuarios de cada uno de los dieciocho puntos y la distancia entre los lugares de residencia arrojó como resultado un R cuadrado de 0,076, con un nivel de confianza del 95%.

329

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 329

15/03/2017 14:15:01


Ana Marcela Ardila

necesariamente a factores de orden funcional o instrumental. Para estos urbanitas, los espacios públicos merecen el desplazamiento, a pesar de y no gracias a la distancia. Los usan por su valor simbólico y material, por las posibilidades que brindan para el desarrollo de la vida colectiva, por su riqueza paisajística y por su diversidad social.

Comentarios finales El estudio de la movilidad urbana nos enfrenta con la necesidad de superar la fuerte dicotomía que atraviesa gran parte de los estudios sobre la ciudad. Más que opuestos irremediables, las dinámicas del movimiento y las formas de apropiación de los espacios públicos son fenómenos interdependientes, complementarios, que se articulan en las prácticas y se actualizan permanentemente en la vida cotidiana. No son el resultado de una relación mecánica y puramente funcional; por el contrario, dependen de las propias construcciones subjetivas, de las experiencias de uso del tiempo y del espacio y de las transformaciones técnicas que enfrentamos día a día. También nos permite evidenciar la centralidad y complejidad del movimiento en la vida urbana contemporánea. La movilidad transforma nuestras percepciones de espacio-tiempo, las formas como nos apropiamos de los lugares y construimos vínculos con los otros. También influencia significativamente los procesos de construcción de identidades urbanas, en las cuales gana valor la fluidez de las trayectorias, de las experiencias y prácticas móviles y no solo la permanencia y la apropiación comunitaria. Los espacios de movilidad no son más espacios vacíos, geométricos, técnicos. Los desplazamientos urbanos superan la idea de distancia geométrica e incorporan nuevas variables como su papel en la construcción de formas de sociabilidad urbana, la accesibilidad socioeconómica y la articulación de capacidades para el movimiento; las preferencias, valores y representaciones de los agentes urbanos; el papel de las nuevas tecnologías de información; los cambios en los modos de transporte y la emergencia de formas de movilidad alternativas, entre otros aspectos. Estos espacios son, sobre todo, escenarios vitales en la construcción de la esfera pública urbana. Son espacios de conflicto, de ejercicio del poder y de las desigualdades, pero también de la reivindicación de nuevas formas de ser en la ciudad. Las recientes protestas en Bogotá y Río de Janeiro sobre la calidad de los servicios de los sistemas masivos de movilidad nos alertan acerca de su papel como lugares de manifestación y como objetos políticos en las agendas públicas locales. Pero, fundamentalmente, son espacios para la curiosidad. Nos invitan a preguntarnos por nuevos objetos de investigación; nos permiten comprender mejor cómo es nuestra relación con las nuevas tecnologías, cómo y por qué articulamos diferentes espacios y modos de movernos, cómo nos relacionamos con otros y cómo podemos construir otras formas de vivir y ser en la ciudad.

330

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 330

15/03/2017 14:15:02


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

Referencias Ardila, A. M. (2011). A construção dos espaços públicos em Bogotá e no Rio de Janeiro: uma análise comparada (Tesis de Doctorado). Programa de Pós-gradução en Geografía (ppgg), Universidad Federal de Río de Janeiro, Río de Janeiro. Ardila, A. M. y Gómez, N. (2008). Espacio público y sociabilidad urbana: el caso de la implementación de Transmilenio en la Troncal de la Caracas. Bogotá: Fundación Universitaria Autónoma de Colombia. Arendt, H. y Raposo, R. (2007). A condição humana. Rio de Janeiro: Forense Universitária. Augé, M. (2001). Los “no lugares”: espacios del anonimato: una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa. Bazzani, A., Giorgini, B., Servizi, G. y Turchetti, G. (2003). A Chronotopic Model of Mobility in Urban Spaces. Physica A, 325, 517-530. Borja, J. (1998). Ciudadanía y espacio público. Ambiente y desarrollo, xiv (3), 13-22. Cardoso, L. (2007). Transporte público, acessibilidade urbana e desigualdades socioespaciais na região metropolitana de Belo Horizonte (Tesis de Doctorado en Geociencias). Universidad Federal de Minas Gerais, Bello Horizonte. Certeau, M. de, Giard, L. y Pescador, A. (2007). La invención de lo cotidiano. México: Universidad Iberoamericana. Chorley, R. J. y Haggett, P. (1968). Socio-Economic Models in Geography. Londres: Methuen. Corrêa, R. L. (1989). O espaço urbano. São Paulo: Editora Atica. Cresswell, T. (2006). On the Move: Mobility in the Modern Western World. Nueva York: Routledge. Cresswell, T. (2011). Mobilities I: Catching Up. Progress in Human Geography, 35(4), 550-558. Engels, F., Schumann, B. A. y Paulo Netto, J. (2008). A situação da classe trabalhadora na Inglaterra segundo as observações do autor e fontes autênticas. São Paulo: Boitempo. Féré, C. (2011). Concilier accès à la mobilité pour tous et mobilité durable (Tesis de Doctorado en Géographie, aménagement et urbanisme). Instituto de Urbanismo de Lyon, Lyon. Garrison, W. y Marble, D. (1962). The Structure of Transportation Networks (No. TR62 11). Northwestern Univ Evanston Ill.

331

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 331

15/03/2017 14:15:02


Ana Marcela Ardila

Global brt data. (2014). Brt Data Org. Recuperado de http://www.brtdata.org/#/ location/ Goffman, E. (1979). Relaciones en público: microestudios del orden público. Madrid: Alianza Editorial. Gomes, P. C. da C. (2001). A condição urbana: ensaios de geopolítica da cidade. Río de Janeiro: Bertrand Brasil. Habermas, J. (1986). La esfera de lo público. En F. J. Herrero y F. Galván Díaz (Eds.), Touraine y Habermas: ensayos de teoría social [1a ed.]. Puebla - México, D. F.: Universidad Autónoma de Puebla - Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Habermas, J. (2003). Mudança estrutural da esfera publica: investigações quanto a uma categoria da sociedade burguesa. Río de Janeiro: Tempo Brasileiro. Harvey, D. (1998). Condição pós-moderna: uma pesquisa sobre as origens da mudança cultural. São Paulo: Ed. Loyola. Ingold, T. (2004). Culture on the Ground: The World Perceived Through the Feet. Journal of Material Culture, 9(3), 315-340. itdp. (2008). Manual de brt Bus Rapid Transit: Guia de Planejamento. Brasilia: Ministério das Cidades. Jacobs, J. (1992). The Death and Life of Great American Cities. Nueva York: Vintage Books. Jensen, O. B. (2006). “Facework”, Flow and the City: Simmel, Goffman, and Mobility in the Contemporary City. Mobilities, 1(2), 143-165. Jirón, P. (2010). Mobile Borders in Urban Daily Mobility Practices in Santiago de Chile. International Political Sociology, 4(1), 66-79. Kain, J. (1968). Housing Segregation, Negro Employment and Metropolitan Decentralization. Quarterly Journal of Economics, 82(2), 175-92 Kaufmann, V. (2002). Re-thinking Mobility: Contemporary Sociology. Aldershot: Ashgate. Kaufmann, V., Bergman, M. M. y Joye, D. (2004). Motility: Mobility as Capital. International Journal of Urban and Regional Research, 28(4), 745-756. Latour, B. y Zadunaisky, G. (2008). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial. Le Corbusier, Giraudoux, J. e International Congress for Modern Architecture. (1989). Principios de urbanismo (La Carta de Atenas). Barcelona: Editorial Ariel.

332

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 332

15/03/2017 14:15:02


Sociabilidad en movimiento: el uso de los espacios públicos de la movilidad en Río de Janeiro y Bogotá

Lefèbvre,H.(2006).Aproduçãodoespaço[D.BarrosPereirayS.Martins(Trads.)]. Recuperado de http://www.mom.arq.ufmg.br/mom/arq_interface/1a_aula/A_producao_do_ espaco.pdf/ Light, A. y Smith, N. (1998). The Production of Space: Introduction. En A. Light y N. Smith (Eds.), Philosophy and Geography ii: the Production of Public Space. Lanham: Rowman & Littlefield Publishers. Marx, K., Engels, F., Enderle, R., Schneider, N. y Martorano, L. C. (2007). A ideologia alemã crítica da mais recente filosofia alemã em seus representantes Feuerbach, B. Bauer e Stirner, e do socialismo alemão em seus diferentes profetas. São Paulo: Boitempo. Massey, D. B. (2008). Pelo espaço uma nova política da espacialidade. Río de Janeiro: Bertrand Brasil. Massot, M.-H., y Orfeuil, J.-P. (2005). La mobilité au quotidien, entre choix individuel et production social. Cahiers Internationaux de Sociologie, 81-100. Matos Wunderlich, F. (2008). Walking and Rhythmicity: Sensing Urban Space. Journal of Urban Design, 13(1), 125-139. May, J. y Thrift, N. J. (Eds.). (2001). TimeSpace: Geographies of Temporality. Londres - Nueva York: Routledge. Mitchell, D. (2003). The Right to the City: Social Justice and the Fight for Public Space. Nueva York: Guilford Press. Módenes, J. A. (2008). Spatial Mobility, Inhabitants and Places: Conceptual and Methodological Challenges for Geodemography. Estudios Geográficos, lxix (264). doi:10.3989/egeogr.2008.i264.83 Park, R. E. (1999). La ciudad y otros ensayos de ecología urbana. Barcelona: Ediciones del Serbal. Prefeitura do Rio de Janeiro (1996). Plano Estratégico da Cidade do Rio de Janeiro. Rio Sempre Rio. Rio de Janeiro: Imprensa da cidade. Relph, E. C. (2008). Place and Placelessness. London: Pion. Santos, M., Marques, M. C., Universidade de São Paulo y Editora. (2002). A natureza do espaço: técnica e tempo, razão e emoção. São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo. Seguí, J. y Petrus, J. (1991). Geografía de redes y sistemas de transporte. Madrid: Editorial Síntesis. Sennett, R. (2001). Vida urbana e identidad personal: los usos del orden. Barcelona: Península.

333

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 333

15/03/2017 14:15:02


Ana Marcela Ardila

Simmel, G. (2002). Cuestiones fundamentales de Sociología [1. ed.]. Barcelona: Gedisa Editorial. Simmel, G. (2005). As grandes cidades e a vida do espírito (1903). Mana, 11(2), 577-591. Thrift, N. (1977). An Introduction to Time-Geography. Norwich: Geo Abstracts Ltd. Thrift, N. J. (1996). Spatial Formations. Londres - Thousand Oaks: Sage. Tuan, Y.-F. (2007). Topofilia: un estudio de las percepciones, actitudes y valores sobre el entorno. Barcelona: Melusina. Ullman, E. (1941). A Theory of Location for Cities. American Journal of Sociology, 46(6), 853-864. Urry, J. (2007). Mobilities. Cambridge - Malden: Polity. Wachs, M. y Kumagai, G. (1973). Physical accessibility as a social indicator. SocioEcon. Plan. Sci, 7, 437-456. Whatmore, S. (2002). Hybrid Geographies: Natures, Cultures, Spaces. LondresThousand Oaks: Sage. Whyte, W. H. (2009). City: Rediscovering the Center. Filadelfia: University of Pennsylvania Press. Wirth, L. (2007). O Urbanismo como modo de vida. En A antropologia de grupos urbanos. Petrópolis: Vozes. Zukin, S. (2008). The Cultures of Cities. Oxford: Blackwell.

334

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 334

15/03/2017 14:15:02


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 335

15/03/2017 14:15:02


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales* Candice Vidal e Souza Marcos Fontoura de Oliveira

*

Traducciรณn: Ana Marcela Ardila.

SOCIABILIDAD Y LO Pร BLICO_05.indd 336

15/03/2017 14:15:02


Introducción Las mujeres y su movimiento permitido, posible o limitado en diversos lugares y momentos históricos, configuran una experiencia social que puede ser estudiada por las ciencias que se interesan por las formas y sentidos de las sociabilidades urbanas. Los desplazamientos de las mujeres por los espacios de las ciudades, entre sus casas, vecindarios, escuelas, almacenes, calles y locales de trabajo remunerado, para realizar actividades que implican la interacción con equipamientos urbanos, otros sujetos —especialmente hombres adultos que comparten las ciudades con ellas—, constituyen un tema sociológico que ha ganado visibilidad de forma reciente. Los estudios que consideran la dimensión de género (entendida aquí como relaciones entre hombres y mujeres en un tiempo y lugar determinado) y las diferencias de las prácticas de movilidad de las mujeres, especialmente las que hacen viajes urbanos cotidianamente para cumplir responsabilidades de cuidados de los hijos y de la casa, han proliferado en diversos contextos empíricos (Jirón, 2010; Little et al., 1988; Uteng y Cresswell, 2008). Es posible evidenciar que a pesar de que las mujeres circulan en las ciudades, su movimiento nunca fue totalmente libre, pues ha sido restringido por regulaciones de orden legal, cultural y moral en varios tiempos y sociedades. Intentamos situar algunos datos empíricos dispersos que apuntan hacia el mismo fenómeno: la separación de las mujeres y hombres en relación con las formas de transitar por la ciudad (locales, medios de transporte, horarios), así como también frente a las motivaciones para el movimiento1. En diversas sociedades, las convenciones asociadas a la movilidad de las mujeres en los espacios públicos (calles, plazas, galerías, centros urbanos) y en los espacios de movilidad (bicicletas, buses, metros, taxis, motos y carros) definen criterios específicos imputados al cuerpo femenino. Las justificaciones para mantener la vigilancia y regulación del cuerpo femenino en movimiento fuera del espacio doméstico, pueden ser de orden religioso, social, o relacionadas a derechos especiales, y están 1

Mencionamos la posición de Hjorthol en su estudio sobre los viajes diarios y la movilidad en Noruega entre 1992 y 2005: “While women make more trips for others, men make more trips for themselves” (2008, p. 206, cursivas originales).

337

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 337

15/03/2017 14:15:02


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

asociadas en términos discursivos tanto a la concesión de privilegios por ser consideradas diferentes, como a la protección en relación a ataques sexuales, irrespeto o agresiones variadas de los hombres. Especialmente en relación al uso de las calles y de los transportes colectivos e individuales, el propósito de las reglas es diferenciar espacios, tiempos y modos de utilización exclusivamente femeninos. La mezcla con los hombres en los espacios de movilidad es vista como amenazadora y perturbadora de algún orden convencional relativo a la separación entre los sexos. Sistemas prácticos de separación se articulan con sistemas simbólicos que oponen contaminación y limpieza; suciedad y pureza. La perturbación de las jerarquías entre las cosas que deberían mantenerse separadas provoca la sensación de peligro generada por el desorden. Basados en una lectura inspirada en Mary Douglas (1976) podemos entender las diferentes modalidades de separación de las mujeres en ciudades del mundo, con la intención de preservar un orden simbólico-práctico dado de las relaciones entre hombres y mujeres. El hecho de que la imposición de lugares-tiempos-usos exclusivos para las mujeres sea regulada por reglas religiosas, costumbres o decretos gubernamentales, llama nuestra atención para hechos sociales presentes en sociedades de matrices ideológicas igualitarias-individualistas y jerárquicas-relacionales (Damatta, 1983; Dumont, 1992). Indudablemente, la evidencia de que las mujeres son un grupo social objetivo de políticas especiales para los transportes públicos (como vagones exclusivos en trenes y metros) y para espacios urbanos (andenes, por ejemplo) debe ser comprendida en relación al movimiento masculino libre y sin limitaciones por las ciudades. Es necesario pensar las restricciones y aprobaciones sociales a las prácticas de hombres y mujeres de forma relacional, dado que, desde la óptica de la diferenciación entre sus formas de vivir la ciudad, los dos grupos son considerados como categorías homogéneas por los agentes y discursos en torno a la separación. El tono general de nuestro argumento plantea que las diversas modalidades de distinción de los medios y modos de desplazamiento entre hombres y mujeres retoma la perspectiva de Nancy D. Munn, quien, a partir de su análisis de las sociedades aborígenes australianas, plantea que las prohibiciones espaciales son entendidas como “as a mode of boundary making” (1996, p. 449). En nuestra opinión, cuando la separación se institucionaliza en una sociedad caracterizada por un patrón jerárquico dominante, no se percibe como un evento extraño, a pesar de que los grupos feministas minoritarios reaccionen a las diversas limitaciones impuestas a la vida de las mujeres en las sociedades más tradicionales. Sin embargo, cuando las reglas de separación impuestas restringen la ocupación libre de los espacios por hombres y mujeres en contextos igualitarios, tales situaciones producen diversos constreñimientos, conflictos y reacciones. El debate sobre los vagones específicos para mujeres en ciudades brasileñas y en varias ciudades del mundo expresan las ambigüedades éticas y prácticas de estas medidas restrictivas (Caiafa, 2013; Diniz, 2011). 338

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 338

15/03/2017 14:15:02


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

De esta forma, las fronteras institucionalizadas entre espacios/tiempos para la circulación de las mujeres y hombres pueden ser más o menos naturalizadas, más o menos discutidas. Pero su existencia social es multifacética, fluida en el curso de la acción cotidiana en el amplio espectro de las sociedades del pasado y del presente. Nuestra propuesta en este trabajo es situar la movilidad en sus diferentes dimensiones culturales de género, según las contribuciones más oportunas que identificamos en estudios recientes sobre el tránsito de mujeres en contextos sociales específicos. Por tanto, presentamos algunas perspectivas de movilidad que consideramos más productivas para la comprensión de los hechos concretos de distinción de los espacios y modos de circulación femenina alrededor del mundo, en tiempos pasados y contemporáneos. Ciertamente, la dimensión política de transporte se intensifica en los diversos actos sociales de separación que describiremos a continuación.

Movilidad: sujetos y relaciones sociales en los espacios urbanos La creciente importancia del paradigma de la movilidad, que se ha denominado como mobilites turn, ha contribuido a la intensificación de las investigaciones sobre las diferentes formas de circulación o desplazamiento y las capacidades desiguales que los sujetos sociales y las cosas tienen para transitar en los espacios físicos y sociales. Los trabajos de John Urry (2007), Mimi Sheller (2011), Tim Cresswell (2010a, 2010b, 2012, 2014) y Peter Merriman (2014) sitúan las cuestiones ontológicas, conceptuales y metodológicas pertinentes en medio del trabajo de investigación que enfatiza en las prácticas de los actores sociales y su agencia de movimiento. Tal posición interpretativa significa cuestionar los modelos representacionales del espacio, que atentan contra la vida social que transcurre en bases espaciales definidas previamente. Desde esta perspectiva, el espacio es definido por la práctica del movimiento (realizado efectivamente, imaginado o fracasado). Como propone Alberto Jiménez (2003), se trata de una “redefinición ontológica del concepto de espacio”, que se concentra en lo que las personas realizan. En consecuencia, según este autor: El espacio no es más una categoría o un atributo ontológico dado o fijo, sino que se ha convertido en una propiedad emergente de las relaciones sociales. […] La vida social no puede ser más considerada a partir de su desarrollo a través del espacio, sino con el espacio. Esto significa, espacialmente. El espacio no está más “ahí afuera”, sino que es una condición o una habilidad —una capacidad— de las relaciones sociales. Es lo que las personas realizan, no lo que ellas son.2 (p. 140) 2

En el original: “Space is no longer a category or fixed and given ontological attributes, but a becoming, an emerging property of social relationships. [...] Social life is no longer to be seen as unfolding

339

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 339

15/03/2017 14:15:02


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

La percepción de que el movimiento es un acto individual y social de construcción del espacio puede ser encontrada en los estudios etnográficos de Nancy Munn (1996) y de Vishvajit Pandya (1990). Estos trabajos nos enseñan que la movilidad es una práctica culturalmente significativa no solamente para las personas que participan de las dinámicas de globalización y de aceleración del tránsito de las personas, cosas e informaciones. En estos estudios se presentan las primeras proposiciones relacionadas con la interpretación del movimiento en sociedades no occidentales y de pequeña escala, como los Ongees en las Islas Andaman y las sociedades aborígenes de Australia, bajo una nueva perspectiva interpretativa, que posteriormente reunirá textos y autores de lo que se denominó “teorías no representacionales del espacio”3, desarrolladas sobre todo en la geografía humana. La forma de interpretación que concibe el espacio como estático, con fronteras espaciales fijas y formas relativamente duraderas, en oposición a una perspectiva dinámica del tiempo, implica la construcción de una visión cosificada, que según Nancy Munn “Disuelve la integridad del espacio y del tiempo, para tal fin extrae el sujeto del modelo analítico —el actor situado temporal y espacialmente—, a través del cual y de cuya experiencia emerge la integridad del espacio y del tiempo”4 (1996, p. 465). Esta concepción se aproxima a la investigación de Pandya, quien se inspira en los trabajos anteriores de Nunn, así como también a las etnografías de Alberto Jiménez, en Antofagasta (Chile), y de Paola Jirón en Santiago de Chile. Todos estos trabajos se preocupan por los movimientos y percepciones de sujetos concretos en el curso de las actividades diarias de hombres y, especialmente, de mujeres con sus hijos. Tim Cresswell (2010b, 2012, 2014) apunta que la novedad de los estudios actuales de movilidad, cuyos antecedentes corresponden a los temas migratorios y de transporte, está en el hecho de que “the actual fact of movement” es considerado seriamente. La historicidad de las formas de movilidad es otra dimensión resaltada por Cresswell, por tal razón sugiere que se investiguen las “constelaciones de movilidades”, que pueden ser definidas como:

3

4

through space but with space, that is, spatially. Space is no longer ‘out there’, but a condition or faculty —a capacity— of social relationships. It is what people do, not what they are”. Para una introducción a las teorías no representacionales del espacio y movimiento, ver el capítulo “The promise of non-representational theories” (Anderson y Harrison, 2010). La crítica a las visiones representacionales del espacio cuestiona las visiones que tratan al espacio como territorio, derivadas de la propuesta teórica desarrollada por Durkheim en varios trabajos (Jiménez, 2003). En el original: “Dissolves the integrity of space and time, for it extracts from the analytic model the centering subject —the spatially and temporally situated actor— through whom and in whose experience the integrity of space and time emerges”.

340

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 340

15/03/2017 14:15:02


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

[…] histórica y geográficamente, las formaciones específicas de los movimientos, las narrativas y las prácticas de movilidad, revelan la importancia de una perspectiva histórica que mitigue la abrumadora sensación de novedad en la pesquisa sobre movilidades.5 (2010a, p. 159)

En relación con nuestro tema de estudio, la consideración de estas constelaciones significa describir quién, cómo, cuándo, para qué se desplaza. Construir una cartografía de la práctica del movimiento de las personas situadas en el espacio social, implica realizar estudios más precisos sobre las implicaciones de diferencias de género, edad, clase social, raza, lugar de residencia para los trayectos y las trayectorias6 de los sujetos en las ciudades. Esta visión se ha enriquecido con numerosos estudios recientes, preocupados por las dimensiones del movimiento, como por ejemplo, velocidad, lentitud, inmovilidad, entendidas como prácticas que resultan en la producción de jerarquías cinéticas (Cresswell, 2010b). Establecer las movilidades —capacidades para el movimiento— diversas y desiguales, significa interrogarse sobre las realidades empíricas en términos de preguntas como: ¿Quién se mueve con mayor frecuencia? ¿Quién se mueve más lejos? ¿Quién se mueve más rápido? (Cresswell, 2010b, p. 163). Si acompañamos a las mujeres, especialmente a las que cuidan de sus hijos, podemos observar el carácter particular de las formas de moverse en la ciudad de este grupo, a pesar de las diferencias de clase social y acceso a los medios de transporte. La definición de jerarquías cinéticas, verificadas en tiempos y lugares distintos, es bastante productiva analíticamente para establecer las desigualdades en relación con el alcance y usufructo de servicios y actividades entre las mujeres urbanas, por cierto, un grupo heterogéneo (Tacoli y Satterthwaite, 2013), y entre mujeres y hombres.

Mujeres y su circulación por los espacios urbanos: movimiento, inmovilidad y permanencia Los personajes que salen de sus casas y circulan por las calles de las ciudades, solo de paso o para realizar actividades de trabajo y tiempo libre, son indicadores de pasajes sociológicos particulares. Algunos estudios se dirigen a establecer la presencia/ ausencia o visibilidad/invisibilidad de sujetos en relación con los espacios urbanos, 5

6

En el original: “[…] Historically and geographically specific formations of movements, narratives about mobility and mobile practices, which reveal the importance of an historical perspective that mitigates against an overwhelming sense of newness in mobilities research”. Véase la distinción entre trayecto y trayectoria en el artículo de Pires. Estas nociones son empleadas por el autor para “pensar as maneiras pelas quais se podem imbricar mobilidade espacial e mobilidade social” (2013, pp. 169-170).

341

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 341

15/03/2017 14:15:02


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

en su materialidad (calles, andenes, postes, puertas, plazas) y con otros iguales y diferentes. La sociología de los transeúntes en el centro de São Paulo, cuya presencia fue establecida en relatos biográficos, periódicos y fotografías entre el inicio del siglo xix y el comienzo del siglo xx, se emprendió en el trabajo de Fraya Frehse (2011). Esta autora procura identificar las diferenciaciones de color, género, edad, clase social y nacionalidad, que configuran formas de estar en la ciudad, y sus transformaciones rumbo a la modernidad. ¿Cuándo y dónde están las mujeres en las calles? ¿Con quién andan? ¿Cómo se desplazan? Mujeres de élite se mueven entre las casas y las calles; mujeres de comercio ambulante, así como prostitutas y mujeres marginalizadas, mujeres negras y mujeres pobres, acostumbraban a demorarse en las calles. Hombres de las más diversas ocupaciones y con diferentes estatus transitaban y trabajaban en las calles que se agitaban en la antigua São Paulo. El aspecto notable de este desfile de los modos de comportamiento corporal de los sujetos que circulan por las calles es la moralidad envuelta en los actos y formas de estar en la ciudad: es decir, ponerse en movimiento significa conducirse de acuerdo o en confrontación con normas sociales hegemónicas, situarse como objeto de crítica de otros. Ajustar la lente para las formas de la presencia femenina en las grandes ciudades es una aventura analítica emprendida por la crítica feminista. Elizabeth Wilson (1992) estudió el flâneur invisible de las calles de París. Esta autora describe la nueva escena de la vida urbana en el siglo xix, en la cual la presencia femenina, que ya era evidente en las fábricas, se multiplica ahora en las calles, bulevares, cafés, teatros y almacenes. Siempre objeto de control masculino, tanto en la esfera privada, como en el trabajo o en las calles, las mujeres en este nuevo y desordenado mundo ganan movimiento y fuerza con su presencia. En estas grandes ciudades, las prostitutas ya eran “mujeres públicas” (Wilson, 1992, p. 3). Las mujeres de la clase trabajadora igualmente tenían acceso a las calles, a pesar de ser moralmente controlado. Sin embargo, en los tiempos modernos, otras mujeres (sin dueño, como dice Wilson) se tornan presentes “A pesar de que la clase dominante masculina hizo todo lo posible para restringir el movimiento de las mujeres en las ciudades, resultó imposible desterrarlas de los espacios públicos. Las mujeres siguieron llenando los centros de las ciudades y los distritos industriales”7 (Wilson, 1992, p. 3). Entre este grupo, las mujeres jóvenes casaderas, menores de treinta años serían las más vigiladas, mientras que las casadas, amas de llaves o señoras empleadas tenían un poco más de libertad. En oposición a los hombres burgueses, que eran libres para explorar lo que Wilson llama zonas urbanas de 7

En el original: “Although the male ruling class did all it could to restrict the movement of women in cities, it proved impossible to banish them from public spaces. Women continued to crowd into the city centers and the factory districts”.

342

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 342

15/03/2017 14:15:02


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

ocio (restaurantes, teatros, cafés, burdeles). La pregunta de la autora sobre cómo las mujeres experimentaban el espacio urbano del siglo xix continúa siendo pertinente para comprender la situación de las mujeres en las ciudades más diversas. Los esfuerzos analíticos realizados en esta dirección, que enfatizan en los desplazamientos cotidianos y los recorridos, han sido atribuidos por varios autores contemporáneos a la geografía feminista. Tim Cresswell afirma perentoriamente que “No ha habido un grupo más atento a la variedad de experiencias y a las dinámicas de poder que ofrece la movilidad que las geógrafas feministas. Fueron ellas las que hicieron del análisis de los patrones cotidianos de movilidad un elemento central de sus preocupaciones y del interés más amplio de la disciplina” (2010b, p. 554)8. La colección titulada Women in Cities: Gender & the Urban Environment (1988), presenta discusiones de las investigadoras británicas que organizan, de forma pionera, resultados en el campo de conocimiento de lo urbano. La siguiente afirmación pone en evidencia el tono analítico de su propuesta: “Durante el siglo xx en la Gran Bretaña, por ejemplo, hemos sido testigos no solamente de la separación social entre el hogar y el trabajo, el trabajo reproductivo y el asalariado, entre las esferas públicas y privadas, sino también, y de forma creciente, entre los patrones de actividad diaria de hombres y mujeres”9 (Little et al., 1988, p. 2). Proponemos aquí, basados en investigaciones etnográficas de otros autores y de informaciones reunidas sobre las evidencias de separación de los espacios de movilidad de hombres y mujeres, que existen separaciones obligatorias en las políticas de movilidad, convenciones construidas por tradiciones o por separaciones “estratégicas”, que surgen como respuesta a las diversas restricciones que las mujeres sufren cuando quieren, pueden y/o necesitan desplazarse por las ciudades. Para este último tipo de separación, algunos estudios han evidenciado el efecto conocido como túnel10, que se deriva del confinamiento de los recorridos del movimiento, vivido por diversos grupos urbanos en su movilidad cotidiana. Las mujeres 8

9

10

En el original: “No group has been more attentive to the variety of mobile experiences and the power dynamics afforded by mobility than feminist geographers. It was feminists who made the analysis of daily mobility patterns central to their concerns and the concerns of the wider discipline”. En el original: “In twentieth-century Britain, for example, we have witnessed not only a social separation between home and work, domestic and waged labor, public and private spheres, and, increasingly, between the daily activity patterns of men and women”. Cresswell usa la denominación “tunneling effects”, para identificar que “one of the effects of tunneling is to produce new enclaves of immobility within the city” (2010b, p. 167). Jirón (2010, p. 68) identifica los “horizontal-like tunnels”, a través de los cuales los transeúntes pueden circular y socializar, y que se producen como consecuencia de los efectos restrictivos de los recorridos, velocidades, tempos, formas, medios y destinos específicos para ciertos grupos sociales (mujeres, personas de la tercera edad, niños, ricos, jóvenes).

343

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 343

15/03/2017 14:15:02


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

(y algunos hombres) que cuidan de los niños viven en una condición de confinamiento a lugares determinados, pues, según algunas investigaciones, tienden a simplificar los trayectos posibles frente a la dificultad de uso del transporte público con los niños en horas pico, a la localización dispersa de los servicios de educación, salud y compras domésticas y a las rutinas de los quehaceres domésticos. Con estas limitaciones temporales y espaciales del desplazamiento, son creadas diversas soluciones para cumplir con los compromisos diarios, como por ejemplo, desistir de usar los servicios de transporte y caminar11 entre distancias próximas, recurrir al transporte público solo en los horarios en que los buses están menos llenos, o como lo hacen las mujeres con mayores recursos, utilizar el carro (particular o el taxi) para cumplir sus actividades de cuidado familiar y trabajo remunerado12. Estas restricciones que afectan bastante a las mujeres traen como consecuencia la limitación de sus espacios de movilidad, inclusive en relación con la búsqueda de empleos más próximos de sus residencias o de la escuela de los hijos para realizar los viajes en los tiempos escasos de los cuales disponen durante el día, o para coordinar todas las actividades regulares o imprevistas13. El producto de las experiencias de las mujeres con sus hijos es una especie de confinamiento espacial, vivido especialmente por mujeres más pobres, cuya estrategia más común sería la inmovilidad o la limitación de salir, con excepción de los casos de necesidad eminente, confinando a estos grupos a los espacios de vecindad (Jirón, 2010, p. 72). La autora analiza otras razones, además de la dificultad de viajar con niños, para la selección de los caminos que son recorridos en las ciudades: sentirse fuera del lugar en ambientes nuevos, frecuentados por grupos de extraños, problemas de sobrecarga del tránsito, sentimiento de encarcelamiento e inseguridad (Jirón, 2010). Los riesgos para la movilidad femenina son especialmente críticos y limitan su posibilidad de disfrutar de la ciudad y expandir sus mundos de circulación. En Brasil, es común la expresión —moralmente positiva para quien habla, independientemente de si es hombre o mujer—, de que alguien vive de la casa para el trabajo y evita su exposición

Sobre los constantes desplazamientos femeninos a pie, en áreas rurales o en las periferias urbanas con poco acceso a los servicios y transporte, Murray observa que “mothers used their bodies as a means to bridge the gap between responsibilities and resources” (2008, p. 57, citando a Bostock). 12 Para las formas de uso del automóvil particular en diversos países, véanse Little et al. (1988) y Uteng y Cresswell (2008). 13 El trabajo de Nite Tanzarn en Uganda presenta los trechos diarios de movilidad de mujeres que narran sus trayectos por la ciudad, recurriendo a diversos modos de transporte y sujetas a las limitaciones de género, principalmente a las actitudes de los maridos. La resolución de imprevistos como llevar los hijos al hospital compromete todavía más la gestión de los tiempos y formas de movimiento de muchas mujeres. Véase Tanzarn (2008, pp. 163-167). 11

344

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 344

15/03/2017 14:15:02


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

a los peligros potenciales de deambular por la ciudad (Pires, 2013). Se trata de una forma popular de describir el efecto túnel que comentamos arriba. Los cálculos complejos envueltos en la movilidad femenina (o de otros grupos que también perciben riesgos urbanos) en relación al día, la hora, el modo de desplazamiento, el lugar donde se sienta en el bus o en el metro, las combinaciones con taxistas y mototaxistas conocidos, etc., son operados en contextos sociales que exigen su desplazamiento e iniciativas —las culturas de las maternidades contemporáneas14, por ejemplo— y, al mismo tiempo, presentan varias restricciones de orden social, cultural, tecnológico, de infraestructura, política y financiera (Cresswell y Uteng, 2008) para su cumplimiento. Por estas razones, una perspectiva de género sobre las movilidades nos lleva a observar los viajes potenciales que no fueron realizados, relevando una baja movilidad de las mujeres en circunstancias socioeconómicas específicas. Dado que hay otros tipos de impedimentos o dificultades para los desplazamientos particulares en un tiempo y lugar, es necesario pensar en las formas de moverse vividas por las mujeres de varias edades, clases, razas, que por su condición de mujeres, las diferencian del grupo contraste de hombres. Veamos ahora las invenciones multiformes de la separación.

Registros de la separación entre hombres y mujeres: transportes públicos y espacios de circulación15 La circulación de las mujeres en las ciudades, de forma diferente de la de los hombres, ha sido registrada en diferentes lugares del mundo y en relación con diversos modos de transporte. Estos modos incluyen tanto los medios individuales y colectivos, los privados y los públicos, los motorizados y los no motorizados. Geográficamente, la identificación de los aspectos peculiares de la movilidad urbana, considerando como objeto de investigación a las mujeres, también ha tenido un amplio desarrollo. Los registros utilizados aquí se refieren a más de treinta países, localizados en los cinco continentes. Las informaciones son variadas y dispares y van desde las líneas de bus

14

15

De acuerdo con Murray (2008), las inversiones contemporáneas que las familias realizan en los niños genera una hípermovilidad de muchas madres, pertenecientes a grupos de clase media blanca, que pretenden cumplir en términos de los ideales actuales de ser buenas madres, los cuales pueden sintetizarse en la expresión intensive mothering. Estos registros se recogieron entre 2009 y 2014, en el marco de la elaboración de la tesis de doctorado sobre la política de movilidad urbana en Bello Horizonte (Oliveira, 2014). Cada información fue codificada por tema para su posterior análisis. Este acervo posee más de cinco mil registros sobre movilidad urbana en general, 131 de los cuales fueron catalogados con el código de “mujeres y movilidad” y fueron utilizados aquí.

345

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 345

15/03/2017 14:15:02


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

de Israel y los Estados Unidos, un desfile anual de vehículos y personas en Nueva Zelandia, pasando por estacionamientos en Alemania, China y Corea del Sur. En Jerusalén, los israelitas seculares se manifestaron en contra de lo que se denomina como “opresión religiosa de los judíos ultraortodoxos” en algunas líneas de buses: en ellas las mujeres solo pueden sentarse en la parte de atrás, dejando la parte del frente para uso exclusivamente de los hombres (Lappin, 2010; uol, 2010). En la pequeña ciudad de Monroe, una comunidad judía ultraortodoxa, se mantienen estas costumbres sin que se susciten grandes protestas: en el interior de los buses que llevan a sus habitantes diariamente a Nueva York, una cortina impide que se crucen las miradas de los hombres y mujeres que se sientan en lados opuestos (Levin, 2011). En el otro extremo, tenemos el registro de un evento realizado anualmente en Auckland, la ciudad más grande de Nueva Zelandia: las mujeres montadas en motocicletas y carros abiertos, e inclusive dentro de los buses, desfilan en la Queen Street, mostrando sus senos a los transeúntes, en el prestigioso carnaval de Boobs on Bikes (Crow, 2015). A pesar de las diferencias culturales, en algunas ciudades han sido implantadas medidas de movilidad muy semejantes en la forma. Con el argumento de que las mujeres necesitan de mayor espacio para estacionar que los hombres, pues supuestamente tendrían más dificultad para realizar las maniobras y diferencias en las nociones de distancia, en la ciudad alemana de Triberg y en la china, Shijiazhuang, fueron implementados espacios de estacionamiento separados para conductores hombres y mujeres (Enger, 2012; Un Parking pour, 2010). En Seúl, por su lado, basados en el criterio de que las mujeres deben caminar menos que los hombres para estacionar, se reservaron miles de estacionamientos exclusivos para ellas. La medida tiene supuestamente como objetivo “eliminar los inconvenientes, la ansiedad y la incomodidad que afectan diariamente a las mujeres” en la capital surcoreana (Zaragovia, 2005). Entre los registros de nuestro acervo, la gran mayoría se refiere a los acontecimientos que envuelven, o por lo menos tienen la intención, de separar hombres de mujeres en la movilidad urbana. En cada uno de los ejemplos que utilizaremos a continuación, es posible evidenciar un presupuesto implícito de que los hombres y las mujeres serían dos categorías únicas y homogéneas de seres humanos, que no podrían compartir determinados lugares y servicios urbanos. Las soluciones adoptadas, con el argumento de protección de las mujeres, se configuran como prohibiciones impuestas a este grupo, dado que los espacios que estarían protegidos representan en términos cuantitativos menos que los demás espacios liberados a los hombres. Las prácticas de separación de los usuarios basados en las divisiones de género —masculino / femenino—, presentan problemas no previstos por los creadores de las medidas. Un aviso puesto en las manifestaciones recientes

346

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 346

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

realizadas en São Paulo contra la segregación en el metro paulistano pregunta: “¿Dónde van las minorías trans? ¿En la carrilera?” (Facebook, 2014, julio 22). Veamos ahora el ejemplo de la bicicleta, que es el modo de transporte individual, no motorizado, antiguo y de bajo costo, que cualquier persona con mínimas condiciones físicas para tal actividad puede utilizar sin gran dificultad. Desde el siglo xix las feministas defienden el uso de la bicicleta con actos y palabras y algunas de sus frases entraron en la historia. La estadounidense Susan Anthony (1810-1906) afirmó que: “Ella [la bicicleta] ha contribuido más para emancipar a las mujeres, que cualquier cosa en el mundo”. María Pognon (1844-1925), presidente de la Liga Francesa de los Derechos de la Mujer, por su lado, considera que la bicicleta es “igualitaria y niveladora” y ayuda a “liberar nuestro sexo” (en Andradde de Melo y Schetino, 2010). La feminista estadounidense Elizabeth Staton (1815-1902) compara el derecho de pedalear con el de votar, al afirmar que “La mujer está pedaleando en dirección al sufragio” (en Andradde de Melo y Schetino, 2010). Creemos que hoy podemos afirmar que si el derecho a la movilidad se confunde con el derecho a la ciudad, el derecho de las mujeres a la movilidad se confunde con el derecho a la igualdad de oportunidades para tener derecho a la ciudad. A pesar de las conquistas de las mujeres en relación al uso de la bicicleta, no se puede decir que esta situación es generalizada en todo el planeta. Las restricciones a las mujeres para usar este vehículo en algunos países son impuestas conjuntamente con los impedimentos de conducir vehículos motorizados. En ambos modos de transporte lo que parece incomodar a las sociedades locales es el hecho de que las mujeres no dependan de un hombre para la locomoción. Las prohibiciones son de orden legal o cultural. Con base en la afirmación de que las mujeres ya han provocado muchos accidentes en Pyongyang, se les prohibió usar bicicletas y manejar vehículos motorizados en toda la capital de Corea del Norte. Paradójicamente, a pesar de que la capital norcoreana tiene una de las más pequeñas flotas de automóviles del mundo, los pocos turistas que la visitan se encantan por las “mujeres-semáforos”. Bien vestidas, ellas permanecen en los cruces considerados más estratégicos de la capital, inclusive en los momentos de poco tránsito. Ellas solo dejan sus puestos en la noche, cuando son sustituidas por los hombres y en días lluviosos o de calor intenso, cuando son encendidos los semáforos eléctricos (Rangel, 2010). En Arabia Saudita la situación no es mejor que en Corea del Norte. En 2011, presionado por sectores menos conservadores de la sociedad, el rey Abdalah aprobó “de forma condicionada” el derecho a las mujeres de andar en bicicleta (Arábia Saudita lança, 2013). En este país, donde las mujeres necesitan de autorización masculina para viajar, estudiar, abrir cuentas bancarias y hasta para recibir atención médica, solo falta saber sobre qué condiciones la burocracia saudita tendría permitido el uso de este vehículo. 347

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 347

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Este país, sin embargo, parece ir en contravía: según lo que constatamos, se trata del único país del mundo en el cual cualquier mujer, inclusive las extranjeras o de paso por el reino, tiene prohibido conducir vehículos. Este carácter singular ha provocado reacciones por parte de organizaciones feministas. Ellas crearon el movimiento Women2Drive y utilizan frases como “I support saudi women to drive” y “She has the right to drive”. Las mujeres sauditas que se convirtieron en símbolos del movimiento, enfrentando esta prohibición, son Manal Al-Sharif y Shaima Jastaina. Una de ellas publicó en internet un video en el cual aparece manejando en los alrededores de Alkhobare y la otra fue hallada in fraganti conduciendo un automóvil en Jeddah (Emanhashim, 2011; Jones, 2011). Otro país donde la interdicción a las mujeres para manejar ha sido discutida de forma lenta y gradual es Afganistán durante la era postalibán. Inmediatamente después de la caída del régimen, Shakila Naderi se quitó la burka y le pidió al marido que le enseñase a conducir. Después de esto, ella creó una escuela de conducción en Cabul para enseñar a otras mujeres y acceder a sus licencias. Esta tarea no ha sido nada fácil, a pesar de que no hay prohibiciones legales. “Cuando ella está manejando, ellos [los hombres] intentan sacar el carro del carril. Muchas veces, Shakila tiene que realizar maniobras peligrosas” (Karam, 2012). Esta situación evidencia el arduo camino que todavía debe ser recorrido por las mujeres sauditas cuando termine —si termina— dicha prohibición legal. Antes de pasar a los modos de transporte colectivo, es conveniente realizar un breve panorama de la segregación en el modo de transporte más utilizado en todo el mundo: caminar. Este modo corresponde, en el caso brasileño, al 36,8% de los viajes diarios (antp, 2012, p. 5). La segregación de las mujeres en los andenes y bulevares es rara en los días de hoy; sin embargo, el acceso de este grupo a las calles de forma libre y sin compañía no siempre fue tan corriente en Brasil. Es lo que nos cuenta Gilberto Freyre: “a mulher, quando saía de casa, era quase sempre de serpentina, de palanquim, de liteira, de carro de boi” (Freyre, 2002, p. 813, cursiva nuestra). En Río de Janeiro, durante el siglo xix, “[...] as senhoras brasileiras usavam sapatos de seda extremamente delicados. Postos em contato, mesmo breve, com as calçadas ásperas, rompiam-se facilmente [...]” (Freyre, 2002, p. 1162, cursiva nuestra). Vale la pena destacar que, en ese momento, “Se o costume não impedisse às senhoras passear nas ruas, dificilmente poderiam dedicar-se a esse exercício com qualquer conforto” (Ewbank en Damatta, 2010, p. 18). El uso de las calles y andenes para caminar puede ser ilustrado por dos situaciones extremas, que nos llegan por las noticias de Suecia, Alemania e Israel. En ciudades de los tres países se están empleando señales de tránsito y mensajes con motivaciones opuestas al mismo tiempo: segregar a las mujeres y divulgar la igualdad de sus derechos. 348

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 348

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

En todo el mundo, los semáforos que indican a los peatones que pueden avanzar o parar cuando pretenden cruzar la calle, utilizan los mismos colores “verde” y “rojo”, que son también los usados para orientar a los conductores. En muchas ciudades, se acostumbra a asociar estos colores a una figura humana estilizada que está “caminando” o “detenida”. Sin embargo, podemos preguntarnos ¿por qué la figura estilizada en los semáforos para peatones es siempre la de un hombre? En la ciudad sueca de Mariestad el gobierno local decidió instalar en los semáforos para peatones, además de la figura masculina, una figura que es típicamente femenina (Luzes, 2011, p. 13). En Alemania, la silueta de un hombre con sombrero (el Ampelmännchen), típica en los semáforos para peatones en la antigua Alemania Oriental, ya fue sustituida por siluetas femeninas en algunos lugares en las ciudades de Zwickau y Dresden. Se espera que lleguen pronto a Berlín (Should Berlin’s, 2014; Wikipedia, 2015). Mientras tanto, en la ciudad israelita de Beit Shemesh, las placas fijadas en algunos andenes han causado una polémica contraria. En estas señalizaciones se determina que las mujeres atraviesen la calle y cambien de andén para no compartir el mismo trayecto que estaría, supuestamente, reservado para los hombres. En esta ciudad también hay avisos fijados en algunas edificaciones en los cuales se les pide a las mujeres que se vistan “con modestia”. En esta ciudad cercana a Jerusalén, una mujer en bicicleta puede ser objeto de una pedrada. Algunas de estas mujeres están reaccionando y procesando al gobierno local: ellas piden que se retiren estas placas y exigen indemnización por discriminación (Bercito, 2014; Heller, 2012; Tracy, 2011). Avanzando con el panorama de las mujeres en la movilidad urbana, presentamos a continuación algunas lecturas sobre uno de los modos de transporte que está en la transición entre los individuales y los colectivos, según la forma de operación y utilización: los taxis. Tanto el taxi privado, como los de uso colectivo, son diferentes de los modos de transporte colectivo de mayor capacidad, tales como buses y trenes, dado que todos los pasajeros viajan sentados, pues no hay espacio en los vehículos para pasajeros de pie. En algunas ciudades del mundo, una modalidad de transporte que llamó la atención en épocas recientes fue el servicio de taxi ofrecido para uso exclusivo de las mujeres. Una característica común de estos servicios, tanto en los individuales como en los colectivos, es que los vehículos son pintados, siempre, de color rosado16. 16

En la capital de Tailandia, cada empresa adopta uno o dos colores fuertes para diferenciar sus vehículos de la competencia. Como consecuencia, la flota de Bangkog es multicolorida, de amarillo con verde, azul con rojo, blanco con rojo, azul, naranja, rosada. Sin embargo, el color de los pink taxi no es considerado como un código de refugio para las mujeres; más bien como un color estridente y llamativo al igual que los otros (Guide to Shopping).

349

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 349

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Las conductoras de estos servicios también usan la mayoría de las veces, ropas y accesorios del mismo color. Estas ciudades están en países tan diferentes como Rusia, México, Emiratos Árabes Unidos, Líbano, Irán y Bangladesh. Los женское такси que circulan en Moscú son taxis individuales para mujeres. Sabemos de este caso por un documental de cine, en el cual se relata el día a día de tres mujeres que son conductoras de este servicio y las ideas de algunas mujeres de la Rusia actual (Gaulke, 2009). En una ciudad que tiene una de las redes más grandes de metro del mundo, la creación de un servicio con una flota de solo 22 vehículos parece indicar la búsqueda de un nicho de mercado. El servicio moscovita es promocionado como “exclusivo para mujeres” y “conducido por mujeres”. Como se trata de un servicio de transporte no colectivo, podemos decir que esta innovación parece ser más una segregación contra los hombres, que un servicio creado con el objetivo de resolver los problemas de acoso contra las mujeres. Desde los relatos de las mujeres, lo que parece motivar su uso es su carácter de refugio del tránsito congestionado y la posibilidad de conversar libremente sobre temas como moda, carrera profesional y amor. La ciudad mexicana de Puebla inauguró su Pink taxi, el nombre en inglés, como respuesta a las denuncias de acoso en los transportes y como un primer paso orientado a la creación de transportes colectivos también exclusivos. Cuestionada por el carácter discriminatorio, la directora del Instituto Municipal de la Mujer responde: “La onu y todos los tratados internacionales sobre igualdad de géneros permiten estas acciones de discriminación, que tienen como objetivo contribuir en la reducción entre la brecha entre hombres y mujeres que todavía existe. Son denominadas como acciones afirmativas” (Montalvo en Hanashiro, 2009). En el Oriente Medio y en el Cercano Oriente, los taxis para mujeres existen en las capitales de Dubái y Abu Dabi, los dos principales de los siete Emiratos Árabes Unidos, así como en la capital de Kuwait y en Beirut, capital del Líbano. Encontramos noticias de que se han implantado también en Siria, Irán y Bangladesh. Usando la marca Woman for Woman Taxis, este servicio además existe en el Reino Unido, India, Malasia, Mongolia y África del Sur (Women for, 2013,). Con una flota inicial de cincuenta vehículos, la prensa de Dubái informó que el Pink women-only taxi de la ciudad estaría disponible al frente de centros comerciales, hospitales y otros “lugares que son usados frecuentemente por las mujeres” (Menon, 2007). Esta distinción nos permite pensar que no será bien vista en este emirato una mujer que circule por lugares diferentes. Los Ladies taxi implantados en Abu Dabi, con una flota también de cincuenta vehículos, son anunciados a los clientes con un costo igual a los taxis comunes y ofrecen un servicio limpio, en el cual la conductora no maneja en alta velocidad (Clack, 2010). Esto nos permite suponer que

350

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 350

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

tomar taxi en esta ciudad puede transformarse en una aventura desagradable para quien busca seguridad y comodidad en los desplazamientos. En la capital de Kuwait, el servicio de taxi para mujeres fue creado por una mujer que identificó una oportunidad de gerenciar un negocio lucrativo. Sus clientas no pueden ser llevadas por hombres desconocidos y, para sus familias, mantener un conductor particular de confianza es muy costoso. Esta empresa tiene el sugestivo nombre de Hawaa Taxis, que traducido del árabe significa Taxis Eva. Las conductoras son seleccionadas y bien pagas “como secretarias” y el servicio ofrece una opción para mujeres que no quieren tener sus “derechos humanos ultrajados”. El horario de funcionamiento del servicio es peculiar, de las 8 de la mañana a las 8 de la noche (Admin, 2010; Toumi, 2010). En el Líbano, el taxi para mujeres recibió el nombre de Banet Taxi. La iniciativa recibió el apoyo del Ministerio de Turismo local y tiene como objetivo atender a una clientela cada vez más numerosa de turistas ricas, procedentes de países musulmanes conservadores, principalmente de la región del Golfo Pérsico (Pink Taxis, 2009). Es significativo el hecho de que de las ciudades citadas en este trabajo con fuerte presencia de población musulmana que ofrecen el servicio de taxi para mujeres, solamente en Beirut las conductoras no ocultan el cabello. La creación de este servicio en la capital libanesa, en la visión de Joumana Haddad, es una noticia “trágica”, como consta en su libro, que tiene el título sugerente de Eu matei Sherazade: confissões de uma árabe enfurecida: [...] En el Líbano, un servicio de taxi solo para las mujeres fue creado para aquellas que no quieren mezclarse con los hombres; y muchas de ellas que son del llamado sexo débil, se pusieron exultantes con la novedad y gritaron alegremente, celebrando con frases como: “¡Es rosado! Qué tierno. Una mujer manejando un vehículo - qué original”. Pero ese taxi de mujeres pintado con un tono repugnante de rosado, parecido al de una colombina, es una fuente de vergüenza para mí, como libanesa, como mujer árabe, como mujer pura y simplemente. ¿Desde cuándo un taxi es un lugar de “relaciones peligrosas”? ¿Desde cuándo nosotros los libaneses volvimos a conformarnos con la segregación de los sexos? Fue hace muy poco tiempo que nos libramos de los colegios separados para niños y niñas y otras prácticas que crean adultos inhibidos, firmemente atados a sus complejos, a su represión, en su ignorancia y en su miedo de otro sexo.17 (2011, p. 90) 17

En el original: “[...] no Líbano, um serviço de táxi só de mulheres foi fundado para mulheres que não querem se misturar com os homens; e muitas que são do chamado sexo frágil exultaram com a novidade, gritando alegremente e comemorando com frases do tipo: “É cor-de-rosa! Ai, que fofo! E uma mulher dirigindo o veículo - que original!” Mas esse táxi de mulheres, pintado com um tom enjoativo de rosa, daquele de pirulito, é uma fonte de constrangimento para mim, como libanesa. E como mulher árabe. E como mulher pura e simplesmente. Desde quando um táxi é um lugar de

351

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 351

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

En relación con la segregación de las mujeres en la movilidad urbana en los modos de transporte individual, uno de los países que parece estar en contravía entre aquellos de mayoría musulmana parece ser Egipto, de donde nos llegó la noticia de que en el año 2010 comenzó a trabajar en el Cairo la primera mujer taxista, que maneja un vehículo común que puede transportar hombres y mujeres, sin restricción (bbc, 2010). Llegamos ahora a los transportes colectivos, en los cuales la separación de las mujeres se realiza de forma más visible y diseminada por el mundo, como una solución para el acoso en buses, metros y trenes. Presentaremos aquí una lectura de las informaciones sobre este asunto, que van de lugares tales como Brasil, India a Estados Unidos o Egipto. Antes de continuar, con el fin de ilustrar las formas diversas y creativas de intentar contener el acoso masculino, queremos mostrar una novedad proveniente de China. Una mujer creó una media que pretende causar la impresión de tener las piernas de un hombre bien peludo. Esta innovación fue presentada en el Sina Weibo: “Supersexy, media llena de pelos antipervertidos para ser usada en este verano. Esencial para las jóvenes que salen por ahí” (uol noticias, 2013). Entre los países en los cuales no tenemos registros de casos de implantación de formas de separación entre hombres y mujeres en los transportes colectivos, podemos mencionar los Estados Unidos, el Reino Unido y Argentina. La no implantación de este tipo de medidas no significa que no sucedan casos de acoso, pero nos permite concluir que las autoridades están atentas y que cabe también a la sociedad celar por el bienestar de los pasajeros. En la Argentina, por iniciativa de la Red de Mujeres Artistas Izando, el gobierno local de Rosario adoptó el eslogan “No queremos ese apoyo”, aplicado junto una imagen que muestra a un hombre aproximando su falo erecto en las nalgas de la mujer. Este mensaje fue puesto en el interior de los tranvías y en las tarjetas electrónicas para acceder a los servicios, los cuales también son utilizados para informar sobre los teléfonos de Asistencia en situaciones de violencia de género y de la Guardia Urbana Municipal (No me apoyen!!!, 2009). Los dos ejemplos que exponemos a continuación evidencian que en los transportes de los Estados Unidos el problema del acoso a las mujeres en el transporte público también existe. En Nueva York, avisos puestos en el metro informan que el “Acoso sexual también es un crimen en el metro. Un tren lleno no es disculpa para un “relações perigosas?” Desde quando nós, do Líbano, voltamos a nos conformar com a segregação dos sexos? Faz muito pouco tempo que nos livramos dos colégios separados para meninos e meninas e outras práticas que criam adultos inibidos, firmemente presos em seus complexos, em sua repressão, em sua ignorância e em seu medo do outro sexo”.

352

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 352

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

contacto inadecuado. No acepte esa conducta y no se sienta con vergüenza o miedo de hablar. Informe a un empleado de la mta o a un agente de policía”18 (Murphy, 2008, traducción nuestra). Avisos del metro de Chicago también alertan sobre el acoso y otros comportamientos: “Si es indeseable, es acoso. Contactos físicos, comentarios groseros o miradas. Hable. Si usted ve algo, diga algo”19 (O’neil, 2009, traducción nuestra). Los carteles en la capital de Illinois pueden ser leídos como una señal de que la sociedad local no está preocupada por las mujeres que quieran ser tocadas por un desconocido, tal como en la película A dama do lotação (1978). En esta película de Neville de Almeida, el personaje de Solange, interpretado por Sonia Braga, sigue una rutina diaria de seducir hombres desconocidos dentro de un bus en movimiento. En Londres, ante la propuesta de introducir en la ley medidas de separación en los vagones del metro en 2008, muchas mujeres reaccionaron y criticaron su aplicación. En esta época, Cath Elliot evidenció que lo que estaba en cuestión era la violencia masculina y no la presencia de mujeres en las calles y en los vagones. Cuando fue informada sobre la propuesta de Brian Paddick —un hombre—, para los vagones llamados woman friendly, Elliot cuestionó al autor de esta propuesta: Y realmente, ¿qué es lo que podemos celebrar sobre eso? ¿Que tenemos que ser encerradas y escondidas para estar seguras? ¿Un político cree que las mujeres estarán más seguras si ellas no son vistas o escuchadas? Es una buena intención, Paddick, pero vagones exclusivos para mujeres son y siempre serán la respuesta equivocada 20. (en Mind The Segregation, 2008, traducción nuestra)

Es necesario recordar que los vagones identificados con ladies only en los trenes británicos fueron institucionalizados en 1874 y suprimidos en 1977 debido a la entrada en operación de diversos tipos de vehículos y una legislación que limitó disposiciones específicas basadas en el género (Leach, 2013; Horne, 2013). En muchos países existen servicios exclusivos para mujeres en los transportes colectivos, principalmente para atender los desplazamientos urbanos en trechos y horarios de alta demanda. El panorama presentado aquí incluye casos de trenes en En el original: “Sexual Harassment is a Crime in the subway, too. A crowned train is no excuse for an improper touch. Don’t stand for it or feel ashamed, or be afraid to speak up. Report it to an mta employee or police officer”. 19 En el original: “If it’s unwanted, it’s harassment. Touching, Rude comments, Leering. Speak up. If you see something, say something”. 20 En el original: “And really, what is there to possibly celebrate about it? That we have to be corralled and hidden in order to stay safe? That a male politician thinks women will be safer if they’re not seen and not heard? It’s a nice try, Paddick, but women only carriages are, and will always be, the wrong answer”. 18

353

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 353

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

los países asiáticos que realizan viajes intermunicipales y que, a pesar de no estar clasificados en —stricto sensu— como transportes urbanos, pueden ser usados para el desplazamiento de personas en áreas conurbadas localizadas entre ciudades vecinas. En Indonesia, el gobierno estableció una reserva de asientos para las mujeres en trenes que ligan a la capital, Yakarta, con otros municipios. En los vagones identificados con la marca Kereta Khusus Wanita (que significa tren especial para mujeres), fueron dispuestos asientos de color rosado cerca de las puertas de entrada y salida de los vagones (Webadmin, 2010). En Kuala Lumpur el acceso a los vagones reservados fue demarcado en el piso de la plataforma con inscripciones en malayo e inglés (women only) y también hay buses de uso exclusivo para niños de hasta doce años que pueden ser abordados por las mujeres (afp, 2011; Women-Only, 2010). En El Cairo, la capital egipcia, los vagones reservados llevan mensajes en color verde y los locales de embarque en las plataformas se demarcan en árabe e inglés (ladies) (Shalabieh, 2011). La demarcación “This coach is only for ladies”, además de su equivalente en chino, puede ser vista en los vagones de trenes de Taiwán (Tra Emu, 2006). En 1991, en la estatal Best de Mumbai, una de las empresas de buses más grandes de la India estableció una reserva de seis asientos para mujeres en los colectivos que operan. En la época, la compañía dictaminó también la regla de ladies first, para permitir el embarque prioritario de las mujeres, antes de los hombres. En 2011, la compañía Best implantó el servicio de for ladies only, con cuatro horarios exclusivos para mujeres y conducidos por mujeres. Así como la cantidad de horarios exclusivos, la cantidad de mujeres manejando en Mumbai es irrisoria: en toda la historia de la empresa, que hoy cuenta con doce mil hombres empleados como conductores, solamente siete mujeres trabajaron en este oficio (Chaubey, 2011). Vale la pena destacar que, guardadas las proporciones, la reserva de asientos para las mujeres en el transporte colectivo en Yakarta y Mumbai remite a una medida adoptada en Brasil. En los servicios de transporte de este país, las operadoras son obligadas a reservar “como mínimo 10% de los asientos ofrecidos”: Preferencialmente los localizados cerca de la puerta de acceso [destinados a las personas] obesas, embarazadas, con niños de brazos, personas de la tercera edad o con deficiencias físicas, [que deben] estar identificados por el color amarillo [...] en la parte frontal del espaldar de la silla, en el brazo y en el protector de la cabeza. (abnt, 2011, pp. 5 y 18)

En la India, la antigua práctica de segregación en vagones de tren determinada por la clase social de los pasajeros, llevó a Mahatma Gandhi a recorrer el país, en 1902, en tercera clase (Lelyveld, 2012). Esta práctica, que inicialmente era una

354

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 354

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

forma de conocer cómo se sentían los viajeros más pobres de su país, fue mantenida posteriormente como un acto de naturaleza política, que marcaría toda la trayectoria de este líder. Actualmente, la situación de acoso a las mujeres en los transportes públicos es de tal gravedad, que el país decidió establecer trenes completos separados para las mujeres. Según pudimos constatar, los trenes separados por género en la India son, en verdad, programados en pocos horarios, para recibir exclusivamente mujeres en todos los vagones en un mismo viaje. Los vagones identificados con la inscripción “Men not allowed” o “Ladies Special” surgieron en el país al inicio de la década de 1990 en el estado de Mumbai (nd, 2009). En la década siguiente fueron inaugurados nuevos servicios en cuatro grandes aglomeraciones urbanas: Deli, Mumbai, Calcuta y Madrás (Nakagawa, 2009). En el año de 2009, cuando los dos horarios, ambos de ida y vuelta, uno por la mañana y el otro en la noche, fueron separados para atender exclusivamente a las mujeres en la ruta entre Panvel y Mumbai, la Ministra del Transporte Férreo estuvo presente para inaugurar el servicio exclusivo Ladies Special, decorado con color rosado. En el mismo año, al inaugurar el servicio exclusivo para mujeres entre dos estaciones de la ciudad de Calcuta, adornado con lazos y tapete de color rosado para dar la bienvenida, la ministra Mamata Banerjee afirmó en su discurso que estaba cumpliendo con su compromiso firmado en el presupuesto para este modo de transporte. Ella prometió que: “Vamos a implementar correctamente en todos los lugares. Las personas piensan que las declaraciones en los presupuestos no son implementadas adecuadamente, pero es nuestro deber ejecutarlos” (Banerjee en Railway, 2009)21. La mala calidad del servicio, sin embargo, no fue superada con el servicio de Ladies Special de Calcuta. El hacinamiento mezclado anterior, fue cambiado por el de solamente mujeres: “Yo creo que es una bendición enorme para nosotros, porque viajar en largas distancias y llegar bien al trabajo es difícil cuando estamos viajando todos juntos y los trenes están llenos; si hay un tren para las mujeres, entonces podemos relajarnos y viajar por largas distancias” dijo Laxmi Biswas, una viajera diaria.22 (Railway, 2009). En el original: “What I had promised in the railway budget, we will implement those projects properly every where. People think the declarations in the budget are not implemented properly which is our duty to implement”. 22 En el original: “‘I find it’s a very big boon for us because traveling very long distances and coming to work makes it quiet difficult when we are traveling all together when the trains are packed, if there is a train for women then we can relax and travel over long distances’, said Laxmi Biswas, a daily commuter”. 21

355

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 355

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Un medio de transporte en ese país fue el escenario en el cual sucedió un caso de violencia contra la mujer, reportado por los medios internacionales recientemente y que tuvo una amplia repercusión. La joven Jyoti Singh Pandey, de 23 años, fue atacada el día 16 de diciembre de 2012, cuando iba camino a su casa en Nueva Deli. Ella fue violada por seis hombres en un bus en movimiento y murió trece días después. Las manifestaciones de repudio a este acto se difundieron por el país. Según la filósofa y feminista de la India, Vandana Shiva, la joven abusada fue reconocida como un símbolo que detonó una revolución social (Sayuri, 2013). Guardadas las debidas proporciones, es inevitable comparar la muerte de una joven en 2012 con la violación de una turista estadounidense que se embarcó en un colectivo en la avenida Atlántica, en Río de Janeiro en 2013. Según las informaciones divulgadas por la prensa, tres hombres, uno de ellos el conductor, circulaban por la ciudad en un colectivo ilegal, recogiendo pasajeros. Cuando los turistas abordaron el automotor, los bandidos hicieron desembarcar a todos los demás pasajeros y, enseguida, la mujer fue violada. Los pasajeros expulsados a la fuerza por estos criminales no hicieron nada, no denunciaron el caso a la policía. El caso brasileño también repercutió en los medios, pero la sociedad brasilera no reaccionó con la misma conmoción que los indios. En Japón, los servicios de transporte público tienen fama por ser limpios, rápidos y puntuales. En las horas pico, sin embargo, también tienen fama por sus “empujadores de pasajeros”, funcionarios que, con guantes blancos, son contratados para garantizar que las puertas de los vagones de trenes y metros cierren ante el alto grado de hacinamiento. Frente al exceso de pasajeros de pie, en un ambiente cerrado y las denuncias de acoso, las autoridades decidieron crear vagones color rosado (women only) exclusivos para mujeres. En 2008, el Departamento de Policía Metropolitana de Tokio registró casi dos mil actos considerados “indecentes” en el transporte de trenes de la ciudad. Una solución peculiar ante este problema fue relatada por una habitante local: Para ayudar a identificar a los culpados (acosadores de mujeres), una cooperativa de la industria gráfica desarrolló un adhesivo que es puesto en los teléfonos celulares de las mujeres y que mancha con una “X” roja semipermanente las manos del que se comporta mal. Ya hubo también algunos casos famosos de falsas acusaciones, de forma que mis amigos del sexo masculino mantienen las dos manos a la vista cuando están a bordo de los trenes llenos, cogidos de las barras para evitar cualquier sospecha.23 (Makihara, 2009) 23

En el original: “Para ajudar as mulheres a identificar os culpados [assediadores de mulheres], uma cooperativa da indústria gráfica desenvolveu um adesivo que é afixado aos telefones celulares das mulheres e que aplica um “x” vermelho semi-permanente em mãos mal comportadas. Já

356

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 356

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

En países más próximos de Brasil, tenemos varios ejemplos de la separación por género, en México y en Colombia. En la ciudad de México, los vagones reservados en el metro fueron establecidos en la década de 1980 y en 2008 el gobierno local anunció la implantación de 65 buses exclusivos para el transporte de mujeres (Pati, 2008). Desde Colombia llegan noticias recientes. En el sistema de Bus Rapid Transit, brt, que es conocido con el nombre de la empresa estatal —Transmilenio— fue iniciada en 2014 la implantación de una novedad. La parte delantera de los buses biarticulados, operados en algunas rutas de Transmilenio, es reservada ahora para el acceso exclusivo de mujeres y el resto del bus es destinado para uso mixto. La iniciativa fue anunciada como un proyecto piloto que comenzó en el mes de marzo de 2014, y funciona de lunes a sábado, en el horario de 9:00 a.m. a las 4:00 p.m. y de 7:30 p.m. a las 11:00 p.m. Este proyecto se encuentra en expansión. La Alcaldía anunció también que las prioridades del embarque de personas con deficiencias físicas y embarazadas serán mantenidas (Portal 80, 2014). Para terminar este panorama internacional de hechos y casos, podemos retomar el cine como una herramienta para entender los espacios de movilidad y los significados de la separación. Con tal fin, vamos a observar algunas de las muchas historias contadas en una película egipcia, cuyo nombre corresponde al número de una ruta de bus: Cairo 678 (2010). La película comienza con la frase introductoria en la cual se afirma que el libreto está basado en “historias verdaderas” y termina también con la afirmación de que “después [...] el acoso sexual fue considerado como un crimen”. Los personajes centrales de la película son tres mujeres: Fayza, Seba y Nelly. Fayza es una mujer pobre, casada y con dos hijos, que trabaja en una notaría. Su marido apenas alcanza a pagar las cuentas del mes, ni siquiera puede tomar café con los amigos ni fumar sus cigarros para distraerse (palabras del marido). Fayza debe tomar el bus diariamente para ir a su trabajo, pero tiene que bajarse para huir de los acosos y a veces usa taxi, lo que compromete todavía más su presupuesto familiar. Con frecuencia llega atrasada a su trabajo y este tiempo es descontado de su salario, por lo tanto, recibe menos de lo que necesita. La única forma que tiene para reaccionar frente a los acosos es con la violencia, primero punzando (con un alfiler que sostiene su pañoleta en la cabeza) a los hombres que la tocan y después usando una navaja para herirlos. Su reacción en la casa es no aceptar ser acariciada por su marido, quien la busca constantemente, en vano.

houve também alguns casos famosos de falsas acusações, de forma que os meus amigos do sexo masculino mantém ambas as mãos à vista quando estão a bordo de trens lotados, segurando-se em alças e barras para evitar qualquer suspeita”.

357

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 357

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Seba es una mujer rica, de clase alta, casada con un médico y dueña de un taller en el mercado de El Cairo. En un flashback, observamos a Seba viendo un juego de fútbol en un estadio de la ciudad con el marido, que le enseña a hacer barra a su equipo para ser una egipcia auténtica (palabras del marido). A la salida del juego, en el medio de las celebraciones, ella sufre una violación que no es mostrada a los espectadores de la película. Solamente ella sabe lo que pasó. Después de estos acontecimientos, ella comienza a ofrecer cursos gratuitos de defensa contra acosadores, con la intención de convencer a las mujeres de no ignorar los acosos. Nelly es una mujer de clase media que trabaja en un call center y que quiere ser comediante. Ella sufre el acoso de los clientes por el teléfono, todos los días, muchas veces al día, y su jefe le prohíbe colgar el teléfono. Los clientes son los que deben colgar (palabras del jefe). Un día, el novio de Nelly la deja cerca al edificio donde viven los padres de ella, tan cerca que la madre puede verla y le dice por teléfono que “tenga cuidado”. Ella camina por la calle y un hombre que maneja una camioneta le mete la mano dentro de su blusa. Con el carro en movimiento, el hombre con una de sus manos la arrastra algunos metros hasta soltarla. Y además, le manda un beso descarado por el espejo retrovisor externo del carro. Ella lo persigue, sube al carro y se arma una gran confusión. La madre la ayuda y todos van a la estación de policía para denunciarlo. A lo largo de la película, Nelly es presionada a retirar la denuncia de acoso para no perjudicar la reputación de Egipto (palabras de sus interlocutores). Estas tres mujeres, cada una a su manera, luchan contra el acoso. En la película se cruzan sus historias. Ellas se conocen, se admiran y se desprecian mutuamente. La película muestra cómo cada una de ellas vive en un mundo diferente en la sociedad egipcia e intenta dejar claro que no hay una única respuesta para el problema del acoso. Otras historias son mostradas paralelamente a las de las figuras principales, como la de la mujer que parece gustar de ser acariciada dentro del bus, situación parecida a la relatada en la película A dama de lotação. La película muestra también las historias de hombres como el novio de Nelly y los maridos de Seba y Fayza. Además de los relatos de algunos de los acosadores, como el hombre que finge que su carro se daña para justificar a su mujer por qué estaba usando el bus el día que recibió una herida de navaja de Fayza. Él y otros hombres guardan un limón en el bolso del pantalón para que, en caso de que la mujer que acosan los denuncie, puedan disculparse inocentemente y desestimar las acusaciones. Si a la mujer no le importa el limón, él podrá acosar a otras personas descaradamente. La respuesta del primer hombre que Fayza punza en la calle es sincera, cuando el delegado de policía le pregunta si tiene novia: “¿qué mujer se enamoraría de mí?” Cada hombre y cada mujer con su drama, con sus propios dolores, mientras que los

358

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 358

15/03/2017 14:15:03


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

espectadores salen del teatro seguros de que los problemas de una sociedad no se resuelven por medio de la separación de sus miembros de la convivencia compartida. Y en Brasil, ¿cómo se vive el fenómeno de la separación entre los ciudadanos en la movilidad urbana? Hasta mediados del siglo xx experimentamos los transportes de segunda clase para, oficialmente, ofrecer una opción barata a los más pobres. En aquel momento, Gilberto Freyre nos recordaba que en los tranvías y trenes brasileros la separación entre ciudadanos siempre fue considerada en función de la clase social a la cual pertenecían: En los tranvías de primera clase, un individuo limpio, con zapatos, de corbata y vestido de paño, y sin muchos paquetes en la mano, independientemente de su color, raza o profesión, podía viajar en el tranvía o en el tren. Podía también sentarse en el banco de un jardín público, o en una terraza de café.24 (2002, p. 120)

En la actualidad, la separación de los ciudadanos en la movilidad urbana todavía se establece en términos de la clase social de cada individuo. En el Brasil de hoy, de manera general, los pobres usan motocicleta y transporte colectivo y los ricos usan transporte individual. La clase media, por su lado, oscila entre un lado y otro, escogiendo en cada momento aquello que le parece más conveniente; algunas veces utiliza los prosaicos servicios conocidos como “transporte ejecutivo” o “transporte selectivo”. Una innovación relativamente reciente en Brasil es la segregación de mujeres, principalmente en trenes y metros, mientras que no hay registros de separación en buses y taxis. El servicio que recibe la denominación de vagón femenino está pintado de rosa y es ofrecido en dos aglomeraciones urbanas: Río de Janeiro y Brasilia. En San Pablo, la medida fue aprobada por los diputados departamentales y espera la aprobación o veto del gobernador25 (São Paulo, 2013). En Belo Horizonte, dado que los servicios de metro son operados por el gobierno Federal, un concejal presentó un proyecto de ley, que está en trámite, para la creación de este servicio26 (Belo Horizonte, 2013). En Pernambuco, el metro de Recife, que también es operado por

En el original: “Nos bondes de primeira classe, o indivíduo limpo, calçado, engravatado e de paletó e sem muito embrulho ou pacote, na mão, fosse qual fosse a sua cor, a sua raça, a sua profissão, podia viajar. Em bonde ou em trem. Podia também sentar-se em banco de jardim público; ou em terrasse de café”. 25 Establece la obligatoriedad de mantener por lo menos un vagón en cada tren o metro para uso exclusivo de las mujeres en todo el Estado de San Pablo. 26 Dispone sobre la reserva de espacio para mujeres en el sistema de transporte férreo urbano de pasajeros en el Municipio de Bello Horizonte. 24

359

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 359

15/03/2017 14:15:03


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

el gobierno Federal, fue objeto de un proyecto del Estado en 2013 para establecer el servicio (Pernambuco, 2013). En Rio Janeiro, los vagones reservados para mujeres fueron implantados en abril de 2006 en los trenes y en el metro, después de la sanción de la ley estadual. El servicio funciona de lunes a viernes en los intervalos de 6:00 a 9:00 a.m. y de 5:00 a 8:00 p.m. La implantación y uso de los vagones reservados en el metro carioca fueron objeto de una extensa investigación etnográfica. La investigadora observó: [...] que no fue posible obtener ni un relato concreto de acoso, inclusive de quien aprueba la segregación. Eventualmente un eco de que escucharon decir, pero solamente eso. Es muy frecuente en las conversaciones entre hombres y mujeres, satisfechos o no con la iniciativa, que comiencen afirmando que el acoso existe, que puede ser vergonzoso, e inmediatamente queda claro que están hablando de los buses, de los trenes y no del metro. No se puede descartar de una vez por todas que haya acoso sexual por los hombres también en el metro [...] pero los datos etnográficos indican con seguridad que [con relación al acoso en el metro] no se trata de un fenómeno expresivo.27 (Caiafa, 2013, p. 341).

En el Distrito Federal, la obligatoriedad de la separación fue establecida por la Ley Distrital aprobada en 2012 e implantada a partir del 1 de julio de 2013. Fueron reservados los primeros vagones de cada tren para uso exclusivo de las mujeres y personas con deficiencia física, de lunes a viernes entre las 6.00 a.m. y las 8:45 a.m. y desde las 4:45 p.m. hasta las 8:15 p.m. (Distrito Federal, 2012; Vagões, 2013). Un relato publicado en la red social de Facebook, que describe la expulsión de una mujer en el vagón femenino del metro, representa el valor simbólico de los problemas que surgen en este servicio: Él [el vigilante del metro] me cogió del brazo y me sacó del vagón. -El señor puede salir. Yo me quedé sin reacción. Me sentí tan humillada, tratada tan injustamente y expulsada, que no pude mirar para otro lugar a no ser a los ojos del hombre. [...] No pude gritar, alegar, ni hablar nada mientras me sacaba de allí por el brazo. El metro cerró las puertas y en la plataforma de la estación dije: -soy una mujer. Él sonrió al lado de otro vigilante, y en un tono

27

En el original: “[...] que não foi possível obter sequer um relato concreto de assédio, mesmo da parte de quem aprova a segregação. Eventualmente um eco do que se ouviu dizer, e só isso. É muito frequente nas falas de homens e mulheres, estejam ou não satisfeitos com a iniciativa, que comecem afirmando que o assédio existe, que pode ser constrangedor e, em seguida, fica claro que estão falando dos ônibus ou dos trens e não do metrô. Não se pode descartar de uma vez por todas que haja assédio sexual por parte dos homens também no metrô [...] mas os dados etnográficos indicam com segurança que [com relação ao assédio no metrô] não se trata de fenômeno expressivo”.

360

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 360

15/03/2017 14:15:04


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

burlón respondió: -¿Ah sí?, disculpa. Se volteó y continuó caminando en la plataforma.28 (Facebook, 2014, julio 11)

En San Pablo, desde el 24 de julio de 2014 se espera la decisión del gobernador para la aprobación de la restricción del acceso de los hombres a servicios de transporte. Si el proyecto es sancionado, las empresas que administran el sistema de trenes y metro del Estado de San Pablo destinarán por lo menos un vagón, en cada tren o metro, para uso exclusivo de las mujeres. Los movimientos feministas están divididos: grupos como el Movimento Mulheres em Luta y Juntas están a favor de la medida, y en contra están grupos como la Marcha Mundial das Mulheres y la Tática Feminista (Machado, 2014). La medida es una reedición de la adoptada en el metro paulistano en 1975, que permaneció solamente hasta 1997 (Caiafa, 2013, p. 337). Las medidas que fueron adoptadas o están en camino de aprobación en las ciudades brasileñas y que restringen la presencia de hombres en los transportes para las mujeres, supuestamente para que puedan viajar sin ser molestadas, carecen de fundamentación. En nuestra investigación no encontramos registros que comprueben la efectividad de las medidas. Inclusive los registros brasileños indican una gran incapacidad de las empresas operadoras del sistema de transporte férreo para contener tanto el acoso como el súper-hacinamiento en los viajes. Como ya fue apuntado en otros estudios, podemos afirmar que la decisión de crear vagones separados para las mujeres en buses y metros pone en evidencia el problema del súper-hacinamiento en los transportes, así como la concesión de tarifa gratuita para poblaciones específicas está asociado al problema del alto costo del pasaje. Podemos poner al lado de estas medidas, la creación de líneas exclusivas para supuestamente estimular a los ciudadanos a dejar de usar el transporte individual. Podemos también citar otra medida en la cual se reservan asientos en los vehículos para personas de la tercera edad, con alguna discapacidad o embarazadas. Las cuatro medidas son bastante próximas en la medida en que disimulan atacar el problema de la mala calidad de los transportes colectivos y de tránsito. A pesar de que hayan reservado asientos, creado líneas exclusivas, o concedido pasajes gratuitos, el tránsito es pésimo y los servicios de transporte continúan siendo caros, súperhacinados y de mala calidad en todo el país. La cuestión que debe ser enfrentada es la 28

En el original: “Ele [o segurança do metrô] pegou no meu braço me tirando do vagão: -O senhor pode se retirar. Eu fiquei tão sem reação, me senti tão humilhada, tão injustiçada e escorraçada que não consegui olhar pra outro lugar a não ser pros olhos do rapaz. [...] Não consegui gritar, rebater, nem falar nada pro rapaz enquanto ele me tirava dali com a mão no meu braço. O metrô fechou as portas e eu na plataforma da estação falei:-Eu sou mulher. Ele sorriu junto do outro segurança e num tom de deboche retrucou: -Ah é, desculpa. Se virou e continuou caminhando na plataforma”.

361

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 361

15/03/2017 14:15:04


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

falta de osadía para resolver problemas estructurales, pues las medidas que son adoptadas son de bajo costo, pero también de bajo impacto y efectividad. En el caso de los vagones rosados, en especial, vale la pena destacar: Alguna cosa ganaron las mujeres con la segregación impuesta en un contexto de trenes con sobrecupo, un problema que alcanza a todos y que es frecuentemente mencionado por los usuarios, hombres y mujeres. La pérdida, a pesar de todo, siempre será más importante porque la medida substituyó otras que efectivamente podrían ofrecer una solución para la incomodidad y el sobrecupo.29 (Caiafa, 2013, p. 357)

Conclusiones La difusión de informaciones sobre las iniciativas implantadas y las propuestas de separación de las mujeres en los espacios de movilidad, nos lleva a definir la ciudad como un lugar estriado para las mujeres. Según la definición propuesta por Gilles Deleuze y Feliz Guattari (1996), en el espacio estriado el movimiento se conduce por canales, conductos, controles y fronteras. En oposición, el espacio liso es libre de estos canales de circulación necesarios u obligatorios. Si cualquier movilidad se realiza según rutas aceptables y muchas veces predeterminadas, de acuerdo con Tim Cresswell, nos lleva a pensar que “producing order and predictability is not simply a matter of fixing in space but of channeling motion - of producing correct mobilities through the designation of routes” (2010, p. 165). Los espacios de movilidad de las mujeres han sido históricamente el ejemplo más acabado de espacio estriado. Como vimos hasta aquí, las limitaciones que desde diversos órdenes se imponen al movimiento de las mujeres son un acto pleno de restricciones sociales, culturales y materiales. Los impedimentos a los desplazamientos libres (en cualquier lugar y en cualquier hora) surgen tanto por causa de las regulaciones escritas o tácitas o por las que están asociadas a papeles sociables inflexibles y complejos. Curiosamente, podemos aceptar que hasta las obligaciones que llevan a las mujeres a la hípermovilidad en el mundo contemporáneo, constituyen un tipo de restricción, inclusive al rumbo, a la velocidad y a la multiplicación de los viajes diarios, como fue sugerido por Mimi Sheller (2008, p. 259). El efecto túnel percibido en los trayectos urbanos expresa el hecho de que la libertad de movimiento en Occidente está distribuida de forma desigual, según 29

En el original: “Alguma coisa as mulheres ganharam com a segregação imposta num contexto de trens superlotados, problema que atinge a todos e que é frequentemente evocado pelos usuários, homens e mulheres. A perda, contudo, sempre será maior porque a medida substituiu outras que efetivamente pudessem providenciar uma solução para o desconforto da superlotação”.

362

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 362

15/03/2017 14:15:04


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

género, clase social, edad o raza (Sheller, 2008) Para muchos, las restricciones para escoger trayectos y modos de transporte, retira del universo de posibilidades, durante la vida, los viajes por espacios inimaginables y todos los encuentros con universos sociales desconocidos (Jiménez, 2003; Jirón, 2010; Pires, 2013). Significa también el empobrecimiento de las oportunidades de aprendizaje ético que el espacio público proporciona, tal como es defendido por Janice Caiafa (2013) y compromete el acceso al derecho a la ciudad, a sus oportunidades, a sus aventuras. La ciudad de las mujeres desnuda toda la ambigüedad de las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Las inversiones en investigación sobre las condiciones sociales del movimiento en diversas disciplinas apuntan a la necesidad de una apertura interpretativa frente a la noción de movimiento como capacidad30. Así, podemos avanzar en la descripción de las experiencias de los sujetos, basados en la postura analítica propuesta por Alberto Jiménez, quien señala que: “Para abrir el espacio al tiempo, lo que significa abrir el espacio al movimiento y al cambio, abrirlo a las elecciones y a las posibilidades. Lo cual implica una conciencia a otros espacios posibles, de otros posibles caminos sociales, de otras historias posibles”31 (2003, p. 142). Mujeres en diversas condiciones sociales reconfiguran cotidianamente sus caminos o repiten sus trayectos tradicionales en sus vidas urbanas. Esto nos indica un programa de investigación que demanda una sociología de la agencia, orientada a entender el movimiento (o su inverso inseparable, la inmovilidad) como un hecho antropológico e histórico en todas las sociedades humanas.

Referencias Fuentes primarias Admin. (2010, enero 22). Women line up to hail Kuwait’s pink taxis. Muslimah News. Recuperado de http://www.muslimahnews.com/lifestyle/business/women-lineup-to-hail-kuwaits-pink-taxis/

30 31

Para un análisis de este aspecto en el campo de las políticas sociales, véase Pires (2009). En el original “To open space to time, that is, to open space to movement and change, is to open it to choices and possibilities. It implies an awareness to other possible spaces, of other possible social paths, of other possible histories”.

363

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 363

15/03/2017 14:15:04


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

afp. (2011, noviembre 27). Malaysia launches women-only taxis, hoping to reduce number of rape and robbery cases. Al Arabia News. Recuperado de http://www. alarabiya.net/articles/2011/11/27/179417.html/ Almeida, N. de. [Director]. (1978). A Dama do lotação [Película]. Brasil. Andrade de Melo, V. y Schetino, A. (2010, junio 16). Liberdade em duas rodas. Revista de História da Biblioteca Nacional [Río de Janeiro]. Recuperado de http:// www.revistadehistoria.com.br/secao/artigos/liberdade-em-duas-rodas/ Arábia Saudita lança primeira propaganda contra violência machista. (2013, abril 30). Opera Mundi. Recuperado de http://operamundi.uol.com.br/conteudo/ noticias/28645/ arabia+saudita+lanca+primeira+propaganda+contra+violencia+ machista.shtml/ bbc. (2010, enero 27). On the road with one of Cairo’s first female taxi drivers [Video]. News Middle East. Recuperado de http://www.bbc.co.uk/news/ world-middle-east-11406383/ Belo Horizonte. Câmara Municipal De Belo Horizonte. (2013, septiembre 11). Projeto de lei n.º 843. Recuperado de http://www.cmbh.mg.gov.br/leis/projetosde-lei-e-outras-proposicoes/ Bercito, D. (2014, mayo 17). Mulheres têm rixa com ultraortodoxos em cidade de Israel. Folha de S. Paulo [São Paulo]. Chaubey, V. (2011, mayo 5). Now, ladies special in best buses. Mid-Day [Mumbai]. Recuperado de http://archive.mid-day.com/news/2011/may/190511best-female-ladies-special-best-buses-mumbai.htm/ Clack, D. (2010, septiembre 28). Women-only taxis in Abu DhabiTime. Out Abu Dhabi. Crow, S. (2015). Boobs on Bikes Parade In Auckland-photos. Recuperado de http:// www.stuff.co.nz/auckland/72768001/Controversial-Boobs-on-Bikes-parade-toface-protest-in-Auckland/ Diab, M. [Director]. (2010). Cairo 678 [Película]. Egipto. Distrito Federal. (2012, junio 1). Lei n.º 4848. Dispone sobre la destinación de espacios exclusivos para mujeres y portadores de necesidades especiales en el sistema de metro del Distrito Federal. Recuperado de http://www.cl.df.gov.br/web/guest/ leis-distritais/ Emanhashim. (2011, junio 1). Manal Al-Sharif and the Ban on Saudi Women Driving. Patheos - Hosting the Conversation on Faith. Recuperado de http://www.patheos.com/ blogs/mmw/2011/06/manal-al-sharif-and-the-ban-on-saudi-women-driving/

364

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 364

15/03/2017 14:15:04


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

Enger, H. (2012, julio 4). In Triberg gibt’s Deutschlands erste Männerparkplätze. Badishe Zaitung. Recuperado de http://www.badische-zeitung.de/schwarzwaldbaar-kreis/in-triberg-gibt-s-deutschlands-erste-maennerparkplaetze--61299892. html/ Facebook. (2014, julio 11). Contra a segregação, Vamos fazer revolução. Facebook. (2014, julio 22).Contra a segregação, Vamos fazer revolução. Gaulke, U [Director]. (2009). Pink Taxi [Documental]. Rusia-Alemania. Guide to Shopping in Bangkok. Recuperado de http://www.thebangkokshoppingguide. com/ Hanashiro, C. (2009, agosto 8). Contra assédio, cidade no México introduz táxi cor-de-rosa para mulheres. bbc Brasil. Recuperado de http://www.bbc.co.uk/ portuguese/noticias/2009/10/091007_taxi_mulheres_mexico_ch_np.shtml/ Heller, M. (2012, junio 6). Beit Shemesh: Signs excluding women still up. Ynetnews. Horne, M. (2013). Ladies Only Compartments. Blog de Mike Horne. Recuperado de https://machorne.wordpress.com/2013/06/22/ladies-only-compartments/ Jones, S. (2011, septiembre 29). Saudi woman driver saved from lashing by King Abdullah. The Guardian [Londres]. Recuperado de http://www.theguardian. com/world/2011/sep/29/saudi-woman-lashing-king-abdullah/ Karam, L. (2012, mayo 30). Detrás do véu, afegã ensina mulheres a se guiarem sozinhas. Época [São Paulo]. Recuperado de http://colunas.revistaepoca.globo.com/ mulher7por7/2012/05/30/detras-do-veu-afega-ensina-mulheres-a-se-guiaremsozinhas/ Lappin, Y. (2010, julio 1). Woman sprays tear gas at Orthodox mas in bus segragation fracas. The Jerusalem Post [Jerusalén]. Recuperado de http://noticias.uol. com.br/album/100313_album.jhtm?abrefoto=29#fotoNav=25/ Leach, R. (2013, mayo 28). Ladies Only: researching the Southern Railway 4-Sub. National Railway Museum Blog. Recuperado de http://nationalrailwaymuseum. wordpress.com/2013/05/28/ladies-only-researching-the-southern-railway-4sub/ Levin, J. (2014, noviembre 4). Riding Together on Sex-Segregated Bus. T.O.T. Private Consulting. Recuperado de http://privateinvesigations.blogspot.com. br/2011/11/riding-together-on-sex-segregated-bus.html/ Luzes de segurança. (2011, septiembre). Mão Dupla [Bello Horizonte], 9(91), 13. Machado, L. (2014, julio 12). Vagão rosa em trens e metrô divide feministas. Folha de S. Paulo [São Paulo].

365

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 365

15/03/2017 14:15:04


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Makihara, K. (2009, diciembre 2). A loucura da hora do rush em Tóquio. International Herald Tribune [Nueva York]. Recuperado de http://noticias.uol. com.br/midiaglobal/herald/2009/12/02/ult2680u953.jhtminternacional/ Menon, S. (2007, enero 3). Taxis add a touch of pink to Dubai roads. Gulf News. Recuperado de http://gulfnews.com/news/gulf/uae/traffic-transport/ taxis-add-a-touch-of-pink-to-dubai-roads-1.153368/ Mind The Segregation: feminists veto proposed “women only” carriages on London Underground. (2008, febrero 21). Dolly Mix. Murphy, C. (2008, diciembre 1). Carla Revisits Sexual Harassment. Fundamentals of Interactive Journalism. Recuperado de http://interactivefundamentals. journalism.cuny.edu/2008/12/01/carla-revisits-sexual-harassment/ Nakagawa, U. (2009, octubre 16). Sisterhood of the Travelling Public; women-only cars in Asia. The Diplomat. Recuperado de http://thediplomat.com/2009/10/ sisterhood-of-the-travelling-public-women-onl/ nd. (2009, agosto 12). Ladies Special Train from Panvel and cst. Chembur News & Blogs [Mumbai]. Recuperado de http://news.inchembur.com/2009/08/12/ ladies-special-train-from-panvel-and-cst/ No me apoyen!!! (2009, noviembre 26). Blog Alternatyka [Rosario]. Recuperado de http:// alternatyka.blogspot.com.br/2009_11_01_archive.html/ O’neil, K. (2009, noviembre 18). cta anti-harassment campaign in full swing. cta Tattler. Recuperado de http://www.chicagonow.com/cta-tattler/2009/11/ cta-anti-harassment-campaign-in-full-swing/ Pati, C. (2008, agosto 6). Só para mulheres. IstoÉ [São Paulo]. Pernambuco. Assembleia Legislativa do Estado de Pernambuco. (2013, octubre 16). Projeto de lei n.º 1633. Recuperado de http://www.alepe.pe.gov.br/ Pink Taxis for Ladies-Only. (2009, marzo 12). The Lebanese Inner Circle: Blog. Recuperado de http://theinnercircle.wordpress.com/2009/03/12/lebanese-pinktaxis-for-females-only/ Portal 80 tendrá vagón exclusivo para mujeres. Sistema Transmilenio. (2014, julio 18). Recuperado de http://www.transmilenio.gov.co/es/articulos/ portal-80-tendra-vagon-exclusivo-para-mujeres/ Railway Minister Mamata Banerjee kept up her promise of a ladies special for harried commuters in Kolkata on Sunday. (2009, julio 20). Andhra News [Haiderabade]. Recuperado de http://www.andhranews.net/India/2009/July/20-MamataBanerjee-flags-18151.asp/

366

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 366

15/03/2017 14:15:04


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

Rangel, S. (2010, abril 23). Coreia do Norte alega “barbeiragem” e proíbe mulheres de dirigir. Folha de S. Paulo [São Paulo]. São Paulo. Assembleia Legislativa Do Estado de São Paulo. (2013, marzo 26). Projeto de lei n.º 175. Recuperado de http://www.al.sp.gov.br/propositura/?id=1123031/ Sayuri, J. y Estado de São Paulo, (2013, enero 12). No continuum da violência. Estadão Geral. Shalabieh. (2011, enero 23). The Cairo Metro - A Dream. Blog Shalabieh’s World. Recuperado de http://shalabieh.wordpress.com/2011/01/23/metro/ Should Berlin’s crosswalk man get a female friend? (2014, mayo 30). dw. Recuperado de http://www.dw.de/should-berlins-crosswalk-man-get-a-femalefriend/a-17671108/ Toumi, H. (2010, enero 11). Kuwait to launch taxis exclusively for women. Gulf News. Recuperado de http://gulfnews.com/news/gulf/kuwait/kuwait-to-launchtaxis-exclusively-for-women-1.566489/ Tra Emu Womens Car (photo). (2006, junio 5). Recuperado de http://en.wikipedia. org/wiki/Women-only_passenger_car#mediaviewer/File:tra_emu_Womens_ car.jpg/ Tracy, M. (2011, diciembre 27). Anti-Women Protests Come to a Head. The Scroll-Tablet Magazine on the News. Recuperado de http://www.tabletmag.com/scroll/87081/ anti-women-protests-come-to-a-head/ Un parking pour femmes avec des places stationnement... plus larges. (2010, enero 5). Le Monde [París]. Recuperado de http://www.lemonde.fr/asie-pacifique/ article/2010/01/05/un-parking-pour-femmes-avec-des-places-de-stationnementplus-larges_1287554_3216.html/ uol noticias - fotos. (2013, marzo 13). Imagens do dia. Recuperado de http://noticias. uol.com.br/album/100313_album.jhtm?abrefoto=29#fotoNav=25/ uol noticias. (2013, junio 20). Chinesa inventa meia que imita perna peluda para afastar pervertidos. São Paulo. Recuperado de http://noticias.uol.com.br/tabloide/ ultimas-noticias/tabloideanas/2013/06/20/chinesa-inventa-meia-que-imitaperna-peluda-para-afastar-pervertidos.htm/ Vagões exclusivos no metrô começam a funcionar nesta segunda-feira. (2013, junio 30). Correio Brasiliense [Brasilia]. Recuperado de http://www.correiobraziliense. com.br/app/noticia/cidades/2013/06/30/interna_cidadesdf,374270/vagoesexclusivos-no-metro-comecam-a-funcionar-nesta-segunda-feira.shtml/

367

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 367

15/03/2017 14:15:04


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Webadmin. (2010, agosto 19). Indonesia Railway Company Launches WomenOnly Carriages. Jacarta Globe. Recuperado de http://www.thejakartaglobe.com/ archive/indonesia-railway-company-launches-women-only-carriages/391784/ Wikipedia. (2015). Recuperado de https://en.wikipedia.org/wiki/Ampelmännchen/ Women for Women Taxis: verbete em la WikiGender. (2013, noviembre 11). Recuperado de http://www.wikigender.org/index.php/Women_for_Women_Taxis/ Women-Only buses aim to half sex harassment. (2010, febrero 12). bbc News. Recuperado de http://www.nbcnews.com/id/40468372/ns/world_news-asia_ pacific/t/women-only-buses-aim-halt-sex-harassment/#.U8SA9vldWSp/ Zaragovia, V. (2009, agosto 5). Will High-Heel-Friendly Streets Keep Seoul’s Women Happy? Time. Recuperado de http://content.time.com/time/world/article/ 0,8599,1914471,00.html?xid=rss-world/

Fuentes secundarias

Anderson, B. y Harrison, P. (2010). Taking-Place: Non-Representational Theories and Geography. Hampshire: Ashgate. Associação Brasileira de Normas Técnicas (abnt). (2011). nbr 14022: acessibilidade em veículos de características urbanas para o transporte coletivo de passageiros [4 ed.]. Rio de Janeiro: abnt. Associação Nacional de Transportes Públicos (antp). (2012, diciembre). Sistema de Informações da Mobilidade Urbana - Relatório geral 2011. São Paulo: antp. Caiafa, J. (2013). Vagão feminino. En Trilhos da cidade: viajar no metrô do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro: 7 Letras. Cresswell, T. (2010a). Mobilities I: Catching up. Progress in Human Geography, 35(4), 550-558. Cresswell, T. (2010b). Towards a politics of mobility. Environment and Planning D: Society and Space, 28(1), 17-31. Recuperado de http://www.africancitiesreader. org.za/ Cresswell, T. (2012). Mobilities ii: Still. Progress in Human Geography, 36(5), 645-653. Cresswell, T. (2014). Mobilities iii: Moving on. Progress in Human Geography, 38(5) 1-10.

368

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 368

15/03/2017 14:15:04


Los espacios de movilidad urbana de las mujeres y los significados de las restricciones sociales, culturales y materiales

Damatta, R. da. (1983). Carnavais, malandros e heróis. Para uma sociologia do dilema brasileiro. Rio de Janeiro: Zahar Editores. Damatta, R. (2010). Fé em Deus e pé na tábua: ou como e por que o trânsito enlouquece no Brasil [J. G. Moreira Vasconcellos y R. Pandolfi (Col.)]. Rio de Janeiro: Rocco. Deleuze, G. y Guattari, F. (1996). Mil platôs. São Paulo: Editora 34. Diniz, D. (2011, octubre 23). Privilégio à custa de assédio. O Estado de S. Paulo. Caderno Aliás, J7. Douglas, M. (1976). Pureza e Perigo. São Paulo: Editora Perspectiva. Dumont, L. (1992). Homo Hierarchicus. O sistema das castas e suas implicações. São Paulo: Edusp. Frehse, F. (2011). Ô da rua! O transeunte e o advento da modernidade em São Paulo. São Paulo: Editora da Universidade de São Paulo. Freyre, G. (2002). Sobrados e mucambos: decadência do patriarcado rural e desenvolvimento urbano. En S. Silviano (Org.), Intérpretes do Brasil [2 ed.] (Vol. 2, pp. 647-1382). Rio de Janeiro: Nova Aguilar. Haddad, J. (2011). Eu matei Sherazade: confissões de uma árabe enfurecida [D. Azevedo (Trad.)]. Rio de Janeiro: Record. Hjorthol, R. (2008). Daily mobility of men and women - a barometer of gender equality? En T. P. Uteng y T. Cresswell (Eds.), Gendered Mobilities (pp. 193210). Hampshire: Ashgate. Jiménez, A. C. (2003, marzo). On space as a capacity. The Journal of the Royal Anthropological Institute, 9(1), 229-241. Jirón, P. (2010). Mobile borders in urban daily mobility practices in Santiago de Chile. International Political Sociology, 4, 66-79. Lelyveld, J. (2012). Mahatma Gandhi e sua luta com a Índia [D. M. Garschagen (Trad.)]. São Paulo: Companhia das Letras. Little, J., Peake, L. y Richardson, P. (Eds.). (1988). Introduction: Geography and gender in the urban environment. En Women in Cities. Gender & The Urban Environment. London: Macmillan. Merriman, P. (2014). Mobilities I: Departures. Progress in Human Geography, 1-9. Munn, N. D. (1996). Excluded spaces: the figure in the Australian Aboriginal landscape. Critical Inquiry, 22(3), 446-465. Murray, L. (2008). Motherhood, risk and everyday mobilities. En T. P. Uteng y T. Cresswell (Eds.), Gendered Mobilities (pp. 47-63). Hampshire: Ashgate.

369

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 369

15/03/2017 14:15:04


Candice Vidal e Souza y Marcos Fontoura de Oliveira

Oliveira, M. F. de. (2014) Ausências, avanços e contradições da atual política pública de mobilidade urbana de belo horizonte: uma pesquisa sobre o direito de acesso amplo e democrático ao espaço urbano [Tesis de Doctorado]. Programa de Posgraduación en Ciencias Sociales (puc-mg), Bello Horizonte. Pandya, V. (1990). Movement and space: Andamanese cartography. American Ethnologist, 17(4), 775-791. Pires, F. L. (2009). O direito à mobilidade na cidade: mulheres, crianças,idosos e deficientes [Disertación de Maestría]. Programa de Posgraduación en Política Social, Brasilia. Pires, L. (2013). Transportes públicos e representações sobre mobilidade social: possíveis percepções a partir do Rio de Janeiro e de Buenos Aires. Anuário Antropológico 2012, 38(2), 165-193. Sheller, M. (2008). Epilogue. En T. P. Uteng y T. Cresswell (Eds.), Gendered Mobilities. Hampshire: Ashgate. Sheller, M. (2011). Mobility. Sociopedia.isa, 1-12. Srinivasan, S. (2008). A Spatial Exploration of the Accessibility of Low-Income Women: Chengdu, China and Chennai, India. En T. P. Uteng y T. Cresswell (Eds.), Gendered Mobilities. Hampshire: Ashgate. Tacoli, C. y Satterthwaite, D. (2013). Editorial: Gender and Urban Change. Environment and Urbanization, 25(1), 3-8. Tanzarn, N. (2008). Gendered Mobilities in Developing Countries: the Case of (Urban) Uganda. En T. P. Uteng y T. Cresswell (Eds.), Gendered Mobilities. Hampshire: Ashgate. Urry, J. (2007). ‘Public’ Trains. En Mobilities. Cambridge: Polity Press. Uteng, T. P. y Cresswell, T. (Eds.). (2008). Gendered Mobilities. Hampshire: Ashgate. Wilson, E. (1992, enero-febrero). The invisible flâneur. New Left Review, 191, 90-110.

370

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 370

15/03/2017 14:15:04


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 371

15/03/2017 14:15:04


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización* Natalia Ribas-Mateos

*

Dedico este texto a la memoria de mi madre, pues los esfuerzos de edición se mezclaron aquí con los esfuerzos de sus cuidados hospitalarios. Quisiera también agradecer el interés puesto en la revisión del texto a Bernabé López García.

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 372

15/03/2017 14:15:04


Una diversidad de debates El derecho a la ciudad es un concepto muy vasto. Desde una perspectiva amplia comprende el derecho a vivir en un lugar donde los residentes puedan construir sentimientos de pertenencia y de memoria. A partir de los múltiples rostros de la ciudad de Tánger y, en particular, de su medina, abordo distintos modos de pensar el Tánger post-cosmopolita, sus movilidades y sus formas de movilización. En este marco de análisis sobre la medina contemporánea de Tánger planteo tres tipos de debates que coinciden con los tres ejes enunciados en el título: memoria, movilidades y movilización. El de la memoria, en primer lugar, está relacionado con la memoria urbana y el cosmopolitismo de la medina; ahí se abre una cuestión fundamental sobre si el cosmopolitismo urbano —tal como lo revela la arquitectura de la medina— es una parte integrante del derecho a la memoria o no. En segundo lugar, con respecto al análisis transversal de las movilidades en los estudios etnográficos de la ciudad, me pregunto: ¿son las movilidades contemporáneas —y las anteriores a estas desde una perspectiva de la longue durée— un criterio cardinal en la configuración, la transformación y los atributos de las ciudades? ¿Podemos considerarlas como centrales en la reflexión sobre la configuración histórica de la mixticidad? En tercer lugar, me aproximo a las formas de movilización. Este debate está contextualizado por los cambios que suscitó la “primavera árabe” y su conexión con el derecho a la ciudad, y muy especialmente por la búsqueda del sentido inicial de la revuelta; los momentos denominados como “early stage revolt” y las distintas formas de movilización que se han puesto en evidencia cuando nos situamos en un campo de análisis en el que se intenta escribir la historia desde abajo1. En el caso de Marruecos nos referimos a 1

Un buen punto de partida es la obra de Cronin (2008, p. 1), quien se esfuerza por establecer una “history from below” desde Hobsbawm y Thompson (consciencia, agencia e independencia), y los estudios subalternos sudasiáticos (inspirados por Gramsci). La obra de Cronin busca restaurar el sentido de agencia de las clases subalternas en la historia del Norte de África y de Oriente Medio, al subrayar la capacidad de iniciar una acción concreta independiente de la acción de las élites. En la obra, varios de los textos se sitúan en los estudios de la “urban crowd” y su rol en la protesta popular, revueltas que no han perdido vigencia en la época de la privatización y la reforma financiera.

373

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 373

15/03/2017 14:15:04


Natalia Ribas-Mateos

los eventos ocurridos en la ciudad de Tánger en 2011, cuando el Harakat 20 Febraier2 —Movimiento 20 de Febrero— reclamaba derechos básicos, la elaboración de una constitución popular y democrática, el establecimiento del amazigh como lengua oficial, al tiempo que se pronunciaba contra la hogra o humillación, etc. (Jiménez, 2014). Este trabajo aborda en primer lugar los distintos rostros de la ciudad, con el fin de constatar tres atributos que considero fundamentales para comprender los debates en cuestión: el atributo fronterizo, el atributo cosmopolita —desde una perspectiva histórica y desde la configuración de la “medina ecléctica”— y el atributo metropolitano (en relación con los megaproyectos puestos en marcha durante la última década). En último lugar presento una reflexión sobre los atributos subrayados y pretendo ver hasta qué punto nos ayudan o no a entender la ausencia de movilización.

Los distintos rostros de la ciudad Tout se passe comme si l’extension des anciennes villes et la constitution de nouvelles servaient d’abri et de refuge aux rapports de dépendance, de domination, d’exclusion et d’exploitation. En bref, le cadre de la quotidienneté a été quelque peu modifié; les contenus n’en ont pas été transformés. Et l’on pourrait aller jusqu’à dire que la situation des citadins s’est aggravée en rapport, d’un côté, avec l’extension des formes urbaines et, d’un autre côté, avec l’éclatement des formes traditionnelles du travail productif. Lefebvre, 1989

La metamorfosis planetaria nos obliga a repensar el concepto de ciudad y sus atributos, tanto su parte histórica como su parte nueva. Considero que podemos 2

Las protestas de Marruecos en 2011 reclamaron más apertura, más reformas y menos poder para el rey, y se denominaron como movimiento 20 F. Un buen ejemplo de esta actividad es el blog de mamfakich.com (sin concesiones) o el blog de Nadir Buhmuch: My majzen and me. Haciendo una reflexión en retrospectiva, en Marruecos destacan las revueltas del pan de 1981 y 1984, cuando el fmi impuso un plan de ajuste estructural como condición para la concesión de préstamos.

374

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 374

15/03/2017 14:15:04


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

presentarlo aquí en forma de reflexión a partir de las complejas caras de la renovación urbana que ha experimentado la ciudad de Tánger desde principios del siglo xx. Tal reflexión apunta a la coexistencia de muchas ciudades en una sola; nuevos barrios, barrios antiguos, asentamientos precarios de migrantes internos y desplazados, así como nuevos conjuntos urbanísticos carentes de cohesión social abren muchos interrogantes a la hora de repensar el derecho a la ciudad desde sus posibles atributos. Dicho derecho lo planteo aquí de una forma un tanto genérica, que va más allá de los derechos clásicos, en la que formulo el derecho a una ciudad donde su población pueda vivir de forma digna. Como ha ocurrido también en otros lugares del mundo —en muchas ciudades latinoamericanas, por ejemplo— la participación ciudadana en la planificación y el ordenamiento territorial ha supuesto un cambio fundamental de paradigma: la ciudad es concebida ahora como un espacio físico cuya alteración sería dirigida por la acción de unas fuerzas de intervención exógena. Así, dichos derechos urbanos exceden hoy los derechos clásicos en la época de la transformación planetaria, e incluyen igualmente los derechos a vivir en un lugar donde los habitantes puedan construir sentidos de pertenencia, y también de pertenencia histórica y patrimonial (incorporando una experiencia histórica y de memoria), bien sea en el espacio del contexto metropolitano de la ciudad, como en sus propios barrios, y en la diversidad existente en ellos, en la reconstitución de un vecindario diverso, de una sociabilidad diversa. Estos múltiples rostros de Tánger se abren desde distintas formas de pensar la ciudad post-cosmopolita, al centrar el debate en el espacio de la medina, mencionada en el título de este trabajo como medina ecléctica. En este texto la medina se entiende desde su contexto histórico como la “ciudad musulmana” que pasa a indicar de forma genérica la ciudad en lengua árabe. En la cima de esta medina actual se ubica la casbah (fortaleza o ciudadela militar), configurada hoy como un barrio peculiar. No obstante, más allá de su morfología urbana —la llamada ciudad real o física—, es necesario captar la ciudad, de manera etnográfica, a partir de su vida cotidiana, de la especificidad de sus barrios, de calles concretas, o bien a través del sentido particular de su memoria en el contexto de la historia del Norte de Marruecos, probablemente por su condición de ciudad fronteriza, por sus muchos mitos y leyendas (las obras que evocan los mitos de esta ciudad son en realidad numerosas), e incluso por su cosmopolitismo. Más allá de su morfología, planteo la visión de la sociabilidad en la “medina ecléctica”, a través de la concepción de la casa a lo largo de la historia; el hogar como lugar de memoria, de rehabilitación, de demolición y de reivindicaciones de este cosmopolitismo, donde por lo menos el patrimonio arquitectónico, la literatura y la historia oral de sus habitantes dan cuenta de ello. Estos múltiples rostros de la ciudad son también móviles, en cuanto utilizo una retrospectiva en el tiempo (de los últimos años) a la hora de analizar los cambios. 375

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 375

15/03/2017 14:15:04


Natalia Ribas-Mateos

Tales transformaciones coinciden con momentos distintos de mi estancia en la ciudad. El primero de ellos tuvo lugar a principios de la década del 2000. Esta primera época estuvo marcada por la llegada al poder de Mohamed vi, quien ascendió en 1999; representó el final de los años de plomo, la época de la post-dictadura, pero también la aparición en el 2002 de las grandes manifestaciones de apoyo a Palestina y la emergencia del pjd (Partido de la Justicia y de la Caridad) como primera fuerza de oposición. El segundo momento empezó a mediados de la primera década de este siglo. 2005 fue el año de “los saltos a la valla” en los enclaves de Ceuta y Melilla, en los que se puso en evidencia el fracaso de las relaciones fronterizas entre Marruecos y España. La tercera y última fase, acaecida en el verano de 2014, se caracteriza por la “gran transformación”; es la fase de los megaproyectos urbanos en Tánger propiciados por el monarca alauita. Es aquí cuando nos preguntamos sobre la forma en que se sitúa la medina en estos nuevos cambios, ¿queda esta encapsulada, aislada de estos o, al contrario, es la voz de una forma de patrimonialización activa de la ciudad?

El atributo fronterizo Los elementos de la ciudad pueden ser caminos, ejes, distritos que conforman la imagen que de ella se despliega. Un modelo de análisis de este calibre resulta muy útil en el estudio de una ciudad fronteriza como Tánger —bañada por dos mares, con vistas a la península Ibérica—, que es al mismo tiempo sitio de paso —puerta de África, puente hacia Europa—; emplazamiento de rica mezcla cultural, de feedbacks nostálgicos de la ciudad internacional, que hoy se ha convertido también en lugar de espera de nuevos asentamientos y de nuevas formas de desarrollo económico estratégico. Tánger había sido la ciudad que durante los años sesenta atrajo a gentes de múltiples procedencias que arribaban en búsqueda de exotismo y libertad, como nos lo retratan diversos literatos: Choukri, Ben Jelloun, Serhane, entre ellos. Curiosamente, al mismo tiempo que se fueron desmoronando estas leyendas se reforzaron sus elementos fronterizos en un contexto de metamorfosis global. El hecho de subrayar este atributo de fronterizo nos enfrenta no solo a entender la ciudad de hoy, sino también al hecho de concebir la ciudad fronteriza como territorio específico o combinación de sus diferentes roles fronterizos: la frontera física de Estado-nación-eu, de urbe de costumbres diversas, de territorios industriales, de rutas comerciales. En el pasado, durante mi primera estancia en la ciudad, había definido las características de las ciudades fronterizas, las cuales se enmarcan en un contexto común, por estar sufriendo en primera línea el cierre de la Europa fortaleza —el cierre que fomenta la clandestinidad y reinventa distintas formas de movilidad—; estar conformadas como lugares de paso de las migraciones Norte-Sur; ser nexos fundamentales

376

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 376

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

de tránsito y de permanencia en los proyectos migratorios —por ejemplo, de los subsaharianos en Tánger—, así como de tránsito de mercancías; o bien ser puntos clave de la deslocalización industrial del Norte —especialmente en los sectores textil, la automoción y los servicios— y de la feminización de la mano de obra industrial. Las observaciones estaban entonces situadas en el espacio, en un contexto específico; son localmente observables, relaciones relativas a Tánger e incluso limitadas a un contexto más reducido, que en este caso es el barrio de la medina y de la Casba de Tánger (Ribas-Mateos, 2005). A partir del inicio de la década del 2000, el enfoque teórico inicial, y sobre todo la visualización de un mapa conceptual establecido a priori, se tornó demasiado rígido en la investigación. En tal enfoque pretendía encontrar una forma de articulación de la ciudad fronteriza, con el fin de que un lugar concreto me sirviese de encaje analítico de migraciones, estrategias familiares y globalización económica. En el caso de Tánger seguramente la aportación más importante del estudio etnográfico se consiguió a partir de relacionar estrategias de supervivencia con formas de informalización en la economía global. Uno de los más enrevesados impactos de la globalización se refleja en las renovadas restricciones fronterizas al movimiento de personas, símbolo de un bloqueo dominador —en marcado contraste con las movilidades que desea la gente— y con el movimiento de los bienes a través de las fronteras —también impulsado desde las políticas macroeconómicas europeas— (Ribas-Mateos, 2005). En dicha narrativa, esta esquina africana me sirvió como emplazamiento estratégico para el estudio de las movilidades en un lugar fronterizo seleccionado, específico, en el territorio de la globalización. Representaba el espacio a través del cual poder analizar qué sucede a nivel concreto en estos lugares que representan en sí mismos barreras físicas, zonas de control. En general, podía testimoniar cómo el capital, los productos y las ideas se habían vuelto más móviles, mientras que ciertas categorías laborales, constreñidas por las leyes de inmigración, continuaban bajo el control y la penalización de la movilidad. Considerando el cierre de fronteras —militarización, aumento de efectivos policiales, etc.—, este tipo de ciudad fronteriza se mostraba también como lugar de resistencia a la globalización. Sin embargo, a pesar de la intensificación de los controles y cierres, estas fronteras están continuamente cuestionadas por las personas y por aquellos que practican la movilidad y piensan que sus vidas se estructuran en un continuum en el contexto de los procesos transnacionales. Si pensamos en los elementos de la ciudad frontera, podemos distinguir primero la frontera dentro de una concepción de las estructuras típicas, lineales en el espacio, que trazan una discontinuidad geopolítica expresada en lo físico, simbólico e imaginario. Las fronteras han sido relevantes, pues históricamente han constituido la delimitación espacial del estado. En este sentido, se me plantearon múltiples distinciones 377

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 377

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

desde la frontera natural o no, de fronteras ‘buenas’ y ‘malas’, coloniales y nacionales, entre la línea y zona. No obstante me decanté por el concepto de frontera a través de una nueva perspectiva que pensé novedosa, la de la lógica de la globalización, la ciudad fronteriza como emplazamiento estratégico, como lugar estratégico de la globalización (en Ribas-Mateos, 2005). Desde dicha perspectiva, las fuerzas de la globalización acentúan la desterritorialización y la circulación —de capital, información, ideas y personas—, aunque la frontera sigue siendo importante como lugar de restricción geográfica a la movilidad de las personas. En dicha concepción fronteriza también debí revisar su trayectoria histórica: la conocida frontera entre civilizaciones, de un pasado arquitectónico de la ciudad que nos daba cuenta de una sociabilidad cosmopolita, construida a partir de una diversidad cultural, en principio por la convivencia de comunidades en los barrios considerados hoy como el centro de la ciudad. En este atributo de fronterizo, el tránsito se me presentaba como un elemento fundamental. Al pensar en Tánger como bulevar del Estrecho (Ribas-Mateos, 2015), la concepción de condición de ciudad fronteriza se presenta como neurálgica. En la etnografía desarrollada en este trabajo, el sentido de lugar se desarrolla a partir de una visión donde se ofrece una ciudad de oportunidades para todo tipo de migraciones, así como una ciudad de contrabando y de múltiples formas de tránsito y circularidades. A través de sus múltiples facetas, la ciudad fronteriza es tanto un lugar de paso y de tránsito, como un lugar de retención de las movilidades —a la espera de cruzar—. En este mundo urbano de las migraciones internas, propiciadas por el magnetismo que ejercen las ciudades fronterizas, se plasma a la perfección una marginalización del espacio a través de los tipos de hábitat precario y de la aparición de ocupaciones informales expresados de una forma muy polarizada en el espacio. Como consecuencia de dicha polarización espacial se producen múltiples discursos sobre las diferencias poblacionales. Con frecuencia se utiliza el discurso de las poblaciones foráneas que “inundan” un espacio urbano y hacen eco de una sociabilidad conflictual. En particular, se alude a los montañeros —los yiblíes de Bir Chifa asentados en Tánger— faltos de cultura cívica; a los arubis, procedentes del sur, indicando también un racismo interior que es muy universal. Estas migraciones internas ofrecen la visión de una plataforma giratoria donde se entremezclan continuamente las dinámicas de las migraciones internas con las dinámicas de las migraciones internacionales, sobre todo vinculadas a Europa.

378

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 378

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

El atributo cosmopolita Una breve perspectiva histórica Se requiere de una perspectiva genealógica de la ciudad para trazar un recordatorio histórico de lo que ha dado forma a su construcción como polo urbano de atracción migratoria, así como de los cambios actuales. La ciudad fue el puerto más importante de Marruecos hasta 1912, cuando el país cayó en los protectorados francés y español. De todos modos, no es posible ir mucho más allá en el tiempo para rastrear las condiciones históricas, pero sí podemos detenernos en los discursos de Mohamed vi, que se presentan claves para entender los cambios en la ciudad. Discursos públicos desde su entronización en 1999, en los que hace un gran énfasis en el desarrollo integral y estratégico del Norte de Marruecos, la aclamación a la política de la ciudad y la lucha contra el hábitat informal —dentro de las insistentes campañas de “lutte contre l’habitat insalubre”3, el barraquismo y el impulso de la vivienda social, etc.—. También es importante el promulgado por su abuelo en el año 1947 en Tánger —defendiendo la independencia del país—. Todos ellos van a marcar el avenir de la ciudad contemporánea. No obstante, desde esta perspectiva histórica más reciente, deberíamos recordar algunas fechas precedentes que han marcado la evolución de la ciudad desde el siglo xix, cuando era objeto de muchas ambiciones coloniales. De todos modos, la internacionalidad de la ciudad comienza antes de 1923, ya que la Comisión de Higiene que se fundó en los años ochenta del xix estaba gestionada por los cónsules extranjeros, funcionando a manera de municipalidad gracias a la cesión de prerrogativas por parte del Sultán. El urbanismo, la pavimentación, la salubridad y limpieza, el 3

Según Agoumy y Yahiyaoui (2005, p. 125), esta acción consiste en un combate continuo contra cualquier cosa indeseable que no deba existir sobre el suelo urbano, lo que constituye todas las formas de hábitat de las poblaciones desaventajadas. Para los autores, desde 1998 el discurso oficial se basa en un estado de urgencia que necesita la gestión de la crisis social, caracterizada por la precariedad del hábitat y por la insatisfacción de una demanda social creciente de la vivienda. El enfoque de estos autores estaría dirigido a una crítica a este modelo gubernamental, más en la línea de lo que se ha ido desarrollando como agencia espacial a partir de los trabajos de John Turner en Perú, quien señala que los propios residentes pueden proporcionar y manejar mejor su propia vivienda antes que ser gestionada administrativamente por el estado. También plantean que el discurso deja de ser menos paternalista a partir de 1998 —en contraste con la época de Hassan ii— y se tiende hacia un análisis de las causas. Igualmente, se busca un enfoque más participativo, por ejemplo permitiendo a las colectividades locales y al sector privado participar en el realojo de los habitantes de los barrios de barracas. De todos modos, las asociaciones que deberían servir de interlocutores son pocas en comparación con asociaciones que sí se ocupan de otros temas (medio ambiente, analfabetismo, lucha contra la pobreza) y además es poca la intención política de tenerlos presentes como interlocutores.

379

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 379

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

agua, dependían de dicha comisión. A pesar de que sí existía un mendub (gobernador) durante la época internacional, este carecía de una autoridad real, pues el poder estaba sobre todo en manos de Francia. La historia del Tánger internacional estuvo dominada por el enfrentamiento entre dos naciones, Francia y España, para ver quién conseguía un mayor protagonismo en la ciudad: si la una con sus propiedades e influencia, o si la otra con su colonia masiva de ciudadanos. Es pues una época internacional que se rastrea mucho más atrás en el tiempo y que puede referirse también al tiempo de cuando el soberano Sidi Muhammad Ben Abdallah convirtió la ciudad en capital diplomática de Marruecos. Ya a finales del siglo xix la presencia extranjera en la ciudad provocará cambios notables en el urbanismo y hábitat, tal como lo muestra López García (2015). Se construyeron nuevos barrios fuera de la ciudad, como el caso del Mershan, donde se instalaron miembros de la colonia europea y algunos notables judíos o musulmanes. También se dará en este periodo internacional la construcción de las Casas Baratas en el distrito de San Francisco, “viviendas sociales” hechas por españoles. En esta época, Francia esgrimía en su favor que controlaba casi la mitad del comercio de Tánger, mientras era muy poco el porcentaje que correspondía a los españoles. Sin embargo, hubo cambios con la internacionalidad de la ciudad, a partir de 1923. Como explica López García (2015) el estado resultante de la Conferencia de París, que concluyó en diciembre de 1923, era un híbrido entre los proyectos franceses y británicos, contrarios a la idea española de anexar la ciudad a su protectorado. La ciudad se convirtió en internacional, como quería Inglaterra, pero sujeta a la soberanía del sultán, lo que le dio a Francia, a través de su supervisión del monarca marroquí, el predominio sobre Tánger. Según el mismo autor, España tendría su venganza cuando Franco ocupó la ciudad entre 1940 y 1945, aunque debió acatar el retorno al régimen internacional al final de la guerra. Este régimen, que se prolongaría hasta la independencia y tendría un periodo de prórroga adicional con la llamada carta real de agosto de 1957, estaría en vigor hasta diciembre del año 1959. El periodo internacional duró 33 años; por una parte propició la libertad de entrada a personas emprendedoras procedentes de muchos lugares del mundo, pero por otra también escondió la marginación de la población musulmana y la pobreza en la que vivían amplios sectores de la colonia española (véase en los datos de López García, 2015). Después de la instauración del protectorado francés en 1912, el estatus de Tánger es diana de muchas tensiones. En 1923 se espera desarrollar un estatuto de Tánger que satisfaga a todas las potencias coloniales para aliviar las tensiones. Al acceder a la condición de ciudad internacional, Tánger se convirtió en un increíble lugar estratégico de atracción para el capital extranjero. Este estatuto particular confía la gestión de la ciudad de Tánger a una autoridad internacional. Se crea una administración que reúne a los representantes de las 380

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 380

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

comunidades francesa, española, inglesa, italiana, holandesa, belga, portuguesa y marroquí. En dicho estado reina una total libertad económica para esta porción del territorio controlado por un representante del sultán, mendoub. Convertida en zona libre, no sujeta a impuestos, la ciudad atrae por una parte a personas de negocios, pero también a espías y artistas. Ya con la independencia del país, en 1956, se condujo a la incorporación de la ciudad en el Marruecos independiente. Tánger, por tanto, fue una ciudad internacional desde 1923 hasta la independencia en 1956. Este breve esbozo histórico intenta mostrar la génesis de Tánger como capital cosmopolita gracias a su tiempo internacional. De todos modos, este atributo cosmopolita no fue siempre considerado como bueno, puesto que al momento internacional también se le concibió como una ocupación colonial. En la historiografía nos encontramos fuertes críticas de parte de los marroquíes, como ejemplifica Abdellah Guennoun, figura fundamental de la implantación de la educación escolar en árabe en la ciudad, quien señala: “en Tánger, ciudad de categoría internacional, me sentí como rehén de otra civilización” (Tafersiti, 1998). Otros documentos también atestiguan una dura ocupación colonial que intentó llegar a su tierra marroquí, pero que esta “supo resistir y no admitió el yugo extranjero” (Tafersiti, 1998, p. 141). Así, mientras que algunos cuentan con su internacionalidad y cosmopolitismo, otros mencionan la desconfianza que la ciudad generaba: durante años se ha pensado que “sigue siendo para la gente del sur” un lugar vendido a los extranjeros. Llegar pues a aprehender las condiciones del espíritu cosmopolita precisa un análisis de la construcción de espacios y de comunidades y de la sociabilidad entre dichas comunidades sin olvidar la contingencia histórica. Desde entonces hasta la actualidad, la que se ha denominado con frecuencia como ciudad del Estrecho (El Boughaz), se viene caracterizando por su ser “una ciudad de paso” (Martin-Hilali, 1996) y por su cosmopolitismo. Pero en realidad la ciudad comenzó a desarrollar su carácter más marcadamente cosmopolita en los albores del tiempo internacional (1923-1956). Fue en este momento que apareció dicha singularidad de la ciudad, con cualidades y características que hacen de ella una ciudad diferente de las otras ciudades marroquíes. Diversos aspectos discutidos previamente en el espacio de la ciudad nos recuerdan, en parte, el número de características de la ciudad internacional. El Tánger internacional fue organizado bajo una administración de gobierno muy original, que tomó la forma de una Asamblea legislativa con veintiséis miembros nombrados por los cónsules y el mendoub. El último se refiere específicamente a los miembros de la Asamblea que representan a los musulmanes y los judíos. Además de la Asamblea, se contaba también con un Comité compuesto por diplomáticos nombrados por el administrador de la ciudad. Con respecto a la justicia, la ciudad tenía un tribunal mixto compuesto por magistrados franceses, británicos y españoles para sujetos vinculados con los estados signatarios del Tratado de Algeciras (a excepción de los 381

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 381

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

ciudadanos de América del Norte). Además, una fuerza policial y una gendarmería reemplazaron las antiguas tabors (secciones) francesas y españolas desde 1906. El estado de 1924 marcó también el comienzo del control político francés sobre las instituciones en Tánger. Igualmente, marca el tiempo del plan de desarrollo urbano diseñado por el arquitecto francés Henri Prost4, quien trabajaba bajo las órdenes de Lyautey en la zona del protectorado francés. Prost es conocido por su plan destinado a aislar a la medina de Tánger del resto de la ciudad. A pesar de este plan, la ciudad ya había comenzado una fase de crecimiento caracterizada por una concurrida medina, un cinturón urbano que gira alrededor de la ciudad antigua con caminos radiales que emergen del zoco exterior, así como un gran número de edificios en las zonas de Hasnouna y en la meseta del Mershan. Estas características le concedieron a Tánger y en parte a otras ciudades de Marruecos un tipo distinto de organización espacial, sobre todo a aquellas afectadas por el urbanismo del protectorado español, que en realidad era bien distinto al de la parte del protectorado francés. Para mí ver esta distinción es fundamental, pues se tiende a prolongar las características del protectorado francés a todo el país. En la parte del protectorado francés en sus primeros años, la separación entre la ciudad nueva y la ciudad vieja se presenta como fundamental, marcando una distinción incluso en términos de etnicidad. En este doble modelo urbano —siguiendo los análisis de Abu-Lughod (1980)—, y a pesar de sus buenas intenciones, Lyautey —residente francés en Marruecos de 1912 a 1925— remodela la ciudad a su manera. Es decir, al delimitar el espacio de la medina para los marroquíes —los denominados entonces como indígenas— en aras de la conservación y preservación, estableció una profunda brecha. Así, un intento de preservar la identidad cultural y de propiciar lo que hoy llamaríamos una protección de la autenticidad, acabaría creando, como señaló Abu-Lughod (1980), una forma cultural y religiosa de apartheid. Toda una filosofía urbana que se encuentra corroborada por un discurso de Lyautey, haciendo alusión a que “el musulmán es celoso de su vida privada, acostumbrado a estrechas calles, a ocultar la vida doméstica, a terrazas que extienden la vida en familia y que por tanto debe permanecer protegido de miradas indiscretas”; en contraste, “la casa europea, con sus pisos superpuestos, sus rascacielos modernos […] es un ataque contra la forma de vida tradicional” (diversos apuntes extraídos de los análisis de Abu-Lughod, 1980). Según esta autora, el 4

Podríamos añadir cómo concibió Prost el plan de Casablanca para comprender mejor la funcionalidad territorial. Distinguía cuatro zonas: la zona indígena cuya construcción se limita a dos pisos; la zona central constituida de viviendas y comercios; las zonas industriales, reservadas a los establecimientos “insalubres, incómodos o peligrosos”, y las zonas de ocio para las villas o viviendas particulares (Kassu, 2008, p. 344).

382

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 382

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

periodo del protectorado creó algo que se convertiría en sustancial en la estructura de las ciudades marroquíes: dio lugar a la segregación espacial de las clases sociales. Inicialmente, la nueva oposición medina/ciudad se refería a la oposición indígena/europeo, por consiguiente, marcaba la oposición entre clases desfavorecidas (musulmanas) y clases privilegiadas (burguesía europea y musulmana). Esta forma segregada sería lo que estructuraría el desarrollo de la ciudad europea, segregación que permitió a la medina y a sus habitantes mantenerse parcialmente aparte. Sin embargo, esta segregación resultó en la creación de una desconexión entre la economía y la cultura: las actividades industriales debían desarrollarse en las ciudades europeas (Bravo Nieto, 2000). En segundo lugar, en esta organización espacial que hemos detallado, Tánger era también distinta, en ella no había mellah (barrio judío), pues las casas judías se encontraban por toda la medina. Estas se caracterizaban por el uso de ventanas más grandes y el empleo de balcones, en contraposición a la casa musulmana de la medina, prototípicamente volcada hacia el interior (y supuestamente con poca interacción con el espacio urbano). También se destacan por formas de decoración neoclásica, por el uso de estrellas de David en algunas fachadas y por adaptar elementos modernistas5. Generalmente, la medina de Tánger es conocida por ser una de las primeras ciudades en Marruecos en mostrar signos de influencia europea. La verdadera fuerza que llevó a la construcción de la moderna Tánger residió en la vitalidad de su economía y la explosión de su mercado inmobiliario, que concedió a la ciudad una situación de ventaja respecto de las otras ciudades en el norte marroquí (Bravo Nieto, 2000, p. 127). En tercer lugar, en este contexto diferencial del resto del país insertamos el atributo cosmopolita. No obstante, no es la única. Las ciudades mediterráneas se han catalogado con frecuencia como símbolos del cosmopolitismo; la ciudad de Alejandría en Egipto es también un ejemplo. Según Bravo Nieto, la visión cosmopolita de Tánger puede ser considerada como un rasgo fundamental que define el Tánger colonial; además, a pesar de tener una legislación específica y distinta de la de las otras ciudades del norte del país y de la fuerte influencia diplomática franco-británica, se ha 5

Durante el siglo xix primaba una tipología dominada por el neoclasicismo, convertido con el paso de los años en ecléctico (como en los teatros de Orán) y surgió una tendencia denominada neoárabe, que suponía un intento de adaptar estéticamente las edificaciones a los países donde eran construidas (Bravo Nieto, 1993, p. 353). Los estilos eran el del “vencedor” al referirse al neoclasicismo, y el del “protector” al hacerlo neoárabe. El modernismo también podría situarse al lado del vencedor en su tarea como civilizador. Este modernismo además difundía un nuevo concepto de modernidad y cosmopolitismo, a partir de una supremacía cultural europeo-occidental (Bravo Nieto, 1993, p. 353).

383

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 383

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

configurado de forma diferente. En líneas generales, el urbanismo y la arquitectura de la época habían sido desarrollados por españoles (Bravo Nieto, 2000, p. 121). Pero a su vez este cosmopolitismo se entremezcla con una nostalgia por un pasado mítico —entre otras razones se alude, por ejemplo, a la diferencia de idiosincrasia, de dialecto árabe y de folklore, etc.—, que conduce a que los tangerinos se sientan distintos. Ya en mis primeras estancias se daban los discursos en los que los tangerinos hacían eco de un espacio de vida entremezclado. Según los entrevistados se convivía dentro de una mezcla de culturas que se desarrollaban en el espacio de la vida cotidiana de la ciudad, “donde uno oía simultáneamente la llamada a la oración desde los minaretes y las campanadas procedentes de la iglesia católica de la medina”. No obstante, otros análisis nos recuerdan la manera en que debemos completar estas visiones de sociabilidad cosmopolita a partir de una “psicología del colonialismo”, como nos indicaría Frantz Fanon. En el caso argelino, indica cómo los personajes árabes de la literatura francesa de la Argelia colonial estaban siempre descartados de la trama principal. También lo he podido comprobar en la novela de Vázquez, La vida perra de Juanita Narboni, a partir del rol periférico que tienen los musulmanes en la medina de Tánger en el tiempo del Tánger internacional. Por todas estas razones señaladas aquí, esta memoria histórica que despliega la ciudad en fases históricas diferentes, refleja la construcción de su singularidad, así como la diversidad histórica de sus poblaciones. A pesar de que hoy en día la ciudad está totalmente integrada a Marruecos, y de que se ha convertido en los últimos años en el estandarte de un desarrollo de polo metropolitano estratégico, es heredera de un pasado urbano caracterizado por la mezcla, compuesto por una gran heterogeneidad de poblaciones y diversidad de comunidades. Esta heterogeneidad es obviamente el resultado de una historia de migración externa e interna. Aquellos que la recuerdan con una nostalgia dulce y amarga, aluden a la hermosa época del Tánger internacional y lo rememoran como un momento definido por su carácter cosmopolita. Mientras hoy en día la ciudad atrae a otros marroquíes, en el pasado atraía a españoles, británicos y judíos europeos (entre otros). Puede que muchos nuevos inmigrantes en esta ciudad fronteriza vean en Tánger más un lugar de paso que de asentamiento. Estos migrantes de paso han transformado la ciudad en una especie de caravasar mediterráneo (Ribas-Mateos, 2005). Evidentemente, es difícil extraer una idea única de la ciudad de Tánger, porque hay y había múltiples Tánger. Como muchas otras ciudades se caracteriza por un gran contraste, plasmado en sus formas de polarización urbana. En el caso de Tánger se pone en evidencia a través de diferentes circuitos de la vida cotidiana, en la medina, el puerto, en Beni Makada, etc. Los amantes del Tánger antiguo retoman dicha mixticidad que dicen caracteriza al tangerino, como un poco musulmán, un poco cristiano y un poco judío, aludiendo a la idea de coexistencia y cohabitación 384

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 384

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

a través de la tolerancia de las diferentes comunidades. Para los amantes de Tánger todos estos elementos son importantes, aunque tiendan a olvidar el Tánger actual en sus discursos de sociabilidad cargados de nostalgia. Esta nostalgia se entremezcla con el cosmopolitismo, pero rehúye al recién llegado. La nostalgia del Tánger cosmopolita es pues un tema frecuente en las conversaciones con los tangerinos, así como en la polarización y división de los barrios y en su consecuente categorización sobre la población urbanizada y no urbanizada. En último lugar, citamos el tema de la diversidad cultural en dicha variedad poblacional, pues en Tánger conviven muchas culturas: Yebala, del Rif, Arubia (aludiendo a la gente del campo y a la que no es del norte, también con tono despectivo), y por tanto, también conviven muchas maneras de hablar el dialecto marroquí, diferentes maneras de entender un mosaico cosmopolita a la marroquí. Es precisamente a través de estas clasificaciones poblacionales que muchos tangerinos desarrollan un discurso sobre la “decadencia de Tánger” y la llegada de las nuevas poblaciones.

La configuración de la medina ecléctica En este recorrido de la ciudad me parece importante continuar con los trazos marcados por la polarización urbana que identifican esta ciudad fronteriza en función de la relación que se establece entre centro y periferia. Polos esenciales, la medina6 y el boulevard son imágenes de la centralidad de la ciudad. El centro es el símbolo del espacio de la ciudad, el lugar de los recuerdos, el lugar de identificación con la civilización urbana en los discursos etnográficos. Sin embargo, una parte de la población ha aportado su carácter rural a un carácter urbano (Martin-Hilali, 1996, p. 49). El éxodo rural, que a veces se compara con una “ruralización” de ciudades, condujo a una división entre diferentes modelos de consumo y una división de población urbana. Por un lado, existen los barrios cerrados con villas y casas de calidad superior al resto, y en el otro lado, existen los barrios más populares, tales como Bir Chifa. En su origen la medina coincidía con la ciudad, pues eran las murallas que definían el espacio acordonado, el muro se convertía así en el nudo gordiano de la ciudad. Pero esta medina no la definimos aquí como recinto amurallado, puesto que la construcción de la muralla tuvo muchas épocas; hubo muchas demoliciones y muchas reconstrucciones. Nos referimos al eclecticismo. Este atributo de ecléctico viene sugerido por los diferentes estilos que se combinaron a partir de finales 6

En la actualidad, la superficie habitable de la medina no excede los 30 m2 en el 47% de las casas; los 50 m2 en el 72% de los hogares, y los 80 m2 en el 88% de las casas. La tasa de inquilinos es del 60% y la de los propietarios no excede el 40%. La propiedad privada supera el 80% y el resto se divide entre propiedad de Habús y del estado (presentación de la comuna urbana de Tánger, sitio web).

385

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 385

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

del siglo xix de forma simultánea: historicismo, clasicismo, modernismo, art-déco, así como a la proliferación del estilo neoárabe. Por eclecticismo quiero señalar cómo dichas tendencias se entremezclan con la casa árabe tradicional que ya existía en la medina desde la época de la ocupación portuguesa. De todos modos esta mezcolanza no es exclusiva de Tánger, pero sí lo es seguramente el que se encuentren todos estos elementos al mismo tiempo en el espacio de una medina. Durante los primeros decenios del siglo xx, el norte de África fue un ámbito privilegiado para la recepción de modelos estéticos procedentes de los grandes centros de creación europeos. Las diferentes tendencias formales e incluso otras corrientes más fundamentadas en opciones ideológicas, fluyeron con una gran soltura y generaron un ambiente propicio para la creación, el cambio y la transgresión (Bravo Nieto, 2008, p. 287). Según este autor, las ciudades costeras se convirtieron en motores fundamentales, “estas urbes se constituyeron en laboratorios de creación debido a que acusan profundas transformaciones urbanas, dentro de un marco de rabiosa modernidad” (Bravo Nieto 2008, p. 287) y por supuesto, la transformación se realizaría en muchas ocasiones en un ambiente cosmopolita. De este modo, la medina tuvo ya su importancia durante la época del urbanismo colonial, pues se consideraba que reflejaba la esencia de la ciudad antigua del norte de África7. Si por una parte, fue sujeto de una visión orientalista y estaba presa de los análisis más limitados de lo que se considera una ciudad islámica; se quedó atrapada en un análisis ciertamente inmovilista, que se superaría en momentos más actuales relacionados con la gentrificación de la medina (como ocurre con los casos de Marrakech y Essauira). Así mismo, a finales de los años 60 hubo una toma de conciencia del valor cultural de las medinas8, como ocurrió por ejemplo en los casos de la Casbah de Argel9 o de la Asociación de protección de la medina de Túnez.

7

8

9

A pesar de la existencia de fuertes elementos comunes había también una diversidad. Bravo Nieto (1993) nos brinda un contexto general de diversidad político-jurídica de las ciudades del norte de Marruecos durante el protectorado español. Además en relación con las medinas, no solo en Tánger, sino también en el protectorado español en el norte de Marruecos, vemos florecer un interés de la administración por las medinas. Marruecos ratifica la Convención del Patrimonio mundial en 1975 y propone nuevos lugares protegidos, siete de ellos son medinas: Fes (1985), Marrakech (1985), Meknés (1996), Tetuán (1997), Essaouira (2001), Magazán (2004) y Rabat (2012). El ciclo de degradación que afecta en especial a la medina de Tánger, es generalizable a muchas otras medinas. Pongamos por ejemplo el caso de la casbah de Argel en los años sesenta: salida de antiguos inquilinos y propietarios, cambios en la reglas de alquiler, reducción de los vínculos comunitarios, privatización de espacios colectivos, sobrecarga y sobredensificación de vivienda, desaparición del mantenimiento colectivo, reducción del coste de los alquileres, etc. Estos ciclos nos recuerdan las dificultades de englobar en un mismo proceso la rehabilitación, la renovación, el estado ruinoso, etc.

386

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 386

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

Al enfocarnos en la época del Tánger internacional, presenciamos cómo las tendencias foráneas no eran solo producto de la influencia de la presencia judía, la cual componía una gran parte de la población de la medina, sino que venían alimentadas también por artistas y viajeros. Así por ejemplo podríamos pensar en la llegada a Tánger de artistas catalanes como Tapiró o bien de viajeros empresarios como Ametller (el dueño de varias fábricas de chocolate en Cataluña que utilizaron la estética modernista en sus cajas y posters publicitarios). Algunos miembros de la burguesía catalana buscaban unir influencias islámicas con aspectos formales del estilo modernista, cuando muchos de ellos, animados por las lecturas orientalistas de la revista La Ilustración, se embarcaban en el “Gran Tour” por las ciudades del Mediterráneo, en el que se incluía Tánger, pues solo podían llegar hasta allí como visitantes en Marruecos. En este viaje ya se encontraban con una ciudad que había sido ocupada sucesivamente por portugueses, españoles e ingleses. Esta circunstancia le había otorgado un aspecto arquitectónico ecléctico, donde conviven las huellas de los ocupantes con las huellas magrebíes (Carbonell y Vélez, 2005, p. 22). Dicho eclecticismo convivía con una población cosmopolita como apuntan estos autores: En realidad, la ciudad era un atractivo lugar repleto de fuertes contrastes sociales, culturales y étnicos, donde los progresos materiales más modernos coexistían con las costumbres más atávicas. Así, en sus calles se hallaban las últimas novedades de la moda parisina y al mismo tiempo se podían presenciar escenas arcaicas como la venta de esclavos, la llegada de las caravanas del sur o las celebraciones religiosas como son procesiones y peregrinajes. La población, bastante heterogénea, estaba compuesta de una mayoría musulmana, constituida por bereberes, árabes y negros que convivían con una importante comunidad judía y una colonia occidental formada a finales de siglo por más de 10.000 almas. (Carbonell y Vélez, 2005, p. 22)10

No solo en Tánger, sino también en el protectorado español en el norte de Marruecos, vemos florecer un interés por las medinas de parte de la administración, ligado a la nostalgia y el romanticismo que suscita una cultura a la que no se veía excesivamente lejana por sus evidentes vinculaciones con el mundo andalusí. Según Bravo Nieto (2004), las realizaciones artísticas de Córdoba o de Granada constituían un orgullo nacional y no un exotismo orientalista, como en el resto del continente.

10

Traducido del catalán.

387

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 387

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

El atributo metropolitano Abriendo nuevos hubs El caso de la ciudad de Tánger es un buen botón de muestra para ver cómo funcionan diversos hubs en medio de multiplicidad de capas en un escenario metropolitano concreto. Hoy en día nos encontramos con una extensísima bibliografía (mucho más amplia que la que se podía encontrar a finales de los años 90) sobre la ciudad, la cual se centra en una reflexión general sobre el impacto territorial del gran proyecto en la región que la sitúa en el mapa de los servicios globales como una parte más de las estrategias de privatización11 y de prácticas neoliberales en Marruecos. Este cambio en la región engloba básicamente el proyecto multifuncional de Tanger Med (desde el 2007), pensado como un punto neurálgico central de las rutas entre África y Europa para el comercio de containers, que conecte además con una red territorial de parques industriales y logísticos acompañados también por la creación de nuevas ciudades12. El eje clave se centra en la región de Tánger-Tetuán, la cual debe aportar en esta transformación nuevas zonas comerciales e industriales —especialmente con la fábrica Renault desde el 2010— que desarrollan incluso más las redes previas de outsourcing y offshoring, a partir de nuevas zonas francas así como de nueva infraestructura del ferrocarril y autopistas. Pero dicho contexto es mucho más amplio. A nivel externo, Europa recrudece su política de visados; se cierran también las puertas a los refugiados. A nivel nacional, Marruecos se transforma políticamente (administración, acción de la sociedad civil, nuevas estrategias de desarrollo humano, cambios parlamentarios, regionalización, desarrollo estratégico de la península tingitana). A nivel urbano, se crean nuevos barrios-ciudades producto de las complejas dinámicas de las migraciones internas y el éxodo rural. A nivel de la economía global, el capital neoliberal fomenta, desde la producción, el crecimiento de las zonas francas y la deslocalización de la telefonía, del textil, de la industria de automoción; y desde el consumo, la extensión de las rutas Podríamos poner múltiples ejemplos sobre estas prácticas. Desde los planes de desarrollo que benefician la especulación urbana hasta la liberalización del agua iniciada en 2001, en el caso de Amendis en Tánger. En pocas palabras es posible hablar de un crecimiento de los partnerships público-privado, la privatización y la incentivación financiera del desarrollo urbano (véase Kutz, 2010). 12 Como la nueva ciudad de Charafate (confiada a una nueva filial del grupo Al Omrane) y que acompaña al proyecto Tanger Med y la zona franca de Mellousa. Al Omrane Al Boughaz lleva los grandes proyectos no solo de esta ciudad, sino también de las zonas zun, así como los programas públicos de vivienda. Además es partenaire de los promotores privados para la realización de ciertos programas. La empresa dispone de una autonomía financiera operacional y de un marco de maniobra que le permite tener un peso clave en las decisiones de urbanismo. 11

388

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 388

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

del contrabando en regiones fronterizas. Pero es a partir de la elección del norte como puntal del desarrollo, por parte del monarca, que podemos pensar en la nueva fase de la ciudad frontera. La creación del gran puerto Tanger-Med, la creación de nuevos polos industriales y la creación ex nihilo de dos nuevas ciudades. Todo ello va acompañado de nuevos centros comerciales y nuevas prácticas de homogenización del consumo (véase por ejemplo la implantación en Tánger de Sonae Sierra, líder mundial de shopping malls). De todos modos, los nuevos proyectos más que en difusión de folletos novedosos sobre los cambios y en mapas sofisticados colgados en internet, nos obligan a repensar la metropolización del espacio, en base a formas democráticas de múltiples centralidades que superen la segregación, y en buscar una articulación de las movilidades en el espacio urbano así como la conservación del patrimonio. Contamos por el momento con muy pocos indicios que nos guíen a la hora de articular hasta qué punto estos proyectos están todavía cerca de la población. Repensar los cambios también nos sugiere ir más allá de las concepciones que piensan la preservación sin cambio, es decir, como si la medina fuese inmóvil, cosificada, pintada, fotografiada, orientalizada, y el cambio estuviese solo fuera de esta. La creación de nuevos espacios urbanos en la península tingitana va a la par de una falta —todavía vigente— de una participación democrática urbana. Dicha nueva creación de proyectos, encabezada por el propio monarca, sigue las pautas de privatización de la economía y de la conformación de un espacio estratégico en la región TángerTetuán. Dichas formas de acción no pasan de momento por prácticas de democratización urbana o proyectos inclusivos. Así, esta ciudad tantas veces imaginada y re-creada halla sobre el tapete el debate acerca del derecho a la ciudad en un momento de cambio neoliberal que chirría por la falta de voz de los barrios de la ciudad (pero sí ha dado lugar a movimientos de protesta prodignidad al estilo de las aclamaciones de otros movimientos de la primavera árabe). Esto nos lleva también a la consideración de la conservación del patrimonio —esa ciudad ya creada sobre la que tanto se ha escrito y mitificado—. De todas formas, para repensar este proyecto de metropolización no podemos limitarnos a los grandes proyectos en la región; a mi parecer debemos situarnos en el momento posterior a la independencia en el que la ciudad fue ofuscándose respecto al rol que había tenido anteriormente, así como también estaba relegado todo el norte de Marruecos respecto a zonas centralizadas a nivel de poder económico y político como Casablanca y Rabat. Veremos a continuación varios apuntes que nos ayudarán a comprender el atributo de metropolitano.

389

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 389

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

El espacio de la ciudad A finales de los años 50 se crea en Tánger una zona franca industrial, que convertirá a la ciudad en la tercera industria textil del país después de Casablanca y de Fes. Dicho polo industrial propiciará el desarrollo de nuevas construcciones en la periferia tangerina que con frecuencia irá acompañado, especialmente durante los años setenta, de una cierta actitud de tolerancia hacia la edificación de barracas. La evolución de la población se caracterizará por un crecimiento demográfico, sobre todo durante los años 70, por una parte relacionado con el crecimiento natural pero también por el peso del flujo migratorio, en particular en el caso de la municipalidad de BeniMakada y Charf. En los años 40 la ciudad vive una inmigración de origen rifeño, en su mayoría; es la época del inicio de una política industrial en el Marruecos mediterráneo que había sido considerado como ese Marruecos inútil de la zona que abarca el exprotectorado español y que acabó por desarrollar una economía sumergida, fuertemente vinculada a los productos de contrabando con Ceuta y al tráfico del hachís, al comercializar la cultura del cannabis de las montañas de Yebala. En lo que concierne a la política, a partir del año 1981 se empezaron a elaborar en la ciudad los sdau (Schema Directeur d´Aménagement). El primero intentó fijar la protección del litoral y el espacio agrícola de la ciudad. Durante los años ochenta y noventa el urbanismo se caracterizaba por una ocupación incontrolada del territorio, sobre todo en las zonas periurbanas. Tampoco el sdau de 1995, homologado en 1998, sirvió de documento claro de orientación debido a las dificultades encontradas. Las agencias urbanas se establecieron por decreto real en 1998; se trata de agencias públicas financiadas por el Estado marroquí bajo la jurisdicción del ministerio del Interior. Algunas diferencias según barrios A principios de los ochenta del siglo pasado, la ciudad no tenía un peso singular en la historia del Marruecos. Dicho momento estuvo caracterizado por los problemas urbanos que ocupan la parte delantera de la escena política. Pero después de los disturbios de 1981, la cuestión urbana desempeñó un papel privilegiado en el discurso del gobierno. Una década más tarde, las problemáticas de los barrios urbanos se agudizarían; falta de infraestructura, servicios inexistentes y sobre todo dos temas claves que se convirtieron en el tema estrella de las intervenciones gubernamentales hasta el día de hoy: la lucha contra el barraquismo y la vivienda informal. Tánger no queda ni mucho menos excluida de estos procesos urbanos en los que se pensaba que todo era debido a la fuerte aceleración del éxodo rural. Esta población segregada permaneció en Tánger en los márgenes de la ciudad y aislada de los elementos de la vida urbana; para los habitantes de estos barrios se utilizaba cualquier distintivo para la más pequeña acción de estado: un cable eléctrico en una fuente

390

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 390

15/03/2017 14:15:05


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

podría interpretarse como un reconocimiento del distrito por la administración y como un primer paso hacia la integración en la ciudad (Abouhani, 1999, p. 355). Desde la década de 1970, tanto en Tánger como en otras ciudades marroquíes, los residentes expresaron su desdén hacia los barrios bajos que se extendían vigorosa y consistentemente a las afueras. La población de Tánger ha experimentado un crecimiento, en parte debido al crecimiento natural pero principalmente debido a una masiva llegada de flujos migratorios, en especial en los municipios de Beni-Makada y Charf. Al mismo tiempo, la industria también se extendió hacia el sur y sureste de la ciudad. Esta industrialización se realizó gracias a la fuerza de trabajo proporcionada por el éxodo rural y la especulación inmobiliaria, a menudo financiados por los marroquíes residentes en el extranjero (mre). Por lo tanto, estos nuevos barrios se desarrollaron con el dinero generado por la migración internacional. En este recorrido urbano me parece importante subrayar la polarización que caracteriza la ciudad frontera y su relación entre centro y periferia. Polos esenciales, la medina y el boulevard son imágenes de la centralidad de la ciudad. El centro es el símbolo del espacio de la ciudad, el lugar de los recuerdos, un lugar de identificación con la civilización urbana. Sin embargo, una parte de la población ha aportado su carácter rural a un carácter urbano (Martin-Hilali, 1996, p. 49). Después, a finales de la década del 2000, en estas formas de polarización jugará un papel muy importante la conformación de barrios de concentración de población subsahariana, lo que implicará fuertes conflictos con determinadas poblaciones residentes. La ciudad y su área metropolitana encuentran su génesis de polarización en dos formas de concentración de viviendas, otra expresión de la ciudad dividida. Un eje horizontal a lo largo de la costa —el viejo Tánger y modernos apartamentos— y un eje vertical que se dirige hacia el sur, que se caracteriza por los edificios de barrios populares (chaabi). Otras distinciones espaciales pueden ser representadas por el fenómeno de viviendas precarias que se produce en tres áreas: i) la medina, además de los barrios de Emsallah y Dradeb, distritos creados por el éxodo rural y de obreros españoles durante el periodo internacional de la ciudad; ii) barrios informales específicos, Beni Ouriguel, Saddam, El Hafa; iii) de vivienda no regularizada, en el municipio de Beni Makada, incluyendo los barrios como Bir Chifa (pnud, 1999). Debería señalarse también el impacto que tendrán más adelante los proyectos de Tánger Metropole. Podemos detenernos y ver estos efectos de las tendencias a la polarización que suelen ocultar la implementación de los grandes proyectos. Así por ejemplo la baja escolarización y las fuertes tasas de analfabetismo en Beni-Makada revelan la crítica situación de los habitantes de este barrio, y en particular la de aquellos que viven en Bir-Chifa (El Kaomouni, 2001, p. 46). Es precisamente esta zona la que queda

391

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 391

15/03/2017 14:15:05


Natalia Ribas-Mateos

excluida de la memoria urbana; es precisamente esta zona la que reclama una movilización urbana a partir del movimiento del 20 de Febrero. Enfocando sobre la medina Volviendo a la medina, adentrándonos de nuevo en el viejo centro, hemos observado en los últimos años no solo nuevas construcciones, sino también intensas demoliciones. Los barrios clandestinos se fueron demoliendo. En un simple paseo por las casas del barrio Hafa podemos ver todavía azulejos hechos añicos. Aún permanecen las ruinas al lado de la muralla de la casbah, en Sidi Bouknadel, donde las casas se habían construido sobre terreno arenoso. La destrucción ha sido una de las estrategias adoptadas durante los últimos años. Pero mientras que hay destrucción por una parte, hay proyectos en acción por otra. Mientras que se destruye la colina del Hafa, se reconstruye una carretera por debajo; se levanta de nuevo un puerto. La demolición de las casas cercanas que amenazaban ruina, así como la conservación de los grandes chalets de la zona que marcan la época internacional nos muestran, como señala Kutz (2010), la injusticia espacial de la estética de la ciudad global y sacan a la luz las necesidades básicas de la población y la incompatibilidad entre las prácticas de management y las ideologías.

¿Reconstrucción de un escenario? La reconstrucción de esta antigua y cosmopolita Tánger ha estado atravesada en la última década por las farolas de hierro. Se redificó la mezquita del Souq el Barra —a la que se le añadió un gran reloj—; se reconstruyó el cine Rif —ahora cinémathèque de Tánger—; la escuela secundaria de la Calle París ganó con sus bancos de madera y su juego intermitente de palmeras grandes y pequeñas. Hacia el mar, la restauración urbana es aun más flagrante: se inició la reconstrucción casi total de las viejas fachadas de edificios frente al mar y la del hotel Rif, que reabrió sus puertas. Estos pasos abrieron una época distinta en un futuro lleno de esperanza para un nuevo horizonte urbano. No obstante, muchos trabajos quedaron pendientes. La reconstrucción de un escenario también tiene relación con todo el trabajo de mejoría compuesto por la fuerte presencia en la medina y en la ciudad de la memoria judía, representada por edificios emblemáticos como la sinagoga Nahón (1876) o el cementerio de Beit Hayam (cementerio judío de Tánger pegado a la medina). Este tipo de reconstrucción y reivindicación está muy presente en la información que se despliega en múltiples blogs sobre las huellas judías en Tánger. Además, la reconstrucción del escenario alude a los eventos realizados durante el año 2013, centenario del teatro Cervantes de Tánger y de cómo este es un ícono o

392

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 392

15/03/2017 14:15:06


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

no del Tánger internacional, de la presencia española de la ciudad y de la exclusión de comunidades.

Conclusión: del cosmopolitismo a la movilización Hemos intentado realizar un análisis de la “medina ecléctica” ofreciendo una aproximación del derecho a la ciudad de una forma amplia, que pueda pensarse desde el derecho a vivir en un lugar donde los residentes cuenten con la posibilidad de construir sentimientos de pertenencia que vayan también vinculados a sentimientos de memoria, o bien viendo cómo dicha memoria es parte o no fundamental de dicha pertenencia. A partir de los múltiples rostros de la ciudad y de la medina en particular, abordamos distintas formas de pensar el Tánger post-cosmopolita, sus movilidades y sus formas de movilización. Sus rostros han sido analizados en forma de tres atributos: el atributo fronterizo —propio de características de ciudad frontera—; el atributo cosmopolita —a partir de una perspectiva histórica decimonónica y de la configuración de la medina ecléctica—; el atributo metropolitano —situándola en el eje de los nexos globales—. Dichos atributos se enmarcan en el contexto de reconstrucción en el que valoramos hasta qué punto la movilidad y las formas de movilización urbana corresponden y responden a dicho contexto dibujado. Veamos pues los elementos de estas narrativas desglosadas de una forma sintética. En primer lugar, respecto al derecho a la ciudad, donde la memoria ha sido considerada como una parte de dicho derecho que no debería perderse. Como señala un entrevistado “hemos perdido mucho, sobre todo en la medina” (Allal, entrevistado en el video Límenes, 2004). Al mismo tiempo, dicha memoria de la ciudad internacional es la de una ocupación colonial (J. P., entrevistado en el video Límenes, 2004). En segundo lugar, el atributo fronterizo. Este nos ofrece las coordenadas de las migraciones, de las estrategias de movilidad, del impacto de las restricciones a la movilidad, de las circulaciones que se hacen patentes en sitios concretos de las fronteras de un mapa global, de las formas en que la ciudad fronteriza engulle el cosmopolitismo en sus múltiples facetas de plataforma giratoria de las movilidades. En tercer lugar, el atributo cosmopolita ubicado en el corazón de la medina ecléctica, donde la historia, el arte y la sociología ofrecen unos indicadores muy valiosos para la investigación aplicada. La limitación es ver cuán minoritario puede ser hoy en día el cosmopolitismo como reivindicación urbana. El tema de la ciudad cosmopolita como un modo posible de cohabitación interétnica nos permite analizar las formas de memoria y el debate en torno a ellas, así como constatar si estas se desarrollan en un pasado común o no. Es decir, cómo se convierte también en una memoria fragmentada en un espacio polarizado, donde unos se sienten parte de ella y otros no. En esta medina cosmopolita también la movilidad actual hace mella, pues se

393

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 393

15/03/2017 14:15:06


Natalia Ribas-Mateos

agudiza la rotación de la población en vivienda precaria, lo que genera que haya una menor capacidad de respuesta por parte de la población. En cuarto lugar, el atributo metropolitano se pone en evidencia a partir de un cambio fuerte de orientación estratégica de la ciudad a nivel nacional, pues esta se modeló a partir de la iniciativa del monarca de impulsar el desarrollo del norte. Pero no hay un fuerte cambio en el tipo de composición poblacional en la ciudad en la emergencia de nuevas clases sociales. Pareciese como si de nuevo con este análisis del atributo metropolitano que inaugura la ciudad, se rememora la época internacional, al dar paso a la llegada de un espíritu emprendedor —ahora con capital global— pero que también esconde la marginación de la población —como ocurría con la época internacional— y deja al descubierto un urbanismo en el que se albergan, como también sucedía en la época internacional, complejas redes de criminalidad. En quinto lugar, las formas de reconstrucción nos abren de nuevo interrogantes y preguntas sobre cómo, qué y cuándo se reconstruye. Demoliciones, desplazamientos (con apenas información ciudadana sobre los desplazamientos de la población), la demolición de hospital Benchimol en 2010 (muy presente en los sitios web de memoria judía de la ciudad), la apertura de los cementerios en el centro, dan muestras de cómo se ha querido realizar la reconstrucción a nivel oficial. De todos modos, la construcción y reconstrucción de un lugar no puede constituirse a partir de la exclusión social, ni de censurar la información de una realidad, ni a través del sentimiento de nostalgia que puede ser impulsado a través del arte (el Tánger mitificado), ni de construcciones ex nihilo en las que se decide dónde se debe vivir. En sexto lugar, las formas de la movilidad son, a mi modo de ver, una continuidad de las antiguas formas cosmopolitas en muchos sentidos: en el espíritu del viaje, en las posibles convivencias, en la reinvención de estrategias. En séptimo lugar, las formas de movilización urbana se encuentran todavía muy incipientes para poder analizar sus posibles vías y acciones de respuesta y protesta. Hemos presenciado en la ciudad un proceso de urbanización muy rápido, como ha ocurrido también en otras grandes ciudades del país. En dicho proceso la población de las periferias se ha configurado también como un sujeto particular a nivel político, en el que los ciudadanos se encuentran en una situación infralegal, pues no se les reconocen sus derechos como habitantes, a pesar de tener sus derechos reconocidos (como se destaca especialmente en ciudades como Casablanca, en los denominados karianis, barrios de barracas, analizados en Zaki, 2008). Para ver un camino de movilización urbana debe sopesarse primero el modo en que pervive y se agudiza la configuración de la ciudad fragmentada; la expulsión de los barrios periféricos respecto al centro. La voz de la ciudad fragmentada, reproducida en un claro mapa de segregación espacial, se ahoga en un contexto donde se siguen manifestando la represión y la falta de democracia urbana. A pesar de 394

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 394

15/03/2017 14:15:06


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

implantarse una nueva forma de modernización con un énfasis en la privatización y en la implantación de nuevos programas de desarrollo (pnud), perviven también antiguas formas de control social a escala urbana. Podemos incluir aquí otros ejemplos. Si pensamos en las formas de movilización relacionadas con las movilidades, vemos cómo la comunidad subsahariana acabaría también por movilizarse una vez salió del entorno de las medinas (que los caracterizaba a principios del 2000 como forma de asentamiento). Con el tiempo, esta comunidad desarrollaría formas de protesta, bien sea en determinados barrios de la ciudad, bien justo en las zonas fronterizas a partir de los asaltos a las vallas (2005, 2014, 2015). Así, si pensamos en las formas de movilización relacionadas con la primavera árabe, vemos cómo realmente el movimiento con el que iniciamos el artículo, el movimiento de protesta del 20F no ha conseguido tener un impacto en los movimientos vecinales.

Referencias Agoumy, T. y Yahyaoui, M. (2005). L’amélioration de l’habitat des pauvres en milieu urbain: discours officiel et perception locale. En D. Richards, T. Aboumy y T. Belghazi (Eds.), Urban Generations: Post-Colonial Cities (pp. 121-132). Rabat: Faculty of Letters of Rabat. Beguin, F. et al. (1983). Arabisances, décor architectural et tracé urbain en Afrique du Nord 1830-1950. París: Dunod. Bravo Nieto, A. (1993). El teatro como símbolo arquitectónico. Melilla y Tánger en torno a 1911: modernismo y secesión. En Arquitectura y ciudad i y ii (pp. 349364). Madrid: Ministerio de Cultura - Dirección General de Bellas Artes y Archivos - Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Bravo Nieto, A. (2004). Una página de historia compartida: arquitectura y urbanismo en el norte de Marruecos. En Marruecos y Andalucía. Ciudades Históricas. Sevilla - Tetuán: Junta de Andalucía. Bravo Nieto, A. (2008). El Art Déco en Melilla: del zig-zag moderno a la estética de la máquina. En A. Bravo Nieto (Ed.), Arquitecturas Art Déco en el Mediterráneo (pp. 287-334). Barcelona, Melilla: Edicions Bellaterra - uned Melilla. Carbonell, J. y Vélez, N. (2005). Le Grand tour. El viatge d´Antoni Ametller al Marroc l´any 1903. Barcelona: Fundació Ametller.

395

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 395

15/03/2017 14:15:06


Natalia Ribas-Mateos

Coslado, E., Mc Guiness, J. y Miller, C. (2013). Médinas immuables? Gentrification et changement dans les villes historiques marocaines (1996-2010). Rabat: Centre Jacques Berque. Cronin, S. (2008). Introduction. En Subalterns and Social Protest. History from Below in the Middle East and North Africa (pp. 1-22). Oxford - New York: Routledge. Errami, A. (2007). Industrie et espace industriel dans la ville de Tanger. Mémoires - inau. López García, B. (2015). Del Tánger diplomàtic a la ciutat internacional. En L’orientalisme peninsular en el context internacional. Simposio organizado por el Institut Europeu de la Mediterrània (iemed), con la colaboración del Museu Nacional d’Art de Catalunya y l’Institut Municipal de Museus de Reus, Reus - Barcelona. Jiménez, M. (2012). Tánger a los bordes de la primavera árabe. Anuari del Conflicte Social 2012, 141-161. Kassu, A. (2008). El Art-decó en Casablanca. En A. Bravo Nieto (Ed.), Arquitecturas Art Déco en el Mediterráneo (pp. 335-353). Barcelona - Melilla: Edicions Bellaterra - uned Melilla. Kutz, W. (2010). State and Territorial Restructuring in the Globalizing City-Region of Tangier, Morocco [Tesis de Maestría en Ciencia]. Universidad de Miami, Miami. Le Tellier, J., Debbi, F. y Amzil, L. (2009, octubre). La mobilité urbaine dans l´ agglomeration de Tanger: évolutions et perspectives. Etude de cas. Raport definif. Plan Bleu. Centre d´Activités Régionales Sophia Antipolis. Lesbet, D. (1985). La Casbah d´Alger. Gestion urbaine et vide social. Argel: Office des Publications Universitaires. Naciri, M. (1987, octubre-diciembre). L´aménagement des villes et ses enjeux. Maghreb-Machrek, 118(47-48). Ribas-Mateos, N. y Ribas-Mateos, P. (2006). Límenes. Ciudades frontera, límenes mediterráneos [dvd y texto]. Marsella: Editions P´tits Papiers. Ribas-Mateos, N. (2015). Tanger, Maroc: La sociologe d’une ville-frontière (A Sociological Study of Tangiers, Morocco) [M. R. de Madariaga, Preface; S. Sassen, Post-face]. Londres - Nueva York: Mellen Press. Sklair, L. (2006). Iconic Architecture and Capitalist Globalization. City, 10(1), 21-47. Strava, C. (2013, julio-agosto). L’appropriation de la modernité a Hay Mohammadi. Architecture du Maroc [Casablanca], 56.

396

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 396

15/03/2017 14:15:06


Tánger, la medina ecléctica: memorias, movilidades, movilización

Zaki, L. (2008). Transforming the City from Below. Shantytown dwellers and the fight for electricity in Casablanca. In S. Cronin, Subalterns and Social Protests. History from Below in the Middle East and North Africa (pp. 116-138). Nueva York: Routledge.

397

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 397

15/03/2017 14:15:06


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 398

15/03/2017 14:15:06


Autores Alexander Chaparro Silva. Historiador y candidato a magíster en Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Entre sus principales publicaciones se encuentran: “‘Donde la opinión no se fixa, no tienen vigor las Leyes’. Opinión pública y publicidad política en la Gazeta Ministerial de Cundinamarca (1811-1816)”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 41 (2014); “La voz del Soberano. Representación en el Nuevo Reino de Granada, 1785-1811” en F. Ortega Martínez y Y. A. Chicangana Bayona (Eds.), Conceptos fundamentales de la cultura política de la independencia (2012); “La opinión del rey. Opinión pública y redes de comunicación impresa en Santafé de Bogotá durante la Reconquista española, 1816-1819”, en F. Ortega Martínez y A. Chaparro Silva (Eds.), Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política. Siglos xviii y xix (2012). Con F. Ortega Martínez, “El nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-1830” en F. Ortega Martínez y A. Chaparro (Eds.), Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política. Siglos xviii y xix. Miembro del grupo de investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones inscrito en Colciencias. Sus intereses investigativos actuales son la prensa decimonónica, la cultura política de la Independencia y la historia político-conceptual. Correo electrónico: alexander.chaparro@yahoo.com Alexandra Martínez. Socióloga de la Universidad del Valle, magíster en Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona y doctora en Sociología de la Universidad de Salamanca. Profesora del Departamento de Sociología de la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro de los grupos de investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones y Cultura y Conocimiento y Sociedad inscritos en Colciencias. Sus trabajos recientes, como investigadora principal, son “La representación teatral

399

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 399

15/03/2017 14:15:06


Autores

como práctica cultural: el Teatro Colón y el Teatro Municipal en Bogotá 18901910” (2013) y como investigadora, “Los usos y circulación de las imágenes en la construcción de la ciudadanía y de la diferencia. Colombia 1900-1930” (2015) e “Imágenes e impresos”. Ha publicado “La función estética de las revistas ilustradas en Bogotá a finales del siglo xix” en Universitas Humanística, n. 74 (2012); con P. Cano y T. Sevilla, “La sociología que hacen los egresados de la Universidad del Valle: Nuevos Perfiles”; en P- Quintín Q. (Comp.), La Sociología en Colombia: Balance y perspectivas (2007); con N. Ribas, “Mujeres extranjeras en las cárceles españolas”, Sociedad y Economía (2003). Correo electrónico: alexandra.martinez@javeriana.edu.co Ana Marcela Ardila. Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia, y magíster en Sociología y doctora en Geografía de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Investigadora, profesora y consultora. Ha trabajado como investigadora en el Museo de Desarrollo Urbano, en el Observatorio de Cultura Urbana en Bogotá, en el Sistema Universitario de Investigación de la Universidad Autónoma, el Departamento Administrativo del Medio Ambiente y el Departamento Administrativo de Planeación Distrital. Ha publicado los libros Uso y valoración de los espacios públicos de la Troncal de la Caracas de Bogotá (2008) y Espacio público y sociabilidad urbana: el caso de la implementación del proyecto Transmilenio en la troncal de la Caracas (2008). Correo electrónico: marardila@gmail.com Candice Vidal e Souza. Graduada en Ciencias Sociales, magíster en Antropología Social de la Universidad de Brasilia y doctora en Antropología Social del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Ha publicado los libros A Pátria Geográfica: sertão e litoral no pensamento social brasileiro (1997) y Repórteres e reportagens no jornalismo brasileiro (2010), así como capítulos de libros y artículos. Actualmente es profesora del programa de posgrado en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais, en Belo Horizonte. Correo electrónico: candice.vidal@yahoo.com.br Francisco A. Ortega Martínez. Doctor de la Universidad de Chicago (2000). Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia e investigador asociado del grupo de investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones inscrito en Colciencias. Es investigador posdoctoral en el proyecto “The Research Project Europe 1815-1914,” con sede en la Universidad de Helsinki y apoyado por el European Research Council. 400

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 400

15/03/2017 14:15:06


Autores

En el 2002, obtuvo una residencia posdoctoral en el Seminario de Historia Atlántica de la Universidad de Harvard, dirigido por el profesor Bernard Baylin (2002); y en el 2008, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de Stanford. Ha sido autor de numerosos artículos y editor de los libros Disfraz y pluma de todos: Opinión pública y cultura política, Siglos xviii y xix (2012), en coedición con A. Chaparro; Conceptos fundamentales de la cultura política de la Independencia (2012), en coedición con Y. Chicangana; Historia, trauma, cultura. Reflexiones interdisciplinarias para el nuevo milenio (2011); Veena Das: Sujetos de dolor, agentes de dignidad (2008); La irrupción de lo impensado (2005). Correo electrónico: faortega@unal.edu.co Gilberto Loaiza Cano. Licenciado en Filología de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Obtuvo el Diplôme d’Etude Approfondies en Histoire (dea) de la Universidad Marc Bloch, Strasbourg y es doctor en Sociología del Instituto de Altos Estudios de América Latina (iheal), Paris iii. Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad del Valle (Cali). Ha sido Profesor invitado, Cátedra Antonio Nariño, Iheal-Sorbonne Nouvelle, 2009-2010. Ha obtenido el Premio Alejandro Ángel Escobar en Ciencias y Solidaridad en la categoría de Ciencias Sociales (2012) y Tesis de doctorado con mención “très honorable avec félicitations du jury à l’unanimité”, con recomendación también unánime para ser publicada en español y en francés, París, 2006. Autor de numerosos artículos y libros; entre los últimos se encuentran: Historia de Cali, siglo xx. Tomo i: Espacio Urbano, Tomo ii: Política y Tomo iii: Cultura (2012) y Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación (2011). Correo electrónico: loaizacanogilberto@hotmail.com Iara Lis Schiavinatto. Graduada y licenciada en Historia de la Universidad Estadual de Campinas; magíster en Multimedios y doctora en Historia de la misma universidad. Ha sido profesora en Historia Moderna e Historia Social en la unesp (1988-2000). Actualmente es profesora en el Instituto de Artes de la Universidad Estadual de Campinas, en los programas de pregrado de Comunicación Social/Medialogía y de posgrado en Historia y Artes Visuales. Sus intereses de investigación se centran en la cultura política, la memoria disciplinar de la historia, la cultura visual, la historia intelectual. Ha publicado libros y artículos acerca del mundo luso-brasilero y sus dinámicas de poderes entre 1750-1840, abordando la cultura visual y la cultura política de entonces. En este momento organiza un libro sobre Cultura Visual e Historia

401

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 401

15/03/2017 14:15:06


Autores

y una exposición sobre las funciones del archivo para el Centro de Memoria de la unicamp. Es asociada de la Asociación Nacional de Profesores de Historia (anpuh) y de la Sociedad de Estudios del Siglo xix (seo). Correo electrónico: iara.schio@gmail.com Janneth Aldana Cedeño. Socióloga y magíster en Sociología del Arte de la Universidad Nacional de Colombia y doctora en Historia del Departamento de Historia de la misma universidad. Sus temas centrales de investigación giran en torno a la sociología de la cultura y la sociología del conocimiento, específicamente sobre el arte: el desarrollo del teatro en Colombia y las relaciones entre conocimiento y creación artística. Pertenece al grupo de investigación Cultura, conocimiento y sociedad inscrito en Colciencias. Profesora de tiempo completo del Departamento de Sociología de la Pontificia Universidad Javeriana. Ha publicado los libros Desarrollo del teatro moderno en Colombia: los grupos experimentales entre 1940 y 1960, (2013); en coautoría con C. Meneses Los colectivos experimentales en la emergencia del teatro moderno en Colombia (2012) y Arte y política. Entre propaganda y resistencia (2010). Correo electrónico: janneth.aldana@javeriana.edu.co José Alves de Freitas Neto. Doctor en Historia Social de la Universidad de Sao Paulo. Profesor de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (cnpq) y visiting scholar en el Institute of Latin American Studies (ilas) en Columbia University (New York, 2013). Autor de diversos artículos en las áreas de cultura y política en Latinoamérica, con énfasis en la Argentina del siglo xix. Parte de sus publicaciones recientes son: Sueños brillantes de la inquieta fantasía: fronteiras, espaços e tradições literárias a partir de La cautiva de Esteban Echeverría (1837) (2012); Un siglo todo de señales: o trabalho intelectual em Buenos Aires e as demandas expostas en La Moda (1837-1838) (2013). Entre sus libros están: Bartolomé de las Casas: a narrativa trágica, o amor cristão e a memória americana (2003) y A escrita da memória (2004). Correo electrónico: jafneto@uol.co.br Marcos Fontoura de Oliveira. Ingeniero Civil de la Escuela de Ingeniería, urbanista de la Escuela de Arquitectura y especialista en Percepción Ambiental y Espacio Urbano del Instituto de Geociencias de la Universidad Federal de Minas Gerais. Es magíster en Administración Pública de la Fundación Joao Pinheiro y doctor 402

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 402

15/03/2017 14:15:06


Autores

en Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais. Ha sido profesor de la Universidad Federal de Minas Gerais (ufmg) y actualmente trabaja en la Empresa de Transportes y Tránsito de Belo Horizonte. Es consultor en Planeación de la movilidad y gestor de indicadores de Movilidad Urbana de Belo Horizonte. Correo electrónico: marcosfontoura@uol.com.br Magali Carrillo Rocha. Socióloga de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad París iii-Sorbona Nueva, con estudios de Doctorado en Historia de la Universidad París i-Sorbona. Sus últimas publicaciones son: José Padilla, militar y político: documentos (2012) y 1809: Todos los peligros y esperanzas (2011). Algunos de sus artículos son: “El pueblo al poder”, “Nariño. El triunfo de las ideas (bicentenario de Cundinamarca 18132013)” (2013), “Comienzos de una desilusión: noticias públicas y lealismo (Nueva Granada 1808)” (2011). Correo electrónico: magalicarrillo@yahoo.fr María del Pilar Chavez Castro. Socióloga egresada de la Pontificia Universidad Javeriana. Sus intereses como investigadora se enfocan en el estudio de la memoria histórica, la cultura, el arte, el cambio y la organización de la sociedad. En los últimos dos años participó en investigaciones que abordan diferentes procesos en Colombia durante el siglo xx, haciendo énfasis en los medios de comunicación y su influencia en la construcción de culturas colectivas. Su trabajo de grado fue una monografía sociológica con mención honorífica, sobre las transformaciones de la radio en Colombia y su influencia en la construcción de una cultura de masas. En la actualidad reside en Milwaukee, Wisconsin, donde adelanta una investigación sobre las comunidades de inmigrantes y su relación con las manifestaciones artísticas. Correo electrónico: chaves-m@javeriana.edu.co M.a Esther Pérez Salas C. Doctora en Historia del Arte de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora de planta de la Maestría en Historia de Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores. Su investigación más reciente es “Ilustración litográfica en México en el siglo xix. La enseñanza del arte en México a nivel extra-académico durante la primera mitad del siglo xix: 1821-1847”. Ha publicado el libro Costumbrismo y litografía en México: un nuevo modo de ver (2005) y coordinado los libros Las 403

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 403

15/03/2017 14:15:06


Autores

muestras tipográficas y el estudio de la cultura impresa (2012) y Tres décadas de hacer historia (2011). Además, escribió: “El arte del siglo xix en México ¿un arte de búsqueda o de transición?”, en J. L. Palacio Prieto (coord.), 90 años de cultura (2012). Recibió el Premio García Cubas que otorga la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia en la categoría de facsimilar por el libro Establecimiento tipográfico de Ignacio Cumplido (2002). Correo electrónico: msalas@mora.edu.mx Natalia Ribas-Mateos. Socióloga y doctora de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es profesora del máster de migraciones de la Universidad da Coruña. Ha sido Investigadora Ramón y Cajal en la Universidad da Coruña (equipo esomi, 2012); investigadora visitante en el Centre for International Border Studies, en la Universidad de Queen’s, Belfast, Irlanda del Norte (2011) e investigadora visitante en la Universidad de El Paso, Texas (2009). Profesora visitante en la Universidad de Meknés (Marruecos, 2008-2009). Miembro de grupos I + D: Género y Desarrollo (Universidad de A Coruña), y Grup de Recerca de Geografia i Gènere (Universidad Autónoma de Barcelona). Sus estancias más destacadas han sido: Programa tmr (Training and Mobility of Researchers en Italia, Grecia y Portugal) y Programa Marie Curie, como investigadora en la University of Sussex, en Brighton, uk, la University of Chicago, usa y en Francia en la Maison Méditerranéene de Aix-en-Provence. Sus publicaciones más recientes son “Images as bag packs when researching the Mediterranean: tools and tensions” (2011); “Foyer et mobilités des mineurs: le cas d’une famille Tanjaowia”, en C. de Gourcy (Ed.), Maternités et Paternités (2011); “Cuatro años de reflexiones fronterizas”, en El río bravo Mediterráneo. Las regiones fronterizas en la época de la globalización (2011), del que es editora, y el libro Tánger, boulevard du détroit (2011). Correo electrónico: mazo@arquired.es Nelson Antonio Gómez Serrudo. Sociólogo de la Universidad Nacional y magíster en estudios de investigación interdisciplinarios de la Universidad Distrital; adelanta estudios de Doctorado en Urbanismo en la Universidad Central de Venezuela. En la actualidad es director de la carrera de Sociología de la Pontificia Universidad Javeriana. Como investigador se ha interesado por los temas relacionados con el espacio público, el transporte y la cultura urbana. Entre sus publicaciones recientes están: “La ruta salsera”, en ¡Fuera zapato viejo! Crónicas, relatos y entrevista sobre la salsa en Bogotá (2014), Salsa y cultura popular en Bogotá (2013) y Andrés Caicedo en clave urbana (2009). Correo electrónico: gomez.nelson@javeriana.edu.co 404

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 404

15/03/2017 14:15:06


Autores

Óscar Iván Salazar Arenas. Antropólogo con opción en Literatura, magister en Antropología de la Universidad de los Andes y doctor en Ciencias Humanas y Sociales, Centro de Estudios Sociales (ces), Universidad Nacional de Colombia. Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia (Departamento de Sociología) e investigador adscrito al ces. Research Fellow, Romance Languages and Literatures, Harvard University (2013-2014). Miembro del grupo de investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones inscrito en Colciencias. Algunas de su publicaciones son “De liebres, tortugas y otros engendros: Movilidades urbanas y experiencias del espacio público en la Bogotá contemporánea” (2013); “La movilidad espacial y la ciudad en el cine colombiano a finales del siglo xx”, en M. Hering y A. Pérez (Eds.), Historia cultural desde Colombia. Categorías analíticas y debates historiográficos (2012); “La cara pública y la cara vergonzante. Imágenes de la urbanización de Bogotá en la ciudad fílmica y en la fotografía urbana de mediados del siglo xx”, en Bogotá fílmica. Ensayos sobre cine y patrimonio cultural (2012). Correo electrónico: oi.salazar@gmail.com

405

SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 405

15/03/2017 14:15:06


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 406

15/03/2017 14:15:06


SOCIABILIDAD Y LO PÚBLICO_05.indd 407

15/03/2017 14:15:06


Este libro fue compuesto en caracteres Adobe Garamond e impreso en papel bond beige, en el mes de noviembre de 2016 en Bogotรก, d. c., Colombia.

SOCIABILIDAD Y LO Pร BLICO_05.indd 408

15/03/2017 14:15:06


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.