Edición aniversario 34 diario El Líder de San Antonio

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Hoy celebramos 34 años de existencia que suman dos grandes ciclos

DIRECTOR Manuel Mejías Y. GERENTE Sixto Bórquez O. EJECUTIVOS DE VENTA Carlos Ramírez L. Jaime Cabrera G. EDITORA Patricia Iturbe B. JEFE DE DISEÑO Milton Cañas V. DISEÑO Adrián Catalán M. Cristian Valdés B. REPRESENTANTE LEGAL Karla San Martín A. Impreso en los talleres de El Mercurio S.A.P.

El primero, el que inició desde su fundación la empresa local Comunicaciones Maipo Ltda., del empresario Jorge Betancourt, y que sembró la historia de nuestro medio. Después de siete años esa responsabilidad pasó a la empresa El Mercurio de Valparaíso, que le dio el respaldo para incorporarse a las nuevas tecnologías y ofrecer al público un servicio informativo y comercial acorde a los nuevos tiempos. Desde siempre ha sido una entrega pensada en el beneficio de la comunidad, que dispone de nuestras plataformas para tener una fuente de información responsable y pluralista. Nuestro criterio es abierto, inclusivo y sin sesgos de ninguna naturaleza. Solo proponemos como condición el respeto por la diversidad de las diferentes visiones de nuestra sociedad. En estos días oscuros de confinamientos, la cordura impone quedarse en casa.

Por segundo año consecutivo el aniversario de Diario El Líder se cumple en tiempos de franca pandemia por el coronavirus.

Entre los efectos de tanta restricción, surgen algunos beneficios inesperados, como el potenciamiento del teletrabajo, para quienes lo pueden realizar. Pero un bien mayor es la vuelta a reunirse en familia. El Líder fue desde siempre un diario de contenidos generales que apuntan a los intereses de la familia. En estos días en que las redes sociales imponen a fardo cerrado informaciones muy útiles junto a manifiestas mentiras, insultos y noticias falsas o fake news, es bueno saber que existen medios tradicionales que se identifican con un celoso cuidado por la veracidad de las fuentes. Nuestro esfuerzo va en esa dirección. Queremos seguir potenciando el concepto de la familia informada, con contenidos de calidad. Es una idea que hoy toma especial fuerza en el corazón de los sanantoninos, con los que queremos enfrentar juntos esta pandemia.


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Transformaron la casa en su colegio Viven fuera de la ciudad, con la tranquilidad que solo da estar alejada del ruido del centro de la comuna. En una parcela cerca de la localidad de Leyda, la profesora de Ciencias mención Biología del Instituto del Puerto, Paula Ruiz Estay vive junto a su hija, Victoria Sánchez Ruiz de 10 años, estudiante de 5° básico A del mismo colegio y, en la casa vecina, su madre, Lidia Estay Lucero, jubilada de 68 años. Hasta el año pasado el hogar de Paula y Victoria era su refugio, un lugar de descanso. Con el coronavirus debieron adaptarse, modificar los espacios e invertir en tecnología para no tener dificultades de conexión; en otras palabras, convertir ese espacio familiar y de relajo en un espacio laboral. Hace más de un año que ambas están en modo online. “Este último año nos cambió muchísimo el día a día,

desde lo que ha significado modificar la casa para poder acomodarnos hasta ver transformado nuestro espacio, sinónimo de descanso y relajo, en nuestro colegio ya que funcionamos en base a eso todo el tiempo”, explica Paula Ruiz. Pero lo mejor de todo, según Paula, ha sido el poder estar más tiempo juntas. “Ciertamente eso ha sido lo mejor. Se agradece el poder vernos todo el día, todos los días, aunque no deja de ser agotador el no poder separar los roles como lo hacía antes de todo esto. Tenemos días más difíciles que otros, como todos, pero creo que nos hemos adaptado y nos hemos acercado mucho más como mamá e hija”, asegura la profesora del Instituto del Puerto, las que según señala, no se le ha hecho fácil tener que desarrollar el rol de profesional y madre 24/7, sin hacer una pausa o diferencia, al menos, durante el día.

Paula Ruiz es profesora del Instituto del Puerto y Victoria Sánchez estudiante de quinto básico en el mismo colegio. “El trabajo como docente ha sido realmente complejo, estoy todo el día en función del colegio. Tengo cla-

se todos los días y en el mismo horario que mi hija, por lo tanto, ella ha tenido que responder autónomamen-

te”, explica. Agrega que “me gustaría poder tener más tiempo para acompañarla, pero se vuelve difícil cuando tenemos los mismos horarios”. Es que el trabajo del profesor no termina cuando se acaba la clase, como muchos creen, y Paula lo confirma. “Después de eso uno sigue con el celular atendiendo a los estudiantes y apoderados, hay reuniones, entrevistas, preparar el material para el siguiente día, revisar los trabajos que se van solicitando y retroalimentarlos. Y a eso sumarle el atender a mi hija, ayudarla con sus dificultades, tratar de mantener el orden de la casa y bueno, las típicas preocupaciones de llevar un hogar”. Pero Paula de todas maneras se siente una bendecida. “Tengo el apoyo de mi madre que nos ayuda muchísimo y nos facilita la rutina para que podamos desligarnos de ciertas respon-

sabilidades hogareñas y en mi caso poder responder mejor en mi trabajo”, asegura. CLASES PRESENCIALES Victoria Sánchez cursa 5º básico, se conecta online, tiene clases todos los días y ha ido pasando por distintas etapas. Cada vez está más adaptada al sistema, pero a la vez confiesa que le ha costado más. Extraña tener cerca a sus profesores y hay días que está cansada, extraña ir al colegio y todo lo que ello implicaba. “A pesar de todo, Victoria se esfuerza por cumplir y es consciente, a su edad, de lo difícil de la situación que estamos viviendo, tiene una opinión super clara y es comprometida con su estudio. El mundo tecnológico es parte de su vida hoy en día, así que por ese lado no tiene problemas”, concluyó Paula Ruiz.


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La vecina de Tejas Verdes que realiza talleres en su sector

Mucho amor, paciencia y trabajo en equipo Susan Toro Zúñiga (43 años) está con teletrabajo en la Fundación Siglo XXI donde debe coordinar reuniones en forma remota con las organizaciones colaboradoras y apoyar al equipo de trabajo en los proyectos que están sacando adelante relacionados con el patrimonio social, medioambiental y de educación para San Antonio. Como artesano del fierro, su marido, Ricardo González López (43 años), ha visto pausado su trabajo por la pandemia, así que mientras está efectuando arreglos en el hogar. Sus hijas Susan (11 años) y Polet (4 años) se conectan a clases escolares a través del computador apoyadas en todo momento por sus papás. “¿Cómo hemos logrado convivir en familia y salir adelante? Con amor, paciencia, unidad y trabajo en equipo. Hemos tratado de apoyar al máximo a los niños en los temas de estudio haciendo que la tecnología sea más amigable para ellos y turnándonos para hacerles llevaderas las clases online”, explica Susan Toro. Agrega que su hija mayor, Escarlette está viviendo en Valdivia terminando la carrera de administración de Empresas en la universidad. “Se le ha hecho difícil viajar a San Antonio, pero mantenemos el contacto diario vía telefónica y mis hijos Benjamín y Bastián están en casa de su abuela”.

Los González Toro cuentan cómo han logrado convivir en familia, sobrellevar la pandemia y salir adelante.

CLASES ONLINE La pequeña Susan de 11 años, estudiante en el Colegio Nueva Providencia de Llolleo, extraña a sus amigos y prefiere las clases presenciales. “Online es aburrido, prefiero compartir en vivo con mis compañeros, jugar, hacer trabajos grupales; también quiero salir en bicicleta y tampoco se puede”, señala. Su madre reafirma que las clases online han sido estresantes. “El año pasado le costó más que éste, ya aprendió a trabajar con la nube, mandar correos y ocupar la impresora que antes no usaba sola”. Mientras que la menor, Polet de 4 años, estudia en el jardín Mi Refugio y dice extrañar a las tías, los juegos, los amigos y poder ir a la playa. La familia González Toro se tuvo que acomodar a esta nueva realidad, adquirir nuevos dispositivos y mejorar las condiciones de redes

de internet. “Cambiamos las modalidades para adaptarnos a este nuevo mundo más virtual que presencial, enseñar a la más pequeña a ocupar y estar atenta al teléfono”, indica Susan Toro. “Pero sentimos un gran apoyo de los profesores del colegio y las tías del jardín que tienen un gran compromiso de educar, de entregar materiales de apoyo para la casa que se han convertido en pilar fundamental para sobrellevar de mejor manera esta situación”, asegura Susan. A pesar de todo lo negativo que ha significado la pandemia, Susan saca lo mejor de todo esto. “He podido estar más tiempo con la familia, con mi marido y los niños, aunque el encierro y la rutina se vuelve estresante, hemos tratado de hacerlo llevadero, nos amamos como familia y practicamos la tolerancia y la paciencia”, manifiesta. La pandemia marcó un antes y un después en la vida de todos. En tiempos de permisos individuales y colectivos, ir a comprar insumos básicos parece ser el único paseo que tenemos. “Antes íbamos donde queríamos a la hora que fuera, compartíamos con amigos y familiares; mi marido y yo salíamos a trabajar fuera de la casa, cosas tan triviales que no tenían una importancia consciente, ahora se valoran más que nunca. Gracias a Dios mi familia está sana”, concluye Susan Toro.

Marta Rojas Muñoz es una vecina de Tejas Verdes que se dedica a entretener a los amigos de su hija Josefa, de 9 años, y a todos los pequeños vecinos que se quieran sumar a sus talleres. “Me gusta trabajar con niños y también lo hago como una opción para entretener a mi hija en sus tiempos libres. Durante el verano nos reuníamos más seguido, pero ahora con el inicio de las clases y el tiempo que está cambiando, los talleres son más alejados”, explica Marta Rojas (38 años) que cuenta que todo comenzó con una guerra de bombitas de agua afuera de su casa durante el verano del 2020 y luego continuaron juntándose. Uno de los primeros talleres que realizó con los niños fue el cultivo de almácigos en macetas hechas de botellas plásticas recicladas; también les ha enseñado huerta y compost. Han preparado pizzas, pan, montinos, cocadas; masas dulces, wafles y tortas. En artes manuales han hecho docoupage, a coser, slime -masa para jugar- y Don Pasto, figura hecha con medias pantys, aserrín y semillas de pasto que crece y se convierte en el cabello de este señor fabricado por los niños. “Los talleres comenzaron en mayo del 2020, durante el comienzo de la pandemia de coronavirus. Un poco también para sacar a los niños del estrés que vivimos al comienzo y que aún sigue, pero un poco más asumido por todos. La idea comenzó como entretención para estos tiempos que han sido difíciles para todos”, manifiesta la vecina de Tejas Verdes que en algún momento tuvo hasta 25 niños metidos en su casa. Su marido, Eduardo Gajardo, construyó una cocina adaptada para recibir a los niños con todas las medidas sanitarias para evitar contagios. “En todo esto él me apoya, es mi pilar. Construyó muebles de cocina a la altu-

En los tiempos libres de los niños, Marta Rojas les enseña desde repostería, compostaje, cultivo de almácigos y decoupage hasta cueca y a cocinar. ra de los niños donde podemos recibir hasta 10 vecinitos en este espacio para trabajar cómodamente”, señala Marta que en un principio pedía un aporte en materiales, pero luego, los apoderados fijaron una cuota para comprar lo necesario. “Hasta diciembre estuvimos muy activos, nos reuníamos dos veces por semana y estas últimas emanas, como ha estado tan alto el número de contagios, decidimos tomarnos un receso hasta que el panorama se vea más alentador, que esperamos sea pronto ya que es tanto el entusiasmo de los niños que siempre están preguntando cuándo será el próximo taller”, asegura Marta. Hace unos años, Marta trabajó en un Jardín Infantil por lo tanto tiene un curso que la faculta para trabajar con niños reconocido por la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji). DANZA NACIONAL Otro de los talleres que ha tenido gran aceptación entre los niños del barrio es el de clases de cueca, el baile preferido de la hija de Marta. Josefa tiene un talento innato que la ha llevado a representar a la provincia en

certámenes internacionales. A toda la familia Gajardo Rojas les apasiona la cueca y participan del taller Cuecarte, que actualmente también se encuentra en receso. Josefa, estudiante del Colegio José Luis Norris, forma parte del Ballet Folclórico San Antonio (Bafosan) que por estos días tienen proyectado realizar su gala folclórica. Actualmente en Bafosan están con clases online, preparándose para la gran muestra. Josefa tiene claro que las clases presenciales son más entretenidas. “En verdad prefiero mis clases de baile en forma presencial porque es más fácil aprender de esa forma, me gustaría que todo fuera normal y que pase la pandemia pronto”, concluyó la pequeña. Marta la respalda y señala que “esperamos que pronto llegue la paz a los hogares y pase esta pandemia. Que todo vuelva a ser normal, mientras estoy preparando clases por zoom. Para el día del libro les hice algo didáctico, para que los pequeños se entretengan aprendiendo, y así también comunicarnos y vernos a través de la red online”.


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Amor a toda prueba El amor incondicional de Patricia Muñoz Díaz (62 años) por Andalio Pedreros Moraga (58 años) tiene más de 40 años, pero solo hace 5, lo formalizaron. Han estado toda una vida juntos, “en las buenas y en las malas”, dice Patricia. Tienen cinco hijos, catorce nietos y tres bisnietos que ven regularmente porque viven muy cerca de su casa en la Villa Génesis en San Antonio. Hasta antes de la pandemia, Patricia trabajaba vendiendo ropa en las ferias libres. Hoy, por el coronavirus y sus enfermedades de base como diabetes, atrofia en manos y piernas y colesterol alto, le impiden salir de su casa. Económicamente ayuda a su marido, que está hace más de un año cesante, tejiendo flores a crochet y haciendo chocolates para todas esas celebraciones que

se hace más fácil vender este tipo de productos: día de los enamorados, pascua de resurrección y para el día de

la madre ya comenzó a preparar sus productos. También los fines de semana hace cocadas, cachitos y alfa-

jores que ofrece en pequeñas bandejas a los vecinos a través del WhatsApp. “Mi marido trabaja hacien-

do “pololitos” en construcción, poniendo cerámicas y ese tipo de cosas. Está difícil poder sustentarse, pero con lo que él gana y la ayuda que proporciono yo, nos mantenemos. No nos falta para comer, pero si para pagar cuentas. Debo mucha agua y luz”, señala Patricia que fue una de las mujeres fundadoras de la Villa Génesis al comenzar primero con el legendario campamento. “Esta mala la cosa y el encierro me da depresión. Me traen a los nietos para alegrarme un rato y el contacto con los hijos es a diario”, señala Patricia, a quien también le preocupa su hermano Hugo, una persona mayor que se dializa y que ahora debe ocupar silla de ruedas luego de una operación a la cadera, la que se fracturó por una caída. “No quiso venir a vivir con nosotros. Estuvo internado en el hospital, le dio covid,

pero es tan independiente que ocupa su pensión paga el traslado para la diálisis y los pañales que necesita. Yo le mando almuerzo cuando puedo, porque sé que necesita ayuda”, se lamenta Patricia que no ha recibido ningún tipo de bono ni ayuda estatal, al igual que su marido y su hermano. Patricia junto a su hijo William fueron los que comenzaron la olla común Ayuda Solidaria que se realiza tres veces a la semana en la sede de la Villa Génesis en calle Litoral. “Ahora él la continua porque yo no puedo. Sé que están muy necesitados de mercadería, cada vez tienen menos productos para cocinar y entregan por lo menos 140 raciones cada vez, además del pan que regalan. Es urgente la ayuda por si alguna empresa, agrupación o persona natural puede colaborar”, concluyó Patricia.


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Decidieron emprender y llegó la pandemia Giselle Aguilera tiene un emprendimiento de accesorios, ropa de cama y artículos por encargo junto a su pareja, Cristian Moyano. Se decidieron a emprender hace poco más de un año, momento en que el trabajo comenzaba a escasear y cada vez se hacía más difícil encontrar algo estable para llevar el sustento al hogar. Lamentablemente llegó el coronavirus a perturbar todo. Después de trabajar a tiempo completo todos los días, ya casi no les queda mercadería y no hay nada abierto para adquirir nuevos productos para ofrecer a sus clientes. “Hacíamos entregas a domicilio. Viajábamos dos o tres veces a la semana a comprar mercadería a Santiago. Nos iba muy bien. Traíamos novedades y pedidos de nuestros clientes. Ahora, con la cuarentena, solo sale Cristian a entregar lo que vendemos de lo que queda ya que no hay dónde comprar y es complicado encargar por internet, así que las cosas se nos complicaron harto”, explica Giselle Aguilera, madre de Maite (8 años) y Ámbar (4 años). ANTES DEL COVID Lo mejor de todo, según

Hasta antes del coronavirus, Giselle Aguilera y Cristian Moyano iban hasta tres veces a Santiago a buscar mercadería.

Giselle, es que se han acercado como familia, aunque a veces la rutina y el estrés, no da tregua. “Desde que comenzó la pandemia, tuvimos que reorganizar todo. Las niñas se aburren encerradas y Maite me dice que quiere volver al colegio, Ámbar también extraña el jardín. Nosotros estamos vendiendo la mercadería que nos queda y Cristian es que sale a hacer las entregas con todas las medidas sanitarias para evitar contagios. Las niñas no las sacamos de la casa para no arriesgarlas”, manifiesta Giselle que se encarga de ayu-

dar en los estudios a su hija mayor, mientras la pequeña se entretiene jugando o viendo películas. Maite se conecta a las clases online, pero ha sido complicado; se estresa además porque muchas veces la hermana pequeña no la deja estudiar tranquila. “Quiere juntarse con los amigos, compartir con los compañeros de colegio. Es muy fácil que se desconcentre y tengo que estar encima para poder explicarle; otras veces necesita mi ayuda y yo estoy trabajando, ordenando los pedidos para que Cristian salga a repartir. Es todo un caos”, señala Giselle. La emprendedora agrega que “hasta uno se estresa o se pone sensible porque han sido cambios radicales, tiempos muy difíciles, pero con todo lo que ha pasado creo haber comenzado nuestro emprendimiento, fue la mejor decisión porque con esto no nos ha faltado el sustento”. “Se nos está agotando la mercadería y es muy difícil comprar por internet porque hay mucha estafa. Pero hay que seguir adelante. Reinventarse de alguna forma para que nada falte a pesar de las complicaciones”, concluyó la emprendedora.

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La multifacética vida de una profesora de inglés Marta González Carrasco es profesora de inglés en tres colegios, además ayuda a sus nietos Milae y Agustín con sus obligaciones escolares y cuida a su madre, Altamira, que tiene 93 años. “Trabajo en el Dante Parraguez, en la nocturna del André Coindre y en la Escuela Básica de El Turco. Somos cuatro personas en la casa las que estamos conectadas en forma online ya sea por trabajo o colegio: mis dos nietos, mi hija y yo”, relata la profesora de inglés. Agrega que “nuestra rutina es bien fuerte. Mi nieto tiene 12 años, mi nieta 10. Tengo tres hijos: Camila, Constanza y Osvaldo. Mi marido sale a trabajar temprano y en la casa además vive mi madre que tiene 93 años”. La hija mayor de Marta es enfermera, la segunda trabajadora social en la Es-

cuela Carmen Romero de Lo Abarca y su hijo menor trabaja en Santiago donde está arrendando para no volver a San Antonio mientras dure la pandemia y así proteger a la abuela y los sobrinos de posibles contagios. “Todos nos cuidamos mucho por mi mamá y por los niños. Los adultos estamos vacunados, de todas mane-

ras, nadie puede entrar a la casa con zapatos ni chaquetas cuando viene de la calle; hay alcohol gel en la puerta y las mascarillas también se dejan en la entrada”, señala Marta González. ONLINE La familia de Marta es muy organizada. Los niños reciben apoyo de todos los

adultos de la casa. “Por suerte tenemos distintas habilidades y los apoyamos en lo que necesitan”, señala. La profesora agrega que “antes de la pandemia, todos salíamos muy temprano en la mañana, solo quedaba en casa mi madre. En lo personal, siento que ha sido beneficioso estar cerca y todo el día con ella, aunque creo que a ella le ha

afectado mucho más que a nosotros porque se aburre y quiere salir. Tampoco puede tejer o hacer puzles porque luego de una operación a la vista el año pasado, no quedó muy bien de sus ojos”. La casa de Marta se reacomodó para las clases y trabajo online. Actualmente ella tiene en su dormitorio una mesa, un escritorio, el computador, una tablet, la impresora y un parlante. Mientras que su hija Constanza, trabajadora social, prefiere conectarse en living y los dos niños están cada uno en su dormitorio. “Todas las clases me tocaron en la mañana menos en la nocturna, obvio, que tampoco es todos los días. Las tardes las tengo “libres” porque no me gusta molestar a mis colegas ni apoderados después de las 17 horas. Ese tiempo ocupo para ayudar a mis nietos con sus tareas o si tienen

que estudiar”, relata Marta y agrega que “este año me siento colapsada porque el año pasado, todo el primer semestre trabajamos con guías, las clases online comenzaron el segundo semestre”. La profesora cuenta que lo que la estresa es, por ejemplo, “que en la clase online no se puede obligar a nadie a tener encendida la cámara, tampoco todos pueden por la conectividad. El problema es que como sé que están pronunciando bien en inglés o me llegar desfasado o cortado. Cómo sé que están aplicando bien todas las habilidades que incluye la guía. No sé si es más difícil esto o cuando entremos a clases, estas sean híbridas y me tenga que dividir para estar atenta al niño que está en la sala y en la casa. Para empezar, voy a tener que comprar lentes bifocales”, concluyó.


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No ve a sus hijos hace un año Violeta Moreno está triste porque hace más de un año que no ve a ninguno de sus tres hijos. Su pareja hace más de 25 años, José Albarrán, la anima diciendo que todo esto va a pasar, que pronto se volverán a ver con toda la familia y que hay que agradecer que están sanos, porque si no todo sería peor. Hace un año están encerrados en su departamento en la Villa Génesis en San Antonio. José, que ha trabajado toda la vida en la construcción, va a cumplir el mismo tiempo sin poder trabajar. “Trabajé en Santiago hasta el estallido social. Me vine definitivo, antes viajaba los fines de semana, acá me llamaron de la construcción del hospital, pero con la pandemia me mandaron para la casa en abril y en septiembre se terminó el contrato que no renovaron”, cuenta José

Albarrán (67 años). También en septiembre del año pasado sufrió un

infarto, se recuperó y tiene que tomar tres tipos de medicamentos distintos. “Uno

de ellos vale 60 mil pesos que tengo que comprar todos los meses. ¿Qué pasa-

ría si no tuviera mi jubilación para pagar el médico particular o comprar mis remedios? Me hubiese muerto porque todavía estoy esperando que me llamen del hospital”, se lamenta y con justa razón porque sufre de arritmia severa avanzada y ocupa sus ahorros para sobrevivir mientras no tiene otra entrada económica. Su mujer, Violeta, tiene 77 años, no trabaja y recibe una pensión solidaria de 170 mil pesos. Ha sufrido cuatro trombosis y tiene cáncer mamario que asegura está encapsulado. José dice que han podido estar relativamente tranquilos porque él retiro, en las dos oportunidades, su 10% de la Apf, en comparación a otras familias que lo están pasando realmente mal. “Lo vemos todos los días frente a nosotros. En la

olla comunitaria se forma una fila enorme y uno se reconforta pensando que al menos no nos falta nada, pero da pena. Es triste ver todo lo que está pasando”, se lamenta y asegura que muchas veces no come, “porque no me dan ganas”, dice. José se entretiene haciendo sopas de letras y Violeta, jugando con el celular, viendo televisión y a veces baja al primer piso del edificio, donde vive su hija, la única mujer y la única que vive en San Antonio. “Ni salgo, no he podido ir al cementerio ni a Melipilla a ver a mi hermano que está viejito y enfermo. A mis tres hijos hombres que viven en Santiago nos los veo hace un año”, se lamenta Violeta y agrega que antes también cosía, pero ahora “ya ni veo y así como estamos, no tengo para cuándo poder ir al doctor”, concluye.


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La abuelita más querida Este año, Eliana de las Mercedes Garrido Concha cumplió 91 años. Es oriunda de la localidad de El Turco lugar al que volvió hace unos meses debido a la pandemia de coronavirus. Gabriela Álvarez es nieta de la señora Eliana y se ofreció para cuidarla algunos días a la semana. Eliana Garrido tuvo 15 hijos con los emigró hace ya varias décadas a San Antonio. Hoy está de regreso en el lugar que la vio nacer. Ella es una mujer muy querida, hijos y nietos la cuidan como un tesoro. “Mi abuelita siempre ha sido muy cariñosa. Recuerdo cuando era chica, nos recibía a mí y otros nietos en su casa, durante todas las vacaciones. Con la llegada de esta pandemia, la familia decidió llevarla a la parcela en El Turco y encargaron al tío Raúl, su señora e hijos, que se trasladaron con ella para cuidarla. Él está buscando otro horizon-

te en lo laboral ya que en san Antonio el trabajo en la construcción se paralizó por el covid”, cuenta Gabriela Álvarez (42 años) que comparte algunos días a la semana, la labor de cuidar a su querida abuelita. Entre los hijos y nietos se turnan para acompañar a Eliana al doctor o a retirar su jubilación. “Nos pelea-

El portuario sanantonino Juan Farías Rojas y sus colegas están comprometidos en cuidarse y trabajar para abastecer el país.

mos por cuidarla. Sus hijos e hijas siempre están atentos, también sus nietas que nos turnamos y trasladamos hasta El Truco para estar con ella. Mi abuela merece un cuidado especial y siento que soy una de sus nietas más cercanas y queridas. Toda la familia lo sabe por lo mismo me piden que la cuide y yo feliz y orgullosa de poder hacerlo”.

Un eslabón en la cadena de suministros Juan Pedro Farías Rojas (44 años) es trabajador portuario de San Antonio Terminal Internacional y sabe la importancia que los puertos tienen para el abastecimiento de los países; por lo mismo, él y sus colegas están comprometidos en cuidarse de los contagios de covid y así evitar problemas en la cadena de suministros. Hace 21 años se casó con Gabriela Álvarez y tienen tres hijos: Isaí (18); Martina (15) y Juan Ignacio (10). Y este último año, la pandemia vino a remover la vida de esta familia. En 2020, el mayor estaba en cuarto medio en el Instituto Bicentenario preparándose para dar la PTU, mientras que los menores, en el Colegio José Luis Norris. “Fue un año complejo; costó adaptarnos”, asegura Juan Farías y agrega que él se encargaba de ir y venir de los colegios con guías y tareas. ADAPTARSE Esta nueva realidad incluyó también gastos no proyectados. Hasta antes de la pandemia, todo funcionaba muy bien en la casa de la familia Farías Álvarez. “Tuvimos que comprar un computador para el hijo mayor; un teléfono nuevo para que mi princesa pudiera entrar a sus clases y una Tablet para el menor, para lo mismo”, recuerda este padre de familia y

agrega que, a todo esto, se suma la impresión de las tareas. “Lo que mandan del colegio, lo reenviamos vía correo electrónico a una librería que está cerca de la casa para que lo impriman, lo que luego hay que ir a pagar y retirar. Además, tuvimos que mejorar el internet, contratar otra compañía y sumar más megas. Tuvimos que organizar la casa para que cada uno tuviera su espacio y no se distrajeran durante las clases”, explicó Juan Farías. El hijo mayor, Isaí, estaba terminando la enseñanza media en el Bicentenario y, además, hacía preuniversitario por lo que pasaba todo el día en el computador, encerrado en su pieza y salía solo para almorzar. “La única forma de estudiar era estar encerrado, él quería entrar a la enseñanza superior lo que fue estresante y agotador para él, tanto así que finalmente no rindió la PTU, aunque es un excelente estudiante y mejor persona”, relata el padre. Para la hija del medio, Martina, estudiar en modo online ha sido muy tedioso. “Tareas, pruebas, guías y trabajos que tienen que mandar por correo a los profesores, a veces no les llegan, no les creen si se atrasan y qué decir del WhatsApp de los apoderados, que no se detiene en todo el día. Hay que entender que son tres cursos. To-

do muy agotador”, explica Juan. Y con el más pequeño, Juan Ignacio, la mamá es la que está a su lado desde muy temprano, preparando desayuno para luego pasar a las clases y apoyarlo en las instrucciones que dan los profesores. Este año toda la familia se creó un correo electrónico para las tareas, lo que involucró aprender de tecnología y bajar aplicaciones hasta para comprar verduras. “Para mi esposa y para mí ha sido como volver a estudiar. Todo es una locura diaria que comienza a las 8:30 con el desayuno, los quehaceres de la casa y estar conectados junto con los hijos en clases para no perder detalle. Si no es ella, estoy yo. Tenemos que ayudar a nuestros hijos y entre nosotros porque realmente es agotador”, dice Juan Farías. “En el trabajo me cuido mucho, no quiero contaminar a los míos. Uso todas las medidas sanitarias recomendadas. Rescato que dentro de todo hay conciencia del cuidado que debemos tener entre nosotros para cuidar a nuestras familias porque el puerto no descansa. No podemos dejar de trabajar, no solo por el sustento diario, sino que también para que no haya desabastecimiento y que el país siga funcionando. Ese es el compromiso de los portuarios”, concluyó.


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“Entrete amigos” el programa familiar creado en cuarentena Cuando comenzó la pandemia de coronavirus, Erwin Sandoval, animador de eventos infantiles y creador de El show de Chaparrito, tuvo que reinventarse y comenzó a transmitir a través de Facebook Live su espectáculo donde realiza concursos, regala premios, lee los comentarios y saludos, hasta canta el cumpleaños, a través de la red social, a algún festejado que por razones obvias no se pudo reunir con los amigos o la familia. Luego de un año, Erwin Sandoval se reunió con otros profesionales de la animación infantil y crearon “Entrete Amigos”, un programa familiar que se transmite todos los domingos a partir de las 12 horas por Facebook Live. “Este año estoy trabajando con colegas de la animación infantil. Nuestro programa familiar “Entrete Amigos” lo ideamos con Ximena

horas donde todos volveremos a ser niños”, manifestó Erwin Sandoval y agregó que “invitamos también a los padres con alma infantil porque son los más motivados. La idea es sacarlos de la rutina con nuestras locuras. Es un trabajo que nos encanta. Lo hacemos con mucho amor y dedicación”.

Gómez, la payasita Yuju, en la animación; la voz en off corresponde a Vanessa Vera; el sonidista es César Salgado; los coordinadores son Estefanny Álvarez y Mauricio Alvarado y contamos con un director, Manuel Sanhueza. Todo es muy profesional”, explica Erwin Sandoval que luego de un año, se sigue reinventando porque “queremos entregar entretención de calidad para los niños”. AMENO DOMINGO Las autoridades de salud llaman a quedarse en casa; los contagios no disminuyen y la vuelta a la normalidad se ve lejana. Entrete Amigos tiene por objetivo amenizar los días de los más pequeños de la casa y de sus familias. “Con nosotros pueden cantar y bailar, además participar en concursos y juegos; videos musicales, hacer comentarios y enviar saludos. La idea es que los niños ten-

La pandemia por coronavirus hizo que Erwin Sandoval, conocido como Chaparrito, se reinventara con diversión en vivo a través de Facebook. gan una actividad distinta a la del resto de la semana, descansar un poco de las ta-

reas y olvidarse que están encerrados. Es un programa cien por ciento sano, son dos

COMIENZO La cesantía se ha visto agravada durante la pandemia, más aún para los animadores de eventos. Erwin Sandoval cuenta que los programas a través de Facebook comenzaron por lo mismo, la falta de trabajo. “Con lo del coronavirus nadie puede celebrar cumpleaños o fiestas infantiles que es donde desarrollamos nuestro quehacer. Por lo mismo armamos un buen equipo, con tremendos auspiciadores que confiaron en nuestro proyecto, sin su apoyo no podríamos haber hecho na-

da”, explica el animador. ¿Qué es lo nuevo de este programa? Cada domingo es distinto al anterior. Siempre tomando todas las medidas de seguridad sanitaria, tenemos un invitado distinto cada vez, profesionales de diferentes áreas como bailarines, doctores, profesores, periodistas, artistas y colegas de la comuna. Además de distintos y excelentes premios para compartir. “La idea es sumar auspiciadores que puedan ayudarnos a continuar este proyecto. Creemos que a nuestra sociedad le hace falta cosas positivas, sanas, hechas con cariño y amor para los niños que tanto necesitan distracción en estos difíciles momentos. Nuestro sueño es llegar algún día a tener un programa de televisión; también realizar un evento infantil masivo, cuando termine todo esto”, concluyó Erwin Sandoval.


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Un año ayudando a familias vulnerables apoyo desde nuestros inicios, nuevamente contamos con un amplio lugar de almacenaje de mercadería donde podemos armar de manera cómoda nuestras canastas, y tomando todas las medidas sanitarias correspondientes”, explicó Karla Vásquez.

Karla Vásquez es la líder de Banco de Alimentos Solidarios San Antonio, grupo de personas que realiza grandes acciones en tiempos difíciles.

El coronavirus se propagó por el mundo como la solidaridad y el comportamiento generoso de algunas personas. Al menos así lo ha demostrado durante este año de funcionamiento la organización Banco de Alimentos Solidarios San Antonio, creador en plena pandemia, un 25 de abril de 2020. La sanantonina Karla Vásquez Quijada (33 años) fue la creadora de la agrupación que pidió voluntarios a través de Facebook. Varios quisieron ir en ayuda de las personas vulnerables de la provincia y acudieron al llamado. Son un grupo de jóvenes que, en estos momentos de crisis por la pandemia, han sacado lo mejor de su humanidad para combatir la falta de alimentos en los hogares de muchas familias sanantoninas. “Esta organización sin fines de lucro se creó debido a la realidad social de gran vulnerabilidad que viven muchas familias, la que quedó en evidencia con la pandemia mundial”, señala Karla Vásquez. PRIMER AÑO El balance que realiza Karla Vásquez de este primer año de funcionamiento de Banco de Alimentos San

Antonio es de mucho crecimiento, aprendizaje y solidaridad. “Este proyecto comenzó como una idea individual, pero sin embargo se convirtió en una labor colectiva que ha podido mantenerse a través del tiempo con un solo objetivo que es el aporte a la comunidad y la ayuda desinteresada de voluntarios y colaboradores”, manifiesta Karla Vásquez. La líder de Banco de Alimentos agrega que “durante este primer año hemos podido entregar alrededor de mil canastas a nuestras familias usuarias, cada día se suman más; también realizar una labor de seguimiento de cada caso con la finalidad de continuar aportándoles o ceder ese cupo a otra que lo necesite, teniendo siempre especial prioridad con los adultos mayores de la zona”. Al ser una organización en donde prevalece la transparencia de las donaciones, la autogestión y por sobre todo al ser independientes de cualquier color político u otra institución, han podido obtener la confianza y apoyo constante de la comunidad sanantonina en cada campaña y armado semanal de canastas. “Hay que recalcar que aún espe-

ramos contar con más apoyo a nivel empresarial”, indicó Karla. ¿Qué avances han logrado? -Durante este primer año de funcionamiento pudimos obtener nuestra personalidad jurídica y ser formalmente una O.F.C (Organización Funcional Comunitaria). Contamos con rut propio y toda la documentación necesaria para recibir donaciones a nivel empresarial, tanto monetaria como aquellas relativas a empresas de alimentos y que

son amparadas por nuestra legislación. “Además, debido a lo mismo, es que contamos con permiso único colectivo para poder movilizarnos en época de cuarentena, ya sea entregando canastas o retirando colaboraciones a domicilio y de esta manera seguir funcionando, pese a la compleja situación actual”, agregó. DONACIONES Banco de Alimentos San Antonio cuenta con una nueva modalidad de donación al formar parte de YO-

DONO.CL, plataforma web que permite conectar a personas y empresa con ganas de donar con instituciones y proyectos sin fines de lucro que requieren financiamiento. “Estamos felices porque volvimos a funcionar en nuestro primer punto de acopio ubicado en el centro de San Antonio, que el año pasado sufrió un incendio donde perdimos casi todo lo que teníamos. Sin embargo, gracias a la buena voluntad y disposición de la Casa Teresa Parra Dávila, a la que agradecemos por el

¿Cómo se proyectan? -Esperamos seguir creciendo y cumpliendo metas, consolidarnos como una institución que aporta a nuestra comunidad a través del voluntariado, creando redes de apoyo con empresas de la zona, así como lo ha sido desde sus inicios hasta la fecha el aporte constante de la empresa Lucas Lok y todos los trabajadores que han sido parte de nuestras campañas, les agradecemos profundamente; también destacar la labor de Fernando Salinas quien gestiona este aporte constante que nos permite llegar cada vez a más familias. “Nuestro fin es crecer para poder abarcar no solo las familias de la comuna sino de todo el litoral central. Esperamos poder concretarlo a corto plazo, pero para ello necesitamos de manera urgente el aporte o subvención a nivel empresarial, ya que con el de particulares contamos desde el comienzo”, concluyó Karla Vásquez. Para ser colaboradores permanentes o si quiere formar parte del equipo como voluntarias o voluntarios, los puede contactar a través de las redes sociales como Banco de Alimentos San Antonio o al correo electrónico bancoalimentosanantonio@gmail.com. Si quiere ayudar puede llevar su colaboración a cualquier centro de acopio habilitado: Almacén Tía Ely ubicado en calle Mulchén 1226, Colinas del Mar, detrás de la multicancha; sanguchería Donde Pepe, ubicada en calle Providencia 55, Llolleo; minimarket Santa Emilia, calle Las vertientes 84, villa Los Cipreses, Santo Domingo y también retiran a domicilio.


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EL LÍDER DOMINGO 25 DE ABRIL 2021


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