ALMADÉN, 1417 En el año 1417, Almadén era una pequeña aldea de la Encomienda de Calatrava, donde se habían asentado unas cuantas decenas de mineros con sus familias para la explotación de un yacimiento de azogue, al que los árabes había denominado siglos atrás como hins al-ma’din (el fuerte de la mina). El territorio donde está enclavada la mina no tiene nada que ver con el típicamente manchego y su paisaje se caracteriza por una alternancia de sierras y valles, alineados de oriente a occidente y con altitudes que oscilan entre los 400 y 800 metros sobre el nivel del mar. El suelo, cuando existe, tiene poco espesor, de modo que las rocas afloran en superficie la mayor parte de las veces, por lo que el terreno no es cultivable, aunque sí alberga rebaños, sobre todo de ovejas, en los claros existentes entre los encinares. Calatrava y Almadén. La Orden militar de Calatrava, la más antigua de las peninsulares, fue fundada en 1158 y en poco tiempo se extendió por la actual región de Castilla-La Mancha. Los caballeros calatravos controlaban las rutas terrestres entre Toledo y Andalucía, pero tras la derrota de la batalla de Alarcos en 1195 hubieron de retroceder hacia el norte. Por fin, la victoria definitiva de las Navas de Tolosa en 1212 dejó expedito el camino para la reconquista de Andalucía, en la que la Orden de Calatrava jugó un papel esencial. En 1249, Fernando III concedió a los freires calatravos la mitad de la mina de azogue de Almadén en agradecimiento por su decisiva contribución a la Reconquista, privilegio que fue confirmado por su sucesor en el trono Alfonso X, El Sabio. No obstante, la Orden de Calatrava no se contentó con la mitad de la mina y consiguió del infante Don Sancho, a cambio de apoyarle en su aspiración al trono, la donación de la otra mitad, donación que confirmó, siendo ya rey, en 1285. A partir de entonces, la citada Orden tuvo en su poder la totalidad de la mina de azogue para su explotación y comercialización de sus productos. La mina de azogue. Aunque hasta el inicio del siglo XIV la Orden de Calatrava benefició directamente la mina y comercializó el azogue producido, percibió que sería más rentable su arrendamiento, así que primero traspasó la venta del azogue y poco después la explotación de la mina. Los primeros arrendatarios fueron unos catalanes, después el propio rey, Alfonso XI de Castilla, y en el comienzo del siglo XV, que es la época que nos ocupa hoy, unos banqueros genoveses. En los contratos, pues hubo varios, se