EL ALMADÉN DE CERVANTES En 2016 hemos celebrado la última de las tres conmemoraciones de D. Miguel de Cervantes en este principio del siglo XXI. Si en 2005 se conmemoró el 400 aniversario de la edición de la primera parte del Quijote y en 2015 de la segunda, en 2016 se ha recordado el fallecimiento de Cervantes, ocurrido hace 400 años. Numerosos actos culturales se han llevado a cabo con estos motivos en los años 2005, 2015 y 2016 en diversos lugares de Castilla-La Mancha y sobre todo en Ciudad Real, provincia donde desenvolvió la mayor parte de sus andanzas caballerescas El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha. Debido a las citadas evocaciones de Cervantes y El Quijote, se ha vuelto a plantear en diversos foros la cuestión de si la Ínsula Barataria se corresponde con Almadén y su mina de azogue o si D. Quijote estuvo alguna vez por estas tierras. Luis Cavanillas Ávila, uno de los periodistas fundadores del diario Lanza y cronista oficial de Almadén en la década de 1943 a 1953, mantenía la tesis de que la Ínsula Barataria era Almadén y yo recuerdo que cuando vine a trabajar a la mina en el ya lejano 1973, había un cartel en la entrada del pueblo por la carretera de Almadenejos que hacía alusión a la excepcionalidad de este lugar: Almadén, venero inagotable de riqueza. Luis Cavanillas basaba su tesis en la enorme riqueza del subsuelo de Almadén, si bien este patrimonio no repercutió en la época de Cervantes en beneficio de los mineros sino de la Real Hacienda y de los comerciantes que desde Sevilla o Cádiz mercadeaban con las Indias. Francisco Holgado Sagra, también hijo de Almadén y buen conocedor de su historia, mantenía la misma hipótesis que Cavanillas por frases como esta que aparece en la Segunda Parte del Quijote, capítulo XLI: De la venida de ”Clavileño”, con el fin de esta dilatada aventura. En uno de los párrafos de este capítulo se puede leer que el duque dice a Sancho Panza: Sancho, amigo, la ínsula que yo os he prometido no es movible ni fugitiva; raíces tiene tan hondas, echadas en los abismos de la tierra, que no la arrancarán ni mudarán de donde está a tres tirones; y pues vos sabéis…; lo que, aparentemente al menos, bien puede referirse a Almadén y la mina subterránea que se halla enraizada en su subsuelo1. Luis Cavanillas había ido más allá años antes y llegó a proponer la creación de una ruta turística, denominada Ruta del Calatraveño, que discurriría por la antigua Balalita árabe, una región de límites inciertos
1
En los años del Quijote, las labores subterráneas superaban ya los 100 metros de profundidad y en los trabajos del interior de la mina y de los hornos de azogue se afanaban un millar de operarios. Como no había suficientes forasteros que quisieran venir a trabajar a Almadén, hubo de recurrirse a forzados y esclavos.
situada entre el norte de Córdoba y el sur de Toledo, y famosa por la calidad de sus bellotas. Cavanillas mantenía que dicha región incluía las poblaciones de Almadén, Chillón y Guadalmez, y además afirmaba que las bellotas que Teresa, la mujer de Sancho, envió como presente a la duquesa de Medinaceli, procedían de la vega del río Guadalmez2. En la actualidad todavía hay defensores de la tesis de Cavanillas, como el doctor en Filología de la Universidad Complutense, Alfonso Navarro Blázquez, quien en su tesis doctoral sitúa en la vega de San Ildefonso el escenario del capítulo relativo a la liberación de los galeotes. Según su hipótesis, por temor a la persecución de la Santa Hermandad3, Don Quijote y Sancho se escondieron en lo más profundo de Sierra Morena, siguiendo el cauce del río Guadalmez aguas arriba hasta el lugar de su nacimiento, cerca ya de Fuencaliente, en plena Sierra Madrona. Aunque no tengamos certeza de las andanzas de D. Quijote y Sancho por Almadén y sus tierras cercanas, a diferencia de lo que ocurre con lugares como la Venta del Alcalde o de la Inés, o con la Fuente del Alcornoque, sitios de ubicación indudable en el valle de Alcudia, en mi opinión hay una relación histórica y espiritual entre El Quijote y Almadén. Veamos algunos ejemplos: •
En el capítulo XXII de la primera parte del Quijote, titulado De la libertad que dio Don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir, Cervantes cuenta la aventura de D. Quijote y Sancho Panza en su encuentro con una cadena de galeotes, a la que aludíamos hace unas líneas. En el libro queda claro que los galeotes iban condenados al remo en las galeras, pero ¿no venían también a Almadén otros galeotes sentenciados a la mina de azogue? Tan es así, que si Cartagena era el puerto de las galeras de agua, las labores subterráneas de Almadén eran conocidas como las galeras de tierra. Muy dura era la condena al remo, sobre todo si era por diez años, pero tampoco era fácil salir vivo de la Real Cárcel de Forzados y Esclavos de Almadén con la misma sentencia.
2
El consistorio guadalmiseño, entusiasmado con la idea, decidió levantar un monumento a la bellota en agosto de 1964, situado entre el río y la población, proyecto que finalmente no fue llevado a cabo (Ciudad Real Digital, 3 de abril de 2016). 3
La Santa Hermandad era una especie de policía rural que mantenía el orden en caminos y campos. Como siempre estaba escasa de fondos propios, su eficacia era muy relativa y tenía que pedir ayuda al vecindario de la zona. Este colaboraba habitualmente en la persecución de los malhechores, pero dudaba cuando se trataba de partidas de delincuentes numerosos y bien armados.
•
En el capítulo XXIV de la segunda parte del Quijote, titulado Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como necesarias al verdadero entendimiento de esta grande historia, Cervantes hace referencia a lo penosa que era la vida de un soldado cuando envejecía: Si la vejez os coge en este honroso ejercicio, aunque sea lleno de heridas y estropeado o cojo, a lo menos, no os podrá coger sin honra, y tal, que no os la podrá menoscabar la pobreza; cuanto más que ya se va dando orden como se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados. Los valientes soldados de los Tercios de Flandes, cuando ya no eran útiles para la guerra, pasaban hambre, como le sucedía a los esclavos, prosigue Cervantes, que cuando ya son viejos y no pueden servir, y echándoles de casa con título de libres, los hacen esclavos del hambre,… Pero ¿no era eso lo que ocurría en Almadén con los esclavos viejos?, quienes solo recuperaban la libertad cuando se hallaban inútiles para el trabajo, a pesar de haber dedicado muchos años de su vida a las labores mineras4 .
•
En el capítulo LIV de la segunda parte del Quijote, titulado Que se trata de cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna, Cervantes describe el encuentro de Sancho Panza, cuando era gobernador de la Ínsula Barataria, con seis peregrinos que pedían limosna cantando. Uno de ellos se dirigió a él y le dijo: ¡Válgame Dios! ¿Qué es lo que veo? ¿Es posible que tengo en mis brazos al mi caro amigo, a mi buen vecino Sancho Panza? Por fin, Sancho Panza reconoció al morisco Ricote, quien ejercía de tendero en el pueblo donde vivían ambos. Ricote había sido desterrado de España unos años antes y como muchos otros moriscos había vuelto a ella en secreto5. Con este motivo, Sancho le preguntó: ¿Cómo tienes el atrevimiento de volver a España, donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura? Muchos moriscos desterrados a Berbería volvieron de incógnito, pues España era su país, donde habían nacido y pasado toda su existencia, pero a su vuelta fueron perseguidos por la justicia y condenados. En 1613, D. Juan de Pedroso, miembro del Consejo de Hacienda, visitó Almadén enviado por el rey para que informara del estado de la mina de azogue, entonces administrada por los Fugger. Para conseguir aumentar
4
Algunos de ellos tenían la fortuna de ser asignados a labores domésticas en la Real Cárcel hasta que fallecían: acarrear agua, limpiar el recinto, lavar ropa, etc. 5
En 1609, el rey Felipe III decretó la expulsión de los moriscos, lo que supuso la brutal interrupción de una convivencia social que había durado varios siglos. Además, muchos moriscos eran buenos hortelanos, artesanos y comerciantes, por lo que la repercusión de tal medida, se calcula que fueron casi 300.000 los desterrados, se dejó sentir durante mucho tiempo.
la producción, Pedroso recomendó a la Corona que algunos de los moriscos que habían sido expulsados de España y vuelto a ella sin autorización, fueran obligados a trabajar en la mina. Antes de la visita de Pedroso ya había habido, al parecer, 26 moriscos trabajando en las labores subterráneas, pero ahora se requerían mucho más. Pedroso exponía más adelante en la memoria que redactó, que se corría el peligro de que los moriscos que se llevaran a Almadén no fueran apropiados para trabajar en la mina, por lo que la mejor solución sería intercambiar a los moriscos por otros condenados a galeras6. Un último ejemplo, para no alargarme demasiado, aparece en una de sus novelas ejemplares: El coloquio de los perros. En uno de sus pasajes, Cervantes describe con acierto y minuciosidad a los matarifes del matadero de Sevilla como asesinos y rufianes, quienes «con la misma facilidad matan a un hombre que a una vaca; por quítame allá esa paja, a dos por tres, meten un cuchillo de cachas amarillas por la barriga de una persona, como si acocotasen un toro: por maravilla se pasa día sin pendencias y sin heridos, y a veces sin muertos». Lo mismo ocurría con los forzados y esclavos de la Real Cárcel de Almadén, con agresiones frecuentes entre ellos y también contra los ayudantes del alcaide. Diecisiete agresiones he contabilizado en el periodo que va de 1755 a 1800, con el resultado de cuatro muertos y dieciséis heridos graves. En los autos de investigación que llevaron a cabo los superintendentes de la mina aparecen en varias ocasiones las frases rufianescas de los agresores, cuando otros presos intentan participar en la pelea: donde yo meto la mano, no la mete ni Dios. En resumen, Cervantes refleja muy bien la España de la época, presentando sobre todo una panorámica general de la sociedad. Entre otros aspectos se refiere varias veces al mundo de la marginalidad, como los delincuentes reflejados en el episodio de los galeotes; los pobres, que pueden a veces ser soldados o esclavos viejos; los moriscos, cuyo único pecado era querer vivir en su patria; o los rufianes que viven en algunos barrios sevillanos o están presos en su famosa cárcel, «donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación». Aunque El Quijote trata de arreglar las injusticias en pos de una utópica Edad de Oro, ya no es época de caballeros andantes y fracasa en su intento. España se encontraba
6
En cambio, los moriscos eran magníficos agricultores y hortelanos, muy apreciados en los diversos pueblos de La Mancha, mientras que todos los intentos de que trabajaran en las labores subterráneas fracasaron.
inmersa en ese período en una crisis económica y poblacional7. En lo que concierne a Almadén, su gran mina de azogue mantenía viva la esperanza de la plata americana8, la cual provocaba, en cambio, una disfunción económica en la metrópoli, ya que causaba en realidad más inflación que desarrollo. Visto así el trasfondo de la cuestión, poco importa si la Ínsula Barataria de Sancho Panza era o no Almadén, o si el Quijote liberó a los galeotes en la vega de Guadalmez o en otro lugar, pero lo que sí es cierto, en mi opinión, es que Almadén formaba una parte importante de esa España en crisis que le tocó vivir a Cervantes. © Ángel Hernández Sobrino
7
En España se habían sucedido bancarrotas en 1557, 1575, 1597 y 1607. Además, las sucesivas epidemias de peste bubónica diezmaron su población; Sevilla, por ejemplo, la ciudad más populosa de España, pasó de tener 120.000 habitantes en 1590 a solo 60.000 en 1650. 8
Casi todo el azogue producido en Almadén se enviaba a América, sobre todo al virreinato de Nueva España, para la amalgamación de las menas de plata de baja ley. Dicho en pocas palabras: cuanto más azogue se mandaba a América, más plata llegaba a la península.