DEHESAS DEL ALCUDIA
En homenaje al profesor Francisco Gascón Bueno, investigador excepcional del valle de Alcudia.
En 1189 la Orden Militar de Calatrava recibía de la Corona de España el privilegio de asignación del valle de Alcudia y de los terrenos conocidos como Campo de Calatrava. Algo más de ocho siglos después, nuestro valle ha sido declarado parque natural en base al excelente grado de conservación de sus ecosistemas, incluyendo en este término tanto aspectos geológicos, como de biodiversidad y paisaje. De esta comarca y otras de similares características en España, explotadas desde tiempo inmemorial por la Mesta, dice el profesor Fernando Bernárdez González1 (1991): El paisaje del pastoralismo constituye en estos momentos el primer recurso natural para la Comunidad Europea y otras áreas desarrolladas del mundo.
En 1773, reinando Carlos III, nuestra Hacienda Pública necesita numerario y el rey decide enajenar una parte de la dehesa de la Peralosa del valle de Alcudia. Esta dehesa, situada al este de la aldea de La Bienvenida, cerca de la carretera que cruza longitudinalmente la mitad occidental del valle en la actualidad, está compuesta de doce millares2, de los que se van a vender cinco: El Rasillo, Malogrado Alto, Las Trescientas, Las Peraltas y Mina Rica. La venta se efectúa por fin en 1779 y el adjudicatario es D. Juan de Albarellos y Soto, vecino de la ciudad de Logroño, al que le son adjudicados los citados millares en la cantidad de 1.579.617 reales de vellón3.
Carlos III vendía como administrador perpetuo de las Órdenes Militares por autoridad apostólica, pues desde la época de los Reyes Católicos aquellas habían pasado a ser patrimonio real y los monarcas eran grandes maestres de las mismas. Al incorporarse los territorios de las Órdenes a la Corona, el valle de Alcudia, el de la Serena y muchas otras circunscripciones pasaron a pertenecer a los reyes de España, sin que
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Fallecido prematuramente en 1992, este naturalista de vocación era profesor de Ecología de la
Universidad Autónoma de Madrid. 2
Superficie del terreno capaz de alimentar a 1.000 ovejas.
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Un ducado equivale a 11 reales y un real a 34 maravedíes.
parte alguna de su aprovechamiento correspondiera a villas, comunidades o particulares.
El valle de Alcudia, situado al sur de la provincia de Ciudad Real, era una de las grandes dehesas de invernadero de la Mesta. Geológicamente formado por un subsuelo pizarroso casi aflorante y limitado al norte y sur por grandes sierras de rocas cuarcíticas, es tierra idónea para pasto de ganado, preferentemente lanar. En su gran extensión de terreno, que llega por el este hasta el paso de Despeñaperros y por el oeste enlaza con el valle de la Serena, vivía muy poca gente, incluso en invierno, contando con una población estimada para todo el valle de unos 4.000 habitantes en el siglo XVI, que no aumentaría en número hasta la primera mitad del XVIII, incluyendo la villa de Mestanza, que era la única de cierta entidad dentro del valle. La conservación de pastos, montes y bosques estaba encomendada a un juez conservador4 y un guarda mayor, cargos ambos que nombraba la Corona y que existían al menos desde el siglo XVII, pero que desaparecieron en 1833 al crearse la Administración Real del Valle de Alcudia.
No obstante, un territorio tan amplio y poco poblado no era fácil de vigilar, y a pesar de que tanto el juez conservador como el guarda mayor tenían diversas personas a su servicio, existió un bandolerismo contumaz que no se consiguió eliminar hasta época reciente. Como ejemplo, mostramos la diligencia de uno de los atracos sufridos por los viajeros que cruzaban el valle:
A la hora de las cinco de la tarde de a ocho días del mes de marzo de mil setecientos noventa y siete llegaron a la casa-venta que llaman de arriba, propiedad de Inés Ruiz Castellanos, diez hombres facinerosos, montados y equipados con bastantes armas, que violentamente le habían extraído un caballo capón que usaba su hijo, dejando otro en su lugar de poca talla y bastante estropeado.
Cuyos hombres inmediatamente se habían retirado por el camino del puerto que va para Córdoba, y en dicho
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Entre 1738 y 1761 el cargo de juez conservador estuvo unido al de alcalde mayor de Almodóvar.
puerto habían robado a Josef González 390 reales; a Pedro Borque, 500; a Isidro Asensio, 70; a Manuel Hernando, 180; a Ventura de Coria, 80; a Lino Martín, 70; y a otro fulano, 40; cuyos pasajeros acababan de llegar a la casa-venta y cuyo robo les habían hecho diez hombres a cosa de media hora en la parte alta del puerto, en donde se encontraban con motivo de venir de Andalucía, donde han estado trabajando en un ejercicio de molineros de aceituna y que se retiraban a las casas de sus domicilios por haber pasado ya la temporada de esta molienda …
El valle de Alcudia, que había sido un mayorazgo de la Orden de Calatrava, estaba dividido en veintitrés dehesas de diferente extensión, que hacían un total de unas 71.500 hectáreas y que alimentaban en el siglo XVIII a unas 140.000 cabezas de ganado lanar. Concretamente, La Peralosa de Juan Sánchez5 tenía una extensión de unas 5.931 fanegas, con una cabida de unas 8.000 cabezas de ganado lanar. Los principales productos del valle de Alcudia eran los pastos de invernadero y agostadero, el primero de ellos con gran cantidad de bellota por la abundancia de encinar.
Ya desde el tiempo en que los Fúcares habían tenido la administración de las minas de azogue de Almadén6, habían surgido varios litigios entre el Consejo de Órdenes y el de Hacienda sobre cortas, talas y pastos en las dehesas del Alcudia. Cuando la administración de las minas volvió a manos de la Corona, los conflictos continuaron, pues Almadén necesitaba una cantidad creciente de leña para sus hornos, de madera para la fortificación de las labores subterráneas y de hierba para los bueyes que llevaban ambas a las minas y el azogue producido a Sevilla; aquellos podían pastar libremente en las dehesas designadas para la invernada, pues en esa época del año los caminos se volvían intransitables y el transporte del azogue quedaba interrumpido.
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Había otra llamada La Peralosa de Lope Flores, con 3.852 fanegas de tierra.
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Diversos períodos entre los años 1525 y 1645.
En las dehesas los carreteros estaban autorizados a
cortar ramas baxas, guardando pies y cogollas, con arreglo a Ordenanzas, la madera necesaria para la construcción de chozos, estacas, mazas para las redes y puentes de tránsitos; olivando los sitios donde sienten sus Majadas, dexando en ellos los pies mas robustos y derechos a distancia proporcionada para su medio, aprovechando los despojos y leña seca, aceda y rodadiza muy precisa para los fogares de los Pastores de dicho aganado y casas de ato, …
En 1670 y 1672 se despacharon diversas cédulas y provisiones, declarando la competencia del Consejo de Hacienda en estos pleitos, delegando posteriormente este derecho en la Junta de Azogue y después en la Superintendencia General de Azogues. En 1735 Felipe V ordena que el superintendente de las minas sea Juez Conservador y Privativo de los Montes y Dehesas consignados y que se consignaren para el beneficio y servicio de las referidas Fábricas y Minas, y que conozca privativamente de todas las Causas y Denunciaciones sobre talas, cortas e incendios, y de los demás casos y cosas que puedan ser de perjuicio a las Minas.
Los montes y dehesas asignados a las minas fueron aumentando con el paso del tiempo y las cuatro leguas en el contorno de Almadén fijadas en 1735 pasaron posteriormente a diez y luego a catorce, incluyendo terrenos públicos y baldíos, así como los pertenecientes a Realengos, Órdenes y Señoríos, y excluyendo, eso sí, las dehesas cerradas, viñas y heredades. Aún más, en el caso de los lugares por los que pasaban los caminos para llevar el azogue hasta Sevilla, los carreteros tenían derecho de pasto para sus bueyes, así como el corte de las maderas que fueran necesarias para la reparación de sus carretas. Tampoco se pagaría portazgo de todo lo que se remitiere a las minas o a Sevilla, y el comisario encargado del transporte del azogue podía llevar vara de justicia.
El reinado de Carlos III no fue el primero en el que los Borbones hubieron de recurrir a la venta de alguna dehesa de las Órdenes Militares, pues ya Felipe V tuvo que enajenar en 1744 la dehesa de la Serena, perteneciente a la Orden de Alcántara.
Teniendo muy presente nuestro Rey y Señor Don Felipe V, de gloriosa memoria, los justos motivos con que se hallaba empeñado el honor de la Corona y gloria de la nación en la guerra que sostuvo en los vastos dominios de la América contra los enemigos de la Corona, sus armadas y fuerzas para conservación de nuestra Santa Fe y religión católica, sin que en las continuas hostilidades se hubiere perdido la más ínfima parte de terreno, todo a esfuerzo de costosos armamentos
en
que
se
habían
consumido
considerables porciones de las rentas de estos reinos necesarios liberarlos
igualmente para de
semejantes
su
conservación,
invasiones
para
y no
abandonar los medios a tan importantes fines, ni causar nuevo detrimento a los vasallos, gravándoles con nuevas contribuciones, resolvió S.M. vender en propiedad la Real Dehesa de la Serena, que le pertenecía como administrador perpetuo de la Orden Militar de Alcántara, con todos sus millares, frutos, derechos y aprovechamientos de bellota, agostaderos, diezmos, servicio y montazgo.
Para tranquilizar su conciencia, Felipe V pidió a Su Santidad Benedicto XIV que aprobara de forma específica cada una de las ventas que se hicieran, a lo que el Santo Padre expresó su consentimiento por escrito mediante un breve expedido a este fin en 1751. Su sucesor en el reinado, Fernando VI, fue el encargado de confirmar otros contratos posteriores de enajenación de otras dehesas de la Orden de Alcántara, como Azagala y Tejarejo, adquiridas por el marqués de Portago. Aunque la guerra en América ya había cesado, era necesario reparar las fortificaciones y los barcos de la Armada para prevenir futuros conflictos. Los sucesores de Benedicto XIV, Clemente XIII y Clemente XIV, tampoco pusieron ningún obstáculo a la venta de las dehesas de las Órdenes.
Como ya dijimos, Alcudia tenía veintitrés dehesas de diferente superficie, que iban desde las 1.662 fanegas de Artuñero hasta las 13.319 de Parrillas. En cuanto al número de millares de cada dehesa, también oscilaba mucho, pues mientras Rompezapatos solo tenía dos, La Colada tenía trece. Todas estas tierras, unas
71.500 hectáreas, pertenecían administrativamente en el siglo XVIII a los municipios de Almadén, Almodóvar, Mestanza y Puertollano, aunque este último fue desalojado del valle de Alcudia cuando sus aldeas de Hinojosas y Cabezarrubias pasaron a tener ayuntamiento propio en el siglo XIX.
Antes de vender la dehesa de La Peralosa, D. Miguel de Múrquiz, secretario de Estado de Hacienda, aconsejó a Carlos III proceder a medir de nuevo la superficie de cada una de las dehesas del Alcudia, efectuando un nuevo deslinde y amojonamiento de las mismas. El rey aprueba esta propuesta y por Real Resolución de 20 de marzo de 1768 se mandaba la realización del deslinde y amojonamiento, medida y tasación de las dehesas y millares comprendidos en el Real Valle de Alcudia. Hecha la medición, Diego Rapela, perito encargado de la misma, informó que Alcudia tenía una superficie total de 102.358 fanegas7 y que en ella cabían 182.835
cabezas de
ganado, distribuidas así:
-
166.790 ovejas de parir, carneros, borros y borras8
-
16.045 cabras y también 110 vacas y bueyes.
La renta anual de todos sus frutos era de 1.000.617 reales de vellón, repartidos así: -
838.807 por las hierbas de invernadero.
-
39.670 por las de agostadero.
-
122.140 por el fruto de la bellota.
El capital que se obtendría si se vendía todo el valle, ascendería a 48.736.395 reales de vellón, es decir, 4.430.581 ducados. A la venta del Alcudia se oponen los posesioneros9, que temen que si pasa a manos de particulares no tendrán fincas donde pasten sus ganados en invierno. En todo caso habría que respetar los derechos de las minas de Almadén, consistentes por un lado en el pasto de los tres mil bueyes destinados a conducir la leña y madera necesaria para el establecimiento minero, así como el azogue a la ciudad de Sevilla. En esos años centrales del XVIII
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Una fanega equivale a 0,644 hectáreas.
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Corderos machos y hembras.
9
Arrendatarios ganaderos de las dehesas del Alcudia, que las alquilaban desde tiempo inmemorial para
los pastos de invierno (29 de septiembre a 30 de abril). Estos ganaderos, conocidos como serranos, procedían de las tierras de Soria, Segovia y otras del norte de España.
había que llevar a las minas tres mil carros de madera desde los lugares en donde se hubiera cortado, y transportar a Sevilla de ocho a diez mil quintales de azogue al precio fijado.
Las pugnas entre los ganaderos de la Cabaña Real y los carreteros al servicio de las minas fueron constantes, pues aquellos acusaban a estos de meter en las dehesas más bueyes de los autorizados. Los carreteros se defendían diciendo que solo pastaban los bueyes permitidos, que únicamente cortaban la madera necesaria para sus aperos y que eran los ganaderos los que cometían agravios, injurias y violencia contra ellos. En 1735 se permitió al fin al alcalde mayor de Almodóvar proceder civil y criminalmente contra los carreteros que cometieran excesos, pero solo podría cobrarles las multas que les impusiera y en ningún caso proceder a su detención ni al embargo de sus bueyes. Los problemas crecieron con el paso del tiempo porque cada vez era necesario más azogue para la amalgamación de los minerales de plata de la América Colonial, de modo que más de tres mil bueyes estaban al servicio de las minas a mediados del XVIII y la Corona instaba a alcanzar los cuatro mil.
Tantos problemas recomendaron a los peritos en 1769 separar las dehesas y millares al servicio de los bueyes de la Hacienda del resto, reservándose las siguientes para las minas de azogue:
-
Parte de la dehesa de La Parrilla (concretamente los millares Hoya de la Perdiz y Suerte Ancha).
-
Dehesa de las Navas, con los millares Las Navas y Rompezapatos.
-
Dehesa de Los Rincones y Gargantiel, con los millares El Campillo, Peñoncillo, Montejícar, Valle de la Cueva, Cerro de los Santos y Cerro de la Panera.
Como consecuencia de que algunos de estos millares no podían enajenarse y otros no estaban contiguos, un año después se ordenó que los millares de invernadero de bueyes de las minas se juntasen en una sola dehesa y cuyos millares fueran limítrofes. La dehesa elegida fue La Parrilla y los millares estos siete: Taberneros, El Hornillo, Hoya de la Perdiz, Suerte Ancha, Hoya de Hatoquedo y Carrasca Alta, con una superficie total de unas 5.900 hectáreas.
Por otro lado, cualquier enajenación debía respetar los derechos adquiridos de los enclaves existentes, que correspondían a algunas casas, huertas, corrales, colmenas y molinos, generalmente terrenos de poca extensión10; además, había que excluir las ventas que sirven de reposo al viajero, como la de Inés, La Bienvenida, La Peñuela, El Molinillo, El Alcalde o El Zarzoso, perteneciente esta última a un convento de religiosas franciscanas de la villa de Pedroche; y también las diversas cañadas, cordeles y veredas que cruzan el valle, la más importante de las cuales es la Vereda Mayor de Alcudia, donde confluyen las cañadas segoviana y seoriana. Aunque la anchura habitual de una cañada es de noventa varas, la citada vereda tiene una anchura de cuatrocientas varas a su entrada en el valle, oscilando después entre un mínimo de trescientas varas y un máximo de mil en La Veredilla11.
En cuanto a los compradores, estos adquieren las dehesas del Alcudia libres de cargas y gravámenes, pues las ventas se ejecutan sin reservar porción alguna para la redención de juros de yerbas y maestrazgos a que las dehesas de las referidas tres Órdenes Militares se hallan afectas, por cuanto están enteramente extinguidos y redimidos. Por otra parte, los adquirientes compran las tierras con todas las regalías y emolumentos, los mismos que han gozado sus antiguos propietarios regios, con facultad para plantar encinas y otros árboles para extender el monte, construir casas, molinos y puentes, hacer deslindes y colocar mojoneras, etc12.
Los nuevos propietarios podrán tener su propio ganado o alquilar los pastos a los ganaderos arrendatarios y posesioneros, no excediendo de los seis reales de vellón por cabeza. Las dehesas y millares adquiridos quedan exentos de contribuir a dar de pacer a los tres mil bueyes de las minas de Almadén y las maderas extraídas se pagarán a lo estipulado por la Real Hacienda.
La venta de las dehesas del Alcudia se llevó a cabo por fin y afectó a ciento cuarenta de los ciento cuarenta y siete millares que tenía el valle, quedando las siete restantes reservados para las minas de Almadén. Cuarenta y uno de ellos fueron vendidos a
10
Por ejemplo, en la dehesa de Peralosa la casa de Juan Sánchez de la Medina y su huerta, con un
celemín de extensión (doceava parte de una fanega). 11
En tanto la anchura de esta cañada que algunos ganaderos serranos mantenían sus rebaños en
invierno pastando arriba y abajo por ella. 12
Para hacerse una idea de cómo era la vida en el valle de Alcudia en épocas pasadas existe en Alamillo
un Centro de Interpretación.
diversas entidades o particulares y los noventa y nueve restantes fueron adquiridos por la Dirección General de Temporalidades, es decir, quedaron en manos del Estado. La valoración total de la venta ascendió a los 48.736.395 reales ya citados con anterioridad, pero hay que tener en cuenta que solo se obtuvo en efectivo 12.682.869 reales de la venta a entidades y particulares; el resto fue solamente un cambio de oficina dentro de la Real Hacienda.
En 1792 Carlos IV otorga a Godoy el título de Duque de Alcudia y le regala los noventa y nueve millares de la Hacienda. Algo más de un millón de reales anuales de renta proporcionaron a Godoy las dehesas del Alcudia, con el derecho, además, de nombrar juez conservador particular y privativo de los montes y pastos del Real Valle de Alcudia. En 1799 el rey ordena al superintendente de las minas de Almadén que, sin demora ni excusa alguna, considere derogados los privilegios concedidos al establecimiento minero y que remita al juez que Godoy nombre, todas las causas judiciales pendientes, evitando así todo motivo de competencia y recursos. Así es que, entre otras dehesas, le son asignadas a Godoy los siete millares de la dehesa de Parrillas que estaban al servicio de las minas. A partir de entonces, el arrendamiento de las hierbas para los ganados lanares será abonado al administrador de Godoy, manteniendo las minas el derecho al pasto de los tres mil bueyes a su servicio. No contento con ello, Godoy consigue en 1806 que solo pasten en sus dehesas mil ciento setenta y un bueyes, que solo son necesarios según ha acreditado la experiencia del último quinquenio.
La verdad es que el consumo de maderas para la mina había disminuido mucho, pues en la fortificación de las labores subterráneas se usaba cada vez más la piedra y el ladrillo; por otra parte, muchos de los carreteros que estaban al servicio de las minas ya no procedían de Almodóvar del Pinar (Cuenca) y otros pueblos de Castilla la Vieja, sino de Constantina, Cazalla, El Pedroso y otros pueblos de la Sierra Morena sevillana, de modo que se volvían a sus localidades de origen cuando no había trabajo en Almadén. Además, a principios del XIX se había incrementado mucho la utilización de caballerías mayores (mulas) y menores (asnos) para el transporte del azogue a Sevilla.
En 1808, tras el motín de Aranjuez, que supuso la caída de Godoy, Fernando VII ordenó la confiscación de los bienes de aquel, pasando las dehesas del Alcudia a ser administradas por la Superintendencia de las Minas de Almadén. Al finalizar la guerra de la Independencia, con el retorno de Fernando VII al poder, las ventas de fincas
efectuadas por los franceses quedaron anuladas, volviendo así a posesión de la Real Hacienda. La desamortización definitiva del valle de Alcudia se inició en 1873, durante la Primera República, y se hizo conjuntamente con otros terrenos del Campo de Calatrava, afectando a un total de 1.011 fincas. A ser éstas demasiado grandes, los pequeños agricultores y ganaderos se quedaron sin opción de comprarlas y pasaron a manos de burgueses adinerados (el 75,5% de la superficie total fue adquirido por el 7,6% de los nuevos propietarios). En palabras de Quirós Linares (1964)13: Los cambios producidos en dichas estructuras las hicieron menos arcaicas pero no más justas.
©Ángel Hernández Sobrino
13
Quirós Linares, F. (1964). La desamortización, factor condicionante de la estructura de la propiedad
agraria en el valle de Alcudia y Campo de Calatrava. Estudios Geográficos, 96, págs. 367-408.