FUGA Y PERSECUCIÓN DE DOS FORZADOS Durante dos siglos y medio, entre 1550 y 1800 aproximadamente, unos tres mil hombres fueron sentenciados a purgar su castigo en las minas de Almadén. A ellos hay que añadir los centenares de esclavos adquiridos por los administradores alemanes (factores de los Fúcares) y españoles para incrementar todo lo posible la explotación de cinabrio. De este mineral se extraía el azogue, indispensable para la amalgamación de la plata en los yacimientos de la América Colonial.
Mientras que los forzados venían castigados a Almadén por un tiempo determinado, que generalmente oscilaba entre dos y diez años, los esclavos pasarían lo que les quedaba de vida en las minas de Almadén. El destino más común de unos y otros eran las labores subterráneas, donde se dedicaban preferentemente a desaguar las minas, acarrear madera y piedra del exterior para fortificación y extraer el mineral hasta las bocas de los socavones. Más del 60% de los forzados cumplió su condena y abandonó Almadén, mientras que una sexta parte logró escapar de las dependencias de la Real Cárcel, del tránsito entre esta y la mina, e incluso de las propias labores subterráneas.
En cuanto se producía una fuga, se mandaban requisitorias a los pueblos y villas cercanas para que alcaldes y corregidores estuvieran al tanto de lo ocurrido. Muchos eran detenidos y volvían a Almadén estrechamente vigilados por alguaciles o soldados, doblándoseles la pena impuesta y, a veces, enviados a purgarla en galeras, arsenales o presidios africanos. Además, se realizaba una investigación para aclarar las circunstancias de la fuga y determinar la posible responsabilidad de los encargados de su vigilancia.
En 1792, cuando solo faltaban ocho años para la clausura del presidio de Almadén y el número de forzados había disminuido considerablemente, dos de ellos se fugaron del Cerco de San Teodoro en la noche del doce de octubre. Según relata Josef Cobos, sobrestante de forzados, que los tenía a su cargo:
En el día de ayer, estando en el cerco de San Teodoro la brigada que yo custodiaba, destinada al amaine de los tiros1 que saca la máquina de dicho cerco, habiendo acabado la tarea como a las diez de la noche, los llamé a todos al cuarto para rezar el rosario como acostumbraba, a lo que respondieron Juan Gaspachero y Jerónimo Blanca que ya iban, pero habiendo pasado un rato sin haberlo ejecutado y sin recelarme podría suceder nada por estar las puertas del cerco cerradas, con todo salí a ver qué hacían y donde estaban, y no encontrándolos ni respondiendo, aunque les llamamos , procedimos a registrar todo el cerco y advertimos que en la zona de la madera había sobre el muro una escalera con una soga pendiente, por donde es de inferir que se dejasen caer fuera y …
A la mañana siguiente de la fuga, D. José de Rojas, superintendente de las minas y gobernador de Almadén, envía una carta de guía a los jueces y justicias de los pueblos situados al suroeste de Almadén, ya que los fugados son vecinos de Paradas y Arahal, provincia de Sevilla. En la carta va también la descripción de los fugados:
Juan Gaspachero, hijo de Juan, buen cuerpo, natural de la villa de Paradas, como de cuarenta años, casado con María Clarina, pelo castaño oscuro, ojos garzos, cerrado de barba, cicatriz por bajo de la quijada izquierda. Jerónimo Blanca, hijo de Cristóbal, buen cuerpo, natural de la villa de Arahal, como de treinta años, casado con Rosalía de Reyna, color trigueño, pelo castaño, cerrado de barba, dos cicatrices en el lado izquierdo, una a raíz del pelo y otra por cima de la ceja, y otra en el ojo derecho.
1
Se refiere a vaciar las zacas de cuero llenas de agua, que sacaba al exterior de la mina el malacate de
caballerías de San Teodoro.
Un mensajero sale a caballo inmediatamente y a las nueve de la noche del mismo día 13 de octubre, el alcalde ordinario de Santa Eufemia ya tiene en su poder el oficio de búsqueda de los fugados. El día 14, el mensajero entrega la carta en Hinojosa del Duque, el 15 en Fuente Obejuna, el 16 en Azuaga, el 17 en Valverde de Llerena y Guadalcanal, y en días sucesivos en Alanís, Constantina, Lora del Río, La Campana, Fuentes de Andalucía y sus pueblos de origen, Paradas y Arahal.
A primeros de noviembre los fugados han sido detenidos y se hallan presos en Guadalcanal a disposición del corregidor de la villa. Interviene la Real Audiencia de Cáceres, que le indica al corregidor que los reos pertenecen a su jurisdicción, pero D. José de Rojas ordena a la Justicia de Guadalcanal que los entregue inmediatamente a Luis Berticat, sargento de la Compañía Provincial, y demás tropa enviada desde Almadén para su conducción y reintegro a la Real Cárcel de Forzados y Esclavos2.
El corregidor de Guadalcanal entrega a los dos forzados fugados al sargento Berticat, pero al día siguiente llegan malas noticias del juez ordinario de la Granja de Torrehermosa, villa situada a unos 30 km de Guadalcanal, en el camino hacia Almadén: Como a las dos y media de la tarde del día de ayer, veinte y cuatro de noviembre de mil setecientos noventa y dos, se presentó Luis Berticat, sargento de la Compañía Provincial de Almadén del Azogue, con tres compañeros del mismo Cuerpo; y expresó que viniendo a esta villa de la de Valverde de Llerena con dos reos prófugos del presido del dicho Almadén, le salieron al encuentro cinco hombres, tres a caballo y dos a pie, al parecer contrabandistas; y sobre quitarles los dos presidiarios, después de haber dado un balazo a Domingo Amanllín y herido de golpes en la cabeza a José Enry, compañeros de dicho sargento; cuya operación y desligar los dos presidiarios ejecutaron los dos de a pie, teniendo apuntados los trabucos de a caballo les quitaron los fusiles a los heridos, …
2
Los reos condenados a las minas de Almadén dependían de la Superintendencia, cuyo fuero era
particular y privativo, con inhibición de todos los Consejos y Tribunales del Reino.
Después de curar a los heridos, D. Juan Nepomuceno Méndez, médico de la villa, autoriza a los heridos a proseguir viaje hacia Almadén, a beneficio de la curativa que se les ha administrado. La última noticia sobre el asunto es de cuatro meses y medio después, cuando el superintendente de Almadén se dirige a las Justicias de las villas de Parada y Arahal, a fin de que practiquen las más eficaces diligencias en ejecutar la prisión de dichos reos, si se presentasen en estas villas (como es regular). Los datos sobre fugas ocurridas durante el siglo XVIII en Almadén, sean de la Real Cárcel o del establecimiento minero, indican que el 16,5% de los reos consiguió huir, y de ellos casi la mitad no pudo ser aprehendido.
© Ángel Hernández Sobrino