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REVISTA LITERARIA VÓMITO DE LETRAS NÚMERO CERO JULIO 2015
INDICE Carta editorial — #5 CUENTO Panchito el che; No soy el pipiripau — #7 Mariana Karma; De repente todo se volvió… — #8 Mauro Gatica; Las películas de mi padre — #8 Lucero Salgado; 43 — #9
No es que me moleste que… — #10 César Gabriel; El demonio psicológico — #10
La puerta — #11 Jonathan Girón Palau; Estadística — #12 Iván Medina Castro; Grand Funk — #13 Michael Benítez; Reflexiones sobre la taza de baño — #16 Nancy García; Dudas — #17 Facundo Roitman; La (dis)función de cine — #17 Juan Carlos Domínguez; Instructivo para soñar — #18 Ana Bardales; Las palabras se las lleva el viento — #18 Alvar Gonzáles; Un minuto de amor — #19 Kin Koshi; Nadie los sacó… — #20 Roxana A.R; El instante — #20 Erwin Alonso; Tan ebrio como Hank — #21 Hugo Patuto; Un viaje confortable —#22 Ruby Lou; Dos veces — #23 Casandra Vargas; Tras el escrito —#24 Alvin Lainez; Cruje — #27
Marco Gallardo; Ella — #28
Taciturno —#28 POESIA Luis Escobar; El demonio… — #30
Oda a la masturbación — #31 Daniel Vidales; Términos médicos —#32 Hugo Rodríguez; Poema #3 — #33 Itzel Hernández; Huminiciente — #34 Luisa Gil; La hora azul — #35 Laura Salgado; Día de la patria — #35 Alba Magariño; Micropoemas y Hay algo… — #36 Juan Flores; Vivir eternamente... — #36 Romy Riq; Está allí y Turbación— #37 Rosario Towns; Embocaduras — #38 Joselyn Rodríguez Padilla; Aún eres idealista — #38 Ivonne Saez; Algarabía de mis lágrimas — #40 Chiabamba; Silencio — #41 Manuel Escobar; A rocío — #42 Diego Montes; Nada (R) — #42 Jonathan Liborio; Subterfugios — #43 ENSAYO Erika del Socorro; El maestro ignorante — #45 Viviana Baldo; Empanadas sin sal — #46 Daniel Boromei; Por los desfiladeros del deseo — #50 Víctor Torres; Mito y exteorización… — #53
Carta editorial Bienvenidos a la primera edición de Vómito de letras, una revista literaria apta para cronopios. Con autores hispanoamericános; cuentos, ensayos y poemas que han llegado a nosotros con el objetivo de ser parte de este proyecto. En el mes de Julio habrá dos entregas, el número cero y el número uno, debido a la cantidad de correos electrónicos que recibimos, así que si eres autor y no ves aquí tu texto ¡calma! Podrás verlo en el siguiente número. Sin más preámbulos deseamos que disfrutes de los textos ya mencionados, querido lector, que Chtulhu esté contigo en la siguiente lectura. Saludos. Daniel Ábrego Editor y director de la revista.
EQUIPO EDITORIAL ERIKA GABRIELA — WEBMASTER Y SELECCIÓN
SOFÍA MARTÍNEZ —SELECCIÓN DANIEL ÁBREGO — EDITOR Y DIRECTOR GENERAL RVOMITODELETRAS@GMAIL.COM RVOMITODELETRAS.WIX.COM/VOMITODELETRAS FACEBOOK.COM/RVOMITODELETRAS
CUENTO
PANCHITO EL CHE NO SOY EL PIPIRIPAU No era el tipo de escuincle que le gustaba jugar futbol en el recreo con una botella de Frutsi toda llena de papel que arrancaban los niños de los cuadernos para que ésta fuera un poco más pesada y fuera fácil de chutar a gol, más bien era de los que les gustaba molestar a las niñas creyendo que era todo un “Don Juan”. Recuerdo algunos nombres: Rebeca, por más que le declaraba mi amor, nunca me pelo, pero llego un día en que se le boto la canica y pinche vieja loca, desde ahí le perdí el amor; Nayeli, por su parte, era de las que tenían mejor calificación y Era bien portada, pero cuando tenía que salir la maestra, era todo un desmadre en el salón, y poco a poco se le fueron marcando las lonjas y dije –con gordibuenas no le entro-; Brenda, una tipa más “relax”, que me planta una bofetada de esas chingonas por decirle que me gustaba; y vamos con Carmelita –pinche Carmelita- (mejor conocida como “La Memelas”). Una niña que vivía a unas cuantas casas de la mía e iba en una escuela diferente.Un día se me ocurrió mandarle con mi primo, que iba en la misma escuela que ella, y que convenientemente iba también en el mismo salón, la clásica carta con letras doradas que todo niño pendejo haría (según yo) con tal de no hablarle en persona expresándole el amor que le tenía en ese entonces. El día que le conté a mi primo que me gustaba esa vieja me contesta cagado de risa –No mames, ¿te gusta “La Memelas”?, esa morra está bien fea- (este cabrón me traía de encargo cada que nos veíamos y resulta que sabe más de la puta vida de “La Memelas” que cualquier otra persona jajajajaja) pero me valió madres y le di la puta carta. En una ocasión la vi y, está que se cae de fea la condenada. Recuerdo que sus padres tenían o tienen una verdulería en un mercado cerca del que era antes mi cantón. Ahí ella vendía aguas de sabor y aparte atendía la verdulería (eso fue ya algunos años que la vi atendiendo el changarro mientras ella decía – pásele güerito ¿qué va a llevar? - porque ya me dijeron las malas lenguas que ya se fue pal norte a vivir y que tiene 3 hijos). Si me hubiera casado la condenada. Recuerdo que sus padres tenían o tienen una verdulería en un mercado cerca del que era antes mi cantón. Ahí ella vendía aguas de sabor y aparte atendía la verdulería (eso fue ya algunos años que la vi atendiendo el changarro mientras ella decía – pásele güerito ¿qué va a llevar? porque ya me dijeron las malas lenguas que ya se fue pal norte a vivir y que tiene 3 hijos).
Si me hubiera casado con ella, no mamen, neta no mamen, las personas me ubicarían como el esposo de la verdulera o de las aguas, pero pasaron los años y aquí sigo, con ninguna de ellas me case, y no era de que me las diera de todo un galán porque mi padre cuando se ponía algo pedo me ponía una rola de La Santanera: “La boa”, y me la creía más cuando decía “que parece un maniquí” y “todos lo conocen por Panchito”, o que simplemente me dijeran “El Uyuyui de la 10 de abril”, o “Panchito el Che”, pero no, ni mucho menos soy “El Pipiripau “; lo peor de todo es que ninguna traía “El moño colorado” como para decir que me traía todo el día mareado (pendejo) o que “Con la del moñito rojo me quisiera yo casar” (ni madres, solo es y será mi gusto infinito por las feas.) ¡Híjole, ya llegó el que estaba ausente!
MARIANA KARMA Todo se puso verde de repente… Todo se puso verde de repente... De repente todo se puso verde, verde, verde pastel, verde limón, verde, verde fluorescente como tu aura; verde como esos calcetines que llevaste a aquella fiesta, ¿recuerdas?, que no combinaban nada con tu atuendo pero yo te veía perfecta; verde como el hematoma de tu muslo izquierdo y como el pasto de nuestro jardín, lleno de tulipanes pues son tus favoritas; verde como cuando mientes, como cuando dices que me quieres y no te creo, verde como el moho que tus besos deja en mis entrañas, a través de tu saliva que pudre cada vez más mi ser. Muero lento por el verde de tus ojos... Carajo, maldito sea el verde de tus ojos que me pudre hasta quedarme seco, seco hasta los huesos, solo espero hacerme polvo, seco... seco como nuestro jardín después de tu partida.
MAURO GATICA Las películas de mi padre ¿Mami qué será lo que quiere el negro? PACHUCO Y LA CUBANACÁN
Lo que mantiene iluminado el living de la casa es la televisión. El padre está sentado en el sillón con bastante soltura, acompañado de Daniel, su compadre militar y del vecino Pancho. Llevan horas frente al televisor. Ven una película porno en el VHS que su compadre trajo junto con el reproductor, como de costumbre, una película porno protagonizada por la deslumbrante Chichiolina, la italiana de sus sueños (quien junto a Rafaela Carra y Patricia Maldonado son las tres mujeres que más calientan al padre) y otras más atrevidas, que seleccionó el vecino Pancho de su colección privada de películas porno, en dónde hay hombres follándose a jovencitas y otra cinta en donde hay hombres follándose a otros hombres y también otras en donde hay animales y mujeres y hombres fallándose entre sí.
El trago se les había ido a la cabeza. Piscola desde la tarde. La madre sirve cebollas en escabeche y maíz tostado para picar y amenizar un poco la jornada. La casa se mantenía llena de humo de cigarro mientras ellos desde la comodidad del sofá comentan con perfidia las escenas escabrosas que aparecían en la pantalla del televisor, entonces la madre aprovechaba para salir del living y terminar su trabajo en la cocina. El cabo López mira con malicia a la hijita de su compadre mientras se dirige al baño, los otros dos se quedaron babeando frente al televisor. Se detiene un momento frente a su ahijada y su compadre y el vecino pancho, y la comadre que en ese instante seguía limpiando la cocina ni se percatan de esto. Ella suelta el espejo y el cepillo de peinar y deja de jugar un rato y le pone atención al compadre. Él se agacha y le dice algo al oído. Luego le besa la mano a la niña, le da una moneda de diez pesos, le pone los dedos en los labios rojos y suaves de su ahijada y ella se alegra mucho y se abalanza sobre Daniel y lo abraza y él también la abraza con fuerza, con mucha fuerza la aprieta contra su cuerpo, y sus manos y sus brazos rodean la cintura infantil de la niña y luego de un momento breve la suelta y se aleja a paso lento hacia el baño mientras ella retoma la ficción del juego con una sonrisa en la boca. El hijo, oculto detrás de la cortina, no deja de mirar a la actriz voluptuosa y deslumbrante que juega con el pene del caballo en la pantalla. El padre, Daniel y el vecino Pancho hipnotizados ante tanto fluido, lo evidencian con una erección de la que se enorgullecen exhibiéndola bajo sus pantalones y comparando tamaños entre tragos y risas. Al rato la madre los acompaña un rato en el living con un vaso de piscola que demora bastante en beber, pero se mantiene en silencio frente al televisor observando a los hombres penetrar a la actriz sobre el heno y se cubre por completo la cara con las manos y no mira cuando la mujer de la película se lo comienza a chupar al caballo.
LUCERO SALGADO 43 Aterrorizados por la cruel matanza, se llevaron las manos a la cabeza, ya no tenían cabeza.
No es que me moleste que me disparen es que… Ya tenía la pistola en la sien, nadie había pagado por su rescate, ya a nadie le importaba. El secuestrador, principiante en el oficio comenzó a fumar ansioso, sabía que tenía que hacerlo en frío, ya y rápido; desesperado ¡le gritaba en la cara al rehén: “ya, güey, ya te llevó la chingada”! Y de repente: ¡Pum! Disparó algo torpe el arma. El rehén con la cabeza colgando y débil atado en su silla murmuraba algo entre dientes; el secuestrador, curioso, se acercó y escuchó con dificultad sus últimas palabras: -“No me gusta que me echen el humo en la cara”.
CÉSAR GABRIEL El demonio psicológico El origen del poder y la maldad enigma siempre han sido. De entre lo desconocido emergió, y de la locura se constituyó. Atrácnox sabe que está a su merced, a su instinto perverso. En los libros de historia maldita-antigua yace su aparición. Pueblos perecieron por la demencia en sí mismos sin derramar sangre, ella llegó cuando escapar intentaron. El demonio en sus mentes entraba y las estrujaba, condenando la consciencia la perdición. Él, en su compleja demencia se apoderaba de la mente, tenía control del cerebro. Engañó nuestros ojos. Puso el infierno en nuestra cara. Los terremotos partieron la tierra, destruyendo las ciudades, la familia masacraba a la familia, y se comían entre ellos. Las personas se cercenaban vivas, pero no perecían. Los amos descuartizaron a sus mascotas con sus propias manos y dientes. Cuando no quedó nadie por matar, se masticaron a sí mismos. Entonces, de trance a trance, todo renació. Las almas volvieron en sí con desgarrador grito que ensordece e infarta del susto. Algunos enloquecieron de inmediato. Los demás sudaban como puercos y la respiración era tan entrecortada que hubo quienes se ahogaron. Todos sintieron miedo. Días: El demonio re atacó en las seseras. Los torturó hasta lo mortal. Los privó de toda visión, después, acribilló sus oídos, arremetió en el sentido de la música. Masacró su cerebro con el ruido del metal oxidado rozando con clavos, la tierra partiéndose, los obligó a cien días de gritos de mujeres siendo torturadas. Resonaron en los cráneos el rugido de mil monstruos en guerra, y la risa diabólica
de mil demonios, y ellos de miedo no paraban de gritar y lloriquear, querían escapar y no podían, querían morir y no los dejaban, querían despertar de la pesadilla pero era real. La mayoría sucumbió ante el paro cardíaco. Otros no dejaron de escuchar. Algunos en la demencia perecieron. Y ante el terror infundido en sus retorcidas mentes, de su tierra ahora maldita huyeron. El ocaso de Atrácnox llegó. En la historia el demonio psicológico vivió. Ahora en la nación única acechando permanece. Su labor silenciosa es. Uno por uno. Cada ciudadano cae. Su genio infinito es la psicología. Y sólo él la entiende, el humano, apenas intenta. El planeta sabe y no quiere admitir, que su mente, en peligro eterno vaga.
La puerta Entró al baño azul de arriba mientras su familia regada por las dos plantas de la gran casa a medio de un bonito día. Hizo lo suyo, a su tiempo y con dedicada paciencia. Se lavó las manos con buena calma, y se escudriñó el rostro en el espejo, buscando imperfecciones. Entonces se dio la vuelta, abrió la puerta, y ante sí apareció el vacío absoluto. Nada. Sólo oscuridad. Escapado el aire de sus pulmones y en completo espanto cerró la puerta. Quedando infartado del cerebro. Todavía sin poder pensar volvió a abrir, y lo mismo permaneció. De nuevo cerró y abrió. Desesperado e incapaz de pensar repitió lo mismo montones y montones de veces, siempre con lo mismo. Recurrió al auxilio con gritos ahogados de su familia. Fue a la pequeña ventana horizontal del baño, en lado contrario a la puerta. Vio la azotea de la casa de sus vecinos, y muchas otras por la prominencia de la colonia. Gritó ayuda con todas sus fuerzas, pero nadie apareció, ni respuesta a lo lejos se escuchó. El cielo totalmente despejado, incluso campos de cultivo a muchos kilómetros, bastante ciudad desde aquella ventana pequeña, y ninguna persona divisábase. Horas. Destrozó todo cuanto pudo con sus manos y objetos que improvisaba en el baño, hasta caerse de cansancio. Dejó de abrir la puerta durante buen rato. Tendido en el suelo, se quedó dormido. Despertó y cuánto tiempo lleva encerrado imposible de saber. La ventana muestra el mismo cielo soleado. Vuelve a pedir ayuda, y el mundo sigue sin responder. Días. Se cansó de dormir, y en un contradictorio estado de profunda calma, se puso a intenta reparar el inconmensurable destrozo que dejó en el baño hace lo que fuera de tiempo. Lo más extraño es que en todo lo que ha permanecido encerrado le han sido ajenas las necesidades humanas. En ningún momento lo inundó el hambre, ni las ganas de requerir las instalaciones, otra vez. Entonces la desesperación renació. Decidido a lo que sea que improvise, enérgico y con mano fuerte abrió la puerta en un fuerte jalón.
Sin reacción permaneció los segundos al ver. Por fin reapareció su casa, tal como la dejó cuando entró al baño, pero justo al final del otro extremo, vio el reflejo de su casa, lo que él veía desde esa puerta, y el baño, con la puerta abierta y él frente a él, viéndose a sí mismo. Un universo paralelo. De pronto, su otro yo, desde el mismo lugar, comenzó a mostrar una sonrisa macabra como el infierno, clavando la mirada en el asustado. De repente, sin nada dudar, salió de su baño, cerrando veloz la puerta tras de sí, corrió en movimientos intimidantes hacia el otro, cruzando su lado, y la línea invisible entre ambos universos, hasta que llegó a donde el otro petrificado en shock. Se detuvo a un centímetro, arrojando impetuoso las manos contra el otro en un fuerte empujón que lo hizo caer en tremendo dolor. Y estando ahí, tirado en un infarto, presenció, impotente, cómo el otro, agarró la puerta, con su mano engañosa, y empezó rápido a cerrarla, quedándose afuera, hasta que sólo su cara asomaba, en un espacio que se reducía, se reducía cada vez más, y él, manteniendo esa macabra sonrisa afilada, cerrando más lento en el último tramo diminuto, y con un azote de la madera, su ojo fue lo último que vio. Él por fin reaccionó y corrió a la puerta, intentó abrir, con toda su fuerza y desesperación, pero la puerta no se abrió. Nunca más la puerta se volvió a abrir.
JONATHAN GIRÓN PALAU Estadística Terminé de darle un largo trago a mi cerveza y mientras la dejaba en la barra lo miré a los ojos y le dije: —Es muy sencillo, cabrón. Yo nunca me rajo por puras matemáticas. Si cien personas quieren pelea y yo nunca me echo para atrás, cincuenta por ciento de ellas retroceden. De las cincuenta personas que no huyen, tengo cincuenta por ciento de posibilidades de vencer, es decir, gano la mitad de las peleas. Es pura estadística, siempre tengo un setenta y cinco por ciento de victorias. —¿Y el veinticinco restante? — ¡Qué importa! —Tú y tus mamadas, por eso siempre salimos a putazos de todos lados. Levanté el dedo índice y con un gesto teatral, dije: —Corrección, sólo salimos la mitad de las veces a putazos, la otra siempre se rajan —reí complacido y terminé mi trago. Sabía que ésa sería una buena noche, era sábado, tenía cerveza y el bar estaba inusualmente animado. Aunque, claro, cabía la posibilidad de que estuviera equivocado, normalmente lo estaba. La cosa siguió como de costumbre. Tomás y yo pasábamos de un tema a otro sin mirar atrás. Él comenzaba hablando de las dificultades de ser artista y sobrevivir en una ciudad como aquella. Y de alguna forma esa discusión cambiaba del estatus actual de la pintura a una idea que nos haría millonarios si encontrábamos un inversor. Invariablemente había un punto en el que discutíamos sobre la fatídica revolución que uniría a América Latina.
Pero siempre, al final, con más tragos encima de los que se pueden contar, terminábamos hablando de mujeres. Y claro, como es de imaginarse, nos poníamos manos a la obra. En una de las mesas vimos a dos chicas que parecían muy animadas, una de ellas con una sonrisa hipnotizante. Sin pensarlo, nos acercamos para hablarles y ni bien habíamos terminado de saludar, Tomás empujó accidentalmente al tipo de a lado, quien a su vez tropezó y tiró la botella de su mesa. ¡Pinche Tomás, siempre tiene que joderlo todo! Como era de esperarse el fulano aquel le espetó: —¿Qué te pasa, pendejo? Ve el desmadre que armaste. —Perdón —casi tartamudeó Tomás. —No qué perdón ni que la chingada… Sin dejarlo terminar hice a un lado a Tomás y con mi mejor cara de loco kamikaze le dije: —¿No te parece? Vamos afuera tú y yo, ahora. No. Es más, vamos tú, yo y todos tus amigos —y sin dejar de mirarlo comencé a reír como un chalado y comencé a brincar como un gorila enfurecido golpeándome el pecho y moviendo la cabeza de forma amenazante. Una gran actuación. El fulano se alejó más confundido que intimidado. El dueño del bar, amablemente, nos mostró la salida y mientras caminábamos por la calle le dije a Tomás: —Ya ves, te lo dije, siempre funciona. —No. Sólo la mitad de las veces. Era una buena noche.
IVÁN MEDINA CASTRO Grand Funk
El mal para serlo en pureza, debe ser gratuito e inmotivado GEORGES BATAILLE
Mi nombre es Antonio Castro pero en el barrio me conocen como el Grand Funk. Vivo en la Colonia Ferrocarril, tan cerca de la estación del tren panamericano que a cada marcha de los vagones toda la unidad habitacional vibra como si se fuese a desmoronar. Tengo cuatro hermanos y soy el antepenúltimo; existen algunos bastardos más pero esos valen para pura verga. El primogénito ha caído, por lo tanto, ahora me toca cargar con el business, el chante y la jefa. Agobiado por una pesadilla que tuve la noche anterior en donde la Santísima me hacía intuir el tasajeo de mi carnal, aterrorizado, así fue como lo constaté cuando mi jefa al terminar de ver su telenovela, se escuchó en el noticiero sobre el hallazgo de un cuerpo sin vida, tendido sobre un charco de sangre en la ribera del río Suchiate, sin ningún documento de identidad, pero como única seña de filiación, se hacía destacar un tatuaje en el dorso con la imagen de la Santa Muerte, aparte de portar un medallón con una rosa blanca. Mi jefa ignoró lo dicho por el locutor, ya estamos acostumbrados a oír eso: muertos; se huele, se palpa y se siente en el ambiente. Además, estaba tan ocupada parchando los pantalones de los chamacos que ni cuenta se dio. Fue imposible ponerlo al
tiro, lo busqué en los prostíbulos de la Peña y de la Charca, con los corredores de crack y pastas en Tarasquillo y nadie me dio razón de él. Su valedor, Chito, mencionó: “quizá esté ayudando a cruzar el Suchiate a algunos salvatruchas u hondureños.” Lo ignoré totalmente. Volví al chante y frente al altar de la Niña Blanca ofrendé un lío de mota y una botella de mezcal blanco con gusano, como a ella le gusta. Acto seguido oré con el incienso en un recipiente de vidrio y alcohol en una vasija de barro: “Divina Majestad de mi adoración, no desampares de tu protección a la carne de mi carne. Muerte querida de mi corazón, si no puedes tú, nadie más podrá. Amén.” Al día siguiente de enterarme del infeliz acontecimiento, conecté al director de la judicial, comandante Pavón Reyes, pues aquí no se trata de competir con la autoridad, sino de utilizarla. Le corrí un kilo de coca y sin rodeos pregunté sobre mi carnal. Ese culero, directo también, respondió: “la policía migratoria lo encontró en los desagües; cerca del río, ensartado trece veces con un machete.” Regresé contrariado al chante y transmití la desgracia a la jefa. Casi se me pela allí, se soltó en lágrimas y a partir de ahí, deambuló enloquecida por unos días dentro de la casa. Muchas noches la sorprendí recorriendo el pasillo pausadamente y hablando sola, después, transcurridos algunos minutos, se postraba en el suelo frente al sagrario de la Poderosa Señora y aferrada a la larga túnica negra de su vestimenta, parecía como si le recriminara lo sucedido, pues de su vacilante garganta decía en voz alta: “¡Vivíamos en paz Madrecita!, ¡Vivíamos en paz Virgen Santa!”. Eso eran puras mentiras, cuando él estaba con nosotros cualquier ruido nos provocaba sobresaltos, hasta el sonido del reloj al anunciar cada hora, por eso mi jefa lo echó de la casa. Pronto pasaron las semanas y nadie fue a reclamar el cadáver, ni siquiera su pinche vieja; la más puta de las mujeres. En el fondo la comprendo, de pendejo uno lo hace, vas a la procuraduría y ya no te sueltan sin antes aflojar una lana, o allí mismo te dan callo. Así son las cosas aquí en Talismán. Por la noche, observando la túnica bordada en oro de la Santa Muerte, caí en cuenta, si no le entraba rápido al business, pronto no tendríamos ni un centavo ni donde dormir. Busqué a los valedores de mi carnal para reagrupar a la clica, pero Chito me dijo: “el business ha sido tomado por el cabecilla de los MS-13”. En ese momento fue cuando supe quiénes se lo habían chingado. Me entró una furia inmensa saber que los maras estaban involucrados. Están pero bien pendejos si creen que aquí en Talismán pueden hacer lo mismo que en Los Ángeles. Súbitamente recordé cuando la banda de mi carnal había sacado a varios de sus familiares de aquellos países jodidos sin cobrarles nada. Tenía que barrer a esos cabrones si quería recuperar el territorio. Miles de pensamientos giraban por mi mente hasta marearme, no me explicaba cómo se había dejado matar mi carnal; él siempre estaba armado y al acecho. Inesperadamente me invadió el miedo, y cuando eso pasa, respiro con dificultad; muy lento. Nunca había matado, pero no me quedaba otra; eran ellos o nosotros. En el chante realicé mi acostumbrada plegaria a la Flaquita pero esta vez pedí consejo: “Muerte Poderosa y Gloriosa, te imploro me concedas los favores que te pida y alimentes mis deseos de venganza madre querida, hasta el último día, hora y momento. Te prometo que nunca te faltará tu alcoholito. Amén”. A la mañana siguiente, de brumosos recuerdos, nacía en mi pen-
Samiento una idea. Junté a la clica y ordené se difundiera por los vecindarios que daríamos 500 dólares por cada cabeza cercenada de los MS-13. La tira me preocupaba, pero Chito comentó: “no habrá pedo con ello, la chota en estos asuntos no se mete, esos güeyes están comprados, y el que se ponga bonito pues lo picamos y ya”. El plan estaba dando resultados y a diario rodaban cabezas, pero aún faltaba el líder y un puñado de seguidores. Por mi parte, ávido de contar sus horas, hasta adelantaba las manecillas del reloj. En ocasiones, cuando hacía eso, me sentía estúpido pero no podía evitar hacerlo. Un domingo por la mañana me dieron el pitazo. Encontraría a los mareros en el mercado central, reuní a la clica y nos fuimos para allá. Una vez allí, oculté a mis camaradas entre los costales de yute y yo me tendí sobre un petate bajo el sol a aguardar a que su tiempo y el mío convergieran en un mismo punto. De repente, unos chiflidos nos advirtieron de su llegada, imprevistamente estaba de frente al líder y de trece de sus homies; sus miradas parecían de hielo. El temor me invadió y el asma inmediatamente se hizo presente, sin embargo, me sobrepuse al acariciar la cacha de la escuadra que portaba escondida en la cintura. Confiado, me aproximé a pocos metros de distancia con la seguridad de que mis camaradas seguirían con la mirilla de los cuernos de chivo cada movimiento que ellos daban. Aún así, mi corazón se aceleraba cada vez más. Escudriñé el espacio y listo a la reacción, de inmediato grité: “Hijo de la chingada, la muerte tiene su precio y ahora pagarás con tu sangre”. Aquellos ojetes, listos para sacar sus fuscas fueron sorprendidos por mis brothers. Tras una señal acordada, cinco de mis camaradas los desarmaron, posteriormente, empuñando varas metálicas les acomodamos una buena madriza, mientras tanto, los marchantes corrían despavoridos tirando sus viandas hasta vaciar por completo el lugar. Mandé hincar a los catorce hombres en una línea horizontal, una vez listos, tomé de las greñas al jefe y a quemarropa le descargué una bala en la cabeza; el despojo cayó junto de mí y le escupí, a los otros, como escarmiento y ejemplo para los barrios que renieguen a la clica del Grand Funk; con una masa de hierro hirviente que obtuve de las brasas bajo un caldero donde se freía chicharrón, cegué los ojos inyectados de terror, menos a uno, el tuerto afortunado que guiaría a cada una de esas mierdas con sus seres queridos. Al principio, sostuve el fierro aparentemente firme, pero inseguro aún, atravesé la cuenca tan rápido que la sangre me salpicó en el rostro. Sentí una arcada, pero proseguí, su lamento se hizo incitador. Al fin, satisfecho, me quedé ahí mirándolos por largo tiempo, me sentía feliz. Talismán volvía a ser de la familia y mi carnal estaba vengado, pues en este terreno simplemente se arrebata lo que se quiere. Cuando retorné al barrio, el ferrocarril, cargado de ilegales, apenas iniciaba su marcha hacia el norte. Entré al chante cargando tablillas de chocolate, pan integral, un pomo de mezcal y un ramo de rosas blancas, todo se lo brindé a la Parquita por su ayuda y para que en el futuro trajera a mi vida paz y tranquilidad.
MICHAEL BENITEZ ORTÍZ Reflexiones sobre la taza de baño
Las ganas de cagar no respetan ninguna norma, son inmorales, nos dan en todas partes. Cualquier ley sirve para limpiarse el culo. Comemos y cagamos simplemente: la vida es la distancia que hay entre el baño y la cocina. La ciudad es un gran baño público. Lo pienso ahora que me ha cogido la cagada del siglo. De este siglo, el 21, donde se matan enviándose cartas repletas de ántrax por correo electrónico. Uno no se puede quedar viendo los zapatos del que está en el baño del lado todo el tiempo, escuchando cómo interpreta sonatas viscerales su asqueroso cuerpo: hay que leer, o recordar alguna canción… grítale al diablo… Las puertas están rayadas con mierda de todos los colores: como la revolución es una fiesta siempre estamos borrachos, mujer busca hombre que la tenga de 28 centímetros favor llamar a… y está tachado el número… a la… policía. Escribe Otro. Pero es imposible desconcentrarse en este sitio. Los mejores lugares para filosofar se encuentran al lado de la mierda: los baños y los buses… ANOTEMOS ESO: Los mejores lugares… Esos zapatos cafés, de cordones negros, cordones-condones-vírgenes-sin-usar: que no conocen la UPJ. Un amigo quería conocer las personas a través de los zapatos, inducir la personalidad desde abajo, ahora tiene un montón de fotos llenas de pecueca. Qué podría decir del dueño de éstos: Que caga como si hubiera comido pólvora con espinacas, pero… ¿qué más?… que lo disfruta mucho porque sube las puntas de sus pies recostándolas en sus talones como en un orgasmo… y que debe tener un gran barro en la punta de su nariz, grasoso y sangriento. Me da risa pensar eso, no sé con qué lo relaciono… el psicoanálisis es oficio de toreros. Los zapatos se fueron. Termino de cagar. Me limpio el culo con el parcial de ayer. Salgo, mojo mis manos para que digan que me las bañé, lavo mi cara… corro, miro la hora, maldita sea voy tarde a… me tropiezo con un volcán que vomita sangre.
NANCY GARCÍA Dudas Cada vez la duda es menor, no porque se atenué como los recuerdos al pasar de los días, a decir verdad creo que es algo que va mucho más allá del simple transcurso del tiempo. Honestamente, a estas alturas confío más en nosotros y nuestra absurda habilidad de descubrir nuevas y variadas formas de reinventar el amor, porque precisamente por esto, el espacio del corazón se ve atiborrado de sensaciones tan variadas—y que en conjunto arman el concepto de un amor casi perfecto—que poco espacio queda para las dudas. Aunque también queda esa mínima, minúscula, casi invisible—pero siempre presente— levísima duda, de si algún día, cercano o lejano pero cuya existencia amenaza, acaso pudiera ocurrir que perdiéramos esa habilidad de reinventar el amor, y comenzar a dejarle espacio a todo, inclusive... A las pobres dudas de amor.
FACUNDO ROITMAN La (dis)función de cine En una sala de un cine del barrio de Belgrano, se proyecta una película de género dudoso, cuyo contenido podría caratularse de terrorífico e insoportable (incluso intolerable, como ya veremos). El hilo conductor de la película es la historia de una adolescente autodestructiva que se provoca daños físicos, cortándose el cuerpo con navajas, tijeras , entre otros objetos. Durante la función, una chica del público comienza a toser y a hacer ruidos propios de una alteración del funcionamiento de su organismo. Los espectadores, molestos por el ruido, hacen callar a la chica, y comienzan a gritar improperios tendientes a aplacar o anular la emisión insoportable que no permite entender el desarrollo de la película. La chica en cuestión sigue tosiendo con mayor intensidad y resonancia e incluso parece tener convulsiones. El público se enoja y se queja, hasta que repentinamente la joven se silencia por completo. Alguno festeja, otro se alegra, el resto ni siquiera repara en la cuestión. La película termina. La protagonista muere. Los espectadores aplauden. Se levantan de sus asientos. Marchan hacia la puerta. Las luces se encienden. Una sola butaca queda ocupada por una chica quien, reposando en silencio, no volverá a molestar a nadie.
JUAN CARLOS DOMÍNGUEZ Instructivo para soñar Podrá notar que cuando dejamos caer la cabeza en la almohada, o en un bulto suave, una sensación, parecida a caer para arriba, nos llega. Si lo siente ya está a la mitad del camino. Deje para después el recibo de la luz, el colegio, el trabajo, o a su madre enferma; eso sólo retrasará el sueño. Haciendo de lado las preocupaciones menos importantes de la vida, abrace su caída y elévese a velocidad moderada, porque si va lento no soñará y si va rápido soñará feo. Llegado al estado comúnmente llamado “no estaba dormido pero tampoco despierto” mire sus ojos; podrá verlos como una persiana rota, empujada hacia abajo por la gravedad y haciendo esfuerzo para arriba por la conciencia. Termine de descomponer la persiana y ya con los ojos cerrados, vea al rinoceronte que habla sobre las leyes de física. Note su monóculo y la gracia con la que mueve su bastón. Cambie de canal para ver a sus futuros hijos jugando en el columpio del viejo árbol torcido, y cuando la manada de lobos se acerque, vuelva a cambiar de escena, porque no le gustará ver lo que sigue. Así hasta que se arte de soñar, hasta que no haya más que ver. Entonces despierte a causa de su despertador habitual, pero no se enoje si estaba a punto de darle una mordida a esa deliciosa galleta: ya habrá más noches para seguir soñando.
ANA BERTHA BARDALES Las palabras se las lleva el viento Eran las dos de la tarde. En aquel hospital todo era movimiento y vaivén de heridos y sanos, era como un intercambio de papeles en el cual unos recibían la venia y otros la condena. Era un lugar al que pocos querían entrar y del que todos querían salir, pero por mucho que unos lo desearan, no siempre se volvía una realidad y así podías hallar a hombres y mujeres agonizantes, suplicando una oportunidad más para enmendar sus errores o, como en el caso de Mario, narrando su vida a un confidente callado que no le juzgara en sus últimos momentos de vida. Aquella tarde, el pobre hombre había sido trasladado a una camilla cerca de otro moribundo y de cinco personas más que exhalaban gritos tanto de dolor como de angustia, olvidados por el mundo exterior, por el mundo donde la vida continúa viva o muera alguien. De modo que el único recurso que le quedaba a Mario era relatar con bastante subjetividad su existencia casi efímera, aun cuando su dolencia actual le impedía una respiración normal produciéndole un mayor cansancio del habitual. Después de varios minutos de plática constante dirigió la mirada al vacío, agradeció a su interlocutor y dijo sus últimas palabras: No me arrepiento de nada, porque sería un absurdo negar lo que soy y fui sólo para recibir el perdón del más allá. Lo que tenga que pasar, que pase. Y murió. Tanto su historia como sus palabras finales se las llevó el cálido viento de primavera. Y para que no ocupara el lugar que otro podía aprovechar mejor fue llevado a la fosa común donde se pierden los recuerdos e identidades de quienes en algún momento fueron alguien, pero ya no lo son.
ALVAR GONZÁLES Un minuto de amor
En memoria a Vanessa Iris Mejía Narváez, joven estudiante del CBTis 26 de Oaxaca.
La alarma del celular sonaba cada vez más fuerte, eran las 6:00 de la mañana, la madre de Bruno le había dejado el mismo almuerzo de hace una semana, le dijo que lo calentara y que no le abriera a extraños. Bruno era una chico de 17 años, era hijo único, cursaba la preparatoria y su mayor deseo era estudiar la carrera de derecho. También soñaba con viajar a muchos lugares y ser independiente. Uno de los sucesos más trágicos de su vida fue el momento que vio a su perro morir atropellado, se sentía culpable y pensaba que él sería el siguiente. Hacía unos pocos meses sus padres se habían divorciado por lo que estaba deprimido, visitó a un psicólogo y este le recomendó escribir un diario y hacer una lista de las cosas que tenía que realizar diariamente, de esta manera iba a poder afrontar mayores responsabilidades en el futuro. Bruno tenía buena suerte, llevaba más de seis años con su novia, una linda chica llamada Vanessa, de ojos aceitunados con los que podía controlar a cualquiera, un rostro claro y labios rojos naturales. Como la madre de Bruno llegaba hasta la noche, quería festejar su séptimo aniversario con Vanessa teniendo una pequeña fiesta sorpresa, solo ellos dos. Bruno le pidió que llegara a las 5:00 de la tarde así tendría tiempo de limpiar un poco y arreglarse. Tomó su block y empezó a escribir su lista como todos los días, escribió: podar el césped, mirarse en el espejo, pintar de amarillo las paredes… en total eran seis cosas. Inició con sus tareas de una manera lenta y apática. Más tarde subió a la bañera y abrió la llave combinando el agua caliente con la fría, tomó ropa limpia, la envolvió en un plástico, colocó una toalla encima de una silla y apagó las luces. Cuando terminó las primeras tareas de su lista se mantuvo hojeando un periódico y fumando en el sofá, no sentía el tiempo, sabía que Vanessa acostumbraba a llegar siempre tarde por lo que no se notaba preocupado. Pocos minutos después se escuchó el timbre, pero Bruno siguió recostado, después de breves segundos alguien golpeó la puerta fuertemente al mismo tiempo que tocaba el timbre, al levantarse y asomarse por la ventana se dio cuenta de que era Vanessa, cuando abrió la puerta ella lo miró con un poco de enojo, tenía los brazos cruzados y se mordía los labios fuertemente, Bruno le sonrió y le dio un ramo de flores que traía escondido en su espalda, le dio un fuerte abrazo y le dijo, te quiero, Vanessa agachó la cabeza, miró las flores con alegría, Bruno sacó una navaja y la apuñaló siete veces en el abdomen, sentía el cuerpo de Vanessa cálido, la sangre escurría por sus piernas y por las espinas de las flores. Vanessa aún tenía fuerzas y gemía de dolor suplicándole que parara, pero él aún le dio una última puñalada en el corazón. Bruno seguía abrazando a Vanessa, dejó resbalar su cuerpo, limpió la navaja con su blusa y volvió a entrar a su casa, se desnudó y subió a bañarse con una temperatura de agua perfecta. Al terminar se vistió de traje con una linda corbata y puso la novena de Beethoven, cerró los ojos, escuchó las sirenas de la policía y las ambulancias, arrancó la hoja de su block, salió a la calle, miró a su novia desangrada, miró al cielo y sonrió.
KIN KOSHI 金 星 Nadie los sacó del paraíso, caminaron solos fuera de el Caminaron sin rumbo y con extrañeza de este nuevo dolor, no son bienvenidos porque no saben vivir como ellos lo hacen. Entonces decidieron dejar de ser animales; utilizaron piedras y lodo para levantar sus casas, aprendieron a usar el fuego y alejaron a las bestias de sus dominios. Comieron primero pastos y vegetales, pero maldito el día que probaron la sangre; su sed fue tan grande que la primera batalla los haría enemistarse. Continuaron peleando cada vez con más arrobo, excluyendo a las plantas y los animales. Los animales ya no mostraban interés en los humanos y los vegetales tampoco, pero cuando se dieron cuenta ya estaban excluidos de sus propios hábitats y no encontraban alojo. Fue entonces que los animales invadieron las ciudades, las ratas y bichos primero encontraron donde alojarse; perros, gatos, conejos, caballos y aves fueron bien recibidos y decidieron pronto quedarse, pero las fieras y los reptiles no encontraron cupo en lo que sus habitantes llamaban ciudades. Con el tiempo, los animales empezaron a multiplicarse, llegaron a ser tantos que los humanos no tenían donde quedarse, salieron de sus casas por sus propias patas y aun hoy en día no encuentran donde hospedarse, pues la naturaleza les gana donde quieren quedarse.
ROXANA A.R El instante Toda la vida de una mujer en un instante y en ese instante toda su vida. Rosaura después de haber abordado aquel taxi que la llevaría a casa de Jorge, su amante en turno, pensaba en aquellas palabras. Toda su vida transcurría en el preciso segundo que un orgasmo se apoderaba de ella. Y ese instante era la equivalencia a la verdadera importancia de toda su vida. Pensaba en el porqué de ese encuentro sexual, Jorge ya le había dado malas experiencias, al parecer la primera vez era la única ocasión que la había pasado bien y todo tenía que ver con el afrodisiaco delirio de unas cuantas cervezas. Jorge le había parecido encantador, un tipo apuesto; medico joven con un brillante futuro. Y aunque sus experiencias nuevas le habían mostrado gustos peculiares, por lo menos ese encuentro no le había desagradado, fue tranquilo y hubo paz en el ambiente. Después al reencontrarlo sobria sin gota alguna de alcohol, se había topado con un tipo lento, con cierto grado de torpeza, sin chispa y con un sexo tan malo como precoz.
Posteriormente a eso no habrían quedado ganas de seguir viéndole. Pero como todas las cosas sin sentido que rodeaban su vida, esta era una de esas ocasiones. Rosaura se dirigía a su casa en un taxi, divagando por qué habría aceptado verlo nuevamente si sabía que aquello no era de su agrado. No había ese instante que se volcara en toda su vida, ese pequeño instante que diera significado a su existencia. Al llegar a su casa, Jorge la esperaba en la puerta con ese aspecto medroso que tanto la desagradaba, la saludo con un beso y la dirigió hacia dentro de la casa, llevándola a su cuarto. Rosaura se había sentido mal en esos días, un catarro la tenía sufriendo de fiebres desde hacía una semana, hizo un leve comentario sobre el tema, buscando desesperadamente aligerar el ambiente sumamente dispuesto para un sexo insípido. Como siempre, no hubo respuesta esperada. A Jorge lejos de importarle su salud, dejando de lado el hecho de ser la amante en turno y viéndola como una paciente más, se limitó a darle dos pastillas de paracetamol y desvestirla. Completamente desnuda Jorge la hizo sentarse sobre él, con el miembro erecto y empezó un vaivén al que Rosaura debía fingir excitación gimiendo desesperadamente. Esto no era para excitarlo a él, sino para hacerse creer que en realidad un acto tan puro como lo es el sexo estaba teniendo un verdadero significado en esa levedad que la envolvía, cuando de repente, él con la endeble voz que poseía empezó a murmurar algo que apenas y se distinguía entre el coro de gemidos que Rosaura interpretaba, ella tuvo que detenerse un momento para entender lo que decía. —Te voy a dar más pero cállate, cállate por favor… Para Rosaura esto fue un golpe bajo, aquellos gemidos era como liberar las cadenas que la sosegaban, dejar atrás por un momento aquello que la hería profundamente, olvidarse de todos y de ella, y ahora, con una endeble orden de un tipo sin chispa debía callar y atragantarse de aquello único que la mantenía unida aquellas aventuras sexuales sin sentido. Terminaron en seguida y ella quedo observando el techo, había tres lámparas blancas en él, que disminuían su tamaño como en una caída, recordó el mito griego de las Moiras, e imagino que la lámpara más grande era la Moira mayor y cortaba su hilo de vida y la entregaba al abismo de la nada. Cuando una persona deja de sentirse, simplemente el deseo del suicidio aparece como un bálsamo que mitiga ese dolor a la vida. No pudo soportarlo más y con un ímpetu que nacía desde sus entrañas se levantó y vistió de prisa, evitando la propuesta de Jorge a que se quedara o esperara un taxi, salió de la casa y ya en la calle se echó a llorar. El sol abrasador de medio día secaba tenazmente aquel manantial de tristeza, Rosaura no entendía, como las personas pueden echar a saco roto las emociones de los otros, por alcanzar un deleite fraudulento, como lo es un orgasmo sin conciencia misma del erotismo. Podía entender que no la amaran, pero no podía entender la irresponsabilidad del otro por no sensibilizarse ante la pasión de su compañero. Por dejar de lado su humanidad y enraizarse en la animalidad que el instinto y no el deseo le brinda. No podía entender la falta alguna de la necesidad de elevar el espíritu, y someterse únicamente a la cuestión biológica del sentido del tacto. Se detuvo al llegar a una esquina y observo el andar de muchas personas, que estaban ensimismadas en mundos carentes de sentido para la vida de ella, pensó en que ella tenía un efecto de invisibilidad sobre ellas, pues aunque la miraran de frente, su rostro seria eliminado de sus memorias al doblar ellos sus próximas esquinas. La ausencia de sentido en las vidas de otros atenuaba esa vaguedad en ella misma
ERWIN ALONSO Tan ebrio como Hank Se reía, coqueteaba aquí, coqueteaba allá. Me consumía, me dejaba y la poseía a ella; una y otra y otra vez. Sin el hule con el hule. Entonces, volvía conmigo, me bebía y ese plástico se adhería a él y entraba en ella; una y otra y otra vez. Por fin, ella se fue y sólo quedamos él y yo. Tomaba, como queriéndose acabar todo el alcohol del mundo, ya nada le importaba, moriría tranquilo, después de saciar su lujuria, ya sólo bebería y el resto… el resto no era su trabajo. Desperté, tenía una sed de ebrio. Me di vuelta y mi cara fue a restregarse con el vomito de la madrugada. Toqué mi rostro, estaba pegajoso y sucio. Seguía teniendo una sed de ebrio. Busqué a tientas por la cama y encontré una botella, aún tenía un poco, lo bebí. Bostecé y mi propio aliento me dio asco. El vómito no tardo, ahora había más de aquello que de mí. Logré incorporarme, lo malo llegaba. Corrí directo al retrete, seguí vomitando como cerdo. Salí, tomé una cerveza y me enjuagué la boca y de nuevo al baño. Zurraba, mientras lo hacía me di cuenta que todavía traía puesto el condón de anoche, me lo quité y terminé de cagar, salí con dos kilos menos y de pronto tocaron la puerta estrepitosamente. —¡Voy! ¡Voy, chingada madre!
HUGO PATUTO Un viaje confortable Me decidí porque los nubarrones habían brotado cerca del patio como un oscuro animal deforme y, con el bolso y la cartera, mirando de a ratos el peralte traicionero de la curva, esperé la llegada del remis. “Treinta y dos kilómetros parecen un suspiro”, pensé. Subir al auto, sin embargo, me costó: cada pierna buscaba el reflejo de Marilyn Monroe (su pollera, un abanico luminoso, hendía el quebradizo panorama de mi aspecto general). Donado ubicó el bolso en el asiento posterior, con gesto de caballero. Aunque ya tenía el cuerpo bien apoyado, la impresión –difusa y torpe- fue la de quedar sentada en el pavimento, sola. Cobraría la jubilación, visitaría al traumatólogo, ordenaría la vida de los otros… Qué lindo es viajar sin mayores preocupaciones; una persona capaz al volante para sentirme respaldada, al menos durante una hora. Donado refirió, con detalles, la pésima situación de pareja que atravesaba (“Comprendo que se hace insostenible día tras día”, dijo categórico). Anudada por el efecto del viaje y la marea de mis cervicales, oi hasta que el trayecto volvió a resultarme familiar… “Encima con tres pibes”, dije. Cuando desperté, vaporosa, más larga de lo que soy, llena de cables y dudas, una chaqueta blanca me auscultó. Un desnivel siniestro en la calzada sin demarcar había terminado con el sueño del hombre que iba por el perdón. Pobre Donado.
RUBY LOU Dos veces La muerte siempre había significado para mí ausencia. Era una forma inquietante de pensarla, porque ¿cómo podemos pensar la ausencia? ¿Cómo podemos definir lo que no es, sino en relación a lo que es? Sin embargo, tal vez era esta misma cualidad enigmática lo que me atraía de aquella definición, lo que me hacía rumiar el tema largas horas sin poder darle otro cierre que aquel imposible de hacer, el que nunca cierra, el que se refiere a pensar lo que no existe. Aquella noche había soñado, de nuevo, con la muerte. Y por eso desperté con estas reflexiones que gustaban de pasar, de tanto en tanto, a visitarme. Abrí los ojos sin dificultad, y noté cómo el aire frio fuera de las sábanas secaba y contagiaba de su frialdad a un par de lágrimas lentas que se habían atrevido a despertar antes que yo. Me giré hacia tu lado de la cama. Sospecho que lo hice menos para apreciar tu encanto que para asegurarme de que siguieras allí, tal era el dejo de ausencia que había arrojado aquel sueño tras de sí, que amanecí con un parche de miedo cubriéndome el alma. Tu imagen iluminada lo arrancó, y me pareció ver que los hilos que lo adherían se reunieron en secreto con el resto de tus cabellos. Eras tan frágil que temía desaparecieras si dejaba de mirarte, eras de luz. Por eso pasaba largos ratos con la mirada fija en tus mejillas claras, en tu piel transparente, en tus labios de agua de rosas. Conversábamos en silencio, con los ojos. Tu voz era la música misma, me abrazaba el alma y me recordaba la inmensa fortuna de tenerte conmigo. Cada día, a cada hora, estabas allí. Esa mañana ronroneaste al desperezarte. Te acurrucabas a las sábanas siempre para dormir un poco más, y yo no podía más que aprobar tu capricho, pues me concedía la dulce ventaja de observarte por más tiempo. La calma sobrada con que tus párpados se abrían, como si les resultara excesivo el peso de unas finas pestañas que dibujaban el camino a tus ojos café con leche, me insistió en que preparara un desayuno para dos. Y en la soledad de una cocina sin tu calor, mientras el vapor se escapaba de una pava metálica cansada de la rutina y espolvoreaba su nebulosa sobre los azulejos blancos, tuve miedo otra vez. El agua se me había hervido por pura desidia pero sonreíste, no te importó. Hablamos un poco, pero cada uno desde su mundo. Yo tenía trabajo que hacer, y te brindé ese tiempo para que terminaras aquel libro prestado cuya lectura, siempre por alguna urgencia, debías postergar. Mañana lo terminarías de nuevo. Todos los días eran así. Mi trabajo consistía en hacer y deshacer. Tecleaba algunas cosas que, de tanto en tanto, tenían alguna relación. Corregía errores, ensayaba, comprobaba y fracasaba. A veces terminaba, pero nunca del todo. Tu mirada era perpetua, porque seguías allí. A pesar de que cuando te tocaba estabas un poco fría, y poco espesa. A pesar de que la vida, y mis ojos, atravesaban tu piel. A pesar de que hablabas poco, y escuchabas todo. Tomarte de la mano, mirarte a los ojos, seguía siendo mi mayor placer. Y cuando algo se deshacía, cuando algo no podía, cuando llegaba ese punto en que me insistían con
regresar, moría un poco por dentro. No sabía por qué querían hacerme daño. ¿Era envidia acaso lo que les hacía desear nuestra separación? Las personas me hablaban todo el tiempo de la muerte, era irritante. Un millón de voces por aquí, por allá, por todos lados. Me gritaban, me aturdían, me ceñían, me achicaban, me aplastaban. Pero tu presencia siempre calmaba mis ansias y mis temores. Me hablabas, allí sí, con la inocencia y la pureza de tu espíritu. Me mantenías cerca de la vida, mucho más que los demás. Me han dicho que la muerte es ausencia, y yo les creí. Yo les creí. Pero ¿qué saben ellos de la muerte? Si para verla me han venido a buscar. Dicen algunos que tu luz va a apagarse, tarde o temprano. Que tengo que dejarte ir. Dicen que veo lo que nadie ve, como si eso fuese una deficiencia. Pero ¿acaso no son los enamorados aquellos privilegiados capaces de ver lo que no existe? ¿Acaso son desdichados los locos cuando alucinan sus propios paraísos? Me quieren curar de la felicidad porque la desconocen, y les aterra. Pero ya me engañaron una vez, y por eso ahora no les creo. Sé que la muerte no es ausencia, porque el tiempo se detiene y porque todo está repleto de aquel que todos creen que se fue. Presente es un tiempo, pero también es un espacio. Morir es adquirir ambos. La muerte es presencia, presencia dos veces.
CASANDRA VARGAS Tras el escrito “Había caminado sin atreverse a levantar la cabeza, sabía que con cada paso las calles se cubrían del silencioso manto que sólo provoca le vacío. Llegó hasta la puerta de una imponente catedral, con una apariencia más antigua que los años que realmente poseía. Como fantasmas las campanas lo llamaban con su canto inexistente, realmente deseaba que no fuese sólo su mente y estas sonara aunque sea una última vez para él, esto lo destrozó, lo hizo caer al suelo de rodillas como si la más cruda de las realidades hubiera caído sobre él. Tantos años buscando la soledad, y sólo ahora que no había nadie a su alrededor comprendió que siempre había estado sólo… “ Dos golpes en la puerta, sólo eso bastó para que Peytol interrumpiera su lectura, rodando ágilmente bajo su cama; era un acto reflejo para todos los que se encontraban en su posición en temer ante un ruido, ya que este podría significar su final. Pero en el caso de Peytol su necesidad no se encontraba en ocultarse, sino en esconder lo más preciado que tenía que era uno de sus libros, pequeños recortes, papeles, o encuadernados dañados, sin principio o final, que se había atrevido a recolectar en sus expediciones en búsqueda de comida. Los protegía muy bien escondiéndolos debajo de una pequeña madera suelta en el suelo, que se encontraba a su vez tapada por su propia cama.
Tras resguardar su tesoro, Peytol permaneció paralizado con su vista fija sobre la puerta de la habitación, inclusive procurando respirar lentamente para evitar hacer ruido con el resoplido de su nariz. —¿Peytol? Déjame entrar, traje comida. Pocas veces el joven estuvo tan contento y a la vez molesto de escuchar la voz de Minia. Esta joven y dulce muchacha de cara regordeta y risos rojizos incontrolables, quien convivía con Peytol desde que este era in niño, lo que provocaba que hubiese entre ella una relación de amor y odio casi fraternal. Le tomo un momento para poder recuperar la compostura y dirigirse directamente hacia la entrada de la habitación, quedando con el rostro contra la puerta. —¡Vete! – Gritó repentinamente, esperando haber podido asustarla. Sabía que este era un motivo más que suficiente para que ella se molestara y pasara un par de días sin hablarle, lo suficiente como para poder disfrutar un tiempo más de su lectura. . —Por favor. Es una manzana. Aún no ha madurado, pero sabes lo mucho que cuesta conseguirlas. Peytol tomo la manija de la puerta y en un ágil movimiento abrió, tomando la manzana de la mano de la muchacha y luego volvió a cerrarle la puerta en la cara. Guardó la manzana en el bolsillo de su saco, casi con desprecio, caminando hacia el centro de la habitación de brazos cruzados para escuchar a la distancia las incesantes quejas y agresiones de la muchacha hacia su actitud; no podía decírselo en ese momento, pero realmente le encantaba escucharla quejarse molesta, era una pequeña dosis de energía que le inyectaba entre tanto silencio. Un destello entró por la ventana distrayéndolo de tanto barullo. Entre los restos de los demás edificios se podía ver una nube iluminada elevándose hacia el cielo. Era curioso cómo un golpe en la puerta podía helarle la sangre pero una explosión o tiroteo se habían vuelto tan cotidianos para sus oídos que seguramente había escuchado el ruido de la explosión, pero pasó inadvertida. Llamado por la curiosidad, saltó por la ventana hasta una escalera de emergencia metálica improvisada, que los residentes del edificio pusieron para brindarse a ellos mismos una oportunidad de escapar ante lo inevitable. Ahora se había vuelto un camino recurrente para él, inclusive sabía de memoria qué escalones para evitar caer varios metros hacia el suelo. En cuanto se encontró entre las calles divisó en el cielo que aquel humo comenzaba a tornarse negro, marcando que quienes lo hubiesen provocado ya lo habían abandonado. Con cuidado de no encontrar a nadie en su camino, llegó hasta el techo de un edificio aledaño a la humareda, pudiendo desde allí contemplar a unos soldados jóvenes jugando a escasos metros. Su entretención se basaba en el simple hecho de destruir un edificio que se encontraba enfrente, lugar que ya estaba deshabitado, pero que aún conservaba todas las pertenencias de quienes alguna vez se refugiaron allí. Uno por uno sacaban cada mueble, para usarlos como tiro al blanco y luego prenderlos fuego.
Toda esa diversión se volvía cada vez más agresiva hasta que un soldado terminó dándole el toque de gracia arrojando una bomba de humo dentro del establecimiento. Esta fue la señal para que Peytol se retirarse. Resultaba una escena tan común ver a los soldados más jóvenes cometer esa clase de actos sádicos, que Peytol sabía que si se percatasen de su presencia no tendría modo de escapar. La zona donde se encontraba estaba llena de edificios, no había ni una sola casa a kilómetros de allí, pero aun así era muy común que no viviese una cantidad superior a dos o tres familias por edificio, extrañamente esa era la mejor forma que tenían de protegerse. Ya que una agrupación mayor de personas llamaría la atención. Peytol no sólo convivía con Minia sino también con el cascarrabias de su padre, un hombre ya mayor que lo encontró abandonado en la calle cubierto de nieve solo siendo un niño. Él jamás había olvidado este hecho, y les agradecía por ello, pero hacia demasiado tiempo que le costaba intentar socializar, inclusive con ellos, pero eran las únicas personas que tenía; esto hacia que a pesar de sus diferencias, las cuales eran mayormente causadas por el mismo muchacho, éste soportaba todo por no quedar solo; más que nada porque si el ejército se enteraba que había algún joven sólo, lo obligarían a unirse a ellos y lo mandarían al frente, lo cual todos sabían que era una sentencia de muerte. Tras subir las escaleras de regreso a su hogar, abrió lentamente la ventana esperando que nadie en el interior se hubiera percatado de su ausencia, se sentía como un espía en medio de una misión cada vez que hacia esto, y a la vez era tan cercano a la realidad que en el momento en que volteo se encontró con todo su cuarto revuelto, inclusive su cama había sido levantada contra la pared y la tabla floja donde ocultaba sus libros arrancada del suelo con los libros desaparecidos. De pronto una especie de humo blanco espeso comenzó a brotar lentamente por debajo de la puerta; esto solo podría significar una sola cosa, inmediatamente regreso hacia la ventana para escapar, pero no pudo hacerlo, permaneció inmóvil mirando hacia la entrada de la habitación, realmente deseaba que en ese momento se abriera la puerta entrando Minia o su padre, e inevitablemente la puerta se abrió pero dejando ver del otro lado a dos soldados, quienes en cuanto se percataron de la presencia de Peytol se lanzaron sobre él intentando capturarlo, obligándolo a bajar rápidamente por las escaleras, alcanzando a escapar mientras los soldados caían por estas a través de sus escalones rotos. Así llegó hasta el frente del edificio, descubriendo tres camiones militares, donde obligaban a todas las personas de los alrededores a subir. De pronto se encontró con la impactante imagen de ver a Minia y su padre subiendo a uno de los camiones, por un instante se había olvidado de ellos, pero ahora los tenía frente a frente y sabía que jamás los volvería a ver. En aquel instante quiso ir a ayudarlos, pero su cuerpo se encontraba paralizado, pero esto fue una señal de alerta para el hombre quien volteó encontrándose con Peytol a la distancia, por un segundo sus miradas se cruzaron felices por verse, pero perturbados por verse en ese estado. Esto llamó la atención de uno de los soldados, quien volteó mirando hacia donde estaba el muchacho, casi como un acto reflejo el anciano fingió desmayarse llamando la atención de los soldados, brindándole a Peytol el tiempo suficiente como para poder cruzar la calle corriendo y escapar.
A pesar de ya no encontrarse al alcance de los soldados Peytol continuo corriendo durante horas hasta que finalmente tropezó y cayó con el rostro contra el suelo. Se mantuvo un par de segundos allí recuperando el aliento, la culpa de haber dejado que se los llevaran lo carcomía, y a la vez agradecía haber podido escapar, aquel hombre que lo había criado había hecho un último sacrificio regalándole su libertad, y no había podido agradecérselo. Lentamente se reincorporó quedando de rodillas en el suelo, al mirar a su alrededor noto frente a él una imponente catedral, y en el suelo un papel cortado, al tomarlo este tenía impreso una conocida frase. En ese instante las campanas de la catedral comenzaron a sonar, quitándole el aliento al muchacho mientras el trozo de papel se deslizaba entre sus dedos. “Tantos años buscando la soledad, y sólo ahora que no había nadie a su alrededor comprendió que siempre había estado sólo.”
ALVIN LAINEZ Cruje Cruje el sitio en la cabeza que se llama universo, aunque pueda componer más de uno, esto es la noche pesando, la noche como himno, como limo, a veces frío de temer, otras no tan así, la noche cuando estalla lo íntimo y lo absoluto de los distintos calibres del espacio Maquinan con esa ráfaga de datos las neuronas virales, dan a su capacidad un margen de error, luego uno de certeza, porque es incierto el cálculo dentro de una vía láctea Cuántas estrellas por visitar se exponen a la vista en la montaña de escasa luz, ¿y si viniera alguien desde allá con un mensaje inusitado, o con sabias palabras difíciles de traducir?, capaz lo matamos por miedo al vértigo, tal vez lo entronicemos prócer, figura de público reconocimiento, merecedor de las llaves del poder ciudadano. ¿Qué pensar, adónde recurrir cuando los hemisferios, tendidos ante lo vasto, no responden?
MARCO FRANCISCO GALLARDO
Ella Ella se sube al taxi. Un taxi color amarillo, olor a café, asientos rasgados y desgatados; probablemente por el uso que el conductor le ha dado. Se sienta cuidadosamente en el asiento trasero, cierra la puerta y el sonido, ese clic la remonta a su juventud, cuando viajaba únicamente en aquel transporte, tal vez por el miedo a ser agredida por algún individuo en plena oscuridad, perteneciente a la noche. La voz del conductor la saca de sus pensamientos; observa por el retrovisor los ojos de aquel hombre que le habla. No ha visto su rostro completo, ni sus rasgos físicos, sin embargo reconoce por el olor al perfume empalagoso, que aquel hombre que la llevara a su destino, es sin duda alguna, la muerte.
Taciturno Sus ojos quedan perplejos al observar tal cosa. Decidido, corre por la calle, sin ningún rumbo, sin ningún destino, corre. Empieza a sentir como el aire matutino ingresa a sus fosas nasales, como recorre su cuerpo, hasta depositarse en sus pulmones. Carece de técnica al correr, aún así no piensa en nada, sólo corre. Comienza a sentir cansancio en la pierna izquierda. Unos pasos más, en la derecha; sabe que no puede más. Se detiene, aspira el aire matutino, siente como una gota de sudor recorre su frente, hasta depositarse en su ceja derecha, esto lo obliga a levantar la mano para secarse; al levantarla observa el arma, un revolver color plata. Voltea al frente, se observa en un vidrio del edificio que tiene delante de él. En aquel momento frente a su reflejo, ve su vida, ve sus desgracias, ve a sus hijos y a su mujer, ve el tiempo trascurrido, ve al tiempo taciturno. En aquel momento frente así mismo, decide disparar.
Poesía
LUIS ÁNGEL ESCOBAR El demonio cruel que juega a comerse tus intestinos La bella criatura espera paciente a su bienaventurado amado, juntos son la pareja perfecta, son por todos envidiados. Las sombras empiezan a aparecer en esa fría estación. La bella criatura ve su reloj y empieza la impaciencia, los improperios y maldiciones. Mientras, el gran demonio la observa y su lujuria se despierta, empieza a empalmarse mientras frota sus manos con deleite. La bella criatura está sola, su amado bienaventurado la olvida en esa fría y siniestra estación donde anida el demonio sin corazón.
Trozos de carne roja frita despiertan el hambre en cualquiera; el demonio babea por acción mientras lubrica su entrepierna con sus candentes manos.
El amado ya no quiere a la amada, ahora quiere a cualquier otra, está harto de fruslerías, de tonterías y cursilerías, y hace un pacto de honor con el maligno. Paso a paso se acerca al hermoso ejemplar humano el satán más desgraciado, con sus garras afiladas y tendencias insanas. Llega al fin donde esta ella, acalla un grito con sus manos y abre una fea herida con su horrible mano mientras saca gustoso el estómago delicado.
La bella criatura gime, no hay dolor comparable a este, su carne mancillada esta por el ser más despreciable que exista en el universo.
Sangre por todas partes, la amada al fin muere en brazos del demonio siniestro que juega a comer sus intestinos.
La agonía aparece en sus ojos, poco a poco pierde la vida, mientras el demonio goza devorando las entrañas con suculentos manjares y vino tinto añejado. El amado observa a lo lejos y se siente aliviado; da las gracias a Lucifer y se marcha en un instante.
Oda a la masturbación La imaginación visceral es un estímulo al igual que lo son el morbo y la pornografía, las manos el instrumento, mientras mis genitales El blanco semen resbala lentamente son los destinatarios del gozo sin desenfreno. de mi pene endurecido como culminación del onanismo. El orgasmo es el fin para la esperma querida, Miro rápida y fugazmente blanca y resplandeciente. el instante en que con fuerza y ferocidad se abre paso al mundo. Mis manos candentes aun estrujan con firmeza la entrepierna querida, acariciando a ratos, meneando a ratos, mientras me dejo llevar por el placer.
DANIEL BARRERA VIDALES
HUGO RODRIGUEZ Poema #3
La espuma verde que nace de mi boca, es la rabia expresada de de una generación en luto. Es el sonido violento de un vagón de metro, trasladando tu mente hacia un oscuro infierno lleno de tristezas y sueños rotos. Observando el ir y venir de sombras símiles que se ocultan en lo más profundo de la tierra, presas de su propio miedo, huyen de su cazador. Vidas laceradas por el odio, noches magenta que tiñen los cielos nocturnos y con un silencio sepulcral callan el gritó de mis ojos... Voces, ecos rebotando en el interior de esta inmunda ciudad, vestigios del naufragio en tu mirada fragmentada. - Hombre solitario el gris de las ciudades eloquese tu amargo corazón
y con el lánguido latido de tu ser; tus sueños se sumergen en profundas alcantarillas y tus fétido pensamientos alimentan solo: cucarachas. Ahora las viejas noches persas vuelven a tener significado ante el suicidio que cometeré en el túnel de tus piernas.
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Ѻ después de su tormenta, crece por la sombra el árbol, circula el río por los peces, canta la rama por el pájaro.
Estallido luminoso de las formas, multiplicado laberinto sobre la hoja en blanco
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LUISA GIL La hora Emergen las voces del ocaso
Es la hora del perfume
la marabunta extiende sus tentáculos
notas que se graban y permanecen
devorando las calles
evidencia de que se deshace el día.
hasta que cae la hora azul imprimiendo su aroma de silencio. Cesan los sonidos calla el asfalto una ligera brisa tapona los auriculares y ciega los rumores.
LAURA SALGADO Día de la patria Hoy es Día de la Patria: y todos se callan Si el pueblo se resigna ya no es pueblo y todos se callan y que no estén tristes ni pongan cara de ofendidos cuando las balas pegan en las costillas de este lado donde el pueblo siempre ha estado de pendejo donde siempre lo han acostumbrado los pobres arrimados, los desaparecidos, los pinches marihuanos, hijos de su puta madre
los artesanos malhablados, los que sacan el cuchillo los más tristes de los tristes, eternos indocumentados mis hermanos cosidos a balazos mientras cantaban alto frente a una Bandera enardecida finalmente la acabaron Hoy fue el Día de la Patria: desperté podrida sobre el suelo como el hocico de un perro muerto, entre los pedazos del Himno Nacional Mexicano.
ALBA MAGARIÑO SAYNES Micropoemas de la sombra Hay algo extraño en el modo
1 Dejé caer su cuerpo
que me mira el espejo
como si se tratase de una piedra ligera. Esa que está ahí, ¿quién es?
2 Un ave negra extiende sus alas,
¿Y por qué le cuelgan de los ojos tantas mudas piedras ?
parece que cazará a alguien...
¿Qué es esa coraza indefinible
sus plumas
y quién estuvo en los espejos
aletean mi nombre
todo este tiempo inasible?
3
¿Nadie?
He muerto
No puedo decir dónde quedó
estoy salvada
todo el fuego que creí ser. Sólo carne ven mis ojos y siempre polvo es el futuro…
JUAN FLORES G. Vivir eternamente en lo inconsciente Toda la materia, Es sombra de la verdadera existencia.
Podría vivir eternamente inconsciente
Entre más se acrecienta mi saber,
Sin prestar atención a la razón doliente,
Más complicado se vuelve el “ser”.
Que busca desafiar al prejuicio, Hurgar en lo denominado “infinito”. Podría no despertar Y creer que lo que está en mis párpados es la verdad.
El sueño de un muerto.
Podría pensar que no existo,
Personas que nunca nacen.
Que soy otro sumiso
La misma historia.
De la imaginación del creador,
El silencio que agobia.
Aquel que sólo escupe
¿Podría un escrito abrir caminos?
Y crea un universo en expansión.
¿Podría dejar mi testimonio
Es pesada la lápida de la ignorancia,
A través de lo que percibieron tus ojos?
La verdadera culpable,
Podría el mundo hasta detenerse,
Que conduce al hombre a la desgracia.
Pero nunca sabrás quien en realidad eres.
Está allí Su voz está allí perdida en el mediodía de la memoria en esta ciudad húmeda de siluetas agrias Esta allí reverberando apoteósica indecencia liberando la cobardía de la carne hinchando el tiempo incrédulo esta allí susurrando el venero de Icaria la que sueña y arde en la suprema curvatura del silencio.
ROMY RIQ Turbación La “meche” está que arde En una guerra contra si misma Su sexo se convierte En excusa vaporosa De lo fútil que se ha vuelto todo La ciudad Está que mas-turba El diapasón de la lengua La turba-ción Tras ese gemido que se pierde En este enredo que se ha vuelto el alma La “meche” está que arde Se ha vestido de muerte Levantando polvo Embadurnada de transacciones Bajo la luz artificial En el callejón donde un día se dijo Que ascendemos Atraídos a la turbación
ROSARIO G. TOWNS Embocaduras Desquiciado, hincas rodilla y dientes. ¿Qué culmina tu gusto, dios-venganza dios-hastío? Famélico, exprimes las vísceras del hombre, tronchas la testa sazonada de lujuria de necedad y peor inmundicia Mas, ¿por qué no horadar su pecho como entremés y trofeo? Quizá reservas tal joya, porque la fe debe morir de final o es tal su sabor, que te seduce.
Anda con tu urgencia, colmillea tu poder sobre ellos y vuélvete: tiempo en tu tiempo, arrastrando el cólico humano que, si devorarlos decidiste por insoportables, vomitar será por igual náusea.
JOSELYN RODRIGUEZ PADILLA Aún eres idealista Todavía eres muy idealista te la pasas soñando despierta y aun así disfrutas el momento. Crees que el mundo se puede cambiar, que te educan los libros pero también hacer las cosas más que la escuela. Defiendes la idea de tomar riesgos aunque todo marche desfavorable. ,
Puedes hablar con mucha gente, a menudo también te sientes sola, a veces nadie entiende tu espíritu de lucha, tu resistencia a lo habitual, no te quedas con ninguna doctrina hasta que la compruebas. Todavía piensas que es mejor soñar para así poder mantenernos vivos
Escribes para curarte, para nada te impresiona el dinero, te gusta el cine, tomar cerveza, acampar, reírte de ti, el café, los buenos vinos, pero no por ello dejas tu feminidad ni de usar vestidos. La simpleza con la que aceptas los obstáculos que se te presentan te llevan a vivir relajada. No esperas nada de nadie, ni basas tu existencia en encontrar tu verdadero amor que te salve.
Eres dueña de todo y todo lo gozas aunque sepas lo poco que vaya a durar. Te interesan los temas que tus amigos nunca tocan, no le eres indiferente al conocimiento, ni a la pintura, viajas pero no para ir de compras sino para descubrir lo improbable. Todavía crees que vas a llegar a donde te ves, por eso aún eres idealista.
IVONNE SAENZ Algarabía de mis lágrimas Recordé el viejo otoño Las copas naranjas de las arboledas Las callejuelas oxidadas por el tiempo Los náufragos amigos Los perros enemigos La vieja palabra del falso juramento Que se llevó el silencio. Mis pasos marcan el sendero Frente a mí; La angustia, Las horas fragmentadas: El sonámbulo futuro riendo a carcajadas. El viento llora La noche canta Mi soledad danza. El olvido ha de dejarme partir por la fría avalancha de sombras, Por los muslos del recuerdo del agotado silencio. Ahora vienen hacia mí torbellinos de luceros Y su luz abrazante me quema Me sumerjo en ella
La gozo La palpo: insólito resplandor de estrellas. El vacío reposa en las lágrimas de las algarabías, que ven el eco sonoro de mi destino: Mi muerte y mi soledad danzan enmudecen el olvido Lloran en silencio Desgarran el alma con alevosía Se pierden en el tiempo y con el tiempo. Trazan una senda: Para los derrotados que caen en la matriz de la tierra arrodillados. Para los desdichados que a la suerte jamás han burlado. Yo sé enmudecer el olvido, bajo la hojarasca de los sueños, que dejó mi poesía erguida en el lamento Yo sé enmudecer el olvido construir imperios de insomnios en lontananza.
Bajo los ojos de una vida fragmentada. Yo sé enmudecer el olvido: Para los que temen. Para los que mueren. Yo sé enmudecer el olvido. Yo sé enmudecer el olvido.
CHIABAMBA SILENCIO
No hace falta que me digas que coloque mis dedos Debajo de tu blusa, cuando ellos están muy cerca de tu viejo sostén metiéndose entre dos copas de esponjas y una tela blanca percudida. No hace falta que me digas que te bese el cuello, que respire cerca de tu oído. Siento el erizo de tu piel. No hace falta que me digas las cosas Mejor déjame hacerte lo que la última vez Me hizo falta hacerte. Sentirte Besarte Rozarte Excitarte Hacerte el amor El sexo El coito Coger Fajar Lo que sea, como le llames, como lo veas solo dejemos sentirnos y llevarnos sin importar las contradicciones de las palabras, de las acciones de la teoría, de los bueno y lo malo. No pienses en ir al cielo o en ir al infierno mejor piensa en venir a mí. Terminemos con ganas de extrañarnos, de desear el otro encuentro quizá y me extrañes dos o tres madrugadas quizá no pienses en mí qué más da... Pensar en lo que pienso será llevarnos a un olvido. Abrázame fuerte pégame a ti, Hagamos de cuenta que me necesitas y que si encajo en tu vida no importa que nos inundemos... Lo soluciono con el simple hecho de nada a tu lado.
MANUEL ESCOBAR
A rocío Piel de dama blanca enjambre de uvas desde que el deseo quita de sus ojos las lagañas: yo te amo amaneciendo y oscureciendo entre mariposas y balcones de rosa en rosa vas desbrozando la tesura liria para apañarla con tu boca eres el roce más agudo de mis manos la ola, el muelle, la vigilia todo eres cuando yo te amo.
DIEGO MONTES Nada (R) El pez promete por la boca cuando sus ojos flotan en el mar, escama dulce, aleta sudada, rencor sin oxígeno. Frente a las olas todos callan se sumergen escuchan mínimas palabras moviéndose casuales, deteniéndose causales. ¿Y el pez? ¿Qué significa? ¿Nada? Nada es el mar, en donde el pez muere.
JONATHAN LIBORIO Subterfugios Construyo un tren espacial con cuerno de rinoceronte para viajar por Júpiter en invierno, cuando el reloj se escurra de mis manos y las jirafas no recuerden mi nombre.
Dalí inventa a la “Mujer con cabeza de rosas” pero su compañía no me es grata. Hundido en subterfugios me tiendo sobre la cama; dejo que las hormigas excaven mis ideas.
El invierno ha terminado, el rinoceronte embiste.
ENSAYO
ERIKA DEL SOCORRO El maestro ignorante ¿No hace falta más que querer para poder? ¿Eran pues todos los hombres virtualmente capaces de comprender lo que otros habían hecho y comprendido? Jacques habla de Joseph Jacotot un PEDAGOGO, con la capacidad de razonamiento que sobrepasaba a muchos en esa época, quien se dio cuenta de la realidad que vivía la sociedad en las escuelas, cómo y para qué eran educados los que asistían a la escuela, leamos más acerca de sus observaciones y análisis. Hasta ese momento, había creído lo que creían todos los profesores concienzudos: que gran tarea del maestro es transmitir sus conocimientos a sus discípulos para elevarlos gradualmente hacia su propia ciencia. no se trataba de atiborrar a los alumnos de conocimientos, ni de hacérselos repetir como loros, es necesario evitar esos caminos del azar donde se pierden los espíritus todavía incapaces de distinguir lo esencial de lo accesorio y el principio de la consecuencia. El acto esencial del maestro era explicar, poner en evidencia los elementos simples de los conocimientos y hacer concordar su simplicidad de principio con la simplicidad de hecho que caracteriza a los espíritus jóvenes e ignorantes. Enseñar era, al mismo tiempo, transmitir conocimientos y formar los espíritus, conduciéndolos, según un orden progresivo, de lo más simple a lo más complejo. De este modo el discípulo se educaba para funcionar según este destino: enseñar, pleitear o gobernar para las elites letradas, concebir, diseñar o fabricar instrumentos y máquinas para las vanguardias nuevas que se buscaba ahora descubrir entre la elite del pueblo; hacer, en la carrera científica, descubrimientos nuevos para los espíritus dotados de ese genio particular. Entonces ¿Un maestro solo funciona como un explicador? Se dice que los niños aprenden mejor con la experiencia, pero cuando llegan a cierta edad ya deben ser guiados, ¿dónde queda la inteligencia con la que venían desarrollándose? , aunque es cruel la manera en que se presenta en la lectura de Jacques R. el papel del pedagogo, pareciera que dijese que es el atontador de estudiantes, que solo buscan la aprobación de la capacidad que cada uno tiene, el maestro atontador es tanto más eficaz cuanto es más sabio, más educado y más de buena fe. Cuanto más sabio es, más evidente le parece la distancia entre su saber y la ignorancia de los ignorantes. El maestro debe ser un emancipador para el alumno, ese es el ideal, infortunadamente estamos en un sistema capitalista donde la escuela solo es un aparato reproductor de los ideales del gobernante en turno, aunque en realidad en el aula se es libre para enseñar, no debemos hacer los ignorantes ante esta situación, así que puedo concluir con esto tomado de la lectura “se puede enseñar lo que se ignora si se emancipa al alumno, es decir, si se le obliga a usar su propia inteligencia”.
VIVIANA BALDO Empanadas sin sal No daba tiempo para llegar a casa y me quedé a almorzar en el buffet de la escuela. Pedí empanadas. Las empanadas del delivery son extremadamente prolijas en el repulgue y con un dorado perfecto. Seguramente el cocinero pone mucho esmero en la temperatura del horno y en el tiempo de cocción. Pero quiero decir que tienen un detalle que me disgusta: son desabridas. ¡Y no hay nada peor que una empanada desabrida! No hay forma de agregarle sal. Aunque tenga todos los demás condimentos en orden, si le falta sazón, no es empanada. Además, ¿cómo se le agrega sal a una empanada? ¿Bocado tras bocado? ¿Y si son varios los comensales, se formará una especie de ruleta, con el salero pasando de mano en mano? Insisto, las empanadas sin sal no son empanadas. Las de mi abuela, en cambio, no tienen tanto firulete, tanto detalle, y a veces tienen una costra quemada pero son Empanadas, así con mayúsculas. La educación en mi país es una empanada. Pero no como la de mi abuela, sino como la del panadero del buffet, porque le falta ese gustito a lo nuestro, a lo propio. Le falta eso de familia, de lo que reconocemos. Y por eso mis alumnos sienten el sinsabor, el disgusto, lo amargo, como yo con esta empanada. Cuando algo no nos gusta no podemos saborearlo, lo rechazamos, ponemos cara fea, protestamos y aparece así la historia nuestra de cada día: indisciplina, inconstancia, materias desaprobadas, y la consecuencia inmediata que se manifiesta en sanción, citación a los padres, discurso del directivo, intervención del equipo de orientación, porque los chicos de hoy están ingobernables… ¿Vio? No respetan a los adultos, no tienen interés por aprender, nada los incentiva… ¡Son chicos abúlicos! Y como dice la vecina de la escuela a quien le arrancan las flores y ensucian la vereda: - ¡En mis tiempos no se veía esto! Los chicos respetaban, cuidaban las cosas, pero la juventud de ahora es un desastre… ¿A dónde iremos a parar?- Y sí, tiene razón, en mis tiempos la masa de la empanada estaba hecha con harina cuatro ceros. En ese afán de querer satisfacer a todos y buscar soluciones, se lanzan reformas educativas, nuevos diseños curriculares, propuestas de trabajo innovadoras, que pondera la inclusión de sectores vulnerables y establecen nuevos parámetros para la educación. Se quitan disciplinas, se agregan contenidos, se reformula el sujeto educativo, se establecen acuerdos para asegurar que la educación en la Argentina forme ciudadanos completos, capaces de insertarse socialmente y de contribuir con la comunidad en forma activa y participativa. Y yo pienso por qué si hay tan buenos cocineros trabajando en esto, no se consiguen resultados válidos, sólidos y duraderos; por qué las empanadas del delivery siguen siendo desabridas. Creo que la respuesta la tiene mi abuela y las manos de mi abuela, porque
desde chica amasaron, sazonaron, condimentaron en su justa medida. Fueron aprendiendo en las largas mesas de domingo, la dosis justa del aliño y la forma perfecta de la masa. Por eso, el gran problema de la educación argentina es la falta de apuñado, la carencia de cultura, la incapacidad de definir un modelo de hombre, consensuado y asumido desde la convergencia de opiniones y concepciones, que perdure en el tiempo. Se habla cada vez más de la crisis por la que atraviesa la escuela actual. Profesores y padres se quejan del deterioro progresivo del nivel educativo. En los medios de comunicación aparecen continuamente noticias acerca de los niveles crecientes de fracaso escolar, de los continuos casos de violencia y agresividad que protagonizan los alumnos, de las bajas laborales y depresiones del profesorado. Se oye hablar de la caída del nivel a causa de la falta de contenidos intelectuales y éticos. Las autoridades proponen diferentes medidas de refuerzo de la escolarización, proyectos de acompañamiento, jornada extendida, cambios en el currículo. ¿Sirven realmente estas medidas? A mi modo de ver, los recursos humanos y materiales invertidos en mejorar el sistema, no sirven de nada. Tanto el nivel del contenido intelectual como el de comportamiento civilizado se ha degradado paralelamente a la implantación de reformas. Hoy los docentes son chef al mejor estilo reality show, que reproducen recetas para ganar el desafío, pero nadie tiene en cuenta la verdadera sazón. Desde siglos la educación en la argentina respondió a intereses políticos. No fue el bosquejo de una sociedad identificada y madura que en función de sus intereses elaborara un sistema de transmisión de saberes. Educar es transmitir valores, es perfeccionar a la persona humana en su inteligencia y voluntad para la obtención de un fin. García Hoz va a definir educación como “el perfeccionamiento de las facultades específicamente humanas”. Es real que ese perfeccionamiento debe estar orientado a un fin, debe tener un sentido y ese sentido lo da, según creo, la cultura, la valoración que socialmente se le da al individuo. Y es aquí donde la educación argentina tiene un gran agujero, por donde se están escapando hacia el vacío, todos los esfuerzos por mejorarla. Sin embargo, las formas que ésta ha asumido a lo largo de la historia, respondieron a las particularidades de las etapas que nuestra sociedad ha ido viviendo. En este sentido hablamos de la educación como un fenómeno y un producto histórico - social, en contraposición a la naturalización que implica concebirla como universal y eterna. La educación sistemática que conocemos en la actualidad, centrada fundamentalmente en el sistema escolar, con su división de niveles asociada a grupos de edad específicos en forma secuencial, responsabilidad de los estados nacionales, es una construcción reciente de la humanidad. Es un producto de la modernidad. Igual que el sistema de producción de empanadas del buffet de la escuela. En tanto proceso de construcción histórica, la educación obligatoria y gratuita es el resultado de un conjunto de procesos políticos y sociales que se dieron a través del tiempo y que fueron moldeando las piezas que permitieron la emergencia de los sistemas nacionales de educación que hoy conocemos. La educación tiene dos aspectos referidos a la socialización de los jóvenes. Por un lado distribuir normas, valores, principios y habilidades comunes al conjunto de los sectores sociales y por el otro, asegurar la obtención de
conocimientos específicos para poder cumplir con su función. Desde esta perspectiva, el Estado, en tanto representante de la sociedad, garante del bien común, debe asegurar la transmisión de los principios que rigen la dinámica social. Si miramos nuestra historia desde la colonización, sabemos que en principio la educación respondía a intereses “reales” de transmisión de valores cristianos. Los Reyes Católicos orientaron la educación de los habitantes de América para que fueran súbditos leales y buenos fieles cristianos, en concordancia con el ideal del siglo. Así quienes administraron la educación en la Argentina eran los colegios cardenalicios, conventuales y el fin que perseguían era puramente religioso, en una sociedad en donde lo religioso era cosa de todos los días. Con el Liberalismo, en cambio, se apuntaba a construir un sujeto que respondiera a los intereses capitalistas y tenía que tener participación sobre la producción. Entonces el perfil del educando pasó de ser un individuo religioso a un número en una gran masa, donde será evaluado según lo que produce. Pasamos de la grata y cotidiana comida de domingo a la elaboración masiva de empanadas, para todos los que se quedan a almorzar en la escuela. De esta manera, la cultura social repercute en la escuela en los cambios de modelos educativos. Existe desde esos tiempos, la búsqueda del perfil del hombre argentino que aún no se define. Se dejó de lado a la religión convencional y se impuso una nueva religión con valores liberales, que constituye a la Escuela como la base de una nueva Iglesia laica, una Iglesia que como hacía la Iglesia en el Antiguo Régimen, apuntala a un neofeudalismo contemporáneo a cambio de recibir sus privilegios. El gran problema es que la religión que predica niega al individuo el protagonismo para desarrollarse y construir su propia vida. ¿Es legítimo que el Estado imponga una religión, cuyo resultado es convertir a los individuos en seres dependientes, carentes de responsabilidad, que pregona sus derechos y que aspiran a vivir como simples engranajes al servicio de una economía de consumo que a su vez beneficia a un poder empresarial en simbiosis con el poder político? ¿No se debería al menos dar opción a los niños y a los jóvenes a seguir las vías alternativas de formación intelectual y del carácter que sus padres crean las mejores para ellos? ¿No nos deberíamos ocupar más por el relleno de la empanada? Con la llegada del Marxismo y los intereses sociales, el ideal de la educación buscó la inclusión. El “todos y todas” mal versado, que manifiesta una búsqueda de igualdad y esconde una masificación del individuo, más allá de lo que se figura como sujeto activo. La evolución de los sistemas de información en las sociedades actuales, medios masivos de comunicación, tecnologías informacionales y demás, modifican las relaciones entre los productores y consumidores de conocimientos. El papel de la escuela como transmisora de conocimientos deja de ser central. En este sentido, aparecen nuevas problemáticas a las que la escuela debe responder como es el caso del desarrollo de currículos y prácticas que contribuyan a la conformación de la identidad y la subjetividad. Sobre todo esto último, que a mi criterio es la base del éxito o fracaso escolar. El alumno fracasa en la escuela, porque no la ve como una parte de su proceso social, y esto pasa porque no tiene conciencia de la sociedad, debido a que antes perdió la conciencia
de sí mismo. Esto es como olvidarse la receta para hornear empanadas. Nos olvidamos de pensar quiénes somos. No nos conocemos. Y por consiguiente no podemos ayudar a los jóvenes a que se conozcan. Se los educa para insertarse socialmente, pero se obvía la reflexión sobre sí mismos. Enseñamos que Roma es la capital de Italia, que las oraciones pueden analizarse sintácticamente, que las paralelas son rectas que jamás se juntan, pero ¿cuándo les enseñaremos, además, lo que ellos son?¿Cuándo hablaremos de la importancia de fijarse objetivos y metas cortas como escalones para los grandes desafíos?¿Cuándo les diremos que tienen deberes morales, más allá de los impuestos socialmente?¿Cuándo les explicaremos que cada día hay que comprometerse a aprender un poquito más para ser mejores personas? A cada uno deberíamos decirle: ¿Sabes lo que eres? ¡Eres una maravilla! ¡Eres único! ¡Tienes capacidad para ser cualquier cosa que te propongas! ¡Cada día tienes una oportunidad para ser mejor de lo que fuiste ayer! ¡Debes saber que la buena empanada vale por la carbonada, no por su pinta exterior! Por eso, vuelvo a insistir en que en el afán de la escuela de buscar su fin en lo social, se perdió la búsqueda del propio ser humano. Por ejemplo, un norteamericano es educado casi desde la cuna para reflexionar sobre su condición, y desde el momento en que es capaz de actuar, emplea todos los medios para mejorarla. En la Grecia de Aristóteles, los profesionales existían pero no tomaban decisiones claves, eran sólo técnicos, nunca bien considerados, porque la opinión dominante sostenía que los técnicos habían esclavizado sus mentes. De cualquier merecedor de la ciudadanía se esperaba que fuera capaz de pensar claramente para poder recibir gran responsabilidad. No había escuelas en la antigua Grecia. Ningún lugar donde los chicos gastaran su juventud asistiendo a una instrucción permanente bajo órdenes de extraños. Es más, nadie hacía deberes en el sentido moderno, nadie podía ser situado mediante exámenes estandarizados. Los exámenes que importaban llegaban en la vida, al esforzarse en alcanzar los ideales que imponía la tradición. La misma palabra scholé significa ocio, entendido como el espacio para pensar y reflexionar. ¿Y qué pensaban? ¿Sobre qué reflexionaban? La escuela más famosa de Atenas fue la Academia de Platón, pero físicamente no tenía aulas ni timbres. Era un lugar frecuentado por pensadores e investigadores, un lugar de buena conversación y buena amistad, de discusión sobre valores, cosas que Platón pensaba que estaban en el centro de la educación. La asistencia era opcional. La idea de escolarizar hombres libres hubiera sublevado a los atenienses. La instrucción obligatoria era para esclavos. Entre hombres libres, aprender era una autodisciplina, no el regalo de expertos. Por su historia de quinientos años desde Homero a Aristóteles, la civilización ateniense fue un milagro en un mundo bárbaro. En esas circunstancias, los profesores florecían allí pero ninguno estaba situado en edificios fijos con currículos regulados bajo reglas burocráticas. No había escuelas en la antigua Grecia. Para los griegos, el estudio era su propia recompensa. Hoy estamos quitando los fundamentos de ser humanos y paradójicamente queremos que los alumnos se inserten socialmente como individuos productivos. Nadie puede dar lo que no tiene. No se puede pretender insertarlo como persona activa socialmente si no sabe y tiene
plena conciencia de lo que es ser persona. Y en este manotazo por buscar soluciones se quitan materias que se consideran caducas cuando en realidad responden al propio ser humano, a la reflexión sobre sí mismo, al conocimiento de ideas superiores, de ideales. Estamos vaciando al alumno y aseguramos darle contenido. Contenidos que no le sirven para la vida sino que siguen respondiendo a intereses políticos de grupos minoritarios en quienes se centra el poder de turno y de quienes dependemos para proponer el futuro. Un futuro que cada vez será más obsoleto por falta de valores firmes y de ideales que muestren hacia dónde queremos ir. Propuestas y más propuestas que caducan con el tiempo. Apuntalar la cultura es el gran desafío, con reflexiones desde lo trascedente, lo sustancial, lo que permanece más allá de los intereses de políticas del momento. Y desde ahí edificar la escuela respondiendo a valores permanentes. Tenemos que hacer una elección de una vez por todas. Si hiciéramos universales las bibliotecas gratuitas, fomentáramos grupos de discusión pública, favoreciéramos aprendizajes de vida, se pagara a los padres (si hubiera que pagar a alguien) para ayudar a sus hijos en casa usando el dinero que ahora gastamos en sostener inclusiones que no incluyen y lanzáramos un programa nacional intensivo de restablecimiento de la familia y de las economías locales, la pesadilla escolar argentina se alejaría. Si queremos mejores aulas, mejores alumnos, mejores docentes, deberíamos volver la espalda a los sistemas globales, a expertos con experiencia y a especialidades especializadas y comenzar a hacer nuestras propias escuelas una a una, lejos del alcance de los sistemas. Tenemos que empezar a hacer empanadas, como las de mi abuela, con ese gustito a familia, a tradición, a pueblo, que no se compra en el buffet…
DANIEL BOROMEI Por los desfiladeros del deseo. Cuatro preguntas fundamentales han atravesado a todos los seres humanos, a lo largo de toda la historia de la humanidad. Las cuatro preguntas fundamentales de la existencia son: la pregunta por los orígenes (de dónde venimos), la muerte (hacia dónde vamos), el amor y la soledad. Para albergar esas preguntas (que no son sin angustia) es que contamos con al menos dos territorios que permiten elaborar, bordear, intentar, alguna respuesta: la Literatura y el Psicoanálisis. Estos dos discursos se entrecruzan y dialogan entre sí, nutriéndose de la misma y sutil materia: el Lenguaje. El lenguaje nos permite un acceso al mundo, al mismo tiempo que nos separa de él. Para los sujetos humanos, la palabra confiere a los objetos su existencia.
Que dudas nos quedan que las palabras marcan nuestra existencia, aún antes de haber venido a este mundo; y nos determinan a lo largo de toda nuestra vida. Allí está el nombre que nos fue dado, como un ejemplo de ello. Los grandes escritores, universales, son aquellos que abordan en su obra, esto grandes temas, fundantes de nuestro devenir en el mundo. Sin dudas, el representante más cabal de esto es Jorge Luis Borges, quién atraviesa en su prosa y su poesía los problemas centrales del alma humana. También en su escritura es posible encontrar los rastros de los conceptos fundamentales de la teoría psicoanalítica, tales como el inconsciente, los sueños, el amor, el deseo, el otro, los espejos, etc. Freud lo había anticipado cuando dijo: “Lo que no pueda explicarles, hay que preguntárselo a los poetas”. Y Borges sabía. Artesano del lenguaje, orfebre de las palabras, tenía una particular manera de escribir. Su viuda María Kodama, me contaba que Borges escribía apenas se despertaba, le dictaba los textos o los poemas y por las noches corregía. Esto se debía a que los sueños eran su fuente de inspiración, y ese dato me resulta muy inquietante. El mismo Borges en un reportaje contaba: “Yo creo que lo importante es soñar sinceramente, creo que si no hay un sueño anterior, la escritura es imposible. Yo empiezo siempre por soñar, es decir, por recibir un sueño. Lo importante es que el autor sea leal a sus sueños”. Esto significaba que el genial escritor tenía en el inconsciente a su fuente de dónde provenía el material incesante de su obra. Los sueños son la escritura de eso que Freud llamó “el inconsciente”. Borges fue entonces, un magistral traductor de esa escritura, un médium genial entre el inconsciente y sus lectores. Si concebimos el inconsciente estructurado como un lenguaje, tal como nos enseña Jacques Lacan; concluiremos que la materia de la que están hechos los sueños es de lenguaje. Es conveniente recordar que en los sueños incluímos también a nuestras fantasías diurnas, esos “sueños” que producimos cuando estamos despiertos. Para Freud es un hecho, que si bien soñamos en imágenes, al recordar o relatar el sueño, debemos trasponerlo en palabras, es decir, hacerlo texto. Es por eso que me animo a decir que todos somos escritores, cuando de soñar se trata. En varios pasajes de su obra, Borges cita una frase de Addison: “El alma cuando sueña es teatro, actores y auditorio”. Esta frase sintetiza la idea freudiana que expresa que el sujeto soñante es y está en cada uno de los personajes y elementos que aparecen en el sueño. Es decir, es escritor y lector de sus sueños. La literatura y el psicoanálisis, aparecen así inextrincablemente unidos. Para Freud y para Borges, el sueño es un jeroglífico que el sujeto se ofrece a sí mismo para su desciframiento. Entonces, el sueño es una de las pocas metáforas verdaderas de la vida. Soñar es una de las actividades superiores del ser humano. En ella expresamos lo más profundo y lo más
verdadero de nosotros mismo. El sueño está allí para decirnos algo, una verdad sobre nosotros mismos, para quién sepa interpretarlo. El enigma de los sueños, junto al del tiempo y la muerte, son articulados por Borges en las dos últimas estrofas de su poema “Arte poética”: Mirar el río hecho de tiempo y agua/y recordar que el tiempo es otro río/saber que nos perdemos como el río/y que los rostros pasan como el agua/sentir que la vigilia es otro sueño/que sueña no soñar y que la muerte/que teme nuestra carne es esa muerte/de cada noche que se llama sueño. Como autor universal, Borges también abordó el tema del Amor, uno de los más recurrentes en su obra. El mismo nos dice que vivir sin amor es imposible. Y eso lo sabemos todos, tanto que Freud se animó a decir que la salud mental de un sujeto pasaba por su capacidad para trabajar y amar. Por eso el amor es una de las experiencias subjetivas más conmocionantes para el ser humano. En la pasión amorosa, el enamorado es “tomado” por su pasión. Hasta tal punto su ser es embargado por este sentimiento, que se produce un cambio radical en su manera de percibir el mundo. Por ejemplo, alguien enamorado percibe y siente el paso del tiempo de un modo totalmente distinto al de alguien que no lo está. Borges, teorizador incansable del tiempo, describe en algunos de sus poemas el modo en que el enamorado mide el tiempo. En su poema “El Amenazado”, de 1972, dice: “Es el amor/tendré que ocultarme o huir/estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo…/Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,/la espera y la memoria,/el horror de vivir en lo sucesivo”. O la espera, esa modulación temporal que en el enamorado toma otra dimensión. La esper, en el amor, despoja al reloj de su tiranía objetiva. Así lo dice Borges en otro poema: “En mi pecho, el reloj de sangre, mide el temeroso tiempo de la espera”. Desde el psicoanálisis, hablar del Amor, es hablar también del Deseo. Deseo es ese hueco desde el que se inicia un movimiento. Es ese estado de insatisfacción fundamental que hace que nos movamos por aquello que deseamos. Y por eso es algo que nunca llega a colmarse, pues es necesario que sigamos deseando. El Deseo es la diferencia entre lo que uno busca y lo que uno encuentra. Y allí está el amor para dar cuenta de ello. El amor y la escritura (como cualquier expresión del Arte) nace de ese estado llamado Deseo. Espacio que nunca es colmable totalmente, pero que a su vez, es la única fuente posible de placer para el sujeto humano. Hay una definición, muy enigmática, de Lacan que dice: “Deseo es el eclipse momentáneo del límite”. Y pone como ejemplo al de una mirada que un hombre le dirige a una mujer cuando se sostiene durante un instante más, del socialmente permitido o aceptado. En esa mirada, hay un límite que se trasgrede brevemente, para volver a levantarse. Esa, es una mirada cargada de Deseo. El Deseo llama al Deseo. Porque desear es inevitable. El enamorado mostrándose deseante, causa el deseo en el otro. Eso es el amor. Solo podemos desear a quién nos desea, deseamos el deseo del otro. Cuando amamos a alguien, amamos la posibilidad de desear que el otro nos brinda.
Este es otro concepto del amor, lejos del mito de la “media naranja”. Para el psicoanálisis el amor es una invención. Y este es el papel de las palabras de amor. Inventar el amor en una carta o los poemas de amor. El amor como invención, aloja el espacio del deseo, espacio huidizo y evanescente al que tanto se le teme. ¿O acaso la mayoría de las personas no temen agitar los fantasmas del deseo, y eligen la comodidad de las apariencias; hasta que un sueño, una fantasía, una mirada, un poema o una palabra (porque solo una palabra basta) hacen estallar en mil pedazos ese frágil espejismo que es el Yo?. Amor, deseo, inconsciente, tiempo, muerte, soledad, sueños; son algunos conceptos que tocan lo más profundo de nuestro ser y que tanto el psicoanálisis como la literatura, intentan abordar para dar cuenta de lo insoldable del misterio de vivir. Por eso hablé del amor como invención. Porque a la vida hay que inventarla.
VICTOR TORRES Mito y Kafka
exteriorización
en
la
obra
de
La transformación es algo más que la conversión de una cosa en otra. Hay toda una manifestación, un poder, una elevación que surge de alguna extraña fuerza y se potencia cuando el objetivo parece cumplirse. Y si bien en los relatos kafkianos pueden notarse referencias obligatorias como el Talmud y otros textos sagrados hebreos, es la parábola un mecanismo predominante para realizar su empresa narrativa. Desde tiempos inmemoriales la literatura sirvió para explicar los misterios de la realidad. Las deidades en la mitología griega se metamorfosean con el propósito no sólo de colaborar o perjudicar a un mortal, según el caso, sino de demostrar las cualidades y la capacidad de dominio por sobre los humanos. Homero, considera a la intervención de los dioses como determinante para el destino de los héroes. Ovidio, por ejemplo, recupera el mito de la transformación con la historia de amor entre Píramo y Tisbe (que le servirá a Shakespeare para crear Romeo y Julieta). Convertirse en una planta, el fruto (que representa la belleza, la juventud, la madurez, el futuro) o en una montaña o en un rio (mitos latinoamericano) constituye un anclaje encontrarle sentido a las virtudes: coraje, valentía, decisión. Que el joven Gregorio Samsa se despierte una mañana, luego de una modorra, convertido en un insecto, es ya toda una ceremonia literaria, un signo de lo inhumano, una imagen redentora. Y no se transformó en una paloma o en un perro o en un tigre. El hombre
adquiere la figura perturbadora de una especie de cucaracha que se bate a duelo entre el abandono y la desesperación, la renuncia a la condición humana y la voluntad por sobrevivir. Es el insecto el que se humaniza. Dice Benjamin al respecto: “Cuando se topa uno entonces por primera vez con el nombre del animal -el ratón o el topo-, se despierta uno con un shock y percibe de pronto que está muy lejos del continente del hombre. Por cierto, la elección de los animales en cuyos pensamientos Kafka envuelve los propios es sugestiva”. Hay toda una tradición que envuelve una transformación. Los mitos son los más reconocidos pero Jekyll logra cambiar de aspecto -algo monstruoso y de conductas “antisociales”- y convertirse en Hyde a través de una poción (el agua eterna, el Santo Grial). Poción que antes usa la diosa Circe para hechizar a los compañeros de Odiseo; o el legendario Doctor Fausto, brujo que se entrega a Mefistófeles para tornarse más joven y bello; e incluso la criatura que Víctor Frankestein genera en una especie de “las partes del todo” con las que logra construir una figura monstruosa, de rasgos humanos y carácter belicoso. Ante los ojos del Hidalgo de La Mancha los molinos de viento son “enormes monstruos”, y es la lectura la que sugestiona de tal modo a Alonso Quijano que modifica su visión del mundo “real”. Del mismo modo en que Gulliver se “acomoda” a las necesidades de los mundo que visita en sus famosos “viajes” según sea menester. Así, transformarse es adaptarse al universo que cada personaje frecuenta. Kafka conoció la mitología griega y hace de esa tradición no menos mística que mítica, su propia obra, una “mitología moderna”. Personajes kafkianos: espacios de exteriorización Quiero referirme aquí a un rasgo común que sucede en varias narraciones del autor checo. El espacio, como lugar en tanto hay un “adentro” y un “afuera”, es decir, una “exteriorización” (y su opuesto “interiorización” si se quiere) que traza la posición y la visión desde donde se observan las conductas de los personajes y determinan, por tanto, las acciones morales y éticas. Para Samsa, su habitación es el refugio que le permite subsistir. No hay manera de salir de allí, del caos que se doblega cuando decide ir a la cocina y se debe enfrentar a su familia que lo atormenta y lo hiere, expulsándolo “hacia adentro” nuevamente, es decir, el cuarto como una “celda”. Los espacios parecen determinar claramente las fronteras de los personajes, “hasta donde se pueden mover”, y funciona como una constante en la narrativa del autor de “El castillo”. Respecto del “animalismo” Walter Benjamin asegura que “Son siempre aquellos que viven en el interior de la tierra, o al menos como el escarabajo de La metamorfosis, animales que lo hacen en sus grietas y hendiduras, disimulados contra el suelo” los personajes kafkianos que hallan una territorialización donde reposan buscando reparo.
El padre de Gregorio le da hospedaje a unos inquilinos e incluso mejor trato que a su propio hijo, hace todo lo posible para retenerlos mientras desprecia a ese “insecto” que “ocupa un lugar” como cucaracha en el zócalo. Algunos de estos elementos se repiten en el relato “La condena”. Un viaje a San Petersburgo para visitar a un amigo es el motivo por el cual George y su padre se enmarcan en una crisis familiar. La fuga, el irse, un método de escapatoria que desliza un enfrentamiento fatal. De nuevo los cortocircuitos entre padre e hijo, una frecuente trama que Kafka deja deslizar en su prosa y en las famosas cartas. En el cuento “Ante la ley” los límites están bien demarcados. “Ante la puerta de la ley hay un guardián” dice la primera oración. La justicia está cerca, sólo hay que traspasar una puerta. Pero la puerta está custodiada, y por ende, impide el acceso porque existe una prohibición de los que tienen el poder. El campesino ignora cuáles son los mecanismos para superar la puerta que lo conduzca a su deseo (“pensaba que la ley debía ser siempre asequible para todos”) y se predispone a esperar por años (aquí cabe el dicho “largo como esperanza de pobre”). En otro de sus relatos, tal vez uno de los mejores, el “ayunador” es el protagonista de un espectáculo circense que, desde dentro de una jaula, sirve como entretenimiento del público que lo visita. Si Samsa es un insecto al que nadie de su familia quiere ver, el “ayunador” es un hombre que enjaulado -animalizado, si se me permite el término- se presta al avistaje de la muchedumbre. La jaula es para los animales, no para los humanos. ¿La jaula es para los animales? ¿La cárcel no es una jaula? Me otorgo la licencia de cuestionar, de paso, el sistema carcelario que supone que encerrando al ladrón de gallinas no volverá a comer más pollo. ¡Si ni el propio Joseph K sabe por qué lo detienen en “El proceso”! Pero volvamos a “El artista del hambre”. Kafka retoma a la idea de la “deshumanización” y, en este caso, observa al “artista” como un sujeto cercado por la soledad, la opresión y la angustia, los verdaderos motivos que lo llevan a crear, es decir, al arte. El escritor Luis Gusman asegura que a este cuento se lo opone otra idea de artista con el texto de Joyce “Retrato del artista adolescente”. Pero Kafka se pregunta ¿Quién, qué artista, es capaz de atreverse a meterse en la jaula? Otro relato que muestra a las claras la exteriorización de la trama se da en “El jinete del cubo”. Un hombre, que no tiene dinero, va hasta un negocio y pide desesperado más carbón para mitigar el frío de su casa. Promete pagarlo luego, pero necesita llevar calor a su casa. El carbonero cree oír el reclamo pero, extrañamente, la mujer de éste (que teje cual Penélope, al calor de la estufa) ignora tal solicitud. El hombre insiste detrás de la puerta (que da al sótano), muerto de frío y la situación se repite hasta que la mujer cede, más bien, finge atenderlo pero lo auyenta como si fuera un perro. El mito de Prometeo se presenta perverso: roba el fuego a los dioses para darselo a los mortales, y ahora es a un pobre mortal al que le comen el hígado los buitres “dueños del fuego”. El calor interior, el frío exterior; la posesión de unos, la carencia del otro.
Como vemos, los personajes kafkianos son vulnerables, son superados por las circunstancia y la mala voluntad de los demรกs, sufren improvistos que los aquejan de tal forma que quedan supeditados a la desgracia: locura y desesperaciรณn que estรกn latente todo el tiempo entre una frontera y otra, siempre a un paso del abismo.
JULIO 2015 Las obras presentadas fueron enviadas con el permiso de los autores.
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