Mi Cultura Literaria

Page 1

4 Ariel Contreras nos presenta “Campanadas de vida y muerte”, obra ganadora del segundo lugar en el V Certamen Nacional para Talleres Literarios del MINC.

5 Isis Aquino, joven poeta dominicana y tallerista literaria, nos trae un interesante relato sobre la soledad y el desamor en “La Pandemia”.

MiCultura Ministerio de Cultura

Suplemento Bimestral

AÑO 1 | NÚMERO 1 | julio - agosto 2013

y otros textos premiados | Pág. 3


2

MiCultura

julio - agosto 2013

Por lo tanto si por lo tanto antes que cierre. Yo por lo tanto ofreceré por lo tanto ofrezco esto.” Gertrude Stein

E

Eulogio Javier | *

Los talleristas:

protagonistas de la actividad literaria nacional

¡Manos a la Literatura!

l periódico MiCultura, órgano difusor de las informaciones del Ministerio de Cultura, cada día se reinventa, en busca de convertirse en el reflejo de lo que somos como institución.

Por este motivo, es nuestro interés crear un espacio cada vez más plural y participativo; que su contenido sea como los latidos en el corazón de quienes dan valor a esas manifestaciones que nos distinguen, donde quiera que nos encontremos. Hoy nace un nuevo retoño: “MiCultura Literaria”. Se trata de un suplemento especial que, a partir de esta edición, será complemento de MiCultura. Esta iniciativa corresponde a la visión de apertura, a las diversas expresiones artísticas y literarias, que promueve la actual gestión del Ministerio de Cultura, encabezada por el cantautor José Antonio Rodríguez. Con ello, los escritores dominicanos, en especial la nueva generación de autores, tendrá la oportunidad de difundir sus creaciones. ¡Y qué hermoso es ver a cientos de jóvenes alejados de la delincuencia, la drogadicción, la prostitución y el alcoholismo; concentrados en usar las letras como canal para dar rienda suelta a su imaginación y contribuir a un mejor país!

L

a Dirección del Sistema Nacional de Talleres Literarios es el órgano del Ministerio de Cultura que tiene como principal función fomentar y difundir la creación literaria en nuestro país. La conformación de espacios de reflexión sobre el quehacer de la escritura de de ficción: poesía, narrativa, ensayo…ha sido su columna vertebral. Hemos fortalecido el disfrute y la producción literaria en el país a través de múltiples acciones, tales como la instalación de talleres en toda la geografía nacional, así como el seguimiento en la formación intelectual de todos y cada uno de los grupos que componen la red de talleres literarios, a través de cursos especializados en los diferentes géneros literarios. Con el apoyo siempre del ministro de Cultura, hemos contado con la disponibilidad de expertos en la materia, tanto del ámbito nacional como internacional, para que la capacitación de nuestros talleristas sea cada vez más sólida. Nuestros talleristas son tomados en cuenta como elementos protagónicos en el desarrollo de la actividad literaria dominicana.

Dar un espaldarazo a jóvenes y adultos soñadores, talentosos y emprendedores es también nuestra misión, algo que asumimos con gran entusiasmo, pues sabemos que será bien recibido por ustedes, nuestros apreciados y fieles lectores.

Hacemos un ingente esfuerzo para que el trabajo que producen nuestros jóvenes escritores sea también difundido por diversos medios como revistas, antologías y publicaciones diversas ya sean estas colectivas o individuales.

Porque promover nuestra literatura es un deber de todos, y estamos conscientes de que una de las tareas de esta entidad es encender en cada dominicano la chispa del empoderamiento de lo que es y de lo que le pertenece.

Con la publicación de este muestrario, el Sistema Nacional de Talleres Literarios abre otra ventana para dar a conocer el fruto del trabajo de sus integrantes. Seguiremos esforzándonos para que se abran nuevos espacios de difusión de la creación literaria de nuestros jóvenes escritores.

Agradecemos a la dirección del Sistema Nacional de Talleres Literarios, dependencia directa de la Dirección General del Libro y la Lectura, por ser un soporte para hacer posible la producción de este suplemento. Mirfak Rowland | Editora

MiCultura

* Director Sistema Nacional de Talleres Literarios

Director General de Comunicación y Audiovisuales | José Tejada Gómez | Coordinación de contenido | Valentín Amaro | Editora | Mirfak Rowland | Coordinador de Diseño | Amín Toribio Gómez | Diseñadores | Daniel Fortuna y Kenny Flores | Corrector de Estilo | Federich Marte www.cultura.gob.do | www.micultura.org

issuu.com/micultura

Av. George Washington, esq. Presidente Vicini Burgos Santo Domingo, Rep. Dom. Tel.: 809-221-4141 | Exts. 298, 236

www.ministerio de cultura

@MiculturaRD


3

MiCultura

julio - agosto 2013

Diluvio amarillo

Ricardo Cabrera

TANTO tanteo el almidón que crece Sombra amante que traga mi oblicuidad Ciudado acertija trémulas existencias de TANTO Correo que llega a todo mi total Gallos desheredados de mi tierra negra Canten o copulen a son de muslos chocando TANTEO theos gods omnipotence Escaleras desiertas son la sombra que me trago Habitan vientos blancos en las orillas del ONYROS Me cruzan sin salida ni saludo los piratas del ajenjo, Lolitófagos precarios de sal Gime una luz de lámpara toda su memoria colonial Habito mi descendencia cuando me pasa q soy Arcángel Y me extraño como un espejo ciego que siempre mira mis abismos Tres TANTOS tantheos Tópicos de mantenernos la ropa demasiado rato Soy la inyección de Zacarías El fernet que dejó morelli en su estómago favorito Tantos somos en la refracción vital del camino La mesa dispuesta Los maderos para comer al carnero de los dedos precisos Transparentes intocables Love comes quickly Beethoven orínate en tu tumba, inunda el mundo de nuevo para conocer las viejas estampas del fobos y del deimos Una mesa es una mesa es una mesa… beberé de ti Sylvia Plath, perdón Steinless steal my dagger of roses ..: doves al ras del suelo Loves commes quickly el tanto TEMPLAR las espadas del tanteo que me soy oportuno dictar un beso a tus pétalos reir colgado en un ojo de súcubo Aportar una entrada a la ojiva tenue Dejar esa sombra guardada y sangrar diferente..

(EL ÚNICO OJO QUE VEO)

Santo Domingo, 1983. Licenciado en Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ha sido corrector de estilo, asistente editor, asistente bibliotecario, colaborador en la red “Piedras Creatividad Pura” dedicada a asesorías literarias y tutorías de narrativa. Miembro fundador del Taller de Narradores de Santo Domingo y de El Arañazo, Colectivo Literario en el que además fue coordinador de formación en el Taller Zacarías Espinal. Cofundador de la revista RL de estudiantes de letras y demás voces inescuchadas. Ganador del Primer Lugar en el Concurso de Literatura Deportiva Profesor Juan Bosch, Premio Nacional Estudiantil de Ensayo del Ministerio de Deportes, Educación Física y Recreación 2009 y del Primer Lugar en Poesía en el Certamen Nacional para Talleristas 2011 del Sistema Nacional de Talleres Literarios. Textos suyos están incluidos en 4m3r1c4 Novísima Poesía Latinoamericana (Santiago de Chile: Ventana Abierta Editores, 2010.); ha publicado en dos antologías de cuento del Taller de Narradores de Santo Domingo; también ¡Siéntese pintura fresca! dentro del libro colectivo “Esto no es una antología: Palabras que sangran” de El Arañazo, Colectivo Literario (Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2012.); y Viñetas ojepse E-book de poesía.


4

MiCultura

ArielContreras

(Santo Domingo, 12 de diciembre, 1992). Es estudiante de Psicología en la Universidad Iberoamericana. Pertenece al taller literario Letra Joven de UNIBE. Su poema “Campanadas de vida y muerte” ganó el segundo lugar en el V Certamen Nacional para Talleres Literarios que organiza el Ministerio de Cultura. Participa activamente en recitales y talleres de la ciudad. Se define como un estudiante y aprendiz de la vida, amante de los horizontes que esconden el mundo y las profundidades del mar.

julio - agosto 2013

La llegada La voz llegó una mañana de soledad y desencanto. Utilizó hilo de oro para hacer su camino. Atravesó distancias como humo de indígena o más propiamente como alas de águila para llegar hasta mis oídos. Con rapidez tomó posesión de todo; me despojó de mis armas antes de poder usarlas; corrió por mi torrente sanguíneo mezclándose con cada célula para convertirla en su aliada; sin fuerzas, mi cuerpo se deslizó hacia el piso. Así, desprovista de toda defensa fui atrapada y encarcelada. Analicé la posibilidad de escape. Tal vez la ventana, si la hubiera, me habría permitido alejarme de aquella celadora; pero nunca la construyeron los ingenieros porque no pensaron que ese insignificante lugar podría convertirse en cárcel. La voz era fuerte y a la vez melodiosa; no me disgustaba del todo ser su presa ya que provocaba un sutil encanto en mí. Los días pasaron y la voz tomó la costumbre de pasear por el aire circundante; jugueteaba con mis hebras de cabello haciendo lazos que ataba para después desatarlos, se deslizaba por mi nuca hasta tocar mi hombro y de ahí saltaba hacia el espejo, quedándose allí, cual ventosa, a observar los pocos movimientos que podía hacer con los lazos que se mantuvieron durante su estancia rodeando mi cuerpo.

Campanadas

de vida y muerte

Murió, como mueren los ángeles cuando la realidad es palpable. Como el último pez flotando en cianuro así murió. Para encontrarla buscó en sus tantos días pero antes, fue necesario conocer la luz y haber nacido. Aunque nada de eso importa pues murió como mueren ciertas cosas. Así murió. Cayó despacio en medio de los maullidos vacíos que rompían las aceras de las calles jactadas del tiempo eterno inexistente. Así cayó. Y no hay vida que no traiga en sus manos algo de muerte y no hay muerte que no cargue algo de vida. Y así son las campanadas como la muerte que estuvo viva como la vida esperando la muerte.

Cuando la voz decidió tomar por asalto mis labios llevaba días planeando el ataque; esperó el mejor momento en que de sorpresa pudiera apoderarse de ellos sin admitir algún esquivo de mi parte. Aquello fue como la toma de un fortín en donde descansaban al-

InésGarcía

del silencio

macenados lingotes de oro. Desde ese día se quedó fija en ellos y de forma que pudiera oírla, decía que era el mejor lugar para reposar. Gustaba escucharla declamar poemas; cuando esto sucedía, una sonrisa al instante se dibujaba en mis labios, ella interrumpía su declamación para hacer silencio, luego, se acomodaba mejor. Me agradaba tenerla así, tan unida a mí; se había convertido en una dulce carcelera inspirándome la misma ternura que una madre siente por su bebé. Los días pasaban y los lazos colocados me hacían aferrarme más a ella, la idea de su partida me aterrorizaba. Un mañana noté que no estaba cerca, con la mirada busqué por todo el lugar, cuando la escuché desde el hilo por el cual llegó, estaba triste, la pude sentir muy lejana, declamaba algún poema que no había escuchado con anterioridad; en ese momento me di cuenta de que la había perdido, se marchaba, y con ella los lazos que me envolvían. Aquello debió de provocarme alegría porque la libertad de nuevo estaba conmigo, pero no fue así; ya sin lazos traté de mover un cuerpo que no respondía; me había acostumbrado a convivir con ella y sin su tierno sonido mis músculos no respondían. Por muchos días la esperé desde el alba hasta el anochecer, manteniendo mis labios sonrientes dispuestos para su descanso. Observaba el paso lento de los minutos en el reloj de pared que estaba en la habitación, ahora con ventana. Con frecuencia desde lejos veía el hilo que la condujo hasta mí. Todo fue inútil. Había llegado el fin.

Oriunda de La Romana, es licenciada en Publicidad por APEC. Dio a conocer sus textos en 1992 en la revista “Romana Social”. Desde 2010 forma parte del Taller Narradores de Santo Domingo y desde el 2011 al taller “La Mancha Indeleble”. En el 2012 logró el tercer lugar en la categoría adulto en cuento y poesía en el V Certamen Nacional de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura. Parte de su obra está traducida al francés. Ha presentado ensayos en la Academia Dominicana de la Lengua y en la FIL 2013.


MiCultura

julio - agosto 2013

5

IsisAquino

Inicia su vida cultural en el Círculo Literario Yelidá (2002-2004). En 2003, crea la revista underground “Tábula Rasa”. En 2004, poemas suyos aparecen en la revista Vetas (No. 73 y No. 75). También ha publicado en la revista Alcándara (E.E.U.U., Año I, No. 1). Sus trabajos aparecen en la antología “A viva Bosch, 100 poetas cantan a Juan Bosch” y en el libro “Esto no es una Antología: Palabras que Sangran” publicado por El Arañazo, Colectivo Literario. Como gestora cultural cabe destacar su labor como fundadora del Círculo Literario “El Viento Frío” del cual es coordinadora desde el año 2007, y como miembro del Colectivo Literario El Arañazo. Forma parte del colectivo “Y También soy Palabra” desde su fundación en el 2011. Es autora de Quod Scripsi, poemario publicado bajo el sello editorial Vetas en julio del 2011. Ha recibido los siguientes premios: 2do lugar en el VI Certámen Nacional Para Talleristas (poesía), 2010 (R. D); Accésit en el 8º Certamen Internacional de Poesía “La lectora impaciente” (España, 2010); 3er Lugar en el XXXXIX Concurso Literario de Navidad del Arzobispado de Higuey (poesía), (R.D., 2011) y 2do Lugar en el VIII Certámen Nacional Para Talleristas (cuento), (R.D., 2012).

La Pandemia

Cuando Randy llegó a casa, estaba la gatita blanca dormida sobre sus obras selectas del Marqués de Sade. «Cool», pensó, «esto se está convirtiendo en una anáfora». Sacó una bolsa de comida para gatos de su bulto y puso un poco en un plato, en el suelo. En esos tiempos Justina (así la había bautizado por su afición a dormir sobre Sade) era su única compañía verdadera. Las mañanas luminosas en la oficina se convertían en tardes monótonas y luego en noches calurosas en las que acababa en el balcón del pequeño apartamento releyendo a Pedro Salinas con desgano o corrigiendo-eliminando textos del que algún día sería su propio libro de poemas. Todo lo demás eran conversaciones vacías, superficiales, con los compañeros de trabajo; consideraciones sobre el grado de dificultad que le supondría conseguir los favores sexuales de alguna de las muchachas que conocía en cualquier sitio. Intentaba olvidar el hecho de que todos sus amigos habían emigrado o casado, tenido hijos, o simplemente distanciado de esa manera natural y poco dolorosa en que la gente se distancia sin motivos. «Tal vez yo también debería casarme» pensó sonriendo burlona y tristemente ante la idea, recordando a Suri, una amiga de esas que ya nunca veía más que en fotos por internet -a pesar de vivir en la misma ciudady que había estado infatuada con el hacia algunos años. En realidad no tenía profundos sentimientos hacia ella, pero tener un plan b ante la soledad siempre es reconfortante. Sacó sus manuscritos al balcón, donde habían amanecido sus diccionarios de la RAE y el ejemplar del mes de una revista española de literatura, que nunca leía por completo. La calle debajo de su cuarto piso estaba demasiado solitaria, incluso para ser martes. Ahora que había recordado a Suri y su risa imprudente, los tacones de aguja que a veces usaba sin saber completamente como caminar con ellos y su torpeza casi tierna que le exasperaba a ratos, no podía dejar de pensar en ella. En una ocasión, antes de que Randy cumpliera los treinta años, ella lo miró y de manera casi infantil le preguntó si sabía por qué le gustaba. El, sin mucho ánimo de saber, la complació finigiendo curiosidad. Ella le sonrió con sus ojos grandes e iluminados «Pos, porque eres un verdadero nihilista», le dijo, yéndose con paso tranquilo. A él le pareció una estupidez inmensa todo aquello y se preguntó si la muchacha sabría a cabalidad lo que acababa de decir. Con este recuerdo tras sus ojos cerrados, Randy se durmió en el balcón sin mirar sus manuscritos. Ya en la mañana había olvidado a Suri nuevamente, por completo.

Al llegar a casa aquella tarde, miró instintivamente hacia la izquierda. La gata había cazado un lagartijo asquerosamente verde y su cadáver yacía entre Pushkin y un disco de Patxi, junto a Sade, en el escritorio que ya nunca usaba. Cuando buscó a Justina con su mirada por la sala del apartamento sus ojos chocaron vertiginosamente con lo que en principio pensó que era un espejismo: había una desconocida sentada en el sillón y no la vió hasta ese momento. -Hasta que por fin llegas, tengo media hora esperándote -dijo su melíflua voz desde el sillón, y al parecer notando la atónita mirada de Randy, añadió- ¡No puedo creer que no hayas cambiado la cerradura en una década! -Disculpe, joven- porque era joven, o quizás no tanto, pero su belleza meritaba el gentil tratamiento. -¿Nos conocemos? -Andrés- prorrumpió ella, incorporándose. Randy notó que sostenía un libro grueso en la mano. -No me digas que no te acuerdas de mí... Ella empezó a hablar enfáticamente de cuanto había cambiado el lugar desde su última visita hacía ya mucho tiempo y él le dijo tímidamente que no se llamaba Andrés. Pero ya la charla de la mujer se había desviado hacia el libro que sostenía (el primero que tomó del librero) y cuyas primeras páginas no terminaba de entender. Randy, olvidando momentáneamente su ignorancia sobre la identidad de su interlocutora, inició una arenga de por qué el inicio de «Terra Nostra» era considerado uno de los mejores inicios de novela en la literatura contemporánea, que terminó en dos tragos de whiskey y una micro conferencia sobre el milenarismo y la circularidad del tiempo en las novelas de Carlos Fuentes. Ella escuchaba atentamente, con disciplina de alumna de escuela de monjas. -¿Cómo te llamas, criatura?- preguntó el luego de servir el tercer trago y resultó que su nombre era Cecilia. -¿Ya estás convencida de que no soy Andrés?Ella no había dejado de mirarle la cara ni un momento, sin embargo, y tras unas excusas sobre problemas visuales y el parecido de Randy con su

amigo, terminó por admitir sin mucho convencimiento que sin haber confundido el domicilio, se había ciertamente equivocado de inquilino. -Y él vivía aquí, tengo llave...-dijo apenada. Tras unas pocas preguntas, Randy descubrió que Cecilia y Andrés no habían hablado en mucho tiempo y que una serie de infortunios laborales y sentimentales habían empujado a la desamparada mujer a mirar hacia el pasado. Empezó así a buscar refugio en antiguas amistades, a visitar gente, a llamar a los que aun conservaban los mismos números telefónicos, a ver si así encontraba la llave de algún olvidado festín, en el cual tal vez recobraría el apetito por la vida. Cecilia trataba de esta forma retroceder hasta el punto en que su vida no se había adentrado aun en el caos y el vacío: antes de estudiar una carrera sabiendo a ciencia cierta que esta no era su vocación, o antes de volverse tan cínica ante la vida o de buscar evasión en parejas fugaces, hombres desechables que nada sentían por ella, hacia los cuales nada sentía. Randy era ahora quien escuchaba atento. Se veía fatalmente reflejado en el espejo de la ahora quebradiza voz de la hermosa desconocida: a la deriva de los días y los años, sin sentir, sin importarle mucho ninguna cosa; en un empleo que no odiaba, pero que tampoco le brindaba ninguna satisfacción; cargando un rosario de meses sin verdadero contacto humano, sin pareja, sin amigos, rodeado de libros y palabras sin hallar a quien decirlas.

¿Cuantas personas en el mundo no estarán también en esta viciosa espiral de abulia y desinterés -Pensó.- Viviendo desapasionadamente, resignados? La soledad es la pandemia de este siglo, ciertamente. Matando en silencio a toda una generación de corazones atrofiados, víctimas del distanciamiento, huérfanos de amor, desamparado de emociones. Somos ruedas dentadas en en un inmenso engranaje de oferta y demanda, de sueldo y consumo y renta y gasolina que no le deja tiempo a nadie de detenerse a sentir... a pensar... -Por Dios, Cecilia ¡que vidas tenemos! Ella asintió agachando la mirada. Por un momento pensó que rompería a llorar. Se disculpó nuevamente por haber entrado en su casa y se despidió de el, entregándole la llave. -Siéntete libre de visitarme cuando gustes. Si vuelves, te leeré uno de mis poemas. Ella le respondió con una sonrisa, y se fué. Aquella noche Randy descompuso la mitad de su apartamento buscando sus agendas de años pasados. Encontró en una de ellas el número telefónico de Suri, y la llamó.


6

MiCultura

julio - agosto 2013

ArielOrtizPérez

Actualmente estudia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo una Licenciatura en Educación, mención Filosofía y Letras. Ha realizado estudios superiores de Comunicación Social, en la Universidad Católica Santo Domingo. Obtuvo el tercer premio del Concurso Nacional para Talleristas del Ministerio de Cultura (en marzo de 2012, categoría de 21 a 35 años), con su cuento “El Encuentro”. Como escritor ha colaborado, desde el año 2007, en la redacción de artículos de divulgación para dos revistas de circulación internacional, distribuidas desde los Estados Unidos: “Prioridades para hoy” (cuya casa editora se ubica en Miami, esto es, la Asociación Publicadora Interamericana) y “El Centinela” (producida por la Pacific Press Publishig Asociation, con sede en Idaho).

El Encuentro

Percibí su sombra en el silencio de la celda. Su silueta se proyectó junto a mi cuerpo, mirándome en la penumbra. Mientras me veía yo pensaba recostado, con mí vista en el mazo de cartas. Al tomar una y virarla, el rostro burlesco de bufón se hizo visible.

“¡Qué irónica mi suerte!”, —me dije—. Porque siempre jugaba solitario para medir el peso de la fortuna, rastreando la brecha de cómo hundir la competencia en el salón de apuestas. Pero ahora estaba preso, sin una sola carta por jugar. —Viendo a tantos infelices llegar y partir de este lado de los barrotes, ¿No te gustaría volver afuera?, —propuso la sombra al otro lado de las rejas.

sujetos que les llega el tiempo de ser descargados. Nunca esperé con entusiasmo el turno de oír su propuesta de abandonar el cubículo, en esta inmensa sala de espera que estamos los millones de presos, en vías de ser reformados. —Quiero que mires tu situación en su justo tamaño, querido amigo —continuó el juez y carcelero. Su voz era un eco de amanecer falso. Y su cara oculta bajo esa capucha de indiferencia, ostentaba un poder cobarde y fantasmal. —Estuve pensando que tal vez querrías venir conmigo —prosiguió— y salir de la monotonía: tu vida se reduce a estas paredes o murallas, y tus cartas son el patético intento de sentirte superior a los de afuera.

—Sin importar que merecieran o no estar aquí, la mayoría estaría igual allá afuera —le dije, con la mirada fija en la negrura de su atuendo.

«Esa momia perversa lo pinta todo tan oscuro, que no pienso cederle las condiciones en que viva fuera de aquí», —pensé sin pestañear un segundo. Consentir su oferta sería como tomar un boleto al infierno de donde vine: porque huir de esta cárcel interna no es mejor que salir al túnel sin salida, que te da la sensación que avanzas a un reino de libertad. Aquí todo ocurre con esa regularidad mecánica que encierra en muros mis verdaderos anhelos y preocupaciones. En este encierro de metal me descubro cada noche, viéndole venir a ese verdugo desalmado, llevándose a su paso a los

Eso me colmó de una sensación casi dormida en mi interior, desde mis años de adolescencia. Sentí mi corazón latir desafiante, y el coraje me hizo respirar confiado. Los bloques de aquel helado aislamiento empezaron a evaporarse ante mi vista. Miré cómo las celdas se desvanecían como niebla. Pude ver un destello de luz en el fondo: Era su rostro radiante, que estuve esperando por meses, entretenido en su pálido reflejo. Al verla llegar a un paso de lo que fue mi celda, se debilita la sombra que una vez me ofreció el mundo a cambio de consagrar mi tiempo al espacio de la soledad. No fui más que otro condenado hasta el momento que miro desaparecer el presidio, y los millares de presos que antes y después de mí se debatirían entre los límites de la codicia y el miedo. Logré entonces superar esa atmósfera sicológica que me acorralaba, y renuncié al escape de los juegos de azar.

“Por eso me gustan las cartas” —proseguí—: “Uno nunca sabe lo que va a salir en cada apuesta. Te juegas en las barajas el destino incierto.” ––Eres un poco entretenido e inquieto, pero sólo en el mundo de las cartas, —advirtió el carcelero. En tanto que hizo un gesto despectivo y reprobatorio, negando con la cabeza. “En el mundo real eres libre de elegir la forma de tu sometimiento.”

mundo exterior, desabrido y despreciable.

Ella me toma de su mano y, al levantarme del banco del parque, siento la forma de una de mis cartas ajustada en mi bolsillo trasero. El resto de los naipes quedaron sin dueño, mientras nos alejamos mirando el horizonte del mar Caribe. Ríndete, y déjate llevar a una fortaleza sin ataduras! En mi mano está la llave de tu encierro, —me indicó sonriendo, y acarició con sus dedos la cerradura. Flotaba en mi recuerdo para eludir este hoyo que desvanece mis esperanzas. Porque estas barras parecen crecer, y no puedo verla sino por una brecha. Pero ella prometió volver a reunirse conmigo, en cuanto pudiera. Al fondo del pasillo veo el primer gesto de luz de la mañana. Entonces entendí el engaño. Veo salir resignados a tantos otros a su falsa libertad, a ese

Le pido que cierre sus ojos y deslizo la carta del bolsillo, junto a la fuente. Le digo que abra los ojos de nuevo. —Te obsequio el as de corazones. Las otras cartas las he borrado, para compartir esta sola contigo. “Y yo te brindo esto”, —y posó su boca sobre mis labios. Llegamos al malecón para quedarnos a ver morir el sol, al final de la tarde. Desde ese día —y a cada nuevo encuentro— pasamos a vivir un espacio tan grande como quisiéramos que fuera: El corazón del otro.


MiCultura

julio - agosto 2013

7

AdalbertoMorilloPichardo

Nació en Santo Domingo en el año 1958. Actualmente es gerente Financiero y estudiante de Derecho. Ingresó en mayo de 2011 al Taller Literario Narradores de Santo Domingo, auspiciado por el Ministerio de Cultura de la República Dominicana. Ha participado en talleres de poesía y narrativa impartidos por el poeta mexicano Mario Bojórquez y el escritor cubano Eduardo Heras León, respectivamente, dentro del programa de capacitación del Ministerio de Cultura a los Talleres Literarios. Obtuvo el primer lugar en el V Certamen Nacional para Talleres Literarios en la República Dominicana, categoría mayores de 35 años, con la obra “Distorsión”, (2012). Ha recibido menciones de honor en los siguientes concursos: XIX Concurso de Cuentos de Radio Santa María (2012) y Premio Centroamericano y República Dominicana de Cultura “Miguel Ángel Asturias”, en la rama cuento (2011). Su producción intelectual abarca el cuento y la novela corta. “La Narrativa del Ocio” es su primera obra publicada.

Distorsión

Aquiles, el dueño del almacén que está al doblar la esquina, en la misma acera de la casa número 66, le extrañó mucho no ver a Maleno en la puerta del negocio al abrir en la mañana. Éste es madrugador, por eso la extrañeza de Aquiles tenía fundamento. Le ordenó a uno de sus empleados buscarlo, «a ver si lo veía por ahí». Rubén, caminó durante un buen rato por todo el vecindario; por último, fue a tocar la puerta del cuarto donde vive Maleno, primer lugar donde debió buscar. Se cansó de golpear la puerta sin recibir contesta alguna. Preguntó a los vecinos más próximos si lo habían visto. Pero nadie lo vio salir. El dependiente notificó de inmediato a su jefe los detalles de la búsqueda. Llegamos al cuarto, Aquiles, Rubén, y otros más, preocupados por el Negro Maleno. Tocamos reiteradamente sin que respondiera, hasta que a uno del grupo se le ocurrió la gran idea de romper la puerta. Al entrar la sorpresa nos saltó a la cara, Maleno en actitud de pelea, sin camisa, con sus blancos ojos brotados de miedo; dos palillos de dientes en los párpados dispuestos como pie de amigo para que no se le cerrasen. Blandía un “lengua e’ mime” de doce pulgadas que nos mantenía a la distancia, mientras repetía una letanía que ninguno entendíamos. De repente la voz de Aquiles como un trueno retumbó: «¡Jean Marc Mirambeaux!» El negro salió del trance, le clavó la mirada y le dijo bajando el puñal, «mi jefe me quieren matá». Aquiles, un hombre inteligente y con vastos estudios universitarios, nos pidió que lo dejáramos solo con Mirambeaux. Curiosos nos preguntábamos, ¿qué hacían? Moríamos por saberlo, por eso permanecimos expectantes hasta el último momento. De pronto se asomó Maleno y Aquiles, que lo abrazaba como el que da consuelo. No supimos lo que hablaron, el silencio se adueñó de los dos. Todos comentaban lo de Maleno menos los sobrinos de Doña Gertrudis, que habían sido criados bajo la disciplina trujillista de no ver, no oír, no hablar. Estudiaban Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, y además, pertenecían a un elenco de actores en Bellas Artes. No socializaban, leían y ensayaban todos los días hasta bien entrada la noche. Se decía, que Aníbal y Miguel estaban poseídos por espíritus que habitaban la casa, puros cuentos; pero Gertrudis ayudaba a mantener y dar credibilidad a las historias propagadas en toda la

comunidad. Contaba siempre en el Almacén de Aquiles aterradoras escenas de torturas que ella, en sus años de Ama de Llaves, escuchaba en incontables noches. El resplandeciente blanco de los dientes de Maleno era una joya que podía exhibir, labrada a mordidas en los bateyes dominicanos tras el corte y trasiego de caña. La sonrisa siempre a disposición de todos dejaba al descubierto la maravilla del ser que llevaba dentro. El negro de piel que ostentaba no era común. Dicen que los colores son una descomposición de la luz percibida en la mácula de los ojos y que el negro es simplemente un color al que Dios se le olvidó iluminar. Con Maleno esta teoría no tenía sentido. Era el negro más hermoso que había visto ¡lo irradiaba todo! En una noche de tantas, la oscuridad, más oscura de lo habitual, ocultaba la trama. El silencio, más callado de lo común, permitía oír a la distancia lo que se decía en la casa número 66. Las siluetas de los arboles de Nim, Almendra y Guayacán desdibujadas por las amarillentas luces del exterior, y el constante vaivén de las ramas columpiadas por el viento hacían de ésta un lugar lúgubre y espantoso. El negro Maleno, que cruzaba por allí, un espectro invisible en la noche, no se ocultaba. Discurría sonámbulo por las calles de la vecindad, hasta que escuchó decir del interior de aquella casa, «…lo matamos y luego lo echamos al río con las pirañas...». Maleno despertó horrorizado, ahogó un grito que de ninguna manera le serviría de algo. Giró en medio círculo y miró a su alrededor, percatándose que el único que estaba allí era él, sin quererlo pateó una lata y el ruido hizo que alguien se asomara a la ventana. El negro en la noche es como cristal translúcido, pero Maleno cerró los párpados instintivamente y apretó fuerte los labios para evitar que el blanco de sus ojos y dientes lo delataran. Se quedó quieto… tiritaba… parecía congelarse de miedo como si fuera posible trastocar la primavera en invierno. En cuanto los pies le permitieron dar un paso caminó sigiloso en puntillas como trapecista en la cuerda floja, tan pronto estuvo lo suficientemente lejos de allí corrió hasta perderse en la distancia. A kilómetro y medio de la casa fue a detenerse, exhausto se echó a los pies de un árbol, su mirada vacía dejaba ver a lo lejos un pensamiento. — Ahora ya estoy seguro de que me quieren matá, yo sabía que en esa casa no se tejían cosas bue-

nas. Mi jefe me había convencido de que eran pesadillas y que mi pasado buscaba alcanzarme, yo llegué a creérselo. Pero esto confirma lo que siempre he creído: Duvalier no ha muerto anda tras de mí. En los días siguientes noté algo raro a Maleno, le resté importancia. La Procesión de la Santa Cruz pasaba solemne con su canto religioso al unísono y los atabales irrumpiendo el sueño de los irreverentes y desconocedores de la tradición. Gertrudis participaba en la celebración, y obligaba a los nietos hacer lo mismo. Maleno, también participaba. Según pasaban las horas, el vibrazzo del cuero sobre los palos se deslizaba misterioso entre la piel porosa que cubría los cuerpos. Exagerados movimientos de pies y cadera decodificaban los secretos sonidos de los tambores. La cabeza desgonzada parecía estar sobre un resorte. Los latidos del corazón acompasados en perfecta armonía con el ambiente, hacían bullir la sangre como aceite virgen de palma africana hirviendo en las venas de los concurrentes. Maleno, se mecía como árbol vapuleado por los vientos de una tormenta, mientras sus raíces se adherían con más vigor a la tierra. De un momento a otro, comenzaron a llegar como si se tratara de una convención de seres extraterrenales: Anaisa, San Rafael, Santa Marta, y el más popular de todos, Papá Cándelo. Se montaron en cabeza de los más propensos a las creencias espiritistas, y Maleno cayó al suelo, convulsionaba tembloroso, su piel cambió de negro a pálido, «¡pónganle Agua de Florida!», gritó una gorda que en su cabeza tenía envuelto un paño rojo. No supo más de él. Gertrudis, todos los días en la mañana sale al almacén a comprar pan fresco y caliente para el desayuno de los sobrinos, también compra víveres para ella. «Maleno se montó anoche», dijo con voz grave y pausada. Rubén trató de reírse a medio bostezar y se ahogó. Aquiles le pegó un buen golpe por la espalda. Me reí y comenté, «Usted no se quedó muy atrás, otro trago más y también se hubiera montao... y no se sabe en qué». «Devuélveme Rubén», dijo Gertrudis con la misma voz grave, ahora encrespada. Gertrudis, preparó la mesa como si se tratara de un jefe grande de la Era, se le quedó la costum-


8

MiCultura

julio - agosto 2013

bre de servir. Los jóvenes acostumbraban a desayunar con su tía a las ocho en punto cada día. Le extrañó que no bajaran y subió a buscarlos. No estaban en la habitación. Corrió despavorida al Almacén.

—Jefe, es por aquí. —No, Rubén, esta noche acompañaré a Gertrudis. El cantar de los gallos advierte a los hombres de trabajo que es hora de comenzar la faena, Gertrudis, no es un hombre de trabajo pero madruga todos los días como si lo fuera. «Traeré víveres para el desayuno», dijo Aquiles. «Pondré a hervir el agua», respondió Gertrudis. Al abrir la puerta, Aquiles, paró en seco y voceó fuerte, «¡Gertrudis, ven acá un momento!». Corrió como loca hacía la puerta y la sorpresa la dejó sin habla. No podía creerlo, fue tanta la alegría que sintió al ver aparecer a sus nietos que les cayó a puñetazos y bofetadas, «¡cómo ustedes me hacen esto, carajo!». Los abrazó e irrumpió en llanto, mientras los abrazaba más fuerte.

—¡Aquiles, los muchachos no están! — Lloraba temblorosa y volvía a repetir. —¡Los muchachos no están! —Aquiles la entrecogió por los hombros y la remeneo dos veces. —¡Tranquilízate mujer, tranquilízate! Prepárame un vaso de agua con mucha azúcar, Rubén. Siéntese aquí y explíqueme con calma. —Después de comprar el pan… serví la mesa… y los muchachos no bajaron... —Así no nos vamos a entender Gertrudis tienes que calmarte. Rubén, mira a ver si tú ves esos muchachos por ahí.

Aquiles caminó hasta el almacén, sonreía… también traería pan. Al llegar a la puerta del almacén, Rubén, había cumplido con su responsabilidad. «Buenos días, Jefe». No le respondió el saludo. La sonrisa amplia que desplegó dejó al desnudo la satisfacción.

Al rato… —Ni señales de humo, Don Aquiles, nadie los ha visto. —Bueno, mira Gertrudis vete a la casa y espera allá hasta el mediodía, sino llegan para entonces, salimos a buscarlos. Acuérdate que son jóvenes, a lo mejor anoche se fueron con un par de amiguitas, tú sabes, cosas de muchachos. Maleno llegaba en el momento en que Gertrudis se iba. Aquiles le preguntó si vio anoche a Miguel y Aníbal, a lo que contestó con un movimiento afirmativo de cabeza, «pero temprano». Maleno se veía raro, estaba pálido, o no sé si eran cosas mías. Aquiles insistió, «Si los muchachos no aparecen de aquí a las doce, saldremos a buscarlos, y eso te incluye a ti, Maleno». Maleno, comenzaba a dudar de sí. Se quedaba tantas veces a oscuras, que ya no sabía lo que hacía durante la noche. Tenía la mala costumbre de pensar tan vívidamente que sus pensamientos podían leerse a la distancia. Recordaba los años en que estuvo preso después del atentado a Papá Doc. Por cuestiones políticas fue torturado y sometido a incontables maltratos y vejámenes, y lo peor de todo, lo obligaron a ver como los Tonton Macoute mataban a palos a su mujer y sus dos hijos menores de edad. A medida que pasaban las horas más se angustiaba. Las doce en punto. Aquiles formó los grupos de búsqueda. Cuatro en total. Maleno y yo formamos parte del gru-

—¿Y Maleno? —No sé, no lo he visto. po de Aquiles. Buscamos por todos los lugares imaginados donde un par de jóvenes pueden ir, y hasta en lugares donde no suelen ir los jóvenes. El camino fangoso y estrecho se diluía bajo los pies de Maleno, y la angustia le crecía de tal manera que destellos fraccionados de su memoria se clavaban como astillas de espejos sobre mis ojos, claras imágenes de los esbirros destrozando a garrotazos los cuerpos de cristal de los pequeños. Las caritas despedazadas de los niños se transfiguraban en imágenes borrosas de Aníbal y Miguel. La mente frágil de Maleno luchaba contra esa distorsión. Un tropiezo lo hizo ir de bruces y sus pensamientos se desparramaron sobre el agua fétida de la cañada. —¿Maleno en que pensabas? Anda levántate. En el cenit, la luna nos sugería que ya era hora de regresar. Aquiles, no podía ocultar su frustración, no sabía que decirle a Gertrudis. Nos dispersamos y cada quien tomó el camino de regreso a su casa.

Aquiles llevó los víveres y el pan a Gertrudis. Y caminó derecho al cuarto donde duerme Maleno. Tocó hasta que el dolor de los nudillos se hizo insoportable. Se estrelló contra la puerta un par de veces hasta que las bisagras cedieron. Cayó al suelo de lado golpeándose el codo. Lo saludó el fondo oscuro de una lata, que le insinuó un fatal desenlace. Se levantó y miró hacia la cama, estaba vacía. Al virar la vista en sentido contrario no soportó el espectáculo y se desplomó de rodillas. Maleno, colgaba dando giros suaves y lentos sobre su centro de gravedad, con sus blancos ojos abiertos… un par de palillos rotos en el suelo. El estupor le anudó la garganta asfixiándolo por segundos, hasta que pudo gritar, y gritó fuerte, «¡Jean Marc Mirambeaux!»; Maleno, no respondió, en cambio, le clavó una mirada fría que parecía decirle, «Jefe, los encontré». Aquiles se incorporó trató de bajar el cuerpo inerte del Negro, en cambio cayó una nota blanca de papel que escrita en mal español decía: «Jefe, estoy tan cerca de ellos que un paso es suficiente para alcanzarlos».


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.