Abrazo en Familia 2009 Tema 3

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TEMA 3: LA FAMILIA TRANSFORMADORA DE LA SOCIEDAD Un tema de particular importancia en el debate actual sobre el futuro nacional es el de los actores educativos. Porque hay posiciones que tienden a simplificar el problema, llegando hasta concepciones que califican al Estado como único agente. Es la tesis del Estado docente enunciada en sentido monopólico, hegemónico. El Concilio Plenario de Venezuela entre sus 16 documentos, los cuales forman un conjunto orgánicamente trabajado, hay uno titulado La Iglesia y la educación (IE). Este pone especial énfasis en la pluralidad de los actores educativos en la tarea de edificar una “nueva sociedad”. Al conjugar dichos actores comienza con los educandos mismos, sujetos y centros por excelencia de la educación. Luego viene la familia, seguida por la escuela, los educadores, el Estado y los sectores gubernamentales, la sociedad en general, los medios de comunicación, la Iglesia e instituciones religiosas. No es del caso discutir aquí el lugar preciso que dentro de este inventario ha de ocupar un determinado actor. Hay, sin embargo, dos cosas muy importantes que cabe destacar aquí: la pluralidad de los actores y el lugar destacado de la familia. Lo de diversidad de actores es clave dentro de una sociedad plural, no sólo en cuanto a los varios ámbitos de su realización (económico, político, histórico-cultural, ético y religioso), sino también en lo que respecta a la multiplicidad de agentes llamados a ejercer su


protagonismo en una construcción que en una u otra forma, atañe a todos y cuya corresponsabilidad no pueden evadir. Lo concerniente al papel de la familia es de primerísimo orden. Puede decirse que ella es la primera escuela, el centro introductorio básico en una determinada cultura. La familia ha sido identificada, por tanto, como célula fundamental de la sociedad, y en perspectiva cristiana ha sido denominada “Iglesia doméstica” o la Iglesia más pequeña (“Iglesia” significa comunidad de creyentes y bautizados). La familia es la primera escuela, sí. Otra cosa es que esa escuela funcione bien o mal, o que uno de sus dos docentes básicos esté ausente física o moralmente. Por ella pasa, sin duda alguna, la orientación primordial de la persona y su inserción en el cuerpo social. ¿Cuál es la primera escuela de la democracia, de los derechos humanos, de la verdad, de la justicia y la paz, de la honestidad y la honradez, de la solidaridad y la corresponsabilidad, de la rectitud ética y de la conciencia religiosa? La respuesta se plantea en forma ineludible: la familia. Y aquí no se trata sólo de enseñanzas verbales formuladas, sino también y sobre todo de vivencias, de experiencias de compromisos efectivos.


Una familia que se prive del respeto mutuo, la veracidad y la sinceridad, el sentido de laboriosidad, el diálogo entre cónyuges y entre padres-hijos, la sensibilidad y la comprensión hacia los vecinos, la preocupación constructiva por lo que sucede en el entorno social, la formación en valores cívicos, constituye un factor de capital trascendencia para la transformación positiva de la sociedad. La sola familia no agota el conjunto social, ciertamente, pero no se puede pensar en una nueva sociedad sin la formación y consolidación de “familias nuevas”. ¿Puede uno acaso imaginar ciudadanos para una sociedad pacífica, “educados” en núcleos familiares en donde impere el maltrato, la imposición despótica de los padres y la inclemencia entre los hermanos?


Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza; no sólo porque éste es racional y libre, sino porque está llamado a vivir en sociedad, más aún en comunión. Dios no es una persona solitaria sino que es Trinidad, familia, comunión. La familia es, en este sentido, un reflejo de la comunidad divina y llamada a crecer en unidad, en mutua donación y siempre abierta al entorno social, a la comunidad más grande del vecindario, de la ciudad, de la nación. Desde el punto de vista de Iglesia la familia tiene la vocación de ser educadora de la fe, a tener oración y expresiones de culto familiares, a participar en la Iglesia más grande (parroquia, Diócesis), a manifestar en la vida interna y externa el mandamiento máximo del amor, y a cultivar un clima de respeto, tolerancia y cooperación sociales. El futuro de la sociedad pasa por la familia. Esto lo subrayó el Papa Juan Pablo II cuando visitó Venezuela. Y efectivamente es así. Un edificio sólido necesita un fundamento bien asentado, robusto. Una nueva sociedad requiere familias que sean realmente tales como fundamento insustituible. Una Iglesia viva necesita núcleos domésticos que sean comunidades de fe y de Amor. En esta tarea es preciso tener ideas claras, propuestas positivas, testimonios efectivos y experiencias iluminadoras. Monseñor Ovidio Pérez Morales Presidente de la Comisión de Aplicación del Concilio Plenario de Venezuela


REFLEXIÓN

Las primeras comunidades Cristianas como no lo describe la lectura se reconocían por su capacidad de amar, de compartir, de servir y por la alegría y la esperanza que transmitían a todos. Fueron capaces de iniciar un proceso de transformación de la sociedad. Donde Vivian en comunión entre sus miembros.


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