DE LA PSIQUE AL SISTEMA, DEL SISTEMA A LA PSIQUE, ... Y DE ÉSTA AL SISTEMA, A LA COMUNIDAD, A LA POLIS, A LA POSIBILIDAD, A LO ABIERTO Confieso que lo he leído y me produjo la alegría de que vamos por buen camino, sobre todo en beneficio de nuestros pacientes. Digo por buen camino porque el libro que hoy presentamos, que transmite una mirada "sistémica" con sus métodos, técnicas y paradigmas que le son propios, está atravesada por una epistemología abierta, interdisciplinar, coherente a la complejidad de nuestro sujeto de estudio. Digo "por buen camino" porque transmite una "identidad" del psicoterapeuta que no debe quedar cerrado a ningún mapa que crea ser el territorio que estudia, como tan lúcidamente nos dice el doctor Jorge Barudy en el prólogo, y violente al paciente para que se integre y compruebe sus Teorías. Evitando así una concepción epistemológica de los hermanos Marx, representada en aquella escena en donde Groucho estaba haciendo su maleta y aquello que no lograba entrar en ella al cerrarla, lo recortaba con una tijera. Los autores de este libro mantienen una postura transculturalintegrativa en su manera de abordar la clínica, digo la clínica en general, evitando falsas dicotomías entre escuelas, especialmente con la psicoanalítica que soporta un duro prejuicio, ganado a veces, de ocuparse solo de lo intrapsíquico y la fantasía, descuidando la contextualidad y la realidad del padecer de un paciente.
Ya, Pichón Rivière nos habló de que había que escuchar a un paciente individual como un emergente de un grupo familiar y socio-histórico. Bromeaba diciendo que al tener una entrevista con un paciente individual, recibía al menos a tres personas refiriéndose a Edipo, y que cuando veía a una pareja, entraba al consultorio una multitud. Imaginemos cuando viene a consultarnos una familia, entra una complejísima red de interacciones, actos, alianzas, entrecruzamientos transferenciales, entre sus miembros y con los terapeutas. Este libro hace un recorrido en sus primeros capítulos de la permanente sospecha de que el sujeto es un sujeto en situación, enfermamos en grupo y sanamos en grupo, solidaria y participativamente. En ellos nos recuerdan los aportes de audaces y creativos psicoterapeutas que han sabido crear teoría e ir adaptando sus técnicas a las cambiantes dificultades de la clínica, así aparecen Frieda Fromm-Reichmann, en sus trabajos con esquizofrénicos, y su personal técnica de abordaje comunicacional con estas patologías, Don Jackson, Gregory Batson, Jay Haley, Cloe Madanes, John Weakland, Salvador Minuchin, Mara Selvini Palazzoli, Maurizio Andolfi, Carl Whitaker, Helm Stierlin, entre otros. Por lo tanto, es dudoso que existan terapias individuales ya que incluso lo intergeneracional está presente en el discurso de un paciente individual, nunca somos solo dos en el consultorio. El libro me sedujo de inmediato en la medida que se nutre permanentemente de la experiencia clínica de los autores, por lo que se hace un "manual" de teoría y técnica de terapia familiar sistémica, vivo, real y útil para la práctica clínica. 2
Alguna vez escuché que una mala persona no puede ser un buen psicoterapeuta, les remito para este tema al último capítulo del libro, en donde los autores nos recuerdan que la práctica clínica es, ante todo, una ética, pero que ser una buena persona no garantiza ser un buen psicoterapeuta, si no se tenían las herramientas y los medios formativos y, sobre todo, una concepción singular de la cura. Este libro ofrece esas herramientas a todos los psicoterapeutas, no solo nos teoriza sobre los procesos de psicoterapia familiar sistémica, sino que nos da medios para encararla en nuestras consultas. Sandor Ferenczi, psicoanalista húngaro, que tenía la misma valentía y creatividad que han tenido los autores antes mencionados, y tantos otros psicoanalistas de ir más allá de los mapas oficiales, indagando nuevos territorios, explorando otras técnicas y creando nuevas teorías, nos decía en su Diario Clínico: "Que el único problema epistemológico del psicoanálisis era la ecuación personal del analista", yo diría, en psicoanálisis y en todas las otras escuelas de psicoterapia, pero agregaría también la cuestión de una técnica adecuada que no cierre posibilidades y conduzca a una buena práctica psicoterapéutica. A veces me pregunto cómo se hubiera desarrollado el caso Dora, de Freud si se lo hubiera abordado en terapia familiar sistémica. Quizá se podrían haber comprendido mejor los juegos traumáticos de poder, pactos y abusos reales antes que los deseos sexuales reprimidos de Dora. Tal vez hubiera tenido más lugar la voz de Dora que la de Freud. Entonces el caso de podría haber llamado: "Dora, el caso de una adolescente enredada entre dos familias con un pacto perverso".
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Leer este libro me transmitió una sensación cálida, acogedora, porque los autores nos transmiten, no lo que les enseñaron sino lo que aprendieron, con la singularidad de sus ecuaciones personales. Nos muestran por debajo de los textos que son dos terapeutas que calientan sus manos y el fonendo antes de auscultar al paciente. Nos explican que la familia es un sistema en permanente evolución, alejado del equilibrio, como nos diría Ilya Prigogine, que configuran realidades diversas y que el desafío de trabajar en psicoterapias con ellas, es vencer la inercia del circuito vicioso del no cambio y abrir el sistema a lo posible, empujar al sistema a la posibilidad, desde lo dado capturante que es la enfermedad. La posición que adjudican al terapeuta familiar es casi la de un antropólogo que debe trabajar "desde dentro", sin prejuicios teóricos o culturales con los mitos de esa cultura grupal, e intentar como primera medida lograr comunicarse con ese otro. Me quedé con la idea de que un buen terapeuta de familia debería ser lo más parecido a un director de orquesta o coros, o sea, "un experto oyente" de múltiples lenguajes, del niño, del adulto, del abuelo que intenta unirlos para que se hagan comprensibles a todos los miembros de la familia, cita que recojo de las páginas 47-48 cuando se mencionan los trabajos de Maurizio Andolfi. Este es un libro, no sólo sobre abordaje técnico, sistémico a la psicopatología de un grupo familiar, sino que es un libro también de psicosalud, que nos recuerda que todo sistema tiene elementos para el cambio y que indaga las relaciones del psiquismo no solo con lo que se desea ser, con lo que se debe ser, con lo que es, sino fundamentalmente, con lo que 4
se puede ser, con lo potencial, con lo posible, con lo todavía por crear, en co-creación, en participación solidaria. Agradezco y felicito a los autores, por habernos gestado este bebé sistémico, avanzadilla de otro que juntos han gestado, creo, más importante y que llegará muy pronto, cosa que festejaré con la misma o mayor ilusión. Ya que el nacimiento de un libro y la gestación de un hijo, en los tiempos que corren, siempre es un acto de esperanza y resistencia de Eros frente a Tánatos en sus múltiples formas. Mantener vivo el pensamiento crítico y generar vida, es revolucionario, postular solidaridad y no solitariedad, una militancia en las que están, sin duda, embarcados estos dos autores, estos dos grandes antropólogos y directores de orquesta.
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