Estimados puñados de átomos fugaces:
Les escribo porque todo lo que he hecho en mi vida me ha conducido a escribir estas líneas. Necesito ayuda laboral, mental y espiritual y no he podido resistirme a acudir al que supongo será un centro de compasión y sabiduría. Necesito trabajar y necesito dejar de ser un niño asustado. ¿Qué necesitan ustedes? Ayudémonos mutuamente. ¿Qué puedo hacer por ustedes? Les dejo mi currículum para que conozcan mis conocimientos y capacidades. Lo principal para mi salud mental es el trabajo. Por 600 euros estoy dispuesto a desarrollar cualquier tipo de trabajo por duro que sea, las horas que sea necesario. Y quiero aprender. En Mérida no puedo evolucionar más. Siento que soy como mi viejo ordenador, que ya no aguanta los programas actuales y se atasca al intentar que funcionen. Estoy atascado. Me gustaría aprender sobre todo a tener paz y a no tener miedo. Y quiero quitarme capas de otros para llegar a la capa de mi mismo. No me encuentro, he perdido la espontaneidad, pero no por ser un adulto, porque sigo siendo un niño. Un niño paralizado por el miedo. Debo madurar, porque si no me destruyo poco a poco a mí mismo. Aquí se acaba mi arrebato de frustración. Y ahora comienza la voz de mi deficiente energía. Llevo tres años intentando cambiar y, a la vista de los resultados, creo que no he avanzado ni apenas unos centímetros. Estaba cansado de sufrir por los sueños y por las ideas de otros y decidí seguir mis propios sueños y mis propias ideas. Comencé desde cero pues no estaba preparado para hacerlos realidad ni llevarlas a la práctica, y después he comprobado que tampoco estaba preparado para superar las dificultades y los obstáculos. Se acabó la nube y ahora estoy a quince metros sobre el cielo, con una mochila llena de piedras. Me la pego. Quiero dejar de ser un niño perdido en la tierra de Nunca Jamás. Por favor, si hay algo que puedan hacer. No me dejen caer. Sed felices!
Mérida a 21 de diciembre de 2012