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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / LIBROS

Sobre ‘La explosión del periodismo’, de Ignacio Ramonet

DEL PERIODISTA DE PRESTIGIO AL PERIODISTA ESCLAVO La evolución empresarial de los medios de comunicación es un fenómeno idéntico al de la vida. Todo es cuestión de adaptación. Más aún cuando el planeta mediático “vive un traumatismo de una dimensión inédita” por “el impacto del meteorito llamado internet”, escribe el ensayista y director de la edición española del mensual Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, en su último libro, L’Explosion du journalisme (Ed. Galilée, 2011) - La Explosión del periodismo (Ed. Clave Intelectual, 2011). La red de redes y una crisis económica que perdura tanto como la pérdida de credibilidad de los medios son, según Ramonet, los grandes factores que están llevando, sobre todo en la prensa escrita, a la búsqueda de una refundación con la que evitar la extinción del periodismo tradicional.

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Por Salvador Martínez (París)

l Informe Anual de la Profesión Periodística 2011, termómetro que mide el estado de salud del empleo en los medios de comunicación en España y cuyo contenido acaba de salir a la luz, ha puesto de relieve que casi 10.000 informadores están en paro. De ellos, un 44 por ciento (4.373) se quedó sin trabajo en 2010. Datos como éste se explican en gran medida a partir de la crisis que atraviesan Europa, Norteamérica y buena parte del mundo económico desarrollado. Pero es especialmente a ambos lados del Océano Atlántico donde los diarios viven la mayor “caída de su difusión” y “un derrumbe de sus ingresos publicitarios”, constata Ramonet en su último libro aparecido en Francia. De ahí que luego se anuncien recortes como los del Grupo Prisa de principios de año, de hasta 2.500 empleados, o que el conglo-

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merado británico Guardian Media, responsable del diario The Guardian, perdiera en 2009, cada día, 120.000 euros, según recoge L’Explosion du journalisme. En Estados Unidos, entre 2008 y octubre de 2010, perdieron su trabajo nada menos que 25.000 periodistas, recuerda Ramonet, aludiendo a un país cuyo paisaje mediático está chernobilizado, y en el que han sido víctimas mortales de la crisis un total de 129 rotativos. Entre ellos, destacan los veteranos New York Sun y Rocky Mountain News, fundados, respectivamente, en 1833 y 1859. Otros legendarios periódicos estadounidenses hace tiempo que ya no se imprimen, ya que decidieron sacrificar su versión papel en beneficio del desarrollo de su edición de internet. En el actual contexto de crisis internacional, que ha puesto contra a las cuerdas a muchas empresas, como son los medios de comunicación, éstos sufren, sobre todo, por la pérdida de anunciantes. Pero las conse-

cuencias de las turbulencias de los mercados no explican por sí solas la presente situación mediática. Porque además de las convulsiones propias de los vaivenes que sufre la economía mundial desde septiembre de 2008, los profesionales de la información viven bajo los efectos de lo que Ramonet llama “el impacto del meteorito Internet”. El cataclismo informativo que representa la red de redes ha “desintegrado” el modelo económico en el que estaban basadas las empresas de difusión de noticias, se lee en L’Explosion du journalisme. En el siglo XIX, la prensa de masas dependía, primero, de las ventas. No tardó mucho en adoptar la publicidad como principal fuente de ingresos, en un modelo de negocio que duró hasta la llegada de internet. Porque “la publicidad en la Red es más barata que sobre el papel”, y lo que se obtiene por los anuncios en “internet no permite a ningún gran diario compensar las inversiones” y “menos aún compensar los déficits”, señala Ramonet. Ante esta situación, los mecanismos adaptativos ideados por las grandes industrias de la información van desde una lógica que plantea contenidos 100% gratuitos, adoptada por, entre otros, Los Ángeles Times; de pago, como ocurre en The Times, o variantes mixtas identificadas, por ejemplo, con The New York Times. Estas últimas apuestan por exponer parte del contenido accesible sin costes, con la esperanza de que el lector acabe fidelizándose y pagando por un producto informativo más completo. Aunque tratadas con menor profusión, no faltan en la Explosión del periodismo de Ramonet otro tipo de aventuras empresariales como las de esos medios financiados por organismos públicos, fundaciones o donaciones de consumidores, como la National Public Radio. Menos destacables parecen iniciativas como aquella gracias a la que, con dinero de lectores, Lindsey Hoshaw informó de las islas flotantes de basura que contaminan en el Océano Pacífico en las páginas del The New York Times. Ramonet libra una reflexión única habida cuenta de lo poco con lo que suele darse cuenta de la realidad de los medios de comunicación. Concluye con razón que, salvo una o dos excepciones, la información on line “sigue sin ser rentable”. Además, “el éxito de una página en internet no garantiza su supervivencia”, abunda. De esto pue-


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S. M.

Ramonet aborda en ‘La explosión del periodismo’ la crisis profunda que viven los medios de comunicación.

den dar cuenta Gumersindo Lafuente y Borja Echeverría, que fueron los directores de la web soitu.es, cerrada hace dos años tras 22 meses de existencia y un gran reconocimiento internacional por una labor informativa premiada por la prestigiosa Online News Organisation. Lejos de los escenarios de los países que avanzan hacia el desarrollo, como los de Asia o Latinoamérica, donde la difusión de los diarios crece, la reflexión que contiene L’Explosion du journalisme no se frena en lo económico. También pone de relieve la frágil dimensión social del sector, dando cuenta del aumento de la precariedad en el ejercicio del periodismo, ámbito en el que los salarios se han visto reducidos más de un 60% sólo en España en los últimos dos años, según datos del Informe Anual de la Profesión Periodística 2011. En este sentido, Ramonet habla de la existencia de “esclavos de la información” cuando se refiere al tipo de periodismo que

plantea internet: “jornadas de doce horas” con “fines de semana y noches” incluidas. Para Ramonet, en el contexto mediático generado por las nuevas tecnologías “las redacciones han perdido autonomía en su análisis”. Tanto es así que cuando la actualidad rebosa de contenidos, el informador tiene tendencia a correr detrás de la información, sin tiempo para analizarla y presentarla con serenidad. También es consecuencia directa de esto que “la función de contrapoder que deberían ejercer los periódicos se haya visto disminuida”. Hasta tal punto que L’Explosion du journalisme sirve al autor para recordar la necesidad de un “quinto poder”. “El cuarto poder”, identificado con la prensa desde el siglo XIX y que vigila a los otros tres, ejecutivo, legislativo y judicial, está “muerto”, escribe Ramonet. “Desde hace una veintena de años, a medida que se acelera la globalización neoliberal, el contenido de la expresión ‘cuarto poder’ se ha va-

ciado de su sentido. Ha perdido su función esencial de contrapoder”, añade. Los términos del director de la edición española de Le Monde Diplomatique ponen de manifiesto la asunción según la cual el periodismo está perdiendo credibilidad. Los vínculos mediáticos con la política y con grupos empresariales de infinitas ramificaciones, además de una consiguiente pérdida general de la identidad editorial también invitan a pensar así. Que el centro de estudios para la prensa estadounidense Pew Research Center haya dado cuenta de que sólo un 29 por ciento de sus encuestados crea que los medios “cuentan correctamente los hechos” contribuye a hablar de un clima de “inseguridad informativa”. Y que el imperio del australiano Rupert Murdoch, principal accionista de News Corporation, que posee, entre otros, el influyente diario The Times o las televisiones Fox y Sky, se haya levantado apoyándose en medios como el difunto periódico News of the World, implicado en un escándalo de escuchas y pagos de sobornos a policías para obtener exclusivas, no ayuda a ver en el periodista alguien en quien confiar. Así han visto la luz fenómenos como Wikileaks, considerada la “mayor filtración de la historia”. La cabeza visible de este centro difusor de secretos, ahora sin fondos por las represalias tomadas contra su fundador, el también australiano Julien Assange, llegó a afirmar que calificarle de “periodista” sería una “injuria”, dada “la impotencia” con la que actúan los informadores tradicionales. Pero en un alarde de poder sin ética, Wikileaks ha llegado a publicar sin editar más de 250.000 cables diplomáticos estadounidense que han puesto en peligro a informantes de ese país en todo el mundo, lo que ha sido condenado por los principales medios con los que la entidad de Assange venía colaborando. Resulta difícil saber hasta qué punto mejorará la imagen de la prensa en general con desmarques como ése. Lo que parece más claro, siguiendo lo expuesto el día de la presentación del Informe Anual de la Profesión Periodística 2011 es que los periodistas tienen, al menos en España, una peor imagen de los medios que la que tiene el público en general, según Pedro Farias, responsable del citado estudio. Su apunte es una clave para leer ensayos como L’Explosion du journalisme. l nº 950. 5–11 de diciembre de 2011

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