ASOMBROS IDENTITARIOS. De la representaci贸n a la virtualizaci贸n en los medios
ASOMBROS IDENTITARIOS. De la representaci贸n a la virtualizaci贸n en los medios
Ada Cristina Machado da Silveira
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Consideraciones iniciales Bajo el título de Asombros identitarios. De la representación a la virtualización en los medios se propone como temática la investigación conceptual de las identidades y de las identificaciones, concretadas desde y por medio de sus representaciones. Perseguimos el intento de acercarnos a los recientes fenómenos que se apuntan en la industria cultural desde la perspectiva de su promoción en los medios. El estudio se delimita por la comprensión de las identidades en tanto que realidad representada. Reflexionamos sobre las definiciones teóricas adecuadas al
marco de
referencia que nos permite avanzar en el estudio del trabajo social dirigido hacia las identidades, en el contexto actual de emergencia de la cibercultura. Estimamos pertinentes a la actividad industrial de la cultura grosso modo la designación de toda y cualquier actividad volcada a su promoción. La expresión industria cultural, acuñada por Theodor Adorno y Max Horkheimer en los años 30 del siglo que termina, reclamaba atención fundamentalmente a la crítica de la emergente cultura de masas. En la actualidad, la expresión ha perdido el énfasis en su cuño crítico y se la ha pasado a utilizar en la designación de los medios de producción industriales de la cultura urbano-industrial. Aquí la consideraremos también en este sentido descriptivo. La génesis sobre la temática articulada en este trabajo puede vincularse a dos enfoques, los cuales pretenden justificar nuestra investigación. Estos dos enfoques serán abordados desde su manifestación externa, en primer lugar, y desde la interna, en segundo término. 3
En el cuadro externo que se considera para estudiar el tema, quizá el aspecto más relevante esté en valorar la aparente paradoja en que se ha constituido la operación de construcción de representaciones identitarias por vías tecnológicas que responden única y exclusivamente a la duplicación, reproducción, facs similes, serialidades y todo aquello que implica popularizar una actividad instaurada en Occidente por los copistas de la Antigüedad y del Medievo. A partir de ello, ¿cómo puede uno concebir que, al adquirir un fascículo en un quiosco, esté satisfaciendo su identidad de individuo, madre, esposa, hijo, amante o ciudadano? El alud de imágenes publicitarias y de los medios de comunicación sacuden la sensibilidad y las formas de sociabilidad. ¿De qué se valen las teleseries, filmes, canciones, novelas? Para contestarlo hay que considerar que en la década de los 90 se observa un gran interés por el debate sobre identidad en las actividades de comunicación. Madan Sarup (1996:95) precisa que también David Harvey y otros encuentran la preocupación por la identidad y las raíces colectivas como más sentidas desde los comienzos de los años 70. Paul Gilroy (1998:65) explica esta realidad con lo que denomina categoría puente de la identidad, y es lo que le aporta su trascendencia popular y justifica su larga utilización por los sistemas mediáticos. Los profesionales de la comunicación tienen que dirigir la producción de piezas, construir sitios electrónicos, promocionar la interacción desde comunidades virtuales. A los investigadores de Ciencias de la Comunicación nos toca fundamentar cómo estos fenómenos pueden ocurrir, descifrar sus manifestaciones, establecer métodos de análisis y realizar una evaluación por sistemas de interpretación aceptables. Las identidades son el objeto de deseo colectivo que se ha vuelto de los más rentables a la industria cultural. Hoy día ellas despiertan pasiones y generan reverencia. La preocupación por la fijación de representaciones que enmarquen una colectividad, un grupo, una nación, una etnia, una religión o secta, un club deportivo, una persona, una familia, un territorio, la marca de un perfume, una cadena de televisión, un movimiento o acción social, están reflejadas en las preocupaciones por las identidades en la industria cultural. Se las puede representar a partir de medios, formatos, géneros y soportes tan diversificados como: cine, teleseries, publicidad, bunners, juguetes de niños y adolescentes y un largo y creciente etcétera. Mientras la popularidad del tema pueda confundir un acercamiento inicial, los escollos teóricos posteriores suministran argumentos que demuestran lo ineludible de la profunda articulación entre las preocupaciones académicas y su extensionalidad política. 4
Este aspecto, además, habla de nuestra motivación personal para la investigación. Este texto se alinea con los estudios críticos. En este sentido, nuestra preocupación no se ocupa de reflejar temas de moda, sino sobre todo de reflexionar acerca de los aspectos que influyen en prácticas de comunicación de gran influencia y alcance desde la industria cultural, como suelen ser las representaciones ya naturalizadas de los fundamentalismos nacionalistas. En este nivel, los autores que trabajan el tema son unánimes al alertar sobre la necesidad de una concienciación respecto a los usos y aplicaciones de los nuevos medios, ahora concentrados en el amplio campo del entretenimiento y el espectáculo. Algunas de estas implicaciones son características de las críticas que se aplicaban a la televisión, por ejemplo: en sus efectos sobre as crianças. Otras poseen un manifiesto cariz político. Las deficiencias percibidas en la formación de los públicos, más que su incapacidad de manejo, indican las dificultades crecientes en el uso de la mediación cognoscitiva. Una de ellas, concretamente, es el embrollo que consiste en valorar la calidad de las informaciones provenientes de los nuevos medios. Otra, está en equiparar el mundo virtual al mundo real en términos de referencias de orientación, dado su carácter inédito y la fidedignidad con que se suelen tomar las representaciones y simulaciones difundidas. Junto a ello, hay que reconocer que la intervención de los media en la sociedad genera expectativas y demanda nuevos usos y concepciones. La condición constitutiva de la comunicación en las relaciones sociales exige acciones responsables frente a la manutención o crítica de valores o creencias. La investigación en comunicación tiene el compromiso de reflexionar sobre los usos sociales que son trabajados mediante las nuevas tecnologías, el desarrollo de sus aplicaciones y técnicas, predecir sus posibles efectos, involucrarse en el diseño e implementación de nuevos sistemas de comunicación antes de su institucionalización. La realidad virtual se transforma inexorablemente en una forma notable de entretenimiento en el espacio público. Su uso, sea en los campos de las historias interactivas, las técnicas de programación de vida virtual, los juegos compartidos en tiempo real, las formas de telepresencia, la robótica, las redes de información, o incluso los proveedores de servicios diversificados, apunta a la diversificación de sus formas de entretenimiento, ya sea de públicos de jóvenes, niños, adultos, de ambos sexos. La creación de las comunidades virtuales y de los new media, por ejemplo, constituyen los aspectos más atractivos. El ciberespacio es presentado como un reino electrónico poblado por las más diversas manifestaciones a nivel cultural y social. Lejos de trivializar su 5
impacto, es necesario reflexionar sobre sus condiciones. Desde un enfoque interno, la relevancia científica del tema se encuentra en el hecho de que
los equivalentes posmodernos de las identidades, que vienen a superar sus
definiciones en parámetros de nacionalidad, “raza”, etnicidad, cultura, clase, género o sexualidad carecen de una interpretación que presente una comprensión acerca de su papel virtual. Diferentes autores como Sherry Turkley (1997) y el ya referido Gilroy (1998), señalan que la relación entre identidades y nuevas tecnologías determina posibilidades reformadoras de las perspectivas consagradas. Pensar cómo las nuevas representaciones pueden intervenir en la realidad y cómo se producen los cambios interpretativos que consignan las nuevas prácticas de simulación es hablar de la intencionalidad de las nuevas formas de identificación. Cuando Jean Baudrillard (1991) analiza los simulacros, subraya el hecho de que la reproducción de identidades individuales, corporativas, institucionales y políticas llegan a ser un problema y una posibilidad real. Una dificultad que se atañe a la actividad de investigación de estudiantes supone que la la metodología de investigación se define desde una propuesta de trabajo teórico que no se restringe a la actividad retórica de describir mecánicamente los conceptos. Así, hemos procedido a la recopilación y crítica de los aportes teóricos estimados pertinentes a un constructo argumentativo de la temática, el cual debe tener la capacidad de contribuir a revelar su carácter inédito. El constructo teórico está pensado desde la concepción epistemológica que problematiza los términos y sus conceptos, preocupándose por construirlos y localizarlos desde sus referencias y prácticas teóricas concretas. El trabajo conceptual, en su condición de discurso, también necesita ser localizado. No trabajamos con la identidad del ser, ni tampoco con el ser en la representación. Nuestro objeto de investigación es la identidad en cuanto representada. En este sentido, nuestro objeto de investigación es definido como un objeto construido, y lo planteamos en función de su articulación interna, con vistas a dar cuenta de la solución teórica al tema de investigación, observando las reflexiones de Michel Foucault (1984) respecto al tema. La difusión de las identidades en la industria cultural se dá por medio de representaciones fijadas por un conjunto dado de procedimientos y tecnologías. En la representación se articulan forma y contenido para producir mensajes. La autoconciencia del sujeto en cuanto identidad representada determina el contemplar la realidad de la identidad como realidad representada, no como realidad o identidad connaturalizadas. La estructuración propuesta en este trabajo está pensada en términos de una reflexión primera para el análisis e interpretación de los nacionalismos difundidos al nivel 6
colectivo bajo el estratagema de su identificación social, los cuales, además de su creciente expansión en las actividades de ocio y de producción, suelen ya ser admitidos como una práctica cada vez más usual en la enseñanza de las Ciencias de la Comunicación. Sin lugar a dudas, los antecedentes teóricos de esta investigación están en los Estudios Culturales, en la teoría social francesa y en determinados aportes norteamericanos sobre la construcción de la identidad en la cibercultura. La existencia de una variedad de estudios sobre las identidades tomadas en tanto que representaciones favorece que estos estudios mismos adolezcan (en general) de un conocimiento acerca del significado de estas identidades en tanto que representadas. Reconocemos procedente apuntar el tratamiento preteórico de las representaciones de las identidades como un objeto de la industria cultural de por sí. Desde ahí intentamos evidenciar posibles prejuicios de la investigación sobre identidad en la industria cultural que la trabaja desde su condición de tema, distinción trabajada en el capítulo 1 de la segunda parte, privilegiando más que nada su apropiación por lo que son las estrategias de política cultural o de comunicación. Intentamos acercar las características del debate sobre las identidades en la industria cultural desde las investigaciones sobre la producción de identidades bajo estas vías. Alcanzar el conocimiento de una representación dada de identidad, implica una referencia a las teorías, conceptos y sentimientos que ella suscita. Se sitúan los aportes transdisciplinarios en el debate, en donde la contribución de la Psicología, el Psicoanálisis o la Teoría del Conocimiento - la subjetividad -, de la Antropología - las etnias y “razas” -, la Historia y la Sociología - de la identidad cultural o colectiva -, han colaborado para ampliar la base teórica en la investigación de las identidades y la comunicación mediática. Por otro lado, la perspectiva posmoderna intenta renovar las características del debate sobre las identidades, evidenciando la contribución posestructuralista y de los Estudios Culturales. De hecho, la cultura suele ser trabajada como conjunto de creencias y valores, lo que es el punto de vista de la Antropología, como producción artística o de los medios de la industria cultural. Esta última concepción es propia de los Estudios Culturales y de la Teoría Cultural, que procuran articular valores culturales e ideologías. Es un contexto teórico que considera fundamental reconocer la cultura como representación, su papel de fuerza constitutiva en las relaciones sociales y en la ideología. Además, la Teoría Cultural enfatiza la materialidad de la cultura que se hace presente en los códigos y convenciones. La investigación procura exponer y situar los conceptos concentrados en el eje 7
“identidad, representación, virtualidad”, circunscritos por los aspectos que pueden ser definidos por tres preguntas:
•
¿Cómo se dispone el arreglo de las identidades en la industria cultural? O sea, ¿desde qué fenómenos se hace pertinente estudiar la concreción de las identidades en la industria cultural?
•
¿Cómo se concretan las identidades en la industria cultural? En ello, ñcómo se establece el proceso de identificación que relaciona una cosa con su representación? Y, al ser representadas, ¿cómo se las distingue en tanto que una representación social, en el sentido político, de una representación intelectual o sensible? Para llegar a responder ¿cómo se define el cometido de una representación?
!
¿Cómo se están plasmando las identidades bajo el despliegue de los nacionalismos?,¿cómo contra restar los nacionalismos a la creciente globalización?
Para la primera pregunta consideramos básicamente tres manifestaciones. La primera relaciona identidad y trascendencia, observable principalmente en la producción de ficción; la segunda es la identidad colectiva, que suele ser muy referida en la actividad periodística y publicitaria y, la tercera, relaciona la identidad con los fenómenos de mercado, marcadamente publicitarios. Nuestra segunda pregunta recoge la característica de categoría puente de la identidad. Ella nos encamina a indagar en la vía que nos parece más pertinente, la de abordar estas construcciones desde su condición de representación. La representación es concebida por su característica cultural y es objeto de las reflexiones fijadas en el segundo capítulo de la investigación. La tercera pregunta considera la presencia de los fundamentalismos arraigados en la construcción moderna de los nacionalismos, mantenidos aún bajo los cambios en la construcción de las representaciones de las identidades por procesos definidos en las tecnologías y usos de la virtualidad. Tal conjunto de indagaciones pretende descifrar el trayecto teórico necesario para contestar a una pregunta fundamental de nuestra investigación:
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• ¿Cuáles son los cambios en la concreción de las identidades por procesos virtuales? Los nuevos procesos serían, por ello, ¿norepresentacionales o sus estructuras noreferenciales? Con la consecución de la investigación pretendemos estructurar un aporte teórico que permita aclarar unos puntos iniciales, primeros, aproximativos y exploratorios de cómo se trabajan los temas de la identidad en las nuevas posibilidades aportadas por los soportes informáticos de los sistemas de comunicación. Para alcanzar las metas establecidas se nos impone definir, antes que nada, algunos objetivos que pretenden enderezar el camino a seguir y prevenirnos acerca de los riesgos corrientes de caer en los análisis preteóricos o en el sentido común. Las acciones previstas para la investigación empiezan con el acercamiento al debate sistematizado sobre la identidad en la producción de la industria cultural. Ello está desarrollado en los Estudios Culturales, por el postestructuralismo y por los trabajos postcolonialistas. A continuación le sigue el estudio de los aportes de la Teoría de las Representaciones, dirigido preferentemente hacia los autores que han trabajado ya con el tema de la identidad, procurando entablar el acuerdo entre la representación y sus distintos arreglos: al pensamiento, a la visualidad, a la imagen, a lo social y al deseo. La culminación de este trayecto pretende ser la aportación de aquellos elementos valorados como fundamentales al referirse a las nuevas identidades representadas en la nueva ubicación de los sujetos, en los no-lugares constituidos por la cibersociedad. El relato se estructura en dos partes referentes a las identidades ya consagradas en las representaciones de la industria cultural y a aquellas que creemos constituir a las nuevas identidades. La primera parte, denominada El arqueo de las identidades, trata de las identidades y su representación. Ella contiene dos capítulos. Las determinaciones impuestas a las estrategias discursivas adoptadas en la construcción de las identidades y su recuento por la industria cultural conforman el primer capítulo de la primera parte, así como el segundo de la segunda parte. La categoría de identidad, trabajada en el primer capítulo, es adoptada desde aquellos trabajos que la tratan cómo representaciones en la industria cultural. Los trabajos de los Estudios Culturales británicos se presentan como las fuentes más ricas sobre el tema (Gilroy 1998, Hall 1997a, Said 1996, Sarup 1996). Su larga dedicación a los temas de la identidad, lejos de tomarla en el mismo sentido y con las mismas definiciones, es un aporte 9
básico en el trato de concepciones teóricas distintas. Pero hay otras aportaciones igualmente de larga utilización provenientes del ámbito francófono (Wolton 1992 y1997), así como del debate latinoamericano (García Canclini 1989 y 1997, Martín-Barbero 1987 y 1988, Ortiz 1997). Por tanto, un acercamiento al extendido debate sobre la identidad será el tema del primer capítulo, bajo las nociones fundamentales de mismidad, unicidad y trascendencia. El segundo capítulo presenta las consideraciones teóricas que estimamos pertinentes al tema de la representación y consta de dos apartados principales. Uno habla de su génesis, el otro de sus características en la industria cultural. En ellas hacemos una síntesis de su evolución histórica y estética (Aumont 1992, Foucault 1978, Lefebvre 1983), hasta llegar a la concepción utilizada por los Estudios Culturales británicos (Hall 1992, 1997b). El empadronamiento de las representaciones es referido desde los enfoques universalistas. Las prácticas discursivas referentes al estereotipo son referidas desde aquellos puntos que aclaran el uso de las representaciones bajo tal estrategia. Finalizamos el estudio de la representación con un breve análisis sobre su relación con aspectos ligados a la identidad y a la ideología. Este capítulo está propuesto como una Propedéutica de la representación debido a varios órdenes de dificultades. Una de ellas viene dictada por la necesidad imprescindible de aportar elementos que posibiliten desentrañar la percepción connaturalizada de las representaciones identitarias. A continuación, adelantamos otros aspectos. Desde la historia social de las representaciones se nos enfatiza la importancia social de la adopción y difusión de las técnicas y métodos, genéricamente referidos como tecnologías. Se asume que los cambios sociales y culturales definen la oralidad y la escritura guiadas por la representación visual. Pero más que lo visible, es el mundo sensible el que se hace digno de registro. Al final de la primera parte reflexionamos acerca del tratamiento de la representación en términos de ideología y llegamos a una proposición comprensiva de la confusión entre ambas. Como aclaramos en el capítulo, una de ellas concluye que la utilización de la categoría de representación nos pone ante la debilidad de ser reconocida desde distintos arreglos. La otra es que el término |representación| nos hace nadar entre dos aguas: designa tanto una acción como su producto. Se la puede apreciar desde la acción de producir una reproducción de un original, como desde su posibilidad de constituirse en la reproducción misma. La segunda parte del relato, denominada El despliegue de las nuevas identidades, 10
está compuesta de tres capítulos. En el primero nos ocupamos del uso social de las nuevas tecnologías de comunicación, de la apropiación que hacemos de estas nuevas posibilidades técnicas. Porque, como bien señalaba Marx, en los Gründrisse, en cualquier tiempo hay que hacer opciones desde las virtualidades que cada momento nos presenta. La virtualidad es la condición de continuidad. Ahora mismo se nos presentan posibilidades de comunicación por vías tecnológicas cuyas características todavía se nos escapan, en el momento mismo en que las probamos. Como categoría se orienta por las últimas investigaciones, de las cuales adoptamos tanto aspectos de la reflexión europea (Bourcet 1996, Couchot 1993, Maldonado 1994, 1997 y Quéau 1995) como norteamericana (Landow 1995, Morse 1998, Turkle 1997). Este primer capítulo contiene cinco subdivisiones y expone algunas de las características relevantes respecto al uso social de los recursos multimedia: el hipertexto, la gráfica computerizada, las imágenes de síntesis y los entornos virtuales. Lo más importante de esta segunda parte es el esfuerzo de articular las dificultades percibidas en la actualización de la categoría de representación frente a los recientes fenómenos de la industria cultural y sus implicaciones en la construcción de las identidades. En el segundo capítulo analizamos el tratamiento que vienen recibiendo lo que llamamos nuevas identidades desde las aportaciones de distintos autores, discutiendo la producción de la identidad en la cibercultura bajo la vía del pluralismo, los desdoblamientos y la fragmentación. Las identidades, en el contexto de la cibercultura, pasan a ser analizadas desde las transformaciones en la comprensión del tiempo y del espacio. Tales vías contemplan, a la vez, la posibilidad de analizar las identidades “reclamantes” o “demandantes”, como lo que son propiamente nuevos procesos de articulación de las identidades que afrontan los nacionalismos asentados. Por ello, llegamos fatalmente a la discusión de los viejos problemas del imperialismo cultural, ahora enfocados por las reflexiones del pensamiento postcolonial y de la globalización. Después de haberse aclarado la concepción adoptada dentro del enmarañado de aportaciones teóricas facilitado por la literatura dedicada al análisis del tema de las nuevas identidades en la cibercultura llegamos al último capítulo. En él recopilamos sistemáticamente los principales aportes de la investigación y, a continuación, se impone la tarea de contestar nuestra pregunta fundamental, articulando sus manifestaciones materiales y simbólicas. Procedemos a ello en el último apartado de la segunda parte, presentando una sistematización de los principales aportes de la investigación bajo cuatro tópicos: 1. La tipología de las identidades; 2. La concreción de las identidades en la 11
industria cultural; 3. El desglose terminológico; 4. Los nuevos actores. Aclaramos que la Bibliografía está organizada por temas como Identidad, Representación, Virtualidad, etc. desde los cuales hacemos la entrada de los autores. Tal distinción expresa los criterios de utilización de sus aportes, además de precavernos de eventuales contradicciones entre los diferentes autores que han simultáneamente trabajado, por ejemplo, con identidad y representación y de los cuales podemos haber aceptado un concepto y rechazado a otro. Los límites y posibilidades de una investigación con las características perfiladas en nuestra proposición son previstos con facilidad. El examen de los fundamentos de la representación igualmente revela una tradición teórica importante. Henry Lefébvre (1983) reconoce el rico planteamiento que hicieron los filósofos contemporáneos, lo cual en su conjunto encamina más bien hacia la crítica del conocimiento y de su objeto. De este debate es significativo retener el desde siempre reconocido poder de las representaciones. Lefébvre señala que los filósofos quisieron teorizar
las representaciones puesto que
intentaron trascenderlas. Frustrado el esfuerzo de abolirlas, la contemporaneidad está conociendo su inaudita proliferación, su desgaste y el esfuerzo por renovarlas o subsanarlas. Para superar esta no coincidencia entre ser y sujeto cognoscente, los Estudios Culturales adoptan una postura teórica que les predispone a reconocer las representaciones de forma constructivista (Hall, 1997a). Esta actitud, que evita la inmersión en las profundas discusiones sobre el tema, todavía reserva unas sorpresas en el transcurso de la investigación. El estudio de las representaciones manifiesta su validez en la muy necesaria conexión entre los procesos clásicos de representación estética hasta la cultura virtual que hoy se promociona. Nuestro capítulo segundo, sobre las representaciones, intenta reflexionar sobre la constitución de la matriz social que se despliega desde los distintos procesos de representación en la Antigüedad Clásica Occidental hasta la contemporaneidad de nuestros días. Es un proceso que tiene su culminación racional en el cogito cartesiano y su rebote más feroz en la teoría crítica. La relación entre ser y pensar, en lo que respecta a la sensibilidad, tiene una alineación tangencial precariamente establecida. Es la convergencia entre números y formas sensibles, característica de la cibercultura que ahora se instaura, lo que nos viene a demostrar la premura de una nueva teoría. Los historiadores de la comunicación vienen enfatizando la dificultad con que son propuestos y adoptados los nuevos usos. El multimedia designa una tecnología y un 12
proceso nuevos que empalman el uso combinado de varias herramientas, tecnologías, recursos organizacionales que hasta entonces se encontraban dispersos. En su utilización se ha involucrado una suerte de técnicas, procedimientos y conceptos que provienen de otros medios de comunicación anteriores. Por lo tanto, la vía que nos parece más adecuada es la de abordar precisamente la historicidad que constituye al multimedia como un producto cultural que se desarrolla desde su cualidad inherente de virtualidad. La realidad virtual engendra transformaciones en las formas de pensar las posibilidades de la comunicación y sus prácticas de significación. No se sabe si todas las difundidas características innovadoras a nivel epistemológico de estas nuevas tecnologías estarán introduciendo cambios en la construcción de las identidades. Preguntamos si, desde lo que vehiculan sus soportes materiales específicos, se aportarán innovaciones en las concepciones que orientan las representaciones que engendran proposiciones de identidad. Como se analiza en la segunda parte, la categoría de virtualidad somete a prueba la transformación en la estructura de la representación. Además, la virtualidad detenta la virtud de ser una categoría clásica y apasionantemente actual. Esto por que, conforme Philipe Quéau (1995), lo virtual está en el orden de lo real. Y dado que la realidad social hace frente, desde los fenómenos de comunicación, a una suerte de privación de anclaje, la articulación comunicativa entre lo local y lo global nos fuerza a vislumbrar la virtualidad. Sin embargo, hay que reconocer que el proyecto de diálogo de estos dos niveles, local y global, bien lo señala Janet Wolff (1997), suele ser estimado prematuro. Entre tanto, no nos resta sino reconocer que la globalización, o sistema mundial, altera las condiciones contemporáneas de construcción de las representaciones de identidad. Por ello, la categoría de identidad es señalada como una de las más complejas que se presentan en los estudios de la cultura. No son pocos los autores que han anticipado las trampas a menudo puestas por la complejidad del tema. Suelen ser las dificultades a las que viene intentando acercarse una temática tan densa de nociones disciplinarias cerradas históricamente. En las Ciencias Sociales y Humanas prácticamente todas las disciplinas presentan alguna aportación propia de los valimientos y problemas de la identidad antes subsumidas en la Metafísica tradicional. De ahí que hacemos referencia tanto a la identidad - unitaria, singular, integral -, como a las identidades - plurales, transversales, fragmentarias.
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I PARTE - EL ARQUEO DE LAS IDENTIDADES Las identidades son las más seguras bases que uno puede concederse después del desencantamiento del mundo producido por la secularización contemporánea. La incertidumbre producida por fenómenos como la anomia, el desplazamiento de las religiones de la centralidad de las culturas, la racionalización del mundo de la vida, los flujos migratorios consecuencia de las guerras y regímenes políticos produjeron la necesidad de crear nuevas formas de aportar algunas bases en medio de la vulnerabilidad del hombre. El fortalecimiento de las identidades parece ser el mecanismo capaz de hacerles superar, a los hombres y mujeres, la continuada sensación de vértigo frente a los abismos cotidianos vividos en sociedad e individualmente. Un acercamiento al extendido debate sobre la identidad tratada desde sus manifestaciones concretas es nuestro tema en este primer capítulo. Con ello, tenemos la intención de recoger algunas reflexiones y articular un marco conceptual fundamental en el tema de la identidad, o las identidades, desde aquellos estudios que se ocupan de su concreción en la industria cultural. Nuestra primera pregunta en esta investigación se centra en la característica de categoría puente de identidad y nos encamina a indagar cómo se dispone el arreglo de las identidades en la industria cultural. Es lo que intentamos responder a continuación.
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1 - La exaltación de las identidades en la industria cultural El mundo de las creencias, afiliaciones, devociones y partidismos ha desarrollado en el siglo XX una poderosa maquinaria de promoción de sus causas: la industria cultural.1 En ella, las identidades proclaman su relación con problemas muy distintos, lo que nos enseña la dificultad de trabajar el tema: géneros, sexualidad, clase social, nación, “raza”, etnia, lengua, ideología política, secta o religión. Junto a esta dificultad nos encontramos también con la que supone la acción de exhibir representaciones que tiene caracterizado la actividad de la cultura, de los nacionalismos, las religiones, los imperialismos y el comercio de productos o servicios. En cada una de estas acciones está involucrado un consorcio de procesos tecnológicos y de empadronamiento del consumo que hace forzoso admitir algunos criterios principales. El vigoroso debate en la investigación sobre la identidad en la industria cultural que atañe a la cultura y a los medios de comunicación masiva desde los años 70 y encuentra larga difusión a partir de los 90, viene a contemplar la ubicuidad de muchas aportaciones. El sinnúmero de representaciones identitarias existentes convoca hechos profundamente distintos tanto en su contenido, como en su forma,
profundidad y
extensión. El fenómeno del interés exacerbado por las identidades se permite acaparar procesos que, desde una vía sociológica, son extremadamente desiguales. No hay, por ejemplo, equiparación en ningún nivel entre el movimiento de los nacionalismos y el de las mujeres. Son procesos que asignan fuerzas distintas: el primero, tiene una historicidad que lo vincula a la aparición del Estado moderno en las sociedades de Occidente y tiene sus 1
Como hemos explicado antes, trabajamos con este término en un sentido amplio, descriptivo y también crítico. Veáse, para mayores detalles, la noción trabajada en Armand Mattelart (1995:229).
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raíces en la Edad Media; el otro, de las mujeres, igual que los minusválidos, las minorías étnicas o sexuales, en su desarraigo con los patrones más asentados de la moral privada, desafía las instituciones sociales en sus raíces fundamentales. Ambos actúan orientados por una estrategia de sustración de la base conceptual. Sin embargo, su capital político, provisiones culturales y recursos tácticos son absolutamente dispares. Los nacionalismos señalan tanto el embate dentro del Estado como el enfrentamiento de los pequeños Estados en contra de los Estados imperialistas. Por otra parte, las mujeres y minorías pretenden atrapar las fuerzas que mantienen sojuzgada la manifestación de su ser subjetivo, privado o político. Son procesos, actores y objetivos profundamente diversificados. Sin embargo, la industria cultural actúa como un catalizador al tomarlos como “identidades”. Por lo que exponemos en los cinco capítulos del relato, la temática de las representaciones de las identidades en los más recientes fenómenos de la industria cultural nos reclama ponderar unos procesos de la amplitud y diversidad del final del milenio (religiones y fundamentalismos) trabajado en 1.2, la crisis del estado-nación (identidad nacional y cultural) en 1.3, la commodification (marcas) en 1.4, y las nuevas identidades (identidad personal, identidades reclamantes e identidades simuladas) en la segunda parte. Atribuimos, por ende, al trasfondo de sentidos posibles del término representación el hecho de que se aproveche su amplia utilización en múltiples prácticas culturales. Los primeros críticos de la cultura de masas atribuyeron a la industria cultural la preocupación por la fruición de los sentidos y su imposibilidad de promover un propósito emancipatorio. Desde ahí, el trabajo con las identidades sería sólo una forma más de tematizar y administrar la ansiedad por el consumo. Desde otra vía, el tema de las identidades toca la preocupación por la subjetividad, durante tiempo relegada por el marxismo. Más que drogados culturales, los consumidores demuestran una intensa vida anímica que ansía novedades formales y de contenidos que sacien tanto su cuerpo como su espíritu. De hecho, la cultura suele ser trabajada como conjunto de creencias y valores, o como producción artística o de los medios de la industria cultural. Esta última concepción es propia de los Estudios Culturales y de la Teoría Cultural, que procuran articular valores culturales e ideologías. Es un contexto teorético que expone la necesidad fundamental de reconocer la naturaleza de la cultura como representación, su papel de fuerza constitutiva en las relaciones sociales y en la ideología de cara a la realidad del mercado capitalista. Conforme vamos tratar en el apartado 1.4, de la primera parte, en la industria cultural una corporación es sólo una entidad en una ficción legal. Su difusión pasa por la fijación de la 16
representación de su identidad operada desde una composición entre lo físico y lo intangible. La referencia a la identidad como catalizador de aspectos tan variopintos impone reconocer que la preocupación por este tema se traduce aún en discrepancias sobre profundos problemas políticos e intelectuales. El conflicto de influencias es indicador de las corrientes dificultades en el trato cotidiano de las identidades. Dominique Wolton (1992) sostiene que en la cultura occidental la identidad manifiesta, al mismo tiempo, la individualidad y la colectividad. La identidad se propone como símbolo de la emancipación individual y una de las características del modelo cultural europeo. La representación de la identidad es la posibilidad que tiene uno de expresarse y sentirse identificado en tanto que participante de un colectivo dado. Una de sus dificultades se revela al constatarnos que ella establece un campo semántico bastante intrincado. Esta posición nos aclara que tal campo puede interrelacionar el sujeto, la subjetividad, el tema y su reproducción. Otra posición considera la acción de los sujetos de representación absolutamente en contra de la gratuidad de la proliferación de imágenes. Por ello, el trabajo sobre identidad se acerca a un eje compuesto por el sujeto, la subjetividad y la ideología. Este aspecto está enfatizado por el abordaje marxista de la ideología. La respuesta a la pregunta de cómo construimos el conocimiento de nuestra identidad se halla en que cada vez más nos orientamos por la industria cultural. En ella, la identidad ya no conserva el sentido de búsqueda permanente del puro idéntico. El abandono de una concepción esencialista de la identidad, que la actualidad nos determina, proviene de que tal concepción estuvo muy ligada a una percepción moderna de la subjetividad y la historia. Por ello, la noción de identidad se ha visto modificada. En la actualidad por lo menos tres concepciones distintas son concebidas: la identidad de la Ilustración (o moderna), la identidad sociológica y la identidad posmoderna, conforme sistematización de Stuart Hall (1992:275). A continuación trataremos las dos primeras. 1 . 1 - Mismidad, unicidad, trascendencia El contexto de la Ilustración estableció que a la identidad corresponde tender cabos entre lo que está adentro y lo que está afuera del sujeto, relacionando los ámbitos privado y público. Centrado, unificado, dotado de razón, conciencia y acción, estas son las 17
competencias con las que se dota al hombre en la Modernidad. El centro esencial de uno era su indeclinable identidad personal, poseedora de un alma interior que emergía en su nacimiento. Suya pero no limitada a él, el alma de uno era concebida en tanto que bien permanente. Era entendida, además, como continuada o idéntica a si misma en el transcurso de su existencia, con unas fidelidades casi fundamentalistas. Los modernos se interesaron por lo nuevo y en representar las cosas y sus cambios, o la cultura que se sobrepone a la naturaleza. Para ello, inventaron toda una gama de aparatos de registro con vistas a captar su substancia.2 La mismidad, o !ñ"ññ, en el sentido griego de por sí mismo, por esencia,3 o como derivación de su raíz latina ídem (también en el sentido de mismidad y de continuidad)4 permite distinguir la identidad en tanto que esencialismo o búsqueda de la fijación del puro idéntico, en oposición a la identidad compacta o múltiple que emerge a mediados del siglo XX. Estas consideraciones suelen ser demasiado generalistas y no válidas para todas las sociedades occidentales. En efecto, no hay un sólo sentido de Modernidad, ni una proposición aceptable tácitamente. Sin embargo, hay algunas consideraciones que contemplan algunos principios muy generales de la identidad modernista.5 La Modernidad en Francia produjo una figura de referencia indeclinable, el flâneur: un entomólogo social, un mirón desocupado que peregrina por el espacio urbano, inaugurando una tendencia ejemplarmente proclamada por Charles Baudelaire en el siglo XIX. La noción de identidad del interaccionismo simbólico, entre otras, se volvería un concepto sociológico clásico. En ella la identidad se forma tras la interacción entre sujeto y sociedad. El sujeto aún tiene un alma interior, o esencia, que es su “yo real”. Este se forma y altera continuamente en un diálogo con los mundos culturales exteriores al sujeto y las identidades ofrecidas por ellos. A lo lejano físicamente uno contrarresta formas de proximidad sentimental. El sujeto sociológico refleja la creciente complejidad del mundo moderno. Adquiere la conciencia de que el alma interior del sujeto no es autónoma ni autosuficiente, sino formada en relación a otros significantes. Estos funcionaban como mediadores de los 2
Para un comparativo entre el hombre en la Modernidad y el la Posmodernidad, véase Frederic Jameson (1996). 3 Cf. Diccionario Manual de Griego-Español, 1995:97. 4 Cf. William Outhwaite and Tom Bottomore, The Blackwell dictionary of twentieth-century social thought,1993:270. 5 Utilizamos la expresión |modernista| en el sentido anglosajón de renovación de las letras.
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valores, significados y símbolos - la cultura del mundo que él/ella habitaban.6 La proyección de uno mismo en las llamadas “identidades culturales” provoca la interiorización de significados y valores, haciéndolos constituyentes de nosotros. Las “identidades culturales” establecen la composición de los paisajes sociales “exteriores” y aseguran nuestra conformidad subjetiva a nuestras necesidades objetivas de cultura. También opera alineando nuestros sentimientos subjetivos con los lugares objetivos que ocupamos en el mundo social y cultural. La identidad, en definitiva, “sutura” el sujeto en la estructura, estabilizando, unificando y haciéndolos predecibles a ambos. Sin embargo, es ahí dónde se están produciendo los cambios. El sujeto que anteriormente experimentaba una identidad unificada y estable se viene fragmentando. Él se vuelve compuesto de identidades a menudo contradictorias o no resueltas. Y ello se viene rompiendo como resultado de cambios estructurales e institucionales. El proceso de identificación a través del cual nos proyectamos a nosotros mismos dentro de nuestras “identidades culturales” se ha vuelto más abierto, variable y problemático. Todo ello está produciendo al sujeto posmoderno, no poseedor de una identidad fija, esencial o permanente, desmarcado de sus representaciones, conforme trataremos en la segunda parte de este relato. Las grandes construcciones culturales, las “grandes narrativas” o “metanarrativas”, son interpretaciones teóricas a gran escala, de aplicación universal y fueron propugnadas por la Ilustración. A ellas se están anteponiendo las emergentes “pequeñas narrativas”, o “narrativas del yo”. A las primeras corresponden las identidades alabadas por la industria cultural en tanto que “identidad cultural” o “identidad colectiva”. Desde otra vía, la crítica epistemológica feminista considera que la definición del sujeto de la Ilustración es netamente masculina y, por ello, las decurrentes aplicaciones técnico científicas sean difundidas desde concepciones tan deshumanizadas. Como éste, otros aspectos exigen aclaraciones. Ella Shoah y Robert Stam (1994) al proponer repensar el eurocentrismo, atribuyen pérdidas a la predominancia de la mirada fija (the gaze), enfocada, propia de la Modernidad y muy presente en los Estudios de la Imagen. Ellos admiten que tal predominancia elide lo oral y sus metáforas musicales, con déficits referentes a las voces, entonaciones, acentos, polifonía. Además, el espacio lógico visual de la Modernidad se vincula a las prácticas metodológicas consagradas por la 6
Marshall Berman (1986), en su obra “Nem tudo que é sólido se desmancha no ar”, realizó un análisis que se hizo muy popular en la cual relaciona el individuo y el espacio urbano metropolitano, como Paris, San Petersburgo, Nueva York y Brasilia.
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ciencia: perspectiva, evidencia empírica, dominio de la mirada. Restaurar las metáforas aurales y musicales, además de instaurar nuevos presupuestos científicos, sería promover la voz de los enmudecidos. Mientras el término imagen evoque un realismo mimético, el término voces propicia los sentidos de delegación e interlocución, conforme vamos a exponer en el apartado sobre la representación social.7 Entendemos que los grandes fenómenos en la industria cultural se encuadran tanto en las “grandes” como en las “pequeñas narrativas”. Entretanto, antes de pasar a su análisis haremos algunos comentarios a cerca de un balance realizado por Paul Gilroy (1998) sobre el tema. Gilroy juzga el tema de la identidad como un importante catalizador de los Estudios Culturales por sintetizar y conectar diferentes investigaciones dentro de las culturas políticas y de la política cultural. Este autor, al realizar un compendio sobre las investigaciones de los Estudios Culturales británicos, propone la sistematización del debate sobre la identidad bajo tres concepciones fundamentales: identidad como subjetividad, como igualdad y como solidaridad. La vía del sujeto y la subjetividad se encargaría de la concepción de identidad más trabajada por los Estudios Culturales. También el pensamiento feminista y la teoría crítica se han centrado en el sujeto, y es desde ahí que surge la obligación de actuar desde un punto de vista histórico. La cuestión que Gilroy (1998:70) utiliza para definir esta comprensión de la identidad es “cómo un sujeto o persona puede llegar a ser él mismo a través de su relación mediática con los demás, y cómo puede llegar a ver a los demás en sí mismo”. La identidad tomada como igualdad presupone tanto el trabajo de la subjetividad (sujetos y su individualidad histórica) como el de las identidades colectivas o comunales (naciones, géneros, clases, generaciones, grupos “raciales” y étnicos). La identidad como solidaridad, a su vez, expresa la fuerza social sobre los individuos y grupos y tiene su efecto mediatizado por las estructuras históricas y económicas en su carácter de prácticas significantes. Tiene que ver con la forma en que las conexiones y las diferencias se convierten en bases sobre las cuales se puede provocar la acción social a través de 7
En el original: “One methodological alternative to the mimetic “stereotypes-and-distortions” approach, we would argue, is to speak less of “images” than of “voices” and “discourses”. The very term “image studies” symptomatically elides the oral and musical metaphors- voices, intonation, accent, polyphony- reflects a shift in attention, as George Yudice suggests, from the predominantly visual logical space of modernity (perspective, empirical evidence, domination of the gaze) to a “postmodern” space of the vocal (oral ethnography, a people`s history, slave narratives), as a way of restoring voice to the voiceless.”(Sohah and Stam, 1994:214).
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encuadres institucionalizados y procesos sociales modelo. La clasificación de Gilroy nos resulta conveniente en el sentido en que posibilita abarcar la multiplicidad de procesos que se ocupan de las identidades que analizamos a continuación. Se trata de las identidades bajo las vías de igualdad como los fundamentalismos, integrismos y creencias religiosas, o los nacionalismos. Mientras los procesos identitarios de solidarización social bajo estructuras económicas son analizados en el penúltimo apartado, los procesos de producción de la subjetividad son más propios de la II Parte, el capítulo 2 - Las identidades de la nueva sensibilidad. Antes de proseguir con la exposición de nuestro análisis, queremos aclarar que estimamos la relación entre iglesias, religiones y colectividades como dispuesta en un rompecabezas cuya expresión en la industria cultural compone un mosaico intrincado e incompleto de la realidad. Asimismo, consignaremos aquellos aspectos que, de forma somera, vienen vinculando
institucionalmente a las identidades con sus diversos
tratamientos. Un recorte se hace inevitable dada la extensión y complejidad del tema. 1 . 2 - Identidad y trascendencia En el arreglo de la identidad a finalidades místicas hay que reconocer lo que dice Henry Lefebvre (1983:81) que hoy día la trascendencia se realiza por medios modernos de representación. El autor sostiene una opinión exacerbada del tema, afirmando que el mundo de las representaciones reemplazó todos los referentes de las tradiciones a través del lenguaje y del discurso. Hay que asir que las representaciones han prevalecido en Occidente sobre los mitos y símbolos e incluso sobre las leyendas religiosas. Esto implica en que las iglesias, así como otras instituciones clásicas (la familia, el estado-nación, la escuela) han perdido las funciones que antaño tuvieron. Josep R. Llobera (1996:10) sostiene que la nación es el valor simbólico más elevado de la Modernidad, equivalente y sucesor de lo que constituyeron las religiones en el pasado. Debido a ello, llama al nacionalismo “el dios de la Modernidad”. Sin embargo, si su largo y profundo análisis permite aceptar tal tesis para Europa Occidental, no se reitera lo mismo con la difusión de representaciones de las identidades de cuño religioso en otras sociedades. En ello, se suele considerar dos procesos que pueden ser distintos o interdependientes: el de la secularización de las formas, sus temas y contenidos en contra de otro, que respecta a la expansión y divulgación de las religiones a través de la industria cultural. Antes de que se hubiera puesto de actualidad por la industria cultural, la identidad 21
religiosa ya demostró poder conmocionar el mundo durante siglos. Conforme destacamos en el próximo capítulo, en el apartado sobre los antecedentes de las representaciones, la Iconografía religiosa constituyó la fortuna de templos y sus mercaderes. Fueron el resorte que promocionó culto y reverencia: fragmentos, oleos, aguas, inciensos, velas, reproducciones, iconos, reliquias, santuarios, santerías, ex-votos, custodias, escapularios, rosarios, frescos, lienzos, réplicas, miniaturas, facs símiles, apócrifos, biblias, códices e incunables, alianzas, anillos, crucifijos, cruces de todo tipo e imágenes sacras. Cabría a Jesús Martín-Barbero (1987:120) analizaría la producción y uso de la iconográfica cristiana bajo dos temáticas: de los misterios y de los milagros. Como es ampliamente reconocido, en la historia de Occidente las instituciones religiosas y políticas habitualmente trenzaban espadas para administrar el poder simbólico a su favor. En las monarquías occidentales, razones de estado dictaron las acciones de más responsabilidad de emperadores, reyes y cortes vinculando fe e interés político. Los Habsburgo hicieron del catolicismo su ideología imperial. En Europa, hasta la separación de la Iglesia y el Estado, en la Modernidad, la protección del súbdito estaba indisolublemente ligada a su credo religioso. La división entre Católicos y Protestantes provocó en la Europa renacentista una escisión ideológica de impacto comparable a lo que, en este siglo, dividió el mundo en dos bloques económicos. El punto común entre las dos pugnas, tan distanciadas en los tiempos, puede estar en que ellas han catalizado la gestión de lo simbólico, con consecuencias profundas en la adscripción identitaria de naciones, culturas e individuos. Conforme lo reconoce cualquier manual sobre el tema, fue la Iglesia Católica quien consagró el término propaganda, en el Concilio de Trento de 1622, en el sentido de “propagare”, o difundir sus preceptos religiosos. Es de donde proviene la acción sistemática y direccionada a la promoción de ideas. La concepción de comunicación social contemporánea en países de lenguas neolatinas es vicaria de esta tradición proveniente del contexto de las acciones de la Iglesia Católica. Por ello, se comprende que es desde la tradición romana se haya determinado las prácticas de comunicación en lenguas neolatinas como comunicación social, mientras que los anglosajones las denominan mass communication. En la actualidad, la proliferación de epifanías industrializadas nos encamina indagar qué hace que una representación sea tomada por religiosa. Stuart Hall (1997b) concluye que una comprensión que propone una lógica unitaria del capitalismo, y una consecuente lectura en este sentido del Capital, ha establecido 22
nuestra incapacidad de entender, entre otras cosas, por qué en Occidente ya no se es religioso en este final de siglo. Se producen situaciones donde no vislumbramos el terreno cultural que tenemos delante. La acción de la industria cultural en el sentido de modernizar la significación espiritual considera tanto las representaciones religiosas institucionalizadas a través de su actualización tecnológica, como su desdoblamiento hacia otros niveles: casetes y cds de música (gospels, canto gregoriano, saetas, mantras, misas, réquiems, plegarias, oratorios), biblias, revistas y publicaciones especializadas y otros productos. También las experimentaciones místicas, sea de las religiones institucionalizadas o de aquellas que, a menudo son revitalizadas por los autodenominados grupos o comunidades alternativas, acuden a las representaciones mediáticas para suplir la demanda de trascendencia. Una característica que favorece a la diseminación de sus representaciones es la de que la identidad religiosa, tal cual la identidad étnica, no está basada en la diferenciación de clase, lo que conlleva consecuencias importantes en términos de no diferenciación de gustos y aptitudes estéticas respecto a las audiencias. A consecuencia de este contexto, las religiones, los integrismos y los fundamentalismos, al igual que otras formas de particularismos (los nacionalismos entre ellos), ya han tenido modernizados ciertos aspectos de su existencia. Es un cambio digno de mención, dado que las religiones históricamente habían acaparado gran parte de los aspectos simbólicos, adjudicándose el rol de gestores de la reserva espiritual de las culturas. 1 . 2 . 1 - La modernización de las representaciones religiosas La Iglesia Católica Apostólica Romana también eligió emular los procesos de comunicación de la industria cultural, proponiéndose a desarrollar su estrategia de promoción evangelizadora bajo prácticas de turismo religioso y cultural. Más que templos de oración, sus iglesias vienen convirtiéndose en espacios de culto a la arquitectura y a las artes. El aspecto de relieve en tal proceso consiste en la progresiva apropiación de amplios espacios de la industria cultural, como fue la publicación de un inventario de las películas consideradas de valor duradero por el Vaticano a fines de los años 90. Se trata de una lista llamada también los “Oscars del Vaticano” compuesta de 45 películas (15 en cada categoría: religiosa, cultural y entretenimiento). En ella, las consagradas obras de Franco Zefirelli y su lectura canónica de la identidad de San Francisco de Asís, en Fratello sole, sorella luna (1972) o de Jesucristo, en Gesú di Nazareth (1977) no están olvidadas 23
evidentemente. Sin embargo, hasta polémicas producciones como Je vous salue Marie (1985), que trata de la identidad de María, o el Evangelio Según San Mateo (1964), de directores tan singulares como Jean-Luc Godard o Pier Paolo Pasolini fueron admitidas. La novedad de la proclamación demonstró la concesión que la Iglesia
viene
haciendo en el sentido de operar con recursos simbólicos que renueven su embate con el Islamismo, la rehabilitación institucional de la Iglesia Ortodoxa Rusa, o las nuevas fuerzas del Pentecostalismo que se han implantado hasta en espacios tradicionales del catolicismo. Producciones distintas como las ediciones del Decálogo (1987-89), Tres colores: el azul (1993), de Krzystof Kieslowsky, o incluso la identidad de San Juan de la Cruz o de María Magdalena, ahora quedan resguardados bajo el ideario católico. Además, el inventario incorpora producciones que no se encuadran estrictamente en el campo de significación sálvico-cristológica, como la inclusión de las películas Festín de Babette (1992), de Just Betzer, y Bagdad Café (1987) de P. Adlon. ¿Qué implica la publicación de tal inventario? La ponderación hacia el valor de las obras promocionadas permite comprender que se han contemplado a la vez sus características intrínsecas y extrínsecas. Las últimas permiten afirmar que la identidad autorial ya está desmerecida en tanto que somera etiqueta en que se acaba de subsumir el autor. El hecho de que su director sea gnóstico o protestante, que provenga de la experiencia comunista o sea un creador de perfil holywoodiense parece no intervenir en la apreciación de la obra. La característica intrínseca considera que la manipulación de la significación en favor de la fe católica consiste en observar el sentido de lo sagrado, las experiencias trascendentales y la mirada hacia Dios como aspectos determinantes del contenido y de la forma. Conforme E. E. Kieser (1999) declara desde las proposiciones de Paul Ricouer respecto a la nueva estrategia, se produce una nueva fórmula que equipara la calidad de la obra con su validez religiosa dónde: valor estético = valor antropológico = valor religioso La hermenéutica cristiana se abre, desestimando metáforas obvias como, por ejemplo, aquellas fijadas en el estilo bíblico espectacular, y avanza en el sentido de no preestablecer interpretaciones apócrifas. Edgar Morin (1993) ya se detuvo en la comparación del entrevistador de televisión con los confesores religiosos católicos al conceptuar a la entrevista como un rito laico que actualiza la revisión de responsabilidades y culpas de alguien al cual se concede prestigio público. Podemos observar claramente que el tema de este apartado es fértil en desacuerdos. 24
Mientras la Iglesia Católica enseña sus armas para el nuevo milenio, en otros espacios parece solidificarse la acción de resistencia a la industria cultural. ¿Qué suerte de relaciones socio-religiosas ha determinado que no se puede encarnar teatral o cinematográficamente a los personajes bíblicos en la cultura musulmana? Por ejemplo, en la cultura musulmana, el uso obligatorio del velo, hijab o chador permite identificar un largo número de estrategias que convierten la presencia femenina también en afirmadora de una opinión, conforme señas que se le adscriben: la tela, el color, sus patrones textiles. Ya otra cosa es el niqab o la burka, que cierran la visión de los atributos de la presencia femenina al público. La película de Abbas Kiarostami (1993) A través de los olivos, problematiza este universo entrecruzado de tradición y modernización. Es una producción que sitúa la pretensión universalista de la industria cultural en unas contingencias que restringen su desarrollo. Entre ellos, los prejuicios religiosos seguramente son los obstáculos más ostensibles. Mientras la propuesta de Kiarostami es la de promocionar un Islán de la tolerancia, interpretaciones de las prescripciones coránicas impiden realizar imágenes de las cosas vivientes. Se dice que el Islam asevera una juiciosa sentencia a ser aplicada a sus ejecutores cuando, en el Juicio Final, las representaciones vengan a cobrar vida y ellos fracasen en el ordenamiento de que las deben resucitar. El fallo les hará sobrevenir el fuego eterno. La película de Youssef Chahine, Al-Mohaguer/L´emigré (1995), al ser prohibida en su país de origen, Egipto, expone esta contingencia. Hay un aspecto común entre los usos de la identidad judía y la de los musulmanes que reside en su peculiar vinculación entre religión y soberanía del Estado-nación. La relaciones económico-políticas entre el Estado Iraní y el Reino Unido han, en efecto, determinado la cesación de la fatwa a Salman Rushdie por sus Versos Satánicos. El hecho demuestra en qué medida los chiítas persas evalúan afectada su conducción política por la difusión de su cultura en la industria cultural de Occidente. En la producción literaria, el caso de Salmán Rushdie está reiterado con frecuencia por la concesión de distinciones a escritores africanos, latinoamericanos y asiáticos, en un esfuerzo de pacificación y relaciones interculturales. La identidad judía se ha vuelto un caso paradigmático por muchas razones. Lo que queremos destacar es que si hasta mediados de este siglo se acotaba entre las identidades de tipo etnoreligioso, a ejemplo de lo que todavía son los Druidas, a la creación del Estado de Israel, en 1948, le vino a adjuntar la componente de nacionalismo. Y aunque se pueda adverar la tradición cultural y religiosa como la principal característica de su manutención 25
identitaria en los siglos de adversidades y diásporas, no hay que olvidar que el reclamo por un territorio es elemento constitutivo de sus contenidos. Sin embargo, pese a todas las transformaciones en el campo de lo religioso, se mantiene un intercambio entre credos y representaciones donde la industria cultural desempeña un rol fundamental. Numerosos procesos dan cuenta de la extensión del fenómeno. La figura del pastor electrónico de las Iglesias Protestantes en América (Estados Unidos y Brasil, por ejemplo), que disponen de cadenas, canales y horarios de televisión y radio, además de una prensa especializada en la prelación religiosa. Viejos cines se convierten en templos improvisados y el carisma de un pastor performancista atrae fieles a un espectáculo. En Oriente, cuando China se anexionó el Tibet, en 1959, la cultura religiosa y nacional tibetana sufrieron amenazas. Después del éxodo, uno de sus monjes, Ranjit Makkuni (1997) viene a anunciar el desarrollo de un programa informático de enseñanza de pintura de rollos de pergamino desde la ayuda norteamericana. Se intenta salvar parte de los conocimientos que durante dos milenios habían sido transmitidos por métodos personalizados. Para entender cómo transige la representación en los actos de fe, se hace pertinente reconocer que las religiones resguardan su fundamentación racional y las representaciones responden substanciando sus tradiciones, dogmas y creencias. Mientras las religiones preserven sus ritos, a través de sus doctores, tablas, leyes y enseñanza doctrinaria, el creyente no se deshace del abroquelamiento religioso. Es cuando este equilibrio se desestabiliza que sobreviene la difusión de los fundamentalismos. Ellos escapan al control institucional de las religiones desde la acción de un grupo que valora más el dogma que el orden racional, expresándose en un terreno fértil al protagonismo de creencias religiosas y valores sectarios. Hay algunos aspectos que se anteponen a estos procesos. Como veremos en la II Parte - El despliegue de las nuevas identidades, marginados por diferentes fuerzas, determinados movimientos se retraen en defensa de sus enclaves. Además, las difíciles relaciones Occidente-Oriente, a la par que las diferencias socio-religiosas, favorecen que los medios las presenten preferentemente como actividades de terrorismo. La profusión de representaciones de las identidades en las religiones, sectas y fundamentalismos demuestra cómo es compleja y, quizá, eurocentrada, la noción de desplazamiento de las religiones de la centralidad de las culturas. 1 . 3 - La identidad colectiva 26
“He nacido blanco, soy vasco y soy europeo, una cuestión de azar, pero también de suerte, porque, hoy por hoy, el origen de los seres humanos marca definitivamente el futuro”. Fue este el mensaje de una campaña de propaganda lanzada por el partido nacionalista vasco Eusko Alkartasuna a fines de los 90. Sorprendido y sin comprender el alcance de sus palabras, un dirigente suyo aseguró no tener intenciones racistas.8 Para explicar el impacto de campañas como esta, especialmente la polisemia que de ella se despliega, se hace pertinente aclarar que las representaciones de la identidad colectiva (cultural, nacional, étnica) establecen puentes simbólicos. Estos puentes, al hacer el trabajo de vincular individuos singulares bajo intereses comunes, articulan su inserción en una comunidad. La aparente solidez plúmbea de las identidades nacionales se debe a que son de las más desarrolladas simbólicamente. Anthony D. Smith (1997:154) entiende los nacionalismos en tanto que ideología, simbolismo o movimiento y analiza la relación entre identidad cultural y movimientos nacionalistas. Smith las juzga como la principal forma de identificación colectiva. Ellas nos hacen creer en lo especial, imprescindible e irremplazable que legan a sus compatriotas. El simbolismo asigna la pertenencia mutua a una comunidad específica, donde los compatriotas alaban su origen común y sacan a relucir sus reminiscencias. Ellas nos complacen rehabilitando una pasada Edad de Oro. Así se conforma la ilusión suprema y la base de su influencia: la referencia a una cultura, credo o etnia comunes establece las bases de lo que se considera como nacionalismo cultural. Por ende, la recurrente representación de la identidad colectiva expone la necesidad de la vida social de abolición o reinserción en la tradición y en los particularismos. Por ello, se verifican los matices del fenómeno de los nacionalismos. Ernest Gellner (1997) identifica que hay naciones “con ombligo”, lo cual hace que su gente reclame precedencia en ciertos derechos y considere profundamente su sentido de pertenencia a una comunidad dada, independientemente de su relación con el estado. En Europa Occidental, para apenas hablar de algunos casos, se presentan los gitanos, catalanes, vascos, gallegos, galeses, irlandeses católicos, bretones, escoceses, lapones. El carácter activo o pasivo de su proyecto nacional expone lo que Juan G. Linz encuadró como nacionalismo periférico. Las expresiones de nacionalismo subalternas en el contexto de un estado-nación han tenido una definición paradigmática con tal concepto, aplicado por Linz (1986:369ss.) en la 8
Entre la amplia cobertura hecha 03.12.1998, n. 37, p. 73.
televisión, periódicos y revistas, véase Paris Match, Barcelona,
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relación del Estado Español con el País Vasco. El concepto de nacionalismo periférico subraya el rol de los conflictos centro-periferia y las resistencias decurrentes en la constitución de los estados modernos. Tales resistencias se presentan hacia el centro organizador del estado y están basadas en largos procesos históricos. Juan J. Linz (1986:369ss.) acredita a Stein Rokkan el mérito de haber estudiado la resistencia de territorios y sus habitantes a la plena integración en la creación de los estados modernos en Europa. En la aparición y consolidación del estado-nación, la identidad se vincula con los nacionalismos, es un tema suyo y por eso viene a constituirse en objeto preferente de la emergente clase burguesa.9 No extraña, por ello, que la identidad nacional sea, a menudo, tomada por la producción cultural misma: poesía, prosa, música, artes plásticas, danzas, lengua. Todas ellas son expresiones que rellenan lo cotidiano de la industria cultural y asignan sus contenidos. Entre las aportaciones del debate sobre identidad e industria cultural, sobresale una que llamamos más bien cultural, de corte nacionalista, y otra colectiva, al referirse a las identidades de los marginados y, ellas mismas, identidades marginadas. En este período ocurre un largo debate sobre la actuación de los medios de comunicación, principalmente la prensa y la televisión, en los temas de los nacionalismos desde manifestaciones terroristas y militares. Estos aspectos han demostrado sus contradicciones en los fórums patrocinados por la Unesco donde se propugnó la defensa de las identidades frente al imperialismo cultural. Este debate ya se había propuesto desde los propósitos de desarrollo de una comunicación intercultural que contó con intensa participación del Tercer Mundo desde los años 60. En los años 80, se desarrolló un apreciable conjunto de trabajos, teniendo como paraguas la necesidad de reconocer el uso social de los medios y la búsqueda de una nueva legitimidad que sería aportada por un valor que, desde este momento, empieza a reconocerse, la identidad de las naciones tercermundistas, las naciones sin estado, las lenguas minoritarias y las minorías, étnicas, sexuales o indígenas, entre otras. Entretanto, no se pueden confundir los aspectos tecnológicos y legislativos en las postulaciones de democracia cultural frente a las disputas imperialistas, del pasado y del presente. John Tomlinson (1991:3) señalaría una paradoja que dividiría posiciones 9
Jürgen Habermas (1982) al referirse al nacimiento de la Psicología desde los intereses burgueses y la afirmación del individualismo liberal viene a insertar el desarrollo de la identidad en la intimidad familiar.
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intelectuales y políticas, impidiendo definiciones sencillas en el tema. Se trata de las contradicciones económicas producidas entre los poderes económicos al servicio de la dominación cultural. Los conflictos entre los grandes grupos de la industria cultural, cuando analizados desde el escenario concreto de cada Estado-nación, se suman a los conflictos internos peculiares a cada Estado. Véase la Figura 1: Figura 1 - Trajes regionales
Fuente: Folleto de promoción de la película distribuido por Wanda Distribución.
Entre tanto, el debate en la Unesco vio incrementado su poder de movilización con la posición francesa de defensa de su patrimonio cultural frente al poder económico de los conglomerados de comunicación y nuevas tecnologías, cuya centralidad se localizaba en Estados Unidos. Son consecuencias suyas la politización de la defensa de las identidades y el refuerzo de las políticas culturales y nacionales de comunicación. Junto a ellas se interponen orientaciones ideológicas hegemónicas, diferencias étnicas, religiosas y culturales propias, la definición de subsidios y la competencia local entre los grupos que se dedican a la producción audiovisual. Trajes regionales o folclóricos suelen ser una de las representaciones decimonónicas de los nacionalismos, exhortando de forma jocosa o amena, en actuaciones infantiles y juveniles, en muñecas de souvenir o en concursos de mises. Al emplearlos, como en la película referida, parece haberse desvanecido la gravedad de cuestiones como la perspectiva histórica de las izquierdas respecto a la llamada cuestión nacional, la referencia marxiana a la “idiotez de la vida rural” y las tendencias internacionalizantes de lucha unificada de los trabajadores. En Brasil, se pasan situaciones por el estilo, dado que sus regionalidades poseen precedencia muchas veces a la nacionalidad común. No se hace sorprendente, por tanto, que un director de cine de izquierdas, como Manuel de Oliveira, vistiera a los personajes de su película Viagem ao começo do mundo (1997) con indumentaria folclórica. En la última secuencia él sustituye el vestido marinero 29
de la protagonista y viste de campesinos portugueses sus tres protagonistas. ¿Sería una señal de abandono de las aventuras de ultramar hacia el sobrecogimiento continental? Para ejemplificar la complejidad de algunas situaciones, la identidad cultural del País de Gales, conforme el análisis de Alison Griffiths (1995), presenta un conflicto con lo que los intereses ingleses definen en tanto que la identidad nacional de todos los británicos. Además, a la pugna identitaria entre País de Gales e Inglaterra se añade una otra dificultad, como es la de que el Reino Unido conlleva además un nivel internacional en sus procesos de afirmación de la identidad nacional. Es el caso reconocido de las naciones sin estado. A propósito de ellas, Josep Llobera (1996) sostiene que si las identidades nacionales logran imponerse frente a políticas represivas se debe a su flexibilidad y capacidad de supervivencia. El fondo de la cuestión, sin embargo, es muy antiguo. Precisamente en este contexto se puede recordar el análisis de Ernest Gellner sobre la formación del nacionalismo en las antiguas sociedades agrarias, en la formación primitiva del estado (en Europa), en su relación con los factores culturales: “Los factores determinantes de las fronteras son distintos en su totalidad de aquellos que determinan los límites culturales.” (Gellner, 1983:12).10 La formación de los estados nacionales no prescindiría de representaciones de la identidad colectiva, principalmente aquellas referentes a la posesión de un territorio o una lengua. La panoplia del simbolismo nacionalista es recurrente y data por lo menos desde la Antigüedad: la lengua, el sistema alfabético y numérico, el sistema de escritura, el gentilicio, la bandera, el estandarte, el himno, los emblemas (armas, escudos, anagramas), el territorio, la nacionalidad y la moneda. Por otra parte, puede ser particularizada simbólicamente desde los leones de la realeza, las coronas, los soles, las cruces y estrellas, las lunas de una concepción específica del tiempo, las águilas, los robles y árboles, los gallardetes y otros ramos, el énfasis en los colores y formas geométricas predilectas, las flechas, las caras y cruces de las monedas. Sus prácticas significantes se alinean con las ceremonias, retratos oficiales, desfiles, festivales, torneos, galones, paradas militares, panteones y monumentos a los caídos. Por otra parte, se observa que la especulación acerca del tema de la identidad colectiva sin duda se beneficia de las prácticas de difusión de modas, de la expansión de ideologías, promulgación de leyes, censura e imprenta. Ellos constituyen también los 10 En el original: “The factors determining political boundaries are totally distinct from those determining cultural limits.”
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contenidos preservados por ejercicios de la Heráldica, Filatelia, Genealogía, Protocolo y Numismática que enfatizan los estrechos vínculos entre el poder y el uso de las representaciones y sus propósitos legitimizantes desde el pasado. Al intentar proseguir con la investigación acerca del papel de las identidades en la cultura, se nos presenta la hipótesis de que, si la identidad fue el tema par excellence de los imperialismos, ¿qué es lo que ahora despierta tanta atención y que ha ensanchado el sentido de esta palabra incorporando tantas manifestaciones? Una probable respuesta es que, en la era de los imperialismos, la identidad fuera considerada estáticamente, como señaló Edward Said (1996), se plasma la identidad en tanto que identidad cultural. Bajo los imperialismos, todas las culturas son híbridas, extraordinariamente diferenciadas y no monolíticas. Sería un resultado de este proceso el aspecto valorado como el que
más afectaría al siglo XX: el de las identidades
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nacionales. La conflictiva composición de los estados nacionales, las incompatibilidades étnicas, lingüísticas, culturales y religiosas en el seno de un mismo marco jurídico nacional están en la raíz de las guerras mas violentas de la historia de Occidente. Las grandes guerras de este siglo señalarían para muchos el triunfo del principio de identidad nacional. En el historial de las identidades se ha comprobado, por ejemplo, que en ciertos períodos los griegos establecían su distinción respecto a los extranjeros entre ellos, pero con el atenuante de que hablar el Griego era una condición que absolvía el origen foráneo y posibilitaba integrarlos en la polis. Los romanos a su vez, son los responsables de la expansión de la latinidad, bajo la diferenciación interna, social y cultural de la lengua literaria con respecto al habla vulgar. Si el Latín fue la lengua usada para fines legales, sin embargo se permitía la vigencia de lenguas autóctonas.12 Desde esta paradoja, el Latín se convirtió más bien en capital simbólico para dominio de la Iglesia Católica que para el propio Imperio Romano. Además, él se mantuvo en prácticas oficiales de varios estados hasta muchos siglos después de la decadencia del Imperio Romano, como hasta hoy día en el Estado del Vaticano. Así, no es extraño que la Reforma Protestante se basara, entre otros aspectos, precisamente en lo lingüístico. Podemos recordar aún que el Latín fue la lengua oficial de las pláticas de la Iglesia Católica hasta entrados los años 60 de nuestro siglo. En este contexto, el libro y la industria editorial se verían extremadamente favorecidos por la alabanza a las literaturas nacionales en el siglo XVII: “Tras agotar el 11 12
Para un análisis profundizada del tema, véase Smith (1997). Véase Emile Condurachi (1986:112ss).
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mercado del Latín, los capitalistas se orientaron hacia las lenguas vernáculas”, afirma Josep Llobera (1996:143). Es cuando se afirma el estado nacional como garante de la identidad de los individuos. Como cualquiera lo reconoce, hoy día la condición ciudadana pasa por la posesión irrevocable de un documento de identidad personal, carnet o pasaporte, tanto como por la ostentación de inmunidades diplomáticas, trato preferencial, salvocondutos, credenciales profesionales, tarjetas de acreditación y crédito. Benedict
Anderson (1983) consigna que el desarrollo de la imprenta fue
fundamental para la formación de la conciencia nacional. El libro fue la primera mercancía producida industrialmente. Las consecuencias para los movimientos nacionalistas fueron sentidas no sólo en las metrópolis como en las colonias. En esta línea emerge su concepción de las comunidades imaginadas: construcciones “discretas”, independientes y polisémicas como el imaginario colectivo. El adjetivo imaginadas puede ser engañoso, pues antes que ficticias, tales comunidades viabilizan la demostración de su articulación en condiciones para las cuales los procesos de comunicación son algo fundamental. Además de la interpretación de Anderson sobre la contribución del libro a la difusión del ideario nacionalista y su acción en pro de la cohesión
nacional, Smith
(1997:142) resaltaría la contribución de las redes de comunicación a pequeña escala para la proliferación de nacionalismos lingüísticos y étnicos en la actualidad. La relevancia del tema para una respuesta a las preguntas que nos planteamos en esta investigación procede del encuentro con la investigación socio-histórica en lo que suelen denominar el “lenguaje” o el “discurso” de los movimientos nacionalistas. Conforme lo señaló Llobera: “Sostengo que el discurso nacionalista es un campo semántico privilegiado que encapsula, in nuce, la estructura y la dinámica de Europa Occidental moderna en general y de cada país específico en particular. El problema es cómo interrogar este discurso, cómo descubrir las reglas de su formación y cómo evaluar sus efectos sobre la sociedad.” (Llobera, 1996:15). Desde otra vía, Isaiah Berlin también señala las características del “lenguaje” que son utilizadas en este fenómeno. Al igual que otros autores, Berlin afronta la polémica negando fundamento racional a los nacionalismos. Afirma que, aún en sus formas más moderadas, ellos provienen de los sentimientos más que de la razón, teniendo como hermanos al racismo y al fanatismo religioso, enraizado en la percepción acerca de las diferencias entre una sociedad y otra. Berlin es contundente en su ataque a los nacionalismos: 32
Pero incluso en sus formas moderadas el nacionalismo brota del sentimiento más que de la razón, de un reconocimiento intuitivo de que uno pertenece a un determinado tejido político, social o cultural, en realidad a los tres en uno único, a un esquema de vida que no puede dividirse en componentes separados, u observarse a través de un microscopio intelectual; algo que sólo puede sentirse y vivirse, no contemplarse, analizarse, descomponerse, probarse o reprobarse. El lenguaje utilizado para describirlo suele ser romántico o, en casos extremos, violento, irracional, agresivo; y, especialmente en nuestro propio siglo, propenso a desembocar en la opresión cruel y destructiva, y, finalmente, en la masacre espantosa. (Berlin, 1998:334) (cursiva nuestra).
En este nivel, no hay diferencias entre su militancia y las peñas de hinchas de un equipo deportivo. Ambas comparten lo que algunos apuntan como la principal característica de los nacionalismos: la pasión. Sin embargo, también la defensa de los nacionalismos opera por las vías de lo emocional. Las dramáticas consecuencias de este período las podemos comprender desde la conclusión patética del físico judío-alemán exiliado en Estados Unidos Albert Einstein, expresada ya en 1930 y que reconocía el protagonismo de aspectos vinculados a las Humanidades: “Tendemos [...] a poner excesivo énfasis en las influencias materiales sobre la historia. Los rusos en especial cometen este error. Los valores intelectuales y las influencias étnicas, la tradición y los factores emocionales son igualmente importantes. De no ser así, Europa sería hoy un Estado federado, no un manicomio de nacionalismos”. (Revista El País, 1998:89). Conforme refiere Anderson: “En una época en que ello es tan común para intelectuales que son progresistas y cosmopolitas (¿en particular Europa?) insistir en el carácter bélico patológico del nacionalismo, de sus raíces en el temor y odio hacia el Otro, y sus afinidades con el racismo, se hace necesario rememorar que las propias naciones inspiran amor, y generalmente un amor profundamente autosacrificado” (Anderson, 1983:129).13
Por lo tanto, pese a los condicionantes de trabajar por procesos de
investigación definidos por una visión fragmentada del conocimiento, tenemos evidentes aspectos en común. En resumen, aquello que los historiadores designan por el “lenguaje” de los nacionalismos implica en un vis a tergo, la mirada propia de la industria cultural hacia el pasado.
13
En el original: “In an age when it is so common for profressive, cosmopolitan intellectuals (particularly in Europe?) to insist on the war-pathological character of nationalism, its roots in fear and hatred of the Other, and its affinities with racism, it is useful to remind ourselves that nations inspire love, and often profoundly self-sacrifing love” (Anderson, 1983:129).
33
1 . 3 . 1 - La modernización de la identidad colectiva Las representaciones que se vuelven hacia la identidad cultural y nacional vienen gozando de un creciente prestigio en la industria cultural. Toda manifestación política o deportiva requiere estar acompañada de mercancías de rápido consumo: gorras, bolígrafos, pins, buttons, carteles, banderolas, bufandas y las polivalentes camisetas. En ellas se inscriben eslóganes, refranes, lemas, iconos, mascotas, colores. La práctica de modernización de las identidades opera en la actualización y difusión de aspectos de la cultura, principalmente los niveles populares, que se presentan folclorizados, bajo nuevos códigos y por nuevos procedimientos tecnológicos. Muchas veces las representaciones operan despertando reminiscencias antiguas y ya desaparecidas de lo cotidiano. Su actuación consiste en poner al día contenidos culturales sustraídos del contexto original. Se estima que, en las culturas populares pre-industriales, pero también con relación a las minorías, los símbolos obedecen a un código en el cual su significado se presentaría
fechado.
En
consecuencia,
se
intenta
actualizarlos,
sopesando
su
mantenimiento en cánones consagrados desde el pasado, lo cual puede o no ser afectado. Estos cánones especifican que hay un código, un ceremonial y un protocolo reconocido por sus practicantes. Referir a los símbolos puede implicar reverenciar o desestimar el pasado y sus tradiciones legitimadoras del orden. Véase la silueta negra del “Toro de Osborne”, ¿nos estaría evocando el arquetipo del Minotauro? Figura 2 - El “Toro de Osborne”
El hecho es que, desde un rótulo de bebida se produjeron unas vallas publicitarias. Ellas ganaron las carreteras y tiendas de souvenirs, consagrándose todo un símbolo 34
internacional de la internamente desestimada “identidad española”. Figura 3 - El emblema de fútbol
Fuente: http://www.zaz.com.br/, el 12.07.98, 9:53
Se puede observar que el dibujo del escudo presenta cuatro estrellas. Su disposición hace suponer un espacio para la quinta estrella, que sería la quinta victoria del equipo nacional brasileño en los Mundiales de Fútbol. Pese a la expectación nacional e internacional, ella se quedaría en Francia y sería conquistada solamente en la otra copa. Así como el Cine o la Publicidad, también el Periodismo se puede convertir en un rito que constantemente actualiza valores consagrados, aunque bajo un manto de celebración de lo novedoso. Correspondía al telediario Euronews, en su momento, enfrentarse en lo cotidiano con la plétora de etnonacionalismos europeos para legitimarse. Semejante desafío enfrenta el canal TeleSur en América Latina en la actualidad. La concreción de las identidades en la industria cultural opera básicamente desde un reconocimiento modélico o estereotipado con base en la observación de largas tradiciones. Los nacionalismos los utilizan
afirmativamente, mientras los racismos
promocionan la abolición de la posibilidad de representación propia o positiva de un individuo o grupo social en favor de la cultura dominante, obliterando aquellos elementos que permiten una lectura favorable. En este contexto, se hace la denuncia de que la práctica del estereotipo es un acto de piratería: actúa en el reconocimiento de la existencia de determinados problemas, temas, formas u objetos y en el descrédito de otros. Uno de estos efectos perversos, en el caso de las minorías, es el provecho sacado de los estereotipos, los cuales pueden ser percibidos como profundamente negativos a personas que pueden creerse referidas por ellos. Igualmente, el terrorismo puede ser muy estimulado por la cobertura y promoción que le conceden la referencia sensacionalista de los medios masivos. Estos, cuando pasan a atribuir atención a los actos terroristas, distinguen de alguna manera a una simbología hasta entonces despreciada socialmente. Pese a la intención manipuladora del terrorismo respecto al Periodismo, el tratamiento instrumentalizado y unidireccional impide que emerjan sus contradictorios. 35
Por ejemplo, hay un debate sobre el encuadre de las representaciones del terrorismo, además de su significación social misma, dado que en el Periodismo hay tendencias variadas que suelen inclinar su trato a los encuadres de criminalidad. Miguel Rodrigo Alsina (1991) discute el tema con base en la hipótesis de que el discurso periodístico sobre el terrorismo tiene connotaciones básicamente políticas. A menudo se señala la condición indefensa del público frente a la locuacidad de las acciones de organizaciones terroristas, sectas fundamentalistas, grupos ultranacionalistas, conflictos secesionistas, movimientos integristas y otros que se adjudican la defensa de sus identidades. Ello nos obliga a evaluar las mediaciones de la publicidad, el cine, los géneros periodísticos, los formatos televisivos de entretenimiento y la injerencia de los intereses socio-políticos en sus definiciones. En suma, se puede concluir que la acción simbólica de las representaciones de las identidades en los nacionalismos reside en que ellas atizan el fuego de los recuerdos. Sea en tanto que tradiciones asentadas en el medievo, como sostiene Llobera (1996), o “tradiciones inventadas”, como propuso Eric Hobsbawn (apud Thompson, 1995), la remisión que proporciona su acción representativa se vuelve hacia el poder indestructible del pasado en el presente. 1 . 4 - El mercadeo de las identidades En los dos apartados anteriores encontramos las identidades como un precipitado histórico y sus representaciones se hacen más o menos acordes a las finalidades en boga. Las identidades religiosas, étnicas y nacionales recurren a la expresión de lo que tienen como sus fundamentos identitarios: mitos, dogmas, valores, símbolos y tradiciones. Desde sus actividades se fueron estructurando prácticas encomiásticas que están en el origen de la Publicidad y Propaganda: panegíricos, epifanías, alabanzas, loas, galardones, apologías y laureles. Sin embargo, el fenómeno de la expansión de la acción capitalista en varios sectores de lo cotidiano viene extremando la mercantilización también de los espacios dedicados al trato de las identidades. Es así como llegamos a la remarcada actividad de producción de la identidad de marca. La marca es un fenómeno histórico y socio-cultural de reconocido talante que, al igual que la identidades citadas, tiene orígenes que se pierden en el tiempo. Estampas, sellos, viñetas, insignias, monogramas, marcas de agua son huellas históricas de referencia al poder que ahora son requeridos por las actividades del mercado y su disciplina 36
predilecta, el Márketing. En este ámbito, la relación entre identidad y marca se viene constituyendo en recurso irremplazable. Ella es el distintivo par excellence de la promoción del consumo cultural y cualesquiera otros productos o servicios. Obtener un status de “marca registrada” es la aspiración de toda actividad de promoción. Más que diferenciación comercial, la definición y posicionamiento de una marca son cada vez más reclamados en amplios aspectos de la Pragmática de la Comunicación. Antes de proseguir, precisamos que dos nociones vengan a confluir en el tema de la identidad de marca: a) La identidad del consumidor que opta por un producto o servicio, y b) La identidad del producto o servicio que se conforma a los designios de su consumo. En las dos situaciones se propone una forma de “identificación”. Veamos cómo opera: • La identidad del consumidor - Para que se entable una relación entre producto y consumidor éste debe ser reconocido por los fragmentos referentes a su identidad sexual, edad, poder de consumo, inserción socio-laboral, sus roles y todos aquellos que se estima
contribuir al conocimiento de su
especificidad para los fines de adecuación entre demandas y servicios. • La identidad del producto o servicio - define el reconocimiento que promueve el trueque entre el producto o servicio y una particular oferta suya en un universo de competencia exacerbada de similares. • Es el uso abusivo e integrado de las dos nociones lo que proporciona el protagonismo del tema aquí tratado. La intervención del mercado en las relaciones íntimas de los individuos hace fundamental la construcción de la imagen comercial de una marca para la identidad del producto o servicio. Jean-Marie Floch (1993:92) entiende que, al considerar las constantes de expresión y contenido de una marca, nos acercamos a su identidad. En el contexto de mercado, tal identidad es una “visión de mundo” específica del producto o servicio que consigna. Se estructura una singularidad donde marca y producto no detentan preexistencia uno hacia el otro. Se reconoce un valor fiduciario de una marca en el lazo de confianza que conlleva y señala el movimiento que conduce a su generación, manutención o muerte. Por ello, toda marca implica un contrato y, de ahí, confiere una cierta solemnidad al producto que designa. Antes que adquiriera tal protagonismo, la marca comercial era concebida en tanto 37
que somero recurso de distinción frente a la proliferación de congéneres. Su evolución espectacular ha posibilitado que la imagen de marca sea hoy tomada más estratégica que el énfasis en las cualidades intrínsecas del producto o servicio que identifica, sea él transporte público o un cigarrillo. Ella puede incluso trascender las características del producto para el cual fue originalmente creada, estableciendo mecanismos de deferencia social y, de esta manera, expandir su contrato hacia otros productos. Es cuando el fenómeno de las prestigiosas griffes se impone. Por todo ello, Andrea Semprini cree que
“La marca
moderna no pertenece al mundo del comercio sino al mundo de la comunicación” (1995:19). Él propone una aproximación semiótica al tema en un constructo multidisciplinar. La identidad de marca, desde este contexto, es estimada en tanto que un objeto semiótico donde su condición discursiva entabla una compleja interactividad entre agentes y receptores. Sostiene Semprini que “Una marca sólo es tangible y observable a través de su identidad” (1995:62). Hay un intercambio continuado, un movimiento incesante que envuelve tres subsistemas, denominados por Semprini de a) enciclopedia de la producción, b) entorno, c) enciclopedia de la recepción. Esta concepción de enciclopedia, tomada a Umberto Eco (1987) y Eliseo Verón (1977), busca resaltar el carácter dinámico de la marca, contrariamente a aquellos que creen que marcas fuertes y duraderas lo serían por la capacidad estática de sus características. Una enciclopedia, define Semprini (1995:64):”es un conjunto de competencias, de experiencias, de actores, de relaciones, de ideas y de voluntades estructurado por una dimensión enunciativa común”. La marca es trabajada como un texto de género publicitario, que toma como soporte expresivo iconos, sonidos y elementos lingüísticos. En Publicidad y Propaganda se sabe que sólo los significados simbólicos pueden crear o expresar una identidad corporativa con el sentido de darle un cuerpo, una cara, un carácter. Es el caso renombrado de las voces étnicas fotografiadas para las campañas “united colors of Benetton”. También el Periodismo, cuando utiliza recursos visuales para la fijación de la identidad de una sección editorial, una secuencia de reportajes, está operando con principios de identidad de marca. La marca en Periodismo, por lo tanto, señala un distintivo y una diferencia. Por fin, una breve referencia a la representación olfativa, quizá, de las representaciones que cuenta con el aparato más sutil de la industria cultural. Su cumplido consiste en convertir un olor en una poética visual. Pese la complejidad semiótica, como atributo de identidad tiene un valor de consumo determinante en un sinnúmero de 38
productos vinculados a la identificación personal. El perfume Channel no. 5, por ejemplo, disfrutó la publicidad de ser la “ropa” preferida de Marilyn Monroe. La conversión de atributos de olor y sabor en atributos visuales y sonoros viene siendo cada vez más requerida en la Publicidad, ambientación y decorado de franquicias de comida rápida, los fast foods y trattorias. En un creciente número suelen apelar al suministro de comida “típica” (china, italiana, mejicana y otras) como un mecanismo de diferenciación mercadológica. Sin embargo, la difusión de los atributos olfativos siempre fue restrictiva, algo sobrellevado a través de la distribución de muestras gratis y el franqueo a demostradores requisados por herbolarios, cafés o panaderías. 1 . 4 . 1 - La logomarca El logotipo es un recurso de identificación que evolucionó desde la fijación de la identidad por un proceso de palabra para incorporar la visualidad, su animación, el audio y la temporalidad, haciendo que se tornara muy compleja la producción de efectos de sentido de la narrativa, todo ello añadido a su anterior carácter verbal para aquellos medios que sucedieron al libro y a la prensa. No se desprecia por lo tanto, lo que conllevan los antecedentes de la utilización del logotipo en el cine y por cadenas de televisión, que anticiparon la inmersión actual, propiciada por los ordenadores y sus prácticas interactivas. Un logo es compuesto por un estilo particular de letras armonizadas en un estilo lineal o pictórico.14 Sin embargo, otro distintivo característico recibe la denominación corriente de logomarca. Jean-Marie Floch (1993,1995) coincide en que la marca, al igual que el logotipo, contiene inherentemente ciertos modos de articular y de pensar. En el mismo sentido, afirma él
que: “La marca es una palabra, tomada y mantenida. [...]
Compromiso, caución, promesa o responsabilidad por una parte, confianza, cariño, o incluso afecto por la otra: hay que ser dos para crear una marca.” (Floch, 1993:92)(cursivas en el original). Asimismo, hay el gimmick, bien como la mascota, unos artefactos a priori habilitados a enfatizar el enlace afectivo con el público, conforme reconoce la promoción deportiva de equipos y grandes competiciones, como los Juegos Olímpicos. A pesar de ello, la logomarca, en general, acentúa el carácter icónico y no verbal del logo. Tanto ella como el logotipo actúan como una imagen que pretende titular la
14
Para una distinción entre el estilo lineal y el pictórico, Jean-Marie Floch (1993:82ss.) desarrolla su aplicación en la Publicidad.
39
personalidad de una corporación, producto o servicio específicos.15 Desde un razonamiento que incorpora algunos de estos principios, la promoción del capital de marca de vehículos recurre al contenido retro. Véase la Figura 4: Figura 4 - La marca retro
Fuente: http://www.taringa.net/posts/imagenes/8762341/Los-antiguos-logos-de-las-marcas-mas-grandes.html
La empresa de automóviles francesa Renault, por ejemplo, al hacer sus primeras apariciones publicitarias en el competitivo mercado brasileño en 1995, produjo un anuncio insertado en los principales periódicos donde exponía su colección de logomarcas. Desde ella, se pretendía aclarar cómo se podría identificar su marca a lo largo de su producción en este siglo. Una estrategia que alentaba al consumidor ilustrado sobre la tradición que una empresa desconocida tenía en su mercado de origen y, desde este recurso, se le anticipaba una prueba de veridicción. El argumento publicitario reposaba en las garantías que la tradición asegura en las acciones innovadoras, como es la adquisición de un producto de marca extranjera todavía no establecida en el mercado local. En la industria cultural, Margareth Morse (1998:72) nos recuerda que una corporación es sólo una persona en una ficción legal, difundida irregularmente bajo una mezcla de lo físico y lo intangible de una representación de identidad. Por ello, la identidad corporativa en televisión - la cabecera - se ha vuelto más o menos imprescindible para la 15
Gonzalo Peltzer (1991) analiza detenidamente los aspectos referentes a la denominación |logotipo|.
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identificación de su programación: telediarios, series, telenovelas, programas regulares o especiales, según la cultura televisiva en que se inscribe la cadena o canal. También lo son para los spots publicitarios de promoción de una imagen de marca. Un medio de comunicación, al proyectar sus logos, identifica la propiedad de una frecuencia de canal, red o cadena, desde la cual se realiza la emisión, haciéndolo de una forma muy abreviada, incluso sin establecer interrupción en el flujo narrativo. Los logos suelen aun ser aplicados en la columna de divulgación de la parrilla de programación de las cadenas en los periódicos y revistas. En el caso de las marcas de telenovelas brasileñas el logo funciona como su principal elemento de promoción y suelen ser trabajados figurativamente sobre las letras de su título. El logo pretende actuar desde la relación de la producción cultural con su público objetivo al ser emitido antes y después de cada parte y capítulo. Su identidad audiovisual intenta anticipar y reflejar las características del contrato de lectura desde su legitimidad estética, direccionada a las relaciones de consumo. Y como las telenovelas brasileñas están planeadas de forma a permitir la inserción de merchandising de una gran cantidad de productos, el logo intenta sobrellevar lo efímero de su emisión - 7, 8 meses - al facilitar su pronta identificación y memorización, con evidentes beneficios a todo el plan de Márketing que conlleva. También hay la situación de la representación de aquellas identidades que se expresen en tanto que una marca comercial de un producto cualquiera se extrema en la producción de etiquetas y rótulos, accesorios y elementos de la moda, requisitos y complementos del estilo personal (yuppies, channel, o los alternativos grunge, punk, glam, underground), su publicidad y otros resortes. Muchos de ellos ya han incorporado en sus elementos plásticos la propia exhibición de logos. 1 . 5 - Cómo se dispone el arreglo de las identidades en la industria cultural Al llegar al final de este capítulo, reafirmamos que no pretendemos agotar la discusión, sino simplemente dar una visión panorámica de la riqueza del tema de la concreción de la identidad en la industria cultural. El establecimiento de una reflexión sobre las condiciones desde las cuales se concretan las identidades empieza por aclarar la concepción adoptada dentro del enmarañado de aportaciones teóricas. Creemos que, entre los distintos procesos probados por la industria cultural y los numerosos estudios que surgen todos los días, hay tres enfoques fundamentales al tratar el tema. Ellos son pertinentes a su concreción con arreglo a las prácticas de trascendencia (religiones y 41
fundamentalismos), a la identidad cultural y nacional, y su plasmación mercadológica en tanto que herramienta del Márketing de marca en el contexto capitalista. Conforme hemos podido analizar, en el aspecto de las religiones y fundamentalismos, la trascendencia también se realiza por medios modernos de representación. Algunos fenómenos referidos permiten reconocer la actualidad de este hecho. A través del enlace entre identidad, territorio y lengua, las identidades colectivas (cultural y nacional) nos vienen a demostrar que la referencia que proporciona la acción representacional se vuelve hacia el poder indestructible del pasado en el presente. La acogedora protección prometida por el apelo de las identidades se embate contra el esencialismo y la rigidez de muchas de sus posiciones. Esto conduce a que la identidad colectiva esté articulada con la emergencia de los nacionalismos, una de las idées-force inherentes a la comprensión de la Modernidad. Se establece un acuerdo donde la identidad de sentido unitario se hace la heredera histórica de los nacionalismos y se consolida la vía que concreta la identidad colectiva de forma unidimensional. En la tercera situación analizada (la identidad de marca), consideramos el logro de la industria cultural que se perfecciona cada día más para producir mecanismos de identificación de sus productos. Así, al deseo de afirmación de las identidades religiosas, nacionales o culturales, se le añaden los problemas del mercado de productos y servicios en general, en las condiciones de competencia exacerbada del capitalismo. Para todos y cada uno de los tres aspectos se exige una proposición teorética específica. Obviamente no es nuestra pretensión desarrollarlas aquí. Nuestro propósito se concentra en evidenciar aquellos argumentos estrictamente necesarios para demostrar la compleja telaraña que cada proceso de concreción de la identidad contiene y que, sin embargo, convergen bajo una común disponibilidad de soportes en la industria cultural. ¿Cómo se dispone el arreglo de las identidades en la industria cultural? La plasmación de las identidades en unas representaciones industrializadas para inmediato consumo reclama un trato teórico que resuelva las disparidades originadas de la extensión y envergadura del tema. Las dificultades en la investigación de las identidades reposan en el desnivel entre las aportaciones teóricas que se ocupan de ella: las religiones, los colectivos y ahora la mercadología, provienen cada cual de distintas aportaciones teoréticas. Sin embargo, desde su especificidad disciplinar, ellas fraguan usos que, estudiados como trazos, sendas, rasgos, rayas, diseños, esquemas y tantos otros signos, nos permiten aprehender su trayecto de realidad denotada. Es un hacer acto de presencia que corresponde a su concepción de identidad representada. 42
Desde ello, llegamos a la proposici贸n de que el cometido de las identidades es inscribir significados desde unas concreciones retenidas en tanto que representaciones.
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2 - Representar las identidades Desde el capítulo anterior recogemos la proposición de tratar las concreciones identitarias en la industria cultural como representaciones capaces de producir significados. Si la noción desorbitada de representación, expresada por Roger Chartier (1992), valora no existir práctica ni estructura que no sea producida por representaciones, ellas también cobran validez en el campo de las Teorías de la Comunicación. Una actividad que someramente se definía por distintos procesos de nombramiento de las cosas del mundo, hoy se ha solidificado en actividades industriales orientadas por visiones políticas, religiosas o de mercado, conforme hemos visto. Los autores consultados consideran que hay dificultades en el acercamiento de las características constitutivas de la representación, sus reglas, sus formas, su régimen o su sistema. Una vía es propuesta por Henry Lefebvre (1983:62), que entiende la representación desde dos modos: por su génesis y por su genealogía. Su génesis se produce al igual que un concepto y la representación puede ser reconocida desde sus vinculaciones históricas generales. La génesis de la representación será tratada en el segundo apartado de este capítulo, desde los aspectos del
pasado
eurooccidental más significativos, su condición visual y en lo que atañe a los demás sentidos, su relación con la imagen y la acción política, para después analizar su reconocimiento no racional. Seguidamente, trataremos más específicamente sobre su desarrollo en la industria cultural, centrándonos en los aspectos del universalismo y los particularismos, y su estudio en tanto que constitutiva de prácticas significantes. Después abordaremos la producción de la representación por la vía de su estereotipización, 44
apreciada como una de las principales estrategias discursivas adoptadas en la industria cultural. A continuación tratamos de una de las posiciones prescritas a la representación, la que considera el trabajo sobre el eje sujeto, la subjetividad y la ideología. En el penúltimo apartado de este capítulo abordamos aspectos de la confluencia entre ideología y opinión pública en la representación. La representación tomada como genealogía trae sus filiaciones. Esta última, la abordamos desde sus encuentros concretos en los capítulos 1 y 2, de la primera y segunda parte, respectivamente. Debido a ello, nos disponemos a comenzar desde algunos aspectos de la Teoría de la Representación y sus nexos con el tema de las identidades. Las consecuencias de este entramado, las analizaremos a continuación. 2 . 1 - Sujeto, objeto, imagen La representación se origina de la acción transitiva de un sujeto que, al advertir un objeto, de él construye una imagen. Tanto al proceso referido como al producto de tal acción per se llamamos representación. Las representaciones son formaciones culturales sintéticas, abstracciones complejas que actúan bajo opciones determinadas. La recogida y selección de objetos y sus imágenes establecen los mecanismos desde los cuales se elabora su concreción. La representación establece un anhelo que atraviesa las barreras del tiempo y del espacio. Toda representación nos concreta algo, nos obsequia con una información dirigida hacia nuestra sensibilidad. La presencia, por el contrario, no puede cobrar una representación, puesto que la representación sustituye a una ausencia y otras formas suyas como una laguna, un lapso, un silencio o un desvanecimiento. De ahí, que la representación no necesite substanciar lo que todavía se hace presencia plena. La búsqueda de superación de la distancia, de alcanzar lo que está allende o no disponible caracteriza la solidificación de las representaciones en el cotidiano. Como lo define Henry Lefebvre: “Vivir es representar (se), pero también transgredir las representaciones. Hablar es designar el objeto ausente, pasar de la distancia a la ausencia colmada por la representación” (1983:99). Se consigna, por tanto, que la representación incorpora su concepción de espacio tiempo, pues ocupa el intervalo que se instaura entre la presencia y la ausencia. O sea, la representación hace el trabajo de puesta en evidencia de los lazos y repeticiones concediendo un cierto sentido a los contenidos. Rigiendo los intersticios entre el sujeto y el objeto clásicos, entre lo vivido y lo concebido, “las palabras, 45
los signos, representan la presencia en la ausencia”, sostiene Lefebvre (1983:99). Desde el Iconismo se enfatiza la existencia de un sujeto de la representación. El trabajo del sujeto consiste en ejecutar el reconocimiento de una representación que, así, se convierte en sucedáneo de un objeto ausente. La representación se presenta al sujeto que podrá o no reconocer, identificar o analizar sus características, y es él quien viene a conferir el sentido. Lo cual implica que, al salvar del olvido a algo, al rebasar su desvanecimiento, lo hacemos presente bajo determinadas condiciones donde el rol del sujeto es muy destacado. Conforme afirma Jacques Aumont (1992:262): “Toda representación es, pues, referida por su espectador - o más bien, por sus espectadores históricos y sucesivos - a enunciados ideológicos, culturales, en todo caso simbólicos, sin los cuales no tiene sentido.” En este encuadre, la representación tiene un estrecho vínculo con la disposición espacial. Véase lo que propone Edmond Couchot : “Representar es poder pasarse de un punto cualquiera de un espacio en tres dimensiones a su análogo (su ¨transformador¨) en un espacio de dos dimensiones. De la misma manera, también se establece una relación inmediata entre el objeto, la figura, su imagen y quien organiza su encuentro. La representación alinea, en el espacio y en el tiempo, el objeto, la imagen y el sujeto.”(Couchot, 1993:40).16 Es como se la representación estuviera integrada en el armazón de una esfera armillar, donde cada uno de los tres círculos actúa en el propósito del sujeto, del objeto o de la imagen. Véase a continuación: Figura 5 - La representación
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En el original: “Representar é poder passar de um ponto qualquer de um espaço em trñs dimensöes a seu análogo (seu ¨transformador¨) num espaço de duas dimensöes. Mas estabelece também uma relaçäo imediata entre o objeto a figurar, sua imagem e quem organiza o encontro de ambos. A Representaçäo alinha, no espaço e no tempo, o Objeto, a Imagem e o Sujeito.”(Couchot, 1993:40).
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Diseñadas en el espacio tiempo, las representaciones fraguan un marco para ordenar el caos y dotar de sentido al mundo personal, familiar y colectivo. Contemporáneamente, las conceptuamos como una tentativa de crear categorías estables en el espacio tiempo, en un triunfo de la concepción hegeliana. 2 . 2 - Los antecedentes de la representación En un rápido repaso histórico verificamos que las representaciones que hoy se nos hacen asequibles por su exposición en las colecciones de museos etnológicos atestiguan nuestra admiración hacia las culturas del pasado y nos demuestran que la calidad estética es absurdamente variable en los tiempos y en las civilizaciones. Por ello, se constata que no siempre las representaciones de culturas del pasado son acordes a las lecturas propuestas desde las versiones institucionalizadas que atañan los distintos niveles de su sociedad. Lo importante a retener, por ende, es la condición de sujeto localizado e histórico en la atribución de sentido a una representación. En la estricta orientación euroccidental que adoptamos se acotan tales discrepancias, al prescindir de rasgos más plurales acaparados por la Etnoestétitca, en el estudio de civilizaciones africanas, americanas y asiáticas de la prehistoria y de otros periodos. Es prudencial afirmarlo en cuanto a los límites de la temática y a las condiciones en que operamos en esta investigación. Sabemos, desde nuestra común herencia cultural, que en las mitologías se recurría a la corporeización en los seres de la naturaleza de aquellos valores y sentimientos que se estimaban fundamentales. Los fenómenos del animismo y del antropomorfismo consagraron el hecho de dibujar figuras, escriturar códigos - pictografías, jeroglíficos, ideogramas -, esculpir relieves o crear imágenes y fijarlas por alguna técnica más o menos rudimentaria. Así, se lograba aproximarnos a aquello que no se creía materialmente presente y es lo que constituyó el empuje inicial para acciones que hoy valoramos como parte significativa de nuestro cotidiano: realizar la representación de algo. Nos preguntamos cómo esta actividad se ha convertido en un hecho preponderante en la sociedad contemporánea. Se pueden recordar otras épocas en que los animismos paganos lograban hacer soma de los elementos inmateriales de la realidad, estructurando las primeras manifestaciones de religiosidad al utilizar las representaciones como resorte. Por lo tanto, el estudio desde el abordaje facilitado pasa por reconocer la precedencia del arreglo místico o evocatorio de las representaciones. Lo que nos conduce a un sintético repaso de la historia de las representaciones. 47
En la historia Occidental las pugnas iconoclastas están registradas ya en los griegos. Ernest Gombrich (1997) señala en el aspecto sin vida de muchas esculturas griegas no un atributo de su arte, sino que acusan la responsabilidad de sus reproducciones. A pesar de su escaso talento, tales copias nos han preservado unas representaciones de sus dioses que habían sido destruidas en la propagación del cristianismo. La memoria se supedita a las representaciones. Sin ellas y sin los fragmentos que nos han quedado, ese conocimiento estaría borrado. Verificamos que el Catolicismo, tras largas contiendas, terminó por admitir la característica heurística de las representaciones en la acción evangelizadora. Desde el siglo XIII,
los ritos católicos reconocen protagonismo a las representaciones, inicialmente
valoradas como un método controvertido de evangelización. El Protestantismo, evitando lo que estiman ser prácticas de idolatría papal o iconos que vienen a sustituir la idea de dios, mantienen la censura en el uso de imágenes. El Islamismo y el Judaísmo conservan recelos. Frente a las representaciones figurativas, directas o miméticas de los cristianos, ellos han mantenido su predilección por la abstracción del gótico o la de los intrincados laberintos de los arabescos. En el Judaísmo se propugna además que la entidad divina es innombrable y, por ello, todas sus denominaciones nunca llegan a alcanzar lo designado. En otro ámbito, la presencia de la identidad personal en la vida social contemporánea y el valor exacerbado atribuido a sus representaciones (como la moda, el mirar y ser mirado) fueron desentrañados por diversas vías. Uno de sus antecedentes consistió, en el siglo XI, en uno de los más importantes cambios de costumbres cuando la filiación agnaticia y de orientación vertical se hace triunfadora en Occidente frente a otras estructuras de parentesco. Por ello, la tradición aristocrática de los linajes, sangre y raza se impone y consagra la representación de la identidad personal por el autógrafo de un apellido de familia (Cf. Duby, 1977). Desde ahí, la Genealogía y la Heráldica son un conocimiento necesario al atestiguar la validez notarial de la herencia de títulos y patrimonios y socialmente útil al reconocer mitos de descendencia. La extensión social de iconos distintivos de uso restrictivo a la condición aristocrática les proporcionó su consagración política: lemas, dísticos latinos, epigramas, motes, escudos, blasones, emblemas, insignias, recuerdos de guerra, trofeos, banderas, cuños, retratos, fajas, flámulas y títulos nobiliarios. En la Alta Edad Media, además de la aristocracia, las distinciones fueron repartidas también a los caballeros en general: condecoraciones, títulos jerárquicos, medallas y premios. Tales prácticas buscaban dar visibilidad a estructuras como el linaje, el género, o el rango social. Atributos que uno 48
recibía, por lo general, ya en la cuna, y cuya práctica social fue estableciendo la base popular original de reconocimiento de los iconos que se iban extendiendo de los condados a los reinos y, en los estados naciones modernos, a la patria. Demostrar las vinculaciones históricas cuando uno se acerca a una representación en concreto no es una tarea tranquila. En otros ejemplos, alejados en el tiempo y en su significación, las identidades culturales reconocen desde su pasado las huellas que ostentan en el presente. Los griegos persisten considerando la Dracma como su moneda por lo menos desde los tiempos bíblicos. En otro caso, la excepcionalidad de la cultura catalana es recordada por Josep R. Llobera (1996:108) al apuntar que, en aquellos territorios de los condados comprendidos como parachoques de las invasiones musulmanas en el sur de Galia (posteriormente Cataluña), ya se había fijado la Marca Hispánica establecida en los límites de la Península Ibérica. En el caso de las representaciones religiosas romanas, un largo trabajo arqueológico fue necesario para aportar los más mínimos elementos informativos de la constitución de los procesos desde los cuales una representación se ha impuesto sobre las demás. Como señala Emili Condurachi (1986:93), la representación sin cuerpo y sin historia ha generado toda una exégesis moderna que busca explicar la abstracción de las representaciones entre los romanos. Sin embargo, Georges Dumezil demostraría cómo tal estado de abstracción es tributario de la presión etrusca y griega sobre la cultura romana. Por ello se explicaría la desaparición de los rastros de las representaciones mitológicas, producidas en una evolución compleja y colmada por la conservación apenas de unos fragmentos de los cuales no hay registro de su transcurso. En Occidente, desde el siglo XV, la representación se orienta por criterios de similitud formal con la realidad. Para sobrellevar la no coincidencia entre ser y sujeto cognoscente, se impusieron dos prácticas en la composición de las representaciones: la analogía y la visión en perspectiva. La práctica de la analogía se propone desarrollar las relaciones de correspondencia relativas entre un hecho físico y su similitud formal. De la segunda, argumentaría Edmond Couchot: “[...] la lógica de la representación procede principalmente del modelo perspectivista, lo cual es capaz de producir el mundo y, a la vez, proporcionar una ¨visión¨ particular suya, en el sentido más amplio.”(Couchot, 1993:41).17 17
En el original: “a lógica da representaçäo procede principalmente do modelo perspectivista, capaz ao mesmo tempo de reproduzir o mundo e de fornecer dele uma ¨visäo¨ particular, no mais amplo
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El perspectivismo conoce varias escuelas. La perspectiva caballera de la estampación japonesa clásica se nos presenta como la más ajena: no jerarquiza el espacio en sus distancias. La propia de nuestro tiempo desde el Renacimiento, la perspectiva artificialis, reproductora de la visión del ojo humano, la reconocemos porque está investida de valores simbólicos aún vigentes. Toma como referencias el marco social, político e ideológico por los cuales nos orientamos al establecer nuestros puntos de vista. Es así como uno de los fundamentos de la representación de la identidad está en el perspectivismo, una vez que en él se plasmó la pertinencia social de la mirada de uno sobre algo. La posibilidad de fijar una representación y, al mismo tiempo, realizarla en conformidad con el intento de aquel que se cree su sujeto, instituye el fundamento de la representación de la identidad. Las pugnas iconoclastas y la apropiación de universos simbólicos por los imperios constituyen el caldo de cultivo preservado y ampliado en el interior de las tradiciones culturales. Encarnadas en representaciones, aún hoy día, ellas evidencian ser el manantial necesario a los sistemas expertos que gestionan el mundo telemático e invaden el mundo de la vida. La emergencia social de las nuevas tecnologías de comunicación responde a una necesidad de un mundo que ansía conocerse y entablar relaciones más próximas. El conocimiento de las representaciones se evidencia como el aspecto sobresaliente de este proceso. Su tenacidad y resistencia, por otro lado, no deben ilusionarnos. Umberto Eco (1986:46), hablando de los símbolos, reitera la importancia de su uso parsimonioso. El símbolo pierde su poder si lo interpretamos por una única perspectiva. Eco nos advierte de que esta tendencia, corriente en la crítica literaria y artística, e incluso en la Hermenéutica, sigue un principio que propone interpretaciones definitivas. Nuestro sintético repaso por la historia social de las representaciones pretende alcanzar algunos aspectos que permitan la comprensión de la emergencia de los aparatos tecnológicos facilitadores de la cibercultura. Si los recursos multimedia y los entornos virtuales que posibilita se constituyen en respuesta a un determinado intento, preguntamos qué viene a significar tal propuesta y cuáles son los obstáculos para su difusión social. Entre tanto, la enorme dificultad que muchos anteponen al tema nos recomienda revisar antecedentes de significativa validez para el acercamiento de la temática propuesta en esta investigación. Más que ilustrar la riqueza de aportes existentes en el tema del pasado de las
sentido.”(Couchot, 1993:41).
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representaciones, que demuestran su fecundidad en la Estética, Teología, Historia Social del Arte o Semiótica, nuestra preocupación busca descifrar en los usos sociales la procedencia de la representación en tanto que categoría teórica adecuada al estudio de fenómenos actuales.18 Este trayecto euroccidental nos impone reconocer la génesis de los aspectos constituyentes de la representación. Dicho de otra forma, ¿qué es lo que distingue una representación social, en el sentido político, de una representación intelectual o sensible?, y principalmente ¿cómo podemos distinguir una identidad desde su concepción en tanto que una representación social, en el sentido político, de una representación intelectual o sensible? Más allá, ¿cómo podemos distinguir la operación visual de la representación de otros usos suyos direccionados a los demás sentidos? Es lo que veremos a continuación. 2 . 2 . 1 - Representación y visualidad Es muy después del desarrollo de las representaciones que la civilización euroccidental establecería su propio sistema de representación donde las imágenes visuales, principalmente aquellas utilizadas para finalidades religiosas, iban a desempeñar un rol fundamental en el desarrollo de la visualidad. El predominio de lo visual establece un interrogante en las relaciones entre la representación, la imagen y lo imaginario. El vínculo entre representación y visualidad está tan consagrado que Lefebvre (1983:62) llega a considerar la posibilidad de que las representaciones se establezcan “por y para la mirada”. La rica tradición de estudios en Iconografía lo demuestra soberbiamente. Lo que no se puede olvidar es que la visualidad presupone la representación tanto de iconos como de textos alfabéticos y similares. Sin embargo, Umberto Eco (1994:32) observaría que todos los proyectos de una lengua perfecta se remitirían al modelo del lenguaje verbal. El uso de la representación desde la imagen tiene en Aumont una definición en el sentido ya trabajado que igualmente enfatiza el sentido de la visualidad. Dice él : “La representación es el fenómeno más general, el que permite al espectador ver ¨por delegación¨ una realidad ausente, que se le ofrece tras la forma de un representante.” (Aumont, 1992:108)(cursivas nuestras). La distinción entre las cualidades desarrolladas por el propósito de la representación visual y otras formas suyas, conforme veremos en los próximos apartados, 18
En este sentido, hay que reconocer que los niveles psicoperceptivo y sociohistórico se constituyen en aspectos distintos que no pueden ser confundidos. Para el estudio del nivel psicoperceptivo en la representación pictórica, véase Ernest H. Gombrich (1998). Para el análisis del nivel sociohistórico de las representaciones en las Artes, Literatura y Arquitectura, véase Arnold Hauser (1969a,b,c ).
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nos vienen a indicar la trascendencia de reconocimiento de los fundamentos de una morfogénesis de las representaciones. El estudio de la morfogénesis de la representación viene a proporcionar una serie de distinciones que proporcionan la clasificación de representaciones corrientes, pero de órdenes distintos. En ello está involucrada, inicialmente, la precedencia o no de los sentidos. Son necesarios los sentidos de la visión, audición y táctil (aunque en general no se pueda tocar las esculturas y obras del género, las cuales más bien apelan a la percepción tridimensional) para fruición de las representaciones creadas con finalidades netamente artísticas (instalaciones), religiosas (retablos y vidrieras) o lúdicas (máquinas de juego). Por otra vía, Jacques Aumont (1992) hace referencia a una distinción preciosa en la genealogía de las representaciones al registrar las características táctiles. Recordando la teoría del arte representativo de Adolf Hildebrand (que además ha tenido desarrollo en otros autores recientes), distingue la visión próxima de una visión lejana. A la primera corresponde un polo óptico, a la segunda un polo háptico (el tacto visual). Es esta segunda visión la que viene a insistir en las cualidades de la visión de cerca, la presencia y superficie de los objetos. Los modelos morfogenéticos responden a una triple determinación. Son responsables de la adecuación entre: a) la intención de un sujeto de representación a b) los designios dictados por su percepción de un objeto y, c) todo esto está sometido a las condiciones tecnológicas en vigencia. El énfasis en las capacidades morfogenéticas nos permite conocer el principio diferenciador de las tecnologías de comunicación que trabajan fundamentalmente con las emanaciones luminosas, o
la morfogénesis por proyección.
Las tecnologías de la
representación han conservado así, la alineación entre sujeto, objeto e imagen, en el tiempo y en el espacio. Tal sincronismo guarda sus variantes. Explorarlas ha sido la fortuna de fotógrafos y cineastas.Y es importante reconocer que se mantuvo, en el desarrollo del multimedia, el tradicional esquema de formación de la imagen a partir de una emanación luminosa. Esta tradición viene de lejos. En el antiguo Oriente, el jade, el alabastro y otros materiales
constituyen los antecedentes que nos han hecho probar sus cualidades
específicas de combinación entre luz y materia translúcida. En la Contemporaneidad, populares formas de representación como la fotografía, el cine y la televisión, se van a desarrollar desde este principio. Pero a la televisión se le ha adjudicado suerte distinta. En ella se evidencia la cualidad de adherencia de los medios que 52
operan la visualidad de lo real. Couchot atribuye al automatismo analógico la impulsión hacia el perfeccionamiento del registro de la imagen, concediéndole una dinámica compuesta de rapidez y precisión. Esta fuente que antes era natural, al ser sustituida por otras formas de energía luminosa, conservó su cualidad de adherencia a lo real. Tal adherencia se produjo desde unas formas de automatismo que establecen un encuadramiento espacial y temporal de contigüidad. Sus artilugios permiten enlazar representación y realidad con inédita instantaneidad, profundizando su propia concepción de espacio tiempo. La dilatación de la adherencia televisiva ha tenido la fortuna de llegar hasta el punto de que el espectador ya no
distingue los límites entre lo real y su
representación televisada. Su modelo morfogenético de representación contiene una característica que la realiza en lo cotidiano. Es por lo que, como dice Couchot (1993), más que representar, la televisión sobre representa. La experiencia morfogenética de la televisión es un antecedente fundamental para los procesos que serán reanudados en la emergencia del multimedia, como vamos a analizar en el próximo capítulo. Permanece ahí, la preocupación con la reproducción acurada, o la antigua preocupación artística acerca de la autenticidad o veracidad de una representación. La distinción entre tema y su representación tiende cada vez más a quedarse desleída en las condiciones técnicas contemporáneas. Hay una pluralidad de situaciones que no siempre aseguran la templanza requerida entre un tema y su representación (volveremos a este punto en la segunda parte). La principal característica de este proceso está en lo que plantea Couchot: “La morfogénesis por proyección implica siempre la presencia de un objeto real que preexiste a la imagen. Se crea una relación biunívoca entre lo real y su imagen. Ella se da, de esta manera, en tanto que una representación de lo real.” (Couchot, 1993:39).19 Esta definición determina el empleo de la imagen en un estricto sentido de visualidad y refuerza el sentido de representación como correspondencia entre el objeto y su imagen. Tal correspondencia conlleva una capacidad de autonomía que confiere un carácter único a la obra de arte. Por ello, en las Artes en general, y también en la Literatura, la representación es una reproducción cuidada de un original auténtico. Este aspecto ha generado un debate sobre la proliferación de las técnicas reproductivas y su impacto en la producción y consumo 19
En el original: "A morfogñnese por projeçäo implica sempre a presença de um objeto real preexistente ñ imagem. Cria uma relaçäo biunívoca entre o real e sua imagem. A imagem se dá, entäo, como representaçäo do real.” (Couchot, 1993:39)
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artísticos del cual la cultura de masas es su objeto. En conformidad con lo explicado hasta ahora, hay que comprobar si las referencias a la representación como categoría teórica en general se atienen al sentido de lo visual una de sus virtudes más reconocidas consiste en referirse a una imagen que se dirige a los sentidos (desde su sonoridad, o sus cualidades olfativa, táctil y gustativa) -, o al intelecto. Cualquiera que tenga formación en una de estas áreas extrañaría la restricción al uso de la imagen acotada al campo de lo visual. Como veremos después, estos son aspectos que, en su conjunto, vienen a encontrar en los distintos usos de los soportes multimedia un rol fundamental. 2 . 2 . 2 - Representación e imagen El examen de los fundamentos de la representación nos revela una larga tradición teórica. Aunque la relación entre imagen, representación y visualidad se considere preeminente, el primer sentido atribuible a las representaciones se encuentra en la relación entre representación y pensamiento. Afirma G.W.F. Hegel: ”La referencia más próxima de las imágenes es la del espacio y tiempo del yo con el espacio y tiempo inmediatamente exterior conservado.” (Hegel, 1987:496) (cursivas en el original). Debido a ello, Lefébvre señala que los filósofos quisieron teorizar las representaciones en tanto en cuanto intentaron trascenderlas. Sería la concepción hegeliana de representación la que vendría a unificar bajo el concepto la permanente circularidad
entre pensamientos y representaciones, donde
compete a la inteligencia ejercitar el poder de manipular imágenes y representaciones. G.W.F. Hegel (1997:498) define a la inteligencia como “fantasía, o imaginación simbolizadora, alegorizadora o fabuladora”. Por ello, las representaciones se conservaron como logros fundamentales a los pensamientos. Son ellas las que animan con vibraciones propias la actuación humana sobre la naturaleza. En la feliz expresión de Gaston Bachelard (1974), las imágenes son el albor de la palabra. Sin embargo, los racionalismos y algunas religiones monoteístas han satanizado el mundo de las imágenes. Por lo tanto, se hace necesario determinar los enfoques que diferencian entre la representación con arreglo a los sentidos y la representación con arreglo al pensamiento. La sensibilidad predica el entendimiento y la razón (concepción kantiana), donde la
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70 representación pondera una actividad de mediación.20 Hay, todavía, una concepción vulgar que
remite a la exterioridad captada por los sentidos y que hace inmediata la
representación, en condiciones más o menos naturalizadas.21 Umberto Eco señala la referencia de Ch. Sanders Peirce, en sus distinciones entre signo y representamen, explicando: “parecería que quiere entender por |signo| la expresión como aparición, usada en el proceso concreto de comunicación, y por |representamen|, el tipo al que el código asigna determinado significado, a través de los interpretantes capaces de traducirlo. O bien entiende por signo a los artificios explícitamente comunicativos , y por representamen, todo objeto posible de ser correlacionado con un contenido, aunque no se lo emita intencionalmente.” (Eco, 1981:43). Asimismo, la distinción se pierde entre los frecuentes enigmas a los que las obras de Peirce nos remiten desde sus términos a menudo intercambiados. Eco la reconoce a pie de página como un esfuerzo de establecer “una diferencia entre un proceso concreto de comunicación y las relaciones abstractas de significación” (Eco, 1981:43). En otro uso de las representaciones (lo hemos tratado en el apartado 1.2 ), se hace pertinente observar que su acción mediadora en las prácticas de fe se plasma en arreglo al pensamiento. Este uso se fundamenta en una observación de Hegel cuando afirma: ”A partir de lo sensible, la representación tiene también como contenido [otros] materiales procedentes del pensamiento autoconsciente, con las representaciones de lo justo, lo ético, lo religioso; y no resulta nada fácil precisar la distinción entre esas representaciones y los pensamientos de esos [mismos] contenidos.” (Hegel, 1997:128)(cursivas del autor, corchetes del traductor). Como ya hemos subrayado en la Introducción, las representaciones pueden ser apreciadas desde su acción de producir una reproducción de un original, su cualidad inmediata, así como desde su posibilidad de constituirse en la reproducción misma, o su cualidad mediata. Representación, así, sugiere un algo dado en que el acto de representar duplica a algo de alguna manera y que, además se encuentra in absentia. Esto normalmente es estudiado como el reino de la mímesis. Nos vamos a detener en una doble connotación muy corriente, la cual consiste en contemplar dos posibilidades:
20
En lengua portuguesa prevalece un sentido del término sensibilidad que le toma más bien en referencia a los sentimientos hacia la realidad. 21 Véase Ramón Valls Plana (1997).
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70 ! el término desde su acción de producir una reproducción (que suele ser referida por el uso de su forma verbal - representar-
o la acción de la
representación), su proceso mediador; ! su
característica
de
constituirse
en
la
reproducción
misma
(la
representación como un sustantivo), o su producto ofertado de forma inmediata y figurada. Por ello, en un único y mismo término podemos designar su doble articulación: una acción y su producto, un proceso y su teleología. Es una doble connotación que incide sobre una ambivalencia de los léxicos neolatinos y de su uso en la lengua inglesa. El Alemán presenta la ventaja de utilizarse de dos términos: vertretung y el latinismo repräsentation (Cf. se lo ha revisado de las indicaciones de H. G. Gadamer, Jürgen Habermas, 1982:276). Desde estas apreciaciones filológicas no es extraño que la teoría general del signo esté ligada a una teoría general de la representación. Sobre ello observó Michel Foucault: “Si el signo es el puro y simple enlace de un significante y un significado (enlace arbitrario o no, impuesto o voluntario, individual y colectivo), de todas maneras la relación sólo puede ser establecida en el elemento general de la representación: el significante y el significado no están ligados sino en la medida en que uno y otro son (han sido o pueden ser) representados y el uno representa de hecho al otro.” (Foucault, 1978:73). Además de la vinculación estrecha entre representación y signo, quisiéramos aclarar
otro giro en la relación representación e imagen de particular trascendencia
histórica. Se trata del hecho de fraguar una representación social y proponerla a la valoración pública y política, donde su visibilidad será notada siempre. Es el proceso de requerir a la representación que ocupe un determinado lugar en las relaciones sociales y que, desde él, ella se ponga visible. Una interconexión que nos hace remontar a un período histórico desde el cual nos viene establecida una íntima articulación entre representación social e imagen. Es lo que vamos a tratar a continuación. 2 . 2 . 3 - Representación social Hay una referencia inicial confusa entre los latinos, desde la cual la repræsentãtio tiene básicamente dos niveles. Analicemos el primero. La referencia usual a ese sustantivo latino femenino estaba en la acción de poner ante los ojos, mientras el sustantivo masculino repræsentãtor significaba retrato, imagen. 56
70 Por ello, el verbo repræsento presenta los significados de “representar, poner ante los ojos, reproducir o imitar y aun el de realizar o hacer al instante”.22 Este último sentido es precisamente lo que utiliza la técnica fotográfica instantánea con su preocupación de realizar una reproducción cuidada. Por otro lado, la representación social , tal y como la entendemos hoy, franquea la posibilidad de un estar en lugar de, presentar algo o a alguien, individual o colectivo. En este sentido, se sugiere la activación de una función vicaria: ! ¨está en lugar de¨ ñ, de ahí, ! asimila a ñ, ! hace las veces de ñ. Es cuando surge la función para la cual concurre aquello que en la actualidad se constituye en la acción representativa concerniente al individuo (la figura del apoderado) o al colectivo (el parlamentario, el diplomático, el sindicalista, el delegado). El tema nos reserva cierta dificultad
cuando surge un segundo nivel de la
repræsentãtio. Este segundo nivel habla de la representación con la connotación de honorabilidad, ceremonia, imposición, investidura y entronización. El contexto que ha consagrado este uso fue el de la esfera pública medieval y sus demostraciones de prestigio, ausencia de crítica, no debate y consentimiento tácito, mise-en-scéne, espectacularización y juego de apariencias ante el pueblo, no en su nombre. Esta noción se articula con los sentidos atribuidos al término imago, en Latín, y que corresponden a “imagen, representación, retrato”, cuyos usos se empleaban en los bustos, o en tanto que en la referencia a “una sombra, aparición fantasma; eco; copia, reproducción; apariencia”.23 La permanencia de este sentido anterior colabora con la ambigüedad actual del término en las lenguas neolatinas, además del Alemán y del Inglés. Pues Raymond Williams (1988:268) recuerda que todavía los políticos se debaten entre el uso delegado de la representación y el control de su mandato con base en el juicio público de sus acciones. La representación oscila entre la capacidad del político de arbitrar y decidir en nombre de, o, de otra forma, actuar en conformidad con la confianza que se le depositó en las urnas. El sentido apropiado por el Derecho Público proporcionó la adquisición por la representación de un carácter legal, legislativo, volcado a la discusión y en función de las leyes. Desde ahí se faculta la representatividad social en la democracia y en los procesos que persiguen su legitimación. Proviene la noción de que uno sea representativo de, con las facultades de delegación e interlocución, propias de portavoces, propagandistas y charlatanes. 22 23
Cf. Diccionario Ilustrado Latino-Español, Español-Latino, 1996:431. Cf. Diccionario Ilustrado Latino-Español, Español-Latino, 1996:431.
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70 Por lo tanto, las representaciones sociales no se establecen desde la precedencia de los sentidos (la teatralización) y por criterios estrictamente racionales (la legalización). Su difusión se opera por vías de la acción social en aras de la instancia política en la sociedad. La importancia de tales distinciones fue bien señalada por Jacques Aumont cuando dijo que: “Entre una representación teatral, los representantes del pueblo en el parlamento nacional o la representación fotográfica y pictórica, hay enormes diferencias de status y de intención.” (Aumont, 1992:108). La manifestación racional de informaciones, argumentos, perspectivas, puntos de vista, opiniones y disensos requiere condiciones previas de expresión que ya no se encuentran aseguradas en la actualidad. Estructuras organizativas y esquemas corporativos de los medios de comunicación masivos impiden la intervención directa de los ciudadanos, reservándoles la actitud pasiva prescrita a una audiencia de consumidores. El pluralismo es uno de los principales aspectos quebrantados en este proceso. Los intereses hegemónicos determinan representaciones afinadas con los designios de mercado o, en el modelo de servicio público, definidas por las políticas culturales nacionales. Desde este contexto, se vieron despreciadas las representaciones de grupos antagónicos y minorías. Stig Hjarvard (1997) considera que, si en la década pasada, el servicio público de comunicación de masas en Europa tenía una política que orientaba hacia el consenso de lo que se consideraba como política cultural nacional dominante, esta posición ha tenido que ser revisada. Es en el ámbito socio-político que la representación viene a expresar su confluencia con la participación y el pluralismo. Cuando Jürgen Habermas (1982) analizó la formación de la esfera pública burguesa y su proceso de desestructuración, recalcó la importancia fundamental de una comunicación carente de presiones de las relaciones de poder. Los intereses y la participación son requeridos en condiciones que proporcionen su plena visibilidad y reconocimiento por los participantes de una esfera pública. En síntesis, por lo visto hasta ahora, hay distintas vías de análisis. El sentido corriente del término
representación en la industria cultural como reproducción o
sustitución autónoma ha conservado los sentidos latinos del verbo preservado en los usos de las Artes y Literatura. La superposición o coincidencia entre representativo socialmente (en el sentido trabajado en este apartado) y representación (desde las nociones prevalentes en Arte y Literatura), bien lo señaló Raymond Williams (1988:269), es muy difícil de estimar.
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70
2 . 2 . 4 - Representación y deseo Dijimos que una representación es un anhelo espacio temporal, o la presencia en la ausencia. En ella se articulan forma y contenido para producir mensajes que, desde la perspectiva de un sujeto lector, deben ser identificados como representantes de alguna cosa. Sin embargo, este camino no es el único ni el propio de la llamada cultura de masas. En nuestro siglo, desde las sociedades occidentales se inaugura la hegemonización de la representación mediática. Los retos manifiestos en su creciente difusión hacia otras sociedades y a las culturas no integradas en su desarrollo inicial, y las hay incluso en el propio interior de Occidente, nos exigen comprender su complejidad dictada por el cruce conflictivo entre: • representaciones con arreglo a los sentidos que persiguen a la reproducción más o menos cuidada de la realidad. Un ejemplo clásico es la fotografía; • representaciones con arreglo a la sensibilidad o intelecto que persiguen a la razón. Un ejemplo son las formas clásicas de escritura;24 • representaciones con arreglo a lo social que intentan reemplazar a alguien en lugar de. Son ejemplos tanto las actividades políticas en el sentido tradicional como el teatro. Esta distinción entre las formas de relación que un proceso de representación posibilita corresponde con su intencionalidad, y no con el soporte de representación. Para una diferenciación entre un propósito y un resorte de representación hay que enfatizar el objeto que se pretende esté representado desde las formas y los contenidos de la representación . Por ello, ¿cómo se establece el proceso de identificación que relaciona una cosa con su representación? O, en términos foucaultianos, las palabras y las cosas. La pregunta formulada requiere un acercamiento a la propia cuestión de la representación. Valeriano Bozal (1987:28) sostiene que la afirmativa “esto es tal cosa” es el punto central de la representación. 24
Las representaciones en el Arte, por ejemplo, pueden tanto expresar necesidades abstractas (el estilo gótico) como, por oposición, lo que se estima ser la irracionalidad de los motivos estéticos (el estilo barroco).
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70 Si la ilusión de la realidad es un objetivo permanente suyo, se interpone la conceptuación de que la ilusión es un error de percepción. No obstante, como es muchas veces consentida y consciente, la búsqueda de la ilusión lo que plantea es la propia relación con lo real. Aquí, nos viene una cuarta dimensión de la representaciones, en su arreglo al deseo o a los sentimientos. Ellas se atañen preferentemente a los sentidos, produciendo mensajes que les impactan, ansían suplir afectivamente a su sujeto lector. Nos hacen recordar la antigua representación por semejanza que reflejaba las vivencias, las pulsiones, los apetitos, los deseos y la creencia en las mitologías. Ella proporciona el establecimiento de unos lazos de antojo que no podemos explicar, sino más que sentir, puesto que fueron desplazados por la actividad racionalista. Aunque Michel Foucault (1978) no se haya referido a las tecnologías de comunicación, se puede interpretar que su pensamiento es fecundo en el estudio de sus representaciones, no sin adverar que lo haya planteado desde la relación entre representación y pensamiento. La aplicación que estimamos pertinente de su reflexión está en el uso de las figuras y los signos en la separación de las epistemes provocada en el Renacimiento. Sobre este momento crucial, Foucault aduce irónicamente: “De ahora en adelante, se olvidarán las bellas figuras rigurosas y obligatorias de la similitud. Y se tendrá a los signos que las marcaban por ensueños y encantos de un saber que no llegaba aún a ser racional.”( Foucault, 1978:58). Las representaciones con arreglo al deseo complacen al ejercitar la facultad de romper el extrañamiento. En consecuencia, su propósito suele ser el de proveer una suerte de ilusión. Aumont señala este aspecto reconociendo el menoscabo hacia las pretensiones de los consumidores de las representaciones, posición ya subrayada por los racionalistas del siglo XVII. Ellos atribuyeron un papel equívoco a las imágenes, creyendo que la información proveniente de los sentidos es engañosa. El acceso adecuado al conocimiento verdadero se debiera hacer desde el intelecto, por los procesos de razón, en detrimento de los de la emoción. El lenguaje místico, poético, metafórico, intuitivo o incluso las imágenes miméticas de la realidad sensible no eran estimados como un camino a seguir. “Conceptos sin intuición son vacíos. Intuiciones sin conceptos son ciegas”, es la expresión kantiana hecha adagio racionalista y a la que el surrealista Salvador Dali añadiría: “El sueño de la razón produce monstruos”.25 Ello se debe a que en la Modernidad se produce un orden que se ocupa del
25
Leyenda afijada en la serie “Los Caprichos de Goya”, n.43, 1974.
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70 desencantamiento del mundo, un “sistema de representaciones que interpreta la realidad física y humana con los conceptos propuestos por la mecánica clásica y por la metafísica de la distinción substancial entre la extensión y el pensamiento”, conforme ha resumido Marilena Chauí (1990:19).26 En contra de ello, Johann Gottfried Herder y, después, Jean Jacques Rousseau serían clasificados como los defensores de la pasión por las emociones en contra de los excesos racionalistas. Los sucedáneos del caldo de cultivo producido suelen ser rotulados por afiliaciones al romantismo exacerbado, al nihilismo, al nazifascismo y al posmoderno. En este siglo, el largo debate en torno a la crítica iluminista hacia la cultura de masas estima que la pretensión de gobierno de las representaciones opera subsumiendo la actividad racional en una racionalidad mecanicista o, cuando mucho, en un plano secundario, elitista e inaccesible a las mayorías. 27 En este campo resbaladizo se sitúa la actividad de la Publicidad y Propaganda, detractada como máquina de guerra a sueldo del capitalismo. Ella actúa en reconocimiento de la capacidad de las representaciones de invocar un deseo, una pulsión irrefrenable, apreciado en tanto que el principal ingrediente de su acción en los medios masivos. Inspiradamente, Hanna Arendt lo supuso cuando predijo el efecto actual del desencantamiento de la Modernidad : “Los unicornios y las hadas, al parecer, son más reales que el tesoro perdido de las revoluciones” (1993:11). Es la crónica anunciada de lo que viene realizando con las identidades en la industria cultural. 2 . 3 - Representación e industria cultural Hasta ahora hemos trabajado en el sentido de precisar la necesaria distinción entre el aspecto mediato del aspecto inmediato de la representación. Sin embargo, para simplificar la discusión, tomaremos en cuenta aquello que las producciones de la industria cultural dicen respecto principalmente a la condición inmediata de las representaciones, su oferta desde una condición exterior y material o denotada. Aun así, conforme se puede deducir, hay evidentes dificultades en el acercamiento a las características constitutivas de la representación. Lefebvre cuando reitera su soporte social indaga sobre las cualidades de las representaciones, si sus mecanismos son evidentes 26
En el original: “sistema de representaçöes que interpreta a realidade física e humana com os conceitos postos pela mecânica clássica e pela metafísica da distinçäo substancial entre a extensäo e o pensamento” (Chauí, 1990:19). 27 Véase T. Adorno y M. Horkheimer (1985) y el largo debate generado por sus consideraciones en términos de teoría crítica y teoría tradicional.
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70 u ocultos. Afirma él que las representaciones tienen un contenido práctico irreductible puesto que ellas se hacen presentes en lo cotidiano desde las novelas o series, las tiras cómicas o la publicidad. No obstante, Lefebvre no las considera como meros efectos. Las toma, más bien, como hechos de palabra o discurso y de práctica social. Será este el sentido tomado en parte significativa de los Estudios Culturales, y principalmente aquellos que hemos tratado en el apartado 1.3. El deslizamiento de los significados, que son soportados por un proceso técnico cada vez más dominado socialmente y que, por otra, se exponen actualizados bajo una tecnología inédita, no es novedoso per se. La novedad reside en las condiciones técnicas desde las cuales son actualizados y que desvelan facetas ignoradas por el proceso anterior. Se nos anteponen procesos desde un concierto técnico de inéditas posibilidades designadas por el multimedia. Con ello, las representaciones percibidas por los sentidos y el intelecto pueden saltar las fronteras nacionales, las distancias culturales, idiomáticas, religiosas, generacionales, sexuales y étnicas. 2 . 3 . 1 - Universalismo y particularismos La pertinencia de los recuerdos y la historicidad de la cultura debido a la acción acumulativa se perfilan desde el relevo de una ausencia por una representación. Los primeros tienen profunda influencia en la demarcación de las tradiciones. En este siglo este tema ha adquirido profunda relevancia con la sustitución de la tradición por los contenidos de la industria cultural en la orientación de las actividades cotidianas. La industria cultural viene respondiendo con sistemática sustitución de las bases técnicas tradicionales de las culturas. El empadronamiento que se sucede fue difundido por el desarrollo científico y sus aplicaciones técnicas con finalidades militares o económicas, a cuya profusión responden la industria y sus profesionales. Las representaciones que antaño resolvían la ecuación de los lapsos o ausencias, han dado paso a una transformación técnica que se debe a su reproductibilidad. Emerge el contexto de amplia y sistemática promoción de nuevas prácticas: el difusionismo.28 La difusión de técnicas y modos de pensar desde un centro hacia las periferias conoció dos escuelas. Una anglosajona, de amplia influencia desde la acción de agencias norteamericanas en este siglo (orientadas por la teoría de la Difusión de Innovaciones), y la 28
En el original: “chama-se difusäo o processo pelo qual uma informaçäo verdadeira ou falsa (um boato, por exemplo), uma opiniäo, uma atitude, ou uma prática (por exemplo, a utilizaçäo de uma nova técnica agrícola ou de uma prática anticoncepcional) se expandem numa populaçäo dada” (Boudon e Bourricaud, 1993:161).
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70 Escuela de Viena, de la que se utilizó, entre tantos, el Nacional Socialismo alemán. En una definición del clásico proceso de difusión, han predicado Raymond Boudon y François Bourricaud: “se llama difusión al proceso por el cual una información verdadera o falsa (un boato, por ejemplo), una opinión, una actitud, o una práctica (por ejemplo, la utilización de una nueva técnica agrícola o de una práctica contraceptiva) se expande en una dada población” (Boudon e Bourricaud, 1993:161). Antes que él, los diversos procesos de extensión de una representación hacia una comunidad que no participó en su elaboración ya habían recibido el título de universalización en la cultura Occidental. Fue un largo proceso del que se ocupó la humanidad en su cotidiano articulando lo particular e inmediato de sus necesidades a lo general y mediato ofrecido por las representaciones provenientes del exterior a su entorno primero. Este proceso tuvo en Hegel una descripción irremplazable: La abstracción que tiene lugar en la actividad representativa, mediante la cual se producen representaciones universales (y las representaciones como tales tienen ya la forma de la universalidad en ellas) se expresa frecuentemente como un caer-una-sobre-otra de muchas imágenes semejantes para hacer así comprensible la universalización. Pero si este caer-una-sobre-otra no ha de ser pura casualidad, es decir, lo aconceptual, debería admitirse una fuerza de atracción, o algo parecido, de las imágenes semejantes, la cual sería a la vez el poder negativo de limar lo aún desigual de las mismas. Esta fuerza es efectivamente la inteligencia misma, el yo idéntico consigo, que mediante su recuerdo [interiorizador] da inmediatamente universalidad a las imágenes y subsume la intuición singular bajo la imagen ya interiorizada. (Hegel, 1997:497) (cursivas del autor, corchetes del traductor)
Por lo tanto, para crear representaciones se involucra la actividad de pulir (limar) aquellas desigualdades que distinguen imágenes que pueden estar vulgarizadas como semejantes pero que, cuando son percibidas desde las intuiciones singulares, traen sus particularidades. La conexión entre representaciones singulares y representaciones universales es concreta, es decir, determinada en sí misma, detentadora de un contenido que le es propio. La modernización es el proceso desde el cual se proporciona la extensión de nuevas vías tecnológicas y prácticas que no suelen ser originarias de la propia cultura. En el contexto de la modernización se producen unas reacciones a lo que se valora como proceso de empadronamiento u homogeneización, las cuales consisten en la promoción de usanzas desplazadas. Los tradicionalismos se valen de representaciones que se apoderan del pasado pintoresco y sacan rentabilidad de los resentimientos. Así, una representación de la 63
70 identidad recoge las vibraciones diseminadas del pasado, proyectándose desde sus supervivencias imaginarias a una comunidad dada de interpretación. Este proceso es ampliamente utilizado, por ejemplo, en las representaciones con arreglo a la identidad cultural, como abordamos en 1.3. La “traducción” que se hace de un universo conceptual propio de una cultura hacia otra, así como la precedencia de contemplar la otredad para llegar a reconocer una identidad en particular pone énfasis en la necesidad del relativismo cultural, conforme señaló Stuart Hall (1997a). Esta característica es fundamental para complacer a la pluralidad cultural o el multiculturalismo. La interacción entre grupos sociales de formación étnico-cultural distinta, la arena cultural de la diáspora de la que tanto nos hemos resentido en el siglo que ahora termina, exigió la elaboración, desde la industria cultural, de mensajes que contemplaran el sentimiento de pertenencia a una misma comunidad. J. B. Thompson (1995) desarrolla las implicaciones del aporte de Eric Hobsbawn para los procesos de comunicación basados en los medios masivos en tres aspectos: de la desritualización de la tradición, de su despersonalización y de su desalojo. El último, de la tradición desalojada dislodged - consistiría en la desconexión entre las raíces y sus unidades espaciales de origen. En estos procesos, el repertorio de representaciones tiene que adecuarse técnicamente a las posibilidades efectivas de representación, además de a sus características de inteligibilidad y aceptación sociocultural. En aquellas sociedades involucradas en bruscas transiciones tecnológicas, donde la modernización se ha impuesto de forma acelerada desde la promoción de agentes externos, la representación de la identidad cultural tiende a hacerse figurativa, o mimética; de ahí surge un uso de la representación de lo folclórico que mimetiza las representaciones hechas en otros ambientes (plazas, teatros, salones de baile, bares y restaurantes, patios, etc.). En estos contextos, las actuaciones se expresan, antes que nada, como un esfuerzo de actualización frente a profundos cambios sociales y tecnológicos. Son las transmisiones en directo en platós improvisados o en estudios de televisión que reproducen con gran preciosismo los escenarios populares, conforme se puede observar en la televisión de sociedades tan distintas como Egipto, Brasil o Turquía. La identidad nacional de Turquía, por ejemplo, es propuesta por Kevin Robins (1996) desde una síntesis que combina elementos religiosos islámicos y la renovación occidentalizante, propuesta por el nacionalismo kemalista. 64
70 En cuanto al universalismo, él depende ahora de tecnologías como la fotografía, la gráfica computerizada o la holografía. En lo auditivo, de la fonografía y la radio. En lo audiovisual, de la cinematografía y la televisión. El multimedia viene a colmar este proceso de aunamiento técnico multisensorial de la representación. Varios sistemas van a confluir para hacer que nuestro cotidiano se presente mediado por un híbrido de oralidad, visualidad y texto alfabético, tratado bajo soportes tecnológicos muy perfeccionados operativamente. Sin embargo, antes de pasar a ello, nos detenemos en aspectos socioantropológicos considerados importantes para el estudio de la representación en la actualidad. 2 . 3 . 2 - Representación y prácticas significantes La categoría de representación, largamente utilizada por los Estudios Culturales, ha tenido, por parte de Stuart Hall una definición que confirma la comprensión que venimos desarrollando en el dilatado espacio de las diferentes representaciones. Hall (1997a) entiende las representaciones desde el uso de signos y símbolos, bajo la forma de sonidos, palabras escritas, imágenes producidas electrónicamente, notas musicales u objetos. Con ellas, el autor se propone desvelar los dinamismos que explican de dónde proviene el significado, o cómo podemos admitir el significado de una palabra o imagen como verdadero. Los Estudios Culturales utilizan la categoría de representación en las investigaciones sobre nacionalismo, etnicidad, sexualidad y género. Se puede comprender el uso de la representación en Hall (1992), desde el sistema que la forma y transforma. En la composición de la identidad nacional inglesa, analiza el autor, los significados o contenidos culturales y el foco de identificación están coordinados con un determinado sistema de representación (Hall, 1992:296). A tal sistema de representación le estarían atribuidas las funciones de elaborar y fijar los significados. Sostiene Hall (1997a:6) que las representaciones tendrían la capacidad de producir significado, establecer conexiones con el poder, exponer conductas reguladoras, promover identidades y subjetividades. Dice él: “Representación es el proceso desde el cual miembros de una cultura usan el lenguaje (por lo general definida como un sistema de despliegue de signos, un sistema significante) para producir significado” (1997:61). 29 29
En el original: “Representation is the process by which members of a culture use language (broadly defined as any system which deploys signs, any signifying system) to produce meaning” (1997:61).
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70 Los Estudios Culturales británicos adoptan una postura teórica que les predispone a reconocer las representaciones de forma constructivista (cf. Hall, 1997a). La representación constructivista se inserta en el cuadro de las prácticas de significación y se construye como un trabajo donde se reconoce el carácter social del lenguaje. Como Hall señala, es precisamente a través de los sistemas de representación de la cultura que cobramos experiencia del mundo. Tal experiencia es admitida tanto desde el producto de nuestros códigos de inteligibilidad como desde nuestros esquemas de interpretación, los cuales no están afuera de las categorías de representación o ideología.30 El autor trabaja tanto con el término lenguaje como con el de discurso, aclarando que los dos constituyen versiones de la perspectiva constructivista de las representaciones. En diversas aplicaciones Hall compara la preocupación de la semiótica con el significante/significado, lengua/palabra o el
mito y sus oposiciones binarias, con el
abordaje discursivo de Foucault. Mientras la preocupación por el uso de los signos en el lenguaje después de Ferdinand de Saussure y Roland Barthes, entre otros, se ha llamado Semiótica, con Michel Foucault las denominadas prácticas discursivas, o el discurso, se han concentrado en su capacidad de producción de conocimiento. Su adopción en los Estudios Culturales parece contemplar este doble carácter. De éste, Hall destaca la idea de régimen de la verdad, la relación poder/conocimiento y se articula con las cuestiones de la subjetividad en el campo de la representación. Muy probablemente bajo esta concepción esté una de las más caras conexiones teoréticas de los Estudios Culturales, la que proporciona el estudio de las identidades como subjetividades tomadas desde las representaciones. Stuart Hall dice: El principal punto de apoyo aquí es que la vía discursiva, la representación, el conocimiento y la “verdad” son radicalmente “historicizados” por Foucault, en contraste con la tendencia bastante ahistórica en semiótica. Los pensamientos significaron algo y fueron “verdades”, argumenta, ¨sólo en un contexto histórico específico¨. Foucault no creía que el mismo fenómeno pudiera ser encontrado en diferentes períodos históricos. Él pensaba que en cada período el discurso produce sus formas de conocimiento, objetos, sujetos y prácticas de conocimiento, los cuales son radicalmente diferentes de un período al otro, sin necesaria continuidad entre ellos. (Hall, 1997a:46)31 30
Hall (1985) citado por Mumby (1997:22). En el original: “The main point to get hold of here is the way discourse, representation, knowledge and ¨truth¨ are radically ¨historicized¨ by Foucault, in constrast to the rather ahistorical tendency in semiotics. Things meant something and were ¨true¨, he argued, ¨only within a specific historical context¨. Foucault did not believe that the same phenomena would be found across different historical periods. He thought that, in each period, discourse produced forms of knowledge, objects, subjects and practices of knowledge, which differed radically from period to period, with no necessary continuity between them.” (Hall, 1997a:46).
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La articulación entre imágenes y palabras, referidos igualmente en tanto que representaciones, intenta traducirnos el sentido producido. No se puede observar un icono de forma “pura” en su visualidad, sin auxilio del lenguaje verbal. Sin embargo, hay innumerables formas que juegan con enunciados donde los hay implícitos o explícitos. Un juego del cual dependerá la suerte de la significación. Además, la Teoría Cultural subraya la “materialidad” de la cultura que se hace presente en los códigos y convenciones. Desde la Historia del Arte o los estudios de Literatura, en los Estudios Culturales o la Teoría Cultural prima la idea de que las prácticas significantes establecen las representaciones como constitutivas de la realidad social. Sin embargo, conforme discurre Janet Wolff (1997:170), aún se presentan dificultades para construir un modelo adecuado de las relaciones entre cultura y representaciones en el emergente contexto global. 2 . 3 . 3 - Representación y estereotipo En la Figura 6 a continuación presentamos una postal que estaba en venta en el Reino Unido: Figura 6 - El europeo perfecto debería ser ....
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70 “El europeo perfecto debería ser... cocinero hecho un británico; disponible....hecho un belga; locuaz... hecho un finlandés; con sentido del humor... hecho un alemán; conductor... hecho un francés; técnico... hecho un portugués; flexible... hecho un sueco;
famoso... hecho un
luxemburgués; paciente... hecho un austriaco; controlado... hecho un italiano; sobrio... hecho un irlandés; humilde... hecho un español; generoso... hecho un holandés; organizado... hecho un griego; discreto... hecho un danés.”
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La identidad de nuestro ciudadano inopinado viene de la mano de una combinación de las pretendidas características dominantes atribuidas a los gentilicios de los quince estados que conformaran en una cierta etapa la naciente Comunidad Europea. El esperpento engendrado a título de un ciudadano comunitario refleja una de las estrategias más usuales de la narrativa en la Modernidad: el estereotipo. Lo que primero se aporta, desde el uso del estereotipo, es la consideración de que la identidad puede ser concebida como diferencia, pues ella no se dirige a una relación de identificación con alguien o algo. Señala más bien el esfuerzo por enmarcar con rigidez, crueldad, solidez y firmeza, atribuciones derivadas originalmente del término griego #"ñ$ññ%
(stereos en Latín).33
Sobresale la constatación de que ahí se originó la
denominación inicial de los soportes tecnológicos de la imprenta en los comienzos del Periodismo y la industria editorial, los estereotipos y sus clichés.34 El sistema de impresión según el cual se funde en una plancha mediante el vaciado la composición de un molde formado por caracteres movibles. De esta actividad mecánica se deriva la comprensión de una repetición involuntaria y patológica. Tanto en Inglés, Francés, Italiano (cliché, en las tres lenguas) o Portugués (cliché), el término mantiene la doble articulación de la actividad de la imprenta y la metáfora consignadora de trivialidades, vulgaridades o lugar común. Mientras que el Español se vale de una diferenciación. El uso sistemático de los términos |cliché| o |clisé| de imprenta no ha generado el uso de la metáfora que en otras lenguas ha sustituido lo que en Español viene a significar |tópico|. Aparentemente, las representaciones estereotipadas adolecen de precariedad por repetidas. Sin embargo, la lectura ocurre, conforme lo ha advertido Stuart Hall al hablar de la estereotipización en tanto que práctica significante, dado que ella “reduce, esencializa,
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La postal fue producida por Whiteway Publications Ltd. en Inglaterra. Cf. Diccionario Manual de Griego-Español, 1995:544. 34 Véase Henri-Jean Martin (1992). 33
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70 naturaliza y fija (la diferencia)” (1997a:258).35 Los pensadores críticos afirmaban que las representaciones de la industria cultural se caracterizarían por la producción de caracteres de fácil reconocimiento. Se difundirían, desde ahí, los estereotipos, representaciones borradoras de conflictos que constriñen su objeto a una percepción unívoca y monocorde por el sujeto lector. Aunque esté caracterizada por la búsqueda de la aprensión de caracteres de fácil reconocimiento, no se puede confundir la representación estereotipada con un remedo, o imitación imperfecta. Se convierte en una perversidad semiótica estimar que la representación se conforma fácilmente con los estereotipos negativos. Antes bien, lo que la representación estereotipada requiere es una gran habilidad de su sujeto lector. Una equivocación frecuente en este proceso proviene de que la función social del estereotipo consiste en establecer mecanismos discursivos de control, elidiendo licencias y permisividades al pretender moderar las alteraciones de significado. En la estereotipización, una consecuencia de su acción fue señalada por James Valentine (1997), como es la de tomar a
los marginados sociales por su propia
representación en los medios masivos. El rol fundamental de la Teoría Crítica es el de sopesar la necesidad de sacar las representaciones identitarias fuera de su proposición estereotipada. Ella lo acusa desde aquellas representaciones que trabajan el tema de la identidad de determinadas colectividades estigmatizadas o admitidas como que minorías (mujeres, extranjeros, minusválidos, transexuales, musulmanes, judíos, gitanos, irlandeses, criollos, campesinos, mestizos, y tantas otras etnias minoritarias). En este contexto, la estereotipización tiene que ver con el
rango estricto de
representaciones que los medios masivos ofrecen. En lo sucesivo, la estereotipización de imágenes las convierte en clichés. Les hace perder su validez de figura y la fuerza de lo inédito que esta contiene, coartando la polisemia que se les puede adjudicar en relaciones extramediácticas. James Valentine (1997:75) observó las imágenes de marginados en la sociedad japonesa, examinando el retrato en su televisión de personas concebidas como marginales por su minusvalía, etnicidad, género y sexualidad, entre 1990-92. Valentine constató que, mientras las representaciones de personas marginadas construyen una imagen del otro, cada imagen a la vez es tema de un grado de estereotipo. Los minusválidos son encuadrados en documentales que necesariamente los tienen entronizados en un ghetto
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En el original: “stereotyping reduces, essencializes, naturalizes and fixes”.
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70 para que la explicación de sus problemas sea operada desde ahí. Las representaciones de lesbianas y gays, no obstante, pueden ser libremente estereotipadas. La investigación de Valentine, con toda la especificidad que pueda tener el tema en la sociedad japonesa, nos demuestra que el estereotipo también puede ser utilizado en ausencia de intereses definidos en las representaciones de algunos marginados sociales. Lo que quiere decir que no son todas las representaciones industrializadas, ni todos los estereotipos obtienen inmediata liquidez en el mercado de la cultura. El estereotipo es considerado como la principal estrategia discursiva de una teoría del discurso colonial. Apoyándose en muchos autores de los Estudios Culturales, Homi Bhabha (1994) trabaja en el intento de estructurar tal teoría teniendo en cuenta la producción de subjetividad y la actual condición postcolonial. Bhabha argumenta que el estereotipo no se constituye en una simplificación por ser una “falsa” representación, sino más bien por lo que conlleva consigo, al fijar una forma de representación que, denegando el plausible juego de la diferencia propuesto por la alteridad, se constituye en problema justo en la representación de la subjetividad y significaciones de las relaciones sociales y psíquicas. En la producción de una representación estereotipada hay que destilar del objeto aquellos elementos que le identifican desde la perspectiva de su diferencia hacia los sujetos que le van a conferir sentido. Bhabha entiende que, en el discurso colonial, la plena significación carece de una forma de conocimiento que se orienta entre lo que siempre ha estado en su sitio y algo ansiadamente repetido. Es la coyuntura discursiva cambiante del estereotipo colonial la que necesita ser asegurada desde su repetición y su exceso característicos. El estereotipo viene encauzado por el contexto de la realidad colonial, lo cual exigía la estructuración de un tipo de conocimiento que operaba en la fijación de una forma de subjetividad de la cultura colonizada. Esto se debía a que, en tal contexto histórico, las formas de subjetividad se revelaron fundamentales al facilitar las relaciones, establecer jerarquías culturales o raciales, inscribiendo formas de gobernabilidad frente a los racismos y sexismos, condiciones metropolitanas o periféricas, atributos o desposesiones. El reconocimiento o la identificación, en tanto que espontáneos y visibles, intentaban establecer la diferencia del objeto de discriminación como algo natural. El color de la piel, por ejemplo, habría sido naturalizado como elemento de identidad y trabajado como signo cultural o político de inferioridad o degeneración.
Se comprende, de esta forma, cómo es que, desde el
estereotipo, se pueden establecer formas de individualización y marginación en el ejercicio 70
70 del poder discriminatorio. En el discurso racista, arguye Bhabha, el estereotipo se constituye en un texto ambivalente, constructor de posiciones y oposiciones. Las estrategias discursivas del estereotipo actúan tanto en la proyección como en la internalización, por diferentes mecanismos como: metáforas y metonimias, desplazamientos, sobredeterminaciones, culpabilidad, agresividad, enmascaramiento y escisión entre el conocimiento “oficial” y el fantasmático. Son todos constructores de posiciones y oposiciones. Por lo visto, la representación estereotipada requiere un aprendizaje del sujeto lector. Cuando éste no está a la altura de las circunstancias tienen lugar los disturbios a menudo atribuibles al estereotipo. Sin embargo, la frugalidad de sus recursos no puede ser la medida de sus efectos. Aquellos elementos seleccionados en una construcción estereotipada suelen ser contundentes y constriñen otras facetas del objeto, condenándolas al ostracismo. Es cuando nos hacemos “prisioneros de la imagen”, en la afortunada expresión de Shoah y Stam (1994). Son estos los perjuicios más agudos de la estereotipización. Sin embargo, hay que reiterar que es desde el nivel ontológico que las representaciones de la identidad vienen a deflagrar el poder de sus narrativas y operar en el sentido de imputar al cargo de la estereotipización (cf. Luke y Luke, 1997:97). Pese a ello, todavía se posibilita su plena vigencia. Y la explicación contempla el grado de dificultad técnica de control y uso de unas tecnologías y soportes que son frecuentemente renovados. Si se les añade el carácter de comodín de la representación estereotipada, se obtiene un combinado prodigioso, difícilmente reemplazable en la alucinada rutina de trabajo de la industria cultural. En la aplicación de las representaciones en la identidad de los nacionalismos, por ejemplo, es más sencillo recurrir a la transcripción de símbolos consagrados, de inequívoca significación, como hemos comentado en el apartado 1.3. En resumen, lo que nos advierten las representaciones estereotipadas de las identidades es el presupuesto de que no hay que perderse el aspecto universal en aras de un ensalzamiento desmesurado del aspecto particular. Al final, el babelismo de una confusio linguarum siempre fue el terror de la comunicación. 2 . 3 . 4 - Representación, identidad e ideología En el capítulo precedente hemos hablado de cómo las representaciones pueden convocar una reminiscencia, una memoria o una evocación. Se encaprichan con ellas y 71
70 desde ahí cultivan su reemplazo, logrando su propia pertinencia y estableciendo su cuota de poder. Anthony Giddens (1996) al hablar del poder ontológico de la representación es uno más al reconocer algo que otros estiman todavía no trabajado: su relación con el poder. De todo lo visto, nos queda la indagación de por qué concedemos prestigio a ciertas representaciones y no a otras. La capacidad que tiene un discurso de suscitar los deseos y, así, suplir la realidad, expone el poder de las representaciones. Sin embargo, ¿cómo se define el cometido de una representación? ¿Qué fuerzas actúan en ello? ¿Cuál es su legado? Madan Sarup (1996:121), recordando a Jean Baudrillard, señala que este conocimiento de la realidad, y las teorías que lo afirman, son cada vez más autoreferentes y poco tendrían que ver con la realidad misma. La relación entre las representaciones y el poder posee una larga trayectoria en Occidente. Bien se ve que, frustrado el intento de las religiones y de la filosofía de abolirlas, la contemporaneidad se presenta además con su inaudita proliferación, su desgaste y el esfuerzo por renovarlas o anularlas. En este vaivén, las hay también aquellas que tienen talante para operar una aparente paradoja: quitar visibilidad a aquello que molesta con su presencia. Cualquier lectura de una representación, lo señaló Aumont (1993), es un rescate que está presidido por las posiciones irreconciliables si se admite a la representación como arbitraria o como motivada. Desde la última proposición, hay que reconocer que las representaciones no son gratuitas, están encadenadas en procesiones de significados, dispuestas por capas de siglos de superposición, de contenidos y formas que mutuamente se trastocan. Su reconocimiento en tanto que motivado, orientado por fuerzas históricas y agentes reconocibles, proviene del marxismo. Por ello, el poder actúa en la acreditación de las representaciones. Es de donde se desarrolla la llamada dimensión ideológica de la realidad, en la original concepción de Karl Marx presentada en La Ideología Alemana. Esta consiste, en la puntual definición de Marilena Chauí (1981), en la petrificación del tiempo, la cual, en una sociedad histórica, solamente es obtenida a través de la ideología. A partir de una premisa axiomáticamente aceptada se genera una sucesión de hechos, ordenados por un encadenamiento lógico que viene a interferir en la realidad pero desde una posición emancipada de ella. Es esta, según Hanna Arendt (1974:571), una atribución del pensamiento ideológico que guarda estrechas relaciones con el ejercicio del poder totalitario. Además, la relación entre representaciones e ideología proclama la existencia de 72
70 otra cualidad de las representaciones. La primera, trabajada hasta ahora, consiste en hacer visible lo invisible, presente lo ausente, audible lo silenciado, sensorial lo incorpóreo, evocado lo olvidado. Sin embargo, y por oposición a ello, las representaciones aun contienen una potestad que las permite emplazar, suplantar, obnubilar, subsumir una cosa en otra in præ sentia de ella. Con ellas nos ocupamos de fraguar una narración sustitutiva, donde se desplaza aquella estimada nociva a un interés en concreto. La comprensión de una dimensión ideológica viene a reconocer en las representaciones su trofeo o su estorbo. Ellas comparten habilidades de ludibrio o disimulo. Rebasar esta condición es posible apenas desde la teorización, la cual vendría en auxilio de la narrativa desplazada, puesto que expresaría la visión más fidedigna de la realidad, al paso que aquellos que comulgan con la segunda, estarían ideologizados. La existencia de la ideología no descansa sobre la estupidez y manipulación de agentes humanos, sostiene N. Garnham (1992). Su posición anti-marxista le permite indicar que la ideología se hace debido a la falta de transparencia del mundo de la vida. Por otras vías, el debate registra las contribuciones de Antonio Gramsci y Louis Althusser centrados en la especificidad de las relaciones entre cultura e ideología. En Althusser (1989), su influyente concepción de Aparatos Ideológicos del Estado (AIE), la identidad es algo que se refiere a las personas. Llegamos a ser sujetos de acción en las creencias dadas por nuestra mente y sólo existimos como sujetos en la ideología (lo que muchos analizarían como un determinismo). Madan Sarup (1996:74) añade la contribución de Michel Pñcheux, el cual suma tres mecanismos de construcción de los sujetos en la concepción de Althusser. Se trata del mecanismo de la identificación, la contra-identificación y la desidentificación. La identificación es tomada por el libre consentimiento a los “buenos sujetos” y el consecuente rechazo hacia los “malos sujetos”. En el marxismo, el tema de las identidades toca la preocupación por la subjetividad, durante mucho tiempo relegada tras considerársela somero reflejo superestructural de la infraestructura productiva. El tema menoscaba su prestigio anterior de cuño pequeñoburgués. La rehabilitación del territorio de la subjetividad por el marxismo recompone el nexo entre la actividad productiva y la subjetividad. Es un momento prolífico para que se perfilen preguntas como estas: ¿Cómo puede afectar la representación de objetos a la construcción de nuestra identidad? ¿Cómo nos afecta la disposición de signos en nuestra visión del otro? 73
70 Estas consideraciones prosiguen en la base de la discusión del capítulo anterior. La representación como producto toma la identidad desde el tema que la define, mientras la representación como proceso centra el foco en el sujeto (subject) que confiere sentido a la identidad. El trabajo teorético sobre la identidad se acerca a un eje compuesto por el sujeto, la subjetividad y la significación. Con ello, se puede detectar esta dificultad añadida al tema. Conforme
detectó Henry Lefebvre (1983), hay una enorme confusión en la
preocupación por ideología e identidad. Ineludiblemente, las representaciones se insertan entre las cualidades aceptadas y trabajadas desde los medios de comunicación como atractivos hacia la promoción de la deferencia, devoción o mantenimiento de la fidedignidad a una causa o interés. Sin embargo, ni los más probados estrategas políticos y relaciones públicas - manipuladores eminentes de eslóganes, ideas, ceremonias y meetings - tienen tranquilidad para establecer cómo la representación de las cosas puede afectar a la construcción o actualización de las identidades. Si concebimos que la disposición de signos afecta nuestra visión de nosotros mismos, tanto como la visión del otro, todavía nos queda por definir desde dónde y cómo ocurre esto. Sarup (1996) afirma que no sorprende que para Baudrillard las masas sean pasivas: la política hoy es intrínsecamente equivalente a la publicidad, deporte, moda y efectos especiales. Los sistemas de representación, a través de sus textos, sean literarios, visuales o fílmicos, actúan desde una condición de productores de significados que efectivamente inscriben posiciones ideológicas, conforme reitera Wolff (1997). Pero el simbolismo que contiene una representación, o sistema de ellas, es más amplio, estable y eficaz que cualquier ideología. La representación, al igual que la ideología, expresa una relación de tal para cual en el desabrido campo de lo simbólico. Pero es necesario honrar una distinción entre ambas. La representación no se entiende como una burla. Lo que explica su permanente reincidencia es que, aunque se la pueda utilizar burlescamente, ella tiene el valor de rebasar eventuales engendros ideológicos. Se impone reconocer que la representación tanto puede invocar a algo ausente o, al contrario, encarnar una idea que se quiere posponer a una anterior, más arraigada y molesta a un interés. 2 . 3 . 5 - Representación y opinión pública Es después de un amplio debate en la Teoría de la Ideología que se viene a considerar que las representaciones no serían en sí mismas ni verdaderas ni falsas, y 74
70 pueden ser ambas cosas a la vez. Constituyen el amplio reino de la doxa (del Griego &ññ'#(% )*% ñ), de la misma manera que las opiniones, creencias, figuraciones, estimación, crédito.36 El compromiso convenido entre una representación y una tradición dada procede de una acción que puede ser tan arbitraria como el propio engendro de la representación en sí. La obscenidad, el horror, la pornografía, el totalitarismo, todo esto se nos presenta desde unas representaciones que han tenido sus contextos históricos específicos enmarcados en el encuentro con la opinión pública: el “Muro de las Lamentaciones” para judíos y cristianos; la “Leyenda Negra”, para Felipe II, de España; la “Toma de la Bastilla” para la Revolución Francesa; el “Muro de Berlín” para la Guerra Fría; los campos de exterminio para tantos pueblos; el personaje “Macunaíma” (“o herói sem nenhum carácter”) para los modernistas brasileños;37 el “Partenón” para la democracia; la “Estatua de la Libertad” para el liberalismo; o, por fin, la fotografía de Ernesto Che Guevara que cruzaría tantas fronteras y perduraría colgada, vestida, pegada y tantos otros usos que se le concedió ya por más de medio siglo en tantos continentes. La fortuna de la imagen de Che Guevara, registrada en 1960 por un fotógrafo cubano y reproducida por la Editorial Feltrinelli de Milano, se reconoce como uno de los grandes iconos del siglo XX. Ello condujo al equívoco de creerla de dominio público. Mismo bajo el comunismo, la recuperación de los derechos de autor le sería concedida a la familia del cubano Alberto Díaz (Korda) en los años 90. Sin embargo, el tema conoce controversias aún se halla pasado medio siglo de la muerte de su retratado. El artista irlandés Jim Fitzpatrick es responsable de su primer remake cuando produjo la clásica impresión rojinegra del Che utilizando una boina de soldado con una estrella solitaria en 1968 que rodó mundo. A él le siguió Andy Warholl. Ahora, el artista europeo se la registró en tanto que marca comercial para protegerla de la burda comercialización y reconoce su valor en la ayuda a los niños de Cuba.
36
Cf. Diccionario Manual Griego-Español, 1995, p. 156. Se trata de la creación del brasileño Mario de Andrade (1998) que, en los años 20, elaboró un personaje de ficción que pretende retratar un determinado padrón moral.
37
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70 Figura 7 - El Che
Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Heroico1.jpg Acceso en 01.09.2005 Son todas imágenes de distinta tesitura, edad, tecnología o propósito que se han consagrado por algo determinante en su difusión y que proviene del reconocimiento público. Por todo ello, además del reconocimiento de los sujetos lectores, particularizados o tomados como públicos, a las representaciones se las prueba en el tiempo. A las representaciones expuestas se contraponen las censuradas. Se puede indagar por cuánto tiempo perdurará la cortina de silencio que se autoimpusieron los medios de comunicación respecto a las imágenes del accidente fatal de Diana de Gales. O, se indaga qué ha cambiado en Israel que ahora se admiten audiciones públicas de las obras de Richard Wagner. En este sentido, un tema que ha sentado una profunda controversia en los propósitos que animan su representación es el de la identidad cultural. Aquí vamos a retomar aspectos tratados en el apartado 1.3.1. para señalar además, otro aspecto de la confusión corriente entre identidad e ideología. Uno de los críticos del tema es Dominique Wolton (1992). Él sostiene que es necesario afrontar el problema del nacionalismo desde su intencionalidad ocultada tras las concepciones hoy muy difundidas de identidad cultural o colectiva, argumentando que éstas “no resuelven el aspecto irreductible y pasional que 76
70 tiene la idea de nacionalismo” (1992:275). Al analizar la situación de Europa, resalta el encuentro entre los valores y los instrumentos de la comunicación y uno de los temas históricos más antiguos: el de la diferencia, el de la exclusión del otro y la exaltación del sí mismo. Por lo afirmado hasta aquí, nuestro análisis de la relación entre representaciones e identidades se enmarca dentro del espacio de actuación e influencias de la industria cultural. Es un espacio de fronteras difusas y ambiguas. Pero es desde él que se posibilita analizar por qué o cómo algunas representaciones se hacen más sentidas que otras, por qué determinados sistemas de representación se nos presentan como más caros o legítimos que otros. En términos más contundentes, si las representaciones no están alejadas de la realidad, si convivimos con ellas tal y como ocurre con otros tantos objetos, ¿qué es lo que define nuestra preferencia por esta o aquella representación? La reflexión sobre las relaciones entre “representación, ideología e identidad” debe dar cuenta de cuestiones que responden no sólo al ámbito de lo estético o semiótico, sino que se refieren también a lo político. Señala Lefebvre que el denominado soporte social de las representaciones está constituido por sujetos y grupos o clases en relaciones conflictivas. En consecuencia, representación e ideología comparten la dicha de eludir el aspecto non grato a los propósitos del sujeto o agente que las engendra. Por ello, en la representación de las identidades se solapan significados que pueden ser vinculantes o excluyentes, unos de largo arraigo popular, otros de sabor elitista. La ola revisionista en los estudios funcionalistas ha aportado algunas conclusiones al tema, tratándolo desde la relación entre “medios de difusión y efectos sociales”. Con los norteamericanos, la evaluación del tema puede ser desprendida de la posición de Mumby (1997:12) que contempla la identidad principalmente como “subject”, al igual que los estudios feministas. Entiende Mumby que el marxismo ha sido fundamental, principalmente Althusser y Gramsci, en la orientación de estudios que articulan medios masivos, ideología y la identidad en la construcción social de sistemas de significación. James Curran (1998) señala la necesidad de precisar lo que Antonio Gramsci caracterizó como campos de lucha para el estudio de los vínculos entre los medios de difusión y la sociedad en las democracias liberales. Su análisis detecta dos movimientos. Uno responde por las presiones de arriba a abajo y otro en sentido inverso, donde los medios de difusión se exponen a una polarización entre las fuerzas populares y los grupos poderosos en la sociedad. Comprende el autor que los medios deben ser pensados desde las 77
70 influencias cruzadas de estos dos sentidos. Apunta él que: “Los sistemas de pensamiento, las cadenas de asociación y las imágenes que se generan espontáneamente en el personal de los medios de difusión que trabaja bajo la presión del tiempo, tienden a ser aquellos que más ampliamente están representados en la sociedad. Y están fuertemente influidos por grupos dominantes que, generalmente, disponen de recursos discursivos, institucionales y materiales superiores.” (Curran, 1998:223-4). ¿Se puede tomar lo que Curran expresa por “sistemas de pensamiento, cadenas de asociación e imágenes” como representaciones? En cualquier caso, la relación entre representaciones y poder, e incluso la impronta de los niveles organizativos de las identidades en los procesos de formación de la opinión pública son una laguna en la teoría. 2 . 4 - Cómo se concretan las identidades en la industria cultural Corresponde a las representaciones el hacer acto de presencia. Desde ellas se vuelven efables unos objetos que hablan del yo, de la cultura, de la religión, de la memoria o de la nación, desde signos determinados y escasos. El trato de las representaciones de identidad nos permite aprender su trayecto de realidad denotada. Este nos viene enmarcado por preocupaciones discretas que fijan marcas, trazos, sendas, rasgos, rayas, diseños, esquemas. Por ello, representar es, más que nada, producir significado. De todo lo visto en este segundo capítulo, las distintas concepciones retenidas en el uso del término representación - la mediata y la inmediata - nos encaminan hacia diferentes usos y consecuentes particularidades en el desarrollo de las tecnologías que les son propias. Por ello, nos quedamos con la constatación de que la transformación de iconos y símbolos clásicos en una cultura en representaciones mediáticas industrializadas obedece a una lenta y sobria selección, donde no todos logran sobrevivir. La concreción de los procesos técnicos involucrados en la industria cultural establece un horizonte despojado donde hay que regatear con limitaciones operativas que pueden ser excesivas. El bizantinismo corriente en el cotidiano de espacios urbanos y rurales plenos de representaciones, preciosos testigos de la historia, no son automáticamente reversibles desde las operaciones de los medios masivos. En oposición a ello, lo que nos advierten las representaciones estereotipadas de las identidades es que con ellas se evitan las sugerencias de sentido no deseadas o la pérdida de control de las posibles lecturas del mensaje. Hieráticas, plúmbeas, aplomadas, las representaciones estereotipadas condensan la trayectoria de la Modernidad al fijar, esencializar, de forma opresiva y volcada en sí misma, propugnada por la identidad de 78
70 corte modernista. En resumen, las estrategias de mercadeo cultural han producido un empadronamiento hacia la estereotipización, pasando antes por la estandarización de las representaciones en un largo trayecto histórico. Por otra parte, lo que se puede considerar como la contribución de la discusión expuesta en este capítulo reside en que las ambivalencias lexicales ponen de manifiesto unas concepciones que provienen de ricas tradiciones culturales, resistencias propias de muchos otros temas en el estudio de la cultura. Infelizmente, hay que recordarlo, compatibilizar los diversos aportes históricos concernientes al estudio de la cultura no soluciona gran parte de los problemas antepuestos al debate por el simple motivo de que los autores los tienen establecidos desde nociones diferentes. Quizá resida en estas ambivalencias lexicales un fondo de sentidos que, justamente por su ambigüedad, proporcione una gama de sentidos posibles para el término representación y favorezca su amplia utilización, valedera incluso para múltiples prácticas culturales. Hemos trabajado la potestad de las representaciones de actuar in absentia, haciendo visible lo invisible, presente lo ausente, audible lo silenciado, sensorial lo incorpóreo, evocado lo olvidado. También consideramos su acción de subsumir una cosa en otra in præsentia de ella. Ambas pueden aclarar su cometido en términos ideológicos. A pesar de que posiblemente se hayan incrementado más las dudas que apuntado las respuestas, creemos que el principal aporte de este capítulo consiste en proponer toda una revisión de la responsabilidad de las representaciones cuando la industria cultural engendra procesos que viabilizan a sujetos y agentes, nuevos aparatos de construcción de flujos y mensajes. La proliferación de las representaciones se favorece desde las tecnologías y usos de la virtualidad. La reconversión de las representaciones operada desde ellas es el tema que tratamos en la segunda parte.
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II PARTE - EL DESPLIEGUE DE LAS NUEVAS IDENTIDADES Este espectro no luce más que un solo atavío cual grotesco tocado de su atroz calavera una horrible diadema, como de un carnaval. Sin espuelas ni látigo, monta en otro fantasma como él mismo, rocín en verdad apocalíptico, cuyas fauces babean epilépticamente. A través del espacio ambos van pisoteando la infinita pradera con sus cascos audaces. El jinete amenaza con un sable de llamas a las turbas sin nombre que machaca el caballo, recorriendo, cual príncipe que visita su reino, el osario sin fin ni horizonte, glacial, donde yacen, debajo de un sol pálido y triste 38 que hicieron la historia del ayer y del hoy.
El siglo XXI es, en consecuencia de este y muchos otros fenómenos de la industria cultural,
representado por realidades intangibles, imágenes ilusorias, evanescentes,
espectros, alucinaciones, ectoplasmas, tendencia que ya decimos fue proclamada por Charles Baudelaire en el siglo pasado y que también se constituye en los elementos esenciales de la novela fantástica: la aparición de un fantasma, el desdoblamiento del espacio y del tiempo y, por fin, la pérdida de identidad. Antes que nada, hay que afirmar que el acicate teórico no contempla hacer conjeturas sobre identidades virtuales, así como no se propone la existencia de identidades globales (conforme apunta Ortiz, 1997), aunque su paseo por espacios amplios como la cultura global o el cosmopolitismo favorezcan confusiones. Este capítulo busca avanzar en la reflexión sobre los aspectos principales que están proporcionando cambios en las prácticas de comunicación. Nuestro objetivo es el de aportar elementos a la pregunta de cómo se están plasmando las identidades desde aquellos procesos constituyentes de la llamada cibercultura, los cuales afectarían a las estrategias discursivas adoptadas por las representaciones de las identidades. Ello ocurre, sin embargo, considerando la posición de Patrice Flichy (2007) cuando entiende que las ciencias sociales, en las últimas tres décadas se han dedicado a estudiar el discurso sobre tecnologías de la información de modo muy superficial y condescendiente con los sucesos tecnológicos o, en casos, apenas al análisis de productos.39 Él pone de
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Decía Charles Baudelaire en el poema Un grabado fantástico (1992:99). Ya entonces en el programa de las jornadas del IDATE en 1996 se verificaba la escasa atención a los contenidos y aspectos sociales de las nuevas tecnologías. Véase Telos n.48, p. 151.
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70 manifiesto a la Internet en tanto que una utopía materializada en forma de logro técnico. Considera que no se puede convertir en un proyecto la utopía convertida en máscara ideológica. Poco a poco vaciada de su sustancia, ella se encontró con otro contenido: justificación de una política de liberalización de las telecomunicaciones. La Internet, como una "autopista de la información" se convirtió en sinónimo de liberalización de las telecomunicaciones y la utopía tecnológica se ha convertido en un instrumento para legitimar una política liberal que tuvo dificultades para ser plenamente aceptada. En que pese a ello, su logro es inmenso. Aclarar algunos de sus aspectos se hace también nuestro propósito. En este capítulo trabajamos, inicialmente, las principales características del multimedia, del hipertexto, de la gráfica computerizada y logotipia, de las imágenes de síntesis y de la llamada realidad virtual. Al final, sistematizamos en cinco puntos los principales aportes del capítulo. A continuación, en el segundo capítulo, trabajamos las identidades de las nuevas formas de sensibilidad con sus características de pluralismo, desdoblamientos y fragmentación y proseguimos con la profundización de sus dificultades teóricas. Consideramos que la concreción identitaria ha conocido diversas posiciones. Una la hemos tratado en la primera parte, cuando reflexionamos sobre el eje sujeto, subjetividad e ideología. Ahora, desde las consideraciones con respecto a su campo semántico, hay una posición que nos aclara la interrelación entre el sujeto, la subjetividad, el tema y su reproducción. Por ello, nos encaminamos hacia el contexto emergente de la cibersociedad y los no-lugares producidos por ella. Después, comentamos las características de la virtualización de la representación, principalmente desde los aspectos de las identidades en los sistemas mediáticos que permiten vincular lo local y lo global. En el último apartado presentamos una sistematización de nuestra reflexión, con vistas a contestar la tercera pregunta propuesta, la de cómo se están plasmando las identidades en la cibercultura. Al final de la segunda parte presentamos el tercer capítulo donde retomamos, como intento de síntesis, aquellos elementos fundamentales que la reflexión sobre los autores referidos nos puede aportar hacia la comprensión de nuestra indagación fundamental en lo que atañe a los cambios en la concreción de las identidades por procesos virtuales.
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1 - Las tecnologías y usos de la virtualidad O que é o dizer uma vez dito? A palavra uma vez cantada? Que se torna o sonho uma vez sonhado? J. D. Nasio
A pesar del resplandor de las nuevas tecnologías, son muchos los que recomiendan tener precauciones. Tomás Maldonado (1994) es uno de los que denuncian los abusos metafóricos que suelen ser utilizados en este tema. Él establece la premisa de que no hay manera de eludir lo físico, mientras las extralimitaciones expresen realidades en donde sólo hay presencias inefables. En sus utopías, la virtualidad permite que se advierta lo posible y lo imposible, lo deseable y lo no deseable, instaurándose un mundo pretendidamente desprovisto de materialidad. Desde el pasado de la representación se requiere una respuesta argumentada acerca de la emergencia del proceso contemporáneo de la cibercultura. Es un largo recorrido tecnológico donde el multimedia, el hipertexto, la gráfica computerizada y las tecnologías de la realidad virtual han establecido que los dos dominios, el de lo inteligible con sus modelos, y el de lo sensible con sus imágenes visuales, háptiles y auditivas, son ahora concertados en la numerización o digitalización de la información. Ello nos encamina hacia el
examen de las características efables de la representación en las nuevas
condiciones técnicas. El orden digitalizado posibilita un hibridismo casi orgánico de las formas visuales y sonoras, desde el texto y la imagen, de las artes y los lenguages al posibilitar la conversión de la información en una combinación binaria de números (0,1). La imagen analógica, fijada materialmente tras procesos físicos, tiende a ser sustituida por la imagen digital, capaz de ser transportada vía cables telefónicos o por satélite. La fusión de las redes telemáticas y los multimedia interactivos pueden producir cambios culturales y sociales de los que se cree pueden ser de intensidad extrema. El 82
70 impacto social y el origen técnico de este proceso fue descifrado por Edmond Couchot en los siguientes términos: “La hibridación inesperada de una calculadora electrónica y de una pantalla de televisión iba a provocar en el universo de las imágenes la mutación más radicial desde la aparición - hace mas o menos uns 25 mil años - de las primeras técnicas de figuración” (Couchot, 1993:39).40 En este nuevo contexto tecnológico, lo que deshace la linealidad del proceso representacional tradicional es la característica de prueba y error facilitada por la experimentación informática. Su carácter dubitativo que nos permite volver del objeto al sujeto remarca la actividad creativa con nuevos recursos, fijando las imágenes intermediarias antes concebidas en tanto que estudios, borradores y esbozos. Por ello, se impone la comprensión de que la realidad virtual y su múltiple concertación en el llamado ciberespacio viene a ser un ejemplo extremo de la sustitución del mundo real, o material, por otro simbólico. Asimismo, no se puede contrarrestar el mundo real al mundo virtual. Conforme Phillipe Quéau (1995): lo virtual está en el orden de lo real. La virtualidad es una dimensión cuyo alcance se encuentra en expansión, pero que se inserta dentro de la realidad conocida. A través de ella, lo que se inaugura es más bien otra relación con la realidad. Desde aquí empezamos a componer el intrincado cuadro teórico que se presenta en el estudio de los nuevos fenómenos. 1 . 1 - Los usos multimedia El despliegue del multimedia consiste en pasar de una formación muy compacta a otra más abierta y extendida, donde los procesos de comunicación suelen ser tomados básicamente desde las acciones sociales resultantes del empleo de nuevas tecnologías. Multimedia significa la utilización de muchas herramientas, conocimiento, recursos organizacionales y nuevas visiones y actitudes. Algunos de estos elementos ya existen dispuestos separadamente, como el texto alfabético, sonidos, videos, animaciones, fotografías, ilustraciones, etc. El multimedia se configura a la vez como producto o servicio y combina las cualidades de varios medios de comunicación que le han precedido. Los usos más en boga dan cuenta de la producción de documentos con texto y gran cantidad de datos. Los sitios electrónicos denominados usualmente web permiten ir a una serie de otros sitios, como Telnet, Gopher, Usenet, las User´s Network, para hacer 40
En el original: “A hibridaçäo inesperada de um calculador eletrônico e de uma tela de televisäo iria provocar no universo das imagens a mutaçäo mais radical desde o aparecimento - há mais ou menos uns vinte e cinco mil anos - das primeiras técnicas de figuraçäo.”(Couchot, 1993:39).
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70 referencia a algunos. Se hacen, desde estas distintas prácticas, sistemas o colecciones de grupos de discusión y sus textos, donde artículos individuales o colectivos son distribuídos y están administrados por temas.41 Para la construcción de otros recursos del multimedia es necesario aprovecharlos en otros usos y finalidades que están aun por desarrollar. Y aquí se hace pertinente postular una distinción primera respecto a su uso. Se trata de los recursos de interacción y conmutación. El segundo proporciona, en efecto, gran parte de las estrategias corrientes. Se trata de la relación pura y dura con la máquina, pues conmutarse, en el argot electrónico, comprende lo que popularmente se denomina “enchufarse”. Aquellos que estén alejados de sus prácticas, se desmarcan del territorio de la cibercultura, mientras lo que se valora del desarrollo ulterior del multimedia se debe básicamente a su interactividad, o sea, la posibilidad de elegir e interactuar activamente en un determinado entorno. Desde la distinción entre conmutación e interactividad deviene la distinción propuesta por Vincent Giuliano (1997) entre multimedia y multiplemedia. Al primer término corresponderían las actividades sencillas de consulta a un CD rom. Al segundo, las inéditas posibilidades de los web castings: e-mail, audiotex, diarios electrónicos, tv interactiva, digital wireless service, y otros. Por todo ello, los recursos del multimedia están articulados en la aparición de lo que se suele denominar “Sociedad de la Información”. Por ella, las políticas de la Comunidad Europea vienen apostando en diversos sentidos y con diferentes finalidades. Desde el análisis de Josep Burcet (1996) podemos subrayar el contexto de desarrollo de los multimedia y su impacto cultural en Europa, principalmente a partir de su introducción desde modalidades diferentes. El software, sus herramientas y su potencial vendrán a causar un efecto sobre los oficios y las culturas organizacionales. La cuestión es que, por una parte, se espera que el stress cultural sea más grande que el producido cuando se comenzaron a usar los ordenadores personales. Por otra, las posibilidades de su utilización apuntan hacia la disminución de la exposición al caos y la regulación de los
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Aspectos que suelen ser deveras sabidos y igualmente ignorados: la palabra web (telaraña o malla) también se entiende como World Wide Web, w3 o WWW (malla mundial). Web es el nombre que recibe uno de los servicios de consulta de información más usado en Internet. Se basa en presentar contenidos de forma gráfica, parecida a las páginas de un periódico y de forma hipertextual. Es decir, que sus textos tienen palabras sensibles - las anclas - a la pulsación del ratón (marcadas normalmente en color azul) que sirven para enlazar a otros documentos, comúnmente llamados páginas web. Estos documentos son multimediáticos, o sea, incluyen sonido (Real Audio, Internet Talk Radio), texto e imágenes estáticas o en movimiento (Mosaic). La información está dispuesta de manera que sea fácil reconocerla por el formato, por el color o por las ilustraciones, produciendo una gran interactividad con el usuario, ya que es él quien elige cómo pasar de unos documentos a otros.
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70 procesos de diversificación social o la turbulencia cultural ligada al salto actual de la comunicación. En ese contexto, Burcet cree que con el multimedia se puede hacer frente a las tensiones, acelerando la transformación del tejido económico convencional. Se favorece la asimilación de un avance rápido en la tecnología, al arribo de nuevas estructuras económicas, y a la necesidad de facilitar la migración de empleos industriales y posindustriales. Los argumentos de avance de esta contribución establecen que los modos económicos y culturales actuales no son sostenibles. Aunque estos modos se modifiquen o pasen, se cree que se va a producir una crisis cultural, cambiando las actividades y dominios humanos. El proceso de despliegue del multimedia está en su comienzo y sus plenos efectos serán sentidos en un futuro próximo, afirma el autor. Además, hay un cuadro reflejo de importantes cambios
alterando substancialmente los cuadros
económicos, sociales y culturales corrientes. Para comprender los impactos culturales del multimedia es necesario examinar cómo la sociedad
puede cambiar y cuáles pueden ser las líneas principales de esta
evolución, dado que en el pasado, cada salto de la comunicación ha producido un cambio de sociedad. Burcet se vale de los saltos cualitativos que enmarcan una nueva era en la historia humana, basada en la comunicación. Se trata del esquema: revolución tecnológica - salto cualitativo en la comunicación - cambio de sociedad. Al incluir la comunicación entre las revoluciones tecnológicas y los cambios de sociedad, Burcet no especifica lo que entiende como objeto de la comunicación. La comunicación es tomada a partir de trueques de información por las vías de los medios tecnológicos. Por lo visto, en el pasado, las etapas de los importantes ciclos de acontecimientos en el dominio de la comunicación han producido una coordinación de acontecimientos característicos, de donde aprendimos que a más interacción se obtiene una mejora de las condiciones favorecedoras de cooperación y concurrencia. Ello, a su vez, genera nuevas situaciones con base en la emergencia de nuevas tecnologías aún inexistentes. A ello le sigue la realización de lo que se creía imposible: la aparición de nuevas formas de actividad, un nuevo orden en el discurso y nuevos medios. La revolución del discurso, o el desarrollo de la comunicación verbal, es posicionada junto al surgimiento de la condición humana y la revolución urbana marca el inicio de la historia. Burcet reitera que la revolución industrial, que ha producido un nuevo 85
salto en la comunicación, propició el nacimiento de una nueva civilización basada en la producción de riqueza, conocimiento y tecnología. Mientras tanto, en la fase de arranque, sin cultura específica para las nuevas situaciones, se da un tratamiento con base en los recursos culturales precedentes. Le siguen nuevas consecuencias con el refuerzo del ambiente capaz de generar la producción de su propia cultura, la creación de nuevas formas de trabajo y la destrucción de las viejas (es cuando se define lo que va a sobrevivir y lo que va a desaparecer, los conflictos entre medios, procesos y usos). Al incluir la comunicación entre las revoluciones tecnológicas y los cambios de sociedad, Burcet no especifica lo que entiende como objeto de la comunicación. La comunicación es tomada a partir de trueques de información por las vías de los medios tecnológicos. El análisis de Burcet plantea muchos otros aspectos, pero nos vamos a detener en la importancia de las perturbaciones culturales para las características particulares de cambio en el orden de la comunicación. Mientras se admita, para efecto de exposición del razonamiento,
que en el pasado hubo tiempo suficiente para que las nuevas formas
sociales produjeran y cristalizaran sus propios efectos culturales, en la actualidad la rapidez de aparición es tan grande que ocurre antes de que la producción de un nuevo conjunto cultural produzca la aparición de nuevas formas sociales. Se admite que por doquier una gran parte de comportamientos estará sojuzgada por el indeterminismo. Se espera que los cambios sean rápidos y profundos dado que, en las estructuras de los países desarrollados, la economía convencional desenvuelve dinámicas arriesgadas, con parte de las actividades convencionales fracasando por no detentar la capacidad de resistir a los mercados más francos, bien como a los niveles de productividad y calidad más elevados. Se vislumbra una realidad de concurrencia dura y falta de empleo. La novedad en este proceso es la velocidad creciente a la cual se abren los mercados, donde las nuevas formas de comunicación refuerzan la presión concurrencial por doquier. En los países menos desarrollados que reciben inversiones industriales, los cambios económicos y culturales se producirán igualmente con rapidez. Su transición podrá ser más brusca que la de los países industrializados en el pasado. De todo lo expuesto, se puede deducir que la comunicación de los multimedia permitirá una vasta reorganización de la sociedad y sus instituciones. Se pasa a situaciones donde no existen normas claras y valores establecidos, a otra donde surgen procedimientos no conocidos, visiones impropias de la realidad y estructuras institucionales inadaptadas. 86
Con ello, las poblaciones implicadas en las transformaciones y las distancias culturales entre los segmentos sociales en su conjunto determinan definir el colectivo de los involucrados en los cambios: sociedades regionales, locales, institucionales. ¿Qué consecuencias pueden ser previstas para la identidad de los nuevos colectivos? Más que conmutarse, se requiere una relación de vocación y de congruencia necesaria, socialmente compatible con las posibilidades técnicas del multimedia. La comunicación multimedia implica el desarrollo rápido de las bases para la renovación organizacional y cultural. Se puede desprender de ello que la escala social será más larga y se encontrarán diversas formas de marginalidad junto a la existencia de segmentos sociales más avanzados. Las industrias y las organizaciones no alcanzan a tener el mismo nivel de esfuerzo y de comprensión que la velocidad de desarrollo de la tecnología. Un proceso contradictorio que puede potenciar las brechas culturales a las cuales busca dirimir. Las crecientes presiones migratorias sobre los países europeos por parte de los países vecinos que, si otras restricciones no son adoptadas, continuarán afluyendo, contribuyen a la diversidad social, cultural y económica. Por ello, Burcet teme que las distancias sociales lleguen a un punto desconocido, alimentando una turbulencia importante, propia de la transición, además de las características comunes a la turbulencia psíquica ordinaria. El rápido cambio económico y la expansión exponencial de la tecnología llevan al incremento de la diversidad social y las distancias entre los países y los segmentos sociales en su interior. Se remarca el indeterminismo que se aplica igualmente a procesos económicos, a la evolución social y al despliegue cultural. En el pasado, en la transición de la sociedad pre-industrial a la industrial, las poblaciones implicadas estaban en el interior de regiones geográficas bien delimitadas. Durante la actual transición, el transporte, la comunicación y los mercados más abiertos son factores que involucran procesos similares, a muchos más grupos e individuos. Para evitar los obstáculos, Burcet considera que se deben estudiar en profundidad las tensiones económicas y culturales que fatalmente serán más elevadas; los tiempos que llevará la adopción total de las nuevas tecnologías que podrán ser más largos; y los beneficios económicos y culturales que serán retardados. Por todo lo expuesto, este y otros discursos de los anunciadores del futuro profetizan que se contempla la posibilidad de pérdida del amparo que los europeos pudieron haber sentido desde el Estado de Bienestar, y su necesaria sustitución por la promocionada “Sociedad de la Información”. Ello ocurre en términos tan dispares como la 87
expansión del nivel de empleo o incluso las prácticas de significación generadas por nuevas formas de sensibilidad. Este último aspecto lo retomaremos en el próximo capítulo. 1 . 2 - Hipertexto y comunicación descentrada El hipertexto tal vez sea de los primeros recursos de informática de amplia utilización en los más diversos aspectos de la comunicación. Él proporciona el enlace entre distintos documentos, permitiendo que el usuario determine la cadena o secuencia modal de lectura, aunque el recorrido de las páginas esté predefinido de alguna manera. O sea, experimentaciones de lo que apenas habíamos probado en la literatura de ficción - Rayuela, de Julio Cortázar, así como “el jardín de senderos que se bifurcan” de Jorge Luis Borges se han convertido en antecedentes significativos para los hispanohablantes. Sus juegos de remisiones internas se extendieron hacia límites técnicos hasta entonces no navegados. Uno de los autores que se ha dedicado a profundizar las características del hipertexto es George P. Landow, trabajando desde una convergencia entre la producción literaria y su interpretación por una teoría crítica. Landow hace referencia a la realización del poder democratizante de las nuevas tecnologías y su posición es netamente optimista en lo que toca a las posibilidades de la comunicación. El paso de la cultura del manuscrito a la de la letra impresa, cuando desapareció un antiguo sistema de cartas refinadas y aristocráticas, proporcionó un nuevo sistema literario, basado en la imprenta. Se presentó como democrático y centrado en el mercado al liberar, entre otros, al escritor de la necesidad de un patrocinador. De ahí proviene la posición optimista de Landow: “Mi postura es que la historia de la tecnología de la información, desde la escritura hasta el hipertexto, refleja una creciente democratización o reparto del poder. [...] El empuje democrático de las tecnologías de la información proviene de su difusión de la información y del poder que dicha difusión puede conferir.” (Landow, 1992:216). Landow analiza que autores como Kernan, Roger Chartier y Eisenstein, los cuales han estudiado las complejas transiciones desde la cultura del manuscrito hacia la de la imprenta, sugieren tres lecciones claras o normas para cualquiera que estudie similares transiciones. En primer lugar, estas transiciones toman mucho tiempo; en todo caso, mucho más tiempo del que los primeros estudios sobre el paso de la cultura del manuscrito a la de la imprenta podrían llevarnos a suponer. Estudiosos de la tecnología y de la práctica de la lectura señalan varios cientos de años de cambios y acomodaciones graduales, durante los cuales prevalecieron distintas prácticas de lectura, formas de publicación y concepciones 88
de literatura. Landow indaga cuánto tardará la informática, y sobre todo el hipertexto, en operar cambios parecidos y hacer el paso que vuelva el lenguaje electrónico omnipresente en la cultura.42 La segunda norma es que el estudio de las relaciones entre tecnología y literatura y otros aspectos de las humanidades no produce necesariamente una lectura mecánica de la cultura. El tercer aspecto reside en que las transformaciones tienen contextos e implicaciones políticos. Si la tecnología de la imprenta cambió radicalmente el mundo ¿cuáles serán los efectos de una transición paralela de los medios de comunicación al hipertexto informático? Responde Landow: “McLuchan también sugirió, aunque refiriéndose más a la Informática en general que al hipertexto en particular: ¨Hoy en día, el campo simultáneo de las estructuras de la información electrónica reconstituye, en todos los niveles de la experiencia social, las condiciones y necesidades de diálogo y participación en lugar de fomentar la separación y la iniciativa individual¨.” (Landow, 1992:222)(citas y cursivas del autor). Es así que resulta validada afirmación de McLuhan por el hipertexto de que los medios electrónicos favorecen las prácticas cooperativas, la cual, además, parece indicar que éstos también podrían encarnar y apoyar un sistema político concreto o reparto de relaciones de poder y prestigio. La posición de Landow es francamente optimista. No obstante, muchos reconocen que significativas alteraciones se han producido en los ámbitos estimados más serios de lo académico y en el acceso a informaciones facilitadas por la difusión de informes especializados, antes de circulación restrictiva, para hablar de los usos más difundidos del hipertexto en sus primeros momentos. Por ello, gran parte de los sitios electrónicos de formato más popularizado, las personal web sites, o incluso los diarios electrónicos, guardan el efecto de frontalidad en su diseño. Disponen sus representaciones sin escorzo, en una clara transposición de los recursos estéticos de la cultura letrada, sin preocupación de la pertinencia de los nuevos recursos del soporte electrónico, o más bien, rezagando el temor de la contaminación por lo icónico. Véase el ejemplo en la Figura 8 del periódico La Raza producido en Chicago, Estados Unidos, y que se destina a la comunidad hispánica. Una demostración de que, al revés de la expectación de continuada asimilación, la diferencia cultural de los auto-reconocidos latinos en Estados unidos se crece:
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Para un acercamiento al tema, véase la recopilación de artículos reunidas bajo la dirección de Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (1998).
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Figura 8 - Un diario electrónico
Fuente: http://www.laraza.com/edicion-impresa Acceso en 25.12.2013 Esos fenómenos poseen en e hipertexto, producido en un avance del cuadro modernista de la ciencia y sus respectivas aplicaciones tecnológicas, una característica de afirmación. Un gran valor añadido que se le reconoce es su poder de enganche a lo posmoderno, no tener jerarquías e insertarnos en un mundo de comunicación descentralizada. Él se ha convertido en un texto cultural en su sentido más sincero. En él está la base intercultural de la cibersociedad. 1 . 3 - Gráfica computerizada y logotipia El acercamiento y el desarrollo de apropiaciones de los nuevos recursos tecnológicos constituyen el acervo de opciones que históricamente las sociedades y sus actores van construyendo. Ellos pertenecen a la cultura de producción y consumo de las nuevas formas de expresión. Nicholas Garnham (1996) advierte que no se puede ignorar la historicidad de las transformaciones tecnológicas. Si la invención de la imprenta siguió un largo camino hasta que se estableció la posibilidad técnica de su fusión con las ilustraciones, la gráfica computerizada responde a otro largo recorrido, donde intensas actividades en distintos medios colaboraron en el aunamiento técnico de recursos de audio, visuales y de animación que ahora definen la complejidad del proceso multimedia. Para comprender el uso continuado de determinadas técnicas y prácticas de las representaciones y cómo ellas repercuten en fenómenos muy novedosos, nos vamos a referir a un ejemplo bastante corriente en el cotidiano de las editoriales, la prensa, el cine, la televisión o la publicidad: el logotipo, o logo. Por la difusión del uso del logo se puede demostrar que hay actividades en las que se promociona como siendo de las últimas posibilidades técnicas, pero que tienen profundas anclas en concepciones del pasado. En una vuelta a lo que se tiene como los primeros pasos de la industria cultural, se constata que el uso del logotipo en la Modernidad empieza con la imprenta. 90
Para los griegos, el +ñ,-ñ (logos, para los latinos) puede designar (entre muchas acepciones) un dicho común, una sentencia y, en general, “todo aquello que se comunica de palabra”: palabra dada, promesa, pretexto, oráculo, dicho que corre o se propala, habla, hablilla, rumor, fama, mención, tema, trato, negociación, relato, narración u otros. 43 El logos está en oposición a ñ$,ñ (acto o acción), que significa de hecho. El logotipo es la fijación de la identidad por un proceso de palabra. Si apenas los significados simbólicos pueden crear o expresar una identidad concreta y darles un cuerpo, una cara, un carácter, el logo ha incorporado una carga de simbolismo en su ejecución. Así, la adopción del recurso del logotipo en la imprenta hizo implementarse un uso que evolucionó desde la fijación de la identidad por un proceso de palabra para incorporarla a la visualidad y aún recalcando su carácter verbal, que se mantiene explícito. En la industria cultural, la imprenta, el cine, las cadenas de televisión y sus canales, al proyectar sus logos, identifican la propiedad de una publicación, producción o frecuencia de canal, red o cadena desde los cuales se realiza la emisión. Margareth Morse (1998:172) nos recuerda que fue la utilización del logotipo computerizado en el cine y por cadenas de televisión norteamericanas, así como las brasileñas, lo que nos anticipó la inmersión actual, propiciada por los ordenadores, en las prácticas interactivas. En el cine, el uso del logo se remonta a la estructuración en condiciones industriales de producción en Estados Unidos. En televisión, la competencia exigió distinguir las emisiones con un icono discreto, posicionado en una esquina de la pantalla o desde sofisticados logos identificadores de la programación de la cadena. Conforme hemos analizado en el apartado I.4.1, de la primera parte, un logo está compuesto por un estilo particular de letras o símbolos pictóricos que pueden actuar como una imagen y definir la personalidad de una corporación o producto específicos. Desde hace cerca de dos décadas, la identidad en la imprenta, televisión, cine y publicidad vienen siendo trabajadas desde la producción de logotipos perfeccionados bajo recursos de gráfica computerizada. La gráfica computerizada es utilizada ampliamente para correcciones estéticas, para mal-formaciones, deformaciones, mezclas, fotogenia, alteraciones, ausencia de entereza, disfunciones y, algo muy caro a la representación de la identidad: las correcciones de perspectiva. Desde sus aplicaciones hay algunas que complacen justo el poder de explicitación y vulgarización del título o anagrama de un programa, película o teleserie - la careta - como 43
Cf. Diccionario Manual Griego-Español, 1995, p. 371 y p. 251-2.
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característica fundamental. En otros casos se los utiliza engarzados en secuencias publicitarias. En el caso de la telenovela “Roque Santeiro” producida por la Rede Globo de Televisäo (1996) (véase Figura 10) se observa la preocupación por traducir semióticamente la referencia a la cultura religiosa. Las producciones televisivas se proponen como una renovación cultural frente a los valores religiosos y estéticos de la arraigada tradición barroca brasileña: Figura 9 - Logo de telenovela
Fuente: http://www.redeglobo.com.br/el 10.03.08
En el caso de dos de las grandes cadenas brasileñas, Rede Globo y Rede Bandeirantes de Televisäo, la producción de sus logos institucionales contiene, además de los elementos de visualidad referidos, la inserción de sonidos característicos, que resuenan como sutiles despertadores durante pocos segundos. Los logos institucionales que incorporan elementos de sonido y animación, han sufrido un largo proceso de abstracción desde sus versiones anteriores hasta el punto de que ya no mantienen explícito el vínculo con el nivel verbal. El uso de la identificación abstraída de lo verbal se expresa someramente en tanto que iconos. Véase la figura a continuación:
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Figura 10 - Identificación de la cadena
Fuente: http://blogs.telesurtv.net/, el 01.09.2013
En muchas cadenas, el icono registra un otro recurso facilitado por la gráfica computerizada y usual en televisión que consiste en el uso del logo para señalar un cambio que se establece entre el espectador, la pantalla y la profundidad de campo z-axis. La profundidad de campo ilusoria utilizada en la producción de un logo es proporcionada por el dispositivo z-axis en el espacio del frame de la pantalla de televisión. Las propiedades del logo en el aire, o logo volador, consisten en tener un campo de operación que se presenta circunscrito y jerárquico. La imagen semoviente en televisión contiene un mecanismo de reloj, pues enmarca una temporalidad, el espacio entre un programa y otro, un segmento y otro, una interrupción en el flujo televisivo. Designa un movimiento entre líneas o entre bloques temporales, por lo que el logo en televisión acrecienta la temporalidad al proceso de palabra que le caracteriza desde la Grecia antigua. Por lo tanto, el logotipo evolucionó. Desde la fijación de la identidad por un proceso de palabra ha incorporado los sonidos, la visualidad trabajada con animación y efectos de ilusión tridimensional, y unos efectos de temporalidad. Todos estos elementos están convenientemente uncidos en un programa de ordenador. En algunos casos, también, sin desmerecer su original carácter verbal. 1 . 4 - Imágenes de síntesis, analogía, modelización La representación en tanto que plasmación de una figura emblemática ha evolucionado hacia la imagen sintética artística y, en la actualidad, hacia la imagen sintética industrial. Las imágenes de síntesis se producen desde imágenes almacenadas en el ordenador, mezcladas con otros datos y trabajados con base a modelos matemáticos. La unidad de representación en la producción de las imágenes de síntesis pasa a ser el pixel: 93
“Mientras a cada punto de la imagen óptica le corresponde un objeto real, ningún punto de cualquiera objeto real preexistente corresponde al pixel. El pixel es la expresión visual, materializada en la pantalla, de un cálculo efectuado por el ordenador, según las instrucciones de un programa. Si alguna cosa preexiste al pixel y a la imagen es el programa, o sea, lenguaje y números, no lo real. Es porque la imagen numérica ya no representa el mundo real, ella lo simula.”(Couchot, 1993:42).44 La principal consecuencia en términos de Teoría de la Representación está en el nuevo orden visual descrito por Edmund Couchot (1993). En él, la clásica topología del sujeto, el objeto y su imagen es presionada. Estos entran en colisión, se vuelven híbridos y se desalinea la estructura de representación que conocíamos hasta la emergencia de las técnicas de simulación. La virtualización de las imágenes opera desde la reconversión del objeto que sólo es manejable, en adelante, desde su digitalización. Las composiciones de imágenes de síntesis pierden adherencia a lo real y hacen que el destino de la imagen esté pendiente ante todo de lo numérico. La esfera armillar se desarma por acción de la digitalización y se hace arcaica hecho un daguerrotipo. En los términos de la lingüística francesa, la novel relación virtualizada se queda restricta al nexo entre significante y significado y el significante pasa a prescindir de la entidad, convirtiéndose a la vez en su creador. Volviendo al epígrafe enunciado al comienzo de este apartado, “¿qué es la palabra una vez cantada?”, preguntamos qué viene a ser la ausencia una vez representada. Hemos trabajado en el capítulo anterior que la representación hace efables a un conjunto de objetos. Además, ella puede disimular una verdad que posee, lo que viene a ser su condición ideológica. Mientras que, al simular lo que en verdad no tiene, se produce una nueva realidad. En este nuevo contexto, Jean Baudrillard (1991:8) es uno de los que ha enfatizado la emergencia de lo que llama la hiperrealidad. Esta sería producida desde las nuevas tecnologías de comunicación, por él denominadas de simulaciones y sus correspondientes simulacros. Entiende Baudrillard que, desde las nuevas condiciones de comunicación mediática, las distinciones entre realidad y apariencia, significante y significado, se han borrado. Tales características, que en la Modernidad eran consideradas como plenamente 44
En el original: "Enquanto para cada ponto da imagem ótica corresponde um objeto real, nenhum ponto de ¨qualquer objeto real preexistente¨ corresponde ao ¨pixel¨. O ¨pixel¨ é a expressäo visual, materializada na tela, de um cálculo efetuado pelo computador, conforme as instruçöes de um programa. Se alguma coisa preexiste ao ¨pixel¨ e ñ imagem é o ¨programa¨, isto é, linguagem e números, e näo mais o real. Eis porque a imagem numérica näo representa mais o mundo real, ela o ¨simula¨.”(Couchot, 1993:42)(comillas del autor).
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establecidas, vienen a perder sus fronteras, las líneas demarcadoras que las constituían, hay una implosión de la frontera entre realidad y representación. Como resultado, la experiencia y el crecimiento de lo “real” desaparece. Es un nuevo orden social, en donde los signos y códigos constituyen lo “real”. La importancia de la aportación de Baudrillard reside en que la singularidad de las imágenes de síntesis y los modelos informáticos proviene de que no se trabaja con fenómenos de la naturaleza o de la vida social, sino con los modelos construidos a partir de ellos. La modelización consiste en resolver no sólo sus características representacionales sino también describir automáticamente los movimientos del objeto en su entorno físico. Esta condición enmarca toda y cualquier actividad de simulación. Además, la modelización estadística ya nos acostumbró a su precedencia respecto a muchas actividades científicas, conforme comentamos más adelante en el Diagrama 1. La controversia que se establece en el uso de las imágenes de síntesis reside en que se hace mucho trabajo para, al final, producir tan sólo imágenes. ¿Dónde está la sorpresa? Contesta Couchot que la lógica de la simulación no pretende tener a lo real en tanto que una imagen, sino más que esto, lo sintetiza en toda su complejidad, desde unas leyes racionales que lo describan y expliquen. Desde el momento en que una imagen es digitalizada se considera que desaparece su ligazón directa con lo real. Conforme ya argumentó Edgard Morin (1986:353ss.) a cerca de la insuficiencia digital, se nos ha impuesto la dependencia del cálculo binario “para todo o nada”. Edgar Morin nos advierte que, como toda transferencia física, incluida la luz, la información tiene un aspecto discontinuo, aunque no se reduzca a ello, como también no se la puede reducir al aspecto digital: “Se puede confiar a un ordenador digital la copia de la Gioconda: está, reproducida en puntos discontinuos, como una imagen en televisión, será perfecta eventualmente. Pero Leonardo da Vinci no la ha compuesto de manera únicamente digital, es decir, operando por elección puntual. Él ha vivido, sin duda, momentos de elección y de decisiones entre alternativas, pero estos momentos están mezclados con los continua. Y henos aquí. Llevados de nuevo al misterio del aparato cerebral cuyo funcionamiento no obedece más que a una lógica digital, pero que integra esto en una polilógica compleja. La digitalización íntegra de la Gioconda es un subtratamiento, un subproducto a partir de un modelo que se ha formado de manera incluyente pero que rebasa la digitalidad.” (Morin, 1986:354). La fractalización, el proceso de reacción matemática en cadena, aplicado a imágenes visuales y sonoras, consiste en establecer semejanza entre los niveles macro y 95
micro de la naturaleza y la cultura, reconsidera el conocimiento por similitud material comentado por Foucault. Por ello, se produce una actualización que fundamenta el uso tecnológico de las imágenes. El mecanicismo es responsable del avance intermitente y progresivo de la actividad de registro, contabilización, particularización del mundo. La identificación como reconocimiento es tarea cardinal de nuestros días. El impacto de estos cambios en la actividad teórica y en lo cotidiano determinan lo que Quéau (1993) llama revolución escrituraria. Él cree que las imágenes de síntesis pueden transformar nuestros métodos de representación. Sin embargo, tanto las imágenes de síntesis como los mundos virtuales que ellas puedan producir aún no han revelado su potencial. Porque, aunque la interactividad pueda enriquecer el trabajo, no puede alterar la naturaleza de los modelos con los cuales trabajamos. Los modelos son necesariamente simplificadores al concatenar la siempre compleja realidad en un núcleo estable. Ellos se mantienen inalterados hasta que hacemos un cambio, lo cual tendremos que determinar nosotros. Los modelos “permanecen como interpretaciones argumentadas del mundo, filtradas por el conocimiento científico. Si la representación, al penetrar en la naturaleza más allá de las apariencias, buscaba remontarse hasta el inteligible para, a su vez, hacerlo visible, la simulación sólo puede hacer visible lo que de antemano es inteligible. Ella no tolera ninguna opacidad, ningún misterio.” (Couchot, 1993:46).45 Es ésta la causa de que la sumisión de modelos numéricos a las estructuras matemáticas y a la lógica formal sea relativa, puesto que la imagen digitalizada solamente puede hacer figurar a aquello que antes haya sido de alguna forma modelizado. Lo que acaba de pasar con los artistas gráficos exacerba un trayecto histórico de conversión numérica que tuvo lugar en la música hace por lo menos mil años. La matemática, el riguroso recuento de los tiempos, que sostiene una fuguetta de Bach no explica el esplendor de su música, pero es su componente ineludible. Estos ejemplos y tantos otros, presentados por los medios a lo corriente, se reconoce que la modelización necesita de patrones que le son anteriores y provienen necesariamente del ámbito de la cultura. Por lo tanto, el dominio de la lógica formal se mantiene precario, amplios sectores de la realidad aún quedan fuera de cualquier modelización o sintetización. Conforme hemos analizado en 2.4.5, de la primera parte, el esfuerzo por imponer el orden racional impera con una hegemonía contestada también por 45
En el original: “permanecem interpretaçöes argumentadas do mundo, filtradas pelo conhecimento científico. Se a Representaçäo buscava, ao penetrar na natureza para além das aparências, remontar até o intelegível para, por sua vez, torná-lo visível, a Simulaçäo só pode tornar visível o que de antemäo é intelegível. Ela näo tolera opacidade alguma, nenhum mistério.” (Couchot, 1993:46).
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antiguas vías. El misterio de las cosas ronda el cumplido de la inteligibilidad plena. Desde el momento en que una imagen es digitalizada desaparece toda relación directa con lo real. ¿Qué fundamenta tal proceso? Foucault concluye que las identidades y diferencias surgen de una ruptura esencial en la episteme del mundo occidental, la cual entre otras consecuencias, desplazó al loco y al poeta a sus extremos antagónicos. Se trata del abandono del conocimiento por similitud material, categoría hasta entonces fundamental en el saber, y a la vez de su forma y de su contenido. El conocimiento, a partir de entonces, empieza a operar por vías de disociación entre lo idéntico y lo diferente y abandona la epistemología indicial. Véase el diagrama a continuación: Diagrama 1 - La medición de las audiencias
Fuente: https://www.ibopeagb.com.mx/download.php?file... Acceso en 20/12/2011
El Diagrama 1 presenta los resultados de un sondeo sobre el tema de las audiencias en ocho cadenas de televisión de México, realizada por el Ibope. Sus resultados han permitido al investigador deducir la correlación entre la percepción de una señal en el televisor y el sentido de recepción de una dada programación de aquel dicho canal y a su hora. Pero esa correlación que está lejos de ser perfecta y, para ello, se encargan evaluaciones cualitativas. Conforme se observa, orden y medida son los recursos para entablar el análisis de las identificaciones que ahora pasa a ser comparadas. Se miden magnitudes o 97
multiplicidades, lo continuo y lo discontinuo en operaciones que consisten en englobarlos en la totalidad y, desde ahí, dividirlos en partes. Todo se hace más o menos idéntico, más o menos diferente. Desde aquí se nos abre un panorama que proviene de una atmósfera cultural que ya no consideramos. Surge un problema para lo cual por ahora no tenemos nada más que el beneficio de la duda, y que atañe a la orientación epistemológica de la producción de representaciones en la actualidad. ¿Serían las representaciones de la identidad en la industria cultural orientadas tanto por analogía como por la
sofisticada tecnología
desarrollada por el orden numérico? Es decir, la información que hace referencia a la forma y al contenido que sintetizan las representaciones ¿están orientadas por criterios de similitud material, formal o arbitradas? Nos parece que Foucault proporciona una señal al problema cuando aclara que: “la puesta en orden por medio de signos constituye todos los saberes empíricos como saberes de la identidad y de la diferencia” (1978:64). Él reconoce que los signos se han convertido desde un extremo en “instrumentos del análisis, marcas de la identidad y de la diferencia, en principios de la puesta en orden, en claves de una taxonomía; y del otro [extremo], la semejanza empírica y murmurante de las cosas, esta sorda similitud que proporciona, por debajo del pensamiento, la materia infinita de las particiones y las distribuciones” (1978:64). Una actualización del tema fue propuesta por Gaston Bachelard: “El postulado de la identidad impone la permanencia del objeto o, mas exactamente, la permanencia de un carácter o de un grupo de caracteres de un objeto. Es la base de una física” (Bachelard, 1974:228).46 La separación entre las dos epistemes registra aspectos de una profunda transformación, cuyas consecuencias sentimos en parte con la emergencia de las nuevas tecnologías en la representación de lo cotidiano y su repercusión en el ámbito de las identidades. 1 . 5 - Realidad y entornos virtuales El entorno denominado realidad virtual, desarrollado por la industria cultural, pretende reemplazar situaciones tan particulares, como es la sensación de sentirse acogido 46
En la versión en português: “O postulado de identidade impöe a permanência do objeto ou, mais exatamente, a permanência de um carácter ou de um grupo de caracteres de um objeto. É a base de uma física” (Bachelard, 1974:228).
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por su entorno natural y cultural. Tanto en el sentido fuerte como en su sentido más débil, ambos referidos por Tomas Maldonado, la realidad virtual engendra transformaciones en las formas de pensar las posibilidades de la comunicación y sus prácticas de significación.47 La realidad virtual está compuesta de representaciones reanimadas por la interactividad. Consiste en la aplicación práctica de modernas tecnologías informáticas que ayudan a crear en el usuario (no se puede hablar propiamente de espectador) ilusiones y sensaciones referidas a la inmersión total o parcial en un mundo imaginado, que sólo existe desde el ordenador que lo propone. Técnicamente, la realidad virtual es una técnica de ordenador que genera un entorno interactivo por unos llamado ciberespacio: “Los grandes componentes de un sistema de realidad virtual son habitualmente un casco que contiene dos dispositivos de pantalla y sensores que detectan el balanceo, grado y desvíos de la audición, los auriculares, uno o dos guantes para detectar movimientos de las manos o de los dedos con sensores táctiles y una almohadilla para sentir la presión de los pies.” (Cawkell, 1996: 404).48 La principal característica de la realidad virtual es la interactividad en tiempo real, es decir, cuando el ordenador es capaz de registrar entradas de un usuario y reaccionar a ellas de inmediato, lo que instantáneamente altera el entorno virtual. En concreto, aquí y más allá, ahora mismo, plasmando una prolongación de la presencia de la identidad, o una nueva forma suya. Un proceso que viene siendo denominado de desenclave y que franquea posibilidades indefinidas en lo que se refiere a los tradicionales estándares de espacio tiempo. Algunas de estas consecuencias plantean una comprensión social del ciberespacio y sus principales actores: las comunidades virtuales y las redes sociales. Se puede añadir, todavía, que esto en parte ya afectó a las diversas manifestaciones artísticas y religiosas o místicas del pasado, conforme hemos analizado en el capítulo anterior. Un antecedente de la realidad virtual está en la holografía, sucesora de los prismas y caleidoscopios que operaban tras el juego de rayos luminosos. Como la técnica del trompe l´oeil, al fijarse la imagen se ponía a su sujeto lector en movimiento. A su tiempo, las cámaras obscuras produjeron la misma sensación al reproducir inmensas masas de 47
Véase Maldonado (1994:102). En el original: "The major componentes of a VR system are usually a helmet containing two display screens and sensors to detect the roll, pitch and yaw of the head, headphones, and a glove or gloves to detect movements of the hand and the fingers with tactile sensors and pressure pads to sense foot pressures.” (Cawkell, 1996: 404).
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imágenes.49 Los hologramas todavía son muy utilizados en figuritas para el entretenimiento de niños, en su juego entre dos o tres imágenes ilusionistas. Con todos estos antecedentes, uno puede preguntarse ¿qué nos aporta de nuevo la realidad virtual? Los procesos tecnológicos posibilitados por el multimedia, en el contexto
de
precariedades dictadas por crisis culturales, económicas y políticas, han llenado de esperanzas a muchos desilusionados de otras narrativas. Sherry Turkley (1997:292) observa que la trascendencia del fenómeno reside en que: “Las cuestiones planteadas por el nuevo modo de vida son difíciles y dolorosas, porque golpean en el centro de nuestros problemas sociales más complejos e intransigentes: problemas de comunidad, identidad, gobierno, igualdad y valores.” Pese a todas las esperanzas, no se puede asegurar, desde la temática de las identidades, que las difundidas características innovadoras a nivel epistemológico de estas nuevas tecnologías estén introduciendo cambios en la construcción de las identidades. Los problemas en filosofía, ciencia y técnica nos imponen reconocer que la naturaleza de la información prosigue como un problema teórico. Sin embargo, la convergencia de nuevas tecnologías afecta cada vez más la vida de las personas a quienes se demanda mayor responsabilidad por sus propios estilos de vida. Cuando Lefebvre sostiene que el mundo de las representaciones reemplazó todos los referentes de las tradiciones a través del lenguaje y del discurso, es probable que no haya tenido en cuenta los simulacros. En adelante, ellas sólo se harán expresables si son transmutadas en productos de la industria cultural. De ahí que la virtualidad integre igualmente una condición clásica y otra apasionantemente actual. Vivimos en un momento en el que los retos dispuestos por la emergencia de las nuevas experiencias de la industria cultural permanecen latentes. Al acercarnos a la categoría virtualidad necesitamos generar nexos entre los nuevos fenómenos y el esfuerzo de construcción y actualización de las identidades. 1 . 6 - Digitalizar el mundo En un intento de síntesis, presentamos algunos puntos con respecto a la reflexión realizada: •
con el multimedia se asientan los precedentes de nuevas formas de actividad, un nuevo
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Al final del siglo pasado, se contaban una docena de estas cámaras construidas con aparatosos recursos de espacio físico y algo insustituible, la luz natural.
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orden en el discurso y nuevos medios; •
el hipertexto posee un poder de enganche a lo posmoderno al no tener jerarquías e insertarnos en un mundo de comunicación descentralizada;
•
la gráfica computerizada aplicada a la logotipia proporciona las correcciones de perspectiva, el perfeccionamiento de logos icónicos,
la sincronización de la
sonorización y la temporalidad en ellos; •
las imágenes de síntesis hacen que el destino de la imagen esté pendiente de lo numérico y ellas ya no representan el mundo real, lo simulan.
•
la realidad virtual engendra transformaciones en las formas de pensar las posibilidades de la comunicación y sus prácticas de significación al estar compuestas por representaciones reanimadas por la interactividad. Tal conjunto de nuevas tecnologías y procedimientos nos ofrece una mayor
inteligibilidad del mundo. Se generan nuevos hábitos visuales o, más que esto, multimedia, determinados por el poder de impacto de las técnicas infográficas, las memorias, los medios de gestión y de almacenamiento o de creación. Se cautiva al espectador, usuario o actor-autor, desde su sensibilidad desprovista de frenos.
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2 - Las identidades de la nueva sensibilidad En el primer capítulo de la primera parte hemos analizado el fenómeno de la incorporación exacerbada de las representaciones de las identidades a la industria cultural, acreditando tal proceso cómo una exaltación de las identidades. Afirmamos que el desarrollo de la identidad comercial de la marca se constituye en el fenómeno que viene caracterizando tal proceso de forma especial. Discutiremos ahora cómo ha sido interpretado en términos más generales, puesto que ello tiene que ver con el contexto donde emerge el cultivo de las nuevas identidades. El progresivo proceso de mercadeo (commodification) de la vida cotidiana, en los términos de Frederic Jameson (1991), concibe una noción que no es propia del nivel sociológico (aunque haya sido bastante reconocida en estos círculos). Jameson apunta un proceso todopoderoso y omnipresente que transforma la realidad en imágenes y fragmenta el tiempo en una serie de presentes perpetuos. Desde él se opera una crisis en la representación, donde la historia desaparece y el presente se disuelve en imágenes no relatadas. Lo explicamos porque es fácil pasar del nivel sociológico que genera la preocupación por las características de la globalización (económica y política, sus modos de producción y consumo) y su articulación con lo posmoderno, lo cual privilegia el estudio del desarrollo urbano y regional con la organización del capital. Para comprender tal proceso, desde el análisis de Holmes (1997:232), es fundamental considerar que la difusión de mercancías se opera en dirección a consumidores atomizados y la radio, la televisión y la prensa actúan, ellas mismas, en tanto que publicistas. La Modernidad es un proceso de explosión de mercancías, mecanización, tecnologías y relaciones de mercado donde la imagen se halla en creciente dependencia de otras imágenes. En la interpretación de Jean Baudrillard se hace fundamental el logro de que las imágenes se están volviendo mercancías (commodities). El autor rechazaría la filosofía de la historia marxista que establece la primacía de la producción en todas las 102
sociedades y propuso dos tipos de sociedad establecidos en conformidad con su organización: las sociedades simbólicas y las de producción. Mientras la Modernidad se habría caracterizado por la proliferación de mercancías y productos, la Posmodernidad se caracterizaría por la proliferación de signos, simulaciones y códigos. Con ello, tal vez se vean favorecidas algunas identidades que en el pasado han tenido poco poder de cohesión, como ha pasado con la identidad de género y la de clase. Esta última no cuenta más que con la organicidad de partidos políticos, los sindicatos y sus ideologías. Anthony Smith (1997) advierte que la deficiencia principal de la identidad de clase ha consistido en su escaso poder emotivo, a más de estar dispersa territorialmente. Todo al contrario que las identidades nacionales, que además tienen fundamento pasional. Entre tanto, conforme puede pasar a muchas identidades nacionales, la identidad de clase carece también de alineación cultural. Es desde este contexto que desmarca tradicionales posiciones de clase que llegamos a un proposición de consumo de la identidad. Sarup (1996:121) reafirma la creencia de que podemos consumir identidad y que ella está moldeada por el consumo. El consumo pasa a ser una manera de ser, una vía de construcción, significado y prestigio de la identidad en la sociedad contemporánea. El consumo de las identidades se consolida en las formas de producción y distribución de los productos de la industria cultural. La identidad está involucrada en estos productos de las más distintas formas, reconocidas como cultura popular. Dentro de tal proceso, se hace cada vez más extendida la creencia de que nuestras identidades personales pueden ser influidas por aquello que consumimos y vestimos, lo que compramos, vemos y leemos, las jergas que adoptamos, como concebimos nuestra sexualidad, lo que pensamos de la sociedad y los cambios que creemos que están ocurriendo. Desde su singular condición, uno puede acumular referencias que lo ubiquen como hombre, blanco, white collar, hijo del baby boom y de derechas, por ejemplo un WASP White Anglo-Saxon and Protestant. O, por contra, ser una mujer, de la generación del 68, divorciada y de izquierdas que, en su día, amó a los Beatles y los Rolling Stones. O sea, las adscripciones identitarias admiten diversas combinaciones. En este sentido, Stuart Hall arguye que si tenemos una identidad unificada del nacimiento a la muerte, es debido sólo a lo reconfortante de una historia así narrada: “La identidad unificada, completa, segura y coherente es una fantasía” (Hall , 1992:277). Consideramos la producción de las nuevas identidades en la industria cultural desde un sentido genérico que contempla aquellos fenómenos que anteponen alguna 103
resistencia a los encuadres consagrados en Occidente. Se encuentran en esta condición espacios y culturas tan diversas como las identidades de las culturas que sobrepasan los criterios clásicos de cultura colonizada o periférica. Las últimas se vienen incorporando progresivamente a la industria cultural, sea desde su condición de tema dispuesto a la representación, por la producción de contenidos como meras consumidoras. En el estudio de las nuevas identidades también se procura estimar la afirmación de espacios de identidad a grupos sociales marginados, como las mujeres, los gays y lesbianas, los minusválidos, las etnias involucradas en diásporas (negros, judíos), la tribus urbanas con sus vestimentas, aderezos e idiolectos (skinheads, punks, heavymetal, etc.) y otros. Ellos constituyen aquellos grupos que suelen ser denominados identidades demandantes o reclamantes (“claiming identities”), o por lo mismo, los que se encuentran en nuevos procesos de construcción de sus comunidades favorecidos por las nuevas tecnologías.50 Otra caracterización, la de identidad del yo, comprende los procesos donde la subjetividad es la tónica. Para todo ello, se concibe que hay un espacio plural donde emergen formas de representación antes marginadas. Temas emergentes en el debate público como homosexualidad, androginia y otros encuentran en las nuevas tecnologías la posibilidad de nuevas definiciones representacionales. 51 2 . 1 - Pluralismo, desdoblamientos, fragmentación La canción de Paul McCartney cantada desde los años 70, “Here, there and everywhere”, parece haber anticipado la resonancia metafórica constituyente de la emergencia del tema virtualidad. Como dice la canción, hay algo que está presente en todas las partes al mismo tiempo, “everywhere”, pero además podemos percibir cómo puede, a un sólo tiempo, hacerse presente en más de un lugar, “here and there”. La sensibilidad posmoderna, o la “condición posmoderna” ha puesto en el centro de los debates aspectos de la comunicación que tratan de la naturaleza de la significación y el lenguaje, lo que ha contribuido decisivamente a los estudios críticos de la comunicación masiva. La sensibilidad posmoderna ocupa un puesto central en los análisis de las actividades de comunicación y de los media. Este apartado reitera la importancia de categorías como pluralismo, desdoblamientos y fragmentación en las Teorías Cultural y Posmoderna para el tema de la identidad y su acción por las vías de la industria cultural. 50
Véase, entre tantos estudios, Beate Gersch (1998). En los años 60, Herbert Marcuse (1968) ya había llamado atención sobre el hecho de que las transformaciones sociales inevitablemente habrían de pasar por espacios que no eran más de trabajo, sino por los movimientos de minorías, como los estudiantes y las mujeres.
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Se pueden constatar tremendas diferencias entre los teóricos que trabajan con lo posmoderno. Las diferencias se dan en cuanto a contenido y nivel intelectual, y afectan hasta la propia denominación misma, posmodernismo o Posmodernidad. Hans Bertens y David Fokkema (1997) definen en el “Foreward” lo que comprenden de la distinción entre los términos posmodernismo y Posmodernidad. El último se refiere a una atmósfera cultural, emergente de las nuevas tecnologías de comunicación y la globalización de los mercados de productos e ideas. En cuanto a las manifestaciones posmodernas tardías (en Literatura y en el Arte) en parte suponen una reacción a las manifestaciones modernistas. La confusión que resulta de la falta de demarcación de líneas de frontera claras caracteriza la discusión sobre lo posmoderno no solamente en Filosofía, sino también en las Ciencias Humanas y Sociales. Wolfgang Welsch y Mike Sandbothe (1997) sostienen que, aunque lo posmoderno pueda ser más conocido en la Arquitectura, su concepto fue allí desarrollado desde los aportes de la Literatura y, posteriormente, fue formulado filosóficamente por Jean-François Lyotard. En Sociología se refiere en primer lugar a la revelación de un determinado pluralismo, que era lo que estaba en primer plano en el debate norteamericano. Conforme hemos trabajado en el apartado 2.2.2 de la primera parte, hay fuertes obstáculos para el análisis de las relaciones entre cultura y representación en el contexto globalizado. Sin embargo, es fundamental remirarlo, puesto que es el espacio tiempo propio de las tecnologías de la virtualidad. Una de las más serias dificultades consiste en la superposición de temporalidades. Si se considera lo posmoderno como característico del posfordismo y posindustrialismo de las sociedades super desarrolladas occidentales, ¿qué hace que tal teoría posea amplia aceptación fuera de sus estrictos dominios? En los años 90, lo posmoderno domina el debate directamente a través del aparato conceptual ampliamente aceptado en los Estudios Literarios y en las Humanidades, así como mediante la concomitante politización de la investigación humanística. Se enmarca el deseo de una u otra forma de concebir la teoría, que se propone como una escritura crítica (cultural theory) de sí misma. Los teóricos de lo posmoderno son tácitos en admitir algunas características de la identidad. Sarup (1996:95) atribuye al posmodernismo trabajar la aceptación de la fugacidad, fragmentación y discontinuidad presentados por determinadas sociedades y en determinadas situaciones. Aspectos como el descentramiento, la no fijación de la subjetividad, identidad y lenguaje son enmarcados y, en Lacan y Derrrida han tenido sus 105
fuentes de interpretación más reconocidas en los Estudios Culturales.52 La acción de los medios masivos de comunicación, las experiencias mediadas por ellos y sus nuevas representaciones pueden ser comprendidas por lo que algunos entienden es propio de la llamada cultura posmoderna y su inherente sensibilidad. En este sentido, el trabajo de recreación, reconstrucción del imaginario, absorbería las identidades concretas en un flujo de diversidad. Esto explicaría, por ejemplo, la nociva acción de los grupos fundamentalistas o los terroristas fuera de los espacios territoriales que originaran la problemática central que ellos buscan desvelar o denunciar. En síntesis, y a modo de ejemplo, una comparación entre lo moderno y lo posmoderno puede estar en la tesis de Scott Lash, comentada por Hans Bertens: [...] clamar que en cuanto el modernismo fue una formación cultural “discursiva” el posmodernismo es una formación cultural “figurativa”. La significación discursiva da prioridad a las palabras sobre las imágenes; privilegia la forma en cuanto texto y recalca el significado (discursivo). La significación figurativa, por otro lado, enfatiza lo visual a expensas de lo discursivo, es recelosa de los formalismos, racionalismos y didactismos, es interesada en un impacto (sensual) más que en el significado (discursivo) del texto, y opera a través de la inmersión del espectador, una relativa inversión no negociada de su deseo en el objeto cultural. (Bertens, 1997b:110) 53
Este análisis se nos presenta pertinente porque establece una característica puntual que afecta la manera como actúan los fenómenos de la industria cultural. El énfasis en lo visual, el desprecio por los formalismos, racionalismos y didactismos, tan recurrentes en la cultura popular, todo ello hace estimar este fragmento como muy esclarecedor del desempeño de las representaciones, sus cualidades y preocupaciones. Lo posmoderno como estilo envuelve el uso de la parodia, la simulación, el pastiche y la alegoría. Estos aspectos nos hacen avanzar sobre otras dificultades con la Teoría Posmoderna, principalmente cuáles sean sus espacios, sus personas, sus pertenencias o, más propiamente, preguntar acerca de where is the postmodern. 2 . 1 . 1 - Dónde está lo posmoderno Pese la pertinencia mayor o menor de sus conceptos, la definición acerca de qué es 52
A pesar del destacado uso de sus trabajos, hay aspectos de contrariedad entre ellos, como la tesis de Lacan de que el sujeto está constituido en lenguaje, la cual sería rechazada por Foucault. 53 En el original: “Discursive significations give priority to words over images; it privileges form while in texts it stresses (discursive) meaning. Figural signification, on the other hand, emphasizes the visual at the expense of the discursive, is wary of formalism, rationalism, and didacticism, is interested in the (sensuous) impact rather than the (discursive) meaning of texts, and ¨operates through´s the spectator´s immersion, the relatively unmediated investment of his/her desire in the cultural object¨. ”(Bertens, 1997b:110) (remisiones a Scott Lash).
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y en qué sociedades sucede lo posmoderno es un aspecto deficiente en la teoría. Lo que, de forma irónica, no deja de ser coherente con el proyecto posmoderno. El año 1980 es apuntado como un punto de referencia entre el período temprano y el tardío de lo posmoderno. Es cuando la sociedad se hace más susceptible a la Weltanschauung posmoderna. En este segundo momento los textos aparentemente se hacen más abiertos a los compromisos políticos e ideológicos, pasando a ser mejor aceptados por los círculos feministas y de las izquierdas. Es también cuando se pasa a detectar que las identidades se están expresando desde maneras consideradas inéditas por algunos marxistas. Para sus clásicos análisis resulta sorprendente constatar que las identidades pueden estar expresadas en espacios del ocio, espacios privados y en las mercancías, contradiciendo los soportes tradicionales del trabajo, de los partidos políticos y otros colectivos. Conforme lo analizado en la primera parte, la confusión entre identidad e ideología comporta muchas interpretaciones divergentes. Estas otras actividades, antes despreciadas como elementos integrantes de los procesos de información y formación de la conciencia, vienen siendo rehabilitadas como aquellas en que uno efectivamente tiene competencia para elegir y se las escoge por convicción. Una de las proposiciones nos la aporta Alain Touraine (1996) al admitir que las formas de sensibilidad se vienen orientando cada vez menos por el espectro ideológico de izquierda y derecha. El placer y el consumo ya no son presas fáciles de la alienación. Como Jim Collins analizó (apud Barker y Beezer, 1994), los shows de televisión y los comics suelen desplegar diversas actitudes políticas y una intertextualidad juguetona. Esto nos llama la atención por lo que se denomina el golpe de estado dado por las actividades de entretenimiento a los informativos y su distinción demasiado brusca. Este aspecto es particularmente debatido en América Latina, donde la producción de ficción televisiva es de renombrada importancia. Por ello, se hace pertinente aclarar en qué sociedades son aplicables las nociones propuestas por la Teoría Posmoderna. David Morley (1996) afirma que la definición de lo que son las sociedades posmodernas es un punto endeble en la teoría. La referencia más frecuente se hace a las sociedades occidentales y a otros centros de producción y emisión de mensajes, localizados en las metrópolis de los Tigres Asiáticos, o en otras sociedades consideradas emergentes, como México o Brasil, aunque autores como Smith (1997:143ss) sean categóricos al afirmar que la nueva cultura global posmoderna es ecléctica e indiferente a lugar y época. Uno de los reparos que haría Nicholas Garnham (1992) a la teoría de la esfera pública de Habermas reside en este punto, recordando a Rousseau y su noción de festivales 107
públicos como importante para cualquier análisis de la acción de los media en la ciudadanía. La cultura global posmoderna habría llegado a todo el planeta desde los medios masivos, sistemas de telecomunicaciones y empresas transnacionales. Smith señala que los promotores del capitalismo tardío suelen despreciar el aspecto cultural. En muchas sociedades se puede reconocer la lógica cultural en la centralidad de los procesos de reproducción social, donde los media se han instituido como su instancia constitutiva, aunque las respuestas a su intervención sean altamente especulativas. Además, si apenas unos cinco millones de personas en el planeta disponen de cuentas de Internet - un 0,05 por cien de nuestra población total - ellas tienen sus vínculos concentrados con las sociedades occidentales y sus instituciones. Por todo ello, resulta inevitable que las identidades peregrinen por las nuevas tecnologías y usos de la virtualidad. La culminación de este cuadro de dificultades en cuanto a la condición posmoderna en las sociedades está en sopesar, en efecto, lo que puede significar. Madan Sarup consigna una serie de características, las cuales pueden ser mutuamente excluyentes, en cuanto al tema. Sarup (1996:104) recuerda de Wayne Hudson que la Posmodernidad puede tener tan distintos significados y ser caracterizada desde aspectos tan heterogéneos como: un mito, una periodización, una condición o situación, una experiencia, una consciencia histórica, una sensibilidad, un clima, una crisis, una episteme, un discurso, una poética, un retrato, un topo, una tarea o proyecto. Wolgang Welsch y Mike Sandbothe (1997) sostienen que una de las características más reconocidas es la de que lo posmoderno se caracteriza por el “end of metanarratives”, mientras lo moderno estaría marcado por las reglas de la metanarrativa, las cuales se han configurado como “improbables” o desacreditadas frente a las experiencias dolorosas. Proviene de ahí el rechazo a las metanarrativas. El debate entre Jürgen Habermas, adscrito a la posición de que el proyecto de la Modernidad todavía no se ha cumplido, y JeanFrançois Lyotard, promotor de la condición posmoderna, generó de éste último la proposición de los campos de acción para la Filosofía posmoderna. Estos campos consisten en representar y legitimar el adiós a la obsesión con la unidad, y el de enmarcar la estructura de una pluralidad visiblemente efectiva. Lyotard (1988) considera que la heterogeneidad puede ser construida con un saber que nos haga comprender que la unidad final pretendida no puede ser hallada sin represión o medios totalitarios. Además, tanto en Foucault como en Lyotard se constata la negación explícita de la noción de que el posmodernismo pueda ser un metalenguaje o metateoría a través de las 108
cuales las cosas puedan ser conectadas o representadas. Una síntesis propuesta por Sarup (1996:95) describe así el posmodernismo: 1. Un nuevo alcance. Modelos profundos son alterados por concepciones de prácticas, discursos, juegos textuales, superficies y textualidad; 2. La historia es una representación, un pastiche; 3. Una nueva forma de temporalidad privada que Jameson articula con la textualidad, “écriture” o escrita esquizofrénicamente; 4. Lo sublime es el camino por el cual el posmodernismo envuelve lo no representable; 5. Una nueva forma de hiperespacio posmoderno que imposibilita al sujeto para localizarse a si mismo. El posmodernismo dista de ser aceptado, pues las diferencias están en contenido y nivel intelectual, en la complejidad de las manifestaciones artístico-culturales. Además, es sabido y consabido que hay muchas diferencias entre los autores que trabajan con el tema. Una característica temática bastante observada, señala Hans Bertens (1997a), es el continuo movimiento, el interrogante que presenta a todas las instituciones y sistemas que son nuestras fuentes de significado y valor. Una actitud profundamente política que, asimismo, puede revelarse negativa, cuando no irracional. Desde la síntesis sociológica que Hans Bertens (1997b) elaboró sobre el tema de lo posmoderno, se fragua el contrapunto entre el intento moderno de claridad, universalismo y homogeneidad, y las características reconocidas por los posmodernos del creciente pluralismo institucionalizado, ambivalencia y contingencia. Es una condición de permanente estado de flujo. Las comunidades imaginadas y las identidades, todo es provisional, las alteraciones son estimadas impredecibles. Creemos que la principal aportación del debate posmoderno acerca de la identidad es el hecho mismo de la afirmación de su tolerancia para con el pluralismo y la contingencia. En este contexto emerge el discurso de la vulnerabilidad, el cual puede reafirmar una crisis de identidad porque, como subraya Dennis K. Mumby (1997:20): ”El discurso de la vulnerabilidad ve a nuestro sentido de identidad como un tema (i.e., vulnerable) para la influencia de otras posibilidades discursivas que desafían quienes somos nosotros.” Es decir, la perspectiva posmoderna no afirma tan sólo unas nuevas características de la identidad, sino también la nueva condición de la posesión por uno de identidades no fijadas y libres de amarras. 2 . 1 . 2 - Las pequeñas narrativas En lengua inglesa hay una expresiva producción de investigaciones acerca de las representaciones mediáticas de las identidades. El Inglés es un idioma prolífico al 109
establecer estas articulaciones, pues subject tanto puede referirse al tema dispuesto a la ingeniosidad de una representación como al sujeto que, anclado en su inherente subjetividad, la propone en una suerte de representación. Además, como analizamos en el capítulo anterior, el término representación circula simultáneamente entre los sentidos de producto y proceso de la actividad representativa. Un aspecto a apreciar, consiste en reconocer que si el sujeto es el agente de la identidad, cuando la identidad se constituye ella misma en tema de una representación, sería factible considerar que se tiene una proposición solipsista o autorreferente de identidad y representación. Pero esta unicidad no siempre es reconocida, como lo fue en el tiempo de las Bellas Artes, cuando tema y representación eran términos emparejados. Las actuales condiciones que presiden la relación sujeto/identidad/representación acusan una proposición problemática y precaria donde es pertinente desentramar los conceptos para proceder al análisis. Sintetizando el problema, se presenta en la Tabla 1 una esquematización en que el término inglés subject (a la vez sujeto y tema) define una labor donde el tema nos remite hacia lo que se considera su representación (en tanto que producto), y su sentido de sujeto remite hacia la representación: Tabla 1 - Tema y representación
Tema
"
Su Representación,
es una actividad, pero cuando un sujeto la propone, la tenemos en tanto que proceso generador de un producto: Sujeto
"
La Representación.
En este contexto modernista, hay que ponderar que la actividad de representar puede ser propuesta desde diferentes temas. En el reino de las identidades, la conocemos desde su invocación a temas consagrados de la realidad mística (misterios, dogmas, pasiones, éxtasis, martirios, hechizos), de la identidad nacional (la patria, la lengua, la indumentaria, sus manifestaciones artísticas), las mercancías (etiquetas y marcas). En la actividad de representación, el sujeto lector se encuentra de alguna manera protegido de la 110
inmersión en la realidad que pretende reproducir. Sin embargo, el creciente protagonismo de las representaciones de las identidades nos hace personajes o rehenes de nuestra propia narrativa. Emerge la conciencia de la identidad personal, lo que Anthony Giddens (1997) denominó la identidad del yo. Por ello, la preocupación posmoderna por la identidad personal inaugura la crónica del yo: Tabla 2 - Sujeto y representación Sujeto
"
La Representación,
es una actividad consubstanciada por el sujeto que la propone, generándose un producto que viene a identificarse con él: Sujeto
"
Su Representación.
En la composición de estas nuevas identidades, donde el conocimiento personal está enfáticamente perseguido (Tabla 2), el sujeto de la representación se vuelve consubstancial a ella, su subjetividad se convierte en hallazgo propio de la actividad representativa. La crónica del yo es una narrativa ocupada por el autoconocimiento y que se alimenta de la amplia literatura desarrollada en el pasado como pequeñas narrativas: biografías, autobiografías, hagiografías, agendas, dietarios, libros de autoayuda, diarios, cartas, lettres de cachet, epistolarios familiares, memorias de viaje, experiencias coloniales, relatos de aventuras en el Nuevo Mundo, etc. Son narrativas de la identidad personal que interrogan acerca de la vida subjetiva de su autor, sus éxitos y fracasos, y que han sido proyectadas en los estereotipos-roles de la prensa del corazón. A propósito, ¿cuál es, en efecto, la identidad que se atribuye a la pareja de la fastuosa boda en la Figura 11?
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Figura 11 - Una boda
Fuente: Newsweek, nov.1997.p.21.
El contexto de emisión de la fotografía permite especular si la pareja realiza su deseo íntimo, escenifica un cuento de hadas o acata públicamente un rito social. La celebración de la boda del Príncipe Carlos de Inglaterra ha generado todo tipo de ilaciones, exponiendo una diversidad de concepciones de identidad. Desde su carácter espectacular, se pudieron construir varias hipótesis de lo que posteriormente le sucedió a Diana de Gales. Una es que ella sucumbió al carácter mítico en donde es fatal afrontar a la muerte física. Otra es que fue a consecuencia de lo suscitado por especulaciones bajo el mandato inédito de la industria cultural, donde el reino de la copia se ha impuesto en sociedades atormentadas frente a la erosión de los límites entre lo político y lo económico. En este juego de sentidos pierden lugar las identidades asentadas en tradicionales esquemas de proposición de un tema a ser descrito en un encargo de representación (como en el pasado, cuando el mecenas determinaba las características de una obra), y se lo ganan aquellas identidades que son conceptuadas como un fenómeno social emergente: las mujeres y las minorías. Para ambas situaciones, recogemos la noción de identidad trabajada por Madan Sarup: consiste en la historia que contamos de nosotros mismos y es también la historia que los demás cuentan de nosotros.54 Así lo define la autora: 54
En el original: “the story we well of ourserlves and which is also the story that others tell of us” (Sarup,
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una consecuencia del proceso de interacción entre la gente, instituciones y prácticas es que, como consecuencia del amplio abanico de comportamientos humanos, los grupos mantienen fronteras para limitar el tipo de comportamiento con definición a un territorio cultural también definido. Las fronteras son un importante punto de referencia para aquellos que participan en un sistema cualquiera. Las fronteras pueden referirse también, o consisten en áreas geográficas, puntos de vista políticos o religiosos, categorías ocupacionales o tradiciones lingüísticas o culturales. (Sarup, 1996:11)55
Es este un contexto donde los roles del lenguaje y de la cultura son cruciales. Sarup (1996:25) describe la identidad como la construcción de un espacio multidimensional donde se mezclan y se enfrentan una variedad de escrituras, donde no hay una cosa como una identidad universal, pues cada persona construye su identidad como un lugar de lucha en medio de discursos conflictivos, en una concepción derivada de Michel Foucault. Además, Sarup (1996:84) apunta que Foucault no define términos que, en la traducción inglesa del original francés, han recibido la denominación de “self” o “subject”. El “self”, sostiene ella, es en Foucault un término neutral, casi sinónimo de individuo. Mientras “subject” tiende a ser un término activo e histórico, que se refiere al proceso de interiorización. El sujeto de la representación no se reduce a una subjetividad aun cuando el tema a representar sea algo tan particular como la subjetividad de un individuo. La contribución de Foucault es muy reconocida en los Estudios Culturales. Por ello, hay que sopesar lo que Sarup apunta acerca de los cambios de énfasis en su trabajo que, en consecuencia, han producido alteraciones en sus enfoques de la identidad. Inicialmente, él señala que la identidad es formada a través de instituciones, de prácticas institucionales. Posteriormente, Foucault se iba a interesar por el proceso desde el cual los sujetos son construídos como efecto del poder. Foucault estaba más interesado en las prácticas que constituyen el sujeto. Los discursos emergen y funcionan con un sentido de lucha y, a la vez, como una
fuente de control y discursos constreñidos. Además, en la lucha de
discursos, no solamente las palabras intercambian sus significados/sentidos, también lo hacen las identidades. Su larga dedicación a los temas de la identidad, lejos de tomarla en el mismo sentido y con las mismas definiciones, es un aporte fundamental para el trato de sus concepciones teóricas distintas. Muchos vivimos en el mundo fragmentado de la conciencia individual, lo cual 1996:3). En el original: “a consequences of a process of interaction between people, institutions and practices and that, because the range of human behaviour is so wide, groups maintain boundaries to limit the type of behaviour within a defined cultural territory. Boundaries are an important point of reference for those participating in any system. Boundaries may refer to, or consist of, geographical areas, political or religious viewpoints, occupational categories, or linguistic and cultural traditions.”(Sarup, 1996:11).
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requiere algunas certezas, reconoce Richard Paterson (1997:24) al analizar la producción de ficción televisiva en el Reino Unido. Ya sean ellas provistas por los nacionalismos o las religiones, las pequeñas o grandes narrativas se vuelven esenciales en su realización. 2 . 2 - La cibersociedad y los no-lugares En otros siglos, viajeros, pescadores, caballeros y cruzados se orientaban por las estrellas del firmamento. Al igual que ellos, también lo hacían los peregrinos del camino de Santiago y los navegantes, lo cual nos evidencia que las redes de comunicación, que siempre han existido, tenían en la cosmología platónica su fuente de orientación primera. Reanudando este proceso, ¿cómo nos orientamos en el ciberespacio? La cosmología platónica orienta también las redes telemáticas. Técnicamente los buscadores son la brújula. En ellos, las redes vienen demostrando ser los eslabones que generan la organicidad de los nuevos vínculos que se arman o que actúan en la ampliación de redes antiguas expandidas a este nuevo espacio, aprovechándose de su movilidad. Procesos de la magnitud de la cibersociedad involucran hechos conocidos y novedosos como los no-lugares,
el cosmopolitismo, la extranjería, la singularidad y,
finalmente, la posibilidad de integración social por esta vía. Un ejemplo de las posibilidades de la pluralidad es el portentoso desfile de las identidades que vivenciamos es presentado por Kevin Hetherington (1996:43). Él intenta establecer alternativas a las clasificaciones estándares para comprender las identidades de los outsiders, como los new age travellers, y desarrolla el tipo de identidad heteróclita en el sentido de monstruosa, anómala y de collage. Este tipo de identidad se difunde a través de prácticas propias de eventos como los free festivals (rock, jazz, música pop o folk) contemporáneos, difundidos masivamente por la flower generation (los bicho grilo en Brasil). Se realizan encuentros en grandes espacios, preferencialmente en el campo o en playas, más abiertos y propicios a la manifestaciones personales enriquecedoras para la formación de la identidad. Los free festivals, tomados como prácticas carnavalescas, buscan una huida simbólica de las rutinas y de la banalización de lo cotidiano vivido en el entorno urbano. Ellos, al facilitar una inmersión en deseos y pulsiones reprimidos, emulan la liberación de expresiones que de alguna forma estaban amagados en las prácticas de significación corrientes. Es el lugar de una heterotopía, un encuentro con la otredad facilitado por los viajes y trashumancias. El gran ejemplo es el festival de Stonehenge, que ocurre necesariamente a mediados del verano, en el solsticio, al igual que los carnavales en Brasil. Se instaura, en su momento, un otro tiempo, con su orden peculiar. 114
Además de muchos antropólogos, también Foucault haría referencia a la heterocronía como importante en los ritos de producción de identidad. Por lo tanto, no es sólo el aspecto del espacio, o el lugar en concreto, lo que se convierte en fundamental en la investigación sobre la concreción de las nuevas identidades. El tiempo, la fragmentación de la experiencia y la ubicuidad, el logro de acotar distancias temporales, también pasan aser computados. Es un proceso en el cual, como referimos desde el análisis de Burcet (1996) en el capítulo anterior, se hacen sentir las distancias culturales entre los segmentos sociales implicados. Si en el pasado, diferentes sociedades han evolucionado a diferentes ritmos, en estas sociedades aún existen diferencias culturales importantes. Tal diversidad converge tras otra transición que influye sobre todo el planeta y se entiende que las distancias culturales vienen a ensancharse más que nunca, principalmente en aquellas sociedades que enfrentan procesos de unificación económica. Véase el ejemplo a continuación. Cuando los fenómenos de la industria cultural reflejan la emergencia de nuevas formas de comprensión de la naturaleza humana, se puede verificar en la Figura 12 como las nuevas concepciones científicas ya se han difundido hasta en la audiencia infantil. Figura 12 - La fusión de Son Gokuh
Fuente: Colección Dragon Ball Z Série 5, cromos nñs. 3 y 2 (encima, a izquierda 56 y derecha, respectivamente), nñs. 4 y 18 (abajo a la izquierda y derecha). 56
Copyright by 1989 Bird Studio/Shueisha/Toei Animation Co. Ltd.
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La Figura 12 presenta cuatro cromos de la colección. El cromo inferior a la izquierda presenta a Vegeta (a la vez contrincante y amigo del héroe) y el superior a la derecha a Son Gokuh. El cromo superior a la izquierda presenta el momento de la fusión de los dos con el embate de las dos figuras, sobreviniendo la figura híbrida del cromo a la derecha: Vegetto. Este último cromo presenta el momento en que el híbrido se eleva a la condición de súper guerrero (indicado por el cambio de color del cabello, que de negro pasa a rubio). Son Gokuh, el héroe de la serie de dibujos animados “Dragon Ball” se enfrenta a uno de sus tantos contrincantes. En la televisión de Cataluña, la serie nipona era emitida en versión doblada al Catalán y pudo titularse “Bola de Drac Z” o “Bola de Drac GT”: El héroe Son Gokuh, tras enfrentarse a Dende, Mr. Satan y tantos otros, se fusiona, produciéndose un híbrido de los dos. Como el personaje principal es Son Gokuh, se puede deducir que la identidad del personaje híbrido Vegetto todavía también es Son Gokuh, que tiene la potestad de fusionarse y desfusionarse. Esta producción contempla las nuevas concepciones desarrolladas por la Biología Molecular, la Inteligencia Artificial, la Genética, la Ecología o Psicología y prueba su influencia en una de las más desprejuiciadas audiencias: los niños. Además, las características y valores de la cultura oriental (hay ideogramas en las leyendas y los combates observan reglas de luchas marciales) son trabajados bajo un formato de consumo consagrado en Occidente y también por la valorización de uno de sus estereotipos, el cabello rubio. Se puede entender como el ejemplo de esta serie de dibujos infantiles obvió el complejo desarrollo de las producciones de entretenimiento. El software de animación es utilizado para iniciar a los más jóvenes en el sincretismo de valores trascendentes y la moral guerrera, muy convenientes tanto a la industria de juguetes como a los intereses armamentistas. Bajo la estrategia de deslocalización de los contenidos de identidad, lo que es posible sólo desde una vía que explore la subjetividad, se proponen nuevos productos para un consumo global, que es el rasgo propio de algunas de estas industrias. Es por ello que la variedad de cambios que se opera en la construcción de las identidades por vías virtuales se presenta en un primer momento básicamente desde una perspectiva subjetiva. La gran utopía propagada es que la apropiación tecnológica facilitada por el multimedia permite a las minorías apropiarse también de aquellos elementos conservadores que poseen las élites, como suelen ser los medios de comunicación masiva. Por tanto, a nivel colectivo, procede indagar cómo se va a proceder en este sentido. La definición de 116
etnicidad, por ejemplo, comprende los hechos culturales referentes a la lengua, la religión, las costumbres, las tradiciones y los sentimientos hacia un lugar en concreto. ¿Se podría proponer lo mismo hacia el ciberespacio? El aspecto del lugar no está consensuado ni entre aquellos que han estudiado la comunicación masiva. Se atribuye a las modernas teorías de la enunciación la localización ineludible del lugar desde donde se habla, “el discurso es siempre localizado”. Sin embargo, Quéau (1993:35) enfatiza que el nodo del problema de lo virtual está en que hay lugares que no lo son y que hay cuerpos que sí lo son. Una posible interpretación es que en el ciberespacio hay lugares que no lo son, mientras que los cuerpos, que supone serían los nuestros, se prestan a la aventura de vagar por el ciberespacio. Si en el primer capítulo de la primera parte las identidades son contempladas como un precipitado histórico, en este las reminiscencias impulsan los cambios. Lo que se puede considerar como nuevas identidades es un fenómeno emergente que tiene antecedentes en otras experiencias, conforme hemos señalado al referirnos a las identidades reclamantes o demandantes. Por otro lado, antes de proseguir, una aclaración: no nos ocuparemos aquí, al contrario que en el primer capítulo de la primera parte, de explorar si las representaciones referidas reclaman antecedentes del pasado. Nos preocupamos fudamentalmente de intentar explicar las vías de la industria cultural desde las cuales despuntan las nuevas identidades. 2 . 2 . 1 - Las identidades en la cibercultura Las identidades en la cibercultura se presentan en las transformaciones proporcionadas por la singularización de las representaciones de la identidad y la viabilidad técnica de su difusión inmediata a escala planetaria para quienes tengan soporte técnico y habilidad intelectual para comunicarse. Estamos conociendo fenómenos que, en parte, heredamos de antiguas mitologías (como el Golem) y otros que fueron soñados en la literatura de ciencia ficción (Frankenstein, Dr. Jekyll y Mr. Hyde). En el Cine, consagramos héroes fantásticos animadores de nuestra visión del futuro: desde Cyborg hasta La Guerra de las Galáxias, pasando por Flash Gordon y Star Trek, colmándose en los replicantes de Blade Runner. Veamos cómo ha sucedido. En este siglo hemos evolucionado desde la posición que propugnaba la existencia de las identidades sometidas a la intervención manipuladora de la industria cultural. Muy después, admitimos su acción como práctica significante, lo que le concedió la condición 117
de constitutiva de la realidad. En la actualidad se instaura un nuevo giro. Nos ponemos de cara a la difusión de inéditas formas de identidad en comunidades virtuales: redes de comunicación digitalizada, redes de encuentros virtuales, avatares, cibercafés, agentes y robots, programas personalizados, personajes en los MUDs - Multi-User Domains, sitios personales, personajes de los fórums y chats, ficciones interactivas, cybersoaps, correo electrónico, redes sociales, sistemas de mensajerías interactivas y tridimensionales (youtube, twitter, Instagram, LinkedIn, Facebook y otras) son algunos de los procesos que aportan otros frentes que reconfiguran la estructuración de las identidades. La identidad autorial en la cibercultura se orienta entre el anonimato, el apócope, el apodo, el seudónimo, el alias, el sobrenombre, los tocayos, el personaje, el nombre de pila, el hipocorístico, la contraseña, los homónimos y los heterónimos. Todos se constituyen en recursos que pueden obviar de alguna manera la identificación de la dirección de sus usuarios. Por otra vía, se posibilita la plasmación de quimeras, mitos, arquetipos, prótesis, suplantaciones, espejismos, clones, simulacros, perfiles, dobles y replicantes. Se añade a esta diversidad la acción mecánica de agentes de información que pueden seleccionar, filtrar y tamizar la información requerida por alguien. De cara al futuro, se nos presenta el escenario descorazonador de que la identidad autorial se encamine hacia una doble articulación semántica de autonomía y heteronomía. El debate feminista sobre la ciencia, en este aspecto, generó la potente figura del cyborg de Donna Haraway, el cual no sólo es parte máquina, parte humano (tal cual el agente designado para actuar en la Guerra Fría en la serie televisiva norteamericana de los años 70), sino que incorpora también un sentido de diferencia. Sarah Kember (1998) interpreta su contradicción como una proposición transformadora de la ciencia y de la técnica, donde el reconocimiento de la diferencia se hace fundamental a las pretensiones femeninas y feministas. Se presenta otro ejemplo de favorecimiento al desarrollo de las identidades. Se trata de la situación entrañable de los extranjeros, políticamente limitados por las fronteras del estado-nación, aunque estas líneas de frontera progresivamente se vuelvan más difusas o más complejas. Posiblemente en virtud de lo que apunta Julia Kristeva (1991), de una unidad inspirada por los medios de comunicación, las condiciones técnicas de producción de ahora permiten la estructuración de simulaciones que facilitarían producir el “lugar” deseado. Las imágenes de síntesis, productoras de entornos virtuales sobrecogedores, alientan la reproducción del entorno ansiado por aquellos alejados de sus orígenes. 118
El carácter nómada y descentrado de la cibersociedad permite a expatriados, apátridas, parias, exiliados, fugitivos, forajidos, tránsfugas, viajeros, peregrinos, trashumantes, forasteros, víctimas de discriminaciones sociales, étnicas, económicas, de la gran diáspora planetaria expresarse, comulgar, estrechar relaciones, celebrar, conocerse unos a otros. Ellas se anuncian como la salvación a muchos desgarrados en su entorno natural y cultural y que vislumbran las comunidades virtuales descriptas desde el anhelo que se estructura entre un usuario particular y la red de relaciones donde él se inserta y virtualmente puede conectarse. Claro está que los nuevos procesos de comunicación no vienen a resolver los problemas sociales, jurídicos o económicos de quienes los conforman, sino que presentan condiciones de estructurar comunidades solidarias para la ayuda mutua. Una referencia histórica anterior a las emergentes comunidades virtuales y a las comunidades imaginadas señaladas por B. Anderson puede ser establecida desde la conformación de la comunidad cristiana en los tiempos del protocristianismo. Julia Kristeva (1991) nos recuerda este ejemplo por su condición de ser una identidad construida bajo los imperios. Los mercaderes fueron los principales difusores de una secta judía que, en pocos siglos, organizó una comunidad invisible bajo diferencias de etnias, lenguas y culturas, su condición de extranjeros, ciudadanos o no, en el campo y en las ciudades. La iglesia de ahí surgida no se estableció desde las acciones políticas que trascienden a los individuos singulares, sino a partir de una experiencia que conllevaba la subjetividad y la comprensión del individuo desde su particularidad hacia la construcción de una comunidad. Kristeva enfatiza que se estructuraba básicamente por el deseo de compartir un conjunto determinado de creencias y valores. Los nuevos soportes nos prometen bajos costes y una velocidad que abstrae las condicionantes establecidas de tiempo espacio. Esta es la utopía que vislumbran los usuarios de los multimedia, los sucesores de los navegadores del pasado que, en su ansia de nuevos caminos y tierras, auguraban las posibilidades de paraísos inauditos. Entre ellos, los sitios personales son una suerte de arena de exhibición de su personna publica para ermitaños electrónicos, piratas, hackers y adolescentes, que cogen la marcha de rutas dispuestas en atención a sitios electrónicos, conforme listas públicas de e-mails o los perfiles públicos. Las redes sociales han reemplazado con éxito a los sitios electrónicos que actuaban como servidor y buscador de Internet. Muy sencillas de operar y populista en sus propósitos, las redes sociales, entre sus contenidos, ofrece la divulgación de miles de perfiles de personas físicas y jurídicas a los millones de visitantes que le acceden a diario. Véanse las marcas de redes sociales en la figura presentada a continuación: 119
Figura 13 – Las redes sociales
Fuente: blog.innovacion.gob.pa
Prosaicos pero irremplazables para muchos, los sitios personales, como los perfiles en redes sociales, constituyen un espacio con un mínimo de reglas que pretenden asegurar la preservación de la dignidad y el interés de sus participantes. Sin embargo, ¿ellos se configuran como un espacio que habla del individuo que allí está nombrado o se hacen el corifeo de otros trashumantes? La producción de ficciones interactivas cuenta con una suerte de relaciones que se inauguran en un espacio que acoge a muchos vírgenes de prejuicios. Turkle (1997:18) describe y analiza los MUD, o Dominios para Múltiples Usuarios, desde los juegos fantásticos denominados dragones y mazmorras, popularizados a fines de los años setenta y principios de los ochenta. Los MUDs, las prácticas de pequeño sexo permiten actuaciones miméticas propias de las representaciones teatrales: se propicia un analogon entre el participante que actúa a la vez que construye su (s) personaje (s). En un otro ejemplo de uso de Internet, se puede observar que el aspecto de la sexualidad, generado por una sutil recombinación de los tradicionales aspectos de género, suele ser muy apreciado en este contexto. Él puede responder por la revisión de los roles masculino y femenino en la familia y en la sociedad patriarcal. Asimismo, todos estos alicientes no parecen hacer gracia a las mujeres. Beate Gersh
(1998) hace referencia a Internet como un continuum de apoderamiento y alienación, 120
donde las mujeres ven en los ordenadores un símbolo de todo aquello que ellas no son (o que nosotras no somos), mientras su estructura no jerarquizada, ausencia de atributos de rango entre emisor y receptor, operación alejada de patrones de ganancias y acceso facilitado esté de acuerdo con las propuestas feminista. Se estima temerario, todavía, evaluar si Internet reproduce relaciones de género preexistentes en la sociedad o facilita su reconceptualización. En un contexto que viene propuesto por una comprensión globalizadora, se favorecen las distintas posiciones subjetivas facilitadas al mismo individuo, las identidades supletorias o las identidades-roles. Algunos arguyen que no cambiamos sólo nuestro sentido de orientación intelectual en los mundos virtuales. También la vía desde la cual probamos nuestros cuerpos se altera, lo cual tiene implicaciones en todo lo que significa ser sujeto e incluso en todo lo que significa ser individuo. En este proceso el cuerpo se convierte en un espacio de cultivo: cyberpunks, cyberbodies (Featherstone y Burrows, 1996). Ser sujeto, o tener conciencia de su subjetividad, ya no es lo mismo que ser individuo, puesto que éste puede ser muchos sujetos a la vez, aunque pueda tener un único cuerpo. David Holmes (1997:238) lo aclara comentando que the subject es una identidad en un proceso de comunicación, o un sujeto de identidad en una relación de poder. Holmes lo apunta como un aspecto particularmente sobresaliente en la cibercultura. Desde estas consideraciones, las comunidades virtuales son valoradas como las redes de comunicación de más impacto en la actualidad, impulsadas por las nuevas tecnologías y funcionando a mayor velocidad que cualesquiera otras. De todo lo visto, ¿qué nos cabe retener? El primer aspecto a tener en cuenta es el de que los valores se mantienen como una característica intrínseca a la conformación de las identidades. Ellos se encuentran en la identidad cultural, la composición de la sexualidad o la religiosidad con base en largas tradiciones. Su trasplante a los mundos virtuales plantea serias consecuencias en lo que se entiende por pequeños o grandes secuestros de la experiencia humana. Aquellos que quemaron sus naves en las desgarradoras vivencias de las últimas generaciones comunidades alternativas, hippies, viajeros de ácido - o incluso los existencialistas que pronto recogieron sus velas, o aún los ciudadanos triviales emparedados en el presente, se estima que todos pueden resellar sus utopías en la cibersociedad. En teoría, estos nuevos lugares tanto pueden ser productores de nuevas comunidades organizadas en el ciberespacio, como asimismo promover la integración de los extranjeros en las naciones que los reciben. Además, ellos inauguran una nueva civitas 121
cibernética, donde todos se hacen extranjeros y peregrinos, políglotas y mercaderes. Entretanto, Tomas Maldonado (1997) alertaría de la condición imprescindible de que el diálogo sea asegurado en un carácter cara a cara, identificador de sus protagonistas, dentro del marco de comunicación de la Ilustración. El ubicuo y metafórico poder de las técnicas de digitalización y de simulación permitirá a las escrituras virtuales desempeñar el papel de argamasa social. Quéau (1993) se extasía con esa posibilidad de que las nuevas comunidades virtuales puedan implementar la utopía de una comunicación que promocione la unión y la sujeción. Aunque se plantee dudas sobre la efectiva dirección que el uso da la digitalización podrá tomar en la sociedad, él afirma creer que lo virtual puede facilitarnos la tarea de comunicarnos. Las ventajas de la comunicación por esta nueva vía serían las de ahorrarnos los rodeos de lo real al suprimir el peso de los temores y atenuar las costumbres provenientes de la materialidad de sus entornos. En referencia a ello hay una hipótesis propuesta por Quéau que expresa: “La creación de mundos virtuales capaces de hacernos sentir nuevas formas de abismos sería la mejor prueba de su importancia epistemológica y artística. Los vértigos virtuales serán tal vez un nuevo opio para los sedientos de huida fuera del mundo. También serán la condición de una visión más aguda y más segura de lo real. El que haya padecido vértigo o saltado al abismo, aunque sólo sea en sueños, al volver, no podrá sino mirar a su alrededor con una mirada aguda y tranquila.” (Quéau, 1993:85)(cursivas del autor). Por otra parte, a los vértigos, se los puede interpretar como una preocupación hacia los aspectos racionalizadores desde el propósito de la cultura de masas de unidimensionalización del hombre. Las relaciones son propuestas por vías de unas tecnologías de comunicación atravesadas por la racionalidad instrumental que las esteriliza. Herbert Marcuse (1968) hace algunas décadas alertaba sobre este riesgo evocando la sublimación represiva del sexo subsumida tras la instrumentalidad. Otra evaluación escéptica respecto a la inmersión mediática es la de Kenneth J. Gergin (1991), el cual considera que la persona promedio está expuesta a las opiniones, valores y estilos de vida de otros desde la actividad de los medios de comunicación. Sobreviene un tipo de saturación social desde la progresiva internalización de aspectos de la historia de vida de otras personas que vienen “poblando” nuestra vida como nunca antes. Una investigación a base de estas indagaciones fue desarrollada por Turkle (1997:327) observando las conexiones entre Internet y la construcción de la identidad. Afirma ella, desde su experiencia con los bulletin boards o los MUD, que la adopción de 122
un personaje electrónico puede tener efectos imprevisibles. ¿Amenazarán constituirse en suplantaciones que, en algún sentido, vengan a usurpar la vida real? El poder de la experiencia virtual puede estar en su capacidad persuasiva, la cual nos conduce a creer que hemos logrado mucho más de lo que efectivamente se alcanzó. Turkley manifiesta una posición preocupante al respecto: “Las cuestiones planteadas por el nuevo modo de vida son difíciles y dolorosas porque golpean en el centro de nuestros problemas sociales más complejos e intransigentes: problemas de comunidad, identidad, gobierno, igualdad y valores.” (1997:292). Las nuevas prácticas de identidad conducen hacia la multiplicidad, lo que puede producir tanto sensaciones de alivio como de fragmentación. La autora observa que estas nuevas posibilidades están permitiendo reconsiderar las nociones tradicionales en el estudio de la identidad. Sus recursos son utilizados en el sentido de operar cambios de género o sexo virtual y afectar la construcción de la identidad. 2 . 2 . 2 - Las identidades en lo local y lo global La dialéctica comunicativa entre lo local y lo global nos fuerza a vislumbrar el potencial de las tecnologías y usos de la virtualidad. La realidad social se enfrenta, desde los fenómenos de comunicación, a la interacción contradictoria entre estos dos niveles preconizadora de los aportes universalistas frente a los intereses locales, donde sobreviene una suerte de privación del anclaje. Junto a ello, la dialéctica local y global nos aporta razones para creer que la cibersociedad puede ser un no-lugar que ya nace con una lengua hegemónica. La desestructuración de los imperialismos en el siglo XX alcanza su momento álgido con la devolución de Hong Kong a la tutela china. El Reino Unido, el poderoso imperio del mundo contemporáneo, orientador de los destinos de otros como el Otomano, el Español o el Portugués, al restituir su último espacio colonial por excelencia señala simbólicamente el fin de los imperialismos. Su sucedáneo es entendido por Hall (1997b) como un contradictorio y problemático proceso de globalización. Un antecedente pudo ser probado con la grabación de la película musical “Evita”, en 1996, que tuvo sus locaciones en Budapest, dentro otras razones, por el rechazo del pueblo argentino a identificar a la cantora Madonna con su heroína nacional. La exploración de un interés global encontró su desacreditación al nivel local. Sin embargo, la canción Don't cry for me Argentina fue un éxito internacional siéndole concedido el Oscar de mejor canción original. Es el caso de la figura 14 a continuación: 123
Figura 14 - El film musical Evita
Fuente: www.traditioninaction.org El antiguo proceso de imperialismo es reformulado en el sentido de reorientarse hacia la llamada cultura global de masas. Entre las distintas características de este proceso, Hall (1997b) identifica dos. La primera es que está determinado por el Occidente que concentra el trabajo en sus sociedades, el capital y la tecnología, su imaginario y sus historias. Es un proceso centrado en el Occidente y siempre hablado en Inglés. Pero un Inglés coloquial hablado desde una forma internacional de lenguaje. La segunda característica consiste en su peculiar forma de homogeneización. Extremadamente absorbente, se apropia de las formas de representación cultural sin agotarse en su totalidad. La producción de bienes culturales se construye a base de representaciones que se definen como versiones inglesas o norteamericanas, una apropiación que se propone con la incorporación de un pequeño acento suyo. Tales versiones, además, necesitan emparejarse con la cultura local. Hay en ellas la complicidad de un partner local, su socio de franquicia, sus élites políticas y económicas. Este nuevo tipo de globalización, afirma Hall (1997b), no es inglesa, sino norteamericana, y por esto desvinculada de la identidad nacional, como ocurrió en la fase anterior. Con ello, no obstante, se explica la necesidad de resguardar el sentido propio de una visión de mundo específica que es norteamericana. 124
En este sentido, Hall (1997b) reconoce al estudiar la “Englishness” en el hundimiento del Imperio Británico que a la descomposición del imperio, y la consecuente descomposición de su acción imperialista, se sucede una forma de arreglo que ahora se denomina globalización, o sistema mundial. El análisis de la globalización desde una perspectiva nipona de Kosaku Yoshino (1992) considera el totalitarismo como reacción a la sociedad de masas del capitalismo monopolista, lo cual colaboró en la construcción del nacionalismo como expresión de una convergencia en el estado-nación. Con los cambios y la emergencia de la Sociedad de la Información, la globalización de la economía y la mundialización de la cultura se disgrega la unidad que posibilitaba su mantenimiento. Las estructuras del nacionalismo se estarían recomponiendo en un tribalismo que no se asienta en el estado, mas en naciones sin estado. También él admite que las representaciones nacionalistas se reconvierten desde las comunidades o tribus, intermediarias entre el individuo y el estado. El concepto de individuo como subjetividad, el propulsor antagónico en las formas capitalistas anteriores, artífice de la Ilustración, está en crisis y se le sobreponen las comunidades. Consideramos que la reflexión acerca de las características del imperialismo bajo las nuevas condiciones del capitalismo globalizado requiere apreciar la difusión de representaciones por las nuevas formas tecnológicas. Esta difusión se da de forma ineludiblemente poderosa y rápida, de tal manera que no podemos despreciar el peso de su materialidad, muchas veces subsumida en la interpelación del carácter simbólico de la realidad. En la actualidad se produce la apertura de nuevos campos para la comunicación cultural. El predominio de vías que se expresan por las artes visuales y gráficas plantea la reconstitución de la cultura popular, del entretenimiento y del ocio. En verdad, ¿qué pasa? Joel Kahn (1995:126-7) argumenta que si símbolos, imágenes o mercancías - conforme igualmente se puede denominar a estos productos de la industria cultural - puedan ser tomados diferenciadamente de una cultura hacia otra, ¿cuál es el carácter global de esta nueva cultura dicha globalizada? Su intervención nos determina la necesidad de replantear los viejos problemas del imperialismo cultural, ahora enfocados por las reflexiones del pensamiento postcolonial y de la globalización. Por consiguiente, mucho trabajo nos queda por hacer. La relación avant la lettre entre un contexto cultural globalizado y las condiciones contemporáneas de representación
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de las identidades suele ser considerado como un diálogo prematuro.57 2 . 3 - Cómo se están plasmando las identidades en la cibercultura Hasta la emergencia de las nuevas tecnologías, las representaciones habían mantenido la preeminencia de una relación que permitía reconocer dónde está la copia y dónde el original. Pero la cuestión de la representación - que pondera si esto es tal cosa viene a ser superada cuando se renuncia a saberlo. Este momento surge a partir de una serie de procesos enunciados en el primer capítulo de esta segunda parte. Desde las características examinadas, admitir que la noción de representación prevalente en la Modernidad ha restado problemática es sólo un paso. Que no se piense más en la representación como correspondiente, referencial o invocadora de ciertos aspectos. La representación se consolida como instancia constitutiva de la realidad. También se afirma que la cultura posmoderna y la sensibilidad que le es inherente están determinadas por la acción de los medios masivos y las nuevas tecnologías de comunicación, generándose nuevas experiencias e inéditas formas de representación cultural:
•
el placer y el consumo ya no se articulan con la alienación;
•
ser sujeto, o tener conciencia de su subjetividad, no es lo mismo que ser individuo, puesto que este puede ser muchos sujetos a la vez, aunque pueda tener un único cuerpo.
Conforme hemos tratado, la nueva sensibilidad que el capitalismo avanzado, tardío o desintegrado ha permitido desarrollar proporciona prácticas de comunicación cuyos modos de significación están borrando la alineación de la representación. Los nuevos modos serían, por ello, ¿norepresentacionales o sus estructuras noreferenciales? Creemos que todavía no hay una respuesta cabal en el tema. Uno hasta puede advertirnos si estamos argumentando u obrando un palimpsesto. La representación, que siempre ha tenido a su vera un correspondiente objeto y virtualmente a un sujeto, ahora los tiene virtualizados a los dos. Lo que se desvela es que la representación pasa a desentrañar el objeto contenido en sentidos que venían definidos por el sujeto. Con ello se han ampliado, a razón geométrica, las posibilidades de comunicación. ¿Habríamos abandonado el Hilo de Ariadna que nos orientaba en el laberinto? Las nuevas 57
Posición coincidente fue manifestada por Anthony D. King (1997:143) en un evento académico realizado en 1989 en la University of Minnesota, Estados Unidos.
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vías tecnológicas nos permiten lidiar apenas con hipóstasis, una sustancia con la cual la industria cultural construye sus estrategias de mercadeo y que pretende convertir en productos de mercado. Cómo arbitrar este nuevo consorcio es la pregunta clave para la industria cultural cuando las reglamentaciones legales (fiscales, monopolios, derecho de autoría, derechos de distribución) fracasan. A los que todavía no están convencidos de la amplitud de las transformaciones en curso, se presenta una pregunta de Maldonado (1994:65): “¿es correcto excluir en principio que la frecuentación de las realidades virtuales pueda contribuir a un enriquecimiento, y no siempre a un empobrecimiento de nuestra relación cognoscitiva y, en última instancia, operativa con el mundo real?”. En efecto, él apunta hacia el “valor cognoscitivo de lo imaginal” (sic)(comillas de Maldonado remitiendo a G. Bettetini) Se producen hechos que hacen subrayar el potencial de las experiencias con la identidad virtual en el desarrollo, más que nada, de una nueva epistemología. Sin embargo, en atención al tema de las identidades, entendemos que el nivel semiótico se constituye en el aspecto más destacado: •
La condición de auténtico o apócrifo de un contenido dejara de estar ligada a su coincidencia con un original. El nivel semiótico de la representación se altera. La relación de que algo está para alguna cosa se encamina hacia otra comprensión. La virtualización convierte a las identidades en simulacros de sus representaciones;
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Las identidades, para la Sociedad de la Información, son de carácter deleznable. Expresadas por contraseñas digitalizadas, no pueden ser postuladas como apócrifas, pues uno existe desde la identificación que se le (auto)atribuye, además de actuar por la autonomía y la heteronomía;
•
Las representaciones que cobran la identidad de su sujeto lector ya no se conforman con la condición abstracta de él presupuesta por los medios no interactivos del pasado. Es la distinción propuesta en los términos usuario y anfitrión.
Estos cambios se traducen en profundas transformaciones en los hábitos de consumo cultural de la comunicación. La versatilidad de una radio pirata, la maleabilidad operativa de la prensa alternativa y lo iconoclasta del video independiente son las experiencias que se incorporan a la industria cultural. Como han alertado los más recientes 127
estudios en Historia de la Comunicación, esto puede demandar un periodo mucho más largo que el que se suele reconocer o ya estar insertado en antecedentes que todavía no habíamos percibido. En esta segunda parte hemos buscado avanzar hacia las características fundamentales de la cuestión de la representación que van a estar presentes en el momento en que ella se transmute en simulación por la emergencia de la cibercultura. Sintetizamos, en el capítulo a continuación, aquellos argumentos que responden a nuestra pregunta fundamental.
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3 - La virtualización de la representación O poeta é um fingidor. Finge täo completamente, que até finge que é dor a dor que deveras sente. Fernando Pessoa
Por todo lo visto se puede deducir que la habilidad específica de la industria cultural ha sobrepasado a la reproducción mecánica de representaciones de un original. A partir del ciberespacio caótico e ilimitado se están generando mensajes de significación más o menos profunda, subjetiva o compleja. La proliferación de tecnologías y su amplia difusión de imágenes, al saturar el espacio social, ha echado a perder la fuerza representacional consolidada en la Modernidad que articulaba un evento a su representación mediática. Es como si las representaciones se desplomaran bajo el peso de su historicidad, martirizadas por las capas de siglos de aculturación y apropiación cultural de los imperialismos. Hoy ya no se trabaja con la idea de la existencia o no de un original y su duplicación, sino más allá de esto, con la copia de la copia, la representación de la representación, los frames de los frames. Los requerimientos de recognición de la representación obviamente que se adaptaron a las condiciones de la modernización técnica. Cuando Walter Benjamin, en los años 30 de este siglo, reflexionó acerca de la reproductibilidad técnica de la obra artística, se remitía a un problema al cual se concedía extremada importancia: la pertinencia entre un original y su copia. Margareth Morse (1998) entiende que esta inversión consiste en que ni la imagen ni 129
el mundo están en primer plano, pero que cada uno es probablemente un desarrollo posterior del otro, donde deja de consignarse una inauguración de la acción representadora. La acción modernista del poeta fingidor de Fernando Pessoa hace tiempo que se convirtió en nuestra condición: fingir tan completamente el dolor que deveras uno siente. Este cambio en las condiciones de la representación es interpretado por Hans Bertens al decir que: “La naturaleza norepresentacional de la cultura posmoderna tomada en su sentido más amplio - está descalificada no por la tecnología (televisión y otras ¨máquinas de reproducción más que de producción¨) la cual no alcanza a tener la ¨capacidad de representación¨ [...] que la tecnología moderna aún poseía.”(Bertens, 1996:107).58 Las representaciones obtenidas en las nuevas condiciones ya no se resignan a procesos vislumbrados desde la atalaya del sujeto lector dispuesto como mero espectador. El nuevo sujeto lector cobra radicalmente una movilidad concernida a la producción de la imagen de un objeto que sólo la interactividad le proporciona. También Thomas Lindlof y Milton Shatzer (1998:177), cuando se referían a los entornos CMC59 y a la etnografía, señalan que la noción de realidad representacional está colapsada. Se pone en primer plano a la ambigüedad de la acción, puesto que la percepción de la identidad depende principalmente de como uno la “escribe”. Harms y Dickens (1996) creen que la raíz de la pregunta nos hace retornar al estatuto fundacional de la reflexión teórica primera de definir qué es lo que constituye la comunicación. Por ello, más que en cualquier otra circunstancia, se impone la tensión entre lo sensible y lo inteligible y resuena la denuncia positiva de la tentativa de destrucción de la capacidad de entender a través de conceptos subsumida en la expansión del orden visual. El carácter novedoso de las tecnologías y usos de la virtualidad se puede apuntar que reside en su despliegue. La potenciación de las representaciones y su acondicionamiento como interfaz se está fortaleciendo muy rápidamente. Como dice Turkle: “Hemos aprendido a interpretar las cosas según el valor de la interfaz” (1997:33). Por tanto, la interfaz proporcionada por las nuevas tecnologías contiene características que las hacen constituirse en valor de contingencia, afectando indeleblemente a la producción de las identidades desde la relaciones concertadas en la dimensión virtual. 58
En el original : “The non-representational nature of postmodern culture - taken in the widest sense - is underscored by its technology (the computer, the television set and other “machines of reproduction rather than of production”) which no longer has the “capacity for representation” [...] that the technology of modernity still possessed.” 59 Una denominación muy trabajada en lengua inglesa: Computer-mediated communication - CMC, o comunicación mediada por ordenador.
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3 . 1 - Los cambios en la concreción das identidades por procesos virtuales La investigación ha procurado exponer y situar los conceptos concentrados en el eje “representación, identidades y virtualidad”, circunscritos por los aspectos que pueden ser definidos por tres preguntas principales: nuestra primera pregunta recoge la característica de categoría puente de la identidad y nos encamina a indagar cómo se dispone el arreglo de las identidades en la industria cultural. La segunda pregunta se centra en cómo se concretan las identidades en la industria cultural. La tercera pregunta consiste en indagar cómo se están plasmando las identidades en la cibercultura. Con tal conjunto de indagaciones hemos pretendido descifrar el trayecto teórico necesario para contestar a una pregunta fundamental de nuestra investigación, que es la de saber cuáles son los cambios en la concreción de las identidades por procesos virtuales. Para dar continuidad a la sistematización del relato, en la Tabla 3 a continuación, pretendemos haber sintetizado aspectos de los fundamentos conceptuales trabajados en los regímenes de la representación y de la virtualidad en la industria cultural, desde los ejemplos ya analizados: Tabla 3 - Los regímenes de la representación y de la virtualidad 1 - Evocar la trascendencia (religiones, fundamentalismos) REPRESENTACIÓN
2 - Sustituir, ejercer una función vicaria (política)
Televisión, Publicidad,
3 - Convocar reminiscencias (nacionalismos)
Cine, Literatura,
4 - Lucir un tema (arte, teatro)
Periodismo
5 - Imaginar, imaginarse (imaginario)
VIRTUALIDAD
1 - Conmutar - mutualidad restrictiva entre usuario y máquina.
Gráfica Computerizada
Sentido de multiplemedia (Enlaces a radios,
Imágenes de Síntesis
televisiones, diarios y sitios electrónicos, etc.)
Hipertexto
2- Interactuar - intercambio ampliado entre usuarios desde
Simulacro Autonomía,heteronomía
una interfaz común. Sentido de multimedia (RV, comunidades virtuales, simulacros, fórums, chats, e-mail, etc.)
Creemos que el aporte conceptual de la discusión hasta aquí planteada y lo que ofrece un avance del problema general de esta investigación está fundamentalmente en que la representación es un anhelo en el espacio tiempo que todavía no tiene agotadas sus 131
posibilidades. Incluso con las transformaciones que nos hacen pensar en la superación de su condición mediadora, hay una profusión de manifestaciones que aseguran la continuidad de las representaciones tanto en su condición de proceso como de producto. Entendemos que todo lo expuesto permite vertebrar el análisis en cuatro puntos: La tipología de las identidades; La concreción de las identidades en la industria cultural; El desglose terminológico; Los nuevos actores. Pasemos a ellos. 3 . 1 . 1 - La tipología de las identidades La industrialización de las identidades en representaciones producidas para inmediato consumo reclama un trato teórico que resuelva las disparidades originadas en su concepción de identidad representada. El cometido de las identidades consiste en inscribir significados desde unas concreciones retenidas en tanto que representaciones. Tales significados permiten a uno identificarse, o discernir identidades que responden a sus intereses de trascendencia, colectivos o de consumo. En la Tabla 4 a continuación sistematizamos esta discusión desde los fundamentos de nuestro razonamiento, las estrategias discursivas analizadas y sus ejemplos: Tabla 4 – Las identidades en la industria cultural
Identidad colectiva Característica
mismidad, unicidad, trascendencia
Encuadre
Modernidad
Medios
Masivos
Atributo destacado
lenguaje, visualidad
Estrategia discursiva
estereotipo, logotipo, logomarca
Tipos de identidad:
fundamentalismos, nacionalismos, marcas comerciales
Identidad del yo Característica
pluralismo, desdoblamientos, fragmentación
Encuadre
Posmodernidad
Medios
interactivos, conmutables
Atributo destacado
Intertextualidad
Estrategia discursiva
no-lugares, desterritorialización
Tipos de identidad:
simulacros (cyberbodies, cyberpunks), comunidades virtuales, demandantes o reclamantes 132
La actualización de tales procesos y productos de representación identitaria responde a las características modernas y posmodernas analizadas. La culminación de este proceso se presenta cuando las tecnologías de la virtualidad convierten a las identidades en simulacros de sus representaciones. Entendemos que es primordial reconocer la morfogénesis de las representaciones, bien como una sencilla tipología de la identidad propuesta a un sujeto localizado. Creemos haber expuesto las razones desde las cuales se puede coger a las representaciones de las identidades como algo más que entramados de signos. Sin embargo, ¿cuántas identidades hay en la industria cultural? Las representaciones son distintas y no son gratuitas. De ellas, además de su régimen, hemos reconocido su genealogía y su génesis, con enfoque en su morfogénesis. Las identidades, a la vez, son desiguales y numerosas como constelaciones. La representación y simulación de las identidades es una suma de magnitudes y multiplicidades puestas en hileras desde las escenas de la industria cultural. Se constata, por lo tanto, que no hay consensos en el tema. La oferta de representaciones identitarias es extremadamente diversa. Operan tanto donde hay deficiencia de legitimidad como donde la hay en abundancia. Buscan tanto a los ciudadanos informados, a los grupos organizados como a toda la gente, sin garantías de acceso universal. En efecto, uno se pregunta si pueden los mundos virtuales conmovernos hasta el punto de generar alteraciones en procesos tan profundos o complejos como es la generación de la identidad. Las comunidades virtuales, por ejemplo, nos permiten actuar con procesos de autorepresentación. Es un terreno de juego psicológico e intelectual, puesto que la identidad en tanto que mera subjetividad puede allí expresarse apenas como una subjetividad más, ubicada en la cibersociedad. Corresponde a ellas remarcar el rol de elementos de balizaje ordenadores del nuevo mapa cognitivo necesario a la navegación. Las comunidades construidas en el ciberespacio tienen la potestad de la ubicuidad: afirman que uno sí, puede estar en todas partes. En efecto, no en todas, pero en algunas de todas las que desearía. Este desenclave que proviene de la profunda reorganización del tiempo y del espacio propiciada por la Modernidad, franquea posibilidades indefinidas para las representaciones identitarias, pues ahora se facilita a los humanos algunas de las virtudes antes reservadas a los mitos. 3 . 1 . 2 - La concreción de las identidades en la industria cultural Los interesados en los nuevos fenómenos - sus usuarios, espectadores, actores o 133
consumidores - pueden ser particularizados o tomados como colectivos. Ellos actúan desde intereses personales, grupales o corporativos. Constituyen la nueva esfera pública, la esfera ciberespacial, sucedánea de la declinación de la esfera pública burguesa. Su unidad de condición es el deseo de compartir formas nuevas de intervención en la realidad, acceso a la información, entretenimiento, herramientas de trabajo, etc. La estructuración de las identidades representadas en la industria cultural compone un árbol de relaciones no jerárquicas. Por ello, se le permite a uno deslizarse entre una identidad y otra, sin que sus sucesivas adscripciones le perjudiquen en su desempeño socio- profesional. La posibilidad de una amplia movilidad, donde las experiencias se solapen y afiancen mutuamente es vista como la más nueva adquisición de la evolución social. Un proceso que revela la profunda exclusión a que están sometidos amplios grupos sociales dispersos en numerosos puntos del planeta y que demuestra la parcela estricta que converge en la movilidad promocionada por las nuevas tecnologías de comunicación. Además, los grupos reacios a las nuevas prácticas suelen ser señalados por los medios de comunicación de influencia Occidental desde la acción de sus grupos ultra, extremistas, terroristas o fundamentalistas. Sin embargo, se estima que la mayoría de la humanidad mantiene su adhesión a las representaciones más tradicionales, como son las identidades culturales y religiosas. En un ejercicio de articulación conceptual, presentamos en la Tabla 6 una esquematización desde los niveles estético, político, religioso y semiótico y las características estudiadas en las categorías de representación e identidad. En la fila de abajo, presentamos los nuevos fenómenos de simulación y sus sucedáneos desde sus respectivos ejemplos, para las anteriores situaciones identitarias y de representación. La Tabla 5 pretende sintetizar las adquisiciones proporcionadas por la cibercultura. Cabe indagar aún cuál sería el efecto de cambio de las nuevas identidades sobre la representación de las anteriores. Pretendemos haber demostrado cómo la evolución del logotipo puede ser uno de ellos. ¿Qué otra evolución en las formas y procesos de la representación de las identidades se puede considerar?
Hemos visto también que la
adscripción identitaria, las identidades múltiples o identidades-roles son una nueva posibilidad. Un esfuerzo por racionalizarlas se puede apreciar desde el cruce de ejes del Diagrama 2. Él expresa la composición producida entre colectividades organizadas y la ascensión del individualismo:
134
Diagrama 2 - Colectividad e individualidad Eje horizontal A-Etnias B – Religiones C – Naciones D – corporaciones 4
……………………………
3
.........................................
2
..........................................
Eje vertical
1
....... .................................
1-LGTBs
A
B
C
D
2-Outsiders 3-Cyberbodies 4-Mujeres
Tabla 5 - La concreción de las identidades en la industria cultural Nivel
Estético
Religioso
Político
Funcional
Semiótico
ceptual
Gradiente
Identi -
fundamen-
dades
estereotipo logotipo
Repre -
actuación
senta-
perfor-
figurativo gótico arabesco
ción Simu Lción
Con -
talismos
mancia
identid. colectivas políticas de com.
roles
inscribir significados
ident. colectiva ident. del yo marcas
represen-
iconografías simbologías
algo está para
sujeto,
formatos géneros
alguna cosa
objeto,
Internet intranets networks
Simulacro sitios personales y corporativos avatares programas personalización personajes
tación social
juegos
inmate-
la
sexo
rialidad
Sociedad
virtual
misticismo
de la
telepre-
esote-
Informa-
sencia
rismo
ción
chats
robótica
imagen frames de los frames conmutación interactividad
tertulias fórums
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El eje de sentido horizontal expresa los designios asumidos colectivamente y las distintas colectividades a las cuales uno está agregado, de forma voluntaria o no. El eje vertical, correspondiente a la ascensión de la individualidad, presenta los diversos grupos que suelen proclamar sus identidades. La combinación de ejes, en sus varios puntos, permite analizar las posibilidades de adscripción identitaria o identidades-roles facilitadas o contrariadas a uno. Así, por ejemplo, Else Gersch (1998) hace referencia a un estudio sobre una comunidad virtual de mujeres negras americanas y africanas (punto 4A) que debaten sus vivencias a partir de la tematización del trato dedicado a su pelo, un importante distintivo social suyo. Otro aspecto que se revela es la segmentación de públicos, que de generalistas pasan a ser especializados - la especificidad de las audiencias -, y se invierte el proceso de producción de mensajes hacia algunas de las condiciones propias del contexto primero de estructuración de la esfera pública burguesa. Por ello, se entiende que los públicos ya no se encuentran tan abigarrados a la acción censuradora que la exposición a públicos mixtos determinaba. Los resortes que las representaciones estereotipadas exigían pueden volverse innecesarios o más laxos. En la comunicación institucionalizada, las Intranets son cada día más importantes en lo cotidiano de las corporaciones, sean ellas networks o empresas trasnacionales de petróleo. 3 . 1 . 3 - El desglose terminológico Como consecuencia de todo lo expuesto, cada vez más se requiere determinar las nuevas posibilidades técnicas, donde el multimedia desnuda consagrados desgloses terminológicos. Al adentrarnos en el aparatoso y aderezado mundo de las nuevas tecnologías, uno puede creer que finalmente se ha solventado gran parte de los obstáculos técnicos dispuestos al aunamiento técnico de los medios que le han precedido al multimedia. La tarea en adelante consiste en restar competencia a su acción en tanto que intertexto cultural. Se impone la necesidad de generar la compatibilidad terminológica correspondiente a este aunamiento técnico, adecuando sus aspectos formales y de contenido. Una gran novedad proviene de que, con el hipertexto, nos permitimos centrar el foco en la articulación de la cadena de sentido. Conforme hemos aclarado antes, más que el 136
nexo entre significante y significado es la cadencia modal lo que se impone. Con ello, sin embargo, no estamos creyendo que géneros consagrados, conforme se definieron en la Antigüedad, se vuelvan obsoletos. El tránsito entre las representaciones de las identidades, el cruce de actividades, temas y dinámicas equivale a lo que, en otros tiempos, en categorías artísticas, se consideraba pasar de la épica a la lírica, lo cual era contemplado como una verdadera extravagancia estilística. A cada género estaba reservado su correspondiente tema y las representaciones debían preservar sus procedimientos canónicos. En el pasado, no se consentiría hablar en público de temas subjetivos y privados, si no fuera en términos absolutamente ficticios. En la medida en que operaba la definición de un contenido ya se le determinaba su correspondiente forma. Se atribuye a la cultura de masas haber aceptado los precedentes para que las representaciones tergiversaran este canon:
•
El Periodismo, bajo fuertes debates acerca de su objetividad, echa mano
de recursos etnográficos, atribuyendo un poder de arbitraje al periodista y permitiéndole describir los dramas personales de los individuos bajo los conflictos nacionales, como la metáfora de los “Hijos de Yoyes”, en País Vasco. La singularidad de una vida puede convertirse en referencia de un drama colectivo; •
A la permanencia de informativos, dramas y comedias se enfrentan
redefiniciones donde aquellos elementos que se tomaban en tanto que constitutivos de la naturaleza del género sufren alteraciones. Afectados por nuevos procesos técnicos, medios, géneros y audiencias se quedan sin el auxilio de unas coordenadas que les orientaban en sus definiciones de contenido y estrategias. En este propósito, desde Jensen y Jankowski (1993) se pueden analizar los intentos de convergencia entre la tradición humanística y la socio-científica en los estudios de comunicación de masas, donde las prácticas con ordenadores son una promesa de democratización, de ahí la necesidad de una teoría de la comunicación para examinar los procesos y elementos constitutivos de la comunicación de masas. Ellos afirman que:
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el entorno global de los medios expone a la audiencia a una configuración de medios de masas impresos y visuales, que están interrelacionados a través de convenios institucionales y financieros, así como de los géneros. La conglomeración, entre otras cosas, engendra la intertextualidad. Por ello, la comunicación visual proporciona un tipo de test para la aplicación de la metodología humanística a la investigación sobre comunicación de masas, y un área importante para un posterior desarrollo teórico. (Jensen y Jankowski, 1993:51).
Hay una tendencia de origen estetista de criticar las adaptaciones logradas desde los diarios en papel en los soportes electrónicos, apuntando la pobreza de recursos técnicos, las dificultades de legibilidad, la demora en la transmisión de imágenes que requieran mucha memoria y capacidad técnica de las redes, y otras. Si los recursos multimedia posibilitan tantas combinaciones, ¿por qué persistir con la simple transferencia de información verbal hacia el multimedia? Esta pregunta revela la ansiedad ya analizada en el capítulo anterior, correspondiente a la mezcla de culturas y su presencia inmaterial en los nuevos soportes. Jensen y Jankowski (1993:51ss.) destacan este aspecto en los estudios de comunicación visual, afirmando que “es sorprendente que los métodos de investigación no hayan sido capaces de armonizar la proliferación de medios visuales en el entorno de los medios contemporáneos”. Ellos señalan que los géneros construyen y han sido construidos por un orden social históricamente específico: “A través del lenguaje, la realidad se vuelve social; a través de los géneros, la realidad social se convierte en el objeto de formas específicas de historias contadas, argumentos y acciones” (1993:49). Se propone, desde ahí, un concepto ampliado de género que consiste en proponerlo en tanto que acción social. Los géneros se presentan ahora como sistemas de estudio que afectan a los usos sociales específicos de la comunicación de masas en relación con las prácticas culturales y políticas donde se insertan. Aquello que en el pasado se analizó en los géneros desde una concepción que privilegiaba su condición de representación, expresión o ritual, era referido desde su forma textual. Los géneros provocan y estructuran la transferencia, usos e impactos de la comunicación en los contextos sociales y, en tanto que sistema de estudio, es como deben de ser tomados. Sus implicaciones se proponen desde una semiótica social. Los autores pretenden construir un análisis de los repertorios interpretativos y ya no de comunidades interpretativas, lo cual nos hace presuponer que las audiencias se desvinculan de los grupos o comunidades formales en un nivel bastante más complejo que aquel propuesto por el interaccionismo simbólico. En la industria cultural más fuertemente orientada hacia el mercado son ejemplos más evidentes de este proceso las fusiones de fórmulas entre videoclips y publicidad, 138
editoriales y noticias, información y publicidad, periodismo y entretenimiento. Más recientes, las cybersoaps acaparan a los internautas con un ingenio antes inimaginable. Otra característica técnica de los cambios producidos por la definición generalizada al modelo de comunicación orientado para el mercado son los neologismos que enmarcan las nuevas condiciones de producción en el Periodismo. Desde los japoneses, que buscan “glocalizar” lo local articulado con lo global, hay otros que suelen ser referidos como “adverterials” (advertising con editorial - es decir, la columna de opinión más importante de un periódico tomada también como un espacio de promoción de un interés empresarial específico, despolitizada en cuanto a los intereses colectivos), “infomercial” (information con commercial - confundiendo el suministro de información con la necesidad de producir información de fácil venta al público), “infotainment” o “edutainment” (la contracción de information o education con entertainment), “simulated news” (imagen y realidad), en un triunfo de la comunicación orientada para el mercado, en sustitución de la comunicación concebida como servicio público. Además, la democracia del ciberespacio presenta problemas éticos donde la colonización de productos y servicios de empresas particulares es sólo un aspecto. Da lugar a la propagación de rumores, la publicidad de alcohol y tabaco dirigida a los niños y adolescentes o los contenidos eróticos explícitos demandan la reflexión de padres y autoridades escolares, gubernamentales, judiciales y religiosas. Cuando se diluyen las nociones habituales de género advertimos que, en verdad, apenas se perciben aspectos superficiales de otra transformación más profunda en curso. En ella están involucradas las nociones de tiempo y espacio en las relaciones. Una vez que la simultaneidad de la vivencia es un intercambio desde siempre determinado por la realimentación instantánea entre las imágenes (visuales y sonoras) y el mundo, pasa a tener lugar una inversión. Y ella está en lo que hasta ahora hemos llamado representación. Al renunciarmos a consignar una inauguración de la acción representadora y teniendo a la imagen y al mundo como coprotagonistas, se difuminan las señas que nos orientaban. Desde otra vía, hay una pragmática definición de Turkle (1997:33) acerca de la cultura de la simulación que sintetiza la nueva concepción diciendo: “si te funciona quiere decir que tiene toda la realidad necesaria”. 3 . 1 . 4 - Los nuevos actores La producción de la identidad desde procesos virtuales es la efectiva incursión en las posibilidades de creación o transformación de las representaciones de la identidad 139
presentadas por los nuevos recursos multimedia y experimentadas donde el carácter auténtico o ficcional es anódino, cuenta tanto cómo el valor de la performancia. Por otra parte, y en otro nivel de preocupación, es la articulación entre lo local y lo global el fenómeno que viene a construir un nuevo encuadre para el tema de la identidad. Aunque se pueda dudar de si la globalización presentaría efectivamente una nueva forma de imperialismo, para algunos autores ella propone otro marco para la relación entre identidad, cultura, democracia y medios de comunicación (Cf. Featherstone, 1994). Otros reafirman simplemente la imposibilidad de que el estado nación continúe sosteniendo las relaciones que posibilitan las construcciones de identidad (Cf. Gilroy, 1998). El espanto actual reside en la incógnita concerniente a lo que puede pasar cuando la comunicación prescinde al mismo tiempo de desplazamientos en áreas geográficas, desconoce puntos de vista políticos o religiosos, categorías profesionales y tradiciones lingüísticas o culturales. ¿Qué comunicación es esta? Es posible que sea más vertical o más horizontal de lo que nunca antes fue posible. Por esta línea de razonamiento, la maquinaria de la industria cultural y sus productos requieren ser admitidos como máquinas de pensar y virtualmente actantes. La apología de un contexto emergente de globalización viene a sumarse al mosaico preexistente de situaciones donde el sentido que conforma la participación de la diferencia cultural estaba corroborado en términos que lo proponían sobrellevando la exclusión social. ¿Cuál es la perspectiva de la representación de las identidades en el trato de la extranjería? Como esta hay otra pregunta: ¿Tanto da que sea un minusválido, mujer o negro, hacker o adolescente, con tanto que puedan acceder a las nuevas tecnologías, indispensables a la comunicación, para configurar la aldea global? Internet presupone el ejercicio de la libertad, valor del cosmopolitismo en la identidad, pero sus representaciones pueden anclar hacia la integración homogeneizadora, aun cuando se cree que esté promocionando la singularidad. Las representaciones de las identidades se asoman a una realidad de deseo íntimo de plenitud. Si ellas soliviantan esperanzas adormecidas o responden a demandas sociales legítimas es un punto por averiguar. La posición de que todas estas transformaciones en los dominios de la comunicación estarían a sueldo de nuevas y potentes formas de control social tiene defensores en diversos campos, tanto en la comunidad científica como en la sociedad civil. Si el argumento de Kristeva (1991) de que la congregación de la comunidad protocristiana se produjo en contra de los imperios y basada en el deseo de compartir valores es válido para explicar también lo que pasa con las comunidades virtuales, hay que 140
alertar lo que le sucedió al Cristianismo. En pocos siglos permitió la hegemonía del Imperio Bizantino y sirvió de carga al Imperio Romano y a la Iglesia Católica Apostólica Romana. Las comunidades virtuales, pese a su desvinculación con una serie de aspectos institucionalizados (familias y otros grupos primarios y secundarios), con sus condiciones de comunicación descentrada y no jerarquizada, operan tras el desarrollo industrial resultante de la convergencia entre informática y telecomunicaciones. Por lo tanto, eludir los intereses económico financieros es ignorar una serie de determinaciones fundamentales a la existencia y acceso de los soportes materiales imprescindibles a su uso. El carácter imaginario que surge de la concepción de Anderson (1983) de las comunidades imaginadas es convincente en el sentido de conceder prioridad al carácter novedoso y no establecido de cualquier grupo emergente. Sin embargo, gran parte de las condiciones de existencia de las identidades en las comunidades virtuales no son pertinentes al imaginario simbólico, sino más bien a condiciones muy asentadas por la repartición de los intereses hegemónicos del capitalismo en la producción de hardware y software. Debemos repetir que proponemos un gradiente donde la habilidad específica de los medios de comunicación en la Posmodernidad pasaría a ser la de una reproducción mecánica de otras representaciones de un original. La proliferación de tecnologías y su amplia difusión de imágenes, al saturar el espacio social, han hecho perder la fuerza representacional consolidada en la Modernidad que articulaba un evento a su representación mediática. Las fusiones de fórmulas susodichas son manifestaciones todavía tímidas de estas nuevas prácticas. En síntesis, tenemos que las representaciones identitarias se avocan a situaciones irremediablemente dispares. Y aunque las nociones prevalentes en los estudios de las prácticas de significación grosso modo se vienen volcando, más bien, a las pugnas culturales asentadas socialmente, creemos pertinente afirmar el terreno de fuerte competencia donde se establecen las representaciones. A menudo ellas pueden parecer - y recuérdese que parecer es su ontología - netamente dominadoras en el espacio cultural debido a su proyección por la industria cultural, las representaciones se enfrentan con otros órdenes simbólicos y de valores. Su vigencia debe prevalecer sobre la naturaleza, las tradiciones y la ciencia. Construir y mantener tal prevalencia no es poco. Nuestras relaciones sociales de todo día, nuestras identidades sociales muy individualizadas se mantienen desde complejos procesos de mediaciones. También existen aquellas actividades de toda la vida, el trabajo, la política, el sexo, la guerra, que concurren para que 141
la representaci贸n se ponga en segundo plano. Adem谩s, estas actividades se valen de la representaci贸n como medio para sus fines.
142
Consideraciones finales En esta investigación nos propusimos estructurar un aporte teórico que explore aspectos generales de cómo se trabaja el tema de la identidad y de las identificaciones en la industria cultural. Hemos explicado que históricamente las identidades atesoran los intereses. Las representaciones son la contraseña que nos permite acceder a la actualización textual que se produce en su permanente construcción. Y ellas nos proporcionan una clave para entender los conflictos de la Modernidad. Se estima que al proceso de anomia y aislamiento del individuo en la sociedad se le replicó con la afirmación de la individualidad. Crecientes espacios fueron reclutados para el nombramiento de aquello ya sacrificado en la masificación. Por ello, las identidades son la punta visible y exterior del iceberg que resiste al continuo flujo de las aguas. Su carácter conservador expresa la búsqueda de seguridad frente a las transformaciones sociales, individuales y colectivas, económicas y políticas. Su carácter progresista reitera la importancia de la diferencia cultural, de la otredad. Octavio Paz (1986) afirmaba que el principal problema de comunicación de nuestros días reside en coartar las condiciones que permiten el reconocimiento del otro en el diálogo. Las representaciones nos pueden indemnizar de una deuda, en el sentido de reemplazar una ausencia, un lapso, una laguna o un silencio de algo que en el pasado ya tuvimos, sentimos, vimos o escuchamos. Este es su cometido. La novedad, la profunda transformación que nuestros días parecen traer, se refiere a una alteración en la relación del hombre con su entorno. Durante miles de años, la relación telúrica, el vínculo del hombre con la naturaleza, explicó su cosmología, conformó sus valores y estableció las reglas de trascendencia en su entorno. En los últimos siglos, la revolución industrial y la división social del trabajo nos hacen probar su profunda 143
transformación. La pertinencia del estudio aquí presentado se debe a la constatación de que la vigencia de las representaciones es afianzadora de sentimientos hacia la lontananza que, por ello, vienen a incorporarse y conducir los sentidos del presente, comprometiendo las visiones del futuro. Por lo tanto, la representación es una categoría histórica y afortunada en tanto que categoría científica. Prosigue donde el debate entre signo, icono, índice y símbolo se detienen. Con ella nos permitimos afrontar procesos y productos de la industria cultural tras la diferenciación en distintos medios que
convergen en el multimedia.
Además, la representación nos permite considerar los aspectos proporcionados tanto por la percepción de los sentidos como por su construcción razonada. Por lo tanto, su adopción intenta superar un vacío teórico que proviene de diversos fenómenos que se reflejan en:
•
La creciente fragmentación de las audiencias;
•
La transmutación e hibridización de géneros y sus formatos;
•
La intertextualidad generada por el conglomerado de medios de masas, impresos y visuales bajo la disponibilidad concomitante de sus vínculos y anclas;
•
La emergencia de nuevos medios, los webcastings, new media o canales interactivos.
Los fenómenos enunciados son los más sobresalientes y con sus innovadoras capacidades técnicas tergiversan las consabidas preocupaciones de las respectivas teorías de los medios. Las posibilidades técnicas del multimedia constriñen los fenómenos precitados a la condición de resultado, y desligan su proposición en tanto que problema. Los autores referidos son unánimes al alertar sobre la necesidad de una concienciación sobre los usos y aplicaciones de los nuevos medios, por ahora concentrados en el entretenimiento y en el espectáculo. Las deficiencias observadas en la formación de los públicos, más que su incapacidad de utilización, indican los impedimentos crecientes para el uso de la mediación cognoscitiva. Uno de ellos, concretamente, es el del embrollo que implica valorar la calidad de las informaciones provenientes de los simulacros. Otro es el de equiparar el mundo virtual al mundo real en términos de referencias de orientación, dado su carácter inédito y la fidedignidad con que se suelen adverar las representaciones difundidas. 144
Hemos constatado cómo, en la industria cultural, la explotación del carácter emblemático de las identidades se ha convertido en una especie de Cuerno de la Abundancia. Entretanto, el enigma ronda el desarrollo de las identidades. Su amoldamiento representacional necesita ser estudiado porque tales productos se constituyen en una especie de oráculo donde se atisban el significado subjetivo y social de lo que uno toma y ostenta en tanto que su identidad. Entendemos también, desde otro prisma, que lo que explica la trascendencia que ha tomado el tema de las identidades tiene que ver con los procesos de imperialismo. Como se ha analizado antes, en el apartado 2.2, de la primera parte, hay un largo recorrido entre las narrativas mitológicas y su cristalización en representaciones que han alcanzado nuestros días. Consagran el intento perspectivista referido, el proceso histórico que culmina en el siglo XX con la industria cultural, la cual domina imperativamente sobre las formas y contenidos mediadores de la realidad social. La correspondencia entre las representaciones y lo que pretendían consagrar no siempre se expresa en una textualidad de aprensión sencilla. Sin embargo, es un reto actual comprender cómo las representaciones cada vez más pueden ser tomadas como una ficción difundida irregularmente bajo una mezcla de lo físico y lo intangible, como señaló Margareth Morse con respecto a la identidad corporativa. Se hace fundamental un ejercicio de discernimiento de sus propiedades físicas y la adjudicación simbólica que se le concede. Al final, ¿es un lenguaje algo más que un conjunto de signos arbitrarios y no siempre conscientes? El trayecto tecnológico que conformó lo que tenemos como medios de comunicación, sus lenguajes y géneros nos reiteran que el significado opera por códigos y reglas que tienen su precisión determinada por su toponimia en el conjunto. A menudo, este proceso nos conduce a indagar ¿qué es la identidad? Cuando uno se pregunta sobre cómo es, cómo le parece que es uno mismo, o cómo les parece a los demás qué es él, está enfrentándose a unas cuestiones que se cree trascendentes, inmutables. En la historia de los hombres, son unas preguntas que se nos presentan como eternas, porque no hay esperanza de que un día las podamos responder satisfactoriamente o librarnos de los valores que acompañan su permanente inquisición. Como la felicidad o la muerte, la identidad es una carga que siempre nos inquiere sobre su actualidad. Aquello que, desde otros ámbitos y tiempos pasados ya se expresó como la especulación sobre el ser de los entes se ha renovado en términos de identificación de la 145
realidad. La industria cultural no alcanza a responder a las grandes preguntas con las que siempre nos hemos enfrentado, y suele ejecutar un pálido reflejo de aquello que hemos construido desde el espesor de nuestra percepción interior. No obstante, se constituye en una fuente inagotable de informaciones que presionan nuestra sensibilidad y el intelecto en el sentido de hacerlas presentes. Será con ella que continuaremos preguntándonos cómo somos, con la diferencia de que ella aporta nuevos fenómenos que vienen a refrescar la permanencia de esta inquisición. Su papel, por tanto, consiste en actualizar la indagación de la identidad desde la propiedad de sus vías: la significación y pragmática de los signos usados en el discurso. La pretensión de reflexionar acerca de las características constituyentes de las representaciones de la identidad se puede encontrar con dos limitaciones:
•
La dispersión de las teorías que suelen ser convocadas en los estudios de las identidades tomadas desde sus representaciones realizadas por la industria cultural, principalmente el énfasis en la visualidad y en los aspectos políticos de la representación, comprendida en tanto que representación social; y
•
La necesidad de acercamiento a un nuevo objeto - las representaciones de las identidades en la cibercultura - lo cual, desde su carácter novedoso no nos absuelve de analizarlo y preocuparnos de él. El principal proceso que se antepone a estos fenómenos es un concierto técnico de
inéditas posibilidades designadas por los procesos multimediados. Con ello, las representaciones percibidas por los sentidos y el intelecto pueden saltar las fronteras nacionales, las distancias culturales, generacionales, idiomáticas, sexuales y étnicas. Las posibilidades técnicas hoy franqueadas a la comunicación mediada constriñen los fenómenos susodichos a la condición de resultado, y desplazan su proposición como problema. Por ello, no sabemos si podremos afrontar los nuevos fenómenos con las antiguas categorías científicas. Las representaciones de la identidad en la industria cultural son un comodín, una moneda fuerte, una lingua franca con nuevas dimensiones, que tanto habla de una nación como de un grupo marginado, una secta religiosa o una minoría étnica en riesgo de extinción. En este sentido, enmarca la diferencia, puesto que las mayorías no necesitan identificarse, ellas simplemente subsisten sin interpelación de nadie o de nada. 146
En nuestros días, la relación entre identidad y utilización simbólica del imaginario colectivo es un tema de pretendida actualidad. Bajo otros órdenes, como la globalización, se potencia la relación entre la identidad y su significación expresada a nivel colectivo. Por ello, hablar de las identidades consiste en detenerse ante la visión panorámica de la industria cultural. A aquellos atrapados en el presente, angustiados por el desiderátum del futuro, con o sin patrimonio del pasado, identificarse con algo en la vida real o virtual es procurar un camino que les libre del desgarramiento trágico. No podemos defraudar y lanzar a tantos a un naufragio. Tampoco podemos contentarnos de vivir de asombros identitarios, de representaciones que al cobrar sentido nos olvidan de que no hemos todavía tomado consciencia de ellas, poniéndose en lugar de la presencia concreta, haciendo imponerse un sentido propio de la virtualización desvirtuada por los medios dominados por la artillería del mercado.
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