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Publicación del Instituto de Estudios Transnacionales de Córdoba AÑO VI. NÚMERO

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Distribución gratuita

El Pensamiento Único -

IGNACIO RAMONET - JOSÉ MARÍA T O RT O S A - C R I S T I N A C A R R A S C O CARLOS ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR FÉLIX OVEJERO - CAROLA REINTJES - ARMAND MATTELART - MANUEL DELGADO - CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN -1-


sumario

Edita Instituto de Estudios Transnacionales de Córdoba Avda. Gran Capitán, 2. 3º dcha. 14008-Córdoba (España) Tfno.: 957 490 067 / 957 490 069 Correo electrónico: inet@alcavia.net inetemas@alcavia.net Consejo de Redacción Mariano Aguirre Ernst Carlos Álvarez de Sotomayor Reina José Luis Arranz Feria Pedro Caldentey del Pozo Juan Carlos López Eisman Alberto Morales Almansa Clemente J. Navarro Yáñez Margarita Ruiz Schrader Ilustraciones Esteban Martínez Almirón Archivo INET Traducciones Patricia Sneesby María Isabel Manjavacas Sneesby Imprime Tipografía Católica, S. C. A. Córdoba Depósito legal CO-1042-1994 I.S.SN 1135-0636 AÑO VI NÚMERO 16 TRIMESTRAL

INETemas es una publicación plural, que no comparte necesariamente las opiniones expresadas en las colaboraciones. Publicación subvencionada por la Diputación Provincial de Córdoba.

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EDITORIAL

El pensamiento único

El pensamiento único IGNACIO RAMONET EL DEBATE

La retórica del pensamiento único FÉLIX OVEJERO Interpretación navideña del pensamiento único CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN Qué es el Pensamiento Único CARLOS ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR

Economía y pensamiento único MANUEL DELGADO

Pensamiento único y desigualdades JOSÉ MARÍA TORTOSA

Comunicación y culturas ARMAND MATTELART

Pensamiento único y género

Más allá del paradigma del mercado CRISTINA CARRASCO El pensamiento único o

El lobo estepario CAROLA REINTJES COMUNICADO

Enfrentando el poder de las multinacionales

Declaración de Córdoba PARA SABER MÁS...

libros en la red PUBLICACIONES

libros índice de artículos

Y ADEMÁS

Alemania unificada, diez años después JEAN MORTIER


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El pensamiento único

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arlos Álvarez de Sotomayor nos invita a una mejor comprensión del fenómeno ofreciéndonos claves para su interpretación y plantea una serie de interrogantes que puedan ayudar a la valoración del mismo. Manuel Delgado se detiene en la desaforada y perturbadora propuesta que el Pensamiento Único hace del imperio de la lógica económica como «tablas de la ley» que vengan a regular todos los ámbitos de la vida. El artículo de José María Tortosa se ocupa del lado socialmente oscuro de la globalización, el drama humano de cientos de millones de personas, apuntando posibilidades diversas de tratamiento. Armand Mattelart se acerca al Pensamiento Único desde la óptica de la comunicación, considerando su conexión con las culturas y Cristina Carrasco lo hace des-

de la perspectiva de género, descubriendo su carácter androcéntrico.

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l Consejo de Redacción de INETemas le pareció oportuno brindar al lector la presentación referenciada de dos LIBROS que, desde perspectivas diversas, hacen una consideración crítica de las tesis centrales del Pensamiento Único. Tanto el texto de Soros, como el que prologa Haro Tecglen, pueden convertirse en dos buenos instrumentos de reflexión y profundización en el tema.

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n la línea de las alternativas, Carola Reintjes hace un llamamiento a la reacción de la sociedad civil; también transcribimos en su integridad y como COMUNICADO el texto Declaración de Córdoba, que recoge las conclusiones y compromisos de un grupo de activistas e investigadores sociales tras sus jornadas del pasado Octubre en nuestra ciudad.

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n Y ADEMÁS hemos dado entrada por vía de urgencia a otro texto que recoge parte de la sólida conferencia pronunciada en Córdoba por Jean Mortier, con motivo del 10º aniversario de la unificación alemana. La trascendencia del tema y su actualidad así lo aconsejaban.

editorial

n monográfico sobre el tema que ha merecido durante un año la atención del Seminario Permanente del INET bien valía la pena que se abriera con la reproducción expresamente autorizada del artículo que puso nombre y fijó los términos iniciales de la discusión: el célebre texto de Ramonet, aparecido en Le Monde Diplomatique, que considera al Pensamiento Único como una ideología hegemónica y con pretensiones de exclusividad, que cuenta con formidables apoyos financieros, mediáticos y políticos. Sirve éste de pórtico a otros dos artículos que fijan con claridad las posturas antagónicas que mantuvieron en su debate de Córdoba. Para Rodríguez Braun no sería más que un imaginario fantasma de los socialistas creado por su propio vacío ideológico, al que combaten para terminar aceptando una dosis moderada de Mercado. Félix Ovejero combate dialécticamente esa posición afirmando la existencia real e incuestionable del Pensamiento Único.

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omo es habitual la sección INET AL DÍA cierra nuestro número brindando un noticiario comprimido de las actividades en las que está embarcado este Instituto y que quiere ser también una invitación que se hace a nuestros lectores para su posible y deseable incorporación a las mismas.

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El pensamiento único IGNACIO RAMONET Atrapados. En las democracias actuales, cada vez son más los ciudadanos que se sienten atrapados, empapados en una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo. Esta doctrina es el pensamiento único, el único autorizado por una invisible y omnipresente policía de la opinión. Tras la caída del muro de Berlín, el desfonde de los regímenes comunistas y la desmoralización del socialismo, la arrogancia, la altanería y la insolencia de este nuevo evangelio se extiende con tal intensidad que podemos, sin exagerar, calificar este furor ideológico de moderno dogmatismo. ¿Qué es el pensamiento único? La traducción en términos ideológicos con pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular las del capital internacional. Ha sido, por así decirlo, formulada y definida desde 1994, con ocasión de los acuerdos de Brenton Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y monetarias –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización de

Siempre «menos Estado», un arbitraje constante a favor de las rentas del capital en detrimento de las del trabajo Cooperación y Desarrollo Económico, Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y de Comercio, Comisión Europea, Banco de Francia, etc.-, que, mediante su financiación, vinculan al servicio de sus ideas, a

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través de todo el planeta, numerosos centros de investigación, universidades, fundaciones... las cuales perfilan y expanden la buena nueva en su ámbito. Este discurso anónimo es retomado y re-

producido por los principales órganos de información económica, y particularmente por las «biblias» de los inversores y bolsistas –The Wall Street Journal, Finantial Times, The Economist, Far Eastern Economic Review, Les Echos, Reuter, etc., propiedad, con frecuencia, de grandes grupos industriales o financieros. Desde diferentes ámbitos, las facultades de ciencias económicas, periodistas, ensayistas, personalidades de la política... retoman las principales consignas de estas nuevas tablas de la ley y, a través de su reflejo en los grandes medios de comunicación de masas, las repiten hasta la saciedad. Sabiendo con certeza que, en nuestras sociedades mediáticas,


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repetición equivale a demostración. El primer principio del pensamiento único es tan potente que un marxista distraído no lo cuestionaría: la economía supera a la política. A partir de este principio, un instrumento tan importante en manos del poder ejecutivo como el Banco de Francia ha sido, sin oposición destacable, convertido en independiente en 1994 y, de alguna forma, «dejado a salvo de las contingencias políticas». «El Banco de Francia es independiente, apolítico y apartidista», afirma en efecto su gobernador, Jean-Claude Trichet, que añade, sin embargo: «Nosotros pedimos la reducción del déficit público», (y) «perseguimos una estrategia de moneda estable». ¡Como si esos dos objetivos no fueran políticos! En nombre del realismo y del «pragmatismo» –que Alain Mine formula de la siguiente forma: «El capitalismo no puede desfondarse, es el estado natural de la sociedad. La democracia no es el estado natural de la sociedad. El mercado sí»-, la economía es situada en el puente de mando. Una economía desembarazada, como es lógico, del obstáculo de lo social, una suerte de ganga patética cuya pesadez sería motivo de regresión y crisis. Los otros conceptos clave del pensamiento único son conocidos: el mercado, ídolo cuya «mano invisible corrige las asperezas y disfunciones del capitalismo» y, muy especialmente, los mercados financieros, cuyos «signos orientan y determinan el movimiento general de la economía»; la concurrencia y la competitividad, que «estimulan y dinamizan las empresas, conduciéndolas a una permanente y benéfica modernización»; el librecambio sin limitaciones, «factor del desarrollo ininterrumpido del comercio y, por tanto, de nuestras sociedades»; la mundialización, tanto de la producción manufacturera como de los flujos financieros; la división internacional del trabajo, que «modera las reivindicaciones sindicales y rebaja los costes salariales»; la moneda fuerte, «factor de estabilización»; la desreglamentación, la privatización; la liberalización, etc. Siempre «menos Estado», un arbitraje constante a favor

de las rentas del capital en detrimento de las del trabajo. Y la indiferencia respecto al coste ecológico. La repetición constante en todos los medios de comunicación de este catecismo por parte de casi todos los políticos, tanto de

El primer principio del pensamiento único: la economía supera a la política

derecha como de izquierda, le confiere una carga tal de intimidación que ahoga toda tentativa de reflexión libre, y convierte en extremadamente difícil la resistencia contra este nuevo oscurantismo. Se acabará considerando de alguna forma que las decenas de millones de parados europeos, el desastre urbano, la precarización general, la corrupción, los suburbios en llamas, el saqueo ecológico, el retorno de los racismos, de los integrismos y de los extremismos religiosos y la marea de los excluidos son simples espejismos, alucinaciones culpables, discordantes de forma extremista

La repetición constante de este catecismo ahoga toda tentativa de reflexión libre en el mejor de los mundos, que construye, para nuestras conciencias anestesiadas, el pensamiento único. Ignacio Ramonet es Profesor de Teoría de la Comunicación en la Universidad Paris VII y director de Le Monde Diplomatique. (Este artículo fue publicado en Le Monde Diplomatique en enero de 1995)

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La retórica del pensamiento único

el debate

FÉLIX OVEJERO

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Definitivamente, el pensamiento único existe. Lo confirma el empeño en negar su existencia. Cualquier reserva intelectual se disipa ante ese coro concertado integrado por políticos cuya única coordenada ideológica es espacial, el centro, e intelectuales que descalifican por «populistas» a quienes juzgan como tramposa la tesis, su tesis, de que «no hay alternativas». En su sentir, quienes hablan de pensamiento único hacen uso de argumentaciones retóricas, más propias de los medios de comunicación que de la ciencia, al servicio de vagas propuestas carentes de todo realismo. El diagnóstico es bastante atinado. La crítica al pensamiento único participa de esas características. Y, además, en virtud de lo que afirman, no puede ser de otra manera. Porque la crítica al pensamiento único se

sitúa en el terreno mismo donde éste se afinca, en la polémica política. La importante diferencia, es que los críticos no escamotean la naturaleza del conflicto. Tomar en serio esa circunstancia tiene implicaciones no irrelevantes para la reconstrucción de la izquierda. Según los críticos de los críticos, lo que se llama «pensamiento único» no es sino la exacta descripción de los acontecimientos. No hay otro modo de abordar los procesos. Así, carecería del menor sentido de la realidad quien sugiriera que el mejor modo de «homogeneizar las economías europeas» es, en corto y por directo, igualar las condiciones de vida de sus ciudadanos, atender a cómo anda el paro, la renta o los servicios. Una propuesta de esa naturaleza se descalificaría por «inviable». Ahora bien,

Interpretación navideña del pensamiento único CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN La lucha contra el llamado pensamiento único (PU) se ha convertido en una bandera del socialismo finisecular. La última muestra de su influencia es el interesante libro que acaba de publicar Joaquín Estefanía. El PU viene a ser una agobiante y dogmática hegemonía liberal, que según los socialistas ha presidido el panorama económico, tanto en los hechos como en las doctrinas. El liberalismo, dicen, se ha impuesto con tal grado de acosadora uniformidad estadófoba que ha llegado el momento de que las fuerzas progresistas acudan en socorro de los pobres, hostigados por el predominio del mercado salvaje, libérrimo e insensible. Los socialistas, así, se ponen en pie y reivindican su derecho a propagar la moderada sensatez de su intervencionismo, entre el coro desaforado de la turbamulta liberal. Esta concepción es susceptible de dos in-

terpretaciones complementarias, la rigurosa y la navideña. Puede verse como una superchería, pero también como una salida razonable y plausible del callejón hacia el que se han precipitado los socialistas, huérfanos de una teoría solvente y una práctica presentable. Es evidente que el PU no resiste un análisis riguroso. La hegemonía liberal de la que pretenden rescatarnos los socialistas simplemente no existe ni ha existido nunca. No es una cuestión de opiniones: se puede medir. Si el PU hubiera conquistado las arrolladoras victorias que los socialistas le atribuyen, se habría notado en algo tan sencillo como el tamaño del sector público, que habría disminuido de modo apreciable. No lo ha hecho en ningún lugar del mundo, ni siquiera en Estados Unidos y Gran Bretaña bajo los gobiernos presuntamente estaticidas de Reagan y Thatcher.


DICIEMBRE a poco que se indaga que es lo que se quiere decir con «inviable», no se encuentran sólidas leyes económicas o matizados principios morales, sino con «imposibilidades políticas»: no resulta aceptable para quienes están mejor. Pero esto es cualquier cosa menos un argumento. Cierto es que no cabe ignorar cómo están las cosas, pero «cómo están las cosas», en este contexto, quiere decir exactamente que se carece de fuerza política, de capacidad de imposición, nada que tenga que ver con la ciencia o la ética, con que la propuesta resulte imposible o inmoral. Reconocer cómo están las cosas requiere reconocer, ante todo, donde terminan los datos y donde empieza la resignación. Es posible que las cosas no puedan ir de distinta manera a como van, pero eso no quiere decir que están bien como están. Quien no se reconoce en derrota ni siquiera imagina la victoria. De otro modo a fuerza de hacer de la necesidad virtud, de ajustar las reclamaciones a lo que hay, ni siquiera cabrá un cabal conocimiento de cómo son las cosas. Los críticos de los críticos sostienen que la idea de pensamiento único es una batalla

en el corrompido terreno de la opinión pública, no una pulcra discusión académica. También es cierta esta opinión, sostenida, por cierto, desde los periódicos. Pero es que ese es el territorio obligado, una vez se reconoce la naturaleza política de la polémica. Acaso no hay mejor muestra de cómo el pensamiento único impregna los juicios que esa disposición a aunar la medición de la «salud» de las economías por ciertos indicadores macroeconómicos con el desprecio hacia quienes recuerdan lo evidente y echan algunas cuentas elementales acerca de la pobreza y la desigualdad, cuentas con frecuencia más precisas que aquellos indicadores, cuentas como que 800 millones de personas sufren desnutrición. Resulta sintomático que se reproche el estilo, cultivado por Le Monde Diplomatique, que consiste en combinar el análisis, por lo general bien arropado empíricamente, con la intención política. Es indiscutible que Le Monde Diplomatique no es The Economic Journal, como no lo es The Economist, que utiliza un proceder semejante, con punto de vista, aunque se pretenda laico. Por lo demás, en una revista

Cierto es que ha habido campañas de privatización de empresas públicas y de desregulación de los mercados, emprendidas por todos los gobiernos sin distinción. Pero junto a eso también ha habido un incremento del gasto público y los impuestos, con objeto de preservar el Estado del Bienestar, ése que según los socialistas está amenazado por el PU y que en realidad no hace más que crecer. Lo que ha ocurrido es un cambio del paradigma dominante en lo relativo al papel económico del Estado, pero no a su tamaño. Ya nadie propugna la creación de un nuevo INI ni la práctica franquista de la concesión de prebendas y monopolios. Hoy lo que se defiende son las pensiones o la sanidad públicas. Pero entiéndase bien: se defiende ese papel del Estado, todos lo defienden. ¿Qué fue el Pacto de Toledo sino un consenso para no privatizar las pensiones? El lector no será capaz de citar el nombre de ningún político, de ningún partido, que haya sugerido no liquidar sino ni siquiera reducir el Estado del Bienestar. En el campo de los hechos el poder del PU es sencillamente una invención. Y la sugerencia socialista de que en el campo doctrinal las minoritarias voces inter-

vencionistas se ven acalladas por la potencia de un único orfeón liberal roza el ridículo. Al intervencionismo le faltan algunas cosas muy importantes, por ejemplo, le falta razón. Pero nunca le han faltado tribunas. Por empezar por el dueño de casa: ¿qué opiniones predominan en el grupo que tiene en El País a su baluarte? Que nadie diga que en estas páginas o en la Cadena SER la doctrina preponderante es el PU. ¡Ya nos gustaría a los liberales ser la voz descollante en el Grupo Prisa! No lo somos, claro está. A algunos nos acoge con una pluralidad de miras que agradecemos sinceramente, pero somos, reconozcámoslo, apenas marginales. Esta marginalidad del liberalismo se reproduce en todos los medios de comunicación. Que compare el lector las opiniones liberales e intervencionistas que ha escuchado últimamente por televisión o radio, que ha leído en diarios o revistas. Sería un ejercicio bonito hacer simplemente la lista de los columnistas/opinadores en los medios: se vería claramente que los liberales perdemos por goleada. Ahora bien ¿por qué razón los socialistas se embarcaron en una empresa tan endeble como el combate contra un PU que sólo

A fuerza de repetirse, toda mentira parece verdad

¿Por qué los socialistas luchan contra un pensamiento único que sólo existe en su imaginación?

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Puestos a escoger, mejor quedarse con quienes no andan con el pensamiento embridado, con los convencidos de siempre

Si el pensamiento único se hubiera impuesto, habría disminuido el sector público. No lo ha hecho en ningún lugar del mundo.

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académica no se encuentran metáforas tramposas, como mercado libre o flexibilidad laboral, ni se manejan imprudentemente términos como eficacia o competitividad, aunque, dicho sea al paso, no faltan abundantes resultados que muestran el mal funcionamiento del mercado. Sencillamente, lo que se quiere contraponer a la «demagogia» es una especie de economía popular cimentada en unas relaciones (entre empleo y flexibilidad, entre gasto público y

mos que el Sol se desplaza y que los objetos caen. Sucede con la «economía popular» como con la cosmología geocéntrica, o con el nacionalismo, que cuando uno se deja capturar por su mitología, por su lenguaje y sus presupuestos, le resulta imposible escapar a sus conclusiones. Desde los sesenta la izquierda ha manejado un idioma prestado, a lo sumo, un discurso puramente reactivo. Ciertos principios (distributivos, por ejemplo) en otro

despilfarro) que si parece tan «evidente» es porque estamos tan instalados en ciertas maneras de mirar que ni reparamos en sus discutibles presupuestos. Al cabo, nada hay más «evidente» que la idea que la Tierra está en el centro del universo. Todos ve-

tiempo criticados se convirtieron en sagrados y las preguntas inaugurales sonaban a grosería o ignorancia. Resultaba una impertinencia hablar de impuestos o recordar que no es un argumento normativo o científico la apelación a los intereses o a la fuer-

existe en su imaginación? Tengo una conjetura, que me permitirá llegar hasta su amable interpretación navideña. Los socialistas padecen una llamativa esquizofrenia, una brecha entre lo que dicen y hacen, entre lo que prometen y lo que cumplen. Esto es particularmente doloroso en el campo económico. Lo más terrible para el PSOE, al revés de lo que pueda parecer, no es Filesa ni el GAL; es obvio que ambos casos constituyen un contraste patente entre el discurso socialista y su práctica, pero también es cierto que los socialistas pueden explicar o excusar o defender esas aberraciones, al menos en parte. Lo realmente devastador es haber estado catorce años en el poder, haber ganado cuatro elecciones generales sucesivas, tres con mayoría absoluta, y haber infligido a la clase obrera española la tasa de paro más alta de Europa. Esos son los muros que los socialistas no pueden superar, y no los que hospedan hoy al Sr. Navarro y quizá mañana alberguen al Sr. Barrionuevo. La angustia incurable frente a la dura realidad del desempleo es lo que explica que los socialistas se aferren a consignas como el reparto de trabajo, y estén todo el día criticando al Gobierno porque no hace nada frente al paro, en una actitud que convoca la vergüenza ajena en cualquier persona, socialista o no. Pero precisamente esa esquizofrenia avala

la interpretación navideña del PU. Decía con gracia Schumpeter que una forma de abordar un problema, y no necesariamente la peor, es ignorarlo. Ante el callejón sin salida de tener que revisar la doctrina intervencionista que dio lugar a tan insatisfactorios resultados, no es mala solución el inventarse el espantajo del PU, atribuirle los problemas al liberalismo extremo y presentarse a continuación como un recambio razonable ante el capitalismo salvaje e insolidario que creen, en su loca fantasía, que nos acecha por doquier. Es importante observar que la crítica al PU hace hincapié en la moderación socialista, una actitud inteligente que les permite eludir una autocrítica que podría ser letal, dados los escasos mimbres analíticos del socialismo y los numerosos ejemplos que cabría presentar para demostrar sus defectos prácticos. Al mismo tiempo esa actitud permite seguir aprovechando la gran ventaja ideológica y electoral de la socialdemocracia contemporánea: la crisis del comunismo. Si de verdad el liberalismo fuera una peligrosa equivocación, los intervencionistas podrían propiciar una alternativa radicalmente diferente, y presentar otro PU, pero acertado. No hacen tal cosa. Lo que hacen es aceptar el liberalismo pero matizarlo con la «solidaridad», la «dimensión social» y los diferentes y hermosos nombres que acu-


DICIEMBRE za. Que, por el contrario, carezca de vigor persuasivo la aspiración a una distribución más justa o a que los ciudadanos puedan ordenar sus vidas sin incertidumbres ni chantajes revela la hondura de la insania intelectual, insania que ha embotado la sensibilidad en la valoración y que impide pensar con limpieza. La izquierda tiene que evitar fórmulas que traban las preguntas importantes, que empiezan por presumir lo que, por lo menos, no está claro, tiene, para decirlo todo, que construir un territorio metafórico propio, una retórica acorde con su geografía moral. A fuerza de repetirse toda mentira parece verdad y, cuando se repite contra uno mismo, se acaba por dudar de las propias convicciones, proceder siempre más aceptable psicológicamente que dudar de la propia cordura. La travesía acostumbra a recalar en el abandono de la identidad. Identidad que, para la izquierda, se asienta en afirmar ciertos valores, con los que construir los escenarios de la vida compartida, valo-

res cuyo vigor, conviene advertir, no depende de su fuerza electoral. Antes al contrario, la ausencia de convicción en la defensa de los valores suele rebrotar como derrota electoral: puestos a escoger, mejor quedarse con quienes no andan con el pensamiento embridado, con los convencidos de siempre, piensa, con razón, una ciudadanía que, en estas condiciones, ante la ausencia de alternativas, se muestra incapaz de mirar el mundo de otro modo. Por supuesto, no se trata de repetir las viejas fórmulas, pero sí las viejas ideas. Exactamente como lo hizo el más brillante pensamiento conservador en los setenta que, lejos de introducir nuevos valores o ideas, se limitó, eso sí, con enorme talento, a retomar y desarrollar viejos argumentos, viejas tradiciones. La lección debe ser aprendida.

ñan los socialistas para referirse a la imperiosa necesidad de que el poder político recorte la libertad y el dinero de los ciudadanos. En todo caso, la clave no es el rechazo del error sino la corrección parcial de una doctrina que sólo es errónea en la versión extremista del PU. Por eso Joaquín Estefanía habla del pensamiento mestizo, una bonita forma de resumir la interpretación navideña del valeroso combate de los socialistas contra los molinos de viento del PU. Bien mirado, esto resulta satisfactorio y se inscribe dentro de una forma amable en que cabe ponderar el papel de los socialistas: después de todo, podría haber sido peor. Al menos los socialistas abandonaron el marxismo y no cumplieron su programa electoral de 1982. Al menos privatizaron algo y desregularon algo. Al menos no subieron el IRPF hasta un tipo marginal del 90 por ciento. Al menos no produjeron una tasa de paro del 50 por ciento -en promedio, porque a las mujeres y los jóvenes sí que les obsequiaron «solidariamente» con algo de ese estilo. La corrupción socialista, desde el nepotismo hasta el latrocinio, pudo haber sido mayor. ¿O no? Dentro de esta visión navideña, apacible y conformista, veamos la parte positiva de este disparate del PU. Los socialistas admiten un papel para el mercado; es verdad que lo hacen tras un curioso vericueto, por-

que primero se inventan el PU, después lo combaten y sólo en la refriega aceptan una dosis moderada de mercado. Pero menos da una piedra. Por otro lado, la lucha contra el PU es una alternativa realista para el socialismo; ¿o es que era razonable esperar que los socialistas se hicieran el seppuku, renunciaran a todo lo que han creído durante décadas y se convirtieran en liberales? Esto es una pretensión disparatada. Los comunistas no lo han hecho, con lo que mucho menos puede esperarse algo similar en la socialdemocracia, que no tiene que cargar sobre sus espaldas, como los comunistas, con el espanto de haber sido el mayor flagelo que hayan padecido los trabajadores de este planeta en toda su historia. Si no es concebible un acto de contrición pública, lo más parecido es esto del PU. Su propia fantasmagoría no hace sino demostrar la debilidad del pensamiento socialista. El PU no es la realidad, sino sólo la distorsionada imagen de lo que los socialistas ven cuando se miran al espejo.

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El pensamiento único existe. Lo confirma el empeño en negar su existencia.

Félix Ovejero es Profesor de Etica, Economía y Metodología de las Ciencias Sociales en la Universidad de Barcelona

Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense. (Este artículo fue publicado en El País el 31 de diciembre de 1997, y está incluido también en el libro A pesar del Gobierno, Madrid, Unión Editorial, 1999.)

Junto a las campañas de privatización de empresas públicas y de desregulación de los mercados ha habido un incremento del gasto público y los impuestos

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Qué es el Pensamiento Único CARLOS ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR Primera aproximación. El artículo de Ramonet. La discusión actual que se ha generado en torno al Pensamiento Único tiene su origen en el artículo que Ignacio Ramonet publica en Le Monde Diplomatique en el 95, que aparece en la edición española de dicho periódico en el 96 y al que, por su carácter de fuente, me permito remitir al lector(1). En síntesis se podría decir que, a juicio de Ramonet –director del medio citado y profesor de Teoría de la Comunicación Audiovisual en la Universidad de París VII-, el Pensamiento único viene a ser una visión social, una ideología, que se pretende exclusiva, natural, incuestionable, que sostiene y apuesta -entre otras- por estas tesis: · La hegemonía absoluta de la economía sobre el resto de los dominios sociales.

En el interior de los países más desarrollados existen bolsas de pobreza muy importantes que son incuestionables. Es el llamado cuarto mundo

· El mercado como mano invisible capaz de corregir cualquier tipo de disfunción social. · La importancia de la competitividad. · El librecambio sin límites. · La mundialización, pero en su acepción económico-financiera. · La división mundial del trabajo · La desregulación sistemática de cualquier actividad de carácter social. · La privatización. · y la conocida fórmula: «Menos Estado, más Mercado»

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Esta ideología cuenta con apoyos financieros, mediáticos y políticos suficientes para gozar de una situación de privilegio respecto de otros modos de entender la sociedad que, naturalmente, existen. Se trata –como puede verse- de una formulación muy sintética, pero con enunciados tan contundentes, que nos permite considerarla como una buena primera aproximación al tema. Esta –no obstante- puede quedar enriquecida si pasamos a tener en cuenta algunos conceptos o acontecimientos claves que ayuden a entenderla mejor. Claves para su comprensión Hemos venido diciendo del Pensamiento único que es una ideología. Profundicemos en ello. Parece connatural a la persona y a los grupos humanos el que intenten saber a qué atenerse ante las situaciones en que viven. Este «saber a qué atenerse» lo resuelven a través de la formulación o la construcción de representaciones, imágenes, símbolos, conceptos y mitos que buscan la manera de explicar la situación, de encontrar su lógica, justificarla y, a ser posible, perpetuarla. Éste es, fundamentalmente, el concepto comúnmente aceptado de ideología y el que se aplique con toda normalidad al Pensamiento Único no tiene, en principio, que ser objeto de reparo alguno. Naturalmente cuando un grupo humano forjador de su ideología se hace suficientemente complejo, lo lógico es que, en su seno, aparezca la diversidad ideológica, y en el momento que existan ideologías diversas, puede haber confrontación y lucha entre las mismas. Es, por tanto, explicable que haya una ideología dominante dentro de este grupo humano complejo y, además, que ésta haga valer su fuerza, en la medida en que la tenga, para imponerse sobre las demás. Cualquier análisis social cuenta con la ideología, como un factor que define a un colectivo social. Algunos insisten en que aquélla tiene un papel fundante en cual-

RAMONET, I. : «El Pensamiento único». Le Monde Diplomatique, Edic española, Mayo 96.


DICIEMBRE quier colectivo, de tal manera que podría decirse: «dime cómo pensáis y os diré cómo sois». Otros, por el contrario, piensan que la ideología no tiene tanto un papel fundante del grupo humano sino que viene a ser el resultado de su modo de vida. «Dime, entonces, cómo vives y te diré cómo piensas». Es la clásica discusión entre si es la conciencia la que determina la vida, o es la vida la que determina la conciencia. En cualquier caso, insisto, todos dan a la ideología un papel relevante en el análisis de cualquier grupo humano o formación social histórica. Así lo entendió en el siglo pasado el fundador de la Sociología, Augusto Comte, sosteniendo que la ideología es un elemento fundamental para explicar las conductas sociales. Tan es así que, en un texto muy preciso(2) y de modo contundente, afirma que las crisis y convulsiones que se generan en el siglo XIX se deben «a la gran anarquía intelectual existente en el momento». Si esto es así -sostiene él- la asunción, por parte de todos de una teoría social única, de una única ideología, llevaría a la solución de los conflictos. Así lo entendía él y ésta es la propuesta que él ofrece para la solución de la situación convulsiva que vive el siglo XIX: el Positivismo, Entiende por ello aquella teoría social que insiste en que hay que atenerse a lo «positum», a lo puesto, a «lo que está ahí», sin que valgan rastreos que quieran explicar las causas de la situación, ni siquiera, por supuesto, críticas posibles a la misma. No procede sino atenerse a lo que hay y, si acaso, detectar cuales son las leyes de funcionamiento de esta realidad social(3). Dándole ya contenido concreto a esta ideología -el Positivismo-, entiende Comte que la sociedad debería estar estructurada de modo piramidal, con un reparto jerarquizado de funciones, algo así como ocurría en el mundo de una empresa organizada: hay personas que tienen que apretar tornillos, el jefe de personal que cuida de los ritmos de trabajo y el presidente del consejo de administración (por no seguir la escala) que toma las decisiones últimas de qué se produce y cómo se produce. En esta escala, es claro que el presidente del consejo no tiene que apretar tornillos, pero tampoco el operario tiene por qué meterse en

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El Pensamiento único viene a ser una visión social, una ideología, que se pretende exclusiva, natural, incuestionable la toma de decisiones. Las cosas están así y así funcionan. En la jerarquía social él piensa que la cúspide de la pirámide debería estar ocupada por los técnicos, los científicos. El modelo propuesto por el Positivismo comtiano deja en el aire ecos que tal vez tengan mucho en común con lo que venimos entendiendo por Pensamiento Único. Otro concepto que también puede resultar útil para la comprensión del Pensamiento Unico es el Liberalismo Económico tal y como lo formuló Adam Smith, economista, pero también filósofo. Él propone al Mercado como único agente del equilibrio social, convencido de que éste actúa como una mano invisible que conduce todos los procesos y que es capaz de introducir las

COMTE: «Curso de Filosofía positiva», Magisterio Español, Madrid, 1977 COMTE: «Discurso sobre el espíritu positivo», Alianza, Madrid, 1980

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rectificaciones oportunas. Esta mano invisible es algo así como la providencia, que regula toda la vida social(4). Quizás otra categoría que se impuso durante algún tiempo y que convendría traer aquí para aclarar que es eso del Pensamiento único es aquella conocida como Darvinismo Social. Seguramente en una mala interpretación de Darwin se hace de su pensamiento una inadecuada aplicación a la vida social, sosteniéndose que en la sociedad, como en las otras escalas de la vida, se produce la pervivencia del más fuerte. Así, hay gente que genéticamente está llamada a cumplir una determinada función, unos son los fuertes, otros los débiles y esto es ley, sin que podamos oponernos a ello. La «selección natural» es un mecanismo implacable y cualquier intento de limitarlo, venido de estructuras o poderes públicos, se torna innecesario, inútil y

No sé en qué medida el Pensamiento único es conciliable con la democracia

–en cualquier caso- inconveniente. Pasando ya al siglo XX, convendría recordar un libro que allá por los sesenta y tantos o setenta cayó en las manos de algunos de nosotros. Se trata de «El Hombre Unidimensional» de Marcuse(5). Este teórico-crítico de la sociedad llega a formular en esa obra los rasgos que definen a una sociedad y que también hoy resultan identificables. Haciendo una crítica de la sociedad norteamericana de la época (estamos en los sesenta), dice que es una sociedad que uniformiza, que controla y que invade prácticamente todas las zonas de la vida individual y colectiva. La invasión está protagonizada por un pensamiento de carácter liberal que no admite ningún tipo de oposición: un «pensamiento único». También por los sesenta la Universidad de Chicago va a tener un papel muy impor-

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tante, no solo en la vida intelectual americana, sino en la de todo el mundo. Allí se está forjando un grupo de jóvenes de los que luego van a salir un elenco de economistas de fama mundial. Conocidos como los Chicago Boys, van a tener una importancia fundamental en la orientación económica de la que es portavoz el Pensamiento Único. Rescatan la imagen de la mano invisible, del mercado, del protagonismo hegemónico de la economía, el papel mínimo del Estado, la idea de las privatizaciones y la desregulación como claves para resolver todos los problemas del mundo, incluso de los países menos desarrollados. Todo esto se va acumulando como sedimento que va a encontrar cauce político en los años 80 en dos gobiernos realmente dilatados tanto en América como en Europa y que van a ser decisivos: los gobiernos de Reagan y Thatcher que van a dar forma práctica y concreta a todas estas ideas. Otro acontecimiento importante que ocurre en los 80 es la Caída del Muro de Berlín. A partir de ello rebrota con fuerza la convicción de que el Estado no es necesario, que cuando éste mete sus garras en algún sitio, todo lo estropea. El asunto se hace evidente cuando dos años más tarde cae la Unión Soviética, experiencia clara y patente del fracaso de las propuestas estatalistas. Ello es recogido «oportunamente» por un funcionario gris de la administración de Bush -politólogo también- que pronuncia una conferencia con el título de El Fin de la Historia: Fukuyama. «Ya está todo dicho, todo acabado. La única alternativa posible ha fracasado estrepitosamente». Estamos situados en el pensamiento liberal como única salida para la humanidad. No hay más que hacer. Seguiremos viviendo así. «La historia ha terminado»(6). Y, por fin, el último concepto útil para mejor esclarecer qué sea eso del Pensamiento único sería el de globalización, mundialización o -en una expresión ya popularizada- la aldea global y que no es otra cosa que el proceso que nos está llevando a la consolidación de un escenario, espacio único mundial, en el que se da la vida de todas las poblaciones del planeta y que es referente inevitable en las actividades pro-

SMITH, A.: «La riqueza de las naciones», especialmente el libro IV, Aguilar, Madrid, 1956 MARCUSE, H.: «El hombre unidimensional», Seix Barral, Barcelona, 1969 FUKUYAMA: «El fin de la historia o el último hombre», Planeta, Madrid, 1990


DICIEMBRE ductivas, financieras, políticas, sociales y hasta culturales para cualquier toma de decisión(7). Especialmente útil para nuestro propósito será tener presente la peculiar y casi exclusiva versión económica, mercantil y financiera que de esta mundialización hacen el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Acuerdo Multilateral de Inversiones como ámbito adecuado actual para el desenvolvimiento del sistema capitalista. Algunos interrogantes La doble aproximación hecha a qué sea el Pensamiento único, detectando las que pudieran ser sus raíces, nos pone en situación de poder formularle ya unos primeros interrogantes. Su condición de «natural». Confieso que le tengo mucho miedo a aquellas cosas que se nos presentan como naturales, como pertenecientes a la naturaleza, incluso a la naturaleza física. Es un planteamiento hereditario de la percepción que se tenía de la Física en el siglo XIX, a la que se llegó a endiosar. En esa época se entendía la Física como un saber que tenía por objeto un mundo inalterable, regido por unas leyes mecánicamente implacables a las que se trataba de descubrir. Ello le daba rango de ciencia rigurosa, modelo a imitar por el resto de los saberes. Lógicamente, se dieron pretensiones de extender este rigor al dominio de lo humano y de lo social, convirtiendo a éstos en objetos inalterables, «naturales». Decir de algún fenómeno humano que «es natural» equivale a sostener que es inamovible y que cualquier pretensión de cambio es, en cualquier caso, ilusoria. Es la estratagema que se ha seguido secularmente cuando se quiere perpetuar algo. «Siempre ha habido ricos y pobres. Es natural. No hagas intentos, ni siquiera tímidos, de buscar el equilibrio social». Otra cuestión que nos podemos plantear es su persistente empeño de identificación con la democracia. No quisiera acudir a la célebre definición de Lincoln de que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; pero quizás podamos convenir, al menos, que es un régimen de gobierno que permite la máxima

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participación y control posible de los ciudadanos en aquellos asuntos que le interesan. Si esto es así, no sé en qué medida el Pensamiento único, y principalmente el instalado a nivel económico, es conciliable con la democracia. Porque es verdad que, en este ámbito, son muy pocos, sólo unos cuantos en el mundo, libres de cualquier control, los que toman las decisiones, no precisamente orientadas al bienestar social, sino a la obtención del máximo beneficio. Es curioso que un personaje tan poco sospechoso como Raymond Barre viniera a decir que es una irresponsabilidad que el orden económico mundial estuviera en manos de seis o siete jóvenes irresponsables de unos 35 años, que deciden lo que quieren, sin necesidad de someterse a ningún tipo de control ni legitimación. ¿Pue-

Esta ideología cuenta con apoyos suficientes para gozar de una situación de privilegio respecto de otros modos de entender la sociedad que existen

de el Pensamiento Unico identificarse, sin más, con la democracia? Otros interrogantes se refieren a la misma verdad de sus propuestas, como las del mercado libre, su mano invisible, perniciosidad del Estado. Veamos. · Mercado libre.- Mercado, sí; pero ¿libre?. ¿En qué sentido libre? Hay fuerzas hegemónicas que imponen ritmos y no hay manera de resistirse a ellas. ¿Realmente se está jugando al juego libre del mercado? · Mano invisible.- ¿Ciertamente ha sido una mano invisible?. Cuando el propio sistema ha tenido necesidad ¿no ha echado y está echando mano de instituciones y mecanismos salvadores? ¿No se ha apoyado a veces en regímenes estatistas férreos, cerrados, en dictaduras, para pervivir en algunas regiones del mundo? ¿Mano invisible cuando cualquier crisis económica o financiera tiene como respaldo determinadas garantías que lo salvan de cualquier desca-

ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR, C.: «La mundialización. El fenómeno, valoración ético-política y retos para la gobernabilidad», Revista INETemas, Mayo, 1998

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labro? · Perniciosidad del Estado.- De una posible y legítima crítica a su funcionamiento, se pasa, sin lógica alguna, a proponer su aniquilación. ¿Y quién dota a la sociedad de aquellos servicios, considerados universalmente como necesarios, que el mercado desatiende por considerarlos no rentables?. El propio sistema económico ¿no solicita de una y mil maneras la ayuda del Estado?. Finalmente, otros interrogantes sobre los efectos que produce. Personas tan significativas como los mismos presidentes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial vienen haciendo, desde al-

Son muy pocos, sólo unos cuantos en el mundo, libres de cualquier control, los que toman las decisiones gún tiempo, declaraciones sistemáticas de que hay que poner en cuestión la política de ajuste estructural que se está siguiendo en algunos países menos desarrollados, porque no se está resolviendo el alarmante problema de la pobreza. Parece que el sistema pervive haciendo que en el escenario aparezcan, claramente diferenciados, lo que algunos analistas(8) llaman no ya Norte y Sur, sino Centros y Periferias. En el mundo hay centros y periferias, países centrales y países periféricos. Pero, a la vez, dentro de esos países o regiones hay también centros y periferias. En el interior de los países más desarrollados existen bolsas de pobreza muy importantes que son incuestionables. Es el llamado cuarto mundo, que, por las tendencias que

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se registran, no parece que vaya a desaparecer del horizonte. Pero es que también en los países periféricos hay centros. ¿Qué son, si no, las oligarquías que dirigen la vida social y política de esos países?. Lo curioso es que hasta se establece una relación de connivencia, de colaboración entre los países del centro y los centros de esas periferias. Esta existencia de centros y periferias se traduce en un mayor poder de unos y sometimiento de los otros y, en último término, en una vulneración sistemática de los derechos humanos. Los efectos sociales que, por otra parte, el mercado genera son claros. El mercado busca rentabilidad. El fenómeno de la deslocación productiva es sintomático. Si es más rentable que una empresa afincada en un país pase a otro, se traslada sin más. Los criterios son, en último término, los de productividad y rentabilidad para el propio mercado. Otra cosa es que haya agentes sociales que no estén dispuestos a aceptarlo. Pero eso parece, en muchos casos, una batalla perdida. Las demandas de desregulación radical del Acuerdo Multilateral de Inversiones, gestado en París, son gravemente preocupantes. El movimiento de las finanzas, puramente especulativo, pero decisivo hoy en el sistema mundial, opera a velocidades enormes y basta una orden telefónica o dar a una tecla del ordenador para que determinadas acciones pasen de un lado a otro sin más, descuidando, de manera sistemática, la vertiente social de la vida y actividades humanas. Parece, pues, que, por sus efectos, el Pensamiento único puede también someterse a interrogante. Carlos Álvarez de Sotomayor Reina es Catedrático de Filosofía, coordinador del Área de Investigación y Publicaciones del INET en Córdoba y miembro de la redacción de INETemas

Johan GALTUNG, Immanuel WALLERSTEIN y el sociólogo español José María TORTOSA


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Economía y pensamiento único MANUEL DELGADO Hoy podemos percibir, sin mucha dificultad, una gran desconfianza en la llamada ciencia económica, o Economía, con mayúsculas. Una desconfianza, bastante generalizada, y que parece justificada si pensamos en una ciencia que nació bajo el propósito de procurar la riqueza de las naciones, y que, después de un reinado de más de 200 años, pervive en medio de un panorama dominado y ensombrecido por la pobreza. Ahí está como testigo el Informe Mundial sobre el Desarrollo Humano 1998, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que nos muestra hasta dónde está llegando el abismo de las desigualdades, constatando que «en 1960 el 20% de la población mundial residente en los países más ricos tenía una renta 30 veces mayor que la del 20% de los más pobres, en 1995 su renta era 82 veces superior». También en este documento podemos encontrar que

Entre otras, de los fuertes lazos entre actividad económica y pensamiento o imaginario. Cuando, hoy más que nunca, vender un producto es, en gran medida, vender una manera de entender la vida, y el «marketing» se hace tanto sobre los símbolos como sobre los bienes, y no está destinado sólo a comercializar productos, sino estilos de vida e imágenes: el cowboy, las estrellas de Hollywood, una especie de Jardín del Edén sin fronteras, lo «políticamente correcto», etc. A la vez, se retroalimenta el modelo, y la persuasión prepara las mentes para preferir y desear determinados productos sobre otros. Demasiada «simplificación», eliminar las relaciones entre lo ideal y lo material, que encierran mayor grado de complejidad a partir de la consideración, como nos recuerda M. Godelier, de que «los hombres no se limitan a vivir en sociedad, sino que producen la sociedad para vivir».

las 225 fortunas más importantes del mundo representan un total de más de un billón de dólares, o sea, el equivalente a la renta nacional de los 2.500 millones de personas más pobres del planeta, casi la mitad de la población mundial (47%). Una ciencia que, desde que nació como Economía Política, sujeta a una serie de principios y restricciones -morales, sociales y físicas-, ha ido reduciendo su universo, su ámbito de interés, soltando «lastres» y olvidándose de muchas cosas.

Pero como dimensión olvidada, podríamos caer en la tentación de tenerla en cuenta como un añadido, como un ingrediente más o menos residual que hace el análisis más «completo». Sería también desconocer la propia esencia de todo imaginario, en definitiva, de toda cultura, su carácter totalizador, que la hace ser antes que la economía, en el sentido de abarcarla y comprenderla como una parte, y no al revés. La cultura es un modo de entender la vida, pero es, a la vez, una manera de vivir, es decir, de

La globalización acentúa esta tendencia a la homogeneización cultural desde un mercado de medios

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enfrentarse con ella, mientras que lo económico es sólo una parte, una dimensión de la cultura. El imperio de lo económico De modo que, siendo la visión de lo económico, es decir, en definitiva, la manera en que se concibe la gestión de los recursos, una creación de la mente humana, puede decirse que su forma y su contenido dependen de los esquemas o sistemas de pensamiento que lo configuran. Haciendo referencia a la transición al capitalismo, Marx y Engels señalaban que «la racionalidad económica del trabajo no consistió simplemente en hacer más metódicas y mejor adaptadas a sus fines unas actividades productivas preexistentes. Fue una revolución, una subversión del modo de vida, de los

El sistema vigente es el resultado de la aparición y la consolidación desde hace aproximadamente 200 años, de un «orden natural»

valores, de las relaciones sociales, y, en esencia, la invención en el pleno sentido del término, de algo que nunca había existido todavía». En la actualidad, el sistema vigente es el resultado de la aparición y la consolidación desde hace aproximadamente 200 años, de un «orden natural» en sustitución de otro, considerado en el momento de su predominio no menos «natural» que el que ahora nos rige, que tiene detrás una concepción del mundo apoyada en dos pilares. 1. La sacralización de la ciencia. Una ciencia, palanca para el progreso, cuyo objetivo es la acción tecnificada sobre el mundo. A partir del predominio de esta «tecnolatría», se supone que el mundo se transforma por el avance de la técnica, desde una versión lineal y única de la historia, que conduce «inexorablemente» hacia el progreso. En el fondo de esta visión late el mito del progreso, que viene a ser, en gran medida, una ideología. El conocido proverbio «el progreso no se detiene» es un principio de sumisión repetido mil veces; asimismo es

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una prescripción cotidiana: cada uno debe progresar, cambiar, evolucionar. Pongamos por ejemplo, la cuestión que plantea un periodista director de un programa de radio «Tienes hoy tres millones de oyentes ¿Qué vas a hacer para progresar?» Pero ¿por qué hace falta tener más oyentes? Porque, al ser casi siempre de orden cuantitativo, el progreso tiene que ser medido. Esta obsesión está, sin duda, en el origen de la enjundiosa expresión «crecimiento negativo»; al descartar de plano un retroceso en la producción económica, se ha querido ver en ella una forma sutil de crecimiento. Es necesario crecer. Paralelamente, la mayor angustia es quedarse atrás: quedarse atrás en un avance técnico, quedarse atrás en los porcentajes, quedarse atrás en el consumo. Los medios de comunicación adoran cultivar el chantaje del retraso, forma invertida de la ideología del progreso. Cercanas al «progreso», las palabras «evolución» o «cambio» se benefician de un a prior positivo. El cambio es una realidad, pero es también una ideología. Haciendo uso de esta connotación positiva que tiene la palabra cambio, Alfonso Guerra, dijo, en el año 82, cuando llegó el PSOE al Gobierno, que no al poder, «A España la vamos a poner, que no la va a conocer ni la madre que la parió». El cambio se supone que es, por fuerza, un progreso. Es preciso cambiar, evolucionar, que es indefectiblemente, mejorar. Esta fe en el progreso y en la ciencia como acción tecnificada sobre el mundo, es una creencia que, entre otras cosas, soslaya los problemas sociales reduciéndolos a problemas técnicos, y que hoy tiene una expresión clara en la fascinación que ejercen las nuevas tecnologías y el lugar central que ocupan en cuanto a su consideración como fuente de valor, sustituyendo en gran medida en este sentido, al trabajo, con todas las implicaciones sociales que este cambio de centralidad conlleva. En el fondo, late un determinismo tecnológico que en el terreno de la economía se traduce en hacer recaer el centro de atención en el comportamiento de ciertos agregados monetarios o variables que se mueven en un nivel meramente técnico. La técnica, que es una realidad, es también una ideología. Todo lo que se presenta como «técnico», como funcional, aparece como positivo. La tecnología, hoy lo estamos viendo más que nunca, tiene siempre fuerza de ley. Con frecuencia se invocan razones técnicas para enmascarar problemas


DICIEMBRE sociales u opciones políticas discutibles. La ideología de la técnica abstrae el espíritu de las gentes en el cómo para ocultar la temible cuestión del por qué. El problema de la violencia en la televisión se trata de arreglar, no preguntándose por sus causas, sino inventando un dispositivo electrónico que permita codificar las escenas traumatizantes. La violencia, en general, se trata de solucionar con más cárceles, más penas, más rejas, más represión. En relación con esto, la velocidad es una realidad, pero es también una ideología inseparable del mito del progreso. Todo lo que va rápido progresa. Lo importante es ir deprisa, aunque no sepamos bien a dónde vamos. La velocidad es un criterio de valor. 2. La razón se sitúa en el centro de un sistema en el que una determinada concepción de la racionalidad alcanza valor de norma universal. Se consideran «racionales» los comportamientos que se encaminan a la consecución de determinados objetivos o al modo de alcanzarlos, y todas las conductas que escapan de estos esquemas preconcebidos, se relegan al saco de lo irracional, llegándose por este camino al pretendido fin de las ideologías, al tiempo que el pensamiento único campa por sus respetos. La ley «natural» del comportamiento económico, el afán de enriquecerse, va desprendiéndose de límites, a la vez que la mano invisible se encarga de transmutar los vicios privados en virtud pública. Y esta búsqueda «racional» de la maximización de los beneficios, se convierte en una meta en sí misma. Como W. Sombart advierte en la excelente exposición que del «espíritu de nuestro tiempo» hace en El Burgués (1913), abstracciones como la ganancia y los negocios desplazan al hombre y sus necesidades del centro de interés, y lo someten a las exigencias del ritmo y las formas de la vida económica. Se expresa así, como señala Gorz, «lo irracional, (visto desde el lado de la felicidad personal) de un modo de vida en que el hombre existe para el negocio y no a la inversa» (La metamorfosis del trabajo,1991:33) Esta racionalidad determina mecánicamente -Jevons llega a definir la economía como la mecánica de la utilidad y el egoísmo- el comportamiento de un homo oeconomicus, cuyo engendro y predominio supone la supresión de la incertidumbre, del tiempo, el error, la acción de lo no mercantil, la desigualdad, la presión de los grupos -el poder-, y lo «irracional». En definitiva, como

ha señalado R. Passet, (Principios de Bioeconomía,1996) se genera de este modo una ciencia del hombre que excluye al hombre. A cambio, la expresión monetaria, capaz de traducir la conducta económica, hace posible que todo se pueda pesar, medir o contar, como corresponde a una ciencia que trata de ser exacta y de convertirse en una física social. Aunque esta manía de medir imponga limitaciones muy importantes a la economía tales como, la imposibilidad, en gran medida, de aprehender el cambio, que es siempre cualitativo. Como señala Aglieta (1979), «cuando se estudian los sistemas sociales, las enseñanzas de la historia y la experiencia vivida nos muestran que transformación quiere decir ruptura, cambio cualitativo» (pág. 4). O captar el funcionamiento de un sistema, en el que el todo es, cualitativamente, algo más que la suma de las partes. «¿Cómo podríamos explicar el hecho de que, exactamente la misma serie de elementos químicos que constituyen algunos compuestos inertes puedan también encontrarse reunidos en una célula viviente que muestra una propiedad, la vida, que no posee ninguno de sus componentes?», se pregunta a este respecto Georgescu Roegen (La Ley de la Entropía y el proceso económico,1996). Esta predilección por lo cuantitativo, que

Todo lo que va rápido progresa. Lo importante es ir deprisa, aunque no sepamos bien a dónde vamos. La velocidad es un criterio de valor.

en no pocos casos se convierte en exclusividad, con la consiguiente exclusión de lo no medible, da pie a lo que algunos han llamado «el dogma de la inmaculada percepción». Los hechos que hay que analizar son hechos objetivos. La realidad se convierte en un dato; hasta tal punto, que, en el paroxismo de esta visión, algo tan complejo como la noción de desarrollo, se reduce a un simple número: la renta per cápita. Esta reducción del proceso económico a una analogía mecánica medible, acompañada y facilitada con el traslado del razonamiento desde los objetos y dimensiones del mundo

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físico al universo abstracto del valor, y, más concretamente, al universo de los valores monetarios, supone una ruptura con este mundo o entorno físico, y unas nuevas formas para la relación entre economía y naturaleza. La sociedad industrial se organiza de espaldas a la naturaleza, de modo que los indicadores sobre los que se fundamenta el optimismo en cuanto a posibilidades de aumento de la «producción» de bienes y servicios, -productividad del trabajo, crecimiento del PIB, rendimiento por unidad de superficie-, encubren en qué condiciones se logran tales resultados. Como ha señalado J.M. Naredo en su libro La economía en evolución, (1987), los economistas neoclásicos, en el último tercio del siglo XIX, rompen ya definitivamente con los límites naturales que podían supo-

La creencia en la sustitución sin fin de los recursos y el reciclaje sin coste físico hacen más verosímil la viabilidad de un mundo sin límites

ner un freno para la máquina económica, con la creación de un nuevo factor productivo, el capital, que desplazó en la desde entonces llamada Teoría Económica al trabajo como fuente de valor. A partir de aquí, y con el refrendo de la 1ª ley de conservación de la materia y la energía, -la materia ni se crea ni se destruye, solamente se transforma-, todo parece posible. La creencia en la sustitución sin fin de los recursos y el reciclaje sin coste físico hacen más verosímil la viabilidad de un mundo sin límites. Esta pérdida de conciencia sobre los límites de lo posible, es una de las claves para entender la crisis en la que hoy estamos instalados, resultado en gran medida, de los imperativos que impone la lógica que preside la expansión del sistema económico. Pero a su vez, permite dar crédito a la utopía liberal, no sólo afianzando la idea de un crecimiento ilimitado de la «riqueza» total, sino, sobre todo, tratando de dar fundamento a la creencia en que el beneficio de algunos no se obtiene nunca en perjuicio de nadie. Esta racionalidad esconde, pues, conflictos, como los que encubre la manipulación del lenguaje, empezando por la propia de-

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nominación de sistema económico, empleada para designar al que sería (en el sentido ordinario del término) el sistema de gestión más antieconómico que ha conocido la humanidad. Un sistema que, al incluir indiscriminadamente las actividades más variopintas en ese «cajón de sastre» de la producción, cerraba los ojos al hecho de que el grueso de las actividades propias de la moderna civilización industrial se apoya en la adquisición de riquezas preexistentes. Ello no sólo porque tales actividades se articulan preferentemente sobre la extracción de los depósitos minerales de la corteza terrestre y no, como ocurría anteriormente, sobre el flujo solar y sus derivados, sino también porque se está inflando enormemente la esfera de las actividades financieras, es decir, basadas en la emisión y trasiego inmaterial de derechos, cuyo manejo otorga a las metrópolis del capitalismo una creciente capacidad de compra sobre el mundo. El discurso económico dominante, al centrarse en el universo cerrado de la producción, plasmado en los agregados de producto de los actuales sistemas de Cuentas Nacionales, deja en la penumbra su relación con los dos campos de adquisición de riqueza a los que acabamos de referirnos: los tocantes a los recursos naturales y los recursos financieros. Cuando ambos están llamados a ejercer una importancia creciente en el reparto del poder mundial y a albergar, por ende, el grueso de los conflictos. Del enfrentamiento entre esta racionalidad y otras, como por ejemplo la que caracteriza al funcionamiento de los ecosistemas, que ha hecho posible la evolución de la vida en el planeta, resulta claramente vencedora la lógica del mercado, que invade todas las esferas, sometiendo la totalidad a los dictados de lo que es sólo una parte. Se convierten los criterios derivados de la lógica económica, en las tablas de la ley, en un nuevo catecismo, de modo que se llega al imperio de lo económico sobre todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, el presidente del Banco Central Europeo, se jactaba de que su Banco iba a obrar con criterios de «independencia», y «a salvo de las contingencias políticas», persiguiendo la reducción del déficit público y una estrategia de moneda estable, ¡Como si estos objetivos no fueran políticos! Se está subordinando la soberanía política de los estados a la lógica económica. Por eso, hay que considerar hoy lo económico como una dimensión hipertrofiada de


DICIEMBRE la cultura industrial. Dimensión desaforada, desequilibradora, perturbadora, que se apodera de otros ámbitos, deformándolos, cambiando su sentido, ahogándolos en definitiva. La economía termina así siendo un monstruo engendrado por la ceguera de una razón que, como nos recuerda Saramago en su discurso ante la Academia sueca, «usamos perversamente cuando humillamos la vida». «Mediante una aplicación perversa de la razón, dice Saramago en otro escrito («Dolor y esperanza en Chiapas», Le Monde Diplomatique, marzo de 1999), hemos dividido a la humanidad en categorías irreconciliables, los ricos y los pobres, los amos y los esclavos, los poderosos y los débiles, los sabios y los ignorantes. Y en el interior de cada una de estas divisiones, hemos introducido otras, para variar y multiplicar a placer, y permanentemente los pretextos para despreciar, humillar y ofender». Es esta cultura industrial la que está enferma. Y, de la misma manera que el problema del deterioro ecológico no puede ser abordado extendiendo el mercado a los bienes libres, es decir, con más de lo mismo, porque eso no evita una gestión insostenible de los recursos naturales, no se trata, aquí y ahora, de incluir elementos culturales en el ámbito de lo económico, sino de cambiar de cultura. Porque, además de invadir otros ámbitos de la vida en el interior de las sociedades industrializadas del norte, también, desde un acendrado etnocentrismo, se considera como algo «natural» que el objetivo último de cualquier sociedad sea asegurar la expansión, y el predominio de los valores que caracterizan a la cultura industrial: competitividad, afán de lucro, «espíritu» de empresa, motivación por los beneficios, etc. Aunque ello suponga la destrucción de maneras de pensar y de vivir en consonancia con la historia y el entorno de los pueblos afectados. La globalización acentua esta tendencia a la homogeneización cultural desde un mercado de medios, donde la información circula en dirección única, y en el que las agencias de publicidad, agencias de prensa, productoras cinematográficas, y otros sujetos, transformados ahora en grandes grupos multimedia, tratan de tomar posiciones en el dominio de una «infraestructura de la información global». La comunicación se convierte así en una mercancía generada a gran escala por medios cada vez más condicionados en la calidad de sus productos y en su independencia, como consecuencia

de su imbricación en grandes entramados empresariales y de su sujeción a las leyes del mercado. Desde estos grandes grupos, identificados en el título del libro de Bertolus y La Baume, como Los nuevos amos del mundo, se alientan modelos de consumo y estilos de vida ajenos a los pueblos periféricos, además de fuera del alcance de la mayoría. Gigantes uniformadores de gustos, que operan a escala planetaria, -diseñadores del Planeta Reebook-, escaparates de la gran producción localizada cada vez en mayor medida en los espacios centrales, y tablones de anuncios en los que la generación de imágenes y mensajes tiene mayoritariamente como fuente única esa cultura industrial enferma como consecuencia de la hipertrofia de lo económico. Como decíamos al comienzo, si nos fijamos en los resultados, la economía no parece que pudiera incluirse entre aquellas ciencias que, «adelantan que es una barbaridad». Entre otras cosas, porque la visión que nos proporciona de la realidad muestra una ceguera especial para la consideración de ámbitos y aspectos de primera magnitud para el mantenimiento y el enriquecimiento de la vida. Es una visión que nos lleva a seguir llamando progreso a ese vivir para el productivismo y la competitividad.

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La sociedad industrial se organiza de espaldas a la naturaleza. Los indicadores sobre los que se fundamenta el optimismo encubren en qué condiciones se logran los resultados.

¿Qué norte para los pueblos periféricos? Especialmente en el caso de los pueblos periféricos, la experiencia histórica nos ha mostrado hacia dónde nos lleva ese norte. Como he escrito en otro lugar, el largo camino de la inserción en el sistema se ha ido tejiendo aquí al-

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Se considera como algo «natural» que el objetivo último de cualquier sociedad sea asegurar la expansión, y el predominio de los valores que caracterizan a la cultura industrial

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rededor de un hilo argumental con dos cabos fuertemente entrelazados. Uno de ellos, la articulación hacia fuera; el otro, la forma en que se configura la economía y la sociedad andaluza en su interior. Los dos cabos están fuertemente condicionados por la dinámica del sistema, desde la que, cada vez en mayor grado, se modula tanto la especialización productiva -papel y funciones dentro del mismo-, como el propio modo de funcionar de la economía. De manera que las formas de apropiación y control de los recursos andaluces y los modos de gestión, generación y distribución social de la riqueza tienen mucho que ver con la articulación de la economía andaluza en el exterior. En esta línea, los análisis referidos a la evolución de la economía andaluza en las últimas décadas muestran que las funciones que cumple el aparato productivo andaluz, en el contexto de la división regional del trabajo, se circunscriben, cada vez en mayor medida, al sector agrario, núcleo que, junto con el turismo, centra hoy nuestra especialización productiva. Y dentro de la agricultura, a su vez, sólo una estrecha gama de productos -hortofruticultura y olivar-, conforman el segmento competitivo, orientado hacia la exportación. Mientras tanto, las necesidades interiores de productos agrarios, se cubren, cada vez en mayor medida, desde el exterior, quedando en fuera de juego amplios sectores que atendieron la demanda de mercados locales y que ahora se ven excluidos en beneficio de otras agriculturas más competitivas. Esta desectructuración interna, en gran medida resultado de la integración exterior, es un rasgo que se podría generalizar al resto del aparato productivo andaluz, que ve cómo la carrera por la competitividad, desde posiciones de partida desfavorables, significa mayores cotas de exclusión y de subordinación. Desde la visión convencional de lo económico es otra muy distinta la versión que se nos ofrece. Se supone que nuestra situación es una situación de falta de integración en el sistema, de «atraso», y, desde este diagnóstico, se propone el crecimiento como receta para «atrapar» a los que «van por delante». De modo que la propia dinámica que provoca la exclusión se plantea como remedio. Aunque, incluso admitiendo que el modelo de los «desarrollados» fuera un ideal alcanzable, podría plantearse hasta qué punto sería ir en pos de algo que está llegando a sus límites. Pero además, la racionalidad que rige el

comportamiento de lo económico en la cultura industrial, obstaculiza la llegada de las mudanzas necesarias para la superación de los problemas planteados en Andalucía. Por una parte, porque, al insistir en la misma dirección, propiciando ir más deprisa como remedio, se justifica el statu quo vigente. Por otro lado, porque, siendo la economía, y la sociedad andaluza, desde esta óptica, la consecuencia de la falta de una serie de ingredientes o factores, entre los cuales se insiste sobre todo en el llamado «espíritu empresarial», el capital humano o el uso de formas tecnológicas y de organización que se están imponiendo en las sociedades que son percibidas como modelos de modernidad, se trata de conseguir que se instalen en ella esos rasgos. E incluso no pocas veces, termina culpabilizándose a la propia sociedad andaluza de su situación, al no ser capaz de conseguir estos elementos, que procurarían la emulación del prototipo. De modo que, estando los elementos ausentes asociados con modos de hacer y de entender propios de la cultura industrial, termina por apuntarse hacia maneras de entender y de hacer predominantes en Andalucía, como responsables de la distancia que sería necesario salvar. En definitiva, se achaca el «atraso», a la «idiosincrasia», a la «manera de ser» de los andaluces. Aunque al mismo tiempo se advierten con frecuencia en esta condición algunos rasgos, sintetizados por Manuel Castells y Peter Hall en la expresión «el arte de vivir», que, según estos autores, sería deseable conservar, para superar así la oposición entre «la especificidad andaluza y el imperativo tecnológico». Aunque, cuando se propone como solución el «trasplante» de algunos elementos pertenecientes a otras culturas, -rasgos alrededor de los cuales se estructura la cultura industrial-, dado el carácter global, totalizador, de toda cultura, en realidad se está propiciando que la cultura afectada se convierta en algo esencialmente distinto de lo que es, porque, como ya se ha señalado antes, una cultura no se puede concebir como una receta de cocina, en la que los ingredientes se pueden mezclar a voluntad en la proporción preferida. Entendida la cultura de un pueblo como «una forma de haber sido, de ir siendo, y de llegar a ser, nunca concluida», en expresión utilizada por Antonio Gala, lo que se está propugnando con la asunción de las pautas definitorias del modelo dominante, supone, en el fondo, que se deje de ser lo que se


DICIEMBRE es; es decir, que se sea otra cosa. Una pérdida de identidad que termina en el no ser, porque los procesos de aculturación no consiguen como resultado otra cultura, sino un vaciado que acaba dejando sin raíces. En el caso de Andalucía, los rasgos que definen la identidad se diferencian en gran medida de los valores dominantes en el sistema. Así lo han puesto de manifiesto trabajos como el de Juan Martínez Alier, -La estabilidad del latifundismo-, que, en los años 60, desveló los elementos integrantes de la cultura jornalera. El rechazo a la legitimidad de la propiedad de la tierra; el concepto de la unión como vínculo de solidaridad; la valoración positiva del trabajo como mecanismo de autoidentificación y autovaloración que separa, distingue y legitima al colectivo de pertenencia frente a «los otros», la clase «ociosa»; la dignidad como componente básico de la idea de trabajo, con independencia de la riqueza material. Estos son algunos de los elementos, que no sólo explicarían en gran medida la historia de fenómenos como las agitaciones campesinas andaluzas, sino que trascienden a este sector social del que emergen para impregnar el sustrato sobre el que se conforma, como fruto de una experiencia histórica colectiva, la cultura andaluza. Una cultura marcada por el papel de Andalucía en el sistema y su propia conformación interna; una identidad que cristaliza bajo una situación de dependencia y opresión, y que, según señala Isidoro Moreno en los años 80, se estructura en torno a tres ejes básicos: un acusado antropocentrismo, con una fuerte personalización de las relaciones sociales, el rechazo, o negación, a nivel simbólico, de la propia situación de dependencia y subalternidad, y un fuerte relativismo en relación con ideas y creencias que puede llevar a altas dosis de escepticismo. (Historia de Andalucía. Vol.VIII.Ed. Planeta.1981) En 1998 han aparecido los resultados de una investigación sobre Valores Sociales en la Cultura Andaluza, realizada por Juan del Pino y Eduardo Bericat, que, bajo este mismo título, ha publicado el Centro de Investigaciones Sociológicas. Según los autores, se trata, en este trabajo, de extraer un conocimiento detallado, de los patrones axiológicos y normativos de la cultura andaluza, y de sus rasgos específicos. Los trazos que vuelven a aparecer, perfilan el dibujo de una cultura en la que subyacen características que configuran una escala de valores contrapuesta a la predominante en la cultura industrial.

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De modo que se constata aquí la presencia de «una cultura socioeconómica peculiar», con «un importante contrapeso de una lógica social y humanitaria que de sentido a la economía y a la seguridad», en un marco en el que la estabilidad de las fuentes de riqueza tiene «un peso relativamente mayor que la mera cantidad de riqueza alcanzada». Un alto grado de rechazo de la desigualdad, entendida como producto de un orden social más que como resultado de conductas individuales, así como una mayor inclinación hacia lo perdurable, poca confianza en lo instituido como cauce para resolver los problemas existentes, y «escasa carga moral atribuida a las instituciones orientadas directamente al poder», junto con una fuerte personalización de las relaciones sociales, o un alto reconocimien-

La economía es un monstruo engendrado por la ceguera de una razón que «usamos perversamente cuando humillamos la vida» to del «valor de establecer unas relaciones de convivencia con la naturaleza, sustituyendo a la precedente actitud de dominio», son algunos de los elementos que conforman el panorama cultural andaluz, según el estudio citado. Un panorama mucho más en sintonía con las exigencias de esquemas de pensamiento con los que poder abordar, interpretar y resolver los problemas que el presente nos plantea. Y también en mejores condiciones para poder aportar los materiales con los que construir un orden nuevo. Un orden que, en vez de tomar como objetivo el crecimiento económico, prescindiendo de sus consecuencias sobre el entorno social y físico, ponga a éste en primer plano para generar y desarrollar formas de vida estables. En definitiva, un orden en el que la economía esté al servicio de la cultura, que es tanto como decir de la vida, en lugar de estar la vida de casi todos al servicio de una economía construida en beneficio de unos pocos. Manuel Delgado Cabeza es catedrático de Economía Aplicada del Departamento de Economía Aplicada II de la Universidad de Sevilla

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Pensamiento único y desigualdades JOSÉ MARÍA TORTOSA I

Si el pensamiento único nunca fue único, ahora lo es menos todavía

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Las dos partes que dan título a esta intervención exigen algunos comentarios iniciales. Por un lado, está la cuestión del «pensamiento único»... que no es único. No lo es, evidentemente, ya que existen otros modos de entender la realidad económica y social y existen otros modos de proponer medidas para intervenir sobre ella. Además, el tal «pensamiento» no se diferencia de los otros por la pretensión de ser «único»: otros pensamientos también la tienen o la han tenido. Piénsese, si no, en las autopresentaciones del marxismo como «la», es decir la única, teoría científica sobre la sociedad. Curiosamente, son los que no están dentro de este «pensamiento», los que lo llaman «único», siguiendo un famoso artículo de Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique. También se le podría llamar neoliberalismo o globalismo y sus adeptos tampoco sentirían que su opción ha sido correctamente nombrada. Curiosamente, el «pensamiento único», en boca de sus representantes, puede llegar a llamarse «liberalismo» tout court, pero, en general, sus portadores prefieren hacerlo sinónimo del sentido común: ese pensamiento es, según se autopercibe, lo que toda persona sensata tendría que pensar de no haber sido contaminada por formas equivocadas de presentar y abordar las cosas (no se diferencia mucho, en esto, de otras ideologías). Pero no se crea que es un sentido común primitivo y poco elaborado: detrás de este pensamiento se pretende que está la Ciencia y, en particular, las Ciencias Económicas que prueban que las proposiciones del tal «pensamiento» están basadas, una a una, en un conocimiento sistemático, empírico, desapasionado e intersubjetivo de la realidad económica y social. Ellos son científicos y los demás son ideológicos, cosa en la que tampoco son muy originales. Con respecto a desigualdad, poco hay que decir: que se trata de una palabra que se refiere al resultado de haber distribuido o repartido algo entre personas siguiendo criterios poco equitativos o justos. No se refiere, pues, a la desigualdad física, genética, sino a lo construido sobre ella por los criterios del reparto. Dos hombres

pueden ser uno alto y otro bajo, uno brasileño y otro escocés, y uno apto para el deporte y otro no. No es a esa la diferencia (desigualdad si se quiere) a la que se va a hacer referencia sino a las distancias entre los hombres debidas a la falta de equidad con que han sido repartidos algunos bienes: si hemos decidido dar el doble de comida al alto que al bajo por la simple razón de que el alto, si no, se enfada, la desigualdad no es en altura sino en comida y el criterio que hemos utilizado para el reparto es, al parecer, injusto. Estas distancias pueden ser, y así aparece en la literatura al respecto, cuantitativas (en patrimonio, ingresos o consumo, por ejemplo) y no-cuantitativas (poder, privilegio o prestigio, por ejemplo). Como se ve, no por no ser cuantitativas son menos importantes. Cuando ahora unimos ambas partes y nos preguntamos por sus relaciones, una primera respuesta es muy rápida: el llamado «pensamiento único» prácticamente no incluye ninguna referencia al problema de la desigualdad tal y como aquí se ha definido. Sí habla de la desigualdad de origen: no todos los hombres, asegura, son iguales en inteligencia -la campana de Gauss-, en fuerza -la misma- o en aptitudes desde un punto de vista genético. Sin embargo, todos los hombres son iguales a la hora de competir en el mercado, todos comienzan la carrera el mismo tiempo y desde el mismo lugar, con independencia de si la hacen a pie o en coche. La cuestión de la lucha contra la desigualdad es, ciertamente, un elemento que está ausente de esta forma de plantear las cosas: lo que importa es el crecimiento y lo que se tenga que pagar (sic) en términos de desigualdad es mucho menor de lo que se pagaría si no se aplicaran las recetas de este pensamiento: la pobreza sería mayor, ya que la tarta sería menor. Otra cosa es que la tarta aumente y que la desigualdad se mantenga, es decir, que se produzca crecimiento, por ejemplo del Producto Interno Bruto, PIB, y que, sin embargo, las reglas para distribuirlo sigan siendo las mismas con lo que la desigualdad sería estable. Y otra cosa es que la tarta aumente y que algunas personas sigan excluidas del reparto. Pero estas dos últimas salvedades no son vistas desde la óptica del


DICIEMBRE «pensamiento único» que sí prefiere, si hiciera falta, hablar de pobreza(1). II Como se ha dicho, «pensamiento único» puede ser sinónimo de globalismo, la ideología construida en torno a la globalización y que no sólo constata la existencia de procesos económicos y sociales globales sino que de ahí pasa a que «si es así, es porque debe ser así», si los países son desiguales es porque deben ser desiguales y si los seres humanos son desiguales es porque deben ser desiguales. En general, al «pensamiento único» se le aplican aquellas tres características que Albert Hirshman ya encontraba en los otros pensamientos que él llamaba reaccionarios. Como indica en «La retórica de la reacción» (2), este pensamiento reaccionario comenzaría por advertir la inanidad de cualquier intento por subvertir el orden natural de las cosas: es inútil intentar nada, se nos dirá, porque, en todo caso, no se va a poder conseguir lo que se pretende. Pero es que si se pudiera conseguir, aparecería la segunda de las advertencias, a saber, la de los efectos perversos: mejor no hacer nada ya que, generalmente, lo que se va a conseguir es lo contrario de lo que se pretende. Y acaba recordando que, en todo caso, si se consiguiera algo, sería a costa de lo bueno conseguido anteriormente y sería una puesta en peligro de un orden básicamente bueno o, por lo menos, no resistiría un análisis coste-beneficio: lo que se ganaría sería mucho menos de lo que se perdería. Pues bien, el problema del globalismo se planteaba de dos formas bien diferentes por parte de dos asistentes a la reunión del World Economic Forum, en Davos, en 1999, dedicada ese año a «La globalización responsable», que no deja de ser una extraña mezcla de palabras que casi llega a la contradicción en los términos. Sin ánimo de que alguno de ellos refleje mejor que el otro las características del tipo de pensamiento descrito y analizado por Hirshman, ahí van las dos versiones, insisto que de asistentes al mismo evento. Caso I. Su autor nos dice que lo de

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«globalización responsable» hace referencia al hecho de que el proceso de globalización se está desarrollando «sin que nadie tenga control o responsabilidad sobre el mismo». Es, pues, irresponsable al tiempo que «se constata que la globalización es imparable. Es un proceso objetivo, y fuera de ese proceso sólo hay marginación económica, al menos en el marco de la economía de mercado, que al final se ha impuesto como forma universal». Inanidad. El que haya ido demasiado lejos el asunto no quita que, «aunque sería deseable controlar la globalización, no se puede hacer sin quebrar el mercado, sin resucitar la excesiva intervención gubernamental y sin espantar a los innovadores, que crean la tecnología, y a los inversores, que ponen el dinero». Efectos perversos. A lo más que se llega cuando se intenta cambiar algo es a una regulación que consiste en ver «cómo salvar a los inversores, evitar que se metan en un lío y ayudarles a salir del lío una vez que se hayan metido. Pero nadie piensa que se puedan controlar los mercados financieros globales». En último término, «hay que instalarse en la volatilidad financiera y en la inestabilidad económica, y aprender a vivir en ese mundo incierto y arriesgado, pero creativo y con potencial de ganancia». Inanidad otra vez. Todo hay que decirlo, existe un «lado oscuro de la globalización» que «se sitúa, sobre todo, en el drama humano que para cientos de millones de seres representa, y esa responsabilidad se transfiere a las instituciones internacionales humanitarias, a las religiones y a la filantropía» (por lo visto, no a los inversores). Pero no hay que temer: «se espera que la promesa tecnológica, con tecnología cada vez más potentes y más baratas, que se difundirán entre toda la población, contribuya decisivamente a resolver los problemas». Lo de que se vaya a difundir entre toda la población no está tan claro, pero, en fin, «se confía en que el dinamismo del sistema tecno-económico que hemos creado supere por sí mismo (énfasis añadido, JMT) las actuales contradicciones. Y cuando haya crisis sociales, económicas,

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Curiosamente, son los que no están dentro de este pensamiento, los que lo llaman único.

Torres López, J., Desigualdad y crisis económica. El reparto de la tarta, Madrid, Sistema, 1995. Hirshman, A.O., The Rhetoric of Reaction: Perversity, Futility, Jeopardy, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1991.

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la supremacía ideológica del sistema capitalista global no conoce límites

políticas, habrá que tratarlas con fórmulas específicas para cada una». Si no entiendo mal, las crisis, en su mayoría, serían errores de ajuste al sistema tan dinámico «que hemos creado» (3) . Puesta en peligro. En pocas palabras: 1.- La globalización es imparable y casi «natural»; 2.- Es cierto que crea algunas dificultades a algunos, aunque quedan superadas por los beneficios para los más; 3.- Pero el problema es cómo adaptarse, ya que no hay modo de controlarla. Caso II. Otra persona, igualmente asistente a las reuniones del Foro, plantea las cosas de manera bien diversa: 1.- La globalización es parable y es «artificial» ya que es el efecto de decisiones concretas tomadas por personas concretas (precisamente porque es artificial es por lo que puede detenerse); 2.- Sobre todo, crea pobres, hace a los ricos más ricos (es decir, polariza las sociedades y el mundo) y desintegra sociedades enteras; 3.- Luego el problema es cómo controlarla, cosa que es posible, pero ya no hay consensos: ni el de Washington, aquel famoso consenso que supuso el lanzamiento de las políticas neoliberales en América Latina como «pensamiento único» y consensuado(4). No dejan de ser interesantes las cifras que cada uno de ellos aporta en su defensa. No es lo fundamental de los respectivos reportajes, pero no deja de ser sintomático. El caso I nos recuerda que «la imparable

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(sic) expansión de la economía estadounidense, que creció a más del 5 %, sin apenas inflación, en el último semestre, y que está creando una media de 250.000 empleos nuevos por mes, parece asegurar una reserva inagotable para el capitalismo mundial»(5), capitalismo que, como se ve, goza de salud inmejorable. El caso II, en cambio, prefiere hacer notar que «una tercera parte del mundo se encuentra en recesión» y que «1,3 millardos [mil millones] de personas tienen que vivir con menos de un dólar al día», al tiempo que «las rentas de los 10 países más ricos del mundo son ahora 80 veces mayores que las de los 10 más pobres cuando en los años 60 eran ‘sólo’ 30 veces más ricos». En efecto, resume, «la globalización ha dejado millardos de personas en la pobreza»(6). En realidad, el caso I y el caso II forman parte de corrientes generalizadas, ninguna de las cuales puede alzarse ya con la pretensión de «única» ya que, por lo menos, hay dos y entre ellas se lleva a cabo una muy interesante batalla ideológica por la supremacía, es decir, por llegar a ser realmente «únicas»(7). El caso I tiene un conspicuo antecedente en el tiempo en el Informe Anual 1998, de la Organización Mundial del Comercio. Su capítulo sobre la globalización no puede ser más explícito: los flujos comerciales y financieros que constituyen la globalización 1.- son buenos en sí mismos; 2.- son inevitables; y 3.- en el caso de que fueran evitables, no deberían dejar de existir ya que son fuente de bienes mientras el proteccionismo sólo es fuente de males. Es un capítulo que Hirshman disfrutaría. Traduciéndolo al lenguaje de este último, lo que el capítulo viene a decir es muy claro: No se puede hacer nada contra la globalización; si se pudiera hacer, sería con

Castells, M., «El mundo según Davos», El País, 12 de febrero, 1999. Laurance, B., «Smug economic consensus has fractured», The Guardian Weekly, 14 de febrero, 1999. No piensa así Bruce Nussbaum, hablando también de Davos: el problema de fondo es la bipolaridad Estados Unidos - Unión Europea. «Letter from Davos», Business Week, 15 de febrero, 1999, pág. 40. Y algo debe de haber cuando el primer vicepresidente y jefe economista del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, reconoció en Washington que «estamos perdiendo la batalla contra la pobreza», que puede provocar un aumento de «inestabilidad social», asunto del que, por lo que he visto, los periódicos de la periferia se hicieron más eco que los de los países centrales, incluida España. Ver reseña, por ejemplo, en Los Tiempos (Cochabamba, Bolivia), 16 de septiembre, 1999. Ver L. Elliott, «Brazil sacrificed on the altar of orthodoxy», The Guardian Weekly, 24 de enero, 1999, que recoge los ataques del citado Joseph Stiglitz contra el consenso (neoliberal) de Washington.


DICIEMBRE efectos perversos; y si no los tuviera, los efectos negativos -lo que se perdería de lo bueno que había antes- superarían a los positivos. La defensa de la globalización es completa y documentada empírica y académicamente. La globalización no va contra la estabilidad política, ni contra el crecimiento, ni contra la cohesión social al imponer rebajas generalizadas de salarios, ni produce marginación ni es un factor de desigualdad. Es cierto, todo hay que decirlo y el Informe lo dice, que los beneficios de la globalización no se han distribuido equilibradamente. Es «el lado oscuro de la globalización» pero que, como con el caso I, sólo alcanza algunos centenares de millones de personas y nunca a más de un millardo. El Informe sigue reconociendo que lo que la globalización ha hecho contra la soberanía nacional es preocupante y que implica un desafío de fomentar el desarrollo. La conclusión es esperable: «Si comienzan a aplicarse políticas prudentes que calmen los temores de los inversores y restauren la estabilidad del sector financiero, hay buenas posibilidades de evitar una recesión profunda, aunque el crecimiento de la economía mundial sea más lento y vaya acompañado de un doloroso proceso de reajuste en algunos países». Lo esencial, y ahí está el meollo, es no sucumbir a las tentaciones proteccionistas, cosa que se dice a los países pobres mientras se sabe, pero no se dice, que son los ricos los más proteccionistas y ahí están los propios datos de la OMC para demostrarlo: sin ir más lejos, aproximadamente la mitad de las medidas «anti-dumping» (proteccionistas) de las que tiene conocimiento la OMC se consiguen sumando las de los Estados Unidos y las de la Unión Europea. Si la OMC va en paralelo con el caso I, ¿cuál podría ser el paralelo internacional con el caso II, sumido en la misma lucha por conseguir la supremacía ideológica mundial? Veamos algunas proposiciones tomadas de un mismo autor: 1.- Lo que llamaríamos aquí «pensamiento único» y que ese autor llama «capitalismo de laissez-faire» (neoliberalismo si se prefiere) es la gran amenaza para la

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estabilidad económica mundial, la justicia social y las relaciones internacionales. 2.- Los efectos recientes han sido devastadores: las economías periféricas han sufrido un descenso no visto desde la Gran Depresión y el sistema económico mundial estaría a punto de desintegrarse ya que la tensión en la periferia no es buena para el centro, el daño en la periferia está llevando a países a salirse del sistema (Malaysia, por ejemplo) y, frente a ello, las autoridades monetarias internacionales han sido unas irresponsables e incapaces. Sin embargo, y a pesar de la presente crisis, «la supremacía ideológica del sistema capitalista global no conoce límites». 3.- Pero ahí está lo malo: «Lo que hace que la crisis sean tan desestabilizadora en lo político y tan peligrosa para el sistema capitalista global es que el sistema mismo es su causa. Para ser más preciso, el origen de esta crisis hay que encontrarlo en el mecanismo que define la esencia del sistema capitalista globalizado: los mercados de capital libres y competitivos que mantienen al capital privado moviéndose continuamente en torno al Globo en busca de los más altos beneficios y, supuestamente, la adjudicación más eficiente de las inversiones y ahorros mundiales». El lector iniciado en estas lides habrá adivinado que frente al doctor Pangloss de la Organización Mundial del Comercio, que piensa que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que no vayamos a estropearlo (refleja espléndidamente las características del pensamiento reaccionario), este Casandra amenazando con crisis disruptivas y señalando los males de este mundo, en claro paralelismo con el caso II, no es otro que George Soros, el especulador que consiguió sacar a la libra esterlina del Sistema Monetario Europeo(8). Siendo así, hay motivos para pensar, una vez más, que nos encontramos ante un duelo entre aquellos que representan a la parte más reaccionaria de la «cosmocracia» y los que representan a las élites del «egoísmo ilustrado». Es una pelea en la cumbre en las que, como en tantas guerras modernas, las fronteras no están claras y el «intervencionismo humanitario» no queda

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La mitad de las medidas proteccionistas de las que se tiene conocimiento se consiguen sumando las de los Estados Unidos y las de la Unión Europea

Respectivamente: 1.- «The capitalist threat», The Atlantic Monthly, 279, 2, febrero 1997, pág. 45-58; 2.- «The crisis of global capitalism», Newsweek, 1 de febrero, 1999, págs. 22-27 (la entrevista de la última página no tiene desperdicio); 3.- «Capitalism’s last chance?», Foreign Policy, invierno, 1998, págs. 55-66.

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claramente justificado ni, a veces, es incluso pensable. Para mayor desolación, las distinciones entre «derecha» e «izquierda» quedan, en este caso, un tanto desdibujadas, dada la trayectoria y posición de algunos de los que intervienen en la pugna. La pelea sigue incluso dentro de las instituciones que se suponen representan a uno u a otro, a los reaccionarios y a los reformistas. El Banco Mundial, que está entre los primeros, tiene, sin embargo, claros representantes de los segundos en su interior, mientras que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo que está entre los segundos, y como tales inventaron el «desarrollo humano» frente al «crecimiento económico» del Banco, tiene también elementos de la parte contraria. Que el gran atacante del sistema capitalista sea el Gran Capitalista no hace sino añadir confusión a la escena.

la desigualdad fue creada por decisiones concretas de actores sociales concretos

III Al «pensamiento único» sólo le preocupa la desigualdad como algo secundario, como un efecto colateral, como el precio que hay que pagar para conseguir el crecimiento. Sin embargo, durante los momentos en que más se hablaba de él como si fuera «único» (aunque no lo fuese), la desigualdad creció hasta hacer desenterrar el vocabulario marxista sobre la polarización y la pobreza aumentó hasta hacer recuperar el viejo vocabulario del XIX y principios del XX sobre el pauperismo y el también concepto marxista de la pauperización. Achacar al «pensamiento único» esta hecatombe, tal vez sirviera para la lucha ideológica, pero no sería justo. Hubo otros factores, pero sí es claro que los países en los que las recetas se aplicaron con más entusiasmo (la Inglaterra de Thatcher, los Estados Unidos de Reagan) estuvieron entre los que vieron que ambos fenómenos se producían de

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forma evidente. Sin embargo, la cuestión de fondo sigue siendo la de hace tanto tiempo: ¿qué hacer?. Como siempre, un problema mal planteado es mucho más difícil de resolver. Si yo entiendo bien el asunto, el problema no es el «pensamiento único» sino la desigualdad. El «pensamiento único» es sólo una de las posibles repuestas ante la desigualdad: la respuesta de legitimarla como un resultado «natural», inevitable y, en todo caso, no querido de una actividad noble y engrandecedora que es la lucha por conseguir mayores cotas de crecimiento económico medido mediante el Producto Interior Bruto, el PIB. No es, como casi ninguno, un pensamiento desinteresado: trabaja por intereses concretos, propios o ajenos. Es decir, trabaja por defender intereses propios o por defender intereses de otros que financian, apoyan, alquilan o, simplemente, pagan con dinero, prestigio, presencia o bombo y platillos(9). Y, so pena de caer en un tipo de idealismo que estuvo también en auge hasta hace no tanto, no creo que haya que atribuir al «pensamiento único» poderes que no tiene: la desigualdad fue creada por decisiones concretas de actores sociales concretos; el «pensamiento único» vino después y no fue causa del primer impulso; sólo cuando fue creído y adoptado a pies juntillas por otros, se convirtió en factor adicional de desigualdad. Es evidente que hay otras posibles respuestas, como las hubo en el momento histórico europeo (ahora es a escala mundial) en que la desigualdad liberal llegó a sus extremos más extremos. Si el «pensamiento único» es la primera (causa -entre otras- y efecto -entre otros- de la desigualdad), la reacción de intentar suprimir la desigualdad es la segunda. Si se prefiere, e intentando clasificar los «pensamientos» con respecto a sus respectivas posiciones ante el cambio, el «pensamiento único» rechaza el cambio. Evidentemente, no rechaza el cambio tecnológico, ni los acelerados cambios sociales. Rechaza el cambio en la estructura y contenido de la desigualdad. Es comprensible: refleja los intereses de los que quieren seguir dominando. En cambio, el segundo «pensamiento» lo que quisiera es acelerar el cambio, transformar globalmente las reglas del juego e instaurar

Desarrollo estos asuntos con algo más de detenimiento en El juego global: Pobreza, desarrollo y prospectiva, Barcelona, Icaria, próximo, capítulo IV.


DICIEMBRE un mundo igualitario mediante una «revolución a escala mundial» semejante a la que, en su día, pretendió Trotski. Y queda la posibilidad de intentar gestionar el cambio, reduciendo la desigualdad sin por ello pretender suprimirla ni, por supuesto, mantenerla. Es una opción menos grandiosa que la anterior y con relaciones públicas menos elaboradas que la primera. Pero si la primera la considero indeseable y la segunda la considero poco probable, lo único que nos queda, deseable y posible, es esto tercero. Pero me temo que queda mucho todavía por hacer a pesar de lo avanzado en «cumbres sociales» como la de Copenhague, informes internacionales (Bradt, Palme, Brundtland), grandes ONGD y autores muy variados. Los que comenzaron a idear un posible Estado del Bienestar para la Europa de principios del siglo XX también estaban en una situación semejante. Frente, por un lado, a los reaccionarios que seguían pensando que el Estado mínimo era la respuesta y que si no fuese suficiente siempre quedaba el recurso a la violencia y al pistolerismo que descabezara y «apaciguara» a las «clases peligrosas» y frente, por el otro lado, a los revolucionarios que soñaban con la agudización de las contradicciones en Alemania e Inglaterra (no en Rusia) que llevaran a la superación definitiva de la explotación del hombre por el hombre basada en la propiedad privada, estos reformistas podían haber parecido unos ingenuos y, ciertamente, parecieron aliados de los revolucionarios a ojos de los reaccionarios y aliados de los reaccionarios ante los ojos de los revolucionarios(10), según la conocida tendencia de las ideologías europeas a ser más de dos, pero a intentar presentarlas como si sólo fuesen dos. Ahora, los que piensan en un pacto global semejante al pacto social que llevó al Estado del Bienestar pueden parecer lo mismo y ser vistos de la misma forma. Pero las opciones están claras y, en mi opinión, va ganando la de los reformistas frente a los cuales los viejos reaccionarios comienzan a hablar de lucha contra la pobreza en los términos en que Clinton lo hizo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas de septiembre de 1999 o en los términos en que se expresaron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en su

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reunión del mismo mes y año. Si el «pensamiento único» nunca fue único, ahora lo es menos todavía.

Al pensamiento único sólo le preocupa la desigualdad como algo secundario, como un efecto colateral

IV Lejos de mí la funesta manía de pensar que los «malos» actúan por intereses y los «buenos» actúan por valores o ideales. Todos actúan por ambas cosas. Los reformistas y los revolucionarios también tienen intereses. Lejos de mí la funesta manía de pensar que son las palabras las que cuentan. Efectivamente, por sus obras se les conocerán: los que dicen, con vocabulario incendiario, que nada puede hacerse, que si se hace algo es para reforzar el sistema y que, en todo caso, eso que se hace desmoviliza a los actores más concienciados y los aparta de los verdaderos objetivos que son los de la revolución, pueden estar escondiendo, detrás de dicho vocabulario, la práctica reaccionaria de la inanidad, los efectos perversos y la puesta en peligro. Y lejos de mí la funesta manía de pensar que, al optar por la escala global, esa escala en la que se encuentran extraños compañeros de cama a los que se puede rechazar a costa de que todo siga igual o a los que se puede aceptar a costa de la propia «pureza ideológica», la opción por dicha escala excluye los planteamientos a escala de bloques (comerciales, militares), a escala estatal, regional, municipal o local. Es cierto que las cosas son complejas y hay que ver cómo se relacionan todos esos niveles. Pero no puede hablarse de todo al mismo tiempo. Sunt lacrimae rerum. José María Tortosa, Cátedra Rafael Altamira (Instituto Interuniversitario de Investigación sobre la Paz) de la Universidad de Alicante

La postura del Manifiesto Comunista de 1848 contra lo que después se llamaría Estado del Bienestar es rotunda y coherente. Y su desprecio por lo que después se llamarían pobres, también.

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Comunicación y culturas ARMAND MATTELART

La evolución hacia una comunicación -mundo planetaria crea nuevas disparidades entre países, regiones o grupos sociales.

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De la ideología globalitaria se desprende una concepción de la «sociedad de la comunicación» como sociedad de la transparencia. Así se completa el oscurecimiento de los envites de poder que arrancó bajo el signo de la «aldea global», en tanto forma de negar las diferenciaciones entre sociedades y la pervivencia de las correlaciones de fuerza y del interés colectivo. La representación globalitaria culmina las tesis conservadoras sobre el fin de las ideologías, las clases, lo político y la historia. Luego entonces, no es de extrañar que para reciclar el eslogan del «fin de la historia», el consejero del Departamento de Estado Francis Fukuyama se haya apoyado en 1989 en la ubicuidad de los signos de la modernidad mediática, y haya evaluado el ejercicio de la democracia política únicamente a partir del parámetro de la difusión de los productos y las redes del global democratic marketplace. En el sistema mundial, las responsabilidades se diluyen al punto de que no hay manera de identificar a sus actores, y que por lo tanto no es posible ni necesario buscar una respuesta a su proyecto de reorganización del mundo. Cualquier intelección política del mundo queda borrada de las referencias para beneficio del determinismo técnico-mercantil. Como bien lo dice Carlos Monsiváis: «La globalización sig-

nifica que no se tendrá que decir nunca más que uno lo siente mucho». El vínculo global, símbolo del proceso general de despersonalización y desnacionalización, vacía al mundo de sus actores sociales. A fuerza de pensarse como sociedades de responsabilidad ilimitada, gestoras de la totalidad social, y de querer regular al conjunto de la polis confiando en la autodisciplina del mercado, las grandes unidades de la economía mundial se convirtieron en sociedades desresponsabilizadas. Su aspiración a lo «universal» esconde, de hecho, una fuga hacia adelante. A fuerza de oír que, con el fin del mundo bipolar, el poder es más difícil de ubicar, porque es «difuso, volátil, complejo e interactivo, -según la terminología en boga-, uno está tentado de olvidar que el poder, aunque es más complejo, sigue ahí, y que a la nueva complejidad del mundo debe corresponder una complejidad de las respuestas. Desde luego, éste no es el caso cuando uno lee los bestsellers de Bill Gates y de Nicholas Negroponte sobre la era del futuro que terminan con el eslogan «I am optimistic», reprochando a quienes quieren seguir pensando en la complejidad de las respuestas el «ser pesimistas» y por ende «tecnófobos». Dadas todas estas razones de amorfismo y atopía social propias de la idea de globalizaci6n, me parece preferible considerar la fase actual como de surgimiento de una «comunicación-mundo», noción que remite de manera explícita a la de «economía–mundo», forjada por el historiador Fernand Braudel. Al igual que la construcción progresiva de la «economía-mundo» a lo largo de la historia, la evolución hacia una «comunicación-mundo» planetaria crea nuevas disparidades entre países, regiones o grupos sociales. Se encuentra en el origen de nuevas exclusiones. El planeta ya no es esta sociedad global o esta aldea global que convoca sin distinción a todos los individuos y todos los pueblos en torno a los mismos global events, sino un archipiélago con sus polos de excelencia tecnológica, en vías de convertirse en ghettos amurallados, y sus inmensos márgenes de olvidados. El aumento del número de los excluidos disipa el sueño del credo global. Só1o el deseo es universalizable, pero no


DICIEMBRE los productos, ni las tecnologías y los modelos de vida con que seducen las imágenes electrónicas. Al rechazar a una mayoría de la Humanidad hacia sus periferias, la dinámica de la mundialización corre el riesgo de encaminar el planeta hacia una economía y una comunicación de dos velocidades. Así, se tendría en el futuro un mundo estructurado alrededor de algunas megalópolis, casi siempre ubicadas en el Norte aunque a veces también en el Sur, de donde partirían y a las que llegarían todos los grandes flujos de información y de comunicación. La globalización se conjuga, así pues, con fragmentaciones y segmentaciones. Se trata de las dos facetas de una misma realidad. Por doquier, nuevas formas de competencia oponen a los territorios entre sí y producen usos diferenciados de los mismos. En la organización del espacio económico y la lucha por la utilización óptima de los diferentes territorios actúan dos tendencias contradictorias. La primera consiste en un proceso de deslocalización/relocalización. Constataciones de este tipo se encuentran en la base de geoestrategias de segmentación o de creación de «comunidades de consumo», (consumption communities) de marketing. Al considerar que las variantes en los estilos y los niveles de vida son más importantes que la proximidad geográfica y la pertenencia a una tradición nacional, la industria publicitaria busca construir amplias comunidades transnacionales de consumidores que comparten los mismos «socioestilos», las mismas formas de consumo y de prácticas culturales. Sobre este nuevo orden mundial de ghettos amurallados, se enciman las nuevas redes del desorden mundial, o las redes parasitarias. Los expertos en geopolítica las llaman los «nuevos frentes planetarios del desorden», los «espacios de la sombra», los «antimundos», o de manera más simple las «redes del mercado negro de la vida». Se trata de los frentes del medio ambiente, de los circuitos de la economía subterránea o informal, de las redes mafiosas o de tráficos ilícitos (desde los narcóticos hasta los niños pasando por el contrabando electrónico), de los frentes del integrismo, de los frentes de las sectas, de los flujos transnacionales de las diásporas y de las corrientes migratorias del trabajo, regular y clandestino, hacia los países y las regiones privilegiadas, de los frentes de las nuevas plagas, etcétera. Estos frentes disonantes y estos universos paralelos constituyen un revelador de las crisis, los conflictos y

los desequilibrios que afectan nuestras sociedades en mutación, llevándolas a hacer malabarismos con el riesgo permanente del colapso, de la catástrofe. Si los años ochenta fueron los de la búsqueda de una cultura global, homogeneizante, por parte de las grandes empresas transnacionales en busca de «universales culturales» propicios a una mejor penetración de sus productos, sus servicios y sus redes en el mercado mundial, también fueron los de la revancha de las culturas singulares. La tensi6n y los desfases entre la pluralidad de las culturas y las fuerzas centrífugas del cosmopolitismo mercantil han puesto de manifiesto la complejidad de las reacciones frente al surgimiento de un mercado único a escala del mundo. En adelante, existe un mayor interés por la manera en que cada El aumento del cultura y cada comunidad recibe y modifica los mensajes transminúmero de los tidos por las redes mundiales de comunicación. ¿Cómo se juegan excluídos disipa el las negociaciones entre lo partisueño del credo cular y lo universal, entre lo nacional y lo internacional? ¿Resisglobal ten las culturas? ¿Se adaptan? ¿Sucumben? ¿Se apropian de aquéllas? Estos nuevos enfoques han permitido remplazar términos como «americanización», y «dependencia» por los de «mestizaje» y «criollización». Se trata en realidad del regreso a una vieja historia, ya que desde que comenzó la historia de los intercambios en el mundo, los modelos culturales e institucionales transferidos por las potencias hegemónicas se encontraron con pueblos y culturas que resistieron a la anexión, fueron contagiados, se mimetizaron o desaparecieron. En estos crisoles culturales nacieron los sincretismos y se manifestó la voluntad barroca. Este nuevo interés por las interacciones y las fragmentaciones puede ser ambivalente. Nos obliga a hacernos preguntas sobre el proceso de mundialización de los intercambios y su relación con la democracia en lo cotidiano, aunque también puede congeniar con las múltiples formas del repliegue nacionalista, e incluso chauvinista. En el umbral del tercer milenio, el desafío consiste en tener una mirada lúcida y crítica sobre el primero, sin caer en la trampa del segundo. Armand Mattelart es Profesor de Ciencias de la Información y la Comunicación en la Universidad de París VIII.

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Pensamiento único y género:

Más allá del paradigma de mercado CRISTINA CARRASCO

Además de un sesgo clasista, existe también un sesgo sexista debido a la división del trabajo por sexo y la situación particular de las mujeres

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La expresión «pensamiento único» acuñada en los últimos tiempos para designar la tendencia creciente de predominio neoliberal en lo político cultural y en lo económico ha motivado diversas discusiones en torno a su significación. ¿Pensamiento único, dominante, hegemónico? Las matizaciones sin varias. Algunos autores plantean la dificultad de hablar de «pensamiento único» no sólo porque la expresión sería contradictoria en sí misma -el pensamiento para serlo no puede renunciar a su tarea crítica, que implica la confrontación permanente con otros pensamientos- sino porque más bien habría que hablar de determinadas formas político-económicas de entender y analizar la realidad que puedan ser dominantes durante un período de tiempo aunque no necesariamente universales. Pero también, aceptando los matices anteriores, se manifiesta el temor de que precisamente entre los matices se pierda lo que la expresión «pensamiento único» ha logrado transmitir de forma eficaz: la existencia de un paradigma -el neoliberalismosobre lo deseable y aceptable en política económica, un paradigma cuyo desarrollo y expansión -apenas discutido- amenaza con destruir valores, creencias y proyectos de la cultura democrática. De acuerdo a su noción primera, «pensamiento único es la traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas hegemónicas, en especial, las del capital internacional» (Ramonet, 1995). Los principios que sustenta el «pensamiento único» serían en lo fundamental, que lo económico -liberado de lo social- prima sobre lo político, la hegemonía indiscutible del mercado como mecanismo de asignación, la libre competencia como estímulo de la empresa y producción, la moneda fuerte como factor de estabilización, la globalización en particular de los flujos financieros, la desregulación, la privatización, etc. La continuada repetición de la bonanza de esta ideología presentándola además como la única posible («natural») desde los gobiernos, universidades, centros de investigación, medios de comunicación, etc., incluidos sectores de la izquierda europea y estadounidense, «le confiere fuerza

intimidatoria que ahoga cualquier intento de reflexión libre y hace muy difícil la resistencia frente a este nuevo oscurantismo» (Ramonet 1995). Ahora bien, desde una perspectiva de género, tanto el llamado «pensamiento único» como su propia crítica caen dentro de otro «pensamiento único» más antiguo y con mayor implantación que las mujeres hemos padecido desde tiempos remotos: un pensamiento androcéntrico que ha hecho invisibles a las mujeres en el doble sentido, por una parte, al negar reconocimiento y valor social a las actividades que estas tradicionalmente han realizado y, por otra, silenciar su voz. La crítica al pensamiento único no rompe la perspectiva de análisis centrada en la producción y distribución capitalista, esfera de la cual las mujeres históricamente hemos estado excluidas (al menos en lo que a su organización se refiere). Se cae en el juego reduccionista de la economía tradicional que lo centra todo en el mercado, manteniendo una visión estrecha del problema, una perspectiva parcial. A la postre consiste en una tímida crítica al mercado capitalista intentándolo hacer más humanitario. «Lo peor para enfrentar el pensamiento único es otro pensamiento cerrado» se afirma desde la crítica sin tener conciencia de las limitaciones de la propia propuesta. Un breve recorrido por la historia del pensamiento económico permite ver cómo se ha ido construyendo desde la economía este «pensamiento masculino androcéntrico» que se solapa y refuerza con el neoliberal y ayuda a su legitimación; cómo se ha ido configurando una forma de captar y analizar la realidad que oculta a las mujeres y a la actividad que estas realizan, que ignora la división del trabajo por sexo y su articulación con la reproducción del sistema capitalista. En definitiva, una visión del mundo diseñada y determinada por valores patriarcales. Los pensadores clásicos -estudiosos de lo que ha venido a llamarse economía política- viven un periodo de transición y reestructuración de la realidad social, ligada naturalmente al proceso de industrialización. La producción orientada al mercado se está separando de la producción domés-


DICIEMBRE tica destinada al autoconsumo familiar, proceso que se consolidará posteriormente con la implantación generalizada del capitalismo. Esta situación colabora en que sus análisis se centren en la producción capitalista y su instrumental analítico y conceptual tome como referencia exclusivamente este tipo de producción. Así, comienza una tradición que ignora la división por sexo del trabajo y oculta el trabajo familiar doméstico y su articulación con la reproducción del sistema capitalista. Se inicia una perspectiva de análisis que mantiene una rígida separación entre diversas dicotomías: público y privado, razón y sentimiento, trabajo mercantil y trabajo doméstico, empresa y familia. Aproximación epistemológica que aún hoy perdura y considera objeto de estudio de la economía sólo las primeras partes de los pares. Ahora bien, diversas historiadoras muestran que durante todo este período -siglos XVIII y XIX- la aportación económica de las mujeres a la reproducción familiar es decisiva: además de asumir el trabajo doméstico, básico entre otras cosas para la supervivencia infantil, mantienen largas jornadas en la agricultura o trabajan fuera de sus casas ya sea en trabajo fabril o como pequeñas comerciantes y buhoneras o como trabajadoras eventuales, niñeras o lavanderas, etc.; actividades que las mujeres ya realizaban -a excepción del empleo en las fábricas- en el período previo a la industrialización. Sin embargo, lo sorprendente es que toda esta actividad de las mujeres -realizada tanto fuera o dentro del hogar- se hace invisible a los ojos de la mayoría de los pensadores clásicos con la excepción de Stuart Mill, a quien su conocida relación con Harriet Taylor -mujer feminista y socialista- influencia notablemente su pensamiento. En general, se reconoce la importancia de la actividad de las mujeres en casa destinada al cuidado familiar y, en particular, la relacionada con la crianza y educación de los hijos, puesto que se considera indispensable para que estos se conviertan en «trabajadores productivos» y contribuyan a la «riqueza de las naciones», pero a toda esta actividad no se le otorga valor económico. Se enfatiza la división sexual del trabajo insistiendo en la obligación primera de las mujeres como madres y esposas, lo cual al menos para las mujeres casadas, sería incompatible o no recomendable con el hecho de tener un empleo. En el análisis del trabajo asalariado no existe ninguna discusión en torno a las razones de la segre-

gación por sexo ni a los salarios femeninos más bajos, todo lo cual se acepta como un «hecho natural» de acuerdo al rol familiar de las mujeres. El empleo femenino sólo sería circunstancial y complementario al masculino, ya que su verdadera responsabilidad estaría en el hogar. Con el surgimiento de la escuela marginalista -posteriormente neoclásica- el centro de atención se desplaza de la producción capitalista al mercado capitalista, al intercambio; lo cual institucionalizará definitivamente la separación de ambas esferas (producción mercantil y producción doméstica) relegando esta última a la marginalidad y la invisibilidad. De esta forma, el problema central no estará ya en el ámbito de la producción -como era el caso de los clásicos- sino en el de la elección racional. Individuos que actúan racionalmente y se comportan aisladamente, intercambian mercancías de tal modo que maximizan su utilidad. En consecuencia, el paradigma

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Tanto el llamado pensamiento único como su propia crítica caen dentro del pensamiento androcéntrico que ha hecho invisibles a las mujeres.

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Desde la economía oficial se oculta una parte de la realidad social, la realizada en el ámbito familiar,

neoclásico considerará como no económico toda actividad realizada al margen del mercado, así, el trabajo realizado básicamente por las mujeres en el ámbito familiar pasará a ser definitivamente invisible, marginal y sin importancia. El no reconocimiento de esta actividad tendrá como consecuencia lógica su exclusión de la contabilidad nacional y de todas las estadísticas oficiales argumentando para ello que sólo se pueden incluir aquellas actividades que tienen una contrapartida monetaria(1). Así, lo que originalmente es un valor patriarcal queda finalmente sacralizado por la «ciencia» y legitimado por la estadística. De esta manera, desde la economía oficial se ha ido construyendo una noción de trabajo que oculta una parte de la realidad social, aquella actividad realizada en el ámbito familiar, absolutamente necesaria para satisfacer necesidades humanas de bienes, servicios, afectos y relaciones y sin la cual ni siquiera sería posible la producción y el mercado capitalista. Se mantiene una visión estrecha de la problemática social; una perspectiva parcial que no considera un aspecto decisivo de la vida humana y económica: la producción no monetizada de bienes y servicios en un marco de relaciones no capitalistas. En consecuencia, las políticas macroeconómicas -aparentemente neutrales- no consideran los efectos sobre este segmento «invisible» de la realidad social. De ahí que además de un sesgo clasista, exista también un sesgo sexista debido a la división del trabajo por sexo y la situación particular de las mujeres en ambos tipos de trabajo. Ahora bien, cuando las condiciones económicas se endurecen: caída de salarios reales, incremento del paro, reducción de servicios públicos, etc., son normalmente las mujeres las que intensifican su tiempo de trabajo realizando una mayor actividad en el hogar para sustituir al menos en parte bienes y servicios de mercado y/o participando mayor número de horas en el mercado laboral (generalmente precarizado). Sin embargo, en la aplicación de las políticas económicas o en los modelos macroeconómicos nunca se tiene en cuenta este tipo de efectos, precisamente porque no tienen lugar en el mercado, lo cual conduce a evaluaciones parciales e incorrectas. Inclu-

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so en los estudios sobre pobreza o bienestar habitualmente se incluyen variables de ingresos o rentas, pero no se incluye información acerca de la forma cómo se realiza el trabajo, qué tiempo se dedica a trabajar y con qué intensidad. De hecho, las familias y en particular las mujeres amortiguan los efectos de las políticas de «ajuste económico» desarrollando nuevas estrategias de vida en respuesta a las nuevas situaciones que normalmente implican condiciones de vida más duras y caída del nivel de bienestar. La centralidad del mercado ha llevado a que el ámbito donde tienen lugar intercambios no capitalistas sea prácticamente invisible, pero precisamente son estos los que internalizan los «fallos de mercado», dan más seguridad de vida y contribuyen de forma decisiva al bienestar de las personas. De aquí que desde una perspectiva emancipadora, la cuestión básica a resolver debiera ser ¿cómo se satisfacen las necesidades de la vida humana para lograr un mayor bienestar para todas y todos? Naturalmente que parte de estas necesidades pueden ser satisfechas por el mercado o servicios públicos o trabajo voluntario de acuerdo al tipo de sociedad y el momento histórico particular, pero sin duda el núcleo central desde donde se organiza todo este proceso se sitúa en lo que podemos llamar el trabajo familiar-doméstico cuya responsabilidad sigue siendo de las mujeres dentro de la familia. La cuestión es entonces desplazar el centro analítico desde los procesos de producción e intercambio capitalista al de reproducción humana, plantearlo como un problema político y no como una cuestión privada de las mujeres. No se trata por tanto de «añadir» el trabajo doméstico a la definición de trabajo sino de cambiar los objetivos y romper con el enfoque reduccionista de la economía tradicional. La vida humana no es una «externalidad» al sistema económico, es nuestro valor fundamental. Pero el sistema no puede responder a valores a los que niega reconocimiento. Por tanto, se trata de aprender y comenzar a reconocerlos. Cristina Carrasco es doctora en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona.

Esto sería aceptable si la definición de los conceptos incluidos en las cuentas y series nacionales (producción, trabajo, etc.) no fuese ambigua y estableciera claramente que sólo refleja una parte de la realidad social.


DICIEMBRE

El pensamiento único o

El lobo estepario CAROLA REINTJES Consumo, luego existo. (graffiti en un metro en Madrid) (He aquí, a modo de prólogo, el extracto de un diálogo –mejor dicho, duelo- entre Thomas Friedman e Ignacio Ramonet que con cierto grado de demagogia visualiza la problemática a tratar.) Friedman: Mi querido señor Ramonet, con todo el respeto debido... el hecho es que los desheredados de la Tierra quieren ir a Disneyworld, no a las barricadas. Quieren el Reino de la Fantasía, no Los Miserables. Basta con que les pregunte. Ramonet: Thomas Friedman es realmente conmovedor cuando dice: Los desheredados de la Tierra quieren ir a Disneyworld, no a las barricadas. Una frase como esa merece un puesto en la posteridad al lado de la declaración de la reina María Antonieta en 1798 cuando se enteró de que el pueblo de París se había rebelado y reclamaba el pan que no tenía: «¡Que coman pasteles!» Mi querido señor Friedman, (...) 1.300 millones de personas (...) viven con menos de un dólar al día. Problablemente no les desagradería ir a Disneyworld, pero sospecho que preferirían, en primer lugar, comer bien, tener una vivienda decente... Hoy, si se suman los productos interiores brutos de todos los países subdesarrollados del mundo (con sus 600 millones de habitantes) no llegarían a alcanzar la fortuna total de las tres personas más ricas del mundo. Estoy seguro, mi querido señor Friedman, de que esos 600 millones de personas sólo tienen una cosa en la mente: ¡Disneyworld!(1). El origen del Pensamiento Único se ubica, según analistas, en diferentes momentos históricos. Hay quienes lo asocian a la era de las nuevas tecnologías y la comunicación, otros lo ubican en la época Posguerra fría y hay quienes se van más atrás en los libros de historia y ven su nacimiento paralelo al nacimiento de los Acuerdos de Bretton Woods. El Pensamiento Único ciertamente fue el hilo conductor o horizonte sociopolítico de Bretton Woods. Sin embargo, hay fundamento histórico para ubicar los inicios del mismo en la era de la revolución industrial, ya que es aquella época la que pone las primeras piedras a la era de la globalización productivista-mercantilista, con la construcción y posterior integración de sistemas industriales, comerciales, tecnológicos y financieros supra-nacionales. Fenómeno cuya implantación se ve interrumpida durante este siglo con la polarización del mundo durante las dos guerras y en tiempos de posguerra fría, pero que ve su consolidación definitiva en los

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El trasfondo y motor de la reacción y acción de la sociedad civil debe ser el pensamiento diverso y divergente

últimos años. Las nuevas tecnologías (informática, hardware y software, tecnología de comunicación vía internet o fibra óptica, tecnología digital o vía satélite) han jugado, sin lugar a duda, un papel fundamental en este proceso y en la propagación del llamado pensamiento único. Es bien sabido que el pensamiento único tiene como telón de fondo la globalización. El rasgo dominante del pensamiento único es la homogeneización de la cultura, interiorizando como «cultura universal» la

«La Globalización a Debate», Thomas Friedman e Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique, ed. española, nº 48, 1999

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americanización, según el comentarista Thomas Friedman de The New York Times, el comentarista más influyente de la política exterior de EEUU. Por primera vez en la historia esta homogeinización va más allá de territorios geográficos, espacios culturales o étnicos y fronteras sociopolíticas. Si en épocas anteriores la homogeneización cultural existía a escala regional (las guerras santas en el nombre del catolicismo, la romanización de Europa occidental, el integrismo islámico a modo de ejemplo), la globalización –a diferencia del sistema de la guerra fría– dispone de su propia cultura dominante, porque la integración tiende a ser homogeneizadora. Friedman, simplificando hasta un extremo, resume que «culturalmente hablando, la globalización es en gran parte la difusión (para bien o para mal) de la americanización: desde los Big Macs y los iMacs hasta Mickey Mouse»(2). Quizás el término americanización no sea apropiado. El concepto de pensamiento único intenta describir la sustitución de valores tradicionales por otros propios de

La lógica subyacente de la globalización es simple: los intereses económicos prevalecen sobre los intereses políticos la cultura y el consumismo de masas, la cultura de éxito individual y material, «el mercado dicta la Verdad, la Belleza, el Bien y lo Justo»(3). El Pensamiento Único se nos presenta como un entramado de motivaciones sociales y profesionales que supedita la consecución de la felicidad al bienestar y prestigio material e individual. El pensamiento único, como hilo conductor de la esfera sociopolítica, supedita lo político y social a lo económico. Una cultura socioeconómica, de pensamiento y de actitud,

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ante la vida globalizada y homogeneizada a la que la sociedad civil y política rinde culto. El fenómeno de la globalización –un mundo globalizado- no ha de considerarse como hecho negativo. Es un fenómeno inevitable en las puertas del milenio. Y como tal es un fenómeno neutral, en términos sociopolíticos y éticos. La globalización – de la mano de las nuevas tecnologías- nos permite acercarnos a velocidad de luz, o de fibra óptica, a espacios culturales, étnicos, políticos y sociales que antes nos eran grandes desconocidos. Nos permite intercambio inmaterial y material con una facilidad inimaginable hasta hace poco. El fenómeno de la globalización nos abre puertas a mundos y culturas, y nos facilita la interconexión coherente con la idea de un mundo multicultural, el conocido concepto de la aldea global hecho realidad. La globalización –igualmente de mano de las nuevas tecnologías– ha permitido también a los movimientos sociales (grassroot movements) un grado de comunicación, conexión y cohesión a nivel planetario anteriormente desconocido. La capacidad de reacción y acción de la sociedad civil se ve aumentada de manera imparable. A modo de ejemplo será suficiente con recordar del impacto del levantamiento zapatista causado a través de su propagación inmediata y a escala mundial a través de internet. Si nos arrimamos más a la actualidad, estos días en Seattle hemos visto como la cultura de la protesta ha vivido una transformación profunda y a través de las nuevas tecnologías ha logrado ser un proyecto global. La caja de resistencia tiene hoy –indudablemente– forma de internet. Este hecho y su incontrolable impacto en la sociedad civil están siendo reconocidos por analistas de cualquier color ideológico. Una editorial del rotativo conservador Financial Times hace pocos días, y en referencia a la contracumbre en Seattle, nos confirma que las ONG «demuestran ser excepcionalmente buenas en su organización, y en su influencia e impacto, a través del uso de marketing, lobbying e internet» y añade que «la protesta, con cierta ironía, se ha convertido en un emprendimiento de escala global»(4). Somos testigos y par-

ídem Ramonet, ídem Trad. propia, Financial Times, London, 27/11/99


DICIEMBRE tícipes de una Internacional civil. Dentro de esta misma lógica, el fenómeno de la mundialización y globalización ha de considerarse de por sí históricamente inevitable y seguramente «políticamente correcto». Siempre y cuando la globalización como fenómeno en principio neutral no se vea desvirtuada, y no se vea sometido a intereses ocultos, para no decir intereses evidentes. Permítanme un momento de nostalgia, recuperando visiones de los años 60, el 68, «Imagine...» Todas y todos hemos soñado utopía, un mundo sin fronteras, un mundo donde los derechos humanos, la solidaridad y la justicia sean valores globalizados, y donde el proceso de globalización se haya movido dentro de un marco de referencia ética, de valores y acciones medioambientales y sociales. Utopía soñada donde el pensamiento único haya sido compuesto de valores éticos y solidarios, con el punto de mira en el bienestar social y medioambiental de todas las personas del planeta. Este horizonte del pensamiento sería un pensamiento fuerte al basarse en autoridad moral y ética, sin embargo, el pensamiento único es un pensamiento débil, fragil en su fundamento moral o vacío ético. Lamentablemente, el –en su origen- potencial positivo del fenómeno de globalización se ha visto frenado y desvirtuado con el final de la guerra fría, instrumentalizado hacia intereses políticos y económicos de grupos de personas reducidos, supeditando otros intereses potenciales a la globalización económica. A partir de los Acuerdos de Bretton Woods, pero especialmente en la década de los 80, en la era de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el proceso de globalización se somete a intereses neoliberales –ultraliberales, en palabras de Ramonet- de contenido mercantilista. La lógica subyacente de la globalización es simple: los intereses económicos prevalecen sobre los intereses políticos, dogma o prinicipio fundamental «tan firme que incluso un marxista sorprendido con la guardia baja estaría de acuerdo»(5). El escritor Alain Minc añade otro enfoque a esta conclusión evidente: «El capitalismo no puede venirse abajo, es el estado natural de la sociedad. La democracia no

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es el estado natural de la sociedad. El mercado sí». Este dogma se convierte en línea de pensamiento -único– al ser asumido por extendidas y representativas capas intelectuales, periodísticas, universitarias (especialmente de facultades económicas y empresariales), y mediáticas, con una masiva propagación de «los principales mandamientos de estas nuevas tablas de la ley»(6). Esta asociación interesada entre lo económico y lo político y social ha tenido consecuencias sobremanera conocidas, la más poderosa es, sin lugar a duda, el potencial y la aceleración de las desigualdades y de la exclusión social y económica de amplias capas sociales. Basta con leer el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. «En este mundo interconectado, dirigido por el mercado, solo sobreviven los más fuertes. La vida es una pelea, una jungla.

En Seattle, la cultura de la protesta ha vivido una transformación profunda, y a través de las nuevas tecnologías ha logrado ser un proyecto global. La caja de resistencia tiene hoy forma de INTERNET.

El darwinismo económico y social, con sus llamadas constantes a la competencia, a la selección natural y a la adaptación, es algo que se impone a todos y a todo», según Ramonet(7). Bill Clinton, fervente defensor de la globalización económica, se desenmascaró estos días sin tapujos. Cuando en su discurso en el seminario estratégico de Florencia propuso que cancelásemos «la deuda de los países en desarrollo para que sus niños pudieran comprarnos teléfonos móviles y ordenadores que los incorporasen a Internet» no estaba haciendo sarcasmo sino publicidad: quería seguir vendiéndonos su

Ramonet, op.cit. ídem ídem

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american way of life, como comenta José Vidad-Beneyto(8). Un editorial del medio tan influyente, el Financial Times, sorprendentemente, tendiendo en cuenta su línea editorial habitual, advierte de los peligros de subestimar las reacciones de la sociedad civil, las reacciones «contra el capitalismo global están ganando en fuerza y poder, y los políticos han hecho poco hasta ahora aparte

El ser humano se ve reducido a valor monetario y valor mercantil; su poder político consiste en tener o no tener.

de observar que pueda pasar. (...) Las protestas tienen importancia real como un signo de advertencia de que el malestar público con el capitalismo y las fuerzas de la globalización han alcanzado un nivel preocupante»(9). La conclusión de este medio es que este malestar ha fomentado un retorno de gobiernos de izquierda en diferentes países europeos. Como conclusión se indica que la retórica de la eficiencia económica ha abierto espacio a políticas de Tercera Vía, que intentan combinar creci-

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miento económico con justicia social. Esta conclusión no tiene fundamento ya que la Tercera Vía como concepto es justamente la legitimación pública de la primacía económica sobre la política. Ejemplo demostrativo, y sumamente preocupante es la recién constituida TABD (Transatlantic Business Dialogue), que establece mecanismos de diálogo y alianza estratégica entre gobiernos –de derecha e izquierda europea- y corporaciones transnacionales. En referencia al polémico diálogo que encabeza estas líneas, y más allá de divergencias ideológicas, de Disneyworld, Mickey Mouse o Big Macs, pan o pasteles de María Antonieta, magnates en el poder o marginados en las barricadas, Ramonet y Friedman coinciden en apuntar algunas de las amenazas que representa la globalización. Ramonet teme que el triunfo del mercado y la irresistible expansión de la globalización lleven a un «encontrazo inevitable entre capitalismo y democracia», y Friedman resume como amenazas que la globalización –con su exceso de conexión y exclusión- puede ser «demasiado dura (...) para demasiada gente, (...)demasiado entrometida, (...) demasiado injusta y demasiado deshumanizadora»(10). Los defensores de la globalización económica siempre argumentaban que el comercio de per se era fuente de crecimiento económico y cuanto más libre sea el comercio,

José Vidal-Beneyto, «De Florencia a Seattle», El País, 27/11/99 Trad. propia, extracto de «The critics of capitalism», Financial Times, 27/11/99 Friedman y Ramonet, op.cit.


DICIEMBRE mayor será el bienestar de todos. Esto es una mistificación manifiesta(11), como incluso advierte el último informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo Humano. «Someter la sociedad civil mundial a la sola lógica comercial, cuyos principales beneficiarios son las multinacionales, es exponerse a dramáticos desatinos»(12). Esta mistificación de la globalización y del poder benévolo de las corporaciones transnacionales está siendo carácterizada por el Subcomandante Marcos en una metáfora ilustrativa: «Buenas tardes a todos. Hemos llegado un poco tarde y les pedimos que nos disculpen, pero es que nos hemos topado con unos gigantes multinacionales que nos querían impedir llegar. El mayor Moisés nos dice que son molinos de viento; el comandante Tacho dice que son helicópteros. Yo les digo que no les crean: eran gigantes»(13). Ramonet expresa el mismo dilema con más fuerza: «Desde los tiempos antiguos, la humanidad ha conocido los grandes principios organizativos: primero los dioses, y luego, la razón. A partir de ahora, el mercado les sucede a ambos»(14). Incluso un intelectual de perfil tan claramente neoliberal como Mario Vargas Llosa ve con malos ojos la creciente primacia de los intereses económicos sobre los políticos o sociales. «¿Llegarán en el futuro próximo los intereses de las grandes empresas a conseguir aquello que los formidables Estados totalitarios se propusieron y fueron incapaces de lograr, un mundo enteramente robotizado e imbecilizado por la desinformación?»(15). Una editorial del medio tan influyente, el Financial Times, advierte de los peligros de subestimar las reacciones de la sociedad civil, las reacciones «contra el capitalismo global están ganando en fuerza y poder, y los políticos han hecho poco hasta ahora aparte de observar que pueda pasar. (...) Las protestas tienen importancia real como un signo de advertencia de que el malestar público con el capitalismo

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y las fuerzas de la globalización han alcanzado un nivel preocupante»(16). Según la misma editorial este malestar ha fomentado un retorno de gobiernos de izquierda en diferentes países europeos. Como con-

El Pensamiento Único ciertamente fue el hilo conductor u horizonte sociopolítico de Bretton Woods clusión –muy discutible- se indica que la retórica de la eficiencia económica ha abierto espacio a políticas de Tercera Vía, que intentan combinar crecimiento económico con justicia social. Conclusión cuestionable ya que la Tercera Vía como concepto es justamente la legitimación pública –gubernamental- de la primacía económica sobre la política. El ejemplo más ilustrativo, y más preocupante, es la recién constituida TABD (Transatlantic Business Dialogue), dudosa y peligrosa alianza estratégica entre gobiernos -de derecha e izquierda occidental- y corporaciones transnacionales. Ramonet, como era de esperar, va mucho

La retórica de la eficiencia económica ha abierto espacio a políticas de Tercera Vía, que intentan combinar crecimiento económico con justicia social más lejos en dibujar las amenazas de la globalización y la «extraña e insidiosa lógica» del pensamiento único. «La arrogancia del pensamiento único ha llegado a tal extremo que se le puede llamar sin exage-

Véase Riccardo Petrella, «El capital mundial no puede gobernar la humanidad», El País, 28/11/99 José Vidal-Beneyto, op.cit. Subcomandante Marcos, Crónicas intergalácticas. Primer encuentro intercontinental por la Humanidad y contra el neoliberalismo. Chiapas, México, 1996. Ramonet, op.cit. «El gigante y los Enanos», Mario Vargas Llosa, El País, 28/11/99 «The critics of capitalism», op.cit.

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rar el dogmatismo moderno. Como un cáncer, esta doctrina perversa asedia de modo imperceptible a cualquier lógica rebelde, la inhibe, la trastorna, la paraliza y finalmente la aniquila. Esta doctrina, este pensamiento único, es la única ideología autorizada por la invisible y omnipresente policía de opinión»(17). La globalización, con la consolidación de un pensamiento uniformizado y globaliza-

televisor y el ordenador, con mando –nunca mejor dicho- a distancia, mando que abre las puertas a una cultura de pensamiento universalizada. El ser humano se ve reducido a valor monetario y valor mercantil, su poder político consistente en tener o no tener poder adquisitivo y de consumo, en ser o no ser solventes y rentables (económicamente, se entiende). Ejemplo ilustrativo de este dogma es un

El rasgo dominante del pensamiento único es la homogeneización de la cultura do, se está intrometiendo en nuestras vidas, en núcleos estrictamente privados e intimistas. Con la caída del telón de acera ha caído no solamente un muro visible, sino muros invisibles. Hasta la era de la globalización y del pensamiento único la quizás única frontera que se mantenía impermeable era el espacio personal, el espacio vital y de comunicación personal. Hasta espacio se ve hoy infiltrado igualmente a través de las nuevas tecnologías más refinadas cada vez. Estas tecnologías nos invitan a encerrarnos entre cuatro paredes, véase el alarmante

Se está estableciendo –como telón de fondo de la globalización– un Nuevo Orden no solamente económico, político y social, sino racional y emocional informe sociológico recién publicado en EEUU, donde se describe a la juventud como seres humanos encerrados en habitaciones rodeados de tecnología punta, jovenes aislados entre sí, incomunicados con sus familias, solitarios, pero comunicados con el mundo a través de dos pantallas, el

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Ramonet, op.cit.

anuncio televisivo que invade nuestras casas, y nuestros pensamientos, estos días es la publicidad agresiva de un medio de comunicación que nos invita a entrar en el paraíso del poder consumista –a través de la bolsa como puerta de entrada y facilitador monetario- equiparando tres supuestos


DICIEMBRE derechos básicos, libertad, igualdad, rentabilidad, desvirtuando de forma irresponsable los logros de la revolución francesa: liberté, igualité, fraternité. Da a pensar que fraternité sea el elemento a sustituir en la era del pensamiento único. La solidaridad no es un valor digno de perseguir, ni básico o vital. El ser humano así se ve reducido a un lobo estepario, comunicándose y comunicado con el mundo ya no de cara a cara, sino de pantalla a pantalla, un juego prohibido para los lobos débiles, desgraciados y desarraigados. El Lobo Estepario, el hombre hecho metáfora que nos evocó con tanta fuerza y tanta angustia vital Herman Hesse. Se está estableciendo –como telón de fondo de la globalización– un Nuevo Orden no solamente económico, político y social, sino racional y emocional. No se puede

no se suele asociar con el terreno económico. Es más, en ocasiones se presentan como conceptos opuestos, cosa que no es admisible, dado que no puede haber democracia socio-política sin democracia económica. La democratización política no es responsabilidad exclusiva del Estado sino del Demos, del conjunto de los ciudadanos; al igual que la democratización económica no es meramente un acto legislativo o ejecutivo del Kratos, o entes políticos, sino una corresponsabilidad del conjunto de los agentes sociales, consumidores y productores, trabajadores, empresarios y directivos, parados y pensionistas, es decir, de ciudadanas y ciudadanos que viven el hecho económico en casi todos los actos de la vida cotidiana. Esta corresponsabilidad social y económica no debe verse reducida ni al estricto terreno privado, ni ser delegada en

Esta asociación interesada entre lo económico, lo político y social ha tenido consecuencias sobremanera conocidas; la más poderosa es, sin lugar a duda, el potencial y la aceleración de las desigualdades y de la exclusión social y económica de amplias capas sociales

permitir que la mano invisible del mercado globalizado y la pluma y pantalla invisibles del pensamiento único barran «con tanta facilidad los derechos económicos, sociales, políticos y humanos que con tanto esfuerzo se han conquistado y promovido en el curso de los dos últimos siglos»(18). El enfoque de nuestras reivindicaciones debe ser el intento de controlar y democratizar el proceso de globalización y reorientarlo supeditado a los intereses reales y vitales de la humanidad y el medio ambiente. Como ciudadanos políticos tenemos el derecho y el deber de corresponsabilidad en la construcción no solamente de un Estado justo sino de una sociedad justa. El intento de democratizar la sociedad no es un esfuerzo únicamente electoral, sino continuo y cotidiano. Al hablar de democracia

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entes políticos o económicos. Está en juego la razón de ser de la sociedad civil. Y el trasfondo y motor de la reacción y acción de la sociedad civil debe ser el pensamiento diverso y divergente, el pensamiento diverso es, sin lugar a duda, el único remedio eficaz contra el pensamiento único, y el hilo conductor en la acción civil contra la globalización económica. Pienso, luego existo. Como hemos visto estos días en Seattle, la sociedad civil global ha echado a andar. ¿Estaremos a tiempo? Carola Reintjes (IDEAS) es Presidenta de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, y Vicepresidenta de REAS, Red Estatal de Economía Alternativa y Solidaria

Petrella, op.cit.

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«Enfrentando el Poder de las Multinacionales»

comunicado

Declaración de Córdoba

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Del 14 al 17 de octubre de 1999 un@s 30 activistas e investigadores de grupos progresistas se han reunido en Córdoba para celebrar unas jornadas de estrategias europeas y reforzar la red internacional de movimientos que se oponen al creciente poder de las multinacionales. Aunque el poder de las transnacionales no es un fenómeno nuevo, durante la última década sus actividades políticas e influencia han alcanzado nuevos niveles, amenazando las luchas por la democracia y los derechos sociales y medioambientales. La brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, la pérdida de modos de vida, los recortes en servicios sociales, el paro masivo y el uso de los inmigrantes como chivos expiatorios ilustran esta tendencia. Más aún, la privatización de servicios esenciales como la sanidad, la vivienda, la educación y los servicios públicos da prioridad a la obtención de beneficios por encima de los intereses públicos. Entre los factores importantes que contribuyen al aumento del poder de la industria se encuentran los procesos de globalización y el aumento del neoliberalismo. La liberalización del comercio y las inversiones han hecho que las megacorporaciones que operan a escala mundial dominen cada vez más las economías. En su persecución de la competitividad internacional, los gobiernos adoptan regulaciones y ponen los recursos económicos al servicio de los intereses de las multinacionales, en detrimento de las personas y el medio ambiente en todo el mundo. Las multinacionales se han organizado en una red de grupos de presión a escala estatal, regional y mundial, tales como la Mesa Redonda de Industriales Europeos (European Roundtable of Industrialists, ERT) o la Cámara Internacional de Comercio. Se han beneficiado de la actual transferencia de poder político a estructuras anti-democráticas internacionales como la Unión Europea y la Organización Mundial del Comercio (OMC). En los últimos años han surgido alianzas entre las multinacionales

y los Estados, como el Diálogo Comercial Transatlántico (TABD, Trans-Atlantic Business Dialogue), dotados de amplios poderes. Estas alianzas reflejan una realidad escalofriante de cómo políticas de gran alcance se formulan para favorecer las prioridades de las multinacionales. Al mismo tiempo, las conexiones cada vez más estrechas entre las Naciones Unidas y la industria es una tendencia inaceptable. Otro elemento clave del poder político de las multinacionales es el crecimiento de una industria multimillonaria de relaciones públicas y de medios de comunicación que trabajan codo con codo con la industria para manipular la percepción pública sobre un gran número de temas en los que entran en juego intereses comerciales. Algunos ejemplos esperanzadores de cómo diversos movimientos sociales están confrontando el poder de las multinacionales son las campañas en temas como el cambio climático y tratados internacionales de comercio e inversiones –como el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC)– así como las crecientes protestas contra los alimentos manipulados genéticamente y los movimientos contra la privatización y desregulación en el Sur. Ha llegado la hora de intensificar nuestros esfuerzos para enfrentar de modo estructural las actividades y el poder político que detentan las multinacionales y sus grupos de presión. Esto significa rechazar el actual papel que tiene la


DICIEMBRE industria en definir la agenda política y las alianzas antidemocráticas entre las multinacionales y los estados. Un paso esencial de cualquier intento de acabar con el poder político de las multinacionales es limitar la concentración económica y la dependencia de las megacorporaciones, lo que permitiría que la agenda social y ecologista reclame espacio político. Los Códigos de Conducta y otras iniciativas voluntarias han demostrado ser insuficentes, son sobre todo estrategias de las multinacionales para proteger y favorecer aún más sus propios intereses. Es imperativa la adopción de normas para el comportamiento social y ambiental de las multinacionales de obligado cumplimiento con mecanismos para su implementación. Los líderes de la Unión Europea están reunidos en Tampere, Finlandia, para crear «un espacio político y judicial común contra el crimen y a favor de la libertad de los ciudadanos europeos». De hecho, están construyendo una «Europa fortaleza» que contribuye al aumento de los sentimientos xenófobos, racistas y chauvinistas y un sistema policial de escala europea que también tiene como objetivo impedir expresiones legítimas de oposición popular. Al mismo tiempo, la Unión Europea está desarrollando mayor capacidad militar para ponerla al servicio de los intereses de las multinacionales europeas en todo el mundo. Como pasos siguientes en nuestros esfuerzos para acabar con el poder de las multinacionales hemos acordado trabajar junt@s para:

(acción directa, campañas de accionariado crítico, actividades de monitorización de las actividades de las multinacionales, etc.) -Exponer y enfrentarnos a las principales multinacionales de la industria de las relaciones públicas. -Exponer las consecuencias del Diálogo Comercial Transatlántico (Trans-Atlantic Business Dialogue, TABD) sobre las regulaciones gubernamentales y las instituciones y la influencia política que han obtenido las grandes empresas gracias a esta antidemocrática alianza entre las multina-

-Compartir información y estrategias para enfrentar el poder de las multinacionales

Córdoba, 17 de octubre de 1999

Ha llegado la hora de intensificar nuestros esfuerzos para enfrentar de modo estructural las actividades y el poder político que detentan las multinacionales y sus grupos de presión. cionales y los estados. -Evitar negociaciones de la OMC en nuevas áreas y reclamar una evaluación completa e independiente de las consecuencias de los acuerdos de la Ronda Uruguay sobre las personas y el medio ambiente. -Rechazar el «Global Compact» entre las Naciones Unidas y la industria internacional, ya que se basa en el concepto erróneo de la auto-regulación por parte de «las multinacionales como ciudadanos mundiales».

Belén BALANYÁ, Corporate Europe Observatory (CEO), Ecologistas en Acción, Movimiento anti-Maastricht / Tony CLARKE, Polaris Institute, Canadá / Ann DOHERTY, Corporate Europe Observatory (CEO), Estados Unidos/Países Bajos / Timo DOHERTY, Países Bajos / Ramón FERNÁNDEZ DURÁN, Ecologistas en Acción, Movimiento contra la Europa de Maastricht y la Globalización Económica / Mark GAVALDÁ, AMAZONIA SIN PETROLEO / Olivier HOEDEMAN, Corporate Europe Observatory, Países Bajos/Dinamarca / Helen HOLDER, A SEED Europe, campaña ‘Rounding Up Monsanto’, Países Bajos, Gran Bretaña / Jean-Philippe JOSEPH, Coordinación para un Control Ciudadano de la OMC, Francia / Tony JUNIPER, Amigos de la Tierra Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, Gran Bretaña / Axel KOEHLER-SCHNURA, Coordinación contra los Peligros de Bayer, Asociación de Accionistas Críticos, Alemania / Tom KUCHARZ, Ecologistas en Acción, Movimiento contra la Europa de Maastricht y la Globalización Económica / Tarje LEER-SALVESEN, Norwatch, Noruega / Evelyn LUBBERS, Jansen & Jansen, Países Bajos / Volkmar LUEBKE, Verbraucher Initiative (Iniciativa de los Consumidores), Alemania / Adam MA’ANIT, Corporate Europe Observatory, Israel/Países Bajos / Teemu MATINPURO, Comité Finlandés por la Paz, Finlandia / Greg MUTTITT, Corporate Watch, Gran Bretaña / Mikael NYBERG, autor del «The Green Capitalists», Suecia / Claudia PETER, autora de «Deckmantel Ökologie», Alemania / Carola REINTJES, IDEAS, Córdoba / Klas RÖNNBÄCK, Amigos de la Tierra Suecia / Amit SRIVASTAVA, Corporate Watch US/TRAC, Estados Unidos / Antonio TUJAN, Fundación IBON, Filipinas / Juan LÓPEZ DE URALDE, campaña de Tóxicos de Greenpeace Internacional / Erik WESSELIUS, Corporate Europe Observatory, Países Bajos / Juraj ZAMKOVSKY, Center for Environmental Public Advocacy, Eslovaquia

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para saber más... -42-

libros

George SOROS La crisis del capitalismo global Debate, Madrid, 1998 Es verdad que el pensamiento único tiene sus defensores; pero es, del mismo modo, cierto que también tiene sus críticos. Y de entre ellos los hay especialmente interesantes porque lo son desde dentro del sistema. Este es el caso de George Soros, que nace en Budapest en el año 1930, pero que estudia en Londres, que conoce la obra de Karl Popper, que en el 56 se traslada a Estados Unidos y allí acumula una inmensa fortuna a través de un fondo de inversiones, fundado y gestionado por él mismo. Se le llama el rey de las bolsas y su fortuna se estima en 280.000 millones de dólares. En un sólo día logró sacar la libra esterlina del Sistema Monetario Europeo. En su último libro, «La Crisis del Capitalismo Global», donde confiesa su pertenencia decidida al mundo importante de las finanzas, dice que el Capitalismo como sistema está teniendo sus propias y muy serias dificultades internas, que provocan en su seno desajustes no fácilmente controlables. Pone como ejemplo la crisis de los Tigres Asiáticos, que se presentaban entonces como los mejores portavoces del Pensamiento único, como el símbolo, la clave del desarrollo, incluso en los países del tercer mundo. Esa crisis no se queda simplemente ahí, sino que afecta a todo el continente asiático, a Japón, en menor medida a China, y tiene sus repercusiones serias en Europa, Latinoamérica etc. El Presidente de Esta-

dos Unidos, que al principio no le dio importancia al asunto diciendo que se trataba de un pequeño desajuste y que todo volvería a su cauce, afirmaba una semana más tarde de estallar la crisis que se trataba de un grave problema que había de tomarse muy en serio. Hay, pues, desajustes dentro del sistema – según Soros- y él mismo hace una llamada de salvación: «¡Que la mano invisible no funciona! ¡Que hay que introducir mecanismos de regulación del propio mercado!». Por otro lado dice que el mercado tiene su propio dominio y que ni entiende ni quiere entender de otras cuestiones. El mercado no se preocupa de asuntos que no le son rentables. Temas de salud y de educación primarias son, con seguridad, asuntos en los que no va a entrar. Hay una serie amplia de asuntos que al mercado no le preocupan, aunque sea el primer interesado en que haya un poder estatal que se ocupe de ellos. Son declaraciones prácticamente expresas de Soros en su libro.

Varios Autores Pensamiento crítico vs. pensamiento único Temas de Debate El concepto y la expresión «Pensamiento Unico» fue lanzado por Ignacio Ramonet en 1994. El artículo en el que lo describía


DICIEMBRE como «Una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo», fue publicado en España en Mayo de 1996. Desde entonces ha sido utilizado en muItitud de artículos, libros y debates como método para analizar los pensamientos hegemónicos en campos como la economía, la historia, la comunicación, etc. No en vano, como señalaba Rafael Sánchez Ferlosio: «La hegemonía de ese pensamiento no puede ser debelada tan solo por el flanco de su falsedad, sino que es preciso considerar también, sin perderlo de vista ni un instante, el flanco de su «verdad», o

sea el de saber quién manda; pues su verdad, el sobrehumano poder que la sustenta, es el auténtico poder de tal hegemonía». Como herramientas críticas para esa tarea, este libro recoge una selección de los artículos publicados en la edición española de Le Monde Diplomatique agrupados en torno a diversos ejes temáticos: globalización. demolición social, planeta y especie humana, cultura y mercado... incluyendo trabajos de Ignacio Ramonet, Armand Mattelart, J. M. Naredo, Samir Amín, Juan Goytisolo, Bernard Cassen, Noam Chomsky, K. S. Karol, Eduardo Galeano, entre otros.

en la red Fuentes y redes de pensamiento alternativo al pensamiento único

Trasnational Institute http://www.tni.org Le Monde Diplomatique en frances http://www.monde-diplomatique-fr Le Monde Diplomatique en inglés http://www.monde-diplomatiquefr/en Le Monde Diplomatique en español http://www.monde-diplomatiquefr/mx Una red de vigilancia de las multinacionales, el Corporate Watch u observatorio de las multinacionales http://www.corpwatch.org

Un punto de vigilancia y solución de los conflictos internacionales, el INTERNATIONAL CRISIS GROUP http://www.crisisweb.org ZNET, Una comunidad virtual de gente preocupada por el cambio social que recoge las voces de los intelectuales estadounidenses más críticos con el pensamiento único http://www.zmag.org ZNET en español http://www.zmag.org/spanish

La economía alternativa justa y solidaria IDEAS, Iniciativa de Economía Alternativa Justa y Solidaria, un grupo que lidera el sector en España desde Córdoba, sede del INET http://www.epitelio.org/ comercio_justo/ideas.htlm

Asociación Europea de Comercio Justo, EFTA http://www.eurosur.org/EFTA Revista IMAGINA, revista de las redes de economía alternativa, economía social y de inserción sociolaboral http://www.eurosur.org/IMAGINA

Una fuente de pensamiento alternativo desde la cooperación al desarrollo OXFAM, la federación de grandes ONGD http://www.oxfam.org

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libros del INET contenido Los Desafíos del Mediterráneo

publicaciones

cultura, economía, recursos, seguridad, migraciones

Los Libros del INET, nº 1 Córdoba, 1997 Recoge las ponencias y comunicaciones presentadas en el Seminario Permanente «Los Retos Globales del año 2000», dedicado durante 1996 a la «Cooperación en el Mediterráneo». contenido Prólogo · La paz conflictiva en la zona mediterránea, Mariano Aguirre.

I. El Mediterráneo tras la cumbre de Barcelona. Perspectivas y posibilidades. · El Mediterráneo tras la cumbre de Bracelona, Sami Naïr.

II. El Magreb: Aspectos políticos, económicos y sociales. · Diagnóstico y perspectivas del futuro en el Magreb, Jesús Núñez. · Modernización y cambio político en procesos de democratización: Una aproximación al caso de Marruecos, Thierry Desrues y Eduardo Moyano.

III. Migraciones Magreb-Unión Europea. · Migraciones en Europa: Un desafío ético, Graciela Malgesini. · Un grano de arena: La acción de voluntarios de CEAR/SUR, Alberto Revuelta.

· Algunos retos de futuro para la Unión Europea, Clemente J. Navarro y Manuel Pérez Yruela.

I. La Europa económica · El modelo económico de la Unión Europea: algunos apuntes sobre aportaciones y desviaciones de los tratados de Maastricht y Amsterdam, Pedro Caldentey. · El mercado monetario ante la llegada del Euro, Jaime Loring. · La Política Agraria en el proceso de integración europea, Eduardo Moyano.

II. La ciudadanía europea. · Nacionalismo europeo: ¿solución o problema?, José María Tortosa. · Los municipios y la dimensión social de la Unión Europea: oportúnidades y límites, Clemente J. Navarro. · Políticas para un nuevo milenio: interrogantes sobre el Tratado de Amsterdam, María Luisa Espada.

III. La Unión Europea como actor internacional. · La Asociación Euro-Mediterránea tras la Conferencia de Malta en el proceso de construcción europea, Jesús A. Núñez. · El programa MEDADemocracia. Derechos Humanos y Democracia en el diálogo político entre el Magreb y la Unión Europea, Thierry Desrues. · Los obstáculos para una seguridad común europea, Mariano Aguirre.

IV. Relaciones económicas España-Marruecos: Agricultura y pesca.

Siglo XXI, siglo de la Tierra

· Relaciones económicas España-Marruecos: Agricultura y pesca, José Emilio Guerrero. · Relaciones económicas España-Marruecos: Agricultura y pesca, Mohamed Tanji. · El polémico acuerdo pesquero UE-Marruecos, Assumpta Gual.

Los Libros del INET, nº 3 Córdoba, 1999

Los Desafíos de la Unión Europea estado, economía y sociedad

Los Libros del INET, nº 2 Córdoba, 1998 Recoge las ponencias presentadas en el II Encuentro de Analistas del INET celebrado en noviembre de 1997.

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Introducción

medio ambiente, política y sociedad

Recoge las ponencias y comunicaciones del Seminario Permanente y del Encuentro de Analistas del INET. contenido Introducción · Medio ambiente y conflictos distributivos: actores, procesos y políticas, Clemente J. Navarro Yáñez.

I. Medio Ambiente y sociedad: Retos para el futuro. · Economía, política y medio ambiente: la Justicia Ambiental, Joan Martínez Alier.


DICIEMBRE · Crecimiento económico y ecología, Jaime Loring. · Hacia un nuevo paradigma ambiental: el desarrollo sostenible como proceso de cambio, Maria Novo. · Razones para el pesimismo medioambiental: un intento de profecía suicida, José María Tortosa. · La Ilusión Ambiental, Francisco Garrido · Cambio Climatico: ¿Qué hacer después de Rio, Kioto, Buenos Aires?, Helena Fusté · Agotamiento de recursos: los conflictos en torno al agua, Luis G. Naranjo y Javier de Prados. · Dimensión humana del cambio climático, Gerado Pedrós.

II. Políticas públicas y legislación ambiental. · Responsabilidad ecológica para el siglo XXI, María Luisa Espada. · La política medioambiental en la Unión Europea: sus orígenes, evolución e instrumentos de aplicación, Fernando Garrido. · Desarrollo sostenible y Constitución, Mar Aguilera.

III. Medio Ambiente, política y sociedad: estudios de caso. · Medio Ambiente y conflictos en el Mediterráneo, Jesús A. Núñez. · Conflictos por recursos: la crisis del agua en

[

Oriente Medio, Irene Fernández. · El Medio ambiente en las políticas de desarrollo: el caso de Centroamérica y la Alianza para el desarrollo sostenible (ALIDES), Pedro Caldentey. · Acción colectiva y política agroambiental en la Unión Europea, Eduardo Moyano y Fernando Garrido. · El comportamiento ambiental: ¿actitudes u oportunidades?, Clemente J. Navarro. · Una experiencia de gestión ambiental en la administración local: el Plan Provincial de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible 19972000 de la Diputación de Córdoba, Francisco J. Sánchez, Elías Casado y Reyes Lozano. · Algunas propuestas para cambiar la senda de la sostenibilidad ambiental y la equidad social en nuestras ciudades, Francisco Larios.

Las publicaciones del INET se remiten gratuitamente a los socios del Instituto, así como a entidades, colectivos y personas que colaboran con el mismo. Si está interesado en recibir alguno de estos libros, póngase en contacto con nosotros en INET, Avda. de Gran Capitán, 2. 3º-dcha. 14008-Córdoba. Tfno.: 957 490 067/957 490 069. correo electrónico: inet@alcavia.net.

]

índice de artículos · Córdoba en el mundo (nº 0, 1994) Richard J. Barnet y John Cavanagh, La economía global y los nuevos pobres. Alberto Piris.: El INET: una atalaya cordobesa. Manuel Pérez Yruela y Thierry Desrues, Una reflexión desde las dos orillas, Noticia del Seminario sobre la realidad política y social del Magreb contemporáneo. LIBROS: Pedro Sáez, La ONU y el mundo del siglo XXI («El desafío de Naciones Unidas ante el mundo en crisis. La reforma de las Naciones Unidas y el futuro de los ‘cascos azules’», de Vicenç Fisas). LIBROS: Mª Ángeles Córdoba, Los signos y la cultura de la violencia («Signos y cultura de la violencia. Una investigación en el aula», de Luz González, Aureliano Sáinz, Mª del Mar Hens y Luis Sánchez) . LIBROS: Alberto Piris, Futurología e historiografía («Las guerras del futuro», de Alvin y Heidi Toffler).

· Tres meses de actividad (nº 1, 1994) José María Tortosa, El funcionamiento del sistema mundial después de la guerra fría. Thierry Desrues, La sociedad civil en el Magreb en el contexto del sistema internacional después de la guerra fría. Gabriel Sánchez Bellón (relator), Las migraciones del Magreb hacia Europa. Resumen de las intervenciones en el grupo de trabajo del Seminario Permanente sobre Migraciones organizado por el INET. LIBROS: Sandra Gil Araújo, El homo economicus en el Reino de los Cielos («La religión del crédito. El Banco Mundial y su imperio secular», de Susan George y Fabrizio Sabelli) . libros: José J. Romero Rodríguez, Desde el mundo de los pobres («Alternativas al orden económico global. Más allá de Bretton Woods», de John Cavanagh, Daphne Wysham y Marcos Arruda). COMUNICADO: Rafael Yuste Moyano y Alfonso Carlos Mo-

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rales Gutiérrez: Aproximación al colectivo de inmigrantes en Córdoba (APIC: Asociación pro-inmigrantes de Córdoba).

· Mirar al exterior (nº 2, 1995) Xulio Ríos, Los «otros» chinos. Mª Luz Ortega Carpio, Nuevos retos para la cooperación no gubernamental. Jaime Loring, Nacionalismo y globalización. Graciela Malgesini, Evolución de las políticas inmigratorias en la Unión Europea. Pedro Caldentey del Pozo, Centroamérica en el siglo XXI. Desarrollo y dependencia. LIBROS: Manuel Ventura Limosner, Hacia la Educación para todos («Informe mundial sobre la educación 1993», de UNESCO y Ed. Santillana). · La ONU en el cambio de siglo (nº 3, 1995) María Luisa Espada, Legitimidad de Naciones Unidas. Mario Zamorano, Las Naciones Unidas y su 50 aniversario. José Manuel Peláez, La ONU, una tarea inacabada. Alberto Piris, Las intervenciones militares a favor de la ayuda humanitaria. COMUNICADO: Luis Lara García, «Salud, inmigrante», una ONG necesaria. LIBROS: Mª Ángeles Córdoba, El Sur en el Aula. Una didáctica para la solidaridad, de Pedro Sáez Ortega. Fernando Benito, La «corrupción», enfermedad del capitalismo («Corrupción», de José María Tortosa»). · La mujer en el mundo (nº 4, 1995) Carmen Calvo, Del voto a la cuota: la democracia paritaria. Entrevista a Vicenç Fisas: Aún es posible cambiar las cosas que marchan mal. Rafael Sarazá, Mujer y Derecho. Justa Montero, Beijing, foro de reflexión. Anna Freixas, ¿Mayor y pobre? No, gracias. COMUNICADO: Mila Ramos, Mujeres en Zona de Conflicto. Esperanza Belmonte, Mujeres bosnias y necesidades «fundamentales». AL CIERRE : Mariano Aguirre, El proceso de paz después de Rabin. · El fundamentalismo en el Islam (nº 5, 1996) Enzo Pace, Fundamentalismo y política. Sami Naïr, Después de Barcelona. Fernando Riaza, Sobre fundamentalismos. Alberto Morales, La dimensión universal de Yehudi Menuhin. Sadek Hadjeres, Islamismo, democracia y práctica social en Argelia. Thierry Desrues, El islamismo, a través del espejo. COMUNICADO: José Miguel Coca, Verde Islam. LIBROS: Mª Ángeles Cór-

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doba, El poder olvidado («El poder olvidado. Las mujeres ante el Islam en cambio», de Fátima Mernissi). AL CIERRE: Alberto Piris, El nuevo centinela de Occidente.

· La búsqueda del territorio (nº 6, 1996) José Calvo Poyato, Andalucismo: raíces históricas y realidad presente. Juan Carlos López Eisman, ¿Es posible un único concepto de hombre? Jordi Solé Tura, Autonomía y Constitución. Pedro Cerezo, Nacionalismo y derechos humanos. Paul O’Connor, Reflexiones desde Irlanda. LIBROS: Antonio Granadino, El patio de mi casa, de José María Tortosa. · Latinoamérica: apuntes para el siglo XXI (nº 7, 1996) Pedro Caldentey, Opciones de integración y desarrollo. América Latina en los noventa. Xabier Gorostiaga, Centroamérica 2015. Mezcla ingobernable de Somalia y Taiwán o puente socialmente estable entre el norte y el sur del continente, entre el Atlántico y el Pacífico. Augusto Zamora, América Latina, democracia formal y subdesarrollo. Jaime Morales, Movimientos indígenas y lucha por la tierra en México. Fernando Mudarra, Guatemala: ¿Estabilidad para el desarrollo o desarrollo para la estabilidad?. Cícero Pericles de Oliveria Carvalho, Mercosur: ¿camino para la unidad latinoamericana?. Marcos Arruda, Ajustando a economia para o desenvolvimento participativo. COMUNICADO: Declaración Final del VI Encuentro del Foro de Sao Paulo. LIBROS: Mª Ángeles Córdoba, Los retos del desarrollo humano, («Los retos del desarrollo humano, el futuro de la Cruz Roja en América Latina y Caribe», de Celestino del Arenal et al.). · Pacifismo y desarme (nº 8, 1997) Mariano Aguirre, Los debates de la complejidad. Carmen Magallón, El protagonismo de las mujeres en la causa de la paz. Vicenç Fisas, Aspectos económicos del control de las exportaciones de armamento. Alberto Piris, El pacifismo ante la acción militar «humanitaria». COMUNICADO: Jesús María Alemany, La dimensión humana de las relaciones en el Mediterráneo. · El rapto de Europa... o el pacto de Europa. (nº 9-10, 1997) Miguel Mora, Alternativa a la política económica y monetaria de la Unión Europea.


DICIEMBRE José Juan Romero, La unión económica y monetaria: efectos sobre la sociedad española (algunas cuestiones para el debate). José Manuel Martin, La reforma de la política agraria común: éxito o fracaso. El caso de Andalucía. Pedro Marset, El Tratado de Maastricht, el pensamiento único y la Europa social. Ricardo Angoso, El proceso de integración de los países del Este de Europa en las estructuras europeas y la OTAN. Abraham Serfaty, El Magreb y Europa: por una dinámica alternativa. Lluis Magriñá, Los retos-problemas del África Subsahariana. COMUNICADO : Hay secretos que matan (sobre la transparencia y el control del comercio de armas). LIBROS : Los desafíos del Mediterráneo, Mariano Aguirre et al.

· Los hilos del poder. (nº 11-12, 1998) Carlos Alvarez de Sotomayor, La Mundialización. El fenómeno, valoración, ético-política y retos para la gobernabilidad. Antonio Hurtado, En un mundo cada día más pequeño. María Luisa Espada, ¿Estado mundial de derecho?. Sebastián de la Obra, Breve diálogo de Calímaco y Eratóstenes en torno al Secreto. Xavier Alamán, Internet: el impacto social de una tecnología. Alberto Piris, El poder y los ejércitos. José Luis Arranz, El rebaño desconcertado. LIBROS: Juan Carlos López Eisman, Fe cristiana, Iglesia, poder, de Gonzalo Puente Ojea. ADEMÁS: Rocío Guijarro, Mongolia, Territorio de nadie. · Siglo XXI, siglo de la Tierra (nº 13, 1998) Francisco Garrido, Los retos de la ética ecológica (o las dificultades de sustituir a Dios). Joaquín Araújo, Ecos...lógicos. Jochen Hippler, El cambio de la guardia. Un nuevo gobierno toma el relevo en Alemania. Rosario Posadillo, Energías Renovables: ¿Potencia para un futuro sostenible? José Larios, Sendas energéticas sostenibles. Eduardo Sevilla, Reflexiones sociológicas sobre la Agroecología. Francisco Roberto Caporal, Reforma Agraria y Medio Ambiente en Brasil: Elementos para el debate. ENTREVISTA: Juan Carlos López Eisman, Justicia ambiental y ecoeficacia, entrevista a Joan Martínez Alier. COMUNICADO: Karmen Domínguez, Ecologistas en Acción. La nueva identidad del ecologismo andaluz. LIBROS: Los desafíos de la Unión Europea. Estado, economía y sociedad, de Varios Autores. LIBROS: Mª Luz Ortega, Compasión y cálculo, de David Sogge (ed.),

Kees Biekart y John Saxby. ADEMÁS: Un proyecto educativo europeo (proyecto Sócrates). · Derechos humanos. La vigencia de una utopía (nº 14, 1999) Jaime Oraá Oraá, Los derechos humanos en el mundo contemporáneo. La gran paradoja. Emma Bonino, Idealpolitik. Carlos Alvarez de Sotomayor, Los derechos humanos en la aldea global. Rafael Yuste, Exclusión y derechos humanos. Helena Fusté, El derecho al mediambiente. Horacio Roldán, La víctima del delito. Rafael Muriel, Las fronteras y la marginación infantil. Anemarie Schlüter, Libertad religiosa. Joao Carlos Costa Gomes, Desarrollo sustentable y derechos humanos en la perspectiva de una ciencia más democrática. Juan Carlos López Eisman, Los derechos del genoma. COMUNICADO: Informe del Observatorio de Conflictos del CIP. Diamantes y terror en Sierra Leona. LIBROS: Clemente J. Navarro Yáñez, Manual de civismo, deVictoria Camps y Salvador Giner. · ...y África (nº 15, 1999) Lucía Alonso, Terra Incognita. Mercedes Gamero, África: de los inicios de la colonización a la descolonización. Ladislas Bizimana, La África Subsahariana: entre ilusiones y desesperanza. Richard Asendawula Kyankaaga, África. José J. Pérez Plano, Deuda externa en África Subsahariana ¿Problema sin solución?. Gabriel M. Pérez Alcalá, África: las economías sin Estado (o casi). Vicenç Fisas, África ante la herencia de las armas ligeras. Antoni Castel, Refugiados de tercera. Benedict Tabe Akoh, Inmigración africana. Africanos negros, un caso de estudio. · El Pensamiento Único (nº 16, 1999) Ignacio Ramonet, El pensamiento único. Félix Ovejero, La retórica del pensamiento único. Carlos Rodríguez Braun, Interpretación navideña del pensamiento único. Carlos Álvarez de Sotomayor, Qué es el pensamiento único. Manuel Delgado, Economía y pensamiento único. José María Tortosa, Pensamiento único y desigualdades. Armand Mattelart, Comunicación y culturas. Cristina Carrasco, Pensamiento único y género: Más allá del paradigma del mercado. Carola Reintjes, El pensamiento único o El lobo estepario. COMUNICADO: «Enfrentando el poder de las multinacionales». Declaración de Córdoba. ADEMÁS: Jean Mortier, Alemania unificada, diez años después.

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Alemania unificada, diez años después JEAN MORTIER

y además

Unos datos significativos

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Se celebró en Berlín del 28 al 30 de mayo de 1999, en presencia de dos antiguos cancilleres de 1a República Federal, Helmut Schmidt y Helmut KohI, un gran simposio titulado: «1949-1989-1999 ¿Pasado separado-Historia común» La fecha escogida, finales de mayo, no era una casualidad. La adopción el 23 de mayo de 1949. de la Ley Fundamental, que constituyó un Estado separado en el oeste de Alemania, fue el acto fundador de la República Federal de Alemania. Por consiguiente se celebraba medio sig1o de existencia de la República Federal. Las otras dos fechas, 1989 y 1999, así como el título del simposio dejaban suponer que se conmemoraban al mismo tiempo diez años de unificación. Pero estas dos fechas resultan engañosas, porque borran los once meses que separan la caída del muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) de la desaparición de la República Democrática Alemana, el 3 de octubre de 1990, hora cero, día en que la RDA se adhirió a la RFA, como parte integrante de ella. ¿Por qué se han borrado estos once meses y por qué esta celebración, con un año de adelanto de la unidad estatal? Los dos Estados permanecieron jurídicamente separados durante 41 años, de 1949 a 1990. La RDA fundada el 7 de octubre de 1949, o sea algunos meses después de que se adoptara la Ley Fundamental en la Alemania del Oeste, existió casi tanto tiempo como el II Reich bismarckiano (1871-1918), 26 años más que la República de Veimar (1919-1933) y 28 años más que el III Reich «milenario» de Hitler. El hecho de ocultar un año de existencia de la RDA y de datar su partida de defunción a 9 de noviembre de 1989 no es inocente. Sugiere que la RDA no existía fuera de la existencia del muro, que no tenía otra realidad sino la de un espacio que encarcelaba a la población, que no era por consiguiente sino un triste paréntesis en una historia que volvía a su cauce normal el 10 de noviembre de 1989. Mientras que el III Reich y la República de Veimar ocupan y con toda la razón un lugar importante en

la enseñanza y los libros escolares, podemos apostar que dentro de 10, 20, 30 años o más, sólo se mencionará a la RDA en una nota al pie de una página. Ya en 1990, cuando al escritor S. Heym le preguntaron lo que iba a quedar de la RDA contestaba: una nota de pie de página en la Historia mundial. Puede ser que sí, puede ser que no. Es cierto que la RDA desapareció del todo como Estado y pocos son los que la echan de menos. Sin embargo el PDS, partido que sucedió al SED, el partido comunista de Alemania del Este, que ha obtenido el 23% de los votos en los cinco nuevos lánder (regiones) que corresponden a la antigua RDA, al cual los recientes sondeos atribuyen el 30% de las intenciones de voto, el PDS reclama, nueve años después de 1a unificación, que se escriba en la Constitución un objetivo por alcanzar: la unificación interior. ¿Qué significa dicha expresión? Está realizada la unificación política, los nuevos lánder son lánder de la República Federal, pero un muro seguiría separando a los alemanes del Oeste de los alemanes del Este, a los antiguos lánder de los nuevos, y la zanja entre ambas partes se iría haciendo cada vez más profunda. La unificación (¿reunificación?) se efectuó a paso de carga. Menos de un año después de la caída del muro (09/11/1989) deja la RDA de existir y se adhiere, conforme al artículo 23 de la Ley Fundamental, a. la. RFA, es decir que se hace parte integrante de la.RFA, lo que tiene como consecuencia una extensión no sólo geográfica de la RFA, sino también política y jurídica: el espacio regido por la Ley Fundamental consta ahora de 80 millones de habitantes (63 + l7) y Berlín, la antigua capital de Prusia y del Reich, vuelve a ser, después de animados debates en el Bundestag, la capital de ese conjunto. Dentro de poco tiempo, el ejecutivo de la Alemania unificada, el Parlamento, las distintas administraciones, pero también las embajadas extranjeras procederán a su traslado (costoso) de Bonn a Berlín, donde se encuentran desde que se decidiera ese traslado las mayores obras de construcción de toda Europa. El centro geográ-


DICIEMBRE fico de Alemania se desplazará unos 500 kilómetros hacia el Este y se quedará situado a menos de 100 kilómetros de Polonia. En 1990. está realizada la unificación alemana: unificación territorial, soberanía recobrada, unificación monetaria, económica y social , y por fin unificación política. Los dos primeros aspectos corresponden a lo que se llaman los aspectos propiamente «exteriores» de la unificación, en la medida en que no dependían únicamente de Alemania o sólo de las Alemanias sitio también y sobre todo de los antiguos vencedores de Alemania (URSS, EE.UU., Reino Unido, Francia) El otro aspecto corresponde a la relación entre las dos Alemanias y tiene un carácter «interno».

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Consecuencias sobre las mentalidades Muchos alemanes del Este (una mayoría, según los sondeos) se consideran como unos olvidados, unos ciudadanos de segunda zona. Claro que nadie desea que vuelva el régimen anterior; todos aprecian la libertad de circulación, de expresión y... de consumo. Pero la comparación de ciertas realidades de antes con la RFA de hoy no resulta siempre a favor de ésta. Las consecuencias sociales y la instauración de 1a economía de mercado perjudican los valores que se creían inherentes a la democracia. «Queríamos la justicia y el derecho...» dijo Bárbel Bohley, una de las personas egregias de la revolución pacífica de 1989, «...y hemos tenido el Estado de derecho», es decir, aquél en el que hace falta a veces pagar muy caro para que le reconozcan a.

Podemos apostar que dentro de 10, 20, 30 años o más, sólo se mencionará a la RDA en una nota al pie de una página

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uno sus derechos, el que, a pesar de la denominación, no respeta dos derechos esenciales: el derecho a una vivienda y el derecho al trabajo. La sociedad individualista del «cada uno lo suyo», de la competencia (en alemán: «Ellenbogengesellschaft», o sea «sociedad donde hay que dar codazos») hace echar de menos la solidaridad -verdadera o fingida- de antaño.

El hecho de ocultar un año de existencia de la RDA y de datar su partida de defunción a 9 de noviembre de 1989 no es inocente

Por fin, hay una categoría de la población que siente fuerte y amargamente lo que ha perdido: son las mujeres, las primeras víctimas del paro (80% de ellas trabajaban en los tiempos de la RDA), las primeras víctimas de la supresión masiva de las guarderías infantiles para niños entre 0 y 6 años.

En el caso de la Universidad, la mayoría de las cátedras están ocupadas por alemanes del Oeste

Ciudadanos de segunda zona, los alemanes del Este lo son de verdad · porque se les ha disminuido en la mitad sus años de antigüedad, bajo el pretexto de que la rentabilidad del trabajo era. menor o que trabajaban para un Estado de «no derecho», para no decir criminal, · porque, en numerosos sectores, los sueldos y salarios siguen siendo inferiores (aproximadamente en un 20%) a los de sus colegas provenientes del Oeste y con quienes trabajan todos los días, · porque en muchos sectores son los ale-

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manes del Oeste los que ocupan los puestos de responsabilidad, los empleos más lucrativos. Es el caso de la Universidad en que la mayoría de las cátedras están ocupadas por alemanes del Oeste, · porque los alemanes del Oeste siguen teniendo una imagen negativa de los alemanes del Este: falta de iniciativa, poco ardor en el trabajo, mala organización.... (ver los titulares de los periódicos) Lo que la RDA no consiguió hacer -crear una identidad alemana del Este- la RFA lo está consiguiendo. Un historiador americano se atrevió a avanzar en 1995-6, la tesis de una «etnización» de los alemanes del Este. La tesis era provocadora y la realidad más matizada todavía de lo que aparece en estas líneas. Pero: 1) el PDS, sucesor del SED y representado casi únicamente en el Este ha logrado un 22% en las últimas elecciones: los sondeos le atribuían para 1999 el 30% de las intenciones de voto. Si el PDS no obtuvo tal porcentaje de votos en todas las elecciones regionales de septiembre-octutre de 1999, consiguió sin embargo notables resultados en todas partes. En las elecciones de Sajonia, un Land que suele votar CDU desde 1990, el PDS aventajó con el 22,2% de los votos al SPD, pasando a ser el segundo partido del Land, relegando en tercer lugar y muy atrás a los socialdemócatas que sólo obtuvieron el 10,7% de los votos. Al día siguiente de las elecciones al Parlamento de Berlín, el 10 de octubre, en el diario Süddeuttsche Zeitung, se pudo leer en la página 4 el titular siguiente: «Laboratorio de la división. El Este pertenece al PDS, el Oeste a. la CDU. Ningún indicio de unidad». El PDS que obtuvo en Berlín una media de un 17,7 %, consiguió en las circunscripciones electorales del Este de la. Ciudad los siguientes resultados: un 42,1 % en Berlín-Mitte, 34,1% en Prenzlauer Berg, 41,3 % en Friedrichshain y un 44,6 % en el barrio nuevo de Marzahn. Así, en el Este de la ciudad, la media de los votos PDS ascendió al 40%. 2) para ciertos libros, las editoriales han realizado unos libros escolares en ediciones regionales (Regionalausgaben) con ejemplos y textos especiales, elocuentes sólo para los jóvenes del Este. 3) el vitacola, bebida creada en los tiempos de la RDA para imitar la coca cola con la cual se soñaba, ocupaba 12% del mercado hace un año. En Turingia, llega este año en segundo lugar detrás de coca cola, con 30% del mercado.


DICIEMBRE Para concluir Para concluir, bien estaría plantearse esta cuestión histórica y teórica fundamental: una unificación nacional que se realiza por absorción por parte del centro de un territorio periférico más débil ¿no desembocará obligatoriamente en una colonización interior o no pasará siempre por una fase de colonización estructural? Véase la historia de la constitución de la nación francesa, de la unidad italiana, etc.

Jean Mortier es Profesor del Departamento de Estudios Germánicos de la Universidad de París VIII. La traducciónal castellano del texto se debe a Monique Da Silva, Profesora Titular del Departamento de Español de la misma Universidad. (Este artículo reproduce parcialmente, aunque con fidelidad, el texto de una conferencia impartida en Córdoba por su autor, invitado por la Profesora Martín Dueñas y el Profesor Calañas Continente, de la Universidad de Córdoba. Su transcrición se debe a la Profesora Da Silva, de la Universidad París VIII.)

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INET al día S

G

C

EMINARIO PERMANENTE. Un debate entre Félix Ovejero y Carlos Rodríguez Braun -Pensamiento crítico versus Pensamiento único- ha puesto punto final al ciclo que hemos dedicado este año al Pensamiento único. En la recta final, José María Tortosa, Cristina Carrasco y Juan Ramón Capella analizaron, respectivamente, las desigualdades sociales, la perspectiva de género y la crisis de la ciudadanía.

A T

RUPOS DE ESTUDIO. El grupo de Democracia: cri-

sis y perspectivas continúa sus reflexiones en torno al papel que los medios juegan en el devenir de la misma, y elabora un documento que sugiere el interés de unos medios de carácter público no sometidos a las exigencias del mercado ni a los intereses partidistas. Los grupos de Mujer y Medioambiente y desarrollo en el Mediterráneo preparan sus textos para ser publicados. Por último, se está componiendo un nuevo grupo, que pretende encargarse de la divulgación de los temas y trabajos del INET.

El momento actual y las perspectivas de la Agenda 2000 fue el título de la conferencia pronunciada por el subdirector del IESA, Eduardo Moyano. Dentro del ciclo dedicado a la Justicia Internacional -organizado en colaboración con la Universidad de Córdoba-, Carlos Castresana, fiscal de la Audiencia Nacional, abordó La justicia internacional: estado de la cuestión.

P

ONFERENCIAS.

I

NALISTAS. El grupo de Analistas del INET man-

tuvo su reunión anual el 11 de diciembre para analizar los efectos que las políticas neoliberales producen en sus respectivas áreas de preocupación y conocimiento. Como es habitual, las comunicaciones se recogerán en una publicación monográfica. AMSTERDAM. La Comisión Europa ha dado su apoyo al programa -presentado por el INET y ETEA- La Unión Europea en la hora del Tratado de Amsterdam: una perspectiva española. El proyecto incluye cursos a profesores de secundaria, asociaciones de mujeres y cargos públicos, la elaboración de un CD, la edición de material divulgativo y la producción de un anuncio para su emisión por televisión. Las actividades culminarán con un encuentro con parlamentarios europeos en la sede de Estrasburgo. RATADO DE

UBLICACIONES.

INET-Selecciones ha preparado una antología de textos fundamentales para un acercamiento riguroso al pensamiento único. También está a punto de aparecer un nuevo libro de la colección Los libros del INET, en esta ocasión dedicado al Seminario Permanente Siglo XXI, siglo de la tierra, con ponencias, comunicaciones y trabajos del grupo de analistas.

NETEMAS. La redacción de INETemas lleva ya algunas sesiones de trabajo preparando un prometedor número 17, que quiere abordar con seriedad crítica El Mundo de la Comunicación. Hay más proyectos. Naturalmente.

INET, Instituto de Estudios Transnacionales, nace en septiembre de 1994 en Córdoba para sumarse a los esfuerzos de otras entidades que buscan un tratamiento y un diagnóstico a los problemas de un mundo estrechamente interrelacionado. El

INET

mantiene vínculos con el Centro de Investigación para

la Paz ( CIP ) de Madrid, con el Transnational Institute ( TNI ) de Amsterdam y con el Institute for Policy Studies ( I P S ) de Washington. Obtiene recursos y orientaciones de la Sociedad de Estudios Transnacionales ( SET ), creada también en Córdoba que, mediante el apoyo del Ayuntamiento de Córdoba, Diputación Provincial, Junta de Andalucía, Comisión Europea, Universidad de Córdoba, y Cajasur, garantiza la proyección de los estudios del

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INET .


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