Turismo repertorio de futuros posibles

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El turismo rural reclama un lugar en la política turística Es tiempo de dar un debate profundo y desprejuiciado sobre las políticas turísticas que se proponga convertir al turismo en un instrumento de integración nacional. Ernesto Barrera1 El turismo ofrece una esperanza de desarrollo e integración en todas las regiones del país. Así lo expresaron los más de 1.000 participantes reunidos el año pasado en el Foro Nacional de Turismo Rural Mil x Mil organizado por CATUR y auspiciado por CAME y el Ministerio de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires, que congregó el deseo de expresarse y de ser escuchados de intendentes y emprendedores de más de 300 localidades rurales convencidos que tienen mucho potencial turístico. El turismo rural no lo hacen sólo las estancias, tiene muchas modalidades: agroturismo, ecoturismo, turismo salud, de aventura, religioso, de estancias, deportivo, científico, de agroindustrias, de comunidades indígenas, gastronómico, educativo, fiestas rurales. Decenas de museos y cientos de centros tradicionalistas enriquecen culturalmente la oferta. Todas tuvieron representación en el foro. Escuchar la voz de las comunidades rurales El mundo rural no sólo produce alimentos, también sostiene el paisaje cultural, sus tradiciones, la arquitectura, la naturaleza, los saberes de identidad. Quienes allí viven quieren quedarse, pero no es fácil, desde los años 60 el desarrollo tecnológico tiende a concentrar la tierra y expulsa población. El turismo se ofrece como un instrumento esperanzador. Diversifica ingresos, desarrolla agroindustrias, valoriza la identidad. Abre las puertas a un futuro promisorio para muchos. Por eso su análisis debe ser económico, sociocultural y ambiental, considerando todas sus externalidades. El gobierno actual, especialmente a través del INTA y del Ministerio de Agricultura, invirtió más que ningún otro en turismo rural, pero el esfuerzo no luce. Lo tapan mezquinas competencias entre organismos, la falta de coordinación y numerosas trabas. Necesitamos una política unívoca, asociada al desarrollo rural inclusivo que escuche la voz de la ruralidad, de intendentes, pobladores y productores. Un turismo rural inclusivo. El ejemplo de Napa Valley en California Los Caminos del Vino de Mendoza son exitosos, pero al compararlos con la Ruta del Vino del Valle de Napa, EE.UU. muestran sus falencias. En Napa las bodegas producen 4% y facturan 30% del vino vendido en California, por las regulaciones existentes sólo pueden vender vino y suvenires, así los productores, los hoteleros y los gastronómicos son quienes ofrecen alojamiento y gastronomía. En Napa todos ganan con el turismo. En Mendoza el negocio lo hacen las bodegas que ofrecen alojamiento, gastronomía, venden vinos y suvenires, mientras los vitivinicultores no participan o lo hacen marginalmente; esto no sólo es injusto sino que empalidece la experiencia cultural de los turistas. Y es grave, porque su desarrollo se hizo con subsidios del Estado, que debería haber previsto que los beneficios que recibieron las bodegas extranjeras también incluyeran a los pequeños vitivinicultores argentinos. No sugiero volver atrás lo hecho, pero sí extraer conclusiones para el futuro. La inclusión no debería ser sólo un discurso basado en una comunidad campesina que recibe uno pocos turistas al año. Más que estructuras, se necesitan políticas turísticas inclusivas Francia, el país que recibe más turistas, EE.UU., el de mayor ingreso turístico y Canadá, uno de países más competitivos no tienen ministerio ni secretaría de turismo. Sus logros no dependen de estructuras, 1

Presidente de la Cámara Argentina de Turismo Rural y Director del Área de Turismo Rural de la Facultad de Agronomía de la UBA


sino de sus políticas, de sus objetivos, de los recursos asignados y de la eficacia de la gestión. En nuestro país hemos jerarquizado el sector con un ministerio que titulariza numerosas regulaciones; pero aún nos debemos un debate que rompa con la rutina intelectual en el análisis de los temas turísticos. Los destinos turísticos consolidados deben su desarrollo inicial al Estado que construyó su infraestructura, creó Parques Nacionales, y subsidió a las empresas. ¿Es justo que sigan siendo la prioridad central de la política turística? Muchos pueblos con singulares recurso, con emprendedores y funcionarios con vocación turística no son atendidos. El mismo derecho que tuvieron los destinos reconocidos lo reclaman cientos de pueblos rurales que sueñan ser turísticos; el Estado debería prestarles un oído a estos esperanzados argentinos. Proponemos conformar el Fondo de Desarrollo Turístico Rural, destinado a pueblos rurales, exigiendo garantías de devolución para que cada año este fondo rotatorio permita sumar a nuevos pueblos. Regulaciones que traban el desarrollo turístico Numerosos países, para combatir su adicción, requieren licencias especiales para vender alcohol. No así en Argentina que sí lo requiere para vender turismo. Sólo 5% de los que viajan por el país y 17% de los que lo hacen al exterior utiliza una agencia de viajes, pero una ley de casi medio siglo dice que sólo ellas pueden vender paquetes turísticos. Así, un productor puede vender una cabalgata dentro de su campo, pero si además llevara a sus pasajeros a comprar artesanías a una comunidad indígena violaría la ley. Porque los turistas lo reclaman y porque pocas agencias los ofrecen gran parte de los productores venden paquetes turísticos. Infringen la ley, tanto como los funcionarios que lo hacen para ayudar a los campesinos e indígenas con los que trabajan. Ni los productores ni los funcionarios son delincuentes, el problema radica en una ley de 1970, cuando nadie, ni siquiera Julio Verne, había soñado con Internet! Proponemos que se flexibilice la normativa de comercialización para el turismo rural. El turismo lo hacemos todos El turismo se asocia a hoteles y restaurantes, su parte tangible, pero son los atractivos que lo originan el componente más importante. Excepcionalmente viajamos para dormir o comer; los hoteles y restaurantes sólo facilitan el disfrute de los atractivos, son secundarios en las motivaciones del viaje. En algunos casos la naturaleza, en otros la cultura o el saber hacer de un pueblo son los atractivos. Quienes los cuidan u originan deberían ser consultados al planear el turismo. 800 mil peregrinos al Señor y la Virgen del Milagro en Salta, 200 mil el cura Brochero, medio millón movilizados por la Virgen de San Nicolás, 2 millones y medio de peregrinos a Luján, evidencian que la Fe es uno de las más potentes motivaciones de viaje. Las fiestas patronales y religiosas colman de visitantes todos los pueblos del país, la Iglesia también tiene cosas que decir en el turismo y más si hablamos de desarrollo inclusivo. Así podríamos seguir con otras instituciones. La política turística necesita una convocatoria amplia, generosa y dispuesta a dar un debate honesto. Haciendo bien las cosas el turismo rural podría generar para las comunidades rurales mil millones de dólares, aproximadamente 5% del gasto turístico, aportando al desarrollo que demanda la ruralidad. Mucho tiempo demandó a la sociedad resolver el debate sobre la bondad o perversidad del dinero. Hoy estamos seguros que es inocuo y que con su uso el hombre puede corromper o hacer el bien. Jorge Luis Borges lo zanjó con una bella síntesis: "...nada hay menos inmaterial que el dinero, ya que cualquier moneda es, en rigor, un repertorio de futuros posibles." El turismo en los territorios rurales puede provocar desarrollo, polución o aculturación, pero, sin dudas, nos promete un repertorio de futuros posibles entre los que anida la esperanza de muchas familias de quedarse a vivir allí donde nacieron y desean permanecer. Por ellos vale la pena que promovamos este debate. Por ellos y por el turismo.


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