Puerta alterna d

PUERTA ALTERNA Miguel Mariscal

No.3 de la Colección Guillermo García Oropeza

1

Puerta alterna te llamo

esquirla de mi voz donde las imágenes se añaden

resquicio que brota por sus esquinas la sal de lo innombrable y teje desde su raíz el otro rostro que habito

así te llamo desde el ataúd de mis frases y te señalo como la amada impura la otra que se refugia en los símbolos.

2

Apiladas voces se retuercen las escucho entre las sombras de mi rostro desencajado

quizá sea el último grito de un hombre que muere en su propio discurso

algunas veces las promesas son así caen como árboles secos en el mismo lugar de su nacimiento

ninguno de los dos siguió el encanto del flautista

sobre este papel se desdibujan disminuidas resonancias.

3

Busco la forma de romper el barro de tu geografía

partir el humo frío que juega entre tus manos

la forma de germinar cada noche el tallo de tus sueños

ya no estar estancado en la sal del recuerdo

busco quebrar los verbos distantes que perdimos

hilvanar esta luz talada por el hastío que cuaja nuestros cuerpos.

4

Caigo desnudo mi desnudez es barro en movimiento

sonido que se quebrĂł al nacer

de mi caĂ­da se desprenden trozos de cristal

lluvia que se sostiene fuera de toda mano intrusa.

Soy ausencia de otra historia.

Montura imaginaria de mi enmohecido aliento.

Paso obligado al tĂşnel que se combina con el vuelo de mi desnudez.

5

Me despojo letra a letra hasta mi total desnudez someto mi lenguaje a su mĂ­nima expresiĂłn mis signos disminuyen

son un punto callado que habla la soledad de donde vengo

ahora soy vida en mi propio silencio.

6

Mientras un vaho dibuja historias en el espejo mi nombre aparece ¿lo recuerdas? es simple: se tejió en la madriguera de los sueños, es serpiente que arrastra el recuerdo, escalera hacia ningún lugar, viste y calza con frases, va desnudo como río y nunca muere en la calidez de otros labios. ¿Cambiarías algo si lo recordaras?

7

Como mirlo hambriento un astillar de huesos me picotea

apenas pronuncio la palabra memoria y sobre sus andenes se cruzan enmohecidos verbos

mi cuerpo se aplaza se consume amargo

no alcanzo a atar cabos cuando el metal de la parálisis aparece

estoy aquí…en mi condición de ave ausente.

8

Busco las calles solitarias donde la sombra incendia su olor de yerbabuena

la estrechez de sus muros es camisa apretada donde exhala la tarde

al filo de los días encuentro mueca fértil en la nomenclatura de mis pasos

así es la sensación de caída

busco mis solitarias calles para iniciar el diálogo y descubrir al extraño que soy.

9

El invierno con sus extremidades se nos viene encima nos abraza con sus flácidos fantasmas

su último beso se desvaneció en los labios de la escritura

al final nos deja cada frase encapsulada en el falo de nuestros dioses

hay que trasladarlo convertirlo en polvo

sólo pudimos sepultar nuestros nombres en los versos.

10

Enterré en el aroma del olvido tu canción con afán de inmolar las tardes donde me debato a piel

no volverá el instante a ensombrecer la roja mirada que se levanta bajo el halo de tu boca para pronunciar la ventisca

cada grito de le trea do es mi penitencia de cartujo

hábito del poema que cruza su frialdad.

11

Detrás de la máscara no hay rostro solo un punto imaginario que dibuja endeble la estación del lenguaje

los signos son caprichos de un horizonte estrangulado envoltura que se consume al pronunciarlos

punto de enlace donde el apelativo de un hombre protagoniza su invención

detrás de la máscara en el rincón de la palabra atrás hay una elipse que desemboca en otra máscara.

12

Escarbo en las letras para enterrar los restos de este cuerpo de frases

cuerpo eclipsado en lo espinoso de la noche en la curvatura de los nombres

sobre la orilla de esta habitaciĂłn hay un refugio para el olvido un puente que lleva sin retorno a los pies del silencio

ahora vago en las intermitencias de la razĂłn escarbo la parte frĂ­a del recuerdo para allanar el garabato que soy.

13

Esta mancha es la tinta de mis fantasmas color que migra de la ausencia al olvido

rabia de un rastro que galopa

agria te deslizas por los pómulos que forman mis brazos líquidos

¿Quién hará crecer tu estancia en el insomnio?

te fugas en los alcoholes de la piel en la rugosidad de los anhelos

liquidez filtrada hasta el telón de nuestros huesos.

14

Un huracĂĄn rompe la muralla de mis carnes

mis fragmentos se enganchan a tus esclusas musgos de terciopelo.

En tus diques habita la flama de mis dedos que dibujan en tus poros la trampa desnuda.

Hay una sensación de ahogo‌

Misterio que avanza por la fronda de nuestras pausas.

15

Este cuerpo se me anuda entre los poros del hastĂ­o lo tocas y tropieza como noche ciega

hay una zona entre nosotros que muere lenta sin posesiĂłn de las frases con un golpe en las cenizas

este cuerpo no sabe de estaciones se anida sin conocer el fruto que cae a sus pies

y ahĂ­ muere en el temblor de su silencio.

16

La soledad es una sombra que se dilata trepa por mis venas hasta trenzar su habitación

aunque una compañía le basta para morir sigue ahí en la palma de mi mano

excesivo la ahuyento en el espejo tras la puerta del diálogo

dama terca que vas más allá de mi respiro eterna acompañante.

17

Estoy en todo el horizonte y me conformo solo con tocar el espejo, más allá de mis manos no hay nada es una ilusión óptica la esquina de tu pelo.

Como astros pegados al vientre de la noche son tus pasos.

Me asomo a tu caudal sonoro donde navego según yo sigiloso y mis propias huellas me siguen.

Dejaré de buscarte -piensoy te encuentro en cada parada prohibida.

Soy vagabundo en un metro cuadrado en mi isla psicótica, en los parajes vacíos de la memoria.

Evoco los caminos donde transité y en respuesta cada palabra como fuego corta mis coyunturas.

Esparcidos como red son tus dichos caigo en sus trampas con la misma pregunta: ¿Cuántas veces he de tropezar con las metáforas? ¿Cuantas horas se necesita para el debate de mi propia voz?

18

El día languidece y la memoria se crucifica esperando redención.

Tomo los sueños por peldaños para yacer en un mejor lugar y desplazarme a mi otra orilla.

Busco mi horizonte en mis propias palabras -si acaso de eso soy dueñopara no dar tumbos, y me encuentro ahí al costado del sol de mi conciencia donde se permean los fotogramas de todas mis edades.

Las ideas que se agrupan como esferas chocan entre sí, recrean calles y nombres, lanzan plegarias en monosílabos al dios de otro dios.

Y finalmente regreso a mis manos a tocar el espejo el que siempre miente.

19

Hay un punto donde el espejo me mira adelantado me siembra de dudas y me acecha de pie

rostros de arcilla se desintegran en su mano

¿Hasta qué altura soportará mi imagen?

en el último rincón del puente es lluvia lo que tocan sus dedos

su marca subterránea la llevo hasta el último tren de los abismos

hay un punto donde el espejo me adula

la inclinación exacta de mi oscura mirada.

20

Un gran peso me encarcela me atenaza lenta avanza la niebla en mis brazos hasta perforarme.

Mi cuerpo se atrofia se descarna en el intento de ser.

Hoy en mi epicentro ha brotado una raíz compacta que crece.

Con los puños entierro mis fantasmas me declaro ausente del otro que habitaba.

Hoy cohabito con el espejo que teme mirarme y sostengo ésta nota ácida de mis ojos.

21

Hozo los dĂ­as para encontrar en mis pupilas una salida al monte de mis alucinaciones.

Vago sin tregua en una laguna de manchas sin color ni tildes.

Mis sueĂąos son esa pendiente que se fragmenta para no llegar al cielo.

Reniego en mi celda de gusanos para detener su marcha (...)

Sea pues mi lenguaje el que marque otro camino.

22

Porque a diario tu mirada se me enreda en los pasillos de cada hoja escrita.

Porque vienes y atraviesas en cada movimiento la tapia de mis pasos

por eso

finjo desgranar la prisiรณn de tu retrato.

23

La noche quema con sus ojos esta coraza de luciérnagas -edificio de mis pupilas-

sus grafitos son arcanos entre mis venas

llevo una luz amarrada a los pies su raíz brota en cada puerta que toco

ahí está la noche felino que acuchilla bajo su manto el relámpago de mis cristales.

24

Lo incrustado en mi nombre me eclipsa

ciudad que se edifica en mis costillas y se desplaza por un rĂ­o circundante

una luz se engarza entre mis cordilleras exhibe los fragmentos donde me habito

el polvo anĂłnimo de mi lengua Ăłrbita crepuscular viaja al sur de mis cristales

sobre mi espalda estalactitas sonoras rompen un imperio que me acuchilla.

25

Hay una neblina que besa la cĂşpula del templo

mis pasos de sombra la rodean

mientras un sueĂąo contenido avanza despierto me encuentro anticipado

la calle es rama voz que escapa a su reflejo

y al cruzar por mi cuerpo escucho en mi sordera otro reflejo.

26

Aquello indefinido es la serpiente oscura que tañe los rostros del espejo

volcánico camino de la sangre que rastrea su propio lenguaje como sombra crecida

los cordones rancios de lo extraño se clavan como índices inquisitorios al pecho de un reino fracturado

aquello indefinido es la fosa de las silabas donde sus huesos horadan la memoria.

27

Hemos grabado nuestro nombre en el mural de los posesos

entre las piernas de los dioses donde se posa fecunda la oscuridad de la parra

nuestros cuerpos yacen tribales cunas de otras lenguas en otros frutos prohibidos

somos estampida bajo un lienzo de mitos

dioses de sal que beben su copa sobre la roja sed de los sacrificios.

28

Llego a tus territorios cómo te llamaré

eres cosa en plural astro gemelo que se reúne en el horizonte

con mi báculo sostengo mis pasos subo a tus montes y sacio mi sed

le doy espacio a tu existencia: unificada y diluida

me cubro a la sombra de tus volcanes en un viaje que inició en la espesura de tu cuello

al final te nombro: ensenada de ojos continente de lunas errantes.

29

Me despedazo entre esquirlas de un mes sin recuerdo en mi exacto extravío

desde el hervor de tus aguas mis labios son invierno en carbón encendido

sobre estas líneas se fugan las esferas del tiempo a cuentagotas

me acorrala la mitad que esta noche delimita el retorno

¿Por qué me despedaza éste instante que habito?

30

Me filtro en los linderos de las vocales piso la extensiĂłn de sus cuerpos para saltar hasta ti a tu lengua embaldosada en mi dormitorio.

Penetro el centro que emana de tus ruidos de sĂ­labas danzando alrededor de tus caderas.

En cada risco te palpo y en cada signo que llevas se resbala mi angustia.

Eres puerto en frases desconocidas vocales que me atragantan me hunden cada vez que las pronuncio.

Inseparables son a tu nombre que en mi mudez invoco.

31

Cuando violento se filtra el sol por la venta lo que veo es mi propio reflejo, barcos navegando es el cuerpo universal del tiempo.

Soy prisionero bajo el yugo arenoso de mi propio reloj huella que se desteje en hilos de silencio.

Me pulverizo cruzo el pรกlido filo de la hoja

y regreso al punto de partida.

32

Mientras el tiempo desenfada su ira me desplazo por tu talle de alabastro

en tus ásperos estanques dejo mi huella se aloja como agónica piedra indescifrable

somos nómadas cicatriz que nace interna

así suspendidos en el envés de la lluvia un rayo sella nuestro trágico movimiento de cristal.

33

Un rocío es flama y cae sobre la fronda

deja en el ambiente un eco moribundo.

Revienta sutil. Triunfa.

Las estaciones hibernan en la soledad de su huella

y un delgado aliento se aferra al ebrio campo de la vida.

Rocío de palabras diálogo entre los páramos

estanque que arde en su navegación

se pronuncia y no muere.

34

Mis ojos no caben en este camino de otoĂąo son incendio lejano, fortaleza sobre un mantel de elementos

viajo sobre viento que duerme y descanso bajo sus brazos de agua

mis venas son semillas, fermentos de olvido que tejen el sereno lunar para pescar las vetas de mis sueĂąos

raĂ­ces de luz son mi cuerpo, estoy atado a los planos de otra tierra donde la noche es hilo y congeladas sus estaciones.

35

Mis imĂĄgenes son esos puntos sin color que andan por los ĂĄcidos callejones de mi memoria

son las hierbas que brotan en mis cordilleras y hozan en los minĂşsculos pedernales de mi historia.

36

EntenderĂĄs que el sitio de cualquier lugar indica tu presencia que viaja

fuimos imĂĄgenes, incendios del tiempo, naufragio en la corteza de la piel donde los almendros dibujan rostros y las carnes vĂŠrtigo de los nombres hoy cenizas.

37

De mis órganos brota raíz universal árbol que mira el interior de su muralla.

Mi voz abastece las estaciones del año con nítida conversación, entre tanto mi piel se consume en el transcurso audible de su forma.

Estoy cerca de cada punto lejano de mis ruidos donde no hay distancias contenidas.

Retiro la cáscara del otro que fui.

Y de ahí parto para formar el constante lago de mis tallos sobre el borde de mi venas.

38

Hay una herida dulce en lo sagrado

mi mano desciende hasta palpar tu silencio

en ĂŠl me pierdo y me reencuentro

en la lĂşbrica esencia de tu veneno.

39

No hay lugar se esfuma al pronunciarlo no hay lugar verdadero solo molestias ángulos de un vacío extraño no hay lugar en este silencio que se atasca en el óxido rincón de la pluma.

No hay nada después… ni el murmullo de lo que fuimos no queda rastro del cincel que nos forjó no hay lugar no hay lugar.

40

Portamos en la espalda la cuenta de nuestros muertos

el tiempo los arrastra como viento en la memoria

Los nudillos de la voz se fermentan traspasan nuestra profana investidura

y sin preguntas

Todo queda bajo los hombros de un gastado aliento

sobre las huellas de un lazo roĂ­do que disimula una emasculada idea.

41

Quedé atrapado en mitad de la frase a la intemperie del comienzo, la poca visión de mi pilastra nubló el gris de mis temores y preferí dialogar con mis impulsos.

Encarcelé el juicio bajo llave.

Encharcado de ti se me secaron las manos para tocarte.

No logré traducir el loco movimiento de mis dedos.

Mis ojos como mis labios murieron y en su lápida se inscribió el enigma que tú dictaste.

No pude completar aquella frase que iniciaste en el cuerpo y así nos consumimos…

El tiempo con su bordón nos alcanzó.

42

Insidiosa luz se refleja en el cuerpo tibio una sombra de intrigas aparece de perfil.

es una fuga una simple cargada de complicidad

tocar su luz ¿para qué?

en su momento rocé la textura del alba donde el lívido cristal se restregó en los distantes cuerpos

tibias edades chocan con añejos mechones -lucha del poeta con los sueños-

ahí queda la rabia en la quietud de los cuerpos.

43

Se desangra el último aliento de mi báculo avanzo sin avanzar sobre una ausencia de plegarias

mi voz se pulveriza diluida entre los dedos

un pálido crucifijo clava sus hambrientos ojos en el muro de los deseos

el cuerpo que poseo es pillaje es delirio

estoy frente a mí mismo ¿quién podría sostener estos grilletes?

44

Si lo sabes... entonces mira el tejado y su arcón milenario entre tus prendas

escucha en cada pliegue de tu almohada el diluvio astral del silencio

y cómo se construyen ruinas a través de la flama del canto

así sabrás que todo me rodea tras esa puerta: tus movimientos tus secretos orales.

ahora soy la llave que te abre.

45

El mundo es una copulación de miradas que se esconden tras el velo de las intenciones

es la mano histriónica que sostiene una vulva cálida más allá de la nostalgia

reflejo desnudo de una madre que entre sus muslos bebe el sabor añejo de los tiempos Un viento que se palpa

Un cuerpo que se sueña.

46

La radio sintoniza un clavicordio cíclico. descarapela con su lirica filigranas en el espejo

el viejo reloj asoma sus brazos caídos y el traje del pianista acompasa su nostálgica tonada

hemos nacido de corazón en sepia almanaque de geografía pautada

mientras el cuadro se sostenga en sombras entonaremos la misma melodía.

47

Hay tormentas que se desatan en la boca.

En todo tiempo la palabra carga un raro cultivo.

Emerge entre sus dinteles una pereza provocada -orgía de las charlas¿Cómo deshacer el áspero ruido del discurso?

Estancada en la penumbra, se lucha una batalla desnutrida.

Donde la última comedia de nuestra boca es brizna que ahoga la pluma en la garganta.

48

Alguien cava mi sepultura sobre montĂ­culos de sal mi cuerpo viaja al interior

abro la puerta que lleva al polvo donde no hay nadie

no soy de nadie solo me pertenezco

desciendo manso al naufragio y duermo en la raĂ­z del verso.

49

Busco un cobijo en las alas del viento, pero caigo al instante donde el ojo apunta con su lanza

mis ataduras se encuentran en el picaporte de la noche las espinas hacen de mi carne su trono.

Te he dicho que tengo un tiro de gracia sin pecho de por medio.

50

No levantarĂŠ mĂĄs sobre mi rostro los acechos de la sombra

naufrago con la piel calcinada sin hallar un puerto

me consumo al gemido de estas tierras.

Todo se escribe en la espesura que descifran estas llagas

pierdo el rumbo donde el abrazo del insomnio me devora.

51

No es para creerlo pero algo ha quedado en algún lugar por mínimo que sea mi piel se desgaja en el mundo se derrite contra su propio orgullo.

Me pregunto bajo qué sombra se posará o si podrá derribar esta cordillera de palabras que la aprisionan ¿y para qué?

Si el límite de mi sudor está del otro lado en el grito calmoso de mi existencia.

Esta piel se me desgaja sin previo aviso la busco sobre la losa rota del silencio en el reflejo de mi triste alegría.

Aunque la defensa empieza desde adentro soy el más convencido que hay una brizna en cualquier lugar de mi osamenta.

52

Prosigo al derrotero de tu sombra que envuelta en olvido sugiere no regresar.

Al calce de las palabras la memoria pierde su forma de recuerdo, por ello estuve presente al paso de tu luz como idea dormida en lenguas de caracoles.

Sorteo los días en mi desesperada guerra, sol adormilado bajo tu pecho de miel que de trinchera en trinchera se acomoda en sus aguas hasta quebrar su virginal rezago.

Tus aguas ausentes gritaron por sus olas crucificadas en los linderos de mi pecho, convertidas en ecos marinos.

Todo vertido en un instante a la ancha voz de mis arenales.

Prosigo al derrotero de tu embarcación, a los viejos aleteos de costas infinitas que susurran la guía como faro imaginario en medio de la neblina, aves mentales como la brisa de tu garganta enlutada que se enfrasca en el manto de las horas.

Las palabras se escapan de su prisión de sal y se anidan en los sexuales cuerpos de los moluscos, anémonas y conchas marinas, nada escapa a la ferviente llamarada del deseo. ¿Qué rastro dejó mi aquejado sueño en medio de tus islas? ¿En medio de tus quebraduras de salmuera?

Me guía el grito de las olas como alfombra de inquietante naufragio que busca su refugio en algo sólido que flota en la penumbra.

Quizá el querer asirme al derrotero de tu navío me hace vislumbrar ese faro de aleteos viejos y me prendo a su mástil para contornear mi suerte en la misma brisa enlutada.

53