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3 de DICIEMBRE de 2014
las tres vidas de jorge zepeda
El periodista Salvador Camarena hace el perfil del autor de Milena, o el femur más hermoso del mundo, ganador del Premio Planeta 2014. p.6
becerra-acosta visita a un rockstar de la fil Una conversación con Xavier Velasco rodeado de groupies. p.14
Mi vecino
“No me tengo tanta confianza como para profetizarme sin temblores: son demasiados los azares de esta vida, decía una canción que nunca se cantó”, Caparrós sobre Ricardo Piglia.
Juan Gelman Foto: archivo milenio
Un recuerdo de Paco Ignacio Taibo II. p.10
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somos lectores
carta de intención
De periodistas y literatura
(†) JESÚS D. GONZÁLEZ FUNDADOR FRANCISCO A. GONZÁLEZ PRESIDENTE FRANCISCO D. GONZÁLEZ DIRECTOR GENERAL JESÚS D. GONZÁLEZ DIRECTOR GENERAL ADJUNTO CARLOS MARÍN DIRECTOR GENERAL EDITORIAL HUGO CHAPA GAMBOA DIRECTOR EJECUTIVO Alfredo Campos Director editorial ROBERTO LÓPEZ SUBDIRECTOR EDITORIAL NÉSTOR OJEDA SUBDIRECTOR EDITORIAL HÉCTOR ZAMARRÓN SUBDIRECTOR EDITORIAL carlos puig director editorial milenio digital Bárbara Anderson Directora de innovación editorial RAFAEL OCAMPO Director editorial de deportes MIGUEL ÁNGEL VARGAS DIRECTOR de enlace editorial pedro González director general de operaciones JAVIER CHAPA DIRECTOR general de medios impresos ÁNGEL CONG DIRECTOR de milenio digital ADRIÁN LOAIZA DIRECTOR tecnología y procesos Guillermo Franco director de ingeniería y regulación MAURICIO MORALES DIRECTOR DESARROLLO CORPORATIVO ADRIANA OBREGÓN DIRECTORa COMERCIAL Francisco somohano Director de comunicación estratégica dyana reyes directora innovación comercial VALERIA GONZÁLEZ DIRECTORA CREATIVA tomás sánchez director de mercadotecnia corporativa MARCO A. ZAMORA DIRECTOR PROYECTOS ESPECIALES FERNANDO RUÍZ DIRECTOR PRODUCCIÓN
Feria Internacional del Libro 2014 Carlos Puig julio patán Galia García Palafox Cecilia Estrada Alberto prado angélica vázquez Ixchel vélez
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PARA HOY
Foto: CÉSAR ÁLVAREZ
Conocí a Juan Gelman gracias a Paco Ignacio Taibo II cuando yo era un novatísimo reportero del suplemento que Paco dirigía en la revista “Siempre!” Cuando le llamé para pedirle un texto sobre Juan para este FILIAS, me anunció que contaría de lo que hablaban cuando salían a pasear a sus perros en la Condesa, donde fueron vecinos y amigos. El texto que hoy presentamos es eso, pero gracias a Paco, es también un breve perfil literario y político. El poeta José Jaime Ruiz nos ayudó con una breve selección de la obra de Juan, colaborador de esta casa hasta su fallecimiento en enero de este año. Años antes de ganar el premio Planeta, Jorge Zepeda transformó para siempre el periodismo de Guadalajara. Le pedimos a otro periodista, compañero de Jorge en aquel “Siglo 21”, que recordara aquellos tiempos a la luz de la nueva vida, ahora como novelista, del autor de “Milena, o el fémur más bello del mundo”. Los pasillos de la Feria es ese extraño lugar en que los escritores son tratados como estrellas de rock. Juan Pablo Becerra Acosta conversó con uno de ellos. Este FILIAS está, pues, lleno de periodistas y de su relación con la literatura. Cuarta edición. A la mitad del camino. Carlos Puig
Nada tan complicado como elegir entre los cientos de eventos diarios algo que recomendar. Con esa advertencia, aquí van los que pensamos son los imprescindibles de la jornada.
Mil jóvenes y un Quijote
El escritor miembro de la Real Academia Española Arturo Pérez Reverte platicará con jóvenes en el Auditorio Juan Rulfo a las 17:30 horas.
Premio Planeta
Jorge Zepeda, ganador del premio Planeta 2014 presenta el libro “Milena, o el fémur más bello del mundo”. Salón 5 a las 20 horas.
Emma
La nueva novela de Francisco Hinojosa será presentada por Jorge F. Hernández en el Salón Agustín Yáñez a las 19 horas.
Premio Sor Juana Inés de la Cruz
La argentina Inés Fernández Moreno recibirá el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su novela “El cielo no existe”, a las 19:30 horas, en el Auditorio Juan Rulfo.
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Paparruchas. La columna de martín aNTONIO caparrós
Piglia y su Piglia
No me tengo tanta confianza como para profetizarme sin temblores: son demasiados los azares de esta vida, decía una canción que nunca se cantó. Pero, si ninguno de ellos se encarniza, esta noche a las 20 estaré sentado en un estrado con Juan Antonio Villoro y Martín Antonio Kohan, presentando, en el Salón 2 de la FIL, la Antología Personal de Ricardo Antonio Piglia; estaré, ya está claro, abrumado por las presencias de Villoro y de Kohan y, sobre todo, de Ricardo Piglia. Así que, supongo, hacia las 20.10, cuando los treinta y dos asistentes se hayan acomodado, me tocará acogerme a las gene-
rales de la ley. Decir, digo, me acojo: que me caben las generales de la ley. Y explicar que no puedo hablar de Piglia sin explicar que Piglia, para mí, fue la Argentina. Alguien, quizá, no termine de entenderme, y tendré que abundar. Diré, entonces, que fue hace muchos años: tal vez fuera 1980, o quizá 1981; digamos que era 1981, o puede que 1980. En esos días la dictadura argentina cumplía cuatro o cinco años de lucha y yo, por no dificultar las cuentas, otros tantos de vida en las afueras. Primero fue París, después Madrid, siempre con la firme convicción de que la Ar-
INTERROGATORIO FILIAS
Juan José Martínez Quiso ser astronauta o geólogo, hasta que se dio cuenta que para eso había que estudiar matemáticas. Entonces se volvió escritor. Su última novela es “La novia de Houdini”. ¿Qué es lo que te hace feliz en este momento de tu vida? Tengo un niño de 3 años y va a ser su piñata. Estoy contento comprando libros para regalarlos a los que van a la fiesta. ¿Qué debe tener un libro para que sea bueno? Que me cuente una historia, que me sorprenda, que lo lea de un tirón y lo recuerde toda la vida. ¿Cuál es tu libro favorito? “Las aventuras de Tom Sawyer”. Lo leí de niño y me ha acompañado toda la vida. Cuando voy a otro país compro Tom Sawyer y aprendo nuevas palabras porque me lo sé de memoria. ¿Cuál es tu género literario favorito? Novelas largas. Me encanta una novela que dure días leyéndolas. ¿A quién admiras en el mundo literario? Admiro y envidio mucho la obra de Alejo Carpentier, su conocimiento de la música, su prosa barroca. ¿Cuál es tu mayor miedo? La oscuridad todavía me da miedo. ¿Cuál es tu personaje literario favorito? Justine, de Lawrence Durrell. ¿Qué libro no has leído y siempre has querido leer? “El acercamiento a Almotásim”, que no existe. Borges lo menciona en un cuento. No lo he leído, así que lo estoy escribiendo. ¿Cuál es el mejor recuerdo de tu niñez? Mi padre, el mar, la calle, su camión de volteo.
gentina no existía: que ese país donde yo había cumplido 18 ya no existía –y que no valía siquiera la pena de pensarlo. Era, diré, si acaso, entonces, un desierto, un raro vacío donde habían matado a demasiados amigos y expulsado a los más afortunados; era un cono de silencio desde el que me hablaba, por carta, de tanto en tanto, mi mamá. Hasta que recibí –probablemente, diré, fuera 1980, o quizá 1981– por el correo un libro que me mandaba ella desde Buenos Aires. Se llamaba Respiracion artificial y lo firmaba un tal Ricardo Piglia. Lo leí, porque entonces leía, sin expectativas; tardé poco en recibir las ondas expansivas. Fue un cataclismo bien localizado: la erupción de un país. Respiración me hizo creer que sí existía un país que se llamaba la Argentina; que si alguien, en ese territorio, podía escribir eso, no
todo estaba perdido. Y que, por lo tanto, podía volver a contar ese lugar entre los míos –diré, y tendré que evitar un charco de emoción: cuanto más viejo, más me cuesta. Entonces seguramente mi amigo Juan me ayudará con un chiste bien puesto, su capote de malabarista. Y entonces callaré para escuchar la elegancia del local, la razón del visitante. Y me seguiré preguntando, más tarde, quizás hacia las 20.30, cuando ya los bostezos empiecen a decorar la sala, qué Piglia decidió ser Piglia. Porque su Antología personal –diré, intentaré decir– es, como su nombre dice, una ontología personal: una elección de los textos que deberían conformarlo. Un hombre, 73 años, mucho escrito, mucho leído, mucho pensado, cada vez más celebrado, decide decidir quién fue. El escritor, al editarse, edita su vida: define qué escritos le dibujan el perfil definitivo. Cientos, miles de páginas quedarán afuera; adentro, en ese libro del Fondo de Cultura, unas trescientas serán Ricardo Piglia. Que –trataré de decir–, borgeano al fin, alterna narración y en-
sayo e incluso su gran momento de la mezcla de ambos, el principio de Respiración: “Puede llamarme senador, dijo el senador. O ex senador. Puede llamarme ex senador, dijo el ex senador” –para citar una de las frases que, entre Ricardo Piglia y Thomas Bernhard, más daño me han hecho. Y ya habrá claros bastante oscuros en la sala, y seguiremos hablando de Piglia y su Guevara y de su Arlt, de su Sarmiento y de su Marx, de sus ladrones y sus policías, de sus complots y sus conspiraciones. Y a esa altura, por supuesto, los infinitos azares de una conversación nos habrán internado en vericuetos que nadie sabe ahora; a esta altura la razón del local, la elegancia del visitante los habrán llevado tanto más allá de lo que puedo imaginar. Así que ya serán casi las 21, llegará el papelito que nos llame a silencio, y nadie habrá hablado de un par de asuntos clave –entre ellos, la importancia de llamarse Antonio. Nos habremos callado, como aquí. Siempre hay, en todo texto, algo que no se dice: salvo en los fracasos más gloriosos, los logros más abyectos, ahí está lo que importa.
Respiración Artificial me hizo creer que sí existía un país que se llamaba la Argentina; que si alguien, en ese territorio, podía escribir eso, no todo estaba perdido”.
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El argentino del día
Foto: CÉSAR ÁLVAREZ
Cuando me agarran mis tristezas me pongo a escribir”
Gabriel Rolón
por Alejandra Arteaga
El psicoanalista que cuenta historias Cuando Gabriel Rolón necesita terapia, escribe. Así nació su primer libro, “Historias de diván”, un best seller. Sólo en Argentina vendió más de medio millón de ejemplares. Rolón es escritor, psicoanalista y músico. “Historias de diván” tiene un poco de los tres, pero -y lo deja claro- no es un libro de autoayuda o una terapia móvil, sino una forma de entender el psicoanálisis. Porque un libro no ayuda a nadie, dice, o al menos no acaba con neurosis y complejos. Para resolverse a uno mismo, sólo vale el diván. ¿Fue difícil escribir de lo que haces? En realidad lo difícil era tratar de salir del lenguaje técnico para poder comunicarse con la mayoría de los lectores, porque yo no escribo para que me lean solamente los psicoanalistas, yo escribo libros para difundir el psicoanálisis. Y una de las dificultades era no quedar atrapados entre los libros de autoayuda. Es un género por el que tengo respeto, pero me interesaba mucho diferenciarme de los autores de autoayuda porque yo lo único que quería era transmitir la experiencia del psicoanálisis. Por eso empecé con un libro que tiene que ver con casos clínicos. Le conté a la gente algunos casos que yo había llevado adelante, por supuesto con permiso de los pacientes y modificando sus nombres, sus edades, para que no se dieran cuenta de quién hablaba, pero escribí un libro donde conté nueve historias de pacientes: uno que se había separado, uno
que tenía una enfermedad terminal, otro que era un enfermo de celos. En fin, algunas cosas graves y otras no, para mostrarle a la gente que el psicoanálisis es un espacio para contener el dolor y para poder superar algunas cosas. Fue un desafío hermoso; un desafío complejo, pero hermoso. Hasta el punto tal que en algunas cátedras en las facultades empezaron a dar mis libros para aplicar los temas. ¿Tu intención al escribir es ayudar a entender el psicoanálisis o ayudar a través del psicoanálisis? No, a través del psicoanálisis ayudo en el consultorio, que es la única manera. Yo no creo que un libro ayude a nadie más que haciéndolo una mejor persona, que ya es ayudar mucho, pero en eso vale un libro de Shakespeare, de Octavio Paz o de Jorge Luis Borges, no hay un género. Lo que ayuda a un lector es un buen libro, cuando un lector lee un buen libro lo termina y es una persona distinta. En ese sentido, un libro te ayuda, pero lo que es clínicamente solo puedo ayudar en el consultorio. El resto es la difusión del psicoanálisis y también, no hay que negarlo, un placer personal por escribir. Esto es lo que te permite la literatura. A veces estás más o menos, a veces estás mal, y en lugar de encerrarte a llorar te sentás a escribir. Entonces de lo que era solamente angustia generaste un hecho artístico. En ese sentido, cuando me agarran mis tristezas me pongo a escribir.
¿Es tu propia terapia? Sí, por supuesto. Además de tener mi propio analista, que lo tengo, escribir es un acto terapéutico. ¿Todavía existe esa idea de que quien va con un psicoanalista es porque está loco? Totalmente. Esa fue una de mis primeras intenciones con este libro: mostrar los casos de gente común, digamos que para ir en contra de esa idea de que hay que estar loco, de que hay que tener vergüenza de decir que uno va al psicólogo. Como tengo un cuerpo, tengo emociones. Cuando me duele el cuerpo tengo que ir a un médico; cuando me duelen las emociones, tengo que ir a un psicólogo. ¿Cuándo te diste cuenta de que querías hacer esto? Desde muy chico. Si bien la profesión la comencé más grande, porque yo antes hice estudios en ciencias económicas, un profesorado en matemáticas, soy profesor de música y de guitarra. Pero mirando atrás, yo encuentro mi vocación en la infancia. Mi padre había tenido una vida muy difícil, encerrado 10 años en un colegio, sin que nadie lo pudiera ir a visitar, sin salir a la calle. Y algunas noches me levantaba cuando él se quedaba despierto solo y me sentaba a escucharlo, y él me contaba su infancia, sus días en el colegio, sus fines de semana en soledad. Yo me quedaba una o dos horas escuchándolo. Tenía seis o siete años. Creo que ahí empecé a ser psicoanalista.
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Leer imágenes «Arquine», revista trimestral de arquitectura dirigida por Miquel Adrià, tiene 16 años de publicarse --en unos días saldrá el número 70. Escribí ahí ya en el segundo número y después fui, por un año aproximadamente, jefe de redacción, antes de formar parte del consejo editorial. Desde hace año y medio soy el director de contenidos --el editor, en una palabra. Cuando inicié ese trabajo hubo una presentación más o menos informal ante mis compañeros del consejo. Tenía que explicar cómo entendía yo el trabajo de «edición» que vendría. Al preparar lo que diría, como ahora al escribir esto, revisé la lista bajo el título «edición» en el programa en el que escribo. Edición: deshacer, rehacer, cortar, pegar, pegar con el mismo estilo, eliminar, borrar todo, seleccionar todo, anular selección, aceptar cambio, rechazar cambio. No se trata de una definición de lo que es «editar», sino de una lista de acciones posibles en lo que en la prehistoria se llamaba un «procesador de palabras». Pero editar sí es, hasta cierto punto, cortar y pegar con el mismo estilo. Sobre todo en revistas como son las de arquitectura. En una revista literaria o política, los textos pueden conservar su novedad antes de publicarse: son inéditos hasta que se
editan. Pero con las imágenes es distinto --y al menos la mitad de lo que los arquitectos leen son imágenes (en el mejor caso, a veces sólo las vemos). Las imágenes --no hay necesidad de abundar mucho -- viajan a gran velocidad. Ya no hay ni siquiera que esperar a que alguien edite --es decir, seleccione-- entre las fotos de un edificio recién terminado. Los fotógrafos profesionales y los arquitectos mismos nos adelantan las imágenes en las redes sociales. El reclamo habitual del editor es justamente la falta de selección: el único filtro a tanta imagen es alguno de los que ofrece Instagram. Pero el reclamo seguramente es anacrónico. Ya desde su famoso ensayo de larguísimo título, Walter Benjamin habló de cómo la diferencia entre el autor y el público, entre el productor y el consumidor, desaparecía. La auténtica diferencia en el trabajo del editor está en otra parte y no tiene que ver exclusivamente con cierto nivel de «especialización»: habría que desechar asimismo esa visión aristocrática que pone la calidad del lado de las minorías especializadas. También en las redes es posible encontrar muy buen trabajo de edición --pienso en blogs como BLDGBLG o The Funambulist, entre muchos más.
Mimi Zeiger -@loudpaper en Twitter-- ha hablado de una nueva figura que depende totalmente de las redes: el crítico colectivo. La diferencia, entonces, no está en el contenido, en la pura información, sino en los efectos o, para usar una palabra que también le gustaba a Benjamin, en las operaciones. Deshacer, rehacer, cortar, pegar, eliminar, seleccionar, pero ¿para qué? En otro de sus ensayos, «El autor como productor», Benjamin, a partir de Brecht, explica algo que puede servirnos para entender esa diferencia que hace (a) un editor: «la diferencia decisiva entre el simple abastecimiento de un aparato de producción y su transformación». El editor aspira a que su selección y la manera de presentarla agregue algo a la mera suma de lo seleccionado. Hay ahí, por supuesto, una toma de posición --evidentemente parcial, como cualquier toma de posición. En mi caso, me ha interesado subrayar la dimensión urbana, cultural, social y por lo mismo política de la arquitectura y el diseño. Por supuesto, algo quedará fuera al privilegiar esas perspectivas. Es el riesgo que hay que asumir al editar o, más bien, eso es editar: seleccionar todo, anular selección, aceptar cambio, rechazar cambio… Editor de Arquine
Sefchovich, la provocadora Sara Sefchovich le escribió un libro a las madres mexicanas. Las provoca, les pide que se atrevan a muchas cosas, incluso a dejar de ser esas mujeres sobreprotectoras de sus hijos. “¡Atrévete!”, les dice a sus lectoras la escritora que hace dos décadas les dedicó aquella novela feminista “Demasiado Amor”. Sólo desde la familia, se combate la delincuencia, dice Sefchovich. Cambiar debe empezar en casa. Las mamás de los delincuentes “saben y después dicen mi hijo no fue”, cuando se les acusa de algún delito. En un libro provocador, Sefchovich propone acabar con la complicidad en la familia. “En la sociedad mexicana sí hay una relación muy significativa de afecto, de apoyo en la familia. Y la tienen hasta los d e l i n c u e n te s . Lo q u e yo aprendí de las madres y padres de las víctimas de la delincuencia es que levantan a la sociedad, como ahorita ocurrió en el caso Ayotzinapa”, dice. La propuesta de Sefchovich parte de su idea de que todos somos cómplices de la corrupción y el influyentismo, y hasta
Foto: CÉSAR ÁLVAREZ
EDITAR EN MÉXICO HOY: ALEJANDRO HERNÁNDEZ
SARA SEFCHOVICH
que no decidamos dejar de ser corresponsables las cosas no van a cambiar. “No todos somos igual de delincuentes e igual de corruptos, pero somos cómplices. “Las madres de los delincuentes tendrían que hacerlo (dejar de ser cómplices), por la misma razón con la que luchan las madres de las víctimas: el temor a perder a sus hijos, que los maten, que se los desaparezcan, los torturen o los secuestren. Están expuestos a lo mismo”. Hay ahí un paralelismo entre el sufrimiento de la madre de una víctima y la madre de un victimario, dice. Alejandro Domínguez
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Mi Zepeda favorito Por Salvador Camarena
Mi Jorge Zepeda favorito es uno que justo antes de cumplir 40 años cometió una genial locura. Aquel Jorge Zepeda, que es el mismo que esta semana presenta en la Feria Internacional del Libro “Milena o el fémur más bello del mundo”, contravino una regla de oro del periodismo, la que manda no repetir un titular. Con lo que implicó ese gesto, en pocas horas catapultó a un pequeño diario de provincias para convertirlo en un referente mediático internacional. Era abril de 1992 y había explotado el drenaje en una barriada popular de Guadalajara; más de 200 personas murieron al instante, el poder calló y ordenó silencio, los diarios tradicionales obedecieron. Jorge no. Al día siguiente “Siglo 21”, el tabloide que dirigía, imprimió un titular que era el sentimiento vivo de los indignados tapatíos: “¿Y la explicación?”. Como respuesta, el poder se atrincheró aun más. 24 horas después, aquel periódico hoy desaparecido se atrevió a todo. Jorge interpretó de manera perfecta el momento, pues entonces, como ahora, la sociedad no quería más mentiras, más impunidad. Zepeda ordenó crecer el puntaje y repetir la misma frase: “¿Y la explicación?”… Aunque repetía el titular, con precisión el diario informaba que el gobierno rehuía sus responsabilidades. Un día después, insólito, más puntaje y la misma osadía: “¿Y la explicación?”. A las pocas horas cayeron el alcalde y el gobernador. Un periodista se había graduado con honores, salvando de paso un proyecto que estaba a punto de morir porque a pesar de que pensábamos que hacíamos un buen periódico, antes del 22 de abril de 1992 casi nadie nos leía. Digo mi Jorge Zepeda favorito porque hay varios Jorge Zepeda. Incluso aquel, el director fundador de “Siglo 21”, era un segundo Jorge Zepeda, uno parecido, y no, al académico que había estudiado economía en la Universidad de Guadalajara y cuyo destino parecía ser un cubículo de El Colegio de Michoacán, donde pasó temporadas antes de infectarse de periodismo. Hoy los lectores que descubran a otro Jorge Zepeda, al autor de historias noveladas que apenas con su segundo libro de ficción obtuvo el Premio Planeta de Novela 2014, puede que se pregunten cómo ha sido posible tan rápido posicionamiento de este recién llegado a la literatura, pues su debut ocurrió en 2013 con “Los corruptores”, libro que ha sido un éxito de ventas. Creo que la respuesta a esa interrogante es muy simple. Los varios Jorge Zepeda tienen un común denominador: estamos ante alguien que lleva décadas edificando proyectos que han sido trazados desde una genuina búsqueda intelectual, proyectos emprendidos con un tesón admirable y un permanente compromiso social. Así fue en “Siglo 21” y en “Público” (hoy “Milenio” Guadalajara), lo mismo en sus dos etapas en “El Universal”; y así es hoy en sus columnas y, por supuesto, en sinembargo.mx Hace unos años, en el patio de un desayunadero de la ciudad de México, Jorge contó que había recibido de Alberto Ruy Sánchez, su amigo y colaborador en sinembargo.mx, una lección invaluable. El autor de “Los nombres del aire” le dijo que tiempo atrás había decidido escribir ya sólo acerca de lo que realmente le gustaba. Y ahí me contó que estaba escribiendo una novela, y que le gustaría
foto: michel amado
Elogio de alguien que se atrevió a hacer lo que le gusta
Jorge Zepeda Patterson
Un día después, insólito, más puntaje y la misma osadía”
que leyera el borrador de lo que hoy es “Los corruptores”. Hoy que recuerdo esa anécdota discrepo de la supuesta epifanía de Zepeda tras las palabras de Ruy Sánchez. Yo que he colaborado con él en Guadalajara y en México, yo que he publicado junto con él dos libros, yo que le he renunciado dos veces, yo no me sorprendí de que le dieran el Planeta (y así se lo dije en privado). Porque a Zepeda, lector que siempre busca apartados rincones para leer en ciudades populosas, empedernido amante de los autores ingleses y de la prensa internacional, tardío descubridor de los puros cortitos y la salsa, a ese periodista llevo décadas viéndolo escribir y hacer lo que le gusta. Y eso, a veces más pronto a veces un poco después, siempre trae lectores y premios, si tal cosa no son lo mismo.
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Juan Gelman:
DÓNDE
brevísima antología José Jaime Ruiz Ganador, entre otros muchos, de los premios Cervantes y FIL de Guadalajara, el notable poeta Juan Gelman, víctima de las dictaduras argentinas, exiliado en México, murió este año. A modo de homenaje, le pedimos al poeta regiomontano José Jaime Ruiz, profundo conocedor de la obra del argentino, una antología mínima de su poesía.
breve noticia del final es tu cesar en la palabra/rota la sangre del Cordero que moja la máscara del tiempo como nacer/consideremos la lluvia del caído/su trato que grita en la cocina/ ¿y qué se puede ver sino lo visto en el teatro vacío?/ ¿lo necesario en su animal?/ ¿los desperdicios del otoño?/¿el rostro
¿quién ha visto a la paloma casándose con el gavilán al recelo con el cariño al explotado con el explotador? falsas son estas bodas incontables desastres nacen de esas bodas desavenencias tristezas
(De Sombra de vuelta y de ida)
HÉROES
(De Gotán)
¿durará mucho la casa de tales casamientos? ¿no habrá de molerla o destruirla el más leve ciercillo corriendo por ahí? ¿acabará en ruina apretada por el cielo? ¡oh país! ¡oh mi país! ¡furioso! ¡triste! ¡fusilado! ¡bello! ¡manchado de sangre revolucionaria! andan los papagayos color mitre de cacareo en casi todo árbol y de cortejo en casi toda rama ¿más solos? ¿menos solos? ¿solos? porque ¿quién ha visto al carnicero casándose con la ternera a la ternura con el capitalismo? falsas son esas bodas incontables desastres nacen de esas bodas desavenencias tristezas claridades como el día que gira en su cúpula de fierro sobre estos versos (De Relaciones)
los soles solan y los mares maran los farmacéuticos especifican dictan bellas recetas para el pasmo se desayunan en su gran centímetro Foto: xxxxxxxxxxxxxx
(De Incompletamente)
De la violenta madrugada un hombre entra a su casa y el olor de sus hijos le golpea la cara, los olvidos, la furia, ahora cierra la puerta con doble llave y se saca la gente, la ropa con cuidado, apaga los gritos de la camisa o los ojos del camarada que brillan en la cárcel y oye cómo se mueve la ternura en la pieza, bajo sus ramas dormirá todavía una noche, bajo sus ramas yacerá cuando caiga.
CLARIDADES
¿Estoy en el crepúsculo de vía del Corso que tenía cara de confidencia y me sacó un pedazo de dolor? Allí supe que el vago ser de la lluvia se parece a la congoja de casi sentir y las heridas se callan hasta mañana por lo menos. Se puede entonces volver a casa y no buscar soluciones, entrar en uno mismo como una visitación. No sé si soy el fantasma que me visita o yo lo visito con voluntad inútil. No sé si estoy en la calle Camargo velando a mi perro acabadito de morir todavía. ¿Qué pasará si uno se recorriera el alma humana y la otra? ¿Lo sucedido volverá a suceder? ¿Se habrá secado en su abandono? ¿Construyó músicas mañana? A veces, mundo, sos una fotografía orinada por el tiempo en la que nunca estuve. Escribo lo que no puedo escribir en mí. ¿Dónde está el crepúsculo dicho? Sería lindo juntar los restos que dejó en cada gente para abrigarla otra vez. En realidad estoy hablando del futuro. Dónde está uno si no. Digo, en ninguna parte. A Mara
que no tiene semblante?/ ¿el yo en su vaga estancia que no se puede liberar?
EL ÁRBOL
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LA HISTORIA Y POETAS La respiración del lenguaje establece la sucesión de miserables morales. Los otros, ya se sabe: sus silencios no cierran nunca y dan vuelta la esquina con bocas que no sueñan. Los morales, legales y dudosos, hablan pesadillas sin fin. El distraído pide algo que no haga pensar. En la distancia entre él y él mismo suceden desgracias de la lengua. (De Tantear la noche)
ARTE POÉTICA Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío, como un amo implacable me obliga a trabajar de día, de noche, con dolor, como amor, bajo la lluvia, en la catástrofe, cuando se abren los brazos de la ternura o del alma, cuando la enfermedad hunde las manos. A este oficio me obligan los dolores ajenos, las lágrimas, los pañuelos saludadores, las promesas en medio del otoño o del fuego, los besos del encuentro, los besos del adiós, todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre. Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos, rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte. (De Velorio del solo)
a mí me toca gelmanear hemos perdido el miedo al gran caballo nos acontecen hachas sucesivas y se amanece siempre en los testículos no poca cosa es que ello suceda vista la malbaraja del amor estos días los mazos de catástrofes las deudas amados sean los que odian hijos que comen por mis hígados y su desgracia y gracia es no ser ciegos la gran madre caballa el gran padre caballo el mundo es un caballo a gelmanear a gelmanear les digo a conocer a los más bellos los que vencieron con su derrota (De Cólera buey)
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Mi vecino Juan Conocí por casualidad a Juan, como se conocen las mejores cosas. Siguiéndole la ruta a Oswaldo Bayern (al que admiraba profundamente por sus Vengadores de la Patagonia trágica) tropecé con un pequeño libro titulado Exilio, escrito a medias por el historiador argentino y por el poeta Juan Gelman. Luego Bayern me contaría que se trataba de un libro colectivo argentino en el que se suponía participarían cinco autores (entre ellos Osvaldo Soriano), pero sólo ellos dos entregaron a tiempo. Rápidamente fui conquistado por ese libro conmovedor y brillante. Miguel Bonasso me dijo años más tarde que Gelman vivía en México y resultó que no sólo vivía, sino que éramos vecinos, y me lancé a buscarlo y hoy ya no recuerdo cómo nos encontramos, aunque supongo que el pretexto fue que colaborara en las páginas negras de Siempre que yo dirigía. ¿Cómo no capturar a un poeta como Juan? Un superviviente de la dictadura que había escrito “A este oficio me obligan los dolores ajenos”, o “Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio,/ esta esperanza que come panes desesperados”. El caso es que Paloma y yo nos hicimos amigos de Juan y de Mara, su compañera, y nos queríamos bien. Durante años aprovechamos la vecindad para pasear juntos por la colonia Condesa. A veces tropezábamos con los otros vecinos, José Emilio Pacheco, Humberto Mussachio, Federico Campbell. Me gustaría que hubiera existido ese club de paseadores, pero el asunto era mucho menos formal y mucho más accidental. Con Juan tropezábamos camino al banco o comprando refrescos. Solía quejarse del terror sonoro que causaba un antro debajo de su casa. Regresó a la Argentina a la búsqueda de su nieta desparecida a manos de los militares que mataron a sus hijos, y sorprendentemente tuvo éxito. Pero regresó a México; el exilio no había terminado. Una tarde cuando paseábamos por la colonia le pregunté por qué no se había quedado en la Argentina y me contó la historia de cómo otra tarde caminando por Buenos Aires se había encontrado con uno de los generales jefes de los torturadores. Era un país muy pequeño para que cupieran los dos en él. Fueron los años en los que Juan se hizo famoso. Su poesía circuló ampliamente, lo publicaban en España, en México y Argentina y era leído fervorosamente en toda América Latina, recibía premios y reconocimientos. No pareció afectarle demasiado. Socarrón, de un humor particularmente acerado, parecía ser dos cuando escribía con una inmensa ternura en sefaradí. Seguía haciendo periodismo para Página12 en Buenos Aires y de vez en cuando sus artículos se republicaban en México. Cenamos varias veces en familia y todas nuestras cenas, después de recorrer apasionadamente América Latina, terminaban con una cruenta discusión sobre las virtudes y los defectos del tango y el bolero, sin que jamás hubiera punto de acuerdo ni de mínima negociación. Argenmexes, chilenos y colombianos se alineaban, claro está, del lado del tango, cubanos y mexicanos del lado del bolero, y creo que recordar que en una de esas cenas se apareció un nicaragüense al que le importaba un bledo el tema y estuvimos a punto de matarlo entre todos. Hablé por teléfono varias veces con él en los últimos meses de su enfermedad. Se negó a contarme lo que le estaba pasando, lo ocultó por pudor o por aburrimiento. Y de repente la noticia llegó como un mazazo. Y por más que digan que los viejos poetas, los antiguos rockeros y los impenitentes rojos nunca mueren, me resulta de poco consuelo porque me he quedado sin volver a pasear con mi amigo Juan, que me hacía siempre apretar el paso, mientras echábamos pestes del gobierno. Me quedo con algunos de sus versos, con todos, con los que recuerdo y con los que he olvidado, con ese que decía: “Años futuros que habremos preparado conservarán mi dulce creencia en la ternura”.
foto: ARCHIVO
Por Paco Ignacio Taibo II
JUAN GELMAN
Una tarde cuando paseábamos por la colonia le pregunté por qué no se había quedado en la Argentina y me contó la historia de cómo otra tarde caminando por Buenos Aires se había encontrado con uno de los generales jefes de los torturadores”
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la pÁgina de jesÚs alejo
Una de las actividades ya tradicionales en la Feria es la presentación del estado en que se encuentra la industria editorial mexicana, un panorama que nunca es reciente porque suelen dar a conocer los indicadores del año anterior --en este caso de 2013--, por aquello de que se arma con las respuestas de los editores privados que alcanzaron a responder la encuesta. Si bien la memoria no siempre alcanza a recuperar los datos ofrecidos en años pasados, sí capta una esencia que a estas alturas ya resulta inexplicable: el ámbito editorial vive en permanente crisis, los lectores no crecen, las ventas se incrementan de manera marginal y la producción de libros está en permanente subida y bajada, dependiendo de las compras que haga el gobierno en cada ejercicio presupuestal. La frase usada por el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), José Ignacio Echeverría, refleja parte del panorama presentado: estancamiento. Y es que si bien hay crecimiento en distintos indicadores presentados en la feria, siempre hay aspectos que resultan sombríos. Por lo menos eso es lo que se busca mostrar. El editor Carlos Anaya fue el encargado de compartir los indicadores principales, que fueron resultado de los datos y respuestas de los 220 editores privados que respondieron a la encuesta presentada por la Caniem, en la que se destacaron cifras como la producción de títulos del año pasado, que se incrementó en un 27%, “resultado de las reediciones y reimpresiones, que pasaron de 90 millones de libros producidos a 98 millones”, se lee en un librillo que entregan cada año y en el que se resumen las cifras, porque el documento completo se ofrece sólo a los agremiados de la Cámara. El año pasado se comercializaron más de 151 mil títulos, lo que representa un crecimiento de 10% con respecto a 2012, mientras en valor de facturación de ediciones impresas casi se llega a los 10,900 millones de pesos, una variación de 4.6 % entre 2012 y 2013. Los datos son de un crecimiento marginal, mínimo dirían los editores privados, aun cuando lo mencionan en un encuentro editorial y literario que reúne a unos 700 mil visitantes y cuyos costos no son nada bajos: el precio por metro cuadrado se paga en dólares, los stands suelen tener diseños especiales que cambian cada cierto tiempo, mueven miles de ejemplares de la ciudad de México a Guadalajara, pagan hoteles que en estos días se vuelven de temporada alta y ofrecen viáticos a su personal. Una inversión que, sabemos, se da año tras año, incluso por adelantado, porque nadie quiere perder su lugar dentro del área de exposiciones. Dos realidades que siempre son de contraste.
Foto: paula vázquez
¿Crisis de la industria?
LATINOAMÉRICA VIVA, UN ENCUENTRO DE ESCRITORES
Los secretos mejor guardados de América Uno de los retos permanentes de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la innovación: los organizadores no pueden quedarse sólo con la idea de que es el encuentro editorial y literario más importante en el ámbito hispano y el segundo a nivel mundial, ni siquiera al saber que acuden 20 mil profesionales del libro, 650 escritores y alrededor de 700 mil visitantes, con un programa de tres mil actividades. Porque al final eso se puede convertir en mera numeralia. Uno de los programas por los que apostaron los organizadores fue Latinoamérica Viva, concebido como una manera de acercarse a las letras que se producen en el continente pero que no llegan a difundirse de manera adecuada y que hasta pueden ser consideradas como los secretos mejor guardados en la lengua española. Son alrededor de 35 los autores de diferentes partes de América Latina que participan en un espacio de divulgación, antes que de reflexión: una mirada a sus propias obsesiones, a sus territorios literarios, a sus fantasías geográficas. Si bien los hay procedentes de Argentina, el país in-
Una mirada a sus propias obsesiones, a sus territorios literarios, a sus fantasías geográficas”
vitado de honor de ésta edición de la feria, también los hay de Venezuela, de Ecuador, de Colombia, de Perú o de Uruguay. Hernán Ronsino, Miguel Antonio Chávez, Daniel Samper, Claudia Piñeiro, Igor Barreto, Ana María Maia, Nicolás Poblete o María Fernanda Ampuero son algunos de los nombres que participan en Latinoamérica Viva. Muchos de ellos no están publicados o distribuidos en México, pero su obra permite un acercamiento a sus países de origen y a su manera de entender a la literatura.
Foto: PAULA VÁZQUEZ
Borges: la lectura como felicidad
MARÍA KODAMA
María Kodama se ha convertido en una de las principales defensoras de lla obra de Jorge Luis Borges, quizá hasta extremos incomprensible por muchos, en especial estudiosos e investigadores; sin embargo, entre los lectores del argentino esa imagen no parece ser compartida, como se notó en las decenas de personas que hicieron fila afuera de la sala 1 para atestiguar el conversatorio con ella. Diálogo, conversación en la que la palabra de Borges se convirtió en protagonista, porque la tarea de Kodama fue ofrecer algunos pincelazos de la imagen del escritor y de su entorno: “una mirada a la biblioteca de Borges nos permite el asombro, porque más de la mitad de ella está compuesta por libros de filosofía, de matemáticas, de religiones”. Su obra, comentó quien por más de una década fuera la mano derecha del argentino, surge de la decantación de esas lecturas he-
chas desde su infancia y a lo largo de toda su vida, porque al final, para Borges, “una forma de felicidad en estado puro era la lectura; otra menor era la invención”. Al principio, Kodama leyó un texto acerca del significado del libro para Borges, al que consideraba una extensión de la memoria y de la imaginación; condensaba esos dos elementos, aun cuando en distintas ocasiones se sorprendiera porque entre los antiguos no se profesara el culto al libro, “ya que veían en él a un sucedáneo de la palabra oral”. “Para Borges el lector crea la obra: una obra aparentemente inmóvil, construida y detenida en palabras va a cambiar al reflejarse en la conciencia de cada lector. Eso será lo que la convierta en ser vivo: ese río de Heráclito será para Borges la suma de lectores”, decía convencida quien lo conoció cuando aún era una niña y se quedó a su lado hasta el fin de sus días.
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El recreo de Luisa Valenzuela
A
Luisa Valenzuela le proponen estar al lado de Mario Vargas Llosa, de Giovanni Sartori, Sergio Ramírez y de otros reconocidos escritores para formar parte de la Colección “El Elogio de la Educación, Consejo de Mentes Brillantes”, editado por el SNTE. Ella lo duda, porque es sobre todo una escritora de ficción, que le gusta abrirse a lo desconocido y no desea, dice, aleccionar a nadie. Pero finalmente acepta la aventura. “No quise hacer un manual, me interesó contagiar el entusiasmo, proponer aperturas para la creatividad; incluí temas de matemáticas y epistemología, hice una especie de confesión personal de lo que a mí me entusiasma dentro del conocimiento”, platica la escritora argentina en entrevista previa a la presentación de su libro Lección de Arte, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Luisa Valenzuela deja claro que para ella aprender es una aventura. Indaga, se plantea preguntas, pero no tiene una respuesta, está abierta a descubrir, como los niños, de manera natural. Por eso, cuando se le interroga por la lección que pretende dar con esta obra aclara: “me propuse abrirme un poco a lo desconocido, pensar cazadoramente como proponía Julio Cortázar e ir pescando temas que me parecían estimulantes para que las puertas del arte se abran a los chicos, a los niños, a los estudiantes y también a los maestros porque ellos también entran y todos necesitamos de ese entusiasmo para seguir adelante”. Sin pretensiones, la internacionalmente reconocida cuentista y ensayista recuerda su niñez rodeada de libros de grandes escritores como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, porque su madre también era escritora. “Yo creía que ser escritora era muy interesante para leerlos, pero no para serlo porque era una cosa pasiva, y al empezar a escribir descubrí la aventura de la creación. Incluso en las matemáticas, hasta los científicos le llaman la bruma poética, hay que permitirse entrar ahí y van surgiendo las cosas”. Escrito con humor, este libro, Lección de Arte, lo dedica a los maestros de México pero también a los estudiantes y a cualquiera que se sienta atraído por la creatividad, por lo espontáneo y por las diferentes miradas para apreciar la vida. Valenzuela lo que desea, dice, es que quien lo lea lo haga con mucho placer como el que a ella le provocó escribirlo. “Yo creo en la diversión, creo en la alegría, en el juego y la diversión que te lleva a otro lado, la que te traslada a otra situación”. La Colección “El Elogio de la Educación, Consejo de Mentes Brillantes”, brindará diversas opciones al lector que podrá elegir entre 15 autores, “el mío, será el recreo dentro de las clases que recibirán”.
Experiencia para llevar
E
n su stand de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, los maestros del SNTE aprovechan la visita de cientos de alumnos y padres de familia para difundir materiales impresos que pretenden mejorar su calidad de vida y la del planeta. En breves y prácticos cuadernillos, entre otros temas abordan temas como el cuidado del medio ambiente, la violencia familiar, maltrato infantil, abuso sexual, adicciones, cultura física, valores y hasta cómo hacer un proyecto de vida. Entre los materiales favoritos de los niños se encuentra “El arte de reutilizar y reciclar”, en donde aprenden a transformar un pantalón viejo de mezclilla en una moderna bolsa de mano, cubiertos usados en portarretratos y hasta fabricar su propio papel para tarjetas y envolturas. En la publicación “Encuentra el valor”, los alumnos aprenden, a través de fábulas y cuentos, los valores que hacen a los ciudadanos vivir en armonía y paz, como la honradez, la justicia, la perseverancia y la solidaridad, entre otros. Temas que en ocasiones pueden ser difíciles de abordar por los padres, como la prevención del abuso sexual infantil, también son explicados de forma directa y práctica, para lograr un efecto positivo. Estos y otros textos fueron escritos profesionalmente por especialistas, tomando en cuenta la experiencia que los maestros enfrentan todos los días en las aulas.
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crónica
Juan Pablo Becerra-Acosta
Foto: PAULA VÁZQUEZ
Esas selfies con ermitaños que hacen fechorías…
ESCRITOR CON GROUPIE
Se pasan horas y horas en menesteres que hoy en día son propios de su oficio, debido a la devoción de decenas de miles de seres que los adoran desde el anonimato y que ahora los tienen aquí, al alcance de un rozón de piel. Ni hablar: en estos tiempos tienen agobiantes responsabilidades. Van y vienen de un set de televisión a otro. De un stand concebido para que den autógrafos se trasladan rápidamente a la presentación de una obra. Pero no, no van tan rápido. En los pasillos son detenidos una y otra vez. Sus fans los miran con sonrisas perplejas, congeladas. Los observan detenidamente, como si quisieran encuadrar la carne y hueso que ahora tienen ante sí con los personajes entintados a quienes les han dado vida a través de la escritura. Sí, ahí van los escritores por los pasillos de la FIL, rodeados de cardúmenes de fieles que siempre soñaron con escrutar de cerca sus manos, esos dedos que nunca han visto brincar de una tecla a otra. Ni los verán, porque escribir ante una computadora, eso suele ser cosa casi de misántropos. Así que no, no podrán atisbar los aporreos de los teclados de estos escribientes, pero al menos las decenas de sus incondicionales sí se van con algo que presumirán siempre: se llevan sus selfies. ¡Click-click-clik!, resuenan una y otra vez los pequeños obturadores de los teléfonos móviles. Hombres y mujeres ya maduros, o chavos y jovencitas, más que pedir que les firmen un libro (aunque algunos también eso quieren), lo que desean en estos nuestros tiempos de redes sociales, es… su foto de celular. Esa misma que van a subir a Facebook, Twitter o Instagram. Y es que, imagine usted al fan de Messi con una selfie del crack argentino. Olvídese del balón firmado: una foto del dios del balón y su fan abrazados… ******** Xavier Velasco se ha vestido hoy como le da la gana: el autor de «Diablo guardián» se ha calzado tenis negros con suela naranja. Se ha puesto calcetas azules, naranjas y negras, hasta los tobillos. No lleva pantalón, pero sí un short negro con figuras de coronas amarillas. Tiene una camiseta negra con motivos que parecen chinos. Del cuello le cuelgan unos audífonos color beige. En la cabeza descansan sus gafas oscuras… -Vaya euforia de la gente con ustedes los escritores… -le comento, luego de que posó para quién sabe cuántas fotos.
-Es maravillosa. Es maravillosa… -¿Qué sientes? ¿No te engentas? -No, no, yo me lo paso poca madre. He llegado a firmar libros seis horas seguidas y me la paso poca madre. Mira, cuando durante muchos años nadie te peló, nunca dejas de gozarlo (ríe). A lo mejor a los que siempre les fue bien… Es como el que siempre tuvo suerte con las mujeres, igual no lo aprecia, pero el que nunca la tuvo, ¡imagínate!... –no quita la sonrisa. -Parecen rock stars, ustedes… -Sí, ¡eres como Ronaldinho! Un día me lo dijo un cuate: “Te sientes Ronaldinho”… -se carcajea. -Ustedes son como… -queda la idea incompleta. -Como delincuentes… -prorrumpe en risa atronadora. -¿Cómo? -Yo sí creo que la escritura es una fechoría. Es como un atentado que estás preparando en total secrecía y de ponto, ¡pum!, lo sueltas. A lo mejor no pasa nada, pero a lo mejor sí. Yo empecé a escribir de niño y siempre he pensado en esto como algo que hago a escondidas y que, ¡sssss!, lo gozas. -¿Gozas estas pasarelas? -Yo gozo todo. Aquí gozo todo. A mi mujer la conocí aquí… -¿En la FIL? ¿Una tapatía? -¡Sí! Se me formaba en la fila. Y cada año yo decía: “¡Guau! ¡Guau!” Hasta que ya en diciembre pasado dije: “Nooo”, y le torcí la manita… -se vuelve a reír. -Hay otros que la padecen… -Sí, sin duda, sin duda. Enrique Serna me dice: “Aborrezco ir a la FIL”. ¡A mí me encanta! ¡Pota! Pero sí, algunos se engentan. Mira, yo estoy muy solo todo el año. Soy ermitaño. Escribo mirando a la barranca. Y entonces, de repente llegar aquí… Pasa alguien y lo saluda familiarmente, un hombre con aspecto de funcionario de gobierno. Funcionario rico. Él responde con una sonrisa y le estrecha la mano, con gesto de quién demonios es: “Qué onda, man…” -No sabes ni quién es… -¡No, güey, claro que no, cabrón! ¡Por supuesto que no! Pero, pues así es la onda, así es esto… -nos carcajeamos. Menesteres de escritores bajo el acecho de los cazadores de la selfie ansiada…
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EL APOCALIPSIS (TODO INCLUIDO) EMMA DE 19:00 HRS
Almadía y la Dirección de Literatura de la UNAM te invitan a la presentación:
FRANCISCO HINOJOSA DE JUAN VILLORO PARTICIPAN: JULIETA GARCÍA Y EL AUTOR PARTICIPAN: JORGE F. HERNÁNDEZ Y EL AUTOR SALÓN 5, 17:00 HRS SALÓN AGUSTÍN YÁÑEZ Pregunta por nuestras promociones del día en el stand L3 / Área nacional
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#FiliasMilenio @FJorgeFHdz · ¡Viva Trino y toda su hermosa familia a quienes abrazo mucho! @ErnestovaJ Leer perjudica seriamente a la ignorancia ........ Vámonos a #FILGuadalajara2014 @sylviageorgina Esta vida moderna exige juegos cada vez más breves... Aplica también en las entrevistas de la #FILGuadalajara2014 @jmyazpiik Que triste es irse de @FILGuadalajara. @gloriacalzada Felicidades al Dr. @pepebandera1 por el lanzamiento de su primer libro. Siempre preocupado por la salud de todos. Bravo Pepe!!! @pepegordon Con Julio Cortázar en el stand de Imaginantes en la FIL, Guadalajara @Ohh_Cass Envidia para los que andan en la #FIL2014 y les firmó Pérez Reverte @OfeliaBistro “Paz no escribía para el aplauso, siempre presentaba la complejidad de la vida”: Krauze #FIL2014 @BrenDuArt “La enemistad es una forma de compañía, quizá la más leal” - Orlando González Esteva FIL 2014
columna de ariel gonzález
De fiesta: guía mínima para impenitentes Que la FIL fue, es y será una fiesta no es ningún secreto. Toda feria lo es, desde luego, por el hecho de que concreta un acto en sí mismo festivo: el encuentro del lector con los libros y sus autores. Pero está claro que también hay otros festejos. De ellos hablaré hoy, habida cuenta de que no pocas veces los he disfrutado como invitado, colado y hasta víctima de sus excesos o tropelías. Habrá notado el lector visitante –y con mayor razón los locales, tapatíos– que por las noches los lobbies de los hoteles cercanos a la sede de la FIL lucen repletos de personajes emperifollados dispuestos a devorar la noche en fastuosas cenas o bailes. Son los feriantes haciendo lo posible y lo correcto, lo que cualquier otro invitado o partícipe de una convención de estas proporciones puede hacer: divertirse con sus colegas, salir a departir con los nuevos amigos, conocer nueva gente, bailar, beber un trago (o muchos) y abrir puentes con la comunidad extranjera participante. ¡Ah, las bacanales de la FIL! ¡Cuántas historias se entretejen a su amparo! Pero bueno, hay de fiestas a fiestas. Hay unas que entre todos los que año con año vienen al encuentro librero se han convertido en verdaderos clásicos. Comienzo por la del Salón Veracruz: una de las más exitosas por su capacidad de convocatoria, pero también una de las más deplorables por su –como en los vinos– relación calidad-precio: es la única en la que se cobra
por entrar a un galpón a 50 grados centígrados, con un sonido que destruye los tímpanos de la mitad de los danzantes (aquellos que bailan cerca de la orquesta), unas enceguecedoras luces láser y con los peores y más caros tragos de la ciudad. Sin embargo, dado que escritores, editores y periodistas compartimos el mismo gusto por la autoflagelación, siempre terminamos concurriendo a este sitio. El próximo año será igual. Luego tenemos la llamada “Fiesta de los periodistas”, organizada por las autoridades de la FIL, a la que termina yendo todo Dios (cosa que se agradece, porque una fiesta gremial siempre es la cosa más mezquina y aburrida que pueda concebirse). Esta fiesta suele ser muy buena o regular (en realidad nunca llega a ser mala, porque con cientos de invitados y tragos gratis eso resulta difícil); la cosa depende, en realidad, de qué tan pachanguera o gran anfitriona sea la directora en turno de la FIL. Ahora bien, es obvio que los grandes grupos o sellos editoriales ritualmente convocan a sus escritores en una cena o en un baile de amigos; no hablaré de ellas porque son tan convencionales en su mayoría que no generan casi nunca ninguna emoción báquica, ninguna ruptura del espíritu burocrático que las anima. Por eso, quizá, muchos de sus participantes las abandonan temprano (habiendo saludado a sus jefes y editores) para ir a buscar otras fiestas de las que, como impenitente convidado de ellas, daré cuenta mañana.
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