El caporal y su fiel amigo el guardacaballo

Page 1

LA NIÑA

DE COVATIERRA Cuenta la historia que hace muchos años cuando el mar supo alejarse de la costa, muy al sur de la hacienda Paramonga, quedo una larga franja húmeda y fangosa. rodeada de cerros tan altos, que cuando te pones sobre ellos, observas en el horizonte la inmensidad del mar y al pie de los cerros una alfombra verde de totorales acompañado del triste silbido del viento y el cantar doloroso de las aves.

Página 1


Así que la madre naturaleza, empezó a filtrar agua del cerro pura y cristalina, que empezó a cavar las entrañas de la tierra, formando una pequeña cocha de profundidad cercana a las piedras que había dejado el mar, con el agua pura que hacía verse como el espejo del alma, a quien se iba a mirar en ella. Bajaba de las alturas del cerro un chacarero, hombre curtido por la brisa del mar y el trabajo forzoso de la chacra, junto a su pequeña niña de cabellos dorados por los rayos de sol, que había conseguido ponerse así por ser fiel acompañante de su padre, bajaban doblegados y agobiados por el cansancio de la faena en un atardecer lleno de nostalgia a beber agua de la cocha. Sentados en la orilla bebieron el agua para saciar su sed mirando el agua cristalina y mágica que los hacía ver en el reflejo. El padre contagiado por el silencio del ambiente cae rendido de cansancio y duerme bajo el atardecer. Despierta pasmado por un llamado de su conciencia que le dijo: ¡Mi niña!, volteo la mirada para llamar a su niña, sintió un frio en su cuerpo al no verla y al volver a ver el espejo de agua grito: ¡No! Horrorizado, triste enloquecido había visto la cara de su niña en el espejo de agua cual señal del llamado de un ángel del cielo. El hombre se lanzó, busco en la profundidad salió a la orilla que da al campo de fango gritando mi ¡Mi niña! una y otra vez cavando la tierra incansablemente por todos lados con las manos sangrantes pensando encontrar a su niña de cabellos dorados, se alejó en el horizonte cavando y cavando, hasta que el fango lo envolvió en sus entrañas para no volver más. La cocha se quedó con el nombre de COVATIERRA, donde muchas familias supieron pasar momentos alegres, llenos de anécdotas propias de la inmensidad del campo, pero al atardecer con la bajada del sol en el horizonte bajo el manto lúgubre del atardecer se tenía que partir, ya que quienes se quedaban embelesados por este, partían raudos y temerosos, al escuchar entre los totorales y el silencio sepulcral que los acompañaba el lamento del Chacarero, buscando a su niña y observaban en el agua el brillo de los ojos de la niña de covatierra, buscando la mano de su padre con penitente pedido de ayuda.

Página 2


Pรกgina 3


EL NEGRO CAPORAL Y EL SINIESTRO GUARDACABALLO

Ya de adulto, en el embeleso de la vida, la mente te hace entrar a esa fantasía, de volver a ser niños y soñar con volver a recorrer entre la naturaleza, el mundo eterno de una vivencia infantil que se vivía al compas de penas, alegrías, mucha amistad y bajo ese cielo nace esta historia. Cual mundo frágil lleno de recuerdos, nos trasladamos en el tiempo a una hacienda llamada Paramonga y a los pies del cerro de Gringo Muerto y el imponente cerro de la “U,” raudamente empezamos a recorrer sus parajes, cual alfombra verde hecha de cañaveral en los Campos de San Patricio y San Francisco, frente al establo lleno de caballos de las diversas razas, casa del noble caballo de paso “Laurel”, donde se abrían los caminos, que vistos al horizonte separaban los grandes cuarteles, donde uno de ellos llevaba a la enigmática laguna y donde se desplazaba el agua por la angosta acequia, llena de arcilla y arena, que al contacto con el sol destellaban pequeños reflejos que hacían el ambiente del cañaveral algo lúgubre y lleno de soledad, donde el silencio solo era roto por el crepitar de una hoja seca al salto de un negro Guardacaballo. Cual bandada de palomas salían Carlos, Marcos ,Federico y Fidel, a buscar aventuras entre el cañaveral, utilizando sus arcos de tallos de sauce que crecían al borde de la acequias, juntaban las varitas de caña, para usarlas como Página 4


flechas, cual juego de indios y pistoleros organizaban la batalla entre el bien y el mal, siempre

observados

por

el

lúgubre

guardacaballo de entre los cañaverales con su pico alargado lleno de mosquitos de la carroña comida y su pluma negra cual símbolo de muerte y sus ojos briosos de fuego encendido. Cada vez que se adentraban al cañaveral, se apoderaba de ellos el miedo pero a la vez la curiosidad de encontrarse con el negro caporal, del cual siempre les habían hablado otros amigos, por eso tenían que haberse fijado en que la sombra tenebrosa del siniestro hombre no esté cerca, aquel sujeto sudoroso, vestido de un color oscuro sepulcral, montado sobre un mulo fruto de la aberración de la naturaleza que tenía el aspecto del Caballo del diablo y que junto al látigo que colgaba de la montura, arremetía con toda su furia sobre quien se atrevía a rondar por entre los jugosos tallos y hojas verdes de la caña ponzoñosa. Y llegó el verano, apareció el tiempo en que la paz del cañaveral se convertía en un infierno, y es así cuando en uno de los campos, se divisa una gigantesca columna de humo y la sirena de la fábrica, hace saber que se estaba incendiando el cañaveral, que se presentaba con sus grandes lenguas de fuego rojizo, cual gigante, embravecido y devorador que se alimentaba de la hoja seca del cuartel. Carlos que se encontraba en el techo de una de las casas aledañas, al cual fue a buscar agua para beber, divisa el incendio y corre presuroso a buscar a sus compañeros que se encontraban entre los cuarteles de caña jugando con la arcilla de la acequia y al encontrarlos les dice:

Página 5


-

¡Amigos corran, la caña se incendió y las llamas nos atraparán!

Advertidos cogen sus arcos y presurosos corren para escapar de las llamas, pero ya el humo traicionero empieza a apoderarse del ambiente y volverlo irrespirable. Comienzan a correr y se chocan con el cuerpo de un perro, que se había electrocutado al haberse caído uno de los cables de los postes, que pasaban por medio de la caña y que abastecía de energía eléctrica a los anexos de Upaca hasta Huayto. Es ahí donde Fidel voltea y divisa pasar una sombra entre el humo, temeroso les dice a sus compañeros: ¡El negro caporal nos ha encontrado y viene tras nosotros! Corren en busca del camino que los saque del infierno, aparecen delante de ellos un grupo de guardacaballos, mostrando sus ojos rojizos que se espantan al aparecer entre el humo, un mulo negro y su

jinete con el látigo en la mano listo para azotar a los

jovenzuelos que aterrorizados se quedan parados tosiendo por el humo que entraba a sus pulmones, en ese instante de horror, un fuerte soplido del viento lanza una lengua de fuego entre ellos, que hace que la bestia negra se levante en dos patas y su acompañante sienta el fuego sobre su rostro que lo hace perder el equilibrio quedando enredado con las riendas del mulo negro desbocado lo jala hacia las llamas. Momento preciso en que Marco aprovecha para gritar a sus compañeros para correr y tomar el camino que daba hacia el establo, con los rostros y ropa manchados de negro por la ceniza. Es ahí donde voltean al escuchar un grito lúgubre entre el fuego, sentir un olor a carne quemada y divisan en el camino el grupo de guardacaballos saltando y abriendo sus alas esperando la salida del negro caporal y su mulo negro que solo dio un grito y se perdió en la distancia. Página 6


Así los amigos prosiguieron su infancia y el temido silencio del cañaveral los mantenía alejados de él, porque al atardecer cuando el sol lanzaba sus rayos rojizos, se escuchaba los fuertes sonidos de un látigo que te desgarraban el alma y hacían aparecer al filo de la acequia la figura siniestra del guardacaballo, cual reencarnación del negro caporal los envolvía de nostalgia y temor.

Página 7


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.