DIENTES SANOS, VIDA SANA

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Autosanaciรณn dental

Juan C. Mirre & Paula M. Mirre


Título: Dientes sanos, vida sana. Autosanación dental Autores: Juan C. Mirre y Paula M. Mirre Copyright © Silversalud, s.l. 2016 Copyright © Juan C. Mirre y Paula M. Mirre Edita: Ediciones i (Silversalud, S. L.) C/ Príncipe de Vergara no 36, planta 6a 28001 Madrid www.edicionesi.com Edita: Ediciones i (Silversalud, S. L.) C/ Príncipe de Vergara no 36, planta 6a 28001 Madrid www.edicionesi.com ISBN: 978-84-945628-8-4 Depósito Legal: M-39080-2016 Maquetación: José Vicente Aliaga Diseño portada: José Vicente Aliaga Imprime: Grafo Impresores, S.L. Impreso en España Reservados todos los derechos, ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso previo del editor.

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ADVERTENCIA Las informaciones contenidas en este libro tienen solo fines informativos y no pueden ser consideradas como recomendaciones médicas personalizadas. Ninguna de las frases que contiene puede interpretarse como diagnóstico de ninguna enfermedad y por lo tanto no debe entenderse como tratamiento terapéutico. Ante cualquier asunto relacionado con su salud el lector debe consultar con un profesional sanitario.

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ÍNDICE PRESENTACIÓN............................................................................... 7 PREFACIO........................................................................................ 11 ¿Por qué se escribió este libro? PRÓLOGO........................................................................................ 13 ¡Niños, a cepillarse los dientes! INTRODUCCIÓN............................................................................ 21 La situación actual PARTE UNO..................................................................................... 25 LA ANTIGUA ODONTOLOGÍA MODERNA

1. El fracaso de la odontología moderna................................. 27 2. Es necesario un cambio de paradigma................................ 33

PARTE DOS...................................................................................... 41 LA CARIES COMO RESULTADO DE LA FALTA DE NUTRIENTES

3. Los gatos de Pottenger........................................................... 43 4. El Dr. Weston A. Price, dentista........................................... 47 TABLA 1 - Caries y alimentación natural......................... 53 5. Sus continuadores.................................................................. 55 6. Las evidencias antropológicas.............................................. 65 7. La investigación moderna..................................................... 69 FIGURA 1 – Corte transversal de un diente..................... 69 8. Las piezas del puzzle empiezan a encajar.......................... 89 9. La importancia de la dieta..................................................... 93

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10. El microbioma bucal.......................................................... 105 11. La enfermedad dental es una enfermedad metabólica.111 PARTE TRES................................................................................... 117 LA SALIVA

12. La saliva es un medio rico en antibióticos, antiinflamatorios y hormonas ............................................... 119 13. La sialoterapia..................................................................... 129

PARTE CUATRO........................................................................... 133 ES MEJOR CUIDAR QUE REGENERAR

14. La regeneración dental...................................................... 135

PARTE CINCO............................................................................... 141 CÓMO MANTENER LOS DIENTES SANOS Y EVITAR EL DENTISTA

15. La clave: el exceso de glucosa en sangre......................... 143 16. Lo que recomendaba el Dr. W.A. Price para evitar las caries.................................................................153

ANEXO 1 Xilitol, un endulzante que protege los dientes.......................... 161 ANEXO 2 El timo de la fluoración del agua................................................. 165 ANEXO 3 Extraños e irracionales rituales dentales.................................... 171 PARA LOS VAGOS....................................................................... 175 El libro en folio y medio BIBLIOGRAFÍA.............................................................................. 179

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PRESENTACIÓN Es para mí un placer dedicar unas breves y sinceras palabras a modo preámbulo a un libro valiente y de principio a fin lleno de palpitante actualidad, como es “Dientes sanos, vida sana. Autosanación dental” del profesor Juan C. Mirre y de su hija Paula M. Mirre. Una obra sorprendente, una llamada de alerta de que algo no funciona correctamente en nuestra sociedad, especialmente entre los que la dirigen. ¿Realmente las autoridades sanitarias protegen a los ciudadanos o estamos en manos de intereses mercantiles que manejan los mecanismos socio-económico-políticos a voluntad? No hay más que ver la enorme cantidad de productos tóxicos y radiaciones que inundan nuestro entorno para comprobar que estamos sometidos a un sinfín de riesgos que muchas veces desconocemos. Este libro desvela una realidad relacionada con la salud dental que generalmente pasa desapercibida entre un maremagno de información propagandística muchas veces cómplice de los intereses de quienes se lucran con la enfermedad de la sociedad. El ideal de los autores de esta obra es compartir sus experiencias y la información más actualizada para que logremos conocer fácilmente lo que a ellos les ha costado años de estudio y recopilación sobre lo 7


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre que debemos y lo que no debemos hacer y consumir para mantener una buena salud dental haciendo caso omiso a recomendaciones mayoritariamente extendidas por todo el mundo cuya finalidad parecen ir en contra de una buena salud dental y general. Espero que “Dientes sanos, vida sana. Autosanación dental” sirva para abrir la conciencia a la realidad a más de un lector ávido de tener una información libre, independiente y veraz. Raúl de la Rosa Escritor y editor

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SOBRE LOS AUTORES El profesor Juan Carlos Mirre es Licenciado en Ciencias Naturales por la Universidad de Buenos Aires y doctorado por la Sorbona de París. Ha dedicado muchos años a las Ciencias de la Tierra y la conservación del medio ambiente, así como al estudio de la biología y en especial a su relación con los minerales presentes en los suelos de nuestro planeta. Formado en Naturopatía, Homeopatía y Medicina Tradicional China, imparte cursos sobre terapias naturales y colabora en distintos medios periodísticos divulgando las últimas investigaciones científicas sobre la importancia de los minerales para el mantenimiento de una buena salud. En sus artículos y cursos destaca la importancia de los métodos biológicos naturales para el tratamiento de diversas enfermedades. Paula M. Mirre es Licenciada en Ciencias del Mar por la Universidad de Vigo y ha dedicado varios años a la investigación sobre ecología y conservación de las tortugas marinas, tanto en la Universidad Federal de Paraná en Brasil como en el Instituto Canario de Ciencias Marinas. También ha participado activamente en varias campañas de Natura 2000 en la isla de Boa Vista (Cabo Verde), con particular dedicación a la especie Caretta caretta. 9



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PREFACIO ¿Por qué se escribió este libro? Este libro es el resultado de muchos años de reflexión de uno de sus autores sobre la importancia de la vida como formadora de una buena parte de los minerales y rocas que conforman nuestra corteza terrestre. De la vida como constructora de montañas. Después de interminables horas de discusión con la otra autora, una experta en la biología de las tortugas marinas, animales que no tienen dientes, se nos antojó bucear en la información científica disponible para tratar de comprender por qué los dientes de los mamíferos —un logro increíble y todavía incomprendido de la evolución biológica—, podían ser tan fuertes y sin embargo tan frágiles en el caso de los humanos. La naturaleza ha creado desde pequeñas piezas dentales, a veces casi invisibles, hasta estructuras gigantes como los arrecifes coralinos, mediante simples procesos biológicos que todavía no somos capaces de imitar. Solo podemos cocer minerales a altísimas temperaturas para lograr algo tan duro como el esmalte dental. Solo podemos fabricar minúsculos edificios y estructuras de hormigón utilizando cemento, un material industrial que se obtiene de las calizas que nos legó la vida en el pasado geológico. 11


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre ¡Qué diminutos resultan la Gran Muralla China o los mayores puentes colgantes y rascacielos construidos por los monos inteligentes y desnudos en comparación con las barreras de coral o los acantilados de Dover, obras de la biología terrestre! El poder constructor y mantenedor de la vida es casi infinito. No es posible que un tejido tan duro como el esmalte dental pueda ser dañado por unas simples bacterias.

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PRÓLOGO ¡NIÑOS, A CEPILLARSE LOS DIENTES! Mi primera cita con el dentista fue consecuencia de la visita al colegio de un estudiante avanzado de odontología contratado por el Ministerio de Educación argentino que realizaba inspecciones periódicas por las escuelas para la confección del denominado “Certificado Buco-Dental”, una tarjeta de color rosado que nuestras madres guardaban celosamente y que debíamos llevar al cole un día determinado de cada año para que el “médico” nos revisase la boca. Lo mejor del día señalado era que mientras formábamos la cola para la inspección nos salvábamos de una o dos horas de clase, un hecho que de por sí nos llenaba de ilusión y excitación, casi tanto como los días en que se suspendían las clases por algún festejo patrio. En la dichosa tarjeta se apuntaba el día de la revisión y los resultados de la misma: estado general de la dentición, piezas ausentes, piezas con caries y “otras observaciones”. Con posterioridad a la exploración, el “médico” nos soltaba la acostumbrada filípica sobre la obligación ética, moral, política y religiosa de cepillarnos los dientes un mínimo de dos veces al día 13


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre para evitar las caries y la formación del temido sarro. Temido porque cuando se hacía evidente en alguno de nuestros compañeros, éste era expuesto al escarnio público de tener que mostrar su desagradable dentadura al resto, con la consiguiente secuencia de varios días de burlas más o menos agresivas que poco a poco se iban diluyendo a medida que los eventos generaban nuevas víctimas para su consiguiente etapa de crucifixión. El hecho es que como el resto de mis compañeros fui conminado a llevar el dichoso certificado bucodental a mis padres junto con un folio de papel blanco escrito a máquina y con el logotipo superior izquierdo del Ministerio de Educación – Dirección Nacional de Salud Infantil, que debía devolver al día siguiente una vez que alguien llenase la línea inferior de puntos bajo la cual figuraba la omnipresente frase de “Firma del padre, tutor o encargado” con lo cual el ministro se aseguraba el voto de alguno de los tres susodichos en las próximas elecciones. Por debajo, la clásica frasecita: Este gobierno sí se preocupa por la salud de nuestros muchachos y no como los políticos oligarcas que les da igual que los pobres tengan la boca podrida. Eva Duarte de Perón. Me imagino que también les votarían los dentistas dado que el grado de concienciación de la masa obrera sobre la necesidad de que sus hijos visitasen con la debida premura y frecuencia a un profesional sanitario era directamente proporcional al incremento de su cuenta bancaria. La cuestión es que mi madre se alarmó muchísimo con la nota adjunta al dichoso Certificado Buco-Dental y antes de ser objeto de escándalo de ve14


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cinas y amigas por su escasa conciencia materna, me peinó con gomina, me limpió con esmero y abundancia de agua y jabón las orejas, me puso la ropa de los domingos y montamos en el tranvía 31 rumbo a Puente Saavedra donde se encontraba el consultorio de “su” dentista. No sin antes obligarme a cepillarme los dientes durante diez minutos de forma profunda, enérgica y decisiva. El dentista resultó ser un señor muy simpático que me sentó en el famoso sillón ad hoc al tiempo que me facilitaba un hermoso trasatlántico de latón pintado con la inscripción “HMS Queen Mary”, que años después descubrí que significaba “el barco de su majestad”, cosa que nunca entendí de los británicos, me refiero a qué profundas razones ancestrales les lleva a considerar que a. los barcos son femeninos y b. que todos (o todas) son propiedad de su graciosa majestad. En fin, que todos mis sentidos estaban dominados por la cognición táctil absoluta —que no visual—, del precioso y deseado juguete mientras el profesional observaba bajo un potente foco los detalles más íntimos de mi cavidad bucal. Al cabo de un rato de introducirme varios instrumentos exploradores, garfios, pinchos, ganchos, espátulas y espejos me dijo: “Ya puedes cerrar”. Y a continuación informó a mi madre de que era la inocente víctima de una panda de bacterias asesinas que se dedicaban a destruirme los dientes sin piedad y que si no se tomaban medidas inmediatas la cosa podía agravarse hasta el punto de que después de insoportables dolores no quedaría más remedio que “proceder a la extracción”. Palabras dichas con tal énfasis que me despertaron de mi sueño de capitán al mando del “HMS Queen Mary” navegando entre fantásticas islas caribeñas infectadas de 15


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre crueles piratas con un parche negro en un ojo y un papagayo parlanchín sobre el hombro. Ahorro contar lo que vino después, largas horas de sufrimiento bajo el insoportable torno (todavía no se usaban los turbos menos dolorosas que conocí años después). Cepillados de dientes constantes después de las comidas, nuevas caries, nuevos dolores, nuevas obturaciones. Con el paso de los años fui también pasando de un dentista a otro y fui testigo y víctima de los maravillosos progresos de la técnica (que no de la ciencia) dental. Los nuevos métodos de los “tratamientos de conducto”, ahora rebautizados con el esotérico nombre de “endodoncia”, el uso normal de la anestesia y, por supuesto, las nuevas generaciones de perforadoras “turbo” que apenas causaban dolor. El hecho es que como toda la gente que conozco y seguramente la enorme mayoría de los que lean estas líneas, ni el cepillado profundo, ni las regulares visitas al dentista, ni los colutorios, ni el hilo dental, evitaron el imparable avance del proceso de desarrollo de sucesivas caries en todas y cada una de mis piezas dentales. La única solución definitiva para evitar las caries era la extracción, o sea que te “arrancasen la muela”. Con las primeras simplemente se iban generando huecos que no planteaban mayores problemas, ya que generalmente se trataba de los molares posteriores. Pero al rebasar los treinta abriles la cosa se puso seria. Me debían arrancar premolares y el hueco resultante ya resultaba muy visible y la masticación se volvía claramente incómoda e ineficaz. En esa época la gente se desternillaba con las fechorías que discurría Bart Simpson con la dentadura postiza del abuelo y mientras yo también reía, no dejaba de pensar que al cabo de unos pocos años yo mis16


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mo me transformaría en el personaje que burla la caricatura. Por suerte varios investigadores suecos con el doctor Branemark a la cabeza ya habían demostrado que los implantes de titanio no eran rechazados por los huesos mandibulares de los conejos, extremo que rápidamente se confirmó con los humanos. Pero bueno, historias personales aparte, el hecho es que a pesar de transcurrido algo más de un siglo de progresos técnicos y científicos la solución a las caries sigue siendo la misma que la propuesta en 1888 por el Dr. Miller. Se trata de la famosa hipótesis acidogénica, que después de transcurridos 125 años todavía se conserva vigente. Todo un récord, todavía vivimos inmersos en el mismo paradigma quirúrgico: taladrar y rellenar. No hay otra opción. O mejor dicho, hay una opción peor: arrancar, extraer, mutilar. Durante esos mismos 125 años aprendimos a controlar las enfermedades infecciosas con antibióticos, se sintetizaron nuevas moléculas químicas con notables propiedades antiinflamatorias y corticoides inmunodepresores de gran efectividad ante situaciones agudas muy críticas. Se crearon fármacos para sobrellevar la diabetes como la insulina y los hipoglucemiantes, a resolver el raquitismo con vitamina D, la pelagra con vitamina B y a atenuar los dolores con analgésicos. En general se han hecho grandes progresos con las enfermedades infecciosas y algunos avances en general. Pero sin embargo hemos hecho muy poco para mejorar la salud. Casi todo ha sido cirugía y prótesis: aparatos para oír, lentes y lentes de contacto para ver, implantes para los dientes, válvulas, stents y otros artificios para el corazón, diálisis para los riñones y finalmente trasplantes, de hígado, de riñón o de corazón. 17


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre Pero en el caso de la dentadura la situación es casi dramática: no hay opción preventiva como en muchas enfermedades. La higiene bucal propuesta no sirve para nada. No entiendo porque los dentistas y las autoridades sanitarias no lo reconocen de una vez por todas. Los cepillos de dientes, los dentífricos, los colutorios, el hilo dental, el waterpick (irrigador oral)… todo es un engaño. Las caries se desarrollan y progresan a pesar de toda la parafernalia de la higiene dental. Claro que hay mucho dinero de por medio. Basta con ir a la droguería o el supermercado de la esquina para ver el brillo del dinero. Todo tipo de colores, sabores, olores y texturas de pastas dentífricas. Más de un centenar de marcas y variantes de marcas. Decenas de modelos de cepillos: de cerda natural o artificial, duros o blandos, de distintos perfiles anatómicos, etc., etc. Toda una promesa de que mediante su uso evitaremos sentarnos en el denigrante sillón del dentista para ser enceguecidos por la lámpara que más nos recuerda a un interrogatorio de la Gestapo que a los potencialmente salvadores focos del quirófano. Pero, ¡ay!, todo es un sueño, una ilusión. Ni los brillantes colores del envase, ni los exóticos sabores de la pasta, ni la blancura de los dientes que sostienen las angelicales sonrisas de las modelos publicitarias, nada de todo eso puede impedir el progreso de nuevas caries perforando nuestro cada vez menos albo esmalte. El paradigma del origen bacteriano de las caries se desmorona. No porque se hayan levantado las banderas de un nuevo paradigma, sino simplemente porque durante 125 años no ha servido para evitar los trillones de caries sufridas por billones de víctimas en 18


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todo el mundo y durante más de un siglo. Todavía hoy. Los dentistas no curan ni arreglan los dientes, no les devuelven la salud. Solo logran alargar unos años la vida de las piezas dentales. Solo sirven para que conservemos la dentadura unos pocos años más, hasta que el imparable proceso de destrucción del esmalte o de las enfermedades periodontales obliguen a extraer la pieza. Es hora de nuevas propuestas.

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INTRODUCCIÓN LA SITUACIÓN ACTUAL No es la placa bacteriana la que enferma al diente, es el diente enfermo e indefenso el que permite la necrosis del tejido dental y la consecuente invasión por las bacterias comensales. Según la odontología convencional no hay relación entre la salud de los dientes y el resto del organismo, en cambio paradójica e insistentemente recuerdan que los problemas dentales y periodontales pueden tener serias consecuencias sobre la salud general y los accidentes cardiovasculares en particular. Cuando vamos al dentista jamás se nos pregunta sobre nuestra salud general y menos aún sobre nuestros hábitos alimentarios, a pesar de que los dientes y el medio bucal son la zona de impacto inicial de todo el largo proceso digestivo y una importantísima puerta de entrada de todo tipo de microorganismos, muchos de ellos de carácter patógeno. Por supuesto tampoco se nos da ningún tipo de recomendación dietética con la excepción de aconsejar a los padres de que sus niños no coman demasiados dulces o bien que se cepillen la boca después de ingerirlos, algo que en las circunstancias actuales es poco menos que utópico. 21


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre La prevención dental tal como aconsejan los profesionales o las machaconas e infantiles campañas de higienistas torpemente subvencionadas por los sucesivos ministros o consejeros de sanidad, se limita a aconsejar el cepillado de los dientes después de las comidas. Pero lo peor son las campañas organizadas —que no financiadas— por los laboratorios farmacéuticos que recomiendan el uso de determinadas pastas dentífricas que contienen antisépticos que causan graves perjuicios a la flora bacteriana bucal junto con otras sustancias que algunos expertos consideran como probados carcinógenos y el uso de colutorios bactericidas que desequilibran el entorno normal de la microbiota bucal. Para colmo, la Organización Mundial de la Salud y muchos gobiernos sometidos a sus absurdos dictados antinaturales como son las campañas de vacunación universal, la quimioterapia o las mamografías, promueve la fluoración del agua basándose en la desatinada idea de que el flúor favorece la protección del esmalte dental ¡Menos mal que a ningún aprendiz de Dr. Frankenstein se le ha ocurrido que tomemos fluoruro de sodio para combatir la osteoporosis! Ahora debemos preguntarnos, ¿qué hace el dentista? El odontólogo es un profesional universitario que después de cinco o más años de estudios y prácticas solo sabe taladrar un diente careado y sellar la perforación mecánica abierta sobre la pieza dental con un material inerte o con una peligrosa amalgama de mercurio que impide la entrada de patógenos al tejido interno ¡Cinco o seis años de estudios para ser un mero cirujano taladrador! ¿Es que no hay otra solución para las caries, aparte de la monótona secuencia de perforar y obturar? 22


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Imaginemos por un momento lo que ocurriría si las otras ramas de la medicina se limitasen en exclusiva como en la odontología a la solución quirúrgica. Si tenemos un problema de visión nos operarían los ojos en lugar de prescribirnos unas lentes o bien nos abrirían la nariz ante una gripe o una rinitis alérgica. Y peor aún, nos veríamos sometidos a una dolorosa intervención ante un simple esguince de tobillo. Algo va mal en la odontología moderna cuando desde hace más de un siglo no nos ofrece otra solución que el binomio barrenar-obturar hasta que las piezas dentales quedan como un queso gruyere y no queda otra opción que su extracción ¡Menos mal que quedan los implantes!, para los que puedan pagarlos, claro.

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PARTE UNO

LA ANTIGUA ODONTOLOGÍA MODERNA Es paradójico que el más duro de todos los tejidos sea tan susceptible de lesionarse durante la vida de los humanos, cuando resulta indestructible después de la muerte. Dr. F.J. Bronner, 1946

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1. EL FRACASO DE LA ODONTOLOGIA MODERNA Según los datos de la Organización Colegial de Dentistas de España, el número de odontólogos activos en nuestro país ha pasado de unos 20.000 en 2004 a casi 30.000 en 2014 y teniendo en cuenta que cada año se agregan a ese número unos 1.500 nuevos graduados universitarios, es muy posible que en 2016 ya se haya alcanzado un ratio de un profesional cada 1.300 habitantes. Ahora bien, si tenemos en cuenta el estancamiento del crecimiento de población en España y el número de nuevos profesionales, se alcanzará en pocos años la cifra de un odontólogo por cada 1.200 habitantes. Claro que si consideramos el total de altas profesionales en la Seguridad Social de todos los dedicados a “actividades odontológicas” que incluye dentistas, higienistas, protésicos y auxiliares, la proporción que en 2012 era de 1,5 sanitarios odontológicos por cada 1.000 habitantes, puede llegar a un profesional dental por cada 600 habitantes. ¿Cómo es posible que —según un estudio prospectivo presentado en 2012 por el Consejo General de Dentistas de España— con tantos profesionales a nuestra disposición y con tanta educación en higiene dental, las caries y las enfermedades periodontales sigan afectando al 95% de la población adulta española? 27


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre En su libro Cure Tooth Decay (Curando los dientes enfermos) el experto Ramiel Nagal se pregunta por qué hay un panorama similar en los Estados Unidos. Allí, mucho más que aquí, se lleva casi un siglo promoviendo la higiene dental, y al igual que en España, los medios y las campañas publicitarias repiten machaconamente los archisabidos consejos de cepillado diario, uso del hilo dental y las sugerencias de colutorios. Sin embargo, cada vez hay más dentistas y más caries. De nada valen las advertencias de los profesionales ni la parafernalia técnica de supuesta eficiencia con que cuentan en sus clínicas, incluyendo medios para facilitar la detección precoz de caries. De nada valen los metros de estantería de supermercados y droguerías dedicados a un número infinito de pastas dentífricas que nos prometen dientes más limpios, más sanos y más blancos. Ni las agresivas campañas en los medios de comunicación, de los “dentibuses” informativos y los centenares de horas de clases de higiene dental que dedican los niños en las escuelas. A pesar de todo ello el porcentaje de caries y de enfermedades periodontales en los países industrializados sigue aumentando inexorablemente, año tras año. Por ejemplo, el porcentaje de niños británicos de 2 a 5 años con caries dentales pasó del 24% en 1994 al 28% en 2004. En los Estados Unidos las cifras muestran una proporción de dentistas bastante más baja que en España, con un dentista cada 1.700 habitantes, lo que representa un total de 195.000 dentistas con un incremento anual de unos 6.000 nuevos profesionales por año, algo que la American Dental Association considera como insuficiente y que de hecho se complementa con la incorporación de unos 1.000 dentistas al año procedentes de otros países, en especial de Colombia, India y Filipinas. 28


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En el caso de Japón se observa una proporción mayor de dentistas que en los Estados Unidos y casi idéntica a la de España, con un dentista cada 1.300 habitantes, es decir 101.000 dentistas o una proporción de 80 profesionales por cada 100.000 habitantes. Según el anuario estadístico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en su capítulo dedicado a la salud, se encuentran varios datos interesantes. Analizando el número medio de consultas realizadas por dentista en cada año, destaca Japón con 4.322 consultas por dentista/año, siendo la media para la OCDE de 2.366 consultas, o sea una media aproximada de 10 consultas diarias. Según ese mismo anuario, la media de los países de la OCDE es de un dentista por cada 1.500 habitantes, no muy lejos de la media española. Dentro de estos países hay que destacar Grecia con un dentista cada 800 habitantes, probablemente el país del mundo donde hay mayor concentración de dentistas. En el extremo contrario hay países como México con uno cada 4.000 habitantes o sorprendentemente el Reino Unido con solo un dentista cada 2.400 habitantes. Este último dato sorprende más todavía si tenemos en cuenta que a pesar de que en los Estados Unidos hay casi el doble de dentistas que en el Reino Unido, un estudio publicado recientemente en el British Medical Journal por el grupo de expertos de varias universidades encabezado por la Dra. C.C. Guarnizo-Herreño (2015) del University College London, resulta que a la edad media de 31 años, los ingleses tienen mejor salud dental (una media de 7 piezas dentales perdidas) que los americanos (media de 7,3 piezas perdidas). De este dato resulta fácil concluir que no parece haber relación entre la salud dental de un pue29


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre blo y su número de dentistas. Un ejemplo similar es el de Japón que tiene una proporción de dentistas igual al de España (1 cada 1.300 habitantes) si bien hay que destacar que según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los japoneses tienen menor número de caries y menor pérdida de piezas dentales que los españoles. El azúcar, las caries y los dentistas en España Valga como ejemplo que en España el consumo de azúcar pasó de 12 kilos por habitante al año en 1930, a 20 en 1950 y a 35 en la actualidad. Las estadísticas muestran otro dato alarmante: la proporción de dulces en la dieta habitual de los niños españoles de 6 a 13 años de edad pasó de un 3,5% de las calorías totales en 1984 a un 6% en el 2000 calculándose que podría acercarse en nuestros días ¡al 10%! Todos sabemos que en los últimos años los dentistas han proliferado; pues bien, ese aumento coincide con la agregación de azúcar a miles de productos elaborados y a la apertura masiva de pastelerías y tiendas de “chuches”. En la España de 1975 era raro encontrar más de dos o tres pastelerías en las ciudades de entre 50.000 y 100.000 habitantes y en ellas los dentistas se contaban con los dedos de una mano. En ese mismo año apenas se contabilizaban unos 4.000 odontólogos en todo el país, la mitad de ellos en Madrid y Barcelona. En cambio en el entorno rural no había prácticamente pastelerías… ni dentistas; para ambas cosas se acudía a la ciudad más cercana. Hoy es raro sin embargo encontrar un pueblo que carezca de dentista o pastelería. Lógico, de aquellos 4.000 dentistas colegiados de entonces, se pasó a 17.500 en solo 25 años y a los 20.000 en el 2004. Y como ya he30


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mos visto a los prácticamente 30.000 en 2016. Lo que representa un dentista por cada 1.300 habitantes, más del doble de lo recomendado por la OMS que es de uno por cada 3.000 habitantes. Como una muestra más de la “burbuja odontológica”: pensemos que hace unos 15 años los españoles acudíamos “al dentista” de nuestro barrio o pueblo, en cambio hoy vemos a auténticas “empresas clínicas” como Vitaldent, Dentix, CareDent o AdeslasDental abiertas de forma continua durante 12 horas al día, incluidos los sábados, que son auténticos hipermercados odontológicos. Respecto a las caries es ya famoso el estudio del Dr. J. L. Hardwick (1961) en el que se indicaba que eran prácticamente desconocidas en Inglaterra hasta 1850 cuando el consumo medio de azúcar era de apenas 9 kilos por persona y año en tanto que hacia 1900 ya las sufría casi toda la población coincidiendo con un consumo de azúcar de 45 kilos por habitante y año (en esa misma época en España el consumo era de 10 kilos por habitante y año). La respuesta es la misma que damos en otras áreas de la medicina convencional: no se está curando a nadie, solo se dan paliativos. No se está yendo a la raíz del problema sino solo se mejoran y maquillan los síntomas.

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2. ES NECESARIO UN CAMBIO DE PARADIGMA El principio fundamental que subyace a la odontología clásica y oficial es que el diente es prácticamente un tejido muerto. Y aunque los modernos odontólogos pongan el grito en el cielo y digan que eso no es verdad o que incluso crean con total sinceridad que los dientes son tejidos vivos al igual que todo el resto de nuestro organismo, lo está negando en su praxis. Veamos. La praxis actual de la odontología no difiere en lo esencial de lo postulado por W.D. Miller hace más de un siglo, y por más modernos que se declaren, los dentistas mantienen lo mismo que sus antecesores, es decir: que sobre los dientes se forma una placa bacteriana que se adhiere con inusual e inexplicable firmeza al esmalte dental y que allí se crea un microambiente en el cual unas determinadas bacterias (el Streptococcus mutans ya no está de moda) se dedican a alimentarse de los carbohidratos que ingerimos para luego metabolizarlos en medio anaeróbico (¿cómo lo logran?) produciendo ácido láctico. Este ácido es el que ataca al fosfato de calcio o hidroxiapatita del esmalte produciendo su solubilización y al cabo de un tiempo la formación de una zona desmineralizada: la caries. 33


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre Según la Curva de Stephan que este médico estableció en 1940, el pH en el interior de la placa dental cae desde 7 (neutro) hasta 5 (ácido) inmediatamente después de que el azúcar entre en la cavidad bucal y se recupera al cabo de 10-15 minutos si no se vuelve a ingerir carbohidratos. Tanto Stephan como el casi centenar de investigadores que corroboraron los datos de la Curva de Stephan insisten en destacar que durante esos 10 minutos transcurre la “fase desmineralizadora” y una vez recuperado el pH por el efecto neutralizador de la saliva, el pH vuelve a subir hasta el 7 neutro. Lo que no está nada claro es porque la saliva no actúa también neutralizando los ácidos de la placa dental durante esos primeros 10 minutos y porque, si es capaz de atravesar el biofilm para actuar como “remineralizadora” del esmalte, no entra también (en cualquier momento o en todo momento) con su capacidad oxigenadora y antibiótica para eliminar a las bacterias que colonizan los dientes. La teoría de Miller —supuestamente corroborada por la Curva de Stephan— atribuye a la saliva un mágico poder “mineralizador” y neutralizador del ácido originado en la placa bacteriana a solo unos minutos después de la ingesta de carbohidratos. Considera al esmalte dental y la dentina como elementos y estructuras fisiológicas sin ninguna actuación específica y totalmente inertes. Solo hay dos agentes activos en la boca: por un lado la placa bacteriana y por otro la saliva. El diente no es más que un órgano inactivo a merced del equilibrio entre la placa dental acidificante y “desmineralizadora” por un lado y la saliva neutralizante y “remineralizadora” por el otro.

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La falsa e inviable teoría de la placa dental Todo el tinglado de la actual odontología se basa en la teoría errónea de la placa dental que establece: 1. Las bacterias orales y en especial S. mutans forman un biofilm firmemente adherido al esmalte dental que genera un microcosmos totalmente aislado de la boca donde ocurren dos fenómenos fundamentales: a) se crea un medio interno anaeróbico, es decir donde no llega el oxígeno del aire, para que allí vivan las bacterias anaeróbicas. b) en este medio anaeróbico las bacterias metabolizan los hidratos de carbono de los alimentos produciendo ácidos que atacan el esmalte. 2. La saliva no puede traspasar esta inexpugnable placa dental para: a) oxigenar el medio interno de la placa y eliminar las bacterias anaeróbicas. b) neutralizar ese medio ácido con su pH ligeramente básico. ¿Entonces, en qué quedamos? Si la placa dental es tan impermeable que no puede ser penetrada por la saliva ¿Cómo llegan hasta allí los carbohidratos que comemos? Es decir: la saliva no puede traspasar la placa, pero el agua con azúcar disuelta sí. La saliva no puede traspasar la placa dental, pero los colutorios bactericidas sí. La saliva remineralizante no puede traspasar la placa dental, pero el milagroso flúor remineralizante sí. ¡Vaya burrada! 35


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre En el colmo de la confusión los dentistas aconsejan no tomar jugos cítricos ya que son muy ácidos y pueden afectar al esmalte. ¡Pero vamos a ver! Si la placa dental es tan impermeable que no deja entrar a la saliva cargada de oxígeno para que neutralice la acción de las bacterias anaeróbicas, ¿cómo puede dejar pasar los ácidos de un zumo de frutas? Esta contradicción es constante. Por ejemplo: los dentistas aconsejan el uso de enjuagues con líquidos bactericidas (ya que según ellos nuestra saliva no sirve para nada) para eliminar las bacterias de la placa dental. ¡O sea, que el líquido bactericida si puede atravesar la inexpugnable placa dental, pero la saliva cargada de sustancias antibióticas naturales, no! Esta idea básica con ligeras variantes ha sido y es mantenida por unas cinco generaciones de dentistas desde 1890. ¿Y qué implica? Pues nada menos que exigir que la dentadura sea incapaz de defenderse de la acción depredadora de las bacterias. El diente, según esta teoría, es una pobre víctima, al igual que una piedra, nada puede hacer frente a los ácidos disolventes de las bacterias que corroen su estructura mineral. ¿No les parece que esta idea es absurda? ¿Cómo puede ser que después de millones de años de evolución y de toda la ciencia que la Naturaleza ha demostrado en la producción de máquinas tan perfectas como los mamíferos en general y los seres humanos en particular haya desembocado en producir unos elementos minerales destinados a una función tan básica para la supervivencia como es la alimentación, que son incapaces de rechazar el ataque de unas simples bacterias unicelulares carentes de núcleo y que son los seres más antiguos y primitivos de la Creación? 36


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¿Cómo pueden derrotarnos de forma continua y constante, desde que nuestros apéndices masticatorios aparecen por debajo de nuestras encías, unos seres microscópicos que viven desde hace 3.500 millones de años en los rincones más insólitos del planeta alimentándose de las cosas más sencillas? ¿Cómo es posible que cualquier hoja de cualquier planta tenga unos complejos mecanismos químicos que le permiten defenderse de las agresiones no solo de bacterias y hongos sino de seres equipados con la más sofisticada tecnología armamentística como son los insectos, y nuestros dientes no? ¿Cómo puede ser que el sistema inmunitario humano capaz de destruir miles de microorganismos peligrosos para nuestra salud no tenga armas para eliminar las bacterias formadoras de la placa dental? ¿Por qué las bacterias dentales son suficientemente poderosas para destruir un diente, pero son incapaces de afectar nuestra lengua, nuestro paladar o las paredes de la cavidad bucal? ¿Cómo puede ser que el pH de la placa dental baje de forma instantánea al ingerir carbohidratos a 4 o 5 y luego se reponga lentamente? ¿Tan rápido es el metabolismo bacteriano? ¿No será más bien que es el pH del flujo dentinal el que varía en cuanto se detectan carbohidratos en la boca? ¿Hay estudios referidos a la variación del pH en la placa dental si se comen grasas y proteínas en lugar de carbohidratos? ¿No se producen caries si una persona se somete a una dieta sin carbohidratos? Si las bacterias que viven dentro de la placa dental pegada al esmalte se alimentan de los carbohidratos que se solubilizan en la saliva cada vez que comemos ¿Por qué inexplicable motivo podría interesarles penetrar en la dentina y excavar una caries? 37


Juan C. Mirre & Paula M. Mirre Si el origen de la caries o cavidad es debido al pH altamente ácido que afecta al esmalte, ¿por qué se forma una cavidad puntual en lugar de desmineralizarse toda la cobertura de esmalte, o sea en áreas más amplias en lugar de zonas puntuales o caries? ¿Cómo es posible que los dientes y su esmalte sean tan sensibles a la acción de los ácidos formados por las bacterias que habitan en la placa dental y sin embargo puedan resistir durante más de dos millones de años la acción de los microorganismos, bacterias, hongos y virus de la tierra? Este es el caso de los dientes del homínido Paranthropus boisei, detalladamente estudiados por el Dr. R.S. Scott en 2005. Curiosamente estos homínidos han sido denominados popularmente como los “Hombres Cascanueces” debido a que presentan una espesa capa de esmalte con una alta densidad de fibra muy similar al esmalte de otros animales mamíferos capaces de triturar gruesas conchas de ostras. Por supuesto hay miles de ejemplos de dientes de homínidos mucho más antiguos con su esmalte perfectamente conservado después de transcurridos 7 millones de años, como en el caso de Sahelanthropus tchadensis. Podríamos seguir haciéndonos más de un centenar de preguntas que los sostenedores del postulado de W.D. Miller no serían capaces de contestar. Porque básicamente se trata de un tremendo disparate. Una teoría que se derrumba bajo una visión biológica elemental y que resulta ridícula a esta altura del partido, cuando diariamente aparecen publicados trabajos de epigenética, de células madre, de medicina regenerativa y de la infinita variedad de bacterias que conviven pacífica y simbióticamente con nuestros tejidos en el interior y exterior de nuestro organismo. 38


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No señores dentistas. Admitan de una vez que el diente es un ser vivo. Admitan que el diente está formado por tejidos celulares que están en constante evolución, crecimiento y renovación. Admitan que los dientes tienen medios más que suficientes para defenderse del ataque bacteriano. Admitan lo más difícil de admitir: es muy posible que las bacterias de la placa dental estén allí para defender la estabilidad del esmalte y no para atacarlo. Estamos entrando en un momento revolucionario y apasionante de la biología y de la medicina. Ya se ha revelado que somos más bacterias que seres humanos. Pero no solo nosotros. Se está descubriendo que todo los seres vivos están formados por dos partes: la parte visible y funcional, la que define al ser o la especie (hombre, perro, árbol, tomate) y otra parte invisible, cuyas células son abundantísimas (en el ser humano 10 células de microorganismos por cada una nuestra) y que vive en compleja simbiosis con la parte visible portadora del universo simbionte. A nivel humano se está revelando que somos un complejo bioquímico y genético donde todos participan y todos tienen voz y voto, tanto las células humanas como los microorganismos simbióticos que nos habitan. Si hay bacterias beneficiosas en el intestino, ¿por qué no las ha de haber en la boca? En las próximas páginas intentaremos explicar lo que ocurre en nuestra boca y por qué los dientes se degradan de la misma manera que pueden degradarse los huesos, los músculos o la piel. Las bacterias siempre están allí cumpliendo funciones, no son los agentes degradantes, en muchos casos ya se ha demostrado lo contrario, es decir que pueden ser agentes conservantes o protectores, o sea bacterias beneficiosas. 39



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PARTE DOS

LA CARIES COMO RESULTADO DE LA FALTA DE NUTRIENTES Las evidencias parecían indicar que los agentes que provocaban la enfermedad en los tejidos eran más bien la falta de algo en lugar de la presencia de algo. Dr. Weston A. Price

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