La Ciudad de México es para quienes espabilan; aquí hay que andar bien despiertos por las calles, tanto de día como de noche. Los que prefieran dormir en paz absoluta, mejor que se vayan al suburbio, porque esta ciudad jamás se calla.
Personalmente, me encanta la ciudad de noche: siempre hay algo abierto, siempre está pasando algo; quien se aburre de noche es porque quiere. Hay que atreverse a caminarla en su opacidad, solo así es posible entender todas sus caras. De noche las calles de la ciudad se escuchan, se sienten y huelen diferente.
La noche llega de la mano del misterio inevitable. Las horas del día casi siempre están planeadas, mientras que por la noche todo es posibilidad.