Llevamos tantas décadas bajo la sombra de la cultura gringa, que ya es difícil separarnos de ella, o siquiera distinguir sus bordes. Sin duda, gran parte de la industria musical, cinematográfica, tecnológica y deportiva de nuestros vecinos nos impacta e inspira de manera positiva, pero también hemos abierto las puertas –sin pensarlo demasiado– a su cultura del consumo irresponsable y voraz, con todas las consecuencias que esto trae consigo.
Eso sí, hábiles y prestos, transformamos lo heredado muy a la nuestra. Desde nuestra esencia, nos apropiamos de numerosos conceptos para reinventarlos a la mexicana. Como muestra basta un mechón de güera de farmacia, o los nombres anglosajones que nos apropiamos sin el menor rigor gráfico para designar comercios, zonas residenciales, productos, mascotas y hasta personas.