Usted, bienamado lector, está a punto de darse una zambullida en la época más glamurosa de la Ciudad de México: la Edad de Oro, los años 50. Por aquel entonces, la engalanada metrópoli avanzaba decididamente hacia la economía industrial y la modernidad, resuelta a no volver atrás. Fue la época del Cine de Oro, las primeras transmisiones radiofónicas por Frecuencia Modulada, la edificación de la Torre Latinoamericana, la construcción de Ciudad Universitaria, la vida nocturna de los cabarets y las rumberas. Con gran entusiasmo se bailaban el nuevo mambo y el cha cha chá en todos los barrios de la ciudad.
¡Cómo se me antoja haber vivido en la capital por aquellos años! Percibir realmente el transcurrir del tiempo, observar la vida sin la intervención de pantallas, pasar horas contemplando, disponerse a escuchar la radio, dominguear en la Alameda, sentarse a escribir una carta y esperar con paciente avidez la respuesta que traía el cartero.