Nuestra ciudad es un embudo. En ella chorrean una gran cantidad de “jugos”: extractos de diferentes realidades que al final terminan materializándose en cosas ácidas, agrias o muy dulces.
Todo es consecuencia de algo, y me fascina pensar en qué lo hizo ser así. Podríamos entender que las cosas son de determinada manera por culpa de alguien, pero no. Todo es parte de un extraño sistema de fuerzas que se conjugan y acaban dándole forma a todo lo que pasa e integran lo cotidiano. En vez de pensar que la Ciudad de México es “surreal”, como muchos dicen, yo creo que es ingeniosa, porque todo es consecuencia de un ingenio. Y aquellos pretendidos accidentes, no lo son. Nuestra dimensión urbana es resultado de un proceso de resolverse a sí misma.