Cuentos para no cortar

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Cuentos para no cortar

MANUEL GALLEGOS

Ilustraciones de AndrĂŠs Jullian

actual



CUENTOS PARA NO CORTAR 17 RELATOS DE ÁRBOLES CHILENOS

MANUEL GALLEGOS Ilustraciones de Andrés Jullian

Colección


Colección: La buena letra Dirección editorial: Gloria Páez Editor: Héctor Hidalgo Ilustraciones: Andrés Jullian Portada de colección y diseño: diseño i punto

es una marca registrada de MN Editorial Ltda. © Manuel Gallegos Abarca © MN Editorial Ltda. Avda. Eliodoro Yáñez 2416, Providencia, Santiago, Chile Teléfono: 2335101 e-mail: promoción@mneditorial.cl web: www.mneditorial.cl Primera edición: 2009 Nº de inscripción: 179.936 ISBN: 978-956-294-265-2

La presentación y disposición de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de los titulares de los derechos. Impreso en Chile por Salesianos Impresores S.A.


Para Manuel y Teresa, mis queridos padres, quienes me han dado la savia, la sombra cobijadora, la florescencia de la primavera y el oto単o de sus vidas.


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El cuento prehistórico de un ulmo

En 1977, un grupo de arqueólogos dirigido por el norteamericano Tom Dillehay llegó al lugar señalado para la excavación. Con acuciosidad desenterró restos de especies de animales desaparecidas, utensilios y huesos pertenecientes a un antiguo grupo humano que vivió en Monte Verde, a orillas del estero Chinchihuapi, un brazo del río Maullín en la Región de Los Lagos de Chile. Después de veinte años de estudio, los científicos enviaron parte del hallazgo a laboratorios especializados para determinar la fecha de su la inhumación. El resultado fue sorprendente y se expandió la noticia en los medios de prensa: ¡Los restos humanos tenían doce mil años de antigüedad! De este modo, Monte Verde se convertía en el

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más antiguo lugar habitado del continente americano. El descubrimiento colocó en tela de juicio la conocida teoría del poblamiento de América efectuado por el estrecho de Behring hace nueve mil años. El hallazgo indica que el ser humano habitaba ya estas tierras desde tres mil años antes de esa fecha. Como el lugar no queda lejos de Puerto Varas, donde vivo desde hace una década, y estimulado por esa inevitable curiosidad conservada desde niño, decidí conocerlo. Tomé camino a Las Quemas, Los Pellines y Colonia El Gato, llegando en pocos minutos a la ribera del río donde permanecían a la vista las excavaciones de los expertos. En el entorno aprecié algunos arrayanes y ulmos que esparcían el suave perfume de sus flores blancas. De pronto, tropecé con un pequeño montículo de tierra. Lo removí con la punta de mi zapato y descubrí un trozo de piedra con unos dibujos. En mi ignorancia, me pareció una pieza muy valiosa, no compren-

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diendo cómo los arqueólogos no la habían visto. Observé los esquemáticos dibujos. Distinguí la figura de una niña con sus manos en el rostro y unas rayas discontinuas, cayendo como lágrimas sobre una pequeña planta. Seguidamente, aparecía la misma figura en idéntica actitud frente a un arbusto más grande y luego ante un árbol lleno de flores. Después de analizarlas con minuciosidad, creí entender la relación existente entre las tres imágenes. Me senté en la pampa, conservando el maravilloso tesoro entre mis manos. Lo observé otra vez, giré la cabeza a un lado y vi algo que no había percibido a mi llegada: un rústico toldo de ramas con techo de paja del que escapaban hilillos de humo por todos sus lados. Me incorporé en el acto. Pensé estar frente a un hecho sorprendente y no tenía palabras para explicármelo. En ese momento salió del toldo una niña de unos doce años, vestida con un cuero de animal en forma de túnica. Su dulce rostro es-

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taba adornado con dos trenzas de cabello castaño, largas hasta la cintura. Protegidos sus pies por unos botines de cuero con el pelaje del animal hacia afuera, caminó unos pasos y dándose vuelta hacia donde el sol se levanta, habló así: —¡Gran Señor del Universo! ¡Padre de todo lo viviente en esta tierra! Escúchame, Señor: ¿por qué te has llevado a mi hermano? ¿Por qué permitiste a esos animales salvajes devorarlo? ¿Qué haré con esta pena de tantos días? ¿Qué puede hacer, Millalí*, sino llorar por su ausencia? Mi nombre ya no es nada. “Dulce resplandor dorado”, me decía mi querido hermano, pero ahora sólo soy un triste y frío resplandor como la muerte. Mis lágrimas, como la llovizna, no dejan de mojar la pampa y este arbolillo que hace unos meses apenas llegaba a mis tobillos, ha crecido regado por mis penas. Tras una mata de murta disimulé mi presencia en el lugar y vi cómo la joven se inclinó para admirar el árbol y acariciar con sus delicadas manos las verdes y pequeñas hojas.

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ULMO. Conocido como Ulmo o Muermo. Nombre Científico: Eucryphia cordifolia. Crece entre Arauco y Chiloé.

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—¡Son hermosas! Tienen forma de corazón y el árbol está cubierto de estas preciosas flores blancas. ¿Qué significa esto, Gran Padre? —interrogó al infinito la niña. El viento sopló en las ramas del árbol con placidez, como si hubiera respondido a su pregunta. Las observó atentamente, casi una por una, descubriendo el suave y dulce aroma en su entorno. Al coger una de las flores entre sus manos, algunos pétalos cayeron, dejando ver una minúscula gota de néctar que la niña llevó a su boca, reflejando en su rostro una sensación de agrado. Millalí pareció aliviada de su pena: había cambiado su inicial desesperación por una clara sonrisa. —¡Gracias, Padre del Universo, por permitir a mi hermano hacerse presente en esta forma tan bella! Se alejó unos pasos, comprobando que todos los árboles con hojas en forma de corazón estaban cubiertos de flores blancas.

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Entonces la vi alejarse con su rostro iluminado. Me acomodé para mirar mejor su partida y al instante siguiente, la ruka y la niña habían desaparecido. Sólo quedaba la tierra removida por los arqueólogos. Recordé entonces que los naturalistas y biólogos colocaron al Ulmo el nombre científico de Eucryphia cordifolia. Su apellido, Cordifolia, define justamente la forma de corazón de sus hojas. La madera de este árbol es usada en construcciones de casas, muebles, durmientes de ferrocarril y como leña para dar calor al hogar de los hombres. Las abejas descubrieron un día su néctar y desde entonces fabrican una exquisita miel blanca como sus flores. Al atardecer regresé a casa y dejé sobre mi escritorio aquel trozo de piedra que me había transportado tan lejos en el tiempo. Días después me enteré por la prensa que los arqueólogos habían descubierto en Monte Verde la huella petrificada de una niña de doce años, aproximadamente, quien había habitado esas tierras hace ciento veinte siglos, ni más ni menos.

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Vocabulario básico

Achachila: abuelo, término antiguo y de uso actual entre los habitantes del altiplano. Ailiñ: nombre propio, cuyo significado es Claro de luna. (mapudungun). Antiñir: Anti: sol; Ñire: árbol. El Ñire del sol, (mapudungun). El ñire es un árbol parecido al coigue. Antiluan: Anti: sol; Luan: guanaco. Caliche: materia prima de la que se extrae el salitre, constituida de nitrato de sodio mezclado con cloruros, sulfatos, sustancias terrosas y pétreas. Cuenco: Vaso de madera o barro, hondo y ancho usado por los pueblos aborígenes. Chilco: Chilko, arbusto conocido como fucsia o chilco. Diwen: hongo comestible que crece en los robles y coigües. Huilliche: Huilli=sur, Che=gente: Gente del sur. También llamados Veliches o Huiliches. Rama del pueblo mapuche que habitó desde Toltén hasta la Isla de Chiloé. También poblaron parte de la pampa argentina. Juesús: expresión popular que indica sorpresa, actualmente en uso en la Región de Los Lagos.

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Mapuche: Mapu=tierra, Che=gente. Gente de la tierra. Pueblo indígena que ocupó las tierras desde el río Choapa hasta Chiloé, conservando una unidad racial hasta ser invadidos por un grupo transandino, formándose los Picunches, “(gente alzada), ubicados al norte del Biobío; los Mapuches o “araucanos” (llamados así por los españoles), entre el río Biobío y el río Toltén; Los pehuenches (gente del Pehuén, el fruto de la Araucaria), habitantes de la zona cordillerana de las regiones VIII a IX, y los huilliches (gente del Sur), ocupantes desde Toltén a Chiloé. Pueblo amante y respetuoso de la naturaleza, con una rica cultura religiosa y cosmovisión, expresada, según últimos estudios, en dibujos de cántaros, kultrún y ritos. Los mapuches lucharon por su tierra durante tres siglos contra el invasor español y constituyen la raíz del pueblo chileno. Millalí: nombre propio cuyo significado es "resplandor dorado". Ocarina: instrumento musical de viento que se usa aún en algunos sectores del norte de Chile, en Putre, Belén, Aiquina y en el altiplano boliviano y Perú. Se fabrica de greda, de 15 a 28 cm de largo y 5 a 10 cm de diámetro. Tiene un sonido delicado y dulce. Quinileja: Planta de flores blancas y frutos de color naranjo. Sus ramas se usan para hacer escobas y cestos.

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Ruka: casa de los mapuches, construida de troncos centrales, ramas y paja. Los muros y techos son cubiertos con vegetales que sirven de aislante contra las irregularidades del clima sureño. En su interior se encuentra el hogar, el fogón, y junto a éste las camas. Al fondo, frente a la entrada, los cántaros de chicha y sacos de granos, ropas y utensilios. Del techo cuelgan trenzas de maíz y ají. La entrada de la ruka está orientada normalmente hacia la salida del sol y en los dos extremos superiores del techo hay dos huecos por donde sale el humo del kutral, el fuego. Thiakitas: palabra en lengua Kakán de los diaguitas: Thia=lejos y Kita=fugitivo (Los que venían de lejos). Aborígenes que habitaron gran parte de Coquimbo y Atacama. Llegaron desde Argentina a través del valle del Elqui, donde también vivieron. Sometieron a los aborígenes locales, los Molles, y produjeron una rica cultura expresada en la alfarería, artesanía y agricultura, hasta la llegada de los Incas. Trongol: el que da topetadas.

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ÍNDICE

Tamaru, el duendecillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 El árbol del pan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 La legendaria historia de un olivillo . . . . . . . . . . . 25 El niño de las palmas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 ¿Cómo nació el arrayán? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Una fuente de avellanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 El espino que navegó por el río . . . . . . . . . . . . . . 57 Buenos días, señor litre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 El árbol sagrado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 El Hua-Huán herido por la envidia . . . . . . . . . . . . 81 La invitación de una reina, la araucaria . . . . . . . . 89 El mañío de Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 El último rey del bosque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105 El cuento prehistórico de un ulmo . . . . . . . . . . . 117 Los tres nombres del roble . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 Los cipreses viajeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132 El retoño del coigüe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 Vocabulario básico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148


A partir

de

8

Años

Cuentos para no cortar 17 relatos de árboles chilenos

MANUEL GALLEGOS

789562 942652 9

ISBN 978-956-294-265-2

Desde el norte hasta el extremo sur del país existe la presencia de árboles imponentes, hermosos, esbeltos, ligeros o exuberantes que han acompañado el transcurrir de las vidas de esta región del sur del mundo. Algunos fueron exterminados, otros, sobreviven con mucha dificultad y muchos conforman bellos bosques en el territorio. Cuentos para no cortar es un libro que recrea bellas historias de 17 ejemplares de árboles nativos, entre ellos, el pehuén, avellano, ulmo, coigüe, litre y mañío. Son cuentos hermosos e interesantes que nos invitan a preservar a estos dignos representantes de nuestra naturaleza.


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