El Bosque Oscuro ALICIA MOREL
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Ilustraciones de Cristina Espinoza Lastra
EL BOSQUE OSCURO
ALICIA MOREL
Ilustraciones de Cristina Espinoza Lastra
Colecci贸n
Colección: La buena letra Dirección editorial: Gloria Páez Editor: Héctor Hidalgo Ilustraciones: Cristina Espinoza Lastra Portada de colección y diseño: diseño y punto
es una marca registrada de MN Editorial Ltda. © Alicia Morel Chaigneau © 2012, MN Editorial Ltda. Avda. Eliodoro Yáñez 2416, Providencia, Santiago, Chile Teléfono: 2335101 e-mail: promoción@mneditorial.cl web: www.mneditorial.cl Se terminó de imprimir esta primera edición de 2000 ejemplares, en el mes de mayo de 2012 Nº de inscripción: 216.822 ISBN: 978-956-294-318-5 La presentación y disposición de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de los titulares de los derechos. Impreso en Chile por Salesianos Impresores S.A.
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Pe r siguiendo una som br a
Bajo el tupido ramaje del Bosque Sagrado,
Magol alcanzó a divisar una extraña silueta detrás de la cortina de la enredadera “lluvia de oro”. Extraña, porque la rápida aparición arrastraba una sombra oscura como una capa, en la que brillaban puntos de luz. Nadie, en ese bosque protegido del mal por las gotas de rocío que cayeron del Paraíso, proyectaba sombra, todos tenían un corazón bondadoso y transparente. Al apartar las ramas, la figura huyó hacia lo más espeso del bosque, donde todavía era po-
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sible encontrar rastros del Bosque Oscuro; Magol sólo alcanzó a divisar el extremo de la sombra. —¡Espera! ¡No tengas miedo! –gritó con su voz de pajarito, atravesando las espesas ramas con la rapidez de la luz. Por si alguien no sabe, Magol tenía la visión y las alas de los elfos, las que había conseguido al cuidar las últimas gotas de rocío que habían caído del Paraíso, en profundas grutas. Había cumplido esta misión por encargo de su antepasado Elinfín, quien era uno de los primeros elfos llegados a la Tierra, en las lluvias de meteoritos que cayeron sobre nuestro planeta hace millones de años. Los meteoritos traían metales livianos y pesados: también gránulos de zircones y cuarcitas, y entre estos, algunos elfos cósmicos. A pesar de la ligereza de Magol, la figura de la sombra logró ocultarse con mayor rapidez, lo que hizo pensar a la elfina que aquella visita tenía algo de la naturaleza de los elfos. No cualquiera podía entrar al bosque sagrado.
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—¿Eres algún pariente que no conozco? ¿O un hada que no ha logrado desprenderse de su sombra? –preguntó Magol, deteniéndose sobre unas hojas. Por toda respuesta se oyó un corto suspiro de cansancio y ansiedad. —¿Cómo entraste al bosque sagrado? Debes ser alguien especial para haber atravesado una de sus puertas, selladas con rocío del Paraíso –continuó Magol, esperando que la, o el recién llegado se dejara ver por fin. Apareció entonces una mano muy fina de piel oscura. —Vengo de Egipto, donde el sol del desierto oscureció mi piel. No te extrañes si te digo que soy un hada negra, de aquí que hayas creído que arrastro una sombra. Ante los ojos admirados de Magol apareció una estilizada hada negra, cuyas alas, oscuras también, resaltaban con mil brillos. —¡Ooh! ¡Eres hermosa! –exclamó la elfina. —Soy más antigua que las pirámides y traigo un mensaje que encontré en un oasis, al que acudí para saber qué soñaban los niños
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musulmanes y purificar el agua de los pozos. —¿Cómo es tu nombre? No sabía que existían hadas qué investigaban los sueños de los niños. —Tengo el nombre de una luna de Urano, por eso me dedico a los sueños que provocan las lunas en el universo –explicó, extendiendo un ala para que Magol apreciara los brillos. —Veo que tu nombre es Umbriel –dijo Magol, reconociendo la luna más destacada entre las muchas cuyas figuras giraban en las alas de la recién llegada–, ¿qué dice el mensaje? —Dice que salgas del Bosque Sagrado para que observes lo que pasa entre los seres de la tierra, averiguar qué sueñan niñas y niños. —¿Puedo llevar compañía? —Siempre que comprenda la misión que vas a cumplir –observó Umbriel con seriedad. Magol pensó en sus amigos los duendes Clodoveo, Frinjol y Hoja Seca. Umbriel no necesitó que pronunciara los nombres, porque los leyó en la mente de la elfina. —Ninguno de ellos te conviene, por el mo-
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mento. Tal vez más adelante, cuando se aclare tu misión. Clodoveo debe quedarse en el bosque, porque es el jefe al que a pesar de todo, obedece el arriesgado Frinjol; y Hoja Seca es demasiado tímido y hogareño. ¡No vive en paz lejos del refugio en el tronco del roble! Los elfos Boris y Carel me parecen muy volátiles. Necesitas buscar una compañía que tenga alguna experiencia con la gente humana. —Sí, hasta nosotros han llegado noticias de una escasez de amor, ese que es capaz de sacrificarse por el otro, sea hermano, amigo o desconocido. —Las guerras y tiranías continúan en varias partes del mundo, lo que contamina a todos los seres de odio y muerte. Para olvidar la violencia y las amenazas, la gente sólo quiere pasarlo bien aunque sea por un rato, porque creen que en cualquier momento revientan bombas, se producen asaltos, robos, secuestros. —¿Tan grave es la situación de los humanos? –musitó Magol, con asombro.
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—Sí, la maldad está penetrando en los sueños de los niños pequeños, los bebés inocentes, que son la esperanza de los pueblos. Por eso debes salir del bosque y… La agitación de una rama del árbol bajo el cual estaban, las interrumpió. Magol y Umbriel se dieron cuenta que muy cerca de ellas se alzaba un latué, planta de los brujos, conectada a una profunda grieta donde habitaban Sombror y su cortejo de seres malvados, tejedores de todas las malas ocurrencias y malos sueños de la humanidad. Aunque el hada y la elfina hablaban en su lenguaje secreto, apenas modulando palabras, Sombror, que antiguamente fue el ser más esplendoroso de la raza de los elfos, recordaba todavía algo de ese idioma, y puso el oído en las raíces de latué. Alcanzó a comprender que en el bosque sagrado estaban preocupados de los sueños de los niños. Fue suficiente, para enviar a varios de sus expertos tejedores de mentiras a vigilar las casas de algunas ciudades cercanas.
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Magol y Umbriel continuaron su conferencia protegidas por el canelo, árbol, desde antiguo, protector de los buenos espíritus. —Por más aislado del mal que esté nuestro bosque, hay raíces sumergidas en el mundo oscuro –explicó Magol–, así sabemos algo de lo que traman Sombror y los seres que allí habitan. —Me parece que a pesar de todas tus conexiones, estás muy ignorante de lo que pasa fuera de este lugar –sonrió Umbriel–. Llegó el momento de salir de este paraíso, en misión de ayuda. —Así lo he comprendido –sonrió a su vez Magol–, pero falta conseguir compañía… Creo que combinamos perfectamente: tú pareces sombra sin serlo, yo, un rayo de luz, tenemos el mismo lenguaje, la rapidez y la voluntad de ayudar. —Lo siento, Magol, pero tengo que cumplir una misión en el Oriente, donde las guerras parecen no terminar. En esas regiones los niños están desamparados ante el terror de las bombas y la violencia.
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—No lo habría imaginado, en esas tierras famosas por la magia blanca, las alfombras que vuelan, las lámparas que ocultan genios y las palabras que abren puertas hacia cuevas llenas de tesoros. Tal vez Boris y Carel me ayuden, después de todo: son rápidos para comunicar mensajes secretos y conseguir auxilio, si es necesario. —Bien pensado, así puedes enviarme tus mensajes y yo los míos –dijo Umbriel. —Antes de partir, tengo que comunicarle a Lilón, el hada del avellano, que saldré un tiempo al mundo exterior en compañía de los elfos. Lilón gobierna el bosque con la transparencia de su espíritu. —Recuerda que esta misión es secreta, para que no llegue a los oídos de Sombror. Magol lanzó su risa de pajarito. —No temas, el hada Lilón, con su sabiduría, es una ayuda indispensable para nuestro viaje. —Adiós, entonces, no olvides nuestro pacto de ayuda mutua –recordó Umbriel antes de desaparecer.
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Magol alargó su mano para coger el último brillo de las lunas del hada negra y lo guardó en sus alas como señal de fácil comunicación. El hada Lilón la recibió en su palacio del avellano, entre flores color marfil. Al saber de la misión de Magol y cómo el hada negra entró sin impedimentos al bosque, Lilón comentó riendo: —Cualquier día hadas de todos colores invadirán nuestro retiro y se acabarán el aislamiento y la paz. Me parece bien que vayas en misión de ayuda y que lleves contigo a Boris y Carel, que al no hacer nada, sino jugar, están perdiendo energía. Magol se despidió del hada y después de aspirar el perfume de las flores del bosque para llenar su espíritu de fuerzas puras, voló en busca de los elfos. Le costó encontrarlos, porque habían apagado sus luces al dormirse en el tronco de un coihue. Una luciérnaga le indicó el lugar donde se hallaban. —Están en ese hueco, siempre juego con
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ellos y los sigo a todas partes – explicó la muy luminosa, con su vuelo indeciso. —¡Ea! ¡Prendan sus luces, y vengan conmigo! –trinó Magol con voz de jilguero. Boris y Carel se iluminaron lentamente, como si bostezaran, desperezándose: uno tenía luz roja, el otro verde, por si no lo recuerdan. —¿Puedo ir con ustedes? –preguntó la luciérnaga, entusiasmada por lo que creía un paseo–, ¿adónde iremos? Magol lanzó una risita ante semejantes pretensiones; pero Carel intervino, lanzando un rayo verdoso. —Tal vez Lucina nos sirva de guía. Ella es especial, al nacer en el bosque sagrado –dijo con tres chispas. —Sí, Lucina es una agradable compañera, además de resistir cualquier clima –argumentó Boris, el rojo. —No hay tiempo para pensarlo y es mejor no ir tan iluminados. Aunque tal vez…–Magol interrumpió la frase, para no revelar lo de la misión y continuó, pensando: “… ella puede
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distraer la atención de Sombror, porque ¿quién sospecharía de una luciérnaga en misión secreta?” —Muy bien, puedes venir, siempre que cumplas fielmente mis órdenes. —Haré todo lo que tú digas, incluso me apagaré si es necesario –prometió Lucina. —Lo primero que van a prometer los tres, es no hacer preguntas ni actuar por su cuenta. Este es un equipo obediente a una jefa que soy yo. Lo tres se atropellaron en contestar, con chispas de distintos colores. —Muy bien, ahora partimos con luces a medio voltaje –murmuró Magol, dirigiéndose hacia una de las puertas secretas del bosque. La atravesaron sin inconveniente y de pronto pasaron de la luz a la más completa oscuridad de una noche tempestuosa. —¿Dónde estamos? –alcanzó a preguntar Carel, pero Magol le tironeó un ala para que recordara su promesa de no hacer preguntas. Un viento furioso los zarandeó, separándolos, pero las luces que portaban los ayudaron
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a reunirse bajo una rama de tupidas hojas. —Pasaremos la noche aquí –susurró Magol– para acostumbrarnos a los climas que hay fuera del Bosque Sagrado. Hemos llegado en invierno, mañana veremos qué hacer.
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ÍNDICE 1. Persiguiendo una sombra..............................5 2. El otro bosque............................................19 3. Silencio y terror..........................................27 4. La cabaña de los abuelos.............................35 5. La visita de los niños...................................41 6. Las galerías de Sombror..............................53 7. Los duendes entran en acción.....................57 8. Frinjol entre las sombras.............................63 9. Rayos de sol y algo más...............................67 10. Hoja Seca y Proteo....................................69 11. El plan de los seis......................................73 12. Siembra luminosa.....................................75 13. El primer sueño........................................79 14. El segundo sueño......................................83 15. El tercer sueño..........................................87 16. Frinjol y la golondrina..............................89 17. Un inesperado encuentro..........................99 18. Burum y Magol......................................107 19. Un ligero temblor...................................109
8 El Bosque Oscuro ALICIA MOREL Con la novela El Bosque Oscuro culminan las aventuras de estos personajes diminutos y misteriosos (duendes, elfos, hadas, brujos y brujas) que dos siglos atrás llegaron al país en el bergantín Catalina, escondidos en la tierra de los maceteros con árboles nuevos que portaban los alemanes provenientes de Hamburgo (Los viajeros invisibles y La conquista del rocío). En esta nueva novela, también situada en los espacios del sur del país, los personajes del Bosque Sagrado salen con la gran misión de ayudar a la gente para que le dé un sentido positivo a su vida, pues está contaminada con la mala influencia del malvado Sombror.
E D I T O R I A L