La conquista del rocĂo ALICIA MOREL
Ilustraciones de Cristina Espinoza Lastra
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LA C ONQUISTA DE L R O CI O ALICIA MOREL Ilustraciones de Cristina Espinoza Lastra
Colecci贸n
Colección La buena letra Dirección editorial: Gloria Páez Editor: Héctor Hidalgo Ilustraciones: Cristina Espinoza Lastra Portada de colección: diseño i punto
es una marca registrada de MN Editorial Ltda. © Alicia Morel Chaigneau © 2010 MN Editorial Ltda. Avda. Eliodoro Yáñez 2416, Providencia, Santiago, Chile Teléfono: 233 5101 e-mail: promocion@mneditorial.cl web: www.mneditorial.cl Primera edición 2010 Nº de inscripción: 191.867 ISBN: 978-956-294-285-0
La presentación y disposición de la obra son propiedad del editor. Reservados todos los derechos para todos los países. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este electrónico, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de los titulares de los derechos. Impreso en Chile por Puerto Madero Impresores S.A.
El segundo centenario Volando entre los árboles se acercaron dos brillantes luces, una roja y otra verde: pertenecían a los elfos Boris y Carel. Venían musitando palabras luminosas que sólo los duendes podían traducir; los tres duendes que solían reunirse en los bosques cerca de los grandes lagos. Parpadeando muy agitados, los elfos decían: —¡Hoy es el segundo centenario! ¡Hay que celebrarlo! —¡De veras, lo había olvidado! –exclamó Clodoveo, el más anciano de los duendes y jefe del grupo–. Tienen razón, tenemos que celebrarlo. Frinjol y Hoja Seca llegaron atraídos por las palabras luminosas. —¿De qué centena r io habl a n? –preguntaron al mismo tiempo, mientras
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dejaban en el suelo las raíces y frutos que habían recolectado esa mañana. —De los muchos años que han pasado desde que llegamos a estos bosques del sur del mundo –dijo Clodoveo. —Es verdad –recordó Hoja Seca moviendo las orejas–. Llegamos desde nuestra lejana Selva Negra en un barco... —Dentro de unos maceteros que traían los primeros colonos alemanes –interrumpió Frinjol. —¡Despertamos en alta mar, no sabíamos qué había pasado! Los tres se pusieron a reír, mientras los elfos lanzaban alegres chispas de alegría. Clodoveo comentó: —Ha desaparecido la mayoría de los grandes bosques, los árboles milenarios que conocimos a nuestra llegada. La ciudad se los comió en parte al crecer, los otros fueron arrasados como leña y para sembrar lo que
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comen los humanos; ya no existe el silencio y la oscuridad de antes; tengo que contratar un ratón de buena voluntad para llegar más rápido a los pequeños bosques que amamos. Pero no dejaremos de reunirnos esta noche, que hay luna llena, y celebrar con nuestros amigos todo lo que hemos vivido. —¡Y todo lo que viviremos! –gritó Frinjol lleno de entusiasmo. —¿A quiénes invitaremos para celebrar? –preguntó Hoja Seca. —Al hada Lipi, en primer lugar, con su nube de arañas y sus pequeñas hadas del aire –dijo Clodoveo con una sonrisa. Hoja Seca sonrió también porque amaba al hada Lipi. —También tendríamos que invitar a Magol –dijeron los elfos, lanzando chispas. —Magol desconfía de nosotros, porque nos considera extranjeros. Hace días que no la veo, tal vez esté enojada –sugirió Frinjol.
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—¿Por qué crees que está enojada? –preguntó Hoja Seca. —Porque cuando se disgusta por alguna cosa, se esconde. Además, creo que ella y el hada Lipi no son muy amigas. —Eso no es un inconveniente para invitar a las dos. Se trata de nuestra fiesta. Le diremos a mi mensajera, la rana de Darwin, que busque a Magol. —Me parece bien. Yo le pediré al picaflor Moño de Oro que vaya donde el hada Lipi a comunicarle nuestra invitación –intervino Clodoveo. Todos estuvieron de acuerdo en que Moño de Oro era el mensajero perfecto, el único que podía descubrir dónde se hallaba en ese momento el palacio de Lipi. El picaflor aceptó encantado, porque de ese modo no sólo vería a la hermosa hada que todos los seres del bosque amaban, sino que también asistiría a la fiesta. Con nerviosos
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vuelos, buscó por sobre el bosque el árbol donde en ese momento se hallaba la nube tejida por arañas donde habitaba el hada Lipi. Almenas y torres del frágil palacio se construían mientras caían otras. Los alegres y agudos gritos de Moño de Oro alertaron a las pequeñas hadas que atendían a su mágica señora y se asomaron a balcones y almenas, riendo llenas de curiosidad. —Clodoveo y sus amigos celebran el segundo centenario de su arribo al sur del mundo. Dan una gran fiesta esta noche de luna llena. El lugar, el claro del bosque cercano al roble donde habita Hoja Seca. El hada Lipi y toda su corte están invitadas cuando la luna llegue al cenit. El hada Lipi aceptó encantada y prometió llevar alfajores de miel y polen de regalo. Entretanto, la rana de Darwin, más verde que nunca, saltó por entre musgos y ramas caídas llamando a Magol. Pasó media
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mañana buscándola, pero la brujita no se encontraba en los lugares de costumbre. De pronto, un chorro de brujitos del tamaño de lentejas se atravesó por delante de la rana: —¡Oigan! ¿Han visto a Magol? –alcanzó a silbar antes de que se perdieran entre las hierbas; pero divisó su expresión de miedo, como si alguien los acosara con malas intenciones. —Magol no quiere ver a nadie y a nosotros tampoco –crujieron antes de desaparecer. “Parece que las cosas no andan bien para los brujos”, pensó la rana dando por terminada su búsqueda. Hoja Seca sintió la ausencia de Magol: —Es una lástima que no venga la pequeña bruja con su divertido gorro de piel de araña; pero asistirá la más importante de las criaturas del bosque, el hada Lipi. También vendrían distinguidos cururos,
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toda clase de pájaros nocturnos y un enjambre de grillos, arañas y escarabajos. Anunciaron su presencia el búho de la torre de la iglesia de la ciudad cercana y algunos espíritus protectores de los árboles. Al acercarse la luna llena al cenit, las pequeñas flores silvestres y los hongos se encendieron como miles de farolitos de variados colores. De inmediato acudieron las luciérnagas volando sobre las hierbas igual que planetas vagabundos. Fue la señal. Sin hacer ruido, con alas de sueño, llegaron las lechuzas y el gran búho de la iglesia, posándose en las ramas bajas con solemnidad. Clodoveo, en medio del claro, los recibió junto a Frinjol y Hoja Seca. Los elfos Boris y Carel volaron portando grandes hojas de nalca, sirviendo a las fúnebres aves, deliciosos embutidos de lagartija y otros manjares innombrables; los duendes bebían sorbetes de miel con hielo de luna; las arañas se servían
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abejas azucaradas, mientras los cururos, haciendo un ruido característico, compartían tortas de maíz y palitos quebrados. Un enjambre de mariposas nocturnas trajo sobre sus alas al hada Lipi, acompañada de los elfos de la noche y pequeñas hadas de las flores. La fabulosa bandada dejó caer en aladas semillas los alfajores prometidos, que tenían sabores distintos para cada comensal. Por ejemplo, los había del gusto de búhos y lechuzas, así como de arañas y escarabajos. La rana de Darwin repartió gotas de rocío a toda la concurrencia, lo que dio un brillo especial a la fiesta. Cuando la luna empezó a declinar y la noche se hizo más oscura, emergieron de los árboles, robles, coihues, canelos, araucarias, unos largos y pálidos ancianos acompañados de ancianas, que entonaron canciones de ramajes y frondas, formando coros profundos y suspirantes. La fiesta alcanzó a su apogeo cuando las
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pequeñas hadas danzaron y entonaron sus peligrosos cantos legendarios. Todo este brillo y resonancia llegó a los oídos de cierta bruja que vivía en una ñipa gigante, a orillas del bosque. En el hueco que tenía en vez de corazón creció una nubecilla negra del más puro odio, ese que sólo sienten los seres envidiosos, anhelantes de poder. Con la primera luz del alba, terminó la celebración del segundo centenario, yéndose cada invitado a su refugio particular, no sin antes agradecer tan espléndida fiesta a los dueños de casa. Clodoveo no imaginaba las calamidades que sufriría al buscar nuevas habitaciones en la ciudad cercana. Frinjol tampoco tuvo el menor anuncio de la catástrofe que iba a desencadenar dentro de poco la bruja de la ñipa. Hoja Seca no previó la tempestad que se desataría después de la fiesta por causa de Magol. No tenía idea del odio que sentía la
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brujita hacia ellos, los duendes y los elfos, a los que consideraba unos intrusos, invasores de bosques y prados que hacía millones de años pertenecían a los que nacieron en esos lugares, desde que el arcángel de fuego cerró las puertas del paraíso terrenal.
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ÍNDICE El segundo centenario ........................................ 5 1. Magol y sus avellanas .................................. 16 2. Las puertas mágicas del bosque ................. 26 3. El habitante de la torre ............................... 43 4. Camino equivocado .................................... 61 5. ¡Encontrar a Clodoveo! ............................... 73 6. Rocío falso .................................................... 85 7. Feliz encuentro ............................................ 95 8. El escondite de Magol ............................... 102 9. Se anuncia la batalla .................................. 112 10. El aliado de Cadillo .................................... 122 11. Planes de Cadillo y Sombror ..................... 133 12. La conquista del rocío ............................... 139
A partir
de
8
Años
La conquista del rocío ALICIA MOREL
789562 942850 9
ISBN 978-956-294-285-0
Los duendes celebran con una fiesta el segundo centenario de su llegada desde Alemania a los bosques del sur de Chile. Participa de esta celebración una serie de atractivos pequeños seres, donde se destacan Clodoveo, el más anciano de los duendes; también Frinjol, Hoja Seca y el hada Lipi. A estos personajes positivos se opone la bruja Cadillo, del tamaño de una avispa y lo que más le interesa es robar la mágica gota de roció de la bruja Magol. En esta fantasiosa novela continúan las aventuras y participación de los personajes existentes en otra obra de Alicia Morel, Los viajeros invisibles, también publicada por MN Editorial.