Molino de letras 92

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MIGRACIÓN Colaboran:

Jorge Ibarra Sánchez Igmar Rosas López Emiliano Pérez Cruz Rolando Rosas Galicia Brenda Zamudlo Moisés Zurita Vladlmlr Méndez Isela Graclda Olvera

O 9772007565004 ISSN 2007-5650

ILUSTRACIONES: Yunuen Abigail Ramírez Martínez NARRATIVA: Días así - Enrique Iglesias Castillo /Augurio - Mariana Delgadillo Medina y otros. ENSAYO: Un juego de artificio pronunciado por ¡a locura - Jorge Iván Garduño / Amantes frígidas de Miguel Ángel Leal Menchaca - Gildardo Montoya Castro y otros.


PREPROFESIONALES

Ejes transversales

organizaciones

urales8"i »71 fortalecimiento de

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editorial directorio

No soy de aauí

Director fundador

Se gú n se sabe, todos venim o s de África, hem os pob lad o todos los rincones de la tierra, segu im o s siendo m igrantes, Acaso el destino del sur es llegar al norte; en em barcaciones de la m uerte cruzam os el M editerrá­ neo o nos subim os a la bestia que viene de Chiapas, Por desiertos y balsas la m uerte es nuestra com pañera de viaje al fin del m undo, no hay nada más allá, No sólo es el recorrido para el norte, vam os de regreso con nuestros muertos a cuestas a poner las flores el dos de noviembre, Pero no sólo som os los desvalidos, los misera­ bles, los que iremos a ser un número en la estadística de quienes viajamos; la ola del norte baja, los nuevos colonizadores vienen con sus jubilaciones a comprar viviendas a las orillas del mar, en los pueblos mágicos, Oaxacalifornianos, nezayorquinos, argenm ex, pachucos, chundos y troyanos vam os por el m undo en busca de algo que no tenem os, alimento, vivienda o tranquilidad, Se sum an en cientos de miles los m igrantes por la violencia, sirios en Alem ania, españoles en México, duranguenses en Nayarit, veracruzanos en el DF, Todos som os el otro, el clandestino, el ilegal; al m enos así som os tratados en nuestra propia tierra, la única que tenem os y d on de hem os nacido,

M oisés Zurita Zafra Dirección Juan Jorge Díaz Rivera Edición Patricia Castillejos Consejo Editorial Ignacio Trejo Fuentes Eusebio Ruvalcaba Rolando Rosas Galicia Estrella del Valle Isolda Dosamantes M inerva Aguilar Temoltzin José Francisco Conde Ortega Arturo Trejo Villafuerte M iguel Ángel Leal M enchaca M arcial Fernández Marco Antonio Anaya Pérez Fabiola García Hernández Refugio Bautista Zane Álvaro González Pérez Alberto Chimal Gildardo M ontoya Castro Pablo O rtiz del Toro Corresponsales M ónica Palacios Pedro Cabrera José Luis Herrera Arciniega Raúl Orrantia Bustos Raúl de León Eduardo Villegas Will Rodríguez A drián M endieta Moctezuma Samantha M artínez Maya Información D avid Zuriaga Jiménez Diseño Gráfico Juan Jorge Díaz Rivera José Luis Delgado M endoza Álvaro Luna Castillejos Fotografía Juan D avid Sánchez Espejel Jorge Enrique Ibarra Sánchez Captura Amaranta Luna C.

MIGRACIÓN láildatdoMorKJfa

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Portada: Migración Fotografía: Jorge Ibarra Sánchez Composición: Álvaro L una Castillejos

4ACONACULTA U FO N CA

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AlejandroArturoVillatorgas ArturoTrepVUlafuene


sumario TALO N DE AQUILES

Poesía

Rolando Rosas Galicia Eréndira Reyes Climaco Sergio Pravaz Raúl Sosa Eufracio Amaral Hernández Álvaro Luna Castillejos Las Garlopas - Selección de Eusebio Ruvalcaba

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Elena Carmen —Marisol Vásquez 18

La vida impensable

Narrativa

Díaz así —Enrique Iglesias Castillo 20 Augurio —M ariana Delgadillo M edina 21 M i padrea, yo y la bicicleta del periódico —Gildardo Montoya Castro 22 Líneas defuerza—Pablo Carretero 24

carbonera Yunuén Abigail Ramírez Martínez 26 Café milenarista —Raúl Sosa 32 Bravucón de bisutería —M ontanacristina 34 w

este número:

MIGRACION

Andanzas: Kobe, Osaka y Kyoto —Igmar Rosas López 38 Idos de la mente, sin ganas de recordar —Emiliano Pérez Cruz 40 Idas y venidas —Rolando Rosas Galicia 43 Un seguro porvenir - Brenda Zam udio 46 Así cruzamos la frontera —Moisés Zurita 49 Una noche rumbo de Nod —Vladim ir Méndez 52 Sociedady migración: reto humanitario —Isela Gracida Olvera 53 Ensayo

Un juego de artificio pronunciado por la locura —Jorge Iván Garduño 57 Más costalazos da la vida —Arturo Trejo Villafuerte 59 Amantes frígidas de Miguel Ángel Leal Menchaca —Gildardo Montoya Castro 64 Recomendaciones/Reseñas

Molino de Novedades Editoriales —Arturo Trejo Villafuerte 67

M o l i n o d e L e t r a s , A ño 17, N o. 92, noviem bre-diciem bre 2015, es una publicación bimestral editada por Fortunato Moisés Zurita Zafra. Calle M iguel Negrete 336 L. 15 C . 40, Fraccionamiento Xolache, Texcoco, Estado de México, C.P. 56110, Tel. 5519546810, zurit9@ hotm ail.com . Editor responsable: Fortunato Moisés Zurita Zafra. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo N o. 04-2011-062209030200­ 102, ISSN : 2007-5650, ambos otorgados por el Instituto N acional del Derecho de A utor, licitud de título: 4769, licitud de contenido: 147, otorgado p o r la Com isión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de G obernación. Impresa p o r Imprensel, S.A. de C.V. Av. C atarroja N o. 443 Int. 9, Col. M aría E sther Z uno de Echeverría,Iztapalapa, D.F., México C.P. 09860 Tel. 58661835. Este núm ero se term inó de im prim ir el 15 de noviembre de 2015 con u n tiraje de 3 000 ejemplares. Las opiniones expresadas p o r los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación si se cita la fuente. mol i no_de_l et ras@yahoo. com. mx; z u r i t 9 @ h o t m a i l . c o m ; zurita@correo.chapingo.mx; contacto@molinodeletras.org

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TALÓN DE AOUILES

Reloj de luz blanca p a ra G eo D ebo a d m itir ante la lu z g élida de la m u erte yo, tem blé Bei D ao

Te duele todo pero vas y vienes. Te duelen los tobillos de andar. Vas y vienes con tu cuerpo adolorido que finge no sentir. Vienes a visitar mi cuerpo, lo lavas, lo secas y sonríes. Casi no te quejas o si lo haces tratas de que no se escuche. Te duele todo, tu dedo que truena o se resiste. Me ofreces una fruta o agua o pan y yo sé que no has comido, que se te va el hambre y que vas y vienes adolorida de no saber el día o la hora del descanso de este ir y venir por los laberintos de este hospital donde no quisiera perder la esperanza. * Bata de loco que me traigo con mi suero en vertical o ya de plano. Voy que no se estabiliza esta cosa del sube y baja que 180 es alto y ni el nifedipino bajo la lengua. Bata de loco, facha que no me la acabo con el pelambre blanco en el ir y venir por estos pasillos, caminar para vivir dicen y vuelta y vuelta arrastro el suero, el antibiótico que no tengo para cuando pero el tono de la herida es bueno y puede ser que el lunes, puede ser pueque sí o quién sabe y yo con mi facha de loco hago muecas en el espejo como si no tuviera nada.

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*

Dejo de contar los días. Sólo son convenciones. Uno tras otro se van, según tu ansia. Si los cuentas te acabarán. La luz blanca y permanente de los enfermos se llama espera, incertidumbre. Cosa hueca. * Estar en las manos de otros, en su destreza con el bisturí y la aguja, en la profundidad de su ojo que identificará el mal, eso que huele peor, que suena a gacho y que sólo el oído o el olfato lo saben. Palpan mi carne, la exprimen, la escurren. Ellos saben del tiempo saludable y el resto, los bordes de la cicatriz, las palabras del va mejor, cuando interrogo. * Tengo un cuarto. Tengo mi cama, una sábana y un cobertor, un tripié con un suero y antibióticos, mangueras que van a mi brazo izquierdo, una enfermera que son varios rostros que entran y salen. Tengo un libro que cierro cuando la vigilante puntualmente apaga la luz. Tengo un trozo de ventana por donde la herida que soy mira una ciudad gris con sus ladrillos crudos.

Rolando Rosas Galicia1

1 Nació en San Gregorio Atlapulco Xochimilco, D.F. Ha publicado varios libros de poemas: Caballo viejo, Quimeras, Quebrantagüesos, Naguales, son algunos títulos. Víbora de dos cabeza, antología personal, es su libro más reciente. Desde 1980 es profesor de tiempo completo en la Universidad Autónom a Chapingo.

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Tierra Se me ocurre que hemos visto poco; que de haber sido nubes no andaríamos com o lombrices de fuego sem brando un amor que no nace. Veríamos la luna más cerca lloverían sueños de nosotros com o se dan el maíz la flor de hambre entre la gente. Yo no quisiera bajar ni aunque me perdiera el alba o el atardecer, las voces, las calles del pueblo que son com o montañas de polvo donde pasean rumores niños, y a veces miedo. Por la mañana sentirnos rezagados nada más muertos nada más tristes nada más solos.

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Contemplaciones Me quedo cerca de ti, un poco triste por mi ausencia a veces. Esta mañana, muchas mañanas, empuñas las diminutas manos, abres los ojos, de pronto haces gestos, arqueas las despobladas cejas, fijas la mirada en algo no sé qué es. Tu contra ritmo es algo com o una sospecha, com o una hipnosis que surge de tus rasgos, de esa región terrestre que vincula nuestra sangre, que palpa tu espalda, vigila tu sueño. Recurrimos entonces a la secuencia del llanto, a la angustia de ser tú y yo, contem plam os algo, no sé qué es. Tal vez la noche, la higuera que toca la ventana.

Eréndira Reyes Clímaco1

1 C entaurea de noche y m adre de día. Es licenciada en L etras L atinoam ericanas por la U niversidad A utónom a del E stado de M éxico. H a publicado en u n a antología de poesía editada por el C entro Toluqueño de E scritores. A ctualm ente apoya el fom ento a la L ectu ra en C asa de C ultura de O zum ba, y en el C entro U niversitario u a e m A m ecam eca.

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D ia b lo s y v io lin e s suelta el sol ya no te aferres imagina el horizonte entre tus dientes cansado de seguir sin un golpe de mentira supone un carnaval en tus mejillas con flores sin cenizas y tus manos en el medio de una iglesia fugitiva todos los deseos se recuestan en la punta de tu lengua aprovecha la sordera en las palabras... el tumulto y su abanico la dejadez en el verbo los minutos y las mĂĄscaras respiran entre diablos y violines los oficios descansan de su ronda... habrĂŠ com enzado a beberte antes que declam e el lucero

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L a g ra c ia e n s u s p e n s io n •

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a pleno sol nos besamos con los ojos vacíos de m uchedum bre y com o un carbón im pecable evidenciam os nuestro calor ese que levanta el proverbio de los locos y sacude su gracia sobre la ley de los necios y los ciegos suenan en sus chozas las palabras maravilladas com o brotes

Sergio Pravaz1

1 E scritor y poeta argentino. E stos poem as pertenecen a su libro E l gallo rojo.

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si pienso adonde miro de manera curiosa me descubro tranquilo como si espejo fuera el entorno observado cierto que esta mirada audaz lejos se lanza el premio a ese su vuelo es el sensual disfrute con los cansados cerros y la palabra cerro que estoy utilizando por convención urbana no es más que referencia de acuarela manchada a veces muy precisa otras veces velada yendo de los azules al verde más diverso con un perfil de gris y un pardo más intenso con manchones de negro de testarudas ramas pero si al cielo miro vacilante es el negro zopilotes silentes que vuelan o que danzan ahí es que me descubro otra vez por su juego majestuoso planear en suave movimiento como tai-chi del cielo encarnando un sutil ideal de equilibrio evocando tal vez un aéreo arquetipo zopilote: seguro y bello como fa tal quimera solamente a lo lejos en un dejarse ir sin prisa navega en lo más alto sin brújula, bitácora ni mástil tijeretazos prietos velamen son sus alas

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por último bien sabe que lo suyo será sortear sereno espumas encrespadas no ya de bravías olas sino de nubes-pinceladas caricias en girones del artista mayor su navegar despierta aquí en la tierra, envidia del hombre sedentario pero será nomás un puro cabotaje ya no de verde en verde sino de hedionda carroña que se pierde por otra igual sorprende verte ahora tan de cerca eres lo opuesto de aquél en lontananza distinto de otras aves ni al águila emblemática ni al noble halcón tú te pareces

al macabro festín despacio llegas adelantándote al gusano y al coyote obediente cumples con tu sino limpiando el animal despojo con tu pico picoteas y no sólo te salpicas tu quimérica figura descuartizas sin saberlo hoy tanático y paciente como otrora en las alturas.

Raúl Sosa1

1 Es uruguayo-m exicano con form ación de historiador por la e n a h , adem ás de artista plástico, ceram ista y escultor. También es traductor e intérprete de portugués. H a publicado traducciones en las revistas Universitarios, Picnic, E l ángel de R eform a, entre otras. Presentó el espectáculo m ultidisciplinario: “Ecos de Pessoa”, traducciones y textos propios m usicalizados.

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Poder y furia Descúbrete; siente la luz que desde tu mirada nace el brillo en la bayadera pupila o el céfiro inmenso del crisol, no son ilusión... ...Descúbrete; siente el callado rumor em ergiendo en la intransgredida entraña rozando tu piel, refrescando el a l b a . .D e sc ú b re te ; sé dueño de tu poder y tu furia sé digna verdad o palabra en silencio sé el incólum e color de un gris invierno sé el contraste de un espíritu sin candor y s e c o . "pues sólo se miente; por falta de imaginación".

Eufracio Amaral Hernández

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¿ e tra s


Trueno Mi voz precede al trueno proveniente de un cegador relámpago, de ese natural efecto, que nada tiene de misterio Esta voz no es mía, es heredada hema bendita, de constitución sagrada cincelada al fragor del zenit del tiempo en una tierra desconocida y le ja n a . . M i voz precede al trueno Jamás descifrada por razón de oído alguno acaecido del tormento, de deidades arquitecto, destructor de m o n u m e n to s. . M i voz precede al tiempo, y su natural efecto liara de luz al más adusto odre, el más lúgubre sendero al henchirse de tiem po el s ile n c io . . M i voz precede al trueno energía del infinito u n iv e r s o . un ruido ensordecedor que cubrió de colores al silencio.

Eufracio Amaral Hernández

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Esclavo e n lib e rta d Sé que tu esclavo soy, y en tu paradoja emergió mi libertad sé bien que el pueril abril ya se esfumó empero, al escuchar tu murmullo me transmuta la melancólica mirada en un perspicaz brillo de niño. ¡Ah, y que placer! licor de frenesí; cuando entre sueños me besas la frente se desbarata el tiem po y emerge un edén. Sólo tu esclavo soy y si a los ojos del m undo volar junto a ti, rodeados de estrellas es un delito, culpable s o y . . y que más me da la libertad si mis cadenas son de tul, mis grilletes de la brisa del mar, mi condena, sentir tu furia en mis venas y hacer del tormento todo, un hermoso poema.

Eufracio Amaral Hernández1

1 E studiante de filosofía y letras, pum a de la u n a m de corazón, autodidacta de alm a y poeta de entraña.

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Po d r í a

i r m e

Podría irme, sin mirar siquiera hacia atrás volver sobre mis pasos hasta ese punto en que tú y yo no hemos cruzado una mirada aún. Tal vez sería sencillo decir que no lo siento que no me fascina tu cabello al caminar o la forma en que aprietas los labios cuando dudas. Incluso sería más fácil -creer que puedoolvidar tu cintura entre mis manos tu abrazo en el mío o la sonrisa de tus ojos cuando no crees en lo que te digo -m i sonrisa es tan culpable como tu cadera-. Podría irme, sería sencillo y hasta creo que podríamos sostener una conversación sin tener que desviar la mirada cada que se cruzan nuestros ojos. Pero en ese breve instante que nos damos cada día -la despedida cada nocheme sabes dulce en la boca como sonrisa espontánea con tu manera de venir hacia mí tu abrazo sencillo y sincero. Ese momento en que nos habitamos uno al otro. Me basta entonces, tu mirada sigilosa -guardando las reservasintentando acomodar el cabello -esa tarea que nunca termina y que siempre intento hacer por tisaber que te muerdes la boca -igual que yo-. Entonces rozo tu piel y brota generosa la sonrisa y en ese breve instante entre tu ojo y mi ojo me descubro inútil desarmado e indefenso y yo lo pienso: Podría irme.

1 D iseñador gráfico y m úsico, integrante de M uerte Chiquita. Trabaja en el D epartam ento de Publicaciones de D ifusión C ultural de la UA Ch . Colabora en el sitio electrónico www. labibliotecaestelar. com

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siempre podría irme pero no quiero hacerlo.

Álvaro Luna Castillejos1 ¿etras

La vida impensable

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las garlopas

* a p a r t a d o d e l o s in é d it o s

Selección y nota introductoria de

Cu e n t o

de

Eusebio Ruvalcaba

Ma r i s o l Vá z q u e z

La literatura está hecha de retazos de vida, de meros jirones que andan buscando acomodo en el interior del alma del autor. De pronto, aparece algún recuerdo que finalmente pertenece al ámbito de la invención literaria. Cuando lo escribe, el autor tiene la sensación plena de haber ajustado cuentas. Es el momento de escribir más. De llenar páginas y páginas. ¿O quién no quisiera saber más de este personaje de nombre Elena Carmen?

E le n a C a rm e n Así se llamaba mi abuela, con ella crecí. — ¿Ya viste el color de esas flores de terciopelo? — ¿Cómo lo habrá logrado? Y nos sentamos a contemplar la pintura, era el retrato de Luisa 1990, de Julio Galán. Pasamos m ucho tiempo, no sé cuánto, ninguna dijo una palabra. Elena Carmen estuvo enamorada de las Bellas Artes, pero nunca lo exploró, decía que la depresión y el arte eran para los ricos. Un día me platicó de cuando se casó, eran m uy pobres ella y su prometido, decidieron hacer algo sencillo y m uy íntim o, ella confeccionó su vestido. En la reunión no había música pero alguien llevó una guitarra y ella tenía una armónica que fue la única herencia de su padre, mi bisabuelo. Así que la tocó y después cantó acompañada de la guitarra. Decía que todos habían bailado mucho. Su felicidad fue corta, mi abuelo, al que nunca conocí, la abandonó con dos niñas, una de dos años, y mi madre, de dos meses. Mi abue nunca volvió a creer en el amor y jamás tuvo una pareja de nuevo. Elena Carmen fue una mujer de trabajo duro. Le gustaba el futbol americano y las nalgas redondas y firmes de los jugadores. También los hombres negros y los árabes.

* Sombrío burdel de Veracruz.

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Para ella la palabra de un doctor era la misma que de Dios. Un día cuando ya no vivía con ella y fui a visitarla, me dijo: Vente vamos a salir; la seguí, tomamos un taxi que nos llevó al lago de Chapultepec, a un bar que ni yo conocía. Pidió una mesa cerca del pequeño escenario, una botella de tequila y dos caballitos, después me dijo: ¿traes cigarros?, esa fue de las pocas veces que la vi fumar. Cuando el trío comenzó a tocar se puso más animada y me decía ¡salud!, también me pedía que le sirviera más y que también yo tomara. Al rato pidió una canción que fue complacida casi de inmediato, mi abuela sabía mandar. La canción era “Perfume de Gardenias”, curiosamente mi flor predilecta; me miró y chocó su caballito con el mío, se le pusieron húmedos los ojos, pero no lloró, en mi familia llorar da pena. Agradecí esa tarde toda mi vida. Todos los miércoles veía un programa en el canal 22 de un pintor llamado Bob Rose. Era un idiota pero a ella le gustaba. Murió sin haber comprado el kit de óleos y espátulas que ese wey vendía; mi abue decía que quería pintar un paisaje feliz como Bob. Un día adquirió una pintura en una galería de Arte contemporáneo, le costó lo que normalmente nadie gastaría por una obra y menos sin costumbre ni educación artística. La pintura era gris, un óleo, el artista era un joven amigo mío, pintor de Guadalajara. No había entendido por qué le gustaba tanto, era un wey suicidándose en el baño de su casa; mi abuela lo miraba tanto como podía, de hecho quitó una de sus naturalezas muertas del comedor y ahí lo colocó, era un lugar de honor. Elena Carmen me enseñó a no rogarle a nadie, a platicar con Dios, a que la depresión y la flojera se quitan con un buen baño y un taco, a buscar lo que quería y a hacerme presente — así decía. — Abuela, si algún día vuelvo a fumar será contigo. Gracias, gracias eternas.

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La vida impensable

Días así Enrique Iglesias Castillo1

ientras la luz crea juegos de refracción con los hielos en el fondo de este vaso; mientras le doy un trago a esta bebida y me viene a la mente el nombre de una mujer; mientras me quito los lentes y con las manos cubro mis ojos como si eso sirviera para que su imagen desapareciera, aunque sólo consigo todo lo contrario; mientras recuerdo su boca, su piel y lo que es estar entre sus piernas; mientras escucho con claridad su voz que dice cógeme y después adiós, y comprendo que pensarla es un infierno, bello, pero que no deja de ser infierno; mientras pienso que lo único que supimos hacer fue violentar nuestros cuerpos y violentar la idea de lo que es amor, porque el amor no podía existir entre nosotros, porque no éramos más que un par de personas con heridas que no dejaban de supurar, y que buscaban olvidar el dolor mediante el placer carnal; mientras en una mesa contigua alguien tira una botella de cerveza, y el sonido que produce al estrellarse hace que me dé cuenta de la verdadera distancia que media entre la mujer en la que pienso y yo; mientras el mesero se lleva los pedazos de vidrio y yo intento recoger mis propios pedazos; mientras las voces a mi alrededor aparecen y desaparecen, y por momentos la música y las risas -y algún llanto- se vuelven insoportables; mientras levanto el vaso para brindar con el tipo de enfrente que me saluda y que no conozco, como tampoco sé quién es el otro borracho que me dice algo ininteligible; mientras miro a mi alrededor buscando alguna respuesta para una pregunta que ya no recuerdo, y me convenzo cada vez más de que estoy en el lugar correcto pero en el momento equivocado; mientras veo mi trago y pienso en las inconveniencias de no pedir otro, y reconozco que no hay prisa por salir de aquí porque no tengo lugar adónde ir, y porque regresar a casa sólo significaría lidiar con fantasmas; mientras observo las botellas y vasos en las mesas contiguas, las mesas mismas y las sillas, las personas con sus alegrías y sus tristezas y sus hartazgos a cuestas; mientras lo que debe ser mi único momento de lucidez en la vida me dice que todos estos factores conforman una armonía que no existe más allá de la puerta; mientras me doy cuenta de que llevo un rato hablando solo, o tal vez hablaba con el vacío o con la distancia que me separa de ella; mientras un temblor que comienza en mi espina dorsal recorre el camino hasta llegar a mi mano derecha; mientras mi mirada cae al abismo; mientras esto sucede, escribo el nombre de la mujer que recuerdo sobre esta mesa con un poco del líquido que bebo, pronto desaparece, pero está bien, está muy bien, así debe ser.

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1O riginario del D istrito Federal, ha publicado cuentos y relatos en la revista Los bastardos de la Uva y en el periódico E l F inanciero.

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La vida impensable

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o M ariana Delgadillo Medina1

odo el día he tenido un raro presentimiento. Entre temor y alegría he comenzado la misma historia, el mismo cuento que vivo todos los días: el baño de agua caliente en la vieja tina que comienza a filtrarse, ropa interior de encaje, pantimedias veladas y maquillaje; zapatos negros y traje gris, algo de perfume en el cuello y un discreto bolso de mano para guardar las tristezas del día. Café descafeinado y sin azúcar como desayuno, el noticiero de la mañana para recordar los desencuentros del planeta; y las campanas del reloj que me recuerdan que es hora de salir de mí guarida para mimetizarme con el mundo. El microbús ruidoso y mal oliente, con rostros extraños y distantes, con personas que se me antojan mezquinas y mudas, me conduce por esta ciudad que nace y muere todos los días desde mi ventanilla. El trabajo agotador de toda la semana, la manera poco notoria de ganarme la vida, mis sueños de universidad que vinieron a secarse detrás de este escritorio, y la misma mirada extraviada en todo momento; todo es lo mismo, pero no igual, hoy no. Lentamente el reloj, como si fuera un desesperante reloj de arena, ha deslizado el tiempo, segundo a segundo, entre estas cuatro paredes de oficina de color de ansiedad. Ese tiempo ha pintado mis horas con angustia e incertidumbre. Me dirijo al descanso y bebo nuevamente un café, esta vez me arriesgo y lo tomo con azúcar, esperando que el dulce en mi boca contagie las entrañas. Cae la tarde y el sol también cae en el horizonte; la luna comienza a asomarse entre esos dos espigados edificios y la gente regresa a su intimidad. Camino por la calle con mi bolso negro, frío, lleno de las chácharas que nunca se usan y vacío de tristezas y de alegrías; abordo el mismo microbús pero esta vez ya no me parece tan desagradable. Ahora sé que la angustia e incertidumbre de todo el día se debe a ese personaje que me observa desde el fondo del pasillo con esos ojos tan grandes y tan negros. Ese era el presentimiento... hoy voy a enamorarme.

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1(M éxico DF.) Es socióloga por la U niversidad A utónom a C hapingo, m aestra en ciencias por el Colegio de Posgraduados. H a publicado sus relatos y artículos en revistas culturales y periódicos regionales; es coautora de la plaqueta de relatos F enóm enos (UACh, d s r , 2001). E s profesora universitaria.

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MI PADRE, yo y LA BICICLETA DEL PERIÓDICO Gildardo Montoya Castro1

Acompaño a mi padre a tramitar un apoyo económico que da el gobierno en algo que llaman “Para los que tienen 70...y más”. Confieso que no voy m uy convencido, me gana la vergüenza y una cierta amargura, pues ¿qué no se supone que don fulano, el tecleador, es “todo un profesionista”, y que por tal razón cuenta con los medios suficientes para no permitir que su padre acepte la “chichi” del gobierno? Lo cierto, es que la cita es en el Palacio Municipal, que otrora funcionara como escuela primaria, precisamente en donde yo, se supone, aprendí la “o por lo redondo” (¿de veras? Mejor menciona que ahí te jugaron una mala pasada los esfínteres, cuando cursabas el primer grado). Ya estamos en el lugar de marras y de inmediato me percato que hemos arribado a un sitio que reúne a bastantes hombres y mujeres transitando por las últimas alboradas, algunos francamente viejísimos, en silla de ruedas, con bastones, dos que tres ciegos... todos los años del m undo reunidos, ahí en mi antigua escuela primaria. Y debo decir que mi padre tampoco las trae todas consigo, camina con dificultad, las reumas, la artritis, sus 84 años ya hacen mella... se queda sentado, mientras yo hago cola, tenemos la ficha 61, pues el apellido “Montoya”, andará por la m itad del alfabeto... al poco tiempo mi padre dice que quiere ir al baño, bueno, él me lo expresa más crudo y en voz alta “Hijo, me estoy cagando”. Encargo a alguien mi turno, y enseguida vamos los dos rum bo a los sanitarios. Yo francamente no sé donde estén ubicados, claro, es cosa de preguntarle al hombre espigado, alta

1Periodista y escritor que deambula por Texcoco.

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estatura y botas relucientes que viene hacia nosotros. Mi padre me gana en la iniciativa, dice fuerte “¡Ernesto! ¡Ernesto!, ¿Dónde puedo cagar?” El hombre alto parece turbarse, no sonríe. D a alguna razón de los sanitarios, se retira. Com enta mi padre: “Ernesto es el presidente municipal, lo conozco m uy bien, desde que era un chamaco”. Ah, que mi padre, pienso, el tal Ernesto quizá habrá pensado que lo detuvimos para felicitarlo por “su brillante labor” como funcionario y pues mi padre se fue pa’l m onte “escatológico”... Rumbo a casa, camino al lado de mi padre, pero olvidé mencionar al inicio de esta crónica que habíamos llegado al palacio, mi padre, yo y su bicicleta de los periódicos. Total que somos tres, los que vamos lentamente por la calle. Dice mi padre que necesita vender más ejemplares, que se va adelantar, que al rato me ve en la casa y hace el intento de m ontar su bicicleta... pero “no, no puedo, me duele todo el cuerpo, las piernas parecen tamañas piedrotas, no puedo”. Me pide que agarre la bicicleta que a la vez le servirá de apoyo, mientras llegamos a casa. Ciertamente vivimos cerca, pero parecen kilómetros los que faltan por recorrer, “no puedo más, dice papá, ya debo retirarme de estos asuntos... pero tu hermano no quiere quedarse con el Diario del Yaqui , dice que con su oficio de bombero le basta y que aunque gana poco, eso es lo que verdaderamente le interesa”. Sigo sosteniendo la bicicleta y mi padre aferrado a ella para poder caminar y yo con el m anubrio en mis dos manos y la bolsa de los periódicos a un lado... En ese m om ento digo, me increpo en silencio: ¿acaso será el m om ento de reanudar el oficio que dejé en suspenso en aquellos lejanos días de infancia?

Molino

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Líneas de fuerza Pablo Carretero1

os jinetes rezan la oración en el centro de la arena, cabeza gacha, rodilla en tierra y texana negra cubriendo el pecho. Elevan al cielo su plegaria, el público jaleando subido a la barrera, chelas y papas fritas, chavitas ataviadas con texanas admirando las hechuras: -Señor, nosotros los jinetes te imploramos valor para esta monta en la que arriesgamos la vida. Señor, danos destreza para ganarnos el pan de este día. Y si hoy llega nuestra última monta, que cese la música y callen tus hijos, y nos lleves contigo y nos tengas en tu gloria, señor, donde las tardes son de triunfo y gloria. ¡Dale puerta! Y que des por buena esta monta. Lalo se santigua y raspa la arena, Santita, a ti me encomiendo, cuídame en este día, signos que avientan la desgracia, el bien y el mal presentes en la misma cosa, dame tu protección, santita, y deja que cuide de mi esposa. Los jinetes se levantan y saludan al público, la voz del speaker anunciando la llegada del Rojo Armani. Las bandas tocan sus sones, el ganadero saludando montado a horcajadas sobre la barrera, jaripeo ranchero. El toro de reparo hace su aparición en el corral, conducido por un caporal que ciñe una soga, cornamenta alzada, cruz abultada, la badana a dos palmos de la arena. Ha ganado cartel derribando jinetes, su renta sube en cada evento. El toro rojo es introducido en el cajón. Lalo besa la estampita e intercambia una mirada de fuego con la bestia; se encarama a las barras y estudia al astado desde arriba, abiertas las piernas encima del animal, vistosas chaparreras para lucir monta. Pega un brinco y salta a la grupa de la bestia, la puerta del cajón abierta, comienza el jineteo. El toro brinca, gira y suelta latigazos a cada reparo, Lalo hincando las espuelas chicas de medio filo, brazos sueltos guardando el equilibrio, jineteo a pretal de lazo. El toro gira sobre sus patas delanteras y se pega al lienzo del corral, brutales cabezadas a cada reparo. Lalo levanta la espuela de la panza y evita que le reviente la pierna contra la barrera, la estampita bajo la texana negra, los hombres excitados jaleando la lucha. -¡Agárrese, pelao!- grita el speaker.

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1 E scritor de origen español con form ación científica, autor de artículos en revistas especializadas y tam bién de una novela publicada el año pasado, titulada P atios traseros, que estuvo a la venta en las principales librerías de Barcelona.

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Lalo R. L., treinta y cuatro años, hojalateador, casado, dos hijas, habitual de la monta del toro. Todos los días le reza a la santa, pequeño retablo en la salita de casa, barroquismo de baratijas, dos alebrijes de cuando nacieron sus hijas. Reza por Adriana, su esposa, tendida en la cama, las piernas paralizadas tras la hepatitis. Después se dirige al taller del patrón, oscuro galpón de hojalateo, antiguos carros rescatados de la intemperie para coleccionistas. Lalo se pone el buzo y se afana en restaurar el lienzo de un Chevrolet Sedán de los cincuenta, dos mil pesos semanales para sacar adelante la familia y costear el diagnóstico de la enfermedad de su mujer. Al terminar la faena, regresa a casa y prepara un baño para quitarle a su esposa la mala suerte, sal gruesa y ralladura de jengibre, pimienta blanca y flores amarillas. Hace un par de días se le acercó el lugarteniente del capo local. Lalo estaba asomado al corral del rancho, observando la bravura de las reses antes de la monta, los toros apretados en una esquina, atentos los caporales. Le ofreció ser alcalde del municipio, el ídolo del jaripeo metido en política. -Eres popular, güey. Piensa en tu familia, Lalo. El hojalateador se ciñó la texana, delgadillo y espigado, sonrisa lastimera. Por un instante pensó en su esposa, recogidas las manos sobre su pecho, frágil ave dormida, la casa en silencio, las niñas acurrucadas a su lado. -M ira, corromperse no es una elección para muchos, neta que al que le toca chingarse se chinga y ya... Y mientras estás en la mamada, pues mucha lana -el mañoso retuerce las palabras, hablar sincopado, mirada profunda sondeando el alma-. ¿Puede o no con usted? Lalo se inclina sobre un costado y saca el toro del lienzo. El animal gira y brinca en un desesperado intento de zapatear al jinete sobre la arena. Lalo aguanta los reparos, su elástico cuerpo es una extensión de la bestia en cada arrancada, toro y hombre constreñidos por líneas de fuerza, comercio de violencias. Lentamente se va amansando, el jinete domina al toro, tres mil pesos por quedada. Saltan al corral los caporales, laceros ciñendo las sogas sobre la cornamenta de la bestia, tratando de inmovilizarla. Lalo esquiva los lazos y estira la mano, jalado por el payaso desde un costado. Los hombres saltan al corral y jalean al ídolo, cobrizos de miradas centelleantes, piñatas sonrientes. El ganadero observa a la multitud encaramado en la barrera, la pepita del ojo puesta en el jinete: el toro ha perdido cartel, ahora su renta se depreciará. - . e n el corral de los toros todos bailan el jaripeeooo... -la banda ameniza con sus sones, coros, instrumentos de viento y percusiones-. ... cuidado con ese toro no los vaya a volteaaar, pueeerta compaaaa, que muchos premios se van a pagaaar. Media docena de chavitas rodean al jinete, hombre valiente, miradas de deseo recorriendo las hechuras del macho, boquitas pintadas, Lalo firmando las texanas, chavitas sonrientes mesándose los cabellos. -A ver plebitas, arrechólense -pide el fotógrafo-. Pongan pura chulada. Lalo intercambia apretones con la multitud vociferante, encaminándose al cajón para su siguiente monta. Pasa al lado del ganadero, que le dirige una mirada llena de ira, una figurita lanzada a la arena: -Órale ahí te ves, alzadito.

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Yunuén Abigail Ramírez Martínez

V )

La pintura abstracta tiene más de cien años de existencia en la historia occidental del arte. Sus búsquedas han sido múltiples. En el caso que nos atañe hoy, nos interesa mencionar uno de ellos: cuando se abandona todo referente semántico externo a la obra y predomina la relación sintáctica entre los elementos planteados. Dicho de otro modo, uno de los caminos más fecundos de la pintura abstracta ha sido el que se concentra en la relación interna de los colores, la textura, la composición, para crear, a partir de ellos, un significado el cual no puede encerrarse en anécdotas o en descripciones. Este es el sendero que Yunuén Ramírez está empe­ zando a recorrer con una muestra de pinturas que todavía, como a muchos nos ha pasado cuando iniciábamos nues­ tro camino al igual que hace ella ahora, está en una fase de experimentación entre los aspectos narrativos y los atmosféricos que debe irse resolviendo con la práctica continua del lenguaje artístico. Existe otro aspecto a destacar, el cual es el carácter claramente biomórfico de la abstracción que nos presenta esta nueva pintora. Las obras de Yunuén no buscan una ordenación geométrica del espacio; todo lo contrario, las imágenes nos remiten al aspecto de los organismos vivos y del mundo natural, a la suavidad y lo insinuado de lo que está en constante cambio, como la vida misma. Es éste el camino del que descubre en cada paso cómo está conformado secretamente el mundo, es el camino del que no quiere demostrar sus actuales certezas, sino el del descubrimiento constante y la sorpresa ante lo existente. Yunuén ha trabajado bajo la batuta, nunca mejor dicho, del maestro John Cossío, músico y pintor, quien es otro exponente de las riquezas que podemos encontrar en el trabajo en las fronteras de varias disciplinas. Me agrada mucho ver una obra hecha con tanta introspección y honestidad en la cual no hay artificio alguno, más bien son notorios los pasos de un viaje, de encuentros maravillosos con uno mismo y con el mundo que le rodea.

Sergio Cassasola

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/Colino

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Acrilico sobre tela




Acrilico sobre tela


Café Milenarista Raúl Sosa1

Estoy sentado en la terraza frente a un parque, en una cafetería del sur de la ciudad. Ordeno un capuchino. Alzo mi vista y encuentro la figura de una bella joven que se acerca. La observo. Le sonrío. Sin saber bien por qué me retribuye la sonrisa. Viste de blanco y le cae sobre sus hombros el negro cabello lacio. Ni sé bien cómo, pero ya la oigo hablándome de viejas profecías. Conforme habla, sus manos describen figuras en el aire. No se pueden estar quietas. Se atropella. Abre desmesuradamente sus ojos como si de esa manera pudiera alterar mi estado de impasibilidad. Veo que lleva unos hermosos aretes de plata, con no sé qué extraña figura mitológica en uno de ellos. El otro es un aro vacío, que tal vez esté simbolizando eso: el vacío, la nada o esto apocalíptico que ella está tratando de transmitirme a toda costa. —A ver, a ver m uchachita... —le digo—¿cómo está eso de que pocos quedarán y que es evidente el fin?. —Sí, sí —contesta—está escrito y hay señales, sólo falta ver, ver bien, pero eso es lo difícil en ésta época; hemos perdido la capacidad de ver, estamos ciegos. Esto lo dice casi gritando, mientras vuelve a abrir desmesuradamente sus bellos ojos negros. —N o puedo aceptar lo que me estás diciendo —replico— en lo personal puedo disfrutar no sólo de la arquitectura colonial, de los árboles y pájaros que nos rodean; sino que ahora mismo estos sentidos me regalan la posibilidad de apreciar la belleza de tu delgada figura.

1 Es uruguayo-m exicano con form ación de historiador por la e n a h , adem ás de artista plástico, ceram ista y escultor. También es traductor e intérprete de portugués. Ha publicado traducciones en las revistas Universitarios, Picnic, E l ángel de Reform a, entre otras. Presentó el espectáculo multidisciplinario: “Ecos de Pessoa”, traducciones y textos propios m usicalizados.

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Le digo lo anterior con una benevolente sonrisa, más que reflejo de mi argumento como señal de disposición a la conquista. - P e r o . es otra cosa lo que quiero d e c i r . La oigo, mientras se pasa la mano de uñas cortas por su frente, como si de esa manera se le despejara la mente, o pudiera espantar algo que le impidiera ser más clara o elocuente. -M e refiero a otro nivel de la realidad, más bien a la otra realidad, a esa especie de otra dimensión, realidad alterna a la que sólo de tiempo en tiempo se puede acceder, con suerte y luego de m ucho trabajo interior. A ese universo al que sólo se llega por una sistemática alteración de los sentidos. El chiste está en traspasar esta engañosa condición te r r e n a l. -M i chiquita, sin ánimo de ofenderte -le respondome doy cuenta que eres víctima de una indigestión de literatura esotérica y a eso que vaga y despectivamente te refieres como engañosa condición terrenal, los hindúes le llamaron Maya o ilusión, que no es más que el m undo en el que todos nos movemos, incluyendo al probable G urú que te ha m etido eso en tu tierna cabecita. -S e ñ o r. Y al oírle decir señor, percibo que todo su cuerpo toma distancia, más que su cuerpo es la actitud la distante. -Señor, usted me ofende, cree acaso que no tengo criterio y que me dejo engatusar por cualquier farsante que quiera vender su mercancía espiritual a gente desesperanzada; yo ¡para nada! ¡Podrán hacerlo con los de su generación! Sin siquiera darme tiempo a una m ínim a réplica, que de todos modos no intentaba, continuó vehemente: -Sí, esa indigestión esotérica bien puede haberle tocado a usted con la salvación Krishna vestida de naranja, que deslumbró en su tiempo a George Harrrison; o ¿no es usted de esos que buscan ahora mundos misteriosos y mágicos luego que la utopía del comunismo se les vino al suelo? Usted, con todo su porte de profesor universitario bien puede ser quien trate de hacer coincidir sus apolilladas teorías a lo que falsamente nombramos realidad, que no es más que un inm undo telón raído, un velo cochambroso que nos impide trascender. Me froto tontam ente la barbilla mientras pienso en la confusión que se trae esta niña. “Vaya, uno trata de ser gentil y mira cómo te pagan.” Trato de retomar la iniciativa invitándola a sentarse a mi mesa. -B ueno, bueno, es mejor que te sientes, pidas algo y me expliques con calma o al menos más en detalle en que te he molestado, de todas formas de haber sido así, te adelanto mis más sinceras disculpas.

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>c Luego un encantador m ohín de incomodidad, en apariencia porque el cabello se le venía a los ojos; pero más bien por mi especie de amabilidad autoritaria, a pesar de que mi invitación fue acompañada de un cordial gesto con mi m ano derecha, invitándola a sentarse a m i lado. Ese m ínim o gesto al que llamo m ohín, me cayó simpático, se me hizo más codiciada, perversamente codiciada ya que en definitiva fue un gesto infantil o a lo sumo de adolescente molesta. Y es que aunque yo quisiera, no podría reproducir ese pequeño movimiento muscular. He perdido, cómo decir, ese candor, si es que alguna vez lo tuve. No sé, tal vez lo que he perdido no han sido sólo los pelos y las esperanzas, quizá he perdido también esa frescura emocional, esa espontaneidad que es la que provoca gestos de esa naturaleza, gestos en los que me detengo morosamente. Pequeñísimos esbozos de actitudes que afloran en un bello rostro y que reproduzco varias veces, como flashbacks en mi m ente que no para de pensar y sopesar todo lo que pasa. D entro mío y a mi alrededor, o en latitudes distantes arrasadas por guerras. Anhelando que ya no las haya más, sabiendo lo ingenuo de tal anhelo. Sí, me digo, algo de razón tiene esta joven, o es su activísima intuición la que la trajo a mi mesa. Bueno, cierto es que se acercó a m í con una extraña determinación, y su discurso apocalíptico dio inicio poco después de mi sonrisa. Sí, confieso que le sonreí, como hago frente a todo lo bello; pero siendo sincero al menos conmigo mismo, debo reconocer que ese placer estético no era el mismo que siento frente a un cuadro, o frente a un bello amanecer. Tampoco encarnaba esa sonrisa beatífica que le colocan al gordo Buda, de ojos perdidos en el Nirvana. No, mi sonrisa no era algo neutro o desinteresado, era de alguna manera como una apuesta. Sí, apostaba a esa bella muchacha. Pero con mi sonrisa y toda mi actitud estaba apostando una vez más a m í mismo: a mi ego, y a mi capacidad de seducción. Medio oculto tras mis lentes de sol; pude verla acercándose. Con su vestidito blanco pegándosele al cuerpo, con su paso firme y de todas formas avanzando con una cadencia tan femenina que no pudo menos que llamarme la atención. “Privilegiado soy al poder apreciar lo bello”, me había dicho, y había añadido como queriendo desafiar al azar: “más privilegiado sería si esa belleza se acercara.” Y eso fue lo que pasó: se acercó.. .pero para lanzarme una feroz proclama apocalíptica Mi hum or hasta entonces era de los mejores. Ahora la veo alejarse con su paso firme y cadencioso, su vestidito blanco pegado al cuerpo, y ese discurso en la cabeza.

Molino

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Bravucón de bisutería Montanacristina1

La m ujer se esmeró en su arreglo, se m aquilló cuidadosam ente, recortó su cabello hasta dejar un corte casi perfecto, tom ando en cuenta que fue hecho por ella m ism a, con la ayuda de dos espejos. Lleva quince años en este ejercicio. Todo empezó por hacer econom ías de e s c a l a . Se vistió lo m ejor que pudo, se m ontó en unos zapatos con diez centím etros de tacón, se m iró en el espejo repetidas veces: de frente, de perfil, de espaldas, se sonrió y salió a la calle sintiéndose - u n p o c o -, com o a n t a ñ o . En el tráfico de la tarde -te m p ra n a a ú n -, se dio cuenta que no podría llegar a tiem po en el transporte público, un taxi era indispensable, aún así llegaría con algunos m inutos de retardo, le molestaba la situación. Iba a cruzar la avenida Insurgentes, en ambos lados la circulación era lenta, apenas se movían los autos con la molestia exacerbada de los conductores. Antes de pasar la avenida, detuvo a un taxista joven -e s m ejor uno joven, m anejan más rápido -se dijo. D e repente m iró el em botellam iento, volteó a ver al taxista y ju n tó las m anos en actitud de pedir una disculpa: -joven, qué pena -d ijo la m u jer-, me parece que vas a tardar varios m inutos antes de poder cruzar la avenida -agregó. Insurgentes, donde está el metrobús Parque H u ndido, a esa hora de la tarde es un caos total, m uchos vehículos deciden

1 L icenciada en A dm inistración de E m presas por la U niversidad L a Salle, con M aestría en E conom ía A grícola en el Colegio de P ostgraduados. Fue secretaria particular del últim o rector de la ENA y prim er rector de la UACh; tam bién trabajó en R adio Chapingo.

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brincar el reglamento de tránsito invadiendo la zona confinada del transporte, desesperados de m antenerse inamovibles por largos periodos, en los que ni para atrás ni para adelante, no hay para donde hacerse. La m ujer va pensando en la carrera que tendrá que hacer para que no le den con la puerta en la n a r i z . Avanza po r la avenida, cruza partiendo plaza, no sabe si el maquillaje surtió efecto o solam ente m iran a una vieja old fashioned, intentando atrapar un taxi que la transporte a su destino. Inesperadam ente el nudo que bloqueaba al metrobús se deshace y todas las m aquinarias m inutos antes rugiendo fastidio, em piezan a circular. El taxista llega hasta donde ella se encuentra, justo antes de la esquina, sitio po r demás incóm odo. El estridente escandaloso rudo grosero sonido de una bocina la hace sobresaltarse. El taxista se detuvo sin mayor aviso para el que viene atrás. Ella le indica adelantarse y estacionarse debidam ente sin estorbar para que pueda entrar en el vehículo. El taxista no com prende lo que la m ujer intenta decirle. Ella se percata, m ira al furioso conductor al que se le han pegado las m anos a la bocina; nerviosa, abre la puerta trasera del taxi y sube apuradam ente. El taxista arranca con estruendo y salen disparados unos m etros apenas, antes de caer en el siguiente atorón de tránsito. E n tanto, el conductor detrás, indignado empieza a hacer una em bestida presuntuosa retadora, digna de un mirrey agraviado, aunque éste sea de pacotilla. C am ioneta m ediana, no narco cam ioneta, no H um m er, ni súper lujo, pero cam ioneta al fin. Tipo de cuarenta o cuarenta y cinco

M olino ffll ¿ e tra s

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años, seguram ente ejercitado y sobre todo bravucón. En un m om ento dado se adelanta al taxista y desde su asiento de conductor, provocadoram ente lo i n s u l t a . Ella se da cuenta de la situación, han recorrido dos calles faltan al m enos otras tres antes de alcanzar la avenida y quedar libres de molestos mirreyes conductores. N o sabe si el taxista aguantará la presión sin salir a darse de madrazos con el recientem ente ascendido a mirrey (de pacotilla). Los insultos se escuchan en el am biente. Varios en una esquina sugieren llam en a una patrulla. El joven taxista empieza a cam biar de color. Ella intenta contenerlo. — N o caigas en su juego— le d ice - lo que quiere es eso que salgas a pelear. Le cuenta una historia reciente sobre ella, una situación similar con un chofer de narco cam ioneta que la acosó m uchas cuadras, por lo mismo: “quítam e estas pajas” — Tuve ganas de rom perle el parabrisas con el bastón de seguridad. Apenas pude contenerm e pensando en la posibilidad de recibir algunos balazos, habría sido una estúpida form a de m orir — le dice al t a x i s t a . El chico hace esfuerzos desesperados po r no salir del auto e iniciar la reyerta a golpes. E n el semáforo, por fuerza se detienen, el de pacotilla continúa con su arrem etida, ella desciende del vehículo va directam ente a plantarse ante el conductor indignado. -S u erte que me puse zancos en vez de estar en planta baja -p ien sa y le viene a la m em oria u n fragm ento que le gusta: “ . q u e la m ujer sea alta, pero si no lo es, que actúe com o si fuera” (Vinicius de M oraes). El tipo se achica cuando la ve decidida a ¿? Algo , ella sólo alcanza a decirle: “algún problem a tipejo”. El individuo sale por llantas, se oye sólo el chirriar. La m ujer regresa a su asiento m ientras avanzan otros m etros más. Sigue la m ism a fiesta, el tipo adelante persiste en su acoso al taxista. El chico empieza a calentarse. — Te voy a rom per tu m adre cabrón — dice furioso, de coche a coche. El conductor indignado contraataca: “bájate p uto, acá te espero- Ella hace el intento de bajarse de nuevo para enfrentar al agresor. A hora el taxista le ruega aguantar. En la esquina, en Patriotism o, el tipo va a tom ar otra dirección, incluso ya se ve relajado, sabiendo que se acabó el j u e g o . Ella se baja a medias, una pierna en el vehículo la otra en el piso, a voz en cuello alcanza a gritarle: “mirrey de pacotilla” “¡bravucón de bisutería!-. El tipo arranca hacia otra calle al tiem po que le hace a ella una seña obscena

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Andanzas: Kobe, Osaka y Kyoto H issh a sh ib u ri d esu n e (C u ánto tiem po sin v ern o s) Igmar Rosas López1

Ahora estoy en Kobe, asisto a la reunión de la Sociedad Japonesa de Física y me siento un poco como extraterrestre entre puro japo. Cada dos o tres minutos me pregunto, ¿qué chin...os estoy haciendo aquí? Pero, aparte de ser el bicho raro, las cosas no han ido nada mal. Por fin me subí al Shinkansen (tren bala japonés), aunque por error me subí al súper rápido express -no tan express, (me debí haber subido en el hyper-súper-duper- (en chinguiza)-express, pero yo cómo iba a saber, el nombre estaba en japonés. De todas maneras llegué en tres horas de Tokyo a Osaka, así que estuvo de volada. Para que se den una idea el autobús desde Tsukuba a Osaka tarda alrededor de 10 horas en llegar. Ah, y por cierto, para los que se preguntan qué se siente, pues... no se siente nada (como debe de ser según mi buen amigo Newton), es como ir en un avión pero pegado al suelo. Para variar un poco la rutina se me ocurrió la idea de probar los famosos hoteles cápsula. Así que reservé por internet mi capsulita y cuando llegué a Osaka me dirigí a la estación de Nihonbashi. No esperaba demasiado de este tipo de hoteles, en las fotos que había visto, los microcuartos no se veían muy cómodos. Pero me llevé una buena sorpresa, el capsule hotel (kyappuseru hoteru) donde me hospedé era un edificio muy nuevo y muy grande, algo así como 400 cuartos con baños de aguas termales, con tinas con agua a diferentes temperaturas y sauna, varias salas para ver la tele y servicio de internet. Después de dejar mis cosas, todas apretujadas en el microlocker del hotel y ver cómo se me quedaba viendo raro el encargado del hotel (con cara de “¿Qué le pasa a este g a i j i n 2? ¿cómo demonios llego aquí?”), salí a recorrer el vecindario. Como nota cultural, los hoteles cápsula fueron inventados como una opción barata para los trasnochados, borrachos y parranderos japoneses que perdieron el último tren y ya no pudieron llegar a su casa. ¡Estos japos siempre tan ingeniosos! Ah, por cierto este tipo de hoteles son sólo para hombres, aunque hay algunos también sólo para mujeres. Ya se imaginaran en qué clase de lugar

1 D octor en Física y profesor de tiem po completo en la U niversidad A utónom a Chapingo. 2 Nom bre que se u sa para referirse a los aliens o extranjeros en Japón.

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Andanzas: Kobe, Osaka y Kyoto...


se pueden encontrar los hoteles cápsula; no muy lejos de bares, centros nocturnos, tugurios, antros de vicio y lugares de perdición. ¡Buen lugar para dar un paseo cerca de la media noche! Se pueden ver a las muchachas con sus vestidos de gala (como los que mucha gente usa para ir a bodas) y sus peinados tipo “quinceañera”, tratando de llevar clientes a sus bares; los asalariados borrachos, el clásico japonés vestido de traje tirado en la calle durmiendo, taxistas tratando de recoger clientela, uno que otro turista y gente que simplemente no tiene nada mejor que hacer. Eso sí, a diferencia de otros países donde puedes perder los calcetines (y hasta la honra) en este tipo de lugares, Japón es muy seguro y el japonés que duerme en el suelo puede estar seguro de que su cartera va a seguir en su bolsillo cuando despierte. Después de pasear un rato y cenar regresé al hotel. Como en muchos hoteles japoneses, me dieron una bata para dormir y mis chanclas (no se puede entrar al hotel con zapatos). Así que me cambié y me dirigí al ofuro (baño estilo japonés) a ver japoneses encuerados. Esta vez, además de la bonita vista de siempre, también había unas señoras dando masajes a japoneses encuerados. Eso sí las señoras si estaban vestidas, no vayan a pensar mal, todo muy decente. Así, que muy quitado de la pena, me bañe, me metí al agua caliente, tomé un masaje de burbujas, una sesión de sauna y un rato en la tina de agua fría. Al final, quedé como nuevo.

Debo decir que el hotel donde estuve da muy buen servicio y cumple muy bien su cometido. Hay todo lo necesario para que los japoparranderos lleguen al día siguiente a su trabajo como si hubieran dormido en su casa: rastrillos para rasurar, cepillos de dientes, toallas, shampoo, jabón, máquina expendedora de chones y calcetines, lavandería de traga monedas y tintorería 24 horas. Así que los japos no tienen pretexto para no ir a chambear. Después de haber tomado un baño relajante me dirigí a mi habitación, si puede llamársele así. La cápsula es toda de plástico y mide 1m x 1m x 2m más o menos. Tiene un colchón, sábanas, televisión, radio y una lámpara. No sé por qué, pero al estar en la capsula me sentí como en una película de ciencia ficción de los años setenta. A la entrada hay una cortina, algo delgada, así que se puede oír los ruidos que hacen los demás huéspedes. Después del viaje estaba bastante cansado, así que los ronquidos y flatulencias de los japos no me molestaron. El único detalle es que en la mañana te despierta toda una sinfonía de alarmas, carrasperas y anuncios de la recepción. ¡Imposible continuar durmiendo! De cualquier modo te lanzan después de las 10 am, así que hay que levantarse. Al final, no estuvo nada mal y no hay (al menos en Japón) hotel más barato. Feliz 15 de septiembre! ¡Viva México Ca...nijos! O Andanzas: Kobe, Osaka y Kyoto.

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Idos de la mente sin ganas de recordar Emiliano Pérez Cruz1

Ésele mi chavo: Le escribo desde la esquina del país, ésta a donde muchos llegan queriendo entrar al otro m undo, el que nos sacará de pobres como recompensa a tanto esfuerzo; estoy en la terraza de un hotel tom ando el fresco y el refresco de cebadilla que relaja y alela; sé que por tus rumbos tiempo hace que no llueve. Pero acá sábado y domingo estuvo bueno, el asfalto se despintó y los automovilistas padecieron. Tu horrible calorón contrasta con este clima de peluche, fresco, ideal para sentirse feliz al tiempo que cosechas historias; comes y cenas sin prisas; pentonteas sin esperar que el metro se desfogue para poder viajar, sudando la gota gorda, compartiendo hedores, apretujones, tentaleos, escurrimientos. No sé cuándo vuelva: lo mismo un viernes a medianoche, que nunca jamás: pa’ qué si lo que le sobra al Detritus Defecal es gente como yo: informe entre la masa desempleada, subempleada o de plano famélica aguardando a quien arrebatarle lo que sea. Escuchar historias de otros que vagan por el rum bo sin rum bo, brinda la sensación de que a uno no le va tan mal como a muchísimos contlapaches y

1Escritor origin ario de Nezayork, autor de los libros de cuentos y relatos Un gato loco en la oscuridad, Si cam ino voy com o los ciegos, Ladillas, M e m atan si no trabajo, y si trabajo m e matan, entre muchos otros.

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Idos de la mente, sin ganas de recordar


Foto: © J o rg e Ibarra

contlapachas. Aunque sea mera ilusion. Claro. No tengo pollita echada ni perro que me ladre. Solo con mi soledad, lo que permite dedicarle más tiempo a la chamba de cosechador de historias e histerias y reencontrarte con amigos con los que das un rol por sitios que, conocedores de tus manías, consideran te interesarán. Ayer caminamos por la colonia Libertad, que colinda con la reja de la frontera, y llegamos hasta cerquita de la loma donde corre la línea de láminas y tela de alambre que, dicen, llevaron los weros a la Guerra de Irán y le dieron uso acá de este lado para controlar la avalancha de gente que quiere estar del O tro Lado con la ilusión de cambiar su vida, ya que de México hacia abajo, por más que te mates como negro, vives como esclavo. La Libertad me suena a Nezayork en loma, con sus calles amplias y su enorme tianguis sobre ruedas del lunes, donde florece la cháchara, la fruta y la legumbre, el abarrote y la piratería, las pacas de ropa y todo lo que la gente compra y la gente vende. Arribita se ven

circular las border patrol y hasta parece que han cancelado esa ruta de polleros... A veces me escapo del hotel y me voy a callejear por Tijuas y me asombro de sus prehistóricas cebras de a mentís, burros disfrazados, para que el wero se tome la foto rodeado de mecsican curious: huacales, jarritos, guajes, quequemetls de jerga colorada; encuentro tacos horrendos de longaniza con frijoles o deliciosos de marlín con adobo yucateco, o de pulpo a las brasas marinado con pesto mexicano, ¡me maltrato, pues! Tacos caros, pero interesantes y sabrosos, escurrientes y crujientes, llenadores para seguir en la talacha. Dices que te intriga Tj, que quisieras conocerla para mirar si es tan fea como dicen. Nada del otro m undo, nomas es principio y fin del México que creemos conocer y que aquí siento se disecciona mejor o de otro modo: un Nezayork fronterizo, enriquecido por migrantes que van y vienen o se quedan para de nuevo menearse. Complejo. Rudo en sus aristas más filosas. Idos de la mente, sin ganas de recordar

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Se sienten sus zonas rasposas, y a la gente que acude en las mañanas a los centros de asistencia a migrantes, particulares, las mira uno como corbatas: colgados, el hambre los mueve, andan p’arriba y p’abajo esperando que abran el Desayunador para meterle algo a la barriga, deportados, sin lana, perseguidos por la policía municipal que nomás porque sí les dice trépate y se los llevan detenidos porque su aspecto es un delito, y se van: drogos, alicaídos, heridos, golpeados, carentes de todo, con su maleta de tiliches a cuestas... Sabes que es gacho andar así, alguna vez me lo contaste. Decías: Sí es gacho andar así. Casi esa canción de “la vida me depara/ una sola caída/ una sola nomás/ pero hasta el fondo...” Idos de la mente, sin ganas de recordar, con la marca de la derrota en la frente, sin querer dar la cara a los suyos, sin ánimo de aventarse de nuevo a la reja y que los repela, pero algunos con la esperanza de que quién quita y se me haga... Recuerdo que me decías: De pronto te sientes todo el tiempo como en shock y terminas por no sentir nada. N i hambre. N i necesidad de aseo. Ni miedo a nada. Sólo piensas que tienes que cruzar y los medios para lograrlo se te cruzan por montones: solitario como perro en el periférico, o al cruce con pollero, que es capaz de asesinarte, asaltarte para quedarse con lo poco que llevas y dejarte ai, a que te seques al sol, o cruzas con cruces de droga o gente. D a igual. Todo se vuelve mercancía o ticket para obtener alimento y cruce a gringolandia. De menos así te fue a ti. Por eso no te gustó, me decías. Ansina mero como acabas de decir, repetías y ahora sonríes pensando que ahora sí te entenderé el porqué nunca te reportabas, no llamabas por teléfono. No podías hacerlo hasta sentirte, supongo, un poco menos derrotado. Sí, está cabrera. Dicen que es lo gacho de Tijuana: o cruzas, la pegas, no te vuelas con el color y el olor del dinero dolaruco. Te administras. O te das a la vida fácil, más relajada, pero a la Idos de la mente, sin ganas de recordar

mexicana: transgredes ese orden, la tuerces, te tuercen y vas p’atrás, sin nada... A vivir en la calle entre gangas de panameños. hondureños. salvadoreños y peruanos al amparo de las oscuras calles nocturnas; no fue muy divertido que digamos, contabas. No debió serlo. Ayer platiqué con un supuesto sicario: no puede dormir, asaltan las imágenes, el remordimiento de su chamba, los cuerpos ajusticiados, la fiesta de sangre que a machetazos sobre su cuerpo cebó el bando contrario, que manco no era y a la que sobrevivive como zombi. Hoy platiqué con un Neza: dilapidó haberse instalado en el otro lado al lado de sus ya residentes primos, con chamba y poco a poco beneficiario de bienes materiales: casa, auto, novias; pero adicto al alcohol acumuló multas de tránsito por las que fue deportado y así perdió mujer, hijo, chamba, carro, chante... Ora anda de este lado queriendo redimirse, dándose de topes en su dura cabeza que no le permitió ubicarse en una realidad distinta a la chilanga, donde al de tránsito le embarras la mano con un billete y nada pasó.... Ahora lo ves trasijado, dolido, incrédulo, y sientes que Dostoievski se queda chiquito con sus humillados y ofendidos. Me platicas de tu amigo que volvió al barrio y se empleó en el restaurante donde sacas para los frijoles: un sica de tu misma edad, con historia similar al de mi sica, hundido en su chamba de cocinero, sin identidad para que nadie sepa de él ni de sus correrías, perdido entre humeantes grasas de tocino y suadero para que en ellas se pierdan las bestiales historias que de repente te cuenta porque ya no le caben, porque le escuecen el alma, le quema el remordimiento, la culpa durante las mañanas, tardes e inmensas noches de insomnio plagadas de pesadillas que en su momento fueron realidades que protagonizó lleno de nieve y valor nevado... Que ahora le congela el alma. O


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Idas y venidas * Para el que vuelve mejor el pan y el vino, la sal ternurosa de la amada Mejor la sed del regreso y el apetito de la sombra o la intensa quemadura de la dicha, como un decir de náufrago, como una palabra a la deriva por cualquier rincón. * No es la misma hambre, aquella era otra sed cuyo odre se quiebra permanente en la comezón del olvido. Aquélla era cosa de doler a sabiendas de que otro m ordía su corazón y le ponía nom bre a la casa.. Nom bre a cada cuerpo de su nombre. Aquélla era mi sed, el desierto donde me revolcaba en lo hedores de su ausencia, ese rum or de agua desmoronándose en la tibieza bajo una blusa ávida.

* Ayer era otro cuerpo en el tatuaje penumbroso de un hotel en las orillas. Ayer era otro andar dando tumbos por las sábanas rancias y los espejos transitorios; el vaivén de los cuerpos. Ayer era otro ayer. O tro tacto y el olor de los jugos festivos. * Hay trenes que cruzan por el sueño. Hay otros que son el sueño y despertamos. En uno más viaja el que no vuelve. En otro el que regresa, ése del olvido. Pero sólo uno es el que nos lleva. Aunque sea el tren de la ausencia.

Rolando Rosas Galicia1 c o

1 (1954) nació en San Gregorio A tlapulco, X ochim ilco, D.F. H a publicado Caballo viejo y otros poem as (M olino de L etras, 2008), Q uebrantagüesos y otros poem as (U niversidad A utónom a Chapingo, 2011) y Víbora de dos cabezas (Gobierno del Estado de M éxico 2014). D esde 1980 es Profesor de tiem po completo en la U niversidad A utónom a Chapingo. También desde ese año radica en Texcoco. Idas y venidas

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Un seguro porvenir Brenda Zamudio1

María venía del campo, creció entre los olores de la tierra mojada, de la comida en el fogón, las tortillas de maíz hechas a mano y el canto de la lluvia resonando en la teja, entre la m onotonía madrugadora y desvelada de la gente que le rodeaba, gente de trabajo. Un día llegó don Jacinto a la comunidad, envuelto en ropa de algodón, con sombrero en una mano y un pañuelo blanco en la otra, para secarse el sudor del calor; venía cargando promesas, pintó sueños de colores, dio semillas de riquezas y les dijo que con él tendrían un m uy buen porvenir. Que así como ellos, él antes trabajaba bajo el sol quemante, que su piel era oscura y reseca, las manos callosas de tanto labrar la tierra. La gente se había acercado curiosa y sorprendida, con ganas de escuchar más, incrédulos pero esperanzados, como el perro que ha sido maltratado y aun así saluda fiel a su amo. — A m í me tocó trabajar duro como a ustedes, pero me fui a la ciudad y todo cambió. Dios me dijo, ayuda a tus hermanos y muéstrales el camino. Mi benevolencia es tan grande que aquí estoy. — ¿Y cómo nos va ayudar? — preguntó incrédulo Don “Tano”, con pantalones y camisa de m anta raídos y sombrero de paja en mano, por respeto, porque siempre que se habla con alguien se quita uno el sombrero.

1 Es originaria de Tapachula, Chiapas. E studió la carrera de L engua y L iteratura H ispanoam ericana en la U ni­ versidad A utónom a de Chiapas. H a colaborado en el periódico El H eraldo de C hiapas y en el Sem anario Rayuela del periódico El Péndulo. Participó en el Festival M esoam ericano de Poesía año 2014. Participó en el Encuentro Internacional de M ujeres Poetas. Hom enaje a Rosario Castellanos 2014. II Festival de C ultura y Ecología México-C hile-A rgentina en Veracruz 2015, V III Encuentro Internacional de Escritores e Investigadores de la Lengua y L iteratura y IX Festival Internacional de Literatura: “Palabra en el Mundo... en Chiapas" Hom enaje a Rosario Castellanos 2015. H a escrito cuento corto y poesía. Pertenece al grupo de Escritores Tores.

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Un seguro porvenir


— ¿Pues cómo ha de ser? Vine para darles trabajo, conmigo no pasarán hambre y tendrán seguro un m uy buen porvenir. Con el tiempo podrán comprarse estas camisas — señalando su camisa blanca— hasta podrán comprarse un carro como éste — decía mientras daba una palmada al cofre del carro— . Pueden irse conmigo los jóvenes para empezar, ya que estén establecidos en sus casitas vendré por los papás para que dejen de trabajar. — ¿Y cómo sabremos si es cierto? — ¿Qué gano yo viniendo hasta aquí? ¿Qué gano yo ensuciando mi carro entre esta polvareda y bajo este sol pudiendo estar en mi casa? Ya les dije, Dios me ha brindado una gran benevolencia y por eso estoy aquí, para ayudarlos carajo. Se quedaron viendo unos a otros, entre dudas, entre polvo, pensando en los colores del cielo azul, de los edificios grandes, el rugir de los carros en lugar del canto de los gallos. Tenían hambre de no pasar hambre, de vestir bien, de tener más que tierras y no morir entre labranzas, con las manos curtidas de sangre al cosechar el algodón, cortar la caña, sembrar el frijol y el maíz. Se quedaron viendo unos a otros y con ello tiraron los machetes y se dispusieron a partir. Unos cuantos se atrevieron, entre ellos se fue María, descalza y con su falda larga, descolorida. Sus ojos brillaban entre lágrimas y sueños, pero pudo más su fe. Llegaron a una casa grande a orillas de la ciudad. D on Jacinto tenía un negocio en el centro y ahí los iba a emplear. Pasaron un mes, luego dos y tres. Les quitó su ropa de m anta y los vistió de pantalón de mezclilla y camisas sintéticas. María había dejado su falda raída por una falda hasta las rodillas de un solo color; la había usado la hija de don Jacinto que ahora estaba de vacaciones lejos de ahí. Ella tenía ganas de ir a la escuela, de aprender y así poder crecer, los demás le decían: — Pero qué tonta, ¿qué no ves que don Jacinto te tiene bien? Haces las cosas de la casa y te pagan, comes y vistes mejor que como estabas en tu casa. D on Jacinto se preocupa por tu bien y con él tienes un buen porvenir. — Pero yo no he visto paga, que con la comida y la ropa me dé por bien servida. — Pues claro tonta, quién te regala ropa y comida, lo tienes que ganar. Bajo su techo duermes, con el agua de su casa te bañas, ¿qué más querías? Y aún falta en tu futuro. Aun con todo, María se decidió un día y entre miedo y valor le habló a don Jacinto. — D on Jacinto, yo sé que está usted muy ocupado, entre tantas cosas que su benevolencia le ocupa, entre tanta gente que tiene que ayudar y por tantos que se preocupa. — Dime hija, qué te ocupa además de las pocas cosas que haces en esta que también es tu casa. — Pues verá, don Jacinto, usted ha sido muy bueno conmigo y con todos, y no quisiera yo abusar de Un seguro porvenir

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su benevolencia, pero quería pedirle su apoyo para poder estudiar. D on Jacinto, que leía la correspondencia mientras María le hablaba, la miró de reojo y le dijo: — No creas hija que no lo había pensado, pero no sé si te dé tiempo de estudiar después de hacer las cosas de la casa. Has de quedar cansada o ya no las harás con el mismo cuidado. — Haría las cosas con el mismo cuidado que ahora. — Me preocupo por ti, no creas, por eso te considero y no me quiero arriesgar a que te canses más con la escuela. — Si estudio, igual podría ayudarle en el negocio, en las cuentas o así. — Pero en el trabajo ya tengo a tus hermanos. Eso no es para mujeres bonitas como tú. — Pero y o ... — Pero nada hija, además, qué te preocupa, mientras vivas aquí, tendrás un seguro porvenir. Entonces María se convenció de que los demás tenían razón. Agradeció a Dios la benevolencia de don Jacinto y se olvidó de su casa, de sus sueños, de sus viejos.

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Foto: © J o rg e Ibarra

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Un seguro porvenir


Así cruzamos la frontera Moisés Zurita1

1 La línea es una malla ciclónica que tiene rendijas por todas partes, se han puesto láminas altas en varios tramos y el muro que viene desde quien sabe dónde. Nos reunimos en algunas calles de Tijuana y caminamos al bordo de la última calle de la Libertad, la colonia que raspa con la border. Éramos 13, como los enanos, la rendija nos daba paso al sueño americano, la noche había caído y un poco del reflejo de las luces de la ciudad nos dejaban ver el chaparral todavía verde y un cielo estrellado por el frío. Íbamos por una vereda; sin duda cientos de personas han llevado sus ganas en medio de la noche, muchos no vuelven y otros no la cuentan. En fila nos deteníamos de pronto, nos agachábamos o nos tirábamos al pas­ to por ratos, un helicóptero andaba queriéndonos encontrar, pasaba cerca, pero no daba señales de vernos. Sería demasiado fácil, pensé, nada que ver con la presión de encon­ trar al Llanero, personaje ordinario que no daba señales de vida, coyote de amplias mandíbulas que buscamos tres o cuatro veces en una casucha donde nadie nos daba razón, “a ver si mañana está, no sabemos”; no tenía motivos para desconfiar, entonces no tenía motivos para casi nada. 2 Eugenio y yo habíamos hecho un largo camino desde Chapingo, nos había llevado al menos una semana, nos faltó viajar en caballo, pero casi porque

1 Profesor de la U niversidad A utónom a Chapingo, ha publicado poesía, cuento, novela y otras cosas que van por la red. Tem poralm ente director de D ifusión Cultural y Servicio de la UACh. A s í cruzamos la frontera

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viajamos casi tres días en la burra, el tren de segunda que iba hasta Mexicali, pasamos un rato por Guanatos y descansamos con un tal Ademir en Mazatlán. En Tijuana estuvimos varias sema­ nas, y nos recibió con su rigor de vigilante del patio trasero, no teníamos ni media hora de haber llegado, nos acercamos al río desde donde se veía el otro lado, el norte, cuando un auto sin placas se detuvo jun­ to a nosotros: “a ver, hijos de la chingada, ¿qué están viendo? Seguro quieren pasar pa'llá”. Nos dieron varias vueltas por las calles a la usanza de los tiras de la vieja es­ cuela, amenazando y extorsionando. Nada debemos, dijimos, y no estamos haciendo nada. Éramos estudiantes de sociología ru­ ral, sabíamos de la constitución y derechos humanos. Nos llevaron a la procuraduría de Tijuana, después de pasar frente a conga­ les, lupanares y las burro-cebras que ador­ nan el paisaje: a chingar a su madre, putos. Nos dejaron a las puertas de la procu, se­ guro eran madrinas, dijimos y recordamos algunos muertos en el río tula, lo negro del Negro Durazo había llegado a todos los rincones del país, a todas las fronteras. 3 Encontramos al Llanero una tarde nubla­ da, ¿quién lo busca? Dijo con desgano, alguien nos lo había recomendado, serían 500 dólares para el paso; las noticias de

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A s í cruzamos la frontera

muertes en el camino ya eran abundantes, los perdidos en el desierto o el tren de la muerte habían salido incesantemente en la pantalla chica. Los ahogados del río Bravo. Ahora íbamos en medio del cha­ parral. Corran, corran, y emprendimos la carrera hacia delante, el Llanero llevaba un ayudante: el güero. Nos desperdigamos una vez en desbandada, el tiempo entonces era largo, a un lado de Eugenio nos aga­ chamos un rato, luego levantamos la vista, algún movimiento se percibía en la noche que no era totalmente oscura. ¡Sshh!, ¡sshh!, alguien nos llamaba y nos acercamos con desconfianza, no sólo los maras sino cualquier banda local se iba sobre los ilegales; los aliens, violaban a las mujeres y lo que podían, por eso no llevá­ bamos dinero suficiente. El Llanero a lo lejos nos llamaba, éramos sus pollos en medio del desierto: “¿Dónde estás?, Güero, jijo de tu bomba madre” mascullaba. El tiempo empezaba a hacerse largo, y un presentimiento de que no iba salir bien empezó a rondar el am­ biente, la ansiedad llegó para quedarse con nosotros por horas, por días. 4 Mi padre pasó media vida en Estados Uni­ dos, fue bracero, ilegal, documentado, con permiso, indocumentado y al final otra vez ilegal; como Mario Bros o packman se van


haciendo puntos, se pasan niveles y si en­ cuentras las manzanitas te las comes, pero si llegan los fantasmas te chingan los pun­ tos y te dejan como al principio. Uno sigue los pasos de quienes es­ tuvieron antes, queremos ver los paisajes que vieron, subir a la montaña que padecieron, dejar la comarca porque sin duda se hace pe­ queña, quería ir al este de los Ángeles, cami­ nar por los campos de la lucha a muerte de los filipinos, las plazas donde César Chávez arengó a los paisanos, ir a Londres para ver donde arrojaron las uvas que después del boicot exitoso en Estados Unidos fueron a Europa. San Francisco era otro destino, el barrio chino sigue siendo un ombligo más, el tren interoceánico viaja sobre las vías de sangre china, las minas, el sol, la lluvia, las cadenas. Monterey y Santa Cruz no figura­ ban en mi lista, pero uno aprende un poco en cada paso, en esos días en que drogas, sexo y rocanrol venían en picada por las nuevas tendencias poperas y los albores de la despenalización de la mariguana. Ahora me llama el Misisipi, Nueva Orleans y el blus deben ser el nuevo des­ tino, los viajes ilustran sin duda, pero es como los libros, ilustran si sabes leerlos, al menos si unos los abre y no los deja de adorno en el librero. 5 Al filo de la media noche el grupo se reu­ nió, caminamos en silencio con cansancio y pesadumbre, el silencio era casi total, por eso oímos con claridad cómo se rompió de la nada, el ruido ensordecedor de un heli­ cóptero nos sorprendió y emprendimos la desbandada, loca, desenfrenada: la última. Las luces nos señalaban desde el aire, las patrullas de la border llegaron a los costados, corrimos como si en ello nos fuera el destino, uno a uno nos fueron gol­ peando, caímos al suelo, con las manos en la cabeza, boca abajo. “¿Por qué corren?, ¿hasta dónde creen que pueden llegar?” El grupo disperso ahora éramos señalados con las luces en lo alto, nos es­ posaron y nos condujeron por los mato­ rrales al camino más próximo, las patrullas

verdes tenían las torretas alerta, adentro ya estaba lleno, fuimos los últimos de la reda­ da de la noche en ese momento. Nos sentaron en la cuneta del ca­ mino de terracería: prohibido levantar la vista, prohibido hablar, prohibido mover­ se, prohibido venir a esta tierra. Mujeres, niños y ancianos, todos fuimos llevados a un área de confinamien­ to, fuimos separados por edades, por géne­ ro; no sabía que algunas mujeres eran abu­ sadas sexualmente, que algunos hombres eran objeto de diversión. Después del registro fuimos con­ ducidos a las salas comunes, algunos otros no los volvimos a ver; a las horas de la madrugada metieron al Llanero, era uno más, prohibido decir quién era el coyote, el pollero, y se cumplió; nos reunimos a las horas de sueño sólo siete de 13; Eugenio, con quien inicié la aventura no apareció, no volví a verlo en muchos meses. 6 A los siete y a otros tantos nos mandaron a Tijuana todavía sin amanecer, cruzamos la línea y el Llanero nos dijo, nos siguen esperando del otro lado, pero si alguien ya no quiere pasar hoy que se quede. Cuatro dijimos vamos, los otros tres se perdieron en las calles de una ciudad que no duerme. Por otra rendija cruzamos la línea otra vez, años después supe que cruzamos casi en diagonal Pacific gateway park, en silencio con pies cansados y desesperanza, caminamos en una tierra que parecía nues­ tra, en un frio que sí era nuestro y en un camino que andamos todos. Cruzamos a la carrera una auto­ pista con vehículos a muy alta velocidad; en alguna calle de Chula Vista una vago­ neta nos esperaba, una verdadera carro­ za fúnebre, nos tendieron a los seis don­ de cabían sólo tres; entonces recordé que muchas cosas me dan miedo: las mujeres hermosas, la montaña rusa, las alturas, el éxito, la incoherencia de mis actos. La carroza se perdió en la claridad del alba.

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Una noche, rumbo a Nod Vladimir Méndez

No temas: es tan sólo el viento que se agita el que provoca esos rumores. A milenios —en años luz—alrededor de ti, no hay nadie (hay vida, sí —en tanto la imaginas—, pero no puedes asirla porque nadie te convida: hay un perro en la calle que se llama Hitler, como si fuera humano; la puerta no soportará por m ucho tiempo cualquier arremetida —ni una más: está vencida—; el tiempo acumulado pernocta en el instante que se esfuma —qué frágil, a veces, el resplandor de los añicos de la botella rota—; hay niños corriendo que se ríen de lo que ignoran —el futuro: esa entelequia que aún no añoran— y después de un tiempo ya no hay nada; si está en arábigo la noche —y si es la noche arábiga de nuestra vida—podremos apañárnosla con ráfagas de luna; pero, mientras: qué triste el canto de Titón-Cigarra que espera con cigarro inútilm ente el último verano: qué amargo el renacer del Ave Fénix que presagia la alborada taciturna): padre y madre ya no te reñirán, los han cansado tus ardides; la bandeja de entrada se encuentra saturada de correo basura; no llaman ya a la puerta —que sordamente se trasmuta en sordo m uro—; los libros también callan —The Sun online, en cambio, informa: “Mafalda, preñada por Fantomas”—; el teléfono, a falta de pago, está apagado (un diálogo inconcluso que decía: — [¿]El amor es la ironía más triste[?] —no sé si preguntaba. quizás en seguida, en respuesta, una sonrisa, pero es cosa que ignoramos). (Un cigarro se enciende en memoria del fuego originario.) En este rincón del laberinto estás a salvo. Sonríe: nadie viene. Eres invencible desde que eres invisible —tan huérfano de dios, tan pobre diablo. Esas voces que percibes son sólo ráfagas de Viento Norte que no conocen rumbo. No temas: no hay nadie: estás solo.

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Una noche, rumbo a N o d


Sociedad y migración: reto humanitario Isela Gracida Olvera1

Imagine a dos inmigrantes ilegales en Manheim (uno de Croacia y otro de Georgia), que son contratados para matar a un hombre de negocios y al no lograrlo se alían con un refugiado haitiano (que está dispuesto a vender algún órgano para poder viajar a Australia) y una vietnamita que se prostituye para sobrevivir. ¿Parece película? Lo es. Lost Killers (Alemania, 2000) muestra de manera muy ácida la vida entrelazada de un grupo de inmigrantes ilegales en una ciudad alemana; sin embargo la realidad supera la ficción. Aunque la historia de la humanidad está plagada de grandes desplazamientos, la migración internacional ha experimentado significativos cambios en cuanto al volumen, extensión territorial y características sociodemográficas de las personas que participan en los flujos migratorios. La extensión del fenómeno migratorio y sus implicaciones en los ámbitos demográfico, económico y social han colocado al tema como prioritario en la discusión internacional. No vayamos lejos, actualmente México enfrenta grandes desafíos en materia de política migratoria. La migración MéxicoEstados Unidos es un fenómeno de carácter principalmente económico que responde a la combinación de elementos estructurales, tales como las disparidades económicas y salariales, diversos factores demográficos y un contexto de creciente integración económica entre ambos países.

1Licenciada en Ciencias de la C om unicación p or la u n a m . Profesora investigadora en la U A C h. Redactara, diseñadora y fotógrafa. Sociedady migración: reto humanitario


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Se estima que en 2010 radicaban en EEUU alrededor de 11.9 millones de personas nacidas en México. Aunque si a esa cifra le sumamos la población de origen mexicano, su monto aumenta a poco más de 33 millones. De estos últimos, 21.2 millones nacieron en Estados Unidos (11.2 millones de segunda generación y 9.9 millones de tercera generación).1 Estos datos colocan a México como el país de mayor inmigración en la Unión Americana, incluso por encima de grandes regiones del mundo como Asia, Europa y el resto de América Latina. También existe un flujo migratorio dentro del país por ser un “país de tránsito”, aunque no existen cifras oficiales, se estima que anualmente ingresan de manera irregular por la frontera sur de México unos 150 mil expatriados con la intención de llegar al país vecino; en su mayoría son centroamericanos, sudamericanos y en menor medida originarios de países de continentes como Asia y África. Según 1 Índices de intensidad m igratoria Colección: ín ­ dices sociodemográficos M éxico-Estados Unidos. CONAPO, 2010.

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Sociedad y migración: reto humanitario

la Organización de las Naciones Unidas “aproximadamente una tercera parte se ha trasladado de un país en desarrollo a otro, mientras que otro tercio ha pasado de un país en desarrollo a uno desarrollado. Es decir, que los migrantes “Sur a Sur” son casi tan numerosos como los “Sur a Norte”.2 Algunos investigadores estiman que al menos 6 millones de migrantes regresarán a México, muchos por deportación y otros más por vejez y desempleo, entre otros factores. A nivel mundial la situación pa­ rece similar, desde hace unos meses los eu­ ropeos se preocupaban con la llegada ma­ siva de refugiados e indocumentados por diferentes causas: escapando de la muerte, solicitando asilo político o buscando condiciones económicas más favorables para subsistir. Mientras hay quienes desean auxiliar a los migrantes de una manera generosa y desinteresada, también está la otra cara de la moneda; el flujo migratorio produce temor, violencia y xenofobia 2 http://www.ohchr.org/EN/AboutUs/Pages/DiscriminationAgainstMigrants.aspx


Foto: © Jo rg e Ib a rra

en los ciudadanos que perciben a este fenómeno como una invasión territorial y cultural. Esos sentimientos y esas prácticas suelen quedar reflejadas en la legislación, los reglamentos y las políticas que restringen los movimientos migratorios. A menudo los extranjeros -indocumentados o n o - son objeto de discriminación en el ámbito de la vivienda, la educación, la salud, el trabajo y la seguridad social. Se trata de un problema mundial que afecta a los países de origen, a los de tránsito y a los de destino. En la actualidad, uno de los principales obstáculos que impiden la integración de los migrantes y su acceso equitativo a los derechos humanos en las sociedades anfitrionas son los sentimien­ tos arraigados que existen contra los ex­ tranjeros y las prácticas discriminatorias. La crisis económica mundial y el aumento del desempleo han intensificado aún más estas tendencias. Por lo tanto, para pro­ mover la integración de los migrantes en la sociedad y proporcionarles mayores opor­ tunidades para que contribuyan con el desarrollo de las mismas, es fundamental

adoptar medidas para eliminar las percep­ ciones negativas que tienen las comuni­ dades anfitrionas sobre estos movimientos demográficos. Según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (c o n a p r e d ), Los extranjeros que están en situación irregular en el país son particularmente vulnerables a la discriminación; primero, porque se tiene la falsa percepción de que las personas gozan de derechos dentro de su territorio y los pierden al viajar sin documentos, de ahí que con frecuencia sufran de abusos y vejaciones. Segundo, porque cargan con una serie de estereotipos y estigmas que los relacionan con delincuentes, integrantes de grupos delictivos, alta peligrosidad y violencia.3 Es importante generar un cambio cultural en el que haya una sensibilización sobre las condiciones en que viajan las personas expatriadas y las razones por las cuales una persona deja su país. Muchos buscan mejorar su calidad de vida; sin em­ bargo, también existe un número impor­ tante de personas que huye de situaciones de violencia, de guerras o desastres. En la cinta “Lost Killers” las condiciones trágicas de los inmigrantes se tornan, a través de un humor medianamente retorcido, un tanto chuscas. En la realidad debemos tomar en cuenta que un elemento clave en la promoción de la integración de las sociedades es la eliminación de prejuicios a través de la educación, así como un análisis profundo no sólo sobre el impacto, sino la inclusión de programas, leyes y garantías que permitan a los ciudadanos y a los migrantes adaptarse a los cambios sociales y demográficos. No podemos ignorar el problema, después de todo, en un futuro cercano nos dirigimos hacia un planeta cada vez más poblado con condiciones que aún siguen siendo inciertas. Tenemos frente a nosotros un gran reto humanitario.

(O 3 http://w w w .conapred.org.m x/ Sociedad y migración: reto humanitario

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Un

ju e g o

de a r t ific io p r o n u n c ia d o po r

la lo c u r a Jorge Iván Garduño *

Era el año de 1511, y ya para ese entonces los españoles habían descubierto “El Nuevo Mundo”, mientras tanto, en la ciudad francesa de Estrasburgo el escritor, erudito y humanista holandés, Erasmo de Rotterdam, publicaba la primera edición en latín de su libro Elogio de la locura, una sátira magistral. Pero antes de hablar de esta encomiable obra del siglo xvi y que merece una atención muy especial, hablemos un poco de su autor, un autor que nunca se propuso ser reconocido, exaltado o alabado, más bien buscó ser tratado como cualquier otro individuo de su generación... nunca lo consiguió. Nació en la ciudad holandesa de Rotterdam, la fecha de nacimiento de Erasmo se sitúa entre los días 26 y 28 de octubre, muy probablemente del año de 1466, aunque cabe señalar que hay autores que manejan el año de 1469 como el año de su nacimiento. Esta divergencia de fechas se debe a que su padre fue un cura que quiso guardar

*Fotógrafo, escritor y periodista mexicano. jorgeivangg@ hotmail.com

las apariencias y su buen nombre, y su madre, hija de un buen médico que procuró tapar la hipocresía del padre de su hijo -y de paso la de ella-, con las buenas costumbres de la época; dichas prácticas no cambiaron en nada con el pasar de los años. Erasmo asistió a muy diversos y severos colegios monásticos en Deventer y Hertogenbosch, se hizo agustino y en 1492 se ordenó sacerdote, sin embargo la falsedad de la vida sacerdotal lo disgustó y tuvo que buscar un empleo secular y más tarde recibió la dispensa papal para vivir y vestir como erudito laico. Puesto que la peste negra cobró muchas muertes en Europa, entre ellas las de sus tórridos padres, Erasmo de Rotterdam fue un viajero incansable; desde los 16 años se acostumbró a ser un europeo cosmopolita, un patriota de su pueblo, el consejero de Carlos V, enemigo del papa guerrero Julio II, amigo estimable de Martín Lutero y herético o revolucionario sin quererlo. Erasmo de Rotterdam es con­ siderado un maestro del pensamiento libre para su tiempo, ya que fue un hombre que se cuestionó a sí mismo de forma satírica

M olino ffl>¿etras

ANGELUS

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todos sus pensamientos, y para nuestros días es considerado un humanista, porque en sus obras y en sus más de mil quinientas cartas que se conservan está presente su idea de que lo importante es la perfección que alcancemos de nuestra propia humanidad. El humanismo y la religiosidad fueron los valores absolutos e intemporales que le servían como premisa para proponer nuevos canales de pensamiento, en especial para atacar a las costumbres monacales, el escolasticismo racionalista fomentado por los clérigos y las prácticas corruptas de la iglesia católica que había experimentado durante su experiencia sacerdotal años atrás. La obra de este autor manifiesta una erudición lúcida, un manejo elegante del estilo latino que ameniza su obra con paciencia e ingenio, en la cual demuestra una cruel lección de moral práctica dotada de una original religiosidad que le servían en su lucha personal contra la ignorancia y la superstición. Elogio de la locura, su más famosa obra aunque no la más importante1, es una apología donde se presenta a La Locura como el personaje principal, mostrando brillantemente su oratoria, un soliloquio brutal, real y muy sincero, que a través de la personalidad innegable de este personaje salido de la esencia misma del ser humano, nos reconocemos en la sombra proyectada por este espejo que negaríamos ver de frente. De forma franca, Erasmo de Rotterdam habla desde el interior del hombre 1 Su obra más trascendente fue la traducción al griego del N uevo Testamento (1516), basado en manuscritos nuevos, con notas críticas y acom pañada de una nueva traducción latina, que dem ostraba lo poco rigurosa que era la Vulgata latina.

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para llegar a su alma. A través del periplo de La Locura hace un análisis prolijo de la sociedad que hemos construido gracias a nuestra poca inteligencia y mucha locura; un verdadero juego de artificio correctamente construido y mucho mejor pronunciado. Sus ideas progresistas lo han situado como una de las figuras más trascendentales para el humanismo del Renacimiento, y que el eco de su erudición contenido en sus obras lo convierten en un autor notable para la humanidad y sus ideales. Erasmo de Rotterdam, un escritor y erudito holandés que desechó las formas sacerdotales por una vida secular que lo encumbró como un auténtico hombre de letras y precursor de su época a favor de la primitiva ética cristiana. Elogio de la locura, una maravillosa obra escrita en forma de canto, sin serlo, equiparado con un poema humano que debería ser leído en voz alta para alcanzar un análisis interno y el diálogo con nuestro interior.

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m ás costalazos d a la v i d a Arturo Trejo Villafuerte1 D en tro , o fu era del cuadrilátero, n o tiene n a d a de m alo caer. Lo que está m al es n o levantarse. M o h a m e d Alí (A José B uil y M arisse Sistach, con to d o m i afecto y solidaridad)

PRIMERA DE TRES CAÍDAS ¿Cómo no emocionarse con lo vistoso y llamativo de los atuendos? ¿Cómo no gritar hasta quedar afónico cuando caía a nuestros pies alguno de los “rudos”? La lucha libre es circo, maroma y teatro, pero también gran preparación por parte de los atletas del Pancracio y desde siempre han estado ligadas a la idiosincrasia del pueblo. La fiesta comenzaba desde que mi tío Joaquín anunciaba que iríamos al Parque Calles (Plutarco Elías), pero específicamente al Gimnasio, donde se realizaría el Programa Estrella del miércoles: la pareja formada por “Carta Brava” (un enmascarado negro de buen tonelaje y técnica) y “El carnicerito” Rodríguez (un luchador joven, delgado, 1Profesor investigador de la U niversidad Autónoma Chapingo y miembro del Program a Universitario de Investigación en Ciencias Sociales y Cultura del CIESTAAM de la m ism a institución. Entre sus títulos publicados s encuentran: L as prendas de tu am or (poemas, 2001), A través de los años (poemas, 2001), M ujeres perdidas seguido de Las letras de tu nombre (poemas, 2002) y “M elindrez” Tamariz y otros cuentos p ara niñas (cuentos, 2005). Próximam ente aparecerá su libro de cuentos M i vida con las mujeres, publicado por OsborneFicticia en la “Colección de cuentos de A nís del M ono”, entre otros tantos mas.

aguerrido, valiente, que luchaba descalzo), auténticos ídolos de la barriada contra los que fueran, los otros no importaban. Podía ser “La Violetera” (luchador fuerte y bueno, que tenía el defecto de tirar de uñita y tomar tequila con popote), acompañado del “Monstruo del Averno” (auténtico rudo de la vieja escuela que no respetaba al réferi, ni a la clásica viejecita que le va a los “técnicos”, a la cual más de tres veces mandó de “nailon”, incluso, cuando su compañero le daba un casto beso de agradecimiento, le pegaba hasta cansarse). Pero mi inicio en los costalazos no empezó ahí, ni la afición a la lucha tampoco. Mi primer contacto con los costalazos fue precisamente cargando costales con granos de maíz, el cual era descargado en una bodega cercana a mi casa. Luego de vaciarlos en el molino de nixtamal, quedaban amontonados los costales vacíos, los cuales nos invitaban a hacer uso de ellos, pero no para aventarnos de panza y echar la hueva, sino para practicar el deporte del Pancracio, los costalazos, que ya habíamos visto en la funciones de lucha que transmitía la televisión y que, después de un tiempo, fueron prohibidas por las buenas conciencias que nunca faltan.

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Ya eran famosos El Santo —el enmascarado de plata— (antes Rudi Guzmán, quien también tenía su fotonovela o cómic en sociedad con José G. Cruz y ya varias películas en su haber), Blue Demon, la Tonina Jackson, El Cavernario Galindo, El Doctor Wagner, El Médico Asesino, Los Espantos I, II y III, El Rayo de Jalisco, Durell Dixon y muchos más. Quien inició las actividades luchísticas en los costales fue Luis “El conejo”, un chavo más grande que nosotros, que sabía algunos de los ru ­ dimentos de las “nelson” y “contra nelson”, “La quebradora”, “La m anita de puerco” y “La china”, aparte de otras tantas llaves más, incluso nuestro ring era, en ocasio­ nes, el propio “torton” que transportaba el cargamento de costales al quedar vacío. En el cuadrilátero que se formaba con las redilas, nos lanzábamos de cabeza contra las otras humanidades desde la imaginaria tercera cuerda, ahí aprendimos a caer de espalda plana, para no lastimarnos, y algu­ nas otras mañas más. Luego llegó un vecino que se llamaba José María -don Chem a- quien era masajista en los Baños La Marina pero también, sin que lo supiéramos, era luchador enmascarado y, hasta la fecha, nunca hemos sabido cuál fue su nombre de combate, quien nos enseñó más técnicas de las llaves y las contra llaves, cómo hacerlas y cómo zafarse de ellas, con lo que la enseñanza se volvió muy completa, rica y satisfactoria. Ahí sobre la tarima del “torton”, los diez o quince chamacos que practicábamos, nos dábamos vuelo con “los topes voladores”, “la rana”, “la urracarana” y hasta “los torniquetes” que, en ese momento, aún no estaban prohibidos sobre los enlonados. SEGUNDA DE TRES Lo que nunca me hubiera imaginado en ese instante, a los cinco o seis años de edad, era que, muchos años después cuando ingresé a la Preparatoria 9, lo que aprendí entre los costales del “torton”, me serviría para practicar otro tipo de costalazos en la Lucha Greco Romana y la Lucha Olímpica y que después estaría mucho muy cerca

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de los encordados como nadie de mi generación literaria lo ha estado. Y la historia comienza de la siguiente manera: mi querido amigo José Buil Ríos, director de cine en ciernes, tramaba, desde que estábamos estudiando en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la u n a m , realizar una película de homenaje a El Santo, el único casi súper héroe que ha dado México al mundo y casi a la altura del arte. Diariamente nos platicaba alguna escena que se le ocurría, pero el enmascarado de plata que visualizaba, tenía la peculiaridad de que era humano, tierno, romántico y realista: cobraba las rentas de la casas que había construido con el sudor de su máscara, andaba con una vedette a la cual -como buen mexicano- le hacía múltiples promesas que sabía que no iba a cumplir, fumaba y se tomaba sus whiskys, era un luchador ya retirado, abotagado y viejo, que vivía de su antigua fama, la cual le habían dado más que nada las películas y que ahora era dejado al lado por la llegada de todos los súper héroes de origen gringo: Batman, Robin, Superman, la Mujer Maravilla, etc. Los productores lo consideraba un producto que había visto pasar sus mejores años; era ahora ya un desecho de la sociedad de consumo. Mi amigo comenzó a buscar el reparto para la película. Se necesitaba un chofer oriental para el enmascarado y se pensó en Leonardo García Tsao, pero como era ya un importante crítico de cine, no pudo colaborar en ese medio metraje. Se pensaba en proponerle al mismo Santo hacer el papel de El Santo (“... Y en el papel de El Santo el propio Santo”, como lo hacía Kalimán), pero esa idea fue desechada porque el enmascarado tenía muchos compromisos. Entonces en una noche tibia y callada, se me quedó viendo mi amigo con su cara triste y me dijo: “Oye, y por qué no la haces tú y don Agustín -u n actor profesional- del enmascarado plateado”. Era un auténtico y real compromiso que, con el profesionalismo que me caracteriza (así como Robert De Niro subió de peso para hacer “Toro salvaje”), comencé a hacer lo necesario para suplir a ese enmascarado que ahora ya no era El Santo

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sino una auténtica creación de mi amigo el cineasta. Por principio inicié una dieta de pan con mantequilla y mermelada para subir veinte kilos de peso. Diariamente mi amigo me llamaba para saber cómo iba mi peso, necesitaba tener una panza de pulquero, o cervecero de tiempo completo y entré de lleno a la dieta “T ” (tacos, tlacoyos, tamales, tortas, etc) hasta lograr el peso óptimo que significó subir de 75 kilos que pesaba a casi 100. Ahora era yo el doble de Luis Miguel (en mi cuerpo cabían dos), ya era un émulo de Leo Mendoza y ya me podía hablar de tú a tú -casi- con la Tonina Jackson - a quien por cierto visitaba en su restaurante de las calles de Serapio Rendón en la colonia San Rafael, donde se preparaban unos “burritos” de agasajo. Se rodó la película titulada “Adiós, adiós ídolo mío” y resultó un auténtico éxito en los circuitos de los cine clubs de la u n a m y en el Ágora, Ghandi y anexas, y fue precisamente en esta última librería donde en una ocasión memorable se presentó la película, contando con los comentarios de Andrés de Luna y Gustavo García. Lo que no sabía el director de la cinta era que entre el público se encontraban “la hija y el hijo de El Santo” -antes de que se volviera luchador, por cierto estaba muy chaparro pero bien “mamey”- quienes habían sido invitados en el mejor de los planes por Federico Campbell, para que vieran la película. El caso es que terminó la cinta, se hicieron los comentarios de rigor y un tipo chaparro (¡el hijo del enmascarado de plata!) comenzó a criticar acremente al joven director, diciéndole que el luchador no fumaba ni tomaba, que, en pocas palabras, El Santo era un santo. A nosotros nos constaba que en alguna ocasión, cuando Enrique Gómez Corchado era el Zar de los voceadores, había organizado una comida en honor a varios luchadores y todos los presentes -sin excepción- se echaron sus “copiosas”, fumaron y comieron, como lo hace cualquier ser humano. Sin embargo, ese sujeto insistía en que esa película (finalmente una película de ficción), difamaba a su padre.

Me dio mucho coraje que agrediera a mi amigo el director, me levanté dispuesto a calmar al sujeto, cuando descubrí que venía acompañado de seis o siete luchadores de gran tonelaje, los cuales estaban sentados entre el público. Recordé una sentencia bíblica: “Si no puedes con el enemigo, únetele”. Y cuando el hijo de El Santo comenzó a decirle que era un mentiroso, llegué a un lado de él y... también comencé a gritarle al director “sí es cierto, es un mentiroso, mentiroso, mentiroso”, con lo que de alguna manera salvé de una madrina a Gustavo García, Andrés de Luna y a mi amigo, ahora ya famoso cineasta. Posteriormente haría una película profesional titulada “La leyenda de una máscara”, y en mi lugar entraría Héctor Bonilla quien es mejor actor que yo, -además muy profesional- pero menos luchador, y tan fue así que no quiso ser doblado en las escenas de acción en el encordado, y al dar un salto desde la tercera cuerda, se luxó un hombro, lo que a mí nunca me hubiera pasado porque yo sí sé caer, entonces la producción se tuvo qué detener y costó una buena cantidad de dinero a los de Producción. TERCERA DE TRES, SIN LÍMITE DE TIEM PO En otra ocasión estaba en casa de Luis Chumacero y Vida Valero. Luis y yo hablábamos de cosas muy importantes: de lucha libre, por ejemplo, cuando comenzó a mostrarme su impresionante colección de máscaras. Tenía que irme a Xochimilco para celebrar el cumpleaños de un amigo (Toño Marquet) y entonces Luis me propuso que llegara enmascarado. Me ofrecía la máscara de “El Rayo de Jalisco”, pero con esa humildad y modestia que me caracteriza, le comenté que me quedaba grande. Entonces me ofreció la de un joven luchador que acababa de ser desenmascarado: “Láser Trón”. Era una máscara roja con unos truenos a los lados, de vivos colores azules, la cual combinaba perfectamente con la chamarra roja que llevaba y no me veía nada mal con los 150 kilos que pesaba en ese

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momento, los cuales, desde que participé en la película de mi amigo José Buil, ya no pude bajar y ahí los traía todos conmigo. Llegué a Xochimilco preguntando por mí a Vicente Quirarte, a José Francisco Conde Ortega (quien luchó un tiempo enmascarado como “El águila solitaria) y a Antonio Marquet, quienes me dijeron que yo no tardaba en llegar, pero que pasara a la trajinera, donde se celebraría el cumpleaños. Mi máscara fue la sensación: casi toda la noche estuve firmando autógrafos. Al otro día comeríamos en el restaurante “Hipódromo” de la Condesa con José Emilio Pacheco (quien acababa de recibir el Premio Nacional de Literatura), Jorge Esquinca, Francisco Hernández, Vicente Quirarte, Conde Ortega y varios amigos más. Llegué con la máscara de “Láser Trón” y pese a que j e p era el más importante -incluso en la televisión estaban pasando la información sobre su Premio y aparecía al lado del presidente Salinas-, esa noche yo firmé 15 autógrafos y él nada más cinco, lo que confirma que máscara mata talento en muchas ocasiones. SALIDA Me han pasado muchas cosas enmascarado y no, por ejemplo, cuando me presentan a un niño o a una señorita de buen ver, siempre les digo: “Mucho gusto, Blue Demon para servirle, nada más que no traigo la máscara”. Pero en una ocasión un niño se me quedó viendo al rostro y dijo: “Y entonces ¿eso qué es?”. Pero la última, que casi me cuesta una buena “madrina” por parte de los rudos en la Arena Naucalpan, fue hace algunos meses cuando de la Televisión Pública Austriaca, sabiendo de mi experiencia en los encordados, quisieron entrevistarme como intelectual y escritor que sabe de la lucha libre. Me citaron en esa arena a las seis de la tarde, llegué elegantemente vestido con una traje beige y corbata roja. Lo que no sabían las austriacas es que había mandado hacer una máscara especial para la ocasión con el señor “X”, quien se encarga de hacérselas a todos los grandes del encordado. Le comenté

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al señor “X” que quería una máscara con una “M ” en la frente lo que significaba desde mi punto de vista “Magíster” o “Maestro” Trejo. Lo que nunca me dijo el condenado del pobrecito señor “X” es que Mil Máscaras usa así sus máscaras. Entonces ya estando en la Arena Naucalpan, llegué sin máscara y me metía al baño para ya salir transformado en “El Magíster” o “El Maestro” -casi como Clark Kent lo hace en las casetas telefónicas y salir como Superman. El problema comenzó inmediata­ mente que llegué al Ring Side, donde tenía mis asientos: la gente me comenzó a abor­ dar para pedirme un autógrafo, a lo que yo accedí gustoso hasta que me comenza­ ron a decir “Mil Máscaras”. Como respeto mucho a los luchadores, no firmé como él, sino que hice algún garabato, pero antes de iniciar la lucha ya llevaba firmados cerca de 50 autógrafos. Por fortuna comenzaron las hostilidades en el ring y, por un momento, se olvidaron de mí. Hasta la lucha estelar en que los rudos, comandados por “El se­ pulturero” (un tipo fuertísimo de cerca de dos metros de altura) y los técnicos (capi­ taneados por el distinguido y caballeroso “El Dandy” -u n o de mis luchadores favo­ ritos-), iniciaron la batalla. De pronto en una de las acciones, “El sepulturero” cae exactamente a un lado mío, levantándose de inmediato y viéndome de manera alta­ nera, me pregunta, al ver la máscara: “¿Y tú, quién eres?”. Y yo, sabiendo que era rudo, le contesto: “Un buen amigo, si te portas bien”. A lo que él contestó: “Amigo mis hue...” dándome un fuerte empujón, lo que molestó al respetable público -sobre todo a la clásica viejita de las luchas libres que estaba precisamente atrás de m í- quie­ nes comenzaron a gritar al unísono: “Mil Máscaras, rómpele su máuser, rómpele su máuser”. Y en efecto, estaba yo ya dispues­ to a rasguñarlo, cuando “ -el muy cobar­ d e - - se volvió a subir al ring. Las austriacas, al terminar la fun­ ción, me entrevistaron sobre el significado de la máscara en las luchas y sobre todo el fenómeno que significa ese deporte, mitad teatro y mitad real, para después hacer algo

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inusual, que ningún enmascarado hace: qui­ tarme la máscara frente a las cámaras de la Televisión Austriaca. Quedaron muy com­ placidas. Pero yo todavía estaba “empadro­ nado” por el aventón que me había propi­ nado “El sepulturero”, quien pese a sus casi dos metros y 120 kilos de peso, no sabía de lo que yo era capaz: la última vez que me

enfrenté en un mano a mano, le dejé llenas de mi sangre sus botas al contrincante. Estos son algunos de los gajes de un escritor metido al recio deporte de los encordados.

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C h ap in g o , M éxico, Iztapalapa, D . F., a 17 de o ctu b re del 2003.

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Am antes F r íg id a s de

M ig uel

ángel

L eal M e n c h a c a

Gildardo Montoya1

Cada vez que me encuentro a Miguel Ángel Leal Menchaca en algún sitio de Chapingo, más que disertar con profusión de literatura, nuestro interés se centra en conversar sobre el rey de los deportes, el beisbol. En esos esporádicos encuentros mi amigo suele tomar la palabra con efusiva elocuencia, esto debido a que su pasión incluye un amplio conocimiento y viva admiración por tantos peloteros nacionales, como, por ejemplo, el inol­ vidable jonronero Héctor Espino, y también sobre aquellos jugadores de tantas latitudes que destacan en las grandes ligas, muchos de ellos verdaderas leyendas. Al respecto - y esto lo digo especialmente para la gente joven que hoy nos acompaña-, ¿han oído hablar ustedes de Babe Ruth, Mickey M antle o nuestro Fernando Toro

1Periodista y escritor que trabaja en la Universidad A utónom a Chapingo.

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Valenzuela? Pero Leal Menchaca no sólo sabe de beisbol, sino también practica con denuedo esta actividad definitivamente lúdica que exige de los ejecutantes poner en acción sincrónica los siguientes requerimientos: inspiración, imaginación, intuición, intensidad, concentración, agilidad, fortaleza, exactitud, malicia, determinación, contundencia...; expectativas o capacidades indispensables, las enumeradas, que sin mayor reparo, creo, podrían ser trasladadas, una a una, al oficio de escritor, especialmente cuando se opta por un género como el cuento, quizá de los más exigentes de ejecutar. Como podrá observarse, Leal Menchaca carga consigo, en el mismo viaje vivencial, al beisbolista y al creador de relatos. En ese sentido, su libro La hora mágica testimonia, da cuenta narrativa­ m ente de dicho binomio a todas luces pasional. ¿Pero de dónde brota o nace la necesidad de escribir cuentos? ¿Qué asombro te lleva a tomar una plum a con

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la intención de plasmar lo que te obsede? Leal Menchaca, en un pasaje significati­ vo de su volumen de ensayos Como espina en el talón, responde con precisión a tales interrogantes: “Contamos historias que ocurrieron, y aun las que no ocurrieron; a veces no nos im porta si son verdaderas. Así que en pos de la palabra, andamos buscando darle cierta verosimilitud, para reafirmar que si no fueron ciertas, sí posi­ bles”; luego, en otro m om ento afirma: “el cuento está en la vida, viene de la vida y nos remite inexorablemente a ella”. Así dicho, considero que trayen­ do en mención esta especie de preceptiva literaria del autor que hoy nos convoca, abordaremos con mayor suficiencia su libro de cuentos Amantes frígidas, edita­ do por la Universidad Autónoma Chapingo, en donde los personajes -trátese de escritores, taxistas, maestros, amas de casa, prostitutas, obreros- transitan en el entramado ficcional por un continuo descalabro o desencuentro amatorio, sino inevitable que los arroja definitivamente a la soledad, la heladez del alma, el con­ formismo conyugal, la tragedia, e incluso algunos de los actuantes se inclinan por conocer los todavía, para ciertos sectores de la sociedad, réprobos caminos de la ho­ mosexualidad. Amantes frígidas conforma un puñado de historias urbanas, las cuales muestran, corrosivas, el lado oscuro de la institución matrim onial. El lector que visite este libro se adentrará en relatos bu­ rilados, de manera descarnada, sin conce­ siones. Subrayo, al paso, que no faltará a quien incomode el recurso narrativo del autor por un lenguaje que en situaciones ex profeso opta por la crudeza. Vale des­ tacar que Leal Menchaca enfoca su escri­ tura, el hilo narrativo, en parejas que ya han perdido, tal vez para siempre, aque­ llo que cantaba, emocionado, Jorge Luis Borges: “Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz”; nada queda de aquellos aquelarres del enamoramiento, su cima provisoria. Ahora son desolados cómplices de una irresoluble frigidez, un

atascado convencionalismo. A saber: el marido que engaña o es engañado. La mujer que engaña o es engañada. Y si así se desea, podemos hablar de una situación todavía más enrevesada. El marido y la mujer que engañan a la par, sabiendo o no que les aplican la misma fórmula adúlte­ ra. Total: una especie de río revuelto que arrastra culpas, resentimientos, insultos, frustraciones; lo que explica o “justifica”, digamos, que los personajes busquen m o­ mentos gozosos en lechos ajenos, hoteles de paso o sitios clandestinos, pues les urge desatar lujurias, fogosidades; explorar, vi­ vir inéditas caricias que a muchos el m a­ trim onio niega o simplemente convierte en rutinario acople copular. En relación con esta temática se puede aludir a los cuentos “Amantes frí­ gidas”, “Del acoso al ocaso” y “El amor en tiempos de influenza”, entre otros, en los cuales el escritor zacatecano muestra las peripecias de varios personajes empeci­ nados en dejarse llevar en la aventura pa­ sional fuera del ámbito “permitido por la ley” y “las buenas costumbres”. Lo cierto es que también en esos terrenos, placente­ ramente “pecaminosos”, tarde o temprano todo term ina por complicarse. Pero no todas las historias que ofrece Leal Menchaca convergen exclusi­ vamente en el espacio conyugal, encon­ tramos otras como “Blanca Nieves” que recrea flirteos, arrebatos, rivalidades amo­ rosas entre jóvenes estudiantes; otro relato que cabe en este apartado es el intitulado “Cóm o contártelo”, el cual narra el reen­ cuentro de antiguos compañeros de una extinta empresa abocada a lo electrónico. Historias, las que menciono, unidas de al­ guna manera por la inclusión dentro de la trama, de ausencias o desapariciones misteriosas de los personajes, en las que al lector le corresponde atar cabos, barajar posibles soluciones... Por otro lado, “Epigmenia” es un cuento que desde mi apreciación cumple con rigor los requerimientos que es posi­ ble esperar de un género literario que debe aspirar a la contundencia en pocas pági­

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nas; y no me refiero necesariamente a un final sorpresivo o esclarecedor de determi­ nada situación. El texto que nos ocupa, desde las primeras líneas avisa de qué va la cuestión: “La noche en que Epigmenia asesinó a Rigoberto, no sintió ningún re­ m ordim iento”. En mi sentir, la fuerza, la intensidad recae en la habilidad del autor para construir una atmósfera agobiante, sórdida. De manera inevitable llegan al recuerdo los relatos quemantes de José Re­ vueltas. ¿Debo agregar que Epigmenia es una prostituta y el victimario victimado, Rigoberto, su “padrote” o golpeador? Un lugar aparte tendrían los cuentos “Don Clodo” y “El caso Lucia­ no”, que tocan un tema un tanto cuanto delicado y difícil de llevar a buen puer­ to en la literatura: el homosexualismo. El primer relato discurre en una vecindad de la Ciudad de México en la que todo m un­ do cree saber quién eres, qué haces o, si no lo sabe, lo inventa. “D on Clodo” pone a prueba qué tanto seguimos aceptando el estereotipo, la historia del mexicano bra­ gado, bravucón. Visión que siempre rayó en la ausencia de matices o contrapuntos, que perm itan admitir en el ser hum ano vaivenes, caídas y flaquezas conductuales. D on Clodo, el personaje, juega de día a aceptar las convenciones sociales, pero en noches de alcohol sufre una notable m e­ tam orfosis... En cuanto a “El caso Lucia­ no”, aquí el narrador desarrolla los avatares de un profesor de matemáticas que al quinto divorcio en su haber, opta por acercarse a los hombres. Muchos de ellos, sus propios alumnos, ceden a su acoso, pensando que pueden sortear airosamente la materia que suele resultarles más pelia­ guda... pero un día el profesor Luciano es encontrado muerto. Todas las conjeturas, chismes, morbosidades, acusaciones se destapan para manchar o, en otros casos, poner en alto la imagen del m entor ulti­ mado. Insisto, no es nada sencillo escribir un texto con estas particularidades. Leal Menchaca lo resuelve satisfactoriamente al utilizar una constante, punzante, dosis humorística.

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Paso a señalar que Amantes fr í­ gidas contradice o, mejor aún, deja en la lona al sinfín de relatos abocados a urdir renglones previsibles. Todos conocemos esas historias empecinadas en perpetuar el clásico estribillo “fueron felices y co­ mieron perdices”. Aquí no hay tal... Pero, entonces, ¿cuál es la carencia de estos per­ sonajes que acaba convirtiéndolos en seres frígidos?; ¿quién les robó el alma, la m or­ dedura del amor? De inmediato conviene anotar: no hay respuesta. Lo que sí pode­ mos colegir es que Leal Menchaca, con toda seguridad, comparte la opinión del también escritor Marco Antonio Aguile­ ra Garram uño, quien dice que “muchos cuentistas fracasan porque intentan de­ mostrar tesis, corregir una injusticia, en­ señar a vivir a sus ingenuos lectores”. No hay respuesta, insisto, pero eso no impide que desde algún sitio del paginario, Oliberia, la mujer protagonista de una de las historias y a la vez encargada, nada menos, que de prologar este libro de Leal Menchaca, lance al aire, a la mirada, que se quisiera receptiva del lector, la siguiente anotación: “Considero, sin temor a equi­ vocarme, que la soledad es el destino final del ser humano. Sin embargo, no es una situación patética; finalmente arribamos solitarios a este m undo, e igualmente soli­ tarios lo abandonamos”. En el apartado conclusivo, me perm ito mencionar que si estamos de acuerdo con Octavio Paz en que “leer es descubrir insospechados caminos hacia nosotros mismos”, a mi entender la pro­ puesta cuentística de Miguel Ángel Leal Menchaca es un valioso trabajo, una ver­ dadera introspección de la condición, o mejor aún, de la comedia humana, en particular del matrimonio. Finalmente, les comento que las historias contenidas en Amantes Frígidas, me llevan a recordar las palabras del argentino M empo Giardinelli, cuando hace ver que “el hombre y la mujer, son un cuento a contar; que se vie­ ne contando desde hace milenios; que se cuenta cada día; que no se termina jamás de contar”.

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^^olino de Novedades Editoriales Arturo Trejo Villafuerte: Siempre será un placer leer a W illiam Shakespeare y también leer y releer ensayos inteligentes sobre su obra, como es el caso de Jan Kott (Varsovia, 1914-?) y su libro Shakespeare, nuestro contemporáneo (Instituto Cubano del Libro, Cuba, 1968. 196 pp.), donde el autor polaco hace un examen juicioso y rico sobre el inglés, señalando como una de sus virtudes principales ese asomo a la esencia humana, a cómo los poderosos -dentro de su aura de poder y su soledad-, actúan inescrupulosamente, incluso contra sus mismos pares, y entonces como fondo de muchas de las obras del autor de Stratford-on-Avon, se encuentra la cruenta lucha por lograr y conservar el poder y, por el lado, como una contraparte necesaria, el amar apasionadamente. Bertold Brecht y Samuel Beckett no son lejanos de los pasos y acciones del genial dramaturgo inglés. Kott es autor de varios libros que ya son y deben de ser considerados

*

Profesor

investigador

Chapingo y miembro del

de

la

iis e h m e r

Universidad

Autónoma

de la misma institución.

Sus más recientes trabajos se han publicado en: Donde la p iel canta (poemas, Antología, 201 1 ), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 201 1 ), Sombras de las letras (ensayos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2 012. 136 pp.) E l tren de la ausencia (cuentos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Árbol afuera (poemas, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2 013. 124 pp.), A m ar esperder la p iel (Ed. Molino de Letras-UAch, México, 2 0 13. 194 pp.), Lámpara sin luz (novela, Fondo Editorial Mexiquense, México, 2 0 13. 267 pp.), Árbol afuera (poemas, antología, Cofradía de Coyotes, México, 2 0 1 3. 108 pp), Abrevadero de Dinosaurios (antología de minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2 014. 110 pp.) y Cartas marcadas (Antología, Ed. Cofradía de Coyotes,

clásicos como Mitología y realismo y un volumen que para mí ha sido esencial y fundamental en muchas de las cuestiones en las que pienso: El manjar de los dioses (Ed. Era, México, 1977. Traducción de Juan Tovar). Sin ninguna duda el libro sobre Shakespeare no tiene desperdicio, donde incluso parece ser una clase de la mejor Ciencia Política para comprender el mundo actual. Sin ninguna duda el inglés, viendo a nuestro alrededor y a nuestro país en ruinas debido al poder, es nuestro contemporáneo. He tenido la fortuna de conocer y leer a seis Premio Nobel de Literatura: en orden de aparición Gabriel García Márquez (ColombiaMéxico), Seamus Healey (Irlanda), Gunter Grass (Alemania), Wole Soyinka (Nigeria), Joseph Brodsky (Rusia) y Octavio Paz (México), tuve la fortuna de estar cerca de ellos, y con varios, la suerte de charlar animadamente. Unos más que otros, y lo podemos decir con todas sus letras, son grandes escritores, aunque el Premio no es sintomático de calidad; y a propósito de esto, que mejor ejemplo de que en este año se le otorga a una escritora de Bielo-Rusia, Svetlana Alexievich, quien es como una Elena Poniatowska de aquellas regiones - y no lo digo peyorativamente-, la cual cuenta con una obra predominantemente periodística, con lo que en esta nueva oportunidad y de nueva cuenta ese galardón se queda en el ¡ay, cabrón! en los labios. Por lo pronto, y como la presidencia de México y el Premio Nobel de Literatura se lo puede ganar cualquiera, me considero un fuerte candidato a ambas postulaciones. Y si mal no recuerdo, en el 2003, la periodista bielorrusa anduvo por estas tierras, pero por más que hago memoria, no me acuerdo de ninguno de sus libros. Bueno, la verdad es que la memoria ya no es mi fuerte y creo que ya me puede fallar. Por cierto en el suplem ento especial de La Jornada (30 de octubre de 2015) dedicado a los Premios Nobel Mexicanos (Alfonso García Robles -d e la Paz-, Mario Molina de Q uím ica- y Octavio Paz -d e Literatura-, pagado por la u n a m , viene en la página 10, en la cabeza secundaria, una errata de antología: “Los 15 miembros de la Academia Suiza votaron unánimemente por el escritor mexicano”, cuando debía de decir “Sueca”.

México, 2 0 14 . 112 pp).

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El 27 de octubre de hace seis años falleció m i querido amigo Byron Gálvez, uno de los mejores pintores de su generación. Tuve la grata fortuna de asistir a varias comidas en su casa de Mixquiahuala, Hidalgo, y de disfrutar de los ricos menús que preparaba su esposa Eva Beloglovsky. Y precisamente para conmemorarlo, en el Museo Cuevas se presentaron 12 esculturas de bronce en las que trabajaba nuestro amigo cuando lo sorprendió la muerte. Mi querido amigo Roberto Vallarino, ya también fallecido, tuvo a bien hacer un libro sobre el trabajo de Byron que es, válganme la palabra, espléndido. Lo dice Jorge Luis Borges, y yo haciendo eco de ese pensamiento y cada que puedo lo repito: “La verdadera muerte es el olvido” y mi querido paisano hidalguense sigue aquí en mi corazón, sobre todo porque era una persona cordial, afable y muy trabajadora. El 28 de octubre del 2015 cumpliría sus primeros 74 años. Eraclio Zepeda (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1937-ciudad de México, 2015) murió de un paro respiratorio. Era, sin ninguna duda, uno de los mejores charlista que he conocido en mi ya larga vida - y que conste que he conocido a muchos, entre ellos a Juan de la Cabada, Renato Leduc, Juan José Arreola, Vicente Ortega Colunga y otros tantos más-. Con Eraclio nos podíamos pasar 8 o 9 horas oyéndolo hablar sin aburrirnos, eso me sucedió en un viaje que hicimos para una entrega del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, desde que salimos de Dinamarca 34, en la ciudad de México, y hasta que llegamos al Hotel Francia, en el mero centro de la bella ciudad hidrocálida, en todo ese transcurso él llevó la batuta de la charla, con cortas y ricas intervenciones de Óscar Oliva y Juan Bañuelos. Sus cuentos también eran de antología, inolvidable Benzulul, y sin ninguna duda, cuando obtuvo el Premio Nacional de Cuento, fue uno de los más certeros y bien ganados de los muchos que se han entregado hasta el momento. Ahora ya descansa en paz, pero se quedan y siguen presentes sus libros y sus palabras: cuando nació mi hija Tisbe, él, que también tenía una sola hija, Masha, me confío cosas maravillosa sobre el arte de ser padre y quedé conmovido e impresionado por todo lo que me dijo, sobre su idea de la paternidad y su hija.

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N unca sabremos a ciencia cierta si tener un agente literario es para bien o para mal del escritor. En los años ochenta, intentamos hacerlo en México y las editoriales nos ignoraban, y cuando “pegaba” un libro, el autor se hacia “pato” con el 10 % que nos debía de otorgar del contrato respectivo. Uno de mis representados fue Raúl Rodríguez Cetina, coincidió que había llevado una de sus novelas a la Colección “Los Cincuenta” del CoNaCulta y hubo un dictamen favorable para ella, al poco tiempo, gracias a Saúl Juárez y Eduardo Langagne, llegó como coordinador de dicha serie. Se publica la novela y le pido al autor mi diez por ciento respectivo, porque ese trabajo lo había hecho anteriormente a mi llegada a ese puesto, y entonces el escritor yucateco me metió en un santo y señor chisme: que yo cobraba un 10 % a todos los autores que se publicaban en la colección, etcétera y etcétera. Publiqué casi 80 autores, a muchos de ellos ni siquiera los conocía, otros eran y siguen siendo mis amigos, y eran más pobres que yo en ese entonces y algunos lo siguen siendo ahora, pero ser representante literario durante dos años me trajo más sinsabores que satisfacciones.. Ese no fue el caso de la recién fallecida Carmen Balcells, quien tuvo bajo su férula a las mejores plumas de Latinoamérica y España, además de otros tantos autores extranjeros, sobre todo de Europa central. Uno de sus representados era Gabriel García Márquez, quien me decía que ella era muy buena para las cuestiones de dinero, mientras que ella me comentó que g g m no daba paso sin huarache y todo lo cobraba. Lo cierto es que ambos dos ya se murieron y yo sigo aquí contando estas historias de lo Real Maravilloso. j e p me comentaba que g g m dejó de colaborar en la revista Proceso, a partir de que ganó el Premio Nobel, debido a que j s g , el director, ya no le pagaba sus artículos, lo que molestó mucho al escritor. Tengo la fortuna de ser amigo de Moisés Elías Fuentes (Managua, Nicaragua, 1972), él es poeta y ensayista. Entre sus libros de destacan: De tantas vidas posibles (poemas, 2007), la antología El lago y la torre. Seis poetas vanguardistas nicaragüenses (u a m , México, 2011. 170 pp.). En colaboración con Guillermo Fernández Ampié tradujo Ciudad tropical y

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otros poemas (2009), primer libro del mítico vanguardista nicaragüense Salomón de la Selva y tiene también publicado Andanzas y voces de los tres Ernestos. La generación nicaragüense del 40 (u a m , México, 2013. 174 pp.). Colabora como crítico literario en periódicos, revistas y suplementos culturales de Nicaragua, España y México. Actualmente es Docente Tutor Investigador de la Preparatoria Iztapalapa 1 del i e m s del D.F. Sus libros sobre los Tres Ernestos: Cardenal, Mejía Sánchez -quien vivió muchos años en nuestro país y fue maestro de la FFyL de la u n a m - y Carlos (Ernesto) Martínez Rivas y sobre los seis vanguardistas nicaragüenses no tienen desperdicio, son lecturas ricas y edificantes.

compilación de Eduardo Villegas, con Edgar Escobedo Quijano, Félix Cardoso y Rolando Rosas Galicia; y Junto a la cama y otros cuentos de terror de Rogelio Valdez y Alejandro Herrera, en lo que se llamó la “Tarde de Coyotes” y en donde por causas de fuerza mayor no aulló el Coyote Mayor Eduardo Villegas. También estuve en la presentación de Víbora de dos cabezas, poemas de mi querido amigo Rolando Rosas Galicia y Lámpara sin luz, novela de mi autoría y El regreso de Eddy Tenis Boy, relatos, de Eduardo Villegas; además de En este zoológico ya somos muchos, crónicas, de Emiliano Pérez Cruz y una antología de poemas de José Francisco Conde Ortega, estos últimos dos autores brillaron por su ausencia.

La X X X I Feria del Libro Chapingo 2015 “Dedicada a Colombia. Homenaje a Gabriel García Márquez”, reunió a muchas editoriales universitarias y otro tanto de vendedores de libros pero, sobre todo, estuvo pletórica de actividades de toda índole: talleres, presentaciones de libros, homenajes y reconocimientos a autores que sólo nuestra Universidad, tan lejos del Status Quo de la Cultura Elitista, puede hacerlo. En esta ocasión hubo dos importantes reconocimiento y muy meritorios: el primero a Gonzalo Martré y el segundo a René Avilés Fabila, ambos formaron parte del Partido Comunista Mexicano, ambos con una gran trayectoria en las letras, el periodismo y la cátedra. Nuestra Universidad los honra, pero también ella se honra al reconocer a los talentos que otras escuelas e instituciones no toman en cuenta.

Parecería que con la llegada de la luz eléctrica se acababa el terror, el miedo, el pánico, el misterio, el cual se asocia a la oscuridad, a la noche, pero no, no es así: nos siguen impresionando esos relatos que hablan de cosas sobrenaturales y que se salen de la norma, tengan o no tengan qué ver con la noche, la oscuridad, el diablo y anexas. Y precisamente de eso se trata y eso tratan de lograr Alejandro Herrera y Rogelio Valdéz con su libro Junto a la cama y otros cuentos de terror (Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 158 pp.), los cuales han sido escritor al alimón, cosa que no es frecuente en los escritores, cuyo ego es siempre el pequeño gran argentino que todos tenemos dentro. Ambos tienen publicado otro volumen con las mismas características, hecho a cuatro manos: Relatos de terror y locura (Ediciones Colín, México, 2006), ante la ausencia de mi amigo Eduardo Villegas, tuve el gusto de presentarlo en la Feria del Libro de Chapingo y sostener un diálogo donde muchas de las cuestiones que menciono se dilucidaron. Por cierto Alejandro Herrera tiene también publicado Kalltek Kritémm, el príncipe errante de la Galaxia Betrham (Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014), una novela de Ciencia Ficción muy interesante, entretenida y que se lee de un solo jalón.

Por cierto, m i querido maestro Avilés Fabila tuvo a bien regalarme sus libros Cuentos de hadas amorosas y otros textos y El bosque de los prodigios, los cuales estoy leyendo y disfrutando plenamente, ya haré la reseña respectiva, igual de Réquiem por un suicida. E n dicha Feria del Libro participé, sin querer queriendo, en la presentación de Los herederos de la promesa. La corriente Narrativa de “La Onda” (1964-1971) de Josefina García Paredes; De Neza York a Nueva York. Antología bilingüe de poetas de la ciudad de México y de Nueva York, junto con Ángeles Juárez, Aura María Vidales y Félix Cardoso; Abrevadero de Dinosaurios,

Se m uere M ario Santiago Papasquiaro (M exico, 1953) y luego Roberto Bolaño, hace ya casi doce años, quienes eran los principales y acaso los únicos con una idea clara de lo que era su jugada magistral: “El Infrarrealismo”; el

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segundo, que vivió muchos años en México en la Colonia Guadalupe Tepeyac y fue casi mi vecino- y quien llegando a Barcelona se dedicó a la narrativa, logrando gracias a su talento una obra novelística y cuentística importante -pero ayudado y súper inflado por su editor Jorge Herralde, quien lo compara con “¡Carlos Fuentes!” y creo que a los españoles les da por hacer hipérboles de las minas de oro y plata que descubren en América-, han hecho de ellos un auténtico y real Mito. Uno de los sobrevivientes de esa época y que estuvo cerca del llamado “Movimiento Infrarrealista” es José Vicente Anaya, quien ha vertido sus opiniones en distintos medios para tratar de poner en claro, históricamente y lejos del mito, el qué onda con ese grupo en su exacta dimensión. Mi humilde opinión, que también viví, conocí y bebí con ellos, es que “Los Infras” no eran ni siquiera un grupo coherente, ideológicamente hablando, cada uno jalaba para su lado, sin embargo, y a partir de la publicación de la novela Los Detectives Salvajes, se les ve como un grupo coherente y con una ideología propia, vanguardistas, pero creo que no era así, estamos muy cerca para ver la historia. Sin embargo, es muy importante estas opiniones que vierte Anaya y luego Rubén Medina en el prólogo a una segunda antología de la poesía “Infra“, para poder dilucidar por dónde iba ese grupo sin grupo y ponerlos en la correcta y exacta dimensión, sin soslayar su talento que sí lo había, y si es que esto puede ser posible en la literatura, que a partir de una novela se vuelve ficción y que ellos mismos, creo, que siempre fueron ficción: un grupo de chavos malos que nunca fueron lo suficientemente malos -¡Nunca mataron a Juan Bañuelos!, en cuyo taller de literatura se conocieron y formaron, ni tampoco ¡asesinaron a Octavio Paz! Eran terriblemente fresas.

Hace algún tiem po, algunos años, publiqué esta nota: “Tenían fama de malos pero en realidad eran unos chavos como nosotros, los que formábamos el TaPoSin (Taller de Poesía Sintética) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la u n a m . Los conocí desde casi 1974 pero no en buenos términos: llegaron a la Casa del Lago de la u n a m a sabotear una lectura

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de poemas de Alejandro Aura, un sábado al mediodía, y casi acabamos a golpes. Pero cuando sí los correteamos, los agarramos a patadas y les mentamos su madre, fue cuando sabotearon un recital de José Joaquín Blanco, acto que sí nos dio mucho coraje porque j j b era un auténtico hombre de dios: tranquilo, mesurado, no se metía con nadie y, además, era nuestro amigo. Los Infras comenzaron a brincar alrededor de Blanco mientras este leía sus poemas muy serio, luego comenzaron a hacer ruidos raros y a aplaudir y gritar “¡Bravo, bravo, bravo!”, sin ton ni son. Se armó la gresca afuera de la sala principal, pero ni siquiera sabían meter las manos: Mario Santiago era un bulto, José Peguero ponía una mejilla y después la otra, Roberto Bolaño se echó a correr seguido de Bruno Montané. Cuando iba a la casa de Efraín H uerta en la calle de Lope de Vega, éste siempre me ofrecía un ron Havana, en sus múltiples modalidades, pues sabía que yo era ronero -fui durante 20 años Valor Juvenil Bacardí-, pero cuando coincidía o llegaban los Infras, sobre todo Mario Santiago y Roberto Bolaño, siempre les ofrecía Bacardí blanco y en corto me decía: “Ellos ni siquiera saben lo que toman”. Los Infras siempre fueron muy bien recibidos por Efraín Huerta y Thelma Nava. Recuerdo un día que en una panadería de la calle de Independencia, muy cerca de la cantina “La Noche Buena”, vimos unos panes españoles blancos en forma de cocodrilo. Le llevé a Huerta tres y estaba feliz con ellos. Conviví mucho con los Infras, pero con quien más hice migas y charlé, largo y tendido, fue con Rubén Medina y su mujer, una señora estadounidense que ya tenía algún tiempo viviendo en México, precisamente en un departamento del callejón de Dolores, donde habían vivido muchos años antes varios de los poetas de la Generación Beat. Ellos ni siquiera lo sabían, hasta que se los comenté y les dije que los poetas Beats iban a la taquería “Casa Dolores”, según el decir de su biógrafo James Cook - y a donde también fueron Octavio Paz, Rafael Solana y Efraín Huerta cuando era estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria, y a donde nos llevó Gustavo Sainz y nos contó esta historia-, a que les fiaran la comida y habían llegado ahí, a esa zona, porque también era un lugar propicio donde se podía conectar droga de cualquier tipo.

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Varias veces salvé a M ario Santiago de golpizas que se cernían sobre su físico. Una de ellas fue en el Palacio de Minería, donde saboteó una lectura de varios narradores entre quienes se encontraba Silvia Molina y Carlos Chimal; Mario salió corriendo y tras de él iba el esposo de Silvia, Claudio, Evodio Escalante y el propio Chimal. Lo alcanzaron en uno de los descansos de la escalera principal, a donde yo iba llegando y me metí a defenderlo, porque la proporción eran tres contra uno. Por fortuna no pasó a mayores la cosa: no le pegaron. Luego de eso Mario me invitó a la casa de Rubén Medina, en el callejón de Dolores, a donde llegué más noche para tomar tequila con ellos. En otra ocasión llegué al mismo tiempo que Pedro Damián Masón a la Librería Universitaria de Insurgentes, casi esquina con Sonora, en la colonia Roma. Iban a leer Octavio Paz y David Huerta. Pedro venía hasta atrás y cuando comenzó a leer Paz, comenzó a mencionar “O h luz, cuánta luz, oh mucha luz, ah, cuanta luz”. Se armó la gorda, David Huerta se levantó a hacerla de tos, llegaron los guardias de la librería y yo tuve que sacar al Infra antes de que le soltaran unos golpes. Paz incluso lo reto: “Qué tiene usted contra mí, dígamelo” y el Infra sólo acertó a decir: “Muchas cosas”. Y ahí quedó todo: otro de los tantos altercados Infrarrealistas. Hay varias, muchas, anécdotas más, pero eso casi sería un libro o una novela como Los detectives salvajes y esa ya la escribió Roberto Bolaño. Sombra del joven poeta Alejandro Campos Oliver (Verso Destierro, México, 2012. 32 pp.), es un pequeño tomo de poemas, sencillo y de buena hechura en la escritura y de un interesante diseño: en la portada viene el rostro del autor y en la contraportada, como parte de la imagen, un paisaje. Los textos tienen, en su mayoría, a la “sombra” como elemento principal y hay momentos intensos: “Esta noche con olor a besos/ la sombra de mi lengua/ se impregna del sabor/ de tus gemidos”. Un breve tomo muy disfrutable y que nos permite señalar que las editoriales “marginales” siguen teniendo el buen tino de publicar. Muchas felicidades a Adriana Tafoya por esta publicación. Por cierto Campos Oliver es uno de los animadores de la a m e i c a h (Academia Mexicana para la Educación e Investigación en Ciencias, Artes y Humanidades, AC), la cual ha publicado varios textos muy interesantes.

Tam bién m uere el poeta, actor y periodista H ugo Gutiérrez Vega -nuestro maestro de la materia de Literatura y Periodismo I y II, en la Fcpys de la u n a m , a quien de cariño le decíamos “Ego Gutiérrez Beca“, ya que fue actor de ego exacerbado y diplomático, por lo que faltaba mucho a clases-, a quien conocimos como panista, director de la revista de la u n a m -que en realidad controlaba el mafioso de Carlos Monsiváis-, director de La Casa del Lago y luego director de Difusión Cultural de la u n a m , donde tuvimos una dificultad por Guillermo Fernández y desde ahí nos tomó tirria a varios de los integrantes de la Máquina Eléctrica y del t a p o s i n . Nosotros nunca vimos la generosidad, ni la solidaridad que ahora todo mundo pregona de h g v , la cual sí nos ofreció Gustavo Sainz, y que además ni la necesitábamos: nuestro trabajo nos ha dado todo, no las mafias de la u n a m ni de Octavio Paz. Toda la truculenta historia y detalles de este episodio de la Cultura en México en el próximo número de Molino de Novedades. Falleció el 30 de octubre la querida m aestra Elena U rrutia -quien al igual que Alaidde Foppa-, fueron mentoras muy importantes en nuestra formación académica y nos hicieron apreciar al otro sexo, su trabajo y las maneras en que las debemos de honrar y respetar, en pocas palabras: nos quitaron lo machos y salvajes. Se quedan sobre nuestra mesa de trabajo una gran cantidad de libros mágicos y maravillosos: El libro salvaje de Juan Villoro; Persona normal de Benito Taibo; la novela Hielo negro (Océano Exprés, México, 2015. 312 pp. Primera edición: 2011. $ 165.00) de Bernardo Fernández b e f , el cual me fue recomendado ampliamente por mi librero Manuel Partida de “La Pequeña Lulú“; La Brisa en la Rama (Haihús, poemas, cuentos, ensayos y recensiones) (Edición de autor, México, 2015. 220 pp. $ 100.00) de Raymundo Pablo Tenorio, volumen con el cual el autor celebra su x l aniversario de actividades académicas; dos libros de Leonardo Padura -u n o de nuestros escritores cubanos favoritos: La novela de mi vida (novela, 2002, donde recrea la vida de José María Heredia) - y Aquello estaba deseando ocurrir (Relatos, 2015), quien por cierto durante la entrega del Premio Princesa de Asturias en Letras -qué envidia-, se sentó junto a al director y

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-com piladores- y Ricardo Lugo Viñas -editor-, además de otros tantos que esperan su puntual lectura. * Y p o r cierto desde estas páginas, reitero mi apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas y a los trabajadores de Mexicana de Aviación, porque les asiste la razón, y repudio las políticas antipopulares, rapaces y mezquinas del Estado Mexicano: ¡No a la nueva ley laboral, a la Reforma Educativa y Energética!, ¡la Patria no se vende!, ¡no a la privatización de la energía eléctrica y del petróleo!, ¡ya basta de gasolinazos! Igual sigue mi protesta por la desaparición de los 43 normalistas desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, Gro. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” y no a la represión institucional contra los maestros.

mjt,

cineasta Francis Ford Coppola y agradeció a “sus tres patrias: Cuba, el idioma español y el trabajo” el pasado 23 de octubre; El seminarista de Rubem Fonseca (Ediciones Cal y Arena, México, 2010. 170 pp.); Teoría y didáctica del género terror de Jaime Ricardo Reyes (Cooperativa Editorial del Magisterio, Colombia, 2007. 206 pp.); Trópicos II. Tu cuerpo como un río (poesía amorosa) de Eduardo Cerecedo; Crítica No. 166, la “Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla; La conjura del crimen: Los gangsters de Chicago: el rojo camino desde la veda alcohólica hasta A l Capone de Walter Noble Burns (Ed. Círculo Latino, España, 2005. 302 pp.); Ángeles (Ed. Gernika, México, 2011. 158 pp.) de Aura Shyler; Los 43. Antología Literaria (Ediciones de Los Bastardos de la Uva, México, 2015. 190 pp.) de Eusebio Ruvalcaba y Jorge Arturo Borja

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Grupo Cultural "La Nave de los Locos" La Universidad Autónoma Chapingo Dirección General de Difusión Cultural y Servicio Programa de Humanidades Centro Cultural Mexiquense Bicentenario Museo Eremitorio "Fray Domingo de Betanzos"

CONVOCAN: A los investigadores, docentes, estudiantes y egresados de licenciatura y posgrado en las carreras de historia, antropología, geografía humana, arqueología, comunicación, literatura, filosofía, sociología y ciencias sociales y humanidades; así como al público interesado en este campo de estudios, a participar en el:

XI Congreso Nacional de Historia, Ciencias Sociales y Humanidades:

“EN TR E MUROS Y PIEDRAS LA HISTORIA’ con los siguientes E JE S T E M Á T IC O S : Historia y estudios culturales De los pueblos, ciudades y habitantes en el tiempo: imaginario social, infraestructuras, territorios, patrimonio, construcción de ciudadanía, desarrollo urbano, cultural y ambiental. Foro permanente Estudios de género Violencia y criminalidad Nuevos horizontes en investigación social y humanística Historias del pulque, cerveza y otras bebidas Los medios audiovisuales (Cine, radio, televisión, fotografía, etc.) como objeto de estudio y herramienta de las Ciencias Sociales y Humanidades BASES: El congreso se realizará los días 17, 18, 19 y 20 de febrero de 2016 Los interesados podrán participar con trabajos origínales e inéditos. La extensión de los trabajos deberá ser de 20 cuartillas (como máximo) a doble espacio, Times, doce puntos y para exposición se deberá preparar ponencia de 20 minutos Los trabajos seleccionados serán publicados en formato digital en la plataforma en línea http://www.

navelocos.com/ (Sitio de divulgación cultural sin fines de lucro) La recepción de los trabajos será a partir de la publicación de la presente y hasta el 25 de enero de 2016. Para participar es necesario enviar el resumen de la ponencia con una extensión de 200 palabras, acompañado por una semblanza profesional del autor(a), con una extensión similar, a la siguiente dirección: entre_murosypiedraslahistoria@hotmail com El viernes 29 de enero del 2016 se informará por correo electrónico la aceptación de las ponencias, y a la brevedad se enviará el programa de participación del congreso. Se otorgará constancia de participación con valor curricular

SEDES: U N I V E R S ID A D A U T Ó N O M A C H A P IN G O

♦ C E N T R O C U L T U R A L M E X I Q U E N S E B IC E N T E N A R IO

M U S E O E R E M I T O R I O " F R A Y D O M I N G O DE B E T A N Z O S "


Universidad Autónoma

CHAPINGO

Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural Más de cien investigadores de 15 unidades académicas 15 miembros del Sistema Nacional de Investigación Program a H um a(0idades


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