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ILUSTRACIONES: Simona SchafFer NARRATIVA: La leyenda maldita del Palacio Blandeaux—Alejandro Ordóñez / La señorita Ortiga —Laura Soto O rtega / Visible o invisible — M ontanacristina / Minificciones —^ d á n Echeverría. ENSAYO: Prólogo a C on sus pálidos reflejos, Antología de cuentos de M iguelÁngel Leal

Menchaca —Rolando Rosas Galicia / M atar a Borges —Sergio Pravaz. POESIA: Alex Sanciprián, Carla Thaiss, Francisco Castañeda Rojano y otros.

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V I Congreso Internacional de H is to ria , Hum anidades y C u ltu ra 2 0 1 7

CONVOCATORIA U n iv e r s id a d A u t ó n o m a C h a p in g o 1 2 , 1 3 y 1 4 d e o c tu b re d e 2 0 1 7 Cumpliendo con su ardua labor histórica de contribuir a una mejor comprensión de los principales problemas y cambios económicos, políticos, culturales y sociales que aquejan al mundo, las siguientes instituciones y asociaciones:

Universidad Autónoma Chapingo

Museo Nacional de Agricultura, UACh

Universidad de Camagüey, Cuba Universidad Autónoma del Estado de México

Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural

Universidad de los Pueblos del Sur

Programa de Humanidades

Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe

Seminario permanente del Investigación y Divulgación Histórica de la Región y Oriente del Estado de México

Cátedra Internacional “Emiliano Zapata”

Convocan a toda la comunidad del campo de las Ciencias Sociales y Humanidades, a docentes de todos los niveles educativos, estudiantes de licenciatura y posgrado, investigadores de los sectores públicos, privados e independientes y a los artistas a participar en su Vi Congreso Internacional de Historia, Humanidades y Cultura, que se realizará los días: 12,13 y 14 de octubre de 2017, en la H istórica y Combativa Universidad Autónom a Chapingo en Texcoco, Estado de México.

Mesas de discusión Los resúmenes deberán ser enviados a VIcongreso2017@gmail.com Temáticas Del devenir al futuro (historia) Del ser y la conciencia (desarrollo humano) Un tropo a la uña (literatura y lenguaje) Del ser y el conocimiento (educación) De la contemplación al arte (estética) Todos contamos (lógica y matemáticas) Movimientos Sociales y Agrarismo Organización Los ponentes tendrán 15 minutos para exponer. Al final de cada mesa de trabajo se tendrá una sesión para preguntas y comentarios.

Requisitos de participación Enviar un resumen de su ponencia de una cuartilla, señalando en hoja aparte el nombre de la mesa de trabajo donde desean participar, así como su nombre completo sin abreviaciones, la institución donde labora, su E-mail y el país. La recepción de resúmenes de ponencias será hasta el 31 de agosto de 2017. Las inscripciones al Congreso se realizarán el primer día del evento. El Costo de inscripción será de $2 500.00 (dos mil quinientos pesos mexicanos) o 120 dólares o 100 euros. Los ponentes de instituciones públicas podrán solicitar becas y descuentos de hasta el 90%. Los estudiantes que presenten ponencias tendrán becas del 100%. Para los profesores de la Universidad Autónoma Chapingo la inscripción será gratuita, se gestionará un apoyo de la Dirección General de Investigación y posgrado de la UACh. Los resúmenes deberán enviarse a VIcongreso2017@gmail.com


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Estamos ubicados en: Prim er retorno esquina Álamo, C o l. San Lorenzo,Texcoco. Tel: (595) 954 93 09. FB: Café Grano de Arena.


Te esperamos en: Calle 2 de Marzo casi esquina con Aldama

Madre Tierra

595-955-4297



directorio Director fundador M oisés Zurita Zafra Dirección Juan Jorge Díaz Rivera Edición Patricia Castillejos Consejo Editorial Ignacio Trejo Fuentes Rolando Rosas Galicia Eusebio Ruvalcaba f Estrella del Valle Isolda Dosamantes M inerva Aguilar Temoltzin José Francisco Conde Ortega Arturo Trejo Villafuerte Miguel Ángel Leal M enchaca Marcial Fernández M arco Antonio Anaya Pérez Fabiola García Hernández Refugio Bautista Zane Álvaro González Pérez Alberto Chimal Gildardo M ontoya Castro Pablo Ortiz del Toro Pedro Mendoza Diana Areli Jerónimo Romero Valeria Alejandra Ochoa Cruz Corresponsales M ónica Palacios Pedro Cabrera José Luis Herrera Arciniega Raúl Orrantia Bustos Raúl de León Eduardo Villegas Will Rodríguez Adrián M endieta M octezuma Samantha M artínez Maya Inform ación David Zuriaga Jiménez Diseño Gráfico Juan Jorge Díaz Rivera José Luis Delgado M endoza Álvaro Luna Castillejos Fotografía Juan David Sánchez Espejel Malí M arcof Jorge Enrique Ibarra Sánchez Captura Am aranta Luna C. Publicidad Tel. (01 595) 9556977 Cel. 5519546810 Prácticas profesionales Diana Valeria M olina Almaraz Viviana Patricio Cruz Erika Jaqueline M eza M onsalvo

Portada: Molino F otografía: M areli M arcof C om p osición: Alvaro L una Castillejos

editorial Cien molinos Nos

gusta

celebrar,

cada

vez

su m am o s a nuestros festejos más evento s, si es un m es de vida o un año, y así cada año el pastel. Si son tres años o cinco, si salim os

de

la

prim aria

después

de seis años, si cu m p lim o s diez o q u in ce o si celeb ram os las bodas de plata o de oro. Nosotros

celeb ram o s

cien

núm eros de M olino de Letras que en realidad son 101, ya que iniciam os esta aventura con el núm ero 0. Las peripecias para lograrlo valen la celeb ració n . Todo d eb e ser una gran co m ilon a con alcohol, sexo, drogas y rockanrol, co m o d eb e ser. Aunque tam bién

en

este

núm ero

recordam os la m em oria

de nuestro am igo y co laborador Eusebio Ruvalcaba. M olinos para todos. ¡Salud!


s u m a r io Poesía

TALON DE AQUILES

Alex Sanciprián Carla ^ a is s Francisco Castañeda Rojano Luriel Lavista Gabriela Soberanis

La vida impensable

6 7 B 12 13

Narrativa

La leyenda maldita del Palacio Blandeaux —Alejandro Ordóñez 15 La señorita Ortiga —Laura Soto Ortega 17 Minificciones —Adán Echeverría 18 Flor de Tuna (novela por entregas) —Raúl Orrantia Bustos 20 carbonera

este número:

Sim ona Schaffer 22

EUSEBIO RUVALCABA

Eusebio, un escritor todo terreno —Marcial Fernández 28 Deslicé mis dedos —Gildardo Montoya Castro 30 El río y el olvido —Rolando Rosas Galicia 31 Hijos del mismo padre —Gildardo Montoya 32 Cuando escuches música —Eusebio Ruvalcaba 36 Nueve copas para un caballero —Eduardo Villegas Guevara 37 Eusebio (1951-2017) —Arturo Trejo Villafuerte 42 52 tips para escuchar a Mozart de Eusebio Ruvalcaba —Gildardo Montoya Castro 45 De dos en dos —Miguel Ángel Leal Menchaca 49

ANGELUS

Ensayo

Prólogo a Con sus pálidos reflejos, Antología de cuentos de Miguel Ángel Leal Menchaca —Rolando Rosas Galicia 52 Matar a Borges —Sergio Pravaz 57 La apuesta radical de Cristina Rivera Garza - Jorge Iván Garduño 59

SOBREMESA

Recomendaciones/Reseñas

Molino de Novedades Editoriales —Arturo Trejo Villafuerte 61

M o l i n o d e L e t r a s , A ño 18, N o. 100, m arzo-abril 2017, es u n a publicación bimestral editada por Fortunato Moisés Zurita Zafra. Calle M iguel Negrete 336 L. 15 C . 40, Fraccionamiento Xolache, Texcoco, Estado de México, C.P. 56110, Tel. 5519546810, zurit9@ hotm ail.com . Editor responsable: Fortunato Moisés Z urita Zafra. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo N o. 04-2011-062209030200-102, ISSN: 2007-5650, ambos otorgados por el Instituto N acional del Derecho de Autor, licitud de título: 4769, licitud de contenido: 147, otorgado por la C om isión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por Imprensel, S.A. de C.V. Av. Catarroja N o. 4 43 Int. 9, Col. M aría Esther Z uno de Echeverría,Iztapalapa, D.F., México C.P. 09860 Tel. 58661835. Este núm ero se term inó de im prim ir el 15 de m arzo de 2017 con u n tiraje de 3 000 ejemplares. Las opiniones expresadas p o r los autores no necesariam ente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación si se cita la fuente. molino_de_letras@yahoo.com.mx; zurit9@ hotm ail.com ; zurita@correo.chapingo.mx; contacto@molinodeletras.org

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TALÓN DE AQUILES

Mientras sonríes una aurora nace en tu rostro Así como la memoria de un hom bre está en sus besos, me habitas con el oleaje de tu sonrisa, con el relato de tus años mozos trepada en el carrusel, inclusive de cuando la desventura quiso remover escombros. Río de luz en medio del desierto. Indóm ita jacaranda de acero. Tu sonrisa debe ser vertical... porque tu cintura es asidero, porque una niña habita en tu entraña: hechizante, salvaje... Anida un manantial de luz en tus manos. Florece una farmacia viviente: esparces sus prodigios. Insólitas caricias venerables que sanan. Mientras sonríes una aurora crece en tu rostro. Desvanece y abrillanta el peso de tus desvelos. Y mantienes la sonrisa mientras la niña salvaje juega a las escondidas: corre a la selvática espesura de tu entrepierna y un tropel de ángeles enfermos te merodea, buscan sanación. Tú no buscas, encuentras, convocas auroras. La hum edad de tus labios germina peces. Lo eterno: besos tuyos en estampida.

Alex Sanciprián1

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Molino ffi ¿etras te r n u r a y H um anidades

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Núm. 8

Julio-A gosto 2001

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No lo hagas diablo Entonces, diablo, ¿acaso realmente me amas?

L a R e fo rm a F iscal F.l a g u a en Texcoco F.l p ro g re so com ercial

L a v id a im p e n sab le A rtícu lo s, c u en to s y poesía

Porque te advierto que no habrás de decirlo, no sin una justificación a besos, que me callen, que me aten a tu sombra y a tu pelo. No habrás de elevarme en alas de Ícaro, para caer frágil, tenue, golpeado por tus labios, por tus versos y tus ojos de asesino que vulneran mis heridas, mis silencios, mis olvidos. No me rompas en recuerdos, en pedazos, en tus tímidas historias de caricias y fracasos, en tu cama a tu lado, por debajo de la almohada, de tus sueños, de tus torpes y cálidos sueños. Me desvelo, tú y tu insomnio, ambos vivos, ambos muertos, sin el uno y sin el otro. Tan absurdos, tan ausentes.. .tan estando juntos, y sin embargo sin besos, sin motivos, sin pretextos para olvidar al amor y de verdad amarnos. No te atrevas, no te rompas, no te ignores. Sabes bien, diablo mío, que yo no esperaré a que pase, a que llegues. Sólo prometo un beso, un tibio y m uy largo beso, en que nos podríamos hundir hasta que caiga el aliento.

Carla Thaiss1 1 Egresada de la Licenciatura en derecho por Univer Milenium plantel Nezahualcóyotl, con grado de Maestra en Derecho procesal civil y juicio oral familiar por la Universidad Analítica y Constructivista de México, actualmente cursa la licenciatura en Comercialización internacional por la Universidad ESCI plantel Balbuena con especialización en Tráfico y tramitación aduanal. Es terapeuta ocupacional en medicina alternativa en un centro holístico y trabaja en un despacho jurídico y aduanal.

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Revista de Literatura y Humanidades Año 2 Núm. 10 Noviembre-Diciembre 2001 $10.00

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Todavía no he aprendido el him no de los adioses que dijeron que tenía que memorizar para ahuyentar los recuerdos que como abejas africanas atacan en la declinante jornada de un tipo cualquiera, de un yo, que aún se aferra m udo y terco a los momentos masacrados por la marcha del tiempo que term ina convirtiendo los “buenos m omentos” en cadáveres en descomposición que atascan la fosa com ún existencial en la que se convierte la vida de los que no nos sabemos el himno. La única arma para gente como yo es dejar libre los suspiros como perros sin correa como pájaros sin jaula como plegaria arrancada con base en la tortura que infringe la melancolía con sus múltiples brazos y piernas que dejan caer madrazo tras madrazo ahuyentando el sueño que borra todo tiempo y arranca de raíz el pasado, presente y futuro.

El A ero p u erto en Texcoco Sesiones de p in tu ra al aire libre L a a g ric u ltu ra personal E l e scrito r y las revistas literari L a p olítica en el p o rfiriato La vida im pensable s, cuentos y poesía

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Los malos días nunca avisan, se hacen pendejos un rato hasta que se les ocurre darte un aventón sin decir agua va, ni nada, entonces; la mujer no te contesta otra m orra te deja en visto y la tira se da cuenta que existes cuando estás disfrutando de la caricia del hum o dulce que te repite que no te preocupes. Los puercos te levantan como si el verdadero crimen fuera regodearse en el mal día frente a los negocios quebrados y las personas que se pudren detrás de los mostradores. El Pachas me dijo, hace algunos años que en el asiento trasero de la patrulla uno tiene que entretenerse con la calle como si se estuviera viendo a la jaula de algún animal de cualquier zoológico.

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Francisco Castañeda Rojano


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Amanecer con la resaca de la resignada existencia, del despertar automático ante un m undo abotagado de aburrimiento. Un m undo que ignora que la madrugada ya m uerta extendiste tu cuerpo para que los placeres fugaces, de cristales combustionados al ritm o de la flama de un encendedor bailaran sobre las terminaciones nerviosas en un carnaval químico sin reina pero si con el rey feo del “nunca es suficiente.” Extender el cuerpo como un bufete para los animales carroñeros que son los recuerdos de madrugadas en las que brazos tiernos y cariñosos mecían mis despojos sin limpiarme la placenta y la mierda de la que estaba empapado. Brazos y labios a los que no les daban asco la risa actuada de alguien que desea amanecer muerto.

Molino í&¿etras ____ i. •* if y 3» ileratura y Hnirtanidades A i* 2 ? « m . 13 Mayo-Junio 2002 $10.00

Nezahualcóyotl, el hombre

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Mis recuerdos coa Juan JosfcArreola Ju a n Rulfo: ¿Por qué se nos ha podrido el alma? La vida impensable

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N oticias sobre Nezahualcóyotl de g a rlo s Pellifer Artículos, cuentos y poesía

Ondeando en la azotea de los días con sus noches, como una bandera sin colores ni lealtades, ni historia, ni significado un trapo abandonado a los zarpazos de un invierno demenciado y colérico que las mañanas a base de madrazos me hace desear que de una vez por todas desgarre a esta bandera sin significado.

Francisco Castañeda Rojano

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Con el cuerpo deshabitado de ilusiones, amor, añoranza; sonrisas que salvaban la subsistencia de las que ya no quedan ni el eco. El palacio venido a menos que es mi cuerpo en el que ha reinado la desesperación y algunas morras que se han aburrido en la aridez que se topan al sentarse en el trono de un reino azotado por la desesperanza como el látigo azota la espalda del penitente. La última reina abdicó sin pedir opinión se levantó y barrió con su mirada avellanada la corte de un solo bufón al que ya se le olvidan sus malos chistes.

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Despertar con el sabor amargo de la venganza no saciada por la noche desperdiciada en llanto de semen solitario y las hormigas de la soledad que suben por el cuerpo y m uerden como un ejército enloquecido por la m eth que a su paso arrasa con los poblados de la esperanza, quemando las casas de cartón que las ilusiones fueron levantando en tiempos de una paz hipócrita de relojes con silenciador. La venganza no saciada es el único sentimiento que crepita como fuego m oribundo de una fogata menguada por la falta de alimento.

Francisco Castañeda Rojano

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Depongo los amaneceres que me han sido asignados en esta existencia, ante las risas nocturnas de hienas con labios carnosos piel suave y piernas largas que danzan al ritm o del encendedor que hace bullir la pipa de cristal y los recuerdos que zumban como abejas africanas. Recuerdos que son asustados por el grito de la felicidad química y perfecta de la morra que con un cruce de piernas es capaz de arrancar la nostalgia de uno como si arrancar la hoja de un cuaderno. Lo he intentado pero nunca es divertido.

Francisco Castañeda Rojano1

1 Es autor de la novela Cincuenta centavos, publicada por Editorial Fidaura.

¡No m orirem os nunca! Porque la m uerte llega hasta nosotros con tibios azadones a removernos olvidadas tierras. E ntonces renacemos jubilosos, fértil la voz y el corazón henchido de caudalosos ríos reverdeciendo nuevas prim averas. M a r g a r it a P a z P a r e d e s

El equipo editorial y colaboradores de la revista Molino de Letras, nos unimos a la pena de familiares y amigos del poeta, escritor y generoso amigo

Eusebio Ruvalcaba Castillo quien falleció el pasado 7 de febrero de 2017, en la Ciudad de México. En donde quiera que se encuentre, deseamos que la música siempre lo acompañe.

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Oculto sendero Por donde habito eres un espacio vacío en ti puedo poner peso m uerto, piel marchita esperado roce paciente o cualquier inmundicia. Con la inconsciencia de esta lumbre sobrevuelas ante la mirada embrutecida de ocaso emisión volátil en la podrida mente, resplandor asfixiante en los cuarteados dedos, ente resguardado entre el suave golpe de 100 metrónomos que varían todos los designios, agua en trance que endurece las venas bendición hecha caos en lo que tiene medida y expira, dilapidas cada segundo que permanezco en el paraje francamente ingenuo ante lo que escucho, nube de polvo sobre siglos marchitos armoniosa putrefacción en la parte m ínim a de la vida, cálculo de echarse a los caminos pedregosos en torno al hechizante júbilo de los perros que a veces extraños se retuercen en profundos movimientos de la noche

Luriel Lavista1 1 Lavacoches. Ha publicado en las revistas: Factum, El Humo, Círculo de Poesía, Revista Miseria, Otro Páramo, Literariedad, Nocturnario, Operación Marte, Primera Página, Murray Magazine, Clarimonda y en Letras Explícitas. En los espacios de Digo.Palabra.txt, La Rabia del Axolotl, Cronopio.MX, Nota Random, Te­ jiendo Versos, Kaja Negra, Poesía Referencial y en Enfermaría 6. Poemas suyos han sido tradu­ cidos al inglés en The Ofi Press Magazine.

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Divagaciones sobre una piel “Porque estabas sin ser Ju n to a m i carne” G ilb erto O w en

I El “otro”, el que se nombra aparte, el que tiene una textura parecida; ese “otro” tan ajeno, con sangre, labios, piel, formas, respiración; pensamientos... palabras, ¡sí, también con palabras! Ese “otro” llegó. Sin darme cuenta mi piel comenzó un discreto diálogo con su piel -¡D e seguro que lo necesitaba! Sin más comenzaron una danza frenética de compuestos de almizcle y alcohol. Derramó su llanto al ser tocada, reverenciada, mojada finalmente se entregó sin preguntas sin retraso, ni espera. En el arrebato final ese “otro” penetró mi miedo sin pedir permiso siquiera. Mientras tanto la piel, la que fue tocada, la que fue reverenciada, la que fue mojada: empezó a dormitar, y yo susurrando; aún temblando, pregunté su nombre.

II De repente amanece. La vida es una loca que se escapa de su encierro en mañanas como esa. La piel se vuelve a acomodar, se eriza, se pronuncia, se estira, no entiende... Ya nada puede ser igual, el “otro” nunca dijo su nombre. Ni la conciencia, ni la fe, ni las promesas, ni Dios, ni la muerte fueron suficientes: no pudieron con tanta soledad. III Creo que era otro día, y digo creo porque la memoria empezó a confundirse. La piel volvía a reclamar al “otro”, a derramarse en busca de su amante. Nada detuvo el caudaloso río que brotaba desde el oscuro misterio de tan solo tocarte, y comenzó a llover en mi rincón. Me sorprendí más de tres veces mirando a través de ella, buscando cómo nombrarte. Terminó y de nuevo el olor de almizcle pero ahora con sal. Hurgué entre los dedos de la tormenta, encontré algunas vocales y levanté algunas consonantes; entonces: supe tu nombre, tomé mi bolsa y salí tras de ti.

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IV No tardé en llegar, estabas a una esquina de mi cuerpo. Te •/ « . » pronuncié, ya no eras otro . -Estás loco- dije, y me tiré a olvidar, -locura- decía sin tener más a dónde ir. La tarde levantó de nuevo su vuelo entre nosotros. Ya tenías un nombre. -H oy quiero rabiar de tristeza -dije, mientras te sumergías nuevamente, apreté los dientes para no gritar -M iedo -repetí hasta ahogarme entre tu vientre. De nuevo, sin promesas, ni pactos, ni romance, ni flores, con una fruta en el cuerpo dispuesto a que la arrancara apareciste delante de mí, la tomé entre labios hasta que la savia de tu cuerpo apagó toda mi sed. V Aunque sabíamos que las horas eran contadas las buscamos eternas, no hay espanto, de seguro algo debe quedar, algo de lo que nunca se pronunció. -N o habrá dolor -mascullé, mientras tomabas mi piel para doblarla. -¡Déjala ahí! bien puesta en ese rincón a lado de la pared -Te sonreí. -N o vaya a ser que la despiertes de nuevo. Gabriela Soberanis1

1 Estudió en la U niversidad del Claustro de Sor Juana. H a trabajado como editora e im partido clases de Filosofía y Literatura. A siste al Taller Literario de Ethel Kraus.

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La vida impensable

La leyenda maldita del palacio Blandeaux Alejandro Ordóñez1

Alló, me llamo Jeanny, vivo en el M ediodía Francés, cerca de Tolosa, tengo dieciocho años y soy afortunada porque me ha tocado vivir las maravillas de este siglo xx que recién empieza; además, trabajo en el palacio de los duques de Blandeaux, soy ayuda de cámara de la duquesa, una hermosa mujer de veinte años casada con mi señor, un hombre mayor que pasa de los cuarenta, a quien ha rejuvenecido y ha hecho olvidar las penas de su viudez. Mis amos duermen en recámaras distintas, lo cual no significa que no se amen pues la duquesa lo visita todos los jueves por la noche y dicen los ayudantes de cámara del duque que a lo largo de la noche se escuchan murmullos, risas y gemidos de placer. Todos los jueves por la tarde la preparo para su encuentro: la baño, paso delicadamente la esponja por su largo cuello, me detengo en las axilas y sigo con sus blancos pechos que parecen flotar en el agua de la tina. Al contacto de la esponja y del suave frotamiento sus pezones se endurecen y sus mejillas se sonrosan, desciendo por las costillas que se marcan levemente, llego a su pequeño vientre, me detengo en su ombligo y mi m ano se pierde en su entrepierna mientras su vello se tiñe de blanco por la espuma; froto sus alargadas piernas y al llegar a los pies, como si fuera una caricia, lavo cada uno de sus dedos; luego la seco, con suaves lienzos cubro su rostro y mis manos recorren su afilada nariz, sus delgados labios, la recuesto boca abajo y seco sus caderas que se perfilan como dos suaves colinas que se estrechan en la levedad del talle y continúan en la planicie de su espalda que se abre en flor. Cepillo su larga cabellera, la ayudo a vestir y la acompaño al salón donde aguarda mi amo. Nos vamos por los oscuros pasillos, alumbradas por la tenue luz de un candelabro, ya que eso que llaman luz eléctrica sólo hay en los salones principales del palacio y en las recámaras 1 Autor de siete novelas, de ellas, Cábulas fue de mis señores. publicada por Plaza y Valdés en 1987 y ha Parecerían ser felices pero no es así pues obtenido varios premios en cuento. Escribió pesa sobre palacio una maldición. Cuentan que guiones para “Hora Marcada” y en su columna “Taches y Tachones” ha publicado material en los aposentos de mi señora se aparece el diablo. diverso desde hace varios años en varios medios Que algunas noches, cuando ella se sienta en el impresos y en la Web, como cuentos, crónicas, retrete una ráfaga de viento helado apaga las bujías análisis políticos y artículos de opinión. y en esa completa oscuridad se escuchan ruidos de Editorialista en dos programas de radio.

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cadenas que se arrastran, de láminas que se golpean y voces del maligno. Belcebú toca la cadera de mi señora con su garra helada y a través de ella le transmite su maldad; la duquesa se contorsiona al recibir la descarga de esa energía, sufre convulsiones e, incapaz de hacer el menor movimiento, se desmaya. Satanás la lleva a su cama, la desnuda y la posee frenéticamente una y otra vez. Al día siguiente los moretones y rasguños en cuello y hombros dan fe de la violencia sufrida. Una noche de jueves, cansada por el trajín del día decidí quedarme a dormir en un camastro que hay en el cuarto de mi ama. Pasada la media noche sentí la urgencia de orinar, me senté en el retrete de mi señora, malamente, pues Dios me castigó; apenas lo hice, una helada ráfaga de viento apagó las bujías y en esa completa oscuridad escuché ruidos de cadenas, de láminas, murmullos, gritos macabros y como un hielo sentí la garra del diablo tocando mi cadera, noté cómo descargaba en mí esa energía maligna y antes de que fuera tarde busqué la daga que guardo bajo la media, tiré un m ortal tajo y se escuchó un ruido metálico, seguido de hum o, de un fuerte olor a quemado y un horrible zumbido, la daga se puso al rojo vivo por haber tocado al diablo, saltaron chispas, luego llamas que al iluminar fugazmente el aposento hicieron que mi sombra creciera y danzara como si estuviera poseída por Satanás. El cuarto empezó a girar en mi cabeza, perdí el sentido, cuando lo recuperé estaba en la cama de mi señora, traté de mover los brazos y las piernas, pero fue imposible, en aquella oscuridad dos demonios me poseían: el malo, de manos pequeñas y regordetas me pellizcaba y arañaba bruscamente; el bueno, manos suaves y dedos alargados iba pulsando con ternura los sitios que aún en medio de esa noche de espanto y de terror no dejaban de excitarme; acercó sus labios a los míos, apreté los dientes pero él me besó con ternura sin dejar de acariciar mis mejillas, al relajarme introdujo su lengua en mi boca, respiré su aliento a vino, a canela, a clavo o a anís, m uy distinto al olor a azufre que esperaba o al de ajo y cebolla que tenían los jóvenes que me besaron antes. Bajó a mis pechos, siguió por mi vientre hasta llegar al pubis y en vez de llevarme al infierno me condujo al cielo; parecía conocer todos los secretos de mi cuerpo y de mi alma. De pronto diablo malo me m ontó y me poseyó con tal fuerza que creí volvería a desmayarme, aunque diablo bueno me consoló y me ofreció su pubis para consolarme. Al día siguiente me sentí mal, pero mi ama me consoló. Al verme desconcertada y triste me abrazó, besó mi frente y me regaló un vestido, repitiendo lo im portante que era para ella tenerme a su servicio. La maldición ha seguido repitiéndose, sólo que ahora antes de vaciar la tina donde bañé a mi señora me aseo yo también y aunque sea algo indebido me unto algunas de sus cremas para suavizar mi piel y utilizo sus perfumes. He dejado de permanecer inmóvil, ahora también actúo y prodigo mis caricias, especialmente cuando sólo viene el diablo bueno, entonces nuestra intim idad no conoce límites, nos besamos y acariciamos con la pasión, la ternura y delicadeza como quizás sólo sean capaces de entregarse dos mujeres.


La señorita Ortiga Laura Soto Ortega1 p a ra E usebio Ruvalcaba

1 La señorita Silvia que en realidad se llamaba Cleofas, era una mujer, poco agraciada, de cara ancha y brillosa. Tenía un vientre inflamado y brazos anchos. Usaba abrigos negros, grandes, caros; vestidos de buena tela, acompañados de medias y zapatos con tacón bajo. Le gustaban los hombres, pasaron por ella sacerdotes, sobrinos, hombres casados, esos son de los que nos dimos cuenta. 2 Las señoritas O rtiga eran dos mujeres solteronas, grandes, con dinero, m uy católicas, afanosamente ayudaban en la iglesia desde muy temprano, los domingos y cualquier otro día. Los padres de la iglesia, tenían un aprecio especial por ellas. Cuando juntos salían de vacaciones o iban a fiestas se presentaban como sus tíos. 3 Imagino que atrás de la casa hace más o menos sesenta años todavía había milpas en donde ahora está la clínica del i s s s t e , ahí ha trabajado mi mamá. Un día de reunión, la señorita Silvia y su sobrino Cachón, no aparecían por ningún lado. Gil, ve a ver en dónde está tu tía. El niño regresa gritando están en la milpa y mi tía Silvia tiene una tripa en la mano. Estaba jugando con su sobrino Cachón, hijo de su hermano. 4 Silvia, la señorita de más de cincuenta y con varios abortos en su haber. Silvia, la señorita que vociferaba, “los niños sin padre, son hijos del diablo”, incluyéndome. Era la señorita más respetada por los hombres y detestada por las mujeres de los hombres con los que se acostaba. Silvia guardaba m ucho dinero en un cajón de madera, con él pagaba el amor de los hombres. A falta de belleza, riqueza. 5 La señorita Silvia m urió llagada por su cama. La mujer que Cachón sacó de la cantina hace muchos años, que tenía muchos hijos de varios hombres, que ahora llevan el apellido O rtiga y viven en el terreno del abuelo Pedro, la tiró en el baño y jamás se pudo levantar más. M urió con el alma mala, odiando al que seguramente fue el único hombre al que amó, el esposo de su hermana.

1 Bióloga por la u a m - a con m aestría en la U A c h. H a publicado poem as en E l Financiero y relatos en M olino de Letras.

M olino

¿ e tr a s

LAS GARLOPAS

17


MiNiFiCCiONES Adán Echeverría1

E

l o g r o f il a r m ó n ic o

en el teatro. La orquesta interpretaría algunos valses de Strauss, el conocidísimo, hasta el aburrimiento, Cuatro estaciones de Vivaldi, y alguna rareza de Satie. Sin embargo, el joven apenas pudo llegar a tiempo. Había lleno y él aún no estaba lo suficientemente concentrado como para salir al escenario. Quiso cancelar, posponer o que un director suplente sacara el evento. Volvió a casa. Entró cauteloso, sin hacer ruido. La casa estaba deshecha. Vidrios, trastes, lodo en las paredes, sangre en el techo, rastros de una batalla o como si un huracán hubiera decidido levantar la casa, sacudirla con violencia para dejarla caer. Entre el desorden descubrió las piernas de su compañero, con quien compartía la renta, separadas de su cuerpo, y la mancha de sangre cual estela. Los aparatos electrónicos saltaron sobre él, de la misma manera que lo habían hecho toda la mañana. Pequeños robots que se habían reproducido a sí mismos y no le permitían escapar. Corrió a su estudio, encendió el estéreo y apuntó los altavoces hacia ellos, los acordes de La Valquiria de Wagner inundaron el aire, y las máquinas se detuvieron, hipnotizadas. El joven director, se colgó un reproductor portátil en el pecho, dejó escuchar la misma obra y con premura y cuidado, fue pasando entre los robots hasta salir de casa. Regresó al teatro donde la oscuridad era tal que pareciera haber entrado a una caverna. Miró las butacas abandonadas llenas del polvo que dejan los años. Volvió sobre sus pasos, hacia la luz para alcanzar la salida a la calle. Al salir se vio frente a un amplio paisaje de jardines que se extendían hacia el horizonte. Como a doscientos metros, calculando, observó una gran columna de roca maciza con escaleras alrededor para alcanzar la cima. Una sombra cruzó encima de él, levantó la vista y el cielo estaba cubierto de mujeres desnudas que volaban amaneradamente, como si nadaran en un estanque de aguas profundas. El joven sintió que le faltaba oxígeno, que levitaba, elevándose hacia el cielo, hacia las mujeres que lo llamaban ansiosas. Se descubrió nadando en un mar tempestuoso para no ahogarse. Nadó hacia la columna de roca y cuando se sintió a salvo, el concierto terminó. El público aplaudió de pie, hilarante. El joven director 1 D octor en Ciencias M arinas, Postdoctoral temblaba frente a la orquesta. R esearcher en el Instituto de Investigaciones Dio la cara al público y agradeció. Oceanológicas de la U niversidad A utónom a de Baja California. A utor de las novelas Saladas lágrimas le devolvieron la Serem os tum ba y Arena. cordura. T odo com enzó


D

el a m a o s lo s u n o s a lo s o tr o s hasta

Lady G

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sobre todo los formados en la cultura occidental somos estúpidos para las relaciones sociales. Siempre inventamos algo nuevo para poder juzgar lo anterior. Tengo 35 años este..., y recuerdo que en los años ochenta y principios de los noventa, cuando la historia del Sida se suelta por los noticieros, los informes de salud, la ciencia, la escuela, el arte todo, se enfoca en tener un pretexto más para el odio a los homosexuales. Todo ha ido cambiando. Hoy si eres heterosexual, o virgen, eres mal visto, juzgado socialmente y hallado culpable como retrógrada, derechista, y cualquier otro insulto que ataque y debilite tu moral. Cuando vi a Lady Gaga en vivo, me sorprendió de lo que yo mismo fui capaz. Al concierto fui con mi novia Norma, y una vez ahí, entre la música y espectáculo, el humo de los cigarros, y toda la droga que te metías queriendo o sin querer, la orgía era multitudinaria. Yo me besaba con un bigotón hermoso mientras mi novia me iba mordiendo tiernamente el cuello, y el novio del bigotón se había puesto de rodillas, me había abierto la bragueta, me hacía una muy adecuada y limpia felación. Norma en cambio, estiraba la mano para masajear la picha del hombre del mostacho, mientras mis manos iban hurgando su vagina. Sólo fue el inicio, apenas andábamos en la segunda canción del concierto, y los aplausos, el olor a sexo no se hacían esperar y lo inundaban todo. Fue cuando la diva del pop dijo gritando: ¡Qué razón tenía Cristo cuando dijo que nos amemos los unos a los otros, hoy, estaría orgulloso de todos ustedes! L os se res h u m an o s,

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(Novela por entregas)

Flor de Tuna Capítulo 10 Raúl Orrantia Bustos

El mensaje de fray Sebastián me había dejado indiferente, mas no así el manuscrito sobre la historia de los conventos de Riva Salgado. Jamás en mi vida había escuchado los nombres de fray Tomás Chico ni el de Felipe Hurtado. Sobra decir que no pasó mucho tiempo para que me sentara frente a la computadora, cu­ riosa de indagar sobre el tema. Sin embargo, la información que encontré en internet, además de escasa y breve, divergía notable­ mente entre sí. No sólo en las fechas, que quizá después de todo no era lo que más me interesaba, sino en la historia misma. En cierta página web de autor anónimo no se decía nada respecto a que Felipe Hurtado hubiera sido un ladrón y un mujeriego; por el contrario, en ella se señalaban las virtudes de un hombre ínte­ gro, defensor notable del Catolicismo frente a la amenaza latente del Protestantismo holandés. Según este sitio de internet, Felipe Hurtado habría nacido al menos tres cuartos de siglo antes de los acontecimientos relatados en el manuscrito de Ariel Franco Figueroa en un pequeño poblado cerca de Brujas, en la actual Bélgica, cuando aún estaba bajo el dominio español de Felipe II. Tras defender la fe católica contra los protestantes holandeses, Felipe Hurtado habría viajado efectivamente a Córdoba y de allí a la N ueva España, donde nunca dejaría de luchar a favor de la Santa Iglesia Romana. En esa misma página se decía muy poco de Modesto de Riva Salgado. No se negaba que él había sido un mártir protector de indígenas, mestizos y mulatos, pero no se es­ pecificaba tampoco de quiénes había sido mártir ni mucho menos se hacía referencia a la forma especial en la que su féretro hubo de ser construido. La mayoría de los sitios de internet que trataban sobre los conventos de Riva Salgado omitían por completo la historia

1 Estudió L etras Italianas en la u n a m y actualm ente realiza estudios de posgrado en Europa.


de Felipe Hurtado o fray Tomás Chico. En un par de libros de memorias, resultado de sendos coloquios de historia, se citaba el nombre de fray Tomás Chico, pero al intentar consultarlos me hallé con el contratiempo de que a uno le faltaban capítulos en­ teros, incluyendo las páginas que hubieran podido interesarme, y el otro simplemente no abría el enlace o hipervínculo. En ese momento yo no me había dado cuenta aún, pero ahora que lo escribo, después de todo lo que he descubierto de Huelelagua de los Llanos, estoy convencida de que fue entonces cuando empecé a desconfiar de la información que se halla en internet. No estoy diciendo que toda ella sea falsa, porque en realidad me parece que uno encuentra sobre todo cosas ciertas en la web. La cuestión más bien radicaba en cómo saber si lo que uno lee allí es falso, verídico o, en todo caso, medianamente falso o medianamente cierto. Porque, tras haber consultado aquella página de internet acerca de la historia de Felipe Hurtado, veía frente a mí al menos cuatro posibilidades: 1) que el manuscrito de Ariel Franco Figueroa decía la verdad y la página de internet mentía; 2) que la página de internet decía la verdad y el manuscrito mentía; 3) que tanto el manuscrito como la página de internet mentían; 4) que tanto el manuscrito como la página de internet contenían verdades y mentiras. Lo más sensato, en ese instante, fue inclinarme por la última posibilidad, pero aun ésta contenía otra interrogante: si tanto el manuscrito como la página de internet contenían falsedades y hechos verídicos, ¿qué texto se acercaba más a lo que realmente había pasado y cuál al embuste? Además, quedaba la pregunta de si el autor era consciente de sus aciertos y errores, de si se habían ocultado, omitido, trocado o retocado algunos acontecimientos deliberadamente, ya sea por iniciativa propia o por censura de terceros... ¿y por qué? Recuerdo también que más tarde, acordándome precisa­ mente del caso de fray Tomás Chico, habría de preguntarme -m i vida ya se había vuelto una gran interrogante para entonces- si las dificultades para recuperar la historia de lo que realmente había acontecido cientos de años atrás, no serían exactamente las m is­ mas con las que uno se enfrenta al indagar sucesos más recientes o incluso el pasado inmediato y el presente. Cabía la posibilidad de que fuera aún más complicado saber lo que verdaderamente sucedía en el presente, ya que los hechos podían ser encubiertos, enmarañados, minimizados o acallados inmediatamente después de acontecidos. Concluí que la dificultad para conocer “la verdad histórica” (llamémosla así) sobre cualquier suceso era propor­ cional a la facilidad con que dicha verdad podría ser escondida o distorsionada y finalmente perdida u olvidada.


Simona Schaffer *

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Artista mexicana, egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Simona Schaffer ha participado en numerosas exposiciones tanto colectivas como individuales en México, Estados Unidos y España. Reside desde hace diez años en Barcelona. En 2016 la serie de dibujos “Ocupar la Desocupación: imágenes desde el desempleo” fueron expuestas en la 1a Bienal Universitaria de Arte, en la Galería Nishizawa de la e n a p de la u n a m , de los cuales compartimos una pequeña muestra. Actualmente colabora como ilustradora en la revista Masala, forma parte del Comité Organizador del Festival Seco, a realizarse del 3 al 5 de marzo en Barcelona, en el cual pintará en vivo el mural “Visto lo visto”. Como artista, Simona se interesa por temas cotidianos y parte de la observación de su entorno, encontrando inspiración en el mundo y las situaciones que la rodean. Para ella, en el mundo tecnológico de hoy, el oficio del artista es importante, pues nos ayuda a mantener viva esa conexión entre el cerebro y el mundo exterior, que se da a través del tacto.


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Eusebio, un escritor todo terreno M arcial Fernández1

Fue borracho, mujeriego y cleptómano. También, hombre disciplinado, cuya grandilocuencia era no ser grandilocuente. Durante 40 años, que son los que le dedicó a la literatura, Eusebio Ruvalcaba escribió más de 60 libros, publicó en no pocos periódicos y revistas e impartió innumerables talleres literarios. Hijo del violinista Higinio Ruvalcaba y de la pianista Carmela Castillo, Eusebio nació en el año 51 del siglo pasado, en Guadalajara, no porque así lo planearan sus padres, sino porque los habían contratado para dar un concierto en el Teatro Santos Degollado y al neonato se le ocurrió ser sietemesino. La profesión de sus progenitores lo marcó de por vida, pues se convirtió en melómano de Brahms, M ozart y Bach; en ese or­ den. D on Higinio le enseñó asimismo las bondades del humor, del saber reír de casi todo y, sobre todo, de sí mismo. Pero a la muerte de su padre, Eusebio, que a sus 25 conocía algo de historia, algo de mecánica, algo de vender autos, decidió — mientras que le escribía poemas a la novia en turno— convertirse en escritor bajo la tutoría de su amigo y posterior editor Jaime Aljure. Para la década de los 90, Eusebio ya era más o menos conocido por Un hilito de sangre (Premio Nacional a Primera Novela Agustín Yáñez, 1991), que, a la postre, Alejandro Lubezki convirtiera en guion cinematográfico de una película de Erwin Neumaier, en la que el protagonista, León, fue el entonces desconocido Dieguito Luna; por Jueves Santo (Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí, 1992) y, para 1995, siendo jurado y tutor de Jóvenes Creadores del Fonca tuvo el buen tino de darme mi primera beca literaria. A partir de entonces nos convertimos en amigos y Eusebio fue siempre generoso conmigo: escribió, por ejemplo, el que sería el primer elogio — que no crítica— de mi primer libro de 1 E scritor y E ditor de la Biblioteca de cuento “A nís del M ono” de E ditorial Ficticia. Eusebio, un escritor todo terreno


microrrelatos; luego, cada vez que tenía oportunidad, me invitaba a colaborar en tal o cual periódico o revista; una vez que fundé mi editorial, en el 2002 me ofreció el libro Desde el umbral. Antología personal, en el que seleccionó los que consideraba sus 19 mejores cuentos de 139 publicados hasta entonces y, en el 2012, lo reeditamos, corregido y aumentado, en libro electrónico. A M ónica y a m í nos dedicó el cuento “Un hom bre”, que también aparece en La Puerta de los sustos. Panorámica del cuento taurino contemporáneo. Luego, en el libro 5 7 hombres y una mujer, publicado en el 2009, me escribió un soneto cuyo título lleva mi nom bre y comparto páginas con Rolando Rosas Galicia, Vicente Quirarte, Javier García-Galiano, José Buil, Ignacio Trejo Fuentes, Eduardo Antonio Parra, Moisés Zurita, David M agaña y Alfredo Giles-Díaz, entre otros amigos de Eusebio que, a últimas fechas, con la cejas y patillas canas, estaba por convertirse en un sátiro, alegría de las cantinas de Tlalpan. De su literatura sólo diré que, así como fue su vida, su obra es la de un

escritor todo terreno, de ahí que ningún género literario le fuera extraño para ir a fondo de la conciencia e inconsciencia humana, de su condición como hombre, de saberse un campo experimental que, cuando escribía ficción, afloraba historias de realidades crudas, incluso un poco en el tono del realismo sucio, donde predominaba el sentimiento de los personajes por encima de la razón. Por sus vicios — invitar a Eusebio a casa, por ejemplo, era saber que se robaría algo de poco o nulo valor económico, y se lo robaba no para hacer un museo, no porque el objeto le sirviera para algo, sino porque no lo podía evitar— , por sus virtudes, lo lloramos y reímos en su velorio, en el que no faltó el trío de dos, Los calavera, que pidieron permiso y cantaron un bolero meloso y cursi que nos rompió a los presentes; el mago que no lo pudo resucitar; los poetas; la amante joven a la que no le permitieron que se acercara al féretro; las quinielas de quién sería el próximo; las bebidas espirituosas e, incluso, el tuit de Peña Nieto en el que lamentaba su fallecimiento.

O Eusebio, un escritor todo terreno


Deslicé mis dedos A Eusebio Ruvalcaba, por la ebriedad melómana, su calidez...y con los mejores deseos, vibras lumínicas por el duro trance de salud que vive en este momento.

En el piano, imprevisto, abrí la tapa: seductora mar, insondable. Oprimí... el pensamiento; recordé a un romántico Robert Schumann, su sonora, trágica, pureza. Oprim í, deslicé mis dedos, brotó...

Gildardo Montoya Castro1

1 Periodista y escritor que vaga por Texcoco y sus alrededores. D eslicé m is dedos


El río y el olvido para E usebio R uvalcaba In M em oriam

Escurrido el cuerpo ya hasta del río que dicen se hizo en la vileza del verdugo. Escurrido de sus huesos, del polvo que ha de ser el salitre carcomedor en la memoria del vástago. Escurrido de todo y de su nada, de la imposible voz para nom brar el crimen. Escurrido y queda la oquedad del cansancio hacia otro lado del que dicta el ruido y sordo se bate en sus miedos cada vez que el gesto mecánico del muñeco de ventrílocuo se m utila a sí mismo. Escurrido el cuerpo casi, impregna los días, las semanas, los años, la historia del llanto de la madre, las palabras de roble del padre, los pasos por todos lados, los rastros cuyo rostro no sabíamos y aprendimos a nombrarlos. ¿Qué gritar si se te muere tu pierna y no la encuentras, qué si se pudre tu hígado, hace huella la bilis y deja su miasma en el vestigio del cuerpo? * Un poema de carne y hueso, jugoso. El esqueleto que sostenga duro, expresado en la suavidad de su blancura. Cuidar el verbo como se cuida a un hijo con el otro escondido en el espejo. En lo oscuro, una línea más en la hendidura. Y sílaba por sílaba medir el tuétano y que el acento caiga sordo en el sueño más profundo.

Rolando Rosas Galicia1

1 Es profesor de tiem po completo en la U niversidad A utónom a Chapingo. E n Caballo viejo y otros poem as, (ed. M olino de Letras), Q uebrantagüesos y otros poem as, (UAC h), y Víbora de dos cabezas (Fondo E ditorial del Estado de M éxico) reúne sus poem as publicados. E l n o y el olvido


Hijos del mismo padre Gildardo Montoya

Dicen las malas lenguas (viéndolo bien, no tan malas) que Eusebio Ruvalcaba y yo tenemos un cierto parecido o aire familiar en el rostro; incluso llegan a m urm urar que somos carnales, broders ; es más, los ebrios fulanos del viboreo van más lejos: aseguran que somos hijos del mismo padre... Y haciendo cuentas, tanteos, puede que haya m ucho de cierto en el rumor, pues Eusebio es hijo de un músico, el destacado violinista don Higinio, quizás el mejor intérprete de la Melodía de Gluck, y yo también soy hijo de otro músico, don Alfonso y su vibrante armónica, allá en mi pueblo, entre el polvo, cantinas y trigales; asimismo, Eusebio ha ido dejando constancia, ofrenda poética de calidez amorosa —”la sangre recuerda”—por el autor de sus melómanos días, quien desde la infancia lo llevó de la m ano a la escucha de prodigiosas cimas de la música: Bach, Mozart, Schubert, Schumann, Brahms...; Eusebio es memoria agradecida: Anoche se apareció m i padre. Tiene treinta y un años de muerto. Y se m e apareció anoche. Venía de traje, con su chaleco g u in d a y su boina azul. Venía de buenas. Traía su violín en la mano, y en la otra las llaves del coche. Venía de buenas porque sonreía. Sonreía como un corderito. M e dijo que venía a devolverme mis lágrimas, que no llorara más p o r él y menos interrum piera m is sueños p o r sus recuerdos. Que en realidad no valía la p e n a y que así era la cosa. D e pronto se quedó callado, se echó a llorar y exclamó: “no m e hagas caso”.

1 Periodista y escritor que vaga por Texcoco y sus alrededores. Hijos del mismo padre


€ Y yo, por supuesto, aplaudo, introyecto cada palabra suya, cada aliento de su sincera admiración paterna. Es difícil explicarlo, definirlo, pero por momentos siento como si Eusebio le escribiera, homenajeara a mi padre, y yo a la vez llego a creer, me lo digo en secreto, que mis poemas son alentados, iluminados por la gracia, el violín encantado de su padre, que besa en la frente a Mozart, la música misma, manifestación viva, eterna de Dios... Así, entonces, termino por darle la razón a los fulanos quisquillosos. Sí, acepto: Eusebio y yo somos hijos del mismo padre, qué chingaos, faltaba más, y si lo sabe Dios, que lo sepa Mozart, Concierto en re mayor para violín K 218, y de inmediato se lo diré al sinfónico Haydn. ¿De veras?, exclamarán en báquico dúo Lowry Bajo el volcán y el buen amigo José Revueltas. ¿Han leído Lo que uno solo escucha?Alegre, silbando, soltaré la “noticia” a los niños, los hijos, los perros (Chipote, E l Yaqui), y tiene que enterarse Juan Rulfo, que ha de estar matizando mezcalito en Luvina, tal vez en Comala, y no olvides visitar el barrio Santa Veracruz; necesitas contárselo a una leyenda del teatro, Sergio Magaña, espero te pele, pues no dudaría

que todavía estuviera emborrachándose con José José... Ah, raudo, brioso, correré con el chisme donde las mujeres, todas, vírgenes, locas, casquivanas, y doblando la esquina acudiré con otro Revueltas, Silvestre Sensemaya-Redes-El renacuajo paseador; okay, cabrón Bukowsky, la neta “puedes morir ahora/ puedes morir ahora como/ la gente que quiso m orir:/ En victoriosa/ grandeza/ oyendo la música/ siendo la música/ rugiendo/ rugiendo”; entérate, pregúntale al polvo, John Fante, Víctor Roura, y que me oigan, salud, los camaradas de viaje molinero: Rolando Rosas, Moisés Zurita, Patricia Castillejos, Arturo Trejo, Miguel Angel Leal Menchaca y la lista sigue... Por ello (gracias, malas buenas lenguas) no me extrañó —los amigos son inolvidable, latente presencia— que en agosto pasado, cuando m urió mi padre y que desde el Valle del Yaqui, a mil 500 kilómetros de distancia, al tomar el teléfono y le contara a Eusebio el suceso: “Falleció papá, lo estamos velando”, no me extrañó, insisto, su consternación, su duelo: “Gildardo, carnal, broder, tu padre es mi padre”.

O Hijos del mismo padre




Cuando escuches ' * 1 música...1 Eusebio Ruvalcaba

Todo hombre tiene derecho a escuchar música cuando esté en el límite de la vida y contemple el advenimiento de la muerte. Unas cuantas notas que ilum inen el camino, a modo de velas diminutas a punto de apagarse. Unas cuantas frases musicales que le evoquen la voz de la madre. Cuando la música logra este efecto, se torna universal. ¿O qué madre no ama a su hijo? De ahí que la música sustituya a la madre en los m omentos más dolorosos de la existencia humana. La música tiene el cometido de alumbrar el alma. De ahí que no haya música superior ni música inferior. Cada quien arropa en su corazón la música que le recuerde el amor ido entre la noche de los tiempos; la música que lo ponga entre las piernas de su padre, cuando le hacía caballito, o cuando el progenitor lo cargaba y se lo echaba en las espaldas; la música que escuchaba su madre mientras cocinaba m uy quitada de la pena. La música que oía en el corazón mientras paseaba a su perro. Cada hombre es un estuche de música. Y no hay música superior o inferior, por la misma razón que no hay hombre superior o inferior. Cada quien debe alcanzar su propio bien. La música es el ángel guardián de ese fin. La música nos beneficia porque al tiempo de procurarnos nos permite vislumbrar más allá del horizonte, donde se distingue una nube de colores para nosotros desconocidos. La música es una adicción, tan fuerte como la proclividad a la belleza femenina, el alcohol o la droga; pero es la única adicción que no le cobra factura al usuario. Hay que escuchar música a raudales. Todo el tiempo. Todos los días. Hasta que encontremos aquella cuya forma sea la de nuestro corazón. Cuando escuches música déjate llevar de la mano. Atravesarás bosques y corrientes acuáticas. Caminarás planicies y remontarás cordilleras. Sentirás el sol y la noche. Distinguirás en el cielo amasijos de estrellas, aun de día. Advertirás una nube de colores desconocidos para ti, al filo del horizonte. Déjate llevar, estás en buenas manos. Oirás platicar al viento.

1 Texto publicado en su blog llam ado Nadie se baña dos veces en el m ism o Eusebio. C uando escuches m úsica


Nueve copas para un caballero Eduardo Villegas Guevara1

Eusebio: un escritor de verdad, Magaña dixit Conocí a Eusebio Ruvalcaba cuando era un prometedor dramaturgo. Inició bien por el camino de los grandes dramaturgos y en aquellos años de la juventud, obtuvo el Premio Punto de Partida de Teatro, estoy hablando de 1978 y de una obra que se llama Bienvenido, papá. Sí, este cuentista y novelista y poeta y tallerista y profesor y gran amigo, era una pluma muy afinada para plasmar diálogos. No está bien que lo diga yo, quien siempre he estado embrujado por el género dramático, pero Eusebio tiene unas obras que muchos grupos teatrales podrían escenificar con gran provecho. No hay duda en calificarlo como un buen dramaturgo, se lo dijo Sergio Magaña. Sí, el elogio viene del genial autor de Moctezuma II, Los signos del zodiaco y de tantos dramas inconmensurables, pues mientras que otros dramaturgos escriben nueve obras en un año y se olvidan en un mes, Magaña nos dejó historias perennes. Eusebio Ruvalcaba recibió una invitación para comer del maestro Magaña y se vieron en la entrada de las oficinas de Editores Mexicanos Unidos, ahí en la calle de Luis González Obregón. Recordarán que hubo un periodo donde emú sacó formidables libros de dramaturgia y teatro, gracias al tesón de don Emilio Carballido, quien convenció a la empresa de que la literatura dramática sí vendía. Así que Eusebio llegó puntual a la entrada de la editorial y ahí estaba el maestro, cosa que no resulta extraña, porque Magaña tenía una

1 N ació en C him alhuacán, Estado de M éxico, en 1962. Es director de la editorial C ofradía de Coyotes. Sus publicaciones m ás recientes aparecen en las antologías E scobas de Fuego (H istorias de brujas) y en el libro de crónicas A m ores Chapingueros. Nueve copas para un caballero


puntualidad de tipo inglés. Lo raro, me comentó Eusebio, es que don Sergio estaba vestido de traje. “No se sorprenda, querido Eusebio; siempre me visto con elegancia cuando voy a saludar a un verdadero escritor”. La emoción le impidió a Eusebio averiguar si se sentía orgulloso o apenado, pero sí me dijo que ha sido un momento inolvidable en su vida, la literaria y la otra. Ese hombre abominaba los tacuches y las corbatas, pero para rendir sus respetos a los jóvenes que estaban escribiendo con honestidad y con un compromiso absoluto para expresar su verdad, se vestía con sus mejores prendas. ¿Y tú, qué recuerdo tienes de Magaña? Me pregunta Eusebio, porque es un hombre que no arrebata la palabra, que ofrece la mesa para parlamentar, a diferencia de otros que se quedan con el micrófono invisible y comienzan a contar sus episodios ya tantas veces escuchados. Eusebio tiene mucho qué recordar, mucho qué contar y mucho qué enseñarnos, pero sabe que la vida tiene un sentido justo y que los arrebatos son de personas de otra calaña. Yo estuve a punto de contar aquella tarde en que Sergio Magaña se subió a mi motocicleta y me tomó por la cintura y nos fuimos a pasear por esta larga y hermosa ciudad, en busca de una fiestecita de las que tampoco suelen faltar. Pero sólo hubiera sido un lindo cuento y en eso Eusebio era y sigue siendo el maestro. Así que me incliné por escuchar otras escenas de su amistad con Magaña, quien tantas cosas nos enseñó. Eusebio bajo la luz de papá Hice entrevistas, reportajes y semblanzas de algunos grandes artistas de nuestro país; para la revista educación artística (ea) del i n b a . Tenía en mi lista de proyectos al violinista Higinio Ruvalcaba, de quien, secretamente, quería conocer su instrumento musical. Una larga y provechosa tarde Eusebio me prometió invitarme a su casa y conocer, por fin, el violín que tocaba su padre, pues cuando le pregunté por el paradero me confesó que estaba en su poder. Desde tiempo atrás don Higinio se había ganado mi admiración y ya tenía numerosas notas hemerográficas

Nueve copas para un caballero

para realizar su semblanza, sólo que por ese tiempo el c e n i d i m publicó su revista y dentro de los muchos artículos provechosos que venían en dicho ejemplar, aparecía una colaboración de Eusebio sobre su padre, la leí con emoción y, al finalizar, dije basta, quién mejor que su hijo, excelente escritor, para hablar de don Higinio Ruvalcaba, músico grande entre los grandes. Y, conste que México se pinta sólo para eso de tener talentos enormes. La invitación sigue en espera, pero es un grande placer que me he reservado en la vida. Ese primer escrito que le leía, me obligó a leer después una memoria formidable que le editó Conaculta y que siempre recomiendo con admiración y respeto, se titula Higinio Ruvalcaba, violinista. Una aproximación, allá por 2003. Por eso Eusebio disfruta la música, por eso sus poemas guardan gran musicalidad; porque en sus venas corre la sangre y la herencia musical de su papá. Así que nuestro amigo, no está bajo la sombra de su progenitor, sino bajo la enorme luminosidad que don Higinio heredó a sus hijos. Todavía recuerdo, por ejemplo, que en la portada de Con olor a Mozart uno de tantos poemarios, aparece una fragmento de una partitura de su compositor predilecto y si viajamos en auto y escuchamos Opus 94, puede decir sin titubear qué composición es, qué orquesta la toca, qué director y demás. A lo mejor está inventando todo y uno que nada sabe de la música selecta se queda callado asintiendo, pero conociendo a Eusebio sabemos que esas bromas nunca serán para sus amigos. Él se divierte de otra forma, por ejemplo, escribiendo de verdad. Eusebio: una puerta de escape Uno se asquea de los trabajos, pero resulta que no se puede renunciar a ellos porque hay unos gastos que de otra manera no podríamos solventar. Así que me encuentro en una oficina cumpliendo pequeñas labores burocráticas y soñando con un posible escape. Las horas van y vienen y uno no puede eludir la transformación del artista que creemos ser en un escuálido escritor de oficio. No hay otra opción más que cumplir con esas tareas; uno


se concentra en la correspondencia, en los oficios, memos y demás papeleo que debemos elaborar en la dependencia. No hay salida, piensa uno y casi aceptamos nuestro destino. Aunque, claro, yo también preferiría no hacerlo. De repente, un trueque de existencia se avista: Emiliano Pérez Cruz me dice que le hable a Eusebio, que tiene un proyecto sensacional. Es una buena paga, te dan los boletos de ida y vuelta en avión, más los viáticos pertinentes para que recorras durante diez días el estado de Chiapas y realices una crónica. Le hablo al maestro, me explica todo y me dice, siempre amistoso, que le da mucho gusto que me sume al proyecto, ahí estará el mismo Emiliano Pérez Cruz; Josefina Estrada; además, me recomienda la ruta “Tuxtla Gutiérrez, antiguo camino a Guatemala”. Ni tardo ni perezoso digo que sí. En el trabajo me niegan el permiso, así que aprovecho para renunciar, en buenos planes aunque por dentro me voy mentando madres. El libro se llama Chiapas te extraño y ahí Eusebio conjuntó una lista de buenos escritores, cronistas, cuentista y un amanuense que quería escapar de la burocracia y a quien Ruvalcaba le brindó esa oportunidad. Gracias Emiliano, Gracias Eusebio, de todo corazón.

estuvo en la cárcel, y a quien pude comprárselo en abonos. Cuando Eusebio destapó el pequeño envoltorio y lo vio, me abrazó a punto de las lágrimas. Se lo comenté a Salvador Castañeda y también se emocionó por el gesto de Eusebio. Además de Revueltas, ama y disfruta la música; citemos otra vez a Mozart, y dejemos a buen recaudo la memoria de su papá. Desde luego que también disfruta todas aquellas posibilidades que nuestro cuerpo ofrece. Y por eso quiero mencionar una charla que tuvimos en torno a Elías Nandino. Un día me encontró leyéndolo y presumiendo una de sus dedicatorias. Entonces, Eusebio me comentó aquella vez que lo visitó en su natal Cocula. Nandino le pidió que lo acompañara justo a la salida de un colegio. Ahí, nuestro amigo se quedó admirando el gusto que sentía don Elías al contemplar el caminar de los efebos. Regresaron a casa, siempre del brazo, y el poeta le dijo a nuestro narrador: “Abajo reina una absoluta frialdad, pero en el corazón sólo fuego hay”. Con otras palabras, claro está. Eso es lo que tiene Eusebio en su corazón: fuego. Y no desperdicia ninguna llamarada en quemar petates. Se le admira también, nos queda claro, porque es un tipo que sabe amar.

Ruvalcaba y los placeres del cuerpo Eusebio es un gran lector, creo que de ninguna otra forma podría escribir sus maravillosas páginas. Creo que tampoco podría hacerlo sin escuchar música. Tiene un chiste personal con relación a esto, seguramente lo ha compartido con alguno de ustedes: Me dice que disfruta todo tipo de música, menos el rock. (Me duele, porque yo he intentado escapar del rock, pero esa música siempre va conmigo). Me aclara que lo ha intentado, pero cuando pone algo de eso en la radio, hasta su perro comienza a gruñir y, finalmente, abandona la sala de su casa. Así que ya podemos imaginar sus placeres: la literatura, donde sobresale su José Revueltas. Por cierto, en uno de su cumpleaños le regalé un exquisito retrato de Revueltas que realizó Salvador Castañeda; son unos grabados geniales que aprendió a realizar mientras

Eusebio bajo el polvo de Nezayork Ahí estamos varios promotores culturales del municipio de Nezahualcóyotl. Valentín González Bautista obtiene la primera presidencia perredista y fundamos la Dirección de Cultura del municipio. No tenemos nada; improvisamos escritorios con tablones viejos, llevamos nuestras máquinas de escribir y entre los cuates cooperamos para comprar hojas blancas para tramitar oficios y dineros. Desde luego que seguimos soñando con llevar buena cultura y arte excelso a Nezayorck. De inmediato, cuando nos dicen que tendremos algo de presupuesto, pensamos en invitar al escritor Eusebio Ruvalcaba. Es nuestro amigo, pero además lo hemos visto leer sus poemas y conversar con un retrato de Silvestre Revueltas, aunque unos dicen que con José Revueltas y otros que con su papá, porque la fama

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en torno de esa mesa de cantina, se vuelve amena, divertida, y educativa. Total que presentamos el proyecto y el presi dice que adelante. Organizamos la fecha en el Auditorio Alfredo del Mazo, hacemos un reconocimiento de cristal para Eusebio en agradecimiento por su charla, lectura, recital y, sobre todo, por su amistad. El escritor cumple con creces y todavía quiere gastarse sus modestos honorarios con nosotros. Eso sí que no. Ana Luisa Calvillo, la directora, y algunos de nosotros hacemos la coperacha para atender al maestro Ruvalcaba, que se dio un rol por estos lares, donde muchos se quedaron sorprendidos por la forma tan peculiar de hacer literatura. Salud por el polvo que te llevaste de nuestro terruño. Emiliano Pérez Cruz ha escrito y dicho sobre esta etapa cultural del municipio que “Fue horrible, fue horrible” en parodia de la televisión. Pues, sí lo fue, pero cuando recuerdo la charla de Eusebio Ruvalcaba, digo que algunas cosas salieron chingonamente y que la buena literatura sí existe. Después invitamos al poeta Rolando Rosas, programamos a Real de catorce y tantas cosas buenas que valió la pena tratar de profesionalizar el rollo cultural. Eusebio Ruvalcaba: el garrotazo cortés Ahí estamos con Eusebio, en el Centro Cultural Estación Indianillas. Es una reunión para los coordinadores de los Libro-Clubs de la Ciudad de México. Comenzamos la charla ante más de doscientas personas. Eusebio saluda a todos y comenta que le da gusto estar al lado de Eddy Tenis Boy otra vez, porque son pocas las ocasiones donde hemos coincidido públicamente. Aunque en una cantina lo hemos hecho muchas veces. Siempre con muy pocas personas. En realidad dos o tres amigos no más. Escuchamos el porqué escribe Eusebio y por qué no ha dejado de hacerlo. Las preguntas van y viene y no tarda en salir el promotor que comienza su intervención citando a Platón. Todos nos reímos por su petulancia. Ruvalcaba lo escucha, responde su cuestionamiento y con gran cortesía le dice que tenemos que

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leer, pero no para apantallar a nadie con sus alharacas. En otra intervención nos señala que no debemos hacer risas al lector caído. Tiene razón, en muchos de nuestros comentarios, retomamos sus decires para echar cotorreo. Yo me disculpo y los demás voltean a ver al promotor, quien nos ha perdonado de alguna forma, porque a no querer su petulancia se volvió parte de la charla aquella tarde. Ahí anda Eusebio, como aquella vez, incitándonos a leer, pero también sugiriendo que tiremos por la borda cualquier dejo de petulancia que se nos suba al espíritu. Tira garrotazos, yo le he visto varias veces, pero lo hace con tal cortesía, que el chipote puede lucirse como un diamante en una fiesta de gala. Eusebio Ruvalcaba: Todo en p e tit com ité El trago y la buena comida siempre suele ser a lado de poquísimos amigos. A Eusebio le desagradan las mesas concurridas. Es que luego sale cada pelafustán y diva que despotrica contra todos y contra todo, y a Eusebio no le gusta eso, prefiere el trago tranquilo y placentero. La charla moderada y equitativa. A veces sólo come con Miguel Ángel Leal Menchaca, este gran cuentista zacatecano. Eusebio le dice que intente la novela, que es fácil, que escriba varios cuentos y que luego una ambientes y personajes La charla continúa mientras se degusta la comida. A veces sólo está Víctor Roura y la charla se vuelve divertidísima y culta, porque estos dos hombres saben muchas cosas. Víctor cuenta unos chistes cuya risa dura más de media hora y la cortesía de Eusebio se vuelve una gran metáfora en su boca, nuestra mejor aportación ante ellos siempre será el silencio para escucharlo y disfrutar su amistad. Yo lo he acompañado a sitios culturales de rompe y rasga, de nombres oscuros y grises. El trago es bueno y lo mejor de todas estas situaciones es que siempre hay mujeres hermosas e inteligentes que andan con nosotros. Sí, Eusebio siempre se ha inclinado por disfrutar a sus amigos y amigas en petit comité; es decir, más vale pocos que mal acompañados.


Ruvalcaba y sus tantos quehaceres Estamos de repente en el Museo Diego Rivera, celebrando a Rolando Rosas Galicia con un fuerte abrazo, una nueva edición de su Caballo viejo, ese poemario que tantas ilusiones ha construido. Ahí están los finos y certeros comentarios de Eusebio, que se congratula de compartir la mesa con Gildardo Montoya, Ignacio Trejo Fuentes, Moisés Zurita y Eddy Tenis Boy. Todos celebran en público y en la cantina de siempre los grandes poemas de Rolando y escribo que son grandes porque de veras que nos ilum inan el corazón. En otra ocasión estamos en la Pinacoteca Virreinal, se trata del libro Aires de Blues de Antonio, cuate de Nezayork que buscó a Eusebio y a un servidor para lanzarse al ruedo de las publicaciones. Al final de las presentaciones nos obsequian un apretón de manos como pago y un libro de arte. No falta la admiradora que le pide al maestro Ruvalcaba mirar su regalo. Él, como siempre muestra su enorme gesto de caballero, y le entrega en cortesía y para siempre el libro que la dama quería revisar. En otra ocasión llego a las oficinas de Ediciones Castillo en la ciudad de México. Me asomó a la salita de recepción y veo al amigo, está sentado en una de las sillitas muy concentrado en la lectura de un libro. Así que me acomodo sin perturbar al gran lector que es, aparecimos juntos en la antología Todos los niños que compiló Lorenzo León Diez y nos van a pagar mil pesitos que para mi temporada de vacas flacas son m uy buenos. De repente sale la secretaria que nos entregará el cheque y Eusebio cierra su libro, me ve, alza los brazos y me dice, maestro, por qué no me saludaste al llegar. N o quería interrumpir, alcanzo a balbucear. Los verdaderos amigos nunca interrum pen, concluye esa tarde con el abrazo fortísimo y salimos felices, con un cheque en las bolsas y alegres porque m uy cerca se encuentra La Nacional. Y así, una y otra faena. Trabajo es una palabra a la que este escritor siempre le rinde honores

Eusebio y la Estrella del oriente Ruvalcaba es una estrella literaria que brilla gracias a sus lectores. En el oriente del estado de México se le quiere igual que en cualquier otra parte. Cuando ganó el premio de Novela Agustín Yañez con su Un hilito de sangre los jóvenes de toda la república mexicana se volcaron hacia ella. Prosa ágil y entretenida. Y un sentido del hum or oculto pero muy sano, además de una odisea que muchos quisimos emprender siendo adolescentes. Después de ahí, varios premios en su haber, todos merecidísimos. Y el oficio de la buena escritura, ya sea a lado de Emiliano Pérez Cruz, en El economista y en el Ovaciones o junto a Víctor Roura en El financiero y en La digna metáfora. Corrector impecable y puntual, me aclara Roura cuando salimos a la cantina más cercana, quien nunca llega tarde ni deja sus planas al garete. Pero decía que en Texcoco y Chapingo tiene una legión de seguidores porque entre los jóvenes circulan varios libros que Molino de Letras le ha puesto en sus manos. Prosas fuertes y personajes serios, historias completas y de altura literaria, bien editadas y casi regaladas a los lectores del lejano oriente. Sangre de mujer es una novela que gusta más a las lectoras que a los alumnos, nadie se asusta porque saben que los dolores de la vida no vienen siempre en dosis pequeñas. También gracias a Moisés Zurita tiene su sección “Las garlopas” en la revista y ofrece ese espacio a los nuevos escritores, jóvenes o adultos, pero con talento y compromiso a la escritura. Desde luego, sus visitas pasan por los auditorios de la Universidad Autónoma Chapingo, por el Pikas I y II, por algún cafecito cultural o bien, por la casa del poeta Rolando Rosas. En fin, Eusebio es una estrella reluciente del oriente mexiquense, donde se le edita, se le lee, se le invita cuantas veces puede acompañarnos y, al final de cuentas, se le quiere bien. San Vicente C hicoloapan, Estado de México. Enero 30 de 2017

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Eusebio ( 1951 - 2017 ) Arturo Trejo Villafuerte

Sería muy sencillo escribir sobre las aventuras que compartimos y las veces que hemos bebido juntos. Pero no, aquí quiero hablar del amigo entrañable, del melómano, del escritor neto y verdadero que fue y es Eusebio. Y ni siquiera le pongo los apellidos porque él es el más conocido de todos los Eusebios. Hubo un Papa que nadie supo qué hizo ni por qué lo hizo, antes un padre de la Iglesia, cuando de verdad era cristiana, que recibió el título de santo, cargo tan honorífico como ahora es decir que eres presidente legal de la República. Dije que quiero hablar del amigo entrañable porque nunca antepone lo suyo a lo de los demás cófrades, porque es honesto consigo mismo y con los otros que le rodean. Por eso cuando nos vemos -p o r desgracia muy espaciadamente- es como si nos acabáramos de despedir, eso forma lo entrañable y que conste que me une a él una amistad que tiene qué ver con los Quirarte -lo más seguro es que haya sido Vicente quien nos hizo coincidir en algún lugar-, y de esto hablo del principio de los años setenta, cuando éramos “jóvenes promesas literarias” y ahora somos “tristes realidades”, lo que significan ya casi 50 años de trato cordial que se dice fácil pero no lo es así. ¿Cuántos amigos entrañables se han quedado en el camino y ahora ya no son ni entrañable ni amigos? A los amigos uno los escoge y por eso para bien o para mal, en la buenas o en las malas, Eusebio es mi amigo. Y se me llena la boca de orgullo al decir y escribir esto. El melómano siempre me conmueve porque no da datos o cifras sino que nos señala sus emociones y las emociones se comparten, se transmiten, se viven. Las emociones nunca están de moda, no se venden, no se empeñan pero sí se viven y se sienten, tienen qué ver con los sentidos, con los sentimientos, con las pasiones y en sus Eusebio (1951-2017)


textos de música, Eusebio, me transmite la vivencia de un sentir que emociona y conmueve. Por eso comparto con él su gusto por Johann Sebastian Bach, por Mozart, y por algunos intérpretes que, al igual que él, nos transmiten la emoción de lo que tocan porque lo están disfrutando. Me molestan mucho ciertas modas inducidas, como leer a Milan Kundera, por ejemplo, sobre todo en la literatura. Amparados en lo que ellos han llamado la “Contracultura”, varios sujetos pusieron de moda andar drogados y ebrios, cuando los escritores que hacemos uso de esos “paraísos artificiales”, sabemos que son dos cosas distintas y que en muchas ocasiones no deben de mezclarse, como con el volante, por ejemplo. Y entonces surgió el nombre de Charles Bukowski y vinieron docenas de ebrios que se decían escritores, cuando los escritores que somos ebrios honramos nuestro trabajo, como lo hacía Bukowski. A éste lo conocí en un tugurio infame a un lado de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles, un barrio chicano que antes había sido de negros, sabía que era Chinanski pero no me le acerqué de sopetón, porque todos tenemos derecho a beber solos en un tugurio, sin la presencia de un admirador o gorrón, que nunca faltan. A la segunda o tercera ginebra de él y segunda o tercera mía, se pudo establecer un diálogo pero no de literatura sino de borrachos, quienes se golpeaban constantemente los

codos en la mesa -vean los codos de una persona: si los tiene boludos, golpeados, es un ebrio de cantina y se instala siempre en la barra, o es portero de fútbol, no hay de otra-. ¿Se trataba de sacar algo en claro con Bukowski? No, sencillamente era emborracharse juntos, como lo hicimos y cuando pensamos que ya estábamos como queríamos, cada quien agarró por su lado. Así lo he hecho con Eusebio, pero la diferencia es que beber con él es otra cosa: nunca hablamos de literatura, por ejemplo, pero si recordamos ciertos momentos o circunstancias que han sido cómicas, trágicas o felices, porque tenemos muchos amigos comunes, muchas experiencias parecidas, muchas vivencias compartidas. Si me dieran a escoger a quién respeto más como escritor entre Bukowski y Eusebio -cosa que nadie haría en su sano juicio-, no lo dudaría: me quedo con Eusebio, quien siempre me contagia sus emociones, su amor a la música, sus ansias vitales y, además, escribe en español, por lo que no hay que esperar a que lo traduzcan para leerlo. Que los “snobs” y “mamolucos” se queden con Bukowski, yo me quedo y soy fiel lector de mi amigo Eusebio que ahora ya bebe en el otro lado. ¡Salud!

O Eusebia (1951-2017)


Eusebio Ruvalcaba y su seducción... en Su desaparición física es un reto... escribir como él o tratar... Alex Sanciprian1 Siempre amable M ucho gusto les decía a las divas que le presentaban. Eusebio miraba a la gente de frente. Y decía siempre la palabra exacta, precisa, seductora: es un placer conocerte, estar aquí contigo... disfruta... Y ya... convivía, sonreía, bebía a su ritmo. Y la música iba y venía. Boleros regularmente. No exigía que pusieran lo suyo... música clásica... No, se acomodaba al gusto del personal. Estábamos en casa de Rolando Rosas, enfrente de Chapingo, y disfrutaba... la bebida, los amigos, el atractivo físico de infaltables mujeres que más que bellas, conquistaban solamente con la mirada, con su sonrisa, con su presencia. Y él las bendecía. Cuando cumplió 61 años le regalé una taza especial, una taza conmemorativa de Chapingo. Estábamos en casa de Rolando Rosas. El detalle le sorprendió. Me dijo: Sanci es un auténtico placer recibir esta taza. La estrenaré pronto con un vodka. Gracias, te quiero Alex. Un caballero Todos bebimos. Platicamos. Yo bailé secretamente con los boleros en el medio. Eusebio era el invitado principal. Lo sabía. Lo dedujo y también le agradeció de grato m odo a Rolando Rosas. Éramos menos de diez personas. En ese m om ento pensé... ahora que sea grande quiero escribir y ser como Eusebio... un auténtico caballero.

O 1 Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la u n a m . Ejerce el periodism o y es editor del portal todotexcoco.com . Eusebio Ruvalcaba y su seducción... en Texcoco


52 tips para

escuchar a M ozart de Eusebio Ruvalcaba1

Querido Eusebio: En principio, me permito comentarle con detalle, quizás intrascendente. Cuando recibí su libro, consideré que el sitio más acorde que me animaría a incursionar con vuelo libre por el apasionado paginario que propone, sus 52 tips para escuchar a Mozart, debería ser en la soledad ruidosa de una cantina, allá en Texcoco, donde radico. Supuse que no cometía un acto sacrílego, en el entendido de que a finales del siglo xvin algunas obras del compositor austriaco sonaban con alegre vitalidad por las cantinas y burdeles de su país; además, pensé, Eusebio ha dedicado una parte sustancial de su prolífica escritura a decirnos una y otra vez que el alcohol y la deleitación musical, colocados en la pauta del mismo viaje, devienen en una combinación de gozosa urdimbre amatoria; así, con tales consideraciones, es válido preguntarse: ¿Cómo vivirán aquellas criaturas abstinentes de embriaguez etílica y tentación melódica? Por cierto, amigo, otra causa de peso que me encaminó al Farolito de mi pueblo fue aquella frase leída, precisamente, en Bajo el Volcán del báquico Lowry y que esplende intensa, dueña de lúcido convencimiento, como si descendiera del mismo cielo: “Mozart fue el hombre que escribió la Biblia”. Ante ese volado de izquierda verbal, totalmente sorpresivo, letal, pero de bendito veneno propinado por el genio inglés, que viene al caso recordarlo, deseaba recibir a la señora muerte tocando el ukulele, cualquier cristiano o el más pintado pugilista se va a la

1 Texto leído por el autor en la presentación del libro Un año con M o za rt/ 52 Tips p a ra escuchar a M ozart de Eusebio R uvalcaba (Albox Editores), el 27 de enero de 2006, en la sala Carlos Chávez de la U niversidad N acional A utónom a de M éxico, con motivo del 250 aniversario del natalicio del com positor austriaco. 5 2 tips para escuchar a M ozart de E usebio R uvalcaba


lona sin remedio. Pero como previamente la cabeza ya le estalla con el consabido revoloteo pajaril, lo más heroico, la mirada vidriosa, volando en los siete cielos, lo más decoroso sería lanzarle no un puñetazo a Lowry -con qué fregada energía- sino un buscapiés juguetón, sólo uno, al también autor de Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, decirle: Esto significa, camarada, ¿qué en el principio no fue el verbo sino la música? Le cuento que la primera copa que bebí, antes de quitarle el picaporte a su libro, me llevó a repasar algunos de sus otros textos. Así, me detuve en un pasaje, acaso probable señal iniciática de su avidez melómana, de Chavos: fajen, no estudien: “Lo que yo llamo música, es la música que escuché antes de nacer, de una pasión bárbara. No sé cómo mis padres pudieron hacer tanta música juntos, tocar tantos recitales, tanto Brahms, tanto Mozart, tanto Beethoven y tanto Schumann, si se la pasaban haciendo el amor todo el tiempo”. En ese sentido, y disculpe si redundo, el disco que usted me regalara, aquel en donde se oye a su padre, el violinista y compositor Higinio Ruvalcaba, en el momento que interpreta excelso la Melodía de Gluck, con un instrumento que afina, finísimo -pensemos en la espada victoriosa de un guerrero-, uno se aventura a colegir que las “extraordinarias facultades” y la “cabal personalidad” expresiva elogiadas por Carlos Chávez, efectivamente, mucho debieron proporcionarlas el talento innato de don Higinio; pero cómo dejar de lado, acoto, la “pasión bárbara” que se profesó con doña Carmen Castillo, su pianista de cabecera y esposa. El amor, la música, ese binomio coincidente en su entorno familiar, tiene razón, lo levantaron a usted en sus entrañables y melódicos brazos, le entregaron las pistas a seguir, de ahí que no me parezca jactancioso cuando ha declarado que “la experiencia que he tenido oyendo música , si la pusiera sobre papel, alcanzaría para un viaje de ida y vuelta a la luna”. Después pedí otro trago a don Victor, el mesero, decidido, ahora sí,

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a enterarme de su año de estancia con Mozart, pero me asaltó en la mente una duda que ronda, supongo, a muchos otros, también poco conocedores de ese fenómeno auditivo: ¿Qué, cómo se logran hilvanar dos, tres juicios asertivos sobre la música? Le hablo, por supuesto, como lego que carece de escalpelos técnicos para ahondar con fortuna en dicho lenguaje, que se distingue por su inefabilidad. Le hablo como alguien que escucha a Mozart todo lo más posible, pero aceptando que ha sido encantado por su música. Se trata de una invisible y catártica belleza que no toco, no veo, pero que me ayuda a aproximarme dispuesto a mis dos pequeños hijos, con la mirada más limpia, menos vacía; incluso por las noches, en el sillón de casa, entregado a la alegría mozartiana, creo escuchar -tam año dislate, dirán- una voz que me susurra: “nada de rajarse”, y entonces termino aceptando lo dicho por E. Fischer, pianista, quien afirma: “Mozart es una piedra de toque para el corazón; nos protege contra toda flaqueza del gusto, del espíritu y de los sentimientos”. El mesero, sin llamarlo, intuyendo los deseos de mi garganta sedienta, puso en mi mano el siguiente alcohol, y yo, finalmente, voy desplegando sobre la mesa sus 52 viajes al cielo que iluminó Mozart. Son 52 acercamientos sustentados, propiciados por el gusto, el amor que siente por aquel niñote que con los bolsillos repletos de canicas -estoy oyendo como se desparraman, celestes, multicolores en el universo- decía a don Leopold, su padre, que su música podría gustar también a los no entendidos, sin saber por qué. Yo veo que de ahí, de esa conjetura reveladora, en su inocencia, en su misterio y en su inmensa gratitud es de donde usted fragua su prosa para mostrarnos lo mucho que le debe la humanidad a Mozart, no en florines, ni en oro, paradójicamente de los que tanto careció en vida el salzburgués y que cuando llegó a tener, así los despilfarró, prestó o regaló, a puñados; pues no hay que olvidar que sólo había venido un ratito a la tierra, Mozart, el creador de la


' •■¿Li. música oficial del paraíso, ¿verdad Cioran? Nuestra deuda consiste, entonces, y aquí lo sigo muy de cerca, Eusebio, en mantener los oídos muy abiertos, esto si queremos, poco a poco, ir desgajando la belleza, dado que “las notas son aves que entran por tus oídos e irrigan tu sistema nervioso” y “te producen dolor pero también orgasmos”. Son notas, insisto, que te preparan para sentir en las junturas, célula a célula, la sensación de la difícil sencillez de la amistad, la dicha, la ternura que nos regala la escucha de esa viola, tan cara a Mozart, fagot, corno, piano, arpa, violín, lo que se desee y en el género que prefiramos. ¿Qué les parece un Rondó en la menor para piano, si traemos entre manos tocar la piel de la pureza, o un Quinteto en do menor para dos violas, si lo que se requiere es restaurar el garete fatigante, la pesadumbre? Pero de inmediato nos advierte, nos enseña usted, que la música es como una mujer a quien deseamos, pero no sabemos cómo hacerla nuestra, de ahí que en su libro, continuamente, escuchemos de sus labios que bien han sabido gozar de muchos días de vino y de rosas, una especie de proclama vehemente: necesito una mujer, es decir la música. Aquí, de nuevo, es conveniente exclamar interrogativos con Cioran: ¿acaso sólo Mozart nos enseñó la profundidad

de la alegría?; una mujer, abundo, para esperar serenos la muerte, el día que todo termine. Pero, me adelanto, antes, mucho antes la música, la Sinfonía número 40 en sol menor nos puede elevar a “aquella cumbre donde no es posible mentir”; la 40, encomia usted, “es de esa música que podría acompañar a un hombre toda su vida”... Son tantos los posibles caminos, los tropeles sin empaque turbio sugeridos en su texto. Ah, y no se te olvide mencionar la indispensable Pequeña serenata nocturna en sol mayor, melodía o viento anónimo que se propaga “en la memoria genética de quienes jamás la han escuchado”; en fin, me detengo, repito, son múltiples las invitaciones suyas a darle cabida en nuestra sangre a lo que llama la hiperestesia. La música, en efecto, es un puente, una cadena o encadenamiento libre, sin fin, entre los hombres. Qué hermosas son las cadenas, los encadenamientos que te abren las puertas del paraíso, aunque sospeches que está a media cuadra del infierno. La música, la música campea, tiene en el aliento ebrio de su armonía el fraseo, la memoria en volandas del futuro. Es otra forma del tiempo (gracias, Borges) que se sostiene, lozas colosales, maravillosas, “la muerte no tendrá dominio”, Dylan Thomas, por la sangre, ese consuelo, esa piedad, ese pan de prodigio, la savia 52 tips para escuchar a M ozart d e E usebio R u v alcab a


bondadosa de Mozart, la música misma. Por cierto, ¿qué no se supone que empecé este texto en torno a una mesa de cantina, como dijo el otro? Lo que ocurre, no se lo he mencionado, es que las copas han continuado llegando generosamente, y usted, Eusebio, lo habrá de notar en mi caligrafía dada al catre. ¿Haydn? Es verdad, de acuerdo, casi lo olvido, en un descuido que ni Dios padre lo consentiría, cómo dejar de mencionar a ese sublime compositor que nos dejó en los oídos la dulce apoteosis de sus sinfonías y cuartetos... Haydn, tan cercano a Mozart... anunció al mundo, sin una gota de envidia -las orejas de orgullosa ambición de don Leopold Mozart, fueron testigos-: “Le declaro a usted que su hijo es el más grande compositor que yo haya conocido personalmente o de oídas, y que habrá jamás; domina el arte y la ciencia de la composición como ningún otro”. Querido Eusebio, a estas alturas - ”Mozart fue el hombre que escribió la Biblia”- es probable que ya haya avanzado las tres cuartas partes de las palabras que quiero enviarle, y de la beodez (“perfectamente borracho”, señor cónsul), pero no quiero dejar de mencionar una corazonada, yo creo que su libro estará en los niños, aunque, le aviso, alguien ya se le adelantó. Un niño, otro, Mozart, les silba, dulce, en el sueño de su cuna y la mochila naranja del colegio. Mírelos, van de la

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mano m ontando fiesta en una obertura, la que quiera, y de repente su caballo blanco se desprende del carrusel, le brotan alas, jefe de jefes, el mero relajo, te conozco mosco, y se tira un pedo: “Es una broma musical”, aclara el caballo o Mozart, ya no me acuerdo... Don Víctor me despide en la puerta de salida, y dice, guasón, como siempre: “Hoy si le metió con enjundia a la beberecua”; enseguida, agrega: “Que le vaya bien; protéjase, hace mucho frío afuera...” Cuánta paz, Eusebio, se siente a veces en las calles; va uno caminando solitario, pero teniendo presente el resguardo, el abrazo que cobija, “protéjase, hace mucho frío”, de auténticos amigos, la música, Mozart, el divino, y usted. Eusebio Ruvalcaba, en la interpretación; pluma que se funde en una sonata para violín y piano. “La sangre recuerda”, escritura, entintada de amores, que va llenando la hoja en blanco: corales, un león para Erica y el Chipote, su perro, en la memoria. Todo, todo, con olor a Mozart. Reciba mi admiración y verdadera amistad por este nuevo opus que nos regala a sus lectores. Gildardo Montoya Castro

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De dos en dos Miguel Ángel Leal Menchaca Para Tobías Leal y E usebio Ruvalcaba. p o rq u e e n ese o rd en aparecieron y ta m b ié n , en ese o rd en nos d ejaro n Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que abonas y estercolas M igu el H ernán d ez

La muerte no pierde el tiempo, me dijo. Siempre se los lleva de dos en dos. Acuérdate cuando murió mi abuela; a la semana ya estábamos velando al tío Elpidio. Fue tan intempestivo aquello que se nos juntaron las lágrimas de los dos. Efectivamente, recordé también que hace casi diez años murió Rodolfo Chávez, mi hermano beisbolero. Luego, casi a los quince días, se fue Severino Salazar, gran escritor, paisano y amigo. No habían pasado ni dos semanas y lo mismo dijimos: ¿De dónde vamos a sacar tantas lágrimas? Ahora, la situación se repite, hace quince días le dimos el adiós definitivo a mi hermano Tobías y hoy me levanto con la noticia de que murió Eusebio Ruvalcaba. Otra vez, el llanto se hizo presente y se estacionó como si nuestros ojos fueran su única morada. La impotencia avasalló nuestros cuerpos y al parecer, algo se rompió dentro de nosotros. Aunque no falta quien afirme categórico que la vida sigue, me cuesta trabajo aceptar que ya no estén ellos aquí. Veo un sinnúmero de objetos que tienen sus huellas y pretendo dibujar una ilusión en mi pecho, pero me doy un frentazo con la realidad. Quienes me ven me regalan rictus de compasión, se los agradezco, pero no los acepto. Lo que nos pasa sólo nos pasa a nosotros y nadie lo puede comprender, por más que se esfuerce, como nosotros. No puedo evitar en estos crudos domingos, cuando me pongo el uniforme y salto al terreno de juego, se haga presente la figura de mi hermano en la tercera base; metiendo el cuerpo a la pelota o tirándose sobre ella, me embarga una tristeza descomunal. Juego con la nostalgia encima y cada vez que sale un roletazo al cuadro, pienso que es él quien la atrapa y me tira a primera. Luego tomo la pelota y las lágrimas me traicionan. Cuando estoy en casa, entro al estudio y veo mis libreros, torpemente acabados con mis manos e inmediatamente pienso que él los hubiera hecho mejor: “El cielo se gana con


las manos”, una verdad absoluta, si es que las hay. Las suyas trabajaban con infinita paciencia; era capaz de hacer cualquier cosa desde la más insignificante figura de plastilina, hasta un bastón para jugar golf, o una ballesta. Pintaba miniatura y luego afirmaba que no tenía mucho mérito. Armaba pequeñísimos aviones o barcos de plástico o tallaba la madera de balsa para darle vida a figuras inusitadas. Un día pensé que él podría elaborar una estatua de lascas. Es más importante inventar que hacer. La creatividad del ser humano no tiene límites. No son las manos las que trabajan; el cerebro y el corazón las mueven. Me paseo por el estudio y veo los libros de Eusebio. Ahí están formaditos, desde Un hilito de sangre hasta El sol le hace daño a los ancianos o Cuarenta días con Mozart, Primero la A , y sigo. Casi medio centenar, entre narrativa, poesía y ensayo. Me complace recordar que no fueron pocos los que tuve a bien presentar; otros en donde veladamente se hace alusión a sus amigos. Pienso en los más, centrados en la creación literaria, en el oficio de “tallerear”, que incansable llevó a diferentes escenarios. Veo las dedicatorias puntuales. Alguna vez, en esos largos encuentros en que nos reuníamos para desayunar y hablar de literatura, me decía que debería existir un libro con las mejores dedicatorias, desde las más convencionales hasta las más profundas. En otras, que un libro podría alcanzar un valor inusitado sólo por una dedicatoria. Imagínate, que tuvieras Holliwood, dedicado por Bukowski, o El almuerzo desnudo, con la firma de Burroughs. Pues yo tengo libros dedicados por ti, le contestaba efusivo. Entonces se ponía muy serio: ni de broma lo digas, eso no tiene sentido y menos porque somos amigos. Había una sinceridad seca en sus palabras, que no admitía réplica. Siempre huyó del elogio, y creo que nunca acudió al autoelogio, ni siquiera para hacer un chascarrillo; le disgustaban las bromas, sobre todo cuando se hablaba del quehacer artístico. Otras veces, cuando le llamaba por la noche, me contestaba tranquilo, pero muy determinante: hablamos luego,

porque estoy escuchando una sinfonía de Schubert. Naturalmente. Nunca me gustó interrumpir esos momentos que para él eran sagrados. No sé por qué mucha gente escucha música como de fondo, cuando está realizando otras actividades. Es una falta de respeto total, tal parece que ésta se hubiera escrito para ambientar el trabajo o darle sonoridad a cualquier actividad, por muy ajena que sea a la propia música. Yo soy de esos, le contestaba a la defensiva, delatando mi superficialidad, a pesar de que también me considero un melómano. Pues sí, me regresaba el comentario con una frase: pero eso no cambia nada. Las discusiones seguían e iban alcanzando diversas tonalidades. Muchas eran las diferencias que había en nuestra forma de pensar, pero ninguna, por grande que fuera alcanzó los límites. Pienso ahora que otros vínculos fortalecían nuestra amistad. Siempre que alguien se va, indefectiblemente nos acosa la culpa, no sé por qué abonamos a nuestra tristeza, la idea de que debimos dedicarle más tiempo. Yo le había prometido a mi hermano Tobías, que me enseñó a escuchar el jazz y a las grandes bandas, unos libros acerca del tema, que conseguí en la pasada Feria del libro en Chapingo, así como otro acerca de James Bond, a quien él admiraba de manera irrestricta. No te los mando por paquetería, porque pienso aprovechar la cauda de las vacaciones decembrinas para darme una vuelta a Guadalajara, quizás en tu cumpleaños, le dije por teléfono. Claro, me contestaba animoso. Por acá te espero. Sin embargo, la muerte se puso en medio y las palabras se quedaron en el aire, a la espera el encuentro. Con Eusebio pasó algo semejante. Un día inexplicablemente se interrumpieron los desayunos sabatinos; fuimos espaciándolos, hasta que desaparecieron. En mi libro La hora mágica puse una dedicatoria que dice: “A Eusebio Ruvalcaba, acaso para resarcirlo por mi responsabilidad en el diálogo interrumpido”. Siempre asumí que había sido mi culpa que esas reuniones llegaran a su fin. Si no soy muy bueno para hacer amigos, lo soy menos para conservarlos. Ahora pienso que hubiera bastado con


que lo convocara para que el accediera a reanudar esos encuentros. No fue así, paulatinamente nos dedicamos a gastar los sábados en otras actividades y esas reuniones quedaron en el olvido. Luego lo busqué para entregarle La hora mágica, alguien me informó que por mis rumbos, muy cerca de la Alameda de Coyoacán, había una librería en donde él daba pláticas de literatura, todos los lunes por la noche. Como me era imposible llegar, le dejé unos libros con la encargada. Luego recibí su agradecimiento por teléfono y quedamos de vernos, pero no fue así. Una de las últimas veces en que lo vi fue cuando nos visitó en la Universidad Autónoma Chapingo y se me encomendó la misión de llevarlo a comer y luego traerlo a nuestra escuela para que diera su plática. Como llegué primero al restaurante, le hice la broma de que ya me encontraba ebrio, a lo que me dijo categórico: tú no sabes lo que es estar verdaderamente ebrio. De dos en dos se los lleva la muerte, me había dicho mi amiga y yo estoy aquí sentado frente a la máquina, golpeando las teclas compulsivamente, invadido por la confusión y la impotencia,

con una rabia indefinida que me muerde las entrañas. Creo que me puse a escribir estas líneas para espantar la tristeza. Recuerdo las palabras de Borges acerca de que en los velorios el muerto adquiere diferentes rostros. Efectivamente, son los que dibujan quienes lo están velando y quieren a fuerza compartir su experiencia con los demás. No escucho las palabras de consuelo y tampoco me conformo con que me digan que para allá vamos, que ya van a ser más frecuentes estas noticias en nuestra bitácora, que ya estamos más pa’llá que pa’cá. Me he vuelto refractario a esos clichés que bondadosamente se elaboraron y se dicen para mitigar una amargura que al parecer no tiene fin. La ausencia se ha estacionado en mi vida y seguramente se va a quedar un rato largo ahí. Supongo, no puedo hacer otra cosa, que siempre buscamos la forma más cómoda de digerir la ausencia; también supongo que cada día van a ser más frecuentes este tipo de noticias , ¿cuántas cosas debo suponer para conformarme? Culhuacán 2017

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ÁNGELUS

Pr ó l o g o Co n

a

s u s p á l id o s

r e fle jo s , An t o l o g ía de

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de c u e n t o s

ig u el á n g e l

Le a l M

enchaca Rolando Rosas Galicia1

1. El autor Miguel Ángel Leal Menchaca (1950) nació en Fresnillo, Zac. donde vivió hasta los 9 años, después las colonias Puebla y Agrícola Oriental en la Ciudad de México fueron el espacio donde desarrolló su infancia, adolescencia y juventud: “Cuando llegamos a la Ciudad de México fuimos a vivir en una vecindad que estaba en la colonia Puebla, creo que en la avenida cuatro y la cincuenta y nueve. Quedaba a una cuadra de lo que ahora es la calzada Zaragoza y que entonces se llamaba México-Puebla...” (La hora mágica, p. 21) Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas y la maestría en Literatura Iberoamericana en la u n a m . Desde 1978 es profesor de tiempo completo en la Universidad Autónoma Chapingo. Miguel Ángel Leal Menchaca publicó su primer libro siendo ya un hombre maduro, que había cumplido 40 años.

1 E s originario de San Gregorio Atlapulco, X ochim ilco, Ciudad de México. D esde 1980 es profesor de tiempo completo en la U niversidad Autónom a Chapingo. A ctualm ente radica en Texcoco. Caballo viejo y otros poem as, Q uebrantagüesos y otros p o em a s y Víbora de dos cabezas son sus publicaciones m ás recientes.

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Antes su formación como lector fue intensa y compulsiva, quizá siguiendo el espíritu borgeano. A la fecha ha publicado 9 libros de cuentos: Ansiedad que persigue (Universidad Autónoma Chapingo, 1993, 1998), Obituario (uAch,1995), Mujeres abordando Taxi (uAch,1998, 2008), De veras, maestro (Daga, editores, 2001), Doce de cal (Molino de Letras, 2001, 2002), Dolor, que callado vienes, el libro de las nostalgias (Molino de Letras, 2002), A propósito de todo (Molino de Letras, 2007), La hora mágica (Cofradía de Coyotes, 2010) y Amantes frígidas (uAch, 2012). Miguel Ángel Leal Menchaca es un lector agudo y obsesivo, actitud que consta en sus ensayos sobre diversos temas y publicados en la revista de Molino Letras y otras publicaciones, que al paso del tiempo ha seleccionado y publicado en el libro Como espina en el talón (Cofradía de Coyotes, 2012). Cabe señalar su inclinación hacia el estudio de la narrativa de Jorge Luis Borges. También ha publicado antologías como: Escuchar con los ojos... Poesía hispano­ americana contemporánea (uAch, 2003) y participado en otras como: La rasgadura del velo (uAch, 2007), M i mal es ir a tientas: Poesía Hispanoamericana: del Romanticismo

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al Modernismo (uAch, 2002, 2005, 2011) y Vuelta de hoja, cuentos latinoamericanos del siglo X L X (uAch, 1997, 2004, 2009); además del libro de texto Los cazadores de la palabra perdida (uAch, 2008,2014). 2. La antología En esta antología, Con sus pálidos reflejos, Miguel Ángel Leal Menchaca ha convocado a personajes de 21 cuentos de sus diferentes libros. La convivencia y la confrontación, como en cualquier reunión son inevitables. Cada uno llega con su pasado, su carga existencial y su visión del mundo: una maestra universitaria, cuarentona, fantasiosa e insatisfecha, que se siente atraída por un joven hermoso; un anciano que disfruta la noche (la última) más grandiosa de su existencia anodina; una mujer con cinco hijos sin posibilidad de salir del barrio donde les tocó vivir y que al ejecutar su venganza le quema los genitales al violador de su hija: una joven marcada por el pasado incestuoso de sus padres, que busca a su padre y sólo encuentra a su fantasma; Una viuda con tres hijos y cuatro embarazos fallidos sufre el desprecio de su esposo 25 años mayor que ella; una teibolera con antifaz, que en la penumbra del antro encuentra a su hermano, el cual se enamora de ella sin saber el parentesco; un hombre que apuesta la fidelidad de su esposa y pierde; una casi adolescente calenturienta de clase alta municipal que apaga sus ardores con un carcamal ingeniero de una universidad; un galán presumido con gran poder para el verbo y cuyo origen se desconoce; un obrero que descubre los placeres de vivir con su televisión y lo pierde todo; una familia aterrada por la presencia de una rata y los intentos fallidos por eliminarla; un profesor que recrea y encarna la leyenda de un anillo que lo conduce a la locura; una mesera madura y apasionada del baile, en apariencia feliz pero con un gran sufrimiento oculto; un político que ha apostado todo por el puesto pertinente; una mujer de clase alta, culta y hermosa que cuenta las infidelidades de su marido; un adolescente que narra su historia y su amor por el beisbol; un vendedor de cerveza y botanas en algún deportivo beisbolero, que expresa sus quejas: ha sido golpeado, violado a su hermana y perdido el negocio por orden de los guardianes del orden; un grupo de amigos que después de treinta años se reúnen y en la

plática descubren la inexplicable desaparición de un amigo común; una prostituta que al paso de veinte años recuerda cuando asesinó a su padrote; un joven que seduce a la madre de la joven a la que pretende, y un autor que cuenta las dos ocasiones cuando conoció a Gabriel García Márquez. m a l m , observador de la condición humana, reflexiona en torno a la realidad inmediata; nos muestra seres entrampados en la cotidianidad y que angustiados se evaden y crean paraísos que son destruidos cuando la realidad los hace flotar como esperpentos. m a l m manifiesta su capacidad y vena para el manejo del absurdo y el humor negro al transformar a los personajes en sujetos que buscan una salida a su existencia y la encuentran en un espejo sórdido. Múltiples son los rostros permeados por una realidad que les muestra, la mayoría de las veces una existencia inútil. Personajes sórdidos, truculentos, amargos y dispuestos al desencanto. Tal parece que desde siempre han estado encerrados en ámbitos propicios para que el destino dramático o trágico se cumpla preciso y puntual. O se encierran es sí mismos y establecen los límites que los asfixian de tan cruel manera, que la muerte o la locura son la única salida a lo terrible de su existencia. Unos viven el desencuentro y el desencanto, y al descubrir el entramado de sus vidas aceleran el cumplimiento de su destino; otros descubren en ellos la posibilidad de acelerarlo a través de la venganza, el abandono o en encuentro con la muerte. Seres resentidos, fastidiados, entrampados en el engaño para quienes la venganza es el único paliativo, o lejanamente acogerse a la Divina Providencia. Se puede afirmar que cada personaje sabe el destino que lo acecha a la vuelta del primer fracaso. Seres sin la posibilidad de salir del barrio donde les tocó vivir: lugar y tiempo donde se seducen, se desnudan, se expresan. Personajes cuyo espacio habitacional es la zona oriente de la Ciudad de México: las colonias Puebla y la Agrícola Oriental y sus antiguos llanos, las canchas de beisbol del Deportivo Oceanía, la fábrica, y los bordes del municipio de Nezahualcóyotl o las cercanías de Texcoco, espacios reales y conocidos por el autor. m a lm recurre a la oralidad, el habla, el decir de los personajes y los sitúa

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en correspondiente estrato social. Por allí deambulan el Mocote, la Araña, el Cacagrande, el Carnes, la Tambochas, la Meña, la Pinga, el Veneno, la Macana, la Morongona, todo un maremágnum de pícaros, prostitutas, travestis, violadores, cornudos, padrotes, esquizofrénicos, para-noicos, adictos al alcohol, la marihuana o el cemento. Seres orillados a la soledad, la locura y la marginación familiar y donde no hay espacio para remordimientos ni arrepentimientos, y que en el apodo llevan su penitencia: su condición social, sexual y moral. Todos tienen un pasado y en el hilo narrativo aflora en conductas terribles: tienen una presencia y una ausencia, y “se conforman con recordar lo recordado en otras ocasiones” Como autor, m a l m también es un primer lector adolescente. Uno percibe el gozo que experimenta por su propia escritura; su sonrisa socarrona pues sabe que el posible lector será su cómplice, porque sabe que en sus cuentos ha encontrado y muestra el tono del humor en el habla y las acciones de los personajes. Con un buen manejo y conocimiento de los dichos, albures y expresiones de doble filo los hace hablar y a veces escucha sus monólogos; en otras, en pláticas de amigos o de cantina, o sencillamente cuando abren su corazón y su pasado y se confiesan ante un lector ávido, creando un lenguaje vivo, un retrato de las expresiones coloquiales del barrio, sin caer en la vulgaridad. El autor ha creado personajes que aún en los momentos más dramáticos sacan el humor y balancean o equilibran las situaciones de sus vidas. Así el doble sentido de la expresión encierra lo dramático de la existencia: la búsqueda de algo, no de alguien; quizá de las perspectivas o los sueños perdidos. Por eso cuando un personaje del cuento “Cuál es la respuesta, Maestro”, éste reflexiona: “.c a d a individuo cumple su destino (...) pues tanto hombres como mujeres llevamos una magia oculta y basta con que alguien la descubra para que se encuentre seducida por ésta”. Disertaciones en torno al sentido y forma de las cosas y las palabras. Triángulos amorosos, celos, traiciones, venganzas. Vueltas de tuerca. A los personajes qué más les puede suceder que no les haya hecho la vida. Al respecto Arturo Trejo Villafuerte ha escrito: “Haciendo uso de un lenguaje crudo

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y no por ello menos depurado, el escritor zacatecano nos arroja al rostro muchas de las partes oscuras del ser humano, los móviles más entrañables para llegar a las situaciones límite o al d e sp re c io .” (Molino de Letras # 6, p. 47) m a l m ha escrito que en su juventud tenía tres grandes pasiones: la literatura, el cine y el béisbol y que al paso del tiempo llegaron otras: su esposa y sus hijas (De veras, maestro, 4a de forros). Pasiones que conserva y rinde homenaje en las dedicatorias de sus cuentos y libros. Pasiones, como el béisbol, que ha practicado desde los nueve años y que en la madurez lo escribe en historias entrañables contenidas en el libro La hora mágica. Por eso ha escrito: “el beisbol es una forma de corretear la vida. El encuentro con las aficiones y las amistades cambian la vida de los hombres”. Sus historias a veces son homenajes a los autores que ha leído, entrelineas escuchamos acaso los murmullos de Borges, Cortázar, Flaubert, Saramago, Edgar Allan Poe; o agradecimientos a personas que han marcado su vida, por ejemplo Jano, de nombre Alejandro Rico, “El viejo Jano”. Por eso en el cuento “Extrainnings” el autor vuelve a ser el adolescente que ya en la madurez de los sesenta años recuerda las palabras de aquel sabio del beisbol: “Verás -nos decía-, la vida es como un juego de beisbol, a nueve entradas, que pueden ser setenta u ochenta años. Si te cuidas, duras todo el juego, pero como el grueso de la gente le tiene muy poco respeto, “explotan”, es decir, los sacan antes de que termine el juego”. La gran lección que nos proporciona Leal Menchaca en todos sus libros, escribe Arturo Trejo Villafuerte, es que nadie está exento de las posibilidades de sufrir en carne propia un dolor, una tragedia, pero también crecer, progresar, amar y conseguir algo mejor de y con la vida”. (Molino de Letras # 6, p. 48) 3. Una poética Desde su primer libro Ansiedad que persigue (1993) hasta Amantes frígidas (2012) hay un tránsito de más de ochenta cuentos, Por lo menos en seis de sus libros incluye un texto introductorio en forma de presentación, prólogo o preámbulo. Algunos los han

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escrito amigos y estudiosos de su narrativa, y otros los ha realizado el propio autor. Y hasta borgianamente, Oliberia, uno de los personajes de Amantes frígidas. Si atendemos que en 2012 publicó el libro de ensayos Como espina en el talón y allí está contenido uno con el título de “El perseguidor del cuento”, donde afirma que “. e l escritor busca el impacto en el lector, despertar en él, no importa que jamás lo vaya a conocer, ese reconocimiento de las pasiones encontradas que se mueven en la angustia; la inestabilidad emocional que hace que fluyan indistintamente la alegría y la tristeza; la soledad y la compañía; el amor y el o d i o . porque finalmente, los propósitos de la escritura terminan amalgamados a los de la lectura. No importa -afirmaba Cortázar- que ya esté todo dicho, es posible que no se haya escuchado bien. Al ser humano, más que las causas, le interesan las consecuencias, pero aun así debemos preguntarnos por todo lo que pasa por la mentalidad de un personaje que se va a quitar la vida o se la va quitar a otro” (p. 217); si atendemos a las palabras iniciales que m a l m ha escrito en sus libros de cuentos y al ensayo antes mencionado, se puede afirmar que sus textos contienen diversos aspectos teóricos, tanto formales como temáticos. Es decir, una poética. Todo texto inicial surge de alguna lectura, de la necesidad emotiva y la de medirse con lo leído. También con la necesidad de trascendencia. Parafraseando alguna sentencia se puede afirmar: Escribe que algo ha de quedar. Por eso en el prólogo a la 3a edición de su primer libro Ansiedad que persigue, escribe: “Lo escribí con la ilusión y la candidez que obligan a toda obra primeriza. Ahora me doy cuenta que tiene muchos desaciertos y fallas, pero aún me dura la ilusión (...) Considero que siempre debemos respetar los momentos y las circunstancias a esta difícil pero feliz tarea de contarle a otro la experiencia de un tercero, sólo así entenderemos que somos, en ese momento y en esa circunstancia, parte de lo que fuimos y de lo que seremos”. Existen escritores que no corrigen sus textos, otros van olvidando sus textos iniciales y acaso rescatan los mejor logrados. También los hay quienes corrigen obsesivamente. Jorge Luis Borges cita que Alfonso Reyes le

dijo: “.publicam os para no pasarnos la vida corrigiendo borradores”. En el prólogo a la 2a edición del libro Mujeres abordando taxi (2008) m a l m reconsidera y toma en cuenta la situación del lector y arriesga una tesis en torno a la mujer, escribe: “En este libro, que orgullosamente apuntaba a un reportaje (. ) El concepto “mujer que no da dinero, da mala suerte” se enseñoreó y el mundo machista en que vivimos sólo se reafirmó en otros peldaños. No obstante, bajo la consigna de quien denuncia el problema es el responsable (el grueso de la gente suele pensar que si no se percata de los problemas éstos no existen) los lectores, que además siempre tienen la última palabra leyeron el libro como si estuvieran en él, implícitamente una afirmación masculina y un vituperio hacia la mujer”. He aquí el artificio casi evidente de esta escritura. Uno como lector piensa que el autor es un perfecto misógino: mujeres golpeadas, violadas, profesionales a medias, voces de mujeres que narran sus desventuras, entre ellas, la imposibilidad del amor. Y no es así, la escritura de m a l m es un espejo a la medida del lector, según su misoginia y otras manías. En acto de honestidad escritural m a l m reconsidera en torno a la corrección del texto: “Esta edición (Mujeres abordando Taxi, 2008) tiene algunas correcciones importantes respecto a determinadas situaciones que ya para el mo­ mento son anacrónicas. La actualización siem­ pre es un buen pretexto para estar en contacto con un público novel, sobre todo cuando los escritores empezamos a envejecer”. Gabriel García Márquez ha dicho que escribe para que lo quieran sus amigos; Jorge Luis Borges afirmó: “. desgraciadamente Ulises no fue escrito para ser leído, fue escrito para algo muy superior, fue escrito para que el autor fuera famoso para ser analizado, para figurar en la historia de la literatura. Pero creo que un escritor debe escribir para la alegría de un lector. Debe sentir alegría al escribir. Yo no sé si lo que yo escribo da alegría a nadie, pero yo me alegro mucho escribiéndolo. Quizás eso baste para justificar lo mío”. m a l m , sin la pretensión de la obra para la eternidad entiende que la escritura es un pequeño ajuste de cuentos con los días vividos, y compartiendo lo que alguna vez

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escribió Jacinto Benavente, cito de memoria o lo habré leído en alguna parte, “La ironía es una tristeza que no puede llorar y sonríe”, en el prólogo al libro A propósito de todo, afirma: “Escribir es un acto de justicia, pues en la escritura envolvemos nuestros temores, frustraciones, inconformidades y sueños fallidos. Escribimos cuando nos duele la vida y así mostramos que estamos vivos”. Por eso “Entre cuento y cuento, entre batazo y batazo, entre hit, ponche y carrera, Miguel Ángel nos va entregando su niñez, adolescencia y buena parte de su juventud. Pero también entrevera sus preocupaciones por el deterioro de la sociedad a la que pertenece y su temor por un final infeliz de México” escribe Gonzalo Martré en su comentario a La hora mágica, Molino de Letras # 6, p.40. m a l m es un narrador que reflexiona, a veces lo hace en voz de sus personajes y en otras se hace cómplice del narrador y com­

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parten las opiniones. La realidad inmediata es cruda, violenta, sórdida y la trama, el discurso narrativo no es suficiente y exige precisiones más puntuales. Por eso concluye: “Creo que algo semejante nos sucede a quienes hipote­ camos todo, por seguir escribiendo; conta­ mos historias que ocurrieron, y aun las que no ocurrieron, a veces no nos importa si son verdaderas. Así que sólo en pos de la palabra, andamos buscando darles cierta verosimili­ tud, para reafirmar que si no fueron ciertas, sí posibles” (Gabriel García Márquez: Dos mo­ mentos imaginarios p. 177) “Finalmente, considero que escribir es cobrarle a la vida aquellos momentos que, por diversas circunstancias, se truncaron. Es nuestra frustración que busca encontrarse con otras frustraciones, las de los lectores potenciales que hoy y mañana se acercarán a nuestros relatos” (Elperseguidor del cuento p. 177).

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Matar a Bo r g e s Sergio Pravaz1

Brilló como un pontífice aunque natural­ mente los pontífices también se mueren. Hace poco tiempo se cumplió un nuevo aniversario de su partida; fue el 14 de junio. El año 86 terminó de envolverlo con la niebla que le fue anunciada por su ceguera. Ha pasado el tiempo y parece que aún respira con fuerza. En términos literarios es bueno matar al padre, agarrar la pala, cavar un hoyo y enterrarlo bien profundo para poder seguir adelante. Este ejercicio es difícil con Borges; todavía mete los codos y se hace sentir de un modo que paraliza; aun así hay que insistir con el parricidio para que el camino sea más ancho y de ese modo, quién sabe, quizás se lo lea más y se hable menos. Tal vez ese sea el modo de quitarle el carácter de objeto invisible porque aún se habla de él como de un jugador de fútbol, pero casi nadie lo lee. Es notable lo que pasa con el autor de La moneda de hierro; un hombre que escribió páginas memorables y declaró a la prensa cosas horrendas (al fin y al cabo era humano) sigue siendo presa de una operación mental de carácter colectivo

1 Periodista y escritor argentino.

que lo sitúa como un dios en un planeta de bárbaros; naturalmente estamos frente a una abstracción interesada de tipo ideológico-comercial; no hay tal dios ni tal planeta de bárbaros. En nuestro país felizmente hay una gran cantidad de escritores y poetas de su misma talla; no es necesario forzar un movimiento de lectura para conocer esto. Aun así, es preciso leerlo en sus libros porque si algo lo destaca es su responsabilidad sobre cada una de las palabras que componen su obra. Si hubiese caminado las calles de Rawson, tal vez habría escuchado perplejo la historia del viejo puente de madera; o del bautismo popular que tuvo el de hierro, quien sabe; tal vez le hubiera agradado que el paso sobre un río lleve el nombre de Puente del Poeta; acaso escribiría algún poema luego de un par de cañas en el bar de Rosselli indagando en los comensales sobre el vigor del viento cuando choca con el mar. Probablemente estuvo desde ese otro que su poderosa imaginación le proveyó cuantas veces quiso, y no nos dimos cuenta; o de uno de sus muchos laberintos quizás saltó algún Borges y como en un sueño que sueña, habitó la vieja pensión de la calle Belgrano. Q ué duda cabe que aún anda por aquí.

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El premio Formentor, compartido con Samuel Beckett en 1961 y otorgado por el Congreso Internacional de Editores le dio categoría de estrella internacional. Comenzaron a llegar las traducciones, los doctorados, las conferencias en el exterior, el Premio Cervantes, el ocioso debate sobre el Nobel y a pesar de toda esa lluvia de nuevas responsabilidades continuó escribiendo sin pausa, o mejor dicho, dictando la raíz de sus palabras. En realidad el m undo no hizo más que descubrir al que ya era. En una oportunidad dijo: “Cada palabra, aunque esté cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete

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el porvenir”. Todo un legado, ¿no?; probablemente un deseo íntimo y una tarea. M atar a Borges no es una encomienda menor. En todo caso es una labor de responsabilidad que nos compromete seriamente a los escritores para trazar nuestro propio camino. Hundam os sin miedo el escalpelo; de la precisión de nuestro tajo saldrán nuevas verdades con un rostro que ya no será el tigre de Blake que tanto admiró. Será el nuestro. Yo he intentado tal operación hace muchos años con un incierto destino; naturalmente lo hice a través de un poema, otra de las formas del conocimiento y por qué no, de liberación.

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a p u e s t a r a d ic a l d e

C r is t in a Riv e r a G a r z a Jorge Iván Garduño *

Con una formación en historia latino­ americana por la Universidad de Houston, la escritora mexicana Cristina Rivera Garza ha creado una obra denominada transgénica, pues entrelaza múltiples disciplinas en su trabajo literario, el cual es posible leer en dos idiomas: castellano e inglés. Sin embargo, una de las mayores peculiaridades que sus libros tienen es la de hablarnos de los límites físicos entre dos pueblos, pero sobre todo, de los límites, diferencias y fronteras internas que existen en el ser humano; porque no hay comunidad humana compleja que no tenga sus propias fronteras. Y es que el periplo que la ha traído en constantes mudanzas desde los límites de Matamoros con Brownsville, la frontera de Tijuana con San Diego o la zona circunvecina entre Toluca y la Ciudad de México, la han motivado -incluso ella misma sin saberlo ni propiciarlo—, a escribir sobre la experiencia fronteriza que no sólo se reduce a un espacio geográfico, ya que en todo lugar físico o mental siempre encontraremos diferencias y otredad.

1 Fotógrafo, escritor y periodista mexicano. jorgeivangg@ hotmail.com

Comprender “al otro” es un ejercicio intenso y alucinante que Rivera Garza experimenta con la literatura, ya que el proceso de leer y el de escribir nos brinda la posibilidad de salir de uno mismo y correr el riesgo de sentir el incendio que ocurre en la piel de otra persona, con toda la complejidad que esto conlleva. La literatura de Cristina Rivera Garza tiene la facilidad de arrojarnos al espejo, de multiplicar nuestros sentidos hacia “lo otro” a fin de que podamos comprender un poco lo que nos rodea, tener esa posibilidad nos vuelve más humanos, nos confronta, nos reta y nos cuestiona partiendo de nuestra individualidad hacia el mundo infinito de la otredad. La fuerza de esta artista por la literatura surge de una necesidad de la escritura, y después de una devoción, un gusto y un compromiso con el ejercicio literario, por el hecho de materializar el pensamiento, pero también por el gran placer de ver cómo se va componiendo una página, una frase, un párrafo, cómo se van engarzando palabras, cómo se van paseando las ideas para vestir el conjunto de un libro, cómo se plasman frases casi vacías o silencios sincopados que pueden ser retomados por el que los lee.

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Ese momento fundamental que produce la escritura, que es el de estar a solas frente a una página o una pantalla en blanco en un rincón frente al lenguaje y nada más, es el que a Rivera Garza le produce un vértigo maravilloso, una aventura extrema por sentirse una orfebre solitaria que pone en riesgo su propia alma dada la carga emocional con la que su obra está escrita. Lugares encerrados, paredes altas, el desierto, el m a r . son temas recurrentes en sus novelas que le brindan al lector una sensación de realidad disonante, que al conjugarse con sus grandes obsesiones como la locura, la muerte, la debilidad, la vulnerabilidad, las grietas que se abren en el cuerpo, la psique y el mundo de la enfermedad, recrean paisajes estrechos en constante cambio, lugares llenos de colores, con texturas firmes y espacios en el que la luz juega una relación estrecha con la perspectiva de los personajes. Los textos de Cristina Rivera Garza han sido publicados en antologías, diarios y en diversas revistas nacionales e internacionales, además de ser traducidos al inglés, italiano, portugués, alemán,

coreano, francés y esloveno, por lo cual el escritor Carlos Fuentes ha dicho de esta autora que es en la actualidad “una de las voces más importantes de la joven generación de autoras y autores mexicanos y latinoamericanos”, asimismo al hablar de su novela Nadie me verá llorar1 mencionó que es “hermosa y perturbadora”. Cristina Rivera Garza, una escritora en que ciertamente la palabra perturbadora podría ser el adjetivo ideal para definir su prosa. Ha sido acreedora de la beca Jóvenes Creadores del f o n c a en dos ocasiones, se le ha otorgado la Beca Salvador Novo, además de que pertenece al Sistema Nacional de Creadores Artísticos desde 2007; ha impartido cátedra de Historia de México y latinoamericana en diversas universidades de los Estados Unidos y de México. Categóricamente la escritura de Rivera Garza es una letra que no da concesiones a nada y que explora la otredad y los límites humanos. 1Prem io Internacional IMPAC-Conarte-ITESM, 1999; Premio Sor Juana Inés de la Cruz, 2001.


olino de Novedades Editoriales A rturo Trejo V illafu erte Y sigue la mata dando. Por lo visto el 2016 fue el año de los muertos queridos, según parece la muerte nunca se cansa y sigue llevándose a muchos amigos. Recién entregamos nuestra colaboración y nos avisan que muerte Betsy Pecanins —el 13 de diciembre—y al otro día muere Guillermo Samperio, con los dos tuvimos encuentros —sobre todo con la catalana-norteamericana— y desencuentros —varios—con el Willie, pero no dejan de ser parte de nuestra biografía. Casi desde siempre, al menos desde 1974, traté, gracias a Gustavo Sainz, a las hermanas Pecanins y asistí con frecuencia a sus galerías; la última * Nació en Ixmiquilpan, Hgo., en 1953. Es egresado de la de la U N A M . Ha ocupado diversos cargos en instituciones culturales y ha sido editor de varias colecciones literarias. Actualmente es profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del U S E H M E R de la misma institución. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Donde la piel canta (poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (ensayos, 2012) E l tren de la ausencia (cuentos, antología, 2012), Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, 2012), Amar es perder la piel (Ed. Molino de Letras-U A C h, México, 2013. 194 pp.), Lámpara sin luz (novela, Fondo Editorial Mexiquense, México, 2013. 267 pp.), Arbol afuera (poemas, antología, Cofradía de Coyotes, México, 2013. 108 pp.), Abrevadero de Dinosaurios (antología de minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 110 pp.), Cartas marcadas (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 112 pp.) y De Neza York a Nueva York. From Neza York to New York. Una antología de poesía de la Ciudad de México y la Ciudad de Nueva York. A bilingual anthology o f the poetry o f Mexico City and New York City (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2015. 220 pp.) y Escobas de fuego (Historias de brujas), (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2016. 126 pp.), Amores chapingueros (antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2016. 126 pp.) y Ret(r)azos (Cuadernos de Pasto verde, Orizaba, 2017. 34 pp.). Es colaborador asiduo de la revista Molino de Letras y todotexcoco.com FC P y S

que recuerdo fue en las calles de Durango, en la colonia Roma, aunque antes tuvieron otra en Hamburgo, en la colonia Juárez, a donde asistía invariablemente a los cocteles de algunos pintores amigos de Gustavo y luego amigos míos, como fue el caso de Armando Villagrán, Arnoldo Coen, Francisco Corzas y luego los nuevos del llamado “No Grupo”, Maris Bustamante, Rubén Valencia, Felipe Eremberg, Jazzamoart y muchos más. Ahí vi y traté seguramente a Betsy y después ya la vi cantar blues en lugares pequeños. Pero hubo una tarde inolvidable cuando vino el magnífico violinista de blues “Papa” John Creach a tocar en un parque de la colonia Polanco y subió al escenario a Betsy, quien cantó sencillamente como los ángeles —bueno, así se dice—; varios años después la vi cantar acompañada de la Orquesta Sinfónica de Baja California, en la explanada de la Preparatoria Iztapalapa 1 - u a c m Casa Libertad, en un concierto que considero sencillamente inolvidable y extraordinario parte de su repertorio de “El efecto tequila”. Guillermo Samperio tenía un mérito principal y sobresaliente: ser hermano de Pastora, una bellísima vedette que causó furor entre nosotros los jóvenes, entre los años setenta y ochenta del siglo pasado y que llegamos a ver en un tugurio que estaba ubicado en la Avenida Doctor Vértiz, allá por la colonia de los doctores. Ella aparecía en poca ropa en la revista Ja-Ja, la cual era la más cercana a una revista picaresca y de caballeros, porque contenía chistes y mujeres haciendo semidesnudos. Cuando trabajé en la Dirección de Literatura del i n b a , lo conocí porque presentamos varios libros de su autoría, uno de ellos había sido merecedor del Premio Casa de Las Américas de Cuba y el otro publicado por la Editorial Grijalbo: Lenin en el fútbol, donde se contaba el movimiento iniciado por los jugadores del Necaxa para lograr un sindicato de futbolistas. En una ocasión, en la casa de Hilda Bautista, llevaba yo en mi saco un botón con el rostro de John Lennon, quien acababa de ser asesinado, regalo de Josefina Estrada que me lo trajo de Nueva York, y el encajoso Willie me lo pidió, se lo presté, lo puso en su solapa y ya no regresó a mí. Lo conocí ebrio y en su juicio, a veces era mala copa y por eso cuando le bajó a los alcoholes y a la hierba que ataranta, me dio mucho gusto. Como director de Literatura del i n b a , nos apoyó cuando la UAM-Azcapotzalco le rindió un homenaje a José Emilio Pacheco por sus 50 años de escritor. Aún el mero día del homenaje, Samperio dudaba que j e p llegara; pero llegó acompañado de

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Cristina y en ese acto pasaron muchas cosas bellas y maravillosas; luego nos fuimos a la cantina “La Noche Buena” y siguieron pasando muchas cosa buenas y fuera de toda proporción. Su literatura era muy buena, tenía muchas ideas y las desarrollaba. A mí como escritor de cuentos me parecía uno de los mejores de México, que significa del mundo. Él había estado en un taller del i p n , cuando éstos eran muy raros y escasos, que coordinaba Andrés González Pagés, y que dio muchas glorias literarias, entre otros Jorge Arturo Ojeda, Raúl Rodríguez Cetina y creo que también Bernardo Ruiz, entre otros. Y pues bueno, se nos adelantó el querido Guillermo. Mis condolencias a su viuda y sus hijos. Sin ninguna duda John Berger (1926-2017) es uno de los grandes escritores del siglo xx, tanto por sus novelas como por su libros teóricopolíticos. En los lejanos años setenta, en 1974 precisamente, en una de sus clases de Literatura y Sociedad sobre literatura en lengua inglesa, Gustavo Sainz mencionó por primera vez a Berger y su magnífica novela G. (Ed. Sudamericana, Argentina, 1973. 416 pp. Colección Horizonte), así nada más, la cual leímos con avidez porque era una historia cruenta, terrible, como hasta ese momento nunca habíamos leído, donde se presentaba el incesto, la traición, el dolo, los personajes principales eran muy humanos y, por lo tanto, muy crueles. Uno de mis escritores ingleses favoritos, Cyril Connolly, presidente del comité que actuó como jurado para adjudicarle el Booker Prize, señaló y aparece en la cuarta de forros de la novela: “G. de John Berger, nos ha conmovido a todos por su humanidad, su alto valor intelectual, su conocimiento de la historia y su compenetración con el sufrimiento de los oprimidos”, situación que siguió solventando y siendo siempre coherente con esa forma de ver el mundo. Tiene otra novela que se publicó en nuestro país donde escribe sobre dos niños de la calle ingleses, cito de memoria pero no recuerdo el nombre del libro, verdaderamente conmovedor, cuando aquí en nuestro país no proliferaban esos niños y adultos que viven en situación de calle. Otro de sus grandes libros es Modos de ver, uno de sus ensayos principales, donde de verdad nos hace ver de otra manera el arte y la fotografía. En una de sus últimas visitas a nuestro país, para presentar uno de sus libros publicado por el diario La Jornada en Casa Lamm, tuve la fortuna de conocerlo, que me firmara sus libros y charlar brevemente con él. Era un tipazo. Descanse en paz.

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Ricardo Piglia (1914-2017) no era santo de mi devoción, leí cuando mucho dos o tres libros de él y creo que no era nada del otro mundo —prefiero, la verdad, a muchos autores mexicanos—, pero llegaron sus libros cuando era “Chic” leer a Benedetti, exiliados y anexos y él era casi parte de ese conglomerado. j e p lo estimaba mucho y a partir de ahí creo que yo también lo comencé a estimar. El martes 7 de febrero, a las 18:57 horas, murió nuestro querido amigo, compañero, cómplice, maestro y todo, Eusebio Ruvalcaba (Guadalajara, Jal., 1951-Ciudad de México, 2017). Por ahí viene un texto de algunas cosas que vivimos juntos, aunque daría todo ello para una novela picaresca. Y ese mismo día murió también el teórico Tzvetan Todorov, a los 77 años, quien dedicó muchos ensayos a nuestro país y a la literatura, era un teórico que necesitamos siempre leer, con muchos libros que son importantes y lo han sido para nuestra formación intelectual, sobre todo sus estudios dedicados al cuento y a la literatura fantástica, como es el caso de Introducción a la Literatura Fantástica (Ed. Tiempo Contemporáneo, Argentina, 1972. 208 pp.). Pero ahí no queda la cosa: muere a los 87 años José Solé, un hombre dedicado íntegramente al teatro, y la querida maestra Teresa del Conde, a los 83 años: a ambos los conocí cuando trabajaba en la Dirección de Literatura del i n b a y coordinaba La Semana de Bellas Artes. Descansen en paz estos dos grandes maestros del Teatro y las Artes Plásticas. Y a los pocos días fallece la editora Neus Expresate, a los 83 años, la “e” de la Editorial e r a (los otros fundadores son Azorín y Rojo), a quien conocí cuando hacía trabajo en la Imprenta Madero para Editorial Oasis y luego para Casa del Tiempo de la u a m . Muy buena persona, conocedora de su oficio y solidaria con la mejores causas. Descanse en paz. Amores chapingueros es una recopilación debida

a Rolando Rosas Galicia, Moisés Zurita Zafra. Eduardo Villegas Guevara y quien esto escribe, son 29 relatos, entre estampas, crónicas y cuentos, que hablan de muchas de las cosas que suceden en siete años entre las bardas de nuestra amada Universidad Autónoma Chapingo. Muchos estudiantes llegan a la UAch siendo niños y aquí comienza su vida afectiva y educativa formal para lograr ser ingeniero

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agrónomos en algunas de las tantas especialidades que ofrece la Universidad. Llegados de todos lados, con formaciones culturales diferentes que, en muchas ocasiones, chocan con los de sus compañeros de aula, la vida dentro de la UAch no es un “lecho de rosas” como dijera Cuauhtémoc —el héroe, no el futbolista—sino un choque o un reencuentro con cuestiones que se deben de saber y se deben de conocer. Un libro que permite la reflexión y el escrutinio de lo que eres y lo que fuiste como persona, sobre todo si eres uno de esos chapingueros de corazón que han dejado jirones de su vida entre las bardas de esta institución. D e N eza York a Nueva York. From N eza York to New York. Una antología de poesía de la Ciudad

de México y la Ciudad de Nueva York. A bilingual anthology o f the poetry o f Mexico City and New York City, es debida al talento y dedicación de Roberto Mendoza Ayala, Stephen Bluestone, Rosalind Resnick, Arthur Gatti, Gordon Gilbert y Evie Ivy, además claro de su editor Eduardo Villegas Guevara, la sui generis antología, que tiene como antecedente remoto y cercano a El Corno Emplumado / The Plumed Horn, la cual fue una revista de poesía fundada por Margaret Randall y Sergio Mondragón que sintetizó de manera festiva el espíritu de los años sesenta y nos entregó traducciones muy buenas sobre todo de poetas de la Generación Beat, vuelve a reunir a varios autores nacionales de la ciudad de los rascasuelos y de la ciudad de los rascacielos. Muy digna y muy interesante, escucharse en otra lengua siempre te hace reflexionar sobre lo que haces y has hecho. Vale mucho la pena asomarse a sus páginas y descubrir a varios autores que no son tan conocidos, por lo que es una lectura propositiva y rica, con muy buenos contenidos que si bien es cierto no están todos los que son sí están los que deben de estar. Un súper libro, debemos de decirlo así, con todas su letras, es el par de ensayos de Maurice Blanchot: Lautréamont y Sade (Ed. f c e , México, 2014. 262 pp. Traducción de Enrique Lombera Pallares), donde se ocupa de dos escritores que conmueven a las buenas y a las malas conciencias de este mundo, aunque por motivos distintos —aparentemente—y en etapas también distintas, pero ambos singulares y novedosos, geniales, y dignos de lectura hasta la fecha. No dejan de impresionar estos dos grandes de las letras y en sus ensayos Blanchot nos dice el porqué de esa atracción.

En solemne ceremonia celebrada la tarde-nochemadrugada del 16 y 17 de enero del 2017 en la cantina “La Covadonga”, ubicada en las calles de Puebla, entre Orizaba y Córdoba, los jurados del xix Concurso Internacional de Cuento Navideño, Súbito, Breve y Electrónico, Gerardo de la Torre, Marcial Fernández y Leo Mendoza —según sé—, dieron a conocer que el primer lugar del certamen correspondió al cuento “Infierno”, de Karen E. Villalón; el segundo sitio los obtuvo “Hotel Trump Nacional”, de Juan Manuel Labarthe, mientras que el tercero, “¿Qué he hecho?”, de Isidro Guillom. El jurado otorgó asimismo tres menciones honoríficas a los cuentos “Navidad en familia”, de Carla Cárdenas; “Roja Navidad”, de Adrián Cabrera, y “¡M'hiiiiiiijo!”, de Marco Antonio Silva. Los premios, según las bases del concurso, se repartieron entre los participantes que asistieron a la ceremonia, mientras que los ganadores ausentes recibirán su diploma vía internet. Los cuentos seleccionados se podrán leer en el portal de www. ficticia.com a partir del 24 de enero.¡Felicidades a los ganadores, a los organizadores y jurados! Otro concurso que nos llamó la atención fue el de Cuento Satírico “Gonzalo Martré” organizado por la fundación “Tomatian” (“Tiempo del saber”), la cual dio su fallo siendo los jurados los maestros Gonzalo Martré, José Falconi, Carlos Gómez Carro, escritores de reconocido prestigio, quienes decidieron que el ganador del primer lugar fuera Gerardo Ramón García Domínguez y dieron mención honorífica a Juan Carlos Castrillón. Según informó en un escrito sumamente mal redactado la presidente de la fundación “Tomatian” (“Tiempo del saber”), la escritora (sic) Martha Miranda Gómez. Nos llegó Crítica No. 166, 167, 168 169 , 170 y 171 la “Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla”, la cual es una publicación muy especial y que debe de leerse con atención, ahí lo mismo cabe una opinión de (Anti) Christopher Domínguez que de alguna de las mujeres del Infrarrealismo (La Lupita de José Peguero, quien según una entrevista ahí publicada, es según su decir, casi la fundadora del Movimiento, y cuando andaba con ellos ¡ni siquiera hablaba!) y así por el estilo, un contenido que tendríamos que catalogar como plural y multi significativo, que precisamente eso es lo que hace rica a esta revista que ya llega al número 172 y nos acaba de llegar el 173, los cuales leeremos con gusto y atención, además de hacer la nota respectiva.

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Y todavía siguen sobre nuestra mesa: de la cual hablaremos en un número posterior de nuestra revistas: Teoría y didáctica del género terror de Jaime Ricardo Reyes (Cooperativa Editorial del Magisterio, Colombia, 2007. 206 pp. ¡Un librazo!); Los 43. Antología Literaria (Ediciones de Los Bastardos de la Uva, México, 2015. 190 pp.) de Eusebio Ruvalcaba y Jorge Arturo Borja —compiladores—y Ricardo Lugo Viñas —editor—; Don quijote ¿muere cuerdo? y otras cuestiones cervantinas (Fondo de Cultura Económica $85.00) de Margit Frenk; Los hijos de Yocasta. La huella de la madre (Fondo de Cultura Económica $115.00) de Christiane Oliver; El viaje que nunca termina. La narrativa de Malcolm Lowry (Fondo de Cultura Económica $175.00) de la canadiense Sherrill E. Grace; Los muertos no cuentan cuentos. Antología de narrativa joven del Estado de México de José Luis Herrera Arciniega (antologador) y otra

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gran cantidad de libros mágicos y maravillosos que, por fortuna, aparecen en un país de no lectores, empezando por ciudadano presidente de la República y todos sus secretarios, cuyo lema es “Joder a México” ¡Ver para creer! Y por cierto desde estas páginas, reitero mi apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas y a los trabajadores de Mexicana de Aviación, porque les asiste la razón, y repudio las políticas antipopulares, rapaces y mezquinas del Estado Mexicano: ¡No a la nueva Ley Laboral, a la Reforma Educativa y Energética!, ¡la Patria no se vende!, ¡no a la privatización de la energía eléctrica y del petróleo! Igual sigue mi protesta por la desaparición de los 43 normalistas de la Normal de Ayotzinapa, Gro. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” y no a la represión institucional contra los maestros.

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U n iversid ad A u tó n o m a

CHAPINGO

Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural Más de cien investigadores de 15 unidades académ icas 15 m iem bros del Sistem a Nacional de Investigación P ro g ra m a Huma(pidades


usebio Ruvalcaba 1 9 5 1 - 2 0 1 7 Nació en 1951 en Guadalajara, Jal. Alos 25 años decidió convertirse en escritor y los 40 años que le dedicó a la literatura escribió más de 60 libros, publicó en varios periódicos de circulación nacional, así como en revistas e impartió talleres literarios. Entre sus libros publicados destacan: en novela, Un hilito de sangre, John Lennon tuvo la culpa, Sangre de mujer;

cuento, Al servicio de la música, Las cuarentonas, El sol de hace daño a los ancianos, ClintEastwood hazme el amor, 1994, Cuentos pétreos; poesía, El frágil latido del corazón de un hombre, Con olor a Mozart, El argumento de la espada, El diablo no quedó defraudado; ensayo, Primero la A, Con los oídos abiertos, Un año con Mozart; epistolar El hombre empuja al hombre; Cartas a Coral;

aforismo Heridas sin sutura. En 1991, recibió el Premio Nacional a Primera Novela “Agustín Yáñez” por Un hilito de sangre, que después se haría película; en 1992 recibió el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí por su libro Jueves Santo.

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