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Escuela de buceo en Texcoco
Certificamos desde nivel bรกsico hasta especialidades con varias agencias internacionales CMAS / IANTD / SDI
Aquatic UnderWorld Buceo
En Madre Tierra puedes tomar una rica bebida y acompanarla con una rebanada de pastel, un panque de limoรณn, una crepa o bien, la propuesta de la casa: chapatas hechas a base de aceite de oliva con especias como ajo, pesto, romero... Te esperamos en: Calle 2 de Marzo casi esquina con Aldama
Madre Tierra
595-955-4297
Foto: ©Jorge Ibarra
Directorio Director fundador Moisés Zurita Zafra Dirección Juan Jorge Díaz Rivera Edición Patricia Castillejos Consejo Editorial Ignacio Trejo Fuentes Rolando Rosas Galicia Eusebio Ruvalcaba † Estrella del Valle Isolda Dosamantes Minerva Aguilar Temoltzin José Francisco Conde Ortega Arturo Trejo Villafuerte Miguel Ángel Leal Menchaca Marcial Fernández Marco Antonio Anaya Pérez Fabiola García Hernández Refugio Bautista Zane Álvaro González Pérez Alberto Chimal Gildardo Montoya Castro Pablo Ortiz del Toro Pedro Mendoza Diana Areli Jerónimo Romero Valeria Alejandra Ochoa Cruz Corresponsales Mónica Palacios Pedro Cabrera José Luis Herrera Arciniega Raúl Orrantia Bustos Raúl de León Eduardo Villegas Will Rodríguez Adrián Mendieta Moctezuma Samantha Martínez Maya Información David Zuriaga Jiménez Diseño Gráfico Juan Jorge Díaz Rivera José Luis Delgado Mendoza Álvaro Luna Castillejos Fotografía Juan David Sánchez Espejel † Malí Marcof Jorge Enrique Ibarra Sánchez Captura Amaranta Luna C. Publicidad Tel. (01 595) 9556977 Cel. 5519546810 Prácticas profesionales Diana Valeria Molina Almaraz Viviana Patricio Cruz Erika Jaqueline Meza Monsalvo
Portada: Violencia de género Fotografías: Jorge Ibarra Composición: Álvaro Luna Castillejos
editorial
sumario Poesía
Alex Sanciprián Gildardo Montoya Castro Víctor Hugo Pedraza Ariel López
Fotos: ©Jorge Ibarra
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Narrativa Episodio número cuatro del Chafierete – Eduardo Villegas Guevara 10 Mírame a los ojos cariño – Alejandro Ordóñez 13 Una tarde de verano – Eva Beatriz Cano González 14 Flor de Tuna (Novela por entregas) – Raúl Orrantia Bustos 25
CARBONERA Bárbara Vargas Martínez 28
este número:
VIOLENCIA DE GÉNERO
La cosificación de la mujer en un cuento de Chejov – Adán Echeverría 30 Conversaciones innecesarias – Ana Hidalgo Vicuña 34 Mejor te quedas conmigo – Adriana Valentina Hernández Pérez 37 Equidad de género – Carla Alanís 39 Déjà vu – Yeraldín Velasco 41 Feminismo, feminismo, feminismo,… - Mónica Ochoa 43 Historias de Ciencia no ficción La (in)existencia de la elección del determinismo y el libre albedrío - Pablo del Toro 46 Ensayo Cumbres borrascosas, el grito de libertad de Brontë – Jorge Iván Garduño 51 Acciones y hechos de Pablo Neruda – Arturo Trejo Villafuerte 53 Entrevista a Gildardo Montoya “La armónica que tocaba mi padre, guía mis pasos, mi poesía” – Omar Alí Rodríguez Castillo e Isaías Arturo Espinosa Espinosa 58 Recomendaciones/Reseñas Molino de Novedades Editoriales – Arturo Trejo Villafuerte 62
Encuentra en www.molinodeletras.org nuestra edición digital:
Molino de Letras, Año 19, No. 108, julio-agosto 2018, es una publicación bimestral editada por Fortunato Moisés Zurita Zafra. Calle Miguel Negrete 336 L. 15 C. 40, Fraccionamiento Xolache, Texcoco, Estado de México, C.P. 56110, Tel. 5519546810, zurit9@hotmail.com. Editor responsable: Fortunato Moisés Zurita Zafra. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2011-062209030200-102, ISSN: 2007-5650, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, licitud de título: 4769, licitud de contenido: 147, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por Imprensel, S.A. de C.V. Av. Catarroja No. 443 Int. 9, Col. María Esther Zuno de Echeverría,Iztapalapa, D.F., México C.P. 09860 Tel. 58661835. Este número se terminó de imprimir el 15 de julio de 2018 con un tiraje de 3 000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación si se cita la fuente. molino_de_letras@yahoo.com.mx; zurit9@hotmail.com; zurita@correo.chapingo.mx; contacto@molinodeletras.org
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La otra mirada, al fin del año Año Nuevo y tal vez mañas las mismas. Nada de cerrar círculos o poner metas. La travesía de un año es el tiempo metiéndose en la entraña, en el rostro. Que la felicidad es cosa particular: como cumplir el antojo circular como sonrisa hechiza en el selfie como olvidar sabiendo que pifié. La serenidad y el alma templada llegan a la hora acicalada: de cuando hurgas la otra mirada Y observas el rostro en el espejo. Y oyes susurros, de fiesta, perplejo. Y dices un poema en el festejo.
Alex Sanciprián1
Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam. Ejerce el periodismo y es editor del portal todotexcoco.com 1
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¡El Circo!
Allá en el circo de mi pueblo, como pude junté los pesos para el boleto. Emocionado entré; nadie al sentarme; nadie en las gradas. Miré la humilde pista: una jaula, un viejo leopardo somnoliento; dos payasos en silencio. Nadie entraba. “Jovencito, --me dijo la trapecista; medias zurcidas, vago maquillaje; “... no habrá función de circo” Miré de la muchacha su llanto.
A qué sabrás A qué sabrás, huida; rasga, rasga, guitarra; caricia de otras manos. Recuerdo-recuerda. Tatuaba en mí el deseo de tu música, aparecías... Rasga, rasga, huida.
Gildardo Montoya Castro1
Periodista y escritor que trabaja en la Universidad Autónoma Chapingo. 1
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Sentirte Caminar por esta ciudad me recuerda a ti: tu perfume, tu sonrisa, tu voz. Habitan en mi recuerdos, tan vivos: lúcidos, que desbordan mi pensamiento, para anidarse en el corazón. Saberte en una estrella o en una rosa única, complace mis sueños, los desata junto a una ola de esperanza. Todas las noches miro el cielo, cierro los ojos: ¡te veo! Eres el universo que cabalga en la inmensidad de mi universo, el que vive en el cosmos: ese que fuego es.
Víctor Hugo Pedraza1 Originario de Naucalpan, Estado de México (21 de septiembre de 1977); estudia el séptimo semestre de la licenciatura en Lengua y literatura hispánicas en la UNAM; trabaja como barista en su cafetería: “Travesía, Café”. De manera independiente publicó un poemario titulado Poesía; colabora en la revista electrónica Sombra del aire; en 2010 escribió un guión radiofónico para el programa Reacción que se transmitió en la estación Reactor 105.7 FM. del Instituto Mexicano de la Radio; de forma amateur practica la fotografía y las carreras de fondo (10K). 1
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Luna buscando su rostro en el cielo Te veo emerger del océano de cuerpos retorcidos, músculos interpretando la desesperación de las olas. Veo el trazo de tu camino cortar la fría tonada de azules y negros. Tus puños, mujer recorriendo la marea del llanto, que se aferren a la voluntad blanca, escalera fantástica de plateados barandales. Libres tus colores de los cuerpos fríos y pálidos sumergiéndose entre ellos. Eres luz acariciando nuestras ahogadas cabezas.
para María Cristina Martín Rosado
Ariel López
Nace en Guatemala en 1992. Licenciatura en Biología por la Universidad Autónoma de Yucatán. Con Violeta Azcona y Fernando Vázquez fundó el taller literario Espías de la interzona. 1
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Reseñas
Episodio número cuatro del Chafirete
Eduardo Villegas Guevara1
Cumplí más de tres años detrás de un volante de taxi. Durante ese tiempo conocí la ciudad más que en los veintitantos años que tengo de vivir en ella. En esos cuarenta meses de ruletero me creció la barriga y el brazo izquierdo me quedó todo moreno por las quemadas del sol, ya que, como buen taxista, el codo iba por fuera de la ventanilla y con la mano pedía permiso para cambiar de carril. A veces, cuando se requería, mentaba madres y pintaba unas cuantas cremas. Por supuesto que me sucedieron varias peripecias en mi breve etapa de ruletero. Es posible que algún día escriba las escenas eróticas que me tocó presenciar y donde mi Celestina unidad ecológica jugó papel importante. Ahora sólo quiero contar lo que me sucedió en Anillo de Circunvalación, justo antes de llegar a San Pablo. Ese día me levanté con la pata izquierda, pero cuando menos me levanté. Otros cuantos miles de capitalinos, seguramente no fueron a trabajar y se quedaron dormidos y, por lo que a mí respecta, me pusieron a parir chayotes, ya que el pasaje estaba escaso. Después de andar vuelta y vuelta gastando la magna sin, y contaminando la capirucha de todo corazón, me dije, si no hay pasaje, cuando menos voy a echarme un taco. Pero no crean que me regresé a casa de mi jefa. Tampoco me detuve en ninguna fondita. Resulta que venía circulando por la avenida Ocho. Luego di vuelta en Fray Servando y más adelante en Héroes de Nacozari y, en menos que canta un gallo, llegué a Anillo de Circunvalación. Así pasa; cuando uno no trae pasajero, llega uno de volada a cualquier sitio. Cuando alguien viene ocupando la unidad, el tráfico se pone de la patada. No crean que el chofer se hace menso dando vuelta y vuelta para ganarse unos cuantos pesos de más. Estando ya en Anillo de Circunvalación, me pegué a la derecha. Si sale algún pasajero, pues ya la hice, si no, cuando menos, me echo un taco de 1 Nació en Palmillas, Tamaulipas, en 1962. Es ojo. La mejor hora para admirar las frutas Profesor Investigador de la uach y director de prohibidas que La Merced ofrece para la Cofradía de Coyotes. Obtuvo el Premio de Testimonio y el Premio Nacional de Literatura nuestro apetito sexual es entre las cinco Gilberto Owen, además de la Presea Estado y la siete de la tarde; cuando las sombras de México 2004, “Sor Juana Inés de la Cruz” todavía no pueden engañar a nuestras en Artes y Letras, por el conjunto de su urgencias. Así que haciendo fila detrás obra literaria. Su publicación más reciente aparece en Amores Chapingueros (crónicas) de otros taxis, continuaba avanzando por coordinado por Rolando Rosas, Moisés Zurita Circunvalación. y Arturo Trejo Villafuerte.
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A pesar de las rejas y pese a tantos vendedores ambulantes, mis recordadas damas siempre encuentran el espacio exacto para mostrar su mercancía. El producto se encuentra casi desenvuelto de no ser por las blusas pequeñísimas y calzones multicolores a la vista de todos. Usted encontrará un gran surtido: morenitas de verdad y rubias a fuerzas; gorditas simpáticas y otras con las carnes desparramadas y mucho más. Algunas con chicles masticados hasta el cansancio o simplemente hojeando una revista. Este paraíso no está oculto, pero sólo tiene una forma de dejarse conocer. Son hembras que se alquilan por unos cuantos pesos. Otros prefieren las mujeres de Sullivan, las ninfas de la avenida de los Insurgentes o aquellas que adornan la calzada de Tlalpan. Pero, para mí no hay nada como los antros cercanos a La Merced, ahí llegan las damitas de Anillo de Circunvalación y San Pablo, sin olvidar el ya histórico templo del amor: El hotel de La Soledad. Entonces avanzaba por Circunvalación y, unas cuantas cuadras más adelante, comencé a sentir unas agradables punzadas debajo de la mezclilla. Justo en esa agradable sensación, una morenita me pidió la parada. Esta es de la calle, me dije. El ombligo al descubierto parecía confirmarlo. Se veía como una niña de catorce o quince años, de no ser por el excesivo maquillaje y con un cuerpecito sabroso. Seguramente está terminando su jornada y se va a descansar, me dije. ¡Ya la hice! iYa tengo pasaje! Entonces llegué a dónde me esperaba y le abrí la portezuela. Cuando estaba a punto de abordar el taxi, la escuché gritar: iUta, madre, déjame! Grito algo por el estilo. Después de la sorpresa caí en la cuenta de que otra mujer morena la jaló del cabello y, con el jalón, la sentó de nalgas en el pavimento. La mujer que apareció de repente y tirando golpes, tenía la misma fisonomía de niña que mi primera pasajera; en su cuerpo se fermentaba todo lo femenino y también andaba vestida para mostrarse a las miradas ansiosas y realmente seguía siendo una niña. Te dije que me esperaras, gritó la mujer que apareció deteniendo a mi pasajera. Tú ya me vales madres, respondió mi pasajera aún con el trasero en el asfalto. Pero su respuesta la hizo acreedora a un par de buenas cachetadas. En ese momento mi pasajera comenzó a llorar y sólo entonces la otra mujercita se compadeció de ella y le ayudó a levantarse. Qué bueno que todavía existe el amor en este planeta, me dije. En seguida, agarré el cintillo de la puerta para cerrarla y seguir mi destino. Tenía el propósito de buscar algún pasajero o, cuando menos, de seguir viendo a las hembras de la calle, pero la mujer que se descontó a mi pasajera me dijo: ¡Espérate, chofer! Reaccioné de volada y le metí la pata al freno. “Déjame acompañarte a la casa”, le dijo la jaladora de cabellos a mi pasajera con una ternura antes no imaginada. La otra asintió sorbiéndose los mocos. La golpeadora le acomodó los cabellos y la dejó pasar en primer lugar. Váyase derecho, me ordenó y le metí pata para avanzar. En el camino las iba escuchando y, de vez en cuando, las observaba. Una decía que no tenía ningún interés en la otra. La otra le contestaba que no le creía y que era una farsante. Yo seguí derecho. Pasé el mercado de Sonora y el mercado de la Viga. Cuando iba por las Torres —Sur 71— me pidieron que diera vuelta a la izquierda. Entonces circulé sobre avenida Coruña. Después de cruzar La Viga, me ordenaron entrar por una callejuela de la colonia Santa Anita. Dos cuadras más adelante me pidieron la parada. Detuve la unidad y les dije cuánto marcaba el taxímetro. La mujer que descontó a mi primera pasajera me pidió que la esperara: Voy a regresar
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a dónde subí, me dijo. Y, ¿qué tal si no regresa? Le pregunté. Mejor dígame si van a pagarme el viaje, sino me voy a talonearle a otra parte. No sea tan desconfiado, me dijo la otra; claro que vamos a pagarle, pero si quiere acompáñenos a la casa. Sí, dijo su compañera, vengase con nosotras, pero deje bien estacionado el taxi. No es mala idea, acepté: sirve que estiro las piernas un poco. En seguida dejé el coche pegado a una pared, porque la calle era bastante estrecha y no quería que algún otro vehículo me abollara la carrocería. Entraron primero por un largo pasillo, que tenía a los lados varias puertas. Las casas consistían en un sólo cuarto. Adentro, las dos mujercitas contaban con una mesa de madera y cuatro sillas. Contaban también con una pequeña cama al fondo, pero ni siquiera tenían una cortina de plástico para separar las partes de la habitación. Así que me enteré de sus pleitos y de sus cosas, cuando se pusieron a platicar sobre la cama. Me enteré de que la morena le jugó chueco a la otra. Aquella se defendió alegando que lo hizo por dinero y que no tenía ningún pinche sentimiento cuando se metía con un hombre. Eran dos niñas extrañas discutiendo sus emociones. A ver, insistió la primera, demuéstrame que no lo quieres. Para demostrárselo comenzó a besarla y yo no podía dejar de mirar. Es más, no podía evitarlo. Me acomodé tranquilamente en la silla de madera. Ambas se desnudaron y le pusieron mucho cariño a su reconciliación. Cuando estaban plenamente entrepiernadas y se frotaban con real frenesí, mi garganta se resecó y exhaló un gruñido. Ellas voltearon a verme y tenían una risita en la boca. Disculpe la tardanza, me dijo una de ellas sin desconcierto. Si quiere aprovechar el tiempo, dijo la otra, porque no se hace una mientras nos ve. Estúpidamente dije: ¡No, muchas gracias; solo quiero que me paguen. Si, dijo la primera de ellas, ahorita arreglamos eso. En seguida volvieron a las andadas. Yo seguí observándolas y, al chico rato, después de un grito que más bien parecía un maullido de gato clausurando la noche, terminaron una encima de la otra. Su respiración tranquila y sus dedos entrelazados con fuerza, me hicieron comprender que tardarían bastante tiempo en levantarse. Así que mejor abandoné el cuartucho y abordé mi vocho. Ahora que llegue a la casa me desquito, me dije pensando en mi mujer. Pero no alcancé a llegar. Mientras estuve delante de las dos mujercitas estaba excitado, con el miembro endurecido, pero sin ganas de penetrar a nadie ni siquiera de manipularlo yo sólo. Pero, en cuanto aparecieron en mis pensamientos y las vi una encima de la otra, formando ríos de humedad y ronroneando como gatitas juguetonas, me fue imposible controlarme. Me imaginé que las dos se frotaban para calentarme y me vine en un dos por tres. Ni modo, ha sido una de las pocas veces en que no me he podido aguantar una chorreada. Por eso quise contarles la historia de esta ruleteada, no para hablar de las mujeres públicas de la ciudad, sino para que tengan cuidado al abordar un taxi. Si necesitan limpiar algo de su propiedad, por favor, no pidan prestada la franela que cargan los taxistas. Si la necesitan de verdad, tómenla por un momento, pero no la vayan a desdoblar. Piensen ustedes que, entre los dobleces, puede venir el recuerdo de algunas pasajeras que pagan el viaje dejándose ver. Historias como esta tengo muchas. Atracos también. Vivimos en una ciudad que tiene todo escrito, desde lo más luminoso hasta lo más oscuro.
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Mírame a los ojos cariño Alejandro Ordóñez
Quizás se conocieron por casualidad, si es que tal pueda ocurrir en internet. Ella, de nombre Gretel, dijo ser espía alemana; él, de nombre Bond, agente secreto de la reina. Él, un hombre maduro; ella una muchacha, según se apreció en las fotos que se enviaron. Gretel buscaba información para los nazis; Bond, ya se sabe, disfrutaba con la compañía de hermosas mujeres, así que no esperaba más. No supieron de quién fue la idea, pero la clave secreta para evitar suplantaciones de identidad quedó pronto establecida: aparecía la foto de Bond y la leyenda: “Mírame a los ojos cariño”. “Para que sepas cuánto te quiero”, contestaba Gretel y su imagen se dibujaba en la pantalla. Durante meses Bond fue tomando el control, aunque no siempre resultó fácil vencer los pudores de esa jovencita, como cuando le exigió el envío de fotos audaces en las que lucieran a plenitud sus encantos; ella se negó y él, en represalia, interrumpió los contactos una semana hasta que apareció en la pantalla la consabida frase y la anhelada fotografía de ella en actitud provocativa. Los juegos eróticos fueron más fáciles, pues una Gretel domeñada obedecía sin chistar las instrucciones que los llevaban al clímax; esclava fiel, se tocaba aquí, se pulsaba allá, hasta que la excitación los vencía y ponían fin abruptamente a las transmisiones. Gretel dijo poseer un secreto que permitía a la pareja alcanzar el éxtasis de los dioses, pues a una oleada de placer le sucedían otras cada vez más fuertes, hasta que uno temía morir en pleno gozo. Bond quiso conocer más, pero Gretel fue implacable: esas cosas se hacen, no se dicen. Presa de la curiosidad Bond propuso un encuentro personal; esa vez fue ella quien cortó la comunicación durante una semana, pero cuando volvió a buscarlo él supo que había ganado la partida. Bond se encargó de todo: un sitio de lujo que garantizaba absoluta discreción, pues era utilizado por políticos y por mujeres casadas, de alto nivel social. Media hora antes de la cita Gretel recibió un mensaje escueto: 1025, decía. No necesitó más, dejó el auto cerca del hotel, bajó por la rampa que llevaba a un estacionamiento en penumbra –para tranquilidad de los huéspedes– y abordó un discreto elevador que la llevó directo al décimo piso. La puerta estaba entornada, ella se asomó a la habitación, el hombre –lucía mayor que en las fotos–, le dijo: “Mírame a los ojos cariño”. “Para que sepas cuánto te quiero”, contestó ella –con tímida voz y mohines de niña–, pero ya sus cuerpos se fundían en un beso doloroso y un urgente abrazo, mientras se arrancaban con desesperación las prendas; sin embargo, fue Gretel quien llamó a la cordura, pues si se dejaban llevar por sus ansias no llegarían lejos. Bond comprendió que había perdido el comando de las acciones, pero no le importó. Gretel lo recostó y con cintas rosas sujetó a la cama los brazos y las piernas de Bond. Vendó sus ojos con un listón negro y empezó a pasar un hielo por su rostro y por su pecho, luego, con inusitada destreza lo fue llevando del umbral del dolor al placer y otra vez al dolor, para volver al principio que es el fin, mientras una oleada sucedía a otra y hacía temer a Bond que en ese interminable frenesí se le iría la vida. Recuperada la calma, Gretel retocó sus labios 1 Autor de siete novelas, de ellas, Cábulas fue con carmín, ajustó la pañoleta y con los lentes oscuros publicada por Plaza y Valdés en 1987 y ha en la mano acercó su rostro al de Bond para decirle obtenido varios premios en cuento. Escribió en un susurro: Mírame a los ojos cariño... pero él no guiones para “Hora Marcada” y en su columna respondió, sus ojos fijos parecían ver hacia dentro de “Taches y Tachones” ha publicado material diverso desde hace varios años en varios medios sí mismo, y una soga atada fuertemente en torno a su impresos y en la Web, como cuentos, crónicas, cuello hacía suponer que tal vez Bond no volvería a análisis políticos y artículos de opinión. mirar a nadie. Editorialista en dos programas de radio.
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Una tarde de verano Eva Beatriz Cano González1
Mamá, papá y Laurita van al naranjal por la tarde a ver cómo se va a dar la naranja este año. Ya ha pasado la temporada de “seca” y las lluvias están presentándose bien, parece que habrá buen tiempo y la fruta va a crecer. Anoche llovió bastante, cayó una de esas tormentas del verano que asustan a los niños, pero dejan un alivio fresco para los naranjos después de la agonía de mayo. Para papá, esta lluvia ayuda a llenar la presa bastante honda que han cavado y que ayudó a mantener verdes a sus árboles. Ahí van los tres, como cada domingo, a ver qué bonitos van los naranjos. Caminan hacia los mandarinos, después cortan frutas para llevar a la casa y se van a dar una vuelta a la presa. Pero esta vez hay unas inesperadas visitantes, se ven furiosas, ¡vaya sarcasmo!, han venido a refrescarse en las aguas de papá y encima se molestan por ser interrumpidas en su baño. Estas amigas mugientes así son, desconsideradas y altaneras, pero uno qué les puede discutir. Mamá y papá caminan tranquilamente hacia la orilla de la presa, Laurita se ha quedado atrás cortando algunas naranjas, sin percatarse de la presencia de las visitantes. Desde ahí podrá observar la escena que ocurre a continuación. Desde la rampa que conduce hacia la parte más baja de la presa, salen las señoras vacas mugiendo, con su caminar lento pero pesado y furioso, mientras papá y mamá caminan despreocupados hacia la orilla. Por la forma de caracol con que se ha construido la presa, se encuentran junto a la parte más profunda. Mientras hablan de cómo ha subido el nivel del agua y cómo eso les servirá para pasar los días de la canícula que se acerca sin perder la cosecha, no se dan cuenta de las patas que se acercan a sus espaldas, descontentas con la invasión. “Qué sitio tan inoportuno 1 para discutir, señoras”, habría que Tiene 20 años, es estudiante del 5º año de Fitotecnia, originaria de la comunidad de decirles a esas majaderas, justo al Llanos de San Lorenzo, Papantla, Veracruz. borde del hoyo y sin saber nadar, que Ha obtenido reconocimientos por mérito de poco serviría con la tierra fangosa académico desde la Preparatoria Agrícola. 14
que se acumula en el fondo. Ay que miedo, ahora que papá se ha dado cuenta de la complicada situación e intenta afrontar a las vacas gritando y aplaudiendo, como queriendo decir, “sí señora vamos a platicar, pero más para allá que va usted a echarme al agua”, pero con todo y sus esfuerzos por hacer sonidos que la señora pueda entender, las cosas no funcionan, parece ser que se ha equivocado de lenguaje y la señora está entendiendo los peores insultos a su persona. Ay que furiosas se están poniendo, ay cómo gritan, ay no me empuje por favor… Aquí sonaría, entonces, un piano acelerado, un violín en corcheas, una música rápida de esas que se usan para ambientar el teatro mientras a uno se le ponen los pelos de punta y se olvida de respirar, ay qué angustia. Laurita se ha quedado pasmada ante la imagen, sin moverse, qué animales tan impertinentes. Las naranjas van cayendo de sus brazos una por una mientras papá y mamá siguen en su lucha por conseguir un diálogo con esas señoras tan groseras. Ya no hay tiempo, hay que hacer algo, entonces toma la última naranja que le queda entre las manos, la lanza y grita algo, no sé, cualquier cosa, pero atinando a ofender los sentimientos de las ya ofendidas vacas. Como si hubieran encontrado al verdadero responsable de su triste devenir en el mundo, las señoras se olvidan de que estaban a punto de empujar al hoyo a mamá y papá y se van contra la pequeña criatura, que corre con todas sus fuerzas hacia el naranjo más cercano. Ay qué carrera, un paso, dos pasos, ahí viene la vaca, tres, cuatro, se acerca más rápido, cinco, seis, siete, ay qué susto, ocho, nueve, diez, once, te va a alcanzar… Un salto final y pum, Laurita alcanzó a meterse bajo un naranjo frondoso, con muchas ramas bajas y enmarañadas que no agradan a las fastidiosas señoras. Sólo un empujón de un hocico húmedo alcanzó a vengar la furia de las ofendidas vacas, que ahora se retiran tranquilamente, contoneándose presumidas. Ay qué alivio, sólo un pequeño dolor de espalda y un buen susto quedaron de esta tarde de verano.
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Flor de Tuna Capítulo 17 Raúl Orrantia Bustos1
La noticia en el periódico, firmada nuevamente por Ariel Franco Figueroa, advertía a los habitantes del estado que una nueva ola de violencia se avecinaba a causa del arribo de “Los de allá”, un cártel de reciente creación conformado por desertores del ejército, inmigrantes centroamericanos e inclusive por antiguos miembros de “Los de acá”, el cártel que históricamente ha tenido el control de esta zona del país. Para ningún huelelagüense son extrañas las numerosas ejecuciones ni los narcomensajes atribuidos a Los de allá que en los últimos días han aparecido en diferentes puentes y vías públicas de esta ciudad. Sin embargo, atendiendo el acuerdo de las más grandes televisoras y radiodifusoras del país, los medios de comunicación no informan a la audiencia sobre estos sangrientos mensajes. Es entendible que tales industrias de la (des) información no quieran ser los vehículos para sembrar más pánico en la ya temerosa población civil ni mucho menos para fomentar el uso de dichos mensajes, pero cabe preguntarse si no será contraproducente fingir que no pasa nada y obligar a que la sociedad se entere (si es que lo hace) de estos hechos violentos únicamente de manera oral, trayendo como consecuencia que los estados del sur no sepan lo que sucede en los del norte, ni los del este en los del oeste. Esta interrogante se torna aún más pertinente si se toma
Estudió Letras Italianas en la unam y actualmente realiza estudios de posgrado en Europa. 1
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en cuenta que los cárteles no han disminuido ni el derramamiento de sangre ni el intento por dar a conocer sus narcomensajes. Prueba de ello, por desgracia, es el horripilante video que el día de ayer comenzó a circular por internet en el que un adolescente de dieciséis años de edad es interrogado, torturado y finalmente decapitado por un grupo de encapuchados miembros del cártel de Los de allá. La víctima, además de revelar su identidad, confesó que trabajaba como halcón o espía para Los de acá y que, así como él –dijo–, “hay un chingo de morros de mi edad al servicio de don Nico”. Luego de que uno de sus captores, fusil en mano, le pidiera que aclarase a quién se refería con don Nico, el adolescente precisó: “pos a don Nicolás Garza Reyes, señor”. Al final del video, los sicarios declararon que la disputa por la plaza entre ambos cárteles no es pareja y que por lo tanto no darán ni un paso atrás hasta evidenciar que el gobierno y la policía estatales están al servicio de Los de acá. Amarillismo de lado, es importante que la sociedad sepa de la existencia de esta clase de acontecimientos, no para mirarlos en internet, sino para exigir a las autoridades competentes el arresto de los responsables y el esclarecimiento de las acusaciones a Nicolás Garza Reyes como principal lugarteniente de Los de acá en Huelelagua de los Llanos. Me encontraba en la cochera, todavía en mi auto, cuando leí la noticia. La sola imagen en mi mente de un adolescente decapitado me heló por completo. Y aún quedaba por averiguar qué vínculo podía existir entre lo que acababa de leer y la llamada de Lorena Stefanoska.
Capítulo 18 La hora de recoger a los niños del colegio se acercaba y yo seguía con ese aletear de murciélagos en mi interior. Una náusea vertiginosa que me había paralizado por completo. Continuaba adentro del carro, en la cochera, sin animarme a salir de él. Tenía aún el celular en mis manos, con el video en pausa del interrogatorio al adolescente de dieciséis años por miembros del cártel de Los de allá. ¿Por qué carajo quise verlo? Ahora podría justificarme diciendo que la nota en el periódico y todo lo que se había venido suscitando en mi vida personal me habían alentado, pero la realidad es que en ese momento no reflexioné en absoluto lo que estaba a punto de hacer. Busqué el video en internet y lo hallé enseguida. Abrí la página pero no pude mirarlo. El video no tenía ningún problema de ejecución: me refiero a que no pude mirarlo porque la sola escena del adolescente maniatado y arrodillado en medio del bosque me dejó en shock. ¡Había visto su rostro, su mirada! Esa mirada que parecía decir: “sé lo que está por venir.” No, no podía ver más… Y aun sin haber visto 17
nada, no logré evitar que involuntariamente imaginase la decapitación de ese chico cuya fisonomía ahora conocía. Sumergida en la zozobra, comencé a sentir que a mí también me asechaba la realidad violenta de Huelelagua de los Llanos, que nadie en la ciudad estaba exento de un final semejante. Me estremecí de terror de sólo pensar que aquel adolescente hubiera podido ser alguno de mis hijos. El timbre de la casa sonó entonces. Bajé del carro sin hacer ruido. Entré a la casa por la puerta que da de la cochera a la cocina. Caminé de puntas lentamente hasta la ventana, temblando de miedo. Antes de llegar a ella, tres golpes repentinos en la puerta principal provocaron que casi gritara. Miré hacia afuera ocultándome detrás de las cortinas. ¡Claro, eso era! Había olvidado por completo que días antes Arturo había terminado por ceder ante las insistencias de Francisco de comprar la última versión de FIFA para PlayStation. Compuse mi semblante lo más que pude y abrí la puerta. –Buenas tardes. ¿El señor Arturo Romero? –preguntó el repartidor leyendo el nombre de mi marido escrito en el paquete. Al alzar la vista y dirigirla hacia mí, no tuvo ningún reparo en exclamar: –¡Santa madre Teresa de Calcuta! ¿Se encuentra bien, señora? No supe qué responder. –Disculpe mi reacción y disculpe también que me entrometa, pero ¿ya fue al doctor? “¿Tal es mi aspecto?”, pensé. El repartidor continúo: –N’hombre, doña, casi me mata del susto –su risa dejaba entrever la incrustación metálica de una de sus muelas superiores–. Debe de ser el calor de temporada, mi mamá anduvo igual hace algunos meses, con esa misma cara. –Aaaaah… ¿sí? –fue lo único que se me ocurrió decir. –Sí, igualita de pálida. –¿Y qué tenía su mamá? –Bueno, al principio creíamos que se trataba de una simple gripe, pero no se le quitaba por más que se tomaba sus medicinas. Después los doctores dijeron que para ser gripe ya había durado mucho tiempo, así que supusieron que era una alergia. –¿Y eso era? –Eso creímos también, pero tampoco. –¿Entonces? –Fiebre tifoidea. Sí, como lo oye. Y aparentemente se está volviendo epidemia, porque ya sabe que uno cuenta esta clase de chismes con los compañeros del trabajo, y bueno, no faltó el que tuviera un familiar o un conocido con el mismo problema. ¿Eso es lo que tiene usted? –No, no, lo mío no es para tanto. –Menos mal, señora. Pero cuídese de todas formas. Ahora más que nunca hay que desinfectar bien las verduras: ya ve con qué agua las están regando. –Sí, yo siempre las lavo bien. 18
–No, no basta con lavarlas. Hay que desinfectarlas –el repartidor pareció recordar algo, me pidió que lo esperara un segundo, se dirigió a su vagoneta, tomó una bolsa de plástico de la guantera y volvió hacia mí–. Mire, quédese con estas gotas –dijo mientras sacaba un frasco de la bolsa. Al mirar la sonrisa del repartidor, supe que no me dejaría rechazar su regalo. Tomé el frasco y pregunté de todas formas: –¿Está seguro? –Claro que sí. Lo que más he comprado en los últimos meses son desinfectantes para las verduras, y éste es el que mejor ha salido. Bueno, también es el que más recomiendan. Compré varios frascos para regalarle uno a cada uno de mis hermanos. Después les conté a los del trabajo y ellos me encargaron otros más. Esos también los regalé, pues ni que estuvieran tan caros. Y ahorita recordé que todavía traía uno conmigo. Úselo, le digo que esas gotas han salido muy buenas. –Muchas gracias, lo voy a hacer. –Sí, más vale prevenir. –Por cierto, ¿en dónde firmo? –Aquí, señora. Permanecí recargada en el quicio de la puerta mientras el repartidor caminaba a su vehículo. Lo vi subir a su vagoneta, echarla a andar, decirme adiós con la mano y sonreír con su muela plateada, evidente incluso a la distancia. Sin darme cuenta, aquel desconocido me había vuelto la confianza en el prójimo que minutos antes creía perdida para siempre. Conduje al colegio de los niños con el ánimo recuperado. Durante el trayecto no dejé de decirme a mí misma que nunca más me involucraría en asuntos que no fueran míos, que no permitiría que mi carácter se ensombreciera de nuevo. Ya en la escuela, tras avisarle que Lorena no podría recogerlo esa tarde, Carlos Alberto preguntó de inmediato si todo estaba bien en su casa. –Claro que sí. Debe tratarse de un imprevisto cualquiera – respondí. Luego me dirigí a los tres, es decir a Carlos Alberto y a mis hijos: –¿Quién quiere comer pizza? –Yo prefiero hamburguesa, mamá –dijo Mariana. –Sí –explicó Francisco–, a Mariana le gustan las que traen regalito. Es que aún no crece. –Como si a ti no te gustara jugar con tus muñecos de luchadores –se defendió Mariana. –Bueno, vamos a donde diga Beto: es nuestro invitado –dije. –Por mí cualquier lugar está bien, tía. –¡A las hamburguesas! –gritó Mariana. –¡Cállate, Mariana! –Francisco, no le grites de tu hermana. –A las hamburguesas está bien, tía. ¿Cuántas horas habían trascurrido entre la conversación con 19
fray Sebastián esa misma mañana en M&H y el instante en que digitaba la contraseña de mi tarjeta de débito para pagar las hamburguesas de los niños? A mí, sinceramente, ya me parecía una eternidad. “Qué tonta fui al citarme con ese fraile deschavetado”, pensé. Una vez sentados todos a la mesa, Mariana mostró efectivamente más interés en los muñecos que venían de regalo que en la comida. Me preguntó a los pocos minutos si podía ir a los juegos. –Primero termínate tu hamburguesa. –Pero ya me llené. –Al menos la carne, deja el pan y las papas si quieres. Mariana se metió a la boca el resto de la carne. Las mejillas se le inflaron como las de un hámster. Me preguntó con la mirada si ya se podía ir a jugar. Le dije que sí. Mariana engulló el bocado a toda prisa, bebió un poco de soda y dijo acelerada: –Gracias, mami. En seguida corrió hacia los juegos. Antes de que yo pudiera pronunciar palabra alguna, ya había vuelto a la mesa. –¡Ven, Francisco: la alberca de pelotas está sola! –Uy, qué divertido –respondió Francisco con sarcasmo. –¿Verdad que sí? Qué suerte, ¿no? Carlos Alberto soltó una risita ligera. –Así se la pasan todo el día –dije–. Ya lo verás. Y fue cierto. No tardó mucho para que Mariana comentase que se le antojaba “un helado de los que venden en el cine”. –Se llaman ICEE –intervino Francisco. –Oye, Francisco, hoy andas muy molestón con tu hermana –lo reprendí. Era curioso pensar que hace sólo algunas semanas ese mismo niño de lentes, delgado y de baja estatura, que parecía no tener mejor diversión que hacer enojar a su hermanita, había sido capaz de enfrentarse a golpes con un chico mayor que él para defenderla. Sonreí. –Vamos por tu helado, Mariana. Es más, vamos a ver una película –propuse. –¡Sí, la de los dinosaurios asesinos! –No, no creo que ésa sea la más apropiada para tu edad. –Entonces la de Las hadas de caramelo. –¿Las qué? –Las hadas de caramelo, mamá, la de las caricaturas. –Ah, ésas… Sí, la que quieran. Francisco se opuso a la propuesta de Mariana; Carlos Alberto también, aunque de una forma mucho más discreta. Terminamos viendo una película de superhéroes que al parecer satisfizo a las cuatro, porque me incluyo. Salimos del cine con un cubo enorme de palomitas que los niños y yo apenas habíamos pellizcado, y con el icee de Mariana a la mitad, hecho agua: Francisco y Carlos Alberto habían terminado los suyos. Tiré todo aquello al cesto de basura y me dirigí al baño a lavarme las manos. –¿Te podemos esperar en los videojuegos? –preguntó Francisco. 20
–Está bien, pero no se muevan de ahí. Tú vienes conmigo, Mariana. Ya habíamos salido de los sanitarios y caminábamos al negocio de los videojuegos cuando recibí otra llamada de Lorena. –Hola, Rebeca. ¿Cómo están? –Muy bien, Lorena. Pasé por los niños y vinimos a comer a Plaza Magnolias. Ahorita vamos saliendo del cine. ¿Tú cómo estás? ¿Ya resolviste tu contratiempo? Mariana me soltó la mano para correr al local de videojuegos, en cuyo interior se podían distinguir sin dificultad a Carlos Alberto y a Francisco jugando Air hockey. –De eso quería hablar contigo, Rebeca –respondió Lorena. –¿Todo bien? –Sí y no, pero ya te contaré mañana que pase por Carlos Alberto a tu casa. Porque ese favor quería pedirte ahora: ¿puede quedarse a dormir Carlos Alberto hoy con ustedes? –Claro que sí, no hay ningún problema. ¿Pero segura de que todo está bien? Lorena no respondió. Se podía escuchar su respiración al otro lado de la línea. También la voz lejana de mi hermano discutiendo con sabrá Dios quién. –¿Qué han descubierto hasta ahora? –oí que decía mi hermano– ¿Quién es el idiota que está infiltrando calumnias en los periódicos? –Cálmese, don Víctor, no tardaremos en encontrarlo. Mire, le presento a Eleuterio Santoyo, mejor conocido como La Araña. Él se va a encargar de su caso. Ya verá cómo más pronto que tarde dará con el malhechor ese. –Encantado, don Eleuterio, y más encantado estaré si descubre al sinvergüenza de las notas. ¿Usted también es policía en servicio o ex agente judicial? La conversación de mi hermano con los desconocidos se escuchaba cada vez más y más distante, hasta que de pronto se convirtió en un murmullo indescifrable y luego, tras un breve silencio, en un cantar de golondrinas. –Rebeca, ¿sigues ahí? –Sí. –Discúlpame, Rebeca. La policía está en casa y preferí salir al jardín. –¿Qué ha pasado? –Víctor me ha dicho que no se lo cuente a nadie, pero no puedo más. –Dime qué sucede. Confía en mí, guardaré el secreto. –Ay, Rebeca no imaginas cuánto agradezco tu apoyo. Ahora más que nunca necesito desahogarme. –No tienes que agradecerme. Mejor cuéntame qué pasó. –¿Recuerdas a Berta, la señora que cocina y que hace los jugos en nuestra casa? –Sí, por supuesto que la recuerdo. –Pues hace tres días que su hijo no aparecía. Ella no me había 21
dicho nada, pero yo la notaba distraída en sus quehaceres y muy angustiada. Ayer no aguanté más y le pedí que me dijera qué le sucedía. Berta me lo contó todo hecha un llanto. Altagracia, la jovencita que me ayuda con la limpieza, ¿la recuerdas también a ella? Hubiera preferido no escuchar el resto de la historia. Cerré los ojos e inmediatamente vi a aquel jovencito hincado en medio del bosque. El mismo pánico paralizante de hace apenas unas horas quiso adueñarse de mí nuevamente, pero yo lo impedí respirando muy hondo y con calma. Después respondí: –Sí, también la recuerdo. –Pues ella ya lo sabía y había intentado tranquilizarla: “Yo ya le dije a la señora Berta que no se preocupe, doña Lorena, que los chicos de su edad a veces salen de fiesta y se la siguen”, dijo Altagracia. “Mi niño no es así”, respondió Berta. Eso fue ayer por la mañana; en la noche encontraron su cuerpo a las afueras de Huelelagua… Fue cosa de bárbaros, Rebeca, de trogloditas inhumanos… No puedo creer todavía lo que le hicieron. En todos los años que llevo viviendo aquí jamás imaginé que las cosas podrían ponerse tan, pero tan feas. –Lorena, ¿te puedo preguntar algo? –dije con voz mesurada. –Claro. –¿Ese chico es el adolescente de la nota de Ariel Franco Figueroa? –¿Cómo lo sabes? –Compré el periódico esta mañana. –El mismo, Rebeca. El mismo chico por desgracia. Hubo un silencio entre nosotras. Ahora que lo escribo sé que debí de haber dicho algo más, o al menos hacer evidente mi aflicción, que era sincera, y pedirle a Rebeca que le diese mi pésame a Berta. Pero aquella coincidencia de la vida real me pareció tan brutal e inverosímil como me sigue pareciendo hasta el día de hoy, narrada en papel. Quizás por ello me oí a mí misma romper el silencio diciendo: –No te preocupes, Lorena, Beto no sabrá nada. –Al menos no por ahora. Lorena quería avisarle ella misma a Carlos Alberto que dormiría aquella noche en nuestra casa, así que le pasé el celular a mi sobrino. Mis hijos recibieron la noticia con entusiasmo y gritos de felicidad. Francisco, aprovechando la ocasión, propuso comprar un videojuego para que lo estrenara en la noche con su primo. –No exageres, Francisco. Tu papá apenas te compró el de fifa. –Sí, pero quién sabe cuándo llegue. –Llegó antes de que pasara por ustedes al colegio. –¿Ya llegó? ¡Yeah! Mariana también se alegró de tener a Carlos Alberto de invitado. Le propuso toda clase de películas y juegos de mesa que ella tenía en su habitación, pero él la ignoró. No lo hacía adrede: algún mal presentimiento experimentaba mi sobrino; el mismo que noté en Arturo cuando, ya en la noche, le referí las diferentes conversaciones que había tenido con Lorena durante aquel día. –Sí, lo mejor es que Beto se quede hoy con nosotros –dijo. 22
Arturo pareció reflexionar un instante, se levantó del sofá en el que estaba sentado, dejó a un lado el periódico que tenía sobre las piernas y se dirigió a la puerta principal de la casa. Arturo acostumbraba echar llave únicamente a una de las tres cerraduras que tenía esa puerta. Decía que en caso de una emergencia en la que la familia debiera salir de prisa (un incendio o un terremoto, por ejemplo), lo mejor era tener que preocuparse sólo por abrir una cerradura y no tres. Además las llaves las dejaba incrustadas en la puerta, lo que facilitaría aún más la tarea de una fuga repentina. Aquella noche, Arturo echó seguro a las tres cerraduras, llevándose después las llaves consigo. Fue hasta la puerta del jardín posterior y a la de la cochera para hacer lo mismo. Mientras tanto, yo había echado un vistazo al periódico que había dejado sobre el brazo del sofá. No se necesitaba ser una adivina para saber de qué periódico se trataba; tampoco hojearlo demasiado para corroborar que también éste contenía la nota infiltrada de Ariel Franco Figueroa.
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Bárbara Vargas Martínez Texcocana de nacimiento, con formación en ingeniería y trayectoria docente por dos décadas, es amante de plasmar y perpetuar momentos gráficamente. Inicia en la infancia con una cámara Kodak 135 mm, sin formación profesional en fotografía, pero con la sensibilidad para captar momentos y habilidad para armar conceptos. En 2001 innova en la Maestría en ciencias con el uso de cámara digital, obteniendo imágenes de cromatografía bidimensional en papel con “revelado u.v”, es decir, en un cuarto oscuro con la única fuente de luz de una lámpara ultravioleta, generando un efecto similar a la visión de algunos insectos. La pasión por la fotografía se le manifestó al registrar, en fotografía y video, momentos representativos de diversos eventos sociales, científicos, deportivos, artísticos y viajes. En 2007, en colaboración con Humberto Mendoza, realizan la recuperación y digitalización del audio de la canción “Texcoco”, escrita por Juan Mercado Martínez en la década de 1970, interpretada y grabada por la “Rondalla Romántica de Texcoco”, en 1982, en acetato de 45 rpm. Para mejorar la versión, editan un video, ilustrando con fotografías de cada lugar mencionado en la canción. Desde 2010 realiza la memoria gráfica de la pintora texcocana Teresa Espinosa, en sus exposiciones individuales y colectivas, en las que conoce a más artistas plásticos y que de manera informal y amistosa empieza también a compartirles “momentos impresos”. En 2015 inicia curso de “Fotografía básica” para desarrollar técnica, con lo que se intensifica su participación en presentaciones de teatro, congresos del Consejo de la Crónica, eventos deportivos y de difusión científica y cultural. En 2016, es invitada por José Luis Delgado Mendoza –organizador de exposiciones de artes plásticas– a participar en “Expo-Sensibilidades” en el Centro Regional de Cultura de Texcoco, donde cada año exclusivamente mujeres artistas presentan sus obras, con motivo del Día Internacional de la Mujer. Consecuentemente, llegan invitaciones para posteriores exposiciones. Las participaciones más recientes como fotógrafa y videógrafa son en abril de 2018 con la Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos, en el Museo Indígena de la Ciudad de México y en el Senado de la República.
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VIOLENCIA D E G É N E R O Foto: ©Jorge Ibarra
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Adán Echeverría1
Lo que le pasa a Aniuta tiene que ver con la pobreza. Imaginársela lanzada a la calle en una noche nevada, porque Klochov, el estudiante de medicina, con quien ha estado viviendo siente vergüenza por las críticas a su habitación y a su descuidado aspecto que le ha hecho el pintor Festisov: “Perdóneme, Klochkov; pero vive usted... como un cerdo.” “Aniuta”, un cuento del ucraniano Antón Chéjov (1860-1904) es, como muchas de sus narraciones, un texto que causa un efecto emocional inmediato. ¿Pero cómo logra tal efecto el autor? Porque nos hace mirar dentro del cuarto mismo donde se desarrollan los diálogos de las cuatro escenas: Klochov usando a Aniuta como maniquí de anatomía, la entrada de Fetisov para pedir prestado a Aniuta, el monólogo del estudiante de medicina para decidir el futuro de la chica, el regreso de Aniuta para escuchar que le digan que se vaya y después que puede quedarse si lo desea. Maestro de la dramaturgia, Chéjov recurre a esas descripciones escenográficas, tan bien modeladas ahora con el uso de las cámaras de vídeo, para el cine o la televisión, y desarrolladas magistralmente en el siglo xix. Uno mira cómo la delgada Aniuta usada, prestada, sacada de la habitación y al final, casi, casi, perdonada. Nos conduele lo mujer florero en que percibimos a esta chica. Chéjov nos ha evidenciado
Doctor en Ciencias Marinas, Posdoctoral Researcher en el Instituto de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad Autónoma de Baja California. Autor de las novelas Seremos tumba y Arena. 1
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el machismo ruin de aquella época, un machismo clasista, que ocurre desde la universidad: la mujer ignorante le sirve a los juveniles hombres de la historia. Aniuta es una joven “morenilla de unos veinticinco años, muy delgada, muy pálida, de dulces ojos grises”, que para sobrevivir al frío del clima, al hambre y a la soledad, vive con universitarios en cuartos rentados de estudiantes. Al momento de la narración, el autor nos cuenta que Klochkov es el sexto joven universitario con quien la chica ha vivido en los recientes 6 o 7 años. Es decir, que desde los 19 años Aniuta ha tenido necesidad de compartir cuarto, colchón y sexo, con estos esporádicos amantes, a los que entrega cariño, voluntad y apoyo, y de los que recibe, al parecer semen, alguna caricia, compañía, durante el tiempo que duren los estudios de los universitarios, y luego es olvidada por ellos al terminarlos. Chéjov es capaz de evidenciar a esta mujer sumida en la pobreza y cómo es utilizada por estos jóvenes para servirse de su compañía durante sus estudios, para presumirla un poco: “Todos sus amigos anteriores habían ya acabado sus estudios universitarios, habían ya concluido su carrera, y, naturalmente, la habían olvidado hacía tiempo. Uno de ellos vivía en París, otros dos eran médicos, el cuarto era pintor de fama, el quinto había llegado a catedrático.” Al momento de conocer a Aniuta, vive con Klochkov. Aniuta de 25 años aproximadamente, mientras el estudiante apenas va en el tercer año de medicina, esto implicaría que es menor que ella, de alrededor de los 20, cuando mucho 22 años; nos dicen que no es un gran estudiante, y que tampoco es un personaje pudiente económicamente: “Mi padre no me manda más que doce rublos al mes, y con ese dinero no se puede vivir muy decorosamente”. Sin embargo, a pesar de ello, el hecho de ser estudiante lo pone por encima de la chica, porque puede pagarse un techo, cosa que Aniuta al parecer no. Y es por ello que el destino
de la chica nos pega en el intelecto, saber de su fragilidad, saber que no tiene los medios, que no tiene la educación para resolver por ella misma la situación en que se encuentra y que será dejada de lado en poco tiempo: “Klochkov no tardaría en terminar también sus estudios. Le esperaba, sin duda, un bonito porvenir, acaso la celebridad; pero a la sazón se hallaba en la miseria. No tenían ni azúcar, ni té, ni tabaco. Aniuta apresuraba cuanto podía su labor para llevarla al almacén, cobrar los veinticinco copecs y comprar tabaco, té y azúcar.” Klochkov la utiliza para poder repasar un tema de anatomía, checar la posición de los pulmones en el cuerpo de la chica. La chica se desnuda para esta operación, a pesar del frío que deja caer la nieve en la ventana. El estudiante ni siquiera se fija que la chica está quedando azul por la hipotermia a que es sometida. Y ella, quiere ser dedicada, piensa, dentro de su ignorante pobreza que él chico está muy por encima de ella, y lo respeta al grado de querer ayudarlo en todo lo que puede sin molestarlo ni distraerlo: “Si no me estoy quieta –pensaba pensaba– no saldrá bien de los exámenes.” Pero para Klochkov ella es apenas una chica para tener en casa, calentarse, desfogarse sexualmente, utilizarla como maniquí, para que le limpie la casa, para presumir a sus vecinos, o en este caso, para prestársela al vecino pintor para que pose para él, desnuda claro, aunque Aniuta se queje, apenas: “–Vengo a pedirle a usted un favor –le dijo a Klochkov–. ¿Tendría usted la bondad de prestarme, por un par de horas, a su gentil amiga? Estoy pintando un cuadro y necesito una modelo. –¡Con mucho gusto! –contestó Klochkov–. ¡Anda, Aniuta! –¿Cree usted que es un placer para mí? –murmuró ella. –¡Pero mujer! –exclamó Klochkov–. Es por el arte... Bien puedes hacer ese pequeño sacrificio.” La cosificación de la mujer en un cuento de Chejov
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Pero a pesar de todo lo que Aniuta hace por los dos, aún cuando coopera con su compañero de cuarto, Klochkov la corre de la casa. Le dice que las cosas ya no pueden seguir así, la acusa de sucia, de desobligada, de tener la casa hecha un asco, y que las cosas no iban a durar de todas maneras: “Escucha, querida... Siéntate y atiende. Tenemos que separarnos. Yo no puedo ni quiero ya vivir contigo.” Aniuta resignada decide irse, para no importunarlo. Y es cuando Klochkov se muestra hasta magnánimo, dejándola quedarse por un tiempo más: “Ella estaba ya a punto, y se volvió hacia él, con el envoltorio bajo el brazo, dispuesta a despedirse. A Klochkov le dio lástima... ‘Podría tenerla –pensó– una semana más conmigo. ¡Sí, que se quede! Dentro de una semana le diré que se vaya.’” Un cuento emotivo, que evidencia las clases sociales del siglo xix, las necesidades que existían para diferenciarnos los unos de los otros en cuanto a la propiedad privada, en cuanto a la economía y las carencias. En una ciudad donde cae la nieve gran parte del año, tener un techo es algo necesario, tener leña, poder tener algo caliente para beber, tener un lugar donde dormir caliente. No sabemos la vida anterior de Aniuta más allá de los últimos seis o siete años en que su vida ha sido similar a la que nos presenta el texto, es usada por estudiantes, ella pone de su parte, pero aún así la dejan; ella ha decidido vivir con chicos universitarios que la traten como cosa. El dibujo que Chéjov nos muestra evidencia que no le ha quedado de otra. Vive con ellos como una idea de supervivencia. ¿Qué puede hacer, irse a la calle y morir de frío? ¿Buscar un albergue donde algún ebrio de los ‘sincasa’ la doblegue? ¿Trabajar en un burdel? Al menos estos chicos son más limpios, sanos, chicos de familia que hasta se sienten hombrecitos manteniendo a una mujer con ellos. Los ojos dulces que Chéjov le asigna a Aniuta nos habla de esa mujer La cosificación de la mujer en un cuento de Chejov
ternura que sigue presente en ella a pesar de las separaciones que ocurren cuando los estudiantes la abandonan. Su modus operandi ha sido el mismo, empujada por la supervivencia consigue habitación para no morir de frío. Y sin embargo es cosificada por los estudiantes, incluso por Klochkov, y por el pintor Fetisov: “¿Tendría usted la bondad de prestarme, por un par de horas, a su gentil amiga?” Aniuta que no tiene más destino que el que se mira, y el autor deja escrito; no tiene posibilidad de salir adelante de ellos, de pasar de largo y lograrlo sola. Lo trágico se evidencia en el deseo futuro de que algún estudiante se enamore de ella, y decida salvarla, terminando los estudios y quedándose con ella. Pero nos indica lo escrito que han pasado así seis estudiantes, ella tenía 19 años ahora tiene 25, y el tiempo seguirá pasando. Nos da la evidencia de que por lo menos dos semanas más se quedará con Klochkov, ¿y luego? Sin embargo Aniuta es capaz de desearles lo mejor, de compartir con ellos: “Aniuta se puso de nuevo el abrigo en silencio, envolvió su labor en un periódico, cogió las agujas, el hilo... –Esto es de usted – dijo, apartando unos cuantos terrones de azúcar.” ¿Qué es la mujer ahora en el siglo xxi? Su comportamiento las ha alejado de ser diferentes a Aniuta. En eso debemos cifrar nuestro deseo. Que las parejas se formen respecto a los deseos y no a las necesidades, menos a las necesidades de no pasar hambre, de tener un techo donde dormir. ¿Acaso ahora en el siglo xxi hemos logrado salir de esa cosificación con el que miramos a la mujer en la historia de Aniuta? ¿Cuántas Aniutas siguen existiendo a nuestro alrededor? ¿En nuestros espejos vemos a las Aniutas modernas? Vos ¿qué me respondes?
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Foto: ©Jorge Ibarra
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Ana Hidalgo Vicuña1
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Rosa Luz nació en 1962 siendo la última de nueve hijas. Sus padres Don Pedro y Doña Catalina matrimonio admirable; se desilusionaron cuando ella llegó al mundo igual que lo hicieron con sus otras ocho hijas mayores, la partera les había pronosticado durante el embarazo la llegada de un hombrecito, pero aquella noche inmensa de estrellas, el cuerpo de doña Catalina, mujer devota, sólo arrojó una niña pálida que en cuanto abrió los ojos imploró con un fuerte suspiro el calor de los brazos maternales, éste no llegó, y aquella frágil criatura no murió de frío sólo por la caridad de la partera que la cobijó rápidamente y la entregó a la hija mayor. En cuanto la partera se marchó de la casa, don Pedro, hombre respetable, se dedicó a prodigar insultos y bofetadas a su esposa por su irregular desempeño de mujer: –¡Una hija, ahh inútil mujer, quién necesita nueve hijas, lo que necesito es un hombre para dejarle mis propiedades, un hijo que perpetúe mi apellido y mis negocios, un hijo que sea mi orgullo!–. Y don Pedro, hombre reconocido por todos por ser religioso y cabal, se deshizo en reproches y golpes hacia doña Catalina, mujer caritativa, que estoicamente recibía el
Originaria de Texcoco, Estado de México. Realizó estudios de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Autónoma del Estado de México. Ha publicado cuentos y ensayo en la uaem y en la Revista de Literatura y Humanidades Molino de Letras. Le gusta la lectura e intenta construir mundos raros pero posibles con la escritura. 1
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castigo, porque reconocía su falta como mujer, con la cual había ofendido a su marido, sabía que él no merecía la triste descendencia que ella había gestado nueve ocasiones en su vientre. Rosa Luz fue creciendo sana pese a su infortunada manera de arribar al mundo, y casi era el orgullo de don Pedro y doña Catalina, matrimonio incorruptible, porque notaban que Rosa Luz poseía un rostro delicado, semejante al de las vírgenes mártires que divinamente sufrían en las pinturas que adornaban las iglesias. La niña hablaba poco, muy poco, casi nada; y esta fue otra virtud que don Pedro y doña Catalina, matrimonio piadoso, reconocieron en Rosa Luz. –Es muy bueno que cultives el santo voto del silencio Rosa Luz, las mujeres no deben tener conversaciones innecesarias, esa es una virtud junto con la obediencia total a tus padres y a la santa iglesia, que cuando te cases tu futuro marido apreciará– Y Rosa Luz continuaba guardando silencio con su pálido rostro sacro. Desde pequeña Rosa Luz fue requerida para encarnar en las representaciones religiosas a vírgenes, ángeles y hasta al niño Dios, por su rostro bello y ajeno a las emociones mundanas. Y para cuando terminó la secundaria, don Pedro y doña Catalina, matrimonio ejemplar, ofrecieron a Rosa Luz a la Vela Perpetua para que ayudara en las actividades religiosas: –Te dedicarás a las labores piadosas Rosa Luz, no tiene sentido que sigas estudiando porque terminarás casada y atendiendo a tu marido, además, si la gente mira que estás cerca de la iglesia reconocerán en ti a una digna sierva del Señor–. Ellos vieron que Rosa Luz aceptó, aunque en realidad sólo guardo silencio, como siempre. Para cuando Rosa Luz cumplió 18 años ella era casi el orgullo de su familia, porque iba y venía todos los días realizando tareas eclesiásticas, sus padres nunca intentaron meterla de monja porque pensaban que sería desperdiciar la belleza de su hija en un convento, además la hermosura de ésta le podría
facilitar un excelente partido para marido y, por lo tanto, quizás algunos beneficios para la familia. Fue una tarde nublada cuando Rosa Luz desvió el camino que la conduciría a la iglesia porque comenzó una abundante lluvia que pronosticaba convertirse en tormenta. Encontró un lugar donde poder estar para protegerse y la permanencia en aquél duró dos horas y media. Para cuando Rosa Luz salió del sitio, ella estaba tan empapada de sudor que parecía que había estado dentro de la tormenta, las mejillas antes pálidas se encontraban rosadas y fue la primera vez que Rosa Luz sonreía abiertamente sin pena por toda la calle. Desde aquella tarde de lluvia Rosa Luz decidió desviar su camino y no volvió a la dirección de aquella iglesia que correspondía a los días martes y viernes. Nadie notó nada porque con los días restantes continuó con sus labores de iglesia como si nada pasara. Sin embargo, fue su hermana mayor quien sí notó, después de un año, ciertos cambios en el aspecto de Rosa Luz; ocasionalmente ya comenzaba a vestir ropas con colores más vistosos y su mirada apacible cambiaba los días martes y viernes adquiriendo un brillo alegre. Su primer impulso fue pensar que algún pretendiente la rondaba y que si aquel no se había hecho notar seguramente era porque sólo quería aprovecharse de Rosa Luz. Así que un día, sin más, se decidió a espiarla y lo que descubrió la dejo sumida en la total incertidumbre, sin saber qué hacer. Miraba a esa hermana suya que quería tanto, porque desde que nació fue su tarea obligada cuidarla hasta que se valió por sí misma, y nunca fue una carga porque Rosa Luz fue dócil y buena todos los días de su vida. Además reconoció que nunca había visto tan feliz a su hermana y que al parecer las multitudes la amaban, ya era toda una personalidad en aquel lugar. Decidió no decir nada porque también a ella la ponía feliz la felicidad de Rosa Luz y hasta se dio sus escapadas para, aunque a escondidas, deleitarse con la Conversaciones innecesarias
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personalidad de esa hermana suya de la cual siempre estuvo y estaría orgullosa. Rosa Luz no descubrió la presencia de su hermana hasta que muchos años después murieron don Pedro y doña Catalina, matrimonio perfecto. Ya con la verdad descubierta las dos hermanas continuaron guardando el secreto de los martes y viernes, más por costumbre que por otras razones; y juntas se encaminaban a ese lugar donde ricos y pobres convivían y se mezclaban por igual, ahí no había lugar para los modales porque eso hubiera parecido una descortesía, ahí se podía ser de los malos por un rato y de los buenos después, atacar a los contrarios era aceptable y hasta obligado; gritar y chiflar era el sonido de fondo. –Oye Rosa Luz, ¿y por qué en casa no hablabas tanto como lo haces aquí? –Ya sabes, como decían papá y mamá, debo evitar tener conversaciones innecesarias. A la hermana de Rosa Luz le gusta ver como el público aclama a su hermana –¡Lucha, ya llegó la Lucha!–.
Rosa Luz sonriente ocupa su lugar habitual que se ganó a pulso después de tanto mirar. A la gente que la conoció ahí le gusta la emoción que le imprime al espectáculo, y aunque todo comenzó con un pequeño grupo de ciegos; hasta en algún momento le ofrecieron que podría narrar muy de vez en cuando para la televisión. Ella nunca aceptó porque disfruta más siendo narradora para los diez invidentes y otro grupo de colados que sí ven. El anunciador da los nombres: –¡Lucharaaan a dos o tres caídas sin límite de tiempo. Por el bando rudo el Solitario y por el bando técnico Aníbal!– Rosa Luz sonríe. Y en cuanto se enfrentan los dos luchadores Rosa Luz comienza con una voz clara y llena de emoción: ¡Señores este es un enfrentamiento que inicia como dinamita pura en el ring, el Solitario ha castigado con un sillazo al asombroso Aníbal que verdaderamente ha quedado en muy malas condiciones!... La hermana de Rosa Luz escucha y es feliz.
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Conversaciones innecesarias
Mejor te quedas conmigo Adriana Valentina Hernández Pérez1
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En los pueblos campesinos se nace y se muere pobre. No hay de otra, siempre con tanto trabajo pesado por hacer. Aquí se respira “trabajo tierra y libertad”, así como cuenta la gente que decía el General Zapata, la verdad es que esa frase no era de él sino de Ricardo Flores Magón, eso lo sé mija porque así mismo nos lo contaba tu abuelito, él si se leía sus buenos libros, yo no mija, yo ni a la primaria fui. Mi mamá decía que ¿pa’ qué si al final íbamos a terminar panzonas?, ¿pa’ qué si no? pa’ eso vinimos las mujeres?, para oler a nixtamal, a humo y hasta a agave mija. Cuando nació mi Ignacia, mi tía me preguntó si había sido rajada de panza o si había sido natural, yo respondí que había sido natural y ella con orgullo me dijo: –Mujer eres mija, una verdadera mujer no como esas a las que les tienen que rajar la panza porque no saben parir, lástima que fue niña. Más o menos a esta hora llueve por aquí ya cuando los maridos van regresando de la pizca. Cuando los muchachos se forman en el municipio na’ más pa’ ver a las chamacas que van a pasearse para que las miren. La gente mayor cómo yo, nos
Nació en 1991, de origen Oaxaqueño, integrante de un pequeño taller de escritura, ha publicado en la Revista de Literatura y Humanidades Molino de Letras. Ha participado como lectora en la festividad social de poesía “Tlahtoani Poeta”. 1
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damos cuenta de estas cosas del amor porque ya le vamos agarrando forma a la vida, ya no nos dejamos abrazar por cualquiera que sepa mentirnos, a nosotros ya nos han roto el único corazón, ya nadie toca nuestros dedos con nerviosismo, ya nos va ganando la edad, aun así vamos queriendo aconsejar, presumiendo que por ser adultos le vamos entendiendo ya a la vida... Pero tú no hagas eso de irte a pasear para que te miren, tú no mija tú no te vas a casar mejor te quedas aquí conmigo, mira que sí se necesita. La otra vez mis becerras la prieta y la canelita se fueron re’ lejos, ahí vez a mí Ramón buscándolas, las pobres estaban ya casi por casa de tu tío Alfonsino; vez que al Ramón siempre le pasa lo pior, se quería casar con la hija de don Genaro, ese señor re’ malo que no quiso a mi Ramón quesque porque es muy pobre, como si el muy bandido tuviera mucho. Ese mismísimo día le pasó lo de la culebra que lo picó, le hinchó la pata y na’más se curó con puritito limón y cebolla, así na’más nos sanamos aquí. Si
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hay tiempo pa’l doctor no hay dinero, si hay dinero no hay tiempo. Ay mija, deberías quedarte aquí en el pueblo, aquí todo está tranquilo, lo más canijo que ha pasado es la balacera que armó ese don Genaro en el baile por una de sus hijas; la Cándida, aquella muchacha, quesque porque se merecía algo mejor que mi Ramón. Pobre de la Cándida terminó con un señor viudo de la ranchería Los Bravos, así de bravo era el viejo ese y na’ más le hizo cuatro chamacos y ahí está la pobre en la plaza arrejuntando dinero pa’ darles de comer a sus crías. No, si te digo que diosito no se equivoca, mi Ramón merecía algo mejor. Piénsalo aquí tienes todo, yo ya estoy grande y eres la última nieta que me queda, no tienes que irte; es más, quién quita y si no te vas te regalo a mis dos becerritas, a la prieta y a la canelita, pero no te vayas, ¡no te vayas! a esa escuela Chanpingo o quien sabe cómo canijos se llama, eso déjaselo a tus hermanos.
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Equidad de género Carla Alanis1
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Hay una tortuosa e inacabada lucha por el reconocimiento de igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, que desde hace 41 años se conmemora como significado histórico, pero aún falta mucho. La igualdad de género es un derecho reconocido para todos y su propósito es lograr la proporción cuantitativa de espacios en el ámbito social, político y económico de la sociedad. Como lo dijo alguna vez Simone de Beauvoir: “el trabajo es lo único que puede garantizarnos una libertad completa y en lo laboral las mujeres seguimos viviendo desventajas”. La educación es el medio más útil para lograr el empoderamiento de la mujer, la educación vierte el medio de influencia para el desarrollo de personas y la sociedad. No sólo provee de conocimientos sino que también forja una identidad y enriquece la cultura, los valores y todo lo que representa la formación humana. En el marco de la elaboración de la Constitución de la Ciudad de México se ha convocado a construir una Asamblea constituyente para la elaboración de la carta magna, que regirá la estructura de gobierno y sus aspectos sociales desde una fundamentación progresista enarbolando el quehacer político. Es por ello un tema prioritario para fortalecer los lazos entre el vínculo normativo y las necesidades de la sociedad; los jóvenes capitalinos siguen
Egresada de la licenciatura en Derecho por Univer Milenium plantel Nezahualcóyotl, con grado de Maestra en Derecho procesal civil y juicio oral familiar por la Universidad Analítica y Constructivista de México. Es terapeuta ocupacional en medicina alternativa en un centro holístico y trabaja en un despacho jurídico y aduanal. 1
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sufriendo la falta de oportunidades, en específico la mujer joven se menoscaba frente al rol que socialmente representa un hombre joven, el cual prepondera la participación en asuntos públicos y participación ciudadana, en términos generales, cuenta con mayor apoyo social e institucional. En ese sentido las mujeres jóvenes han estado casi ausentes en la elaboración de las políticas de juventud que prevengan la desigualdad de género. Cabe señalar que la equidad de género no es sólo un tema de índole femenino; es necesario involucrar a los jóvenes varones para que juntos cambiemos esta problemática. Ha sido un camino largo que actualmente se mantiene por la lucha de igualdad entre el hombre y la mujer, y más en el sector juvenil. Es necesario aplicar mecanismos que brinden la certeza en acciones acerca de la igualdad sustantiva ya que, a pesar que nuestra normativa máxima delimita
la condiciones jurídicas de igualdad, en ocasiones la praxis dista mucho de esa anhelada realidad. Población A manera de integrar el principio de igualdad de trato y oportunidades en las políticas públicas, la problemática a responder o justificación es la desigualdad entre el hombre y la mujer, al incorporar transversalmente a las instituciones encargadas de promover la equidad de género, como lo es el inmujeres, y el imjuve e injuve y osc mediante acuerdos de trabajo conjunto. Las políticas públicas en pro de la equidad de género deben contar con estándares de igualdad en oportunidades fortaleciendo el sentido de justicia para hombres y mujeres, es decir, que las acciones de gobierno estarán siempre ceñidas a la simetría de desarrollo del Estado.
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Déjà vu Yeraldin Velasco1
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Fátima se detuvo a escasos pasos antes de la fuente, que tenía forma de ángel orinando. Encendió un cigarrillo. Del otro lado, Jonathan, alto, tez blanca y ojos color miel, la observaba. Se acercó. ¿Me das fuego? Ella asintió, y le pasó el encendedor. Eres más linda en persona que en tu perfil de Facebook, dijo. Fátima se mordió los labios con fingida timidez, mientras con la mirada lo recorría de pies a cabeza. ¿Tomamos algo?, propuso él. Ella recordó que, en el perfil de Facebook, él se miraba más viejo. Claro, dijo coqueta. Se dirigieron al bar 500 noches. Al entrar, un mesero se acercó a Jonathan. ¿Lo de siempre?, le preguntó guiñándole el ojo. ¡Por favor!, respondió. El mesero trajo un par de mojitos. Jonathan bebió un trago, y ella lo imitó. Él, por lo bajo de la mesa, le acarició las piernas. Ella, de los nervios, tuvo ganas de orinar. Voy al baño, dijo y se levantó. Jonathan la vio alejarse, mientras sonreía malicioso. Cuando entró al bañó, Fátima trastabilló y cayó al piso.
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Comitán de Domínguez (marzo, 1992). Estudió Agronomía. Le gusta el rock. Las historietas me hacen gozar
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* Todo estaba oscuro, cuando abrió los ojos. Tenía las manos atadas, y estaba colgada de los pies. Un olor a aserrín y a metal le golpeó la nariz. Forcejeó. No pudo gritar, porque tenía la boca sellada con cinta. Comenzó a llorar, cuando escuchó pasos afuera del cuarto. La puerta se abrió, y las luces se encendieron. Mira lo que consiguió mi hijo, dijo un tipo delgado. La bajaron. El otro, un obeso y calvo, le acarició los pechos y las nalgas, mientras se lamía los labios. ¿Cuánto?, preguntó con la respiración agitada. Diez mil. No los vale. Te doy siete, dijo. No jodas, cabrón. Ni tú, ni yo. Que sean ocho. Se estrecharon la mano, sonrientes. Después salieron del cuarto. Fátima luchó para zafarse. Al fin desató sus pies y se levantó, pero aún tenía las manos atadas. Vio que a su alrededor había un disco para cortar madera, con el que cortó las sogas. Después quitó la cinta de su boca. Recogió una astilla del tamaño de un lapicero, y lo metió en la bolsa del pantalón. Comenzó a gritar. Jonathan entró. ¡Con que te liberaste! Déjame ir, por favor. No me hagas daño. Suplica lo que quieras, pero jamás te irás de aquí. Jonathan se le fue encima, y la dejó inconsciente a golpes. Cuando despertó, notó que estaba en un lugar diferente. Las paredes tenían salpicaduras de sangre. Estaba atada a una silla. La puerta se abrió, y el obeso, que traía un delantal de hule negro, entró a la habitación. En una esquina vio una cámara empotrada a un tripié. El obeso la encendió. Por fin estamos
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solos, dijo con una sonrisa diabólica. Ella gritó y él le sorrajó una bofetada. Del delantal sacó cuchillos, pinzas y tijeras. Sujetó uno de sus dedos, lo puso en medio de unas tijeras para cortar tallos, y las cerró. Un grito agudo retumbó en las paredes, mientras el gordo se reía. Después lamió la sangre que escurría de la mano de Fátima, mientras la liberaba de sus ataduras. Lo único que queda de ustedes, es ese video, señaló hacia la cámara. Después las vamos tirando por pedazos. Fátima gritó más fuerte, y luego recordó la astilla. Presionó la mano mutilada contra su abdomen, y con la otra mano la sacó del pantalón. El obeso, inmerso en sus habladurías, no se dio cuenta. Cuando él se acercó con un cuchillo, ella le clavó la astilla en el ojo derecho. Él soltó el cuchillo, dio pasos hacia atrás y se sacó la astilla. La sangre se dejó venir sin parar. Ella corrió al patio. Las luces de la ciudad resplandecían en la distancia, y hacia allá comenzó a correr. * Abrió los ojos, y algunos clientes y meseros la auxiliaban. La ayudaron a ponerse en pie. Tocó su mano, como asegurándose de que sus dedos estuvieran completos. Jonathan se acercó. Ella sintió pánico. ¿Estás bien?, preguntó él. ¡Aléjate de mí!, gritó histérica. Y echó a correr. Tomó el taxi que esperaba afuera del bar. El taxista tenía encendida la radio. Se han encontrado cuerpos mutilados de mujeres, se escuchó. Le temblaban las manos, y su corazón latía con fuerza. Cuando quiso poner seguro a las puertas, lo notó. El taxista era el obeso de la pesadilla.
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Feminismo, feminismo, feminismo,…
D E
Mónica Ochoa1 Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero. Alejandra Pizarnik
G É N E R O
No sé desde cuando me he dicho feminista, creo que no es algo que se piense, es algo que pasa y un día sólo te das cuenta que tiene nombre y miles de apellidos. Aunque, lamentablemente, no sucede para todas, quizá solo algunas tenemos un golpe de suerte. Cuando descubrí el término, quise saber todo, entonces recuerdo haberme comprado mi primer libro oficial: Feminismo para principiantes de Nuria Varela, algo así como el feminismo para dummies, los puntos principales que toda persona que se quiera acercar al movimiento debe saber. También recuerdo leerlo en el transporte público, levantarlo y sentirme toda una guerrera. Un sentimiento extraño, como quien espera irrumpir en un espacio, como quien está haciendo algo indebido y se enorgullece de ello. Sin embargo, había ocasiones donde lo sostenía de tal forma que el título no se lograra leer, sentía traer un texto casi pornográfico entre mis manos. Es que decirse feminista, hablar de feminismo o tan solo pronunciar la palabra en voz alta, aun hoy en día, resulta incómodo, y hasta peligroso. Basta con buscar algunos nombres y testimonios de activistas feministas para darse cuenta que muchas de sus historias tienen que ver con encarcelamiento, tortura y violación. Ojala el feminismo fuera tan fácil como hacer aquelarres con sangre menstrual, lanzar injurias y odiar a los hombres, pero, aunque pudiera ser muy divertido, en la realidad no tiene que ver con ello. El feminismo no trata de pisar a los hombres, es más, no trata de hombres, creer que de eso habla hasta da razón del porqué de la lucha: dejar de ponerlos de protagonistas en todo. El movimiento critica las relaciones de subordinación, las actitudes patriarcales y los comportamientos machistas (ojo aquí) hacia aquellas personas que las han identificado como mujeres desde su
Licenciada en Comunicación Social. Feminista despistada y dispersa. Creativa en social media. Exploradora de cappucinos y madre de gatitos. 1
El peso de Judecca
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nacimiento. De allí que, considero que la lucha feminista es quizá una de las más difíciles de emprender, porque, para empezar, es una lucha contra si misma –o sí mismo– y después contra las formas de relacionarse con los demás. Estamos rodeadas y rodeados de actitudes machistas tan sutiles que pasan desapercibidas frente a nuestros ojos. Entender que “el amor verdadero se sufre” es mentira, que cuando un grupo de amigas salen juntas no significa que –van solas– o que el “<inserte aquí su frase favorita> como niña” no tendría por qué ser burla o insulto, cuesta más de lo que uno podría pensar. Y ese tipo de cosas, son las que desencadenan otras más y unas mucho peores. Recuerdo que en la primaria tenía una amiga con la que jugaba mucho. Ella tenía un hermano de la misma edad, eran gemelos no idénticos. No jugábamos a las muñecas, ni a la casita (aquí el primer error, si al leer esto fue lo primero que pensaste), éramos más de correr y jugar a las atrapadas. Sin embargo, cuando su hermano decidía que era hora de irse, sin siquiera pensarlo, se iban. Así era siempre, y no solo eso, me contó que si su hermano se enojaba, le pegaba y era mejor no hacer nada o le iba peor. Un día, mientras nosotras jugábamos, no recuerdo muy bien porqué se molestó y tiró a mi amiga al piso, yo lo detuve, le dije que la dejara y el sólo me contestó con un “es mi hermana y yo puedo hacer lo que quiera”. Todo esto a la edad de 7 años. Me imagino ahora una historia diferente, una en la que mi amiga no fuera golpeada, una en la que su hermano no pudiera hacer lo que quisiera por ser “su” hermana, una en la que yo no tendría que detenerlo y para ello, me hubiera gustado que él supiera que su hermana no debía ser maltratada, que su voz valía, y que ella supiera que nadie, ni su hermano, tenía derecho a hacerle daño. Y esas pequeñas actitudes desencadenan otras. Ya no supe que pasó con mi amiga y su hermano, al cambiar de escuela no los volví a ver. Pero me imagino, y no con orgullo, que una persona así es el perfil de persona que va a terminar golpeando El peso de Judecca
a su novia “porque puede” y que mi amiga es el perfil de la mujer que se deja golpear “porque su novio puede”. El feminismo (palabra que repetiré varias veces) busca la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres. Pero, entonces, viene la gran pregunta: ¿por qué feminismo, por qué no igualitarismo? Las cosas por su nombre: feminismo. El movimiento tiene que llamarse así porque es necesario hacer visible el problema, porque a las mujeres, a las que se nos identifican con lo femenino no estamos en condiciones de igualdad, no partimos de la premisa de que debemos avanzar juntos, a la misma velocidad, para gozar de las mismas condiciones de libertad y derecho. Digamos que si dos personas se encuentran en la misma escalera, pero una de ellas está en el primer escalón y la otra se encuentra en el tercero, al subir al mismo ritmo, la primera persona jamás alcanzará a la segunda. La enorme idea de que el feminismo es lo opuesto al machismo es insultante. El feminismo no busca la superioridad, no mata a 7 mujeres en promedio al día, no hace que la mujeres ganen un 30% menos que los hombres por trabajos iguales, no hace que 6 de cada 10 mujeres renuncien a sus carreras para cuidar a sus hijos (todo ésto, solo en México), y el machismo hace esto y más. Antes de atacar al feminismo como un movimiento que discrimina a los hombres, vale la pena reflexionar: ¿es tan difícil dejar que las mujeres exijan sus derechos? (cuestión que en primer lugar no tendría por qué suceder). Es como quejarse de que las personas afroamericanas lucharon por no ser esclavos. Pelear por nuestros derechos no significa parar la lucha de otros, solo es una lucha diferente, que converge con muchas otras más. Feminismo, feminismo, feminismo tal vez sea momento de escribirlo, mencionarlo y hasta gritarlo, así, sin motivo alguno, como lanzando un hechizo, quién sabe, quizá algún día resulte ser mágico.
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gato encerrado
historias de ciencia no ficción
La (in)existencia de la elección. Del determinismo y el libre albedrío Pablo del Toro1 “Hay dos puertas: la de la derecha te lleva a la fuente y a la salvación de Sión; la de la izquierda te lleva a Matrix, a Trinity y a la extinción de tu especie. Como bien has dicho, el problema es la elección, pero ambos ya sabemos qué vas a hacer, ¿verdad?” “nadie puede ver más allá de una elección que no entiende. Nadie.” Fragmentos de diálogos de la película Matrix Reloaded (2003).
Suena
la alarma. Si ya nos encontrábamos en la fase del sueño que antecede al despertar, encontrar el teléfono para apagarla (¿acaso habrá alguien que todavía use despertador de cuerda, el del reloj o de esos que tenían radio integrado?) resulta sencillo. La cosa cambia si somos arrancados del sueño profundo: no sabemos qué sucede, qué día es, ni siquiera quiénes somos. Luego viene el dilema: ¿me levanto ya o me duermo otros diez minutos? La situación parece sencilla, cotidiana. Pero sirve para enmarcar el tema de esta entrega: creemos que la decisión de levantarnos o dormir por un par de minutos más depende de nosotros. Levantarnos o dormir un poco más; comer sanamente u optar por la comida chatarra; qué tipo de ropa, qué colores ponerse; qué carrera “elegir”; “ser o no ser”, retomando el clásico monólogo de Hamlet: todas estas disyuntivas nos hacen creer que tenemos capacidad de elegir. En cierto modo, nos confirman la existencia del libre albedrío. Como no es la finalidad de esta sección entrar en discusiones filosóficoreligiosas, sino exponer de manera sencilla temas que son abordados por la ciencia y al arte –para ejemplificar cómo estas dos formas de representación de la realidad se tocan y se complementan–, en esta ocasión quiero comenzar hablando de un encuentro que se dio entre Albert Einstein (sí, el físico) y Rabindranath Tagore (sí, el escritor), quienes conversaron en torno a este tema del libre albedrío.
1 Profesor investigador de tiempo completo en la uach, escritor inédito y músico ocasional que disfruta de practicar deportes de contacto.
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En un primer acercamiento, mediante una misiva que Einstein envió a Tagore, el físico argumentaba, contra la idea de libre albedrío, que si la Luna estuviera dotada de autoconciencia estaría perfectamente convencida de que su camino alrededor de la Tierra es fruto de una decisión libre. Y añadía que de existir un ser superior, dotado de una inteligencia perfecta, éste se reiría de la ilusión de los hombres que creen que actúan de acuerdo a su libre albedrío. Aunque los humanos se resistan a ser vistos como un objeto impotente, sumergido en las leyes universales de la causalidad (concluye Einstein), esto es, que vivimos en un Universo determinista, la verdad es que nuestro cerebro funciona de la misma forma en que lo hace la naturaleza inorgánica.
Einstein y Tagore. 1930.
Ya frente a frente, en una conversación que se celebró el 14 de julio de 1930, en la ciudad de Berlín, el escritor hindú defendía la libertad como una verdad universal, al argumentar que la presencia del azar a nivel infinitesimal, descubierto por los físicos, mostraba que la existencia no estaba predeterminada. Poco a poco la polémica llegó al terreno de la inevitable dualidad estudiada por la mecánica cuántica: el microuniverso de las partículas elementales no sigue las mismas leyes de los fenómenos a gran escala. Por un lado, Tagore aprovechó la teoría de la doble rendija o experimento de Young (tema que será abordado en una próxima entrega) y el principio de incertidumbre de Heisenberg
para demostrar que los electrones gozaban de cierta “libertad” que los dejaba fuera de la cadena causal. Con ello, según el escritor, quedaba demostrada la existencia del libre albedrío. Por su parte Einstein explicaba que al estudiar el universo se podía entender cómo funciona el orden, al menos en los fenómenos a gran escala, y añadía que, aunque no se pudiera percibir, aún los elementos más pequeños guardan un cierto orden, por lo que siguen siendo el resultado de una cadena causal. Einstein defendía así la existencia de un Universo determinista, interpretación que pone en duda la existencia del libre albedrío. La pregunta de fondo, que es objeto de debate no sólo en la actualidad, no sólo en la religión, la ciencia, el arte, la filosofía, sino que ha estado presente en la mente del ser humano, desde el hombre más sencillo hasta las grandes mentes, es la siguiente: ¿De verdad tengo libertad para elegir? ¿De verdad existe el libre albedrío? La respuesta no es tan sencilla, sobre todo porque estamos hablando de la naturaleza humana (aunque la expresión suene un tanto contradictoria). En este terreno, la psicología social ha hecho descubrimientos interesantes a partir de las preguntas arriba formuladas. Quizás sea mejor repetirlas: ¿somos libres a la hora de elegir?, ¿realmente ejercemos nuestra libertad a la hora de tomar decisiones? Dos experimentos demostraron que no somos tan libres como suponemos. Uno de ellos es conocido como el “experimento de Milgram”, consistente en una serie de pruebas realizadas en 1961 por el doctor en psicología, Stanley Milgram, cuyos resultados fueron presentados en un artículo publicado en 1963 y cuyo título es “Estudio del comportamiento de la obediencia”; posteriormente convertido en libro en 1974 con el sugerente título de Obediencia a la autoridad. La perspectiva experimental. En estos experimentos se hacía creer al participante (personas de entre los 20 y los 50 años, con diferentes grados de estudio) que se estudiaría la memoria y el aprendizaje, para lo cual se convertiría en “maestro” de un supuesto “alumno”. Este “alumno” en realidad era parte del equipo de Milgram.
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“Maestro” y “alumno” eran colocados en diferentes cubículos, y el primero era observado por el “experimentador” quien en todo momento portaba una bata blanca. Las indicaciones eran sencillas: el “maestro” tenía que leer pares de palabras que el “alumno” debía recordar; posteriormente el “maestro” leía una palabra y el “alumno” tenía que dar la palabra correspondiente al par. Por cada error que cometiera, el “alumno” recibiría una descarga de electricidad, para la cual era colocado en una silla eléctrica. Inicialmente la descarga era de 15 voltios, pero aumentaba con cada error hasta llegar a los 450.
El experimento de Milgram. Imagen tomada de Wikipedia.
Hago aquí una pausa para invitar al lector a reflexionar sobre su proceder en una situación como ésta: ¿qué haría usted, apreciable lector, si escuchara gritos de súplica, por parte del “alumno”, que le pide que se detenga porque las descargas eléctricas le producen un daño terrible, al tiempo que escucha la voz del “experimentador! que le dice que continúe? ¿Continuaría usted incrementando el voltaje a pesar de saber que puede provocar la muerte del “alumno”? ¿Aguantaría usted la presión? Antes de iniciar con los experimentos, el equipo de Milgram pensaba que sólo una persona sádica llegaría al final del experimento, es decir, a administrar una descarga de 450
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voltios. La realidad fue muy desconcertante para el equipo, como seguramente lo será para usted, estimado lector: el 65% de los sujetos que participaron como “maestros” administraron el voltaje límite de 450 voltios a sus “alumnos”, aunque ello los colocara en una situación absolutamente incómoda; ninguno de los participantes paró antes del nivel de los 300 voltios. Cabe señalar que ninguno de los sujetos manifestó tendencias sádicas en las pruebas preliminares que les fueron realizadas; por el contrario, se trataba de personas ordinarias. Evidentemente, el “alumno” jamás recibió una descarga eléctrica. Lo que ocurría era que cada vez que el “maestro” giraba la perilla para incrementar el voltaje, lo que realmente hacía era activar una grabación que reproducía los supuestos gritos de angustia y dolor del “alumno”. Una de las explicaciones que daba Milgram sobre los resultados, era que los “maestros” se miraban a sí mismos como un instrumento que realizaba los deseos de otra persona, en este caso el “experimentador”, y por lo tanto no se consideraban a sí mismos como responsables de sus actos. A esto lo llamó la “teoría de a cosificación” (en inglés, “agentic state”). Una vez que ha ocurrido en el individuo esta transformación de la propia percepción, todas las características esenciales de la obediencia ocurren. Aunado a ello, la situación de crisis que atravesaba el “maestro” ante la presión por parte del “experimentador” en oposición a sus propios principios y valores morales, le quitaba la habilidad y el conocimiento para tomar decisiones, por lo que transfería la toma de decisiones a la supuesta “autoridad”, en este caso el “experimentador”, legitimado en su cargo por la bata blanca (de ahí el título del libro, Obediencia a la autoridad). A esto último se le conoce como “teoría de la conformidad”, y fue objeto de estudio del segundo de los experimentos que pone en duda la existencia de un “libre albedrío”. En psicología social existe una suerte de principio que es el siguiente: el grupo es el modelo de comportamiento del individuo. Este principio fue el punto de partida del psicólogo estadounidense Solomon Asch,
quien en 1951 dirigió a su equipo para que analizara qué tanto y por qué una persona se dejaba influir por el grupo en el que estaba inmerso, hasta el grado de transferir la toma de decisiones al grupo y su jerarquía. En este punto nuevamente quiero apelar a la inteligencia y disposición del lector: ¿Cuántas veces al día somos bombardeados con mensajes que hablan de que somos únicos, que nos invitan a “ser originales”, “auténticos”? Si viera frente a usted un vocho rojo, pero su grupo de amigos le dice que no es rojo sino azul, ¿dejaría usted de verlo rojo, y sólo porque sus amigos se lo piden, estaría de acuerdo con ellos y diría que, en efecto, es rojo? ¿Qué valora más: su libertad, su independencia, o su necesidad de pertenencia a un grupo? La verdad que arrojan los llamados “experimentos de conformidad con el grupo de Asch”, sólo pueden provocarnos desencanto, sobre todo si hemos creído que podemos ser auténticos. Solomon Asch y su equipo reunían a un grupo de 7 a 9 estudiantes en un aula y les indicaban que el experimento consistía en comparar líneas en pares de tarjetas. Dentro del grupo, casi todos, con excepción de un alumno (cuyo comportamiento sería el observado y analizado), eran cómplices del experimentador, y el verdadero experimento consistía en ver cómo el estudiante real reaccionaba frente al comportamiento de los cómplices. Lo que se iba a estudiar eran las condiciones que llevan a los individuos a permanecer independientes o a someterse a las presiones del grupo, cuando sus aseveraciones son contrarias a la realidad (como en el caso de los amigos que ven un vocho azul, cuando en realidad es rojo). Para hacerlo, se colocaba al “sujeto crítico” en la última posición, para que diera su respuesta sólo después de haber escuchado a todos los demás. Acto seguido, se le mostraban al grupo pares de tarjetas que contenían las líneas que debían comparar. En una de esas tarjetas había una sola línea vertical; en la otra, tres líneas verticales de distintas medidas. Los participantes debían indicar cuál de las tres líneas en la segunda tarjeta era semejante a la línea de la primera. Esto se hizo con 18 pares de tarjetas, y los
cómplices tenían la indicación de dar 12 respuestas incorrectas.
Cartas usadas en los experimentos de conformidad de Asch. Imagen tomada de Wikipedia
. Como podrá suponer el lector experimentado de esta sección, los resultados fueron los siguientes: al principio, cuando los cómplices empezaban a dar respuestas erróneas “esto era a partir del tercer par de tarjetas”, el sujeto observado se mostraba sorprendido, pero daba la respuesta correcta; sin embargo, al avanzar el experimento, el individuo cedía a la presión del grupo (aunque, de hecho, esta “presión” nunca existía realmente), y daba la misma respuesta incorrecta, aunque manifestaba malestar al momento de responder. Al finalizar el experimento, se entrevistaba a los participantes. La mayoría de ellos explicaba que, a pesar de saber cuál era la respuesta correcta, se vieron en la necesidad de “amoldarse” a las expectativas de los demás por temor a ser ridiculizados de alguna manera. Otros, en cambio, afirmaron haber pensado que sus respuestas eran realmente las correctas. En otras palabras, es probable que usted, apreciable lector, hubiera dicho que el vocho rojo era azul, ya sea por no ser segregado de su grupo de amigos o porque acabaría viéndolo de color azul, ante la presión ejercida por el grupo. A eso, se le conoce, como se dijo arriba, “teoría de la conformidad”. Esto es, un proceso de influencias sociales por el que un individuo modifica sus sentimientos, opiniones y conductas para ajustarlas a la posición mantenida por el grupo, como resultado de la presión física o simbólica ejercida por el líder
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del grupo o por el propio grupo. En el caso de los experimentos de Asch, nunca hubo presión verdadera, sino que el participante se sometía por propia voluntad, ante el “temor a ser ridiculizado de algún modo”. Como se dijo anteriormente, el grupo es el modelo de comportamiento del individuo, de la persona. Al final, parece ser que no se ha dicho la última palabra sobre la existencia o la no existencia de la libertad, del libre albedrío. ¿Vivimos en un Universo determinista, es decir, regido por las leyes de la causalidad o, por el contrario, hay un espacio para el azar, el cual, como afirmaba Tagore, posibilita la existencia de la libertad humana? ¿Acaso la naturaleza humana escapa de la cadena causal que rige al Universo o, como señalaba Einstein, el cerebro humano se rige por los mismos principios, está sujeto a las mismas leyes que la naturaleza inorgánica? ¿Qué tanto influye la sociedad sobre la libertad individual, la cual permite la existencia de la elección? En su libro Ética para Amador, en el capítulo titulado “Sobre la libertad”, el filósofo y escritor Fernando Savater dedica un largo apartado a explicar la existencia de la elección a partir de dos ejemplos que contrasta: la lucha de las termitas por su supervivencia, y la batalla entre Héctor y Aquiles. Las termitas, se enfrentan a enemigas mejor armadas que ellas, entregando su vida por el bien de la colonia, porque están “programadas” por la naturaleza para actuar de esa manera; Héctor, por el contrario, según Savater, no está obligado a salir a pelear en contra de un enemigo más fuerte que él (recordemos que, además, según la mitología griega, Aquiles es invulnerable a las armas, pero aun así le fabrican un nuevo escudo), porque ningún hombre está “programado” para ser héroe. Básicamente, Savater concluye que: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente.
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Ahora sabemos, por las neurociencias cognitivas y los estudios arriba expuestos, que, de hecho, sí es posible “programar” a un hombre para que actúe de un modo determinado; que el grupo social o una figura de autoridad, sí llegan a ejercer una fuerza simbólica tan poderosa que un individuo actúa o piensa acorde con las expectativas que el grupo o la figura de autoridad tienen de él. En otras palabras, aunque Héctor quisiera ejercer su libertad, la verdad es que no tiene la posibilidad de elegir entre luchar o no hacerlo. Acaso Einstein tenía razón y la naturaleza humana está regida por los mismos principios de causalidad universal. Acaso la naturaleza humana sigue siendo más “naturaleza” que “humana”. Es necesario insistir: no se ha dicho la última palabra sobre el tema del libre albedrío y es probable que nadie pueda afirmar que existe una “verdad absoluta”. Con todo lo expuesto anteriormente es posible establecer las siguientes conclusiones provisionales: • El libre albedrío, si es que existe, está acotado por factores de todo tipo: genéticos, sociales, naturales, cognitivos, neuronales, psicológicos. • Hay un punto en el que nuestra capacidad para tomar decisiones es relegada a la opinión de la mayoría o a una figura de autoridad, sobre todo cuando dicha decisión pone en conflicto nuestro sistema de valores y creencias. • El grupo es el modelo de comportamiento del individuo, por lo que, nos guste o no, la autenticidad promovida por los medios masivos de comunicación no existe, es un sinsentido lógico: no existe la “autenticidad” masiva. Y ya entrados en el juego de palabras, es posible afirmar que no se puede ser libre si la libertad es la norma. • La elección, el libre albedrío, puede existir o puede no existir, puede o no ser real; lo único que podemos establecer como “real” (sea lo que sea, que eso signifique) es la existencia de la opción, al menos, su existencia en la mente humana.
Cumbres borrascosas, el grito de libertad de Brontë
Jorge Iván Garduño1
De constitución enfermiza, pequeña y frágil, Emily Brontë (1818-1848), la más célebre de seis hermanos cuya existencia fue efímera, turbulenta y de una naturaleza prodigiosa, quienes se enfrentaron a adversidades físicas, familiares y sociales, las cuales desencadenaron el talento literario en la pequeña Emily, derivando en una imaginación conmovedora con la que relataría las más tumultuosas pasiones. Vivió y creció al norte de Inglaterra, en la región de Yorkshire, en plena época victoriana, donde la mujer no tenía ningún valor y como máxima ambición intelectual sólo podía aspirar a ser institutriz, situación que era demasiado ofensiva y represiva para un espíritu tan libre como el de esta mujer que se crió en un zona rodeada de bosques, montañas y hermosos paisajes, alejados del bullicio humano. Fotógrafo, escritor y periodista mexicano. jorgeivangg@hotmail.com 1
Su vida familiar transcurrió en una azarosa existencia, plagada de limitaciones, autoritarismos, excentricidades y tratos precarios que terminaron en el lapso de un año con la vida de dos de las hermanas Brontë –María y Elizabeth–, debido a que cayeron enfermas de tuberculosis, circunstancias que orillaron al reverendo Brontë a sacar del colegio Lowood a sus hijas Charlotte y Emily, lugar donde se encontraban internadas. Los cuatro hermanos vivieron en Haworth, donde su padre los mantenía estrictamente restringidos; sin embargo, los jóvenes pronto encontraron una válvula de escape que les aliviara de las penurias que sufrían día con día: Las crónicas de Angria y Gondal, un relato donde nos describen estos dos reinos que su imaginación utilizó como refugio de las miserias a las que eran sometidos. El reino imaginario de Angria era propiedad de Charlotte y Branwell,
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y el de Gondal era el de Emily y Anne, quienes vertiendo a tinta de su imaginación conformaron una serie de libros que a su vez influiría significativamente en la prosa de Brontë; por cierto, de Angria se conservan un centenar de escritos a mano, pero de Gondal ninguno, a excepción de algunos poemas de Emily. Sus hermanas la apodaban “El Mayor”, debido al carácter desabrido y la personalidad de sufrimiento que alcanzaba toques de misticismo; pero esa personalidad callada verbalizó todo lo que no alcanzó a vivir en su novela única, que a la postre se convertiría en una obra inmortal. Catherine y Heathcliff, protagonizan un amor tan inagotable como lleno de brutalidad, un libro sin precedentes, con un lenguaje salvaje y grosero –tal vez–, inusual en una mujer del siglo XIX, es por eso que es catalogada de haber poseído un estilo ferozmente masculino. Quizá su escritura tiene rastros de los excesos de su hermano Branwell
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Foto: Mareli Marcof
que, adicto al opio y alcoholizado, fue arrastrando a toda su familia al deterioro y la autodestrucción hasta que murió en 1848, víctima del alcohol, dando pie a que Emily entrara en un shock en el cual se negaría a comer y a recibir ayuda médica, situación que sólo en tres meses terminó con su vida. Cumbres borrascosas, una novela laberíntica, llena de emociones que alcanzan el borde de la consternación, un juego de máscaras finamente trazado desde las primeras líneas, que sólo nos demuestran que fueron escritas con una maestría e imaginación tan verdaderas que llegan a lo profundo del corazón. Tantos elementos convergen en esta aventura que dan pie a que el argumento y desarrollo de la historia confluyan frente a nuestros ojos, que los personajes cobren vida y compartamos sus emociones, y todo esto únicamente en una hermosa obra de arte escrita por una mujer que alcanzó su libertad.
Acciones y hechos de Pablo Neruda1 Arturo Trejo Villafuerte2 A Hernán Lavín Cerda A Miguel Ángel Leal Menchaca “… Nosotros los poetas, no podemos andar el camino de la belleza sin que Eros nos acompañe y nos sirva de guía” Thomas Mann ¡Oh! Esta luz sin piedad a quien los hombres llamaron poesía, y es sólo memoria” Leopoldo María Panero, Poemas de la locura
UNO. Tanto a Pablo Neruda como a Jorge Luis Borges se les achacó una carga ideológica muy pesada, ya que se señalaba que su posición política opacaba su trabajo literario. De Borges, muchos miembros de mi generación lo tachaban de “reaccionario”; mientras que a Neruda muchos lo consideraban “rojo” o “extremista”. Sin embargo, era más cercano a nosotros el poeta chileno que el escritor argentino, pero con el paso del tiempo y con la orientación de nuestros excelentes maestros –Gustavo Sainz, René Avilés Fabila, Armando Cassigolli, Juan Agradezco la transcripción de Jéssica Joana Jiménez y el apoyo de Jaqueline Varela Esparza. 2 (Ixmiquilpan, Hgo., 1953) es egresado de la FCPyS de la UNAM. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Balbuceos (Cuadernos de Pasto Verde, Orizaba, 2018. 34 pp.). Ha ocupado diversos cargos en instituciones culturales y universitarias, además de ser editor de varias colecciones literarias. Actualmente es profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del iisehmer de la misma institución. Colaborador asiduo de la revista Molino de Letras y todotexcoco.com. 3 Ahora recogido en Inventario I 1973-1983. Antología (Ed. Era, México, 2017. 726 pp.) 1
José Arreola, Máximo Simpson y otros tantos más–, nos dimos cuenta que la Literatura le gana a las posiciones u opiniones políticas y los valoramos de otra manera. Entonces leímos con más atención a Borges –pese a sus comentarios políticos a favor de la dictadura militar argentina– y seguimos disfrutando de la poesía de Neruda. Y claro que nos molestaban más las opiniones de Borges que los actos políticos de Neruda, aunque finalmente ese no era un enfrentamiento de la estética contra la ética y la moral, sino paradojas que muchas veces se dan en los medios de comunicación y en el trabajo literario. Ambos autores, como el Ave Fénix, resurgieron entre nosotros con más ímpetu. El 30 de septiembre de 1973 en su “Inventario” de la revista Proceso, José Emilio Pacheco,3 escribía sobre “El otro Neruda”, donde nos hacía notar todas las valiosas aportaciones del poeta a nuestro idioma, a las vanguardias y a la poesía; de cómo el chileno metió a la poesía, al poema, cuestiones que no eran consideradas
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“poéticas”, además del arraigo popular de un autor que nos ofrecía mucho en todos y cada uno de sus libros. Por eso no nos extrañó que más de mil personas marcharan, entre ellos Nicanor Parra y Enrique Lihn –herederos directos de su creación poética– para llevar su cadáver a su sepulcro provisional, gritando “vivas” a Salvador Allende y al poeta, desafiando a la dictadura del espurio Pinochet, mientras que en Santiago de Chile los soldados quemaban sus libros. “Deber de los poetas”, escribió nuestro autor, “es cantar con sus pueblos y dar al hombre lo que es del hombre: sueño y amor, luz y noche, razón y desvarío”. JEP acota: “Así, un poeta no puede imponerse ninguna autocensura, ninguna autolimitación. Si su poesía es su ‘vida que se escribe’, no debe mutilarse desterrando de ella nada que esté en la realidad. La política no excluye el amor, ni la esperanza o la desolación. Neruda escribe casi al mismo tiempo Los versos del capitán, un libro erótico superior a los Veinte poemas de amor, y Las uvas y el viento, sin duda el más débil de los suyos y el que ha dado una sólida base involuntaria a los ataques contra su obra posterior”.4 Y concluye su ensayo JEP: “Pablo Neruda murió hace una semana, pero sus libros no serán ceniza: seguirán ardiendo con aquel fuego que nunca se apaga”. DOS. Escondido en su cara de morsa buena, de foca avispada, tras la cachucha que le caracterizaba, Pablo Neruda (Parral, Chile, 12 de julio 1904–Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973) era un cusco, un admirador irredento de las mujeres bellas, de las formas armónicas femeninas, de los talles esbeltos. Un testimonio de su afición por lo galante es el conjunto de poemas que integran Los versos del capitán, donde está reunida la pasión por la mujer, el ensimismamiento en el cuerpo siempre deseado, la renovación plena del acto amoroso a través de las palabras, la unción suprema del hombre y la mujer en el acto congregatorio y de comunión por excelencia, donde se devoran los cuerpos, las carnes, para preservar y no a la especie. 4
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Ibidem, pp. 20-25
Rosario de la Cerda, la receptora de estos poemas de amorosa raíz, habla de un encuentro con un capitán que venía de la Guerra Civil Española y a quien ella encontró en la frontera con Francia. Ella era una esplendorosa bailarina de juncal cuerpo, según los decires de la época, y él poeta de ocasión, un fiero combatiente de las Brigadas Internacionales que lucharon por la democracia y la República en el suelo español. Se encuentran, se enamoran, y el soldado republicano se vuelve un hacedor de versos, donde se consagra a la mujer que tiene ahí presente, como un horizonte en llamas, tendida y expectante frente a sus brazos. Como en el poema “La reina”, el poeta hace alarde de lo que es una realidad innegable: la mejor mujer es la que está con nosotros en los instantes más íntimos y que hace precisamente de esos momentos “el instante”, “el gran instante”. Y es cierto: puede haber mujeres más altas o más bellas o más buenas, pero quien comparte ciertos momentos íntimos, precisos y preciosos con uno, siempre será la reina, la única. Pero hasta ahora estamos hablando de la verdad poética. La historia real nos dice que Neruda fue a la Guerra Civil Española pero nunca tuvo un grado militar, aunque siempre le fascinó el mar y le hubiera gustado ser el capitán de un navío, de esos de los que describe Joseph Conrad en sus libros o Álvaro Mutis en Maqroll el naviero. Rosario no se llama así sino Matilde y los versos que aparecieron anónimos, claro que eran de Neruda, pero no los firmó porque estaba casado y semejantes descripciones eran una prueba contundente de que no le era nada fiel a su esposa. El gran Pablo Neruda no era ni siquiera Pablo, sino Neftalí Ricardo Reyes. La Isla Negra que habitó en Chile hasta el día de su muerte, tampoco era una isla. Neruda no era mentiroso, sencillamente su mundo era mucho muy amplio y ajeno, y sus fantasías aún más. El lenguaje desplegado por el Premio Nobel chileno era desbordante y
contundente. Qué mejor prueba que los poemas reunidos en Los versos del capitán y Veinte poemas de amor y canción desesperada (1924), para saber que Neruda no era mentiroso sino un gran poeta que, como quería Carlos Marx, no interpretaba al mundo sino que lo transformaba. TRES. Neruda estuvo en México varias veces. En una de esas estancias, en una mesa de la cantina “La Castellana” de Insurgentes esquina con Antonio Caso, junto a Efraín Huerta, después de participar en un mitin en el local del Sindicato Mexicano de Electricistas, escribieron sendos poemas que hablaban de la resistencia de la ciudad de Stanlingrado, sobre todo el “Canto de amor a Stanlingrado” de Neruda y “Stanlingrado en pie” de Huerta. (En algún momento Vicente Quirarte, José Francisco Conde Ortega y quien esto escribe, quisimos poner una placa en dicho lugar para conmemorar este acontecimiento y los dueños del lugar, ignorantes finalmente, se opusieron de forma tajante a dicha idea y placa). En otro de sus periplos por estas tierras, llegó a la ciudad de Zapotlán el Grande, Jalisco, el 16 de julio de 1942.5 Iba acompañado de Francisco Martínez de la Vega y de María Asúnsolo y en la plaza principal de esa pequeña ciudad un joven orador, esbelto, emocionado, magnetizó al auditorio recitando los versos de “Farewell” y el “Poema 20”. Llamó tanto la atención el joven declamador que Neruda lo invitó a que fuera su secretario personal y que lo acompañara a la urss. El joven, que respondía al nombre de Juan José Arreola no se animó y desde sus 23 años, pensó que su vida tomaría otros derroteros y, en efecto, así fue. Se volvieron a encontrar en 1950 en una visita que hizo el poeta chileno a nuestro país y en 1966, cinco años antes de que Neruda recibiera el Premio Nobel de Consignado por Javier Aranda Luna en “Para el inventario de Arreola”, La Jornada de enmedio, pág. 4a (21/ II/ 2018) 6 Pablo Neruda, Margarita Aguirre. (Ed. folio, España, 2003. 222 pp.). 5
Literatura, durante un recital que organizó el rector Javier Barros Sierra en honor al autor de Canto general (1959). CUATRO. Hay otras historias de Neruda que son reales o que quizá son anécdotas que se han hecho míticas. El último surrealista y gran escritor chileno Hernán Lavín Cerda, cuenta en uno de sus libros que Neruda invitó a un grupo de amigos a su casa de Isla Negra. Llegaron y el único que faltaba era Neruda. Mientras estaban ahí, salió un camarero oriental y repartió bebidas de manera abundante, quince minutos después apareció un malabarista, diez minutos después un sujeto que cantó un aria de ópera, luego regresó el camarero con más bebidas, después el malabarista con otras suertes y de nueva cuenta el cantante de ópera, sin embargo todo mundo seguía esperando a Neruda, quien todo el tiempo había estado ahí: disfrazado de camarero, malabarista y cantante de ópera. Otra historia, que es casi seguro que leí en un libro de Margarita Aguirre titulado nada más Pablo Neruda,6 es en donde según la cual el poeta iba a perder la vida en manos de una de sus esposas, la primera, muy celosa y difícil, cuando fue embajador de Chile en las Islas Fidji. Se dice que la esposa, después por fortuna ya ex, se enteró de una aventura del autor de Residencia en la tierra (1933 y 1935) y Confieso que he vivido, por lo que, armada de una daga, pensaba matarlo mientras éste dormía; sin embargo, la intuición poética de Neruda le hizo abrir los ojos en el momento preciso y detener el arma homicida cuando ya estaba a punto de atravesar el pecho del dueño de la Isla Negra. CINCO. Otra anécdota real, y aunque sin Neruda, y de la que soy testigo de primera mano, fue cuando asistí a la presentación de la Poesía completa de Octavio Paz –publicada en Francia por la Editorial Gallimard– en la Librería Francesa que se ubicaba en Paseo de la Reforma y Sevilla. Recién había leído Confieso que he vivido, libro biográfico y casi póstumo de Pablo Neruda, en el cual mencionaba en
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muchas ocasiones a Octavio Paz. Estuve toda la tarde en la cantina “La Noche Buena” (Luis Moya esquina con Independencia), donde comí la espléndida botana que se ofrecía y las albóndigas enormes con un huevo cocido adentro, claro, todo esto acompañado de varias o muchas “Cubas Libres” –hielo, ron Bacardí blanco, trece gotas de limón y Coca Cola, ni modo, si no no sabe. A las seis de la tarde comencé a caminar rumbo a la famosa librería de Reforma, la presentación era a las siete y media de la noche. Llegué a tiempo, escuché los comentarios sobre el libro –debo confesar que venía hasta atrás, por eso no recuerdo si fue Adolfo Castañón o Guillermo Sheridan, o ambos, quienes hablaron. Lo cierto es que se terminó la presentación y comenzó el coctel, espléndido, como siempre sucedía en esos años: muchas bebidas y canapés. El libro de Paz era un auténtico lujo en muchos sentidos: por lo que representaba como libro, por lo que significaba para el maestro Paz y, claro, por el precio, el cual no era muy elevado pero sí inalcanzable para quien se había gastado casi todo su dinero en “Cubas Libres” y ya no le alcanzaba para un ejemplar de los poemas de Paz traducidos al francés. Lo cierto es que estaba ojeando y hojeando uno de los ejemplares, cuando el maestro se acercó a mí y comenzamos a platicar. Yo lo conocía gracias a que trabajé en la Dirección de Literatura del inba, cuando su director era el gran escritor y maestro Gustavo Sainz, y como coordinador de actividades tuve una titulada “El poeta y su obra”, por donde desfilaron Alí Chumacero –el primero, porque las lecturas se hacían en la Galería Lourdes Chumacero, su esposa, ubicada en la calle de Estocolmo, en la Colonia Juárez–, Tomás Segovia, Efraín Huerta, Eduardo Lizalde, Juan Bañuelos, Uwe Frisch Guajardo, Eraclio Zepeda, Óscar Oliva, Jaime Labastida y, claro, el maestro Octavio Paz. Le comenté que Neruda lo citaba en repetidas ocasiones y el maestro Paz comenzó a despotricar contra el autor de Odas elementales. En medio de mi embriaguez,
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recuerdo lo que más le dolía al maestro: que Neruda siempre lo trataba como “Octavito” en la mesa de los Surrealistas y por donde quiera que se lo encontrara. Eso para Paz siempre fue imperdonable. La cinta se me borró durante mucho tiempo. Paz se ganó el Premio Nobel, con lo que ya estaba al mismo nivel de Neruda y, de pronto, en otra borrachera –ni modo, así funciona esto–, recordé con bastante lucidez esa noche borrascosa cuando el maestro Octavio Paz me hizo el confidente de su rencor y animadversión hacía Pablo Neruda. Muchos años después, Octavio Paz en una conversación telefónica con el chileno Jorge Edward, que éste registra en Adiós poeta –personal y muy importante rememoración de su compatriota–, le manifestó que “es el mejor poeta de su generación. ¡De lejos! Mejor que Huidobro, mejor que Vallejo, mejor que Borges. Y mejor que todos los españoles”. Y tenía mucha y toda la razón el maestro Paz. SEIS. Imposible no conmoverse con los versos de Pablo Neruda, imposible quedar igual después de entrar a uno de sus libros. La figura de Neruda, su sombra, su luz, era tan grande que no dejaba ver a los tantos grandes poetas chilenos que crecían a su lado como Gonzalo Rojas y los integrantes del grupo de “La Mandrágora” (Braulio Arenas, Enrique Gómez-Correa y otros mas). SIETE. Y como grata sorpresa que nos deparaba el poeta de Isla Negra, aparece: Pablo Neruda, Tus pies toco en la sombra y otros poemas inéditos (Ed. Seix Barral, España, 2015), 21 textos escritos entre diciembre de 1952 y enero de 1973, donde de nueva cuenta estamos en el arrobo y el deleite de la poesía del bardo sudamericano. El libro está acotado por Pere Gimferrer, director de la Editorial, poeta y ensayista catalán y el narrador y ensayista chileno Darío Oses, contando con el apoyo en el rescate preciso y precioso de la gran Matilde Urrutia la “chascona” o “despeinada” como le decía el poeta (a quien, por cierto tuve la fortuna de conocer en los años 70,
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aquí en la Ciudad de México). Si los papeles de Neruda hubieran quedado en manos de su segunda esposa, Delia del Carril, 20 años más grande que el poeta y con una vida intensa como miembro del Partido Comunista Chileno, acaso no hubiera quedado nada del archivo del poeta. Neruda quería celebrar sus 70 años, en 1974, publicando varios libros que tenía por ahí, pero el destino lo alcanzó y murió de una forma que hasta el momento no es clara. Sus libros póstumos son: El mar y las campanas, Dos mil, Elegía, El corazón amarillo, Jardín de inviernos, Libro de preguntas y Defecto escogidos. OCHO. Algunos libros de Pablo Neruda que conozco y no conozco, que he leído y no he leído: Crepusculario –publicado a los 19 años–, Residencia en la tierra, Alturas de Machu Pichu, Canto general, Veinte poemas de amor y una canción desesperada –libro que ha vendido casi tres millones de ejemplares, un número inusitado que sólo Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y otros dos o tres autores latinoamericanos han logrado–,
España en el corazón, Odas elementales, Extravagario, Navegaciones y regresos, Cien sonetos de amor, Las piedras de Chile, Cantos ceremoniales, Plenos poderes, Memorial de Isla Negra, La barcarola, Arte de pájaros, Una casa en la arena, Las manos del día, Fin de mundo, La espada encendida, Las piedras del cielo, Incitación al Nixonicidio y alabanza de la revolución chilena, entre otros. NUEVE. Imposible negar los muchos méritos del Premio Nobel mexicano, Octavio Paz, pero tampoco es posible negar los méritos del chileno, ambos ayudaron a formar nuestra sensibilidad poética y literaria, sin embargo, y ahí está la salvedad del caso, muchos sabemos de memoria poemas completos de Neruda y casi nadie se sabe poemas de Paz. Sin ninguna duda dos grandes poetas, donde grandes autores en medio de los amores y desamores que causa el oficio literario. ¡Ah, las paradojas de la vida y los enredos de la misma! Chapingo-san Vicente Chicoloapan, México-Iztapalapa-Bondojito, cdmx, a 9 de marzo de 2018.
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Entrevista a Gildardo Montoya “La armónica que tocaba mi padre, guía mis pasos, mi poesía” Omar Alí Rodríguez Castillo Isaías Arturo Espinosa Espinosa* Poeta oriundo del norte de México. Gildardo Montoya Castro (1959) estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana. Desde hace muchos años, se desempeña como profesor en la Universidad Autónoma Chapingo; asimismo, escribe con asiduidad reseñas, narrativas, poesías y más, en la revista cultural Molino de Letras; de igual forma este escritor sonorense-texcocano, ha publicado tres libros que contribuyen al acervo poético del país. Montoya Castro, no se considera paladín de las letras, pero nos asevera una y otra vez que la poesía sirve para vivir y que somos los libros que hemos leído; ya que en ellos se refleja tanto el autor como el lector. Es un amplio conocedor de la música clásica, hecho procedente de la armónica que tocaba su padre y de su amistad con su reciente fallecido colega Eusebio Ruvalcaba (1951-2017). Apunta Gildardo que la poesía no ha contribuido para “nada” en el decrecimiento del analfabetismo del país; afirma que dicho género es una materia olvidada en las aulas escolares, o que incluso * Los entrevistadores estudian actualmente Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana.
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no puede ser olvidada, porque nunca ha estado ahí; abierto admirador del Rey Poeta Nezahualcóyotl, al cual considera un pilar esencial de las letras mexicanas; un desmejorado Montoya nos invita a conocer un poco su vida, sus experiencias, su poesía, su música y su pensar de la mejor forma que lo puede hacer un escritor... escribiendo. Ya que por su estado actual de salud sólo le fue posible contestar a nuestras preguntas vía internet. De igual forma se disculpa por la brevedad (que no es tal) de sus respuestas. Qué podemos decir, un escritor siempre querrá escribir más... –¿Su experiencia como docente en Chapingo influyó bajo algún aspecto en la elaboración de El ladrón que sobornó a la luna (1993), Armónica para desnudar el sueño (2004) o Ebria ilusión del aire (2015)? –Quiero pensar que sí influyó en el nacimiento de varios poemas; historias que fui encontrando u oyendo en los pasillos y rincones de la universidad; pero debo precisar que mi eje de “inspiración” rebasa en muchos sentidos lo que me entrega el medio académico. Un escritor debe mucho a la memoria, la imaginación, la fantasía, los sueños, los libros que ha leído (“somos los
libros que nos han mejorado”, decía Borges). Libros de Rulfo, Chejov, Rilke, Neruda, Octavio Paz, López Velarde, Claudio Rodríguez, Pavese, Flaubert; F.S. Ftizgerald, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Coetze, ¡tantos!; y lo que va observando en su deambular por las calles: perros, milagros, algarabía, muchos perros bienamados; pero a la vez caninos sin dueño, famélicos, heridos, sin rumbo, ¡que vivan siempre!; los gatos que me conectan con el recuerdo, los ojos azules de mi abuela, su atento oído cuando le leía el “verde que te quiero verde” de García Lorca; el instante irrepetible de las muchachas, su música; sí, ellas, esa ebria ilusión del aire; pero también tantos seres fantasmales, casi etéreos, mujeres, hombres tocados por la desolación; almas ebrias, anegadas de angustia, corroídas, tambaleantes “por el horrible fardo del tiempo” que diría Baudelaire; a la vez, y esto en forma reiterada, por supuesto, hablo de manera personal, una duda, no sé, ontológica, metafísica ante la existencia o la ausencia de Dios. Un escritor requiere traer consigo una buena dosis de asombro vivencial; incluso de “inocencia” a riesgo de que esa palabra hoy día no tiene buena acogida. Me quedo con la flecha impecable del venezolano Rafael Cadenas: “¿Que se espera de la poesía sino que haga más vivo el vivir?” –En la reseña por Rolando Rosas Galicia Échate un trompo a la uña y éntrale a los poemas de Gildardo Montoya Castro, se menciona que usted afirma “No leas tan aprisa, quédate en estos versos, sé mi cómplice, comparte mi soledad y mi grito”. En ese sentido ¿Qué nos puede decir o añadir referente a esta idea? –El planteamiento expuesto por el maestro Rolando Rosas acerca de mi trabajo, puede verse como una invitación “didáctica” hacia el posible lector. Finalmente el arte de leer se adquiere por medio de una lectura lenta, pausada, en la que podemos involucrar todo lo que somos. Aquí caben las palabras de Emile Faguet cuando señala que “los versos deben leerse
dos veces; primero en silencio, y luego en voz alta, para apreciar la música y el ritmo”. –En el ejemplar número 80 de Molino de Letras usted menciona que la periodista y poeta chilena Ligeia Balladares Saavedra (19272012) recomienda que “No abandonen nunca la poesía; ¿considera que la poesía se ha abandonado en las aulas de clase? –La poesía, creo, no ha llegado a las aulas, o quizá a cuentagotas; sin embargo, con mucha frecuencia le digo a los estudiantes aquello que señalaba el gran poeta venezolano Eugenio Montejo: “la poesía no sirve para nada, salvo para vivir”. Considero que la poesía es, debe ser, palabra que va más allá de la palabra. Palabra-Palabra, que hace reír, que hace llorar, sensaciones, obsesiones, sentimientos, recuerdos, indagaciones tocadas desde el sentir en busca de plenitud terrenal. Pero también me pregunto: ¿por qué insistir en escribir poesía, cuando el desierto se acerca, tal y como lo anunciaba Nietzche? ¿De dónde brota esa llama, ese cosquilleo sensitivo, que conforma el paso, la visión, la huella de lo que quieres, puedes, coliges, deseas, aspiras a estar siendo en la tierra? ¿Quién provee en ti, en el deslizar de tu pluma sobre la hoja en blanco, esas palabras que adivinas precisas, exactas, insustituibles y por medio de las cuales te has propuesto plasmar de esa manera, y sólo de esa manera, lo que te impacta, obsede, angustia, enamora, ilusiona? –¿Qué representa el señor Nezahualcóyotl en la poesía de México?; esto lo decimos al ser citado por innumerables escritores en una diversidad de géneros. –Nezahualcóyotl es un pilar esencial, ineludible, en la tradición literaria de nuestro país. Desde mi entender el Rey Poeta construyó con sus versos un faro siempre vivo en su pureza expresiva; en la fuerza cromática de su escritura llena de flores, aves, ríos, y un agudo conocimiento de sus congéneres. Su obra manifiesta como pocas la irrepetible oportunidad de estar un momento en la tierra.
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Asimismo, no pudimos dejar de mencionar su más reciente obra publicada Ebria ilusión del aire la cual consideramos que nos muestra una poesía relacionada con el amor, la ausencia y la obsesión. Preguntamos, si consideraba que el poema incluido en este libro, titulado “Espejo es el agua” (Espejo es el agua/ va y viene./ Espejo es el agua,/ ventana, el viaje/ de un hombre/ que mira, escucha,/ cómo sucede,/ cómo respira,/ sueño, el rostro de la magnolia”.) es, precisamente, un espejo de sus vivencias. Y asimismo otro señalamiento esbozado fue: ¿qué representa la poesía en la educación de México? –Indudablemente las vivencias, ese continuar la incursión en el río, la sangre, el árbol genealógico, nutren, otorgan oxígeno a mi escritura; pero mi “espejo” ojalá también pueda servir al posible lector. Yo que soy tú, tú que eres yo. Lo escribió un lumínico Octavio Paz: Para que pueda ser he de ser otro,/ salir de mí, buscarme entre los otros,/ los otros que no son si yo no existo,/ los otros que dan plena existencia. La poesía, ¡vaya a saber Dios qué representa en la educación en México! No forma parte de la currícula en la educación básica, media y superior. Los expertos encargados de elaborar los planes y programas de estudio hacen caso omiso a lo que dejó dicho el poeta guatemalteco Luis Cardosa y Aragón: “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”. –¿Se considera usted un paladín de las letras? –Lejos, muy lejos, estoy de ser un “paladín” de las letras. Me reconforta, me ayuda a vivir, escribir de tanto en tanto algún verso tocado por la música de la poesía. La armónica que tocaba mi padre, su dolor, su alegría, su estremecimiento vivencial guía mis pasos. Para Gildardo, las experiencias amistosas y familiares parecieran ser muy valiosas, en el momento cuando se le señaló sobre la dedicatoria del texto “Nos salvará la música” dirigida a Eusebio Ruvalcaba, nos confesó que su poesía le debe mucho
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a la música y que en este aspecto tanto Eusebio como su padre han sido un pilar determinante. –Se lo dedico a Eusebio Ruvalcaba por su generosidad, su abrazo de alta calidad humana que me brindó; Eusebio tenía un admirable conocimiento del fenómeno musical; en ese sentido “bebí” seguiré bebiendo, en libros suyos que mucho recomiendo como: 52 tips para escuchar a Mozart, Al servicio de la música, Desgajar la belleza, etc. Mi padre tocaba la armónica y quizá ese para mí feliz, milagroso, acontecimiento, me permitió buscar a los grandes autores: Mozart, Schubert, Schumann, Grieg; pero también Pink Floyd, Peter Gabriel, Leonard Cohen, Jim Morrison; caramba, Gato Barbieri, Chet Baker, Billie Holiday o nuestro José Alfredo; reconozco que indagaba un tanto a ciegas, pero un día tuve la oportunidad de conocer y convivir con Eusebio y mi oído musical se amplió sustantivamente. Mi poesía le debe mucho a la música... A riesgo de divagar, pienso que la salvación del ser humano ocurre cuando nos acercamos a la música; pues creo que cada habitante terrenal tiene o debiera tener en el ritmo de su paso, de su huella existencial, una preocupación de intensidad melódica. Es decir, somos música y al parecer no lo sabemos y un día de tantos nos sacan con los tenis por delante, nos retiramos, ignorando que dentro de nosotros estaba latente un “alto surtidor” armónico que nos dotaría de sensibilidad, de claridad, para enfrentar los fieros, filosos molinos del tiempo... ¿Cómo descubrir ese ritmo, esa cadencia de plenitud con lo eterno? Y ya que tocamos el ámbito familiar, es decir, su padre, nos resultó interesante el siguiente planteamiento: para dicha o desdicha del lector, tanto en la ciencia o en la literatura, los escritos que concluyen con cuestionamientos (no sólo entre signos de interrogación) posiblemente dejan un mayor número de enigmas y dudas. Tal conjetura, nos recordó el texto de Gildardo: Mi padre, yo y la bicicleta
del periódico (Molino de Letras número 97); ahí el poeta culmina su escrito de la siguiente manera: “¿Acaso será el momento de reanudar el oficio que dejé en suspenso en aquellos lejanos días de infancia?” –Ese texto que mencionan me anda muy cerca en lo que soy, en lo que no fui, en lo que nunca seré; es una especie de “piedrita” en el zapato; son tantas ilusiones que quedaron inconclusas en la relación con mi padre. Lo amé, lo sigo amando, pero nunca pude ser el hombre “exitoso” que lo retirara de su oficio de voceador de periódicos, trabajo que ejerció prácticamente hasta el último día que estuvo en la tierra... A sus 85 años todavía se subía en la bicicleta en busca del pan, con todo los riesgos que eso conllevaba; más aún cuando la salud lo había abandonado; de ahí quizás el cuestionamiento personal con el que concluyo mi texto. En fin, duele recordar. En nuestra última pregunta recurrimos a la estadística, para ver qué tan determinantes son las cifras en la consecución de una respuesta. Para nuestra sorpresa su contestación fue tajante, más que cualquier otra.
a pesar de que uno no se encuentra con la mejor situación jamás dejará de hacer lo que ama. Este autor, pudo posponer la entrevista por cuestiones de salud; sin embargo, no podía dejar de escribir. Un verdadero escritor jamás dejará de hacerlo... Y como corolario te dejamos, lector, con un sentido acorde, tinta sangre, que brota lumínica como una ebria ilusión del aire: ¿Cuándo volveré a mirarnos desnudos padre para desatar aquel vuelo de los pájaros? Ninguna metáfora. Voy de tu mano, olas rugiendo en la playa primera y nuestra desnudez aún sin oler el miedo, eso recuerdo.
– EL inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) muestra que en las últimas cuatro décadas el analfabetismo ha disminuido alrededor de un 20%. ¿Qué papel juega la poesía en esta estadística? –Ninguna, supongo. Esta respuesta, aunque no lo parezca, más que hacernos disgustar por la brevedad hizo que nuestros pensamientos se mezclaran para deducir lo que en verdad nos quiso decir. El analfabetismo o su erradicación no sólo consiste en saber leer y escribir, sino inmiscuirse en el amor y aprecio hacia la lectura. Y claro, hacer uso de la memoria, la imaginación, la fantasía y los sueños, como el autor mencionó al inicio de nuestra charla. Sin duda, agradecemos al poeta Gildardo por su disponibilidad, cortesía y sinceridad al responder esta serie de preguntas. Una vez más se comprueba que
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olino de Novedades Editoriales Arturo Trejo Villafuerte* En el segundo volumen de La Gloria y el ensueño que forjó una Patria. 1859-1863. La Intervención francesa de Paco Ignacio Taibo II (Ed. Planeta, México, 2017. 316 pp. $ 260.00 aproximadamente), se señala detalladamente la tenacidad del pueblo mexicano y de sus líderes militares –aunque no todos militares, sino que también muchos civiles– para detener y luego derrotar una invasión –como muchas de ellas– extranjera estúpida por donde quiera que se le viera. Tras la primera batalla de Puebla ganada por Ignacio Zaragoza, aún faltaba mucho por hacer para que las armas mexicanas, ahora sí, “se cubrieran de gloria”. En el primer tomo un grupo de políticos liberales sostiene a la Patria –siempre con mayúsculas– a flote en medio de los embates de los Carlos Slim y Carlos Salinas de Gortari de aquel entonces; pero en este segundo tomo por casi todos lados hay sangre y heroísmo. La política ahora está a un lado y adquiere la forma de la guerra, que es lo mismo pero con las armas, como decía el clásico. Leer este libro nos hace, de nuevo, recapacitar y tener muy presente que nuestro pueblo merece un mejor futuro porque ha sido capaz de sostenerse con dignidad en el pasado y en el presente. Muchos mexicanos de esa época dieron su vida por sus ideales, la libertad y la * Nació en Ixmiquilpan, Hgo., en 1953. Es egresado de la fcpys de la unam. Ha ocupado diversos cargos en instituciones culturales y ha sido editor de varias colecciones literarias. Actualmente es profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del iisehmer de la misma institución. Colaborador asiduo de la revista Molino de Letras y todotexcoco.com.
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justicia, por saberse mexicanos y amar a la Patria, miles de hombres y mujeres –que también las hubo– de gran valor y entereza. Y retomo un decir del periodista y escritor Francisco Zarco: (nosotros los que escribimos, los periodistas, los escritores) “Debemos escribir bien para convencer mejor”. Este debería de ser uno de nuestros grandes compromisos de todos los que nos dedicamos a dichas actividades. Muere Sergio Pitol el pasado 12 de abril y yo siempre lo recordaré, una noche en La Casa de las Brujas, en el departamento de Guillermo Fernández, después de que acabó un partido de fútbol entre el Atlas y el Guadalajara, cuando ya estábamos oyendo los discos de Leo Dan, como ya era una tradición, y llegó el maestro a pedir un vaso de vodka, mismo que se tomó con nosotros mientras platicaba con Guillermo. Por cierto Guillermo es el traductor de El retorno de Casanova de Arthur Schnitzler, del cual conozco dos ediciones: una de la Universidad Veracruzana y otra de la unam. En la primera hay un texto de Pitol, “Biblioteca del Universitario”, que es la entrada a todos los libros de esa colección de la U de V, el cual es un auténtico festín por todo lo que dice con respecto al libro y a la lectura, además de los hacedores de una y otra. El autor de El desfile del amor, Domar a la divina garza y El arte de la fuga, además de un gran y excelente traductor de muchos autores del otro lado de lo que se llamaba “La cortina de hierro”, ahora ya descansa en paz. Igual falleció, pero con un día de diferencia, el día 13 de abril, Joy Laville, excelente pintora, nacida inglesa pero nacionalizada mexicana, y autora de muchos de los cuadros que aparecían en las portada de los libros de Jorge Ibargüengoitia –sobre todo de sus libros publicados por Joaquín Mortiz– y con quien estuvo casada 20 años. Tuvimos la oportunidad de conocerla, junto al maestro Ibargüengoitia, en una tarde de los años 70, en el Museo Carrillo Gil, donde la presencia de éste, uno de mis autores favoritos de aquel entonces y de ahora, me puso tan nervioso a la hora de hacer la presentación respectiva ante el público que no pude recordar sus obras: Maten al León, Las muertas, Los relámpagos de agosto y otras tantas más. Luego, mi escritor favorito me balconeó en una crónica que publicó en la revista Vuelta, pero como desagravio señaló mi juventud: ¡tenía 20 años! Con estas muertes, podemos decir
que abril sigue siendo el mes más triste del año, como manifestó TS Eliot. Ya son 50 años del 2 de octubre y esta fecha no se olvida. Yo también tuve mi 68 pero gracias a que la policía me evitó el paso, no pude llegar a la Plaza de las Tres Culturas y ahora lo puedo contar: me quedé sentado en Paseo de la Reforma, a la altura de la calle de Matamoros, y desde ahí vi las luces de bengala, el corredero y oí los disparos. Hay por fortuna mucha literatura al respecto: los poemas de Octavio Paz, Jaime Sabines y Juan Bañuelos; las novelas de Luis González de Alba: Los meses y los días (cito de memoria el título, publicado por Editorial Era) y Los símbolos transparentes de Gonzalo Martré (una edición es de V Siglos y hay otras); pero también trabajos de crónica e investigación: Toda la furia (Ediciones Universo, México, 1973 y 1977. 160 pp.) del periodista y poeta Horacio Espinosa Altamirano y Parte de Guerra. Tlatelolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán. Los hechos y la historia de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis (Ed. Nuevo Siglo, Aguilar, México, 1999. 264 pp.), y seguimos esperando la verdad histórica, al igual que los padres de los 43, mientras que el Estado mexicano, como siempre, sigue tan campante. Ni mucho menos podemos pedir castigo para los culpables: muchos ya se murieron. Cada año, el 12 de noviembre, se festejaba el Día Nacional del Libro y hasta 2016 aparecieron volúmenes dedicados a algún autor sobresaliente de nuestra literatura, mismo que se regalaba en la compra de algún título. Este era un obsequio de la sep, la Cámara Nacional de la Industria Editorial y la Asociación Nacional del Libro AC, pero resulta que de pronto el gobierno federal –¿será esto parte de la desastrosa y cacareada Reforma Educativa de epn y Nuño?–, dejó de comprarle libros a la caniem, sobre todo para las secundarias y, claro, los editores ya no pudieron regalar esos ejemplares a los lectores y compradores de libros. Y eso fue hasta el 2016, en que salió una antología de Fernando del Paso: Antología de textos de aquí, allá y acullá, y en el 2017 al preguntar por el volumen respectivo ya no hubo tal. Ah, gobierno federal en manos de ineptos, iletrados e ineficaces, además de vende patrias. Pobres de nosotros los mexicanos que no merecemos esto. Ojalá gane amlo y tengamos la forma de conocer otra realidad.
Y a propósito de todo esto, hay un libro ilustrativo de la terrible realidad a la que sobrevivimos: El futuro que no tuvimos. Crónica del desencanto democrático de Mauricio Merino (Ed. Planeta, México, 2012. 334 pp.), en el cual se señala del 2003 al 2012 como el “periodo del desencanto”, sobre todo después de las elecciones de 2012 y el retorno “maléfico” del pri a la presidencia de la República, el cual no fue una sorpresa sino el resultado de la desilusión. Mauricio Merino hace un registro puntual de esa etapa de profundo desencanto y desilusión de los mexicanos en los partidos políticos y en la democracia. Nueve años no de un regreso al pasado sino de una renuncia al futuro: “como si aquí no hubiera pasado nada”. Y sigue pendiente una gran deuda social, agravada por la inseguridad, impunidad y corrupción. epn es un presidente que no entiende que no entiende; y sigue alardeando y llenandose la boca de los “logros” de sus Reforma Estructurales (sic), que sólo nos han sumido más en la pobreza y el caos. Estamos leyendo varios títulos de Roger Vilar (autor cubano-mexicano): Reino de Dragones (Ediciones Periférica, México, 2017. 86 pp. $95.00 aproximadamente), Habitantes de la noche (Ed. De otro tipo, México, 2014. 126 pp.), Una oscura pasión por mamá (Ed. De otro tipo, México, 2016. 114 pp. Paquete de los tres libros: $250.00 precio de presentación) y El retorno de Quetzalcóatl (Ed. Dark&Glow Press, México, 2018. 98 pp. Novela) y lo menos que podemos decir, es que es un narrador que atrapa y que es eficiente en su expresión narrativa, además con historias interesantes y atractivas. No lo conocí y me congratulo ahora de ser su lector. Sobre todo Habitante… comienzas su lectura y ya no puedes soltar la novela. Luego comentaremos con detalles estas obras. Sale una nueva colección en puestos de periódicos que nos entusiasma: “Mitología. Las fascinantes aventuras de dioses y héroes de Editorial Gredos” y que ojalá no nos dejen a medias, como muchas veces sucede, o le suban el precio hasta el Olimpo, como también llega a suceder. Por lo pronto ya tenemos en nuestra manos Zeus conquista el Olimpo (Ed. Gredos-rba Editores, México, 2018. 118), al cómodo precio de $ 69.90, volumen que pinta muy interesante, como casi todos los libros del tema. Y al escribir estas líneas llegando dos volúmenes más: Los
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trabajos de Hércules (126 pp.) y Los viajes de Ulises (126 pp.), los dos por $160.00. Vale mucho la pena adquirir estos títulos. Por cierto el diario Milenio también reinició su colección “Grandes autores mexicanos” y aparecieron otros tantos títulos: Filadelfia, paraíso de conspiradores. Piratas y corsarios de Martín Luis Guzmán (110 pp.), Balúm-Canán de Rosario Castellanos (96 pp.), Los infortunios de Alonso Ramírez de Carlos de Sigüenza y Góngora (64 pp.), El zopilote y otros cuentos mexicanos de Max Aub (166 pp.) y Poemas de Manuel Gutiérez Najera, todos con muy buena presentación, pasta dura y al buen precio de $ 69.90. Mi paisano hidalguense Daniel Olivares Viniegra fue el contacto para que me pudieran llegar ejemplares de La medusa dual. Antología bilingüe español portugués (Selección poética de Fernando Reyes Trinid y traducción al portugués de Leo Goncalves (Ed. Cisnegro, México, 2017. 112 pp.), volumen que tiene lo suyo y que reúne a un buen número de autores de distintas condiciones y expresiones, donde aparecen Armando Alanís, Jorge Contreras, Isolda Dosamantes, Jesús Gómez Morán, Antonio Hernández Villegas, José María Lumbreras, Leticia Luna, Aglae Margalli, el propio Olivares Viniegra, Guadalupe Sánchez Linares, Lina Zerón, Pedro Emiliano, Uriel Reyes, Patricia García, Andrés Cisneros de la Cruz, Fernando Reyes Trinid y quien esto escribe. El paisano dov también me entregó dos títulos de su autoría: Atar (de) Sol (poemas, Ed. Cisnegro, México, 2016. 58 pp.) y Antiparras. Antipoemas para lectores sin prejuicios (Ed. Trajín, México, 2017. 62 pp.). Del primero dice Andrés Cisneros de la Cruz que es “Experimental y libre que no sólo juega con las palabras, sino que las abre, les realiza injertos para formar “palabrijes”, que en su fusión representa un cúmulo de emociones o imágenes...” Y del segundo, el maestro Roberto López Moreno manifiesta que “Es este un libro de alevosa vitalidad, de encuentro vigoroso con la poesía, con la que cumple a carta cabal levantando el estandarte de anti”. Y sí, en efecto, nos recuerda mucho a los poemínimos de Efraín Huerta y, claro, los antipoemas de Nicanor Parra. Sin ninguna duda dos buenos títulos muy disfrutables. Mientras tanto La medusa dual. Antología bilingüe español portugués como ya dijimos, es
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una selección poética de Fernando Reyes Trinid y traducción al portugués de Leo Goncalves, el cual ya se presentó en Brasil y ha tenido excelente aceptación entre el público lector, por lo que estamos casi seguros que ya se ha terminado la primera edición. Felicidades a la Editorial Cisnegro y a los autores del mismo. Se quedan sobre nuestra mesa varios libros de suyo interesantes: Tripulantes de un viejo bolero. La memoria es una trampa de Guillermo Orsi (Ed. Almuzara, España, 2011. 260 pp. Novela negra); Teoría y didáctica del género terror de Jaime Ricardo Reyes (Cooperativa Editorial del Magisterio, Colombia, 2007. 206 pp. ¡Un auténtico librazo!); Crítica No. 166, 167 y 168, la “Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla”; Los 43. Antología Literaria (Ediciones de Los Bastardos de la Uva, México, 2015. 190 pp.) de Eusebio Rubalcaba y Jorge Arturo Borja –compiladores– y Ricardo Lugo Viñas –editor–; Don quijote ¿muere cuerdo? y otras cuestiones cervantinas (Fondo de Cultura Económica.$85.00) de Margit Frenk; Los hijos de Yocasta. La huella de la madre (Fondo de Cultura Económica $115.00) de Christiane Oliver; El viaje que nunca termina. La narrativa de Malcolm Lowry (Fondo de Cultura Económica $175.00) de la canadiense Sherrill E. Grace; Los muertos no cuentan cuentos. Antología de narrativa joven del Estado de México de José Luis Herrera Arciniega (antologador) y una gran cantidad de libros mágicos y maravillosos que, por fortuna, aparecen en un país de no lectores, empezando por ciudadano presidente de la República y todos sus secretarios, cuyo lema es “Joder a México” ¡Ver para creer! Y desde estas páginas, pido que se deje de bombardear Siria; reitero mi apoyo al Sindicato Mexicano de Electricistas; a los trabajadores de Mexicana de Aviación, porque les asiste la razón, y repudio las políticas antipopulares, rapaces y mezquinas del Estado Mexicano: ¡No a la nueva Ley Laboral, a la Reforma Educativa y Energética!, ¡la Patria no se vende!, ¡no a la privatización de la energía eléctrica y del petróleo! Igual sigue mi protesta por la desaparición de los 43 normalistas de la Normal de Ayotzinapa, Gro. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” y no a la represión institucional contra los maestros. Y claro: alto a la guerra sucia contra amlo, ¡ya basta de arbitrariedades!
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