Molino 99 Tiempo

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Molino (j>¿etras 99 Revista de Literatura y Hum anidades Año 18 enero - febrero de 2017

$35.00

Colaboran: Jorge Ibarra Sánchez Raúl de León Alcocer Mareli Marcof

ILUSTRACIONES: Angélica López Muñoz NARRATIVA: E l Chapo era un buen hombre de la Revolución —Miguel Angel Leal Menchaca / La cruz —Rocío Osorno H ernández, y otros. ENSAYO: Prólogo a Caracoles Extraviados —Arturo Trejo Villafuerte / Más allá de lasfronteras —Jorge Iván Garduño /

Echate un trompo a la uña y éntrale a los poemas de Gildardo M ontoya Castro —Rolando Rosas Galicia / Feliz Año 2 0 1 7 —Alejandro Ordóñez. POESIA:

Alvaro Luna Castillejos, Gabriela Soberanis, Ileana Cervera, y otros.


VI Congreso Internacional de Historia, Humanidades y Cultura 2017

CONVOCATORIA Universidad Autónoma Chapingo 12,13 y 14 de octubre de 2017 Cumpliendo con su ardua labor histórica de contribuir a una mejor comprensión de los principales problemas y cambios económicos, políticos, culturales y sociales que aquejan al mundo, las siguientes instituciones y asociaciones:

Universidad Autónoma Chapingo

Museo Nacional de Agricultura, UACh

Universidad de Camagüey, Cuba Universidad Autónoma del Estado de México

Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas YHumanísticas para el Medio Rural

Universidad de los Pueblos del Sur

Programa de Humanidades

Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe

Seminario permanente del Investigación

-i. r* » Cateara Internacional Emiliano Zapata r

y Divulgación Histórica de la Región rv • j h ?. j i . y Oriente del Estado de México

Convocan a toda la comunidad del campo de las Ciencias Sociales y Humanidades, a docentes de todos los niveles educativos, estudiantes de licenciatura y posgrado, investigadores de los sectores públicos, privados e independientes y a los artistas a participar en su Vi Congreso Internacional de Historia, Humanidadesy Cultura,, que se realizará los días: 12,13 y 14 de octubre de 2017, en la Histórica y Combativa Universidad Autónoma Chapingo en Texcoco, Estado de México.

Mesas de discusión

Los resúmenes deberán ser enviados a VIcongreso2017@gmail.com Temáticas

Del devenir al futuro (historia) Del ser y la conciencia (desarrollo humano) Un tropo a la uña (literatura y lenguaje) Del ser y el conocimiento (educación) De la contemplación al arte (estética) Todos contamos (lógica y matemáticas) Movimientos Sociales y Agrarismo Organización

Los ponentes tendrán 15 minutos para exponer. Al final de cada mesa de trabajo se tendrá una sesión para preguntas y comentarios.

Requisitos de participación

Enviar un resumen de su ponencia de una cuartilla, señalando en hoja aparte el nombre de la mesa de trabajo donde desean participar, así como su nombre completo sin abreviaciones, la institución donde labora, su E-mail y el país. La recepción de resúmenes de ponencias será hasta el 31 de agosto de 2017. Las inscripciones al Congreso se realizarán el primer día del evento. El Costo de inscripción será de $2 500.00 (dos mil quinientos pesos mexicanos) o 120 dólares o 100 euros. Los ponentes de instituciones públicas podrán solicitar becas y descuentos de hasta el 90%. Los estudiantes que presenten ponencias tendrán becas del 100%. Para los profesores de la Universidad Autónoma Chapingo la inscripción será gratuita, se gestionará un apoyo de la Dirección General de Investigación y posgrado de la UACh. Los resúmenes deberán enviarse a VIcongreso2017@gtnail.com


C ERVEZA

mexicana e internacional

ARTESANAL

DE MARTES A SÁBADO DE 15:00 A 1:00 HRS.

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Ven a probar más de 4j?

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Barra de café y de alimentos. Barra de bebidas. Música en vivo

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... el ambiente cuenta aparte

Lunes a Jueves 8:30 a 22:00 hr., Viernes y Sábado 8:30 a 1:00 am Domingo: 3:30 a 22:00

Estamos ubicados en: Primer retorno esquina Alamo, Col. San Lorenzo,Texcoco. Tel: (595) 954 93 09. FB: Café Grano de Arena.


En M adre Tierra puedes tom ar una rica bebida y acom paĂąarla con una rebanada de pastel, un panquĂŠ de limOn, una crepa o bien, la propuesta de la casa: chapatas hechas a base de aceite de oliva con especias como ajo, pesto, romero...

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editorial d ir e c t o r io Director fundador M oisés Zurita Zafra Dirección Juan Jorge Díaz Rivera Edición Patricia Castillejos Consejo Editorial Ignacio Trejo Fuentes Eusebio Ruvalcaba Rolando Rosas Galicia Estrella del Valle Isolda Dosamantes M inerva Aguilar Temoltzin José Francisco Conde Ortega Arturo Trejo Villafuerte M iguel Ángel Leal Menchaca M arcial Fernández M arco Antonio A naya Pérez Fabiola G arcía Hernández Refugio Bautista Zane Álvaro González Pérez Alberto Chimal Gildardo M ontoya Castro Pablo Ortiz del Toro Corresponsales M ónica Palacios Pedro Cabrera José Luis H errera Arciniega Raúl Orrantia Bustos Raúl de León Eduardo Villegas Will Rodríguez Adrián M endieta M octezuma Samantha M artínez M aya Información D avid Zuriaga Jiménez Diseño Gráfico Juan Jorge Díaz Rivera José Luis Delgado M endoza Álvaro Luna Castillejos Fotografía Juan David Sánchez Espejel Malí M arcof Jorge Enrique Ibarra Sánchez Captura Amaranta Luna C. Publicidad Tel. (01 595) 9556977 Cel. 5519546810 Portada: Tiempo Fotografía: Mareli M arcof Composición: Alvaro Luna Castillejos

No al gasolinazo La protesta se extiende a todo lo largo del país: no al gasolinazo, fuera Peña. Una población que parecía aguantarlo todo sale a las calles en m edio del fuego cruzado: por un lado la delincuencia organizada que ha sentado sus reales y por el otro los provocadores, saqueadores, que el gobierno deja operar por veinte minutos en cada supermercado. Los medios de comunicación tradicionales, televisión y radio están mudos ante las movilizaciones, siguiendo la máxima de "ni los veo ni los oigo" en sus frecuencias no pasa nada, el país está en calma. Pero el mundo no es como nos habían dicho, la caída del imperio televisa y su clon TV Azteca es brutal, después de Zabludovsky parecía que el señor López estaría al frente de la pantalla chica hasta su muerte, y lo estuvo casi hasta la muerte de televisa. Aunque los medios libres dan la batalla, Aristegui noticias va a la vanguardia con más de siete millones de seguidores en Facebook y otros tantos en twitter; pero hay una lista larga que pasa por Desinformémonos, Sin embargo, Animal político, Rompeviento, Mientras tanto en México y muchos otros. Ahora cada ciudadano reporta en tiempo real lo que ocurre en las carreteras, las casetas de cobro o las instalaciones petroleras. El descontento es evidente, las protestas no vienen de las regiones que tradicionalmente protestan, no vienen de los grupos promotores de la conciencia de clase, vienen de los ciudadanos comunes, lo mismo de Chihuahua que de Nuevo León, Guadalajara y Tijuana están en las noticias, y así una lista larga de protestas por todo el país. Hemos pasado del "No al gasolinazo" al "Fuera Peña" y tal vez pronto al "Que se vayan todos".


sumario TALON DE AQUILES

Poesía

Alvaro L una Castillejos G ildardo M ontoya Castro Gabriela Soberanis Ileana Cervera Luriel Lavista

© Jorge Ibarra Fotos: © M areli M arcof

La vida impensable

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Narrativa

L a s G arlopas - Selección de Eusebio Ruvalcaba E l hombre bala —C uento de Luis D avid Juárez Delgado 14 E l Chapo era un buen hombre de la Revolución —M iguel Angel Leal M enchaca 19 La dulce Filipa —Alejandro O rdóñez 24 La C ruz —Rocío O sorno H ernández 27 Un amor imposible —G abino Carrasco Aparicio 31

carbonera

Angélica López Muñóz

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Corazón en reversa —M aría de los Angeles Tufiño H ernández 37 Flor de Tuna (novela por entregas) —Raúl O rran tia Bustos 39

este número:

TIEMPO

La pregunta —Raúl de León Alcocer 46

ANGELUS

Ensayo

M ás allá de las fronteras —Jorge Iván G arduño 49 Prólogo a Caracoles extraviados —A rturo Trejo V illafuerte 51 Reportaje a Gustavo de Vera: en defensa del taller literario —Sergio Pravaz 56 Echate un trompo a la uña y éntrale a los poemas de Gildardo Montoya Castro —R olando Rosas Galicia 58 Feliz A ño 2 0 1 7 —Alejandro O rdóñez 60

SOBREMESA

Recomendaciones/Reseñas

M olino de Novedades Editoriales —A rturo Trejo Villafuerte 62

A ño 18, No. 99, enero-febrero 2017, es una publicación bimestral editada p o r Fortunato Moisés Zurita Zafra. Calle M iguel Negrete 336 L. 15 C . 40, Fraccionamiento Xolache, Texcoco, Estado de México, C.P. 56110, Tel. 5519546810, zurit9@ hotm ail.com . Editor responsable: Fortunato Moisés Z u rita Zafra. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo N o. 04-2011-062209030200-102, ISSN: 2007-5650, ambos otorgados por el Instituto N acional del D erecho de Autor, licitud de título: 4769, licitud de contenido: 147, otorgado por la Com isión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de G obernación. Impresa por Imprensel, S.A. de C.V. Av. C atarroja N o. 4 43 Int. 9, Col. M aría Esther Z u n o de Echeverría,Iztapalapa, D.F., México C.P. 09860 Tel. 58661835. Este núm ero se term inó de im prim ir el 15 de enero de 2017 con u n tiraje de 3 000 ejemplares. Las opiniones expresadas p o r los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación si se cita la fuente. molino_de_letras@yahoo.com.mx; zurit9@ hotm ail.com ; zurita@correo.chapingo.mx; contacto@molinodeletras.org M o lin o d e L e tra s ,

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MolinodeLetras

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TALÓN DE AQUILES

Despedida Todo va bien todo va m ejor la com ida

el aire

el espejo

todo es distinto y m ejor y m e voy en contrando en todo —y m ejo rm e gusta la vida - m i vida y asíy todo sabe mejor. Todo m e sabe y todo sé yo M e reconozco en la calle —dando de nuevo esos pasos que creía p erd id o sen los ojos del niño la m ano de los enam orados el paso seguro de la señora cargando el m andado la sonrisa del señor de los globos el vaivén en las m anos del bolero. M e m iro sonriente, feliz y nuevo. M e devuelvo a la vida y al am or que es de d ónde vengo y es a dónde voy. Todo va bien, todo va m ejor. Gracias p o r todo y adiós.

Álvaro Luna Castillejos1

1 M úsico integrante de M uerte C hiquita, diseñador gráfico en la UAC h y fotógrafo en M alaria P hoto Press.

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¿Y ya no lo mirarás contigo? Tal vez prefieras: trazadura, hurdim bre; divagante, astuto, logos consolatorio: u n espejismo de la m em oria, m arina, aventuras, deletrear en otro, lo que vas en contrando en la arena, ir más allá, falta esa palabra; llám alo eco, resonancia, atadura, u n dejarte ir donde alguien abre contigo los brazos; no puedes caer; no sabes nada; son dos, esa sangre b rotante, m ultiplicada... N o puedes. Giras el faro ru m b o al amanecer; giras en cualquier dirección. N o puedes. U n espejismo de la m em oria. Dirás, dirán, cuando consigas sentarte en la piedra justa, antigua, anhelada entelequia; quieres descansar, cerrar los ojos. ¿Y ya no lo m irarás contigo?

Admiro, el tranquilo paseo... M iro, hoy, ayer, antier, el tranquilo paseo de la ya anciana dam a del perrito; m iro, pienso, pedante el señor, que ella quizá n u n ca leyó a A n to n Chejov... ¿Pero habrá padecido las mismas peripecias, la helada grisitud, el agrietam iento del alma, los silentes descalabros, el hastío que no cesa, ese doloroso apocam iento; letanía: “p u d o ser” “ah, si yo hubiera...”, de los inm ortales personajes del escritor ruso? A dm iro, m e reconforta, el tranquilo paseo de la ya anciana dam a con su perrito.

Gildardo Montoya Castro1 1 Poeta y periodista que trabaja en la Universidad Autónoma Chapingo. Su más reciente libro de poemas es Ebria ilusión del aire, editado por la UACh.

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Ausencia Tus olores vienen del m ar de la gota prim igenia depositada entre mis muslos. D e la cadencia nacida entre rum ores de tem pestad m atutina. La necedad de repetir cada m ovim iento hasta olvidar su origen prem aturo. Tus olores depositan siem pre u n recuerdo para encontrar cóm o regresar de cansados días de ausencia.

No me muevo O tra vez, no preguntes. Sí, nuevam ente tus m anos sujetan fuerte este deseo. O tra vez, explora sin piedad ni consuelo. Sí, cadencia pro fu n d a riega este desierto. ¡Al fin! olor a tierra m ojada, abierta y sem brada. O tra vez, no preguntes... D e aquí yo no m e muevo.

Gabriela Soberanis1

1Estudió en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha trabajado como editora e impartido clases de Filosofía y Literatura. Asiste al Taller Literario de Ethel Kraus.

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Técnicamente hablando Q uizá por ahí algún día aprendamos a escribir en nuestra propia lengua. Las formas del agua desdibujan la alegría, las nubes enredadas, las aves que migran, los dientes tercos amarrados a la angustia, el color de la tarde. A ún hay treinta mil flores frescas que ver mientras resbala el sol. Por eso digo, ojalá aprendamos a escuchar al otro en su propia lengua.

Linterna mágica U n cuarto, cuarto por cuarto húm edo, translúcido, cubierto por un sol, linterna mágica que alum bra los pliegues de una vejez recién aparecida... ¿Seré todo aquello que no he conseguido ser? ¿Habré vivido en la extrema sordidez de una vida diaria? ¿En la fealdad y la vulgaridad impuesta por la irracionalidad de u n m undo que usa el disfraz de la razón?

Ileana Cervera

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Enfática Es imposible no entristecerse los domingos. La frase rotunda, inadmisible, enfática. Sospecho de las afirmaciones, la asumo y parto de una premisa indemostrada; su prueba supone violar la lógica. C onjeturo la existencia del corazón, porque la tristeza de u n día cualquiera tiene que sentirse en alguna parte.

San Nicolás C uando sientas el dedo de una som bra crecer y aparezca San Nicolás sin salvavidas, u n fantasma pasará los muros en u n mal sueño. D e penum bra a penum bra cuando calla el m undo nadie siente, ¿para qué hablo? Para ser recordada como un castillo en conmoción.

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Las palabras La imaginación es una m em oria que desplaza imágenes, un cuarto de hora que somos, un cuarto donde fuimos. ¿Y si las palabras construyeran una nave?

Lengua inútil Am arrada a u n horizonte con los muslos empapados de tristeza, m ontes de salina, lengua inútil, cicatriz abierta. Es un descalabro la aurora, una burbuja que por envidia se rasga, encanto en las espinas, maleta llena de sol, antorcha que casi se apaga.

Ileana Cervera1

1 Poeta, reseñista y fotógrafa mexicana. Licenciada en Letras. Los presentes poem as pertenecen a “Textos en las lluvias de m arzo”, libro de próxim a aparición.

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M odus Vivendi p o r indiferencia p o r falta de juicio p o r desconocer la desem bocadura de u n a m anía ciega (la p ro p ia m ano del juego) ya no digas nada ante la realidad de tus viejos dones ya no te consum as sobre lo que alguien más recordó apártate de las sentencias suelen tener más que sólo vil rabia la m odernidad es rigurosa pero bestial ante los ojos prim itivos en algún m o m en to , en este pequeño encuentro habrá que recordar nuestros errores quizás agradecer p o r aún tener algunos y no negarlos absurdam ente no ser más que el público parloteando no pavonearse de lo heredado no disfrutar con la desdicha en otros ojos parar con todo odio, es decir parte de lo que engendra el corazón, em peñarse en no olvidar la sencillez con la que se descom pone el día en u n rem oto plano nuestros cuerpos secos se acoplarán al paso de la infestada yerba a otros m ontículos llegarán esos restos y am anecerem os en u n a lluvia negra quizás tengas la universalidad de o tra persona en u n a sola sonrisa o seas u n a vieja costra incrustada

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en los ojos de u n enferm o m endigo quizás estés perdida en una larga quietud en donde tu adoración no seguirá más, sólo en u n a am arga noticia en la radio exactam ente a las 2 de la m adrugada quizá ya nadie más te reclame y apenas p o r accidente bajo 45° etiquetados se encuentre u n a im agen cuarteada y carcom ida en u n inconcluso expediente am arillento m ientras tanto: querida m ía estoy más allá del cam ino el ladrido de u n perro ronco m e hace correr cuesta abajo p o r encim a de los restos de basura esquivo los anuncios del cam ellón veo en u n poste de luz tu reflejo inanim ado se sostiene por unos segundos trastabillo y doy u n paso hacia atrás diluida al final, explota la botella u n ruido a la m itad de la calle que encubre todo m enos mis visceras m e hace rem ojar de nuevo el kleenex en m i m ano levanto u n a m on eda de a 10 que pude haber tirado escribo m i nom bre en la guadaña de u n a santa que siem pre me encuentra, las enredaderas de los pastizales me hacen caer pero no m e im p o rta ya continuar porque aún así in terrum pidam ente seguiremos entre la pérdida y el placer

Luriel Lavista1 1 (Edomex,1990) Lavacoches. Ha publicado en las revistas: M olino de Letras, Vómito de Letras, ERRR, Factum, E l Humo, Círculo de Poesía, Revista Miseria, Otro Páramo, Literariedad, Nocturnario y Operación Marte. En los espacios de Digo.Palabra.txt, La Rabia del Axolotl, Cronopio.MX, Nota Random, Tejiendo Versos, Kaja Negra y en Poesía Referencial. Poemas suyos han sido traducidos al inglés en The Ofi Press Magazine.

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* las garlopas

a p a r t a d o d e l o s in é d it o s

Selección y palabras introductorias de

Eusebio Ruvalcaba

U n c u e n t o d e L u i s D a v id J u á r e z D e l g a d o

Q uién más, quién menos, todo el m undo ha tenido en su m entalidad el destino de los hombres del circo. Ganarse la vida en el trapecio, m ontando caballos, o acariciando hocicos de leones no es cosa fácil. Es u n m undo sólo apto para quienes se atreven a tocar la dicha. C om o para Luis David Juárez Delgado, que a través de su escritutra estira la m ano y vive la osadía. Dichoso él. Q ue tiene tan de cerca la aventura.

El hombre bala

El cañón R9-11 salió desde el fondo del escenario, sus seis metros de largo se posaban ante el asombro de más de cien espectadores, que asombrados veían sus descomunales dimensiones, las luces lo bañaban embelleciendo sus tonos blanco y rojo en rayas verticales, en la punta se dibujaba un arillo plateado alumbrado por pequeños focos de todos los colores, la boca del cañón apuntaba al techo de la esplendorosa carpa del Circo H erm anos Gasca. O cho bailarinas con una vestimenta de azafatas de alguna aerolínea y gorro de aviador hacían dos filas en el escenario, sus cortas faldas de lentejuela azul entallaban la finura de su cuerpo, en cada m ano llevaban una linterna que movían al ritm o de la coreografía. La voz oficial del circo se escuchó con gran talante y desenfreno: — El circo H erm anos Gasca se complace en presentar a u n hom bre disparado por un cañón, el último de los hombres bala... Israel Gasca, — el cual salió con una vestimenta ajustada con las mismas tonalidades del cañón. Cam inó entre las bailarinas hasta llegar al frente del escenario, saludó como los grandes pilotos de aviación a la concurrencia que aplaudía y silbaba, que gritaba y ondeaba las manos, los niños boquiabiertos m iraban embelesados, hechizados y maravillados por aquel hom bre que estaba a punto de salir volando desde el fondo del cañón. Toda la parafernalia estaba desbordada, el estruendo de la música plagaba de éxtasis la atmósfera, la energía del público se hacía

* Sombrío burdel de Veracruz.

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notar desde sus lugares, las bailarinas sonreían con júbilo y entusiasmo, las luces bañaban la pista e iban de un lado al otro destellando y haciendo lunas policromáticas en toda la carpa, la red de seguridad pendía de unos postes en espera del vuelo frenético de “el hom bre bala” que se dirigió valeroso, audaz e intrépido a su encuentro con el cañón. Auxiliares del circo colocaron una escalera para que Israel Gasca subiera a una plataforma colocada encima de una grúa con sirenas que salpicaban luz a cada giro, sobre la plataforma se erguía la base del R9-11; desde ese punto “el hom bre bala” escalaba el cañón, tambores con redobles acom pañaron su camino hacia la punta; el nerviosismo acrecentaba, algunas damas apretaban sus labios y juntaron ambas manos en posición de rezo colocándolas en su frente agachando la mirada, la mayoría de los caballeros gritaban y silbaban alborozadamente, media docena de niños preferían no ver lo que sucedía, mientras otros tantos se colocaban al filo de sus asientos con las cuencas de los ojos a punto de reventarles. “El hom bre bala” llegó a la punta de cañón, levantó su m ano derecha haciendo una señal con el puño cerrado, el presentador dijo que todo estaba listo, los tambores repiquetearon con locura y se introdujo con habilidad en la boca, bajó hasta el fondo precedido de una cuenta regresiva... cinco... cuatro... tres... dos... uno... Aquella noche “el hom bre bala” se encontraba saciado en su camerino, había llevado a cabo un gran vuelo y los asistentes al circo quedaron satisfechos, colapsados, entregados totalm ente con su acto, sentía el aire aún en su rostro y el camino que recorría desde la boca del cañón hasta la red de seguridad le parecía estar lleno de nubes que surcaba, que rom pía y traspasaba una a una con su cuerpo de aeroplano, para él el vuelo duraba lo que dura el más alucinante sueño nocturno, lo que tarda una oruga en volverse mariposa y lo que tarda u n río colmado de agua en secarse, pese a que solo unos segundos duraba la trayectoria. Tocaron la puerta de su camerino, interrum piendo sus cavilaciones, se levantó para abrirla, al girar las bisagras se dejó ver en el marco a la herm osa Isabela, la contorsionista que era capaz de girar treinta aros en su cintura, hacer de goma su cuerpo para realizar un sin fin de posturas y cautivar con su belleza y talento al público. Isabela entró y al cerrar la puerta se colgó del cuello de Israel, un beso apaciguó a la pareja que se abrazaba en una postal idílica y poética. Isabela lo felicitó por su acto y se derramó en elogios para su amado, que la escuchaba y la miraba contem plando cada finura de su rostro, sus ojos lo em brujaban, tenían el color del plumaje de los colibríes. — H ablé con tu prim o Raúl para que cambiara la categoría de tu seguro de vida, tam bién para que aum entara el m onto de indem nización en caso de cualquier accidente. — Dejó caer un folder con los docum entos del seguro en el tocador, el espejo dibujaba a la pareja observándose de frente, Israel no opinó nada sobre el asunto e Isabela olvidó m encionar que ella había quedado como beneficiaria del seguro, la pareja se tum bó en el sofá y “el hom bre bala” surcó otras nubes, otros cielos, otras aguas y se embriagó del susurro cadencioso de la contorsionista.

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Dos años atrás llegó al gran circo Herm anos Gasca el cañón R9-11, m aquilado y armado en Minnesota, Estados Unidos, adquirido por Raúl Gasca, prim o de Israel. El cañón mide casi diez metros de largo, se alza a una altura de once metros desde su plataforma m ontada sobre una grúa especial, el hom bre que sale disparado desde el fondo recorre una distancia de veinticinco metros para llegar a la red de seguridad que lo atrapaba y le impide caer directamente al piso. U n sistema de cilindros con aire com prim ido se activan por medio de válvulas electrónicas que im pulsan el mecanismo por el cual sale disparado el individuo; u n petardo artificial estalla sólo para simular una detonación y darle más espectacularidad al acto, en realidad jamás se expone al fuego a ningún artista. El acto estaba pensado para que lo realizaran los trapecistas, entre ellos, Ricardo, el más diestro en los columpios, capaz de surcar distancias intrépidam ente con giros vertiginosos en el aire, de gran musculatura, agilidad y adiestramiento únicos que lo hacían sobresalir de los demás, sin duda el más capacitado para realizar el acto. Raúl le pidió a Ricardo que se entrenara para salir disparado del cañón y junto con los técnicos que lo trajeron desde M innesota se encargara de m ontarlo y capacitarse para ello. Ricardo así lo hizo, durante un mes se capacitó para el acto, participó en el m ontaje del cañón y le explicaron cada parte del mismo, su mecanismo, el servicio que tenían que darle cada cierto tiempo y cada una de las piezas del mismo; pasado ese lapso los técnicos que vendieron el cañón al circo Herm anos Gasca partieron a su país. Todo estaba listo para el estreno del acto de “el hom bre bala”, pero por una extraña razón que nadie se explicó jamás Ricardo renunció a ser el protagonista del acto, habló con Raúl Gasca y llegaron al acuerdo de que capacitaría a alguien más para el número, después de todo nadie podía obligarlo y la responsabilidad era demasiada, nada más y nada menos que se jugaría la vida el hom bre que saliera volando, así que la decisión tenía que tomarse con m ucha cautela. La preocupación estaba al borde del colapso en el circo, Raúl se devanaba los sesos pensando en quién podía realizar el acto. Una tarde después de los ensayos llegó Israel hasta el camerino de su primo, entró sin anunciarse, rom piendo toda regla de cortesía, se paró frente a su escritorio y sin más, carraspeó la garganta, esperó a captar su atención y le dijo: — Q uiero ser “el hom bre bala” . Raúl lo miró perplejo, inmóvil y con cara de circunstancias después de unos segundos rom pió el m utism o soltando una carcajada. H ablaron largo rato. Israel formaba parte de los trapecistas, no era catalogado como uno de los mejores pero siempre m ostraba gallardía y gran esmero en los ensayos y entrenamientos, su corta edad y su rostro agraciado de niño tierno eran sus cualidades principales; su cuerpo escueto y enjuto no se comparaba con el físico marcado de Ricardo que lo rebasaba no solo en eso sino en años de experiencia en el trapecio. Después de una acalorada charla, Israel expuso un sinfín de motivos rogando por la oportunidad de ser “el hom bre bala” Raúl aunque renuente, decidió darle la oportunidad y lo m andó de inm ediato a capacitarse con Ricardo que se mostró hostil al entrenarlo.

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C ada día era un suplicio para Israel, los entrenamientos eran duros, los ejercicios lo m olían de forma severa. Fue adiestrado en lo físico y poco le mostró Ricardo sobre el funcionam iento técnico del cañón, ni del m antenim iento, m ucho menos de la función de cada una de las pieza; Israel se mostraba impaciente, manifestaba su ímpetu por subirse al cañón y hacer la prim era prueba para salir disparado surcando el aire hasta llegar a la red de seguridad. Isabela, la contorsionista novia de Israel, veía los entrenamientos cada tarde, no podía evitar admirar y quedar hipnotizada por el porte y galanura de Ricardo, él le lanzaba miradas traviesas y sonrisas mustias, haciendo el sublime juego del coqueteo amoroso. Israel se concentraba cien por ciento a su entrenamiento y no veía el perverso juego que se hacía frente a él. Así los días pasaron, Israel se entrenó en el acto del cañón, siguió cada consejo y aprendizaje sobre éste, se volvió más ágil, trabajó la resistencia de su cuerpo, la condición física y la concentración. A su vez, el am or clandestino acrecentaba entre su novia Isabela y su entrenador Ricardo, era u n juego perverso de citas furtivas, de besos vedados, de pasiones siniestras en cualquier escondite dentro y fuera del circo. Comenzaron a debatirse entre lo que podía pasar si los encontraban juntos y todas las vicisitudes que conllevaría ello, seguro que Raúl, director del circo Hermanos Gasca, los echaría sin más. En estos tiempos en que la ley que refiere a la prohibición de animales en los circos, muchos cerraron y quedaron en la bancarrota, así que sería difícil colocarse en uno, y en el que estaban era de gran renombre y hacían giras tanto nacionales como internacionales, así que antes de marcharse a vivir su desmesurada pasión tenían que asegurarse un buen futuro. El esperado acto de “el hom bre bala” se estrenó con gran éxito en la carpa, Israel se sintió satisfecho con su actuación y sintió algo mágico e indescriptible, una fascinación trepidante le recorrió todo el cuerpo, sentir las luces, los gritos, los aplausos de la gente y él como protagonista único de esas emociones desbordadas. Pasaron muchos meses, Israel y el cañón se hablaban de frente, susurraban sus miedos y los desechaban a cada vuelo que era un aprendizaje para ambos, surcar el viento una y otra vez como haciendo el am or entre nubes, vapor tibio, entre matorrales cálidos de aroma fresco, altos como los de un roble de décadas; com partían los aplausos y la red que sostenía el vuelo era la cómplice idílica de cada función. El cuerpo de Israel era una auténtica bala que salía de la boca del im ponente cañón, su cuerpo se erguía surcando los veinticinco metros de recorrido como una flecha rapante que sale directo al blanco, cada disparo del cañón era un éxito y se ganó el respeto de su prim o Raúl y el de todos los artistas del circo, el público lo aclamaba desaforadamente. El circo H erm anos Gasca partió a Cali, Colombia, al Valle de Lilí; ahí celebrarían el lanzamiento núm ero cien de “el hom bre bala”, con gran júbilo y excelsitud fue anunciado el acto. Aquella noche el circo se encontraba desbordado en las butacas, la gente quería ser participe del vuelo cien de aquel hom bre que rom pía el viento con su cuerpo y que desafiaba a la m uerte en cada disparo. Ricardo e Isabela tenían su propio festejo, su propio plan, su propia función. Ricardo visitó el camerino de la contorsionista dejando

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dos boletos de avión en su tocador, la miró a los ojos con una decisión inamovible, con una seguridad irrefutable. — En la salida nos espera u n taxi, — sentenció antes de abandonar el camerino. Isabela tom ó los boletos y los guardó en una mochila junto con un folder que contenía los papeles del seguro de vida de Israel. Ricardo se dirigió al cañón, era el encargado de vigilar cada punto antes de que se realizara el acto, a fin de cuentas el lo instaló y se preparó para ello con los técnicos del extranjero, ajustó tornillos y arandelas, lubricó válvulas e inspeccionó los dispositivos electrónicos, todo estaba maliciosamente listo. “El hom bre bala” salió encrestado al escuchar la música que anunciaba su acto, caminó entre las bailarinas como cada noche, sonrió con su risa de sol matinal, saludó con entusiasmo a la concurrencia y partió a la boca del cañón. Los tambores y las gradas reventaban, las luces oscilaban en un ir y venir delirante, el nerviosismo se acumulaba provocando energía cataclísmica como un asteroide lleno de pedazos de estrellas. “El hom bre bala” llegó a la punta de cañón, levantó su m ano derecha haciendo una señal con el puño cerrado, el presentador dijo que todo estaba listo, los tambores repiquetearon con locura y se introdujo con habilidad en la boca, bajó hasta el fondo precedido de una cuenta regresiva... cinco... cuatro... tres... dos... uno... Al salir disparado sintió el aire golpear su rostro, era un aire diferente al que había sentido en anteriores disparos, era un aire frío, m ontuno, taciturno, un aire bucólico y lapidante, pudo observar desde esa altura a Ricardo y a Isabela dirigirse de la m ano a la salida, él le pintó una risa satírica de demonio, ella levantó su delicada mano ondeándola, giraron sin mirar atrás. Israel voló solo quince metros aquella noche a una altura de once metros sin poder llegar a la red de seguridad, su cuerpo cayó en la pista ante el asombro del público que por unos segundos quedaron mudos y perplejos ante lo que sus ojos observaban, aquel vuelo núm ero cien será recordado por el circo H erm anos Gasca, porque en una noche de función perdió a sus tres mejores artistas en un capricho desenfrenado.

Desde este espacio QUIENES INTEGRAMOS LA REVISTA M o iin o 0 ¿ e t r a s LE DESEAMOS PRONTA RECUPERACIÓN A NUESTRO QUERIDO AMIGO Y COLABORADOR EUSEBIO RUVALCABA

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La vida impensable

El Chapo era un buen hombre de la Revolución1 Miguel Ángel Leal Menchaca2 "La Revolución se hizo para que los pobres nos volviéramos ricos.”

(Palabras atribuidas al general Tomás Urbina)

P

ocos sabían que le decían "El Chapo". Sin embargo, era del conocimiento general

que

había sobrevivido a una

infancia

miserable en las áridas pero generosas tierras de Durango. Era, a

pesar de todo, un buen tipo. Su mamá, Doña Refugio, lo sufrió mucho, pues siempre la persiguió el temor de que algo podría pasarle. Por eso siempre le daba bendiciones largas y exageradas. Él sabía que no podía andar por esos campos sin caballo, la bendición de su madre y una buena pistola. Por eso siempre se quedaba quietecito hasta que ésta lo persignaba. Era muy trabajador y cumplía cuotas que a otros les parecían exageradas. Siempre llegaba a casa con comida y algunos centavos. Buen domador de potros y de hombres; sabía cómo tratarlos y cuando estalló la Revolución dejó de ser lo que era para convertirse en general, dicen que por méritos propios. Después cayó sobre él un manto de desprestigio; ladrón, abigeo, sanguinario..., y luego, traidor. Muchos se preguntaron, incluso el propio General, qué había hecho el famoso Tom, para ganarse la animadversión de las tropas, ya de por sí escindidas, de La División del Norte. La mayor parte de sus allegados le contestaba que "su compadre se estaba volteando". La brigada Morelos y la creación de los famosos "Plateados", no fue invención suya, mucho menos pretendió utilizarla para restarle brillo a "Los Dorados" Al principio era una de las brigadas más fuertes, pero se fue haciendo chiquita poco a poco, cosas de muertes, deserciones y abandono. Luego, los "Plateados", eran casi su guardia personal. Es probable que él se haya cansado de luchar, en la poca luminosidad de su inteligencia, alcanzó 1 E ste cuento pertenece al libro Incipit, en preparación. El título del cuento está tom ado del texto “Tomás U rbina”, del libro C artu­ cho, de N ellie Campobello. 2 Profesor investigador de la Preparatoria A grícola de la UACh.

a vislumbrar que la vida es muy corta; que se hacía más estrecha en la guerra. Si alguien de su condición, que nace en un petate, tiene la oportunidad de morir en una cama, debe pelear por eso

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y sentirse bastante agradecido si lo logra. Él había visto a muchos morir con el rostro descompuesto por una bala, mutilados por un cañonazo o, simplemente quedarse ahí quietecitos, con el rifl e apuntando y la mirada al vacío. Nunca se quejó. Es probable también que cuando empezó a sentirse diezmado por los calambres y las infamaciones de los pies; cuando se dio cuenta de que ya no era el mismo a la hora del galope o en el momento en que vio sus manos vacías después de tanto luchar, se le haya dibujado en lo más profundo de su ser, la interrogante que estaba clavada en casi todos los revolucionarios: ¿Para qué diablos andamos luchado? No es que las victorias perentorias no le dieran una amplia satisfacción. Algún día se hizo a la idea de que éstas, como llegaban se iban. Pero quizá un día se dio cuenta de que ya le había dado varias vueltas a la madeja y se encontraba como al principio. Es muy posible que en ese momento de lucidez haya germinado en él la idea de que la lucha no era un fin, sino un medio, como también lo fue que en ese instante luminoso, se haya adueñado de él aquel sentimiento que tanto le reprocharon y que todos tradujeron como abandono y traición. Y sin embargo ¿qué podía hacer? Siempre lo acompañó la idea de que había actuado correctamente. Después de todo, ¿Para qué se había hecho la Revolución? Ahora su vida estaba llena de consignas que apuntaban al enriquecimiento ilícito, más bien, a beneficiarse con la descomposición y un escenario confuso que reinaba en la región. No eran pocos los que se habían retirado, la mayoría, ya impedidos para seguir luchando y que más bien constituían un estorbo. Él estaba sano, pero vivía acosado por malestares desconocidos, malestares que se le habían anidado tanto en el cuerpo como en el corazón. Faltaba sin duda mucho tiempo para que terminara la Revolución. Por eso se dio cuenta de que tenía que sacar provecho de la lucha. Las palabras que más brillaban en su corto vocabulario eran extorsionar, acaparar, sobornar, aprovechar, matar, expropiar, exp lotar., todas relacionadas con la ganancia que le había dejado la Revolución. Sin embargo, él sabía bien que el movimiento armado no había terminado. Sí para él, que decidió o más bien, así le diría al General, ya estaba cansado de luchar. Toda su vida había vivido a salto de mata. Ahora le tocaba usufructuar los años que había dejado en la Revolución. Dueño de la región; miles y miles de hectáreas y de cabezas de ganado. Algunos afirman que tenía muchas joyas y más de cincuenta barras de oro que escondía en los pozos aledaños a su rancho. Era dueño también de la peonada, de lo que pensaban y decían; de lo que hacían y lo poco que en propiedad podían presumir quienes habitaban en sus dominios. Ellos vivían a la expectativa; le veían el rostro y esa era la medida de sus actitudes. Su escolta de "Plateados" era impresionante e intimidaba a cualquiera. En su rostro paradójicamente tan indescifrable, amigos y enemigos debían leer hasta dónde les estaba permitido avanzar. Cualquier acción que él no aprobara, podía significar la muerte. Por eso también se habían acumulado las quejas en su contra, lo mismo de militares que civiles. Tantas eran, que un día el General ya no pudo hacerse el sordo. Él se quejaba: había sido víctima, o así lo sintió, de algunos actos de marginación o, lo que él consideró menosprecio por parte del

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General, quien además era su compadre, su gran compadre con quien había compartido todo tipo de aventuras en esos terrenos del norte de Durango y el sur de Chihuahua, en donde la única ley era la suya, con los rurales y la cordada, siempre oliendo su rastro. A salto de mata era su lema, sin comer y sin dormir bien porque vivían con la zozobra de que les pisaban los talones. Su relación con el General fue una amalgama; los fortalecía el enemigo común, una infancia llena de carencias y, es probable que, junto con un acendrado rencor social, la pérdida de escrúpulos respecto a cómo debía tratarse a ese enemigo que se proyectaba como hambre, miseria e injusticia. Por eso les llamaban matones. Sus promesas de fi delidad estaban sobreentendidas, pues ambos eran de no muchas palabras, sujetos más a la acción que al verbo; las palabras, bien lo sabían los dos, eran para los políticos y la gente de ofi cina. Ellos andaban en el campo. Por eso vivían con la certeza de que en esos terrenos la traición era frecuente y hasta justificada; pero nunca perdonada. Unas cuantas monedas, la libertad o la vida, eran los precios que se pagaban por ella, y efectivamente, había tantos postores como mercado. Resulta que cuando La División del Norte

creció y alcanzó

la celebridad de ser el ejército rebelde mejor armado, disciplinado y unido, él sintió que toda esa grandeza no lo alcanzaba, como que algo o alguien le regateaba el triunfo. Sentía incluso, aunque eso era injusto, que

no fi guraba en las batallas ganadas, pues a la hora del

recuento otros menores como los Ortega, Natera, Fierro, Mendoza, Orestes, López, y más, eran mejor recompensados. Esa sensación de estar eclipsado por quienes se sentían los verdaderos protagonistas, era ya un malestar que le dolía por todos los costados y no lo dejaba descansar. En él empezó a tomar vida un resentimiento sólido que le permitiría justifi car cualquier atrocidad, violencia e incluso, la misma traición. Todo esto, quién lo iba a decir, cristalizaba en el abandono, en una posible deserción, que naturalmente él nunca reconocería como tal, y menos si se beneficiaba con ella. Ahora, le quedaba claro, lo más importante en la vida, era él. Así que, como revolucionario, se apropió de esa gran hacienda en donde vivió una infancia de pobreza. Cobijado en la Revolución, cualquier operación ejercida por él estaba dentro de la nueva ley. De esta manera se cumplía una paradoja que no fue poco frecuente en esa guerra, pues él, como otros que le habían precedido; ricos o pobres, había hecho del abuso y del autoritarismo, instrumentos eficaces para llenarse de dinero y de poder. Al parecer su ambición no tenía freno y se había convertido en un cacique, en esos contra los que luchaba denodadamente su compadre, el General. El rompimiento con el General se tejió en dos madejas: la desobediencia y la traición. La primera vino cuando el General quiso ejecutar al tal Borboa, que era jefe de su Estado Mayor. Él se negó y consideró que ya estaba fuera de la juridicción de la División del Norte. Con esta actitud el General constató que su traición era algo más que una murmuración.

La traición no es siempre un hecho consumado

y tampoco tiene porque manifestarse de

un solo golpe; se puede

traicionar diariamente sin que la víctima se entere. La traición se traduce a veces en silencio, apatía, desobediencia, indiferencia u olvido. Y aunque

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estas formas son más sutiles, tarde o temprano se deja ver en ellas la esencia, que se puede leer como deslealtad, infidelidad o simplemente, desapego. En realidad eso fue lo que pasó con él, su alejamiento fue paulatino; no acatar las órdenes al pie de la letra o, lo que puede ser muy grave en la milicia, darles una interpretación personal. Esto lo fue alejando del gran ejército, pero no de las miradas inquisitoriales del General y otros subalternos. No había palabras que lo dijeran, pero todos sabían que él ya no estaba en la dinámica que seguía la División del

Norte y que su brigada, cada día se hacía ostensiblemente más

independiente. Es probable que la jugada definitiva se haya dado cuando se pertrechó en Las Nieves, pensando que ahí sería imbatible. Antes, siempre que recibía un parte del General o de personas cercanas a él, respondía con la misma cantaleta: "Estoy muy enfermo y muy cansado, creo que tengo derecho a un periodo de tranquilidad". Este discurso plañidero se transformaba cuando le daba por beber y se encontraba frente a su gente, aquellos que más merecían su confianza; entonces afirmaba que él ya había batallado bastante y que ahora sólo cobraba ganancias. La Revolución -afirmaba, no sin cierto cinismo- se hizo para que los pobres nos hiciéramos ricos. Así que el General ideó una estrategia para cercarlo sin que se diera cuenta. El asalto a su rancho fue subrepticio; algunos afirman que los villistas cayeron cuando todos dormían y el sueño era muy pesado, otros dicen que se encontraban en plena fi esta. Quién sabe. Lo cierto es que fueron sorprendidos. Seguramente él pensó que nada se movería si el General no daba una orden. También creyó, ¿por qué no?, que el gran cariño que unía a doña Refugio, su madre, con el General, lo hacía intocable. De alguna manera desestimó el coraje que le tenían soldados y oficiales porque ya era del dominio de todos que se había vendido a los carrancistas. Por eso, cuando cayeron en la hacienda, algunos pensaron que podían ser gente del barbón, hasta que alguien gritó ¡viva Villa!, y la guardia de plateados, que no estaba prevenida para un ataque de sus propias fuerzas, empezó a disparar en desventaja. Lo demás se perdió en la confusión que generaron los disparos y la oscuridad: muchos heridos, incluso él, y otros que huían en desbandada. Él gritó con las fuerzas que le permitieron la embriaguez y el miedo: -No disparen, es gente de mi compadre. Y luego: -¿Cómo me puede hacer usted esto compadre? Ya tan lueguito me desconoce. Se agarraba el brazo y enfatizaba su dolor para que el General y los demás se conmovieran, pero no hubo tal, se ordenó que desarmaran a los plateados y él se quedó ahí, sentadito, esperando, ¿esperando qué? No tenía muchas alternativas, al parecer se le había caído el teatro y bien sabía cómo el General castigaba ese tipo de traiciones, acaso por eso se apresuró: -Estoy muy enfermo y muy cansado, compadre, usted ha de com prend er., -No compadre, le contestó el General, lo que usted está, es muy rico, y para mi parecer, muy desvergonzado. Y agregó: -¿Cuánto le dieron las compañías petroleras para que se hiciera el enfermo en Aguascalientes? -No compadre, ¿Cómo cree? Esas son puras habladas de Jacinto Treviño y c o m p a ñ ía ., yo con usted siempre, como en los viejos tiempos. Siguieron discutiendo, pero el general nunca se dejó convencer, traía clavada la espina de la traición y esas

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anchetas para él no se justifi caban. Así que lo apartó de los demás, le dio su brazo para que se apoyara. Algunos dicen que se metieron a una habitación en donde pasaron horas hablando, otros, que se fueron caminando hacia una esquina para que no se oyera lo que hablaban. Nadie sabe lo que se dijeron, ni los más cercanos al General. Los vieron de nuevo, sonriendo, pero con los ojos hinchados, a luego se veía que habían llorado juntos. El General dio la orden de que lo dejaran ir y nadie protestó; se arregló un vehículo y él empacó lo más necesario, quesque se iba a Parral, en donde lo iban a curar. Salieron él y un pequeña escolta de cuatro soldados, ya no iba el Mocho Barboa, jefe de su estado mayor, pues el General lo había hecho preso antes. Salieron en santa paz, pero no habían avanzado un kilómetro cuando todos se fueron sobre el General, recriminándole que lo hubiera dejado escapar y escupiéndole a la cara que él era muy rico y un traidor, que para qué entonces habían muerto tantos inocentes si gente como él se iba a beneficiar. El General, un poco sin convicción sólo les contestó, como para quitárselos de encima: Hagan lo que quieran. Al parecer, eran las palabras mágicas, porque inmediatamente salieron a caballo y lo alcanzaron antes de llegar a Las Catarinas. Se dice que cuando lo bajaron del auto, él hablo con Fierro, pero eso no es cierto, porque Fierro no sabía hablar, sólo le hizo una pregunta que no esperaba respuesta, pues de inmediato le cerrajó un tiro en la nuca. Luego también mataron a sus escoltas y enterraron a todos ahí. Cuando regresaron, el General le preguntó a Fierro que en qué había acabado todo y éste contestó lacónico: en lo que debía terminar, ese Tom ya estaba cansado y no podía seguir, así que lo dejamos quietecito ahí, donde Las Catarinas. El general sólo movió la cabeza, ya sabía que no podía haber sido de otra manera. Sin embargo, cuando se hizo el registro en la casa, ante los reclamos de la recién viuda, encontraron costales llenos de dólares y algunas barras de oro, por lo que el General quedó convencido de que su gente había obrado bien. Él, que fue siempre relegado en la Revolución, también lo sería en la historia, pues no son pocos los que se dirigen a él como traidor, renegado, salvaje y ladrón. En realidad no hay un adjetivo positivo que pudiera al menos atenuar tanto negativo. Sólo quedó ahí volando la frase que le adjudican todavía: "La Revolución se hizo para que los pobres nos hicieramos ricos". Dicen que luego el General fue a darle el pésame a su esposa, y que también fue a llorar a la tumba del Chapo. Dicen muchas cosas. Culhuacán, 2016


La dulce Filipa Alejandro Ordóñez1 Para Ale, Paco, Patricio y Troy

\

1

y

uiero aclarar que mi padre es un político destacado pero a diferencia de otros ha sido honesto y por eso somos relativamente pobres. Claro, después de una vida de

trabajo, algo ha hecho, además mi madre es ahorrativa, así que sacó provecho a bonos, prebendas e incentivos confidenciales otorgados a mi padre por contribuir a la democracia. Vivimos en un fraccionamiento exclusivo, a orillas de la ciudad, construimos la casa sobre un terreno donado por el municipio. Tenemos autos de lujo y un yate, pero no quiero hablar de eso. Ocurrió cuando mis padres visitaban Europa, en viaje oficial, porque ya se sabe, hay que aprovechar las facilidades que dan los cargos. Era la madrugada, dormía plácidamente. Filipa, la chica que ayuda a mi madre en los quehaceres entró a mi cuarto. ¿Qué pasa, pregunté? Se metieron unos hombres, dijo, están en el patio de servicio forzando las cerraduras de la puerta de la cocina. Salí al balcón, estaban ahí mis dos hermanos. Llama a la patrulla, ordenó Fernando, quien por ser el mayor se siente el patriarca cuando estamos solos. Por fin, después de varios intentos, una adormilada voz de mujer contestó: Policía municipal, ¿Dígameee? Señorita, habla el hijo del senador Zutano, se metieron unos ladrones al jardín y quieren entrar

a

la

casa.

¿Direcciooón?

Tal. Vapallá una unidaaá. ¿Cuánto 1 Autor de siete novelas, de ellas, Cábulas fue publicada por Plaza y Valdés en 1987 y ha obtenido varios premios en cuento. Escribió guiones para “Hora Marcada” y en su columna “Taches y Tachones” ha publicado material diverso desde hace varios años en varios medios impresos y en la Web, como cuentos, crónicas, análisis políticos y artículos de opinión. Editorialista en dos programas de radio.

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tardarán?

Media

hora.

Señorita

están armados, son peligrosos. Ya le dije, vapallá una unidá y cuelgue porque mestá saturando las liiínias. Regresé al balcón. Fernando hablaba con los rateros, dos chavos flacos, desnutridos y con facha de jodidos. Ya viene la patrulla, váyanse, más vale

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que no los agarren aquí, pero los jóvenes guardaban silencio y seguían forzando las cerraduras. Fernando se empezaba a encabronar. ¿Qué no me oyen pendejos? Lárguense. Pinches huevones, pónganse a trabajar y no quieran chingarse la lana de otra gente. Y que el más fl aco contesta: cállese cabrón, ¿no ve que nos pone nerviosos y no nos deja trabajar a gusto? Te voy a aventar unas tortillas duras para que se las lleves a tu madre que se ha de estar muriendo de hambre la cabrona. Órale más respeto con mi jefecita, eso no se lo paso. Me meto con quien quiera y vas y chingas a tu madre pendejo. Y el pendejo que saca una pistolita y Fernando burlándose de él. Apúntale bien idiota y ¡pum! que rompe el silencio de la noche un plomazo que se estrella en el techo del balcón y Fernando riéndose: eres un pendejo, ¿no te digo? Pinche fracasado, ni pa ratero sirves, eres un perdedor y tu madre una pendeja. Dirección de Policía, ya le dije: vapallá una unidaá, sque la patrulla no puede ir rápido porque el fraccionamiento tiene así de topes y se pue romper el mofl e o el cárter y ustedes no se acomiden pa pagarlo. Y ya no esté llamando porque lo voacusar de desacato a la autoridaaá. Que sale Filipa al balcón y les avienta una maceta. ¡Madres! Brincan los chavos: órale pinche vieja ¿pus qué trais? Y Hugo, mi hermano menor: se va a cagar mi mamá, era de porcelana y la trajo de China. Pero Filipa, encarrerada, ya les tiraba otra maceta. Se va a cagar mi mamá, eran las orquídeas que trajo de Asia. Y los chavos que se refugian bajo el techo del lavadero, al otro lado del patio, protestando por la agresión, que empieza uno a reír, y el otro, qué onda carnal. ¿Ya viste? Estamos asaltando la casa de los tres cochinitos, órale mi lobo feroz, aunque más que cerdos parecen hipopótamos, juar juar juar. Tu madre ha de ser una pinche puerca. Los tres cochinitos y Petunia. No te metas con mi mamá y Fernando agarra un jarrón y lo avienta con tanta fuerza que llega al lavadero. Y órale cabrón, ya me heriste. Y Hugo: se va a cagar mi mamá, esa cerámica la trajo de Egipto. Y entre fintas y contrafintas volaban los proyectiles pero los rateros regresaban siempre a la puerta. Parecía que defendíamos Masada y las legiones romanas no cedían. Se acabó el parque, no había qué aventar y la primera chapa había cedido. Sale Filipa al balcón, vacía detergente en una cubeta y se las avienta. Era agua hirviendo y los rateros, ¡ay ay ay! Órale que nos están quem ando y pérate carnal quementró jabón en los ojos, y otra vez, ataques y contraataques, para entonces el detergente en el patio había formado una capa de espuma de medio metro y parecía que los ladrones fl otaban entre nubes. Y el pinche Hugo: se va a cagar mi mamá, te acabaste el detergente de todo el mes. Y que las cohortes romanas desprenden una lámina del techo del lavadero y avanzan cubriéndose con ella. En la madre, la segunda chapa cede. Sale Filipa con dos galones de aceite purísimo de oliva, extravirgen y los vacía pegados a la pared. Se va a cagar mi mamá, te acabaste el aceite para el bacalao y jodiste la pintura de la pared. Los rateros resbalan, caen, van al cuarto de lavado y regresan caminando sobre la ropa. Se va a cagar mi mamá, son los vestidos que trajo de Tailandia. La última chapa está por ceder, sólo

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quedan dos tornillos. Morimos de miedo, amenazaron con violar a Filipa y matarnos a nosotros. Filipa toma su caja de herramientas y la pistola de aire de mamá, corta el cable, pela el polo positivo. Baja a la cocina, conecta el cable y con el alambre pelón hace contacto con la perilla. Nomás que hagan tierra estos cabrones. El grito es aterrador, el cortocircuito es durísimo, el cable zumba y se oye el chispazo. Me electrocuté, grita uno, el otro lo carga hasta el lavadero. Estamos a oscuras. Se va a cagar mi mamá, fundiste la instalación eléctrica. El tipo se repone, abren la puerta, van a entrar y un diminuto punto rojo se posa en la frente de un ratero. Levanta las manos y grita aterrado: ¡No dispare!, El otro pregunta qué onda. ¿No ves? Nos apuntan con un rifle de mirilla infrarroja, como el de Rambo. ¡Uta madre! La luz infrarroja va y viene de una frente a otra, ambos gritan, lloran, se hincan, piden piedad, no son gente mala, sólo querían robar pero el gordo mayor los hizo enojar, no querían hacerle daño a nadie. Y el pinche Fernando: ¡Dispara, dispara, mátalos ya, reviéntales el cráneo aunque nos llenen de mierda la pared porque estos no tienen sesos! Se escucha la sirena de la patrulla, Hugo les abre, los rateros chillan, exigen la presencia de Derechos Humanos, están heridos, quemados, electrocutados, medio ciegos y estuvieron a punto de ser asesinados. El com andante pide que le expliquen. Un arma de alto poder mi jefe, con mirilla infrarroja, aquí nomás en la frente. El com andante trata de extorsionarnos. Uta, eso es gravísimo, está penado. Cárcel sin derecho a fianza. Denm e el rifle, son armas para uso exclusivo del ejército, quedan detenidos hasta que se aclare, a menos que... Y nosotros chillando: no, pus cómo, si somos las víctimas y de pronto el puntito colorado se posa en la frente del policía, los demás voltean apuntando sus armas hacia el balcón y se tiran hechos la madre al suelo pero el jefe los pone quietos. No disparen, grita, mientras se orina de miedo y tiembla. Usted, el francotirador, por amor de Dios quite el dedo del gatillo, no vaya a ser la de malas y se escape un tiro. Desde el oscuro balcón se escucha la risita de Filipa, no manchen, cuál rifle de alto poder, cuál Rambo, es mi lamparita de rayos láser que llevo al estadio para aluzar los ojos del portero contrario, ¿a poco creían que era de las que se conforman con gritarles: ¡Puto!?

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La cruz Rocío Osorno Hernández1

n el año de 1977 mi familia y yo nos cambiamos de domicilio,

e

después de vivir en la Delegación Tlalpan nos vinimos a Iztapalapa, sobre todo porque mis padres no tenían dinero y

terminamos en la colonia San Miguel Teotongo, la cual estaba recién

fundada y apenas contaba con muy pocas casas. En mi calle sólo había siete predios ocupados, el de la esquina que tenía una finca grande y bonita, sus dueños sólo venían los fines de semana; al lado de esta casa había otra muy pequeña que constaba de dos cuartos y un baño en el patio, allí vivía un matrimonio con sus tres hijos, de edades similares a mis hermanos y a mí; nosotros éramos cuatro: mi hermano mayor de seis años, mi hermana de cuatro, mi hermano pequeño de tres y yo de cinco. Nuestra casa estaba justo a la mitad de la calle, en medio de varios lotes baldíos. En el otro extremo de la calle, vivía Juanita, una mujer de edad avanzada, estatura baja, pelo cano, ondulado y alborotado, además de tener una nariz prominente, que se notaba más por porque sus ojos eran muy pequeños, caminaba encorvada, apoyándose en un bastón. En la acera de enfrente había tres casas más, una ocupada por la abuela, la hija y las nietas. La señora mayor como de cuarenta y tantos, pero atractiva y siempre bien maquillada, la hija de veintidós y ya con tres hijas. Estas mujeres trabajaban por la noche, así que de día, ellas dormían y las niñas salían a jugar a la calle. La segunda casa era habitada por una señora que vivía con sus cuatro hijos, ya que según decía su marido estaba en los Estados Unidos, me imaginó que no había comunicación entre ellos y mucho menos le enviaba dinero para sus hijos, pues recuerdo que los aboneros se cansaban de tocar su puerta y el tendero de cobrarle. 1 Nació en la ciudad de México. Egresada de la Carrera de Letras Hispánicas de la u a m Iztapalapa. Docente Tutor Investigador de la materia Lengua y Literatura en la Preparatoria Iztapalapa 1 del i e m s de la Ciudad de México. Ha publicado en La aparecida, Molino de Letras y en el libro colectivo Cartas M arcadas (Cofradía de Coyotes, 2014) y en la antología Escribir para leer y no morir en el intento (Ed. AMEICAH , 2015).

La

última

casa

era también

tienda, no muy bien surtida, pero si te sacaba de un apuro, como decía mi abuela, ya que vendían lo básico: huevo, azúcar, frijol, arroz, aceite y refrescos. Esta familia estaba compuesta por los abuelos (padres de la señora), los hijos y los nietos que eran gemelos.

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La convivencia entre vecinos se podía calificar como buena, dado que éramos pocos, los adultos

se limitaban a los saludos

y reuniones en pro de la comunidad. Los niños solíamos salir a jugar; aprovechando la tierra suelta y la abundancia de hierba, lo mismo preparábamos exquisitos manjares, o nos convertíamos en exploradores o cazadores, expertos domadores de mayates, asesinos de pequeños arácnidos. Como las tardes eran largas también nos daba tiempo de jugar con resorteras, "encantados”, "burro castigado" y otros tanto juego de la niñez. Juanita solía asomarse y a veces enojada gritaba: -¡cállense no me dejan oír mi novela, chamacos escandalosos! Nuestros vecinos y amigos de juego aseguraban que Juanita era bruja, mis hermanos y yo les decíamos que sólo era una viejita, un poco fea, pero eso no la hacía bruja. En casa nos habían enseñado a respetar a los adultos, pero sobre todo a los de edad avanzada, así que siempre le contestábamos bien a Juanita y le hacíamos ciertos favores, como ir por sus tortillas, ayudarle a barrer su patio o regar sus plantas. A cambio doña Juanita nos ofrecía dulces, refresco o nos invitaba a ver la novela "Mundo de juguete" con ella, mientras comíamos galletas y chocolates, que ella misma preparaba, todo esto en su cocina, a los demás cuartos nunca entrabamos. Nuestros amigos nos aconsejaban no comer nada, pues decían ellos: "los puede embrujar". A veces sí nos daba miedo, pero la gula nos ganaba y terminábamos comiendo todo lo que nos ofrecía Juanita. Mi casa tenía muy bonita vista, dado que no teníamos barda, el panorama que se veía

justamente a través de las ventanas de

las recámaras era de calendario, decía mi abuelita, dado que se veía el cerro en todo su esplendor, mismo que simulaba una tortuga gigante, que además decían fue un volcán activo hace muchos años. A mí me gustaba asomarme en las noches e imaginar todo lo que acontecía allí; según había escuchado, además de los grandes árboles y arbustos, había liebres, zorros, víboras, zorrillos, mapaches, entre otros. Mi hermana y yo por las noches nos dormíamos mirando con la esperanza de ver bajar alguno de esos animalitos, incluso llegamos a poner trampas en nuestro patio, donde los únicos animales que atrapamos fueron algunos perritos, gatos y hasta un ratón. Durante algún tiempo nuestro nuevo hogar nos agradaba, sobre todo porque mis hermanos ya tenían su propia recámara y era mucho más cómodo compartir el cuarto sólo con mi hermana, y no con todos mis hermanos, como en la casa anterior. Un día ya muy entrada la noche, sentí como alguien se metía a la cama, se acurrucaba en medio de nosotras y sollozaba quedito. Abrí los ojos y me di cuenta que mi hermano pequeño estaba muy asustado. Lo único que acertaba a decir era: "Las brujas me están viendo desde la ventana", cuando escuché esto me dio tanto miedo, que no pude voltear hacía la ventana, decidí que lo mejor era dormirnos cuanto antes. Abracé a mi pequeño hermano, que durante toda la noche estuvo de espaldas a la ventana, igual que yo.

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Al otro día mi hermanito y yo decidimos no decir nada, pues yo le aseguré que haríamos una trampa para que cayeran las brujas. Según la versión de mi hermano eran dos bolas de fuego, que bajaban del cerro y ya frente a la ventana tomaban forma humana, pero eran muy feas. Durante el día estuvimos ideando qué hacer y aprovechando que

bajo

las ventanas

había jardín,

hicimos

un

gran

hoyo,

argumentando que allí se metería todo el desperdicio orgánico, que sirve para que las flores crezcan más bonitas. La idea era que las brujas que venían rodando, desde la punta del cerro cayeran allí. A las doce de la noche mi hermano ya estaba acurrucado junto a mi, asegurándome que lo estaban viendo, por supuesto que ni siquiera volteé hacia la ventana. Nosotros seguimos callados, mis otros dos

hermanos

parecían no haberse dado cuenta. En una de las ocasiones en que platicábamos con nuestros vecinos, uno de los gemelos comentó que a su casa iban brujas por la noche, que su papá había comprado una pistola de diábolos, y que no dudaría en dispararles para ahuyentarlas. Días más tarde, nos dijo que su papá les había disparado a las brujas y que una de ellas quedó herida, que la sangre que había dejado regada parecía ceniza. En toda esa semana, las brujas no fueron a mi casa. Tal vez nos hubiéramos sentido felices, de no ser porque a Juanita le estalló la olla exprés y le sacó un ojo, como la pobre señora vivía totalmente sola, mi mamá y nosotros la apoyábamos. La tuvieron que operar y le colocaron en el hueco un ojo de vidrio, que la única función que tenía era cubrir el vacío. Durante los días que estuvo hospitalizada, nos encargó sus plantas y nos dio llaves de su zaguán, pero no de sus cuartos, los cuales estaban completamente cerrados, pues hasta las cortinas eran muy pesadas y oscuras. A su regreso, mamá le guisaba y le aseábamos su cocina, el resto de la casa ni siquiera lo conocimos, las luces estaban apagadas y las cortinas cerradas, ya que a Juanita le lastimaba la luz. Pronto le dio las gracias a mi mamá y le dijo que ya no era necesario que fuera, sólo nos pedía le hiciéramos ciertas compras. Tan ocupados estuvimos durante casi un mes, mismo en que curiosamente las brujas no visitaron mi casa. Por fi n nos reunimos nuevamente con nuestros amigos, al llegar el gemelo nos puso al tanto, decía que las brujas habían dejado de venir porque seguramente su papá había matado a una de ellas, mi hermano y yo pensábamos que tal vez así era. Misteriosamente uno de los gemelos empezó a enfermar a tal grado que ya no podía salir de su cama, los síntomas eran cansancio extremo, palidez, sed y fiebre, lo extraño es que ninguno de los médicos que lo visitaron lo pudieron diagnosticar de manera acertada. Así, poco a poco, decía su mamá, fue secándose hasta que murió. El día del sepelio fueron todos los vecinos hasta doña Juanita, quien iba acompañada de una amiga, lo doble de fea que ella y a

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lo mejor también lo doble de grande, parecía que tenía más de cien años. Cuando pasé a ofrecerles galletas y té, doña Juanita dijo: "a tus hermanos y a ti nunca les pasará nada malo, pues son niños buenos, no debes preocuparte, sigan respetando a sus mayores y no les pongan apodos". Al escuchar esto me pregunté, si doña Juanita sabría que los niños de la calle le decían bruja y ahora la ojo de canica. Después de tres meses de total calma, las brujas volvieron a bajar, así que tuvimos que contarle a nuestro hermano mayor y él que ya sabía leer nos llevó a la biblioteca, donde pidió un libro de brujas, allí decía que para ahuyentarlas nada mejor que una cruz, en la almohada de la víctima, de preferencia con unas tijeras, cuchillos o bien de cal, así que decidimos poner la tijeras en forma de cruz y aprovechando que se murió nuestro periquito, lo enterramos justo en el jardín y allí pusimos una cruz de cal. No sabemos si la receta es cierta, pero efectivamente las brujas ya no llegaban a nuestras ventanas, decía mi hermanito que las veía bajar, pero se perdían en el camino. Estábamos contentos por haber logrado vencer a las brujas, pero una fatal noticia ensombreció nuestra felicidad, doña Juanita había sido atropellada al cruzar la calle, pues no alcanzó a ver el carro que venía, debido a su ojo de vidrio, murió al poco tiempo, su amiga se llevó sus pertenencias y la casa quedó abandonada durante mucho tiempo. Mi hermanito sólo volvió a ver a una de las brujas, tiempo después, diciéndole desde lejos adiós.


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Un amor imposible Gabino Carrasco Aparicio1 sta hermosa y trágica historia tiene su origen en la Escuela Nacional

e

Preparatoria "Pedro de Alba”. Aquella tarde cuando te vi por primera vez,

tenías tus sexis labios pintados de rojo, rímel en las pestañas y tus mejillas eran sonrosadas, por la agitación de subir tantas escaleras. Tardaste unos cuantos

minutos para recuperar el aire y entrar al salón. Cuando te presentaste, tú voz me parecía una melodía, dijiste que te encantaba leer, salir de viaje, bailar y com er chocolate hasta que te doliera el estómago. Sin saberlo desde ese día te volviste el centro de mi universo, todos mis pensamientos te pertenecían, los sábados y domingos se volvieron insoportables porque eran los únicos días que no podía verte. Sólo me bastaba con mirarte, no necesitaba que me dirigieras la palabra. Tu existencia me hacía la persona más feliz del mundo. Todos los días me decía a mí mismo que te invitaría a tomar café o a dar una vuelta, pero no me di cuenta que los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses hasta que se terminó el ciclo escolar. En fin, en todo el año no reuní el valor suficiente ni para un "hola” Me dije a mí mismo: será el próximo ciclo escolar. Sufrí cada instante de las vacaciones, se me hicieron una eternidad, cuando por fin regresamos me enteré que no estábamos en el mismo grupo. Casi me desmayo por semejante noticia, tuve que mentir que no podía asistir en el horario que me tocaba, porque estaba cuidando a mi abuelita y tenía que darle su medicamento a cierta hora. Creo que no me creyeron, pero al ver que suplicaba y suplicaba accedieron ponerme en tu grupo. Era uno nuevo, todos éramos desconocidos. Así que utilicé una táctica que me había funcionado el año anterior; platicar con los demás hombres para averiguar si le gustabas a alguien. Cuando ellos me preguntaban, yo contestaba es fea, y además tiene novio, era una forma eficaz de averiguar si tenía competencia y alejarlos de ti. A la semana siguiente me tocó reunirme en equipo y ahí conocí a mis primeros amigos, en especial a uno que se llamaba Emilio, me había dicho lo mismo que todos, que no le llamabas la atención y que eras fea. Así se convirtió en mi mejor amigo y sólo habían pasado dos semanas cuando el muy maldito, de la nada, decidió declararte su "amor”, sentí ganas de vomitar cuando te dio un beso. Me fui enojado a mi casa y com encé a escribirle un mensaje en Facebook diciéndole groserías y reclamándole que era un traidor, cuando envié mi mensaje me di cuenta que el destinatario no era él, sino tú Miriam Rosalí Montiel. ¡Vaya forma de que una mujer se entere que sientes algo por ella!

1 E studia en la Preparatoria A grícola de Chapingo.

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Angélica López Muñoz N ace en A cuexcomac, m unicipio de A teneo, Estado de México. Realizó estudios técnicos en la Escuela de Bellas Artes de Texcoco, así com o en talleres de p in tu ra y dibujo de figura h u m an a en la Academ ia de San Carlos. H a participado en exposiciones colectivas en Texcoco de M ora, Tecámac y en una obra m ural en el m unicipio de V enustiano C arranza, Puebla; en el M useo N acional de A gricultura de la U niversidad A u tónom a C hapingo; en los distintos festivales culturales del m unicipio de Texcoco; fue seleccionada para participar en la 2a Bienal M unicipal de Artes Plásticas de Texcoco; y de m anera individual en espacios públicos de la C iudad de M éxico y Texcoco. La tem ática pictórica que expone refleja diversos ám bitos emocionales que nos llevan a la reflexión de los entornos que en distintas situaciones la artista experim entó en diversas etapas de su vida. La figura h u m a n a y el retrato, así com o la textura, son los elem entos principales que plasm a en cada com posición y con ayuda de elem entos de la naturaleza expresan la búsqueda constante del valor de la libertad. A ctualm ente es docente de Artes Plásticas del N ivel M edio Básico Educativo.

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CarboneraA M o lin o

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Mujer con rebozo michoacano O le o sobre tela / fragmento



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Corazón en reversa M aría de los Ángeles Tufiño Hernández1

Yo, parado frente a la ventana, aquella de cristal con diez divisiones de aluminio color blanco, viendo sin mucho interés las sombras de los árboles y los tupidos arbustos verdes, muy verdes, que yacen en el patio; se escuchan a lo lejos cantos de pájaros y abejas, sí, ¡era primavera! Ella, sentada en la hamaca que mi padre me había regalado al cumplir los dieciocho años, con estambre reforzado y colores de atardeceres pasados, quizá los de la juventud de mi mismo padre... Sentada con la cabeza casi pegada a las rodillas raspadas y sucias, su rostro no se veía porque su melena pelirroja y alborotada lo cubría y sólo salía curiosamente su nariz, com o si lo hiciera para no ahogarse con la despeinada cortina. Ese día, especialmente ese día, se veía hermosa, sexy, fluvial, casi perfecta. Yo fumando y aspirando el humo después de haberlo exhalado, com o si pudiera reciclarlo. Mi cabello despeinado, mi pecho sudoroso seguía latiendo con la fuerza de un elefante... sí, habíamos hecho el amor. Me dijo sin más: - Elige, ella o y o . y elige rápido. Al escuchar eso mi corazón se quedó en reversa, se hizo invierno ahí en mi pecho, los latidos eran signos de interrogación ¿a quién debería elegir? El 1 Participó en la sexta Olimpiada Mexicana de Historia en 2012 y en el año 2013 obtuvo mención honorífica en el marco de la Feria de Ciencias e Ingenierías en el Estado de México. En 2014 fue finalista en el Prim er Concurso de Oratoria realizado en las escuelas de bachillerato de la Zona Oriente del Edomex. Fue integrante del Taller Ambulante de Creación Literaria que impartió el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario en Ozumba. Actualmente estudia la licenciatura en Etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

cerebro entró en shock, creo que hasta me ruboricé. Su voz se repetía en mis adentros con su demanda, e intentaba con cada repetición carburar lo que se supone sería la respuesta acertada. ¿Por qué me ponía en ese dilema? Justo ahora que me sentía tan pleno con las dos... ¿a quién escojo? - ¡Anda decide! Ahí estaba su voz tan amenazadora y tan seductora al mismo tiempo.

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Cómo podría elegir tan precipitadamente, ¿acaso es ilegal amar de manera tan intensa a ambas? Pero ella está decidida a no compartir más, se colocó en el papel de limitadora, era ella o la otra. Por las dos vivía; vivía para las dos, trataba de no descuidar a ninguna, a ambas las acariciaba como ha de acariciarse: con el alma; las tocaba con respeto, con cariño, a veces con frenesí. Ambas tenían curvas hermosas, finas, exactamente definidas para mi locura y para despertar mi pasión. Ambas misteriosas y complejas y, sinceramente, en ciertos momentos, difíciles. Sus pieles se acoplaban cada una a mi cuerpo de manera tan propia y única, respondían armoniosamente al toque de mis dedos. ¿Cómo podría dejar a una y estar con la otra, o dejar a la otra y estar con ella solamente? Transformé ambas manos en puños; no me percaté que seguía sosteniendo el cigarro, sentí en la mano izquierda el calor y dejé que la colilla cayera por la ventana. Una voz interna me dio la respuesta, esta voz me dijo: "¿por qué trata de limitarte?, ¿por qué te cuestiona? No dejes que alguien no te deje ser feliz, ¿es amor o egoísmo?” Le pregunté: -¿Por qué me pides elegir? -Porque estoy celosa, quiero que me des todo tu tiem po y espacio, quiero que me hagas más el amor... La interrumpí con una pregunta ingenua: -Pero ¿por qué celosa? -Qué no lo entiendes, ¡estás ciego o idiota! Le dedicas más tiem po a ella que a mi, te pasas horas tratando de acoplarte a ella. ¿Ya no te gusto? Se levantó, se acercó a mí y entonces pasó su lengua por mi cuello, su saliva era tibia y resbaladiza; su mano empezó, muy despacio, una expedición por mi cuerpo, De repente se apartó de mí. Permanecí en silencio aunque por dentro estaba gritando "Si me amará no me pediría esto". -¡Elige rápido, maldita sea! Suspiré y tragué saliva, saliva de licor que raspó des­ mesuradamente mi garganta; parpadeé mucho y muy rápido para retener mis lágrimas. Contesté: -La elijo a ella -pronuncié de manera seca sin quitar la vista de sus ojos, esos ojos a los que amaba. Me vestí y salí a la calle, y ahí saqué a mi elegida del estuche y canté junto con ella hasta llegar al bar más próximo.

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(Novela por entregas)

Flor de Tuna Raúl Orrantia Bustos1

Para R olan d o Rosas Galicia, M oisés Z u rita Z afra y A riel Sánchez H ern án d ez

Capítulo 8 Mi conflicto con Arturo estaba lejos de resolverse. Me refiero a que con él, en la casa, las cosas marchaban casi nuevamente como antes, y eso era precisamente lo que me preocupaba: no estaba segura de que, volviendo a la vida previa, fingiendo ambos que nada había ocurrido, no se repetiría el incidente. Claro está que Arturo era libre de hacer lo que quisiera, como yo también lo era de decidir si continuaba con él o no. Pese a las horas y días que había pasado en internet buscando una respuesta, una curación milagrosa, la herida de sentirme traicionada, engañada por mi marido, volvía a abrirse con frecuencia. Cuánto me hubiera gustado que en mi caso las cosas se hubieran resuelto tan rápido y de manera tan sencilla como lo relataba la mujer española, pero la realidad es que, luego de haber indagado a fondo cómo soy, concluí que quizás me asemejaba más a su abuela o a su madre que a ella: jam ás he creído en príncipes azules, pero en mi concepción del amor tampoco ha cabido nunca la intimidad como simple sexo, como simple acto f ís i c o , para mí era eso, y algo más. Aunque aquella noche de la pelea en el colegio de los niños Arturo y yo platicamos de buena forma sobre la riña, nuestros hijos, Carlos Alberto y otros sucesos del día, el tem a de nuestra intimidad siguió siendo tabú.

1 Estudió L etras Italianas en la u n a m y actualm ente realiza estudios de posgrado en Europa.

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A la mañana siguiente, incómoda y molesta conmigo misma por no haber sido capaz de platicar con Arturo sobre lo que realmente me inquietaba, hice lo que ya empezaba a hacérseme costumbre: pasar horas enteras en internet. Casi todas las mañanas, después de que los niños se marchaban al colegio y Arturo al trabajo, yo me dirigía a la computadora. Buscaba y leía sobre una infinidad de temas diversos. Como me había sucedido respecto a Arturo, escribía en Google o en otro buscador cualquier palabra o frase que me interesara y en seguida me ponía a explorar las páginas que arrojaba el buscador. Escasos días antes del pleito de mis hijos en la escuela, el telenoticiero matutino había informado sobre la muerte de un joven en el zoológico estatal. El joven, al parecer un estudiante universitario, había saltado a la jaula de los tigres movido por alguna idea insensata o bajo el influjo de alguna droga. Aunque visitantes y cuidadores intentaron socorrerlo, arrojando toda clase de objetos a los tigres y disparándoles dardos tranquilizantes, respectivamente, las bestias no pudieron frenar sus instintos asesinos e hicieron de su víctima parte de su platillo diurno. Estas últimas palabras no son mías, lo que acabo de escribir es más o menos lo que dijo el locutor. Puntualmente, recuerdo la última frase “hicieron de su víctima parte de su platillo diurno”. Ahora que la transcribo, la encuentro inapropiada, ofensiva, inhumana. ¿Acaso el locutor no se conmovía en absoluto por la noticia que daba? Ya sé, el periodismo debe ser objetivo e imparcial (pero en Huelelagua de los Llanos este principio ha sido siempre mera teoría). Sea como fuere, la frase no dejó de resonar en mi c a b e z a . y las imágenes que no se habían transmitido en televisión, inconscientemente las busqué en internet al día siguiente del altercado de mis hijos en el colegio. Y digo inconscientemente porque, sin pensar bien lo que buscaba, lo que quería encontrar aquella mañana, no titubeé un instante al escribir en la barra del buscador de internet: “joven universitario muere por ataque de tigres en Huelelagua”. Las primeras páginas que aparecieron fueron las de los mismos diarios televisivos de circulación nacional, seguidas por las de los periódicos estatales. No tardé mucho en encontrar el así titulado “video de la tragedia del zoológico de Huelelagua”. Lo había grabado un visitante con su teléfono celular. Mi mirada estaba fija en el monitor. El trino de las golondrinas, que siempre han hecho nido en nuestro jardín, llegaba hasta el estudio, donde yo me encontraba. En ese momento la luz del sol me pareció un intruso indiscreto. Me levanté entonces para cerrar la puerta y las ventanas. Corrí las cortinas. Por alguna razón que desconozco, aquella semioscuridad me reconfortaba. Volví a la computadora. Abrí el video.

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Capítulo 9 ¿Por qué había buscado más información sobre la muerte del joven universitario en el zoológico de Huelelagua? Y sobre todo: ¿por qué había visto aquel escalofriante video? Aún no logro dar con una respuesta convincente. Lo que es indudable es que, por algunos días, no quise tocar la computadora. Bajé rápidamente a la cocina para beber un poco de agua. Fue entonces cuando vi mi bolso colgando del perchero del pasillo y recordé que en ella aún guardaba los papales que fray Sebastián me había dado. Al tomarlos, lo primero con que me encontré fue con la caligrafía grande y cursiva de fray Sebastián: Disculpará usted, doña Rebeca Ordoñez Cuesta, que me permita escribirle en estos papeles que casualmente llevaba hoy conmigo y que no son sino la historia legítima de este recinto. M e fue inevitable escuchar su conversación con el abad Higinio (a quien prefiero llamar Ingenuo, aun a sabiendas de que de ingenuo no tiene un pelo). Doña Rebeca Ordoñez Cuesta, usted únicamente ha descubierto una pequeña parte de lo que sucede extramuros del convento. Si no le teme a la verdad, si sabrá callarla hasta que algo verdaderamente significativo se pueda hacer con ella más allá de perder, en mi caso, la orden religiosa, y, en el suyo, quizás algo más que el renombre de su apellido, la invito a que me contacte, con la debida discreción, a este número de celular. Fray Sebastián. ¿Qué quiere este fraile de mí?, me pregunté. En ese momento, habría jurado por todos los santos de Huelelagua que yo jamás buscaría a fray Sebastián. ¿Qué conexión hubiera podido tener alguien como yo con un religioso? Mi resolución de tomar por loco disparatado a aquel fraile no evitó que yo leyera el resto de las hojas. En ellas yacía un texto manuscrito de diminuta letra de molde, plagado de glosas y tachaduras, firmado por un tal Ariel Franco Figueroa. He aquí mi trascripción de lo que contenía el manuscrito: Los conventos de Riva Salgado, como la catedral misma de Huelelagua de los Llanos, fueron construidos con piedras de las antiguas pirámides que se alzaban en la zona. Allá por el año de 1634 desembarcaron en Puerto Bonito dos galeones cordobeses. En uno de ellos venía a bordo el apuesto misionero fray Tomás Chico, joven de cuerpo musculoso aficionado a las mujeres y al trago. En Sevilla lo conocieron como El Matalascallando o El Cuatro Vidas, en proporción de las veces que alguien más había pagado con la suya los delitos cometidos por Felipe Hurtado, verdadero nombre de fray Tomás Chico.

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Al desembarcar en Puerto Bonito, el presunto hermano de la caridad bendijo la ciudad de la manera que mejor sabía hacerlo: dejando encinta a dos sirvientas de la posada en la que se había hospedado y robando las reliquias y el dinero de varias parroquias. Escapó sin rumbo fijo propagando sus bendiciones a discreción por los pueblos y ciudades que dejaba a su paso. Al llegar a Huelelagua de los Llanos, que no era entonces ni el polvo de la ciudad moderna que es ahora, fray Tomás Chico encontró asilo en el convento de Las Hermanas Piadosas. Al poco tiempo, agotado ya en todas sus potencias, temeroso de no sobrevivir a aquel ritmo frenético de tareas místicas y obligaciones litúrgicas, fray Tomás Chico decidió escapar de las manos de las hermanas piadosas y erigir su propio convento, so argumento de poder así derramar sus bendiciones a más feligresas. Cuando las hermanas se enteraron de sus intenciones lo amenazaron con revelar al mundo los dones ocultos de fray Tomás Chico si atrevía a abandonarlas. Él pretextó que lo hacía para hacerse de más propiedades para ellas y que por ello construiría su convento a pocos metros del de Las Hermanas Piadosas; de esa forma, él estaría a su alcance para socorrerlas en cualquier apuro o aflicción. El convento fue construido por los indígenas de Huelelagua y de sus alrededores, en cuyo pago recibieron floridos azotes y la bendición de algún nieto mestizo (lo cual sí era una auténtica bendición, dada la rigurosa división social por castas de la época, válida de una u otra forma hasta nuestros días). Fray Tomás Chico no viviría para ver su obra terminada, pues ciertos curas de alma honrada y auténtico espíritu cristiano (que por desgracia ni ayer ni hoy han sido muchos en Huelelagua) descubrieron la verdadera identidad de Felipe Hurtado. Amparado por el llanto sincero de las hermanas piadosas, que calificaban de calumnias todo lo que se decía de él, fray Tomás Chico, otrora Felipe Hurtado, fue fusilado por las fuerzas reales. Enterado del caso, el arzobispo ordenó la inmediata suspensión de las labores de edificación del nuevo convento, mas no las de la recaudación de fondos que para su causa se llevaba a cabo por toda la colonia. Después de haberse hecho él mismo de extensas propiedades, el arzobispo ordenó la construcción de un tercer convento de dimensiones colosales justo enfrente de los otros dos a fin de hacer olvidar las andanzas e inmoralidades de Felipe Hurtado. Años más tarde, cuando el nombre de fray Tomás Chico había sido borrado de la memoria colectiva de Huelelagua, alguna autoridad visionaria de la Iglesia ordenó que se retomara la construcción que Fray Tomás Chico había comenzado tiempo atrás. Fue así como nacieron los famosos

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“Conventos de Riva Salgado”, de quien aún no he dicho nada pero que fue el único mártir real en estos hechos. La Iglesia de Huelelagua de los Llanos mucho se vanagloria en nuestros días del bondadoso monje español Modesto de Riva Salgado: de su amor por los indígenas y de su lucha incesante por la justicia social y el amor entre los hombres, pero no hace nada por atender y enmendar las críticas que él denunciara en su tiempo, así como tampoco lo hicieron las autoridades eclesiásticas de entonces. Modesto de Riva Salgado llegó a Huelelagua a finales del siglo x v i i i . No tardó en horrorizarse y combatir los abusos cometidos contra los indígenas, los mulatos y la mayoría de los mestizos. Su pecado fue identificarse con los humillados y ofendidos; su herejía, creer en la Palabra. Amén de varios azotes y escupitajos en el rostro, Riva Salgado fue excomulgado en una sesión extraordinaria abierta al público y trasladado a la cárcel de la ciudad en medio de una atmósfera entremezclada de injurias y lamentos. Allá lo fue a visitar el arzobispo esperanzado en que la oveja descarriada hubiese regresado al sendero de la cordura. Sin embargo, trasgrediendo toda norma de respeto, Modesto de Riva Salgado no sólo no quiso claudicar de sus denuncias y pensamientos religiosos, sino que inclusive no reverenció al arzobispo como era debido: cuando éste entró a la celda, Riva Salgado permaneció sentado, “altivo”, según el juzgar del propio arzobispo, quien al dejar la cárcel de Huelelagua ordenó que, “visto que al pecador tanto le gustaba estarse en su silla”, así permaneciera hasta el fin de los tiempos. La orden fue ejecutada de inmediato, aun cuando la Iglesia presuntamente no tenía competencia jurídica (pero sí administrativa) en los quehaceres de la colonia. Modesto de Riva Salgado pasó los pocos meses que le quedaban de vida atado a su asiento. Allí dormía y comía, allí también defecaba. Cada semana un vigilante se encargaba de limpiar las heces del monje español mediante cubetazos de agua helada, hasta que por fin alguien se dignó en hacerle un orificio a la silla a fin que la atormentada alma de Riva Salgado pudiera descansar en paz cuando fuere necesario. En Huelelagua de los Llanos se ha querido borrar de la historia (con éxito avasallador, por cierto) que a Modesto de Riva Salgado fue necesario construirle un ataúd especial en forma de silla, pues, una vez muerto, por más que lo intentaron, nadie pudo brindarle al cuerpo una posición diferente. Siguiendo su tradición milenaria, la Iglesia nombraría mártir a quien en vida ella misma había despreciado. Para entonces, el nuevo arzobispo en turno descubrió con buenos ojos que indígenas y mestizos comenzaban a rendirle culto secretamente a Modesto de Riva Salgado. Sin ser canonizado aún, el pueblo moldeaba ya estatuillas del monje y mártir

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español y las posaba sobre adornos florales a la luz de pequeñas veladoras. El nuevo arzobispo se encargó de que la producción de las estatuillas estuviera estrictamente bajo la jurisdicción de la Iglesia e hizo aparecer, quién sabe de dónde, una reliquia milagrosa perteneciente a Riva Salgado que fue colocada en un rincón de la catedral de Huelelagua de los Llanos, donde los feligreses podían visitarla y depositar, según su voluntad y posibilidades, limosnas para su cuidado y manutención. No fue sino ya entrado el siglo XIX , tras las luchas de independencia que se dieron en todo el continente, que la reliquia de Modesto de Riva Salgado fue reclamada por ciertos frailes de Huelelagua bajo el argumento de que Riva Salgado no había sido un sacerdote sino, en efecto, un monje de su congregación. Para arreglar el conflicto, las autoridades eclesiásticas decidieron no concederle la reliquia ni a unos ni a otros, sino ponerla al cuidado de las hermanas piadosas, quienes la tuvieron a su resguardo hasta el cierre del convento tras las continuas violaciones, raptos y fugas de monjas que hubo durante la revolución, ya iniciado el siglo XX . El ex convento de Las Hermanas Piadosas pasó momentáneamente a manos del Estado para después regresar, como museo, a las arcas de la Iglesia, tal y como lo conocemos ahora. Los otros dos monasterios siguen funcionando hasta nuestros días: uno abierto parcialmente al público para la venta de diferentes artesanías, fruto del trabajo de los monjes, y para la celebración de misa de cada domingo; el otro es exclusivamente de aislamiento y meditación. Quizá está de sobra concluir que la gente de Huelelagua de los Llanos se refiere hoy en día indistintamente a estas tres construcciones como a los conventos de Riva Salgado.

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La pregunta Raúl de León Alcocer1

¿Te casarías con una puta? Es una pregunta de hace poco más de veinte años. M e la hizo el gerente de la empresa donde entré a trabajar por prim era vez. Fue un viernes por la noche del año noventa y dos o noventa y tres; el caso es que habíamos concluido un curso de capacitación del personal operativo y de la com ida de cierre del evento nos fuimos al Bombay, uno de los table dance más exclusivos de la ciudad. Recuerdo que el gerente, m i jefe inm ediato, uno de los contadores de la empresa y su servidor llegamos al mismo tiempo de la apertura del bar. A ún nos tocó ver entrar, por la puerta principal, a algunas de las bellezas que ahí trabajaban. Al poco tiempo, medio entonados de las primeras bebidas que degustamos durante la comida y las cervezas que ahora bebíamos, contemplamos el desfile de mujeres semidesnudas que luego, al final de su baile, term inaban cubriendo su cuerpo con una mascada, un pañuelo o con las manos mientras salían de escena fingiendo pudor, nos desbocó a todos como animales. Poco a poco cada quien eligió a una de ellas y fue así como supe que al gerente le gustaban las mujeres de pechos grandes, a m i jefe inm ediato las de nalgas prom inentes y redondas, al contador las chaparritas bembonas y piernudas y a m í las esbeltas de atributos equilibrados muy bien proporcionados. Participamos en todo lo que participan los caballeros que frecuentan este tipo de antros, en el entendido de olvidarnos de eso una vez pasara. ¿No es tu prim era mujer verdad o sí? Me preguntó al oído el gerente quien ocupaba el sillón

1 Ingeniero agrónomo egresado de Sociología Rural de la UACh. Autor de la novela M ariposa de cristal y quien recientem ente obtuvo el premio de narrativa histórica “Ignacio Solares” 2016. L a pregunta


de m i derecha, a gritos, seguro que aún con la música en alto lograría escucharlo. La prim er m ujer no, pero el prim er ángel sí -le

misericordiosa y sacrificada que, aunque las viejas que llevaba la corrían de su propia casa, ella siempre volvía a mis brazos. Hasta

respondí inseguro, pero riendo, como si le contara u n chiste. Al parecer él no esperaba esa respuesta, ahora miraba directamente a mis ojos y en un tono de borracho serio y

que de tanto y tanto llegó el día en que nunca volvió. Aún recuerdo la m irada del gerente cuando le dije que no sabía la respuesta. Me

arrastrando las palabras me soltó la pregunta ¿A poco sí te casarías con una puta? La pregunta no estaba nada fuera de lugar. En ese tiempo el interrogado era soltero y había

miró enojado como diciendo. Entonces no digas pendejadas. Y pues no, no eran pendejadas lo de aquella com paración con un ángel que sin saber cómo ni por qué me

elevado a nivel celestial a una m ujer que se ganaba la vida desvistiéndose, bailando y fichando a los clientes que le llegaran al precio. N o sé -le respondí. -¿Q ué? -N o

salió del corazón. Pero tuve miedo de ser consecuente con lo que en ese m om ento sentía. Lejos de eso elegí la actitud de sentirme superior al ángel semidesnudo

escuchó m i respuesta. - Q u e la verdad no sé cuál es la respuesta a su pregunta, le dije con más contundencia. Quizás para m i siempre fue una buena pregunta, de lo contrario ya hace tiempo tendría la respuesta,

sentado en mis piernas. Superior como si de antem ano yo garantizara estabilidad, fidelidad, felicidad y am or en automático. Com o si el hecho de ser profesionista con empleo y un crédito hipotecario garantizara

m i respuesta personal. Pero después de casi veinticinco años con tres divorcios contenciosos, dos congestiones alcohólicas mortales y u n accidente de automóvil donde

a su vez m i calidad moral a prueba de todo. Y para nada fue así, tal como lo hizo m i padre con m i madre. con M aría Soledad quise hacer de nuestro hogar su

clarito acompañé a una, todavía jugosa, Dolores del Río cam inando por u n sendero de luz, tom ada de m i mano. A la distancia y después del tiempo

tum ba. A Socorrito, de no ser por uno de mis pequeños que me desbalanceo cuando disparaba, de seguro ya estuviera m uerta y todo porque le encontré una nota donde

trascurrido la respuesta es sí, Sí y SÍ. Sí me casaría con una puta. Si en aquel tiempo, cuando el gerente me interrogó, cuando apenas iniciaba m i vida adulta, algún brujo

alguien le escribió “Yo si te voy a querer como Dios m anda”. D e la Chofi mejor no digo nada, hasta miedo tuve de salir a buscarla. ¿Para qué? Para luego salirle con

o chamán, a través de su bola de cristal me hubiera mostrado la miseria de m i recorrido, ese mismo día m i deseo y m i lujuria los llevaría hasta su últim a consecuencia: es

las mismas chingaderas. Pinche fraude de pretencioso que resulté. Pero ¿quién me metió en la cabeza que yo era mejor que todas las mujeres del Bombay, que M aría

decir hasta el amor. C on la m ujer que me tocó cachondear en el Bombay o con cualquier otra de ahí o de algún antro diferente a los que tam bién fui. M aría Soledad m i prim era esposa, después del

Soledad, Socorrito y m i Chofi? ¿De dónde mamé la leche envenenada de la estupidez? Pero aún en estos pellejos se me ha metido en la cabeza sacarme la espina. Por eso hace ya meses que a Lucrecia, que en verdad se

aislamiento y el encierro a la que la sometí, term inó huyendo evitando a toda costa, y hasta el presente, saber algo de mí. Socorro, la segunda, term inó odiándom e y me juró

llama Rosalinda, le rosa de mil aromas, darle algún regalito, hacerle el am or y

que si presentía que la mataba a quien iba a m atar era a mí. A ver si de ese modo tam bién m ataba m i intento de asesinato que la sumió en u n mal de terror perm anente y todo por

manda. Y como m i corazón la necesita y la quiere de verdad, entre besos y abrazos empalagosos una y otra vez le pregunto, con insistencia, pegando mis labios a su

ese corazón de perro celoso que descubrió la puritita promesa del am or de otro. Sofía, la tercera, fue tan fiel, tan entregada, tan

pequeña oreja: ¿Te casarías con un puto viejo como yo?

pido sus servicios de donde aprovecho para cantarle algún bolero, quererla como Dios

O L a pregunta



ANGELUS

M ás

allá de

las f r o n t e r a s Jorge Iván Garduño1

D urante siglos, el pueblo estonio ha sido dom inado por diversas naciones que han visto en ellos la oportunidad de anexar a individuos con una m entalidad férrea, además de poseer una geografía rica en llanuras, suaves colinas y con algunos lagos, que al contemplarlas evocan los más celebres paisajes europeos en todas sus latitudes. Alemanes, polacos, suecos y con m ayor fuerza los rusos, son quienes han ejercido el poder dentro de las fronteras de Estonia, algunos adueñándose casi de la totalidad del país en más de una ocasión, otros incorporándola a su territorio y, finalmente, algunos otros conseguirían su dom inio absoluto durante u n siglo hasta el tratado de N ystadt en 1721, año en que fue cedida a Rusia durante el periodo de dom inio zarista. A finales del siglo xix, la rusificación de Estonia comenzó su desm oronam iento con la oposición de algunas organizaciones sociales que desembocaron en conflictos nacionales, hasta que en 1924 se instauró un sistema dictatorial conocido como Laidoner;

1 Fotógrafo, escritor y periodista mexicano. jorgeivangg@hotmail.com

perm itiendo que Rusia dom inara al país de nueva cuenta tras algunas disputas con Alemania. Luego de la perestroika y la caída del telón de acero en la década de 1990, el país de Europa del Este, Estonia, comenzó a construir un proyecto de nación que incluía la apertura paulatina de sus fronteras hacia occidente. A más de diez años, esa apertura no ha sido nada fácil y ha representado un gran esfuerzo, sobre todo para más de una generación para la que com unism o y represión habían sido lo único significativo en sus vidas. Sin embargo, han surgido artistas, académicos, luchadores sociales e intelectuales que están aportando ideas novedosas a la cultura nacional e internacional en todos los ámbitos, tal es el caso de Tonu O nnepalu, quien nació en la capital de Estonia, Tallin, en 1962. Biólogo de profesión, es uno de los escritores más interesantes y conocidos a nivel m undial de aquella región. Tonu O nnepalu crea una lite­ ratura de ruptura total, de una denuncia perm anente en la que la inclusión cultural y la diversificación ideológica es distintiva frente a la situación límite donde quedan invalidadas todas las políticas asimilacionistas contemporáneas.

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En 1993 publica, con el seudónim o de Emil Tode, su novela más representativa hasta hoy, Piiririik (País fronterizo), en la que nos presenta a u n narrador que vive en una especie de exilio ‘indefinido’ en París, proveniente de un país del que nunca se m enciona su nom bre, pero del que se sabe form a parte de la Europa del Este y del extinto bloque comunista. Piiririik está construida a partir de una serie de cartas, donde el emisor tom a el papel de narrador anónim o y el receptor desentrañará los pensam ientos y deseos de una existencia reprim ida -p lan tean d o la hom osexualidad como origen existencial. Asimismo, el m undo occidental funge como escenario caótico en el que los relatos de

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sucesos traumáticos y a veces escandalosos, y sobre todo, el testimonio de una profunda crisis existencial llevarán al lector por intrincados callejones que buscan comprender las reglas de las sociedades occidentales. Conforme avancemos en la lectura, esta novela formará una espiral de la que no podremos salir indiferentes, ya que en la búsqueda de la identidad de Angelo (o de su memoria que le dice quién es y de dónde viene) habremos de derribar fronteras de idiosincrasia, mismas que nos recuerdan lo frágiles, pero sobre todo hum anos que siempre somos. C o n una prosa de admirable belleza, Tonu O nnepalu deja constancia en Piiririik de que las mayores fronteras son mentales, no físicas.

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Pr ó l o g o a

Ca r a c o l e s e x t r a v ia d o s Arturo Trejo Villafuerte*

U N O . O riente en América C on tra lo que se cree, no estamos tan lejos del oriente, de hecho muchas culturas autóctonas, muchas civilizaciones americanas y varias de nuestras tribus ancestrales m anejan conceptos parecidos a los del lejano oriente -com o siempre gustamos de decir-. Algunos libros de H istoria m encionan la hipótesis de que los primeros pobladores de América cruzaron por el estrecho de Behring. Tam bién m encionan que una de las posibles tribus que lo hizo * Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Sus trabajos más recientes en poesía se han publicado en: Rituales. Veintiún cánticos de amor y un poem a casi desesperado (2009), Lunas de octubre (2009), Alas de lluvia (autor del prólogo y antologado en, 2010), Sueños al viento (2010), Poemas para un poeta que dejó la poesía (2011) y Donde canta la piel. Antología de poemas amorosos (2011). En ensayo: Sombras de las letras (2012). En narrativa: “Un viaje inolvidable” en la antología Atrapados en la escuela (Ed. Selector, 1994-2011. 42 ediciones) y M i vida con las mujeres (2009). De crónica: Amor de la calle (colectivo, 1990). Traductor, junto con Angélika Scherp, del libro de poemas Postscriptum de Joseph Brodsky (1987). Es profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del Programa Universitario de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades (PUICSH) del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER ) de la misma institución.

fue la de los H ñañús (llamados peyorativa y malamente “O tom ís”), quienes tienen rasgos orientales, mongoloides, y su lengua es nasal­ gutural y m uy parecida al chino. En la década de 1970 llegó a Ixmiquilpan, Hidalgo, a la sede del Patrimonio Indígena del Valle del M ezquital, un grupo de chinos, quienes muy rápido aprendieron a beber pulque y a hablar hñahñú, en ese orden. Los que saben, dicen que ambas lenguas tienen muchos parecidos lingüísticos. N unca se ha podido enviar a un grupo de H ñahñús a C hina para ver si ellos tam bién aprenden rápido el chino y a tom ar té. T odo esto lo podemos ver como una hipótesis y decir que el oriente ya estaba en América desde tiempos inmemoriales. Lo que no es hipótesis y es una aportación de la lengua H ñ ah ñ ú al español es la expresión “Ya chindú!” (“Entonces se murió!”)1, de donde viene el mexicanísimo verbo “chingar” y todos sus derivados; otra aportación más del oriente a nuestra lengua es cuando preguntam os ¿dónde vive el hom bre más sabio del mundo? En China. ¿Y cuál es su grado académico y cómo se llama? El doctor Chin-gón.

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1 En el posfacio a la novela M acunaim a de M ario de A ndrade p or H éctor Olea (pág. 248)

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D O S. O riente y Occidente. Desde que nos asumimos como occidentales, gracias a los griegos y los latinos, hemos volteado hacia el oriente donde hay una serie de elementos de cultura y civilización que nos asombran, intrigan y llam an nuestra atención. Pero no nos son tan lejanas esas tierras exóticas, llenas de sedas y de especies que hicieron que Marco Polo recorriera miles de kilómetros, literalmente “medio m undo”, para llegar a ellas y que luego nos describiera minuciosamente y con múltiples observaciones en su libro E l millón; las cuales a su vez abrieron la imaginación de muchos de sus lectores, algunos ilusos y varios aventureros, entre estos últimos un marino genovés llamado Cristóbal Colón. Pero los griegos no eran ciertamente el occidente, como ahora lo consideramos: tenían mucho de China, India, Mesopotamia, Sumeria, Fenicia, Egipto y Persia. Alejandro de Macedonia (o “El M agno”) había conquistado todas esas tierras y en ellas dejó la simiente griega pero también recibió muchas enseñanzas. Igual nosotros, en nuestra parte española, cargamos con el bagaje histórico cultural de los árabes -y sus números y Las m il y una noches, entre otros tantos aportes- y de los judíos, sobre todo de esa religión sangrienta -C risto en la cruz, las Cruzadas, la Inquisición, etc.- que se inició con un individuo, Jesús, quien pedía que se amaran los unos a los otros. Nos asumimos como occidentales pero volteamos constantem ente hacia el oriente. El oriente nos deslum bra acaso porque por ahí aparece el sol. El oriente nos inquieta porque es antiguo y m oderno, porque nos propone sabidurías y conocimientos que nosotros, los occidentales, aún no sabemos o adquirimos y nos perm ite ver un más allá lleno de promesas grandiosas. En occidente vamos al templo a pedir y en el oriente van al templo a dar; en occidente tenemos religiones y en el oriente tienen filosofías. La admiración de Apollinaire por los ideogramas chinos lo llevó a hacer caligramas; un libro que exalta al oriente es U n bárbaro en Asia de H enri Michaux;2 José Juan Tablada, Efrén Rebolledo y, más recientemente, Octavio Paz, mostraron su fascinación por las cuestiones orientales de la India, C hina y Japón 2 Tusquets E ditores, B arcelona, 1978. Traducción de Jorge Luis Borges.

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en particular, todo esto nos permite atisbar y considerar su influencia - a veces decisiva- en su formación intelectual y poética. Basho, Li Po, Taigui, Kito y muchos otros autores, más o menos conocidos, son lectura obligada y referencia de quienes ven como parte fundamental de la poesía a la síntesis, la brevedad. Y ese arte no es fácil, ni tampoco producto que se venda en la botica, antes al contrario, es un trabajo que se difumina y a veces logra alcanzar diversas alturas -com o los poemínimos de Efraín H uerta que Octavio Paz calificó de “chistes”, pero que tienen un sentido lúdico y filosófico detrás-, producto de la observación, la perspicacia y la malicia literaria -com o bien dijera el maestro Ricardo Garibay, al referirse a ciertos trabajos literarios. TRES. O riente y haikús Es increíble cómo una form a poética tan antigua nos perm ita hacer algo tan m oderno. U n instante único y lúdico, maravilloso y abismal. El dicho de que una fotografía dice más que mil palabras lo podemos revertir señalando que un haikú dicen más que una fotografía. Com o manifestaba Guillermo de Torre de las vanguardias: “Entre la tradición y la ruptura” y eso pasa con el haikú: tiene para su escritura unas reglas muy estrictas pero para nuestros tiempos los escritores siguen la base de que deben ser tres líneas cuando muchos. Y eso a veces se cumple y luego no, como todo en esta vida. Lo cierto es que el haikú moderno ha renovado al antiguo. El mismo nom bre de estos diamantes de la literatura, la forma de escribirlo, se discute m ucho pero genéricamente se escribe haikú, o como lo nom bran los españoles: Jaikus, así sin acento y con jota. Lo cierto es que en medio de muchas definiciones sobre éste, encontré una que es completa e interesante: “El jaiku, composición breve japonesa, capta el instante, es el reflejo de la emoción que invade al poeta en ese momento, norm alm ente provocado por su percepción de la naturaleza, el sentimiento que su belleza inigualable le inspira, de­ pendiendo también de la estación en que es contemplada, o imaginada; en él cada palabra está plena de significación.3 3 Jaikus. Poemas breves japoneses. Ed. GrijalboMondadori, España, 1998.70 pp. Traducción de Antonio Cabezas.

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Q uizá fue el mismo Basho, con­ siderado por muchos el más grande poeta de Japón, quien mejor lo definió: “Jaiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este m om ento”.4 La definición técnica nos la proporciona el Diccionario de la RealAcademia de la Lengua Española: “H aikú, composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas”, que como toda regla se puede respetar o se puede alterar, situación que es muy com ún en la literatura y, sobre todo, en la poesía. C om o estructura poética indepen­ diente cobró vida en el siglo xvi, pero fue en el xvii cuando alcanzó su form a definitiva y clásica gracias a Basho: antes no era más que la simple exposición de sentimientos humorísticos y desconcertantes, él lo elevó a la dignidad de gran género literario. Y, claro, su difusión no fue ningún problema. M uchos escritores e intelectuales que viajaron al oriente quedaron gratamente sorprendidos por estas chispas de ingenio y sabiduría, por estas concreciones de observación prodigiosas. M uchos poetas im itaron el género con distintas suertes: algunos para bien y otros para mal. Sin embargo, el haikú fue ganando u n lugar entre quienes disfrutan de lo oriental y me atrevo a decir que el haikú, el sushi y el sake, son tres de las creaciones de oriente -concretam ente del Ja p ó n - que más disfrutamos en el occidente. C U A T R O . O riente en el oriente (de la ciudad y del estado de México) N o me causó sorpresa la convocatoria de Eduardo Villegas para realizar Caracoles extraviados: hacer una antología de Haikús (o Jaikus, como dicen los españoles), por la sencilla razón de que a nuestro editor, el Coyote Mayor, siempre se le ocurren muchas ideas y además las hace concretas, las aterriza, es de verdad un “Ejecutivo”. Tam poco siento que es gratuito el nom bre de Caracoles extraviados (Caracol: molusco gasterópodo), ya que si hay algo que cambia y permanece igual, es ese pequeño animalito llamado caracol: durante su juventud es hembra, en su madurez es macho,

sale de su lugar de refugio cuando llueve -d e otra manera nunca sabríamos de su existenciay dicen que los caracoles panteoneros son los más sabrosos en un caldo de chile morita. Por eso ahora en Caracoles extraviados estamos entrando al oriente, vía la dim ensión breve que contiene este tipo de poesía, que cambia, se transforma, pero sigue siendo la misma; entramos al territorio ancestral de lo dim inuto pero no por ello menos importantes, la chispa que enciende el bosque, la gota que derrama el vaso. Ese pequeño punto que hace la gran diferencia. Los autores aquí reunidos se con­ centran, observan, m iden y proponen una visión renovadora de la realidad -q u e es lo real y lo no real, lo que ve el poeta y lo que no ve el profano-. En las tres líneas que form an el H aikú debe de estar lo fundam ental, ninguna debe de sobrar pero tampoco ninguna debe de explicar, ya que no hay cabida para ello. Esas tres líneas son el cimiento de ideas y de expresiones que se deben de mantener frescos con esos escasos elementos, porque no hay más. D e ahí la dificultad del género y de ahí que no muchos autores lo intenten (lo mismo pasa con el soneto, se guardan las formas pero se pierden los contenidos, m uy pocos son los neo-sonetistas que guardan ese equilibrio entre fondo y forma, entre contenido y continente, haciendo atractivos a éstos). La fascinación por lo breve obedece a muchos factores, pero siempre tenemos presente ese dicho de Baltazar Gracián: “por breve fuera dos veces bueno” o si lo bueno breve, dos veces bueno. Y aquí está una muestra de seme­ jante dicho; los autores convocados y que le respondieron a Eduardo Villegas nos m uestran su talento y calidad. Es probable que haya más y es posible que algunos sean muy buenos, pero en esta muestra están los que son y hay concentración y calidad, hay escritores buenos y de muchas y excepcionales cualidades. M uchos fueron los llamados y éstos fueron los elegidos. Fabiola Cabrera, por ejemplo, parte de su cuerpo para desplazarse hacia el m undo. A partir de ella está lo grande y lo pequeño de la naturaleza, lo distinguible y lo tangible pero tam bién lo otro, lo que no podemos ver y es la esencia de algunas de las cosas que nos rodean.

4 Ibidem

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Delfina Cabrera González recurre al m ar y a los trenes, entre otros, para entregarnos la m inuciosidad de sus miradas, que ponen la vista en eso que pasa y se queda, recurre al encantam iento del instante para hacerlo como si fuera una bella fotografía instantánea. Félix Cardoso siempre gana cuando le apuesta a lo erótico. Su visión costumbrista es buena, pero su m odo de observar el cuerpo de la amada es mejor, es sobresaliente: la desnudez es u n portento y la visión de ésta es única. Bien lo dijo el poeta español Jaime Gil de Biedma: el m ejor amigo del hom bre es un cuerpo desnudo. Y en estos textos nuestro autor lo hace patente. Eduardo Cerecedo es u n poeta con, ahora ya, una larga trayectoria y en estos apuntes nos muestra su concentración en la observación de la naturaleza, decanta lo que todo m undo mira pero que no observa. Sus observaciones son severas y profundas, nos hacen ver mariposas que son lluvia y la lluvia que vuela. Esos instantes lúdicos y siempre únicos de la lluvia y la melancolía que nos produce ésta quién sabe por qué motivos. Al maestro Juan Cervera Sanchiz no le decimos “m aestro” por cortesía ni por la edad, sino porque lo es: desde siempre - e n el viejo y ahora mítico Café Reform a-, sin aspavientos ni m iram iento y con el desparpajo que le caracteriza, siempre nos enseñaba algo. Sus haikús no son la excepción: son el producto de una m irada atenta, inteligente y sensible que sabe observar el brillo de lo que le rodea, las paradojas del destino, y así lo plasma en sus textos llenos de alegría y vida: “Aquella estrella/ ignora que yo vivo/ y ella está m uerta”. Norailiana Esparza M andujano es constante, es una plum a que trabaja y no se envanece de lo que hace, antes al contrario: propone, realiza, concretiza, hace plegarias, canta, por eso “el miedo sonríe” y la “juventud” en ella se queda. Daniel Baruc Espinal Rivera mira con detenimiento a la naturaleza, con ojos nuevos y asombrados: el tiempo y el espacio suceden de otra manera ante su vista, su observación es minuciosa y certera. El mar es algo que en sus textos “duele” y el “otoño” se mueve con alas. Sergio García D íaz nos habla de estados del tiempo, de condiciones

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meteorológicas, de situaciones que nos pueden hacer felices a pesar del pelo cano y demás situaciones que m ucha gente cree desafortunadas. U n silbido, la lluvia, la tarde, son elementos que el poeta capitaliza en su capacidad de ver lo que otros, acaso, intuyen pero no captan. En 1967 tom é clases de H istoria con un maestro alto, rollizo, fuerte, muy amable, que acababa de publicar un libro de Historia Universal. Tuve la fortuna de ser invitado a su casa y a su biblioteca. Era Ciro González Blackaller. M uchos años después, cuando coordinaba la colección “Los cincuenta” de C oN aC ulta, fui a C iudad Victoria para presentar dos libros de autores de Tamaulipas: Arturo Castillo y Gloria Gómez. Ahí tuve la fortuna de encontrarm e con Graciela González Blackaller, de fino trato y de amplia cultura. El m undo es pequeño y cuando le comenté que fui alumno de Ciro, me atendió, si eso fuera posible, más amablemente. Ahora la sorpresa es que tam bién escribía versos pequeños, haikús, que ahora aquí ponemos a la consideración de los lectores y creo que no quedamos defraudados: están bien hechos y pensados, bien estructurados y escritos. M aría Ángeles Juárez pone su pluma al servicio de la naturaleza o al esplendor que ella significa, su visión va de lo que vuela a lo que florece y tam bién a los sentimientos que nos inquietan siempre. En los textos de Roberto M endoza hay brevedad y contundencia: los animales prevalecen y dan sentido a una realidad que el poeta observa y los ojos profanos sólo ven como formas, por encima, o no com prenden cabalmente. Esa es la auténtica labor del poeta: describir la realidad que m ucha gente - o nadie- puede ver. W alter M ondragón nos sorprende con sus palabras mágicas “abracadabra” y con un mundo al revés, donde nada es como lo pintan y todo está en constante cambio. En algunos de sus textos deslumbra y en otros oscurece y ese el santo fin de la poesía: luz o sombra en un mundo que nos quiere uniformados y regidos por la normalidad (sic). Luis Esteban Patiño Cruz se concentra -esa es la palabra exacta-, entre la selva y ciertos atisbos de la violencia que finalmente nos dejan ver la “Esperanza” donde “nacerán flores” y

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entonces tam bién (y por eso) hay una nueva “horm iga” en el libro que es la otra letra, que es la poesía, que es la literatura, que es la vida, que es la revolución, que es lo que representa -p o r ejemplo—“El C hé”. Alejandro Reyes Juárez acompaña a sus textos con u n am biente Rulfiano, hay en sus escritos ese calor de Comala, ese hablar entre muertos, los sueños que se confunden con la realidad y la realidad que es “Como que se van las voces. Como que se pierde su ruido./ Como que se ahogan. Ya nadie dice nada. Es el sueño”, según el decir del maestro Juan Rulfo. Iliana Rodríguez es acertada al llamar a sus textos “M udanzas” porque el ser humano, como dijera Machado, es u n huésped en la tierra, lo nuestro es pasajero: “Todo pasa y todo queda,/ pero lo nuestro es pasar,/ pasar haciendo caminos,/ caminos sobre la m ar”, y siempre estamos mudando: de dientes, de pelo, de sentimientos, de casa, de espacios, de parejas, de amigos, de pensamientos. Los espacios no son eternos, los estados no son inamovibles y nuestra autora así lo observa y así lo plasma. M aría Elena Solórzano privilegia el sentir y la em oción en su quehacer poético, sus sentidos están alertas y son los que reciben el estímulo, pero su inteligencia crea la chispa que conduce a las palabras exactas para lograr el texto, ese sendero es el que conduce a la poesía y a la literatura. Raymundo Pablo Tenorio es un viejo autor de haikús, incluso su dedicación y devoción a ellos lo llevó a estudiar japonés. Él siempre ha propiciado esa brevedad y por eso sus textos son constreñidos y profundam ente evocativos e invocativos. Les da a ellos cierta soltura pero no perm ite el total esplendor sino el brillo preciso. ¿Para qué deslumbrar si puede iluminar? La estricta concreción está presente en cada uno de sus textos. Aura M aría Vidales tiene mucha soltura para realizar el breve texto y lo que quiere decir: Lluvia, Luna, Jacaranda, Sol, entre otros, son los motivos de su sintético canto donde se maravilla ante lo que observa y da fe de que esos m om entos m ínim os la conm ueven y, al leerla, nos conmueve. Eduardo Villegas Guevara recrea un bestiario donde la amada es el cuerpo del deleite, cada figura, cada texto, es como si fuera abrazando lentam ente a la querida.

La concreción en este caso es la posesión, la posesión tam bién son nuevos ojos para ver a la presencia amada. Chispazos de luz que se confunden con los animales quienes nos dan su sombra o su aura, son nuestros “nahuales”, siempre hay un animal que es nuestro protector o emblema. La razón de ser de esta reunión de Caracoles Extraviados es la de dar un minucioso, suculento y breve festín, un auténtico placer desmenuzado. Y la mesa aquí ya está puesta. Lo que sigue es disfrutar y festejar. ¡Larga vida al haikú! Y provecho lectores. Bibliografía Macunaima, Mário de Andrade. Ed. Seix Barral, España, 1976. Posfacio de Héctor Olea. Jaikus. Poemas breves japoneses. Ed. GrijalboMondadori, España, 1998.70 pp. Traducción de Antonio Cabezas Diccionario temático visual, Selecciones de Readers Digest.

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R e p o r t a je a G u s t a v o D e V e r a :

en defensa del taller l it e r a r io Sergio Pravaz1

Es un experimentado hom bre de prensa y de letras. Cultiva con tenacidad la poesía, la prosa y el periodismo. Es además un gran comunicador. Piensa la cultura desde la metodología de la planificación y la gestión. Cuando explica los intrincados procesos de su desarrollo, sus ideas adquieren el mismo tono de su voz porque se enciende para poner en claro lo que conceptualmente le brota y pugna por salir. Gustavo D e Vera coordina talleres literarios desde hace más de veinticinco años en la ciudad de Esquel, en la austral provincia del Chubut, Patagonia Argentina. Aprendió con grandes maestros del oficio, reflexiona perm anentem ente alrededor de la dinámica del taller y ofrece cinco claves para participar de ese subm undo de la literatura. Mencioná cinco motivos por los cuales, alguien que tiene alguna necesidad de tipo literario, debe participar de un buen taller Yo creo que hay que participar y atravesar varios talleres literarios porque de ese m odo se recupera una vieja tradición como la de los talleres del medioevo donde se aprendían los verdaderos oficios. Los luthiers, pintores, 1 E scritor argentino.

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escultores, artesanos, músicos, zapateros, ceramistas, los sastres, en todos esos oficios comenzabas de aprendiz viendo a tus maestros trabajar, aprendiendo, y terminabas codeándote con tus maestros; y después hay que ir con otros maestros, para comparar y seguir aprendiendo. Y el escribir es un oficio y la metodología es la misma. Uno va buscando, la exploración es incesante, hay que pasar por varios. Los cinco motivos fundamentales son: 1) Porque es un oficio y se aprende haciéndolo y observando a los que más saben, a los maestros. 2) Porque lo que uno más tiene que poder desarrollar es la propia crítica para sus propios textos, en el sentido de escribirlo, lo cajoneo dos meses, lo vuelvo a sacar y lo leo como otra persona y tengo que poder encontrar ahí qué cosas son las que me conducen a lo que en ese texto hay como necesidad expresiva; yo tengo que construir en torno a ese núcleo expresivo con mi oficio. Ese texto que yo escribí no es otra cosa que la materia prima que el escultor tiene en la piedra o en la madera, el músico en los sonidos y en el silencio, y el pintor lo tiene en la tela; nosotros los escritores no tenemos la materia prima, la tenemos que

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hacer y la primera versión del texto no es más que eso, la piedra como decía Miguel Ángel, la belleza está ahí adentro, hay que empezar a sacarla y ese es el oficio. 3) El tercer motivo es la cosa colectiva, la construcción colectiva que no hay que perder nunca, porque la mirada del otro es siempre la m irada del lector, eso me parece fundam ental. 4) El tema de las consignas para m í es fundamental, como motivadoras, yo uso una consigna que tiene la búsqueda específica de un recurso, una propuesta de trabajo, escriban tal cosa pero buscando siempre que en esa consigna, en esa propuesta, esté siempre escondido, presente o ausente, un recurso, una técnica. De m odo tal que a veces hay grupos numerosos y no llegamos a leer todos los trabajos en una sesión del taller, no im porta porque lo que vimos reflejado en el texto de uno le está sirviendo para el otro que escribió un texto con la misma consigna y mirá como uso esto y aquello que en definitiva es como tener una biblioteca de tus compañeros de taller y estuviéramos leyendo sus obras, fíjense como utilizó la repetición como estructura, buscando qué cosa y cómo el tipo, en la segunda parte hace que desparezca esa reiteración y se vuelva un texto vertiginoso, cómo logró una cosa y la otra para potenciar un final determinado, entonces, cuando uno lo construye desde la consigna, eso le va perm itiendo al tallerista

que de algún m odo vaya viendo el revés de la trama. 5) El quinto punto, y aunque no escribas nunca más en tu vida, el hecho de leer, se aprende a leer, se aprende a atravesar la superficie del texto, porque el texto tiene una superficie que nos cuenta algo, que linda la historia, lo guardamos ya lo leímos y listo. La otra es ver la densidad literaria que puede tener el tex­ to, uno pierde la ingenuidad, ya no se come el garbanzo de la primera historia sino que ya empezás a buscarle, yo lo asocio mucho al tema de la comida, cuando uno empieza a afinar las papilas gustativas, comer la comida de un trago o empezar a jugar en el paladar, empezás a tener sentido de la textura, tempe­ ratura, el color de la palabra y comenzás ver el oficio del escritor porque el autor, llegado el punto, lo importante es de qué modo se fue entramando ese texto para crearte las sensaciones que vos tenés respecto del texto, entonces uno, además, empieza a ejercitar las sensaciones y esto para mi abre puertas a un universo que de otra forma nos sería veda­ do. Borges dice algo muy importante ¿Qué son las palabras que uno escribe como escri­ tor? No son más que elementos inanimados dentro de un libro inanimado dentro de una biblioteca que es un universo de objetos in­ animados, todo eso es así hasta que llega un lector, toma el libro indicado, lo abre y ese universo empieza a vivir, entonces nosotros construyéndonos como escritores, ante todo nos construimos como lectores.

Fotografía: http://www.fcp. org. ar/

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éc h a t e u n t r o m p o a la u ñ a y én trale

a lo s p o e m a s d e

G il d a r d o M ontoya Ca str o Rolando Rosas Galicia1

N o tengo la fecha exacta pero hace varios años Gildardo publicó su prim er libro titulado: El ladrón que sobornó a la luna; pero si sé que diez años después reincidió con otro título: Armónica para desnudar el sueño. En tono de broma sus amigos le decíamos que era flojo y que pues teníamos que esperar otros diez años para un tercer libro. Él siempre sonreía y callaba, como maquinando. Ahora, antes de que se cumpla ese plazo nos entrega Ebria ilusión del aire. C on regularidad y disciplina ha publicado sus poemas en cada núm ero de la revista Molino de Letras que dirige Moisés Zurita Zafra. Tal parece que así como Gildardo los escribe los arroja a la lectura para que se vayan fogueando. Muchos de sus poemas son interrogan­ tes, cuestionamientos, pellizcos a la condición humana. Son imágenes vividas. Costras que maduran, que ocultan el zarpazo de lo perdido: “Ninguna metáfora” afirma el poeta, buscando la comprensión y complicidad del lector. La poesía es acaso el bálsamo, quizá el tepezquehuite ante las pérdidas. Algo queda,

1 Nació en San Goyo, allá por Xochimilco. Desde 1980 radica en Texcoco y es profesor de tiempo completo en la UACh. Víbora de dos cabezas es su más reciente libro de poemas.

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las murmuraciones de los seres queridos o la blasfemia ante la impotencia, escribe: “Te perdí y allá te dejé entre tartufos./ Defecan lumbre, un m arido,/ mierda, lumbre, ahí, allá, tan lejos, te perdí en/ cáncer, hermana”. C ada palabra está cargada de lo que somos, cada palabra tam bién es un viaje por lo existido. Tal parece que Gildardo le m urm ura al lector: detente, no leas tan aprisa, quédate en estos versos, sé m i cómplice, com parte mi soledad y m i grito, escribe: “Escribo íntim o:/ he pasado tantas tardes/ inciertas esperando la voz de m i ab u ela.../ envuelta, viva melodía, con sus gatos”, Los poemas son ecos, murmullos. A veces uno siente que la página es su confesionario. Gildardo arriesga su yo, no teme desnudarse, no finge que es otro. En su escritura se mezclan los tiempos de la infancia y la adolescencia; batido que la mirada del adulto las cuela, las criba en palabras constreñidas hasta casi el tartamudeo, dice: Visito a mi madre, no alude achaques, ni ochenta y tantos en la tierra... “Acércate —me dice—necesito contarte algo... estoy invadida por una música, no dejo de escucharla, incesante, noche y día, es música, sí, sípero triste, casa en ruinas, polvorienta, sangre a la deriva.

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Los poemas de Gildardo M ontoya están permeados por la música. Se escuchan las voces puntuales, no buscadas en el asombro de sus asociaciones, sino en el ritmo de lo que se ha vivido, el sonido que al paso del tiempo quiere ser materia tangible, lo que queda en el cuerpo. Ebria ilusión del aire trata de ser la recuperación de un tiempo perdido. Palabras, interrogantes. El círculo generoso e incierto: planta semilla planta o padre hijo padre. Algo como el viejo que m urm ura en el espejo su barba desolada y busca el sabor de aquella delicia. Una manzana Incertidum bre inocente, horizontes paralelos, en nuestras manos unidas. ¿Cuándo dejamos de ser hijos y somos padres? Poemas breves, constreñidos, espul­ gados o desmalezados por el oficioso obsesivo que es Gildardo M ontoya Castro. Instantes crepusculares, oscuridades cómplices han iluminado las imágenes y saberes. Q uizá una cerveza al frente o un caballito de tequila en la mano sirvan para llegar a ese punto donde el poeta encuentra la tensión verbal que se hace concreta en las certidumbres. En las clases de Literatura que imparto en la UACh invito a mis alumnos a que se detengan o m arquen los poemas o versos que suenen mejor, atendiendo a la sentencia del poeta Ezra Pound, quien afirmaba: “Si suena bien, dice bien”. Y hay versos o poemas que se quedan en nosotros, andan con nosotros, nos viven y los vivimos como esas líneas de Gilberto O w en que dicen: “H ay pájaros que sueñan que son pájaros y se despiertan ángeles”, o los versos de Porfirio Barba Jacob quien escribió: “Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,/ que nos depara en vano su carne la mujer:/ tras ceñir u n talle y acariciar un seno,/la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer”. De Ebria ilusión del aire, por lo pronto me quedo para mi disfrute de estos días con dos poemas, uno se titula “Desconcierto” y dice:

nacerás, pauta con ritmo de delicias? Ay tropel: pecados, culpas y pedos, más papel, suplico chorreante, córrele de nuevo al baño.

Me imagino y comparto con Gildardo la sonrisa por arriesgar estos temas escatológicos y hacerlos poemas. También soy cómplice y celebro la “Um bría cantiga”: La cantina es toda mía. Te bebo, cerveza, con renovada saña. Lengüeteo la hélice del tiempo. Chupo memorioso. Sobo la mujer embarrada en la pared. Léperos besosjadean de mi boca casquivana; sigo con la mirada, en lento viaje a la desvaída mesera que tirita en la cercanía de mis manos. Arrojo mi ajado pliego de pretensiones. Amiga, le digo, lloremosjuntos las miserias del mundo. La abrazo. Le voy cantando, como si no tuviera prisa de la oscuridad: ayer la gata tuerta parió cuatro arcoíris hambrientos...

Felicidades, Gildardo y celebremos la aparición de este tu tercer libro de poemas. Y al público va la invitación para que adquieran y lean versos de buena factura. Recuerden que tal vez el destino nos tenga preparadas algunas sorpresas y alguna vez nos pregunten por los tres libros que hayamos leído. Por lo menos ya tendríamos uno. Gracias

Escucho el concierto de mis tripas en la noche insomne. Qué metales; flauta o aliento ansioso trepan a galope, inspiran el desacato sin rumbo, ruido que no sonido, que no silencio, disonancia furibunda.. .Ya no sé si estoy en la melodía de los otros. ¡A callarsefulano! Las urgencias me delatan. “Perro paria, parido en el tiempo desierto”. ¿Cuándo

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Fe l iz 2017

año

Alejandro Ordóñez1

Las luces del palacio se oscurecen, las curules recuperan su form a tras soportar el peso de los legisladores, p o r lo general bien c o m i d o s . y bebidos. El periodo de sesiones finaliza entre chiflidos y m entadas del respetable que se alebresta en las plazas públicas y en las redes sociales. En el salón de plenos, a falta de jacobinos y de girondinos se m ezclan los herederos del viejo p r i y los del y u nque con los trastocadores del buen orden y el decoro. ¡Jesú! E n los m inisterios, los burócratas se abrazan m ientras intercam bian regalos baratos y to m an p o r asalto las salidas. Los ventanales de los despachos se abren para dejar escapar ese aire rancio q u e huele a las jugosas horm onas de las edecanes y a discretos encuentros cercanos del tercer tipo. T erm ina el ejercicio fiscal, los aviones a los hangares y las cam ionetas, m uchas de ellas blindadas, a servicio. Los m uebles López M o rto n (rem em branzas de la grandeza del pasado) reciben su m ano de gato, sólo se

1 Autor de siete novelas, de ellas, Cábulas fue publicada por Plaza y Valdés en 1987 y ha obtenido varios premios en cuento. Escribió guiones para “Hora M arcada” y en su columna “ Taches y Tachones” ha publicado material diverso desde hace varios años en varios medios impresos y en la web, como cuentos, crónicas, análisis políticos y artículos de opinión. Editorialista en dos programas de radio.

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escuchan las aspiradoras sobre las m ullidas alfombras. Fin de año y com o dijera el viejo tango: el m úsculo duerm e, la am bición descansa. H asta en las pantallas de cristal desaparecen los profetas del Apocalipsis, los agoreros del fracaso que salen a cuadro rasgándose las vestiduras y arrojando cenizas sobre sus barbas y cabellos, m ientras repiten sus viejos m antras que de tan gastados nadie en su sano juicio debería creerles: ¡ a m l o es un peligro para México! ¡ a m l o es u n peligro para México! Inocentes, no se dan cuenta que, com o dijera Sor Juana: “En el denuedo de su parecer loco se parecen al niño que pone al coco y luego le tiene m iedo”. E n los cafés, donde al caer la tarde los politólogos de banqueta se reúnen, se festinan y anticipan los polacos enroques, los tim oratos prenden veladoras negras al cham uco que llega del norte y se lam entan por el rotundo no que diera el rotundo Carstens al mero preciso, rehusándose a seguir desem peñando un papel en esa com edia de las equivocaciones en que se h a convertido nuestra dem ocracia devenida en decadente c o r t e . de los ilusos; frente a su hum eante taza de café los nostálgicos extrañan a don A ntonio O rtiz M ena el legendario secretario de hacienda del 6.6% de crecim iento y 2.2% de inflación y a M iguel M ancera Aguayo, ex director de Banco de México; aquél, que a decir de los reporteros de la fuente, daba el

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m ejor uso que p odría darle nadie a sus trajes viejos, lam parudos y lustrosos; sí, los seguía u sando. Años nones, años de dones, decían nuestros viejos; pero eso era antes p orque ahora los augures aztecas, en oficio de tlatoanis, trepan a la pirám ide del H uilchilobos con los cabellos cubiertos de cenizas, ebrios de D ios y trem entina, para ofrecer en cruento sacrificio a su p ropia m adre (si fuere preciso), con tal de asegurar ese prom isorio futuro pleno de riquezas e im p u n id ad que ya avizoran. C o n cuchillos de obsidiana y jade cortan el sim bólico vientre de la patria, víctim a colateral de su am bición sin lím ites, para leer en sus entrañas lo que nos espera...

Ahora que los memoriosos dan nueva vida al viejo chiste de la época de Echeverría donde se da cuenta que ante una crisis económica m enor a la de ahora contrató a unos expertos para que predijeran el futuro. Hay dos opiniones, dijeron al entonces presidente: los optimistas piensan que si las cosas siguen como van lo único que tendrán los mexicanos para comer, será mierda. Lo malo es que los pesimistas dicen que no alcanzará para todos. Termina el 2016, los mexicanos recibiremos el año nuevo: los ricos con suculentos manjares y vinos de importación, los pobres cenarán lo de costumbre; y los más, se quedarán como de costumbre, sin cenar. Lo dicho, los expertos de don Luis tenían razón: la mierda no alcanza para t o d o s .

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olino de Novedades Editoriales Arturo Trejo Villafuerte* D e c ía m o s e n el n ú m e ro a n te r io r q u e este año estuvo m u y m o v id o para la nefasta causa de la calaca tilica y flaca —la m uerte debe de ser m uy fea ya que nadie se quiere m orir, yo p o r ejem plo, y la verdad m e anda valiendo, ya he visto tantas cosas en este m u n d o que siento que la calaca m e pela los dientes y “soy canijo si después de m uerto no pataleo”, com o decía d on Renato Leduc—; y apenas acabábam os de entregar la colaboración y com enzaba la larga lista de gente querida que se nos adelanta: el historiador y crítico de arte Jorge A lberto M anrique (1936­ 2016) —a quien conocí gracias a G ustavo Sainz y a la querida M ó n ica M ansur—, m i más sentido pésam e a Lorenza M an riq u e; luego el profesor universitario, grande y lúcido pensador, Rodolfo Stavenhagen (1932-2016), quien nos dio alguna clase en la FCPys de la u n a m ; el gran p oeta y cantante Leonard C o h en (1934-2016), de quien traducía sus letras asiduam ente m i am igo Rafael Vargas Escalante y quien, en verdad, m erecía el * Profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y miembro del IISEHMER de la misma institución. Sus más recientes trabajos se han publicado en: Donde la piel canta (poemas, Antología, 2011), Coyotes sin corazón (cuentos, Antología, 2011), Sombras de las letras (ensayos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2012. 136 pp.) E l tren de la ausencia (cuentos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Perros melancólicos (cuentos policiacos, antología, Cofradía de Coyotes, 2012), Árbol afuera (poemas, antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2013. 124 pp.), Amar es perder lapiel (Ed. Molino de Letras-UAC h, México, 2013. 194 pp.), Lámpara sin luz (novela, Fondo Editorial Mexiquense, México, 2013. 267 pp.), Árbol afuera (poemas, antología, Cofradía de Coyotes, México, 2013. 108 pp), Abrevadero de Dinosaurios (antología de minicuentos, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 110 pp.) y Cartas marcadas (Antología, Ed. Cofradía de Coyotes, México, 2014. 112 pp).

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N obel de Literatura, si es que se quería prem iar a un rapsoda o canta autor; el gran caricaturista Rogelio N aranjo (1937-2016), a quien tuve la fo rtu n a de conocer en la ahora ya m ítica revista Su Otro Yo, com andada p o r el “jefe” V icente O rtega C olunga; al poeta y amigo solidario A rturo G onzález Cosío (03/ III/ 1930-19/ X I/ 2016), a quien conocí p o r y gracias a Raúl Renán, y quien era funcionario de la C onasupo y nos ayudó para publicar u n libro de La M áquina Eléctrica, de m anera desinteresada y fraterna; pero tam bién falleció Leon Rusell, a los 74 años, u n pianista y arreglista entrañable de los años setenta, sobre todo con su disco “The M ad Dogs and the Englishm en”, con Joe C ocker y varios músicos de gran calibre, además de acom pañar en algunos de sus discos a Bob D ylan y John L ennon, entre otros; el poeta peruano Rodolfo H inostroza (1941-2012), de quien leímos bajo el sello de la Editorial Seix Barral, sus poem as de Contra natura, en los años setenta; el líder de la Revolución C ubana, Fidel C astro (1926-2016), sin nin g u n a du d a m uy querido para quien esto escribe, ya que yo crecí con los gritos de “C uba sí, yanquis no”, y por eso nun ca quise aprender inglés sino hasta que llegaron los Beatles a m i vida; y Greg Lake, u n chavo de apenas 69 años, uno de los músicos entrañables de m i juventud, cuando me gustaba el llam ado rock progresivo. sobre todo por el disco hom ónim o: “Em erson, Lake and Palm er”, el cual oí infinidad de veces en tardes y noches etílicas con m i tío A gustín Juárez O rtega y m i herm ano Alfredo Trejo Villafuerte. Y ya casi para finalizar esta colum na y m andarla a la revista, nos enteram os que fallece Rafael Tovar y de Teresa (1954-2016), con quien trabajé m uy a gusto coordinando la “C olección Literaria Los C incuenta”, bajo las órdenes de Saúl Juárez Vega y luego del poeta E duardo Langagne. C uantos m uertos buenos y cuántos inútiles vivos —¿será que a estos últim os no los notam os?—, y que conste que no le deseo la m uerte a nadie, para qué si todos nos vamos a morir. S e g ú n el p o e ta y am igo c h ia p a n e c o , el q u e rid o m a estro R o b e rto L ó p ez M o re n o , en u n apunte breve señala que “El ‘Poeticism o’ fue una propuesta literaria creada p o r E nrique González Rojo. C uatro fueron los más representativos de esa corriente; de ellos hubo un traidor, un indiferente y dos poetas leales a dicha propuesta literaria y a sus convicciones hum anísticas. A hora sufrim os la pena y el dolor p o r el fallecim iento de uno de esos

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dos grandes poetas. Estas líneas son para darle al últim o adiós al poeta A rturo G onzález Cosío y nuestro reconocim iento, respeto y adm iración p o r su calidad literaria y su calidad h u m an a y lealtad. “A rturo G onzález C osío, vivirás en nuestro recuerdo más p ro fu n d o ”. H asta donde yo recuerdo “El poeticism o” estaba form ado por G onzález Rojo A rthur, M arco A nto n io M ontes de O ca, E duardo Lizalde y G onzález Cosío ¿el traidor fue M ontes de O ca y el indiferente Lizalde? H ay u n libro de Evodio Escalante sobre el tem a, m uy bueno y bien d o cum entado, por cierto, lo buscaré para tratar de ver en dónde encaja la aseveración del m aestro López M oreno. In d e p e n d ie n te m e n te d e lo d ic h o lín e a s a rrib a , sin n in g u n a d u d a el Prem io Internacional Carlos Fuentes a la C reación Literaria en Español lo m erecía el poeta E duardo Lizalde (01/ V II/ 1929), con ello se h o n ra el prem io y a el autor m exicano, acaso el poeta vivo más im p o rtante de habla hispana y de otras tantas latitudes. El autor de Cada cosa es Babel, La zorra enferma, Caza mayor, El tigre en la casa, Tercera Tenochtitlan, M em oria del tigre, ¡Tigre, tigre!, Tabernarios y eróticos y Rosas y otros tigres, es uno de mis poetas favoritos e im portantes, uno de los autores que más disfruto, tan to p o r la calidez y calidad de su obra com o p o r la trascendencia de la m ism a, todos su libros h an sido m uy im portantes para m í, pero sobre todo u n poem a: “Bellísima”, con sólo ese texto Lizalde ya pasaría a las páginas de la H isto ria de la L iteratura, com o fue el caso de G utierre de C etin a y su “M adrigal”. J o rg e V o lp i fu e n o m b ra d o n u ev o C o o rd in a d o r de D ifu s ió n C u ltu ra l de la UNAM y lo prim ero que m e brinca es decir: ¿Temblamos o nos alegramos?, creo que Jorge Volpi —m ediano escritor, pero secretario de D iego Valadés cuando fue P rocurador o en otras varias ocasiones, y de ahí su destino político-literario—, es como el M eade del gobierno federal o el m il usos de los años setenta. H a tenido m uchos cargos y ha sido m ediano en todos. M uchos universitarios que am am os a la u n a m , siem pre hem os estado al m argen de ese gran grupo cultural que se auto den o m in a “U niversidad”. N os ignoran a todos aunque la u n a m es de todos. ¿Seguirá la universidad com o en el gobierno federal cobijando a los cuates? La u n a m , repito, es de todos, ahí no se llega p o r votos com prados ni por am iguism o... Creo. Pero el señor R ector ya se ha

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equivocado m uchas veces (Nicolás A lvarado, es u n ejem plo). ¡Ah, cóm o añoro a varios rectores de antaño! —ojo: no soy reaccionario— y a funcionarios com o Eugenia Revueltas, M argo G lantz, y la revista "Punto de Partida", —claro— al querido M arco A ntonio C am pos, a A rturo Azuela, H ugo G utiérrez Vega, G onzalo C elorio y a otros tantos directivos de la u n a m que pensaban en la com unidad universitaria antes que en sus amigos. D e generación en generación las generaciones se degeneran__ Perm utaciones (AMEICAH, M éxico, 2015. 36 pp.) del poeta y estudioso Víctor Toledo, quien pertenece a la que hem os llam ado la G eneración de “Los C incuenta”, título en el que se engloban y juntas varias tendencias literarias pero con m uchos puntos com unes, incluyendo en ella a “Los Infrarrealistas” y “Los sintéticos”, por ejemplo. D ebem os decir que Permutaciones es un libro m uy singular y tiene un trabajo filológico atrás, es u n lujo incluso en su edición e im presión —sólo 200 ejemplares—, pero tam bién debem os señalar que no se trata de un libro fácil. A partir de los palindrom as y em bebido p o r la poética gem átrica y torácica, según señala en el “Pró­ logo” el doctor Francisco Ram írez Santacruz, tiene m ucho de filología y de filosofía, dividido en dos secciones, “M utaciones” e “Inm utaciones”, es u n libro que hace pensar y que nos recalca la fuerza del lenguaje, de las palabras. Este título p o r cierto se presentó en el C entro C ultural Xavier V illaurrutia de la C olonia C ondesa con buen éxito en su convocatoria. Este título me llevó a otro: M il usos curativos del fuego de D aniel González D ueñas, donde con la figura retórica llam ada calam bur, nos hace ver la hom ofonía de cientos de palabras que usam os diariam ente y que sabemos que no es lo m ism o “prenunciar” ler que leer, según “prenuncia” el culto secretario de E ducación Pública, quien p o r cierto ha sido reprobado en las evaluaciones p i s a , donde nos señalan y colocan en el últim o lugar en apreciación y com prensión lectora. El secretario de Educación Pública desde hace m ucho tiem po está reprobado. U n ejem p lo d e la so cied ad civil o rg a n iz a d a y c o n gan as d e u n cam b io re al, verdadero y posible es lo que realiza desde hace siete años la Brigada Para Leer en Libertad, la cual trata, p o r sobre todas las cosas, de hacer lectores. Independientem ente de quien sea el jefe del

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gobierno de la ahora C iu d ad de M éxico, la Brigada siem pre ha p ugnado, en la C iu d ad de M éxico y en su área conurbada, p o r acercar los libros a los lectores y, sobre todo, a precios m uy accesible, incluso la p ropia Brigada haciendo antología de alta calidad, con autores que fuera de esos libros luego son difíciles de leer. Felicito a Paco Ignacio Taibo II, Palom a Sáinz y M arina Taibo, entre tantos otros —com o m i mal logrado amigo Juan H ernández L una—, p o r no cejar en prom over el gusto p o r la lectura y la creación de lectores. D u ran te sus tianguis y ferias vemos a la gran cantidad de personas que se acercan a los libros, lo m ism o a hojear que a adquirir, a m u y buenos precios, estas valiosas joyas del conocim iento, del placer y de la diversión que son los libros. Y to d a v ía sig u en sobre n u e stra m esa: la sui generis antología: De Neza York a Nueva York. From N eza York to N ew York. Una antología de poesía de la Ciudad de México y la Ciudad de Nueva York. A bilingual anthology o f the poetry o f Mexico City an d N ew York C ity, debida al talento y dedicación de Roberto M endoza Ayala, Stephen Bluestone, Rosalind Resnick, A rthur G atti, G ordon G ilbert y Evie Ivy, además claro de su editor Eduardo Villegas Guevara, de la cual hablaremos en u n núm ero posterior de nuestra revistas; Teoría y didáctica del género terror de Jaime Ricardo Reyes (Cooperativa Editorial del M agisterio, Colom bia, 2007. 206 pp. ¡Un librazo!); Crítica No. 166, 167 y 168, la “Revista C ultural de la Universidad A utónom a

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de Puebla”; Los 43. Antología Literaria (Ediciones de Los Bastardos de la Uva, México, 2015. 190 pp.) de Eusebio Rubalcaba y Jorge A rturo Borja (compiladores) y Ricardo Lugo Viñas (editor); Don quijote ¿muere cuerdo? y otras cuestiones cervantinas (Fondo de C ultura Económica $85.00) de M argit Frenk; Los hijos de Yocasta. La huella de la madre (Fondo de C ultura Económ ica $115.00) de C hristiane Oliver; E l viaje que nunca termina. La narrativa de Malcolm Lowry (Fondo de C ultura Económica $175.00) de la canadiense Sherrill E. Grace; Los muertos no cuentan cuentos. Antología de narrativa joven del Estado de México de José Luis H errera Arciniega (antologador) y otra gran cantidad de libros mágicos y maravillosos que, por fortuna, aparecen en un país de no lectores, empezando por el ciudadano presidente de la República y todos sus secretarios, cuyo lema es “Joder a México” ¡Ver para creer! Y p o r c ie rto desde estas p ág in a s, reitero m i apoyo al Sindicato M exicano de Electricistas y a los trabajadores de M exicana de Aviación, porque les asiste la razón, y repudio las políticas antipopulares, rapaces y m ezquinas del Estado M exicano: ¡No a la nueva Ley Laboral, a la Reform a Educativa y Energética!, ¡la Patria no se vende!, ¡no a la privatización de la energía eléctrica y del petróleo! Igual sigue m i protesta p o r la desaparición de los 43 norm alistas de A yotzinapa, Gro. “Vivos se los llevaron, vivos los querem os” y no a la represión institucional contra los maestros.

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GRUPO CULTURAL “ LA NAVE DE LOS LO CO S” LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA CHAPINGO PROGRAMA DE HUMANIDADES COLEGIO DE POSTGRADUADOS CAM PU S M ONTECILLOS CONVOCAN:

A los investigadores, docentes, estudiantes y egresados de licenciatura y posgrado en las carreras de historia, antropología, geografía humana, arqueología, comunicación, literatura, filosofía, sociología y ciencias sociales y humanidades; así como al público interesado en este campo de estudios, a participar en el:

\ T T T C O N G R E S O IN T E R N A C IO N A L D E H ISTO R IA , ./ S J L J L C IE N C IA S S O C IA L E S Y H U M A N ID A D E S

E N T R E M U R O S Y P IE D R A S L A H IS T O R IA 2 0 1 7 EJES TEMATICOS: De los pueblos, ciudades y habitantes en el tiempo: Imaginario social, infraestructuras, territorios, patrimonio, construcción de ciudadanía, desarrollo urbano, cultural y ambiental

La primera vez... Historia, crónica y relato

Foro permanente Estudios de género Violencia y criminalidad

Nuevos horizontes en investigación social y humanística Historias del pulque, cerveza y otras bebidas

BASES: 1. El congreso se realizará los días 22, 23, 24 y 25 de febrero de 2017 2. Los interesados podrán participar con trabajos originales e inéditos. 3. La extensión de los trabajos deberá ser de 20 cuartillas (como máximo) adoble espacio, letraTimes, doce puntos y para exposición se deberá preparar ponencia de 20 minutos 4. Los trabajos seleccionados serán publicados en formato digital en la plataforma en línea http://wwv.navelocos.com/ (Sitio de divulgación cultural sin fines de lucro) 5. La recepción de los trabajos será a partir de La publicación de La presente y hasta el 20 de enero de 2017. 6. Para participar es necesario enviar el resumen de la ponencia con una extensión de 200 palabras, acompa­ ñado por una semblanza profesional del autor(a), con una extensión similar, a la siguiente dirección: entre_murosypiedraslahistorla@hotmail.com 7. El viernes 27 de enero del 2017 se informará por correo electrónico sobre laaceptación de lasponencias, y a la brevedad se enviará el programa de participación del congreso. 8. Se otorgará constancia de participación con valor curricular

’ f í \ UACh 2015

2019

SUBDIRECCIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL

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