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48/Mondo Media
El guitarrista de La Habitación Roja e integrante de otra retahíla de proyectos musicales en las últimas dos décadas (Litoral, Fantasma #3, Lost Tapes) había publicado hace tres años un libro de fotografías, pero lo que no cabía suponer es que fuera a estrenarse en el mundo de la literatura con una novela tan notable como “Un día en la vida” (Aguilar, 23), tan sólida que no parece sustentar un debut.
HABLO CON PAU ROCA (Madrid, 1974) por teléfono sobre su libro: la historia de un hombre de mediana edad con un matrimonio convencional, un trabajo que detesta, una hija adolescente que la ha tomado con él y unos cuantos secretos que van a darle la vuelta a su vida en menos de veinticuatro horas.
—¿Surge este libro de la pandemia?
Pues fue post-pandemia. Se me ocurrió una historia, la semi soñé. Se la conté a Cris [Lomba], mi editora, y me dijo “pues escríbela y lo vemos”. Escribí unas páginas, se las enseñé a un amigo y a David Pascual, el escritor y músico valenciano Mr. Perfumme, que me dio unos consejos muy valiosos, y ya con algo más presentable se lo mandé a Cristina y me dijo que estaba bastante guay. Han sido dos años desde que empecé hasta la edición, bastante rápido.
Pero de un sueño no puede salir todo eso: tuvo que haber un enorme trabajo posterior, porque además en los sueños todo es muy borroso.
Tengo sueños muy plausibles, pero sí que es verdad que tuve que estirarlo por delante y por detrás, meter más personajes… pero la idea principal sí la tenía. Vi un documental sobre Gabriel García Márquez –obviamente no me voy a comparar con él– en el que decía que los libros hay que pensarlos antes de escribirlos, y yo pensé mucho las cosas antes de sentarme a escribir. Por eso creo que fue rápido.
Yo la veo muy sólida para ser una primera novela, ¿Tenías referentes literarios?
Antes de editarse, solo leyeron el libro tres o cuatro personas, entre ellos mi amigo Juan Collado, que me dijo que le recordaba a lo que hace Herman Koch, el autor de “Casa de verano con piscina” (11). Pero bueno, a mí me gusta mucho la literatura americana, aunque creo que no hay un referente claro. Juan me dijo también que veía una voz propia, cosa que me animó mucho. Porque lo demás se puede resolver, como el diseño de cualquier personaje. Pero si no tienes una forma coherente de escribir, que es lo que yo más valoro de los escritores… A David Foster Wallace enseguida lo identificas, igual que a Ian McEwan. Ambos me gustan mucho.
Creo que trazas un retrato fiel de nuestra sociedad ahora mismo, en ocasiones un poco cáustico, con ese sentido del humor un poco cabrón, si me permites, que valoramos quienes te conocemos. Un humor poco complaciente, digamos. Sí, yo quería que fuera un poco hiriente. Incluso auto hiriente [risas]. El otro día un amigo me decía que cuando describo los viajes que ha hecho la pareja protagonista, le recuerdan a los que ha hecho él con su novia. Aunque el personaje protagonista no tenga nada que ver conmigo, su entorno es contemporáneo y sí es el mío. Quería que fuera un libro incómodo, sobre todo al principio. Creo que lo he logrado, porque hay hasta gente que se ha enfadado un poco y luego se ha reconciliado con el protagonista. Que les caía fatal y luego mejor. Se lo han tomado por lo personal, y eso para mí siempre es bueno.
Es cierto que el protagonista acaba cayendo mejor al final que al principio, y que la historia acaba mejor de lo que se podía prever. Es casi una novela de redención. Cuando se quitan todos los factores sociales que le rodean, empieza a ser mejor persona. Eso podría redundar en que sea la sociedad quien es culpable de su maldad, dicho de forma no rigurosa, porque obviamente hay muchos más matices. En realidad, es una persona que simplemente ha hecho lo que tenía que hacer, y estamos en un mundo en el que hacer eso te convierte en mala persona.
La presencia de la música está bastante atenuada: el libro podría funcionar perfectamente sin ella. No la has utilizado como muletilla. Exactamente. De hecho, estuve a punto de no incluir absolutamente nada, pero David [Mr. Perfumme] me recomendó no renunciar al cien por cien a ella porque los referentes comunes, o no comunes también, ayudan. Son como un camino muy corto para describir a alguien. Cualquier referente artístico. Si dices que una casa es como la de la película “Psicosis” (Alfred Hitchcock, 1960), ya no necesitas decir nada más de la casa. Todo el mundo la tiene en mente. Pero sí, quería huir de la visión del músico.
Algunas presentaciones las haces con Jorge (Martí), tu compañero en La Habitación Roja. Creo que vuestros dos libros son reflejo de vuestros roles en el grupo y de cómo sois: el suyo es mucho más transparente consigo mismo, ya que es autobiográfico, mientras que el tuyo te muestra en un segundo plano, sirviéndote de la ficción.
Somos muy diferentes, y está muy bien. Recuerdo una vez que, con un chico que nos hacía videos, a la segunda ocasión ya se dio cuenta de que cuanto menos saliera en pantalla, por mi parte, mejor [risas]. Siempre le pedía no salir mucho. Queda un poco pomposo, pero me gusta que las obras hablen por mí, y si eres mi amigo ya nos sentaremos y hablaré todo lo que haga falta, pero no me gusta mucho la exposición pública. Y todo lo que tengo que hacer a través de la música lo disfruto, pero hay cosas que no me gustan tanto. Sobre todo, lo que tiene que ver con la imagen. Prefiero hacer fotos a que me las hagan. Así que nuestros libros son como prolongaciones de la forma de ser de los dos. Lo que está bien, porque si fuéramos los dos iguales, en cualquiera de ambos sentidos, la banda no funcionaría.
CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA
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