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CINE Y SERIES

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48/Mondo Media

48/Mondo Media

Beef (Bronca)

Lee Sung Jin 8

PARA CONECTAR con el mensaje de “Bronca”, la nueva co-producción de Netflix y A24, hay que estar podrido por dentro. La buena y la mala noticia es que todos lo estamos en mayor o menor medida y no nos será difícil vibrar en la misma dirección que esa colección de miserias humanas incómodamente reconocibles que sus diez capítulos nos plantea. Ya bien seas un ñapas a domicilio, una florista reputada, un nepobaby sin talento o un parásito con cripto-aspiraciones, nadie se libra de ser una víctima más en esta selva posmoderna y capitalizada. Su potente carga narrativa (que no por terrenal y disparatada deja de ser menos significativa) desnuda la punta de un iceberg turbio y sepultado bajo capas de anhelos, frustraciones y vidas idealizadas, y de paso abre melones que se sienten casi como puñaladas directas en la memoria de los tempranos millennials, quienes arrastran los pesados dejes de una generación anterior descreída y escéptica y la responsabilidad de representar, como conejillos de indias, una revolución social para la que no estaban preparados. Con todo, “Bronca” conforma un thriller existencialista que pone de relieve elementos tales como el suicidio, la virtud de la figura del terapeuta, la urgencia por no repetir patrones tóxicos o la necesidad por evitar terminar sumidos en una vida postiza y sin trascendencia. Un recordatorio de la importancia de prevenir antes que curar, pues de lo contrario nunca sabremos cómo de profundas pueden llegar a ser nuestras heridas emocionales hasta que un día alguien nos pite de mala manera desde su Mercedes SUV blanco.

FRAN GONZÁLEZ

ACOMPAÑAMOS a Ane (espléndida Patricia López Arnaiz), madre inmersa en una crisis profesional y matrimonial, en su vuelta a la casa materna del pueblo durante las vacaciones estivales, juntos a sus tres vástagos: su hija adolescente, el hijo mediano y el pequeño Aitor (una luminosa y espectacular Sofía Otero que nos estruja el corazón una y otra vez), de ocho años, que se hace llamar “Cocó” y que, cada vez más, crece y se desborda en su interior un sentimiento vital que la asfixia y empuja a querer llamarse Lucía. Esta sobresaliente y necesaria ópera prima de Estibaliz Urresola nos sumerge en la metamorfosis liberadora de un verano que lo cambiará todo, con la lucha, exploración de la feminidad y aceptación de la identidad de una niña trans como protagonista. Entre el rechazo y la extrañeza, rodeada de las mujeres de su familia,

20.000 especies de abejas reflejándose en ellas y haciendo que todas repiensen su propio pasado, presente y futuro vital. Personajes habituados a interactuar según las normas establecidas en sus colmenas familiares, cada uno ocupando el puesto “que le tocó”, bajo el yugo de la fe y tradiciones religiosas, o por el peso cultural de los años, nunca cuestionado… Formas de vivir lastradas por vergüenzas y pudores pretéritos, generaciones acostumbradas a esconder y no compartir sentimientos y, poco a poco, esos deseos frustrados se tornan sufrimientos y terminan por enquistarse, atrofiando y limitando sus vidas y las de sus descendientes que, sin darse cuenta, repetirán patrones. Esa es la presa sentimental que Cocó volará por los aires, provocando una catarsis colectiva, transformando sus miradas y la nuestra.

DAVID PÉREZ

POCO IMPORTARÁ que nunca antes hayamos tirado un dado de múltiples caras, pues John Francis Daley y Jonathan Goldstein pergeñan en “Dungeons & Dragons: Honor Entre Ladrones” una trama absolutamente accesible para todos los públicos –desde los fans más acérrimos de la marca, hasta los que simplemente buscan pasar el rato entre acción trepidante y chascarrillos de humor blanco y ocurrente–. El evidente objetivo de sus responsables por llevar a cabo una nueva franquicia rolera y de corte fantástico delante de nuestras narices es un hecho indiscutible, pero es esa perspectiva divertida y desenfada, donde premia el hecho de no tomarse demasiado en serio a sí mismos, lo que hace que compremos con rotundidad este evidente intento de seguir sacando tajada de la oleada de nostalgia audiovisual en la que vivimos. Se nos plantean un par de horas de asueto palomitero sin pretensiones a través de un enfoque arquetípico (un grupo de héroes, una misión, un viaje, un villano al que poner en su sitio), con efectos digitales dignos de las más grandes sagas fantásticas de los últimos años. Y a pesar de su innecesariamente extenso metraje, el carisma de sus personajes (con esa dupla cómica y afable formada por Chris Pine y Michelle Rodriguez o un enorme Hugh Grant entregándonos uno de sus mejores y más paródicos papeles), asienta desde el modesto tributo las bases ideales para una saga que busca consolidarse como la hermana distendida y gamberra de la fantasía fílmica, sin perder de vista una épica fundamental que le permite mirar de tú a tú al resto de títulos insignia del género.

FRAN GONZÁLEZ

LA TERCERA SERIE original de Filmin vuelve a reivindicar la autoficción como uno de los géneros imprescindibles para comprender la contemporaneidad. Fijándose en la estética de cineastas como Joana Hogg o Sofia Coppola, “Selftape” explora las consecuencias de la exposición pública desde un encuadre atípico, mucho más interesada en retratar una fama que condena a la soledad y al aislamiento que en repetir un relato sobre la masificación y los excesos. Farré esboza una Barcelona hopperiana, una ciudad impasible que se vacía cuando menos lo necesitamos. Pero sobre todo crea un dispositivo donde la figura de la cineasta se hace a un lado para subordinarse a las necesidades de Mireia y Joana, ambas estelares en este valiente ejercicio terapéutico. “Selftape” permite un relato ausente de metáforas, explícito en cuanto a su descripción de la envidia, el abuso, la cosificación y la competitividad como valores implícitos a la tarea de la actriz. La serie señala los fantasmas de la industria audiovisual para ponerlos sobre la mesa, para que ya no sean más fantasmas sino figuras existentes que apuntar con el dedo. Sin embargo, es en aquellos episodios en los que la sinceridad se posa sobre las hermanas —y no sobre las actrices— donde “Selftape” despliega una emocionalidad indiscutible. Mireia y Joana nos abren las puertas de una privacidad muchas veces complicada, que habla sin filtros sobre lo impulsivo paradójico de compararse con aquellos que más quieres. “Selftape” consigue encontrar instantes donde el humanismo brota con una sinceridad instintiva.

DANIEL GRANDES

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