“Para hacer cine hay que ser inteligente y estúpido al mismo tiempo” A propósito de los 10 años de MALTA CINE, la escritora Diana María Pachón hizo esta crónica para describir, de manera sincera, los triunfos y fracasos de esta productora que casi les cuesta la razón a sus creadores
Juan Mauricio Ruiz, el productor de Malta, recuerda que estaba ebrio cuando el carro que conducía a una finca del Tolima se quedó sin frenos. A su lado estaba Carlos Osuna, el director de las películas de la productora. Al igual que Juan Mauricio, Carlos conservaba los resquicios de la borrachera de la noche anterior. Los dos, al verse desbocados en plena carretera de bajada, en vez de angustiarse esperaron a que la suerte los detuviera lentamente al final de la pendiente, o terminaran estampillados contra una montaña. A 80 kilómetros por hora pasaron otros carros, motos y un bus de pasajeros hasta que en una recta el vehículo se cansó de andar a la deriva y se detuvo cerca de un río. Sucedió en 2013 cuando se alejaban de la ciudad para escribir juntos el guion de la película Sin mover los labios. Los dos concuerdan en que ese momento de temeridad o estupidez es la metáfora de lo que significa la productora: Malta Cine es el carro que anda aunque a veces se apague; ellos son los que tienen el volante; y la vía, llena de abismos, curvas y más vehículos, es el mundo del cine. Ahora que se sienten sobre un carro que está casi para vender por partes, celebran los 10 años de la productora con dos pasajeros más: Andrés Tudela, también director de cine y productor, y Alejandro Quintero, un literato que desvió el rumbo y se especializó como sonidista en Inglaterra “Hacer música y sonido para la productora me sacó de Europa y me devolvió al país”, dice.
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El último largometraje de Malta, titulado El Concursante, está en la pelea por el primer lugar entre las películas menos vistas de 2019 en el país. Al parecer hay otras con peor suerte. –Cómo te cae esa noticia –le pregunté a Carlos. Suelta una carcajada. –Me doy cuenta que ni siquiera servimos para ser los mayores perdedores. En una columna publicada en el portal Las2Orillas en noviembre de este año, y escrita por el crítico de cine Ricardo Rondón, Carlos Osuna, Giancarlo Chiappe y Juan Mauricio Ruiz en el set de Sin Mover los Labios 2014 Carlos Osuna es descrito como un joven realizador bogotano. Aunque para el crítico los seres humanos menores de 50 años son jóvenes ya que Ricardo parece haber sobrepasado esa edad hace tiempo, en realidad Carlos está por cumplir los 40 años y su cabello es una madeja crespa de muchos pelos plateados. Hace diez años tenía pocas canas en la cabeza y ninguna en la barba. Y Juan Mauricio, que carece de hebras blancas, pesaba unos 10 kilos menos. En ese entonces ninguno de los dos tenía experiencia en el mundo de las productoras, y esa ignorancia fue la cómplice para empezar el recorrido. “Ese camino es muy hijueputa –dice Juan– si yo hubiera sabido todos los rollos cuando creamos la compañía, quizá no me habría embarcado. Nos arriesgamos y fuimos aprendiendo a los golpes y sobre la marcha”. Antes de que Malta Cine naciera, Carlos ya había realizado una decena de cortometrajes (algunos con recorrido en festivales) y estaba dedicado a la música electrónica y experimental con su banda ‘Fantasmas´. En ese entonces Juan Mauricio trabajaba con el líder político Antanas Mockus en los programas de educación ciudadana, también estaba estudiando un MBA en la Universidad de los Andes y se planeaba realizar un doctorado en los Estados Unidos. En esa época en que estaba organizando un futuro brillante en el mundo de los negocios o de la pedagogía urbana, también se encontraba con Carlos una vez a la semana, compraban varias botellas de vodka y creaban los capítulos del sitcom, inventado por ellos, El show de Cándido y la Aburribuela. Borrachos escribían el guion, actuaban junto a otros amigos, entre ellos Alejandro Quintero (quien después se convirtió en el sonidista y también coguionista) y grababan esa comedia que narraba las aventuras cotidianas de Cándido y su amigo Pastraro al lado una abuela casi en estado vegetal y un
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“Me doy cuenta que ni siquiera servimos para ser los mayores perdedores”.
Fotograma del largometraje Gordo, Calvo y Bajito 2011.
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perro con necesidades sexuales urgentes. Cuando se les presentó la oportunidad de vender el sitcom a un canal de televisión, les robaron la cámara con el capítulo piloto y se acabaron las aventuras de los amigos, la anciana y el perro.
“Y nosotros que creíamos que perdía el tiempo y desperdiciaba su vida”. Después surgió la idea de la película Gordo, calvo y bajito, la historia de un hombre que, dada su notoria falta de atractivo, es apocado e inseguro. El gordito sin gracias encantó a los jurados del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC), y ganó el estímulo de producción en 2009, también fue galardonado en el Encuentro de productores de Cartagena, dos años después. “Y nosotros que creíamos que perdía el tiempo y desperdiciaba su vida”, le confesaban a Juan Mauricio algunos de sus amigos y familiares. Al año siguiente, antes del rodaje, constituyeron la empresa Malta Cine en honor a una tuerca mínima con la forma de la cruz homónima del nombre usada en las cámaras de cine. “Ustedes se van a quebrar con esa productora, no saben nada de eso, se están dando un tiro en el pie”, le decían a Carlos algunos colegas. Desde el momento de la escritura del guion tenían claro quién interpretaría al protagonista. Contactaron al veterano actor Álvaro Bayona, se reunieron con él y, con cierta vergüenza, le confesaron que la escogencia para el papel, entre otros atributos profesionales, se debía a su particular físico: gordo, calvo y bajito; Álvaro aceptó contento y ayudó a convocar al resto del casting conformado por los actores Sandra Reyes, Jairo Camargo, Ernesto Benjumea, Marcela Mar, Nicolás Montero, Julio Medina, entre otros.
Fotograma del largometraje Gordo, Calvo y Bajito 2011.
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En la película, elaborada en rotoscopia (consiste en dibujar y colorear sobre filmaciones reales), hay una escena en la que un anciano, interpretado por Julio Medina, muere y se despide del protagonista pegando los puños. De la misma forma se despidió Carlos Osuna de su padre el día en que este último falleció de cáncer, meses antes de iniciado el rodaje. Por alguna razón extraña, justo esa escena quedó sin sonido. En la corrección de audio, Carlos revivió repetidas veces ese instante plasmado en otro él y otro hombre mayor.
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En ese momento Andrés Tudela, quien hoy es amigo y pieza importante del equipo se acababa de graduar de la Universidad Javeriana, y fue contratado para trabajar en el proceso de animación. Andrés, antes de estudiar la carrera de artes se preparaba para ser jugador profesional de fútbol. Entrenó en las reservas de Millonarios, tenía la estatura adecuada (1,82 m), el talento y la edad para ser un James o un Falcao; pero su madre, por temor a que terminara lesionado de por vida como le sucedió a un sobrino, negó el permiso del entonces menor de edad. Ahora juega los fines de semana con los socios de la productora y otras amistades, siendo la estrella principal en todos los partidos.
Carlos Osuna, Álvaro Bayona y Jairo Camargo en el rodaje de Gordo, Calvo y Bajito 2010.
La cinta terminada empezó a viajó por más de cien festivales de cuatro continentes: Director y productor tomaban vuelos casi todas las semanas para hablar del gordito. Visitaron Estados Unidos, Argentina, México, España, Francia, Alemania, China, India y muchos más. De golpe conocieron la opulencia del cine y compartieron fiestas y alfombras con la élite audiovisual del mundo. “Una vez en el Festival de Cannes, un paparazzi me siguió por todos lados para ver yo qué hacía, a dónde iba, con quién hablaba, qué comía, en fin, supongo que al otro día el pobre hombre se dio cuenta que había perseguido por horas a un don nadie”, cuenta Carlos. En Colombia, los nombres de estas jóvenes promesas del séptimo arte empezaron a sonar entre los miembros de la industria, y llegaron las zalamerías, aplausos e invitaciones. Ante la novedad no perdían cenas, estrenos y cocteles. Mientras los reflectores imaginarios les daban en los ojos, Carlos se separó de su esposa, abandonó el hogar construido durante seis años, se quebró económicamente y se trasladó al cuarto de servicio de la casa de su hermano.
Iván Forero, Guillermo Santos, Carlos Osuna y Yomayra Puentes en el rodaje de Gordo, Calvo y Bajito 2010.
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Por la fugacidad de la fama las invitaciones se redujeron, y los que antes los saludaban con efusividad ahora lo hacían por diplomacia. Los años siguientes la productora hizo apuestas para ganar de nuevo algún estímulo del FDC. En 2012 lo lograron en la convocatoria para desarrollo de guion con el proyecto Los amigos enemigos (todavía en el papel). Aunque los dos estaban endeudados y podían gastar ese dinero para sobrevivir decidieron aguantar hambre e invertirlo en mantener el funcionamiento de la agonizante productora. En 2013, de golpe, recibieron dos estímulos más, uno de producción para largometraje con Sin mover los labios, y otro para el cortometraje Puntos Cardinales, proyecto coescrito con Carlos reyes, artista y excompañero de Universidad de Osuna. Con dos triunfos del FDC en una noche de premiación, los duros de la industria los buscaron otra vez. En el mundo del cine hay que acostumbrarse a los repentinos halagos y rechazos. En tiempos de gloria te ovacionan, y si estás fracasando te saludan de lejos. Muchos son alérgicos a la derrota. Después de varios whiskeys y celebraciones comenzó el viaje creativo de Sin mover los labios: El carro sin frenos en la vía Bogotá–Melgar, la adrenalina de sobrepasar otros carros, la embriaguez reciente; tiraron los dados para lograr una victoria estúpida o un accidente catastrófico. Menos mal ganaron y no terminaron en el fondo de un abismo y con la película en el mundo de las ideas. Como en la primera producción de Malta recurrieron a actores profesionales con excepción del protagonista, Giancarlo Chiappe, un antropólogo y traductor que, como su personaje, habla poco y mira mucho. Para el reparto contaron con Consuelo Luzardo, Marcela Benjumea, Germán Quintero, Laura Junco, Carolina Rueda, Tiberio Cruz, Álvaro Rodríguez, Talú Quintero, Fernando Arévalo, Margarita Ortega y, de nuevo, Álvaro Bayona.
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Giancarlo Chiappe en el rodaje de Sin Mover los Labios 2014.
Fotograma del cortometraje Puntos Cardinales. 2016.
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Alejandro Quintero, Giancarlo Chiappe y Diego Castillo en el rodaje de Sin Mover los Labios 2014.
La película trata de un ventrílocuo sin talento que intenta desde la infancia alcanzar el éxito. Vive con su madre, tiene una novia fea y aburrida, trabaja en un call center en el día y cada noche se presenta en el bar de su mejor amigo, un perdedor con ínfulas. A pesar de su aparente vida plana, tiene un lado B de sexo con prostitutas y el vicio de la cocaína. Al morir su madre se pierde a sí mismo y encuentra el estrellato. Hay una escena de la película en la que el protagonista está en medio del mar pretendiendo cazar el pez más grande del mundo. Esa parte en realidad, fue filmada en la represa de Guatavita (a 50 kilometros de Bogotá). Para lograrlo alquilaron dos lanchas de pedal, de las que usan los turistas, una para el equipo de cámara y otra para el de sonido. Una de las lanchas se llamaba ‘Mi patico’. “No aguanté la risa y pensé en la precariedad que teníamos para lograr grandiosidad. Sacamos adelante una película que podía costar el doble o incluso más” – dice el director. La historia del ventrílocuo llegó al Festival de Cine de Estocolmo, también estuvo en Brasilia y en el Festival de Cine de Cartagena, ganó tres premios Macondo otorgados por la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas y recibió elogios de algunos críticos: “Me gustaría aplaudir desde acá esta cinta, una cosa extrañísima, perturbadora, depresiva, absurda y opresiva… En medio de estas imágenes en blanco y negro llegué a pensar que Osuna se había metido en los sueños más oscuros y perturbadores de nuestra generación”, escribió Manuel David Ortegón, Alejandro Quintero y Andrés Tudela en el rodaje de Sin Mover los Labios 2014. Kalmanovitz, el especialista en cine de publicaciones Semana. El escritor y cinéfilo Ricardo Silva publicó un video en el que dice “En tiempos en que se piensa como conectar con el espectador, es un éxito que alguien tome el camino más difícil y logre dejarlo a uno desconcertado, quieto y fascinado”. Pero no todos los comentarios fueron
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favorables, el catedrático Carlos Mario Pineda la destrozó, “Se esperaba mucho y, sin embargo, decepciona por el guion lleno de intenciones que no llegan a ningún lugar. Al final tiene una cantidad de referencias que son una especie de diarrea mental que termina siendo un fiasco”.
Giancarlo Chiappe en el rodaje de Sin Mover los Labios 2014.
En 2015 obtienen por cuarta vez un estímulo del FDC, en esta oportunidad para producir El Concursante, proyecto que también hizo parte del Atelier del Festival de Cine de Cannes. Con una tercera película en camino Malta Cine ya se presentaba como una productora consolidada. En Colombia no son muchas las independientes que han logrado esa cantidad de cintas, y menos los directores locales que han podido dirigir esa cantidad. Locación: Cartagena. En septiembre de 2016, luego de un estudio meteorológico para asegurarse de días soleados, de ensayar tres meses con los actores y de trasladar un una treintena de personas desde Bogotá, inició el rodaje. Esta película es una comedia basada en una historia real. Una marca de condimentos prometió regalar ollas a presión a cambio de etiquetas pero, al no alcanzar las ollas para tanta gente se armó una pequeña revolución. –¿Qué recuerdos tienes de ese momento? –Sentí como si me hubieran violado por un mes sin descanso –Responde Juan Mauricio.
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Con posiciones tan contrarias el morbo de los espectadores por saber si la odiarían o amarían llenó las salas de cine durante cuatro meses, en especial el de Cine Tonalá, y se convirtió en un largometraje de culto de los seguidores de las películas extrañas. “El viaje de Sin mover los labios, desde la concepción hasta la realización, es lo más cercano a quienes somos nosotros. Es una afirmación fuerte de nuestra historia y de lo que queremos expresar. Hicimos todo con total libertad, no teníamos ninguna pretensión salvo defender la creatividad”, dice Juan Mauricio.
“Sentí como si me hubieran violado por un mes sin descanso ”.
Daniel Moncada y Ronaldo Tejedor en el rodaje de El Concursante 2016.
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Fotograma de El Concursante 2017
¿Qué pasó? –interrogué a Carlos. Han pasado tres años y todavía se incomoda al hablar de esa experiencia. Él, que normalmente respondería con una frase cínica seguida de una risa, prefiere abandonar el tema rápido. –Digamos que Cartagena es una ciudad… difícil. Durante el tiempo que vivieron en Cartagena alquilaron un apartamento en un piso 18 en la zona de Bocagrande. Andrés Tudela recuerda que mientras estuvo allí trabajando como asistente de dirección, todas las noches aseguraba la puerta de la terraza por temor de que Juan Mauricio o Carlos se suicidaran. Después del rodaje Juan Mauricio, todavía en la ciudad amurallada, quebrado y abrumado por el futuro se tatuó una frase en el brazo “la suerte está echada”. Se sentía rodando por un despeñadero que amortiguó su madre. “El productor es la cara visible de los errores, el que recibe el agua sucia, es una real mierda”. –Pero seguiste siendo productor. –Me gustan los retos –dice riéndose– Aquí se gana, se pierde, se juega, se apuesta, y uno nunca se aburre. Para hacer cine hay que ser inteligente y estúpido al mismo tiempo. Somos una muestra de eso. El Concursante fue un parto doloroso: Un equipo en pugna, un sol que asaba cachacos, una ciudad en la que todo se resuelve con plata en mano y muchos quieren robarte, el riesgo de encontrar al director o al productor reventados contra la playa que se veía desde la Braian Villa, Carlos Osuna, Jose Serna, Kissinger, Andrés Tudela y Daniel Moncada en el rodaje de El Concursante 2016. ventana. Con todos los problemas sacaron adelante la producción.
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Elena Díaz en el rodaje de El Concursante 2016.
Fotograma del cortometraje Ausencia 2018.
Se estrenó en el Festival de Tallin, en Estonia, recorrió unos 20 países más, estuvo en el festival más importante de África, el AFRIFF, realizado en Nigeria, donde Carlos Osuna estuvo acompañando la proyección. Por fin una buena noticia, El Concursante le permitió cumplir el sueño de pisar tierra africana y, además, el público pidió repetirla dos veces más. En 2019, en el marco del Festival de Cine de Cartagena, la película se presentó en el Centro de Convenciones. Malta alquiló un bus para que la gente del barrio Nelson Mandela viera la cinta. Cuando el bus estacionó a unas cuadras del lugar, a un lado de la playa, algunos se tomaban fotos o jugaban con la arena, ¡a pesar de vivir en esa ciudad, algunos, sobre todo los niños, no conocían el mar! Desde el barrio Nelson Mandela hasta la playa hay unas dos horas de recorrido, es como vivir en otro pueblo más caliente, más pobre y olvidado. En los diez años de la productora han sacado adelante tres películas y dos cortometrajes. El último, llamado Ausencia, fue dirigido por Andrés Tudela. Sin dinero del FDC, Andrés invirtió el sueldo ganado por su trabajo en El Concursante.
El cortometraje ganó a mejor proyecto en el Bogota Internacional Film Festival, estuvo el Festival Internacional du Film d’Amiens en Francia, también en Festival de Cine Guadalajara y en el Chicago Latino Film festival entre más de 30. Confiesa que no tenía la pretensión de la fama y los premios, simplemente quería comprobar si seguía enamorado del cine luego de todos los problemas. Cómo ves el futuro de Malta –Oscuro –responde Andrés. –¿Y… no tienes algo más para decir que no sea tan pesimista? –Tenemos que reinventarnos sin perder la esencia de lo que somos. A pesar de lo incierto, Alejandro Quintero dice: Es una época difícil y de mucha angustia. Ahora tengo 40 años y ojalá que si llego a los 50 al menos pueda decir que he dedicado 20 años a la productora para celebrar. –¿Qué es Malta Cine ahora? –le pregunto a Carlos. Es, digamos, una incubadora de muchos proyectos –se ríe– somos un sueño noble de querer hacer cine que está pasando por un mal momento, pero este momento tiene algo especial y es que siento mucho afecto entre el equipo y mucho apoyo entre nosotros. Estamos más quebrados y más jodidos, pero somos más amigos.
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