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El problema de la crisis epistemológica, ética y política del sujeto del feminismo

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que se enfrenta al reto del respeto a la diferencia y reconocimiento de la diversidad: “[…] donde las tensiones entre el paso del análisis en términos de mujer y patriarcado; los aportes y las tensiones epistemológicas y metodológicas; la institucionalización y la interdisciplinareidad, los estudios mujer/género y el propio movimiento […] ponen en riesgo su potencial como agente de cambio social, con sentido común alternativo” (León, 2007, p. 28)

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En este tenor, lo que pretendo con mi investigación, es abonar a las iniciativas académico-políticas que nos urgen a pensar una modernidad diferente, donde, por un lado, es fundamental una toma de conciencia sobre la necesidad de usar los recursos organizativos de la red y adquirir competencias tecnológicas, que nos permitan hackear las múltiples expresiones del patriarcado que encuentran en el ambiente digital nuevos derroteros; y por el otro, se posicionan en contra de la instauración de un feminismo global homogeneizador y excluyente, que busca legitimación, adaptándose a la agenda institucional del heteropatriarcado capitalista y racista, y que bajo la opresión de género iguala a todas las mujeres, sobre todo desde la necesidad de impulsar prácticas políticas feministas que no renuncian a la complejidad, que se reconocen parciales, contradictorias y críticas.

Es decir, desde feminismos situados, “mutantes” e intrusos, con lealtades divididas y desapegados de pertenencias exclusivas. En tanto que cuestionan las posiciones relativistas empeñadas en disolver categorías identitarias, así como las apelaciones a una sororidad internacional blanca occidental, la apuesta de estos feminismos mestizos y mutantes: “[…] pasa por la implicación en un proyecto de democracia feminista, frente a la Democracia formal de libre mercado/capitalista, consistente en praxis feministas particulares que

“Lucha es nombre de mujer: las indígenas que trabajan por la defensa y promoción de los derechos de las mujeres en Chiapas”, tesis de maestría, México, Maestría en Estudios de la Mujer, UAM-X.

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articulen lo local con procesos transnacionales y globales más amplios” (Alexander y Talpade, 2004, p. 14).

La filósofa feminista, Silvia L. Gil (2011), en su obra Nuevos feminismos. Sentidos comunes en la dispersión. Una historia de trayectorias y rupturas en el Estado español, propone dar sentido a la experiencia en la dispersión del complejo mosaico que es/son el/los feminismo/s contemporáneo/s, invitándonos a su comprensión genealógica:

[…] si bien algunas insistimos en leer a partir de las novedades o más bien de las particularidades que representa hacer en estos tiempos de crisis, lo cierto es que combatir la desmemoria y hacer justicia con las luchas del pasado es una responsabilidad que no podemos eludir […] Combatir la desmemoria significa aquí relectura en perspectiva […] para ver qué rompe, qué sigue y sobre todo qué y cómo mutan los discursos y prácticas feministas. Es en esta perspectiva —abierta, interrogadora, genealógica— en la que cobra sentido hablar de “nuevos feminismos” como pregunta situada en torno al sentido (Vega, 2011, p. 18).

En efecto, en tanto seamos capaces de tejer nuestra historia del/los feminismo/s, podemos dar cuenta de los cambios que el movimiento ha vivido y justamente, en esta recuperación del carácter cambiante y procesal del mismo, es que podemos reflexionar sobre la pregunta que hoy en día nos confronta y que es el elemento medular en la

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investigación de Gil: ¿Cuáles son las consecuencias de la pérdida de la unidad del sujeto para el feminismo y qué podemos hacer con un sujeto-crisis?, al tiempo que nos aporta algunas claves para desenmarañar dicha “crisis del sujeto del feminismo”, sugiriendo tres vías para la discusión en torno a la política con un sujeto múltiple: (1) el problema de la autonomía, que no es sino el debate sobre la relación con el poder y la posibilidad del afuera; (2) la cuestión de la diferencia, que atraviesa así mismo la producción de subjetividad desde y contra la dominación y (3) el transnacionalismo como nuevo marco de compresión de las desigualdades.

En este sentido y atendiendo al llamado de Gil, considero indispensable comprender los procesos y cambios históricos producidos en al interior del movimiento feminista en México, así como sus “mutaciones”

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vividas en la época contemporánea, al situarlo en un contexto amplio donde ocurren cambios estructurales vertiginosos y que atañen a la vida en su conjunto, sobre todo desde nuestra inserción a lo que se llama la sociedad red, ya que: “Estos cambios incumben a los nuevos significados que cobra el feminismo, por tanto, indagar en las mutaciones del feminismo debe realizarse a la luz de otros cambios más generales que tienen lugar en un contexto determinado, y viceversa” (Gil, 2011, p. 31).

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“Existen imágenes, palabras y conceptos que se han ido asociando de manera íntima a la década que cerraba el siglo XX. Mutaciones es una de ellas, quizá una de las más importantes, y remite a otras que pueblan el imaginario en torno a la realidad que comenzó a formarse entonces y que no sin dificultades habitamos hoy, tales como cambio, movilidad, fugacidad, finitud, ruptura, crisis, incertidumbre o creación*” (Gil, 2011, p. 31). Desde esta visión, la noción de mutación hace referencia, sobre todo, a los cambios sociales, políticos, económicos y culturales que se vivieron a finales del siglo pasado y que impactaron a los movimientos sociales en torno a sus repertorios de acción, modalidades de organización y formas de comunicación.

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Mediante la elaboración de nuestras genealogías no sólo se recuperarían los “eslabones perdidos” entre los “nuevos y viejos feminismos”, sino también entre éste y las posiciones que hoy en día ocupamos las mujeres, ya que la forma en que habitamos el mundo es inseparable de los significados y culturas producidos a lo largo de la historia. Esto quiere decir que las feministas de ahora vivimos de manera diferente el activismo de nuestras antecesoras, ya que nuestro quehacer político está atravesado por una serie de elementos que posibilitan nuevos repertorios de acción, siendo uno de los más importantes, nuestra inserción al entorno digital.

En efecto, la forma, el tiempo y el espacio de la acción de los feminismos, en tanto movimiento social, se han transformado junto con los cambios en la comunicación. Tal como lo señala Guiomar Rovira (2016), durante la segunda mitad del siglo pasado, las protestas necesitaban meses de planeación, utilizando el correo postal, las llamadas telefónicas, el fax y los volantes, mientras que hoy en día, con el uso de las TIC se da un salto cualitativo que influye además en la manera no jerárquica que adquiere el debate y la organización. “Grupos aislados entre sí, sin importar su tamaño, pueden conectarse unos a otros y coordinarse. Y a partir de las redes sociales digitales, la forma misma de la protesta se volverá red y se romperá su contención en unas fronteras, en una sinergia sin precedentes entre extensiones tecnológicas, cuerpos y mundanidad” (Rovira, 2016, p. 79).

Asimismo, concuerdo con lo expuesto por Juris, Pereira y Feixa cuando nos dicen que hoy en día, los movimientos sociales:

Subrayan las transformaciones y conflictos sociales asociados con la consolidación del capitalismo informacional […] Su base social atraviesa generaciones, géneros, etnicidades y territorios. Su base espacial […] se sitúa en un espacio globalmente entrelazado, como el siste-

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