Mientras no se apague el sol 1

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MIENTRAS NO SE APAGUE EL SOL

Mientras no se apague el sol

Voces del Movimiento Indígena en Colombia

Volumen 1

ISBN Colección: 978-958-8430-50-8

ISBN Volumen: 978-958-8430-51-5

Primera edición: noviembre de 2022

Dirección de publicación: Paulo Estrada Añokazi

Tejido, preámbulo y edición: Rodrigo Estrada

Voces: Gilberto Buenaventura Tapie, Julio César Estrada, Oscar Oviedo Montiel, Jeremías Torres Izquierdo, Claudia Jimena Paí, Leidy Rosario Paí Nastacuas, Alfonso Peña Chepe.

Diseño y diagramación:

Agustina Tinajero, Luis Aguiar.

Impresión: Editorial Gente Nueva

© Gilberto Buenaventura Tapie, Julio César Estrada, Oscar Oviedo Montiel, Jeremías Torres Izquierdo, Claudia Jimena Paí, Leidy Rosario Paí Nastacuas, Alfonso Peña Chepe y Rodrigo Estrada.

©Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas - MPC

Esta memoria busca reconocer y socializar las luchas de los Pueblos Indígenas de Colombia por la reivindicación de sus derechos. Puede ser reproducida, copiada, distribuida y divulgada siempre y cuando no se altere su contenido y se cite a las personas que aportaron sus voces.

Impreso en Bogotá – Colombia

MIENTRAS NO SE APAGUE EL SOL /1

Voces del Movimiento Indígena en Colombia

Tejido por Rodrigo Estrada

ÍNDICE 11 Preámbulo 19 Recuperar la tierra para recuperarlo todo 35 No solo para nosotros, sino para el resto de la humanidad 65 Para no desaparecer como Pueblos Indígenas en la ciudad 81 En el gorro está el pico nevado 97 Nuestro Wat Usan, nuestro vivir bonito 137 Seguiremos luchando mientras no se apague el sol
19 Gilberto Buenaventura Tapie 35 Julio César Estrada 65 Oscar Oviedo Montiel 81 Jeremías Torres Izquierdo Claudia Jimena Paí, 97 Leidy Rosario Paí Nastacuás 137 Alfonso Peña Chepe
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PREÁMBULO

Más allá de las ideas generales que sobre el mundo indígena tenemos los vecinos no especializados en los conflictos políticos y sociales del país, hay una historia de resistencia a la que no nos ha sido dado acceder, una historia que, casi en su totalidad, permanece todavía en la memoria de quienes la han trazado. Se trata de un cuadro complejo y extendido, que abarca todo el territorio de nuestro país y un tiempo mayor que la edad de nuestra república; un paisaje que ahora deberíamos terminar de descubrir y mantener siempre a la vista.

El relato de las luchas de los pueblos ancestrales puede mostrarnos tantos hitos, tantos tiempos y paisajes como líderes y lideresas han participado de ella. Puede mostrarnos también un buen fragmento de lo que somos y no hemos terminado de reconocer en nosotros mismos. Basta tan solo escuchar una voz, una sola, para enterarnos de que ha habido una parte nuestra que ha permanecido oculta o disimulada, y de que ese ocultamiento y ese disimulo han traído como consecuencia uno de los mayores inconvenientes que puedan recaer tanto sobre un individuo como sobre un pueblo: el desconocimiento de sí mismo. El pueblo colombiano no sabe, hasta ahora, quién es, no reconoce territorios extensos de su propio cuerpo ni los rasgos de su alma; se ha identificado apenas parcialmente y muchas veces con lo peor de sí, con su máscara o sus rostros artificiales, aquellos que esbozan una mueca de incomodidad cuando por alguna orilla de su anatomía acaban por emerger las fuerzas que tanto se habían empeñado en acallar.

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El Estado −y la sociedad en general− tiene deudas urgentes con los Pueblos Indígenas: el territorio, la reparación por el exterminio físico y cultural, la aplicación de leyes y decretos logrados por los mismos líderes y lideresas al cabo de los años, pero hay una deuda primaria, no menos importante, que, de ser saldada, podría contribuir enormemente en la resolución de las demás: el reconocimiento, no ya de la situación de las comunidades, sino de su misma existencia. El daño mayor –tal vez más profundo que el exterminio, porque lo antecede, lo facilita y lo banaliza– ha sido la invisibilización del mundo indígena, y así también de la historia de su resistencia: el manto oscuro, el bloque de silencio que se le ha echado encima a un crisol de pensamientos y mitologías, de lenguas, andares, voces y tejidos. El desconocimiento de la propia configuración social e histórica por parte de un amplio porcentaje de la población colombiana ha posibilitado los agravios y penares sin cuento que han sufrido las comunidades indígenas, no solo en siglos pasados, sino en estos mismos días. La ignorancia consiente la injusticia, y también alimenta el prejuicio. Frente a la noticia de una toma, de un bloqueo, de una concentración, los vecinos del barrio suelen responder de manera tajante: “allá están otra vez jodiendo esos indios”. Algunos intuyen las razones, y se solidarizan, pero no alcanzan a enterarse de las demandas y de las implicaciones. Si se les dijera, por ejemplo, que se trata del problema del territorio, no percibirían, en todo caso, lo que ello significa, no entenderían que el territorio conlleva el equilibrio, la dignidad, la identidad, los ancestros, el conocimiento y nada menos que la vida misma. Para entenderlo, habría que empezar a conocer la historia. El daño al mundo indígena, para muchas personas (también, durante mucho tiempo, para quien escribe estos párrafos), fue algo que ocurrió hace 500 años, algo completamente ajeno a sus vidas: un zarpazo del imperio español que borró, al cabo de unos cuantos meses, quizás una veintena de culturas cuya importancia residía en haber fabricado unas cuantas esculturas en piedra, hermosas narigueras, vasijas de barro y una que otra estatuilla de oro; acabaron con todos, menos con los que se subieron muy arriba a la montaña o con los que se refugiaron muy adentro en la selva: unos cuantos

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apenas, que sobreviven vaya Dios a saber cómo, entre matorrales y jaguares, cazando micos con cerbatanas y paseando largas horas en canoa, sin televisión, sin internet, sin restaurantes y sin dinero. Vale, quizás exagero (o tal vez el ejemplo quede corto), pero el punto es que el imaginario que hemos construido los vecinos no indígenas sobre los pueblos ancestrales y sus resistencias dista enormemente de la realidad. Creemos que el daño es un asunto de un remoto pasado, y, cuando somos más ‘cultos’, creemos que la resistencia más ardua fue la que ejerció el Pueblo Caribe ante la invasión española: eran feroces, tiraban flechas con veneno, se comían el cuerpo de su adversario y usaban sus cráneos reducidos como collares. Eso creemos, eso nos enseñaron en la escuela.

Muy poco nos han informado que, tras el desproporcionado exterminio, aún existen 115 pueblos indígenas dentro de los límites imaginarios de este joven país que se llama Colombia, y que entre estos pueblos sobreviven aún 65 lenguas. 115 y 65 no son más que dos números, pero nos iríamos de espaldas si lográramos dimensionar o hacernos conscientes de lo que ello verdaderamente significa. La profundidad de un solo pueblo y una sola lengua es ya un milagro incomparable. Luego están las acciones, la suma de movilizaciones que se han llevado a cabo para recuperar el territorio, conservar la cultura y buscar la autonomía y la unidad indígena. Eso que a los vecinos del barrio puede parecer una invasión, un capricho, una expresión anárquica e irreflexiva, viene a ser en cambio, por un lado, una necesidad imperiosa de solucionar problemas verdaderamente serios, y, por otro, un canto más de una gesta continua que ha contribuido, al final de cuentas, en la lenta y muchas veces tortuosa maduración de la nación colombiana.

El Movimiento Indígena ha sido un esfuerzo que se ha dado en muy diversos frentes y se remonta a los procesos de resistencia que hubo desde la primera invasión europea. Ahora, en los últimos cincuenta años, en medio del acoso del capital y de la guerra, la lucha ha dado importantes resultados. Desde el renacer organizativo en los años setenta y ochenta, pasando por la participación en la

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Asamblea Nacional Constituyente, la firma de la carta magna y la creación de escenarios como la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas, y llegando a la reciente coyuntura política: el alcance de la Presidencia de la República por parte de un proyecto que los Pueblos Indígenas apoyaron casi en su totalidad, se puede percibir una apuesta coherente y sostenida, soportada de seguro en esos cuatro principios básicos que fueron definidos ya en el Primer Con greso Indígena Nacional, en 1982: Unidad, Territorio, Cultura y Autonomía. Esos principios han sido defendidos por un número importante de líderes y lideresas, que han tenido participación tanto en escenarios de base, al interior de las mismas comunidades, como en lugares relevantes del aparato estatal. Por supuesto, a juzgar por las ideas y posiciones que a continuación compartiremos, también dentro del Movimiento Indígena ha habido contradicciones, maneras diferentes de entender la ruta y de asumir la lucha. Esa circunstancia, vistos los resultados, antes que disminuir el Movimiento, debe de haberlo fortalecido.

En las páginas siguientes podremos ver algunos de esos contornos de la lucha que los pueblos han dado para no desaparecer, y para escalar en la recuperación de unos derechos largamente sustraídos. Las voces que hablarán a continuación son apenas una mínima representación de esa vasta resistencia, pero son también, cada una de ellas, toda una historia, una ventana a ese mundo que tanto nos hemos tardado en reconocer. El objetivo principal de esta serie de publicaciones será precisamente ese: el de abrir las ventanas, dejar ver los paisajes que han permanecido ocultos para una buena parte del vecindario colombiano. Otro objetivo será el de dar paso a una serie de críticas y esperanzas alrededor de esos mismos logros y plataformas alcanzadas: la Constitución Política del 91, las organizaciones regionales y nacionales, la Mesa Permanente de Concertación, el Acuerdo de Paz de La Habana, las decenas de decretos que reivindican los derechos indígenas y, finalmente, el reciente triunfo del Pacto Histórico en la Presidencia de la República. Acaso,

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del tejido de estas voces puedan aparecer nuevas claves que aporten en esa búsqueda permanente, esa demanda esencial: la de la justicia y el equilibrio con la Madre Tierra. Avanzando los Pueblos Indígenas en el equilibrio que proponen y demandan, avanzará también el país en lo que tanto necesita: un poco de sosiego, un remanso, una orilla de paz, y el reconocimiento de sí mismo, de su propia mitología, de su semilla y su raíz.

Sobre esta memoria

Los mayores y mayoras tienen la palabra. Uno de los propósitos del movimiento, de quienes han participado de la resistencia, es contar la historia. Contarla con voz propia. La Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación, STI-MPC, ha querido contribuir en esta construcción. La STI-MPC, más allá de ser una plataforma de diálogo y participación de los Pueblos Indígenas en la toma de decisiones que competen a las comunidades, es también un escenario de convergencias, en el que se va creando un tejido diverso de relatos y de ideas, de postulados políticos, de mandatos ancestrales. En ese transitar de palabras, que vienen y van entre autoridades y representantes, se puede encontrar esa historia que no ha acabado de ser conocida por la población colombiana, o que, muchas veces, no se difunde de manera cabal entre los mismos pueblos hermanos. Tendríamos que preguntarnos si la juventud pasto o nasa, por ejemplo, se ha estado enterando de la resistencia zenú o barí, y también viceversa. En esa medida, entonces, cobra mucho sentido la intención planteada, la de relatar el cúmulo de reveses y atropellos que han recaído sobre los Pueblos Indígenas, pero también sus victorias y conquistas, y hacerlo, por supuesto, desde la orilla de sus voceros.

Ese relato podría ser narrado de muy diversas formas; para esta serie de volúmenes se ha escogido una precisa, la de darle tránsito libre a lo que los líderes y

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lideresas han querido contar y opinar sobre las luchas de los pueblos, sobre la participación de estos en la historia del país y sobre la coyuntura que estamos viviendo: sus críticas, sus esperanzas, las rutas que podría seguir el Movimiento Indígena y el posible destino de la nación colombiana. Las voces que hemos estado reuniendo han surgido, la mayoría, de entrevistas realizadas en el curso de este año 2022, pero también de algunas de las intervenciones realizadas en las recientes cumbres indígenas. En la edición hecha a estos testimonios se ha pretendido mantener las dinámicas propias de la expresión oral: los saltos temáticos, los énfasis, quizás ciertas vaguedades, pero al mismo tiempo, con el fin de facilitar la lectura, se ha buscado adecuar la forma del discurso a una gramática más acorde con el lenguaje escrito. En todo caso, lo que se quiere es que tanto la memoria como la opinión de los mayores y mayoras aquí reunidas crucen el puente, que, del otro lado de la página, otros posibles tejedores acaben de componer este tapiz, considerando siempre, por supuesto, las voces de quienes han vivido estos pasajes fundamentales de nuestra historia.

Sobre el presente volumen

Las resistencias se han llevado a cabo en todas las orillas del país. En este primer volumen recogemos relatos de representantes de los Pueblos Nasa, Wanano, Awá, Arhuaco, Zenú y de los Pastos. Cada uno de ellos nos dejará ver algo de lo que se ha sufrido y logrado en sus territorios, o también por fuera de estos. Podremos atisbar la resistencia tanto política como armada en el Cauca, las dinámicas organizativas en el Vaupés y las luchas de los indígenas del Sur, en Nariño, por recuperar las tierras del Gran Cumbal. Allí en ese mismo departamento, pero un poco más al occidente, veremos al Pueblo Awá haciéndole frente a la guerra y a la estigmatización, en medio de un paisaje magnífico pero golpeado por las masacres y el abandono. Ya bastante más al norte nos encontraremos con los esfuerzos de un grupo de indígenas zenú por mantener su cultura en un contexto de ciudad, en Riohacha, y también con un fragmento de las reivindicaciones culturales del Pueblo

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Arhuaco en la Sierra Nevada de Santa Marta: la expulsión de los capuchinos y el logro de una educación autónoma. También divisaremos una de las tomas más relevantes que ha hecho el Movimiento Indígena en los últimos 30 años, la de la Conferencia Episcopal de Colombia, en Bogotá, la cual trajo como consecuencia la creación de la Comisión de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas (CDDHHPI), la Comisión Nacional de Territorios Indígenas (CNTI) y la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos Indígenas (MPC). Por demás, estos párrafos también recogen algunas impresiones sobre la coyuntura que vive el país, sobre este momento de cambio y la posibilidad de un gobierno más cercano a las perspectivas políticas y vitales de los Pueblos Indígenas.

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Recuperar la tierra para recuperarlo todo

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El relato que se presenta a continuación lo recuperamos de la intervención que Gilberto Buenaventura Tapie, actual presidente de las Autoridades Indígenas de Colombia por la Pacha Mama - AICO, hizo en la Cumbre Política e Ideológica de los Pueblos y Organizaciones Indígenas de Colombia, la cual se llevó a cabo en Simunurwa, comunidad del Pueblo Arhuaco, entre el 2 y el 5 de junio de este 2022. Buenaventura Tapie habla aquí de las movilizaciones históricas de los pueblos del sur del país, con lo cual podemos entender que las resistencias ancestrales y las luchas de las últimas décadas han sido una misma pulsión por conservar la cultura y reafirmar la dignidad. En el fragor y la fraternidad de las mingas se cifró la posibilidad de recuperar las tierras que habían sido usurpadas por la Iglesia y los terratenientes de la región, lo cual vino también a fortalecer los brazos político y social que hoy constituyen el Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia (AICO). Así pues, el movimiento se ha consolidado, pero hay un llamado que no debe dejar de ser tenido en cuenta: el llamado a la juntanza, aun −y sobre todo− considerando las complejidades de la diversidad. Se debe buscar la unidad, respetando y valorando las diferencias de los Pueblos Indígenas del país.

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Pueblo de los Pastos 4/6/22

1. Buenas tardes a todas y a todos ustedes. Afectuoso y sincero saludo a nuestras autoridades. Como movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia – AICO, tenemos varios escenarios para conversar y crear conocimientos. Todo pueblo ancestral y milenario, como decía mi compañero Pacho Almendra, tiene historia, tiene cultura, tiene territorio. Para nosotros el corazón de la madre tierra está en el Nudo de la Huaca (tesoro escondido), o también denominado Nudo de los Pastos, en donde se ubica la gran nación de los Pastos, asentada en el extremo sur de Colombia y en el extremo norte del vecino país del Ecuador. En estos momentos somos 300 000 pastos. Voy a trazar una línea en el tiempo y a hacer un poco de historia.

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2.

Existimos como nación desde antes de 1492, y resistimos a la invasión española, al saqueo, al genocidio y a todo proceso de colonización que se dio hacia 1650 sobre los Pueblos Indígenas del sur de Colombia. Frente a esos hechos de barbarie, nuestros mayores nunca se doblegaron, nuestra resistencia, nuestra fuerza, nuestra esencia ha estado manifestada de dos formas: la defensa del territorio, de la Madre Naturaleza, y el mantenimiento de la identidad cultural. Hemos estado siempre en la zona Andina, que es una zona extensa en territorios fértiles, cosmoreferenciales y espirituales; así como lo es la Sierra Nevada de Santa Marta. Desde esas épocas, nuestros mayores tuvieron que defender sus territorios con lucha y resistencia, con movilizaciones y con sangre.

Ya en 1758, un poco más acá, nuestros caciques, nuestros sabios y sabias defendieron la tierra a través de la legalización, constituida en las reales cédulas, reales provisiones que aseguraban los mojones, los límites de los resguardos, de los territorios habitados o no por las comunidades. Así mismo, nuestros mayores

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buscaban el principio de la unidad y la reafirmación de la identidad, del conocimiento, de la memoria, caminando meses enteros hasta Bogotá, Popayán y Quito para pronunciarse ante la Corona Española sobre el respeto de sus territorios.

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Si bien es cierto que ya había avances en la titularidad de las tierras, en 1800, exactamente el 18 de mayo de 1800, se llevó a cabo la insurrección de los comuneros del Sur. La insurrección se realizó a través del sonar de los bombos, de la música, del canto, de los cachos y del gritar de las comuneras y comuneros, jugando un papel fundamental los chasquis, quienes transmitían el mensaje por todo el territorio ancestral del sur occidente del departamento de Nariño. Se armó así, pues, la Revolución de los Comuneros del Sur. Primero se protestó contra el alza onerosa de los diezmos, de los impuestos que estaban dirigidos por la religión católica y los encomenderos y que afectaban la producción agrícola, pecuaria y todo lo que producían las comunidades. Había

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que ir a entregar los productos agrícolas, los animales, los tejidos y cuanto más producían las comunidades, por un lado, a los curas y, por otro, a los encomenderos. Por los guaguas que recién nacían también se tenía que pagar impuestos. Así que, quienes empezaron el movimiento y la revolución de los comuneros del Sur fueron las mujeres, nuestras mujeres, nuestras mamas valientes. Ahí estaban Manuela Tarapues Cumbal, originaria de mi tierra de Cumbal, y Francisca Aucuc, entre otras líderesas y líderes como Cucas Remo. Esa revolución tuvo muchos resultados: librarnos del pago de los diezmos, librarnos de pagar o ir a dejar a los curas y a los encomenderos toda la producción.

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[Empezó en el templo del municipio de Guaitarilla, el 18 de mayo de 1800. Después de oficiada la misa, el cura anunció un exagerado aumento de los impuestos que debía pagar la población, argumentando la difícil situación que pasaba la Corona española. Ya antes se debía aportar diezmos por la papa, el maíz y el trigo, por las vacas y los cerdos, pero ahora debería hacerse por las verduras y las hortalizas, por los cuyes, los marranos y las aves de corral. Fue entonces cuando aparecieron Manuela Tarapues Cumbal y Francisca Aucuc para arrebatar al cura el documento de los nuevos tributos y romperlo allí mismo, en el púlpito. El alboroto que se creó cundió rápidamente y la población, incitada por el tambor de Lorenzo Piscal, decidió trasladarse hasta Túquerres, en busca del corregidor y su hermano, los Rodríguez Clavijo, quienes imponían leyes y castigos en la región según su antojo. El desenlace es violento: dos días después, los hermanos, que se habían refugiado en la iglesia, son capturados y ajusticiados. Las represalias no fueron menos severas: a finales de 1801, Lorenzo Piscal, Ramón Cucas Remo y Julián Carlosama, quienes habían liderado el levantamiento, fueron decapitados, arrastrados por caballos y desmembrados. Como solía hacerse, instalaron sus miembros en las entradas de los pueblos y en las plazas. Era la pedagogía necesaria por parte de la Colonia para tratar de contener el instinto primario de la dignidad].

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Pasó el tiempo y ya para el año de 1960, nuevamente debido a la pobreza, al aislamiento, al despojo de las tierras, los mayores y mayoras, y la comunidad en general, empezaron a hacer estos procesos de mingas, de encuentros. Pero fíjese que esos encuentros no se podían hacer públicamente, porque nuestras comunidades eran tildadas de guerrilleras, entonces había que hacerlos en los páramos, en las faldas del volcán Cumbal o del volcán Chiles, tras las lagunas. Pero primero había que hacer otra movilización, la de recuperar la memoria, la de recuperar el pensamiento y la memoria para tener claridad sobre esa relación armónica entre el ser humano y la Madre Naturaleza. Esa relación armónica era antiquísima, la habíamos tenido antes de que llegaran los invasores europeos.

Entonces, ya en la década del setenta, se empieza a armar la gran minga, la gran movilización, la resistencia, la revolución del Pueblo de los Pastos. Y esta revolución se dio en compañía del Pueblo Misak, y con otros compañeros y compañeras del Pueblo Nasa, del Pueblo Kamëntsá del Putumayo,

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y con los pueblos de otros departamentos. Empezó la recuperación de la tierra, y con un lema tan interesante que era Recuperar la tierra para recuperarlo todo. (Ese “recuperarlo todo” vendría también después con la recuperación de los derechos establecidos en la Constitución de 1991). Fue al final de esa década de los setenta −ya lo decía Pacho Almendra− que se dio el levantamiento de los bastones de las autoridades de los Pueblos Indígenas, la marcha de los gobernadores, que empezó por el Pueblo de los Pastos hacia Bogotá. Entonces, fueron promoviendo, desde ese entonces, la juntanza, la unidad, en la que jugaron un papel importante compañeros solidarios, que venían de algunas vertientes revolucionarias, si se quiere, que estaban en contra del Estado y de sus Gobiernos.

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Hacia 1980 se empezaron a construir dos manifiestos que eran importantes: el Manifiesto Cumbe, que venía del Sur, y el Manifiesto Guambiano, que surgió en el Pueblo Misak del Cauca. En 1982 se consolidaron esos dos grandes manifiestos, que hablaban sobre ¡la libertad de la tierra!, ¡la tierra para el que la trabaje!, para volver a esa armonía entre los pueblos ancestrales y la naturaleza. Surgieron ahí también los

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principios de autoridad, autonomía, identidad y defensa de la Madre Tierra, entre otros principios también fundamentales.

Pero la recuperación de la tierra se logró con sangre, con lucha, con resistencia y con la unidad, pues había que entrar a los predios que estaban en manos de los terratenientes a riesgo de la propia vida. La estrategia que utilizó el movimiento en su inicio era enviar a las mujeres adelante, con los guaguas terciados y cargando las ollas para cocinar los alimentos; los hombres iban atrás para construir los ranchos y tomar posesión de las tierras que nos pertenecían. Había que enfrentar al ejército, la policía y las fuerzas de los terratenientes. Aquella fue una lucha muy interesante, donde la organización y la movilización empezaron a tener fuerza, en este caso, en cabeza de nuestras autoridades, que, reitero, levantaron los bastones de mando con el valor de la palabra ancestral y milenaria.

Después de recuperar poco a poco las tierras, tomamos posesión de las mismas. En nuestro caso, recuperamos casi el 100% de las tierras del Gran Cumbal, y sacamos a los terratenientes. Luego, entre las comunidades del Cauca y de otros pueblos indígenas, siguiendo con la consigna de recuperar la tierra para recuperarlo todo, y después de la marcha de gobernado

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res, de la reunión con el presidente Belisario Betancourt, en la que salió ese concepto de sentarnos a hablar de autoridad a autoridad, de Gobierno a Gobierno para ganar autonomía, se pensó entonces en avanzar en la Constituyente de 1991, y en elegir a nuestros representantes. En nuestro caso, se hizo el trabajo con taita Lorenzo Muelas y Elí Valenzuela, entre otros tantos mayores, pues éramos hermanos. Aquí también está presente taita Francisco Rojas Birry. Con ellos armamos esa perspectiva de unidad nacional y fuimos a la Constituyente.

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[De la reacción espontánea en Guaitarilla y Túquerres en 1800 a los procesos organizativos de los años setenta del siglo XX hubo, por supuesto, cierta evolución. Lo que fue un impulso primario vino a convertirse en un esfuerzo mancomunado. El valor de Manuela Tarapues y Francisca Aucuc, de seguro, sobrevivió en el corazón de las mujeres que fueron al frente en la recuperación de las tierras del Gran Cumbal, pero las fuerzas, esta vez, tuvieron un cauce preciso. En aquellos tiempos había habido una furia dispersa, en estos un plan meditado. Allá se habían roto de manera temeraria los documentos que indicaban el aumento de los diezmos, acá se esgrimieron las escrituras que demostraban la titularidad de la tierra. Las respuestas por parte de los terratenientes y sus aliados fueron violentas, criminales, tanto entonces como ahora, y, sin embargo, de allá acá, algo terminó lográndose. Se logró la tierra y también la claridad de la autoridad indígena: ya más al norte, ya en los ochenta, en la entrega del resguardo de Las Mercedes, Lorenzo Muelas, dándole la mano al presidente Belisario Betancur, le expresó que ahora iban a tener “un diálogo de autoridad a autoridad”].

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Y en eso se fue consolidando también, poco a poco, con diferentes denominaciones, el movimiento de autoridades. Primero fue el Movimiento de Autoridades Indígenas del Suroccidente (MAISO); luego las Autoridades Indígenas del Sur Occidente (AISO), y finalmente se consolidó el Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia (AICO).

Inicialmente, pues, estuvimos en ese escenario de lucha social, de resistencia y movilización, de fuerza para la recuperación de la tierra, y se llegó a la Constitución de 1991 a recuperarlo todo, según la consigna. Y posteriormente fue que nació el movimiento político y llegamos con nuestros senadores al Congreso de la

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República: taita Lorenzo Muelas, después taita Floro Alberto Tunubalá, Martín Efraín Tenganá, Efren Tarapués, Ramiro Ernesto Estacio, Bitervo Palchucan, Polivio Leandro Rosales. Avanzamos en el escenario político, con aciertos y desaciertos, porque no conocíamos la estructura del Estado, y tuvimos fallas. Creo que el mayor exconstituyente Francisco Rojas lo dijo: es que teníamos solo dos senadores frente a cien parlamentarios. No lográbamos colmar las expectativas que teníamos, porque había enormes desventajas. Dos senadores indígenas frente a cien parlamentarios es como soltarle un cordero a un tigre. Había una desventaja enorme. Y, sin embargo, en todo este proceso de lucha social y reivindicación se lograron muchos espacios, tanto con la Constitución de 1991, como dentro de las estructuras del Estado. Hemos tenido un reconocimiento a nivel nacional.

Nuestras autoridades tienen, pues, esos dos brazos: el brazo social y el brazo político. Con estos se ha dado la lucha y la resistencia y los logros que el movimiento de las Autoridades Indígenas de Colombia ha alcanzado. Pero ese movimiento lo dirigen, lo redireccionan nuestras

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autoridades con sus cabildos en pleno. Y ahora hemos logrado otros escenarios importantes como la Mesa Permanente de Concertación Regional de los Pueblos Pastos y Quillacingas, en el departamento de Nariño, a través de la cual hemos podido interlocutar con el Gobierno nacional para exigir las garantías de nuestros derechos.

En este movimiento contamos, además, con la filiación de otros pueblos indígenas, con los que venimos desarrollando procesos de unidad muy interesantes al interior de los territorios, con las comunidades, reafirmando nuestra identidad cultural, dándole ese valor profundo desde la diversidad. Valoramos profundamente nuestro territorio y por eso tenemos que defenderlo.

Ahora, en las cumbres que hemos hecho, por ejemplo, en la Cumbre de Guachucal, contamos con la participación de alrededor de 700 personas. Y qué es lo que hemos venido hablando: hablamos del tema de la juntanza de los pueblos para buscar la unidad del Movimiento Indígena colombiano como premisa fundamental. Y con esto, nosotros no vamos a afectar la Mesa Permanente de Concertación, la MPC. Nuestra política, nuestra responsabilidad y compromiso es fortalecer la MPC.

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8. No hay que entrar en disputas, como decía nuestro compañero Gerardo Jumí Tapias. No estamos aquí para venir a pelear o a hacer competencia desleal. No se trata de ver quién afilia más pueblos indígenas, sino para armar esa juntanza desde lo más profundo de nuestro ser, volviendo a recorrer los caminos; como decimos en el Sur: volviendo a recorrer los Andes milenarios, los viejos chaquiñanes, los caminos espirituales. Ese será nuestro papel fundamental, volver al ser de nuestra Madre Tierra, considerándola como organismo vivo fundamental, y valorando profundamente nuestras identidades culturales vistas desde la diversidad, como elementos fundamentales en el marco y la garantía de los derechos integrales y colectivos.

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No solo para nosotros, sino para el resto de la humanidad

La representatividad de la Mesa Permanente de Concertación y la historia de las movilizaciones que posibilitaron su creación. Las luchas a bordo de las diferentes organizaciones de las que ha hecho parte; su ruta: Yuruparí, el río, Mitú, la escuela, la capital, la universidad, el Episcopado. Las esperanzas y perspectivas frente al Gobierno del Pacto Histórico, pero también un llamado a la cordura: “Petro no va a resolver el problema de la nación. El que esté soñando con eso va a tener mucha frustración, porque son 4 añitos en los que no se van a resolver 200 años de mañas estructurales”. La necesidad de contar la propia historia y, finalmente, una reflexión sobre el equilibrio del mundo. Es la voz de Julio César Estrada, una mañana de julio de 2022, en un café del centro de Bogotá.

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Julio César Estrada

Pueblo Wanano

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1. Para el próximo Plan de Desarrollo, bueno, ¿vamos a defender solo los territorios, los resguardos?, ¿o qué pasa con los compañeros que ya viven en la ciudad?, ¿los vamos a dejar a un lado? La MPC [Mesa Permanente de Concertación] se creó con 3 organizaciones, luego entraron 2 más, y hay pueblos que dicen que la Mesa no los representa. Por eso estamos diciendo en la OPIAC [Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana] que hay que discutir eso, la Mesa necesita ampliarse, o necesita mantenerse, incluir a otras organizaciones. Por eso es que se está hablando de las cumbres indígenas, para tratar de integrar a todos los pueblos, que vayan y opinen y construyamos país. Menos mal que los seres humanos todos los días construimos. Aunque a veces nos cerramos, y es solo lo que dicen las normas o políticas ajenas o apropiadas.

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Por ejemplo, el presidente de la OPIAC, Julio César López, dice que hay que llamar a los indígenas artistas, a los artesanos, a los que hacen canciones, a los jóvenes; y más que reclamarle cosas al Estado, hay que hacer que la nación nos mire y reconozca como parte fundamental del país.

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¿¡Para qué queremos recordar nuestra historia y no la historia contada por Occidente, sobre nuestra creación, nuestro origen!? Es para darle a conocer al resto de la sociedad colombiana eso que fuimos, eso que somos y queremos mantener. Estamos diciendo que nosotros mismos tenemos que contar la historia y no continuar replicando los relatos de la sociedad no indígena de Occidente. No sé ahora cómo serán los currículos de primaria y bachillerato, porque cuando yo estuve, usted se imaginará, casi le decían a uno que los indios habían sido rescatados, además de todas las expresiones peyorativas. Los héroes eran Belalcázar, Jiménez de Quesada, que fundaron Santa Fé de Bogotá, Popayán, Cartagena, pero todo eso, a costa de masacres y el rápido exterminio de los Pueblos Indígenas;

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no le cuentan a uno que mataron a más de 40 millones de personas en unos cuantos años. Se habla de que asesinaron a 7 millones de judíos. Bueno, 40 millones de compañeros indígenas, ¿no fue también un holocausto, un etnocidio? Y hay que preguntar, ¿qué éramos nosotros antes de la llegada de los colonizadores? Pues éramos cultura, seres humanos, guerreros, invasores, conquistadores, éramos pueblos queriendo gobernar. En nuestra Ley de Origen están todas esas explicaciones. ¿Qué medicinas teníamos?, ¿qué dietas?, ¿dónde está nuestro territorio? Todo está en nuestra Ley de Origen.

Ahora, la antropología y esos antropólogos románticos hicieron mucho daño con sus teorías del “buen salvaje”. Yo le digo a los compañeros: “Nos hicieron daño”. Muchos indios aprendimos eso: hagámonos los sufridos. Hacer país y cambiar nuestras realidades supone hacer propuestas, buscar alternativas. En la MPC lo he dicho, ¿cuál es la propuesta indígena?

En el tema territorial, agrario y ambiental, el Gobierno nacional siempre va adelante. Ahora debemos decirle al Gobierno de Petro: “Mire, esta es la propuesta indígena en materia de tierras, en materia de salud, educación… vamos a hacer la educación del pueblo indígena de esta manera, la salud de esta manera”. Pero no he visto que estemos escribiendo eso.

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Como OPIAC, trabajamos con Petro, no tanto porque fuéramos petristas, sino porque las propuestas de él, el programa de él y los temas de salud, educación, administración territorial, cultura, ambiente, y lo que plantea sobre la región de la Amazonía, tienen que ver con las luchas que ha hecho el Movimiento Indígena y las reivindicaciones que como organización hemos apoyado. Por ejemplo, cuando él dice: “Voy a resolver el problema de la entidad territorial; voy a garantizar el acceso a la educación, como dice la Constitución”, pues es una lucha que hemos estado dando siempre. Cuando habla de modificar el sistema de la salud, hacerlo más humano… que gobernemos en los territorios, que se va a resolver el tema de los resguardos, la ampliación, la titulación… eso siempre lo hemos dicho. Esa siempre ha sido la aspiración. Claro, hay cosas que pasan por el Congreso, y uno sabe que allá es muy complicado, pero hay otras cosas que pueden salir por decretos u otros mecanismos jurídicos.

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Nosotros creemos que él tiene esa aspiración, por eso estuvimos con él y tenemos ahora la esperanza. Pero también sabemos que Petro no va a resolver el problema de la nación. El que esté soñando con eso va a tener mucha frustración, porque son 4 añitos en los que no se van a resolver 200 años de mañas estructurales. En 4 años no va a lograr cambiarlo todo, pero al menos se pueden dejar puestas unas primeras piedras; que empiece a tejer el canasto en todos esos temas.

Por otro lado, nosotros debemos aprender y apropiarnos de la estructura del Estado, cómo funciona, cuáles son las misiones de la institucionalidad. Y debemos solicitarle al presidente que haga política pública para los Pueblos Indígenas. ¿Para qué es la política pública?: para que desarrollemos autonomía en los pueblos. ¿Para qué la autonomía?: para administrar los recursos de la salud, de la educación, todo lo que está reconocido en la Constitución. ¿Cómo lo hacemos?: que el presidente, en el Plan de Desarrollo, ordene crear las oficinas especializadas para los Pueblos Indígenas, con gente especializada, y que se haga un plan de trabajo y al final

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digamos: “Eso vale más o menos tanto”, de acuerdo a las metas indicadas. Entonces, si logramos esos pasitos, que esa adecuación institucional se haga, ya habremos ganado. Pero, claro −y en eso somos enfáticos−, Gustavo Petro no va a salvar la patria.

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Los ocho años de Santos… nos sacó un decreto o dos. Uno puede recordar a Santos por el tema de la paz. Él pudo habérsela jugado ahí, y nosotros participamos en la Comisión de la Verdad, en la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, en la Jurisdicción Especial para la Paz; allí hay mucho indígena. Eso me parece interesante. Nos sacó el 632 de 2018, que es sobre áreas no municipalizadas.

Pero este Gobierno que terminó: ¡un desastre! No había visto un Gobierno tan… bueno, yo era muy pelao cuando gobernó Turbay. Dicen que Turbay fue uno de los peorcitos. Y Pastrana fue otro desastre. Pero este Gobierno de Duque… ¡no apoyó la paz! Ahora es que uno se entera que el tipo había ordenado a toda la institucionalidad que lo que fuera la paz no se hablaba.

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Terminó de robarse la nación, y no pasa nada. Ahora pienso que, no sé si para mal o para bien, llegó la pandemia y evitó que algo pasara. No sé si habríamos podido hacer una transición normal a este nuevo Gobierno, porque la gente estaba resuelta a hacerse acabar en las calles, y la pandemia fue la que calmó los ánimos. La pandemia empezó en marzo de 2020, y la gente había parado un poco en las fiestas de fin de año, pero la cosa iba durísima. Por primera vez, para unas elecciones, el Movimiento Indígena actuó en conjunto. No escuché nunca de candidato presidencial que tuviera al Movimiento Indígena en pleno, de una manera tan boyante. Antes nosotros casi no votábamos. La Amazonía es muy compleja, las distancias, y haber sacado un poco más de 200 000 votos… Creo que es la primera vez en la historia que en la región ponemos toda esa cantidad de votos para un presidente. Para el Senado también pusimos más de 50 000. Entonces, la esperanza sí está centrada en Petro, pero por las propuestas. Cuando dice: “Voy a gobernar, poniendo en práctica la Constitución”, entonces uno dice: “Es por ahí”. Mire, con que él cumpla la Constitución no vamos a estar en lo que estamos. O el Auto 004 de 2009. Yo siempre he dicho: “O el Auto 004, o la Constitución, o el Acuerdo de la Haba -

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na”. Con alguno de estos tres elementos que el Gobierno hubiera cumplido, la gente no habría estado en marchas o reclamando sus derechos en la calle. El caso indígena: el Auto 004; el caso del resto de los colombianos: el Acuerdo de la Habana. Porque uno lo lee y se da cuenta de que el Acuerdo desarrolla la Constitución. Algunos decían que el Acuerdo modificaba el Estado colombiano, y no hay nada de eso.

Mire toda la historia de la que hemos venido hablando, la historia mal contada, las masacres, todo ese cúmulo de violencias en los Pueblos Indígenas. Participamos en la Asamblea Nacional Constituyente, y, para llegar ahí, veníamos de bombardeos y esas cosas, veníamos de unos acuerdos de paz con 7 o no sé cuántos movimientos guerrilleros. Pasó lo del M-19, la muerte de Galán. Muchos dicen que la Constitución colombiana es un poema de amor, una cosa bonita, bien escrita. Otros dicen que era el pacto por la paz. Y ahí veníamos nosotros. Llegamos, participamos, ¡y todo lo que se dejó, todos los debates, las discusiones! Uno concluye: qué bonito, logramos esto, que las entidades, que la educación, que el idioma, la justicia propia, el territorio. Bueno, ahí hay un poco de temas que quedaron en la Asamblea. Y uno pensaba que una vez puesta en funcionamiento la Constitución, las cosas iban a cambiar. Nueva constitución, nuevo país.

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Pero resulta que, para el Movimiento Indígena, 5 años después, las cosas se habían complicado, seguían las masacres, los desplazamientos, la estigmatización. Ahí es donde hay que ver por qué en la negociación del 96 se creó primero la Comisión de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, con el Decreto 1396. Creo que ese fue el primer decreto que se expidió. Y luego está el Decreto 1397, que crea la Comisión Nacional de Territorios Indígenas y la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas. Primero fue el tema de derechos humanos, porque era muy complicado. Los indígenas dijimos: “Esto está terrible, toca hacer algo”. Ahí venía toda una serie de marchas, se había hecho de todo.

Cuando estábamos en la ONIC, fuimos y nos tomamos el Ministerio del Interior. Un poco de compañeros estábamos acá y fuimos y nos tomamos ese ministerio. Los wayúu también habían hecho unas movilizaciones. Se habían

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hecho tomas de carreteras. El Incoder también había sido tomado. El Movimiento Indígena estaba en marchas en todo el país, en protestas, porque el país no había cambiado. Entonces, nosotros estábamos en una junta directiva de la OPIAC, que se había creado en el 95. Estábamos ahí en la ONIC, los amazónicos, y eso estaba complicado. Llegaron varios hermanos a echarnos el cuento… jodido, triste la vaina. Y ahí dijimos: “Pues qué hacemos”. Ya no podíamos entrar al Ministerio, ya de todas partes nos habían sacado. En todas partes estaban prevenidos. Ahí fue que los amazónicos dijimos: “No, pues qué será, el Episcopado, son los únicos que no hemos toreado”. Se evaluó por qué, tenían poder, todo el cuento. Decidimos ir entonces. Éramos como 25, la mayoría amazónicos, y allá fuimos a parar.

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Entonces, estaban allá en la Conferencia y casualmente estaban sesionando. Estaba eso llenísimo de curas, en asamblea; todos los monseñores de todo el país. Los que mandan. ¿Y cómo llegamos? Pues fácil, llegamos y saludamos, que nosotros queríamos saludar. Y ya cuando estuvimos dentro fue que les dijimos que eso era una toma. Juepucha, los más valientes nos frentearon, pero los más cobardes salieron volando. Los más fuertes se quedaron enfrentando un rato, que no hiciéramos eso, que no sé qué, que colaboráramos. Y empezó el pulso, porque lo primero que se negocia es la seguridad. Y uno se demora a veces horas o días negociando eso, el tema de la alimentación y la seguridad. No se puede negociar nada distinto: que no le vayan a hacer daño a uno, que la comida, que la Cruz Roja debe estar ahí, porque el Estado aprieta durísimo, aprieta duro duro. Entonces, menos mal que cerramos el lugar, pero controlábamos la entrada y la salida, así que aparecían más indios, más indios, hasta un momento en que ya no dejaron ni entrar ni salir. Al principio llegamos los de la Amazonía, porque éramos los que estábamos en la junta, pero de ahí para allá se fue todo el país indio.

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Y sí, logramos que el finado Horacio Serpa llevara adelante la negociación, fue con él que negociamos. Él era de línea dura, pero conversaba. Humberto De la Calle es más intransigente. Nosotros hicimos una toma en Vaupés para echar un gobernador y De la Calle nos tiraba la puerta, y sin embargo le ganamos, sacamos ese gobernador; él no lo quería echar, y era él el que tenía que firmar el decreto de destitución del gobernador. Pero, en fin, ellos son duros. No negocian fácil con uno. Los primeros días el tema es el mismo: “¡Bajo presión no negociamos, y si ustedes no sé qué!”, y salen y se van. Y vuelven al otro día con el mismo cuento: “¡Es que los vamos a sacar!”. El desgaste es muy fregado. Yo estuve 20 o 25 días, después me fui pa mi tierra. Yo venía de mi tierra, y uno llega con los tres, cuatro pantaloncitos, y 20 días, eso es terrible, uno se va desgastando, pero había relevos. Muchos compañeros estuvieron ahí, fuertes, muy fuertes diría yo: Celedonio, la viejita Chayo, Pachito Rojas… Bueno, Pacho Rojas era concejal, no podía estar allá, pero él apoyaba.

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[Tras las negociaciones en la toma del Episcopado, en el 96, surgieron dos decretos presidenciales, el 1396 y el 1397. En el primero se creó la Comisión de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, y en el segundo La Comisión Nacional de Territorios Indígenas y la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas. Estos tres escenarios abarcan un amplio espectro de demandas: protección de la vida y la integridad de individuos y comunidades, creación de programas para atender a las víctimas de la violencia, ampliación, constitución y saneamiento de resguardos, concertación con los Pueblos Indígenas en la toma de decisiones que impliquen sus territorios, revisión de normas relativas a la educación dentro de las comunidades, desarrollo de los derechos constitucionales indígenas en relación con la biodiversidad, los recursos genéticos, la propiedad intelectual colectiva y los derechos culturales, entre otras. De haberse cumplido cabalmente lo establecido en los decretos, otra sería la realidad de las comunidades después de 26 años. No obstante, los escenarios se han mantenido, y hay un afán de los liderazgos indígenas por consolidarlos. Al fin de cuentas, lograr definir dichas demandas resultó ser un avance importante].

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Mirando nuevamente lo que quedó escrito, se encuentra uno que mucho de lo que se pide ahí ni siquiera se ha implementado. Y hay cosas que uno las ve y dice: “Esas cosas estuvieron bien pensadas”. Primero, porque no existía en ese momento un espacio legal que permitiera llegar a unos mínimos acuerdos con el país indígena. Pero, pienso que el error fue haber dicho: “Queda la OPIAC, queda CIT, queda ONIC”, cuando debió haber quedado más país. Debieron haberse dejado otros nombres de una vez, que se sintieran representados. Faltaron unas garantías para integrar a todos los pueblos, para que la Mesa fuera más participativa. Eso hay que mirar cómo lograrlo, sigue siendo un reto. Los colombianos somos más jodidos, más racistas, pero al final, ¿qué pasa?, es en la única parte en donde hay resguardos, es en la única parte en donde hay un espacio de las condiciones de la Mesa Permanente, de la Comisión de Derechos Humanos. Por eso es que afuera muchos se asombran de que los Pueblos Indígenas estemos discutiendo con el Gobierno, con los ministros y sus delegados.

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Ese espacio, entonces, creería que fue bien concebido. Solo que a veces nos quedamos esperando que el Estado proponga, cuando uno debería proponer también. A veces hemos sacado un listado: estos son los temas de los indios; si no tocamos estos temas, no hablamos con el Gobierno. Pero al final llega el Gobierno con su paquete de intereses y nosotros ahí de contestatarios. Ahora la pregunta es si nosotros vamos a seguir en esa tónica. Porque ahora estamos en otra dinámica con el nuevo Gobierno. Entonces cómo es la cosa, ¿vamos a esperar a que Petro nos envíe sus propuestas, o vamos a decirle: “Esto es lo de nosotros”? Por ejemplo, lo agrario. Pensé que lo íbamos a discutir con más amplitud, pero no va a ser tan fácil.

El tema indígena es la Consulta Previa, eso no puede obviarse por ningún lado. Ahí uno dice: “Petro, a usted lo queremos mucho, pero hay cosas que usted no las puede violar, no se las vamos a aceptar”. Sería muy mal precedente que a un Gobierno amigo le pasáramos

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cosas y a los otros sí les exigiéramos. Desde la OPIAC hemos dicho: miremos qué temas van por consulta y qué temas sacamos por concertación, porque no todo puede convertirse en consulta tampoco. La Consulta Previa es un derecho fundamental que consiste en que uno va a la comunidad, pregunta y ellos disponen, y esa es la propuesta que viene y se discute acá. Hay cosas que sabemos que van a salir sin consulta, eso lo sabemos. Pero en el tema estructural, que es la tierra, ahí sí se hace por Consulta Previa, libre e informada. No puede ocurrir que en el Congreso definan y nos dejen sin las garantías que están en el Acuerdo de la Habana. Una y otra vez hemos dicho: “Resolvamos el problema de tierras y luego miramos”. Estamos de acuerdo en redistribuir, estamos de acuerdo con el tema de impuestos, estamos de acuerdo con muchas cosas...

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Desde muy niño escuchaba a mi papá todo el tiempo hablar de la ONIC. Pero antes estaban las organizaciones regionales. Primero el Consejo Regional Indígena del Cauca, el CRIC. Después del CRIC, dos años después, salió el Consejo Regional Indígena del Vaupés, el CRIVA. Y después vino el Consejo Regional Indígena del Medio Amazonas, el CRIMA. Entonces, desde esa época, en el 73 −yo tendría 8 años, o algo así−, mi papá siempre hablaba de estas organizaciones, del CRIVA, que tenía mucho impacto en el departamento. Y más adelante habló de la ONIC, que la organización indígena, que muy poderosa. Repetía mucho eso en cada conversa.

Además, la gente de las organizaciones iba mucho al territorio, los del CRIC, de la ONIC. De verdad, ellos recorrían el país. Los tiempos de Trino, de Anatolio, en los años setenta y ochenta. Yo creo que hasta el 94 hicieron eso. Después eso se perdió, y ahora se reclama por qué las organizaciones no recorren los departamentos. Entonces, el pensamiento mío era: voy a ser presidente de la ONIC, voy a ser presidente de las organizaciones, me voy a meter en eso. Esto le tiene que nacer a uno.

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Ya cuando llegué a la escuela, en los años ochenta, llegó la guerrilla, y también empezó el narcotráfico. La guerrilla llegó con el mismo discurso que echan todavía. En todos estos años no han cambiado el discurso, que van a transformar el país, que van a tumbar el Estado. Bueno, todo el cuento que ellos echaban: “Vamos a pagarle para que su mamá y su papá no aguanten hambre”. La verdad es que mucha gente se fue, muchos cogieron las armas, pero algunos rebeldes no lo hicimos. Yo me quedé, pero me quedé en el tema de la coca, sembrando coca, ahí estuve mucho tiempo. Me dedicaba a la buena vida, entre el trago, las armas, eso es un mundo, eso es jodido.

Mi papá era liberal, y un día, tomando con un delegado del partido liberal, le dijo: “Tengo un hijo muy inteligente, pero está dedicado al vicio, al trago, lo estoy perdiendo, yo quisiera que usted se lo llevara a estudiar”. En esas borracheras la gente promete lo que no va a cumplir, y el señor dijo que sí, y sí cumplió. Mi papá me dijo que tenía que irme pa Mitú, y así fue que me vine de la comunidad al pueblo. De Yuruparí al pueblo. Bajé y fue muy difícil, porque la vida de la comunidad es distinta. Fue muy duro, pero le agradezco a algunos profesores, porque me estaba

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volando. Era demasiado duro, la comida, todo, todo era muy complicado. Sin embargo, el rector y algunos profesores me convencieron; que por qué me iba. Yo lloraba, me parecía una cárcel ese cambio de vida. Yo ya iba a coger la canoa pa devolverme, y el rector tenía la oficina ahí cerquita al río. Me vio cuando ya iba yo bajando con mis cosas. Estaba muy triste, que me quiero ir y me quiero ir. Y él: que nosotros le damos para que tenga lo esencial. Y sí, ellos me colaboraron todo el tiempo. Estudié gracias a esos profesores, y yo era un buen estudiante. Llegué tarde, pero nivelé y me gané el primer puesto del salón. Nunca me lo dejé tumbar, hasta que terminé el bachillerato.

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[Los tiempos de Trino Morales y Anatolio Quirá. Hacia los setenta, la gente de las comunidades no sabía de la existencia de sus hermanos en otros rincones del país, pero el caminar de los líderes y lideresas fue abriendo canales entre los pueblos, con el fin de definir y unificar la resistencia. Las demandas en el Cauca, en esencia, eran las mismas que en Antioquia, en la Sierra, en el Vichada o en el Vaupés, por ello era necesario integrar la nación indígena en una misma organización. Existía una secretaría indígena en la ANUC, y existían también el CRIC y el CRIVA, pero los esfuerzos debían juntarse. Y ahí fue que aquellos mayores se dedicaron a viajar por las regiones, a crear vínculos entre hermanos indígenas. Después de abiertas las rutas, se realizó un Primer Encuentro de la Coordinadora Indígena Nacional, en Lomas de Hilarco, en 1981, y luego, un año después, en Bosa, se llevó a cabo un primer Congreso, del cual nació la Organización Nacional Indígena de Colombia. Dice Trino Morales, en A mí no me manda nadie , libro que recoge sus memorias, que, con la creación de la ONIC, se conformó “un Comité Ejecutivo pa que orientara, visitara, formara, educara, explicara y apoyara a las comunidades indígenas en sus dificultades, en sus problemas, en sus reclamos frente al Estado”. Las rutas, los puentes y los canales, pues, todavía tendrían que seguir tranzándose].

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Siempre he sido rebelde, siempre he estado en contra de la injusticia, de que la gente maltrate a los otros. Y he pensado que los indígenas somos mejores que cualquier otra cultura. Por eso, jamás he aceptado que otra gente venga a imponer nada. A mí me lleva por la buena y conversamos. Yo digo: “Soy mejor porque soy indígena”. E ntonces eso hizo que en el colegio me eligieran presidente del movimiento estudiantil. Duré mucho tiempo siendo presidente, casi que todo pasaba por mis manos. Eso permitió que la dirigencia indígena del Vaupés me fuera distinguiendo. Participaba de las reuniones con ellos. Iba a los paros que hacían, a las discusiones, y todo eso a medida que me iba acercando a la salida del colegio. Era conocido por el Movimiento Indígena, en donde no era tan fácil entrar, porque las élites indígenas son poderosas, y cerradas en muchos casos. Entré a codazo limpio, como dicen, criticando fuerte a la misma dirigencia de esa época… ¡fuerte!, y mi discurso a veces es convincente. Mucha gente joven me seguía, y también gente mayor.

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Después de salir del colegio, me presenté a la Universidad Nacional. Pasé para estudiar Economía. Me vine a la Universidad y en la ONIC me escogieron como delegado especial del departamento del Vaupés. Y comenzaron ahí las discusiones para ver quién era el presidente de la ONIC. Presentamos a Gabriel Muyuy. No se pudo con Gabriel y llegó Alfonso Palma, que es pijao. Entonces negociamos para que el Vaupés se quedara con la secretaría general, que el CRIVA se quedara con la secretaría, y comenzaron las discusiones internas. De los 40 delegados había que escoger al secretario general; todo el mundo sacó disculpas, hubo discusiones fuertes y al final: “Julio, le tocó”. Dije que no, porque estaba estudiando, pero al final acepté. Fui secretario general de la ONIC entre el 90 y el 94. Cuando salí de allí, volví a mi tierra y me eligieron presidente del CRIVA. Fui presidente casi por unanimidad. De ahí me fui a trabajar a la Presidencia de la República. Trabajé con Samper en lo que se llamaba la Red de Solidaridad Social. Después vino toda la discusión de separarnos de la ONIC y formar una organización aparte. Estuvimos en ese proceso con muchos compañeros y creamos finalmente la OPIAC. Allí hay una discusión larga de por qué la formamos. 8

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años después, en 2001, fui elegido presidente para el periodo de 2001 a 2004. Creo que he estado en todos los cargos del Movimiento Indígena. Fui también delegado de la Corporación Autónoma de Desarrollo Sostenible.

También participé en la creación de la Mesa Regional Amazónica- MRA (Decreto 3012 de 2005). En el periodo en que estuve en la OPIAC, le pusimos una tutela al Gobierno por las fumigaciones áreas con glifosato, la cual dio origen a la MRA. Ahí fui delegado tres periodos, consejero, y ahora estoy en todo el proceso de asesoría del Movimiento Indígena. En los últimos años he sido delegado de la OPIAC en la Mesa Permanente de Concertación.

En la Mesa Permanente de Concertación estuve 4 años como técnico. Aún no existía la MPC como existe ahora. Del 2009 en adelante, con el tema del Auto 004, es que se reactiva la Mesa otra vez, porque antes no funcionaba. Entonces llegamos nosotros: Luis Fernando Arias, que en paz descanse, venía por ONIC; Wilmer Trujillo, que es del Cauca y estaba por AICO; mi persona, que venía de la OPIAC, y Belquis Izquierdo, que ahora es magistrada y estaba por CIT. Confor-

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mábamos lo que se llamó la Comisión Técnica. Éramos unos tigres para eso. Por nosotros pasaba todo, así que creamos lo que ahora existe, todo el proyecto de fortalecimiento, que se contrate con las organizaciones, todo eso lo peleamos en 2010 y 2011. Éramos los que hablábamos, los que negociábamos con el Gobierno, y por eso es que hay ahora un equipo tan grande y estructurado en la MPC.

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Entonces, todo esto fue por convencimiento, por creer que podemos cambiar el país, que podemos aportar. Ahora estoy pensando que es necesario contar la historia de nosotros mismos. ¿Cómo lo hacemos?, ya tocará mirar, pero por lo pronto hay que contar nuestra historia. Me pregunto: ¿cuándo vamos a discutir la sociedad colombiana en igualdad de condiciones? Hay que hacerlo, de lo contrario, no podemos construir país. No puede haber una sola cultura imponiendo una historia, fragmentada y mal contada. No sé si usted habrá tomado yagé, habrá mambeado o chupado ambil, pero eso genera conocimiento. Si usted toma yagé, es mucha la enseñanza. O cuando usted escucha a un mayor contándole el nacimiento del mundo, por qué existe lo que

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existe, por qué hay que respetar la naturaleza, el río, el agua, eso es bien bonito, es un sistema de vida distinto.

Si usted va y revisa esos 26 millones de hectáreas más o menos que tenemos como territorios indígenas en la Amazonía, usted va a encontrar que ahí está la naturaleza mejor conservada. Entonces, el sistema de vida nuestro sí es efectivo, porque siguen estando esos bosques, esos ríos. Nuestro sistema no es depredador, no es individualista, es más colectivo, porque así está en la Ley de Origen: el ser colectivos, respetar la naturaleza, respetar al otro ser humano, a los seres de vida, los que están en el mundo de abajo, los que están en el mundo de arriba. Todo tiene un mandato. Por eso es que decimos que, cuando sacan cosas de debajo de la tierra, están quitándole cosas a ese mundo y por eso reclamamos. Ese tipo de cosas es muy difícil de entenderlas.

Ahí digo, si a la gente le enseñaran en el colegio, en la universidad, ese tipo de cosas, nos respetarían más y no pasaría lo que pasa. Pero bueno, creo que con este Gobierno las cosas van a ir mejor… Pero no hay que folclorizar la cultura. Hay cosas que a mí no me gustan, usted no me va a ver a mí nunca vestido distinto; para que le digan a uno que es indio

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no hay que estar con una pluma o pintado, eso es folclorizar la cultura. Creo que hay lugares en los que se comparte la cultura plenamente, no en todas partes.

A veces hay mercaderes de la cultura diciéndole mentiras al no indígena. Eso, en lo personal, no me gusta. Uno no puede engañar al otro diciéndole mentiras, se inventan cualquier cosa para vendérsela a los no indígenas. No está bien que se haga de esa manera, porque la gente merece respeto, y hay mucha gente buscando esa espiritualidad. El ser humano siempre anda buscando cosas más allá de lo que se puede ver, eso es bien interesante. Pero bueno, ese es un reto que tenemos que mirar no sé en dónde, en la medicina tradicional, porque la medicina nuestra, usted recordará, es preventiva. Una medicina que busca el equilibrio. Por eso decimos que el tema de la pobreza es compleja; la pobreza la miden en si se tiene carro, si se tiene casa; nosotros la pobreza no la medimos así, se mide de otra manera.

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Pero bueno, de lo que se trata es de construir país y no de acabar el país. Para eso estamos. Nosotros defendemos la Amazonía, no solo para nosotros, sino para el resto de la humanidad. Toda la gente que viene al mundo merece vivir, uno piensa en el ser que viene. Uno tiene 40, 50 años, 100, pero ese otro ser humano que viene al mundo no va a tener derechos… ¿por qué tenemos que dejar un mundo acabado para que la generación que viene llegue a sufrir? Porque al final, a la Naturaleza, a la Tierra no le pasa nada. La Tierra tiene más de 4.500 millones de años y no le va a pasar nada, ella se sacude y se renueva, nosotros no.

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Para no desaparecer como Pueblos Indígenas en la ciudad

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Apropósito de la representatividad de todos los pueblos y comunidades en escenarios como la Mesa Permanente de Concertación, en la reciente cumbre indígena que se llevó a cabo en Simunurwa, entre el 2 y 5 de junio de este año, uno de los temas que se estuvo tratando fue el de los cabildos en contexto de ciudad. Los mayores y líderes de los cabildos vienen solicitando tener una mayor participación en las agendas de la Mesa. Oscar Oviedo, del Pueblo Zenú, es uno de los líderes que, en Simunurwa, expuso las dificultades y resistencias de los indígenas que viven en ciudades distantes de sus comunidades ancestrales, de las cuales han tenido que emigrar por razones de fuerza mayor, por la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades. Más allá de la distancia, del tiempo fuera de los territorios, hay un esfuerzo por mantener su cultura, por religarse con su pasado. La sangre les permite seguir sintiéndose parte de la nación indígena y herederos de la dignidad de sus ancestros.

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3/6/22

Nací en Ciénaga de Oro, Córdoba, territorio ancestral perteneciente al resguardo zenú, y hace aproximadamente 30 años me fui a La Guajira, por falta de oportunidades. Allá en La Guajira pude realizar mis estudios de bachillerato y universidad. En el 2009 fundé con otros compañeros el Cabildo Indígena Zenú con asentamiento en Riohacha, el cual cuenta con el reconocimiento de la Alcaldía Distrital. En ese tiempo me encontré con muchas familias del territorio ancestral que estaban dispersas y que nunca se habían organizado. Comenzamos ese proceso, que no fue nada fácil. Logramos, sin embargo, que se inscribieran más de 300 familias en el cabildo. Estas habitan en distintos barrios de la ciudad, sobre todo los periféricos; allí es donde está la mayoría de la población.

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Pueblo Zenú

Nuestro objetivo inicial fue hacernos visibles ante una ciudad donde prima la cultura wayúu. Nosotros estábamos ahí como perdidos y dispersos; entonces, a partir de ese momento, comenzamos un proceso de resistencia para mantener nuestra pervivencia y fortalecer nuestra identidad cultural. Lo que hemos querido es revitalizar las tradiciones ancestrales del Pueblo Zenú, ya que nuestros hijos, o las generaciones que han nacido fuera del territorio ancestral, desconocen total o parcialmente los usos y costumbres de sus antepasados. En ese sentido, comenzamos el proceso con charlas, con reuniones periódicas con la comunidad, donde hacíamos una comida tradicional, como el mote de queso, y colocábamos música tradicional del Pueblo Zenú, en este caso el porro. Fue la manera como empezamos a unir las familias para conocer sus necesidades.

Pero en el camino hemos encontrado muchos obstáculos y resistencia. Estamos ahí en la lucha, gestionando el registro para hacer valer los derechos que tenemos como pueblos indígenas en contexto de ciudad.

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2. Los miembros de nuestra parcialidad llegaron a La Guajira atraídos por la bonanza de la mina del Cerrejón, las salinas de Manaure y el auge del comercio en Maicao. Esto sucedió porque en el territorio ancestral zenú la mano de obra es muy mal remunerada. A un obrero allá, al sol de hoy, le pagan escasamente unos 12 000 pesos diarios y no hay trabajo permanente. Con esos ingresos no alcanza a alimentar a su familia. Entonces, dadas las circunstancias de la falta de oferta laboral, y por los conflictos que desde tiempo atrás han existido en los territorios, por el desplazamiento forzado, muchas personas se fueron para La Guajira. En este departamento hay 5 cabildos indígenas zenú.

Allá nos encontramos con una cultura totalmente diferente a la nuestra, y, dada la circunstancia de estar muy lejos del territorio, los niños que nacen allá no conocen la cultura de sus antepasados. Estamos a 12 horas y a más de 700 kilómetros del territorio ancestral. Entonces, ¿qué pasa?: hay familias que por el hecho de vivir en la extrema pobreza o en circunstancias muy difíciles, no han podido reencontrarse con sus parientes. Hay personas que no han podido regresar al territorio ancestral en 20 o 30 años, desde que salieron de allá. Esto hace que ellas se desconecten culturalmente, que no se sientan identificadas como indígenas.

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Eso, por un lado. Por otro lado, muchas familias han sido aculturizadas. ¿En qué sentido?: allá no se siembran los cultivos que se cultivan y se cosechan en el territorio ancestral, el entorno es totalmente diferente, la forma de vida, todo. Y a esto se suma una lucha que traemos con el Ministerio del Interior. Hemos gestionado el registro con esa entidad, que es la competente para que nosotros podamos seguir viviendo dignamente y podamos seguir accediendo a beneficios que por ley tenemos como indígenas. Y lo que nos han manifestado allá es que los indígenas deben estar en sus territorios, es decir, en el campo, en los resguardos, y que no deberían estar en las ciudades. Nos advierten y nos sugieren que regresemos al territorio ancestral. Pero esto es imposible, debido a que tenemos ya mucho tiempo viviendo en la ciudad, y nuestras relaciones interpersonales, nuestras relaciones laborales se han fortalecido en las ciudades donde nos hemos radicado, en este caso, en Riohacha. ¿Qué pasa entonces?, que cuando nos acercamos a una entidad pública para participar en los proyectos que se direccionan hacia los Pueblos Indígenas, a nosotros nos rechazan porque no podemos presentar el registro del Ministerio; al no presentarlo, no podemos acceder a los programas con que el Gobierno favorece a las comunidades indígenas.

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[Las violencias de la Conquista, la Colonia y las guerras civiles en siglos pasados, más la ganadería extensiva, las apropiaciones de terratenientes, las desecaciones de las ciénagas para cultivos agroindustriales y el paramilitarismo en los años recientes… Y el Pueblo Zenú todavía resiste. El territorio ancestral abarcaba los valles del río Sinú, San Jorge, Bajo Cauca y Nechi, y también el litoral Caribe, en los departamentos de Córdoba y Sucre. Era un territorio muchísimo más amplio que las 83 000 hectáreas que le otorgó la corona española al Pueblo Zenú en la cédula real de 1773, y desmedidamente más extenso que las 14 000 que apenas hoy posee. Ahora se lucha por terminar de recuperar al menos aquellas 83 000 hectáreas, pero también por mantener los reductos de una cultura amenazada, cuya lengua ha desaparecido casi por completo. La lucha se lleva a cabo desde los resguardos de San Andrés de Sotavento y El Volao: siguen soportando las presiones de la ganadería, los terratenientes y el paramilitarismo. Pero existe también esta otra resistencia: la de los indígenas que aun en las ciudades −a las cuales llegaron por efecto de aquel mismo conflicto territorial− reivindican su sangre y su espíritu. Debe de haber maneras de integrar los esfuerzos que se sostienen en cada frente].

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Desde el 2013 empezamos a formular un protocolo en Cali para reconocer la situación de los indígenas en la ciudad. En esa época se identificaron cerca de 170 cabildos indígenas en cabeceras municipales, en distritos y en áreas metropolitanas. El Ministerio del Interior fue el que, de alguna manera, direccionó ese proceso, invitando a la Mesa Permanente de Concertación, MPC, para que identificara esta problemática y tomara las acciones pertinentes con el fin de gestionar dicho registro en el Ministerio. El protocolo está diseñado, y quedaron unos compromisos para hacer reuniones periódicas, o concertaciones, en las cuales fortalecer más el proceso, con el fin de lograr el objetivo del registro. Pero los funcionarios del Ministerio nos han manifestado que a ellos se les sale de las manos, que no es su competencia, porque la que debe avalar y abanderar este proceso es la Mesa Permanente de Concertación. La MPC, a su vez, ha manifestado que para ellos es complicado, en el sentido en que asumen o sugieren que, si el Ministerio nos registra, va a haber una desbandada de indígenas desde los resguardos, desde los territorios ancestrales hacia las ciudades. Pero nosotros creemos que esto no es cierto. La desbandada se da más bien por

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el desplazamiento que hay a diario debido a la violencia que aún existe en nuestro país.

Nosotros, entonces, nos sentimos desamparados. Más aún porque quienes integran la Mesa Permanente de Concertación son nuestras propias autoridades, son personas que deberían abordar este tema, para debatirlo y buscar una solución definitiva. Pero no lo han hecho. Al parecer no existe esa iniciativa, ese deseo o esa voluntad. Ellos no han definido nuestro tema en la agenda como prioridad.

En 2016 asistimos a una audiencia pública en el Congreso de la República, en el salón elíptico, en donde funcionarios del Ministerio del Interior se reunieron con nosotros y con la MPC. Allí se comprometieron con las autoridades de los cabildos en contexto de ciudad a darnos una respuesta definitiva al cabo de 2 meses. Eso fue en abril de 2016, y ya han pasado 6 años y esa respuesta aún no ha llegado. La seguimos esperando.

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Mientras tanto, con algunas autoridades que están en las ciudades, logramos constituir la Asociación Nacional de Cabildos Indígenas en Contexto de ciudad, ANCIC. Ya tenemos cerca de dos años. Está constituida legalmente, tiene su personería jurídica, pero seguimos teniendo la misma limitante con el Ministerio del Interior y con la MPC. Y ahora queremos que la MPC, en esta cumbre, nos dé el espacio para poder explicarles la necesidad que tenemos de que nos incluyan en su agenda, para poder participar con voz y voto en los eventos y las actividades que ellos realizan, porque no es justo que, con más de 50 cabildos que estamos en esta entidad, no podamos participar de los procesos. Esperemos que en este evento nos den la posibilidad de participar, y a partir de aquí mirar de qué manera podemos integrarnos y seguir en nuestra lucha.

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[En la cumbre de los Pueblos Indígenas de Simunurwa de este 2022, hubo un espacio importante para discutir el asunto de los cabildos en contexto de ciudad. Hay una mirada detenida sobre el tema por parte de la Mesa Permanente de Concertación, pues la presencia de los indígenas en las ciudades tiene una relación directa con los conflictos de los territorios. Por otro lado, el problema del registro de dichos cabildos en el Ministerio del Interior ha pasado por todos los laberintos burocráticos imaginables, desde el año 2016. Uno de estos escollos es que el Ministerio debe garantizar los recursos necesarios para que el protocolo de registro se construya con las mismas comunidades, que se establezca en procesos de Consulta Previa, para evitar la proliferación de cabildos surgidos de pulsos políticos y no por razones humanitarias o culturales. El cabildo debería surgir y constituirse con el fin de responder a iniciativas por revitalizar la lengua, los usos y las costumbres, o en general para resolver las necesidades surgidas de los procesos migratorios, y no por el deseo de acaparar poder político o lograr ventajas presupuestales. En este tránsito, mientras se logra un acuerdo con el Ministerio del Interior para establecer un protocolo definitivo de registro, los cabildos que tienen motivos culturales y de pervivencia han quedado a la espera en su objetivo de fortalecer sus procesos comunitarios, que requieren, por supuesto, de los apoyos que pueda darles el Estado colombiano].

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Desde niño mis padres me inculcaron el trabajo social, ayudar a la gente que necesitaba de mi apoyo. Yo llegué del campo sin saber realmente cómo vivir en la ciudad, y ahí era un extraño más. Sin embargo, al ver la necesidad de mis coterráneos, de las familias que no tenían quién las representara, que no tenían quién hablara por ellas, quise comenzar un proceso a favor de todos. Traté de crear una interlocución entre las entidades del Estado y mi comunidad. Comenzamos entonces estos procesos en los cabildos, pero hay una realidad: de las directivas que se eligen cada 2 años (los 10 integrantes de la mesa directiva, incluido el capitán) no todos terminan el periodo. ¿Por qué?, porque la gente se esfuerza, gasta tiempo, gasta incluso recursos económicos propios para poder mantenerse, para coger un transporte, para atender una enfermedad, y luego no pasa nada. Hace poco nos falleció un miembro del cabildo. Nos tocó hacer una vaca, recoger dinero entre varios para poder ayudar a la familia con el funeral, porque no tenemos quién nos apoye realmente. Entonces, muchas personas se cansan de eso. En casa no tienen para una libra de arroz, para la comida…

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y sacar además para ayudar a los otros, eso es muy complejo. Hay momentos en que uno se desmotiva, pero hay algo que lo impulsa a uno a no dejarse caer, porque empezamos la lucha y tenemos que ser perseverantes para conseguir un objetivo. En eso estamos, vamos a dar la pelea hasta donde sea necesario.

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En la ciudad trabajamos para que los niños y los jóvenes se apropien de su cultura ancestral. Lo primero que hacemos es acercarlos a los padres… al padre o la madre indígena. Les explicamos que hay una particularidad de los indígenas zenú. En un alto porcentaje, las personas, cuando vinieron de los territorios, llegaron solteras y en la ciudad emparentaron con miembros de otras comunidades o con personas no indígenas. Entonces ahí aumenta la complejidad, porque de pronto no se tiene el apoyo de los dos padres en el tema. Cuando vemos que alguno de los dos padres es indígena, nos acercamos para conversar, le mostramos la necesidad de dialogar con los hijos o los descendientes sobre su cultura. Lo hacemos en reuniones pequeñas y luego invitamos a varias familias a una asamblea. Ahí tocamos el tema, miramos

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las oportunidades que podrían tener los jóvenes, la importancia de que abanderen la lucha por recuperar y revitalizar su cultura. Hay quienes sienten vergüenza de ser indígenas. Dicen: “No, es que mi mamá es la indígena”, “es que es mi papá”. Pero cuando llegamos a explicarles la importancia de ser indígenas, ahí ya van entendiéndolo de otra manera.

Tenemos algunas estrategias; por ejemplo, la recuperación de los juegos tradicionales con los niños. Vamos, los reunimos y llevamos los elementos tradicionales para hacer un juego, y ahí se van sumando hasta niños que no son indígenas. En todo caso, hacemos la práctica. Esos niños quedan encantados, y luego siguen practicando sus juegos ancestrales, en su barrio, en su cancha, o donde puedan.

Pero además de ello, estamos trabajando con los adultos mayores, con los sabedores y sabedoras. Los invitamos a los diálogos de transmisión de saberes, a los círculos de la palabra. Ahí ellos nos explican cómo fue su niñez, cuál era su forma de vida, cómo se alimentaban, cómo era su entorno allá en el territorio ancestral. De esa manera, los más jóvenes empiezan a tener una noción de lo que es ser zenú en el territorio.

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También hemos motivado a las familias a que traigan al menos un objeto tradicional cuando vayan al territorio, o a que lo hagan traer cuando venga alguien de visita. Que traigan al menos un taburete, o un sombrero vueltiao, o cualquier otro elemento que represente la cultura del Pueblo Zenú, y que lo mantengan en una parte visible de la casa, en la sala, en el escritorio, donde haya lugar. Y que digan: “Es que ese taburete es en el que se sentaban mis ancestros”. Hay familias que lo han hecho. Es una forma de pervivir en medio de circunstancias adversas, para no desaparecer como Pueblos Indígenas en la ciudad.

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La conservación de la cultura fuera del territorio es posible, pero hay muchas limitantes. Por ejemplo, al no estar en el territorio ancestral, uno como indígena siente que falta algo… porque lo lindo que es que te levantes en el campo, con el sonido del canto de las aves. En la ciudad no lo vas a tener. En la ciudad te despierta el ruido, el motor de los vehículos y otras cosas. Y hay una limitación en los espacios; en la ciudad vas a estar dentro de cuatro paredes. En cambio, en el territorio vas a tener completa libertad para estar

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en la finquita, en la montaña, en los arroyos, disfrutando de la naturaleza en pleno. Entonces, ¿qué pasa?, que en la ciudad es muy complejo. Pero, en todo caso, uno tiene el territorio en el corazón… Nosotros perdimos la lengua desde la conquista española, la lengua ancestral, se llamaba guajiba, o guamacó, pero eso no hace que no seamos indígenas. Yo estuve en un evento indígena donde una autoridad de otro pueblo decía: “El indígena que no hable la lengua no es indígena; el indígena que no esté en su territorio no es indígena”. Lo cual no es cierto. Nosotros podemos demostrar que tenemos 14 años de estar constituidos como cabildos en ciudad, y tú entrevistas a cualquier miembro de la comunidad que haya nacido en el territorio ancestral y dice: “Yo soy indígena zenú por esto y esto y esto”. Y se mantiene firme en su convicción, con las limitantes que, como decía, tenemos, pero con el deseo intacto. Y yo espero que las autoridades de la MPC y funcionarios de la Dirección de Etnias del Ministerio del Interior nos puedan ayudar en este proceso, para que tengamos mayor libertad y podamos desarrollar nuestras actividades culturales. Sin ese apoyo estamos realmente expuestos a desaparecer como indígenas en la ciudad.

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En el gorro está el pico nevado

Elser indígena, para el Pueblo Arhuaco, es por poco inconcebible sin el territorio: no tenerlo sería tanto como no poseer un cuerpo, pues el cuerpo viene a ser la misma Sierra Nevada, y la Sierra, a su vez, es una figuración del universo. Por lo tanto, la primera lucha, antes que la búsqueda de recursos económicos o de beneficios políticos, debe ser la de la conservación del territorio. El territorio es todo y debería ser siempre el principal interés de los Pueblos Indígenas. Es esta, palabras más, palabras menos, la reflexión que nos ha dejado Jeremías Torres, quien nos ha hablado desde su casa, en Simunurwa, a comienzos de junio del año 2022.

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3/6/22

Jeremías Torres Izquierdo

Pueblo Arhuaco

En el 82 fue la toma de la misión capuchina, y después de eso me integré de forma oficial en el Magisterio, para ser docente. Lo fui hasta 1996, cuando me metí en la política del Gobierno interno, no en la política externa sino en la de aquí del Pueblo Arhuaco. Y ahora me desempeño como representante en la Mesa Permanente de Concertación. Pero antes del 96 era apenas un profesor. No salía de las cuatro paredes de la escuela, de la tiza y la pizarra. A eso me dedicaba, no estaba metido en este cuento, y no pensaba meterme porque pasar a la vida política era dar un gran salto.

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Lo que veo es que la lucha indígena ha sido un reflejo de las luchas nacionales, porque el Pueblo Arhuaco ha estado participando siempre de esos espacios, como el de la conformación de la ANUC [Asociación Nacional de Usuarios Campesinos], o el de los consejos de los Pueblos Indígenas: el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, o el Consejo Regional Indígena del Tolima, CRIT. Esas organizaciones se venían formando desde antes y aquí nos contaminamos de eso, y nos declaramos Consejo Indígena Arhuaco, COIA, a partir de 1972. Pero este no impactó mucho, porque acá funcionaba era el cabildo.

Cuando empezaron los consejos con campesinos, se decía: “La tierra para el que la trabaja”. Pero para nosotros, la tierra no es para el que la trabaja, porque la tierra la tenemos desde siempre. Son otros ideales. En esa medida, teníamos una función cultural e ideológica muy importante, que es la que nos tocaba defender. Empezamos acá en la Sierra con el Decreto 1142 para implementar una educación propia, a partir del 82. Y en el 86 fui supervisor. Tenía que hacerle seguimiento a todas las escuelas del Pueblo Arhuaco, y después de eso me metí ya en la política, pero no en la cuestión territorial, sino en la educativa, en la permanencia de la cultura.

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2.

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Desde 1916, en tiempos de José Vicente Concha, ya se había solicitado una educación apropiada, que se enfocara en la defensa del territorio y la autoridad de los Pueblos Indígenas. Una educación que nos permitiera conservar nuestra lengua. Eso era lo que se había pedido. Pero vinieron los capuchinos, y en sesenta y pico de años lo que hicieron fue quitarnos el territorio, quitarnos los niños: los metieron en un orfelinato, en donde los tenían como esclavos. Los separaban de sus padres y allá permanecían muchos años. No salían profesionales, sino albañiles o cuidadores de chivos, pastores o sembradores de papa. Solo llegábamos hasta ahí. Y eso nos hizo rebeldes. Nos rebelamos contra los capuchinos, contra la misión, que quedaba en Nabusímake. Empezamos a cuestionar ese establecimiento: ¡de quién era el territorio! La tierra la tenían acá llena de animales, porque le pedían un animal a cada estudiante, pero esos animales los cogían pa ellos. Entonces eso era lo que se cuestionaba.

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Ya en el 84, después de la salida de los capuchinos, la educación cambió. Pasó a ser administrada por la Secretaría de Educación Departamental. Se trataba de una educación bilingüe y bicultural, para que no se perdiera la lengua y en la que no se estudiara solamente el pénsum nacional. Eso fue lo que tratamos de hacer, en primer lugar.

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[Los reclamos frente a la misión capuchina iniciaron, naturalmente, con su misma llegada, ya en 1916, pero fue en los sesenta que se intensificaron las protestas y las solicitudes al Gobierno nacional para recuperar la autonomía y el derecho a tener una educación propia. En todo este tiempo, el catolicismo creció lo suficiente como para que un sector de la población defendiera la presencia de los misioneros; no obstante, a través del diálogo, a través de una gran asamblea, en 1982 se decidió la toma de la sede de la misión, con el fin de exigir la salida de los capuchinos del territorio y la devolución de las instalaciones que estos regían. La toma, en la que participaron unas 700 personas, se llevó a cabo de manera pacífica el 7 de agosto, día de la posesión del presidente Belisario Betancur, y duró algo más de una semana. Al final, los misioneros tuvieron que ceder; en ese mismo mes de agosto firmaron un convenio en el que se comprometieron a entregar todos los inmuebles que ocupaban dentro de los territorios: 24 escuelas, 1 colegio de bachillerato, 1 hospital y 1 casa de 8 habitaciones. Luego, la educación volvió a estar en manos del propio Pueblo Arhuaco. La cultura, la cosmovisión y la lengua lograron emanciparse de los relatos coloniales a los que habían sido subordinadas].

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El motivo del cambio que hice a la política fue casual. Por ser bilingüe, me pusieron a hacer de traductor. Había llegado el Sistema General de Participaciones aquí a los resguardos, y los arhuacos, los koguis y los wiwas estábamos en una discusión acerca de que la plata que llegaba no debía ser para financiar el territorio sino para comprar la Sierra, para apropiarse de la tierra. Entonces me invitaron a explicar el contenido de las leyes que hablaban del Sistema General de Participaciones. Tenía que traducir y por eso andaba de reunión en reunión. Las asambleas eran muy largas y la gente no se ponía de acuerdo: ¿cómo era que nos iba a llegar una plata? Que ¿por qué nos iban a dar tanto, si lo que necesitábamos era el territorio? El Gobierno debía darnos el territorio, y eso se estaba haciendo poco a poco, a través del Incora; entonces, si nos daban plata era para sacarnos algún día de aquí.

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Ese fue entonces el motivo para salirme del Magisterio, a partir del 96. Terminé una promoción y ahí me dijeron: “Vamos a trabajar el Plan de Vida”. Los resguardos tienen como requisito tener un Plan de Vida, y yo como profesor era el indicado para trabajar en eso, para explicar cómo se podía hacer. Ese Plan de Vida equivale a los planes de desarrollo municipal. Entonces, yo iba echando la carreta… Ya en el 2002 me nombraron Secretario General del Pueblo Arhuaco. Y he estado siempre de candidato para gobernador, pero hasta ahora no ha sucedido. Tenemos una situación interna compleja.

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El principio de “la tierra para el que la trabaja” es un principio campesino. Para nosotros la tierra es sagrada. El universo total está representado en la Sierra, y yo mismo soy el universo, soy el planeta y soy la Sierra y lo que la constituye. La Sierra está en mi espíritu, y la espiritualidad y el pensamiento arhuaco están contenidos en ella. No puede haber entonces propiedades. La Sierra, más bien, debe ser conservada, protegida. La tierra no es para hacerle daño. Los hermanitos menores, que están del otro lado, hacen todo el desorden que quieren, no saben cuidar la tierra, los recursos, todo es para el consumo, pero nosotros los indígenas debemos estar cuidando. Hay que decirles a ellos, y a los indígenas que no tienen esa conciencia, que hay que cuidar el territorio. Nosotros hemos sido pioneros en el cuidado del suelo, porque hasta ahora los que tenemos un territorio ancestral en Colombia somos los de la Sierra.

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Todos los pueblos indígenas tienen su entendimiento, su sabiduría sobre la creación de la Tierra. Cuando hablan los amazónicos, se refieren al río, es lo que les da su subsistencia; que ahí está la anaconda, que es infinita… Pero nosotros tenemos un límite: la Línea Negra. Por otro lado, yo mismo represento la Sierra. En el gorro está el pico nevado, tenemos montañas, en nuestros músculos está la tierra, en los huesos están los minerales, las venas son los ríos, y en los genitales está el universo entero. Los hombres somos el gobierno y las mujeres la productividad; ellas son la tierra y nosotros debemos protegerla. Nosotros somos como el árbol, que se posa sobre ella y le da sombra, y le da abono para que siga la vida.

Todos los indígenas tienen su espacio. Hoy hablamos de eso: dónde están los espacios ancestrales de los indígenas, en el que nació su pensamiento. Aquí, los cuatro pueblos dejaron estos sitios para gobernar, para mandar, para dirigir, y aquí la dirección se lleva a través de los rituales. Es un poco complejo entender que la Sierra para nosotros es el universo.

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[La Línea Negra es la delimitación del territorio ancestral que han heredado los 4 pueblos de la Sierra: Kogui, Wiwa, Arhuaco y Kankuamo. Abarca partes importantes de los departamentos de La Guajira, el Cesar y el Magdalena, incluyendo porciones amplias de sus capitales. Es decir, un territorio que parte del valle, que sube al páramo, que desciende al desierto y al mar, que acoge una red hidrográfica de más de 30 ríos. Básicamente, el universo. Una riqueza ilimitada, y, como riqueza, un propósito para los apetitos occidentales, para los “hermanitos menores”. Allí, en ese límite ancestral, una tensión constante entre cultura y consumo, entre espíritu y ambición; la proliferación de todas las amenazas: la ganadería, la minería, los hidrocarburos, el desarrollo urbano, el turismo, la deforestación, el monocultivo, el narcotráfico, el conflicto armado. Pero también, allí mismo: la determinación de los mandatos ancestrales, la Ley de Origen y un tejido de símbolos y pagamentos que mantienen la armonía y el equilibrio entre los pueblos y su paisaje].

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Lo que nos ha unido y acercado como pueblos indígenas son los cuatro pilares: unidad, territorio, cultura y autonomía. Es eso lo que hablamos los pueblos. En otros aspectos, cuando hablamos de cultura, empezamos a sopesar: quién es indígena, quién quiere ser indígena. Y aquí los indígenas estamos muy llevados; cada quien quiere demostrar que es indígena, pero lo expresa en el discurso y no en la práctica. Los que hablan más de que son indígenas son aquellos que están perdidos; solo viven de la gestión y no tienen ni territorio. Viven de gestión en gestión, y de decir que son indios. Pero en realidad no les interesa ser indios. El que puede vivir

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de manera aislada: ¡ese es indígena! Pero el que se fue a la ciudad buscando un mejor vivir… Si busca un mejor vivir en la ciudad, pues está bien, pero que después no se ponga a añorar: “¡Cómo estuve de bien cuando era indio!, ¡cómo me la pasaba de bueno cuando estaba indio!”. La práctica de afuera es ir a la universidad a darse un champú de conocimiento; allá le dan herramientas para que pueda trabajar, le dan educación para trabajar menos y ganar más. Y lo de nosotros es trabajar y trabajar para poder cuidar la Sierra Nevada de Santa Marta, o la naturaleza. Eso es muy difícil. Esta es una opinión muy personal. Es muy fácil decir: “Yo quiero ser indio, yo sí quiero”. ¡Pues sea un sabio!, ¡hay que aislarse! Acá salen a decir que son arhuacos, que son koguis, pero muchos no tienen fuerza espiritual.

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En los diálogos, hay que mirar cuáles son los sentimientos del Gobierno y cuáles los del Pueblo Indígena. Los sentimientos del Pueblo Indígena, en últimas (porque no es el principio) es que repartamos los billetes. Como en los planes de desarrollo hay repartición de recursos, entonces es: vamos a pelear para

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que tengamos también derechos a participar en la educación, en la salud, en los demás derechos. Pero mientras que estemos concentrados en esos asuntos, en la solución de las necesidades a través de los recursos, nos vamos a olvidar del territorio y la cultura. Estamos dejando de lado nuestros intereses principales, porque todo lo queremos resolver es con plata, y empezamos a movernos de un lado para otro.

Hemos ganado en un sentido: consultamos con asesores, abogados, y en eso nos la pasamos. Pero qué hacemos con la recuperación y el fortalecimiento del territorio, porque no hay plata pa comprar tierra, no hay. No hay recursos pa la implementación de una educación propia, o de un conocimiento propio. Tampoco hay recursos pa la implementación de la medicina ancestral. Pa esas cosas no hay plata. Se están haciendo muchas jugaditas… sí hay para el régimen subsidiado, para los pagos a los alumnos, y eso es lo que se pelea, y pensamos que estamos ganando. Todos los que participamos en la Mesa Permanente de Concertación pensamos que uff, nos van a dar plata. A veces lloramos porque no nos dan, como con lo del Fondo del Buen Vivir. Pero muchas veces perder tiene sus beneficios, porque sin acceso a eso, empezamos a pensar en lo nuestro.

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Aquí en la Sierra Nevada hemos logrado conquistar nuestros derechos, como el de la Línea Negra, en forma de Decreto. Tenemos que seguir resistiendo, decirle a la mayoría, a los gremios, a los opositores, que este es el espacio en el que necesitamos recrear la cultura, en donde se recrean los conocimientos culturales, económicos, sociales y políticos. Tenemos que seguir avanzando. Pero es difícil. Por ejemplo, Santa Marta y Valledupar están dentro de la Línea Negra, de nuestros límites ancestrales, pero ¿cómo vamos a poder entrar allá y mantener nuestra cultura si son ciudades capitales y tienen otra manera de ver el mundo? Y se siguen llenando de gente con la bonanza, que no sé de dónde viene. Dentro de 10 años Valledupar será una ciudad muy grande, y nosotros tendremos que seguir cuidando nuestro territorio ancestral.

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Nuestro Wat Usan , nuestro vivir bonito

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Después de la guerra… la continuación de la guerra. Masacres antes del Acuerdo de Paz de la Habana, y también después. Primero las FARC, luego las disidencias de las FARC. Palma de aceite, minería ilegal, tala de árboles, cultivos ilícitos, Oleoducto Trasandino, narcotráfico, mentiras y abandono estatal. Y, sin embargo, el caminar del Pueblo Awá, la resistencia infinita, la defensa incesante del Katsa Su y la búsqueda permanente del Wat Usan. En este encuentro, Claudia Jimena Paí y Leydi Rosario Paí nos hablan de las interminables afrentas que ha sufrido el Pueblo Awá, de los conflictos surgidos por la injerencia del narcotráfico y de las dificultades intrínsecas del territorio, pero también nos dejan ver la voluntad con que han remontado aquella historia de agresiones e indiferencia.

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Claudia Jimena Paí. Tenemos una organización que es la Unidad Indígena del Pueblo Awá, UNIPA. Estamos ubicados en Nariño: en Tumaco, Barbacoas, Ricaurte, Roberto Payán y Samaniego. Vivimos en las selvas o montañas, hay días de camino entre un lugar y otro. Cuando vienen acá, se dan cuenta del olvido histórico, la falta de inversión social de los Gobiernos; tenemos una situación bastante precaria en temas de salud y educación. Pero así iniciamos la organización desde hace 32 años. Son 32 autoridades en 27 resguardos que están legalmente constituidos y 5 que están en proceso de constitución. Tenemos más de 127 comunidades, en las cuales hay un contexto geográfico difícil, hay montañas, selvas, ríos que hay que pasar. Nuestro territorio está rodeado de ríos, el Nulpe, el Guisa, el Mira, y tenemos resguardos que colindan con los territorios del Ecuador…

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Claudia Jimena Paí y Leidy Rosario Paí Nastacuas Pueblo Awá

Por este lado, ha sido mucha la lucha de nuestras mayoras y mayores, desde 1985, cuando llegó Astorga Varela a invadir el territorio awá para la siembra del monocultivo de palma de aceite; comenzaron a quitar tierras y a sacar a nuestras compañeras y compañeros, y ahí es donde está la importancia de las mayoras y mayores, líderes y lideresas de ese tiempo, que también empezaron a titular los resguardos. Allí vinieron compañeros del Pueblo Nasa a orientar y a decir que titular las tierras era importante, y así es como hemos defendido la vida, bajo unos principios de unidad, territorio, cultura y autonomía, para luchar contra los desplazamientos, los asesinatos y demás violaciones de derechos humanos.

Son más de 620 acuerdos incumplidos por el Gobierno nacional, municipal y departamental de turno, violaciones a los derechos humanos, 366 hechos violentos desde la firma del Acuerdo de Paz del 2016 hasta la fecha, entre los que está la reciente masacre en el territorio de Inda Sabaleta de tres compañeros awá, Juan Orlando Moreano, John Faver Nastacuas y Carlos José García. Cansados de esta situación, nos trasladamos a Bogotá con una delegación de la minga para visibilizar la grave situación que

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vive nuestro Pueblo Awá. En 2009 salió el Plan de Salvaguarda en el Auto 004, hace 13 años… Lamentablemente nuestro Pueblo Awá se ha conocido por las masacres, y el 4 de febrero de ese año, en el resguardo de la compañera, asesinaron a 17 personas, entre ellas 2 mujeres, a las que vilmente le sacaron del vientre a sus hijos, y es así como hemos visto siempre el riesgo frente a la pervivencia física y cultural de nuestro pueblo. Esa es una razón por la que han sacado los autos. Tuvimos el Auto 174 de 2011, que también se ha incumplido; y después, en el año 2017, por la masacre de El Tandil, en la Costa Pacífica, el Auto 620. Este año tenemos otro, el 894, por todas las masacres, asesinatos y reclutamientos del conflicto armado, que cada día se va agudizando. Ya esto está peor que una enfermedad crónica. Esta situación de crisis humanitaria. Nuestros territorios están dispersos, y son fluviales, y esto ha servido para la mafia, el narcotráfico, la tala de árboles, la minería ilegal. El Oleoducto Trasandino que va de Putumayo a Tumaco nos perjudica mucho también. Bueno, son muchas las situaciones por las cuales estamos afectados; lamentablemente en el medio de todo esto está el Pueblo Awá. Después del Acuerdo de Paz de la Habana, hace ya 5 años, pensábamos que íbamos a poder seguir caminando, a poder mirar desde los sitios sagrados, a poder

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trabajar con nuestros productos, a poder fortalecer nuestra soberanía alimentaria. Bueno, en esa dirección hemos venido caminando.

[CJP] Cuando iniciaron los compañeros del Pueblo Nasa, se estaba hablando de la Ley 89 de 1890. Se hablaba de estar en el marco del Gobierno Propio, y organizarse en el marco del Convenio 169 de la OIT. En la organización también tuvo mucho que ver la Iglesia Católica, en Altaquer, aquí también en La Espriella, que “miren que se están organizando otros indígenas, que ustedes también, miren…”. Entonces comenzaron los mayores a hacer reuniones, en Llorente, o acá en El Diviso. Los mayores y mayoras estaban más jóvenes y comenzaron a mirar, de curiosos… las reuniones tocaba hacerlas en las vías, pues no teníamos nada. Y fue entonces que en el territorio ancestral de La Brava se vio que estaban llegando palmicultores de aceite, Astorga Varela, es que se llama esa empresa. Comenzaron a quitar tierras, a desplazar, a imponer el gota a gota. Primero fueron sacando las familias, y ahí fue que miraron los mayores y las mayoras, que estaban asistiendo a talleres, que era importante articular.

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Y fue donde comenzaron ellos a titular los territorios. Guambí Yaslambí es el primer resguardo constituido, en donde habitan compañeros hablantes tradicionales. Es por ahí donde comienzan ellos a titular. De ahí ya se comienzan a mirar lo que es la parte de Alto Albí, La Brava, Gran Sábalo, Tortugaña Telembí, Gran Rosario. Estos resguardos se constituyen antes de 1990. Ya otros, por lo menos al que yo pertenezco, se constituyen en 2003. Todo esto, salvaguardar los territorios tradicionales, fue importante para protegernos, por ejemplo, de la minería ilegal, y para que no nos quitaran la tierra. menos al que yo pertenezco, se constituyen en 2003. Todo esto, salvaguardar los territorios tradicionales, fue importante para protegernos, por ejemplo, de la minería ilegal, y para que no nos quitaran la tierra.

En ese tiempo estaba el Incora, y luego vino el Incoder, y después la Agencia Nacional de Desarrollo. El Incora, en su tiempo, hacía las consultas, iban a mirar y hacían el estudio socioeconómico. Con el Incoder hubo algunas titulaciones, y allí vino el problema interétnico, que aún tenemos, por ejemplo, en Watsalpí, con el consejo comunitario de la Nueva Esperanza.

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[CJP] Los mayores y mayoras ya venían caminando, pero es el 6 de junio de 1990 que se conforma legalmente la Unidad Indígena del Pueblo Awá, UNIPA, para defender la vida, para defender los derechos humanos, para defender nuestro Katsa Su [territorio], nuestro Ampara Su [4 mundos] y nuestra cosmovisión.

Para nosotros fue muy importante este paso de la titulación, y desde que inició hasta estos años, la organización ha sido importante. Cuando los compañeros iban a Tumaco o Pasto muchos eran discriminados, porque no hablaban el español, entonces, ha sido importante tener una IPS en El Diviso, en Llorente, donde también hay educación. Antiguamente, los mayores y mayoras no sabían leer ni escribir, porque no había una escuela, así fuera de madera, ni un docente tampoco. Hoy en día hay escuelas, así sea lejanas, y así sea después de tantos años. Ahora se cuenta con una escuela de madera, con su docente, y estas

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son situaciones que han podido darse desde que hay una organización estructurada. La organización ha venido fortaleciéndose desde los mandatos, el Plan de Vida y la Ley de Origen, el Decreto Autonómico que se tiene, el Sistema de Educación Propia, el Sistema de Salud Propia, las titulaciones y también la Guardia Indígena, en la que participan hombres y mujeres. Antes teníamos un alguacil, pero ya cuando sucedió la masacre de Tortugaña, ahí se fortaleció la Guardia.

En aquella ocasión vinieron compañeros del Cauca para apoyar, llegaron más de 800 personas entre compañeros nasa de la Guardia Indígena, y también de otros resguardos de aquí de Tumaco, de Ricaurte, de Barbacoas; hubo una minga humanitaria por la vida y la dignidad que se hizo por la masacre, pues hubo cuerpos que se tuvieron que ir a rescatar. Para nosotros ese apoyo fue importante, pero lamentablemente fue por eso que nuestro pueblo fue conocido en el país.

Allí entonces es donde viene la lucha y la reivindicación de muchos derechos que siempre nos han vulnerado y ahí es donde ha estado la Consejería. Tenemos un Consejero Mayor, un

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Secretario General, que con él fue que estuvimos en Bogotá hace poco, y tenemos una Consejera Administrativa… Son 14 los consejeros, del área fiscal, de planeación, de administración y finanzas, de economía y producción, de salud, de educación, de comunicación binacional, Guardia Indígena. Tenemos estos consejeros y consejeras, son 6 mujeres y 8 hombres, que conforman la estructura organizativa. Estos consejeros están 4 años, y cada año se realizan asambleas para mirar cómo estamos con el territorio, cómo seguimos fortaleciendo la línea de salud, para revisar cómo está la consejería de mujer y familia, y la de niñez y juventud. Entonces, son lineamientos que marcamos desde las asambleas para afianzar estas líneas. Y también está el Consejo de Autoridades, que es donde nos reunimos con las autoridades para hablar de la situación, y es ahí donde venimos planteando lo que le compete a la organización, y también, como somos filiales a la ONIC, algunas compañeras y compañeros participamos cuando nos invitan de allá.

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4.

[CJP] Ya en el año 99 es cuando se viene la tala de árboles y comienzan a llegar los cultivos ilícitos. En ese tiempo los cultivos estaban en Putumayo, pero después se vinieron trasladando hacia este lado de Nariño. Se empezó a extender el cultivo de uso ilícito como la pandemia, y vino también gente del Caquetá. Y como había lugares que no tenían título, llegaron otras personas y se asentaron ahí. Eso fue difícil, y hablo por un caso especial que hubo aquí en mi territorio, Chinguirito Mira. Llamamos a la Defensoría del Pueblo, a la Unidad de Víctimas, a Restitución de Tierras, para ponerlos a ellos como garantes, para mirar estos problemas interétnicos. Ahí ha sido importante la organización UNIPA.

Entonces, antes el problema era la minería ilegal, pero ya en el 99 y en el 2000 fue cogiendo más fuerza el problema de los cultivos ilícitos. En Putumayo, en ese tiempo, estaban fumigando, erradicando, y el problema se trasladó para acá. Pero fue desde 2000 y 2001 que las familias comenzaron a sembrar en Tumaco, y ahí también se aprovecharon de que no habían llegado las titulaciones, las ampliaciones y saneamientos. Comenzó a llegar gente de afuera, gente que piensa a gran escala. Una vez me dijeron: “Ah, pero es que ustedes son indios perezosos, dejen

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sembrar”. Pero nosotros hacemos una defensa del territorio; no podemos hacer daño al medio ambiente ni a nuestro Katsa Su.

Cuando llegó la fumigación en el año 2006 o 2007, los que teníamos maíz, plátano, chiro nos vimos muy afectados, aunque no tuviéramos ni una hojita de coca. Yo no tengo ni una hoja para el mambeo… aunque los que mambean son los compañeros nasa, pero a mí me gusta, y sin embargo no tengo ni una hoja… pero, aunque uno no tenga coca, cuando llega la brisa, llega con el veneno, y ahí es donde se daña el plátano, o el maíz, que es muy sensible. Así que para nosotros fue muy difícil, y no solo por las plantas, sino por los animales, o incluso a algunas compañeras les cayó eso y hoy en día no pueden tener hijos, han quedado estériles; también hubo problemas de dermatitis y de nutrición. Esas estadísticas las tiene la IPS; en ese tiempo, 2006, 2007, yo era auxiliar de enfermería, y nos tocó bastante difícil: había niños que venían con deformidad cuando nacían…

Y ahí en la masacre… la masacre no fue ni porque en ese territorio hubiera cultivos ilícitos, no, fue por una mala información de ese grupo. Las FARC lo admitieron después en un comunicado. Allí murieron mujeres y hombres inocentes.

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[La Corte Constitucional emitió el Auto 004 en enero de 2009. En este declaraba que los Pueblos Indígenas estaban en riesgo de exterminio físico y cultural, por lo cual pedía que se tomaran medidas de protección sobre las comunidades. Pero el auto no tuvo efecto inmediato (no lo ha tenido todavía) y ya una semana después, el 4 de febrero de 2009, sucedió la masacre de Tortugaña Telembí, a orillas de la quebrada El Hojal. Las FARC asesinaron a 17 personas inocentes, cuya única falta fue haber quedado atrapadas en medio de un conflicto que no les correspondía. El crimen lo cometió la Guerrilla, pero no fue menos responsable el Ejército Nacional, que unos días antes había forzado a varias familias a dar información sobre la presencia de las Farc en la región, condenándolas a entrar en aquel círculo infausto de ataques y venganzas. Luego vino la respuesta del Pueblo Awá y de la Nación Indígena, una lección de dignidad y una demostración de fuerza espiritual y colectiva: en una minga de más de 700 personas, atravesaron un tramo de la selva para rescatar los cuerpos y entregarlos a la tierra. Ante la infamia y el horror del asesinato, el esfuerzo continuo por recuperar el equilibrio del territorio].

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Leydi Rosario Paí. A pesar de todo, se ha resistido gracias a la cultura, a los principios que se orientan desde el territorio. Eso ha llevado a formar líderes y lideresas con principios, que pueden estar con el pueblo de corazón, cuerpo y espíritu. El único interés es el bienestar de la familia, o del pueblo y el territorio. Cada 4 años nos reunimos a elegir a quienes nos van a representar, y eso también ha sido clave, porque el conflicto armado y los actores de la guerra han afectado bastante, y con ello el cultivo de uso ilícito, con el cual quieren someter a las comunidades para que estén a las órdenes de ellos, de sus políticas. Y una manera de poder fortalecer el Gobierno Propio es conversando con las autoridades, pues al estar un líder fuerte, que tenga claridad política, cultural, territorial, no va a caer o a someterse a políticas destructivas. Pero, lastimosamente, también muchos han caído, ya sea por miedo, porque los amenazaron, y piensan, bueno, primero está mi vida, porque cuando vienen con amenazas sucede eso.

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Pero hemos resistido hasta el momento. Ha habido gente muy valiente, que dice: “Si es de morir, me muero, pero no voy a traicionar al pueblo”, o “no voy a vender la conciencia o el territorio”. Ese punto es el que ha permitido que la organización resista. También la preparación, porque el irse preparando poco a poco, el ir estudiando… Han sido esas dos cosas, el proceso organizativo, pero también el fortalecimiento cultural, el estudiar, eso también tiene que estar presente para avanzar en el manejo de una organización como UNIPA.

Vemos que los últimos Gobiernos nacionales no han sido nada buenos y no han dejado ninguna esperanza. Siempre han dado respuestas negativas para nuestra organización. Entonces también hemos resistido con la unidad, el caminar en minga, que se ha venido haciendo desde mucho antes, pero en el silencio, en el territorio. Ante las situaciones de violación de derechos humanos, o los problemas de orden público, ahí estamos diciendo: “Bueno, compañeros, compañeras, voluntariamente, quién quiere caminar”. Quien quiera ir, pues ahí se une y uno se va. Uno no está mirando si va a regresar, si lo van a matar. El que está de verdad, pues está. No está pensando tampoco si le van a pagar, porque acá no hay con qué pagar. Es volun -

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tario y está en la conciencia que pueda tener cualquier persona, sea hombre, mujer, joven o mayora.

[LRP] Con respecto a la masacre que decía la compañera, en el 2009, digamos, fue una mala información entre ellos. Las FARC siempre andaban asesinando, masacrando, y como tenían sembrado el terror en todos los territorios y nadie hablaba, fueron a este territorio que es jurisdicción de la UNIPA, Tortugaña Telembí, en una selva donde toca caminar dos días para llegar allá, pura selva, no hay vías, no hay celular y en ese entonces peor, nada, no se podía ni llamar. Entonces se confundieron, ellos pensaron: bueno, estamos acostumbrados a hacer esto, matamos y ahí va a quedar, pero se equivocaron porque nosotros hemos dicho: “Ya no más al silencio”, y dimos a conocer esto a nivel nacional. Se hizo la minga, más de 700 personas indígenas de toda Colombia que ingresaron selva adentro, pasando ríos grandes, como el Yaculá, el Ñambí, el Pala, el Guagaipí, el Bravo, y bueno, ahí los que caminaron tendrán muchas historias que contar, pero fue muy importan -

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te que se viera claro eso. Desde esa época pararon los hechos en muchos pueblos de la región.

Nosotros somos la Unidad Indígena del Pueblo Awá, UNIPA, pero los awá también están en CAMAWARI [Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas Awa]. Allá el miedo no dejaba hablar, pero acá en la UNIPA, en estos 32 años, los líderes que nos han representado y orientado están allí, y los que vamos detrasito pues también estamos firmes. Pero no hay que desconocer que mucha gente se está torciendo, está perdiendo los principios, aunque no es la organización, sino la gente misma.

Entonces, se caminó, se le dejó muy claro a las FARC que no somos de ellos. Nosotros somos un pueblo neutral. Creo que ese es otro pilar para seguir resistiendo en medio de tantos grupos que nos rodean: no ser de nadie, ni del narcotráfico ni de lo grupos ilegales. Nosotros hablamos en el marco de la institucionalidad; es en el marco del Gobierno Propio que podemos hablar, conversar, pero también debemos tener mucho distanciamiento con la fuerza pública, y mirar hasta dónde ellos pueden actuar.

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Acá no se puede coger un carro e ir rápido de un lugar a otro. Acá es difícil el territorio. Es difícil el acceso, pero se vive bonito. Si no hubiera actores armados, así no llegaran las garantías del Gobierno o algunas inversiones, se viviría bien.

Hemos tenido un papel muy importante, sin recursos, con esfuerzos propios y con la palabra, con el caminar, para que nuestra juventud no haga parte de la guerra ni del narcotráfico. De pronto algunitos se han ido, pero eso ya se sale de las manos. Hemos trabajado mucho como UNIPA, como organización que somos, y algunos liderazgos territoriales o comunitarios han sido encaminados para eso. Que nuestra gente viva como se debe vivir. Que conserve el territorio, o que se prepare como líder en vez de ir a agarrar unas armas y destruir su pueblo. Todo eso lo hemos ido conversando; algunos escuchan, miran, pero hay otra gente que está muy desarmonizada, ya no le entran las palabras.

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[LRP] Hoy en día estamos haciendo programaciones para ir a caminar, porque muchos líderes, inclusive nosotras, ya no podemos ingresar al territorio. A medida que uno ya va teniendo ciertos conocimientos, ciertas claridades políticas, uno ya no puede andar libre. Eso también debilita. Entonces, lo que hacemos es orientar desde un espacio en que sí se pueda estar, invitar a la gente donde uno pueda. O, si vamos al territorio, ya nos vamos en minga. Es decir, 40, 50 personas, hasta 100. Invitamos a la gente más joven, porque en este proceso se aprende caminando. Y una manera de caminar es visitar otros territorios, ya sea en nuestros mismos resguardos o comunidades, o también pasar a otros municipios. El Pueblo Awá UNIPA estamos en 5 municipios en Nariño: Barbacoas, Samaniego, Ricaurte, Roberto Payán y Tumaco, entonces vamos, conocemos cómo viven allá, y allí vamos aprendiendo. Ahí en el medio de tanto caminar vamos inspirando. Yo digo así, inspirando; uno camina y ya van saliendo ideas propias de cómo empezar a hacer liderazgos. Pienso que es la única manera. Porque puedes aprender mucho desde la clase en la escuela, pero si no caminas no vas a mirar, a sentir ese valor, porque uno caminando suda, piensa, hasta llora si ya se le acabó el chiro para

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el almuerzo. Y vas mirando un montón de selva. Lo digo por mi territorio. Usted camina 2 días y mira pura selva, pura selva, ríos cristalinos, y escucha muchas otras cosas. Las distancias entre las casas son bien grandes. Hay una familia y a las 2 horas se encuentra otra casita por ahí, porque allá en comunidad, antes, no vivían en el camino, sino donde nadie pudiera llegar.

Pero en algunas otras comunidades ya hay sectores poblados. También es una manera de cambiar hoy en día, porque antes se vivía en casas de chonta. Ahora nosotros… un líder ya no puede vivir en eso, porque llegan y lo matan. Como sea, tiene que hacer su casa de ladrillo o que al menos esté más seguro. Ahora toca vivir con la puerta cerrada, y antes vivíamos con todas las puertas abiertas y casi no había pared; digamos, era una casa sin paredes, para que entrara el viento.

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Claudia Jimena Paí. Cuando sucedió lo de los Acuerdos, vino el PNIS, el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos. Acá estuvieron hablando, se le dijo a algunos gobernadores y consejeros y consejeras que era importante socializarlo dentro de los resguardos. Pero lo que dijo el Gobierno fue que no tenían presupuestos para poder llegar hasta los territorios. Eso fue en el Gobierno de Duque, antes de llegar la pandemia, como en el 2019. Desde el 2018 comienzan ellos a hablar de los PNIS, pero no se miraron las garantías, y por eso las autoridades de UNIPA no firmaron ninguna carta de intención. Se le dijo al Gobierno que debía haber un delegado en los territorios, pero no lo hicieron. Algunas comunidades afro sí firmaron esa carta, confiaron en el Gobierno y ahí fue que después asesinaron a varios líderes y representantes de los consejos comunitarios. Acá las autoridades tradicionales y las consejerías siempre hemos manifestado que debe haber Consulta Previa en los territorios, para luego no ser señalizados y estigmatizados, que fue lo que le pasó a los consejos comunitarios del lado del río Mira. Por esto fue que salió después el Auto 620, porque mataron a muchos líderes que confiaron en la buena fe del Gobierno cuando salió lo del PNIS.

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Acá se ve mucho lo del incumplimiento y falta de garantías. Acá hubo un campo de desmovilización en la entrada de La Playa, el Gualtal. Y ahí es donde se fueron algunos. Unos volvían a sus territorios, y otros a conformar las disidencias. Ahí fueron naciendo las disidencias de las FARC, porque no les cumplieron a ellos tampoco. Uno ve que en el Acuerdo de Paz hubo muchos incumplimientos, y lo mismo también ha sucedido frente al Movimiento Indígena. El capítulo étnico casi se queda por fuera. Ese era un acuerdo entre el Gobierno y los grupos ilegales, pero en todo caso no se contó con la participación de los movimientos étnicos, casi nos dejan por fuera. Es lo que ha sucedido con estos Gobiernos, y por eso digo que esto se vuelve algo crónico. Vuelven a surgir los grupos ilegales. Primero eran los Guachos, luego los Oliver, luego el Frente 30, luego que el Frente Rendón, después, por un lado, estaba la Guerrilla Unida del Pacífico, luego Iván Ríos, luego que Contadores, luego que Tapita de Huevo. Bueno, se ven más de15 grupos ilegales ahí. Usted sabe que esos grupos están acostumbrados a vivir así, a asesinar, a matar, a extorsionar, a vivir esa vida fácil. Pues de la noche a la mañana no van a cambiar. Van a cambiar los altos coman -

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dos, que tienen posibilidad de alguna otra cosa. Aunque, bueno, tampoco, porque Iván Márquez y Jesús Santrich volvieron a coger las armas, a formar la Segunda Marquetalia.

Entonces, por un lado, está la falta de garantías y de cumplimiento de lo pactado, pero también está la falta de inversión social que se necesita en estos lados. Lo que el Gobierno pasado hizo fue mandar más ejército, y hoy se han hecho muchas denuncias, con plena certeza, pues el mismo ejército es el que, por la parte del río Mira, recibe pagos del Frente 30, son alcahuetas con esto. Por acá en Inda Sabaleta, en Inda Guacará, están los Contadores, y el ejército es alcahueta con ellos. Uno escucha que les han pagado más de doscientos millones. Si usted viniera desde Pasto en bus, miraría pura policía, ejército, y no hay ni 100 o 200 metros hasta el lugar donde han asesinado compañeros y compañeras. Y es como si nada. Entonces, por ahí también se pierde esa confianza institucional. Y también con la Fiscalía, porque se denuncia, pero no hay un seguimiento o una investigación oportuna. Si detienen a los responsables vuelven y los sueltan. No sé qué información les dan y vuelven y los sueltan al territorio. Lo otro es que los que se desmovilizaron se cambian de nombre, como

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este que se llamaba Rambo, luego que Gustavo. Los que estaban acá, siguen acá y ahora tienen otro nombre, entonces siguen revictimizando, sigue habiendo ese conflicto.

Entonces, para nosotros los awá, esto ha sido bastante difícil, mucho más en el contexto territorial en el que vivimos. Por eso vuelvo y le digo: hay más de 620 acuerdos, y más de 98 compañeros y compañeras asesinadas hasta este año, después de la firma del Acuerdo de Paz. Para nosotros, como Pueblo Awá, no hay atención, o como lo dicen los autos, no se mira la atención oportuna por el riesgo de la pervivencia física, cultural y espiritual… no se mira. Por eso ahorita viene otro auto… por esa parte, esperemos a ver. No sé, uno mira que esto ha sido de todos los Gobiernos, que han tenido una misma línea, que se hacen los de los oídos sordos y hacen caso omiso. Por acción u omisión, los Gobiernos están teniendo mucho que ver con la situación de nuestro pueblo. Y nosotros, por las denuncias que hemos hecho, como decía mi compañera, no hemos sido alcahuetes… por ejemplo, hablaron de los compañeros que asesinaron, que había sido por narcotráfico, y no, es porque uno se para de frente.

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[Esta vez sucedió en el resguardo de Inda Sabaleta, en plena vía pública. El 3 de julio de este 2022, 15 hombres de la banda los Contadores dispararon contra 3 líderes awá: Juan Orlando Moreano, de 35 años, John Faver Nastacuas, de 26, y Carlos José García, de 29. El primero se desempeñaba como gobernador suplente del resguardo y los otros dos hacían parte de la Guardia Indígena. El entonces ministro de Defensa, Diego Molano, explicó: “La información que se desarrolló en el Consejo de Seguridad recientemente es que esto se dio a una disputa de rentas criminales”. Aquella respuesta fue, cuando menos, asombrosa, pero se correspondió fielmente con la indiferencia histórica y la irresponsabilidad de un sector de la dirigencia del país frente a las víctimas directas de una guerra ya demasiado larga. Más allá de los asesinatos, el señalamiento de parte de quienes deberían defender a sus ciudadanos es de una mezquindad inverosímil. Frente a las circunstancias, en todo caso, y a juzgar por las voces que se escuchan al cabo de estos párrafos, el Pueblo Awá se muestra dispuesto a seguir caminando y, con ello, a tejer el vivir bonito propio de su territorio profundo].

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[CJP] Nosotras, como mujeres, nos vamos a la minga a seguir enseñando el tejido del canasto, el tim, y esas son también formas de lucha, de resistencia que hacemos hombres y mujeres. Siempre pensamos que si hubiera las garantías en la política rural… Nosotros acá estamos fortaleciendo mucho el trabajo para la soberanía alimentaria, estamos mirando alternativas pero, bueno, el Gobierno debe garantizar los puentes, las vías, para poder comercializar. Son cambios que favorecerían no solo a la población indígena, sino también a la población afro y campesina.

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Hemos dado siempre una lucha con enfoque étnico y de género, a nivel institucional. Fui consejera de Mujer y Familia, desde junio de 2016 hasta junio de 2021. Ahí hablábamos del patriarcado o el machismo que se ve mucho, pero también hay que mirar que eso se vive es a nivel mundial, en todos los países. Esto ha sido una lucha constante de nosotras como mujeres. Ahí ha sido muy importante el caminar y el seguir trabajando tejidos comunitarios, redes entre nosotras mismas, desde las capacitaciones y formaciones. Ha sido clave un plan de acción donde las mujeres ordenen, desde los mandatos, desde los estatutos. Miramos en ese plan de acción cuáles son las líneas que se van a trabajar. Cuando uno habla con las mayoras se mira el tema de la paridad, porque hay violencia basada en el género. Cuando se vino la pandemia esto se incrementó, hubo una triple afectación: por el conflicto armado, por la pandemia, y por la violencia basada en género.

Uno mira que la mayora y el mayor siguen juntos, han criado, pero ya cuando llega gente foránea, cuando llegan modas o información de afuera, con la televisión, con los celulares, las telenovelas, ahí hay influencias y empiezan a pegarle a la mujer. Se influye por los modelos económicos globales, y esto afecta en el sentido en que no hay un buen uso de las herramientas

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de comunicación. Los mayores dicen que esa afectación depende del sentido que se de a esa tecnología que llega. Por otro lado, los mayores dicen que antiguamente no se presentaban esas violencias, pero cuando empezaron a salir aquí en Buena Vista, hacia Llorente, hacia Tumaco, fue cuando comenzaron a beber y a copiar, porque algunos awá son copiones, y en vez de copiar lo bonito, copian a veces lo malo. Antiguamente tomaban, pero llegaban y se dormían. Mi abuelo era bastante chapilerito, y yo le preguntaba a mi abuela si él venía a golpearla. “No -decía ella-, lo único era que, si tomaba, salía de la gallina, del puerquito; tomaba y llegaba sin un peso, pero llegaba a dormir”. Entonces, también en las capacitaciones hemos hablado de la violencia económica; antes no se golpeaba, pero también se iban y llegaban sin un peso. Así comentaban algunas mayoras; no se golpeaba, pero había violencias o desarmonías en la familia.

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[CJP] Allí entonces es donde hay que comenzar a mirar, a trabajar con gobernadores, con la Guardia Indígena. El compañero Juan Orlando Moreano, que también era consejero, era un aliado estratégico para trabajar contra esas violencias de género. Por eso digo que, para nuestro pueblo, y mucho más para las mujeres, nos asesinaron a un aliado. Entonces, hablamos con hombres y mujeres sobre la importancia de no golpear a la mujer, el responder por los hijos, el trabajar bonito. Que eso es lo que hace la dualidad y la paridad. Y eso era lo que hacíamos con Juan Orlando, cuando él era consejero de la Guardia, capacitar a la Guardia, a hombres y mujeres jóvenes; articular este trabajo y mirar, desde los valores y principios del ser awá, cómo mantener el respeto, que, si hay un problema, hablemos con la pareja… el corregir a los hijos, mirar cómo va a ser esa corrección.

Por eso decimos que trabajemos una ruta con un enfoque étnico diferencial que sea preventivo, sea desde la Guardia, sea desde la salud, sea desde la educación, sea desde lo territorial, sea desde la economía y la producción. Hablamos de esta estrategia en todas las consejerías para ir sensibilizando a hombres y mujeres. Lo otro es corregir: cómo miramos nosotros desde nuestra medicina, desde los tiempos de luna, de sol, desde la

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placenta, cuando uno tiene sus hijos, como es esa conexión con Susakatmika [creador del mundo], con el Katsa Su… dónde queda nuestra placenta, dónde está quedando nuestro ombligo. Es ahí que reflexionamos y vamos donde las mayoras, los médicos y las médicas tradicionales. Los médicos dicen que hoy en día estamos perdiendo la tradición. Estamos pariendo en hospitales y con la placenta se hacen hasta cremas y champús, y uno se queda pensando: cómo hacer para que nuestro hijo o hija siga la conexión con el creador, con el territorio y con la Madre Naturaleza.

Por eso empezamos a caminar, con algunas gestiones que se hicieron con la cooperación internacional. Ahí fue que gestionamos, porque el Gobierno colombiano, cuando estuvo don Iván Duque, y el Gobierno de Camilo Romero no dieron garantías en ese sentido. Fue la cooperación internacional la que nos ayudó más, con el Foro Internacional de Mujeres Indígenas, FIMI, también con el Fondo de Desarrollo Empresarial Solidario, FODES, con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID… con ellos miramos el movimiento por la paz y seguimos fortaleciendo el tema de la atención. Ahí miramos también cómo seguir atendiendo las violencias basadas en género, y, lo mismo también, cómo proteger a nuestras defensoras de

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derechos humanos y ambientales. En esta parte, la mujer es muy transversal, tiene que estar en todos lados. Con algunas consejerías y con algunos gobernadores hemos empezado a descolonizar ese pensamiento machista, esa cultura que a veces prevalece frente a nosotros. Para nosotras fue clave el consejero guardia porque él era un compañero que tenía mucha sensibilidad. Decíamos nosotras: “Enamoremos del proceso a nuestros compañeros para tener aliados, para aprender a trabajar en paridad, como lo han hecho siempre los mayores”. Para que dejen de pensar: “Si yo hago esto me creen marica, si cojo una escoba…”, y cambiar esos estereotipos. Todavía nos queda mucho por trabajar, no le voy a decir que lo logramos; nos queda todavía y son los retos y los desafíos que tenemos como pueblo, como organización, como consejeros y consejeras.

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La compañera también viene trabajando con los niños, con las niñas y jóvenes desde la música, desde la marimba y el teatro. Ella es coordinadora de la zona Telembí, y esa es la estrategia que ella lleva. Ahora acá, desde la estrategia de Mujer y Familia, con el médico y médica tradicional, con la psicóloga −una compañera awá−, se está tratando de eliminar poco a poco estas violencias. Yo estaba trabajando con algunas gobernadoras un tejido más comunitario, más territorial. Como somos binacionales, a veces no alcanzamos a llegar a todas partes. Es bastante duro, bastante presupuesto, ya no toca sino un poco más de 30, 40 personas, por la situación y porque las instituciones no financian más. Con la consejería hay un equipo que está encaminando, pero aun así no se alcanza. En todo caso estamos ahí en la zona de frontera haciendo un tejido comunitario para mirar cómo hombres y mujeres, niños, niñas, jóvenes, mayoras y mayores podemos seguir trabajando, apuntándole a nuestro Wat Usan, nuestro vivir bonito. Cuando hablamos del Wat Usan, el vivir bonito, es eso, vivir bien con la mamá, con el papá, con el vecino. Es lo que siempre hemos buscado, esas alternativas, aun en medio del conflicto armado, de las amenazas que siempre tiene uno. Y es que el territorio al que pertenezco tiene mucho cultivo de uso ilícito; son más de 180 hectáreas que no quedaron dentro del título y es ahí donde llega gente y se aprovecha. Así que tenemos que hacer una defensa, uno les dice: “Bueno, miremos, busquemos alternati-

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vas, hagamos esto, miremos cómo transformar”. Con la hoja también se puede hacer champú, se pueden hacer cremas. Son estrategias que buscamos para minimizar los problemas, lo hacemos con el consejero mayor, apostándole a la asociatividad de hombres y mujeres, para volvernos también más productivos.

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[CJP] Desde que empezamos la Consejería de Mujer y Familia se trató de solucionar la desarmonía. Pero si usted ve, en las reuniones más hablan los compañeros, y las mujeres hablamos cuando ellos no están. A veces es que estamos pensando la misma cosa, y luego uno dice: “Yo que voy a estar repitiendo, si lo que iba a decir ya lo ha dicho el compañero Juan, o el compañero Jairo”.

Sobre eso, cuando inicié en el año 2004, era auxiliar de enfermería y me tocaba la parte extramural, estar en la montaña. Entonces, me tocó por obligación hablar con las comunidades. Era bastante difícil, porque se nos iban a esconder a

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la selva, a la montaña. “Vienen las que puyan”, decían, entonces fue una educación muy importante con ellos. Así que tuve que hablar. Y acá, trabajando en la Consejería de Mujer y Familia también nos ha tocado ayudar a las mujeres a aprender a hablar. Las compañeras eran calladas, y hoy en día se puede decir que, de los 32 gobernadores, 9 son mujeres. De las 14 consejerías, 6 son de mujeres: la Consejería de Mujer y Familia, la Fiscal, la de Producción, la de Educación, la de Finanzas, la de Niñez y Juventud. De esas compañeras, 4 venían participando en la Consejería de Mujer y Familia, entonces para mí es importante que esos procesos se vayan generando. Y las 9 gobernadoras, de Ñambí Piedra Verde, de Guelmambí Caraño, de Santa Rosita, de La Brava… vienen de unos procesos con la organización UNIPA. Antes no se veían mujeres, antes había solo dos gobernadoras, y este año ya hay 9. Es bueno entonces ir dejando escuela, que sigan ellas construyendo conocimiento y cogiendo experiencia. No le puedo decir que todas participan, pero sí hemos logrado que haya mujeres en la educación, en la salud, como promotoras, como auxiliares de enfermería. Tenemos mujeres lideresas de los diferentes territorios.

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Poco a poco entonces vamos logrando que haya esa formación. En eso ayudan los medios de comunicación también. Tenemos 2 emisoras: La Voz de los Awá y Ñambí Telembí, que son emisoras comunitarias que han trabajado con las uñas, pero que hemos tratado de seguir fortaleciendo. Ahí los consejeros nos han apoyado para hacer mensajes radiales, podcasts, para visibilizar los mandatos, las historias, las fábulas, para seguir impulsando el vivir bonito, en familia, en comunidad. Hemos tenido varias estrategias para fortalecer la cultura y la familia awá.

[CJP] Como Pueblo Awá, hemos apoyado este nuevo Gobierno, a Gustavo Petro y a la amiga Francia Márquez. Los apoyamos con el fin de lograr un cambio en este país, mirando que ambos vienen de territorios. Acá sabemos que es un reto, un desafío muy grande, pues son tantos años de corrupción y de olvido histórico sobre los afro, los campesinos, los gitanos, los indígenas, todos estos pueblos que el Gobierno sabía llamar “las minorías”. Ha habido muchas necesidades básicas insatisfechas, entonces para ellos es un reto muy importante tratar de cumplir. Tendrán que comenzar a escuchar, porque hay que dialo-

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gar y deben ver cómo van todas esas rutas de atención a las poblaciones. Ellos han comenzado por la parte del Cauca, y me imagino que seguirán con el Chocó, con Tumaco. Esos diálogos son importantes para mirar una ruta con enfoque étnico y diferencial. Dijeron que iban a recorrer 65 municipios, los más afectados que han sido abandonados por más de 60 años. Pero tendrán que mirar la inversión, porque aparte de dialogar, deben hacer la inversión para poder mitigar un poco las necesidades básicas insatisfechas. Por ejemplo, en el territorio de nosotros, usted puede mirar que no hay agua. Y en el mismo Tumaco, o en el mismo Ricaurte no cuentan con un hospital bien adecuado para las comunidades. Mejor dicho, hay muchas situaciones que debe mirar este Gobierno, pero al menos a uno le queda la satisfacción de haber elegido… y sé que ellos poco a poco van a ir construyendo esas rutas y alternativas… Y no mentir, porque lo más duro para nosotros como Pueblo Awá es que el Gobierno nos incumpla. Por el 1137 de 2010 se creó la Mesa de Concertación con el Pueblo Awa, MCAWA, pero el Gobierno nos ha incumplido mucho. Tenemos una matriz a corto, mediano y largo plazo, y si ellos hubieran mirado cómo intervenir en el cultivo de uso ilícito, cómo ir sacándolo, ya en este tiempo, 13 años que han pasado, se hubiera ido

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mitigando con proyectos de impacto en que se pudieran ver esos cambios. Entonces este nuevo Gobierno tendrá que ver, no volver a empezar sino seguir con los trabajos que están, y que se cumplan los compromisos.

Leydi Rosario Paí. Uno puede cultivar la esperanza. De una u otra manera, hay un cambio de visión política. Pero eso no quiere decir que ya se van a solucionar todas las necesidades que tenemos los awá en los territorios. Pero algo deben hacer, con que no roben es bastante, que inviertan en las cosas que requiere el país. Que trabajen por la paz, me parece que es un punto fundamental, porque como decía hace un rato: que no haya paz es lo que no nos ha dejado vivir acá tranquilos. Si hay tranquilidad, podemos hacer más cosas de las que ya hemos hecho en medio del riesgo de perder la vida. Acá hay muchas mujeres que no han terminado ni el bachillerato, inclusive la primaria. Es difícil buscar otras alternativas de vida cuando

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no se tiene escolaridad. Y, por otro lado, la juventud termina el bachillerato, pero no ha podido ingresar a la universidad. Hay muchas cosas que por acá se anhelan. Ojalá que todos pudiéramos estudiar, eso evitaría que la juventud tomara otro rumbo. Porque aquí la única alternativa que se ofrece es la de la competencia, pero no hay garantías de vivir, ni garantías económicas. Hay trabajos que son voluntarios, entonces llega el actor armado, que sí maneja plata, con el tema del narcotráfico, y que le doy moto, le doy esto, le doy una casa si quiere… Nosotros como organización no podemos decir: “Bueno, te voy a dar una beca para que estudies, te pagamos la universidad para que vayas”. No, no podemos, no tenemos. Usted mira muchas familias que viven económicamente mal. Ellos sueñan con que sus hijos estudien, pero ¡cómo van a garantizar la estadía afuera de la comunidad! Universidades no hay acá. Tengo un caso cercano: pasó a la Nacional, pero le tocaba ir a Medellín. Un arriendo allá cuánto valdrá, no sé, pero la mamá, cabeza de familia, que solo se puede rebuscar vendiendo cualquier cosa, no puede sostener allá un arriendo, alimentación, transporte, libros. Hay otro que está en Palmira. Ya renunció porque no podía seguir asumiendo todos los gastos. Entre comillas es gratuita, pero uno no puede ir y mantenerse allá. Esos temas hay que mirarlos. También la ayuda en el deporte. Hay mucha gente talentosa, pero quedamos allí, jugando en la pampa,

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como decimos, solo por diversión. Pero no queremos solamente eso, queremos sobresalir. Acá hay muchos talentos, pero no hay reconocimiento, hay músicos de marimba, hay sabedores de curaciones, viven en la selva, pero para nosotros son médicos más que profesionales, y nunca tienen un reconocimiento. Solo tienen lo que les puede dar la familia que va a hacerse curar, una gallina…

Entonces, hay muchas cosas que se podrían trabajar, y hay muchas expectativas ahora. Pero con que no roben es bastante. Algo más han de hacer, pero decir que nos va a cambiar la vida de un día para otro… no va a engañarse uno mismo. Bueno, al menos se dio un paso, el de cambiar a otra ideología política. Esperemos que los dejen trabajar.

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Seguiremos luchando mientras no se apague el sol

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El Cauca ha sido una zona de tensiones constantes, de abusos extremos y resistencias radicales. Fue allí en donde surgió la primera organización indígena de Colombia, el CRIC, en 1971, y también donde logró conformarse un movimiento guerrillero, el Quintín Lame, en 1984, cuya vocación exclusiva era la defensa del territorio y de la vida de los indígenas. Alfonso Peña Chepe participó tanto de aquel movimiento armado como de los procesos civiles previos y subsiguientes. Nos habla aquí, entonces, de parte de aquella historia: las razones y los alcances del Quintín Lame, la participación indígena en la Constituyente, los reveses posteriores, pero también las perspectivas frente a los cambios recientes en la política colombiana. Tiene sus reservas frente al Gobierno del Pacto Histórico: no cree que las cosas vayan a cambiar de manera sustancial, pero, al respecto, espera sinceramente estar equivocado. Y espera estarlo, pues a pesar de los avances organizativos y de las evoluciones del movimiento, la situación humanitaria para las comunidades indígenas sigue siendo la misma de hace treinta y cuarenta años.

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8/7/22

A ver, cómo será que comienzo. El Movimiento Indígena colombiano da un giro en la década de los setenta. Aunque este siempre ha existido, hubo una época en que esa resistencia estaba quebrantada, minimizada, y ya no había poder sobre muchos territorios. Se habían acabado los resguardos, habían desaparecido y, en ese aspecto, cuando nació el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, en el año 1971, una de las primeras banderas fue fortalecer las autoridades, y luego, recuperar las tierras que habían sido arrebatadas por los grandes terratenientes en el Cauca. Eso llevó nuevamente a fortalecer el proceso de lucha y de acompañamiento. El CRIC nació en el municipio de Toribío con 7 autoridades indígenas que ya casi estaban desaparecidas. La gente se consideraba más como campesina por todo el señalamiento, por el proceso de aculturación al que la había sometido el Estado. Había muchos mayores, pero les daba pena ser indígenas.

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1. Alfonso Peña Chepe Pueblo Nasa

Entonces, ese cambio se da para fortalecer. Cuando nace el CRIC nace también la recuperación de la tierra en diversas zonas del departamento del Cauca: zona norte, zona de Tierradentro, zona sur, occidente, el mismo centro, pero ante esa situación también comienza una persecución bastante crítica, hubo señalamientos, amenazas y asesinatos. Esas fueron las primeras respuestas. Inclusive hubo una alianza entre terratenientes, ejército y grupos armados, tanto de izquierda como de lo que en ese momento se llamaba la banda de Los Pájaros. Asesinaron a muchos líderes que estaban jalonando los procesos de recuperación. El caso de Benjamín Dindicué, el caso de Rosa Helena Toconás, el caso de Gustavo Mejía, líderes que selectivamente fueron asesinados.

Esto llevó a tomar diferentes formas estratégicas de resistencia del Movimiento Indígena, porque siempre, en el proceso de lucha, se buscan todas las estrategias para la pervivencia de los pueblos. Yo soy proveniente de la lucha de la recuperación de la tierra. Participé desde muy joven en este proceso de organización porque mis padres fueron luchadores, por las circunstancias. En mi familia todos eran terrajeros y ese aspecto llevó a que hubiera muchas dificultades, y que se hicieran procesos de recuperación. Hoy todas esas tierras se han recuperado, hoy son

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resguardos, son ampliaciones. Si miramos, hoy el CRIC cuenta con 139 autoridades. Es decir, había nacido con 7 autoridades en el 71 y ahora ha crecido. Hoy, la mayor parte del territorio del Cauca está en poder de los Pueblos Indígenas, llámese Nasa, Kokonuco, Yanakonas, Misak; todos los pueblos que están en el Cauca hoy gozan de sus territorios.

2.

Ha habido una escuela permanente y una convicción de lucha, porque había un objetivo claro, que era la recuperación de la tierra. Todos estaban encaminados a lo mismo, pues las condiciones de vida de muchas comunidades eran supremamente precarias. Lo que daba el terrateniente a cada familia para trabajar, para vivir allí, era escasamente una hectárea. Allí tenía que radicarse toda la familia y seguirle sirviendo al terrateniente. Esa circunstancia incentivó la lucha y de esas luchas se comenzó a definir lo que hoy se conoce como sistemas. En su momento eran los programas de educación, salud… También se empezó a proyectar el fortalecimiento de las autoridades, porque el proceso de las autoridades era supremamente débil. Para lo único que servían estas era para ir a convencer a la comuni-

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dad, en época electoral, de que votara por los caciques políticos manejados por la iglesia. Pero la lucha también fortaleció la autonomía de las autoridades.

Sin embargo, se pusieron muchos muertos, muchos presos. Vino una alianza entre los terratenientes y las FARC, las cuales asesinaron a muchos indígenas. El terrateniente pagaba la vacuna, y cuando la guerrilla veía que los indios estaban ganándole tierras, entonces iban y asesinaban a los líderes. Esa circunstancia lleva a que el Movimiento Indígena tome otra decisión: se dio la creación de las autodefensas Quintín Lame, que fue un movimiento armado, que luego en los noventa dejó las armas, porque estas eran un medio de defensa y no un objetivo. En el Cauca, la presencia del Quintín Lame llevó a que muchos enemigos o terratenientes empezaran a reducir la persecución. Les tocó aplacar y llegar al diálogo con las FARC para frenar la situación. Si no se frenaba la situación, pues obtenían la misma respuesta armada. Esas son formas de lucha que ha habido, y hoy puedo decir que por estas es que se nos han reconocido, desde 1994, el territorio ancestral, el resguardo indígena de

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la Laguna Siberia del municipio de Caldono. Ahora, sin embargo, estoy fuera de mi territorio ancestral. Estoy ubicado en el municipio de Sotará, y estamos en proceso de crear un nuevo resguardo que se llama Wejxia Kiwe.

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[Ante la estrategia de entrar a las haciendas a volear azadón, las masacres y la ejecución de indígenas patrocinadas por los terratenientes. Luego, entonces, ante las balas aliadas de los terratenientes y las FARC, los fusiles del Quintín Lame. Las primeras acciones se dieron en 1984, tras la represión criminal por el intento de recuperación de las tierras de la hacienda López Adentro y el posterior asesinato de Álvaro Ulcué Chocué. El 29 de noviembre de aquel año quemaron tractores del Ingenio Castilla y ya en enero del 85 se tomaron el municipio de Santander de Quilichao. El Quintín Lame no pretendía acceder al poder de la nación a través de las armas ni se adhería al Partido Comunista, como otras guerrillas. Lo que buscaba era defender el Movimiento Indígena y el derecho a la recuperación de la tierra. Frenar la matanza de los líderes y los miembros de la comunidad. Pero los fusiles, además de proteger, también impulsaban los círculos de violencia. Las autoridades de las organizaciones regionales empezaron a insistir en que, con las armas, se estaba corriendo el riesgo de perder lo adquirido por medios políticos. En 1991, entonces, el Movimiento Armado Quintín Lame firmó la paz con el Gobierno nacional, logrando que uno de sus miembros, Alfonso Peña Chepe, participara en la Asamblea Nacional Constituyente].

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Ha habido un proceso de lucha continuo del año 70 al 90. En ese momento, el tema de la tierra unía a todo el mundo. Todo el mundo se posesionaba en las fincas hasta ganar. Los líderes estaban mucho más claros y estaban en constante comunicación, todos unidos, todos en minga y eso los fortaleció muchísimo, al menos en el Cauca, porque cada proceso en el país es totalmente diferente. De la Constitución del 91 acá ha habido otra fase del mismo cambio. Hoy hay una dirigencia joven, muy buena, que se ha formado netamente en lo administrativo. Su proceso de lucha ha sido elaborando proyectos, coordinando y gestionando. Pero en muchos aspectos esto ha venido haciendo daño, porque se está pensando solamente en lo económico, en cómo lograr la plata, cuando las necesidades de los Pueblos Indígenas son totalmente diferentes. Ha habido una ruptura, porque estamos buscando recursos, conseguimos recursos, pero estos no están llegando a las comunidades, así que la gente pregunta: “¿Qué está pasando?”. Hay líderes que se volvieron corruptos, que se están robando la plata. Y eso también es lo que señalan muchos contradictores nuestros, contradictores del Movimiento Indígena.

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3.

He planteado que evaluemos los logros en las negociaciones con el Gobierno. Miremos, ¿cuántos resguardos se han constituido en todo este tiempo? Si acaso uno o dos. La lucha directa nuestra fue sentarnos 20, 30 años para que se constituyera un resguardo. Uno entiende que el diálogo es necesario, pero ese diálogo tiene que dar resultados en el marco de lo que se logró en la Constitución del 91. Siempre he insistido en que el Movimiento Indígena no está pidiendo un favor ni a la sociedad mayoritaria ni a los gobernantes. Hoy el Movimiento Indígena está exigiendo los derechos ya conquistados. Ninguno de los logros ha sido regalado, entonces, si creemos que el Gobierno nos ha hecho un favor, ahí perdemos territorio, perdemos nuestra forma de ser y perdemos nuestro horizonte. He insistido en que nuestros derechos y nuestros principios no se negocian. Para que el otro respete nuestros derechos y planes hemos dado una lucha, movilizaciones, paros, bloqueos, tomas de fincas, tomas de entidades. Por eso, una de las banderas del Movimiento Indígena ha sido la minga. Esa es hoy la resistencia para seguir. El Movimiento Indígena, desde la Conquista, ha entendido que

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la única forma de ganar los derechos y de permanecer es estar unidos, luchar para garantizar los derechos y la pervivencia. Por eso es que también he acompañado siempre estos procesos.

Nuestra posición siempre ha sido juntarnos con los otros. Desde el nacimiento del Movimiento Indígena ha habido alianzas con los negros, con los campesinos, con los demás sectores sociales para ir construyendo, para cambiar circunstancias. cuando se da el cambio de la Constitución del 91, supusimos que esto iba a dar un vuelco total, que habría una transformación, porque la Constitución también fue producto de un acuerdo de paz. Pero muchos sectores, desde ese momento, no se sintieron incluidos, y el pacto por la paz que hoy Petro está reeditando tiene que ver con eso.

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4.

Lo que hoy tenemos con el Pacto Histórico es la consecuencia de años de un proceso de juntanza, es un primer resultado importante. Sin embargo, siempre he sido crítico. Hoy tenemos un Gobierno de sectores populares con Gustavo Petro, pero no tenemos todavía un verdadero Gobierno del Pueblo, porque todas las normas con las que va a regir Petro son las normas que la derecha de este país ha hecho. Por ejemplo, el tema de la salud. El sistema de salud de la Ley 100 ha sido un sistema de muerte, de negociación, de saqueo, y no ha garantizado de verdad la salud de la gente. Si hoy el Senado y todos los que llegaron tienen esa visión, deberían aplicar la Constitución, y hacer las reformas que sean acordes a las necesidades de los pueblos. Sabemos que estos 4 años no van a ser suficientes.

Yo al comienzo tenía muchas aspiraciones. De hecho, trabajé, apoyé, orienté, porque esto ha sido una decisión colectiva. Pero yo decía: cuando uno tiene un cambio, tiene que hacer esos cambios pensando en la nueva generación. Hoy la formación de los ministros que ha ido

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nombrando… son gente muy importante, pero digo, ya han sido ministros con otros Gobiernos: Ocampo, el de Hacienda, o Alejandro Gaviria de Educación, López de Agricultura. Entonces, si en ese momento en que fueron ministros no hicieron lo que debían hacer, ¿será que hoy han cambiado? Uno también entiende que para gobernar tiene que dejarse rodear de todos los sectores, de todos los partidos que hicieron parte del Pacto Histórico, pero sí debe haber una participación equitativa: experiencia, juventud, género, todo… indígenas, campesinos. Si el tema del Pacto Histórico en campaña era multicolor, se supone que la conformación del gabinete debe ser así. Pero hasta ahorita yo no lo he visto. No he visto que hayan ofrecido algún cargo al Movimiento Indígena. No sé si de pronto el equipo que está en el empalme tenga esas claridades. No he escuchado que se haya invitado a los afros −como movimiento y no como personas− ni a los indígenas. En el caso de los indígenas, que convoque al movimiento, para que el movimiento, en su sabiduría, diga quién va a ser esa persona. Si ofrece el cargo directamente a la persona, no puede haber una decisión colectiva.

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Entonces, en la campaña tenía muchas ilusiones porque siempre soñamos que un nuevo país era posible. Hoy se dio, pero ya, a medida que pasan los días [desde la elección], uno va teniendo reservas, y espero que me equivoque, que la historia diga que me he equivocado en esto. Pero estoy casi seguro de que no va a haber muchos cambios, porque hoy la burguesía colombiana, la derecha colombiana tiene mucha fuerza, sigue siendo fuerte, muy fuerte en la economía. Cuando son tan fuertes, maniobran para quebrantar el proceso. Y en muchas partes, desde los municipios, desde los departamentos, lo han podido hacer. Por ejemplo, el caso del Cauca: nosotros ganamos la gobernación, hicimos muy buenas obras, muy buena gestión, pero, por esa inexperiencia administrativa, no se hizo la divulgación suficiente del trabajo. La gente creyó que no habíamos hecho nada. Y hoy han pasado más de 20 años después de que ganamos y no volvimos a saber nada, y en las alcaldías ha pasado lo mismo. Hemos ganado, se ha hecho muy buena gestión, pero al no divulgar, al no hacer publicidad, porque creemos que la gente actúa de buena fe, llegan los otros, se abanderan de los logros, y todo lo que hizo el indio no sirvió.

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Esperamos entonces que en esta presidencia no vaya a pasar lo mismo. Gustavo Petro tiene que hacerse un buen equipo y no ser un caudillo. Y nosotros, así como apoyamos la campaña, debemos rodear y orientar, que él se deje aconsejar, que las decisiones que tome sean acertadas, consensuadas, para que ese Gobierno tenga éxito. Si uno mira la experiencia de otros países suramericanos, el diálogo abierto, consensuado, ha dado resultados, pero cuando el Gobierno se ha enranchado, eso no ha dado ningún fruto. Por ejemplo, Venezuela; a pesar de que ha hecho cosas muy importantes, ha tenido muchas fallas. Han sido más las cosas negativas que las positivas. Así que aquí debe haber un consenso, no tanto con la derecha sino con los sectores que apoyaron y que están exigiendo un cambio… aunque uno también tiene que entender que hay un sector grande de la derecha que quiere el cambio. Y eso se puede hacer; si este país que ha sido tan rico, tan poderoso, lograra esos acuerdos, esto sería un paraíso.

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Dimos un vuelco total. Para llegar al poder hay dos caminos. Uno por vía de la revolución, por las armas: la toma del poder que quería las FARC; y otro por la vía electoral. Este camino es muy efectivo si se sabe aprovechar. Esta vez pudimos hacerlo así, porque los que hemos sufrido somos más. A veces nos dejamos comprar, engañar, el poderoso nos domina con nuestra misma fuerza, pero hoy la gente se despertó. Tenemos que seguir fortaleciéndonos, más que de Gobierno, de nuestras juntanzas, nuestras propuestas, nuestras conquistas. El movimiento social debe unificar temas que lleven a hacer esos grandes cambios, las reformas, pero sin afectar al otro, ni al campesino, ni a los estudiantes. Hoy ya estoy escuchando el tema de la Reforma Agraria, que ha sido un sueño del Movimiento Indígena, de los campesinos que han vivido de la tierra. Si eso se logra: una reforma equitativa, participativa… que los que tienen grandes tierras cedan y aporten, podremos conquistar la paz. Ese sería un primer avance muy importante, es lo que soñamos y lo podemos lograr. Y que esto no dure solo 4 años, sino que lo podamos proyectar. Yo lo decía hace unos días, dando una clase en la Universidad Indígena: si esto se proyectara al menos 100 años, sería un logro. Hacia allá tenemos que proyectar esta juntanza.

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5.

El Movimiento Indígena ha soñado siempre que los logros no sean momentáneos, sino a largo plazo. Por eso el lema del Movimiento Indígena es: seguiremos luchando mientras que no se apague el sol.

Cuando firmamos la Constitución del 91, pensábamos que se iba a dar una adecuación institucional, porque el artículo 56 transitorio definió que el Gobierno atendería todo, el tema fiscal, presupuestal, institucional para ordenar las nuevas entidades territoriales. Pero no quedó ningún escenario de diálogo para los Pueblos Indígenas, porque pensamos que los diálogos iban a estar en cabeza de las entidades territoriales, llámese resguardos, el CRIC, la ONIC… soñábamos con esas estructuras propias. Soñábamos pues con un cambio, con un revolcón. Sin embargo, nosotros firmamos el 4 de julio del 91, y el 16 de diciembre del mismo año, en el Cauca, fueron masacrados, en la hacienda El Nilo, 20 indígenas. Uno de los primeros golpes a la Constitución, a nuestros derechos.

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6.

Pensábamos que habíamos firmado una Constitución de paz que iba a garantizar los derechos de los Pueblos Indígenas, pero de allá pa’acá, se vino nuevamente complicando toda la situación del conflicto armado. Todo fue mucho más duro y el Estado nunca miró esa situación.

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[Acostumbrados a los números en este recuento de ejecuciones y violencias, perdemos de vista los nombres y los corazones. La masacre de la hacienda El Nilo, en Caloto, como tantas otras, recayó sobre cuerpos precisos, gente con parentela, personas que habitaban un hogar y sembraban la tierra, y que no merecían, de ninguna manera, ser resumidas en la abstracción de un número. El número disimula la humanidad, disimula los brazos, las piernas y, sobre todo, la mirada. Un número no tiene mirada y no tiene voz. Quizás los nombres, por el contrario, puedan dejarnos ver algo de aquella humanidad cercenada. Quizás con los nombres todavía se puedan escuchar algunas de sus palabras, y recordar, aunque sea vagamente, las formas de sus manos. Estos fueron los indígenas, hombres y mujeres, asesinados en la masacre de El Nilo, en Caloto, el 16 de diciembre de 1991: Darío Coicué Fernández, Ofelia Tombé Vitonas, Carolina Tombé Ñusque, Adán Mestizo Rivera, Edgar Mestizo Rivera, Eleuterio Dicé Calambas, Mario Julicue Ul, Tiberio Dicué Corpus, María Jesús Guetia Pito, Floresmiro Dicué Mestizo, Mariana Mestizo Corpus, Nicolás Consa Hilamo, Otoniel Mestizo Dagua, Feliciano Otela Ocampo, Calixto Chilgüezo Toconas, Julio Dagua Quiguanas, José Secué Canas, Jesús Albeiro Pilcué Pete, Daniel Gugu Pete y Domingo Cáliz Soscué. Jairo Llamo Ascué salió herido, pero logró sobrevivir].

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Entonces, la única forma de que fueran mirados los Pueblos Indígenas era buscar sus propios escenarios para exigir las políticas públicas, y por eso comenzaron a haber tomas en la Guajira, el Tolima, el Cauca, el Putumayo. En Bogotá hubo la toma del Episcopado en el 96, donde se dio el diálogo principal con el Gobierno. En ese momento, en su sabiduría, las autoridades pensaron en 2 decretos. El decreto que definiera todo el manejo de derechos humanos, que es el 1396, y el de la Comisión Nacional de Territorio, que es el 1397, porque uno de los sueños del Movimiento Indígena es mirar toda la situación territorial. Y, como un espacio de política de acuerdo, se creó la Mesa Permanente de Concertación, MPC, en ese mismo 1397. Se firmó, pues, pero el espacio de la Mesa fue inoperante, se quedó quieto. Hubo una reunión y en el 98 otra y no más. Dos sesiones. Y después, cuando llega Uribe, con toda su política, se suspende el diálogo con los Pueblos Indígenas. Entonces, a pesar de que era una voluntad del Movimiento Indígena, el Gobierno nacional nunca paró bolas, pues no era del interés de ellos.

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7.

Ya en el 2009, el senador Jesús Piñacué demanda el Plan Nacional de Desarrollo de Uribe. Ese plan se cayó por no haber consultado con los Pueblos Indígenas; todo lo que tenía que ver con estos no tenía validez por no haber sido concertado. Y luego ya con el Gobierno de Santos, en el primer periodo, nuevamente se reactiva la MPC. Casi que desde el 2010 para acá se ha estado apoyando, fortaleciendo, y ha ganado varios decretos, lo cual es muy importante, pero también sucede que los acuerdos no han sido cumplidos. Por lo menos el primer capítulo del Plan de Desarrollo con Juan Manuel Santos… según la evaluación hecha por la misma Contraloría, después de haber hecho acuerdos a través de la Consulta Previa, el cumplimiento ha sido del 7%. Entonces, a pesar de que se lleguen a los acuerdos, los resultados no se ven. Hoy tenemos varias normas que han nacido al seno de la MPC: el Decreto 4633 de víctimas, el 2333, que garantiza los derechos territoriales ancestrales, el 1953, que otorga las funciones administrativas y políticas a los pueblos indígenas para administrar todos los sistemas, el decreto 1824, que garantiza los resguardos de títulos coloniales, el tema de las políticas públicas que se han ido definiendo, el tema del SISPI [Sistema Indígena de Salud Propio Intercultural], el SEIP [Sistema Educativo Indígena Propio]… pero todas esas normas de gobernabilidad propia que se han logrado no están soportadas por ningún presupuesto, y al no tener

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presupuesto, pues no han sido implementadas, han quedado como letra muerta. Y eso dificulta muchísimo, porque las comunidades van perdiendo la credibilidad en los voceros que estamos allí. Después vienen las peleas. Los pulsos han sido muy fuertes, así que hoy los resultados son mínimos.

8.

Volvemos entonces a lo mismo que decía hace un momento: nos ven como si nosotros acá arriba estuviéramos negociando a escondidas de los pueblos, cuando lo que se está haciendo es exigir los derechos. Y el Estado, además de que no cumple, también va a las regiones a decir que el palo en la rueda es la MPC, es la Comisión de Territorios, es la Comisión de Derechos Humanos. Pero en la práctica, no es esa la verdad. El Plan de Desarrollo que está terminando, el de Duque, tampoco se ha ejecutado. El CRIC logró alrededor de setecientos mil millones de pesos, justificados en el PND, pero la semana pasada tuvimos una reunión de evaluación y de esos setecientos mil millones solamente se han cumplido ciento veinte mil millones. O sea, se incumplió más del 80%. Y así mismo pasó con la

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MPC. Se proyectaron diez billones de pesos y lo ejecutado, lo real, no alcanza a subir a un billón. Lo que hemos construido, conquistado, todo eso contabilizado: salud, educación, todo eso no alcanza a subir al billón de pesos. Ha sido entonces complicado, pero hemos dicho siempre que como Pueblos Indígenas debemos seguir dando el pulso y exigiendo los derechos.

Los escenarios son importantes, pero esos escenarios deben tener mucho apoyo y reconocimiento de las organizaciones y de las autoridades para poder avanzar. Por otro lado, para los delegados también ha sido muy difícil, porque casi hasta el 2014 trabajábamos ad honorem, escasamente nos daban los pasajes y el hotel, y nada más. Ya para recorrer las comunidades, para acompañar, todo eso, tocaba del bolsillo, inclusive lo de los transportes internos nos tocaba sacarlo del bolsillo. Hoy ha habido algún tipo de apoyo de la MPC, pero sigue siendo mínimo, porque para ir a socializar algo se debe tener algún recurso, para refrigerios, para almuerzo, para que la comunidad acompañe. Es una situación compleja.

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Hoy la MPC al menos tiene un equipo fortalecido, le están suministrando recursos, porque antes había un Secretario que no tenía ni un escritorio. Y esperemos que en el futuro haya un escenario poderoso para la participación y que podamos continuar con él. En ese escenario he visto dos asuntos muy importantes. Uno es que se ha dado un diálogo entre organizaciones, porque en su momento hubo posiciones muy duras entre estas, la ONIC, la OPIAC, entre otras. Hoy ese diálogo ha ido mejorando. Hay una unidad y todas las decisiones se consensuan, y se tiene una postura como Movimiento Indígena colombiano. Eso lo valoro mucho, pues se crea una credibilidad. En el marco de la MPC se está trabajando para construir la unidad definitiva. Se van unificando las decisiones, las exigencias que se hacen, porque al comienzo cada uno llegaba con sus propuestas por aparte. Y otro aspecto muy importante que veo en la MPC es que se ha aprendido a negociar, se ha aprendido cómo es que funciona el Estado. Eso lo hemos podido entender, pero nos ha tocado trasnochar para poder hacerlo. Y hay otra cosa que también es importante y es que hoy tenemos una memoria histórica de las actuaciones, de los acuerdos cumplidos e incumplidos. Se ha aprendido a hacer análisis, proyecciones, y esa situación nos permite ir cada día fortaleciendo mucho más los procesos. Hoy hay un equipo técnico muy bien consolidado y eso a uno le da alegría, que hoy la gente esté muy sólida.

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9.

Pero también diría que a pesar de que la MPC se creó para resolver toda esa situación de violencia, al respecto estamos casi que en el mismo lugar. La situación de violencia, de asesinato, desplazamiento está igual que en el 96. Por eso, ayer que estaba en una reunión, decía: se supone que cuando uno se sienta con el Estado, por ejemplo, en la Comisión de Derechos Humanos, es para que el Estado mire y frene eso. Pero sigue habiendo omisiones. Así que creo que estos escenarios son importantes, pero cada día tenemos que ajustar mucho más para poder tener logros relevantes. Y he dicho en la MPC que uno de esos logros es que tenemos que volver a las regiones, orientar, replicar, para que cuando vayamos a tomar las decisiones estas sean consensuadas, y no unas decisiones unilaterales, porque eso rompe y genera desconfianza.

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continunará

MESA PERMANENTE DE CONCERTACIÓN CON LOS PUEBLOS

Y ORGANIZACIONES INDÍGENAS – MPC

Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC

Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana – OPIAC

Confederación Indígena Tayrona – CIT

Autoridades Indígenas de Colombia – AICO

Autoridades Tradicionales Indígenas de Colombia – Gobierno Mayor

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