Mientras no se apague el sol
Voces del Movimiento Indígena en Colombia
Volumen 2
ISBN Colección: 978-958-8430-50-8
ISBN Volumen: 978-958-8430-52-2
Primera edición: noviembre de 2022
Dirección de publicación: Paulo Estrada Añokazi
Tejido, preámbulo y edición: Rodrigo Estrada
Voces: Jaime Enrique Arias Arias, Eulalia Yagarí González, Miryam Chamorro Caldera, Oswaldo Tactain Aquedou, Dunen Muelas Izquierdo, Luis Alfredo Acosta Zapata, Gil Farekatde Mariba.
Diseño y diagramación:
Agustina Tinajero, Luis Aguiar.
Impresión: Editorial Gente Nueva
© Jaime Enrique Arias Arias, Eulalia Yagarí González, Miryam Chamorro Caldera, Oswaldo Tactain Aquedou, Dunen Muelas Izquierdo, Luis Alfredo Acosta Zapata, Gil Farekatde Mariba y Rodrigo Estrada. ©Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas - MPC
Esta memoria busca reconocer y socializar las luchas de los Pueblos Indígenas de Colombia por la reivindicación de sus derechos. Puede ser reproducida, copiada, distribuida y divulgada siempre y cuando no se altere su contenido y se cite a las personas que aportaron sus voces.
Impreso en Bogotá – Colombia
MIENTRAS NO SE APAGUE EL SOL /2
Voces del Movimiento Indígena en Colombia
Tejido por Rodrigo Estrada
19 Que la organización se fundamente en la espiritualidad
51 Un proceso de paz desde los fogones
85 Ni un milímetro le cedemos a la muerte provocada
115 Se sacrificaron sus vidas para conservar nuestro territorio
131 Quizás hayan sido olvidadas, pero estaban ahí
155 Entendiendo qué son los Pueblos Indígenas, se entiende qué es Colombia
165 El borde del universo… hasta donde llega el pensamiento
ÍNDICE 11 Preámbulo
19 Jaime Enrique Arias Arias 51 Eulalia Yagarí González 85 Miryam Chamorro Caldera 115 Oswaldo Tactain Aquedou 131 Dunen Muelas Izquierdo 155 Luis Alfredo Acosta Zapata 165 Gil Farekatde Mariba
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PREÁMBULO
Por Rodrigo Estrada
Más allá de las ideas generales que sobre el mundo indígena tenemos los vecinos no especializados en los conflictos políticos y sociales del país, hay una historia de resistencia a la que no nos ha sido dado acceder, una historia que, casi en su totalidad, permanece todavía en la memoria de quienes la han trazado. Se trata de un cuadro complejo y extendido, que abarca todo el territorio de nuestro país y un tiempo mayor que la edad de nuestra república; un paisaje que ahora deberíamos terminar de descubrir y mantener siempre a la vista.
El relato de las luchas de los pueblos ancestrales puede mostrarnos tantos hitos, tantos tiempos y paisajes como líderes y lideresas han participado de ella. Puede mostrarnos también un buen fragmento de lo que somos y no hemos terminado de reconocer en nosotros mismos. Basta tan solo escuchar una voz, una sola, para enterarnos de que ha habido una parte nuestra que ha permanecido oculta o disimulada, y de que ese ocultamiento y ese disimulo han traído como consecuencia uno de los mayores inconvenientes que puedan recaer tanto sobre un individuo como sobre un pueblo: el desconocimiento de sí mismo. El pueblo colombiano no sabe, hasta ahora, quién es, no reconoce territorios extensos de su propio cuerpo ni los rasgos de su alma; se ha identificado apenas parcialmente y muchas veces con lo peor de sí, con su máscara o sus rostros artificiales, aquellos que esbozan una mueca de incomodidad cuando por alguna orilla de su anatomía acaban por emerger las fuerzas que tanto se habían empeñado en acallar.
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El Estado −y la sociedad en general− tiene deudas urgentes con los Pueblos Indígenas: el territorio, la reparación por el exterminio físico y cultural, la aplicación de leyes y decretos logrados por los mismos líderes y lideresas al cabo de los años, pero hay una deuda primaria, no menos importante, que, de ser saldada, podría contribuir enormemente en la resolución de las demás: el reconocimiento, no ya de la situación de las comunidades, sino de su misma existencia. El daño mayor –tal vez más profundo que el exterminio, porque lo antecede, lo facilita y lo banaliza– ha sido la invisibilización del mundo indígena, y así también de la historia de su resistencia: el manto oscuro, el bloque de silencio que se le ha echado encima a un crisol de pensamientos y mitologías, de lenguas, andares, voces y tejidos. El desconocimiento de la propia configuración social e histórica por parte de un amplio porcentaje de la población colombiana ha posibilitado los agravios y penares sin cuento que han sufrido las comunidades indígenas, no solo en siglos pasados, sino en estos mismos días. La ignorancia consiente la injusticia, y también alimenta el prejuicio. Frente a la noticia de una toma, de un bloqueo, de una concentración, los vecinos del barrio suelen responder de manera tajante: “allá están otra vez jodiendo esos indios”. Algunos intuyen las razones, y se solidarizan, pero no alcanzan a enterarse de las demandas y de las implicaciones. Si se les dijera, por ejemplo, que se trata del problema del territorio, no percibirían, en todo caso, lo que ello significa, no entenderían que el territorio conlleva el equilibrio, la dignidad, la identidad, los ancestros, el conocimiento y nada menos que la vida misma. Para entenderlo, habría que empezar a conocer la historia. El daño al mundo indígena, para muchas personas (también, durante mucho tiempo, para quien escribe estos párrafos), fue algo que ocurrió hace 500 años, algo completamente ajeno a sus vidas: un zarpazo del imperio español que borró, al cabo de unos cuantos meses, quizás una veintena de culturas cuya importancia residía en haber fabricado unas cuantas esculturas en piedra, hermosas narigueras, vasijas de barro y una que otra estatuilla de oro; acabaron con todos, menos con los que se subieron muy arriba a la montaña o con los que se refugiaron muy adentro en la selva: unos cuantos
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apenas, que sobreviven vaya Dios a saber cómo, entre matorrales y jaguares, cazando micos con cerbatanas y paseando largas horas en canoa, sin televisión, sin internet, sin restaurantes y sin dinero. Vale, quizás exagero (o tal vez el ejemplo quede corto), pero el punto es que el imaginario que hemos construido los vecinos no indígenas sobre los pueblos ancestrales y sus resistencias dista enormemente de la realidad. Creemos que el daño es un asunto de un remoto pasado, y, cuando somos más ‘cultos’, creemos que la resistencia más ardua fue la que ejerció el Pueblo Caribe ante la invasión española: eran feroces, tiraban flechas con veneno, se comían el cuerpo de su adversario y usaban sus cráneos reducidos como collares. Eso creemos, eso nos enseñaron en la escuela.
Muy poco nos han informado que, tras el desproporcionado exterminio, aún existen 115 pueblos indígenas dentro de los límites imaginarios de este joven país que se llama Colombia, y que entre estos pueblos sobreviven aún 65 lenguas. 115 y 65 no son más que dos números, pero nos iríamos de espaldas si lográramos dimensionar o hacernos conscientes de lo que ello verdaderamente significa. La profundidad de un solo pueblo y una sola lengua es ya un milagro incomparable. Luego están las acciones, la suma de movilizaciones que se han llevado a cabo para recuperar el territorio, conservar la cultura y buscar la autonomía y la unidad indígena. Eso que a los vecinos del barrio puede parecer una invasión, un capricho, una expresión anárquica e irreflexiva, viene a ser en cambio, por un lado, una necesidad imperiosa de solucionar problemas verdaderamente serios, y, por otro, un canto más de una gesta continua que ha contribuido, al final de cuentas, en la lenta y muchas veces tortuosa maduración de la nación colombiana.
El Movimiento Indígena ha sido un esfuerzo que se ha dado en muy diversos frentes y se remonta a los procesos de resistencia que hubo desde la primera invasión europea. Ahora, en los últimos cincuenta años, en medio del acoso del capital y de la guerra, la lucha ha dado importantes resultados. Desde el renacer organizativo en los años setenta y ochenta, pasando por la participación en la
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Asamblea Nacional Constituyente, la firma de la carta magna y la creación de escenarios como la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas, y llegando a la reciente coyuntura política: el alcance de la Presidencia de la República por parte de un proyecto que los Pueblos Indígenas apoyaron casi en su totalidad, se puede percibir una apuesta coherente y sostenida, soportada de seguro en esos cuatro principios básicos que fueron definidos ya en el Primer Con greso Indígena Nacional, en 1982: Unidad, Territorio, Cultura y Autonomía. Esos principios han sido defendidos por un número importante de líderes y lideresas, que han tenido participación tanto en escenarios de base, al interior de las mismas comunidades, como en lugares relevantes del aparato estatal. Por supuesto, a juzgar por las ideas y posiciones que a continuación compartiremos, también dentro del Movimiento Indígena ha habido contradicciones, maneras diferentes de entender la ruta y de asumir la lucha. Esa circunstancia, vistos los resultados, antes que disminuir el Movimiento, debe de haberlo fortalecido.
En las páginas siguientes podremos ver algunos de esos contornos de la lucha que los pueblos han dado para no desaparecer, y para escalar en la recuperación de unos derechos largamente sustraídos. Las voces que hablarán a continuación son apenas una mínima representación de esa vasta resistencia, pero son también, cada una de ellas, toda una historia, una ventana a ese mundo que tanto nos hemos tardado en reconocer. El objetivo principal de esta serie de publicaciones será precisamente ese: el de abrir las ventanas, dejar ver los paisajes que han permanecido ocultos para una buena parte del vecindario colombiano. Otro objetivo será el de dar paso a una serie de críticas y esperanzas alrededor de esos mismos logros y plataformas alcanzadas: la Constitución Política del 91, las organizaciones regionales y nacionales, la Mesa Permanente de Concertación, el Acuerdo de Paz de La Habana, las decenas de decretos que reivindican los derechos indígenas y, finalmente, el reciente triunfo del Pacto Histórico en la Presidencia de la República. Acaso,
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del tejido de estas voces puedan aparecer nuevas claves que aporten en esa búsqueda permanente, esa demanda esencial: la de la justicia y el equilibrio con la Madre Tierra. Avanzando los Pueblos Indígenas en el equilibrio que proponen y demandan, avanzará también el país en lo que tanto necesita: un poco de sosiego, un remanso, una orilla de paz, y el reconocimiento de sí mismo, de su propia mitología, de su semilla y su raíz.
Los mayores y mayoras tienen la palabra. Uno de los propósitos del movimiento, de quienes han participado de la resistencia, es contar la historia. Contarla con voz propia. La Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación, STI-MPC, ha querido contribuir en esta construcción. La STI-MPC, más allá de ser una plataforma de diálogo y participación de los Pueblos Indígenas en la toma de decisiones que competen a las comunidades, es también un escenario de convergencias, en el que se va creando un tejido diverso de relatos y de ideas, de postulados políticos, de mandatos ancestrales. En ese transitar de palabras, que vienen y van entre autoridades y representantes, se puede encontrar esa historia que no ha acabado de ser conocida por la población colombiana, o que, muchas veces, no se difunde de manera cabal entre los mismos pueblos hermanos. Tendríamos que preguntarnos si la juventud pasto o nasa, por ejemplo, se ha estado enterando de la resistencia zenú o barí, y también viceversa. En esa medida, entonces, cobra mucho sentido la intención planteada, la de relatar el cúmulo de reveses y atropellos que han recaído sobre los Pueblos Indígenas, pero también sus victorias y conquistas, y hacerlo, por supuesto, desde la orilla de sus voceros.
Ese relato podría ser narrado de muy diversas formas; para esta serie de volúmenes se ha escogido una precisa, la de darle tránsito libre a lo que los líderes y
15 Sobre esta memoria
lideresas han querido contar y opinar sobre las luchas de los pueblos, sobre la participación de estos en la historia del país y sobre la coyuntura que estamos viviendo: sus críticas, sus esperanzas, las rutas que podría seguir el Movimiento Indígena y el posible destino de la nación colombiana. Las voces que hemos estado reuniendo han surgido, la mayoría, de entrevistas realizadas en el curso de este año 2022, pero también de algunas de las intervenciones realizadas en las recientes cumbres indígenas. En la edición hecha a estos testimonios se ha pretendido mantener las dinámicas propias de la expresión oral: los saltos temáticos, los énfasis, quizás ciertas vaguedades, pero al mismo tiempo, con el fin de facilitar la lectura, se ha buscado adecuar la forma del discurso a una gramática más acorde con el lenguaje escrito. En todo caso, lo que se quiere es que tanto la memoria como la opinión de los mayores y mayoras aquí reunidas crucen el puente, que, del otro lado de la página, otros posibles tejedores acaben de componer este tapiz, considerando siempre, por supuesto, las voces de quienes han vivido estos pasajes fundamentales de nuestra historia.
Sobre el presente volumen
Presentamos ahora este segundo volumen de Mientras no se apague el sol . Ya en la primera entrega recorrimos un fragmento de la memoria de las movilizaciones indígenas a lo largo y ancho del país; ahora, para continuar el viaje, nos dejaremos llevar de las voces de representantes de los pueblos Kankuamo, Embera Chamí, Embera Dóbida, Barí, Arhuaco, Nasa y Muruy. Podremos escuchar una reflexión detenida sobre los principios fundamentales que han defendido los Pueblos Indígenas y en los cuales se han sustentado sus conquistas; en Antioquia veremos la historia de la recuperación del resguardo de Karmata Rúa, en el Chocó las agresiones perpetradas contra la juventud indígena y las autoridades religiosas, pero también sus resistencias, y en el Catatumbo el proceso de defensa del territorio, la cultura y la lengua frente a los rigores de la guerra; más al sur, en el Amazonas, encontraremos las movilizaciones de una comunidad que renació, luego de un
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terrible etnocidio, para lograr la titulación del resguardo más grande del país: el Predio Putumayo. También nos acercaremos a los relatos sobre el nacimiento y la evolución de dos importantes organismos para la defensa y el desarrollo de los pueblos: la Guardia Indígena y la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas.
Como trasfondo de estos acontecimientos, podremos encontrar la pugna interminable (con sus numerosos matices) entre dos deseos típicamente humanos: por un lado, el del enriquecimiento desmedido a través de la explotación de la naturaleza y de los pueblos considerados inferiores, y, por otro, el del equilibrio y la vida digna para cada una de las personas que habita el mundo. En cuanto al deseo de enriquecerse, veremos cómo ha cambiado su objeto: si antes había sido el oro, luego vino a ser el caucho, el petróleo o la coca. Y en cuanto al deseo del equilibrio, encontraremos algunas importantes variaciones en su manifestación: el desarrollo del pensamiento, o la creación de diversas estrategias y brazos políticos para la resistencia. Por otra parte, también podremos entender que, aunque hayan cambiado los actores, los esclavos del poder: capataces caucheros, misioneros, guerrilleros, paramilitares, Fuerzas Armadas o funcionarios del Estado, estos han operado con una furia e indolencia inmanente. Está por verse, y todas las voces que aquí resuenan se lo preguntan de una u otra manera, si los aires de cambio que ahora se han anunciado acabarán por contribuir a favor de la armonía que tanto han perseguido y querido cultivar los Pueblos Indígenas. Escuchemos, pues, a quienes tienen mucho que contar al respecto.
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Que la organización se fundamente en la espiritualidad
Lasluchas sociales y políticas de los pueblos ancestrales han venido acompañadas de un proceso de reflexión continuo, alimentado por el cruce de opiniones y conocimientos de las mayoras y mayores, y de los jóvenes líderes y lideresas que han participado del Movimiento Indígena colombiano. En esta ocasión, el mayor Jaime Arias, del Pueblo Kankuamo, expone uno a uno los principios fundamentales que guían a los Pueblos Indígenas: Unidad, Territorio, Cultura y Autonomía, y señala los mecanismos y las vías posibles para que estos terminen de ser afianzados por las comunidades. Allí está la Constitución, las leyes y los convenios, pero hace falta darles la aplicación debida para empezar a consolidar las instituciones indígenas. Entre varios de los puntos a tener en cuenta, uno muy importante: que las organizaciones (y las decisiones que se tomen en ellas) estén soportadas en la voz de los sabios, que el poder no prescinda de las fuentes del espíritu.
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Pueblo Kankuamo
3/5/22
1. En esa toma del 96 participaron los que estaban en el comité ejecutivo de la ONIC [Organización Nacional Indígena de Colombia], y de acá fueron los wayúu, y participó el Pueblo Arhuaco con Leonor Zalabata, en representación de la CIT [Confederación Indígena Tayrona]. Nosotros, por cuestiones logísticas, de presupuesto y organizativas, no participamos directamente. Pero sí estuvimos haciéndole seguimiento al desarrollo de los acontecimientos. Estuvimos al tanto de las negociaciones, y asumimos que nuestros voceros naturales allá eran el comité ejecutivo de la ONIC, en cabeza del compañero Abadio Green.
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Jaime Enrique Arias Arias
2.
Fue muy importante lo que sucedió en el 96. En buena medida, estas acciones se dieron por la reivindicación que los indígenas veníamos haciendo, por la exigencia de una deuda histórica que el Estado colombiano ha tenido con los Pueblos Indígenas. Hablo de “histórica” por toda la arremetida que hubo en la Conquista, por la colonización, a través de la cual nos quitaron e impusieron cosas. En segundo lugar, por la Independencia. No nos olvidemos de que el ejército libertador pasó por el páramo de Pisba gracias al apoyo de los Pueblos Indígenas. Eso la historia no lo dice. Por eso, Bolívar quiso crear los resguardos para devolver la tierra, pa “resguardar los naturales”, decía él. Ahí uno puede entender esta lucha que todavía hay entre bolivarianos y santanderistas. Ganaron en un momento los santanderistas y esos derechos que se habían reconocido fueron ignorados por los presidentes. Y entonces viene el proceso de lucha de los Pueblos Indígenas, primero con la
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Ley 89 de1890. Paradójicamente, el título de esa ley es… ¿cómo es?... “por la cual se determina la manera como deben ser gobernados los salvajes que vayan reduciéndose a la vida civilizada”. Pero de ahí empezó el concepto de cabildo y de resguardo. Todavía ese concepto de cabildo está vigente y eso es algo que yo no entiendo, pero así es.
Y luego viene el despertar organizativo. Se crean, en la segunda mitad del siglo XX, varias organizaciones: el CRIC [Consejo Regional Indígena del Cauca] en el 71, yo creo que un poco antes del 70 la Liga Indígena Arhuaca, la Confederación Indígena Tayrona en el 78, y en el 82 la ONIC. Todos estos movimientos surgieron alrededor de la idea de reivindicar básicamente la tierra y la autonomía, esos dos elementos. Y ese gran movimiento indígena se junta con el movimiento sindical, con el movimiento campesino, porque la ONIC en el 82 surge con una estructura sindical, campesina. Y eso desemboca en la gran movilización de la Constituyente del 91.
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Entonces, en la Constituyente, los Pueblos Indígenas logramos un reconocimiento: el tema de la diversidad étnica y cultural, el tema de la autonomía de las entidades territoriales indígenas, el carácter inalienable, inembargable, imprescriptible de los resguardos; la jurisdicción especial indígena, la jurisdicción electoral, etcétera. Pero eso se da en el 91, y en el 93 se desarrolla la consulta de la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial. Ya estaba vigente el Convenio 169 de la OIT que obligaba al Estado a consultar, pero que no implementó. Entonces, lo del territorio y lo de la MPC [Mesa Permanente de Concertación], en el 96, fue una demanda de eso. De que usted, señor Gobierno, ya no nos mire a nosotros como menores de edad, ya no puede hacer lo que se le da la gana. Tiene que concertar con nosotros las medidas. Por eso surge la MPC. Para concertar. Si usted se da cuenta, las políticas que van a desarrollar los derechos de los Pueblos Indígenas… ahí está el tema de la licencia ambiental, la comisión de territorio, el saneamiento, la ampliación de los resguardos y el reconocimiento de los resguardos coloniales. Yo hice parte de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas desde la fundación. En el 98 comenzamos. Porque los decretos salieron como en el 96, 97. Y yo estuve allá hasta el 2010.
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3. 12 años estuve en la Comisión de Territorios. Hay que decir que al principio sí había unos recursos, pero, bueno, como ha pasado con este cambio institucional… creo que no solo era suficiente el cambio normativo, o sea en el papel, si no que había que cambiar el chip, el pensamiento de los funcionarios encargados de implementar estas normas. ¿Por qué digo que cambiar el chip?, porque muchos de estos funcionarios fueron formados bajo el periodo del indigenismo, el asimilacionismo; es decir: al indio hay que civilizarlo. Por eso la educación, por eso la Ley 89 con los cabildos y los resguardos: pobrecitos allá, son víctimas del demonio, del atraso, que no sé qué, aquí los traemos, está bien para tenerlos en la foto aquí en la oficina, pero no como sujetos de derechos. Muy complicado entonces cuando uno se encuentra a unos funcionarios con esta visión. Yo veo que eso no ha cambiado; lo veo en la gente que está encargada de garantizar los planes de salvaguardia, los PES, son personas que no tienen ni idea de lo indígena y vienen con unos cuentos ahí y no se les ve voluntad. Entonces, ese tipo de cosas, sumado obviamente a la falta de voluntad política de los gobernantes, ha llevado al traste estos grandes logros.
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Esos escenarios fueron o son muy importantes. Son muy importantes porque logramos unos avances en materia de tierras. Pero ¿qué pasó? Con Samper de presidente, llegamos, en su momento, a distribuir en el presupuesto quince mil millones de pesos. Eso fue en el 98. Pero ya en el 99, cuando llega Pastrana, redujo el presupuesto. Quedó como en cinco mil. Y con Uribe, peor: quedó en dos mil millones. Ese presupuesto volvió a subir un poco en el periodo de Santos, sobre todo después de las mingas, pero entiendo que ahora con Duque disminuyó nuevamente. No sé exactamente a cuánto hemos llegado y es bueno que se haga esa curva. Porque en la minga nosotros logramos unos presupuestos y no sé qué tanto se haya ejecutado. Lo otro es que van colocando muchos problemas, muchas talanqueras administrativas y jurídicas a los procesos. Entonces, a pesar de que había la plata, para ponerlo en un resguardo a punto de construir… ¡mejor dicho! Está más complicado que ir a la luna: que el estudio, que las aclaraciones de área, que el título tiene un área, que el GPS marca una cosa. Y así. Es impresionante.
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Ese derecho al territorio está ahí, está ahí, pero también hay que decir que a los Pueblos Indígenas nos ha faltado desarrollar una capacidad administrativa y técnica para poder superar esos obstáculos que coloca el Estado en la adquisición de tierras. Y yo lo digo porque varias veces desde la ONIC se pedía la información a las organizaciones: nunca la enviaban. ¿Cuáles son los predios?, ¿cuál es el área?, etcétera. Entonces, aparte de no tener el Estado esa voluntad, había que enfrentarse con esta debilidad: que las organizaciones no enviaban la información. O de pronto es que desconfiaban de uno… no se la enviaban a uno, porque al Gobierno sí se la enviaban.
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4. Y la MPC, ¿cuál es el problema que yo he visto? Es un escenario importante, pero el punto es: ¿quién coloca la agenda en la MPC? Yo, a pesar de no ser delegado oficial de la MPC, participaba en muchos escenarios. Primero, los Pueblos Indígenas tenemos una agenda, pero siempre vamos jugándole a la agenda del Gobierno. Y entonces termina la MPC al servicio de las instituciones y de lo que a ellas les interesa. Lo otro que yo he visto ahora es que se ha vuelto un escenario de concertar proyectos, y no estamos concertando las normas, las políticas. Y esos proyectos nos están llevando es a unas peleas internas y a la división de organizaciones, al surgimiento de otras organizaciones que quieren escenarios. En tercer lugar, a veces percibo que la MPC está asumiendo competencias que no le corresponden en cuanto a los derechos. Es decir, la MPC, bajo ningún punto de vista, debe reemplazar a las autoridades indígenas en la toma de decisiones. Y el Gobierno no puede utilizar la MPC para hacer una Consulta Previa, sino como un mecanismo para identificar la metodología de la consulta, porque la consulta tiene que bajar a los territorios. Entonces, hábilmente, el Gobierno está diciendo: “¡No!, hagamos macros y ya”. Y se están quedando las bases sin la consulta.
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Eso es una crítica que yo he hecho, no desde ahora, sino desde siempre. Entonces, ¿cómo se hace para que en este funcionamiento de la MPC se garantice que, antes de esa toma de decisiones allá, cada organización consulte su base? Y si está de acuerdo, hágale, si no, no. Porque eso nos está llevando es a unas disputas internas, entre nosotros. Yo creo pues que el escenario es importante, pero hay que replantearle algunas cosas. Sobre todo, en términos de que los Pueblos Indígenas seamos los que lideremos la agenda: qué es lo que nos interesa. No hay que hacer la agenda que le interesa al Gobierno. Primero saquemos nuestra agenda.
Un punto de la agenda propia de los Pueblos Indígenas es el Decreto 1953 de 2014, porque eso fue producto de una minga. Está hecho, pero no se ha reglamentado, y no hemos logrado avanzar en eso, lo de las autoridades ambientales. ¡Hasta que no se expida eso, no sigamos con otras leyes!, ¿si me entiende?
Y así otras iniciativas, por ejemplo, el SEIP [Sistema Educativo Indígena Propio], el SISPI [Sistema Indígena de Salud Propio Intercultural], eso es de la agenda propia, que está en el Decreto 1953; los recursos para los PES, para
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los planes de salvaguardia, para implementar lo de víctimas, esas cosas. Entonces, para concluir esta reflexión, yo creo y defiendo los espacios. Me parecen importantes, fueron producto de unas tomas, de unas acciones, pero hay que fortalecerlos y hay que replantearlos en los términos que he mencionado.
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[En 2013, las delegaciones indígenas de la Mesa Permanente de Concertación suspendieron los diálogos con el Gobierno, debido a los continuos incumplimientos de los acuerdos pactados en ese mismo escenario. El paso siguiente fue instaurar una gran minga nacional. Desde el 12 de octubre de aquel año (¡el 12 de octubre!, a propósito de viejas deudas), se hicieron tomas de carreteras, alcaldías y gobernaciones en 18 departamentos del país. Las demandas eran más o menos las mismas de siempre, las que nunca habían sido atendidas: garantías sobre los territorios, garantías sobre los derechos humanos, garantías políticas, administrativas, económicas, etcétera. En fin, que se cumpliera, de manera cabal, la Constitución que había sido firmada ya hacía más de 20 años. Y las respuestas fueron más o menos las mismas de otras ocasiones: ESMAD, helicópteros, tanques de guerra, gases, disparos, y la arremetida siempre insidiosa de los medios de comunicación. Al final, la tensión se resolvió nuevamente en el diálogo. De los 29 acuerdos que se lograron, uno de ellos establecía el compromiso del Gobierno nacional para avanzar en la construcción de un decreto en el que se establecieran las normativas que pusieran en funcionamiento los Territorios Indígenas respecto a la administración de los sistemas propios de educación, salud, agua potable y saneamiento básico. Lo que resultó de ello fue la expedición del Decreto 1953, ya en 2014. Ahora, según se entiende por el presente relato, dicho decreto aún está por hacerse efectivo].
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5. Pienso que la autonomía se ha debilitado, se ha ido desvinculando del proceso de formación, de la nueva dirigencia, de las autoridades, de los principios y el gobierno propio. En primer lugar, las autoridades que han llegado de la universidad, que se han profesionalizado, no conocen lo interno. Entonces empiezan a manejar la organización desde una visión externa. Le dan más prelación a la ley de afuera que a la ley propia. En segundo lugar, los pueblos hemos dado una lucha fuerte, pero en las organizaciones indígenas se están metiendo otras fichas. Cooptación, se llama eso. Tercero, el tema del mal ejercicio del poder, que es cuando yo quiero y tengo sed de poder, pero para beneficio personal, sin importar el beneficio colectivo. En cuarto lugar, está la incidencia de los proyectos con recursos económicos; esos recursos que llegan y llevan a los líderes a manipular las decisiones, con platica. En mi experiencia puedo hoy mirar que esos cuatro factores están contribuyendo a debilitar el ejercicio de la
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autonomía. Y lo otro que ha afectado, sin lugar a dudas, ha sido el conflicto armado; el desplazamiento de la gente, las amenazas.
Entonces, hoy tenemos un gran reto, por eso nosotros hemos planteado, por ejemplo, desde la ONIC, volver a la Ley de Gobierno Propio, volver al origen, precisamente para que la dirigencia se pueda enfocar ahí. Porque, en la medida en que la dirigencia no tenga claro qué significa ser autoridad indígena, es muy complicado. La autoridad indígena no debe ser para manejar la plata, aunque se necesite manejar la plata; no es para gestionar proyectos, no, es para gobernar el territorio, es para cuidar y conservar los elementos que fundamentan la vida; es para propiciar la pervivencia cultural del pueblo. ¡Y eso se hace hasta sin plata!
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Pero entonces, ¿cómo vamos a volver a esa dinámica de producción propia, por ejemplo, de la economía propia, de la sostenibilidad propia? Si vamos perdiendo conocimiento y práctica y no aprovechamos los recursos, nos vamos debilitando también. Se me olvidó decir eso: que también la autonomía político-administrativa tiene que ver con la autonomía económica. Si nosotros, en el sistema productivo, en la generación de pensamiento propio, estamos dependiendo mucho de afuera, nos vamos a ver afectados en lo político-administrativo. Un indicador que yo podría mencionar de esa debilidad de la autonomía es que con el Decreto 1953, que fue producto de una minga, nosotros logramos la administración de recursos de 750 resguardos, pero creo que no han pasado de 10 los que hemos asumido la administración. Entonces, ¿qué está pasando? Nos da miedo, o yo no sé…
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Ahora, algunos están diciendo que es mejor seguir con la contratación de los cabildos, pero desde allá desde el Estado. ¿Cómo estamos entendiendo la autonomía? La imposición o la alienación del pensamiento fue tan fuerte, como yo le he dicho a la gente, que no nos creemos que podamos ser patrones, sino obreros. Ser obrero no es malo, pero yo también puedo administrar, y parece que estamos conformes de que nos sigan administrando, y así es muy difícil lograr el ejercicio pleno de la autonomía político-administrativa, y también del territorio.
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El de territorio es un concepto que se ha transformado en un concepto de poder, diría yo. Y si hablamos de poder, lo hacemos en su dimensión política, jurídica, administrativa, de soberanía… y la soberanía implica una visión integral de territorio como el fundamento para ejercer el poder público. Nosotros en la Sierra estamos hablando de Autoridad Pública Ancestral y estamos apuntando a construir el Territorio Autónomo Ancestral. Entonces el territorio ya no es solo la tierra, sino una figura jurídico-política, y no del Estado ni de la República. Esa figura del territorio es el fundamento de nuestra razón de ser; hablamos de que ese territorio va a ser dirigido por la Ley de Origen y por el Documento Madre, así que cuando haya conflictos de interpretación a la norma, el operador jurídico acudirá al Documento Madre para su interpretación.
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6.
Lo que estamos haciendo entonces es poner la Ley de Origen en el mismo nivel de la Constitución colombiana para establecer ese territorio, y ese territorio va a ser gobernado por una ley propia, por una Autoridad Pública Ancestral. Ese debate lo tuvimos con la asesora, con la secretaria jurídica de Presidencia. La señora se enojó y dijo que no iba a aceptar eso, pero ahí logramos meter algunas cosas. Y hay que fijarse entonces que ese concepto de Línea Negra abarca nueve niveles hacia abajo y nueve niveles hacia arriba, y esto cambia el concepto porque estamos hablando de un territorio vivo, que es fuente de vida. Esto es una revolución. Pero de pronto hablo de esto a las autoridades y la gente como que no alcanza a entender, pero ahí vamos, ahí vamos.
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[Primero fue la oscuridad y luego vino la luz. Primero fue el espíritu, invisible e infinito; luego la materia y la evolución del mundo. Primero la madre y después las semillas del sol, las estrellas, el mar, las piedras, las plantas, el aire, los ríos y los seres humanos. Es por esto que todos compartimos un mismo principio. Ya desde el estado espiritual se iba definiendo el orden del territorio ancestral, y también el conocimiento para administrar y cuidarlo todo. Este conocimiento es la Ley de Origen. No se trata de leyes inventadas por nadie, no es un postulado de ninguna sociedad; es más bien la armonía originaria, la justicia heredada de una inteligencia remota. No es solo equilibrio o justicia en función del ser humano, sino también de la tierra, de los pájaros, del agua, del viento y de la luz. La necesidad de que todo vuelva y se encauce en un equilibrio primigenio].
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Creo que la unidad está en grave riesgo, y la verdad es que uno ve cada vez más fragmentaciones. Hay distintos factores, como ya lo decía. Está la injerencia, la afectación al sistema de pensamiento. Es decir, te cambian tu lógica, tu manera de entender el mundo, tu realidad, y te montan un dios nuevo, y el que tú tenías lo convierten en un demonio. Te montan una nueva figura de autoridad, te cambian tu idea de realización como ser, tu idea de felicidad, y eso te va llevando a desligarte de la raíz. Eso, por un lado. Entonces, frente a cualquier arremetida que venga, es fácil que tú, ¡pran!, te abras del parche. Y lo digo porque uno de los factores que nos afectan es la evangelización. Hay gente que está con esto y arma tolda aparte. Ha pasado aquí en la Sierra. Hemos tenido esa situación como Pueblo Kankuamo; el Pueblo Kogui ha vivido lo mismo, y así otros pueblos. Pero también nos está afectando la mermelada que reparte el Gobierno, porque también hay mermelada en los Pueblos Indígenas.
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Hemos logrado cosas, el Fondo del Buen Vivir, lo de regalías, las transferencias, la administración de la educación, y unos presupuestos que deberían fortalecer los procesos, pero, paradójicamente, lo que uno ve es que se generan más rupturas. El efecto del dinero está pudiendo más que otros principios. No sé, es muy paradójico; el logro de esos recursos directos, en vez de ayudarnos, nos está dividiendo.
8.
Debe llegar un momento en el que los Pueblos Indígenas ejerzamos plenamente la autonomía, que no tengamos que estar discutiendo con el Estado todo el tiempo. Para eso, el planteamiento es muy claro: desarrollemos el 1953 en términos de los Territorios Autónomos Ancestrales, empecemos a tener la autonomía económica y verá que se acaba esto. Si nos vamos a pelar, que nos pelemos nosotros adentro, pero no por la incidencia o las condiciones que nos ponen de afuera. Mire lo que acaba de pasar con el Fondo del Buen Vivir, el Gobierno dijo: “Aquí hacemos lo que nos parezca”, y ahí está. Y va a pasar lo mismo con regalías. Ahí no nos estamos poniendo de acuerdo. Debemos entender que la MPC era un requisito, o un escalón para llegar a otro lugar, y no una institución para hacerle el favor al Estado.
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Otra cosa que veo es que la gente se está abriendo de la ONIC y ya quiere armar rancho aparte. Es el caso del CRIC, por ejemplo. Ellos ayudaron en la unidad, en la lucha, ¿y ahora se salen? Y llegan luego allá como CRIC nacional. O los AICO, que quieren armar su vaina. Pero ¿la gente de las bases qué? Ojo con eso, porque en un momento va a haber una burocracia ya montada. Eso nos va a terminar perjudicando a nosotros mismos. Entonces, tiene que haber un momento en que nosotros podamos legislar autónomamente en nuestro territorio. Yo veo ahí un paso importante para los Pueblos Indígenas. Que sea el 1953, lo que usted quiera, pero hay que dar el paso en esa dirección.
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9. Ahí uno podría decir: ¿en qué quedan los planes de vida? Si ahí ya está la política indígena. Aquí la llamamos planes propios. Lo que necesitamos es un presupuesto para hacerla nosotros mismos. Pero nos van sacando que una política de jóvenes, que de LGBTI, que no sé qué y pare de contar. Y entonces, ¿para qué tenemos nuestros planes? Es que eso nos está desgastando. Varias veces se han convocado cumbres, pero para mirar elementos del poder material, y esto tiene que tener un fundamento espiritual.
Nosotros nos soñamos las transferencias fue pa fortalecer la cultura, lo propio, no para que hagan acueductos y se pongan a pelear por eso. Entonces, los planes de vida son para desarrollar lo que a nosotros nos interesa, y no para estarle haciendo el favor al Estado.
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Otro fenómeno bien raro es: si no conseguimos eso, vamos a la movilización, allá firmamos unos acuerdos, y después eso se desarrolla en la Mesa [MPC] y volvemos a la misma, el mismo círculo vicioso. Acá tenemos que revisar esa estrategia. ¿En dónde estamos fallando? Lo que veo es que, por parte de los Gobiernos, eso no va a cambiar. Entonces nosotros aquí tenemos que tomar la decisión de gobernar eso y administrar autónomamente; no estar dependiendo de un Estado que no nos va a entender.
La soberanía propia debe estar basada en la autonomía económica y cultural, y, sobre todo, fortalecer nuestros propios sistemas de pensamiento, para gobernar con nuestras herramientas. Eso es lo que yo llamo el Territorio Autónomo Ancestral. Se lo he planteado a muchos pensadores. No me imagino que estemos concertando todo el tiempo con el Estado. No, debemos gobernar nosotros los territorios. Y la concertación no va a ser con acuerdos, sino con tratados, porque ahí ya nosotros somos titulares del derecho a la libre determinación. Veo que, en la Amazonía, en el Cauca, en la Sierra, por mencionar algunos, hay condiciones para avanzar en esto. En otros no, pero de ahí vamos viendo cómo se hace.
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10. Hoy tenemos que replantearnos la movilización. Creo que la movilización que se dio en 2013 fue contundente, estuvo bien organizada. Fueron 80 puntos, pero después el uno se creyó más que el otro, y así es muy difícil. La movilización debe llevar a negociar una agenda con propuestas concretas, y no dejar eso para la MPC. Debe haber una preparación previa, y no para reivindicar derechos, sino para ejercer gobierno y llegar a un tratado. Ese poder que tengamos en ese momento servirá para una transformación estructural de muchos de los temas de acá. Ahí veo yo que vale la pena la movilización. Pero si es pa seguir haciendo acuerdos que después no se implementan… ¡no, hombre!, eso es un desgaste.
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11. Después de la Constitución del 91, la gente nos siguió mirando como objetos de folclor, no como sujetos de derechos. Esa es la vaina jodida. Los funcionarios nos siguen mirando así, y creen que los indígenas son una cosa por allá aparte, algo decorativo. Por eso hablo de un replanteamiento en esa relación, pero primero tenemos que creer nosotros mismos que sí somos capaces, que somos poder. Ahí es donde yo me pregunto: ¿cómo vamos a transformar esa relación desde el mismo sistema de pensamiento? Porque es que a nosotros nos metieron mucha basura.
Creo que, en la Ley de Gobierno Propio, Volver al Origen, hay unos elementos para entender y lograr una organización nacional indígena. Sucede que no nos hemos enfocado en desarrollar esos elementos estructurales. Para que la nación indígena sea fuerte hay que hablar de autoridad nacional de gobierno. Hay que partir de que las organizaciones que la integran estén fuertes; debe haber un manejo del territorio local para llegar al regional, y luego al nacional. Eso como primer punto. Lo segundo es tener un fundamento real de poder, y eso nos lo da el territorio. Cuando hablamos de un ámbito territorial,
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pero no somos capaces de superar el ámbito departamental o municipal, estamos jodidos. Si digo: “Yo soy arhuaco del Cesar”, o: “Soy arhuaco del Magdalena”, estamos jodidos. Ya la Sierra es una sola territorialidad, y la suma de territorios es una confederación. Yo miro la autoridad nacional como un estado federal. No sé cómo debería llamarse eso: Estados Unidos Indígenas de Colombia, no sé, pero serían unos estados unidos.
En tercer lugar, creo que hay que darle poder en esto a los mayores, a los sabios de los pueblos, para que la organización se fundamente en la espiritualidad. Porque ahí tenemos el poder. Entonces, tiene que haber un consejo de autoridades mayores, de tal manera que la otra estructura, la que hoy es Consejo Mayor de Gobierno de la ONIC, esté direccionada por los principios que el Consejo de Sabios determine. Creo que lo están citando ahora, con dos mayores por cada macro. Pero no va a ser suficiente. Debe haber más sabios, para que haya más fuerza. Entiendo que por economía van solo 10, pero hay 115 pueblos en el país. Debería entonces haber 115 sabios ahí.
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12. Hay que hacer una evaluación sobre la política electoral. Tener dos senadores, para mí, no es la solución, no es tener una participación real. Bueno, es lo que hemos logrado, pero hay que hacer la evaluación: qué elementos concretos hemos logrado con dos senadores. Supongamos que nos tomamos el poder del Estado… las cosas no van a resolverse tampoco porque pongamos un presidente, pues eso es una macroestructura. Alguna vez, Evo Morales nos decía: “Si ustedes están pensando en tomarse el poder, tienen que formar cuadros directivos, administrativos, técnicos, porque esa maquinaria que hay en los mandos medios del Gobierno, los ministerios, eso no deja avanzar nada, si la gente no tiene claridad”. Lo político electoral es importante en la medida en que logremos incidir en la implementación de la ruta que tenemos. Porque ahora hay muchos obstáculos, sobre todo en el tema financiero.
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Pero vuelvo y digo: lo político electoral no es lo propio de nosotros. Más bien debemos pensar en la construcción de unos temas de Gobierno más cercanos, porque, de lo contrario, vamos a terminar asumiendo las costumbres de afuera, de esas formas de elección, y vamos a deslegitimar a nuestros mayores. Y no solo eso, sino que otros partidos, ajenos a los nuestros, lo terminarían haciendo. Lo digo por mí mismo, pues estuve a punto de suceder a mi hijo como aspirante al Senado, después de que falleció. La gente me dijo: “Sea usted el candidato”. Bueno, yo me alcancé a animar, pero había algo que me indicaba que no lo hiciera, que ese no era el camino. No tenía el camino abierto, no daba para despegar ni nada.
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Fui a consultar a los mamos y me dijeron: “Senado sí, pero espiritual”. Ahora yo estoy pensando: ¿qué me quisieron decir con lo de “senado espiritual”? Bueno, eso quiere decir de pronto que hay un sistema político electoral propio, que está en la espiritualidad. Estoy ahora en esa indagación... qué me quisieron decir con eso… dijeron que estaba para un alto cargo en el Gobierno, pero no dijeron qué Gobierno. No dijeron si era con Petro, o si era aquí mismo en la Sierra. Pero sí tengo una claridad: la lucha la tenemos que seguir haciendo desde lo político organizativo. Eso es lo fundamental.
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Un proceso de paz desde los fogones
Pueblos Indígenas, desde la llegada de los conquistadores españoles, han tenido que vivir defendiendo o recuperando, en un esfuerzo continuado, los territorios, la cultura y la dignidad que se les ha querido sustraer. Tras innumerables atentados sobre su integridad moral y física, la nación indígena ha logrado reponerse a través de la movilización, del estudio, del pensamiento de sus mayores y de la consolidación de sus estructuras políticas. En esta ocasión, la mayora Eulalia Yagarí González, del pueblo Embera Chamí, hace un recuento de los esfuerzos colectivos por recuperar el territorio de Karmata Rúa, también conocido como Cristianía, y reflexiona sobre algunos de los alcances políticos a nivel nacional por parte de los Pueblos Indígenas, y la necesidad de reivindicar tales logros. El relato que compartimos a continuación lo ha tejido la mayora Eulalia, partiendo de sus recuerdos, pero también ayudándose de la memoria y las voces de los líderes Alonso de Jesús Tobón y Gilberto Tascón Yagarí.
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Los
Eulalia Yagarí González
Pueblo Embera Chamí
9/9/22
1. Soy Eulalia Yagari González. Exdocente, exdiputada embera chamí, licenciada en Etnoeducación, especialista en Gerencia y magister en Administración, egresada del Instituto Misionero de Antropología IMAUniversidad Pontificia Bolivariana de Medellín.
Pertenezco al resguardo indígena de Karmata
Rúa (Cristianía), que está ubicado en el área rural del municipio de Jardín, Antioquia.
Apoyé la creación de la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, en 1982, junto a mujeres de otros departamentos. Alcanzo a recordar algunas de ellas: Benerexa Márquez,
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arahuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta; Juliana Piraza, del Pueblo Wounaan del Bajo San Juan, del departamento del Chocó; Rosario Epieyú y Remedios Fajardo, del Pueblo Wayúu del departamento de La Guajira. Este congreso se realizó en Bosa, Cundinamarca, siendo el Primer Congreso Indígena de Colombia. Aunque en 1981, en Lomas de Hilarco, Tolima, ya se había llevado a cabo la Coordinadora Indígena Nacional previa a la ONIC, con líderes como Trino Morales, guambiano del Cauca; Gilberto Tascón Yagarí, embera chamí de Karmata Rúa; Orlando Suache, pijao del Tolima y Celedonio Padilla, zenú de San Andrés de Sotavento, Córdoba. Ya en Bosa, en 1982, en el Primer Congreso Nacional Indígena, yo misma propuse darle el nombre de ONIC a la organización. Se sometió a votación y desde ese año tiene ese nombre. Dicho congreso se realizó bajo 4 principios orientadores: Unidad, Territorio, Cultura y Autonomía. Después nacieron la OPIAC [Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana], AICO [Autoridades Indígenas de Colombia], y la CIT [Confederación Indígena Tayrona], y otras organizaciones indígenas como la Asociación
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Indígena Unuma, el CRIT [Consejo Regional Indígena del Tolima], la OIA [Organización Indígena de Antioquia], la OREWA [Organización Regional Embera Wounaan], el Cabildo Indígena de San Andrés de Sotavento, en Córdoba, y otras. El Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, y el Consejo Regional Indígena del Vaupés, CRIVA, fueron creados muchos años antes de la fundación de la ONIC.
Cuando nació la ONIC, el ejecutivo quedó conformado por Trino Morales, Celedonio Padilla, Gilberto Tascón, Alfonso Capera y Bienvenido Arroyo1. Después, vinieron otros tiempos y fue la creación de la Constituyente, en la que se plasmaron todos los derechos indígenas que consagra la Constitución Política de 1991. Allí apoyé a Francisco Rojas Birry. También participé en la recuperación de la tierra del resguardo de Karmata Rúa (Cristianía) junto a otros compañeros: Apolinar Yagarí, Iván Cértiga, mi padre José Ignacio Yagarí Tamanis y Edilberto Tascón. En esto también nos acompañó Alonso Tobón Tobón.
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1 Información aportada por Alonso de Jesús Tobón Tobón (nota de Eulalia Yagarí).
2. En 1979 viajamos al Cauca para conocer los procesos que llevaban allá, y con todos esos aportes y conocimientos se ayudó a orientar la recuperación de la tierra de Karmata Rúa, hace 40 años, siendo esta la única comunidad que recuperó los territorios de esta forma en Antioquia. En esos tiempos también estuvimos visitando a los indígenas zenúes de San Andrés de Sotavento, Córdoba, y a los campesinos de Sucre, atendiendo invitaciones de líderes de la ANUC, como Tulio Olivera y Alejandro Suárez. Los integrantes ancestrales y actuales de mi comunidad, como el resto de los indígenas de Colombia y toda Abya Yala, hemos luchado por pervivir desde 1492. Frente a los españoles resistimos y no nos dejamos doblegar. Siempre hemos luchado por la tierra para sobrevivir con dignidad como pueblos étnicos, y en nuestro caso como Pueblo Embera.
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La colonización del suroeste antioqueño la hicieron los Uribe Mondragón, Gabriel Echeverri, los Escobar, los Restrepo, los Mejía. Algunos llegaron desde Envigado, Marinilla y Río Negro, respaldados por el Gobierno antioqueño. Así, esta élite empresarial repartió grandes extensiones en la margen del río San Juan, a orillas del río Cauca, hasta la boca del río Arquía, en 1831.
En 1856, el Gobierno nacional, a través del Congreso de la Nueva Granada, ordenó a los colonos denunciar las tierras baldías y ocuparlas. Luego los declaraba propietarios de las tierras. En otras palabras, legalizaban lo que nos habían quitado.
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3. En Karmata Rúa no tuvimos agua de tubería hasta el año de 1970, y había que sacarla de una cañada dentro de la comunidad o, en el verano, desde el río San Juan. Muchas mujeres teníamos que bajar a lavar la ropa en el río San Juan, que pasa por la parte baja del despeñadero de mi comunidad y, así, medio nos defendíamos en esa época. Mi padre y los demás compañeros lucharon por traer el agua de una vereda llamada La Casiana; lograron traerla en la década del sesenta, pero el agua no era potable: los finqueros depositaban pulpa de café y consumíamos agua contaminada que producía sarpullidos en nuestra piel, gastroenteritis y demás complicaciones. Luego de traer el agua a la comunidad, luchamos por recuperar la tierra. Logramos recuperarla en 1982. Pero antes de esa recuperación éramos 112 familias, que vivíamos en solo 70 hectáreas de tierra. Actualmente somos 570 familias con 1850 personas.
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De manera que sufrimos múltiples necesidades, como todas las etnias y gente pobre de Colombia. Algunos colonos del suroeste de Antioquia, como Libardo Escobar Pérez y su familia, le quitaron más de 1800 fanegadas de tierra a mis ancestros y nos dejaron solo en aproximadamente 70 hectáreas de tierra. Debido a esa situación, algunos indígenas migraron al Chocó, al Bajo Cauca, a Puerto Berrío, Antioquia, y se situaron en un paraje denominado Ité, hasta que la violencia volvió a expulsar a muchos de los que estaban allí. Y los que nos quedamos en Karmata Rúa tuvimos que confrontar el problema del territorio, solicitando al Incora de esa época, hoy Incoder, que comprara tierra para nuestra comunidad. En el año de 1968, esa institución nos ofreció tierras, pero en Urabá. Y la comunidad no aceptó ese ofrecimiento porque allí había leishmaniasis, paludismos y culebras venenosas. Algunos indígenas que ya estaban viviendo allí habían muerto debido al paludismo, la fiebre amarilla y las picaduras de serpientes venenosas.
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Sin duda alguna, el estudio socioeconómico realizado en 1967 por dos personas que trabajaban en el Incora, Roque Roldan Ortega, abogado indigenista, y Enrique Sánchez, sociólogo indigenista, dio cuenta de que en nuestra comunidad vivían 112 familias en 70 hectáreas de tierra. Pero el mismo Incora no resolvió nada, pues se la pasó 20 años dilatando, mintiendo y envolatando a los líderes de Karmata Rúa que se desplazaban a Bogotá para gestionar la solicitud de la tierra. Como siempre, les decían que era muy pronto, y así duramos esperando 20 años al Incora. Nosotros jamás fuimos importantes para esa institución.
4.
Un tiempo después, en los años setenta, nos visitaron Pastor Jaramillo, León Valencia (escritor) y Alonso Tobón Tobón (ex diputado de Antioquia), Octavio Zapata, Gustavo Betancur, Humberto Flores, Miguel Rendón y otros. Venían a alfabetizar a los líderes que no sabían leer ni escribir. En esta alfabetización, entre 1977 y 1978, también estuvo presente y fue muy importante el Centro Laubach de Educación Básica de Adultos, CLEBA. Otros que nos apoyaron fueron Luis Aníbal Tascón, abogado de nuestro resguardo, que
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fue asesinado por defender la causa por la que luchábamos. Luego llegaron personas como Efraín Jaramillo, antropólogo, el padre Iván Cárdenas, Lucía Marín, Trino Morales, Miguel Secué, Santiago Camayo, del departamento del Cauca, las misioneras de la Madre Laura, Sonia Robledo, los sacerdotes claretianos, estudiantes y profesores de la facultad de Antropología de la Universidad de Antioquia, el defensor de los derechos humanos Héctor Abad Gómez, Jesús María Valle, Rosalba Osorno, Magdalena Toro, Magdala Velásquez, los campesinos de la vereda La Linda del municipio de Tarso, los campesinos de la Arboleda del municipio de Pueblo Rico y algunos sindicatos, entre ellos el entonces sindicato de Sintragrulla, que quedaba en Envigado, y el Sindicato de Trabajadores
Oficiales y Empleados Públicos de los municipios del departamento de Antioquia, Sintraofan; estas organizaciones nos apoyaron moralmente. No nos sentíamos solos ni solas.
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En cuanto a las agresiones físicas y verbales de parte de la policía, los medios radiales como Radio Clarín, Todelar y el periódico El Mundo de Medellín se encargaron de denunciarlos, y en verdad eso salía por los medios de comunicación mencionados. Claro, para los medios eso era una gran noticia, porque por primera vez en el departamento de Antioquia un grupo de emberas chamíes hablaban de recuperar la tierra usurpada y robada por los colonos, solamente apoyados por algunos voluntarios amigos que veían bien esta justa causa de lucha social. Por nuestros mismos esfuerzos mancomunados y el de algunas personas no indígenas, y por la organización de mujeres y hombres de mi resguardo Karmata Rúa, recuperamos la tierra. El Incora y la Gobernación de Antioquia tuvieron que comprar esa finca y entregarla a la comunidad, en el año de 1982.
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Claro que el logro de esa recuperación de tierra en Antioquia causó mucho revuelo entre algunas personas racistas, que aprovecharon la oportunidad de hacer florecer el odio estructural hacia nosotros. ¡Qué no nos dijeron! Pero, así mismo, otras personas no indígenas exhibieron su sentido de mestizaje y sacaron la cara por nosotros, diciendo que era más que justo que nos devolvieran las tierras robadas.
De manera que esa lucha fue descomunal. Lo que no sabíamos era que el terrateniente Libardo Escobar Pérez tenía toda una estrategia para defenderse y no entregarnos la tierra: el ministro de Agricultura de ese entonces, Germán Bula Hoyos, era casado con una prima suya; el subgerente administrativo del Incora, el doctor Garner, estaba casado con una sobrina suya; el alcalde de Andes, Fernando Escobar, era su hermano; el Presidente del Consejo Municipal de Andes, Mario Uribe Escobar, era su sobrino; el vicepresidente del Consejo y presidente del Directorio Conservador de Andes, Jhon Lemus Velásquez, estaba casado con una sobrina suya; el suplente al Senado de la República, Ricardo Escobar González, era primo suyo.
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Además, estos mismos contaban con el apoyo irrestricto de los terratenientes Bernardo Arcila García, propietario de la finca La Ciudad, Francisco Montoya, propietario de la finca Santana, Julio Vélez (hijo), propietario de la finca Santa Teresa, Débora Tobón Escobar, propietaria de la finca Caramanta, Julio Vélez, propietario del predio Mina Rica, Ricardo Escobar González, propietario del predio La Bodega, y Libardo Escobar y las autoridades de la zona, haciendo así toda llave que ahogaba nuestro justo reclamo.
5.
Sin embargo, la comunidad usó algunas estrategias para entrar a recuperar la tierra de nuestros mayores. El inicio de la organización fue realmente difícil, pero supimos sacar adelante las tareas propuestas. Lentamente, la autoridad fue asumiendo su compromiso; fueron incontables las peleas que tuvimos que dar con alcaldes, policías e inspectores, para hacer entender que en la comunidad indígena la única autoridad que debía existir era el cabildo. Después de 4 años de discusiones, el Gobierno departamental, a través del Decreto 1333 del 25 de junio del año 1981, al fin suspendió la Inspección Departamental de Policía de Karmata Rúa, haciendo así realidad
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nuestro propósito de implantar la figura del cabildo. Así mismo, seguimos realizando tareas con más disciplina, con miras a recuperar la tierra de nuestros bisabuelos.
Se comenzó a plantear de una manera más seria nuestro problema al Gobierno. Entre 1977 y 1978 realizamos 5 viajes a Bogotá y 4 a la regional del Incora en Medellín. Mandamos constantemente telegramas y memoriales, hablamos en la prensa y la radio, realizamos varias manifestaciones públicas; en todas estas actividades siempre hacíamos énfasis en las peticiones, y la respuesta no variaba mucho. Funcionarios del Incora y el Gobierno venían a la comunidad y decían que esperáramos, que muy pronto resolverían el problema. La única diferencia con las respuestas que nos daban en el 68 era que las promesas se hacían en la oficina y luego en la comunidad. Siempre se comprometían, siempre palabras, siempre promesas. A la par con las promesas nos traían ropa, alguna medicina; Coldeportes nos regalaba balones. Nos engañaban como a niños que les dan bombón para que se queden callados. Pero nosotros ya sabíamos, desde 1968, cómo venían respondiendo ellos y exigimos más enérgicamente la entrega de nuestra tierra.
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Nuestra lucha seguía y fue tanta la presión de nuestra comunidad y las organizaciones hermanas que, en febrero de 1978, el Incora al fin se decidió a dictar una resolución en la cual afectaba unas 32 fincas, incluida la Villa Inés y Sorrento, como las llamó Libardo Escobar, reconociendo así nuestras peticiones y afirmando, dentro de la resolución, nuestros legítimos derechos a la tierra que poseía ilegalmente el invasor Escobar, puesto que estaba incluida dentro de la escritura pública del resguardo. Cuando se nos notificó la Resolución 056 que reconocía nuestra aspiración, nosotros nos pusimos muy contentos y creímos firmemente que el problema ya estaba llegando a su fin, pero transcurrieron los meses del año 78 y nos quedamos esperando los trámites del Incora; cada que iban los funcionarios a la comunidad nos decían: “Paciencia muchachos, que ya con la resolución les vamos a resolver muy pronto su problema”. Además, nos visitaban con brigadas de médicos. Claro que nosotros no rechazábamos a los médicos, pero sí las intenciones del Incora de tapar nuestros reclamos. Incluso ese año no realizamos mayor actividad de presión, solamente nos limitamos a esperar y a oír promesas.
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[El arribo de los embera chamí a Karmata Rúa sucedió hace 200 años. Llegaron desplazados por colonos que les habían robado sus tierras, en Risaralda. Ya en el suroccidente antioqueño, empezaron a recibir presiones de nuevos colonos, asentados en el municipio de Andes. A finales del siglo XIX, el gobierno de Antioquia les otorgó el territorio, pero las presiones no cesaron. Sumado al acorralamiento espacial, a comienzos del siglo XX se inició un proceso de evangelización típico por parte de la Iglesia Católica para integrar la comunidad a las necesidades del Estado y los terratenientes: se persiguió a los jaibanás, se obligó a los indígenas a casarse por la iglesia y se empezó a bautizar a los niños en la parroquia de Andes. También se prohibió hablar la lengua en los procesos educativos y se le cambió el nombre al territorio: pasó de llamarse Karmata Rúa (tierra de la pringamoza) a Cristianía. Luego, en los años setenta del siglo XX, los embera chamí empezaron un proceso de reivindicación de sus derechos. Vino a suceder lo que sucedía por esa época en otros puntos del territorio nacional, una historia más o menos repetida: ocupaciones nocturnas de haciendas (en este caso, las de Libardo Escobar, descendiente de Juan Bautista, usurpador de comienzos de siglo), desalojos matutinos por parte de la policía, batallas legales con escrituras en mano, asesinatos de líderes y defensores (el abogado Luis Aníbal Tascón, en 1981) y al final, unas cuantas pequeñas grandes victorias: la entrega de las tierras por parte del Incora (407,5 hectáreas), la reivindicación del nombre original del resguardo, la permanencia de la memoria y la conservación de la lengua embera].
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En enero de 1979 elegimos el nuevo cabildo y fue nombrado, como gobernador de la comunidad, el abogado indígena Aníbal Tascón González. Días posteriores a la elección del cabildo, decidimos viajar a la ciudad de Medellín masivamente, a las oficinas del Incora, puesto que había rumores tales como que la resolución la habían demandado los terratenientes y, todavía más, que el ministro de Agricultura estaba plenamente identificado con los intereses de los terratenientes. Sabíamos además que las palancas politiqueras de los Escobar estaban haciendo todo lo posible para echar la resolución por tierra. Viajamos 2 carros de mujeres, ancianos, niños y hombres, sostuvimos conversaciones con los funcionarios del Incora, los cuales se limitaron a decir que esos rumores eran chismes y que tanto el ministro de Agricultura como la institución estaban muy interesados en adelantar el programa de adquisición de tierras para la comunidad. Nosotros ya nos estábamos impacientando de tanta ‘mamadera de gallo’, como decimos aquí en Colombia, y fue así como convenimos un plazo de 6 meses con el Incora para que nos tuviera una repuesta concreta.
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6.
La gente que no conoce nuestra historia nos trata de invasores, y no saben que el invasor de nuestra tierra fue Libardo Escobar y sus ancestros. Ya nosotros teníamos el número de la escritura número 977 de 1874, en la que Gabriel Echeverri había dizque donado un pedazo de tierra a 18 familias: Félix Tascón, Chicamá, Ivana, Innca, Timbazú, Naquiama, Mató, Dominca, Guachirá, Córdoba, Guabí, Segundo, Novoa, Purrú, Quirada, Saldarriaga, Restrepo, Tucamá, entre otras. Supuestamente donación. Para mí no es una donación, no la considero así. ¡Cómo puede esta escritura decir semejante barbarie cuando por aquella época les robaron la tierra a mis ancestros! ¡Después de todo lo que nos robaron! Dicen que es una donación… a mi juicio era la devolución de una migaja en relación con todo lo que nos habían robado.
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Con esta escritura lo que hicieron fue correrlos más arriba de donde se encontraban inicialmente, pues los desplazaron de Andes hacia la desembocadura de la quebrada Cintadó. Después los embera chamí de Karmata Rúa la llamaron quebrada Bartolo, en homenaje al jaibaná asesinado que habitó en la desembocadura del río San Juan. Los colonos, ni con documentos en mano, pudieron respetar el derecho a la tierra. Aquí, los indígenas les respondieron a machete y asesinaron a algunos invasores. La comunidad quedó ocupando 70 hectáreas de tierras aproximadamente, y el resto lo invadió la familia Escobar.
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7.
Por todas las situaciones padecidas, las mujeres chamíes del resguardo jugamos un papel inolvidable en la participación de la recuperación de la tierra. Mis compañeras trabajaron picando el potrero, cocinando sin descanso. Nos ganamos un papel muy importante por la manera de hablar y decidir. Incluso nos defendíamos de las agresiones de la fuerza pública, que no fueron poquitas, pues fuimos agredidas, encarceladas y torturadas por la policía y por orden del terrateniente Libardo Escobar Pérez, hoy fallecido. Así mismo hicimos presencia en las negociaciones para la entrega de la tierra, y yo fui una de las que participó activamente en las denuncias. Me tocó defender la comunidad ante las autoridades ordinarias, la policía, las hermanas Laura y todas las instituciones.
Una de tantas resistencias fue la siguiente. En tablillas de madera se escribía: “¡fuera terrateniente de nuestra tierra!”, y se clavaban en los estacones de alambrados en la orilla de la carretera para que la gente leyera; incluso en
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las casas que iban dejando solas los agregados que salían de la finca, se pintaban las consignas sobre la lucha por la tierra. En la entrada se enterraban las tachuelas para pinchar las llantas de los carros que entraran a la hacienda de Libardo Escobar.
En el campo espiritual, la comunidad le pidió el apoyo al jaibaná Alipio Baquiaza -hoy no sé si está vivo o no-, para que aplicara el jai al terrateniente. Después hubo comentarios que de noche veían un personaje sin cabeza. Sin embargo, no pasó nada… Marchábamos por todo el centro del resguardo, saliendo a la carretera y regresando a la comunidad. Gritábamos varias consignas alusivas a la liberación de la Madre Tierra. En la cosecha, nos organizábamos en grupos para la recolección de café. El deporte y la danza fueron utilizados para despistar a la fuerza pública, es decir, mientras jugaban y danzaban los niños y niñas, había grupos trabajando la tierra. Los rastrojos y potreros fueron objeto de limpieza y siembra de alimentos.
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Cuando capturaban a algunos compañeros o compañeras, ellos les daban solamente el nombre tradicional, y cuando miraban las cédulas se daban cuenta de que estaban registrados con los nombres de los blancos, cosa que enfadó a la policía. El día de la negociación para la entrega de la tierra, la policía le dijo a la comisión negociadora y a otras autoridades ordinarias que los indígenas se cambiaban de nombre. Entonces las hermanas Lauras les aclararon que eso era muy normal en las comunidades emberas, pues tenemos los nombres propios en el idioma tradicional, y el otro nombre es el de los bautizos, tarjetas de identidad y cédulas que entregaban en la Registraduría. Esta aclaración de las hermanas Lauras fue muy importante y contundente, ya que la policía y comandantes de esa época estaban señalando de guerrilleros a los embera chamíes de Karmata Rúa.
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Durante este proceso, la comunidad siempre tuvo acompañamiento de un asesor jurídico, que hacía parte de FUNCOL, una entidad de abogados que trabajaban en coordinación con la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, después de la muerte de Luis Aníbal Tascón.
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8.
En Medellín, a mí me tocó recoger los boletines de denuncias en lengua materna, los traducíamos al español y luego los llevábamos a los medios masivos en compañía de dos compañeros. Es más, realizábamos gestión de solidaridad en los sindicatos para que nos apoyaran moralmente. De esta forma, en plena actividad de la recuperación de la tierra, los primeros detenidos fueron 30 personas aproximadamente, de las cuales menciono algunos nombres:
Bernardo Yagarí, Gabriel Yagarí, Idalia Yagarí, Hernán Yagarí, Eugenia Vélez, Cruz Elena Niaza, Ranquelina Carupia (fallecida), Carlos Niaza (fallecido), Ana Lucía Yagarí, Blanca Tascón, Ana Florencia Yagarí, Marina Tascón, Cristina Tascón, Eugenio Baquiaza, Elvia Yagarí, Braulio Carupia, Martiniano Yagarí (fallecido), Ana Felisa Yagarí (fallecida), Ovidio Baquiaza, (fallecido); en total fueron 30 personas aproximadamente, según Gabriel de Jesús Yagarí Guasarabe.
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A las 10 de la mañana fue la captura, donde está ubicada la casa de la señora Ana Lucía Yagarí. La policía los retuvo por una hora; no podían comunicarse con sus familiares, es decir, entre los comuneros no podían acercarse, estaba prohibido. Después los llevaron a Jardín, aproximadamente a las 12 del mediodía. Fueron privados de su libertad por 24 horas. En el calabozo todos pasaron de pie, porque no había espacio para sentarse y menos para dormir. Las necesidades fisiológicas las hacían tapando entre mujeres y hombres. Al otro día, Luís Aníbal Tascón (el abogado asesinado), los visitó para decirles que les iban a dar la libertad y a las 3 de la tarde fueron liberados.
Por estrategia de lucha, se cambiaban las personas que iban a los calabozos. La secunda captura fue por 24 horas en Jardín. Las personas que participaron fueron: Gabriel Yagarí, Apolinar Yagarí, Sofía Vélez (fallecida), Joaquín González (fallecido), Francisco Yagarí (fallecido), Pedro Pablo Yagarí (fallecido), Carlos Niaza (fallecido), Hermilda Baquiaza (fallecida), Raúl Yagarí (fallecido), entre otros. La policía torturó a muchos emberas hombres y mujeres. Les pegaban latigazos. A la gente descalza la hicieron caminar en la carretera embalastrada, les hacían cargar a otras personas. El calabozo olía a excremento de presos detenidos, y de noche no conciliaban el sueño.
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La tercera privación de la libertad de la gente fue por 15 días, en Andes. Estuvieron detenidas las siguientes personas: María Idalia Yagarí, Hernán Yagarí, Eugenia Vélez, Aurora Tascón, Rosa Emilia Yagarí, Nelly Yagarí, Agriselda Yagarí (fallecida), entre otras. Esa vez, 5 compañeras fueron torturadas junto a otro compañero: María Idalia Yagarí, Aurora Tascón, Estefanía González, Rosa Emilia Yagarí y Hernán Yagarí. Las mujeres intentaron escaparse de la policía, pero las cogieron a todas y las amarraron con un lazo. Las jalaron para que caminaran hasta que cayeron a un lago, donde quedaron empantanadas. Después que salieron del lugar, las llevaron a la casa del terrateniente, según cuenta María Idalia Yagarí.
En los calabozos no dormían, no había espacio para descansar el cuerpo. Fueron muchas las penas y necesidades. Sin embargo, alguna gente de Andes y Jardín que estaba informada sobre la lucha de la comunidad se solidarizó con la alimentación2.
2 La información de este apartado fue suministrada por Gilberto Tascón Yagarí (nota de Eulalia Yagarí).
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También hubo mucha solidaridad de parte de los campesinos pues se había constituido una relación social desde 1975. Ellos estaban luchando por la tierra e intercambiaban ideas sobre cómo organizarse, por qué y para qué. En ese entonces la comunidad era víctima del rencor; peleaban unos con otros y el proceso de emigración se hacía cada vez mayor y la explotación en las fincas era peor; era el pan de cada día. El terrateniente Libardo Escobar, (hijo de Eduardo Escobar, invasor de nuestra tierra en el siglo pasado), no daba casi trabajo a los emberas, y, si lo daba, era mal remunerado.
Líderes como Edilberto Tascón, Gabriel Yagarí, Gilberto Tascón, Margarita Tascón, Ranquelina Carupia y muchos otros se fueron donde la viejita Mercedita Yagarí de Tascón, que guardaba la escritura de generación en generación. Juan Pablo Guazarabe, un líder que se había educado con Radio Sutatenza, jaibaná de la comunidad, e hijo de Mercedita, la convenció para que les entregara la copia de la escritura
977 de 1874 a los líderes de Karmata Rúa (Cristiania). La original estaba en Jericó, Antioquia, la cual se transcribió, se fotocopió y se
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repartió a toda la gente de la comunidad. Luego se metieron a trabajar sin permiso en las fincas de quien decía ser el dueño de esa tierra: Libardo Escobar. Pero la tierra no era de él, era de nosotros pues la escritura la tenía la comunidad y por eso se luchó, por recuperar esa tierra y se logró recuperarla.
Hoy Karmata Rúa, por esa lucha que ha llevado a cabo la gente de mi comunidad, tiene acueducto, energía eléctrica, una tienda comunitaria, una capilla, un preescolar, el colegio de básica primaria y bachillerato, la sede de mujeres, la Casa Cabildo, el trapiche, cancha de fútbol, centro médico y centro deportivo.
Ya más adelante, junto a algunos amigos del Pueblo Embera Katío, el Guna Dule y el Zenú, se creó la Organización Indígena de Antioquia, OIA, al calor de esa lucha social. Reconocíamos que esas otras etnias también habían sobrevivido a los embates, primero, de la devastación española sobres sus tierras, sus
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vidas y su cultura, desde 1492 y, luego, de la Colonia criolla. Hoy los Pueblos Embera
Dóbida, Embera Katío, Embera Chamí, Guna Dule y Zenú son de la OIA, la cual agrupa 50 000 indígenas en Antioquia. Esta organización interactúa en la defensa de los derechos humanos, sociales, económicos, políticos y culturales de las etnias antioqueñas. Así mismo, participa con las demás organizaciones indígenas de las demás etnias del país para continuar luchando coordinada y mancomunadamente, a veces marchando en las mingas, pero también exigiendo los derechos indígenas ante las ONG nacionales e internacionales, y ante las mismas instituciones del Estado colombiano. Así lo han venido haciendo todos los emberas, también junto a las organizaciones de mujeres que luchan en el marco del derecho diferencial de género. Se ha luchado por los derechos humanos de las mujeres, por la emancipación, contra la exclusión, el analfabetismo y el maltrato físico, psíquico, espiritual y emocional, incluso de parte de sus propios esposos. Por todo esto, apoyo el espíritu resistente de estas lideresas que han podido salir adelante.
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Pero también hay que seguir apoyando la protección de las lenguas maternas, la educación, la salud y el relevo generacional de las y los jóvenes. Hay que apoyar a las mayoras, a la población LGTBIQ+, que son y hacen parte de nuestra realidad, de nuestras vidas, y que son defendidas también por la Constitución Política de Colombia. La Constitución de 1991 permite que todas estas organizaciones se desarrollen y trabajen todos los días de la semana, de los meses, los años y los siglos en Colombia.
Y para hacer que las mujeres y hombres indígenas sean sujetos de derecho, que eso se cumpla de verdad, falta es que el Gobierno de turno cumpla con lo acordado en la carta magna, y eso se llama voluntad política. Y debe haber voluntad de todas las personas, tanto de las etnias como de cada colombiano y cada colombiana; se necesita del corazón, y aparte de eso, hay que descontaminar un país corroído por la corrupción de todas las clases sociales. Porque el erario público es sagrado y se respeta. Así mismo, se debe respetar el derecho a vivir en paz, a vivir una buena vida, el Buen Vivir. Ese Buen Vivir se construye a través del derecho y eliminando la corrupción.
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La Constitución Política de 1991, en la historia del país, es la única constitución incluyente a favor de las etnias colombianas. Incluye derechos sociales de otros sectores que debemos leer, conocer y desarrollar. Debemos luchar para que el Gobierno de turno la desarrolle y la cumpla. Nació con 44 artículos que benefician a los Pueblos Indígenas, pero se necesita de voluntad política para desarrollarla. Espero que el Gobierno del doctor Gustavo Petro Urrego, actual presidente de la República de Colombia, pueda desarrollar adecuadamente esta constitución política a favor de las etnias y del pueblo, claro, con el apoyo de todas y todos los colombianos. Este cambio se demora, pero debemos luchar para que estos sueños se materialicen.
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Un sueño que es común en Colombia, en nosotros los y las indígenas, es el respeto a la Consulta Previa. Y es que antes de realizar un proyecto de explotación de cualquier mineral en resguardos indígenas, el Estado debe consultar a sus habitantes si están de acuerdo o no con dicho proyecto, y realizar los estudios previos sobre los daños e impactos ambientales que, en vez de beneficiar a las comunidades, más bien las destruye, acabando con la vida social y la cultura de los pueblos.
Finalmente, debemos contribuir a un proceso de paz desde los fogones, cultivar el respeto al agua, los árboles, los ríos, las fuentes de agua, los mares. Debemos recoger las basuras adecuadamente, reciclar y no matar los bosques con venenos.
Son tantas cosas por decir. Espero que los otros periodos de la historia los cuenten los demás compañeros y compañeras del Movimiento Indígena. Muchas gracias por permitirme expresar una parte de la historia de mi comunidad a través de mi testimonio. Gracias al editor y a la ONIC.
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Ni un milímetro le cedemos a la muerte provocada
Losabusos y crímenes contra los pueblos del Pacífico chocoano son numerosos: el reclutamiento forzado, los atentados a los jaibanás, el confinamiento, la explotación del territorio por parte de grandes multinacionales, las violaciones sobre el derecho a la Consulta Previa, el fuego cruzado entre guerrillas, paramilitares y Ejército Nacional, el desplazamiento, la discriminación y, apuntalando todo lo anterior, el olvido estatal. En esta ocasión, la mayora Miryam Chamorro, del Pueblo Embera Dóbida y representante de las Autoridades Indígenas de Colombia - Gobierno Mayor, hace un recuento de las presiones que deben soportar las comunidades indígenas del Chocó. Los males parecen ser infinitos; sin embargo, en medio de la adversidad y del terror de la guerra, las mismas víctimas han llegado a responder con un humanismo y un valor admirables. Esta voz que a continuación podremos leer, la estuvimos escuchando en el Foro Emergencia Humanitaria y Violación a los DD.HH., realizado en la Universidad del Valle el pasado mes de septiembre, en el marco de los 26 años de la Mesa Permanente de Concertación.
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Miryam Chamorro Caldera
Pueblo Embera Dóbida
23/9/22
1. Parece que en ocasiones no hay palabras para expresar nuestros propios sentires, nuestros propios padecimientos. Aún muchos no nos explicamos cómo danzamos, cantamos, celebramos la vida. Quizás no haya momento, desde hace mucho tiempo en la historia de los pueblos del suroccidente colombiano, en el que no se escuche un hecho de violencia. Hoy cualquier compañero puede quedar atrapado en el territorio chocoano, muerto por una mina antipersonas o por un artefacto explosivo. Cualquier joven, ante tanta violencia desnaturalizada, puede suicidarse. Ya niños de 10 años se están suicidando. Desde el 2010 a la fecha, solo en el resguardo de Catrú, Dubasa y Ankozó podemos dar cuenta de alrededor de 360 suicidios registrados.
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Y algo que no se había visto anteriormente: hay madres que se están suicidando, padres de familia que se están suicidando, que han dejado niños muy pequeños. Gente todavía muy joven. Esto pasa particularmente en el Chocó, pero en general en el Pacífico, y en las zonas alejadas que no han tenido un cese al fuego, que no han tenido acuerdos de paz que los hayan cobijado. Allá los grupos armados cambian el nombre y continúan. Son las mismas personas con diferentes nombres. Se reagrupan. Y no solamente en el Chocó; eso sucede en Nariño, sucede en el Cauca, sucede en el Valle del Cauca.
Las violencias sexuales en esos territorios es algo que se da. Pero también está el amordazamiento, las mordazas a los compañeros; aquellos a los que reclutan forzadamente. Y lo peor: una vez reclutado, si el joven no resiste −porque lo someten a las peores pruebas−, si no aguanta permanecer en esas filas en que los han reclutado, los asesinan; y a los niños, a los padres, a los familiares se les prohíbe hablar de ese homicidio. En ocasiones, no solamente se llevan a un joven, sino que se llevan 2 y 3 personas del mismo hogar.
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El Chocó, por ser un territorio de pocas comunicaciones, está aislado. Es muy difícil que nosotros por acá [en las ciudades] nos enteremos de qué es lo que pasa. Solamente nos damos cuenta a través de las organizaciones que llegan a acompañar algún proceso. Pero no siempre se puede denunciar. Hace unos días entraba una comisión nuestra [de Gobierno Mayor] a dar el taller de la Consulta Previa sobre Catastro Multipropósito. Iban para un territorio que inicia en Carmen del Darién y no pudieron llegar a la comunidad porque uno de los grupos de las autodefensas les prohibió entrar. Tuvieron que devolverse y dar el taller en Curvaradó. Ese es el diario vivir en todo el Chocó. Ellos dicen a qué hora se puede entrar al territorio, a qué hora se puede salir, cuándo se pesca, cuándo se caza, y ahí es donde empieza el confinamiento de los compañeros. Esa es otra forma de asesinar a los Pueblos Indígenas. Porque si usted vive de la cacería, vive de la pesca, vive del pancoger y le siembran minas en el territorio y le prohíben cazar, pescar… entonces, ¿de qué va a vivir?,
¿cómo sobrevive? En estos momentos tenemos más de 7000 compañeros en confinamiento en el territorio del Chocó, y es ahí donde está la gran preocupación de qué hacer.
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Pero, más aún, sumado a toda esta situación, asesinan a los jaibanás, los médicos tradicionales. Allá nadie puede levantar un bastón de médico tradicional porque lo asesinan. Sea quien sea, sea un aprendiz, sea ya un mayor, no se puede demostrar la medicina tradicional. No se puede enfocar la espiritualidad. Porque, al parecer, los integrantes de estos grupos armados son más creyentes que los pueblos que habitan el territorio del Chocó. Ellos saben que por los jaibanás existen los pueblos que están en el Chocó, los pueblos que no fueron arrasados por la Colonia; precisamente porque quienes cuidan los territorios son los médicos tradicionales. Cuando se asesina un médico tradicional se desprotege totalmente el territorio, y esto está pasando.
Se ha denunciado lo poco que se ha podido denunciar. Pero mucho de lo que sucede en nuestro territorio está quedando oculto, invisibilizado. Parece que a nuestro Estado eso no le compete. También han muerto madres y niños por las balas perdidas, y compañeros varones. Y, sin embargo, aunque se denuncia, aunque se dice, por allá pareciera que no hubiera Estado. ¡Y se conoce lo que sucede, no es difícil saber dónde están ubicados estos grupos!
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[Los y las jaibanás curan a la gente, curan el territorio, poseen o lidian con los jai, provocan la enfermedad -si así se lo proponen-, y saben transitar entre los mundos: el humano, que es este que vemos, el de arriba, gobernado por Caragabí, y el de abajo, que pertenece a Tutruika. En el contacto con Caragabí comprende los atributos del fuego, del agua y el viento, y en el trato con Tutruika reconoce el origen de las enfermedades (los jai), y por lo tanto puede curarlas. Los jai están en toda cosa animada o inanimada, en las plantas, en las piedras, en el trueno, en el hombre… también están en las cosas creadas: una herramienta, un papel, una moneda. El jai es la esencia de la cosa, y el jaibaná (jai: energía; bana: posesión) es el que domina dicha esencia. Algunos jai son diferentes: los de una especie animal, por ejemplo, y los de las personas. Son más poderosos y el jaibaná o la jaibaná no podrá poseerlos o encerrarlos, pero sí negociar con ellos de manera cordial. No es entonces el jaibaná solamente un médico o una médica; es también un equilibrio, un puntal de la comunidad y de la identidad de su gente. Asesinarlos o amordazarlos es matar el pueblo y arrancarle su fundamento. Pero la guerra y sus actores poco lograrán entender esta razón].
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Allá tenemos un gran mar, el Pacífico, que está en la mira de grandes transnacionales, para hacer sus megaproyectos. Se habían programado 76 megaproyectos en la costa Pacífica, entre los cuales está la Base Bahía Málaga, el Puerto Tribugá, que está anunciado, pero que ha tenido una controversia grande a nivel internacional; se logró hacer el viaducto Buenaventura-Bahía Málaga; se habla… se sigue hablando del Canal Atrato-Baudó como alternativa para los barcos de gran calado que ya no pueden usar el Canal de Panamá; una vía férrea, un puerto seco… y en medio de todo ello, el Gobierno ha dejado que los grupos al margen de la ley hagan lo que quieran.
Es un mar Pacífico totalmente abandonado. No hay control de absolutamente nada. Una vez que otra se habla de que cogen unos cuantos cargamentos de droga, pero allá los grupos campean a su antojo. No hay absolutamente nadie que controle a estos grupos armados. Claro, hay grandes caminos hechos por los manglares, y por allí se refugian todos estos grupos. Cuando hablo de caminos, hablo de los esteros…
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La siembra de coca, la necesidad de sembrar coca de los indígenas, afros y campesinos que viven en esas zonas, y la utilización de los compañeros como mulas han generado mucha más violencia que en cualquier otro territorio colombiano (sin dejar de tener en cuenta, claro, lo que pasa con el Pueblo Awá, lo que pasa con los compañeros del Cauca, lo que pasa en ese corredor de Buenaventura). Y aunque muchas veces se ha llamado la atención sobre la situación, y aunque la Defensoría ha hecho alertas tempranas, aún no se puede hablar ni siquiera de una muestra mínima de paz en estos territorios. Nosotros, en múltiples ocasiones, hemos exigido que haya un acuerdo humanitario, pero ya, de inmediato, por lo menos para darle tregua a esos pueblos que están en el Pacífico. Que por lo menos se hagan los desminados. Pero ha habido allá mucha dificultad. Y ni siquiera las reparaciones colectivas o las reparaciones individuales se dan en estos pueblos. Y no se dan ni en el Chocó ni en el resto de la costa Pacífica.
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Esa es una de las salidas que nosotros vemos para que el etnocidio no continúe para los Pueblos Indígenas del Chocó, que haya reparación. Es una de las alternativas, y ahora que se habla de la paz total… nosotros sí consideramos que esto es muy importante. Lo estamos requiriendo y además es un deber del Gobierno y un deber humanitario, no solamente en favor de los que estamos padeciendo allá, sino de toda la sociedad colombiana. Necesitamos ese esfuerzo humanitario mientras se dan los diálogos de los que se habla para esta paz total. Porque allá padecemos y a diario tenemos las consecuencias de lo que es una violencia generalizada. Consideramos que es bueno que el Pacífico colombiano empiece a tener siquiera unos mínimos descansos espirituales. Espirituales, porque la tristeza campea por esos territorios.
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Nosotros, como emberas dóbidas, hacemos nuestros debidos rituales. Cuando se oye el toque de un churo −nosotros le decimos churo al caracol con que se hacen los llamados− acudimos a las actividades colectivas, donde el jaibaná se sienta, se pone a la mesa y canta. Pero ahora no se pueden hacer estos cantos, ni nocturnos ni diurnos, porque cuando se oye el llamado, inmediatamente acuden los grupos armados, sacan al jaibaná y lo asesinan.
Sin embargo, hemos creado muchos métodos para tratar de proteger en algo la población, porque, como decía, no ha sido posible que allá en nuestros territorios haya una mínima tregua de la violencia. Allá, los paramilitares, cuando se hizo el Acuerdo de Paz, continuaron sus actividades como si nada. Con las FARC la misma situación. Cuando se ha hablado de las pequeñas treguas que hace el ELN, ellos han continuado. Nosotros tenemos víctimas de todos los grupos, pero lo más doloroso, señores: tenemos víctimas del Estado, de las Fuerzas Armadas.
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Sobre los territorios de Santa María de Pángala han llovido del cielo las ráfagas, las bombas que han matado a jovencitos, a niñas, a niños. En varias ocasiones han sido bombardeados los resguardos. Y, aunque lo denunciamos, las Fuerzas Armadas se han quedado en silencio. En algún momento hemos obligado a las fuerzas militares a entregar una que otra parte de un cuerpo de esos que se han bombardeado. Y aunque se ha denunciado, los bombardeos continúan. El hostigamiento por parte de helicópteros también continúa. Entonces, no sabemos realmente hasta cuando se vayan a dar esas violencias en el Pacífico. Y cuando hablo del Pacífico estoy segura de que lo mismo pasa en otros territorios, como el de los compañeros nasa, o el de los compañeros awá.
Pero bueno, digamos que, si bien hemos denunciado y constantemente estamos hablando de lo que pasa con esta violencia generalizada en nuestros territorios, también hay que decir que hay una gran resistencia por parte de nuestros pueblos. Nosotros no le cedemos ni un milímetro a la muerte. Ni un milímetro le cedemos a la muerte provocada. Constantemente estamos haciendo actividades para que la vida sea mucho más generosa, mucho más anhelada por nuestros muchachos, porque sabemos lo que está pasando
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en sus corazones, lo que está pasando por sus mentes, y sabemos que, si no somos nosotros los líderes los que les damos esa fuerza a nuestros jóvenes, tal vez no vaya a haber más líderes después, y por eso nosotros constantemente levantamos nuestras voces.
Todos los que levantamos las voces estamos en riesgo. Porque también, en muchas ocasiones, cuando llegan las transnacionales −pues, entre otras cosas, tenemos un territorio muy rico en yacimientos de minerales− y hay una violación de la Consulta Previa, nosotros intervenimos. Exigimos que se haga la Consulta Previa. Lastimosamente, en Colombia no hemos logrado todavía el derecho a la objeción de conciencia. No obstante, hemos logrado, por ejemplo, que un megaproyecto como lo es la carretera Panamericana esté parado en algunos territorios indígenas, porque no ha habido garantías.
Pues, imagínense, si eso es ahora, en esos territorios que aún son inhóspitos, ¿cómo será cuando pase una vía de tal magnitud atravesando las cordilleras de nuestro querido Chocó? Eso sería definitivamente desastroso, porque no hay garantías para preservar la vida, para preservar el tejido cultural de nuestros pueblos, el tejido social; va a ser muy difícil que esta violación a los derechos
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humanos se detenga. Y todos lo saben: que donde hay proyectos mineros aparecen los grupos al margen de la ley. Eso ha sido un continuo, y aquí sí es el Estado el que tiene la mayor responsabilidad.
Porque, entre otras cosas, compañeros, cómo les parece que, en la profunda selva, cuando van a hacer una exploración a ver qué metales detectan, allá llega todo el aparato militar, absolutamente todo, a cuidar a las transnacionales. Y, por ahí derecho, a cometer vejámenes contra las poblaciones indígenas que están presentes en esos territorios. Entonces, imagínense la esperanza que nosotros podemos tener si llegan es a cuidar la transnacional que está violando los derechos de los Pueblos Indígenas. Qué esperanza podemos tener nosotros en el Estado.
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Ahora, frente a este nuevo Gobierno que consideramos esperanzador, creemos que va a haber un punto de quiebre; todos tenemos la expectativa de que, por lo menos en esos territorios, algo empiece a cambiar. No obstante, este tiempo ha sido muy difícil. Se ha acentuado más la violencia. Pero mucho más. Hace tan solo 5 semanas hablábamos de 4 jóvenes asesinados del Pueblo Wounaan. Eran estudiantes, y las Autodefensas Gaitanistas ya han confirmado que los asesinaron. Pero no los han entregado. Hasta allá llega la sevicia. No los han entregado. Y ni siquiera podemos hablar… nos lastima el alma la manera como matan a los compañeros indígenas, las circunstancias que hay alrededor de un homicidio: compañeros que dejan desangrar, compañeros que no permiten que se les entierren, y todo dizque por darles una lección a las comunidades tanto indígenas como afros. No sabemos qué tipo de lección es esa. La intimidación es enorme en esos territorios.
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Pero aquí estamos. Y cuando digo aquí estamos, somos todos los pueblos en una sola voz, en una sola conciencia, y en un solo persistir. Y ese persistir se traduce en resistencia, se traduce en esperanza de vida, se traduce en lucha. Muchos de nosotros, o de los hijos de nosotros o de los hermanos de nosotros van a los territorios, acompañan. Pero también muchos se han resistido a dejar sus territorios. La gran mayoría de los pueblos que hay en el Pacífico se han resistido, por encima de todo, a dejar sus territorios, y muchos de esos grupos armados han recibido grandes lecciones. Una de ellas, muy conocida: cuando asesinaron al compañero Aquileo Mecheche en Riosucio; los mismos asesinos fueron y amedrentaron a la comunidad, y las mujeres los rodearon y les dijeron: “Mátennos a nosotras y también a nuestros hombres y a nuestros hijos, pero no vamos a salir del territorio”. Fueron las mujeres las que le hicieron frente a esos grupos al margen de la ley. Hoy permanecen allá. Hoy los compañeros permanecen en las comunidades pues las mujeres dijeron: “Ustedes no saldrán… nosotros tampoco, porque este ha sido nuestro territorio desde siempre y aquí vamos a morir”. Esa ha sido parte de la resistencia que se ha hecho en el Pacífico colombiano, en cabeza de las mujeres.
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[En noviembre de 2018, más de 400 indígenas del Chocó se trasladaron a Bogotá con el fin de exigir garantías de seguridad y vida digna en sus territorios. Aquileo Mecheche fue uno de los voceros de la minga. Venía denunciando, por un lado, los hostigamientos que sufría la población embera por parte de los grupos armados que se disputaban la región y, por otro, las amenazas que él mismo estaba recibiendo. Las denuncias se hicieron frente a la Defensoría del Pueblo, el comisionado de Paz y la Unidad Nacional de Protección (UNP). El resultado fue un acta en la que la UNP se comprometía a iniciar una ruta de protección para 13 líderes, entre los que estaba Aquileo Mecheche. Pero la tal ruta de protección, según parece, no tuvo mayor incidencia. El 25 de marzo de 2019, un grupo de hombres de las Autodefensas Gaitanistas entraron a Jagual, corregimiento de Riosucio, a intimidar a la comunidad, especialmente al líder que venía denunciándolos. En aquella ocasión la Guardia Indígena impidió que lo asesinaran. 2 días después la población tuvo que soportar el fuego cruzado de un enfrentamiento entre los paramilitares y el ELN; cundió el terror, la comunidad entera tuvo que refugiarse en zanjas y barrancos, pero las balas, en aquella ocasión, no alcanzaron a ninguno de los vecinos. Fue ya el 12 de abril que las viejas amenazas se hicieron efectivas. A Aquileo Mecheche, estando en Riosucio, le hicieron 3 disparos en el rostro. Esta vez no llegó nadie (sobre todo, no llegó la UNP) para evitar que sucediera].
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Es muy importante que se respeten y se fortalezcan las estructuras organizativas de los Pueblos Indígenas. Nosotros, los emberas dóbidas, somos pueblos de valores culturales profundos. Nunca los dóbidas estuvimos acostumbrados ni a pedir, ni a que nos dieran. De hecho, hace mucho tiempo, se castigaba la pereza, porque consideramos tener los mismos beneficios para sembrar, para comer. El perezoso era el que tenía que pedir, y el perezoso podría llegar a robar. Entonces, imagínense, se castigaba al perezoso; y formábamos a los niños para que después no cayeran en la pereza.
Y también teníamos unos roles específicos. Los médicos jaibanás, por ejemplo, cuidaban una parte del territorio y a unos clanes familiares. Así mismo, en ese territorio existían los yerbateros, los botánicos. También existían aquellos que se conectaban
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con ciertas especies de la naturaleza; se tenía un cuidado especial con estos seres y se hacía lo que nosotros llamamos “las ombligadas”: si había alguien destinado, por ejemplo, para la pesca, entonces se le ombligaba para que su pesca fuera muy fructífera, y lo mismo si se trataba de la cacería, o de los juegos ancestrales, sobre todo los de la lucha cuerpo a cuerpo. Esos roles se han conservado, pero, también, desde que llegó el conflicto armado, y sobre todo en los últimos tiempos, hemos sufrido la colonización, la transculturización.
Cuando llegó el conflicto armado, en primer lugar, empezaron a matar los médicos tradicionales. Empezaron estos grupos a competir en cuanto a la cacería, en cuanto a la pesca, a tomarse los cultivos, porque los dóbidas no les regalaban nada. Esa gente tenía que subsistir por sus propios medios. Pero también empezaron las primeras muertes de nuestros líderes. Ya no se pudo hacer la ritualística, ya no se pudo consagrar a los niños. Todas estas manifestaciones fueron prohibidas de alguna manera. Por hacer toda esta ritualística es que mataron a los líderes. Las mujeres, las niñas, cuando eran pubertas, se les hacía un ritual. A los jóvenes también se les hacia un ritual para convivir en el medio. Y eso hoy ya no se puede hacer.
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Entonces, cuando no se dan estos rituales, comenzamos a debilitarnos. Y si los médicos no lo pueden hacer, pues más debilidad aún, porque nosotros, entre otras cosas, evitamos las plagas a través de los médicos tradicionales. Llamamos la abundancia a través de los médicos tradicionales. Entonces, hoy hay especies que ya no se están dando en el territorio; por ejemplo, el chontaduro. Al aguacate le han caído plagas. En el territorio estos frutos estaban completamente sanos porque se hacía la ritualística. Pero ahora ya las mujeres no pueden ir a regar el maíz. Teníamos la costumbre de que eran las mujeres las que regaban el maíz, porque ellas llamaban la fertilidad, y ya no lo pueden hacer. Al no hacerlo, se les acaba la vida cultural, porque esa es la manera como proveemos la alimentación, como llamamos la abundancia, y ¿qué van a comer los hijos en el futuro? Decimos nosotros: “Si la tierra se daña, ¿qué vamos a comer en el futuro?, ¿de qué vamos a vivir?”.
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El dóbida no había contemplado la posibilidad de salir fuera de sus territorios. Al dóbida le encanta vivir en sus territorios, porque precisamente sus roles culturales se dan todos alrededor de estos. El dóbida poco concebía la vida sin la cacería, sin la pesca, sin la abundancia de la naturaleza, porque la naturaleza en nuestros parajes es exuberante. Tampoco entonces estaba acostumbrado a que lo mandaran por fuera de su esfera cultural. Hasta hace unos 30 años, nosotros éramos reacios a hacer cosas por fuera del territorio cuando alguien llegaba a mandarnos. Allá llegaron las misiones y, por eso, fue muy difícil que penetraran el territorio.
Nosotros, por ejemplo, teníamos ya las costumbres desde hace mucho rato para prevenir la pandemia. Subía un afro por los ríos avisando: “Allá hay viruela, allá hay tosferina”. Los dóbidas entonces corrían por las cabeceras a buscar los médicos tradicionales para que ahuyentaran todo ese tipo de virus que llegaban. A nosotros entonces no nos dio tan duro el aislamiento de la pandemia, porque ya estábamos mental y espiritualmente acostumbrados a esas situaciones.
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Pero ahora, al no existir este tipo de acervo, de apego cultural, esta espiritualidad, nuestros jóvenes, obviamente, han caído en una gran desesperanza. Porque, si no podemos actuar como dóbidas, ¿qué hacemos? Se nos murió la vida. Y uno lo entiende. Esa es la principal causa de lo que nos está pasando. Al no existir los médicos tradicionales, al no poder cuidar el territorio, al no poder contribuir a que nuestros territorios permanezcan sanos, nace una gran desesperanza por parte de los jóvenes, porque no ven un futuro por fuera del territorio. Y menos por fuera de las costumbres.
Si ustedes van al territorio, encuentran que las mujeres, sobre todo, están casi que intactas en su forma cultural. Aun usamos la paruma, las pinturas, el torso al aire libre. Todavía tenemos mucha libertad, a pesar del confinamiento, de expresar en algo los valores culturales. Pero hay un temor grande, muy grande: ¿qué puede pensar una niña de 10 años que ya va a ser puberta, pero a la que no le pueden hacer el ritual de su pubertad, sabiendo que desde ahí es que se genera toda su adultez?, ¿qué puede hacer?
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Pero más aún, que porque un niño, un joven, ya tiene 12, 13 años, ¿entonces lo van a reclutar? Y él no concibe que lo recluten, no lo entiende. Y los que se fueron hace unos 30 años no han conocido nada diferente en ese tiempo sino la violencia. Se fueron voluntariamente, entre comillas, porque les habían dicho que a las semanas volvían, a los dos meses… Se llevan a un joven, y si no resiste y se quiere volver a la casa, los mismos grupos armados lo asesinan, lo entierran y le prohíben a los familiares y a los líderes que hablen de esa muerte. Y lo hacen así, sabiendo desde antes que el joven no va a resistir; mucho menos si las pruebas son tan pesadas como las que hacen estos grupos al margen de la ley. Entonces, ¿qué va a hacer un joven cuando le avisan que lo van a reclutar? Ese muchacho desaparece, muere. Y lo mismo las jóvenes, porque no ven nada para su futuro que tenga que ver con los valores dóbidas.
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Son muy difíciles las salidas a esta situación, pero ahí nosotros hemos hablado de alternativas, porque se están llenando los poblados cercanos al Chocó. Se llenan de jóvenes, no tanto de adultos… de muchachos que han salido a las periferias de Quibdó, a las periferias de Istmina, y hemos hablado del proceso de cabildos urbanos para, al menos, tener y conservar una parte de ellos. Si ustedes van a Quibdó, ven a los dóbidas, a los wounaan, a los que están concentrados en familias en esos alrededores; pero imagínense cómo están en los asentamientos urbanos: resulta que no tienen derecho a nada, ni a organizarse. No tienen un territorio ahí, no tienen derecho a unas casas, no tienen derecho absolutamente a nada, y solo porque no tienen una inscripción ante el Ministerio del Interior.
Y qué decir de que no tenemos los protocolos debidos para tratar a estos compañeros que todavía están con mucho acervo cultural, y que viven ahora en las periferias de las ciudades. Y allí mismo en Istmina, en Quibdó, donde están, los suicidios siguen. Y ahora se han aumentado, porque tampoco los compañeros resisten la mecánica, la forma de vida, ese modus operandi: también ahí en las periferias de Quibdó son perseguidos por las bandas para reclutarlos.
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Y les voy a decir algo, compañeros: hace por ahí unos dos meses hubo una situación muy lamentable, debido a una discriminación generalizada en las instituciones estatales. Un padre llevó su niña a un hospital y allá detectaron que estaba desnutrida; una niña de 2 años. Y resulta que al papá le dicen que ya no le van a entregar la niña porque se la van a llevar al Bienestar Familiar. Él sale de allí furioso, y encuentra a un señor que vende piñas con un cuchillo, y coge ese cuchillo y se va a reclamar a la institución. Todos cerraron las puertas, y el compañero en medio de ese dolor, de esa tristeza, sale y le tira el cuchillo a un joven afro… a un joven de 15 años. ¡Y si ustedes vieran la expresión de ese papá! Y dice el joven: “Yo no culpo al compañero indígena, yo culpo el maltrato institucional que reciben los compañeros indígenas cuando vienen acá. Yo tengo dolor, pero reconozco y hago un llamado nacional −así lo dice en la grabación− e internacional, para que los compañeros indígenas no sean agredidos en las instituciones del Estado”. Y finalmente, imagínense, el compañero indígena obviamente está en la cárcel, lo apresan, está en la cárcel. Y el compañero afro va, lo visita y le dice que por él no debe tener temor, que en lo que pueda lo va a ayudar.
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Cosas como estas son las que viven a diario los compañeros que llegan desplazados a las diferentes partes del país. Nosotros no tenemos la culpa de ese conflicto que hay en nuestra región. Y ante este tipo de situaciones, compañeros, viene toda esta desesperanza, más cuando salen de los territorios. Y eso se lo debemos a no poder mantener la ritualística embera, sobre todo con los médicos tradicionales, que son los que sanan espiritualmente. Obviamente, el conflicto allá se agrava por todas las concesiones que el Estado ha hecho a las grandes transnacionales, que van e invaden nuestros territorios y nuestro mar Pacífico. Con todo esto, nosotros tenemos el objetivo de fortalecer nuestra espiritualidad, que tanta falta nos está haciendo en este momento.
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Estamos cansados de las cifras, que más cifras y más cifras. Todos somos cifras, datos estadísticos, alertas tempranas. Eso es muy importante tenerlo en cuenta. Pero si uno busca en Internet, encuentra todas las cifras habidas y por haber. No hay desconocimiento por parte del Estado en lo que está pasando. ¡El Estado sabe lo que está pasando! Lo que queremos con ustedes es un compartir más, desde lo que humanamente somos y desde lo que humanamente vivimos, porque eso nos fortalece en los liderazgos que todos llevamos aquí, porque todos los que estamos aquí: el compañero Lucho [Luis Alfredo Acosta, del Pueblo Nasa], el compañero Norman [Norman Bañol, del Pueblo Embera Chamí] −que lo ha vivido en carne propia también−, el compañero Feliciano [Feliciano Valencia, del Pueblo Nasa], la compañera Claudia [Claudia Jimena Paí, del Pueblo Awá], todos, absolutamente todos somos objeto o estamos en la mira de cualquiera que quiera arrebatar la vida nuestra. Entonces, este compartir con ustedes, más que un conversatorio, es una manera de darnos fuerza y templanza para ayudar a todas nuestras comunidades.
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Se sacrificaron sus vidas para conservar nuestro territorio
ElPueblo Barí ha resistido los embates de la colonización y de las compañías petroleras, primero valiéndose de las flechas y luego por medio del diálogo y la concertación. En esa transformación de la resistencia, que se dio hacia mediados del siglo XX, jugó un papel importante la acción misionera, en la que destaca la figura de Bruce Olsson; pero también fue fundamental el espíritu colectivo de la comunidad y la necesidad de conservar su territorio. El Pueblo Barí se presenta unido siempre que sea necesario, cuando protesta por la muerte de alguno de sus líderes, o cuando se planta frente a la invasión petrolera. La defensa del territorio abarca la protección de la cultura y también, por supuesto, la conservación de su lengua. En los siguientes párrafos encontramos el relato de Oswaldo Taictain, quien nos compartió su voz en el contexto de la Cumbre Política e Ideológica de los Pueblos Indígenas realizada en junio de este año, en Simunurwa, territorio arhuaco.
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Oswaldo Taictain Aquedou
Pueblo Barí
El Pueblo Barí era un pueblo guerrero. Hasta 1945 o 1950 estuvo siempre en guerra. Mantenía su territorio, pero no interactuaba con el mundo occidental. Luego tuvo otra mirada. Fue un extranjero el que invitó al Pueblo Barí a resistir de una manera más pacífica, y no solo a través de las armas. Ese extranjero es Bruce Olsson. Él nos transmitió la idea de luchar de forma pacífica, a través de la escritura, del lenguaje, del diálogo, contra los enemigos que teníamos en ese momento. Olsson es un filólogo estadounidense que entró al territorio a los 17 años, en 1970. Incluso él fue flechado por guerreros barí, pero luego el pueblo lo acogió y lo apoyó. Ahí empezó a formalizarse la lucha ancestral, la organización del movimiento indígena en
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el departamento de Norte de Santander. Del 77 en adelante empezamos a salir, a relacionos con el mundo occidental y a tener otra mirada. Bruce Olsson se encargó de preparar 400 estudiantes barí. Los sacó de las comunidades, los llevó a una sede en Bucaramanga y les inculcó una lucha pacífica, a través del diálogo, de espacios de concertación y negociación para los intereses colectivos, para lograr derechos territoriales y hacer efectivos los derechos humanos de los indígenas.
2. Desde el 80 en adelante el Pueblo Barí empezó a conocer el mundo occidental, y en el 2013 se creó la Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí, Ñatubaiyibari. Después de esto tuvimos una cara diferente. En el 91 la Constitución nos reconoció como sujetos de derecho. Nosotros, como Pueblo Barí, nos vimos reconocidos en la Constitución Política, y esto después de una lucha y una resistencia en la que se perdieron muchos sabios, que fueron ajusticiados por enemigos. Pero, como
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decía, después de la creación de la Asociación empezó a haber una visión más clara de cómo luchar, y definimos la pretensión principal de nuestro pueblo. Esa pretensión siempre ha sido el territorio, la aspiración territorial. El territorio es parte de nuestra vida, sin este no somos nada. Es nuestro principio. El barí lo ve de esa manera, el territorio es el equilibrio de la vida; allí tenemos el pancoger, los frutos del bosque. Fíjese: la seguridad alimentaria nos la brinda la tierra y por eso esta tiene un gran significado, no solo para nosotros, sino para todos los pueblos indígenas de Colombia.
En nuestra resistencia nos valimos de la Ley segunda del año 59, que reconoce la Reserva Forestal de la Serranía de los Motilones. Es ahí donde nosotros estamos asentados, pero vemos que el Gobierno nos hizo un favor al tiempo de meternos un gol, porque también metió la figura de “territorios baldíos”. Esos supuestos territorios baldíos nosotros los reconocemos es como territorio ancestral. El gobierno nos metió esa figura para quitárnoslos y para titular a particulares, a campesinos y a colonos.
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3.
Hay otras resoluciones que fueron dadas por el Gobierno a favor de la comunidad barí: la 145 de 1967, la 124 de 1984 y la 016 de 1972. Pero, por estas resoluciones, el Incora empezó a titular propiedades a campesinos. Fíjese entonces cómo el Gobierno nos creaba problemas con los campesinos. Fue ahí donde empezó un conflicto muy fuerte en el territorio. Sin embargo, hemos logrado que se establezca el resguardo Motilón Barí, que consta de 108 900 hectáreas reconocidas por el Ministerio del Interior. La resolución es la 102 del año 88. En ese resguardo está asentado el Pueblo Barí, con 23 comunidades en 5 municipios. Pero para llegar a eso tenemos que hablar de la historia, contar que para tener nuestro territorio hubo pérdidas de vidas barí, pérdidas de sabios, de autoridades, de mayoras, pérdidas de sabiduría ancestral. Sacrificaron muchos abuelos, muchas abuelas. Se sacrificaron sus vidas para conservar nuestro territorio, el cual hoy día tenemos legalizado y es inalienable, imprescriptible e inembargable. Con estas figuras hemos podido trabajar y mantener un equilibrio con la tierra y la naturaleza.
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[Enumerando las adversidades que ha tenido que soportar el Pueblo Barí y su territorio desde comienzos del siglo XX, podría percibirse, de un solo vistazo, la historia casi total de los abusos y las desgracias que han recaído sobre el mundo indígena colombiano. Desde 1905, el Estado le concedió a compañías extranjeras la explotación indiscriminada del territorio barí en busca de petróleo, creando, unos años después, en el 31, una ley que le daba potestad a la fuerza pública de repeler las intervenciones que llegaran a hacer los indígenas. Esto provocó un exterminio masivo que se llevó a cabo hasta la década de los sesenta. En el 79 apareció el ELN en el Catatumbo, a mediados de los ochenta hicieron presencia las FARC, en el 88 emergieron los “escuadrones de la muerte”, a finales de esa década llegó la coca, en el 95 entraron los paramilitares, y en los siguientes diez años se efectuaron algunas de las masacres más terribles de la historia de la guerra en el país. Estas masacres, aun cuando no recaían directamente sobre los resguardos (las víctimas venían a ser los campesinos de la región) generaron en la población indígena confinamientos y desplazamientos masivos. Para completar, en esos mismos años había iniciado la fumigación aérea con glifosato. Luego, después del desmonte (aparente) del paramilitarismo, aumentó el pie de fuerza del Ejército, que trajo consigo la práctica absurda de las ejecuciones extrajudiciales, conocidas como “falsos positivos”.
No obstante, este mismo tiempo de desgracias fue un periodo de organización y resistencia. De las confrontaciones armadas y de la defensa de arco y flecha se pasó a los procesos educativos y cooperativos. En el 81 se creó el Resguardo Catalaura La Gabarra y en el 88 el Motilón Barí; en el 2011 surgió la Asociación Pueblo Barí – Asopbarí, y en el 2013 la Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí – Ñatubaiyibarí. Desde siempre, en todo caso, la lucha fue la misma, la de conservar el territorio y, con ello, la vida de la cultura].
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4.
Después de las luchas, el Pueblo Barí ha perdido parte de su cultura, por ejemplo: la vestimenta, que era un taparrabo. Este era parte de nuestra identidad. Y lo que hoy nos queda son nuestros rasgos físicos y el bari-ara, la lengua, que hemos mantenido por haber conservado el territorio. Gracias al territorio también es que hemos sobrevivido a lo largo del tiempo. Tenemos ahora que seguir fortaleciéndonos a través de los sabios y sabias, para poder mantener nuestra cultura, porque no podemos separarnos de nuestro mundo natural. Es entendido que para hablar de cultura debemos mantener el territorio, porque para nosotros es claro que sin territorio no podemos hablar ni de educación, ni de alimentación o seguridad alimentaria.
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Por otro lado, nos consideramos nómadas que transitamos un territorio bastante extenso, entre Venezuela y Colombia. Hemos conservado parte de nuestra cultura, pero también vemos que estamos influenciados por Occidente. La juventud ha salido a lugares no tradicionales, y ha percibido esa cultura occidental, ha sido absorbida por esta. Pero con el territorio que tenemos, podemos fortalecernos, pues este nos da nuestra identidad cultural. Es necesario que nuestra juventud conozca nuestra historia, que se interese en escuchar a los sabios y sabias, y que se sientan orgullosos de lo que hemos sido y de lo que somos hoy en día.
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5.
Me parecía que ser líder no era fácil, pero tampoco era imposible. Para eso consideré, cuando era adolescente, comprender mi historia, pero para comprender tenía que estudiar. En ese proceso estuve expuesto a muchas situaciones de racismo y discriminación. Me pasó esto en el colegio en el que estuve, que no era de mi cultura ni de un sistema educativo propio. Me llegué a sentir avergonzado de mi pueblo. Pero tenía la duda de por qué me sentía así, y empecé a investigar, y después de graduarme del bachillerato trabajé en un Plan de Vida. Conocí entonces la vida del Pueblo Barí, los orígenes, el porqué de los nombres, el porqué de los apellidos, la importancia del territorio, del pensamiento propio, de la lengua bari-ara. Me di cuenta de la importancia de conservarla. Tuve muy presente lo que los mayores le recalcan a uno: no perder la cultura.
Fue ahí, pues, donde empecé a investigar, a leer. Conocí la Ley 80 de 1931, que aprobaba el contrato de explotación de petróleo en la frontera entre Colombia y Venezuela,
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y que decía que el Gobierno protegería a las compañías y repelería por medio de la policía armada la intervención de las tribus salvajes que vivían en la región. Las compañías iban a sacar el petróleo y el Gobierno tenía que responder por la seguridad de estas empresas, y los motilones estaban llegando para impedir que dañaran el territorio. Al intervenir había masacres, había homicidios. Empecé entonces a conocer esta historia, a través de diferentes documentos, de revistas, de periódicos.
Todo esto sucedió en Norte de Santander, en Tibú, en el río Zulia. Ahí había una riqueza mineral en ese entonces, y todavía la hay. Hoy en día todavía está Ecopetrol allí metido. Fíjese entonces, empecé a investigar esa historia y me di cuenta de que para los barí ha sido muy importante la espiritualidad. Me impresionaba cómo nuestros abuelos pudieron resistir en esta guerra, frente a un enemigo tan grande, que peleaba con armas de fuego, mientras ellos estaban armados tan solo con flechas. La espiritualidad que tuvieron fue algo que me impactó mucho. Siempre me hacía la pregunta: ¿cómo un barí con una flecha pudo resistir a soldados con armas de fuego?
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Entonces, conociendo esa historia, empecé a cambiar de pensamiento, a superar la vergüenza que sentía como barí, la vergüenza de portar mi apellido. Además, ahora rechazo que lo hayan deformado. El apellido que llevo en mi cédula es Aquerdora, pero en verdad, por tradición, es Aquedou. Es algo muy simple, pero que marca una gran diferencia. Ahí hubo una violencia simbólica contra nosotros. Contra eso es entonces que hemos luchado. Los motilones fueron y son guerreros, todavía estamos luchando por el bienestar de nuestro territorio, nuestras autoridades, nuestros niños, nuestra población en general. 6.
Actualmente estamos formalizados territorialmente por la Resolución 102 del año 88. Son dos resguardos: el Motilón Barí y el Catalaura La Gabarra. Tenemos la asociación que se llama Ñatubaiyibari, Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí. Esta es la asociación reconocida por el Ministerio del Interior, y que tiene carácter especial para interlocutar con los gobiernos regional, departamental y nacional. Es así como hoy día, después de tantas barbaries vividas, estamos aquí todavía, y nos identificamos como pueblo. Es increíble que todavía estemos aquí resistiendo.
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Nuestra aspiración ha sido la de todos los Pueblos Indígenas de Colombia, que es la aspiración territorial y el respeto de nuestros derechos. El respeto a la vida. Nos sorprende mucho el asesinato a líderes indígenas, es algo que nos impacta y nos genera temor. Pero más que temor, al interior de la comunidad, nos genera el deseo de querer defender nuestra vida. Hace poco hubo un líder asesinado en el municipio de Tibú. No sabemos quién fue y por eso fue que se hizo la marcha pasada. Eso fue entre el 12 y el 19 de mayo. Siempre, cuando el Pueblo Barí se moviliza, lo hace con los niños, las madres y las sabias, interpretando música de tradición, alabando a nuestro dios Sabaseba y alabando nuestros territorios ancestrales. Fíjese que estas movilizaciones, estas convocatorias a la minga, es con todos, con mayores, jóvenes y hasta niños. Salimos a caminar por el derecho, por la vida. Lo que a nosotros nos identifica es que manejamos las decisiones de manera colectiva. Cuando hacemos algo, lo hacemos entre todos, y si algo pasa en nuestro territorio, nos unimos para defender nuestros derechos.
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Hace como tres años, en 2019, si no estoy mal, grupos armados hirieron a un cacique en la frontera, y el Pueblo Barí se reveló y logró sacar a la gente armada en la zona de frontera. Se logró porque el Pueblo Barí ha mantenido siempre la autonomía del territorio. Con eso consideramos que nos hemos ganado el respeto de campesinos hacia los barí, y del mundo occidental hacia nosotros. Con las movilizaciones que hemos hecho en los diferentes municipios vemos que hemos sido reconocidos. Cuando hablan de los indígenas barí siempre hay respeto, siempre se dice que son luchadores por la vida, por el territorio y por los derechos humanos. Es importante mantener eso. La protección nos la hemos dado nosotros mismos, porque nadie de afuera nos protege. A través de la espiritualidad también nos protegemos.
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Quizás hayan sido olvidadas, pero estaban ahí
ElMovimiento Indígena ha madurado también una agenda de mujer. Tras la orden de la Corte Constitucional de crear un programa de protección de los derechos de las mujeres indígenas desplazadas y en riesgo de estarlo, se empezaron a consolidar las propuestas que debían atender las problemáticas específicas de esta población. Después de dicho programa, vino a conformarse la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas de la Mesa Permanente de Concertación, la cual tuvo ya una incidencia en la formulación de los acuerdos que debían estar incluidos en los planes nacionales de desarrollo de los últimos Gobiernos. La acción y el pensamiento de las mujeres en el Movimiento Indígena, no obstante, no son nada recientes: esta misma memoria ya ha recogido algunas de las intervenciones fundamentales que han hecho ellas a lo largo de la historia, partiendo de la Revolución Comunera del sur, y pasando por eventos contemporáneos como la creación de la ONIC o la toma del Episcopado. A propósito, Dunen Muelas nos hace un recuento de los antecedentes, los orígenes y la evolución de la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas, relatándonos, de paso, un fragmento de su propia biografía.
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Empecé a trabajar en la Comisión Nacional de Mujeres en el 2017. El equipo estaba buscando un apoyo técnico para ajustar el Plan de Acción del Programa de Mujeres Indígenas Desplazadas y en Riesgo de Estarlo y, por casualidad, estaba en la reunión. Me propusieron hacerlo y yo acepté, muy emocionada. Ha sido un momento importante para mí, porque el trabajo de investigación que hago es alrededor de mujeres indígenas y metodologías propias. Entonces fue la oportunidad de trabajar con las protagonistas, de aprender y de compartir con lideresas de larga trayectoria en el Movimiento Indígena. Fue un reto muy bonito, pero ese espacio es un proyecto sin financiación; entonces, el trabajo que uno hace allí (y hay mucho trabajo) a veces es reconocido y a veces no. En todo caso, lo que más me importa es la oportunidad que hay ahí, y que es un tema que me gusta mucho.
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Dunen
Pueblo Arhuaco
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Muelas Izquierdo
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Antes de hablar del presente, hay que recordar las reivindicaciones y luchas que han dado las mujeres mayores, entre las cuales muchas ya no nos acompañan. Pero es muy bonito ver cómo en la historia, en los momentos cruciales, por ejemplo, en un momento tan importante para el Movimiento Indígena como la toma del Episcopado, que dio lugar a la creación de la Mesa Permanente de Concertación [MPC], había mujeres sentadas, tomándose los espacios con los hombres. Quizás no son visibles en muchos relatos y quizás hayan sido olvidadas, pero estaban ahí.
En un trabajo que hicimos con la universidad −eso fue hace muchos años, en el 2011−, visitamos Puerto Inírida y conocimos una lideresa que se llama Irene Rojas; es una mujer del departamento, pero no recuerdo ahora el pueblo al que pertenece. Escuchamos de ella cómo se habían creado esos espacios, y lo que se puede entender es que, aunque no haya sido en un lugar visible, las mujeres estuvieron ahí, además de cocinando, aportando ideas, aportando fortaleza. Uno puede verlo en las mingas; se puede ver que además de cocinar, las mujeres tienen argumentos, propuestas, y unas necesidades que a veces no se escuchan.
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Entonces, creo que, si bien hay muchos retos, se han logrado muchas cosas que antes eran impensables, por ejemplo, hablar sobre derechos de mujeres. A veces había desconfianza porque decían que un discurso de mujer podía romper con el sujeto colectivo, pero las mismas mujeres han dicho: “No, eso antes nos fortalece; si las mujeres estamos bien, nuestros hijos van a estar bien y en consecuencia nuestros pueblos van a estar bien”. Creo que las mujeres han sido indígenas muy creativas, y esto ha llevado a que haya un reconocimiento sobre lo que son, y un reconocimiento actual en el movimiento.
3. Han sido muy importantes las reivindicaciones de las mujeres mestizas, porque también nos han permitido decirle al movimiento: “¡Pilas!, que, si el movimiento se queda corto en una agenda de mujer indígena, esto va a tener un costo político muy alto”. Entonces, ¿cómo lograr que los compañeros hombres vean una agenda de mujer como una fortaleza del Movimiento Indígena?
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Ha habido mujeres no indígenas peleándose los espacios de participación, pero hay que señalar que ha habido una tensión por las distintas visiones que se tienen. Por algo, las mujeres indígenas encuentran espacio para sus propuestas en el marco del Movimiento Indígena y no en el del movimiento de mujeres. Una de las tensiones, por ejemplo, que yo he logrado identificar, es que muchas veces la mujer no indígena no comprende la visión que tienen las compañeras sobre ellas mismas como individuos, sobre sus hijos o sobre sus mayores. Les dicen entonces: “Bueno, pero piensen en ustedes, dejen de pensar en el hijo, en el esposo o el abuelo; piensen en ustedes como sujeto individual y ya”. Pero cómo le dice uno esto a una abuela: que solo debe pensar en ella. Muchas veces las compañeras no indígenas no lo entienden y hemos tenido discusiones muy difíciles. Ellas dicen: “Es que ustedes están reproduciendo el lugar que ha tenido la mujer históricamente”. Pero no es así.
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Otra cosa es que, en los temas que maneja la Comisión, también las lideresas insisten en decir: “Por supuesto que los hombres tienen que aprender mucho sobre nuestros temas, hay que enseñarles, pero nuestra estrategia no va a ser atacarlos, porque nos cierran todos los espacios. Tenemos que ir por los lados, metiendo nuestras propuestas, haciendo sensibilización”. Esto me parece muy interesante. No podemos decir que todas las mujeres indígenas actúan de la misma manera con esta estrategia, porque en algunos territorios hay mujeres que han emprendido otras reivindicaciones más directas. Esto es respetable, pero, desde la Comisión, desde las organizaciones, las lideresas han invitado a tener otras estrategias, para posicionar nuestros temas al lado de los de los compañeros.
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4.
La Comisión Nacional de Mujeres Indígenas se creó porque, en el 2004, la Corte Constitucional, en el marco de la Sentencia T025, declaró el estado de cosas inconstitucional por todo lo que pasaba. Colombia estaba muy mal por todo el conflicto vivido. Había denuncias de muchas mujeres indígenas en ese momento. Entonces, a raíz de la T025 y de otras denuncias de mujeres indígenas, afros y campesinas, la Corte expidió un auto que es el 092 de 2008, y en ese Auto ordenó la creación de 13 programas. Uno de esos programas es el de protección de derechos de las mujeres indígenas desplazadas y en riesgo de estarlo. Me parece que este fue un hito en la historia de las políticas públicas y de derechos de las mujeres en Colombia porque, por primera vez, se hizo una consulta previa con las mujeres indígenas. ¿Qué acciones querían las mujeres indígenas que quedaran en un programa? Eso no es cualquier cosa. Entonces, fue en 2010 que se empezó a hacer un trabajo en los territorios. A los hombres les quedaba muy mal decir: “No, nosotros vamos a hacer un programa para mujeres”, así que lo que hicieron fue convocar a las coordinadoras y consejeras de mujer de cada organización para que se pusieran al frente de la construcción de este programa.
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Tiempo después, la MPC reconoció la importancia de este espacio. Este mismo grupo que fue llamado a recoger información, a sistematizar, organizar, diseñar y crear el programa, siguió asistiendo a las sesiones de la Mesa Permanente de Concertación y, en el marco del artículo 13 del Decreto 1397 de 1996, que dice que se pueden crear comisiones temáticas dentro de la Mesa, se definió la Comisión de Mujeres Indígenas de la MPC.
A algunos esto no le sonaba: “No, entonces mañana va a haber comisiones de jóvenes, de viejos”, decían. No fue fácil, pero estas mujeres siguieron y, para el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 , en el Gobierno Santos, entre las propuestas que presentó el Movimiento Indígena, lograron incluir 2 propuestas: una era fortalecer la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas, CNMI, y la otra era implementar el programa que se ordenó en el Auto. Entonces, aunque el Gobierno no cumplió, esto sí permitió visibilizar la Comisión y decir: “Aquí estamos”. Algunos decían que esto no existía, pero las mujeres decían: “Aquí estamos en el PND”.
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Luego, en el Plan Nacional de Desarrollo de 2018-2022, se participó en la Consulta Previa, y así fue como logramos que quedara un eje de Mujer, Familia y Generación con 26 acuerdos. Uno de esos acuerdos era formalizar la CNMI a través de un decreto. Para ese entonces estábamos fortalecidas políticamente, en alianza con los delegados de la MPC, y ellos fueron quienes hicieron la presión para que la Comisión se formalizara, porque ésta ya existía. Esta formalización se logró en agosto de 2020. Entonces, ahora tenemos un decreto, que es donde están las funciones de orientar, hacer seguimiento a programas, proyectos y políticas que estén relacionadas con la mujer y la niñez indígena.
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La ONIC [Organización Nacional Indígena de Colombia] es una de las organizaciones que pone el paso respecto a los temas de mujer. Tiene una consejería de mujer y niñez y un observatorio que de alguna manera trazan un derrotero para las otras organizaciones que conforman la Comisión. Me parece que esto es muy enriquecedor, pues una orienta y las otras dicen: “Bueno, sí, tal vez en este contexto de la ONIC funciona, pero tal vez en el contexto de otra organización funciona de otra manera”.
Es muy valioso que la trayectoria del Movimiento sirva como base para las mujeres indígenas. Creo que no podríamos solicitar la participación en una consulta previa solas, sino que podemos hacerlo soportadas en todo lo que se ha trabajado; un trabajo en el que, por supuesto, también hemos participado las mujeres.
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[El Auto 092, que ordenó la creación de 13 programas que protegieran a las mujeres desplazadas por el conflicto armado y en riesgo de estarlo, se emitió en 2008. En dicho auto se señaló que había un impacto desproporcionado sobre la población femenina y enunció 10 riesgos que se cernían puntualmente sobre las mujeres. De ese año acá hubo un acuerdo de paz importante, pero dado que la guerra ha continuado, el problema aún no ha sido resuelto. No está de más recordar aquellos riesgos (no solo riesgos, sino realidades); con ello podremos entender que hay peligros específicos en el marco de esta guerra terrible. Por otro lado, veremos que el trabajo de la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas (entre otras cosas, verificar el cumplimiento de uno de aquellos programas ordenados por la Corte Constitucional) es, cuando menos, absolutamente necesario. Los riesgos, pues, son: 1. Violencia sexual en el marco del conflicto. 2. Explotación y esclavización doméstica por parte de los actores armados. 3. Reclutamiento forzado de hijos e hijas. 4. Retaliaciones por relaciones personales o familiares con actores de la guerra. 5. Retaliaciones por liderazgos en función de los derechos humanos. 6. Persecución y asesinato por estrategias de control coercitivo. 7. Asesinato o desaparición de sus proveedores materiales. 8. Despojo de sus tierras. 9. Discriminación étnica. 10. Pérdida de su proveedor o compañero en los procesos de desplazamiento forzado].
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Soy hija de padres líderes. Mi mamá es arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta y mi padre es misak del Cauca. Me cuentan que mis papás se conocieron acá en esta ciudad [Bogotá] mientras estudiaban. Entonces, siempre tuve en la cabeza todo esto de los derechos, porque mi abuelo además estuvo en la Constituyente. Mi abuelo es Lorenzo Muelas. Mi mamá, por otro lado, se formó como enfermera. Cuando ella volvió al territorio, fue elegida como coordinadora de salud del Pueblo Arhuaco. Esto implicaba que tuviera que viajar por todas las comunidades de la Sierra, conocer, participar en asambleas. Así que mis recuerdos de la niñez son eso: estar en reuniones, acompañar a mi mamá a esos espacios, esperarla ahí afuera.
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Mi mamá, junto a otros líderes de los pueblos de la región, crearon una empresa de salud indígena: Dusakawi. Es una historia bonita, porque se creó un modelo de atención para los indígenas, teniendo en cuenta eso que no existía. Yo le preguntaba: “Bueno, ¿cómo atendían antes?; si alguien estaba muy enfermo en la Sierra y necesitaba una cirugía, porque la medicina ancestral llega hasta un punto, ¿cómo hacían si tenían que ir a un hospital?”. Ella me decía: “No, pues se moría, porque no tenían cómo atenderlo. Por eso nos inventamos esta empresa, para que tuviera acceso a la salud”. Bueno, una historia muy bonita ahí, y creo que eso también me ha marcado con una idea de servicio.
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6. Mi mamá fue amenazada por los paramilitares en el año 2000, en pleno auge del paramilitarismo, y tuvo que salir de la Sierra. En ese entonces se había separado de mi papá y me envió entonces al Cauca, con mi familia misak. Allá tuve que aprender esa otra historia: ver a mi abuela, saber de dónde venía mi abuelo, cómo se había dado el proceso de ese territorio. Esa formación fue importante. Tiempo después retorné a la Sierra y estudié allá hasta noveno de bachillerato, pero a mi mamá le ofrecieron que fuera directora de Asuntos Indígenas en el Ministerio del Interior. Ella estaba dudando mucho, porque estaba tranquila en la Sierra, pero al final aceptó, y me trajo con ella acá a Bogotá, pues soy la hija menor.
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Bueno, nos vinimos a esta ciudad, y nuevamente empecé a acompañarla a las reuniones con los Pueblos Indígenas. Allí fue que aprendí que los indígenas se relacionan con el Gobierno… de Gobierno a Gobierno. Entendí cuáles son las organizaciones, quiénes son los líderes. Terminé el bachillerato y llegó el momento de ingresar a la universidad, pero no sabía qué estudiar, no lo tenía claro. Me incliné al final por el Derecho, pensando en que era una herramienta para los pueblos.
Elegí esa carrera, pero seguí, mientras tanto, acompañando a mi mamá. Creo que la Mesa Permanente de Concertación fue una escuela para mí. No era delegada ni nada, pero me iba a escuchar mientras esperaba a mi mamá. Fui aprendiendo, conociendo, entendiendo cuáles eran los puntos importantes en ese escenario.
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Tiempo después sucedió lo que ya conté, la oportunidad de trabajar en la Comisión de Mujeres con estas lideresas. En algunas oportunidades sucedía también que, como la organización de mi pueblo está en la Sierra, ellos no podían asistir a las reuniones acá en Bogotá, así que me pedían el favor de que fuera a tomar apuntes. Esa información era muy importante, me permitió ser un puente, aprender y luego contar lo que aprendía.
Creo que hay muchos liderazgos. Hay mayores que dicen: “No, es que yo soy el líder porque soy mayor, tengo mucha trayectoria y esos jóvenes no saben mucho”. Pero creo que es interesante que haya muchos tipos de liderazgo. Unos son puentes, otros son tradicionales.
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7. Hay un estereotipo de que los indígenas somos desconfiados, y creo que tenemos que serlo, porque hay experiencias en otros países que no han sido positivas con Gobiernos supuestamente favorables a los pueblos. Por ejemplo, en Ecuador, con Rafael Correa: un Gobierno de izquierda en el que a los Pueblos Indígenas no les fue bien. Entonces, tenemos diferentes experiencias que nos dicen que no podemos confiarnos. Apoyamos al presidente que tenemos ahora, pero sabemos que, si hay que salir a las calles, si hay que manifestarse, pues se hace. No damos por hecho que todo vaya a ser fácil. Sabemos que va a haber tensiones. Por ejemplo, hace poco salió la vicepresidenta, en un evento en el Cauca, y dijo que para qué la Consulta Previa, que en lugar de gastar recursos en la Consulta Previa pues prefería priorizar en la construcción de puentes. Entonces, fíjate que los derechos son algo que no debe darse por hecho, que todo el tiempo son una trinchera, como decía un profesor, que uno
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tiene que estar ahí, ahí, ahí. E imagínate, es un Gobierno amigo, pero el día lunes, cuando se celebraban los 10 años de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, la ministra de Agricultura le dijo a una lideresa indígena: “Si usted no va a tomar decisiones, sálgase de aquí y traiga a alguien que sí va a tomar decisiones”. ¡La ministra de Agricultura de un Gobierno amigo!
Entonces, las cosas no están dadas, ¿no? Creo que es prudente tener desconfianza, y saber y actuar. A los indígenas todo nos toca así, todo es peliado. Somos conscientes, por ejemplo, de que, teniendo Constitución, tocó tomarse el Episcopado, porque el Gobierno no sabía qué hacer con los artículos que habían quedado reconociendo la autonomía de los Pueblos Indígenas. Entonces, eso no es a las buenas, que usted sí es bonito… ¡no! Esto toca con posturas, en colectivo. Y por eso también es muy importante que haya un Movimiento Indígena sólido y unido.
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8. Creo que la educación para la paz y el reconocimiento deben ser una prioridad en este Gobierno. Yo doy una clase en la Universidad del Rosario que se llama Mujeres Indígenas –Tejiendo Resistencia y, semestre a semestre, se inscriben en ella 20 jóvenes, chicos y chicas. Me ha parecido muy interesante porque ellos son sinceros y me dicen: “Yo busqué indígena y me salió esto, y acá en esta universidad no enseñan nada indígena, y la inscribí porque no se nada, absolutamente nada”. Entonces yo les digo: “Fíjense que personas que no conocen nada sobre los pueblos son los que se gradúan y a los pocos años se sientan a trabajar en las instituciones, y, por eso, no llegan a entender lo que representan los Pueblos Indígenas o lo que significan conceptos como la autonomía”. Por eso creo que la educación es una gran puerta, no solo para reconocernos como diferentes.
¡Cómo es posible que en Colombia no se enseñe qué fue el genocidio de las caucherías, o qué fue lo que hicieron las misiones capuchinas en el país! ¡Cómo es posible que haya tanta ignorancia sobre estos hechos! Esto nos hace falta, conocer nuestra propia historia. Comprendiendo nuestra propia historia, nos damos cuenta de que los muiscas no son los que aparecen en los libros, que supuestamente ya no existen, sino que están presentes y que hay otros pueblos con otras costumbres; también
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podemos superar esos imaginarios racistas, por ejemplo, de que las mujeres indígenas en sus comunidades son víctimas y las autoridades son unos violadores. Hay todo un trabajo que hacer en cuanto a la educación. Creo que esa es una gran puerta. Ahí he tenido discusión con compañeros indígenas que dicen: “Pero no es nuestro deber educar al que no sabe; tras de todo nos imponen esta carga”. Y sí, tienen razón, pero habrá gente que sí quiere hacer pedagogía y está en su derecho. Y ahí también hay una responsabilidad de parte del Estado, con la reparación, ahora con la justicia transicional, con la Comisión de la Verdad. Y la sociedad también debe asumir su responsabilidad.
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Hay que reconocer la diversidad, que somos 115 pueblos, y cada uno tiene su historia, tiene sus especificidades. Eso es muy importante tenerlo presente. Por ejemplo, a veces, cuando hablamos de mujeres indígenas, todos se imaginan a la misma mujer, y no, ¡hay tanta diversidad!; de río, de montaña, de altiplano. Entonces, la pregunta es: cómo invitar a reconocerse en esa diversidad…
9. No me gusta hablar de mitologías, porque se entiende mal: que el mito, la leyenda, que lo del indio es eso, un cuento y ya. Nuestra identidad está en las leyes de origen, es nuestro derecho, son nuestras constituciones. Resulta que esas historias son nuestros códigos. En el caso del Pueblo Misak, dice que somos hijos del agua; ahí hay una relación con el páramo, con las lagunas. En el caso del Pueblo Arhuaco, somos 4 pueblos en la Sierra Nevada de Santa Marta y somos los hermanos mayores. Entonces, hay toda una identidad, hay unos pueblos con una riqueza cultural muy importante, y hay mucho que investigar.
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Pero me inquieta mucho que, desde la academia, por ejemplo, a veces se plantee un escenario muy científico, que desconoce, que atropella. Hemos puesto sobre la mesa que las mujeres indígenas tienen unas metodologías de investigación a partir de sus conocimientos ancestrales. Que ¿cuáles son?, los tejidos, los cantos, las pautas de crianza, la danza. Todo esto genera conocimiento en los pueblos. Esto es un mundo muy enriquecedor y bonito. Uno se pone a revisar hacia adentro de las comunidades y quienes tienen todo ese conocimiento son las mujeres. Entonces, claro, conocemos hacia adentro, pero luego tienen que reconocernos hacia afuera en las políticas, en los derechos, en las acciones.
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Entendiendo qué son los Pueblos Indígenas, se entiende qué es Colombia
LaGuardia Indígena juega un papel preponderante en las movilizaciones y en los conflictos que sufren los territorios. Su existencia es milenaria, pero se empezó a configurar, tal como la conocemos, desde el año 2001. Esa configuración tuvo origen en el Cauca y ahora se extiende por 29 departamentos, con más de 60 000 integrantes. Su función es la de garantizar el orden y el equilibrio, tanto a nivel social como en relación con la Madre Tierra. En esto, la Guardia se articula de manera consecuente con el pensamiento indígena: somos un todo con la naturaleza. Al respecto, Luis Alfredo Acosta, coordinador nacional de la Guardia Indígena, nos ha hablado de las funciones de este organismo ancestral, pero también de la necesidad de la educación, tanto para las comunidades indígenas como para el resto del país. La educación −se lee entre líneas− atenuaría las violencias que debe atender la Guardia de manera permanente; la educación nos ayudaría a entender qué son los Pueblos Indígenas. Entendiendo esto, podríamos llegar a saber qué cosa es Colombia.
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1.
Uno de los objetivos de la Guardia Indígena es el control territorial en momentos difíciles. Ese es su trabajo, poder acompañar y controlar las situaciones de riesgo y conflicto que se presentan en los territorios. También opera como veedora y protectora de la Madre Tierra, de los derechos humanos, de las comunidades. Pero la Guardia también vela por la disciplina y el control en las mismas comunidades. Cuando no hay conflictos ni ninguna situación difícil, la Guardia se ocupa del orden en las reuniones y en las asambleas, y de la seguridad, de situaciones de emergencia que se presenten o desarmonías.
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Luis Alfredo Acosta Zapata Pueblo Nasa
La Guardia es milenaria, pero se empezó a definir, como la conocemos ahora, en 2001, con las situaciones de conflicto y penetración de los grupos armados en los territorios, sobre todo en el norte del Cauca. La gente decidió tener una Guardia Indígena permanente. A ntes era temporal, por ratos, o para eventos especiales, para una asamblea, pero a partir de 2001 se conformó una guardia de tiempo completo. Surgió en el Cauca, pero poco a poco fue creciendo y ahora está en 29 departamentos. Tenemos más de 60 000 guardias. Están en casi todos los resguardos.
Yo soy del resguardo Huellas Caloto, que está en el norte del Cauca, y siempre he hecho parte de la Guardia, aunque también he trabajado en la educación. He sido profesor indígena, profesor bilingüe, de niños, y he participado en la creación del Sistema Educativo Indígena Propio. Esa también ha sido otra labor que hemos desarrollado dentro del Movimiento Indígena.
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2.
Antes de que se creara la Mesa Permanente de Concertación hubo una coyuntura, a inicios de los noventa. En el 91 llegó la Constitución, se dio la Asamblea Nacional Constituyente, y nosotros pensábamos que con los derechos consagrados en la Constitución iba a haber tranquilidad para el Movimiento Indígena, iba a haber una especie de armonía, pero sucedió totalmente lo contrario. Hubo un recrudecimiento. Se endureció la persecución de los Pueblos y Gobiernos Indígenas, y el reconocimiento de los derechos fue nulo. Pensábamos que con una nueva constitución se iban a reconocer, pero fue todo lo contrario. La penetración de los grupos armados y la destrucción de los derechos fue enorme.
Fue entonces cuando vino toda una estrategia de movilización en todo el territorio, empezando por el Cauca. Fue cuando la gente empezó a salir y a denunciar la situación. Fue cuando los compañeros salieron en Bogotá. No les paraban bolas, así que decidieron tomarse el Episcopado, y de ese escenario de la toma del Episcopado, más la presión de las movilizaciones en el Cauca y en varias regiones, fue que surgieron las negociaciones que generaron la Mesa Permanente de Concertación. Esta ha sido una plataforma que ha marcado, pues se volvió un escenario para discutir las problemáticas.
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Pero ¿qué pasó? Al principio no se entendió bien para qué era. Es ahora que se está entendiendo cómo funciona. Antes no se entendía y me parece que se perdió mucho tiempo. Ahora es que se dimensiona cuál es el nivel y el alcance que tiene este escenario de la MPC para los Pueblos Indígenas.
En últimas, se puede decir que esta mesa es una niña. Hace 20 años, o hace 10 años, no se sabía qué cosa era. Y ahora es que se comienza a entender que sirve para el encuentro de los pueblos. Antes no había una organización que convocara a todos los Pueblos Indígenas de Colombia, pero la MPC ha permitido que estos se encuentren. Con la ONIC se generaban algunos escenarios de discusión, pero no con todo el mundo indígena. Había comunidades de las que no se conocían las problemáticas, y ahora, con la MPC, se están empezando a conocer.
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3.
Lo que sucedió el año pasado, en 2021, fue que se agudizó la lucha y la capacidad de movilización con otros sectores no indígenas. Al principio, no creí que el paro nacional fuera a tomar esa dimensión. Fue muy fuerte. Estuve casi en todo el Valle, estuve en Bucaramanga y Bogotá, y la fuerza de movilización fue enorme. Uno notaba que había mucha gente que nunca se había movilizado, y que estaba ahora manifestando su inconformidad frente a la violencia que se vivía en los territorios, frente a la pandemia, y también frente a la situación de abandono estatal: la gente no veía cómo solucionar sus problemas de alimentación, de comida, de recursos. Todo eso hizo que se diera el levantamiento. Hubo un estallido social en cuanto que se estaban exigiendo los derechos, y eso hizo que la violencia se agudizara. La respuesta del Gobierno fue muy violenta frente a esa exigencia de derechos de los ciudadanos. Por primera vez vi, y me siento muy contento por eso, que otros protestaran, que no fuera solo el Movimiento Indígena. Creo que eso es fundamental en este ejercicio.
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Creo que hay un desconocimiento, incluso dentro mismo de nuestras comunidades, de lo que son los Pueblos Indígenas. Cuando salió la Constitución y se reconocieron nuestros derechos, mucha gente en las ciudades se quedó sin entender qué significaba eso. No se entendió que el indígena no es una pieza de folclor que usa taparrabo. No se comprendió que hay toda una formación alrededor de los Pueblos Indígenas, que existe una estructura organizativa que tiene una proyección, unas costumbres y una forma de pensar. Hay una ignorancia política muy grande, un desconocimiento de ese artículo 246 de la Constitución , que dice que los Pueblos Indígenas pueden ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su territorio, o del artículo séptimo, que habla de una Colombia pluriétnica y multicultural. El sistema educativo tiene mucho que ver con ese desconocimiento y creo que es una ignorancia que hay que atacar.
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4.
El que haya comenzado a desarrollarse un SEIP, un Sistema Educativo Propio, ha ayudado a visibilizar los Pueblos Indígenas. Lo que hacemos, lo que construimos en nuestro diario vivir ayuda a que esa apatía o esa ignorancia política, ese desconocimiento de las comunidades haya ido mermando. Para avanzar en ese sentido, creo que la pedagogía y la formación son fundamentales. La educación es muy importante para reconstruir el país. Y al final de cuentas, entendiendo qué son los Pueblos Indígenas, se entiende qué es Colombia. Todo el mundo ha pensado que la sociedad colombiana es la carrera séptima en Bogotá, o que Colombia es la ciudad, y desconoce no solo los Pueblos Indígenas, sino otros sectores, los pueblos afro, los pueblos campesinos y en general toda nuestra diversidad.
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Otra causante de la ignorancia es la guerra, la violencia que hemos vivido. La violencia y la guerra han tapado la esencia de lo que es Colombia. Alguien ve un indio y dice: “Eso es de la línea de los guerrilleros”. Todo el mundo cataloga a los demás entre guerrilleros y paramilitares. Y no hay información precisa; uno va a las bibliotecas y casi no encuentra información sobre los Pueblos Indígenas ni sobre la diversidad de lo que es Colombia. No muestran, por ejemplo, quién fue Manuel Quintín Lame, ni qué ha significado esta lucha de los Pueblos Indígenas por más de 500 años.
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El borde del universo… hasta donde llega el pensamiento
Luego de revisar su historia, los pueblos del occidente del Amazonas decidieron empezar a recuperar las tierras que les habían usurpado a comienzos del siglo XX, en la época de las invasiones de los oligarcas y los colonos caucheros que arrasaron con una parte importante de la población. En esa recuperación ha habido también una lenta emancipación del dominio de los misioneros. Las reivindicaciones, pues, han sido tanto sobre sus suelos como sobre sus culturas: sus lenguas, sus cosmovisiones. Gil Farekatde, del Pueblo Muruy, nos habla de este proceso iniciado en la década de los setenta, del despertar de la juventud indígena de La Chorrera, de la gran movilización que hizo la comunidad, de las idas y venidas de la capital, de las maneras de transmitir y conservar la mitología, y del concepto que del territorio tienen los muruy: no se trata de una línea, dice, sino de un espacio mucho más amplio, uno que se extiende hasta el borde del universo. Este relato fue ofrecido por su autor en un viaje hecho entro el aeropuerto de Cali y el municipio de Silvia, en el marco de la Cumbre Nacional de los Pueblos Originarios, llevado a cabo en julio de este 2022 en territorio caucano.
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27/7/22
Gil Farekatde Mariba Pueblo
Muruy
En los noventa estaba en Bogotá. Andaba de academia en academia, pero ninguna me sirvió, porque yo quería estudiar Ciencias Nucleares, y no había en Colombia. Entonces paré. No encontré lo que yo buscaba. Estuve erradamente en la Universidad de los Andes, así que me defiendo un poco en derecho; estuve en la Pedagógica, estuve en el Externado. Todos los que está n allá son mis amigos, pero terminé haciendo algo que tiene que ver con psicometría, me dediqué a hablar con los niños. Porque veía que con la gente adulta ya no había nada que hacer. Con los niños en cambio se puede hacer una reestructuración, para salvar el pensamiento que se está perdiendo. Uno dice que se está perdiendo, pero existe, está. Lo que pasa es que lo tenemos allá, como se dice, en el congelador, y hay que sacarlo de ahí.
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1.
Comencé desde el 72 en Bogotá, estaba joven, un muchacho. Pero, antes, allá en Chorrera se presentó un tema, incluso antes de las organizaciones indígenas. Fue todo lo que tuvo que ver con la Casa Arana, con los misioneros, con las bonanzas, la madera, la pesca, el caucho y, después, todo lo que tiene que ver con el narcotráfico, y hoy todo lo de la minería.
Nosotros siempre vimos que nuestros mayores… yo lo digo sin pena, sin culpar a nadie: nosotros no somos hijos del amor, nosotros somos hijos de la guerra, por todo lo que pasó, las muertes que hubo. Los registros dicen que hubo 200 000 muertos. Esos son los que están registrados, pero ¿los que no están registrados? Porque todos los que murieron en los campos de la cauchería… eso da pa más.
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2.
Los misioneros, como dicen muchos de mis compañeros, domesticaron a nuestros abuelos, ¡los domesticaron! Ellos fueron muy sumisos con los misioneros; entonces, por ejemplo, a mi papá, a los que hoy en día son abuelos, en el internado los dividían, a ese lado las niñas y a ese otro lado los varones. Ustedes saben coser, cocinar, y ustedes para el hacha, el machete, cortar tablas. Los ponían en filas, y los hacían salir en orden, y este se casa con esta y se fue.
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Esas cosas nos pusieron a pensar a los de mi generación. Decíamos que nuestros padres y abuelos no tenían la culpa, pero no quisimos que eso se repitiera con nosotros. Entonces, cuando estuvimos nosotros, precisamente, la misma misión, en manos de Monseñor Canyes, buscó profesores. Los trajeron especialmente de… ¿cómo es que se llama?... de allá de donde es el finado Tirofijo. Nos trajeron gente de allá dizque para que nos dieran duro y para que nos domaran. Trajeron una cantidad de gente que se ensañó con nosotros y no pudieron. Eso hizo que tomáramos una decisión propia. Nos hizo decir: “Aquí mandamos nosotros y aquí no nos viene a mandar nadie más”. Fue una decisión bien, bien berraca, que fue gestándose despacio, despacio, despacio, hasta que fue cogiendo fuerza, hasta que tomamos el control, pero con la misma estructura de ellos.
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3.
Fuimos sacando los curas, fuimos sacando las monjas, fuimos sacando los docentes, fuimos sacando… todo lo fuimos sacando y pusimos personal nuestro. Eso nos demostró que la lucha se tiene que hacer es desde adentro. ¡Desde adentro! Y hoy, sin necesidad de una bala, de un muerto, nos volvimos fuertes, porque lo trabajamos desde adentro. Yo he andado por todo el país y escucho hablar de autonomía, y digo, pues vayan a Chorrera. Y no hay documentos de eso, no hay libros, pero sí hay memoria. ¿Y cómo se logró dar eso? Sin magos, sin brujos, sin nada de eso, simplemente por el trabajo de la comunidad y de los abuelos. Y sí se puede hacer, pero tiene que ser un esfuerzo constante, tiene que ser permanente. En Chorrera vimos la necesidad de que nuestra gente fuera profesional, y hoy es el punto del Amazonas donde más profesores y más profesionales hay. Y lo hicimos precisamente para asumir el tema de las ETI [Entidades Territoriales Indígenas]…
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4.
Mi papá fue alguien que tuvo la capacidad de sostenernos, mantenernos y aguantar mis desórdenes. Yo, de verdad, soy un maleducado. Estaba contrariando siempre, eso es lo que uno aprende. Pero detrás de eso, como jóvenes, fuimos los que iniciamos la reconstrucción cultural. Es que ya las abuelas, los abuelos, los niños… ya no hablábamos el idioma. Nosotros nos habíamos ido para hacernos profesionales, el uno se fue para tal parte, el otro para allá. Y justo cuando estábamos regresando nos encontramos con el problema del territorio. Es que el Predio Putumayo era la finca de la Caja Agraria; era la herencia que habían dejado los Arana a la Caja Agraria.
Entonces, al ir llegando nosotros y al entender que nos habían robado esas tierras, comenzamos de una vez ese proceso. Hicimos 28 reuniones sin un peso. Se movió gente de todos lados, abuelos, abuelitas, jóvenes, niños. Caminaban 5, 6, hasta 7 días, pero llegaban. Se veía ese sentimiento de propiedad territorial, de apropiación de la tierra. Se movió la gente, pero había dificultades, algunos no apoyaban. El enemigo no era la ley, no era la institución, no era el hombre blanco. El enemigo era parte de
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nuestra misma gente. Eso es claro. Y a nosotros nos tocó una lucha contra nuestra misma gente. Pero hoy, después de 34 años, hubo un cambio, la gente cambió la forma de pensar, los que eran enemigos se volvieron amigos y hoy son fieles defensores de esa causa. Porque cambió el pensamiento, se creó conocimiento. Eso hizo que nos fortaleciéramos y que consiguiéramos el resguardo más grande del país. En menos de lo que se imagina se consiguió eso.
Pero tuvimos un error y fue mirar solamente la tierra. Y resulta que había que mirar el todo. Y en esa reconstrucción nos dimos cuenta de qué es eso que debe sostener la sociedad indígena, para armar lo que hoy se llama Plan de Vida, de abundancia de estos pueblos. Nosotros somos los únicos que tenemos un solo plan para 7 pueblos. Porque esa cohesión sí se puede hacer. Eso tiene una ventaja. Por ejemplo, los ocainas solo tenían 2 hablantes entre 200 personas. Hoy, más del 70 % de la población ocaina está hablando su lengua. Tienen su escuela, tienen sus docentes y se sienten orgullosos. Usted viera, definido el territorio, definido el idioma, definidas las plataformas, las naciones van avanzando, y uno puede decir que Chorrera no viene a la MPC [Mesa Permanente de Concertación] porque no lo necesita.
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[La Casa Arana y sus capataces hicieron estragos en el occidente amazónico a comienzos del siglo XX. Decir “estragos” es decir poco: durante más de 30 años esclavizaron y masacraron a la población indígena que habitaba en las inmediaciones de los ríos Caraparaná, Cahuinarí e Igaraparaná. Fue el caucho el que, en aquella ocasión, espoleó la ambición de los hombres de negocios que, como siempre, obtuvieron de los círculos de poder la colaboración y el aval para sus crímenes. Desde 1903, Julio César Arana expandió su empresa, valiéndose del apoyo del ejército peruano y de la indiferencia de los Gobiernos colombianos; el de Rafael Reyes, en principio, que tenía intereses en el negocio. Los atropellos que conllevó esta expansión son abominables: torturas, asesinatos masivos, violaciones, etcétera. La última acción bestial del dirigente de la compañía cauchera fue
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desplazar masivamente hacia Perú y Brasil a la población sobreviviente, al saber, en 1933, que perdería los territorios ocupados. Con todo, por haber logrado la titulación desde 1921, la Casa Arana mantuvo los derechos sobre las tierras de entre los ríos Putumayo y Caquetá; luego, entonces, terminó recibiendo un pago de 200 000 dólares, abonados, desde finales de los treinta, por el Banco Agrícola Hipotecario y, posteriormente, por la Caja Agraria. Los daños que padecieron los pueblos de la región −Andoque, Bora, Ocaina, Nonuya, Muruy− son irreparables; sin embargo, la población inició un proceso de recuperación de su territorio, que vino a hacerse efectivo en 1988, cuando en La Chorrera el Gobierno colombiano le de volvió a la comunidad indígena el llamado Predio Putumayo, 85 años después de que hubiera llegado a la región la nefasta fiebre del caucho].
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Cuando nos dimos cuenta de que los territorios del Predio Putumayo eran de la Caja Agraria… eso movió a todo el mundo. La gente caminó y mucha gente, muchos jóvenes viajamos a Bogotá para saber cómo era el cuento. Eso fue algo impresionante. Llegamos, y como en ese tiempo no había ni plata, ni carro, ni internet, n i nada de eso, entonces tocó por radio. Todo por radio. Fue una estrategia muy buena. Estábamos lejos, pero nos comunicábamos por la radio de la policía, del hospital, por la radio en los corregimientos. Así se hizo esa campaña de difusión. Y se convocó a que todo el mundo se reuniera y a que todos los sectores de la selva se comunicaran. En ese tiempo estaba Martín von Hildebran, el de GAIA. Él estaba allí, en Asuntos Indígenas con Virgilio Barco. Estuvo detrás de todo eso. Esa recuperación se hizo conjuntamente y ahí se legalizaron los territorios en forma de resguardo, y se crearon cabildos, porque no había otra figura. Entonces, fue así como se vino a implementar la fuerza de las organizaciones indígenas.
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5.
Hubo también muchos malentendidos, mucho fanatismo, mucha emoción. Era un acto de desquite, de revancha, porque esas organizaciones cogieron fuerza fue para ir en contra de los Arana. Esa era la motivación. Hoy son fuertes las organizaciones, desde su mirada, desde lo que se quiere. Todo el mundo vio cómo Chorrera fue fuerte por haber formado a su gente.
Ese proceso de recuperar Chorrera comenzó en el 72, pero muy tibio. Siempre estuvimos en contra de los curas. Y llegó un corregidor, un tal Castaño, y él incrementó la fuerza de esa mirada de que los curas son los enemigos, y a él se le juntaron un grupo de muchachos, y por eso tuvieron que sacar al corregidor, pero eso quedó ahí como la semilla. Y después nos tocó hacer escuela, porque nos dimos cuenta de que estábamos haciendo muchas cosas, pero no estábamos haciendo semilleros. Esa escuela nos dio mucha reflexión, para ver cómo es que había que hacer, hasta que creamos el movimiento político propio. Hicimos una plataforma, no de lucha, sino de cómo vivir bien, cómo vivir mejor. Participó mucha gente. Es que nosotros… el espíritu muruy es muy guerrero, y más la mujer, ella va con todo. Eso nos ha servido.
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6.
Tenemos que reconocer que la presencia de los curas dejó un sincretismo muy marcado. Tanto es así que las narrativas se desvirtuaron. Hoy en día uno oye hablar a unos abuelos de que el hijo de Dios… y en nuestras narraciones no hay hijo de Dios. Entonces, los curas permearon mucho, eso fue lo que se fue viendo. Cómo fue posible que alguien que no hacía parte de nuestro pueblo viniera a decirnos que nos prohibía la coca, que nos prohibía el tabaco, y tras de eso viniera a decirnos mentiras. Entonces, nunca se dijo nada contra eso, pero desde la acción se fue rechazando, y es claro que ese interés de imponernos una religión no fue capaz con nosotros. Eso es claro, pero también agradecemos que, en esa intención, quienes salimos ganando fuimos nosotros, porque hablamos el otro idioma. Tenemos otro conocimiento que no es el de nuestra cultura. Los que salimos victoriosos fuimos nosotros.
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Tiene que leer mi libro, se llama Selva podrida. Habla de cómo una sociedad pura, con unos principios, llega a ser violentada por curas que acabaron con nuestras hijas, con nuestras mujeres, con nuestras abuelas. Cómo una sociedad pura hoy puede volverse lo peor. Cómo los misioneros, los políticos, los militares… Hace 21 años no escribo acerca de eso… Pero eso hay que mirarlo con lupa…
7. Nosotros no somos de resistencia, nosotros somos de confrontar. Nosotros confrontamos. La pelea con los Arana… si no los hubiéramos confrontado, qué sería de nosotros. Nosotros somos es de confrontar, y así hay varios ejemplos.
La resistencia es: ¿cuánto vamos a aguantar?
Resistiendo, por vía jurídica nos joden, por vía administrativa nos joden. En cambio, confrontando, usted se para. En las confrontaciones con los guerrilleros, las mujeres llegaban al mambeadero y decían: “Bueno, hombres, si ustedes no son capaces de defender a sus hijos,
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nosotras sí los vamos a defender. Si ustedes no pueden, si les da miedo, nosotras sí vamos”. Eso prendió la llama. Si no hubiera sido así, hoy no nos tendrían miedo. Nosotros les decíamos: “De ahí p’allá es el territorio del tigre… es el territorio del tigre”. Entonces, por eso, la resistencia no… no le jugamos a eso.
8.
Los mitos originales se conservan, claro que sí. Los legítimos, los propios, los verdaderos están reservados, porque se cuidan. Pero también hay charlatanes, los que inventan y aumentan y remachan los mitos; son los que andan por los territorios y por todas partes, con coronas y con no sé qué. Precisamente, en un congreso en La Chorrera se dijo que los mayores tenían que avalar y decidir a quiénes darle la facultad para que pudieran hablar de eso. Vimos la necesidad de hacer eso, porque si no, se pierde, se embolata… todo el mundo mintiendo, todo el mundo prostituyendo la cultura. Yo, por principio, tengo que dejarles esos mitos a mis hijos, y afortunadamente mi papá me los dejó a mí.
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Para transmitir los mitos hay tres líneas. Se tiene que comenzar por uno mismo y con los hijos, o sea, iraifuemona, desde el hogar. Después es ony, o sea, con los familiares de segundo grado. Y la tercera línea es para la sociedad, para el urukl… para la comunidad.
En el 96 hacíamos parte de organizaciones, no regionales, sino zonales; porque en el Amazonas nunca se ha podido hacer ni se va a poder hacer una organización regional, por la forma, por su figura y por todo. También, si nos metíamos como organización regional en la ONIC, el Amazonas iba a ser una sola representación; entonces, estratégicamente, para operar, fuimos como una organización zonal, pues así teníamos 7 representaciones. Nos nivelamos por nuestra capacidad de representación. Fue una estrategia nuestra y participamos de esa manera. Participamos como COIDAM, como la Confederación Indígena del Alto Amazonas. De esa manera nos tuvieron en cuenta.
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9.
El tema, en el fondo, era el territorio. Con la gente de Nariño, con la gente de más arriba, el tema era el territorio. Se fue confrontando a la clase política y ya no había salida. Los compañeros del Cauca con la Panamericana… se fue creando un conflicto nacional con los Pueblos Indígenas. Al presidente [Ernesto Samper] le tocó duro en ese entonces. Así que, tras esa coyuntura, el mismo Gobierno vio la salida y negoció, pero yo digo que fue un error de nosotros esa negociación. No tuvimos la capacidad de analizar bien la cosa. Pero, bien que mal, eso funciona. Fue un error porque no hicimos un consenso nacional. No hubo una postura nacional frente a eso, pues en ese momento, el Movimiento Indígena colombiano no tenía la capacidad que ahora tiene.
En el caso de nosotros, el Gobierno sabe que con nosotros tiene que dialogar, que se tiene que sentar. Ellos le tienen pavor a un paro, así que para calmar esa confrontación se ganó esto de la Mesa Permanente de Concertación. Ahí, a raíz de ese paro, fue donde salieron 2 decretos. En ese paro yo iba con 5 compañeros, pero me dejaron después abandonado. Los 3 primeros, apenas vieron cómo era la cosa, salieron y se fueron, porque no es nuestra forma. Yo por lo que vengo de línea sindicalista, entonces estoy enseñado a eso. Yo me paro. Ahí nos dábamos duro. El sueño, la dormida. ¡No, como un mes!
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Entonces, esa confrontación hizo que se crearan los decretos 1396 y 1397. Ahí ganamos dos decretos. Pero en el fondo, esos decretos no se están manejando como debe ser, no se está mirando el espíritu del decreto. Tenemos un grupo de gente ahí, pero no se está respetando el conducto regular con las organizaciones locales o regionales, que estas lleguen con sus inquietudes del territorio, que lleguen con un paquete acá, desde la zona, ya sea a la macro o donde quieran. Que lleguen hasta acá hasta la Mesa, porque, hay que ser claros, el Gobierno habla es con la Mesa Permanente de Concertación, no con la ONIC, no con la OPIAC, sino con la MPC. Y hay que darle voz a todo el mundo, no solo a todas las comunidades sino también a los que no son comunidades, los que no están organizados, así sean individuos, familias: lo tienen que hacer. Que, si no son organizaciones, ¿entonces no? Y esto debe hacerse para respetar la autonomía de los territorios. Hoy el Gobierno hace lo que se le da la gana, dando permisos, concesiones, que de madera, que de petróleo. Y nos contentan con un par de proyectos y ya, calladito todo. Entonces, ahí hay que formar. No podemos ser arrodillados.
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10.
Hoy hay que revisar el concepto del territorio. Hay tres figuras. Una, que está en discusión todavía: el territorio ancestral. Este es de donde uno es originario. Ese no lo tenemos claro, porque entre nosotros no existe ancestralidad. Hay un territorio de origen que podríamos llamar territorio ancestral. Ese es un concepto. El otro es el que hay en el caso de los desplazados, los que se van y llegan a un territorio ocupado, de aprovechamiento. Ese no es un territorio sagrado, sino un territorio tradicionalmente ocupado. Se ocupa desde el aprovechamiento. Ese concepto hay que tenerlo claro, y tiene que ver con quienes han sido desplazados. Y hay otra figura y es la que da el Gobierno: el resguardo, las ETI, los parques. Es otro tipo de territorio.
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Entonces, vamos ahí al punto del problema. El punto es cuál es mi concepto de territorio. El territorio no es para nosotros una línea, sino todo lo que creó el dueño de la vida. Ese es el territorio: la dimensión de abajo, la dimensión de aquí y la dimensión de arriba. El límite para nosotros se llama fuedamona, o sea, el borde del universo, hasta donde llega el pensamiento. Eso es el territorio y hoy en día se está minimizando ese concepto. Hay que tener claridad o, si no, nos enredamos. Ahora, la territorialidad, ese sí es un punto de espacio en esta tierra. Se llama boklre idu, la loma de la repartición. Ahí el creador repartió la tierra, pa los blancos, pa los negros, pa los indios, pa los de aquí, pa los de allá, y pa los muruy, este clan, este otro. A todos les dio un sitio distinto, pero con el mismo mandato. Ahí usted se va a multiplicar, a trabajar y se va a humanizar. Esa es la territorialidad. Para todos lugares diferentes, pero con el mismo mandato.
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Sobre la coyuntura actual, lo hemos hablado y tenemos claro que Petro no va a hacer gran cosa. Él va a dar unas puntadas, va a colocar unas bases sobre las que hay que caminar. Eso para nosotros es lo importante, porque, a partir de eso, lo que venimos gestando, lo que venimos pensando, lo que venimos haciendo, eso va a coger fuerza. Va a coger fuerza y va a ser la base precisamente del nuevo orden, de la nueva estructura, para un cambio de pensamiento. Es un punto para darle la vuelta a esto. Porque ahora hay muchos comportamientos que son depredadores, que son para desangrar la naturaleza, y que se justifican mediante la ley. Pero entonces vamos a tener un punto de unidad, un punto de partida para que cambiemos lo que pensamos, para encontrar eso que realmente buscamos.
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11.
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continunará
MESA PERMANENTE DE CONCERTACIÓN CON LOS PUEBLOS
Y ORGANIZACIONES INDÍGENAS – MPC
Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC
Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana – OPIAC
Confederación Indígena Tayrona – CIT
Autoridades Indígenas de Colombia – AICO
Autoridades Tradicionales Indígenas de Colombia – Gobierno Mayor