MIENTRAS NO SE APAGUE EL SOL
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Voces del Movimiento Indígena en Colombia
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Mientras no se apague el sol Voces del Movimiento Indígena en Colombia Volumen 3 ISBN Colección: 978-958-8430-50-8 ISBN Volumen: 978-958-8430-53-9 Primera edición: Agosto de 2023 Dirección de publicación: Paulo Estrada Añokazi Tejido, preámbulo y edición: Rodrigo Estrada Voces: Rufina Román Sánchez, Francisco Rojas Birry, Norey Maku Quigua, Saraith Iguarán Aguilar, Abadio Green Stocel. Diseño y diagramación: Elizabeth Tascón Impresión: Editorial Gente Nueva © Rufina Román Sánchez, Francisco Rojas Birry, Norey Maku Quigua Izquierdo, Saraith Iguarán Aguilar, Abadio Green Stocel y Rodrigo Estrada. ©Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas - MPC Esta memoria busca reconocer y socializar las luchas de los Pueblos Indígenas de Colombia por la reivindicación de sus derechos. Puede ser reproducida, copiada, distribuida y divulgada siempre y cuando no se altere su contenido y se cite a las personas que aportaron sus voces. Impreso en Bogotá – Colombia
MIENTRAS NO SE APAGUE EL SOL /3 Voces del Movimiento Indígena en Colombia
Tejido por Rodrigo Estrada
Í N DIC E
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Preámbulo
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Para que la maloca no se enfriara
Si nuestros derechos están ahí, entonces que se cumplan
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Los mandatos que ha proferido nuestro pueblo
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El conocimiento que protegió a niños y niñas durante siglos
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Ser cantores todos, bailadores todos
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Rufina Román Sánchez
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Francisco Rojas Birry
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Norey Maku Quigua Izquierdo
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Saraith Iguarán Aguilar
Abadio Green Stocel
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PREÁMBULO Por Rodrigo Estrada Más allá de las ideas generales que sobre el mundo indígena tenemos los vecinos no especializados en los conflictos políticos y sociales del país, hay una historia de resistencia a la que no nos ha sido dado acceder, una historia que, casi en su totalidad, permanece todavía en la memoria de quienes la han trazado. Se trata de un cuadro complejo y extendido, que abarca todo el territorio de nuestro país y un tiempo mayor que la edad de nuestra república; un paisaje que ahora deberíamos terminar de descubrir y mantener siempre a la vista.
El relato de las luchas de los pueblos ancestrales puede mostrarnos tantos hitos, tantos tiempos y paisajes como líderes y lideresas han participado de ella. Puede mostrarnos también un buen fragmento de lo que somos y no hemos terminado de reconocer en nosotros mismos. Basta tan solo escuchar una voz, una sola, para enterarnos de que ha habido una parte nuestra que ha permanecido oculta o disimulada, y de que ese ocultamiento y ese disimulo han traído como consecuencia uno de los mayores inconvenientes que puedan recaer tanto sobre un individuo como sobre un pueblo: el desconocimiento de sí mismo. El pueblo colombiano no sabe, hasta ahora, quién es, no reconoce territorios extensos de su propio cuerpo ni los rasgos de su alma; se ha identificado apenas parcialmente y muchas veces con lo peor de sí, con su máscara o sus rostros artificiales, aquellos que esbozan una mueca de incomodidad cuando por alguna orilla de su anatomía acaban por emerger las fuerzas que tanto se habían empeñado en acallar.
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El Estado −y la sociedad en general− tiene deudas urgentes con los Pueblos Indígenas: el territorio, la reparación por el exterminio físico y cultural, la aplicación de leyes y decretos logrados por los mismos líderes y lideresas al cabo de los años, pero hay una deuda primaria, no menos importante, que, de ser saldada, podría contribuir enormemente en la resolución de las demás: el reconocimiento, no ya de la situación de las comunidades, sino de su misma existencia. El daño mayor –tal vez más profundo que el exterminio, porque lo antecede, lo facilita y lo banaliza– ha sido la invisibilización del mundo indígena, y así también de la historia de su resistencia: el manto oscuro, el bloque de silencio que se le ha echado encima a un crisol de pensamientos y mitologías, de lenguas, andares, voces y tejidos. El desconocimiento de la propia configuración social e histórica por parte de un amplio porcentaje de la población colombiana ha posibilitado los agravios y penares sin cuento que han sufrido las comunidades indígenas, no solo en siglos pasados, sino en estos mismos días. La ignorancia consiente la injusticia, y también alimenta el prejuicio. Frente a la noticia de una toma, de un bloqueo, de una concentración, los vecinos del barrio suelen responder de manera tajante: “allá están otra vez jodiendo esos indios”. Algunos intuyen las razones, y se solidarizan, pero no alcanzan a enterarse de las demandas y de las implicaciones. Si se les dijera, por ejemplo, que se trata del problema del territorio, no percibirían, en todo caso, lo que ello significa, no entenderían que el territorio conlleva el equilibrio, la dignidad, la identidad, los ancestros, el conocimiento y nada menos que la vida misma. Para entenderlo, habría que empezar a conocer la historia. El daño al mundo indígena, para muchas personas (también, durante algún tiempo, para quien escribe estos párrafos), fue algo que ocurrió hace 500 años, algo completamente ajeno a sus vidas: un zarpazo del imperio español que borró, al cabo de unos contados meses, quizás una veintena de culturas cuya importancia residía en haber fabricado unas cuantas esculturas en piedra, hermosas narigueras, vasijas de barro y una que otra estatuilla de oro; acabaron con todos, menos con los que se subieron muy arriba a la montaña o con los que se refugiaron muy adentro en la selva: unos cuantos apenas, que sobre-
viven vaya Dios a saber cómo, entre matorrales y jaguares, cazando micos con cerbatanas y paseando largas horas en canoa, sin televisión, sin internet, sin restaurantes y sin dinero. Vale, quizás exagero (o tal vez el ejemplo quede corto), pero el punto es que el imaginario que hemos construido los vecinos no indígenas sobre los pueblos ancestrales y sus resistencias dista enormemente de la realidad. Creemos que el daño es un asunto de un remoto pasado, y, cuando somos más ‘cultos’, creemos que la resistencia más ardua fue la que ejerció el Pueblo Caribe ante la invasión española: eran feroces, tiraban flechas con veneno, se comían el cuerpo de su adversario y usaban sus cráneos reducidos como collares. Eso creemos, eso nos enseñaron en la escuela.
Muy poco nos han informado que, tras el desproporcionado exterminio, aún existen 115 pueblos indígenas dentro de los límites imaginarios de este joven país que se llama Colombia, y que entre estos pueblos sobreviven aún 65 lenguas. 115 y 65 no son más que dos números, pero nos iríamos de espaldas si lográramos dimensionar o hacernos conscientes de lo que ello verdaderamente significa. La profundidad de un solo pueblo y una sola lengua es ya un milagro incomparable. Luego están las acciones, la suma de movilizaciones que se han llevado a cabo para recuperar el territorio, conservar la cultura y buscar la autonomía y la unidad indígena. Eso que a los vecinos del barrio puede parecer una invasión, un capricho, una expresión anárquica e irreflexiva, viene a ser en cambio, por un lado, una necesidad imperiosa de solucionar problemas verdaderamente serios, y, por otro, un canto más de una gesta continua que ha contribuido, al final de cuentas, en la lenta y muchas veces tortuosa maduración de la nación colombiana.
El Movimiento Indígena ha sido un esfuerzo que se ha dado en muy diversos frentes y se remonta a los procesos de resistencia que hubo desde la primera invasión europea. Ahora, en los últimos cincuenta años, en medio del acoso
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del capital y de la guerra, la lucha ha dado importantes resultados. Desde el renacer organizativo en los años setenta y ochenta, pasando por la participación en la Asamblea Nacional Constituyente, la firma de la carta magna, el surgimiento del MAIS y la creación de escenarios como la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas, y llegando a la reciente coyuntura política: el alcance de la Presidencia de la República por parte de un proyecto que los Pueblos Indígenas apoyaron casi en su totalidad, se puede percibir una apuesta coherente y sostenida, soportada de seguro en esos cuatro principios básicos que fueron definidos ya en el Primer Congreso Indígena Nacional, en 1982: Unidad, Territorio, Cultura y Autonomía. Esos principios han sido defendidos por un número importante de líderes y lideresas, que han tenido participación tanto en escenarios de base, al interior de las mismas comunidades, como en lugares relevantes del aparato estatal. Por supuesto, a juzgar por las ideas y posiciones que a continuación compartiremos, también dentro del Movimiento Indígena ha habido contradicciones, maneras diferentes de entender la ruta y de asumir la lucha. Esa circunstancia, vistos los resultados, antes que disminuir el Movimiento, debe de haberlo fortalecido.
En las páginas siguientes podremos ver algunos de esos contornos de la lucha que los pueblos han dado para no desaparecer, y para escalar en la recuperación de unos derechos largamente sustraídos. Las voces que hablarán a continuación son apenas una mínima representación de esa vasta resistencia, pero son también, cada una de ellas, toda una historia, una ventana a ese mundo que tanto nos hemos tardado en reconocer. El objetivo principal de esta serie de publicaciones será precisamente ese: el de abrir las ventanas, dejar ver los paisajes que han permanecido ocultos para una buena parte del vecindario colombiano. Otro objetivo será el de dar paso a una serie de críticas y esperanzas alrededor de esos mismos logros y plataformas alcanzadas: la Constitución Política del 91, las organizaciones regionales y nacionales, la
Mesa Permanente de Concertación, el Acuerdo de Paz de La Habana, las decenas de decretos que reivindican los derechos indígenas y, finalmente, el reciente triunfo del Pacto Histórico en la Presidencia de la República. Acaso, del tejido de estas voces puedan aparecer nuevas claves que aporten en esa búsqueda permanente, esa demanda esencial: la de la justicia y el equilibrio con la Madre Tierra. Avanzando los Pueblos Indígenas en el equilibrio que proponen y demandan, avanzará también el país en lo que tanto necesita: un poco de sosiego, un remanso, una orilla de paz, y el reconocimiento de sí mismo, de su propia mitología, de su semilla y su raíz.
Sobre esta memoria Los mayores y mayoras tienen la palabra. Uno de los propósitos del movimiento, de quienes han participado de la resistencia, es contar la historia. Contarla con voz propia. La Secretaría Técnica Indígena de la Mesa Permanente de Concertación, STI-MPC, ha querido contribuir en esta construcción. Esta, más allá de ser una plataforma de diálogo y participación de los Pueblos Indígenas en la toma de decisiones que competen a las comunidades, es también un escenario de convergencias, en el que se va creando un tejido diverso de relatos y de ideas, de postulados políticos, de mandatos ancestrales. En ese transitar de palabras, que vienen y van entre autoridades y representantes, se puede encontrar esa historia que no ha acabado de ser conocida por la población colombiana, o que, muchas veces, no se difunde de manera cabal entre los mismos pueblos hermanos. Tendríamos que preguntarnos si la juventud pasto o nasa, por ejemplo, se ha estado enterando de la resistencia zenú o barí, y también viceversa. En esa medida, entonces, cobra mucho sentido la intención planteada, la de relatar el cúmulo de reveses y atropellos que han recaído sobre los Pueblos Indígenas, pero también sus victorias y conquistas, y hacerlo, por supuesto, desde la orilla de sus voceros.
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Ese relato podría ser narrado de muy diversas formas; para esta serie de volúmenes se ha escogido una precisa, la de darle tránsito libre a lo que los líderes y lideresas han querido contar y opinar sobre las luchas de los pueblos, sobre la participación de estos en la historia del país y sobre la coyuntura que estamos viviendo: sus críticas, sus esperanzas, las rutas que podría seguir el Movimiento Indígena y el posible destino del país. Las voces que hemos estado reuniendo han surgido de entrevistas realizadas en el curso del 2022 y de este 2023, pero también, de algunas de las intervenciones realizadas en las recientes cumbres y foros indígenas. En la edición hecha a estos testimonios se ha pretendido mantener las dinámicas propias de la expresión oral: los saltos temáticos, los énfasis, quizás ciertas vaguedades, pero al mismo tiempo, con el fin de facilitar la lectura, se ha buscado adecuar la forma del discurso a una gramática acorde a la lengua escrita. En todo caso, lo que se quiere es que tanto la memoria como la opinión de los mayores y mayoras aquí reunidas crucen el puente, que, del otro lado de la página, otros posibles tejedores acaben de componer este tapiz, considerando siempre, por supuesto, las voces de quienes han vivido estos pasajes fundamentales de nuestra historia.
Sobre el presente volumen En esta tercera entrega de Mientras no se apague el sol encontraremos relatos de lideresas y líderes de los Pueblos Uitoto, Embera, Arhuaco, Wayúu y Gunadule. Sus memorias, en conjunto, abarcan un periodo de tiempo de más de 50 años, y paisajes y eventos relevantes acaecidos en diversas regiones del país: la Amazonía, el Chocó, el Cauca, la alta Guajira, el Caribe, Medellín, la Sierra Nevada de Santa Marta y Bogotá.
Podremos divisar un paisaje primitivo y esplendoroso en la comarca Guna Yala, en Panamá, y después los saltos y las búsquedas apasionadas −en Medellín, en Caimán Nuevo− de un joven gunadule, que se debatió entre su vocación espiritual, sus devenires artísticos, el amor y el compromiso por cuidar a su gente, para luego terminar haciéndole frente a los embates sufridos por los Pueblos Indígenas, en años aciagos de guerra y persecución.
De la Guajira a Bogotá (con repentinas movilizaciones hacia el Cauca), y luego de vuelta al territorio, divisaremos múltiples escenarios de resistencia, visitados y también propiciados por una joven lideresa wayúu. Ella nos hablará de lo que fue la participación estudiantil en el Movimiento Indígena a finales de los noventa y comienzos de los dos mil, de las denuncias y los avances por solucionar los problemas de la niñez y la juventud indígena de la Guajira, de los espacios de consolidación de los sistemas de justicia propio, y de la necesaria participación de las mujeres en procesos comunitarios, políticos, y culturales, tanto locales como nacionales.
Por otro lado, podremos reconocer el proceso de consolidación de las instituciones administrativas del Pueblo Arhuaco, de las complejidades de las mismas, y de la resistencia frente a los intentos de intervención en los asuntos propios por parte de fuerzas políticas o económicas externas. A través de la exposición de situaciones coyunturales para los arhuacos, uno de sus líderes nos comparte su visión (y la de una amplia representación de su pueblo) sobre el principio de la autonomía de los Pueblos Indígenas.
Veremos también los esfuerzos de otro joven por denunciar, desde finales de los setenta, los abusos que sufrían sus hermanos embera en Quibdó, y el
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acompañamiento y los aportes que hizo por consolidar algunas de las organizaciones más importantes para el Movimiento Indígena en el país −la OIA, la OREWA−, y su posterior participación en instituciones como la Asamblea Nacional Constituyente, el Congreso de la República y el Consejo de Bogotá. En la Amazonía, por medio de la voz de una lideresa uitoto, encontraremos las dinámicas de resistencia que se han dado al interior de aquel inagotable universo que viene a ser la maloca, principalmente por parte de las mujeres, que han logrado conservar la cultura a través del cuidado de la chagra, la producción de la caguana y la manicuera, y la incitación de la palabra dulce y el pensamiento bonito.
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Los relatos, memorias y pensamientos que se comparten en esta entrega nos dejan ver otro importante fragmento de los avances del Movimiento Indígena colombiano de las últimas décadas. Ahora bien, sumando este volumen a los 2 que lo han precedido, podemos afirmar que hemos logrado esbozar un paisaje más o menos amplio del mundo indígena de nuestro país; hemos logrado hablar de las heridas de los pueblos y de sus resistencias. No obstante, queda todavía mucho que contar. La historia es amplia y ha permanecido oculta. Estas voces se han propuesto proporcionar aquello que nos falta: el conocimiento de lo que somos.
Para que la maloca no se enfriara
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n las luchas de los pueblos amazónicos, las mujeres han cumplido un papel fundamental. Además de conservar la maloca, de calentarla y de aportar la caguana y la manicuera, han cultivado la palabra y el pensamiento. Por otro lado, siguiendo la cosmovisión de los mayores y las mayoras, se han entendido como parte del todo de la comunidad y han contribuido a mantener un sistema primigenio de complementariedades y cuidados mutuos. No obstante, también han visto que las violencias contra los Pueblos Indígenas han provocado consecuencias específicas sobre sí mismas y sobre sus compañeras. Esto les ha movido a organizarse y a impulsar procesos puntuales de defensa de los derechos de las mujeres. En este apartado, Rufina Román, del Pueblo Uitoto, quien nos habló en el Foro Tejiendo Canasto por la Protección de los Derechos de las Mujeres de 2022, reflexiona sobre las reivindicaciones indígenas, sobre el conocimiento que se cultiva en la maloca y sobre la necesaria colaboración de todos los miembros de la comunidad en la conservación de la cultura.
Rufina Román Sánchez Pueblo Uitoto
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Mi nombre es Rufina Román, soy indígena uitoto del departamento del Amazonas, del clan Enokayaɨ. Todo parte de un origen y, en ese orden, tuve la fortuna de nacer en un hogar muy tradicional. Mi papá Oscar Román, sabedor, mi mamá Alicia Sánchez, una gran sabedora del clan Aimenɨ. Huérfanos de la cauchería. Nosotros, como pueblos amazónicos, somos pueblos de resistencia. Mi papá es el único de su clan que quedó en Colombia. Los otros existen por los ríos Ampiyacu y Pebas en Perú. Nosotros, toda la familia, hemos luchado para que esa historia no se vuelva a repetir en nuestros territorios. Duele ser huérfanos. Yo nací ya en otro territorio, nací en el resguardo Andoque de Aduche, Pueblo Andoque del medio río Caquetá. Ahí le dieron el espacio a mi familia. Ahí nos formamos.
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Y la lucha… cuando hablamos del Movimiento Indígena, nos basamos mucho en los principios culturales como pueblos amazónicos, en los principios de complementariedad, de dualidad. La palabra que el padre creador dejó como mandato a sus hijos es precisamente cuidar la vida y tenemos que estar los dos [el hombre y la mujer]. Los dos jugamos un papel fundamental para prevenir, para sostener, formar barreras. Somos fuerza… los dos hacemos la fuerza, y por eso también nos dejó nuestras plantas sagradas. A cada pueblo indígena le dejó su planta sagrada, para que a través de esta sigamos cuidando la vida, cuidando nuestro cuerpo, nuestro territorio. La palabra no se divide, la palabra que nos dejó siempre fue una.
El pensamiento es para cuidado colectivo, es único, y ha sido dado desde el origen. Así empezamos nosotros la lucha hace años, colectivamente. Mi papá hizo parte de los fundadores del CRIMA [Consejo Regional Indígena del Medio Amazonas]. Hacíamos parte también de la ONIC [Organización Nacional Indígena de Colombia]. Hubo grandes fundadores que hablaban de la recuperación de nuestros territorios. Ahí había un pensamiento ñue kal lylno, ñue lnlylno, o sea, el sitio donde vamos a vivir bien, para que nosotros estemos bien, para que nuestra generación duerma bien, para que la mujer esté bien. Es un bienestar de todos, no hay divisiones, no hay fuerzas divididas. Ahí mismo colaborábamos las mujeres. Ahí estábamos aportando la caguana, la comida, la manicuera. Nuestros hombres se iban. Yo veía que mi papá se iba. Con el tiempo vi también que mis hermanos se fueron al Movimiento Indígena. Todos hoy en día son líderes, mis primos… pero ¿quién se quedaba en el papel de mamá y papá?: nosotras en la casa. Las que eran maloqueras se quedaban para que la maloca no se enfriara, de alguna manera asumían el rol del jefe maloquero y, junto con la comunidad, mientras este volvía, continuaban los trabajos. En las noches, las maloqueras estaban pendientes de que las actividades de
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mambeadero continuaran; si no había nadie, ellas se sentaban a conversar con sus hijos pequeños o nietos, o con sus nueras. Decían ellas: a calentar el mambeadero para que no se enfriara.
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Eso era aporte de nosotras, sin estar nosotras gritando. Era una lucha de pensamiento, una lucha con principios. Porque hay unos principios y unos roles culturales que jugamos como mujeres indígenas. Y siempre hablamos del principio de reciprocidad, el principio de colectividad. No es que seamos sumisas, no es que seamos… como a veces se dan las lecturas desde afuera: que las mujeres estamos solo para criar, o solo para estar en la cocina. No, nosotras tenemos un valor cultural muy fuerte en nuestros territorios. Nosotras tenemos unos roles demasiado fuertes en la gobernabilidad propia en nuestros territorios.
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Hoy en día los pueblos amazónicos formamos parte de la OPIAC [Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana], somos 64 pueblos indígenas, trabajamos bajo este pensamiento, un pensamiento de unidad, un pensamiento de hermandad, aunque hay diferencias, hay particularidades, pero todo se tiene que basar en el respeto. Por eso es que nos mantenemos, por eso es que existe todavía esa diversidad de culturas y la identidad cultural en nuestros territorios, en nuestros departamentos. Yo, por ejemplo, soy del medio río Caquetá, vivo acá en el lado de Caquetá, y cruza uno el río y es Amazonas. El resguardo coge los dos departamentos, pero esa división es pa los blancos. Nosotros somos organización, somos pueblo y para nosotros no hay límite, no hay diferencias geográficas. Así mismo, fuimos sembrando nuestras luchas en el marco del Movimiento Indígena. Esto no ha sido fácil para nadie.
Nosotros, en el 5to Congreso de la ONIC luchamos, peleamos, y logramos el Área de la Juventud en la ONIC. En ese entonces estábamos Carmen Pimienta, Casemiro Cabrera, Romualdo Román y yo, y no me acuerdo de otras personas que quedaron en ese entonces. Y ahí nos pasó una experiencia hermosa. Llegamos contentos a avisarle a nuestros mayores: “Miren, logramos el Área de la Juventud”. Allá adentro estaban hablando de la Ley de la Juventud, era la época de Juan Manuel Galán como viceministro de la Juventud. En vez de felicitarnos, nos regañaron. “Ah, es que ustedes se volvieron ya blancos. El blanco vino aquí y nos fragmentó, nos dividió. Mujer: chagra, mujer: fogón, hombre: mambeadero. Ahorita va a salir uno para joven, luego va a salir otro para anciano, después va a salir para otra cosa. Así se están volviendo ustedes, están haciéndole caso a todo lo que de afuera venga, ustedes lo están adoptando, y ese pensamiento que tenemos ustedes mismos lo están matando. Nosotros somos diversos, pero hay unidad, y ¿por qué entonces ustedes se van cada uno por su lado?”. Qué hice entonces. “Bueno -dije-, la embarré”. Pensé que estaba haciendo algo bueno, pero yo, personalmente, me fui
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[del Área de la Juventud] y preferí sentarme y acompañar procesos en territorio, preferí sentarme y escuchar palabra y consejo, palabra y curación, palabra de vida, y pensar en cómo partir de ahí. Es algo fundamental del Movimiento Indígena: volver a recoger esos principios que en esos años nosotros luchamos sin un peso. Que de verdad eran mingas, de verdad nos tocaba dormir en el piso. Y lo hacíamos porque queríamos lograrlo, y nuestras luchas por todas partes eran por el tema de territorios, reconocimiento de nuestros territorios. Y lo fuimos logrando, poco a poco.
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En 1988 nos dieron nuestro Gran Resguardo Predio Putumayo. Ahí todos nosotros la luchamos, pero bajo el pensamiento y el direccionamiento de los grandes sabedores de esa época. Fue un logro de ellos, de nuestros mayores, de nuestros ancianos, abuelos y abuelas, nuestros sabedores. Así hemos ido logrando poco a poco lo que nos proponemos.
[La titulación del Predio Putumayo fue un importante logro de los pueblos que comparten dicho territorio. Fue el resultado de la lucha y la organización indígena amazónica en la década del ochenta. No obstante, la ruta de resistencia y confrontación venía de tiempos anteriores, tiempos cifrados por la violencia y el genocidio. Lo acontecido en la región es uno de los eventos más aterradores que hayan sucedido en el país, y también, asombrosamente, uno de los menos conocidos. Desde finales del siglo XIX y a comienzos del XX, un área extensa del occidente de la selva amazónica −principalmente las inmediaciones de los ríos Cara Paraná, Igara Paraná y Cahuinarí−, se vio invadida de una horda de bandidos caucheros, que se agruparon bajo la dirección del ciudadano peruano Julio César Arana. Al cabo de algo más de 3 décadas, estas personas desataron una maldad inverosímil sobre la población indígena, apurados por la sed de la siringa, permitiéndose acciones irracionales como la tortura, la violación, la esclavitud, y diversas y pavorosas maneras de matar, dejando, de paso, heridas profundas en la población que sobrevivió. La cultura se vio socavada hondamente, pues fueron más de 100 000 las vidas cercenadas. La devolución de las tierras que integran el Predio Putumayo, 100 años después del inicio de la invasión, fue una manera de empezar a reparar las poblaciones afectadas. La deuda, sin embargo, sigue siendo grande. Quizás otra forma de irla saldando sea dando a conocer más ampliamente la historia. Aún falta mucho por hacer saber qué fue lo que pasó en aquellos años aciagos para los pueblos amazónicos].
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La mujer maloquera participa activamente a la par del hombre. Todo ese sistema de conocimiento, todos esos saberes que hay, lo que nosotras hacemos es que lo amanecemos, lo materializamos para alimento, y después lo transformamos para seguir alimentando. Somos humanos y queremos seguir manteniendo la humanidad, queremos dar vida, queremos cuidar, proteger, armonizar, equilibrar. Ya, como nos acabaron, no queremos volver a vivir esa historia.
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Sé que las dinámicas culturales han cambiado. La educación ha cambiado. Las dietas hoy en día ya no las cumplimos, los consejos ya no los cumplimos, pero también ha habido cambios culturales positivos. Hoy en día vemos compañeras o compañeros
investigadores, es su nuevo rol, son investigadores locales, y esto es supremamente importante. Son los mismos maestros los que están recopilando, están escribiendo, están documentando. También hay mujeres ocupando los espacios de liderazgo. Siento que la participación política de la mujer es la que mantiene los principios amazónicos propios. Me refiero a la participación política desde la casa, sobre bases culturales y bajo principios de palabra de vida. Eso es política. Yo, particularmente, nunca ocupé ningún área de mujer en mi zona, siembpre trabajé a la par con los abuelos, con los líderes, bajo un pensamiento colectivo. Pero un día llegó la compañera Gilma Román, mi sobrina, y me empezó a hablar de que estaba documentando los casos de mujeres en situación de desplazamiento en Colombia, en el marco de la sentencia T 025 de 2004. Me empecé a enterar un poco del trabajo, y, en el 2009, porque en el 2008 salió el Auto 092, quedé siendo la coordinadora del Área de Mujer de la OPIAC, y empecé a liderar ese Auto 092 hasta el año 2010.
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Venía yo de otro pensamiento, todo muy colectivo, todo mambeadero, pero empecé a mirar esas particularidades que estaban viviendo mujeres en situación de desplazamiento, en Alto Cazucá, mujeres que salían de sus territorios, por muchas situaciones, a ser mal pagas en trabajos domésticos. Empiezo a mirar otras cosas, otras realidades. Se me partió en dos el mundo. Y hoy en día ya hay un decreto, el 1097 de 2020, que creó la Comisión Nacional de Mujeres Indígenas de la Mesa Permanente de Concertación [MPC]. En esos años nosotras nos reuníamos: Benerexa Márquez, Lucy Guamá, que era de AICO, Gilma Román, Viviana Suárez, Clemencia Herrera, yo. Hablábamos de la ruta, de cómo íbamos a hacer ese trabajo a nivel nacional. Y sentar posición, porque nos querían unir con el Auto 04. No nos querían sacar un programa aparte, sino articular presupuestalmente y llevar solo una línea, poner el 04 y el 092 en una sola ruta. Y nosotras nos opusimos. Eso me enorgullece. En esos años comíamos un plato de comida china. Entre todas recolectando, que a veces era lo único que podíamos comer. Pero así son las luchas.
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Recuerdo cómo fue que se hizo para que naciera esta mesa, la MPC. Recuerdo la toma del Episcopado, la estrategia que se utilizó. Adentro era solo agua y pan. Como se podía. Pero casi no hablo de estas cosas, porque me encanta que haya personas que narren todos estos pormenores, sobre cómo hemos llegado a estos escenarios. Cómo se logró cada cosa por vías de hecho, porque nada ha sido fácil, nada ha sido regalado. Y más difícil para nosotros los pueblos amazónicos, que estamos en 6 departamentos. Nosotros, como OPIAC, somos 6 departamentos amazónicos, 64 pueblos indígenas, y solo en el departamento del Amazonas somos 26 pueblos indígenas, con 3 afinidades culturales diferentes. Sin embargo, así nos mantenemos bajo el principio de la unidad. Seguimos marchando, seguimos cultivando. Son muchas las apuestas y desafíos que tenemos nosotros como pueblos.
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Acabo de llegar de un congreso en el cual reunimos más de 160 mujeres. Tengo aquí a 2 compañeras que participaron. Me refiero al Congreso de Mujeres Indígenas del Amazonas, que se hizo para aprobar la política pública de la mujer indígena en el departamento, y en el que apoyé, como asesora, la elaboración y consolidación del documento que surgió de este. Nosotras a veces decimos: no es alzar la voz por alzarla, alcemos la voz con sabiduría, alcemos nuestras voces como mujeres, pero primero miremos qué somos. No podemos dejar a nuestros compañeros solos en las luchas grandes, en las líneas gruesas del Movimiento Indígena. Y si nos vamos solo a gritar lo de nosotras, luego el Estado colombiano dice: “Vea, mujeres, les damos esto”, y luego van a decir: “Le cumplimos a los indígenas”. Sí hay cosas… como dice la doctora Aida Quilcué, hay unas particularidades fuertes que se viven como mujer indígena, pero también hagamos un ejercicio de reflexión al interior de nuestros territorios, de nuestras autoridades, de nuestras malocas.
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Hay un desequilibrio también por no escuchar la palabra de consejo. Ya no obedecemos, y eso es lo que nos está llevando hoy en día a que vivamos casi las mismas situaciones que está viviendo el mundo no indígena. Aprendimos a ser violentos, aprendimos a maltratar, porque así fue que nos sometieron los patrones. El patrón es el que manda, pero en la cultura de nosotros no somos de patrones. Cada uno es diferente, juega un rol, y los dos, hombre y mujer, se necesitan con amor. Por eso tenemos ambil, por eso está la coca, están los dos, yo te cuido, tú me cuidas.
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La familia se cuida bajo una visión indígena, pero nos estamos dejando absorber de programas; que hay una norma, entonces nos aventamos a esa norma, que llega una estructura nueva, entonces nos metemos en esa estructura, pero a veces ni siquiera estamos preparados. Eso nos está llevando a lugares que no son claros. Hablamos nosotros de unos principios, todo tiene origen, todo tiene una razón de ser, todo tiene una razón de estar, todo es recíproco, todo se pide permiso. Se le pide permiso, desde lo espiritual, al territorio. Para nosotros es como hacer una Consulta Previa. La hacemos para no romper ese hilo que nos conecta con la Madre Tierra. Nuestros abuelos sabedores, nuestros maloqueros piden permiso hasta pa tumbar la chagra, le piden permiso al dueño del territorio. Entonces, sobre el tema de la Consulta Previa, desde mi punto de vista eso no tiene discusión, es un derecho fundamental ganado, amparado dentro de
unas normas internacionales. El tema de la Consulta Previa, para nosotros, va o va, y más bien enfoquémonos en otras cosas que realmente son coyunturales en estos momentos. Como Pueblos Indígenas tenemos que sentarnos a hablar con este nuevo Gobierno del cambio; pero que este nuevo Gobierno entienda también que existen unas estructuras legítimas organizativas conformadas, y con ellas se tiene que sentar. Así como, tradicional y culturalmente, nosotros tenemos nuestros jefes por ramas, así mismo estamos en lo organizativo. Tema amazónico se habla con nosotros los amazónicos, con los que estamos en nuestros territorios, con nuestras estructuras coordinadas y legítimas. Es la manera como nos podemos sentar, y estamos en esa disposición de diálogo, porque nosotros somos pueblos de diálogo, somos de amor, de mambear la palabra, de caminar la palabra, endulzarla, enfriarla, somos de construir a través de la palabra, de diálogo, eso somos nosotros.
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[Mambear la palabra, darle continuidad y tránsito al pensamiento. El mambe es hoja de coca y ceniza de yarumo, pero también es el verbo, el consejo de los mayores, el saber que se ha entretejido a través de generaciones. No puede concebirse la maloca sin mambe, sin ambil, sin caguana y manicuera. No puede haber mundo ni cultura sin maloca. Sería como pensar la vida sin universo. La maloca integra a la comunidad en su totalidad, y cada uno de sus miembros cumple con su rol, como elementos diversos de la misma naturaleza. Los hombres tienen sus bancos y las mujeres los suyos. Las mujeres, además, gobiernan la chagra, y en ella hacen nacer la yuca, el ñame, la piña, el plátano. De la yuca brava deviene el casabe y la caguana; de la yuca dulce la manicuera, y con ella la palabra también se hace dulce. Los hombres hablan, entre ellos, alrededor del mambe y el ambil, y las mujeres, desde su banco, vigilan o aprueban las decisiones que sugiere la coca; ofrecen la manicuera, que es palabra dulce, concejo que melifica los pensamientos amargos, y, a su vez, remedio que cura la enfermedad].
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Y la mujer sigue jugando un papel supremamente importante, no solamente como dadora de vida. Hombre y mujer son los dueños del territorio, nosotros no somos guardianes, nosotros somos dueños del territorio, y con esos saberes que se unen de hombre y mujer, con esa sabiduría, esos conocimientos, esos pensamientos culturales, ancestrales, es que tenemos nuestra selva, nuestra biodiversidad. En todo sentido, la diversidad en nuestros territorios se ha mantenido hasta ahora. Y la invitación que hago a toda mujer en mi territorio es: acompañémonos. Mostremos lo de nosotros, dicen los viejos, con
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sabiduría y no como enfermedad. No como problema, sino con sabiduría. Como con la picada de culebra, dicen allá. Cuando alguien quiere aprender cómo curar una picada de culebra, tiene que estar en el momento en que se está curando, porque de ahí no se vuelve a hablar, porque sería seguir llamando ese peligro. Entonces, los problemas que tenemos, nuestras particularidades, no los podemos estar mencionando en todos los escenarios, en todo momento, porque es seguir alimentando esa enfermedad, es seguir generando un desequilibrio. Al contrario, mostremos fuerza, miremos lo positivo, transformemos eso negativo, démosle guía, revivamos los espacios de roles de mujer, que por estar ahora en reuniones hasta se nos olvida la chagra. Esa es la verdad, la chagra está enmontada, a veces no se les pone cuidado a los hijos. Pero somos berracas, ahí estamos las mujeres.
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Aunque tenemos una dificultad. La mujer en el departamento del Amazonas, o en los 6 departamentos amazónicos, tiene poca participación por el tema geográfico. Las distancias que hay para asistir a una reunión son muy largas. Por ejemplo, en mi zona, somos 14 comunidades. En mi organización, una reunión, por mínima que sea, vale 24 o 25 millones de pesos. Hay que pasar chorros… Así yo traiga 4 o 5 me vale lo
mismo. Por eso a veces, ante las dificultades del chorro, que hay que caminar, que hay niños, muchas mujeres prefieren no venir. Pero sí hay interés… por eso también hay comité de mujer a nivel de las comunidades, y ahí venimos haciendo un trabajo colectivo, y siempre todo proceso de nosotras lo hacemos direccionado bajo los principios culturales, direccionado por esos saberes ancestrales en cabeza de nuestros abuelos y abuelas.
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La invitación, entonces, es a ellas, a las mujeres, que, como dice Aida Quilcué, a veces no hablan. Hay que hacer que se escuche la voz de la mujer maloquera, la mujer chagrera, la mujer artesana, la mujer que está aportando desde sus espacios culturales. Hay que ayudar a que el Movimiento Indígena se siga manteniendo, se siga fortaleciendo, y qué bueno que esos espacios también se tengan en cuenta en los marcos de la Consulta Previa. Los sitios de mambeadero, los espacios de chagra, los espacios de la mujer son muy importantes. No se puede estar solo, como dijo un paisano, a lo blanco, en las ciudades, donde llegó el del ministerio. Hay que volver a las dinámicas, a los espacios de nosotros, donde se escuche al joven, al niño, a la mujer.
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Si nuestros derechos están ahí, entonces que se cumplan
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iempo ha corrido desde aquellas primeras rebeldías juveniles. A finales de los setenta hizo parte del grupo de estudiantes que obligaron el desmonte de la “ fiesta del indio” en Quibdó, en la que la población indígena era burlada y humillada. Luego vino la creación de la OREWA, el acompañamiento a la OIA, el trasegar por los departamentos de Antioquia, Tolima y el Cauca y, ya en el noventa, la participación en la Asamblea Nacional Constituyente. Francisco Rojas Birry ha alentado el Movimiento Indígena desde todos los escenarios posibles, incluyendo el Consejo de Bogotá y el Congreso de la República. En su voz encontramos un fragmento fundamental de la historia reciente, una valoración sobre los logros del movimiento y una alerta sobre los peligros de la división. Compartimos aquí el relato y las opiniones que nos transmitió en el marco de la Cumbre Indígena de Simunurwa de 2022.
Francisco Rojas Birry Pueblo Embera
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Por allá en el año 77, siendo yo estudiante de bachillerato, en la ciudad de Quibdó, iniciamos un movimiento estudiantil Embera Wounaan con la ayuda de un profesor: Jesús Antonio Lozano Asprilla, rector de la Universidad Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba, y con ayuda también de los curas claretianos. Los claretianos tenían un centro pastoral indigenista en un barrio de Quibdó: San Vicente. Ahí llegaban los indígenas, pero, con la diversidad de los pueblos emberas que había, si llegaba un pueblo determinado, no llegaban los otros, porque había desconfianzas. Mucho más delicado, no había confianza entre los jaibanás.
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En Quibdó había una “fiesta tradicional”, la “fiesta del judío”, la “fiesta del indio”, entre comillas, auspiciada y propiciada por el Gobierno Departamental a través de la Licorera del Chocó. En principio era una fiesta pública, en la que había danza, folclor y exposiciones artísticas de los Pueblos Indígenas, pero se fue convirtiendo paulatinamente, desde muy al comienzo, en una forma de burla de las familias, de robarle sus cosas, su dinero, sus chaquiras y su vestimenta tradicional. Era un acto de discriminación, de segregación y de exclusión, de burla y menosprecio. Esto se daba al lado de la catedral, en la plaza del parque Centenario de Quibdó. Emborrachaban a los indígenas, a jóvenes, niños, mujeres, y eso se convertía en un centro de atracción, en un circo. Entonces, nuestro primer acto de rebeldía, de resistencia y rechazo, como organización estudiantil, fue acabar con esta discriminación, con esta forma de jugar con la vida y la familia indígena. Este movimiento estudiantil fue el que se convirtió después en la Organización Regional Embera Wounaan, OREWA, en 1979.
2.
Ya en el 82 me trasladé a Medellín a estudiar y allá me acerqué a la Organización Indígena de Antioquia [OIA], que aún no se llamaba así. Era la Coordinadora Indígena de Antioquia, la cual se convirtió posteriormente en la OIA. Acompañé el proceso fundacional y fui su abogado. Recorrí todo el departamento de Antioquia, iniciando por Dabeiba, con las madres lauras, que también ayudaron mucho en el proceso de la organización indígena. Después, con el respaldo de los indígenas de Antioquia, fui postulado en el Tercer Congreso de la ONIC [Organización Nacional Indígena de Colombia], realizado en la sede del colegio Claretiano de la localidad de Bosa de la ciudad de Bogotá, y encabecé la lista a la Asamblea Nacional Constitu-
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yente en representación de la ONIC. Para ese tiempo ya había recorrido una parte del país, sobre todo el Cauca, Caldas, el Tolima, donde estaban más fuertes las organizaciones, y eso hizo que lograra el consenso en el Congreso para salir a hacer campaña. Por otro lado, tenía una buena relación con los pueblos negros, con otros sectores sociales, pues era muy conocido al interior de estas comunidades. Nos hicimos conocer recorriendo el país, casi todas las regiones. Ese más o menos es el preámbulo de la Constituyente.
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3.
Ya en la Asamblea Nacional Constituyente, y en la campaña misma, construimos una propuesta democrática, trabajamos con todos los sectores: sindicatos, negros, raizales, palenqueras, rom. Había mesas regionales y nacionales y nosotros asumimos esa responsabilidad de recoger sus propuestas.
Nos sentíamos muy a gusto con lo que estábamos haciendo. Todo el pueblo indígena se volcó a apoyarnos, y también muchos sectores sociales colombianos. Pero al final hubo un impase. No íbamos a firmar la Constitución de 1991 porque queríamos que las entidades territoriales indígenas hicieran parte de la división política administrativa, como los municipios, pero la puesta en marcha de esa propuesta quedó atada a una ley orgánica de ordenamiento territorial, y nosotros queríamos que eso quedara de una vez en la Constitución. Entonces, cuando vimos que no se podía, que no había respaldo de los delegatarios, decidimos no firmar, porque ese era un capítulo
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nuestro, era la esencia de la reivindicación de nuestro pueblo. Por eso surgió la proposición del artículo 56 transitorio, que dice que, mientras se legisla, el Gobierno podrá poner en marcha las entidades territoriales, y los resguardos podrán asociarse para manejar directamente los recursos y la educación. En virtud de ese artículo transitorio es que salió el Decreto 1953 del 2014. Este decreto es el que está permitiendo que algunos resguardos que cumplen los requisitos puedan captar los recursos como entidades territoriales. En ese sentido, entonces, sí hubo un logro, pero no fue un triunfo absoluto. 52
Hoy yo diría que la Corte Constitucional ha hecho una labor excepcional; claro que lo de la sentencia de intromisión en los asuntos internos de los Pueblos Indígenas… cometen errores… pero en términos generales, la Corte Constitucional ha hecho toda una jurisprudencia en desarrollo de estas normas constitucionales, y cada día me siento más complacido de haber entregado una constitución protectora de los Pueblos Indígenas. Aunque me parece que ha faltado aplicación, y voluntad política, sobre todo.
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Antes de la Asamblea Nacional Constituyente nunca se nos mencionó. La Constitución de 1886 era excluyente, totalmente conservadora. Así que todo se lograba a través de tomas y bloqueos de carreteras, con presiones, valiéndonos de la resistencia civil. El pueblo indígena hacía paros, hacía marchas, y ya después del 91 las cosas cogieron otro matiz. Digamos que se bajó un poco la temperatura en el Movimiento Indígena. Hubo menos presión hacia la institucionalidad y nos dedicamos a reivindicar y aplicar la carta superior. Si nuestros derechos están ahí, entonces que se cumplan. Pero no había una instancia que articulara, que propiciara y que permitiera ese diálogo. Eso hizo entonces que los Pueblos Indígenas vieran que no se estaba cumpliendo la Constitución Política. La institucionalidad estaba muy dispersa. Nos mandaban del Ministerio de Agricultura al del Interior, y de ahí a Planeación. Y de Planeación a
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Hacienda. Y de Hacienda nos mandaban a otras instituciones y se chutaban la pelota. Así que hubo esa toma del Episcopado, que duró 45 días, si mal no recuerdo. Yo estaba en el Consejo de Bogotá en esa época, y de alguna manera apoyé las demandas que se hicieron.
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Estuve negociando con el ministro del Interior de ese entonces: Horacio Serpa. Hablaba mucho con él; fue compañero mío en la Constituyente. También había apoyado a Samper como concejal de Bogotá, así que hablaba mucho con el ministro. Le dije: “Ponme un asesor tuyo de confianza, que te consulte directamente, y yo me meto en la comisión redactora; déjame avanzar en un decreto, y lo sacamos ya y lo firman; dejen de dilatar las cosas”. Le decía yo que sacaran el decreto y que pusieran a marchar esas mesas, pero ahí pasaba lo que mencionaba hace un momento, lo de la dispersión del Estado, lo de la falta de coordinación interinstitucional.
Entonces, hice parte de la comisión redactora. El decreto lo redactamos en 2 días. Fue así como salió. Pero había unos asesores −con todo el debido respeto− muy leguleyos, muy cositeros, que decían: “Eso no me lo muevan, eso no…”. Y yo: “Venga para acá redactamos esa vaina y lo presentamos…”. De esa manera fue que quedaron en la Mesa dos delegatarios de la Asamblea Nacional Constituyente y los senadores indígenas. Fue una propuesta de los mismos indígenas. Se sentían acompañados y respaldados. No recuerdo si Lorenzo Muelas estuvo ahí, yo creo que sí. No en la toma, sino apoyando la Mesa. Estuvo Leonor Zalabata…
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[La nueva Constitución había dado la idea de una transformación radical en el país: una repentina evolución de 100 años. Se hablaba ahora de libertad de culto, diversidad de lenguas y de Colombia como una nación pluriétnica y multicultural. No obstante, al cabo de pocos años, hubo suficientes motivos para que el Movimiento Indígena tuviera que volver a confrontar al Gobierno nacional. En el papel habían quedado escritos los derechos, pero, en la práctica, las dinámicas de la apertura económica y los abusos de los grupos armados contrarrestaron cualquier intento de reivindicación; todavía más: prolongaron el ya demasiado extendido genocidio de los Pueblos Indígenas del país. En este contexto (ante la evidente circunstancia de tener una excelsa Constitución que no lograba ser cumplida) fue que surgió la toma del Episcopado y las demás movilizaciones que se dieron en el resto del país, ya hace 27 años. Y tras aquellas acciones fue que el movimiento logró dar unos cuantos pasos más en la larga ruta de la reivindicación a favor de sus comunidades: la creación de la Comisión Nacional de Territorios, de la Mesa Permanente de Concertación y de la Comisión de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas].
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No estuve exactamente en la toma, porque hacía parte del Consejo de Bogotá. Pero entré carros con comida y gente para hacer relevos. Los curas decían: “Si sale gente, ¿por qué no se disminuye?, ¿por qué siempre se mantiene el mismo número o hasta aumenta?”. Con los curas la relación fue buena. Ellos no pelean con nosotros. Decían los curas: “¿Acaso estamos peleando con ustedes?, entonces, ¿qué ganan con la toma? ¡Váyanse, levántense, váyanse ya!, ya no pudieron”. Pero ellos también ayudaron para que el Gobierno se sentara. Claro, hay que entender que en ese momento el Gobierno estaba débil, por el Proceso 8000. Hicimos un ejercicio de presión, pero había un Gobierno débil. Y, por otro lado, teníamos una relación de político a político, porque estábamos saliendo de la Constituyente y yo estaba como concejal, en pleno furor. Toda esa coyuntura nos ayudó.
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Nosotros tenemos espacios importantes. Tenemos el Senado y la Cámara. Pero nos hemos estancado en esos espacios. Vamos al Congreso, pero no sacamos una sola ley. Eso tiene una explicación. Primero, no hay una bancada mayoritaria que apoye las iniciativas de los indígenas para sacar adelante los proyectos. Nunca pudimos pasar de la secretaría, del radicado en la secretaría de nuestros proyectos de ley. Nunca agendan nuestros proyectos, no hay ponencias, o votan negativamente lo que proponemos. En fin, por ese lado no se ha podido avanzar. Poco se avanza, sin demeritar el trabajo de nuestros congresistas y hay que seguir ahí; claro, haciendo proposiciones y dejando constancia histórica…
Por otro lado, la Mesa Permanente de Concertación [MPC] nació muy débil. No había quien convocara o liderara el proceso. En el camino, el Gobierno empezó a mamar gallo. No financiaba, no propiciaba, no garantizaba. Y las comunidades indígenas no le dieron tampoco la importancia que eso merecía. Así que no se podía sacar nada ni por el Congreso ni por la MPC. Bajo la presidencia de Armando Valbuena en la ONIC, si no me equivoco, se rompieron relaciones con el Gobierno Nacional. El pueblo indígena se levantó de la Mesa, que medio funcionaba. No había garantías de ningún tipo, no había ninguna moneda para hacer los eventos regulares, así que se rompieron relaciones. Pero hubo un renacimiento de la MPC, volvió a funcionar en el gobierno de Luis Evelis Andrade. Y se consolidó en la administración de Luis Fernando Arias; hablo de la ONIC, que frentió todo ese proceso de la consolidación y fortalecimiento de la MPC. Luis Fernando se puso al frente del tema y entonces la MPC cogió fuerza. Todos los proyectos de ley, actos legislativos, programas, obras, políticas públicas empezaron a pasar por la MPC. Se consiguieron recursos para el fortalecimiento institucional, para poner en marcha el espacio.
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Concluyo entonces que hoy se ha institucionalizado y se ha fortalecido la MPC. Pero vuelve y juega el tema de las peleas internas. Entonces, cuando vemos que un espacio coge fuerza, no por iniciativa del Estado, sino por presión de nuestros pueblos y organizaciones, llegan las peleas entre nosotros. Se empieza entonces a decir: “No, es que están tomando decisiones allá cinco organizaciones, y es que están protocolizando unas cosas a espaldas de los pueblos… es que no están legitimados… ese espacio allá se burocratizó… ese poco de asesores, ese poco de nómina… ¿para dónde va esa vaina?, eso no sirve, eso no…”. Y, por otro lado, todo el mundo reclama: “¡Yo quiero estar ahí!, ¡métanme ahí!”. Ese es el debate hoy día. Pero no es posible, porque por decreto son tres organizaciones, y los demás son invitados. Ese es el meollo del asunto. Entonces, propongo lo siguiente: esos espacios hay que fortalecerlos; si alguna comunidad o pueblo indígena tiene temas puntuales, específicos, pues se atiende, se escucha; citamos al Gobierno, que venga y escuche. Acompañamos a las comunidades en sus demandas, hasta que se resuelvan. No
necesitan estar sentados ahí todo el día todas las veces, pues si metemos 20 personas más, la cosa no funciona. Ahora mismo funciona con 12 personas. Son 5 organizaciones (3 titulares y 2 invitadas permanentes), y hay un representante por cada organización; tenemos 5 macro regionales, que también tienen, cada una, un representante; ahí van 10 personas. Y los 3 ex constituyentes. Éramos Lorenzo Muelas, Alfonso Peña Chepe y yo; desafortunadamente Lorenzo Muelas Hurtado, tal vez por su edad y falta de tiempo, no ha asistido a las últimas sesiones. Pero todos sabemos que dos organizaciones adicionales están pidiendo pista: CRIC Nacional y AISO. Hoy, en la práctica, somos 7 organizaciones, sin lugar a dudas. Y, sin embargo, algún día habrá que modificar el decreto, ampliando el cupo de las organizaciones. En ese tiempo en que nació la MPC no existían sino 3 organizaciones, y hoy hay más. Y también reclaman las mesas regionales. Si incluimos las mesas regionales terminan siendo 10 o más organizaciones integrantes de la MPC. Tampoco es bueno insinuar, sin querer, divisiones o la proliferación y atomización del movimiento indígena y que todos pidan espacios.
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En cuanto al Senado y la Cámara de Representantes, eso lo resolvemos con elecciones. Hoy elegimos y mañana se voltea el elegido y empieza a hacer parte de otra bancada contraria a nuestros intereses. Manuel Viterbo, por ejemplo, se hizo elegir por la Circunscripción Especial Indígena y al día
siguiente pertenecía a la bancada del Centro Democrático. Qué vagabundería eso. Y no pasa nada. Ahí no hay ningún interés salvo el salario, el vehículo o la gasolina que le dan a esa gente. No hay más. Ya no se maneja el presupuesto de los pueblos allá; no se manejan los convenios, eso no está en la cabeza de los senadores ni en los representantes de la Cámara. Pero en la MPC está el presupuesto general de los Pueblos Indígenas, está el Plan de Desarrollo, la consulta de todos los programas. Entonces digo: si en el Congreso podemos dejar constancia histórica, aquí también podemos hacerlo. Reforcemos con las marchas. Al fin y al cabo, los 7 delegados, los representantes de las macro regionales, los exconstituyentes, los congresistas indígenas de alguna manera tenemos respaldo, representamos a los Pueblos Indígenas de Colombia. La gente nos observa, nos vigila y nos acompaña. No somos sumatoria de individuos, somos colectivos, somos pueblos, somos naciones indígenas.
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Tenemos otra falencia, otra debilidad. ¡Cómo es que nos agarramos por distribuir esos recursitos entre las organizaciones! El uno dice: “Yo soy más grande”; el otro responde: “¿Sí?... ¡no, usted es chiquito!”. Que el 10%, que el 15 %, pensando en tonterías. Entonces cada organización coge y se lleva de a poquitos. Eso no les va a alcanzar. Más bien dejen eso en una bolsa común, y que todo el mundo presente sus proyectos, ojalá de impacto. ¿Que el suyo no pasó esta vez?, pues en la siguiente oportunidad usted está priorizado. O mucho mejor… más mejor, como dicen en mi tierra: se cogen 2 o 3 proyectos de impacto para todos los Pueblos Indígenas. Se crea una empresa, algo que sirva a todos. Se levanta una empresa de la nación indígena colombiana, que en 10 o más años financie esta vaina, en vez de estar pidiendo limosna al Estado. Se toma un porcentaje de lo del compromiso del Plan Nacional de Desarrollo y se monta una agroindustrial. Buscamos a alguien que ponga a generar rentabilidad… yo sé quién sabe lo yo no sé… hagámoslo: si no es hoy, hagámoslo mañana o pasado mañana, pero iniciemos.
Pero no, lo que hacemos es que tomamos esos recursos y los dividimos, y luego llevamos chichiguas a las comunidades; y con eso, por otro lado, contribuimos con el objetivo de nuestros contrarios, incluido el Estado: contribuimos al descuadernamiento de nuestro pueblo.
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Finalmente, poco comparto que extraños sigan disponiendo hasta de nuestras etnias, de nuestros orígenes y que sigan definiendo quiénes somos. Yo nací embera y, ahora, después de viejo, me dicen que soy embera dóbida. Quiero morir embera, como nací y como lo soy. Déjenme ser buen embera.
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Los mandatos que ha proferido nuestro pueblo
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l Pueblo Arhuaco ha venido definiendo las estructuras políticas y administrativas que tienen hoy en día desde inicios de los setenta, básicamente para establecer dinámicas de participación y entablar un diálogo efectivo con el Estado colombiano. Tales estructuras, en todo caso, han debido ajustarse a los principios ancestrales de las comunidades de la Sierra Nevada. Existe una organización, una Asamblea General, un cabildo gobernador, un delegado ante la MPC, pero ninguna de estas figuras puede desligarse de los mandatos de la Ley de Origen. No obstante, en el entramado de fuerzas de una comunidad compleja, suelen darse tensiones difíciles de resolver. En esta ocasión, Norey Maku Quigua explica las inconveniencias políticas que han surgido en el territorio arhuaco en los últimos 3 años, esbozando, de paso, la evolución y el funcionamiento de las estructuras organizativas de su pueblo. Este discurso fue ofrecido en junio de 2022, en el marco de la Cumbre de los Pueblos Indígenas de Simunurwa. Al momento de su publicación ya habrá corrido agua bajo el puente. Lo compartimos, en todo caso, pues integra reflexiones que se mantendrán vigentes más allá de los acontecimientos del momento: entre otras, la preponderancia de la Ley de Origen y la necesaria defensa de la autonomía de los Pueblos Indígenas.
Norey Maku Quigua Izquierdo Pueblo Arhuaco
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Muy buenas tardes a los compañeros y compañeras indígenas que han venido desde las diferentes partes del país y que hacen presencia hoy en el Centro de Simunurwa, Territorio Ancestral del Pueblo Arhuaco. Lo primero es hacer un llamado de atención de parte de la autoridad de este lugar. Para el Pueblo Arhuaco escuchar es muy importante. Si ustedes se dan cuenta, las autoridades y los Mamus, que están aquí sentados, han estado todo el día escuchando. Entonces, no está bien visto dentro del Pueblo Arhuaco que, si estamos en una reunión, la gente esté por fuera del recinto. Les transmito el mensaje a las autoridades: que llamen a su gente para continuar.
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Bien, se me acercó el cabildo gobernador y varias autoridades del Pueblo Arhuaco y dicen que quieren escuchar cómo es que hablo en la Mesa Permanente de Concertación [MPC], así que voy a complementar la intervención que hizo el mayor Daniel Solís en el transcurso de la tarde.
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Aquí se ha mencionado un tema: que en el Pueblo Arhuaco hay un conflicto. También se mencionó lo que sucedió ayer. Lo primero que tenemos que entender es la naturaleza de la situación que se presenta. Muchas veces pareciera que lo que está pasando en el Pueblo Arhuaco es algo excepcional, algo nunca antes visto entre los Pueblos Indígenas, pero cuando uno los escucha hablar [a compañeros de otros pueblos] se da cuenta de que también tienen las mismas situaciones, y nadie les está diciendo que hay un conflicto.
En estos tres años cada comunidad ha conservado una convivencia pacífica y ordenada en cabeza de sus autoridades, todas consientes y promoviendo el principio cultural de la unidad política y territorial de nuestro gobierno. Es cierto que tenemos diferencias políticas, pero se ha vuelto un lugar común decir y repetir que en el Pueblo Arhuaco hay un conflicto. En otros lugares, lo habló el compañero Oscar Bastidas, sucede que se elige una autoridad en el cabildo y el que pierde coge y arma rancho aparte, arma otro cabildo, divide la comunidad, divide la organización y nadie les está diciendo que allá hay un conflicto. Entonces, lo primero que tengo que dejar planteado aquí es que lo que le pasa al Pueblo Arhuaco no es distinto a lo que le ha pasado y le pasa a otros pueblos o a lo que en su momento le ha pasado a algunas organizaciones. Vale la pena que hablemos de eso, porque es una gran oportunidad que acá estemos muchos compañeros indígenas. Vamos a tratar de esbozar cuál es la situación que se presenta. Porque estamos hablando de unidad, territorio, cultura y autonomía, ¿cierto? Hablamos de autonomía y hablamos de la afectación que causan ciertas políticas del Estado. Varias organiza-
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ciones han dicho que los pueblos se están viendo amenazados por políticas del Estado y están poniendo de presente la situación de inminente riesgo para los procesos organizativos, como las divisiones, muchas patrocinadas por el mismo Gobierno [2018 – 2022].
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Entonces, hablemos de autonomía. La autonomía se ejerce a través de Gobiernos, de Gobiernos autónomos. El ser autónomo significa que debemos tener estructuras organizativas sólidas, robustas y fuertes. Pero las divisiones nos afectan el grado de autonomía. Algo que nosotros hemos venido planteando a raíz de la situación en que nos encontramos a nivel interno como Pueblo Arhuaco, es que tenemos el deber de reconocer las estructuras de los pueblos. Se deben salvaguardar las estructuras que los pueblos han venido construyendo a lo largo de la historia; recordemos que ha sido una construcción de muchos años. Aquí se
habló, por ejemplo, del tema de los cabildos que están reconocidos en Bogotá y que ya tienen bastantes años. También se ha hablado de la historia de la Organización Nacional Indígena de Colombia [ONIC], que ya tiene muchos años. Es decir, tenemos muchos años de estar en este proceso y por eso nos reconocemos aquí como legítimos interlocutores. Uno reconoce a la ONIC, reconoce a AICO [Autoridades Indígenas de Colombia], reconoce a la OPIAC [Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana] y reconoce a Gobierno Mayor, que es la organización más joven que participa en la Mesa Permanente de Concertación. 73 Entonces, es claro que sí tenemos muchos años y que tenemos que salvaguardar esas estructuras porque representan la apuesta política de los Pueblos Indígenas. Por eso, aquí nos ponemos en pie y decimos que no estamos de acuerdo con que empiecen a dividir nuestras estructuras organizativas por situaciones que tienen que ver con elecciones de autoridades. Eso no es conveniente; entre otras cosas, tampoco es legítimo.
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El Pueblo Arhuaco también tiene una historia con su organización, eso es lo que las autoridades aquí presentes, y muchas otras que no vinieron, están defendiendo. En 1972, el Pueblo Arhuaco decidió crear una figura de gobierno para que representara políticamente a las comunidades y se comunicara con el Estado colombiano, creó la figura del cabildo gobernador. En ese año eligió a Pastor Niño como su primer cabildo gobernador para representar colectivamente a todo el Pueblo Arhuaco y para ejercer un gobierno en todo el Territorio Ancestral. Esos fueron los principios bajo las cuales se creó esa figura, porque, por principio cultural y por el mandato de la Ley de Origen, los Pueblos Indígenas de la Sierra Nevada tenemos definido nuestro ámbito territorial: el Territorio Ancestral demarcado por el sistema de sitios sagrados de la Línea Negra.
Antes de constituir la figura de cabildo gobernador, nosotros originariamente teníamos una delimitación de nuestro Territorio Ancestral. Posteriormente, a través de la Resolución 002 de 1973 del Ministerio de Gobierno, se indicó que el ámbito territorial de los pueblos de la Sierra estaba definido por la Línea Negra y se especificó cuáles eran esos puntos. Es decir, nuestra territorialidad no está amarrada a la figura de los resguardos sino a la concepción de Territorio Ancestral como ser viviente. Así, cuando en 1972 se creó el cabildo gobernador, dijimos: “Esta estructura y esta persona van a ser las que nos representen ante el Estado colombiano, pues fueron pensadas sobre nuestro Territorio Ancestral”. Ahí no existía ningún resguardo en la Sierra Nevada de Santa Marta, y así, con esos principios, se creó la figura de gobierno de cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco.
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¿Y por qué en ese momento fue un cabildo gobernador y no varios? Porque en los códigos de la Ley de Origen y el mapa ancestral que la representa se observa un banco para gobernar, es un solo banco, no hay varios. Esta es nuestra Ley de Origen y está plasmada en esta figura [que está incluida en el sello de la Confederación Indígena Tayrona, el cual aparece en un pendón colgado en el recinto donde se lleva a cabo la cumbre]. Y esta figura no se la inventó algún diseñador, está calcada de una pieza de oro, que está en alguna parte de nuestros territorios, custodiada en una Kunkurwa, y tiene toda una historia y razón de ser, pero la principal es el principio de unidad política y territorial que debe enmarcar nuestro gobierno. Ese es el mandato que nos dejaron los ancestros. Allí hay un solo banco desde donde se ejerce gobierno y hay un solo territorio sobre el que se ejerce gobierno. Entre otras cosas, en el mapa ancestral de la Ley de Origen no se ven resguardos, no se ven departamentos, no se ven municipios. Esa es la misión que nosotros debemos cumplir. Por lo menos, las figuras que
están a los lados, que asemejan dos tigres, significan que debemos ser guardianes del territorio, cuidar como tigres este territorio. Y ahí uno ve cuatro puntos y esos son los cuatro pueblos de la Sierra Nevada, el Pueblo Wiwa, el Pueblo Kogui, el Pueblo Kankuamo y el Pueblo Arhuaco, que deben cumplir la Ley de Origen en su conjunto. Pero para ejercer gobierno hay un solo banco. Eso implica que debemos tener un Gobierno sobre todo el territorio, eso está escrito en la Ley de Origen y esos son los principios invariables en el tiempo. Ahora bien, bajo esos principios creamos la figura de gobierno de cabildo gobernador en 1972. Y ¿quién eligió al cabildo gobernador en ese entonces? Lo eligieron los Mamus en conjunto con una Asamblea General. Quiere decir que la figura del cabildo gobernador se creó amarrada a la existencia de una instancia de toma de decisiones colectivas: la Asamblea General del Pueblo Arhuaco. Y esa figura la crearon para interlocutar a nivel externo y con las entidades del Estado colombiano, para responder a la necesidad que había de organizar y definir un canal de interlocución. Ese primer cabildo gobernador que nosotros elegimos en 1972, Pastor Niño,
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duró dos meses y falleció. Entonces elegimos otro cabildo gobernador que fue Liberato Crespo. Él estuvo cuatro años en esa función. Al término de su periodo, elegimos a Luis Napoleón Torres en 1976. Para esa época todavía no existían resguardos y ya nosotros íbamos por el tercer cabildo gobernador. Era un cabildo gobernador el que gobernaba sobre todo el Territorio Ancestral. Tengo que reafirmar aquí que, como Pueblos Indígenas, los usos y las costumbres son fuente de derecho y es lo que nos garantiza la autonomía. Eso es lo que debemos defender; la autonomía no es estar acomodando las reglas a conveniencia. 78
Luis Napoleón Torres, que aquí lo mencionó nuestro consejero secretario general, Gerardo Jumí, fue asesinado por el Batallón La Popa, en 1991, unos meses antes de firmar ese gran acuerdo que fue la Constitución Política. ¡Como un gran cabildo gobernador se le recuerda!, porque bajo su liderazgo se creó la Confederación Indígena Tayrona [CIT], en 1976. Lo eligieron y el mismo año la creó como una apuesta de materializar el principio de unidad de los cuatro pueblos de la Sierra Nevada. Y estuvimos un tiempo juntos, pero cuando en 1980 se creó el primer
resguardo en la Sierra (el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco), ya los koguis y los wiwas decidieron fundar, amarrada a la figura del resguardo, sus propias organizaciones. Pero ojo, por el hecho de que se hubiera creado ese resguardo, no decidieron los arhuacos crear otra figura de cabildo gobernador; siguió existiendo el mismo cabildo gobernador en todo el Territorio Ancestral. Haciendo un salto en el tiempo hasta el presente, la existencia de otro cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco en el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco es una aspiración reciente, y es la raíz del problema que tenemos ahora. Allá llegaré, pero lo que quiero advertir es que en 1980 se creó ese resguardo y, en este, los koguis y los wiwas organizaron su estructura. Finalmente, el Pueblo Arhuaco se mantuvo en la Confederación Indígena Tayrona, presidida por el cabildo gobernador.
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En 1983 se creó este resguardo en el que estamos, el Resguardo Arhuaco de la Sierra Nevada, que es grande; son casi 196 mil hectáreas. No es tan grande como los de la Amazonía, pero es un resguardo suficientemente grande con jurisdicción en cinco municipios: Fundación, Aracataca, Ciénaga, Valledupar y donde nos encontramos: Pueblo Bello. Pero es un solo resguardo. Y cuando se creó, ¿qué decidieron nuestros mayores y qué decidieron los Mamus? Ellos ratificaron que nosotros tenemos nuestra figura de gobierno que nos representa colectivamente, que es el cabildo gobernador que preside la Confederación Indígena Tayrona, la CIT.
El resguardo es una forma de propiedad colectiva de la tierra, pero nuestra territorialidad para ejercer gobierno no se limita al resguardo, eso es muy pequeño. Nuestra territorialidad, para ejercer gobierno es el Territorio Ancestral. Sin embargo, como en ese pedacito de tierra que nos titulan debe aparecer alguien como representante legal, en su momento se definió que lo representaría quien ostentara el cargo de cabildo gobernador. Entonces, se crea un segundo resguardo y no por eso aparece otro cabildo gobernador, porque se trata de un mismo Territorio Ancestral. De esta manera, al cabildo gobernador que ya está presidiendo la Confederación Indígena Tayrona le
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encargan también aparecer de representante legal del Resguardo Arhuaco de la Sierra Nevada, y así ha funcionado desde entonces. Porque después de que Luis Napoleón terminó su ejercicio, en 1986, se eligió a Bienvenido Arroyo, quien presidía la CIT y también fungía como representante legal del resguardo.
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Bienvenido Arroyo estuvo hasta el 2001. Si uno les pregunta aquí a las autoridades, o le pregunta incluso aquí al mayor Jaime Arias: cuando estuvo Bienvenido Arroyo, ¿quién era el cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco?, ¿había alguien diferente? [el mayor Jaime Arias responde que no], ¿cuántos eran? [“uno solo” dice Jaime Arias]. ¡Uno solo! Entonces compañeros, tanto en el tema de la autonomía, como en el tema de la defensa de la cultura y en el tema de la defensa del territorio tenemos que ser coherentes. Es lo que tenemos que defender ante el Gobierno nacional. Porque nos está pasando que hay intereses particulares de algunos compañeros que ponen en riesgo nuestras mismas estructuras.
Nos toca tomar posiciones. No podemos tomar distancia y decir: “No, eso es un tema interno”. Desde las organizaciones indígenas tenemos que estar dispuestos a salvaguardar las estructuras de los pueblos que históricamente han existido. Estoy hablando de una estructura de 1972. Aquí todos apelaron a la historia para reivindicar la legitimidad y nosotros en esa historia nos estamos posicionando.
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5.
Bienvenido Arroyo estuvo hasta el 2001 como cabildo gobernador. En 1996, un mayor que vivía en la parte de abajo de Pueblo Bello que se llamaba Juan Alfaro se fue a hablar con Bienvenido y le dijo: “Cabildo gobernador, creemos allá en unos predios que tiene nuestra familia un resguardo”. Bienvenido Arroyo estuvo de acuerdo en crearlo como una manera de ampliar el territorio y de asegurarlo jurídicamente, porque la urbanización del munici-
pio de Pueblo Bello estaba creciendo. ¿Cuál fue la apuesta del cabildo gobernador? Era que algún día este resguardo se iba a juntar con aquel, y entonces dio el aval. Pero eso se pensó como una manera de titular y de asegurar jurídicamente mayor parte del Territorio Ancestral, nunca para crear una división política o territorial al interior del Pueblo Arhuaco, o para dividir esa figura de gobierno que se había creado en 1972, la cual se conforma por un cabildo gobernador que representa al Pueblo Arhuaco y que preside la CIT.
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Y, como alguien tenía que aparecer como representante legal del nuevo resguardo, encargaron al mayor Juan Alfaro. A él se le reconoció como gobernador de Businchama. Pero ojo, el cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco era Bienvenido Arroyo. Al respecto, uno habla con el mayor
Juan Alfaro y él dice: “En mi ejercicio, yo reconocía a Bienvenido Arroyo como el cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco y nunca tuvimos problemas; nunca quise reclamar una independencia política, territorial, jurídica o jurisdiccional. No, yo tenía mi registro para hacer las funciones administrativas del resguardo. Con esa claridad, las cosas funcionaron y ahí nunca hubo problema”. En el 2001, el cabildo gobernador que se eligió fue Julio Alberto Torres. Él, entre otras cosas −les voy contando detalles−, se eligió en el Ká’dukwu de Mecha’chun, ubicado en la zona oriental de la Sierra Nevada, al norte de Valledupar, el mismo lugar sagrado donde acaba de ser ratificado y posesionado Zarwawiko Torres. Esto lo resalto porque seguramente habrá llegado a sus oídos que las asambleas generales sólo se realizan en Nabusímuke. Lo cierto es que en nuestra historia han surgido situaciones excepcionales y se han hecho las asambleas generales en lugares distintos, y, en las cuales, hasta se ha elegido cabildo gobernador.
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Julio Alberto comenzó a ejercer como cabildo gobernador en todo el Territorio Ancestral, sin embargo, en 2002 Rogelio Mejía, líder indígena del Magdalena, le pidió que se creara una figura que les permitiera atender asuntos administrativos en el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco. Óigase bien: asuntos administrativos. Todo lo que estoy afirmando está soportado en actas, en resoluciones y documentos que las autoridades a cargo expidieron en ese momento. Les voy a compartir los documentos que hay al respecto, porque me parece que debemos conocer la historia y las situaciones antes de continuar diciendo que en el Pueblo Arhuaco hay un conflicto. Entonces, el cabildo gobernador Julio Alberto Torres, mediante el Acta de Acuerdo del 17 de julio de 2002, creó una figura para atender los asuntos administrativos en el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco. A esa figura se le denominó “Delegación del cabildo gobernador arhuaco en el Magdalena y La Guajira”. El documento es preciso: se encarga la representación para temas administrativos y ese delegado debía trabajar en coordinación permanente con el cabildo gobernador
del Pueblo Arhuaco. Nunca se creó otro cabildo gobernador allá y mucho menos otra organización. Era claro que nuestra organización seguiría siendo la Confederación Indígena Tayrona. Y esa delegación funcionó por varios años, mientras estuvo de cabildo gobernador Julio Alberto Torres. Él estuvo 9 años, hasta el 2010, y allá en el Magdalena estuvo la delegación en cabeza de Rogelio Mejía. Luego, en el 2010 elegimos a Rogelio Mejía como cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco. Él no puso a ningún delegado en el Magdalena o en La Guajira. Rogelio Mejía gobernó solito sobre todo el Territorio Ancestral, desde 2010 hasta 2014. Él se encargaba de los asuntos del Pueblo Arhuaco en el Magdalena y en La Guajira y también se encargaba de los asuntos en el Cesar. Tenía dos oficinas, una allá en la casa indígena de Santa Marta y otra acá en la casa indígena de Valledupar. Esto lo digo para desmentir a aquellos que afirman que es el cabildo gobernador Zarwawiko Torres quien se quiere inventar que en el Pueblo Arhuaco solo ha existido la figura de un solo cabildo gobernador; eso no se lo está inventando el cabildo gobernador actual, ni las autoridades que están aquí y por este
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lado del territorio. Como ya mencioné, solo ha existido un cabildo gobernador, eso lo podemos afirmar con la legitimidad y la certeza que nos da la historia, porque es lo que siempre hemos tenido: un solo cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco. Con lo dicho les estoy reconstruyendo nuestra línea del tiempo.
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Como los usos y costumbres son fuente de derecho, con esta narración les estoy dando a conocer la historicidad del proceso político organizativo del Pueblo Arhuaco. Y así como nos vale la ley bunachu [no indígena], nos tienen que valer a nosotros también, para tomar posiciones, los mandatos propios de los pueblos. Porque, entonces, ¿de qué autonomía hablamos?
Rogelio Mejía estuvo de cabildo gobernador hasta el 18 de mayo de 2014, fecha en que eligieron a José María Arroyo. Ese año él asumió como cabildo gobernador y la gente del Magdalena pidió nuevamente una delegación. ¿Y a quién se invistió como delegado en el Magdalena? Al que les habló hace un rato en representación de la CIT: al mayor Daniel Solís. Él fue quien en el 2014 quedó designado como delegado cuando se eligió a José María Arroyo como cabildo gobernador. Y hasta aquí seguía siendo clara la existencia de un solo cabildo gobernador. En el 2016 es donde ocurre lo que hemos llamado la grieta de la unidad política y territorial, el principio de la actual crisis política del Pueblo Arhuaco. El problema arranca en 2016 y mucho antes de que se eligiera de cabildo gobernador a Zarwawiko Torres. En el 2016, el mayor Daniel Solís tuvo la situación de que falleció su señora madre y debió ausentarse de su cargo porque tenía que atender los trabajos tradicionales del eysa o la mortuoria. Así que el mayor Daniel Solís encargó su delegación… ¡ojo!, ¡encargó su delegación! a Rogelio Mejía. ¿Y qué hizo Rogelio Mejía en el 2016? Convocó a una reunión en la
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comunidad de Seykun donde acordó con José María Arroyo la división política, la división territorial y una división jurisdiccional del Pueblo Arhuaco. De forma arbitraria y extralimitándose en sus funciones se repartieron el territorio y las comunidades. Esto está consignado en lo que se conoce como la Carta de Seykun. Vale la pena señalar que una decisión de tal magnitud es competencia de una Asamblea General y de los Mamus del Pueblo Arhuaco.
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Entonces, de forma ilegítima e irregular se creó en el Magdalena y en La Guajira la figura de otro cabildo gobernador, según dice la Carta de Seykun: con plena autonomía e independencia política, con plena autonomía jurisdiccional y con plena autonomía territorial. Entonces, ¿eso qué implica?, que los arhuacos que estamos en el lado del Cesar no podemos opinar sobre los temas arhuacos y sobre lo que decidan hacer con nuestro territorio en aquel lado del Magdalena. Por ejemplo, si van a hacer un hotel allá en el Parque Nacional Natural Tayrona, los arhuacos que habitamos en el Cesar nada tenemos que opinar. Eso fue lo que hicieron. Y eso no tiene nada que ver con aquello que les he venido explicando, lo del mapa ancestral del territorio que
habla de la unidad, en el que hay un solo banco de gobierno, y de que nuestra territorialidad esta demarcada por la Línea Negra. Contrariando eso, dividieron el Territorio Ancestral. Y desde ese momento es que se empieza a hablar de que hay “arhuacos del Cesar” y “arhuacos del Magdalena”. Y la cosa se volvió tan grotesca, que a inicios del 2020 ya teníamos problemas por esa división que habían hecho. El cabildo gobernador José María Arroyo fue víctima de su propio invento. Ese año, José María Arroyo venía participando en representación del Pueblo Arhuaco en una Consulta Previa para la concesión de los servicios ecoturísticos del Parque Tayrona, y apareció una tutela que se ganó, entre otras cosas, con el testimonio del Mamu Vicencio Torres. Nos ganamos el derecho de que se nos consultara frente a lo que iban a hacer con el Parque Tayrona. El
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cabildo Jaime Arias [del Pueblo Kankuamo] es testigo porque estuvo en ese proceso. La consulta se venía adelantando en el marco del CTC, [Consejo Territorial de Cabildos de la Sierra Nevada], con los gobernadores de los cuatro Pueblos: el cabildo gobernador kankuamo, el cabildo gobernador wiwa, el cabildo gobernador arhuaco y el cabildo gobernador kogui.
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Entonces, a inicios de 2020, 2 años después de haberse inventado esa división, Rogelio Mejía demandó los acuerdos de la consulta de la concesión de los servicios ecoturísticos del Parque Tayrona, los cuales habían sido avalados por el cabildo gobernador arhuaco José María Arroyo, con el argumento de que el parque está en jurisdicción del Magdalena y él, como “legítimo y único” cabildo gobernador en esa parte de nuestro territorio, no había participado. Demandó. ¿Eso qué implicó? Definitivamente el debilitamiento de la autonomía del Pueblo Arhuaco, porque un asunto que se debió resolver a nivel interno del Pueblo Arhuaco, terminó llegando ante la justicia bunachu.
Lo de andar llevando los temas a nivel externo se ha vuelto sistemático por parte de algunos compañeros del Pueblo Arhuaco que se han dedicado a eso en los últimos 2 años. Es lo mismo que pasó con la carta que mandaron a la MPC, el comunicado que sacaron, e incluso lo que hicieron hace poco en la comunidad de Jimaín: llevar los temas a nivel externo porque no se tiene la posibilidad de superar la situación a nivel interno.
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[Un territorio dividido refuta el principio de integridad y orden que dejaron trazados los padres y madres ancestrales, las conexiones entre el mundo espiritual y el mundo material, el hilo infinito que parte del cerro de Chundwa, que envuelve la Sierra de arriba abajo y cuyo último círculo es la llamada Línea Negra. Todo aquello que abarca esta línea, incluyendo las aves, las plantas, el aire y las aguas del río y del mar, le atañe a los pueblos que habitan el territorio. Nada de lo que toque un arroyo, una playa o el propio mar, le es ajeno a la comunidad, y es la misma comunidad −la que agrupa la Línea Negra, con sus estructuras administrativas y espirituales−, la que ha de decidir, a través del derecho a la Consulta Previa, lo que más le convenga al propio territorio, lo que más se ajuste a los principios de vida contenidos en la Ley de Origen. No hay un solo tramo de ese espacio físico y espiritual que no se conecte con el todo de la Sierra, y, en esa medida, la gobernabilidad del territorio debe conservar su unicidad. Toda decisión política, espiritual, administrativa o jurisdiccional debe ajustarse a la palabra sagrada, a las leyes inmanentes, a los mandatos originarios, los cuales se aplicarán siempre en función del sistema total de la naturaleza: ese territorio integral que no debería nunca ser seccionado a favor de intereses externos o de ambiciones económicas ajenas a la conservación del equilibrio de la vida].
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Entonces, hubo esa demanda en el tema del Parque Tayrona y José María Arroyo, en su defensa frente a esa tutela dijo: “No señor, yo soy el Cabildo Gobernador del Pueblo Arhuaco con jurisdicción en todo el Territorio Ancestral. A manera de comparación es como si un gobernador usurpara las funciones del presidente de la República”. Con esto deslegitimó lo decidido por él mismo en la reunión de Seykun. El fallo terminó dándole la razón a José María Arroyo, reconociendo la validez de los acuerdos de la consulta.
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Nosotros no estamos defendiendo nada distinto a la estructura que hemos tenido históricamente. Ya las autoridades sabían que eso que pasó en el 2016 de intentar dividirnos se iba a prestar para problemas. Entonces, no podemos ver, de manera simple, que hay un conflicto, cuando aquí las autoridades y los Mamus entienden que lo que están haciendo es buscar una solución a lo inventado en el 2016, que sigue generando tensiones, que ha generado ruido a nivel externo y que, entre otras cosas, fueron decisiones arbitrarias, ilegitimas e irregulares.
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Y en ese contexto de la demanda, en 2020, es que las autoridades, los Mamus, tomaron la decisión de que hubiera un cambio de Gobierno, de que otra persona estuviera al frente de la representación política del Pueblo Arhuaco. La decisión fue elegir otro cabildo gobernador con el mandato expreso de defender la unidad política y territorial del Pueblo Arhuaco. Es un mandato de las autoridades y de la Asamblea General que lo eligió. Le correspondió al cabildo gobernador Zarwawiko Torres asumir ese mandato que, como se pueden dar cuenta, no ha sido fácil y ha costado lo que ustedes ya conocen.
No es de poca monta las recurrentes y visibles manifestaciones que ha hecho el Pueblo Arhuaco de respaldar el mandato de la unidad política y territorial. En 2020 se eligió al cabildo gobernador Zarwawiko Torres y acá se desató toda la situación que conocen, en la que hay dos posiciones. Una es la que sostienen las autoridades: que hay una estructura que históricamente ha subsistido dentro del Pueblo Arhuaco, que está presidida por un solo cabildo gobernador y que en el Magdalena debe seguir existiendo lo que hubo hasta 2016: un delegado del cabildo gobernador para que se encargue de los asuntos administrativos. Y que en Businchama siga estando el gobernador de Businchama para los asuntos administrativos de ese resguardo. Esa es la posición de este conjunto de autoridades y Mamus que hoy participan en esta Cumbre de Pueblos Indígenas. La otra posición, ¿cuál es?, que deben existir tres cabildos gobernadores, con independencia política, territorial y jurisdiccional, es decir la división absoluta del Pueblo Arhuaco y el principio de nuestro exterminio cultural.
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Pero muchos −estoy hablando de más del 85% de la población del Pueblo Arhuaco− no aceptamos la idea de olvidarnos de lo que ocurre a lo largo y ancho de todo el Territorio Ancestral; las autoridades aquí presentes tienen por principio de la Ley de Origen el deber y la responsabilidad de velar por el equilibrio y la defensa del Territorio Ancestral. No vamos a dejar que se nos divida por los deseos que algunos compañeros tienen de hacer negocios con nuestro territorio en el Magdalena. Porque eso es lo que está de fondo, eso es lo que nos está amenazando hoy día. 98
Y yo sí quisiera que después de mi intervención pudiera hablar el mayor Jaime Arias, porque él es conocedor de este proceso. Por eso, quienes defienden la idea de los tres cabildos gobernadores, además de cuestionar la decisión que ha tomado la Asamblea General, también cuestionan las decisiones que se han tomado en el CTC, se han ido en contra del CTC, que entre otras cosas fue el escenario de coordinación que logró el histórico reconocimiento de los derechos territoriales plasmados en el Decreto 1500 de 2018.
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Entonces, en 2020 se eligió al cabildo gobernador Zarwawiko Torres, y si hablamos de autonomía, pues, ¡hombre!, ¡cómo nos ha costado la autonomía! La elección de Zarwawiko Torres será recordada como la elección que ha cumplido más rigurosamente los procedimientos propios; es en la que más Mamus han participado. De hecho, es la Asamblea General con el mayor nivel de participación de la población. Y, a pesar de todo eso, en esta elección sí que ha salido sacrificada la autonomía: solo voy a hablar de la tutela.
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Miren, la tutela la interpone José María Arroyo y otros con el siguiente argumento: presuntas irregularidades en el proceso de elección. ¿Y cuáles son las presuntas irregularidades?, que a la Asamblea General no fueron las 60 comunidades que conforman el Pueblo Arhuaco. Y sí, efectivamente no fueron las 60. ¿Por qué razón no fueron?, porque hay unas comunidades que quieren armar rancho aparte; a esas comunidades no les interesa ir a la Asamblea General. ¿Porque no les interesa ir?, porque esta instancia representa la toma de decisiones en unidad política. Por acá en los lados del Cesar tenemos 8 que querían separarse. Ya son menos las que siguen insistiendo en eso, pero allá en el Magdalena hay otras. Esas comunidades, por la razón ya expuesta, no fueron a la Asamblea General, a pesar de que fueron debidamente convocadas.
Y, en todo caso, lo importante aquí es que la participación no fue cuantitativa sino cualitativa. En este proceso de elección, como consta en el acta de la Asamblea General se refleja que participaron Mamus de las cuatro kunkurwas mayores: Kunzínkuta-Negragaka, Seykúmuke, Numa’ka y Séynimin. Estuvieron las autoridades mayores, Mamus y autoridades de más de 30 comunidades del Pueblo Arhuaco. Se debe entender que el criterio del número de las comunidades es uno de varios criterios que se deben cumplir para que una Asamblea General sea representativa. Y, entonces, tenemos aquí una acción de tutela que señala que se presentó una presunta irregularidad en la elección porque no fueron las 60 comunidades. Listo, enfrentamos esa tutela que llegó hasta la Corte Constitucional. Es muy importante saber el argumento principal de la tutela: que no estuvieron las 60 comunidades y pare de contar, jamás esa tutela cuestionó la existencia de la figura de gobierno de un único cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco, por el contrario, lo reafirmaba. Cuando eso llegó a revisión a la Corte, esta terminó sacando un auto, el 27 de octubre de 2021, que dice que suspende
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al cabildo gobernador, y que, en su lugar, se debían registrar tres cabildos gobernadores. Es decir, frente a lo que habían decidido de forma arbitraria, irregular e ilegítima en 2016 −que no lo decidió la Asamblea General, que no fue una decisión de los Mamus de las kunkurwas mayores, que no era parte de las peticiones de la tutela− la Corte cogió y de un plumazo resolvió que ya no teníamos un solo cabildo gobernador, sino que teníamos 3.
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La Corte Constitucional, con ese auto, “legalizó” el cambio de la estructura de gobierno del Pueblo Arhuaco. Y eso es una injerencia, por desconocimiento o por las razones que sean, en los asuntos internos del Pueblo Arhuaco. Y eso se le hizo conocer a la Corte, que estaban yendo en contra de las decisiones y la historia del Pueblo Arhuaco. Es lo que los Mamus y autoridades querían manifestarle a la Corte en la audiencia pública programada para el 13 de diciembre del año pasado [2021] y que terminaron aplazando. A los magistrados les dijeron que en Nabusímuke los
íbamos a secuestrar, que éramos personas violentas, que nosotros íbamos a sabotear el ejercicio de la Corte; los atemorizaron y terminaron aplazando la diligencia. Sin embargo, se logró que mandaran unos magistrados auxiliares, los cuales pudieron constatar que les estaban mintiendo, porque, de forma pacífica, ordenada y respetuosa, los más de 5000 arhuacos que hicieron presencia en Nabusímuke manifestaron su posición a través de sus voceros. La gente quería ir a escuchar cómo la Corte sostenía la decisión que había tomado. Los Mamus hablaron y le preguntaron a la Corte: “Corte, explíquenos. Usted en su decisión nombró 3 cabildos gobernadores; ellos, ¿dónde gobiernan? Porque aquí no los reconocemos. Esos son sus cabildos gobernadores, entonces llévenlos a la Corte para que gobiernen allá, porque acá nosotros tenemos nuestro cabildo gobernador”. También se le dijo a la Corte: “Usted nos está dividiendo el territorio, incluso hasta se está inventando un resguardo”. Porque la Corte, en el auto, ordena que se registre a una persona en
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el “Resguardo Magdalena Guajira”. Ese resguardo no existe. ¡Imagínense! Tal fue el nivel de improvisación y desconocimiento de la Corte Constitucional para sacar ese auto. Ese resguardo no existe, existe el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco, y allá, en el sector arhuaco es donde está la figura del delegado del cabildo gobernador para el Magdalena.
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Entonces acá se respondió: “Dígannos dónde en este mapa ancestral del territorio ustedes ven tres resguardos, o dónde ven Magdalena, Cesar y Guajira. Si usted considera que conoce la Ley de Origen y por ello puede tomar una decisión que nos divide políticamente, nos divide el territorio, tiene que hacer la tarea completa y dividir todo lo que existe en el territorio, pues en el territorio no vivimos solo los humanos, sino también especies vegetales, animales… entonces, pues divida todo. Dígannos cuál es el agua, el aire, las especies animales y vegetales del Magdalena y cuáles las del Cesar, y qué permisos tienen que pedir el agua, el aire, las especies animales del Cesar para recorrer el Territorio Ancestral que está en el Magdalena”.
Y aquí el Mamu Miguel Niño −que les habló al principio− quedó como pensativo, y dijo: “Aquí hay un río que es el límite entre el Cesar y el Magdalena. Yo tengo mi casa aquí, pero tengo la kunkurwa del otro lado; entonces, ¿cómo quedo yo?, vivo en el Cesar, pero mi kunkurwa está en el Magdalena. Y como se supone que uno solo es de un lado, ¿qué voy a hacer ahora?, ¿a qué renuncio, a mi casa, o a mi kunkurwa?”.
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Esta decisión de la Corte llevó a que claramente las autoridades tuvieran que tomar una decisión y se dijo: “La Corte Constitucional no es Mamu, ni autoridad nuestra, no es la que va a decidir quién es nuestro cabildo gobernador, ni cómo nos organizamos. Sin embargo, la Corte Constitucional sí es la autoridad del Gobierno nacional, y le ha dado la orden de que suspenda el registro del cabildo gobernador. Bueno, entonces que suspenda el registro, pero para nosotros, nuestro cabildo gobernador, que está posesionado espiritualmente, continúa en funciones. Listo, la Corte ordenó al Ministerio del Interior que suspendiera el registro, pero no puede darle orden a la Zaku [Madre Tierra] que suspenda al cabildo gobernador”.
Ahí está la defensa de la autonomía. No puede la Corte Constitucional decir quién es nuestro cabildo gobernador, porque quienes lo pueden hacer legítimamente son las instancias propias en las que se eligen nuestras autoridades. Y un magistrado de la Corte, en un diálogo que tuvimos, reconoció: “Yo sé que ustedes desacataron la orden del Auto del 27 de octubre, pero estuvo bien que lo hayan hecho porque, si no, la Corte no hubiera entendido que se estaba metiendo en los temas internos y que estaba tomando decisiones que ustedes no habían tomado”. Como resultado de esa lucha, el 16 de febrero de 2022 la Corte revocó ese auto y ordenó a la Dirección de Asuntos Indígenas que cancelara definitivamente esos registros que había ordenado el 27 de octubre del año pasado. La Corte parcialmente enmendó lo que había hecho. En el Auto 149 del 16 de febrero, la Corte revocó el registro de los “tres cabildos gobernadores”, e indicó que los Mamus decidieran si es que había un cabildo gobernador o había varios cabildos gobernadores. ¿Cuáles Mamus?, los Mamus de las kunkurwas mayores. Y que luego se hiciera una Asamblea General que ratificara esa decisión.
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Eso que indicó la Corte no es nada distinto a lo que ya habíamos hecho del 7 al 11 de agosto de 2020. Es lo mismo: los procedimientos que se dan para elegir un cabildo gobernador. Y es lo que el Pueblo Arhuaco acaba de hacer. Entre el 22 y el 26 de abril de 2022, en el espacio sagrado de Zi’zumun, se reunieron los Mamus de las cuatro kunkurwas mayores; más de 120 Mamus consultaron el mandato de la Zaku. Esta consulta fue ratificada en una Asamblea General que contó con la participación de más de 8000 miembros del Pueblo Arhuaco, que tuvo lugar del 10 al 12 de mayo, en el espacio sagrado del Ká’dukwu de Mecha’chun. Así las cosas, de acuerdo con la Ley de Origen y los procedimientos propios, en ejercicio de nuestra autonomía, el cabildo gobernador es Zarwawiko Torres, y vamos a tener uno porque así ha sido siempre y así está desde que los mayores consultaron espiritualmente. Lo mismo que se hizo desde 1972 lo estamos haciendo ahora. Entonces, ¿quiénes defendemos la autonomía y quiénes, inventando nuevas reglas, son una amenaza para la autonomía?
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La autonomía no debe servir de excusa para inventar y hacer lo que se nos antoje. Tenemos compañeros diciendo que se suprime la Asamblea General, que la Asamblea General no existe; que el que elige el cabildo gobernador y lo ha elegido milenariamente es un solo Mamu, como si en la historia del Pueblo Arhuaco hubiera existido un Mamu milenario que no muere… cuando se dieron cuenta de lo absurdo del argumento anterior, se inventaron otro: que hay un Mamu jefe, y que ese Mamu, cuando muere, lo sucede otro; o, eventualmente, si el Mamu jefe no puede cumplir algunas funciones, las delega a otro. ¡Se echan mentiras y se las creen! Eso se lo están inventando. No hay un Mamu jefe de todos los Mamus. Existe el conjunto de los Mamus, y no hay uno superior a otro. Cuando alguien se forma y recibe Murunsama (elemento sagrado que faculta para consultar a la Zaku) se convierte en Mamu, y está facultado para ejercer como tal. No existe una jerarquía en los Mamus.
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Entonces, los autores de la tutela que arrancaron diciendo primero que la irregularidad era que no habían estado las 60 comunidades en la Asamblea General, terminaron desconociendo la existencia de la Asamblea General y argumentando que el poder para elegir el cabildo gobernador recaía en un solo “Mamu jefe”, y que teníamos que “someternos” a esa decisión. Ahora quieren deslegitimar la consulta de los Mamus en Zi’zumun, con el argumento de que no participaron 2 Mamus: Kunchanawíngumu Izquierdo y Enrique Márquez. Es como si los más de 120 Mamus que estuvieron en la consulta de Zi’zumun y la Asamblea de Mecha’chun, entre los que había representantes de las cuatro kunkurwas mayores, no tuvieran Murunsama para consultar a la Zaku.
Esa es la situación que tenemos hoy aquí. Para ir redondeando el tema, los miembros del Pueblo Arhuaco que no están de acuerdo con el gobierno del cabildo gobernador Zarwawiko Torres son muy buenos para hacer publicidad al “problema”. Porque el problema se ve más grande a nivel externo que a nivel interno, como ustedes se han podido dar cuenta. Aquí nosotros tenemos plena gobernabilidad. Aquí estamos en un centro, que es como decir la capital de un departamento. En el Pueblo Arhuaco existen 4 centros: Gun Aruwun, Nabusímuke, Simunurwa y Jewrwa, y aquí sentados [en el recinto], están las autoridades de esos 4 centros. Ahí sentados están las autoridades que representan y movilizan a más del 85% de la población del Pueblo Arhuaco.
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Tenemos, por otro lado, una minoría que es muy buena para hacer ruido afuera y ¡sí que hacen ruido!… para acudir a temas de la justicia ordinaria, para controvertir y debilitar las decisiones que en ejercicio de la autonomía han tomado las autoridades, y por eso, nuestra lucha siempre ha sido y será contra la interferencia de las instituciones. Porque, a pesar de que unos compañeros indígenas la promuevan, debe existir de parte de las instituciones del Estado colombiano un respeto por la autonomía de los Pueblos Indígenas.
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Por ejemplo, ¿qué hace la Fiscalía General de la Nación? Arma un proceso por un presunto delito de fraude procesal, porque en la Asamblea General de agosto de 2020 no hubo representación de las 60 comunidades, y la Fiscalía sabe que se cumplen los cuatro factores para que este sea un tema de la Jurisdicción Especial Indígena Arhuaca, pero se niega a darle traslado e insiste en seguir adelante con la investigación, como si fueran Mamus o conocedores de la Ley de Origen. Es más, eso ya es cosa juzgada, porque ese tema lo revisó una Asamblea General y ratificó que el proceso de elección se había dado en el marco de los procedimientos propios y determinó su
legitimidad. Pero ahí insiste la Fiscalía en seguir investigando, todo porque quieren imponer una medida de aseguramiento al cabildo gobernador, pero eso ya es un asunto que nos suena conocido, las actuaciones políticas de la Fiscalía General de la Nación, y en esta historia ya sabemos de qué lado está la Fiscalía. Además de la Corte Constitucional ahora estamos peleando con la Fiscalía, porque, a pesar de que haya unos compañeros arhuacos que promueven las intromisiones de los bunachus, la Fiscalía tiene el deber de respetar nuestra autonomía y nuestros derechos, entre ellos, el derecho a la
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Jurisdicción Especial Indígena y al ejercicio material de la justicia. Y ¿qué se le ha dicho a la Fiscalía? “Ese tema es un tema interno, así que dele traslado”. Es lo que se le ha exigido a la Fiscalía y eso es lo que se le ha recalcado a la Corte Constitucional. “Corte, usted misma en su jurisprudencia ha dicho que los temas de elección de autoridades indígenas son de autonomía y resorte interno de los Pueblos Indígenas. Entonces déjenos eso a nosotros”.
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Pienso: ¿Este es un problema interno del Pueblo Arhuaco?, pues ya no. Cuando la Corte se mete ya no es solo un problema de nosotros. Si la Corte llega y desconociendo la autonomía del Pueblo Arhuaco termina decidiendo quién es el cabildo gobernador, ya no es solamente un asunto interno. Pónganse las pilas hermanos y hermanas porque esto es un precedente regresivo, imagínense a la Corte decidiendo en una controversia política quien es o no es la autoridad en nuestros pueblos. Lo hizo con el Pueblo Arhuaco, separándose de su precedente judicial. Y qué cosa tan triste, en este momento está en inminente riesgo nuestra autonomía. Lo que hizo con el Pueblo Arhuaco fue decidir quién es la “autoridad”, jamás había hecho la Corte algo así con los Pueblos Indígenas.
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Bien. Entonces, no perdamos de vista que los derechos deben ser garantizados por las instituciones del Estado en su conjunto, así sea que quienes motiven la intervención sean integrantes de los mismos pueblos. Fíjense dónde está la Fiscalía, inmiscuyéndose; dónde está la Corte Constitucional, inmiscuyéndose. Eso mismo querían lograr mandando cartas a la MPC, buscando que ésta hiciera lo mismo que hizo la Corte o que está haciendo la Fiscalía: empezar a desconocer las estructuras y decisiones legítimas del Pueblo Arhuaco.
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Desde el 2014, el Pueblo Arhuaco en Asamblea General eligió al delegado de la CIT en la MPC, que es el mayor Jeremías Torres. Una asamblea lo eligió y le encargó la representación de la Confederación Indígena Tayrona en la MPC, y así hemos permanecido por más de ocho años. Mal haría la MPC en desconocer esa decisión que tomó el Pueblo Arhuaco en su momento, cuando esta situación que hoy tenemos no se presentaba… porque es que la Corte se ha pronunciado frente al tema del cabildo gobernador, pero nada ha dicho de las demás decisiones o representaciones del Pueblo Arhuaco. Mal hacen los compañeros arhuacos que, invocando el auto de la Corte, ahora quieren desconocer y desbaratar toda la institucionalidad del Pueblo Arhuaco.
La palabra se sostiene con evidencias, en los archivos de la Secretaría Técnica de la Mesa Permanente de Concertación reposa un acta firmada por la Asamblea General del Pueblo Arhuaco donde dice: “Se elige al señor Jeremías Torres para el cargo de delegado de la CIT ante la MPC”, esa decisión se debe respetar y acatar, porque solo esa misma instancia puede modificar esa decisión. Documentos firmados por instancias que no existen en el Pueblo Arhuaco, como es esa autodenominada Comisión Iku Juna, no tienen validez. Los Iku Juna fueron quienes mandaron carta a la Mesa Permanente oponiéndose a esta cumbre. Toda nuestra comunidad tiene claro que en el Pueblo Arhuaco existe una Asamblea General, como existe también un Congreso de la República en el país, que expide leyes. En el caso de la Asamblea General, son mandatos que ninguna autoridad puede contrariar ni estar por encima de ellos. Si ustedes investigan, antes del 2021, ese asunto de los Iku Juna no existía. Entonces, a manera de reflexión entre las organizaciones aquí presentes: ¿por qué vamos a poner en duda las instancias de decisión de los pueblos que hemos conocido y reconocido, como es el caso la Asamblea General del Pueblo Arhuaco, dándole así sea una mínima credibilidad a esos documentos?
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Quiero poner un ejemplo, de manera muy respetuosa, para que me puedan entender lo que estoy tratando de comunicar. Lo dije en una reunión hace unos días con los hermanos del CRIC, y se molestaron conmigo, pero creo que el ejemplo me sirve para ilustrar lo que está sucediendo aquí. En el Cauca, todos reconocemos que existe el Consejo Regional Indígena del Cauca, el CRIC, que es la estructura organizativa que representa a los Pueblos Indígenas del Cauca. En su momento, el Gobierno de Álvaro Uribe creó una organización llamada la OPIC [Organización de Pueblos Indígenas de Colombia], cuyo fin político fue cuestionar, atacar y debilitar al CRIC. Entonces, si un día llega una carta de la OPIC a la Comisión Nacional de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, donde participa el CRIC, diciendo que no reconocen la representación del CRIC, que suspendan la participación de la mayora Aida
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Quilcué, ¿cuál va a ser nuestra posición? Considero que debe ser: “¡No señor!, nosotros conocemos bien el proceso del CRIC y su legitimidad, es la organización que ha venido representando históricamente a los pueblos del Cauca”. Esa posición no significa que estemos interfiriendo en los temas internos de los pueblos del Cauca, por el contrario, estamos defendiendo el derecho de los pueblos a su autodeterminación y a su autonomía.
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Todos conocemos cómo surgió la OPIC y con qué intereses. Entonces, porque exista la OPIC allá en el Cauca, y si de pronto algún día se manifiesta en contra de lo que diga el CRIC, mal haríamos en decir: “¡Nos toca escuchar a las partes!”. Es decir, igualar a la OPIC con el CRIC ya sería una manera de debilitar el legítimo proceso de los pueblos del Cauca y de caer justamente en lo que el Gobierno de Uribe buscó en su momento, cuando registró a la OPIC.
12.
Aquí en el Pueblo Arhuaco se presenta una situación parecida de intervención del Gobierno en la que el presidente Iván Duque metió la mano. El registro del compañero Danilo Villafaña en el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco es un favor que le hizo el presidente Duque a su amigo Danilo Villafaña. El Gobierno desconoció la decisión de la Asamblea General de diciembre de 2020, que solicitó al Ministerio del Interior que no hiciera ningún registro en el Resguardo Kogui Malayo Arhuaco mientras que no nos pusiéramos de acuerdo sobre el alcance de la delegación, y que fuera la misma Asamblea la que solicitara el registro. El favor lo consumó el viceministro Carlos Baena mediante la Resolución 099 del 27 de enero de 2021, fundamentado en que: “los requisitos para el registro, previstos por el artículo 3 de la Ley 89 de 1890, no incluyen el acuerdo de la totalidad de las comunidades que conforman un pueblo indígena, sino que parten del reconocimiento de la autonomía de cada comunidad o parcialidad indígena”.
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La Ley 89 de 1890, “por la cual se determina la manera como deben ser gobernados los salvajes que vayan reduciéndose a la vida civilizada”, señala en dicho artículo que “donde exista una parcialidad o comunidad de indígenas habrá un pequeño cabildo nombrado conforme a sus costumbres”. Si bien esta ley del siglo anterior está vigente, no puede ser aplicada bajo una interpretación exegética, sino que debe ser armonizada con las disposiciones constitucionales e internacionales que reconocen a los Pueblos Indígenas como sujetos y titulares de derechos, como son los derechos originarios a la autonomía, al autogobierno y a la autodeterminación. En este caso, el viceministerio utilizó el argumento de la autonomía de las comunidades para desintegrarnos y fragmentarnos como Pueblo Arhuaco. Nada más regresivo.
Tal es el nivel de amistad, que el presidente Duque se llevó a Danilo Villafaña en la comitiva presidencial que participó en Glasgow (Escocia), en la Conferencia n° 26 de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de noviembre de 2021. Todos observamos con estupor y vergüenza a un indígena arhuaco hablando sobre los logros del Gobierno Duque en materia ambiental. Después de regresar de Glasgow, Danilo Villafaña le devolvió la invitación al presidente Duque y lo llevo a Nabusímuke el 22 de diciembre para tomarse la foto en la sanción de la Ley de Cambio Climático, y el pasado mes de abril, ahora en plena campaña presidencial, lo volvió a llevar para la presentación de un proyecto de energía fotovoltaica llamado “Proyecto Terra”, pasando entre otras cosas por encima del derecho fundamental a la Consulta Previa.
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Con Danilo Villafaña el Gobierno Duque tiene un “Gobierno” indígena genuflexo, que no le exige la implementación del Decreto 1500 de 2018 y que se hace el de la vista gorda ante el avance de los megaproyectos mineros y energéticos en la Sierra Nevada. Nos sentimos igual de instrumentalizados, como pasó con la foto aquella donde unos hermanos indígenas amazónicos aparecieron fue de adorno.
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El Gobierno Duque, mediante esta estrategia, ha debilitado a los Pueblos Indígenas de la Sierra, pues es renuente a la implementación del Decreto 1500 de 2018, promueve la represa de Los Besotes, incumple los acuerdos de la Consulta Previa de la concesión de servicios ecoturísticos del Parque Tayrona y no avanza en la implementación del Plan de Manejo del Parque Nacional Natural Sierra Nevada, todo con la excusa de que no se puede avanzar hasta que no se supere el conflicto del Pueblo Arhuaco. ¿Cómo la ven? ¿Se les hace conocido el dicho de “divide y reinarás”?
13.
Debemos conocer la estructura del Pueblo Arhuaco para tener criterio y fijar una posición cuando llegue un documento. Están los Mamus, pero son los Mamus, no “el Mamu”. Los Mamus están en toda la vida individual, familiar, colectiva y comunitaria del Pueblo Arhuaco. Uno, como persona, tiene su Mamu que le hace sus trabajos personales; las comunidades tienen su Mamu, como el que esta mañana les hizo el trabajo de armonización. Los procesos organizativos del Pueblo Arhuaco tienen también los Mamus que orientan. También, para las decisiones políticas y, puntualmente, para el tema del cabildo gobernador y de gobernabilidad, está la Asamblea General. Eso no lo hemos suprimido, eso ha existido desde 1972. Nosotros no consideramos que haya desaparecido: la Asamblea está ahí. Y debajo de la Asamblea está nuestra figura de cabildo gobernador con su
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directiva general. Aquí tenemos presencia de nuestros cuatro directivos. Está el cabildo gobernador, que es Zarwawiko Torres. Está el fiscal general, que está allá, Damián Villafaña. Está Jairo Zalabata, que es el secretario general. Y está aquí Carlos Dunar, que es el tesorero general. Esa es la estructura que está, la directiva general.
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Debajo de la directiva general están los cuatro centros con sus autoridades: centro de Nabusímuke, centro de Simunurwa, centro de Gun Aruwun y el centro de Jewrwa. Cada centro agrupa un conjunto de comunidades. O sea, que una comunidad no puede decir: “Yo me represento a mi solita y estoy en desacuerdo”, porque se debe trabajar en coordinación con su centro. Entonces, si todos nuestros compañeros… si nos pusiéramos serios, a cumplir los mandatos colectivos de organización y gobierno, no estaríamos como estamos. La
comunidad de Jimaín, donde se presentó el incidente ayer, pertenece a este centro. Y si la autoridad fuera obediente a la estructura de nuestro pueblo, debería ponerse de acuerdo con la autoridad de Simunurwa para fijar una posición; no tener una posición individual por allá. Pero eso lo están desconociendo. Aquí tenemos, entonces, unas autoridades, unas decisiones que están en el marco de la institucionalidad, en el marco de los mandatos que ha proferido nuestro pueblo y que no nos los inventamos ayer. Es lo que nosotros estamos defendiendo: lo que recibimos. Y, por otro lado, tenemos unos compañeros, para quienes pareciera que todo está por empezar a construirse. Y si ustedes leen sus documentos, no hay una coherencia. Busquen qué coherencia tienen sus documentos con lo que hemos dicho en el Plan de Salvaguarda, con lo que hemos dicho en el Programa de Garantías, con lo que dijimos en 2014 en los documentos con los que nos certificamos como Resguardo Arhuaco de la Sierra Nevada para el manejo directo de los recursos del SGP [Sistema General de Participaciones]… mandamos nuestro Plan de Vida, que se llama “Documento Guía”, revisen el
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Documento Guía y encontrarán todo lo que yo les he dicho aquí. Y eso lo escribieron los mismos compañeros que hoy están en desacuerdo con nosotros, los que hoy salen a cuestionar todas las decisiones, cuestionan lo que ellos mismo mandataron en su Gobierno.
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Esa es la situación que tenemos. Y ese es el debate que como Pueblo Arhuaco aún nos falta dar. ¿Y por qué nos falta darlo?, porque nosotros, en cada Asamblea General que hemos tenido, hemos invitado a los compañeros. El debate no se da allá en la Corte, el debate no se da en la Fiscalía, las cosas no se solucionan pidiéndole favores al Gobierno. Demos el debate aquí en una Asamblea General. Pero entonces ahí es el problema, según dicen ellos ahora la Asamblea General no existe. Es el principio de la unidad política y territorial, de la existencia de un solo cabildo gobernador del Pueblo Arhuaco, la que
cuenta con el apoyo de la mayoría de los Mamus, de la mayoría de las autoridades, de la mayoría de los miembros del Pueblo Arhuaco; es la que tiene el apoyo de la base. Es por eso que los compañeros que hoy están en desacuerdo con nosotros empiezan a recurrir a ideas como la de que hay una sola kunkurwa que decide los temas de gobierno en el Pueblo Arhuaco. Como ya se pueden dar cuenta, esto no es coherente con la historia organizativa del Pueblo Arhuaco. Nunca ha habido un Mamu jefe. Aquí hay varios Mamus. Bueno, ahorita va a hablar el Mamu “Chencho”, a ver si él reconoce que ha existido un Mamu superior a los demás Mamus. 129
14.
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Esta cumbre no es para tocar el tema interno del Pueblo Arhuaco, aquí no vamos a resolver la situación; sin embargo, frente a lo que se presentó ayer, más las cartas que le han llegado, digo que, por respeto a cada uno de ustedes, se merecen por lo menos una explicación de nuestra parte. Y, entre otras cosas, lo de ayer es bastante penoso. ¡Hombe!, no es la manera de tratar a unos invitados. Por mucho y que yo estuviera en desacuerdo, mantendría las formas culturales para tratar a los hermanos de otros pueblos cuando visitan nuestro territorio. Quizás el tema del Pueblo Arhuaco haya tenido visibilidad por nuestra imagen de ser un pueblo pacífico, de diálogo, de espiritualidad, y eso sigue siendo así: son los principios bajo los cuales nosotros vamos a seguir orientando nuestro proceso. Pero lo que es violento es esa manera de acudir a vías externas para cuestionar y atacar decisiones que se han tomado internamente. No puede ser… no puede ser que digan que en una asamblea de 8000 personas a la gente la llevaron obligada.
Entonces, compañeros y compañeras, esa es la situación, los invito a conocer el proceso del Pueblo Arhuaco desde su historia, desde sus decisiones, y cómo hemos salvaguardado las instituciones. Nosotros, cuando corresponda, estaremos dispuestos a defender a otros pueblos que estén en esta situación. No me extiendo más, creo que fui lo más resumido que pude. Les dejo esbozada la situación y, entonces, si alguno aún considera que aquí hay un conflicto, sería interesante escucharlo. Nosotros consideramos que aquí estamos intentando corregir un estado de cosas que está en contra de la Ley de Origen, pero eso no es fácil porque la gente tiene algunos intereses y no los abandonan fácilmente.
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Fig. 1 pasos para hacer país 1. desentender el paisaje 2. delimitar el mapa 3. deslegitimar el territorio 132
de - ¿de quién?
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El conocimiento que protegió a los niños y niñas durante siglos
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E
l Pueblo Wayúu ha tenido una participación importante en las luchas generales que han llevado a cabo las comunidades indígenas en el país durante las últimas décadas, pero también ha debido movilizarse de manera decidida para denunciar las injusticias que recaen sobre su propio territorio: el desplazamiento, los abusos de la minería y −la más paradigmática e inaceptable− la muerte de sus niños por deficiencias nutricionales. Sobre esta última situación, muchas cosas se dicen con regularidad en los medios de comunicación. Las lecturas, generalmente, son superficiales; las causas reales y fundamentales suelen ser omitidas. En el presente relato, Saraith Iguarán, del e’irruku Epinayuu, nos habla con mucho más detenimiento sobre las múltiples razones de esta devastadora situación, pero también sobre los esfuerzos que han hecho líderes y lideresas wayúu por mitigar el problema. Otro tanto encontraremos sobre las dinámicas del Movimiento Indígena desde finales de los noventa, sobre los avances hacia el fortalecimiento de los sistemas propios de justicia y sobre la preponderancia del rol de las mujeres para las comunidades.
Saraith Iguarán Aguilar Pueblo Wayúu
1.
15/2/23
Pertenezco al Pueblo Wayúu, hago parte del E’irruku Epinayuu. El sistema sociopolítico, espiritual, económico y cultural de nuestro pueblo, a nivel territorial, está definido por los e’irruku, que los antropólogos llaman castas, o clanes. Somos un pueblo libre, que luchó siempre por su independencia y por el control territorial de la zona media y alta de la península de La Guajira. En cuanto a mi propia trayectoria: fui a estudiar a la Universidad Nacional de Colombia, a Bogotá. Me inscribí en 1996. Quería estudiar Derecho, pero pasé finalmente a Ciencia Política, afortunadamente. Tenía una tía, Victoria Ballesteros, también
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del e’irruku Epinayuu, que fue una de las primeras mujeres en organizar asociaciones indígenas después de la Constitución de 1991, en la zona de Bahía Portete, zona aledaña a mi territorio ancestral Zukaramana . Ella fue una pionera en este sentido y siempre me llamaba, me invitaba a que la acompañara a hacer vueltas en Bogotá. En eso me fui enterando de las luchas de organizaciones y líderes wayúu que venían reivindicando derechos sociales, económicos y territoriales desde antes de la constituyente, también me enteré de las becas para estudiantes indígenas y, a través de ellas, ingresé a la Universidad Nacional de Colombia. Entonces fui conociendo, fui acercándome, también por mi tía, a todo el movimiento que había en ese momento, a través de la ONIC [Organización Nacional Indígena de Colombia]. Allí estuvimos haciendo presencia y, en ese año, precisamente, fue la toma del Episcopado por parte de los Pueblos Indígenas de Colombia.
2.
En ese momento había organizaciones wayúu como Wayúu Araurayuu, Waya Wayúu, Wayúu Painwashi y Aaciwasug. En la toma, en representación de estas organizaciones, estaban mi tía Chayo Aguilar, Gustavo Valbuena, Anastasio Espeleta y Jesualdo Fernandez. Nosotros estuvimos allí, como un movimiento de jóvenes, acompañando la toma. Teníamos la tarea de traer cobijas, alimentos, hacer entrar lo que se necesitara. Recuerdo que, en los momentos más duros de la negociación con el Gobierno nacional, entre todos, con los embera katíos, hacíamos consignas y no parábamos de gritar. La gente nos decía que gritáramos más fuerte cuando la cosa estaba más difícil. Fueron los momentos iniciales para mí dentro del Movimiento Indígena y fue importante haber estado allí, aunque fuera en las orillas, porque marcó mi historia particular, y porque me permitió estar al tanto de lo que pasaba en el país con los Pueblos Indígenas.
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Me entregué totalmente, pues era una época muy activa por parte de los Pueblos Indígenas. Después de la Constitución del 91, con tantas expectativas que teníamos, lo que se vino fue una arremetida para que no se pudieran ejercer y disfrutar los derechos que estaban ahí consagrados, para que no se dieran esos derechos en los territorios, en todas partes. Se vino una estrategia nacional de contrareforma violenta contra los movimientos sociales, contra la posibilidad de que la Constitución se hiciera efectiva. Esto hizo que los Pueblos Indígenas reaccionaran con una movilización más decidida.
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En esos momentos estaba muy fuerte el tema de los u’wa, el tema de los embera-katíos. Ahí tuve la oportunidad de conocer a los grandes líderes que forjaron esas luchas: Kimy Pernía Domicó, Berito Cobaría… Como estudiante, estuve muy atenta a participar de estas movilizaciones de los Pueblos Indígenas que llegaban a Bogotá. También acompañamos las mingas indígenas. Viajamos a Santander de Quilichao y de ahí marchamos hasta Cali, en una expresión social tan masiva como jamás lo había presenciado en mi vida. Conocí allí a Anatolio Quirá, a quien tuvimos la oportunidad de despedirlo años después, ya en
su última morada, en Puracé. Lo llevamos, junto con los hermanos indígenas del CRIC hasta su casa para acompañarlo en su último momento. Fueron grandes vivencias como joven, que enriquecieron mucho mi sentir, mi pensar, y también tendría que decir que en esos momentos se dieron tomas importantes como la de Fonade, ya después del 2000, siendo Armando Valbuena presidente de la ONIC. Allí estuvimos estudiantes indígenas de la Universidad del Atlántico, de la Universidad Nacional, y también allí conocí a Gustavo Petro. Él nos brindó un fuerte apoyo en esa toma. Los estudiantes veníamos con la intención de sumarnos a las reivindicaciones generales del Movimiento Indígena, pero, concretamente, estábamos defendiendo el fondo Álvaro Ulcué para estudiantes indígenas, que el Gobierno de ese momento quería eliminar. Allí logramos que se mantuviera ese fondo que ha favorecido a tantos estudiantes en Colombia. Con respecto a Gustavo Petro, vale la pena recordar por qué los Pueblos Indígenas lo hemos apoyado. No ha sido por rodear a esa persona incondicionalmente, sino
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porque esa persona ha rodeado incondicionalmente la lucha de los Pueblos Indígenas. Recuerdo también que para el 2001 teníamos una lucha fuerte en la reivindicación de los cosechadores wayúu de la sal, de los dueños del territorio donde es explotada la sal. Había una movilización en el territorio y se buscaba una ley en el Congreso, y Petro, siendo representante a la Cámara, apoyó el proceso. En ese momento se logró consolidar la Ley Sama [Ley 773 de 2002]. A Petro nos une la Constitución de 1991 y la lucha por los derechos fundamentales de nuestros Pueblos.
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Todos estos fueron una serie de episodios en los que participé como estudiante universitaria, rodeando, jalonando, siendo una ficha más para que todos estos procesos llegaran a buen término, para que se consolidaran los derechos del Pueblo Wayúu y de los Pueblos Indígenas en general.
3.
Al regresar al territorio, después de conocer el Movimiento Indígena, después de saber cómo era su organización, cómo estaba constituido, sus lemas, sus principales luchas, me concentré en los problemas alrededor de la infancia indígena. Fueron mis últimos años en la universidad y, con varias amigas wayúu y de la Sierra, dijimos: “Creemos una entidad para proteger a la niñez indígena”. Fue así como en el 2004 creamos la Fundación Talat’sh Tepichi, que significa, en wayuunaikii, “niños felices”, y la iniciativa era promover la protección integral de los niños indígenas desde la cosmovisión propia de cada uno de los Pueblos Indígenas, pero también muy articulada a las organizaciones de base, sobre todo a la ONIC. Reivindicamos que existe una serie de practicas y conocimientos ancestrales que brindan protección a los niños y niñas indígenas en cada pueblo indígena y que esto debe fortalecerse. Lo que ha hecho el sistema oficial y los gobiernos de turno ha sido debilitar este manto de protección propio de los pueblos originarios.
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Iniciamos con el Fondo Holandés para los Pueblos Indígenas, a través de la ejecución de nuestro proyecto Escuela Itinerante de Derechos Indígenas y Derechos de los niños desde la Cosmovisión Wayúu. En los primeros años de este trabajo, 2004 y 2005, nos pudimos dar cuenta de lo que estaba pasando en los territorios. El tema de la desnutrición por falta del acceso a los derechos fundamentales no es un tema nuevo. Inclusive, en esa época, los periódicos daban a conocer los fallecimientos por desnutrición y por tuberculosis de los niños kogui; sobre los wayúu se guardaba silencio en la prensa. Esa fue una realidad que nosotros pudimos palpar en esa escuela con la que recorríamos las comunidades, y que nos llevó a hacer, el 6 de octubre de 2006, el Encuentro por la Niñez Indígena de La Guajira.
No trabajamos solamente sobre la niñez wayúu, sino sobre la niñez indígena de La Guajira. Junto a los cabildos kogui, las organizaciones wiwa y wayúu, tratamos de visibilizar toda esta situación frente a las entidades responsables: Unicef, Procuraduría, Ministerio de Salud, Gobernación de la Guajira, las alcaldías de los municipios más afectados, en fin, todas las entidades responsables de la política de la infancia. Por supuesto, también el ICBF [Instituto Colombiano de Bienestar Familiar]. Fue, creo, una de las primeras denuncias de la situación. La fundación, de por sí, fue una de las primeras instituciones que nació con este propósito en Colombia, de enfocarse en la niñez indígena, contando con la visión de los pueblos. Hemos estado acompañando todas las denuncias frente al Estado por parte de los principales líderes y organizaciones que han estado trabajando en la reivindicación de los derechos de la niñez wayúu. Cada vez se hizo más inminente dar a conocer a la nación lo que estaba sucediendo con la niñez indígena, porque en el departamento no pasaba nada, según la institucionalidad responsable de sus derechos.
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Después llegó un director de Planeación Departamental que reconoció esta realidad, e hizo un estudio en el que daba la cifra oficial de 4770 niños fallecidos por causas asociadas a la desnutrición en un período de 4 años. La cruel cifra se le empezó a notificar al país. La principal denuncia la hizo Pirry, a través de un programa de televisión al que invitó a la líder wayúu Matilde López Arpushana, quien venía trabajando en la defensa de los niños y niñas wayúu, dada la magnitud de esta tragedia. Solo en este año la sociedad colombiana conoció la tragedia que ha venido afrontando el Pueblo Wayúu. Pero también había muchas denuncias porque, a pesar de la situación, no había una respuesta efectiva del Estado, y en cambio sí una profunda indolencia de las instituciones a nivel local y regional. La Asociación Shipia Wayuu también venía denunciando la crisis humanitaria del Pueblo Wayúu. La solidaridad nacional se fue entrelazando a través de personajes como Gonzalo Guillén y Carolina Sáchica, la abogada que acompañó este proceso de la mano de esta asociación, liderada por el wayúu Javier Rojas. Fue así como lograron establecer grandes reclamaciones a nivel
internacional, ya que el Estado colombiano tenía una probada responsabilidad frente a la sistemática violación de los derechos de las niñas y los niños wayúu en Colombia. Se encausó entonces una denuncia frente a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo cual llegó a concluir con una decisión de este tribunal internacional en diciembre de 2015, la Resolución 60, donde ordena proteger la vida y la integridad física de los niños, niñas y adolescentes wayúu, garantizando los derechos a la salud, al agua y a la alimentación. Así mismo, la Corte Constitucional tomó decisiones con respecto a las denuncias adelantadas por Shipia Wayúu en sentencias como la 155 de 2015 y la 466 de 2016. Este fue entonces un momento muy importante, en que empezaron a aglutinarse diferentes expresiones y organizaciones wayúu que buscaron por diferentes medios hacer cumplir la constitución y los tratados internacionales que protegen a los niños y niñas, frente a todos los niveles de Gobierno.
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4.
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En 2017, la Corte Constitucional emitió una sentencia unificadora, la T-302 de 2017, donde declaró el estado de cosas inconstitucional en el tema de los niños y niñas wayúu, dando respuesta a la denuncia de tutela interpuesta por Elson Rafael Rodríguez, un alijuna [no indígena] que reclamó el cumplimiento de las medidas cautelares exigidas por la CIDH al Estado colombiano.
La Corte, antes de emitir la sentencia, acudió al territorio wayúu y generaron 7 diálogos en diferentes zonas de la península con las comunidades. Fue así como en febrero de 2017, después de haber ido a Puerto Estrella, Tawaira y Nazareth, en la Zona Norte Extrema de la Alta Guajira, la Corte bajó a mi comunidad, Zucaramana. Yo ahí estuve encargada de convocar a las autoridades tradicionales de toda la zona, en el corregimiento de Irraipa. Entre todos, en diálogo con los magistrados, pudimos explicarles por qué los niños y niñas wayúu estaban falleciendo. Luego estos siguieron hacia Manaure, Uribia y Riohacha. 149
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Es cierto que había muchos estudios sobre la situación, de la Defensoría y otras instituciones, pero la Corte se tomó el trabajo de escuchar directamente, como nunca se había hecho, a las autoridades tradicionales y a las comunidades, y eso, de por sí, dio otro contenido, otro espíritu a la sentencia. Mediante estas visitas in situ, la Corte pudo constatar la vulneración sistemática, desproporcionada, masiva, generalizada y prolongada de los derechos fundamentales de los niños y niñas wayúu. Como consecuencia, la sentencia fue muy acertada, tiene una lectura totalmente integral del asunto y procedió a declarar el Estado de Cosas Inconstitucional en lo referente a los niños y niñas del Pueblo Wayúu. La Corte Constitucional determinó que las muertes de miles de niños y niñas wayúu asociadas a la desnutrición son una tragedia con múltiples causas. Son muchos los factores por los cuales han fallecido tantos niños en La Guajira. En la historia del Pueblo Wayúu, hay puntos que nos marcan significativamente, como el proyecto de El Cerrejón , que ha provocado un impacto tremendo a nivel territorial, a nivel familiar; es un trayecto
muy largo que atraviesa toda la península. Se habló mucho de las negociaciones que se dieron en su momento, totalmente salidas del orden, y eso configuró toda una serie de problemas sociales que nunca fueron reconocidos como tal, pero que quedaron allí. Fueron muchas las comunidades que tuvieron que ir a otros territorios por este proyecto, sin condiciones para vivir dignamente. Ese fue un punto que nos marcó de manera definitiva. Estamos hablando de finales de los setenta y de los ochenta. También está el tema del cambio climático, que nosotros venimos viviendo desde hace mucho tiempo. Quizás el presidente [Petro] se enfoca mucho en la Amazonía cuando habla del cambio climático, pero nosotros como península desértica estamos viviendo esos impactos desde hace tiempo, porque teníamos unos periodos constantes de lluvias, unos periodos cíclicos, que definían a su vez los tiempos de cosecha en la mayoría del territorio wayúu, pero esto cambió totalmente. Empezamos a tener temporadas de 2 y 3 años donde no había lluvias, y eso trastornó toda la economía familiar, la manera como se sobrevivía y las tradiciones alimentarias y productivas propias del Pueblo Wayúu.
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Otra causa es el conflicto armado… no mencionado en la sentencia de la Corte, muy seguramente porque ya había ordenado, en la Sentencia T-025 de 2004 y el Auto 004 de 2009, tomar medidas con respecto al riesgo de exterminio físico y cultural en que se encuentran algunos pueblos indígenas, entre estos el wayúu; medidas que, por cierto, no tomaron los Gobiernos posteriores a estas fechas. El conflicto armado, pues, y el desplazamiento forzado que se vivió en diferentes zonas del territorio wayúu, ha sido otro proceso que ha fracturado nuestro pueblo, le ha dado una estocada a su libertad, al control territorial y a sus posibilidades de pervivencia.
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El Pueblo Wayúu ha comerciado siempre con el Caribe insular y ha salido adelante de esta manera, pero el conflicto armado y la incursión paramilitar fracturaron este comercio. El paramilitarismo, supuestamente, entraba con fuerza en las zonas donde había guerrillas, así que llegaron a meterse al sur de La Guajira, donde había insurgencia y también con ocasión de garantizar tierras para la explotación carbonífera. Pero en la Alta Guajira nunca hubo guerrilla, y los paramilitares fueron a dar allá. O sea que la razón no era la guerrilla sino el control territorial por las rutas portuarias, por los puertos, para fortalecer sus negocios de narcotráfico. Esto hizo mucho daño. Eran cosas que en el Pueblo Wayúu nunca se habían visto. Allá hay mucho respeto por el muerto, hay ceremonias, y llegar y desestructurar de esa manera tan horrible: masacres, asesinatos de autoridades tradicionales, violación de mujeres, el control violento de la población.
Fue un golpe del cual, al día de hoy, los wayúu no hemos podido reponernos. Son unas heridas tan hondas que todavía están ahí. Y hay que ver que las zonas en donde hicieron presencia estos grupos son las más vulnerables, sin desarrollo, y donde se vivió un desplazamiento masivo. La gente apenas está volviendo. Les arreglaban retornos y, en medio de los retornos, tenían que volver a irse, porque no tenían condiciones por la presencia que había todavía de los grupos paramilitares. Ahora es que la gente realmente está volviendo y se está quedando. Pero es la zona donde hay mayor cantidad de peajes de niños pidiendo comida, donde hay una total inacción estatal. Hay que hacer esta lectura histórica, porque ahí están las huellas de todo esto que están viviendo las comunidades, ahí puede verse el desplazamiento territorial que acabó con familias enteras, puede verse el asesinato de las autoridades tradicionales y el desplazamiento que hubo hacia Venezuela; personas que ahora regresan con otras costumbres, que han adoptado otros alimentos, que le dan coca cola a los niños. Toda esa aculturación también terminó debilitando el manto cultural propio del Pueblo Wayúu y
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de las mujeres wayúu, pues eliminaron las condiciones esenciales, la producción y el alimento, y el conocimiento que protegió a los niños y niñas durante siglos.
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Otra causa relevante, señalada por la Corte, es la violación sistemática al derecho fundamental a la participación del Pueblo Wayúu en todas las decisiones que nos afecten. La Corte, al respecto, ha demandado que en aras de la efectividad y legitimidad de las políticas públicas que se implementen para superar el estado de cosas inconstitucional, estas deben ser concertadas en sus diferentes etapas con el Pueblo Wayúu. También ha dicho que el desorden que ha generado el Ministerio del Interior en torno a la representatividad y falta de reconocimiento de las legítimas autoridades wayúu, los alaulayu, jefes tradicionales representados en los tíos maternos, debe ser superado. Con ello ha identificado que se han propuesto espacios de concertación que han obedecido a intereses ajenos, y que en cambio los escenarios de concertación deben desplegarse en las zonas rurales para poder garantizar los derechos de los niños y niñas wayúu.
La lucha, estos últimos años, ha buscado que se cumplan las medidas ordenadas al Estado colombiano y a las instancias de Gobierno en sus diferentes niveles y entidades, con lo cual se logrará salvar la vida de los niños, niñas y madres gestantes del pueblo wayúu, al tiempo que se garantizará la pervivencia física y cultural de las próximas generaciones.
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En cuanto a la represa El Cercado, esta se ubica en el sur de La Guajira. Obviamente, esto afectó a las comunidades del sur, cuya alimentación dependía del acceso al agua. Este problema fue visibilizado por las organizaciones de allá, del sur, pero en las partes en donde han fallecido los niños es en la zona donde el territorio es más desértico, donde no hay agua. La represa de El Cercado sí se ve como una promesa de los Gobiernos que han pasado, que decían que iban a hacer llegar el agua desde el sur hasta la alta Guajira… pero, si no han podido hacer ni las carreteras, dime tú. Es una idea que se vende como la panacea para los territorios wayúu más apartados, pero realmente es bastante improbable que puedan llegar hasta el norte con el agua. De pronto, mucha gente tiene sus esperanzas allí, pero yo sé que los wayúu de las zonas más extremas no esperan nada de esa represa.
Cuando el proyecto fue paralizado, los políticos tradicionales de acá de La Guajira siguieron defendiendo esa idea, y seguían prometiendo, basándose en la muerte de los niños, pero en verdad nunca ha habido impacto sobre la realidad que se ha vivido en los territorios. De hecho, en las comunidades más apartadas, la gente prefiere que se priorice la habilitación y mantenimiento de los pozos profundos construidos por el presidente Gustavo Rojas Pinilla para acceder a las soluciones allí mismo y acceder al agua de la manera más inmediata.
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Después del 2017, el estado de cosas inconstitucional se ha mantenido. Ha sido una lucha constante para que los Gobiernos le den cumplimiento a las órdenes de la Corte Constitucional, que dice que se deben proteger los derechos fundamentales: agua, alimentación y salud, pero también participación, educación, seguridad alimentaria y las vías. Es decir, en la sentencia hay una visión integral en la necesidad del cumplimiento de las obligaciones de muchas instituciones, para que efectivamente las comunidades puedan gozar de esos derechos. Pienso que la Corte nos ha señalado un camino al integrar todas las reivindicaciones del Pueblo Wayúu, nos ha marcado una ruta para exigir, por primera vez, de Gobierno a Gobierno, el cumplimiento de todas estas reivindicaciones históricas que nunca fueron atendidas, que nos trajeron a este momento en el que los más vulnerables han tenido que padecer unas circunstancias tan difíciles y dolorosas. También reivindica la Corte el derecho del Gobierno propio y la participación, porque lo que sí ha habido en La Guajira históricamente es un racismo estructural
que no ha permitido que las comunidades y las autoridades sean partícipes de la construcción, de la formulación de las políticas públicas en todas las áreas, y, al contrario, estas se han definido bajo la visión del alijuna, una visión centralista. Y así se han perdido muchos recursos… había épocas en que, por ejemplo, el ICBF traía ensaladas hechas con vegetales que se daban allá en Boyacá. Eso ha pasado acá en La Guajira. Entonces, siempre ha imperado la visión que viene de afuera. Y todavía con el ICBF tenemos esa lucha en estos momentos, porque ha sido una entidad manejada por los caciques políticos de la región, y les cuesta a estos entender la magnitud de los cambios que propone la Corte. Así que a las comunidades les toca hacer presión, exigir, porque el ICBF es una de las entidades más cerradas, se cierran a esos cambios, a la participación, a entender que las comunidades indígenas tienen total capacidad para implementar los programas, desde la visión propia, con el conocimiento que se tiene del territorio, con su autonomía que ya las leyes vigentes garantizan. Las fundaciones se disfrazan con nombres
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wayúu pero sus dueños son alijunas que en muchos casos no conocen el territorio, mucho menos la cultura… mejor dicho, se hacen todas las estrategias para no entregar a las comunidades los recursos con los cuales estas mismas puedan desarrollarse.
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Y, sin embargo, al momento en que hay fallecimientos de niños wayúu, a los primeros que el ICBF señala es a los padres, que porque no han acudido, que porque no han sacado a los niños. Es decir, hay una falta de entendimiento absoluta, porque cuando se niega al otro, no se avanza en el diálogo, no se entiende, no se reconoce, no se cumple con el deber de darle al otro la voz, la posibilidad de desarrollar los criterios y conocimientos propios que le han permitido vivir como pueblo, dueño de un territorio.
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[Ya en los primeros párrafos, la Sentencia T-302 de 2017 de la Corte Constitucional enuncia que para superar la crisis de desnutrición de los niños y niñas wayúu, se requiere que las entidades públicas superen los prejuicios y estereotipos sobre las comunidades, dado que tales entidades, en general, refieren como causa del problema el hecho de que “ellos [los padres, las familias] no se dejan ayudar”. La razón que dan, dice la Corte, es injusta y discriminatoria (“injusta” y “discriminatoria” son adjetivos cándidos para una explicación como aquella). Las entidades deben estar en condiciones de entender los contextos, propiciar diálogos y buscar por todos los medios posibles superar una crisis como esta. Por difícil que pueda ser un diálogo o negociación con las familias, el Estado debe ofrecer espacios efectivos de participación para generar las estrategias que contengan el problema. Por demás, el agua, la salud y la alimentación, dice la Corte, no son “ayudas” que puedan ser ofrecidas por unas entidades públicas, son los derechos fundamentales de una población].
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8.
Además del trabajo con Talatsh Tepichi en todos estos años, me integré, en 2005 y 2006, a los equipos que desde la ONIC trabajaron en torno al fortalecimiento de la Jurisdicción Especial Indígena y los Sistemas Jurídicos Propios de los Pueblos Indígenas, y, en el 2010, a la construcción del Programa de Garantías de Derechos Fundamentales de los Pueblos
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Indígenas de Colombia, ordenado por el Auto 004 de 2009, el cual hizo un aporte significativo a la lucha por los derechos de los pueblos y organizaciones indígenas en el país. En el primer caso, fue un trabajo muy importante, tanto por el aporte de los pueblos, pues las directrices de ese proyecto fueron dadas por un grupo de expertos indígenas, como por el diálogo que se dio, de tú a tú, con el Consejo Superior de la Judicatura. Estamos hablando de Alcibiades Escué, nasa del Cauca, de Armando Valbuena, wayúu, expresidente de la ONIC −ya no lo era−, y de Luis Alberto Fiagama, uitoto. Fueron tres grandes sabios que lograron interpretar la realidad de la justicia en los Pueblos Indígenas, y plantearla de tal nivel, de tal altura frente a la Judicatura, que se desarrollaron unos planes piloto muy importantes a nivel territorial, tanto con el Pueblo Wayúu como con otros pueblos. Creo que fueron cerca de 7 experiencias de proyectos piloto en el tema de justicia, además de otros estudios de carácter económico para brindarle una fortaleza a lo que sería la Jurisdicción Especial Indígena. Pienso que ha sido el aporte más importante que se ha hecho al respecto, dado el nivel de la discusión.
La Universidad Nacional también estuvo vinculada a estos estudios sobre la combinación de los sistemas jurídicos propios, para avanzar en una coordinación a lo ancho y largo del territorio. Yo estuve en el equipo wayúu. Desarrollamos actividades muy importantes y pudimos recibir la sabiduría de una generación de pütchipüs muy valiosos, Sarakaana Pushaina, Eduardo Suárez, Ángel Amaya, entre muchos más, todos ellos versados en la palabra, grandes personajes y constructores de su generación. Fue realmente muy importante llegar hasta diferentes partes del territorio, y que ellos mismos intercambiaran su conocimiento. Muchos no habían tenido esa oportunidad, dejar sembradas las semillas en las comunidades para prolongar nuestro sistema de justicia.
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Ya sabemos que estos sistemas fueron reconocidos a nivel internacional, y más allá de eso han sido el instrumento que nos ha permitido sobrevivir como pueblo. Sabemos de pueblos indígenas alrededor de nosotros, o muy ligados a nosotros, como los cocina, que eran muy guerreros y terminaron acabándose entre ellos mismos por conflictos internos. Para nosotros, al ser un pueblo descentralizado políticamente, en el cual no tenemos una autoridad o ente que nos aglutine a todos, este sistema de control, de entendimiento, de prolongación y restablecimiento de la paz y la armonía entre las familias y entre los territorios, es lo que nos ha permitido salir adelante como pueblo. Entonces, creo que se dejó una huella muy importante para los Pueblos Indígenas, liderada por estos tres sabios del movimiento que he mencionado.
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9. 170
Si partimos de lo que somos como Pueblo Wayúu, te puedo decir que la preeminencia de la mujer siempre ha estado allí. De hecho, la propiedad del territorio se define por la línea materna, y es allí donde existe esa preponderancia, porque también el e’irruku o el clan se transmite por línea materna. Entonces, la mujer siempre ha tenido un papel fundamental. Algunos lo llaman matriarcado, otros no están de acuerdo con llamarlo así, pero lo cierto es que el poder de la mujer se siente en diferentes escenarios. El papel del hombre es más representativo, es el portador de la palabra, porque los pütchipü, todos han sido hombres. Ha habido excepciones de mujeres que hayan llevado la palabra,
que tenían el rol de pütchipü. Pero hay que ver que después de la Constitución del 91, y con la formación de asociaciones indígenas, se fue desarrollando un liderazgo muy importante por parte de las mujeres wayúu, un liderazgo sobre los territorios, enfocado en gestionar los beneficios y el bienestar comunitario. Donde uno se meta va a encontrar a una mujer wayúu como lideresa de la comunidad. Es la que va y gestiona los beneficios, los servicios sociales, siempre está en esa lucha, y el hombre es de un carácter más representativo, de llevar la palabra. Ahí hay una combinación de roles muy armónica. 171 En todo caso, entre los Pueblos Indígenas, tiene que incentivarse y tiene que dársele un mayor peso al papel que vienen cumpliendo las mujeres tanto a nivel local, como a nivel regional y nacional. Quizás no se le está dando al rol que
tiene la mujer en todo el país la importancia que se merece. Bueno, tengo muchos años en que no asisto a la Mesa Permanente de Concertación [MPC] y a este tipo de escenarios. Entiendo que hay muchos jóvenes participando, y esto es fabuloso. En todo caso, tampoco hay que confundirse con las iniciativas feministas en los territorios; más bien hay que dar lugar para armonizar los derechos de la mujer, teniendo en cuenta nuestras dinámicas y lo que realmente somos como pueblo.
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Esto, obviamente, va llegando. Las mujeres estamos empoderadas en las diferentes etnias, también la juventud. Nos estamos movilizando para que nuestra voz se escuche, que siempre seamos respetadas en los diferentes escenarios. Pero debemos decir también que en algunos pueblos sigue habiendo reticencias. Hay barreras en muchos casos, en unos pueblos más que en otros, que no permiten que la mujer cumpla
con cabalidad el papel al que está llamada como líder. Entonces, no es que nos traigamos el discurso feminista, sino que hagamos una lectura desde nuestra propia realidad, desde lo que hemos venido desarrollando, ajustar las condiciones para que los derechos de las mujeres se desarrollen integralmente, como debe ser dentro de nuestros pueblos.
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Ser cantores todos, bailadores todos
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N
uestra educación, la heredada por Europa, ha puesto al sujeto en el centro de toda búsqueda, y el método que ha exigido ha estado mediado por el ejercicio de la razón. La atención sobre el hombre ha hecho que perdamos de vista a la Madre Tierra. Paradójicamente, también ha propiciado la desunión y la desconexión entre las partes de nuestro propio cuerpo. La cabeza por un lado; el corazón, el hígado y el estómago por otro. No obstante, vivimos un tiempo de unión, de vuelta al tejido, de reconexión con la naturaleza. En ese regreso, los Pueblos Indígenas vienen a jugar un papel fundamental: han resistido los embates del tiempo y de las conquistas, y aún tienen la vitalidad suficiente para guiar el reencuentro. Es este uno de los mensajes que nos deja Abadio Green, quien nos permitió escuchar su voz el pasado mes de julio de 2022, en el contexto de la Cumbre Nacional de los Pueblos Originarios, en Silvia, Cauca. Otros temas abordados: su niñez, la comarca Guna Yala y el resguardo Caimán Nuevo, los padres claretianos, la solidaridad, la palabra dulce, el amor y, por supuesto, la toma del Episcopado del 96, de la que fue también protagonista.
Abadio Green Stocel Pueblo Gunadule
1.
27/7/22
Quisiera comenzar agradeciendo y pidiendo permiso para usar la palabra. Siento que lo que estamos viviendo ahora tiene que ver con las peticiones que hemos hecho a lo largo de toda la historia. Usted sabe que, cuando llegaron los españoles, en el calendario maya estábamos en el 3 kat. Kat es la araña, la tejedora, y la interpretación que se hace es que, cuando llegaron los europeos, la red se destejió, la destejieron. Comenzaron una serie de pugnas internas y eso hizo que hubiera divisiones. Es por eso que uno se pregunta cómo unos pequeños grupos que llegaron a América dominaron tan rápido todo un continente, y era que muchos pueblos no estaban unidos. El mensaje que hay ahora, entonces, es que se debe tejer
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nuevamente, hay que volver a aprender de la araña, que todo el tiempo está tejiendo. Y hay que hacerlo viendo lo que somos. Dicen los abuelos y abuelas que el mejor pedagogo o la mejor pedagoga es nuestro cuerpo. El cuerpo es el que mejor nos enseña, porque cada parte, el corazón, el hígado, los pulmones, el cerebro, son comunidades, y cada una de estas necesita de las otras, porque el cerebro no puede trabajar sin el corazón, ni el corazón sin el cerebro o sin el hígado o sin el estómago.
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Creo que esa es la historia que estamos viviendo, la de volver a tejer, la de volver a aprender de nuestro propio cuerpo, ¿y por qué?, porque precisamente la cultura que llegó a nuestro continente nos dividió. Cuando comenzó toda la tragedia de América, fue porque nos destejieron del territorio y de la Madre Tierra. Mira, especialistas en cerebro, especialistas en corazón, especialistas en el hígado, especialistas en los ojos, en los oídos, todo tiene especialista, y nuestro cuerpo se partió en miles de pedazos. Ahora, cómo volver a unir. Yo creo en las medicinas de los pueblos originarios. La medicina China también es igual. En la acupuntura lo que hacen es volver a conectar el cuerpo.
Entonces, podría decir, pidiéndole permiso a la tierra, pidiéndole permiso al cosmos, que el momento histórico que estamos viviendo es el mundo deseado, el corazón deseado, el cerebro deseado por miles de años, porque desde que comenzó esta tragedia en América no volvimos a juntarnos. Aquí podemos hablar de las profecías. Algún día, alguien dijo: el águila es el norte, que representa la razón; en el sur está el cóndor, que es el corazón, y en el centro había otro pajarito, más vistoso, más colorido, más pequeño, que es el quetzal. El quetzal era el que iba a unir esas dos fuerzas. Siento que ese es el momento que estamos viviendo, la unión, pero esa unión de la que hablamos, ¿quién la va a hacer?: nosotros, los pueblos pequeños, los pueblos que hemos quedado, pero no es la unión simplemente de nosotros, los Pueblos Indígenas, sino de Colombia y del mundo.
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2.
Afortunadamente, hemos recuperado tierras que eran consideradas inhóspitas, tierra salvaje, tierra de zancudos, y hoy ese territorio de zancudos, de paludismo, está en la mira del planeta. Todas las grandes corporaciones, empresas, multimillonarios, están buscando el petróleo, el cobre, el uranio; miran el desierto porque allí está el petróleo, el gas. Pero en el desierto encontramos el aire. Y si hablamos de la Amazonía, de los 33 millones de hectáreas que tenemos como resguardos indígenas, de ese territorio −que dicen que es mucha la tierra que tenemos− el 80% es biodiverso. Y si miramos el planeta Tierra, todos los territorios de los pueblos ancestrales, en África, en Oceanía, en América, el 80% es biodiverso. O sea que la riqueza del planeta, la diversidad del planeta está en nuestros territorios. Y hoy hay dos maneras de mirar esa riqueza. Por un lado… una vez un ministro de
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Agricultura de Álvaro Uribe me dijo: “Qué cuento de la biodiversidad, lo que hay que hacer es ir a la selva amazónica, tumbar todo eso y sembrar comida”. Me respondió eso porque yo le estaba diciendo: “Pero por qué peleamos, por qué no hacemos un acuerdo entre nosotros; nosotros tenemos resguardos, ustedes tienen la política, podemos dejar que la Amazonía quede intacta y que el petróleo quede intacto, y nosotros podemos pedirle al mundo que nos paguen por eso, por el oxígeno que estamos produciendo para el planeta”. Entonces, la respuesta fue esa: que había que tumbar la selva y sembrar comida. Ahí pensé que no había mucho que conversar. 182 Ahora surge toda la propuesta que está haciendo el Gobierno que llega, el de la Colombia Humana, Colombia de la vida, todo lo que se está haciendo para proteger la naturaleza. Tenemos una oportunidad, porque todo lo que está diciendo Petro coincide con nuestro pensamiento. Así que para que se dé eso en la vida real, debe hacerse con nosotros. Petro no lo logrará sin nosotros, los pueblos originarios, porque somos nosotros quienes tenemos 33 millones de hectáreas. Y ahí es donde digo que los pueblos originarios debemos estar unidos
más que nunca, porque, si no, ¿qué propuestas podríamos hacer?, ¿qué apoyo podríamos dar? Aquí no se trata de que empecemos a pedir puestos y puestos. No se trata de eso. Aquí se trata de que nosotros los pueblos volvamos otra vez a nuestro origen, a lo que somos. Volver a construir, rehacer el tejido. Escuchar lo que dice la Madre Tierra para gobernar. 183 Pero en muchas partes del país estamos desunidos es por los cabildos, por las políticas que nosotros mismos hemos tenido. Por ejemplo, el Sistema General de Participación… Todo lo que hemos peleado y el Gobierno nos llega con el Sistema General de Participación para nuestras comunidades, y esto, en vez de unirnos, nos está dividiendo. Pero hay formas de solucionar ese destejido. Los mayores nos lo han enseñado, la misma naturaleza; podemos mirar el cosmos, la luna, el proceso de
fotosíntesis del sol, nuestro cuerpo: cómo germina, cómo danza, cómo hacemos nuestros hijos; todo esto es un sistema, tenemos que aprender de esto. Por eso digo que hoy todos los pueblos tenemos que adentrarnos, pero, para adentrarnos, hay que entender la diversidad que existe. No es lo mismo adentrarse como arhuaco, no es lo mismo como gunadule, no es lo mismo como embera, no es lo mismo como nasa. Pero en esa diversidad está la riqueza, y esa riqueza es lo que nos debe unir, para proponer cosas sustanciales, no a Colombia solamente, sino al mundo.
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3.
Ojalá que Petro, cuando tenga su intervención en las Naciones Unidas, pueda hablar de estas cosas al mundo. Entonces Petro será un portavoz, un puente, y nosotros estaremos acompañándole en la espiritualidad, en las ceremonias. En este momento oportuno que estamos viviendo, hay que aumentar la ceremonia de la hoja de coca, hay
que aumentar la ceremonia alrededor del cacao, alrededor del tabaco, del yagé, del peyote, del fuego. Alrededor del fuego hay que danzar. Eso no significa que estemos regresando. Al contrario, se trata de hacer presentes esos miles de años en que nuestros abuelos recrearon la naturaleza. Hoy necesitamos más que nunca el equilibrio, lo que llaman la paz, pero esa paz no es solamente sentarse con los actores armados para que depongan las armas. Esa paz es algo mucho más interior para todo el pueblo colombiano. Y para eso, entonces, cuál es el instrumento clave ahí: la educación. En estos días he pensado tanto… Yo me he sentado con Alejandro Gaviria a hablar de esto, y quiero planteárselo a Petro… Qué es lo que yo veo: ¿por qué no ha avanzado nuestra educación?, porque el sistema está alrededor del sujeto, de un sujeto que es europeo, ni siquiera es colombiano. El sistema educativo es copiado de lo que pasa en Francia, de lo que pasa en Inglaterra o en Canadá, de lo que está pasando en Estados Unidos. Nosotros no hemos podido definir nuestro propio sistema educativo. Mientras tanto, ese sistema que nos llega, ese sistema colonial de hace más de 530 años, sigue igual, individualista, plantea un pensamiento lineal,
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sigue la racionalidad, sigue una religión, lo rural es malo y lo urbano es bueno −por eso hay millones de seres en las ciudades−, y también es machista. Esa es la educación que tenemos. Entonces, en lugar de ese sujeto, que además es hombre y no mujer −y por eso es machista−, hay que poner a la Madre Tierra.
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He estudiado minuciosamente las culturas del mundo, he estudiado mucho de los griegos, de donde nace el mundo occidental, de donde vienen la filosofía, las matemáticas, y encuentro que Zeus, que es un hombre, nace en el 2800 antes de Jesucristo, y que el padre Abraham nace en el 1700 antes de Jesucristo, mientras que Gaia, la mujer inteligente, la mujer sabia, la diosa, una de las diosas, porque hay muchas, nació 25 000 años antes de Jesucristo. Esa es una realidad. Pero si miramos otros lugares, la Madre Tierra siempre es el centro, el corazón. Le he preguntado a mis hermanos en toda América, desde la Patagonia hasta Alaska, y me han dicho que la tierra es la madre, o sea, que esta idea es universal. No solo los Pueblos Indígenas hablamos de la Madre Tierra, se habla de ello en todo el planeta.
Los seres humanos partimos de un concepto que es la cultura. ¿De dónde viene la cultura?, de la acción de cultivar, de poner en la tierra una semilla que luego germina, eso es cultura, y la relación con la semilla es femenina, es maternal. La tierra nos ha dado lo mejor de su existencia, que es la comida, y por eso existen ceremonias… todas las ceremonias que yo conozco se refieren a la Madre Tierra. Entonces pregunto: ¿por qué la educación no ha partido de ella? Ha sucedido todo lo contrario: la educación ha ido en contra de ella. Los abuelos, las abuelas me dijeron que no había que preguntar qué tipo de educación necesitamos, hay que preguntar por qué venimos a este planeta, cuál es nuestra misión en este planeta. La conclusión a la que llegan los abuelos, las abuelas, es que venimos a cuidar, a amar, a proteger
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a nuestra Madre Tierra. Mira cómo está el sistema educativo hoy, que pone al sujeto en el centro, como si fuera el único, y le hacemos pleitesía a ese ser que es europeo, y que cree que sabe más que los demás, que considera a las otras culturas como subculturas y las invisibiliza. Subdesarrolladas, las llaman. Y tenemos el mundo como lo tenemos.
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Te pongo un ejemplo. En la escuela primaria, como vivíamos a la orilla del mar, cuando llegaba el 12 de octubre, vestían a alguno de Cristobal Colón y a otros nos vestían de indios, y se le hacía pleitesía a Cristobal Colón porque había llegado. Es la educación que nos enseñó a sentir vergüenza de lo que somos. A los mestizos les mostraron que el indio es salvaje, que el indio es malo, y que el hombre blanco que llegó trajo la civilización. Eso es lo que nos han mostrado todo el tiempo. Uno ve por todo lado estatuas de Colón, de Vasco Núñez de Balboa, de Rodrigo de Bastidas, de Hernán Cortez, hombres y hombres y hombres. La educación nos llegó patriarcal. ¿Por qué los españoles nunca nos hablaron de una mujer, de su madre? No hablaron, por ejemplo, de la mujer árabe. En ochocientos años de dominación árabe sobre la península ibérica
no creo que no haya habido una mezcla. No nos hablaron tampoco de la mujer negra. Es decir que nos desmadraron, y encima nos llegó la religión católica para hablarnos de Dios, ese dios que también es un hombre. En nuestras culturas ancestrales no existe Dios, no existe la palabra Dios, es lo que he descubierto en toda América. Existe madre, padre… madres, padres. En la cultura maya existen madres en 4 esquinas, y existen 4 padres; son 8 en total. En mi cultura existe Nanadummadi que es la madre grande, y Babadummadi, que es el padre grande. Pero la que lo hizo todo, la que dio el orden, fue la madre. Ella es la que da la vida. Los hombres damos una gotica, y ahí comienza la vida, pero la que acoge, la que da el amor es la madre. El hombre acaba por irse. Mira cuántas mujeres cabezas de hogar existen en este país. La madre es el amor, es la que da todo, y mientras tanto tenemos culturas machistas, en vez de ser maternales, en vez de ser matriarcales. Esa es la educación que nos han impuesto.
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Todo esto era lo que le decía a Alejandro Gaviria, y es lo que hay que decir a Petro. Esa transformación que él desea, en la que podamos ver la naturaleza como la madre, primero tiene que comenzar con los niños, en las escuelas. Imagínate, hacer videos, hacer publicaciones. Hay que cambiar toda la documentación que existe, hay que cambiar los libros, hay que escribir nuevos libros en este tiempo que estamos viviendo. El tiempo del amor, el tiempo de la fraternidad. Este país necesita mucho amor, porque hay demasiado odio, porque cada uno anda pensando por su lado. Y siento que la tierra es la que nos debe unir como pueblos, como pueblo colombiano. En eso, creo que los Pueblos Indígenas tenemos mucho que aportar a este país.
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4.
Hay otra cosa: la racionalidad. Toda la educación, desde la primaria, pasando por la secundaria y llegando a la profesional y a los doctorados, es pura racionalidad. Como es racional, no se mira el espejo, no se mira la inmensidad del amor, no se mira lo mágico que hay en el universo. Un ejemplo: yo estudié lingüística, y en primer semestre descubrí todo lo que significaba mi lengua. Me asombré de que fuera historia, pensamiento, memoria, de que interpretara el mundo. La lengua, en mi cultura, viene
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de la Madre Tierra, viene de la abuela luna, del abuelo sol. Todos los verbos, el tener, el tocar, todos vienen de la luna, la tierra y el sol. Al descubrirlo, dije en la universidad que quería hacer mi tesis sobre esto, y me respondieron: “Usted no viene a hacer poesía de su lengua, usted no viene a hacer filosofía de su lengua, usted viene es a estudiar la estructura de su lengua”. Me callaron. Eso, hablando de la lingüística; miremos la antropología, la filosofía, la pedagogía. Todo es racional. Por eso es que están cerrando las facultades de sociología, de filosofía… aunque la filosofía toda es de Europa… pero esas carreras siguen siendo problemas para las universidades porque no producen dinero, no producen competencia. Entonces, esa racionalidad nos jodió la vida, porque no volvimos a ser poetas, no volvimos a ser cantores. Hay muchos, sí, pero deberíamos ser cantores todos, bailadores todos, debemos ser cocineros todos. Desde la escuela primaria tiene que haber cultivos. Uno va a las escuelas y todo está desierto. Salones, no más, pero ¡dónde está la vida en las escuelas! La vida sería cultivar la comida. Creo que es el reto grande que tenemos, es el desafío, y hoy tenemos una oportunidad con este Gobierno, y si no la aprovechamos…
5.
Dicen que uno escoge dónde quiere nacer. Pude haber escogido ser alemán, japonés, chino, o pude haberme ido a Siberia, pero en esta ocasión escogí a los dules, y toda mi ascendencia, mis tatara tatara tatarabuelos y abuelas son del mundo chibcha. Nuestro viaje comenzó en Bogotá. Bo quiere decir neblina, y nosotros decimos Dadabobo el abuelo nieve, el abuelo frío. En ese lugar estábamos hace miles de años, y luego vinimos, en 1903, a la comarca Guna Yala, que está en Panamá. Son puras islas coralinas. Tenemos más de 450 islas coralinas. Es una belleza. Dice la historia que Colón pasó por esas islas. En esa época no estaban habitadas y dijo que ese lugar debía ser el paraíso terrenal, y es verdad. El mar es un lujo. Otro lujo que tenemos es que la selva del Darién llega hasta el mar. He visto, cuando era niño, a las dantas llegar a bañarse en el mar, y todavía ocurre hoy, porque sigue siendo selva virgen.
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Entonces, yo nací en una de esas islas, una que se llama Sasardí-Mulatupu. A mí se me murió mi madre cuando era un bebé, y me acogieron mis abuelos maternos. Cuando empecé a crecer, pensaba que mi abuela era mi madre y mi abuelo mi padre. Mis abuelos paternos vivían también muy cerca de nosotros, así que crecí entre esas dos parejas de abuelos. El padre de mi madre no creía en nada. Era ateo, podríamos decir, pero era un trabajador, un cazador, un pescador… tenía un corazón bueno, bueno, bueno. Cuando él cazaba venado, llegaba a la casa y le decía a la abuela: “No quiero ver ninguna carne aquí, hay que repartirla”. Entonces la abuela decía: “Pero, ¿por qué repartirla?, ¿qué comemos mañana?”. “No se preocupe que mañana habrá comida”, decía él. Lo repartían y al día siguiente llegaba el pescado, la carne, todo el tiempo. No me acuerdo haber pasado hambre en la vida. Todo era abundancia. Mi abuelo también era sembrador. Salía a las 5 de la mañana y no llegaba sino a las 6 o 7 de la noche. Diebdi, se llamaba, Manidiebdiginya. Y mi abuela era una gran sanadora. Manejaba las plantas medicinales, curaba a la gente. También era partera. Esos eran mis abuelos maternos.
Y mi abuelo paterno, Binigdi, era un gran estadista, conocedor de las historias, conocedor de las plantas también. Y era también partero, y un gran orador. Un hombre de palabra. Entre nosotros, el que es gran orador, el que es gran cantante, es el que llega a ser gobernador, a ser mayor, a ser autoridad. Entonces, mi abuelo paterno era un gran gobernante. Cuando me di cuenta, el hombre ya era gobernador. Entre nosotros, cuando se llega a ser gobernante, es hasta la muerte. Tú te imaginas: cuando mi abuelo cantaba, toda la comunidad se reunía a escucharlo. Podrías estar una hora, dos horas, tres horas en total silencio, solo escuchándolo. Nuestras ceremonias son así. Mi abuelo materno y mi abuelo paterno eran muy diferentes, no coincidían en sus formas de ser. El materno no creía en lo que hacía el paterno, que era gran historiador y sabedor. Él no creía en eso, no creía en los gobernantes, era duro, un anarquista, pero de corazón bueno. Entonces, yo siento que tengo cosas de los dos. Siento que tengo un corazón bueno, porque… estos días han sido impresionantes, yo llevaba 20 años sin venir a estos encuentros nacionales, pero ahora
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que vuelvo, la gente me saluda, siento que la gente me quiere y que mi imagen no se ha olvidado. Mi vida ha sido esto: tener corazón bueno, tener palabra dulce. Trato de hacer poesía, de que mis palabras lleguen al alma, al corazón de quienes me escuchan, porque también aprendí de mi abuelo Binigdi, el gobernante, el político. Entonces, tengo estas dos fuentes, la política y el corazón.
6. 196
Pero, por otro lado, también le debo mucho a mi abuela materna, que se llamaba Ana. Cuando mi madre murió, dijo: “A este niño hay que protegerlo, porque se nos puede morir”. No había leche materna. Había bebido la leche de mi madre muy pocos meses, y mi abuela ya no tenía leche. Tampoco tenía mi tía, la hermana de mi abuela, pero yo estaba pegado ahí a las tetas de ellas. Entonces me internaron. Me internaron 7 años en los que no vi el sol. Solamente comía pescado, pequeñito y ahumado, que no tuviera sangre. Sin sal, sin condimentos. No conocía otros niños, mi mundo eran los adultos, y el silencio. Porque, claro, la abuela entraba para protegerme, pero no podía hablar con nadie. Nadie podía venir a verme. Solo los abuelos. Esa fue mi primera educación, con las
plantas. Las plantas me hablaban. Estoy vivo es por ellas. A los demás niños los escuchaba y los veía a través de las rendijas de las paredes, que eran de palo, de cañabrava. Los veía jugar. Cuando llegaba el invierno, todos salían a festejar, a bañarse en la lluvia, y yo ahí mirándolos, porque no podía salir. O sea que el silencio fue mi mejor acompañante, el silencio fue mi mejor pedagogo, mi mejor aliado. Desde el silencio aprendes, escuchas, así que cuando salí de ese sitio empecé a mirar un mundo diferente, y me metieron en la escuela. Mis abuelos decían que no debía entrar en la escuela, pero mi papá decía que sí debía hacerlo. Y mi papá ganó. Si no me hubieran metido a la escuela, hoy sería un gran mamo, porque mi abuelo Binigdi y también mi abuela materna, Ana, me educaron para eso, para ser Mamu, para ser Gran Nele, para ser gobernante, hombre de medicina. Entré a la escuela y, claro, era un niño viejo. Muy atento en las clases, toda mi mente estaba con ganas de recibir, de estudiar. Se me fue rápido la primaria. Los mejores amigos no eran los niños, sino los maestros. Me iba donde el maestro y le preguntaba: “¿Mañana qué clase vas a dar?”. Él me decía y al otro día ya había yo estudiado. Tenía mucha curiosidad.
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También había un cura claretiano en la comunidad que daba clases de religión. Él veía que yo era diferente. Me llamaba y empecé a aprender con él. Aprendí a leer y a escribir en su biblioteca, leyendo… porque sabes que los curas tienen las mejores bibliotecas en los pueblos. Cuando estaba en segundo o en tercero, él me preguntó qué quería ser yo en el futuro. Le dije: “Quiero ser como usted”. Y no era que quisiera ser padre, sino un hombre crítico. Él logró hacer un hospital en la comunidad. No había hospitales, no había salud, y él trajo a la comunidad, desde Europa, a las mejores enfermeras y a los mejores médicos. Comenzó a decir: “Vamos a construir un hospital”. Aprendimos a hacer bloques, a pegar ladrillos. Yo era un niño así que para mí eso era jugar: pegar los bloques. Entonces hicimos un hospital. Me llamaba la atención ese hombre, y, además, el me daba el trato de hijo. Él fue otro padre para mí. Terminé la primaria y me fui a Panamá a seguir con el bachillerato. En Panamá el bachillerato se divide en ciencias, en conta-
bilidad, en letras, y yo escogí las letras, para ser maestro, para ser pedagogo. Terminado el bachillerato me volví a encontrar con el padre, que me preguntó: “¿Sigues pensando lo mismo que me dijiste de niño, que querías ser como yo?”. Le respondí que sí, entonces me dijo: “Listo, escoge a dónde quieres ir. Tienes la opción de ir a España, a México, a Costa Rica, a Argentina o a Medellín”. Le dije que a España no, porque allá me perdía. Opté por Medellín, porque estaba más cerca de mis hermanos dules, a los que podría visitar en las vacaciones. Mi abuelo siempre me hablaba de eso, de que teníamos hermanos en Caimán Nuevo, Antioquia, y en el Chocó. 199 Entonces empecé a estudiar, primero lo que llaman el noviciado. Uno no sale de ahí, está un año concentrado, pero para mí eso fue un paseo, porque mi vida había sido de silencio. Estuve en ese año en el mundo griego, el mundo latino, el mundo hebreo. Uno tiene que aprender hebreo, latín y griego para poder leer la santa biblia. Disfruté, porque también había naranjas, y tomates de árbol. Debía sembrar y limpiar… y, al año, cuando terminé, me fui a la universidad, la Pontificia Bolivariana, para comenzar la carrera de Filosofía y Teología.
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[El Pueblo Gunadule −la gente sobre la superficie de la tierra− se encuentra asentado en las comarcas Madungandí, Wargandí y Guna Yala, en Panamá, y en Maggilagundiwala (Arquía) e Ibggigundiwala (Caimán Nuevo), en Colombia. Pese a la división administrativa y política, a los requerimientos burocráticos para pasar la frontera, los gunadule, naturalmente, se reconocen como una sola nación. El relato del mayor Abadio lo confirma. En Colombia, como es habitual, han sufrido el acoso de terratenientes, de paramilitares y guerrilleros. El Auto 004 de 2009 incluyó el Pueblo Gunadule entre aquellos que están en riesgo de exterminio por desplazamiento o muerte violenta de sus integrantes. También han tenido que enfrentar las consecuencias de los proyectos hidroeléctricos y de la explotación carbonífera y bananera. Los campos fértiles cercanos al mar, por ejemplo, pasaron a ser pastizales y extensas hectáreas de plátano. El plátano les ha dado un soporte económico, pero el monocultivo y los rigores del mercado han afectado la tierra y la cultura. El dinero impulsa la competencia y mina los valores comunitarios. Una casa no se construye ya entre vecinos; cada quien la quiere más grande y más lujosa. Y, sin embargo, hay fuerzas que resisten: la cocina de fogón de leña de las abuelas, el canasto de palma de iraca de los mayores, el madun de plátano maduro y cacao, la lenta labor de la que nacen las molas, los cantos de los saglas y la mar, esa abuela ancestral que los conecta con los hermanos de otras orillas].
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7.
Pero estando allí comenzó a surgir en mí una duda. Empecé a mirar que todo lo que me habían dicho de la Iglesia católica, del prójimo, del amor, no ocurría allí. Además, empecé a pensar en mi cultura, mi historia. Empecé a recordar a los abuelos y las abuelas. Se hizo muy fuerte la presencia de mi abuela Ana. Muy fuerte.
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Estamos hablando de 1978, 79, 80, cuando no había organizaciones. La ONIC no existía. Sólo existía el CRIC en ese momento. Ellos iban a Medellín y yo los recibía. Comencé toda una revisión de los pueblos del Cauca; no sabía nada de ellos. Entonces creamos una asociación que se llamó Chibcariwac: chibchas, caribes y arawak; era la unión de esos pueblos y creamos un movimiento indígena estudiantil. Comenzamos a llamar a distintas comunidades que estaban estudiando diferentes carreras. No éramos muchos, éramos muy poquitos, pero creamos esa red. A partir de ahí empezamos a tener relaciones con otras organizaciones. Pero ahí fue donde se vinieron los problemas. Uno de los grandes desafíos que tuve fue con un maestro… porque comencé a traer a la casa de los seminaristas a nuestra gente, a compañeros indígenas. Había una familia de los compañeros chamíes: Eulalia Yagarí y su compañero Alonso Tobón, que son mis grandes amigos, hermanos. Los traía a la casa porque estaban amenazados. Estamos hablando de años donde los
compañeros chamíes estaban recuperando sus tierras, en los tiempos de Aníbal Tascón, el único abogado que teníamos y que fue asesinado por los grandes terratenientes. Eulalia y Alonso eran dos caras visibles, entonces venían a Medellín a esconderse, y yo los ocultaba en la casa. Era un buen lugar para ellos. Y un día me llamó el padre y me dijo: “Abadio, esta casa es de nosotros, de los claretianos, y de ustedes, los estudiantes de Filosofía y Teología. Esta casa no es para otra gente, solamente tenemos comida para ustedes. Si traes más gente aquí, no caben, y la cama es para ustedes”. Yo lo escuché en silencio, lo escuché decir eso de que no cabía más gente, y después me fui a mi cuarto y comencé a arreglar mis maletas. Para qué estoy aquí, me dije, si yo no estoy para ayudar a la gente que me necesita, entonces mi vida ya no vale. Arreglé mi maleta, no dormí casi, lloré, lloré mucho esa noche. Al siguiente día llamé al cura y le dije: “Mira, ayer te escuché y no te respondí, hoy quisiera que me escucharas”. Nos sentamos y le dije: “Mira, en mi sangre llevo la sangre indígena. Cuando estaba en mi comunidad pensaba que nosotros éramos los únicos indígenas en este continente, pero al llegar
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aquí, ustedes me enseñaron que había otras culturas, con todos los problemas, y comencé a involucrarme en esa historia de resistencia, en esa historia de reclamos. Yo estoy con mis hermanos chamíes, aunque no puedo estar allá peleando directamente, pero siento que los estoy apoyando al darles una comida, al darles una noche, dos noches, tres noches, una cama para que puedan dormir con tranquilidad. Y eso es lo que tú me estás negando, la vida; entonces, ¿para qué estoy aquí? Ustedes me hablan de la paz, me hablan del prójimo, hablan de dar la mano a las personas que lo necesitan, y ¿dónde está esa filosofía?, ¿dónde está esa moral?, ¿dónde está esta vivencia?, yo no lo encuentro en lo que tú me dijiste ayer. Yo me vine para ser claretiano, porque desde pequeño aprendí el amor con el cura Luisinio Fernández, aprendí que no es necesario muchas veces hacer el ritual de la misa…”. (Porque no celebraba misa; el cura Luisinio decía que lo primero era la relación con la sociedad, la relación con el pueblo, y por eso lo echaron del país. Cuando trajo el hospital a la comunidad, le planteó a mi abuelo médico, de quien era gran amigo: “Bueno, de ahora en adelante, todo el que no puedas curar, lo mandas al hospital,
y todo lo que nosotros no curemos, te lo mandamos, porque creo en ustedes, pero también creo en mi medicina, y entre los dos podemos hacer grandes obras”. El médico que trajo también era un cura claretiano, era igual que Luisinio, y esas cosas no le gustaron al Gobierno nacional, porque traían un mensaje revolucionario. Ellos habían creado el hospital con su propio dinero, y el Estado no había puesto ni un solo centavo. Pero el Estado se apoderó del hospital de la comunidad y los claretianos se quedaron sin piso, y los echaron…). Entonces, le decía yo al padre: “Desde pequeño aprendí de ustedes, me enseñaron el amor, y ¿dónde está ese amor acá? No lo encuentro y, por lo tanto, padre, vengo a decirte que me voy. Ustedes, que han soñado con las vocaciones nativas, acaban de perder una vocación nativa. Yo quería ser claretiano, pero ustedes no lo quisieron, y me voy para otro lado”. Eso fue… hubo llanto, llanto… me pidió que me quedara. Pero yo le decía: “Lo que tú me dices es mentira, que esa comida es para nosotros, porque yo he visto que a esta casa traen a la alta sociedad, los que viven en el Poblado, los ricos de este pueblo de Antioquia. Ellos no necesitan comer acá, y aun así ellos
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comen acá; ellos no necesitan de nosotros porque tienen recursos. Pero una compañera indígena, Eulalia, que necesita comer, que necesita dormir tranquilamente… un compañero, Alonso, que necesita dormir tranquilamente… usted los niega; y por qué no le niegas a los ricos… es una contradicción de ustedes, yo no la entiendo”.
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Eso fue… me rogó que me quedara, que iba a hacer todo lo contrario, que trajera a quien quisiera. Bueno, pensando en mi gente, que había oportunidad, me quedé. No era ya por vocación. Ya me había salido, pero me quedé para ayudar a los compañeros que estaban en una situación difícil. Eulalia estaba embarazada de Patricia, ella estaba por venir, y no podía nacer en cualquier lugar. La entregamos entonces a las monjas. Así que Patricia nació en casa de las monjas…
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Duré un poco más, pero después dije que quería ir de nuevo a la comunidad. En las vacaciones siempre aprovechaba y me iba a Caimán, hasta que un día le dije al cura que quería irme uno o dos años, para ver las cosas en perspectiva. Quería pensar si continuaba o no con ellos y me fui. Estuve un año de comunidad en comunidad. Hicimos unas cosas bonitas, encuentros de jóvenes, teatro callejero. Fue para mí una experiencia muy bella, de volver a los mayores. Ya mis abuelos no estaban, se habían ido, habían pasado a otro estado de la vida. Entonces, cuando terminé el año volví, pero ya con la decisión de no continuar con los claretianos. En todo caso, tenía la intención de terminar la carrera de Filosofía y Teología. Me faltaban dos años y tuve que seguir solo. Fue para mí muy muy difícil, porque, claro, en aquel tiempo el semestre valía como 500 000 pesos en la UPB; eso era carísimo. Tuve que conseguir el dinero, y ¿dónde lo conseguí? Ahí tengo que agradecerle a la Asociación de Usuarios Campesinos,
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la ANUC independiente; porque había dos ANUC, una más gobiernista y otra de izquierda. La de la izquierda me acogió en su casa, en Medellín. Yo cuidaba la casa y estudiaba. Me pagaban parte de la matrícula. Pero también tengo que agradecer acá a la Universidad de Antioquia. Allá conocía mucha gente, antropólogos, lingüistas. Cada vez que llegaba la hora de pagar mi semestre, hacían colectas para ayudarme. También logré vincularme en la facultad de Antropología para enseñar la lengua gunadule a los estudiantes de últimos semestres. Con eso me sostenía, pero también era cantor: cantaba, hacía bailes. Comenzaron a llamarme de distintos lugares, de las universidades, de los colegios; daba conferencias, danzaba y tocaba. Podía hacer mi repertorio solo, de 45 minutos, en distintos colegios. Y es que antes de terminar la universidad sucedió algo. Hay una iglesia que se llama Jesús Nazareno, en el centro, en el corazón de la ciudad de Medellín. Un día, estaba por ahí en los alrededores y comencé a escuchar flautas. Sonaban flautas de mi pueblo; me pregunté en dónde sonaba esa música y busqué el lugar. Me acerqué y toqué la puerta, y encontré unos jóvenes tocando las flautas de los dules. Danzaban y eran danzas
de los dules. Me quedé con ellos y empecé a hacer parte de ese grupo, que se llamaba Quiramaní de Colombia. Era más o menos la misma época de Savia Andina de Bolivia y de Inti Illimani de Chile. Me involucré con ellos, tocaba la flauta y danzaba, y comencé a recitar poemas dules. En ese tiempo estaba todavía con los claretianos, y ellos no me permitían hacer parte del grupo. Cuando había concierto, que era por las noches, me escapaba. Había una ventana y me bajaba con una cuerda. Cuando llegaba, los amigos me tiraban la cuerda, o me abrían la puerta a escondidas. Así me la pasé como 2 años. Después, cuando me separé de los claretianos, continué con el grupo, e incluso fuimos a la comarca Guna Yala, a mi territorio. Fuimos como dos meses, para aprender más danzas, más cantos, y ahí se dividió el grupo, porque unos decían que no necesitaban ir a la comunidad para tocar. Otros decían que sí había que ir al lugar, que, si estábamos tocando la música del pueblo, había que ir a conocer su vida, su trabajo, su historia.
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Al terminar la carrera no sabía qué hacer. Pensé en ir a mi casa, a Sasardí-Mulatupu, donde mis tíos y tías, porque los abuelos ya no estaban, pero como no tenía plata, me fui a Caimán, donde hay otro asentamiento de los dules, a trabajar. Allá los dules vivían del plátano, de la exportación. Dije: acumulo unos centavitos y, cuando tenga, paso por el mar y me voy. Allá siempre me ha acogido un abuelo, otro padre que tengo: Lucho Martínez. Me acogió y empecé a vivir en su casa, y a trabajar y trabajar, y estando allá fue que surgió otra necesidad en mi vida: quería tener una compañera. Pero en la comunidad no se puede encontrar una niña de 16, 17, 18 años. Todas ya están casadas…
210 Allá estaba también el gran cacique de la comunidad, Manuel Santacruz. Me puse a estudiar con él toda la historia de mi pueblo. Quería estudiar más a fondo. Ya llevo más de 30 años en eso y todavía estoy con él, sigo aprendiendo de él. El cacique tenía 3 hijas, así que un día le dije que quería casarme con una de ellas, que tenía en esa época unos 14 años. Me dijo que no podía decidir, que él le preguntaría a su hija qué pensaba, y esa hija, claro, al saber que yo había pedido su mano, se enfureció: “¡Cómo me voy a casar con ese hombre!,
¡con cuántas mujeres habrá estado!, ¡y yo soy una niña!”. Eso fue terrible. Y bueno, seguí estudiando con el abuelo y, al pasar un año y medio, me preguntó él: “¿Usted todavía sigue pensando en mi hija?”. Yo entonces le dije: “No, si solo he recibido puro madrazo, si ella no me quiere, cómo me voy a casar con ella”. “No −me dijo− usted sabe que en nuestra cultura nosotros decidimos, los padres; si usted quiere casarse con ella, no hay problema, yo autorizo y ya puedes hacerlo”. Le respondí que no. Al día siguiente me llamó la suegra y me dijo lo mismo. También le respondí que no. Por ese tiempo la Universidad de los Andes anunció unas becas para estudiar etnolingüística, como maestría, y yo conocía a Jon Landaburu, que es del País Vasco. Hablé con él y le pregunté si había posibilidad de que ganara la beca. Me dijo que concursara, y lo hice y gané la beca. La modalidad que tenía la Universidad de los Andes, que me gustó, era que uno en el semestre estudiaba tres meses, por ejemplo, fonética, y luego lo mandaban a la comunidad que uno escogiera, durante otros tres meses. Yo volvía entonces siempre a Caimán, y, en eso, nunca dejé al maestro. Iba y estudiaba con él.
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Un día llegué a la casa y estaba sola la compañera, que se llama Amelicia. En nuestra cultura, en la casa que visites te dan comida. Si no hay comida, bebidas, lo que haya, algo se ofrece. Así que ella me trajo una bebida muy tradicional [madun] que es plátano maduro cocinado con cacao; es una bebida ancestral, fuerte, muy alimenticia. Estando ahí, por primera vez, después de tantos años, pudimos conversar. Le pregunté qué pensaba y ella me empezó a hablar del odio que sentía por mí, pero que no sabía si era odio o qué… “porque en la comunidad hablan mucho de ti…”. Esa era una época difícil, en la que nos habían robado 7500 hectáreas de tierra. La OIA estaba recién creada; se creó en 1985. La ONIC había nacido en el 82. Entonces la comunidad asistía a los encuentros de la ONIC, y a nosotros nos tocó dar esa pelea, volver a recuperar las tierras que estaban en manos de los grandes terratenientes. Así
que la comunidad hablaba de que cómo iba a ser posible que Abadio se pudiera ir, que había que tenerlo cerca, y para tenerlo cerca había que darle mujer [risas]. Ella escuchaba eso, porque las reuniones se hacían en la casa del gran cacique, su padre. La comunidad construye una casa grande, y es la familia del cacique la que cuida esa casa. Entonces ella se preguntaba si por su culpa yo me iba a ir de ahí, por no aceptarme. Me dijo que tenía eso en la cabeza. Le dije: “No te preocupes, yo no te voy a obligar”.
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Al otro día cambió todo. Todas las noches iba, conversaba con ella. Antes yo llegaba a las 7 u 8 de la noche a trabajar, a escuchar las historias de nuestros pueblos, a aprender, pero esas semanas que comencé a hablar con ella, ya no estudiaba, ya era otro periodo, el periodo del amor, y me sentaba con el abuelo ya a las 10 u 11 de la noche, y hasta las 2 o 3 de la mañana. Todos los días era así, hasta que un día me dijo el abuelo: “Veo que mi hija gusta de ti y tú gustas de ella, y tú sabes que en nuestra cultura no hay noviazgo, no puede durar mucho el noviazgo, entonces hay que casarse”. Le dije que no, que apenas nos estábamos conociendo. Le dije: “Quiero poner un plazo de un año y medio, porque tu hija todavía es muy joven”. Le puse ese plazo y el abuelo lo aceptó.
Quiero decir que el mejor tiempo de mi vida en el amor fue ese año y medio. Antes, cuando vivía en Medellín, yo era el único indígena, y mis noviazgos eran con mujeres paisas, y me sucedía algo: que tenía la voz de mi abuela en la cabeza y ella no aceptaba esos noviazgos. Entonces duraba como una semanita, un mes, no aguantaba. Lo que hacía entonces era salirme sin avisar, me escondía para que no me volvieran a ver. Pensaba que nunca me iba a casar, pero, cuando empecé con Amelicia, todo se sintonizaba, era bonito. Entonces, cuando terminé mi maestría, me casé, en 1989. En ese momento yo estaba participando ya de la ONIC. La ONIC comenzó a llevarme a distintos lugares. Estuve en Canadá mucho tiempo, porque queríamos conocer más de cerca todo el Movimiento Indígena en Canadá. También me mandaron a Alemania, para conocer los cooperantes. Eso hizo que también se acelerara el matrimonio. El abuelo me decía: “Usted está viajando mucho”, porque me demoraba meses. Entonces, antes de irme a Canadá me dijo que tenía que casarme. Ya habíamos cumplido el año y medio de plazo y nos casamos, pero por el viaje no pude terminar mi matrimonio. Por ese tiempo estábamos
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haciendo un video que se llamó “Los 500 años de resistencia y seguimos luchando”, y allí apareció ella como gran cosedora de molas. Las molas es el arte de la mujer gunadule y ella apareció en el video explicando todo este arte. Yo llevé el video al Canadá y allá le decía a mis compañeros, a los distintos pueblos que visité, que esa era mi compañera, “pero no he terminado el matrimonio, por ustedes, por estar acá”, y recibía regalos, en chaquiras… fue bonito. Esa es parte de mi historia, y ya luego llegaron los noventa.
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Esa década del noventa fue para mí una década fuerte, porque tuve que asumir responsabilidades, la de ser presidente de la Organización Indígena de Antioquia, OIA. Pero tampoco duré mucho ahí. En el 93 se hizo un congreso en Natagaima, en Tolima, y ahí me escogieron como presidente en la ONIC. Apenas llevaba 6 meses en la OIA, y les dije que cómo iba a dejar el puesto si apenas estaba empezando, pero los pueblos me insistieron, así que fui presidente de la ONIC desde el 93 hasta el 98. En esa época tuvimos que tomar muchas decisiones difíciles. Fue la época de la Hidroeléctrica Urrá del río Sinú, la época del petróleo en el territorio de los u’wa, las muertes, los asesinatos por parte de los
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paramilitares, la cuestión de la guerrilla, muchos desafíos. Entre el 91, que había sido la Constitución, y el 96, habíamos puesto muchas esperanzas en que el país iba a cambiar, porque en la Constitución se reconocían derechos muy importantes para los indígenas. Por ejemplo, en la educación. Había en el Ministerio de Educación una división de etnoeducación. Pensamos que esa división cambiaría las cosas, pero no pasó nada y, al contrario, la quitaron, y todas las personas que trabajaban ahí fueron despedidas. Se desdibujó la presencia indígena ahí, y por otro lado siguieron las matanzas, la violación de los derechos humanos, las amenazas. La ONIC estuvo amenazada por paramilitares, la oficina estuvo vigilada todo el tiempo, y allí Kimy Pernía Domicó se nos fue. Lo mataron los paramilitares. Fue una época muy difícil para nosotros, pero también pudimos hacer muchas cosas. Echamos a la OXY, a través de la lucha con los u’wa, y logramos hacer que los acuerdos de Urrá con los embera no fueran individuales, sino colectivos. También, estando yo en la ONIC, creamos la Consejo Mundial de los Pueblos Indígenas, CMPI, en Canadá. Creamos CISA, que es el Consejo Indígena
de Suramérica. La ONIC también ayudó a crear la COICA, que es la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica y que queda en Ecuador. Estuve trabajando en todos estos escenarios, y, a partir de la COICA, propuse que los compañeros amazónicos tuvieran su propia relación, su rol como amazónicos, así que de ahí creamos la OPIAC [Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana]. Yo estuve ahí, porque me tocó conseguir recursos para hacer ese congreso. Después de que terminé en la ONIC volví a Antioquia y allí me dijeron los compañeros: “Usted no cumplió como presidente de la OIA, estuvo solo 6 meses”. Les dije que no quería volver, que quería quedarme en la comunidad, me había casado ya, tenía dos hijos: Olowaili, que quiere decir madre de las estrellas, e Ikua Okinyappiler, que es Venus, el lucero del alba, el gran guerrero, que cuida la Madre Tierra, porque es su último hijo. Entonces, los compañeros líderes chamíes, dóbidas y zenúes fueron a la comunidad, dijeron que me necesitaban, y los abuelos terminaron cediendo: “Te toca ir a Medellín, para trabajar como presidente de la OIA”. En el 2000 se hizo el congreso y ahí me eligieron nuevamente, hasta el 2004.
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[La lucha en los noventa fue ardua. Uno de los mayores retos fue el que tuvo que asumir el Pueblo Embera Katío frente al megaproyecto Urrá I, una hidroeléctrica que alteró ferozmente el resguardo del Alto Sinú en Tierralta. Las obras iniciaron en el 93, sin Consulta Previa, o con consultas amañadas. A la par de las obras comenzó también la oposición de la comunidad. En el 95 se realizó el Do Wambura (adiós río), en el que se movilizaron cerca de 1000 personas, a través del Sinú, desde el resguardo hasta Lorica. En el 96 tomaron la Embajada de Suecia, y entre el 99 y el 2000 realizaron la gran marcha que se realizó desde el territorio hasta el Ministerio del Medio Ambiente en Bogotá. Para este año ya el proyecto había inundado 7400 hectáreas del resguardo, afectando la cultura y el equilibrio del territorio. Naturalmente, la empresa no era solo un proyecto de ingeniería, ni su único interés era producir energía: detrás de cada movimiento, de cada licencia tramposa, de los sobor220 nos a algunos sectores de la comunidad, estaba la clase dirigente cordobesa, con su insaciable deseo de ingestión y acaparamiento. Estaba también su brazo armado, el paramilitarismo, que arrasó con los líderes que enfrentaron la invasión y encabezaron las movilizaciones y las demandas legales: Alonso Domicó Jarupia, en el 98, Lucindo Domicó, en el 99, y Kimy Pernía, en el 2001. A Alonso y a Lucindo los sacaron de casa y los mataron frente a su comunidad y sus familiares. A Kimy lo desaparecieron. En 2007, Salvatore Mancuso reconoció que había sido asesinado por orden de Carlos Castaño y que sus restos, después de haber permanecido durante meses en una fosa común, habían sido arrojados al río Sinú. Frente a la dignidad y la demanda de equilibrio, la más atroz de las violencias. La represa Urrá integra en su infraestructura y su tecnología el peso del asesinato y el desplazamiento del Pueblo Embera Katío].
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Una época muy difícil, muy dura, donde el paramilitarismo estaba en su apogeo. Había enfrentamientos con la guerrilla, duro, duro, duro. Pero me salté una historia muy importante… Estando en la ONIC, cinco años después de la Constitución, las cosas continuaban igual: masacres, amenazas. En ese momento apareció un grupo de wayúus, a los que Asuntos Indígenas había engañado, y se tomaron las oficinas del Ministerio del Interior. Lo que yo hice fue ir y visitarlos, ver cómo estaban, qué querían, y en esa relación surgió una propuesta interna: que nosotros, para apoyar a los compañeros, también hiciéramos una toma. Comenzamos a mirar qué podíamos tomar, qué escenario, y dio la casualidad de que en ese tiempo estaban cambiando la presidencia del Episcopado. El presidente del Episcopado era el cardenal… es el último cardenal que está ahí, ya mayor… se me olvida… [Pedro Rubiano Sáenz], y el que estaba entrando como presidente era Alberto Giraldo. Nosotros sabíamos eso. Sabíamos que iba a haber una misa. Entonces dijimos: “Por qué no vamos allá y decimos que vamos a acompañar la misa”.
Lo hicimos así, pero lo que no recuerdo es exactamente cuántos llegamos. Creo que éramos unas 50 personas. Conseguimos buses, pedimos a las personas encargadas que nos dejaran pasar, nos abrieron la puerta, entramos y luego dijimos: “Nos quedamos acá”. Y claro, el presidente saliente no aceptó, iba a llamar al ejército para echarnos, pero intervino Alberto Giraldo y dijo: “Ahora yo soy el presidente, en mi gobierno no vamos a hacer eso, yo quiero escuchar a los Pueblos Indígenas, qué es lo que traen y nosotros seremos garantes”. Eso fue maravilloso. Además de Alberto Giraldo, estaba el padre Darío Echeverry, exclaretiano que había sido mi maestro. Para que vea cómo las cosas vuelven, éramos hermanitos. Entonces Alberto le dijo a Darío: “Usted va a ser el encargado de cuidar, de mirar este escenario”, así que él jugó un papel muy importante. Por otra parte, Darío Echeverry siempre ha sido el encargado de dialogar con las guerrillas, más que todo con los elenos. Entonces, este nos acogió. Comenzamos diciendo que necesitábamos hablar con el Gobierno.
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Ahora, cuando nosotros tomamos el Episcopado, los wayúu ya habían arreglado por su parte y se fueron. Entonces nos quedamos a ver qué podíamos negociar ahí. Nos reunimos rápidamente y ahí surgió lo de pedir tres mesas: de derechos humanos, de territorios y de concertación. “Pero no vamos a pedir −dijimos−, sino que vamos a hacer un decreto, uno o dos decretos, y hasta que el presidente no firme esos decretos, no salimos del Episcopado”. Eso fue lo que empezamos a trabajar. En el Gobierno estaba Serpa, el finado Horacio Serpa, y comenzamos la negociación. El hombre venía y conversábamos. 224
Pero eso que pasó no fue solo por la ONIC. En ese momento estaba la CIT [Confederación Indígena Tayrona]; de allí vino Leonor Zalabata. También estuvo la OPIAC. Estuvo AICO [Autoridades Indígenas de Colombia]. Y llamamos al abuelo Lorenzo Muelas, que viniera a sentarse a la mesa. Quisimos que estuvieran los que hicieron historia en la Constituyente: Peña Chepe, Lorenzo Muelas y Pacho Rojas. Por eso ellos quedaron en el decreto.
Ahora, mientras estuvimos ahí, hubo momentos muy difíciles. Parecía que no íbamos a conseguir nada, pero después se empezó a involucrar el Movimiento Indígena en el país. Comenzaron a aparecer pueblos que mandaron cartas, que habían tomado el puente tal, la gobernación tal, la alcaldía tal, y también las carreteras. Ese puente que hay entre Ecuador y Colombia, el Rumichaca, lo tomaron los pastos. Eso fue una ola. Duramos 45 días discutiendo con Horacio. Nos sentábamos, nos levantábamos, y dormíamos allí, porque yo no salí a ningún lado. Dormíamos en la casa del obispo; una casa grande con alfombras, ahí dormíamos: en las alfombras. Lo primero que negociamos fue la comida. Nunca nos faltó la comida. Y lo último que se hizo fue la toma de la Panamericana, en la María, con el CRIC. Allí, en ese momento, estaba mi hermano Jesús Piñacué como presidente. Y esa fue la única vez que salí del Episcopado, para ir a la carretera, a la negociación última y la firma de los decretos. Firmaron y se acabó la toma. Luego volví al Episcopado y, bueno, yo siento que la gente se portó bien con nosotros…
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Entonces, eso ocurrió, tomamos la chicha y celebramos con Horacio. Celebramos ahí en el Episcopado, con chicha y todo, y ahí abordo Alberto Giraldo, que en paz descanse, el hombre ya se nos fue. Eso es lo que quería contarles y que me parece importante. Ese momento fue crucial, porque cualquier consulta que se quiera hacer pasa a través de la mesa. Posiblemente no haya ocurrido siempre, porque muchas veces el Gobierno ha ido a hacer la concertación en las comunidades, pero eso no es ninguna concertación, sino que van a engañar, y todavía no está tan claro qué es esto de la Consulta Previa. Siempre ha habido problemas y todavía no se ha logrado definir cómo funciona ese mecanismo. Cada pueblo lo está haciendo a su manera, desde la fuerza. Nosotros, entre los dules, decimos que la negociación no es con nosotros, sino con la Madre Tierra. Primero hay que hacer ceremonias, hay que pedirle permiso, y
existen sitios sagrados, sitio del venado, sitio del jabalí, sitio de la serpiente; hay que pedir permiso a esa serpiente, a esos animales que están allí. Pues si tocamos esos sitios, imagínese lo que puede ocurrir con esos animales. Entonces, algunos pueblos han sido engañados, les ofrecen dinero y aceptan cualquier cosa. Ahora, este momento es muy oportuno para pensar cómo va a ser el mecanismo de la Consulta Previa a los pueblos. Debemos considerar el Convenio 169 de la OIT, pues es muy claro al respecto. Debemos sentarnos, escucharnos, dar confianza. Y debemos pensar en el planeta, en Colombia, en la diversidad que hay en nuestros territorios. Hoy hay múltiples megaproyectos que quieren explotar el territorio, y, en ese sentido, la Consulta Previa va a ser muy importante, y la Mesa Permanente de Concertación tendrá que mirar y evaluar esas propuestas. Y debemos pensar juntos el país, buscar los caminos…
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continunará
MESA PERMANENTE DE CONCERTACIÓN CON LOS PUEBLOS Y ORGANIZACIONES INDÍGENAS – MPC En el marco del Decreto 1397 de 1996: Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana – OPIAC Confederación Indígena Tayrona – CIT Invitadas permanentes: Autoridades Indígenas de Colombia – AICO Autoridades Tradicionales Indígenas de Colombia – Gobierno Mayor. Invitadas: Consejo Regional Indígena del Cauca - CRIC Movimiento de Autoridades Indígenas del Sur Occidente - AISO
Rufina Román Sánchez Francisco Rojas Birry Norey Maku Quigua Saraith Iguarán Aguilar Abadio Green Stocel
(Tejido por Rodrigo Estrada)