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Ruta: RodiBook 2023 |
Debido a las apocalípticas inclemencias climáticas, el recorrido offroad se convirtió en un reto mayúsculo que sacó a relucir las habilidades de todos los valientes inscritos en esta modalidad.
cias. Mi hora de salida estaba programada para las 7 de la mañana, te la asignan durante la verificación. Insisto, la organización fue impecable. Aún estaba oscuro y llovía; salí equipado con ropa impermeable y un cúmulo de nervios mezclados con emoción. El desafío de hacerlo solo se apoderaba de mí, pero, sobre todo, el pensamiento que me acompañó durante gran parte de la jornada. Fue: “¿Seré c apaz de completarlo?”.
La salida se realizó de manera puntual. Salían grupos de aproximadamente diez motos, que comenzaron su recorrido en la oscuridad de la mañana, enfrentándose a las primeras instrucciones del Roadbook. Desde el inicio, las curvas abundaban, lo que presagiaba un emocionante viaje. El primer puerto de montaña al que nos dirigimos fue “El Portillón”, en la frontera con nuestro país vecino, y el cual ya no abandonaríamos hasta el final de la jornada. A medida que el día avanzaba y se aclaraba, llegamos a Port de Balès.
A medida que avanzábamos kilómetro tras kilómetro, mis nervios se fueron disipando gradualmente. Cada vez pasaba más tiempo en solitario, y mis habilidades de orientación se volvían esenciales. En mi camino, encontré nombres como Col des Ares, Col de Larrieu, Col de Catchaudégué, Col de Latrape, que se sucedían entre valles espectaculares mientras cruzábamos hermosos y encantadores pueblos de piedra con balcones adornados de flores multicolores.
Hice mi primera parada en una pequeña cafetería para un rápido desayuno y aproveché para quitarme la ropa impermeable, ya que la lluvia había cesado hacía rato. Aunque la carretera se estaba secando, continué con extrema precaución. En cada punto de control, preguntaba sobre mi avance en el tiempo. Mi objetivo era completar la ruta, y la clave era minimizar las paradas innecesarias. Hasta llegar a Col d’Agnes (1571 m), el verde paisaje y el aroma de la hierba mojada hicieron que disfrutara de cada kilómetro y cada curva del trayecto. A estas alturas, me había despistado un par de veces en la navegación, pero corregí mi rumbo volviendo a la casilla anterior y retomando el camino. En estos momentos, el aspecto más divertido de estas pruebas se manifestaba: cruzarse con otros participantes y preguntarse mutuamente: “¿Van bien o estoy yendo en dirección contraria?”
Hice una breve parada para disfrutar del magnífico pícnic junto a un río de aguas cristalinas. En mi opinión, esta opción es mucho me- jor que buscar un lugar para comer, ya que te detienes en un lugar que te gusta y ahorras tiempo. Resultaba difícil encontrar lugares para comer en los pequeños pueblos que íbamos atravesando.
Perdí la cuenta de los puertos de montaña que ascendí, pero llegué a uno de los tramos que posteriormente se convertiría en uno de mis favoritos y me dejaría boquiabierto. Desde un estrecho paso en el desfiladero de Col du Pradel, atravesamos el impresionante bosque “Forêt Domaniale de la Fajolle” hasta llegar a Col de Pailhères (2001 m), que sería el segundo puerto que subiría ese día. A estas alturas, casi iba solo y, a veces, dudaba de si estaba en el camino correcto, pero el Roadbook estaba perfectamente detallado; los kilómetros y las indicaciones coincidían a la perfección. Disfrutaba de cada avance sin preocuparme por cuánto había recorrido ni lo que quedaba por delante. El cansancio se acumulaba, y pensamientos como “Uf, esto no lo termino yo” estaban mi mente. Sin embargo, como decimos en mi tierra: “No ni ná”, apreté el puño y seguí adelante.
A las siete de la tarde, más o menos, una viñeta indicaba: “¡Quedan 200 km!”. ¡Madre mía! Después de 12 horas en la moto, mis ánimos estaban por los suelos. Además, la última hora
Los tramos asfálticos durante la RodiBook Offroad, aproximadamente un 30% del total, sirvieron para que los “roadbookeros” pudieran descansar de la tensión que supone el offroad para el piloto. Sin embargo, los participantes de la Onroad Pro, como Seba Amaro, acabaron hartos de asfalto tras los casi 750 km de recorrido… había sido dura, con una carretera extremadamente sinuosa, donde apenas podía usar la segunda o la primera marcha. Pensé: “¡Ánimo, tú puedes!”. Los siguientes cien kilómetros resultaron ser los más agotadores, especialmente cuando no tienes ni idea de dónde te encuentras y ves señales que indican Perpiñán, sabiendo que eso estaba muy lejos de Vielha.
Mis ánimos aumentaron cuando pasé por Puigcerdà. Me inundó una alegría abrumadora. Conocía esta zona, y sabía que desde aquí hasta el final, tenía por delante una carretera buena, rápida y preciosa: la N260, que ya había recorrido el día anterior. Después de pasar el Puerto del Cantó, se hizo de noche y la lluvia comenzó a caer. Pero nada podía detenerme en ese momento, ni la ropa impermeable ni el abrigo. Con precaución, ascendí a la última y más alta cota, el Port de la Bonaigua, pensando: “¡Vamos, esto está hecho!”. A partir de ahí, el descenso hasta Vielha fue un paseo. Aunque era tarde, estaba empapado por la lluvia y exhausto después de tantas horas de curvas, mi ánimo estaba por las nubes por haberlo logrado.
Recuerdo entrar en Vielha despacio, de pie sobre las estriberas, cantando mi canción favorita y con una emoción indescriptible. Eran las diez y diez de la noche, y había recorrido 718 kilómetros, y algunos más, de un recorrido es pectacular. Después de llegar, compartí una cena en la carpa con mi gente de MotoTaller para compartir anécdotas y sensaciones. Esta ba lleno de entusiasmo, ya planeando la ruta del próximo año. Tras una larga charla, mi cuerpo ya no podía más, así que puse rumbo a la última casilla: “la cama”. Al día siguiente, me esperaba el viaje de regreso. ¡Gracias, Rodi!»
Un gran desafío
Sin lugar a dudas, la RodiBook, un evento organizado de manera impecable por la empresa Rodi Motor Services, se erige como una ruta que desafía los límites de cualquier motociclista intrépido. Además, los participantes no conocen la ruta hasta el día previo. En esta última edición, la madre naturaleza también decidió poner a prueba a los valientes participantes, ya que la lluvia y el barro se sumaron a los obstáculos de esta aventura sobre dos ruedas. No sorprende entonces que algunos veteranos de ediciones previas la hayan calificado como una de las más complicadas y desafiantes que hayan experimentado.
A lo largo de toda la travesía, nuestros protagonistas han tenido que enfrentarse a una serie de retos. Curvas de todo tipo, terrenos resbaladizos y obstáculos que se han intercalado en su camino, exigiendo un nivel excepcional de destreza y habilidad en el manejo de sus motocicletas. C abe destacar que la Off Road, de 400 km de distancia, que atravesaba mágicas comarcas Oscences del Sobrarbe y Ribagorza, fue la ruta más exigente y dura de todas las celebradas hasta el momento. De hecho, la organización puso a disposición de los motoristas un equipo de rescate. Se logró recuperar más de 30 motocicletas que quedaron atrapadas en el barro. La dificultad fue tal que sólo siete participantes consiguieron completarla en su totalidad. La RodiBook pone a prueba las capacidades de quienes se atreven a aceptar el desafío, y aquellos que la han completado saben que pueden sentirse extremadamente orgullosos de este logro.
Cuando uno se inscribe sabe que es un evento para disfrutar, no es ninguna carrera. Y en ella, debe predominar la concentración para