De Vistillas a Calle de Toledo

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DE VISTILLAS A CALLE DE TOLEDO

Margarita Sim贸


Presentación Una ruta para adentrarse en parte de lo que fue el Madrid medieval. Entre los siglos IX y XI el barrio cristiano se encontraba junto a la calle de Segovia, aunque después de la conquista de Madrid este lugar vino a ser habitado por los musulmanes, lo que dio lugar a la llamada morería. La calle y plaza de la Morería dan testimonio de aquellos acontecimientos. El Madrid del siglo XII seguía siendo una ciudad fortaleza de pequeñas dimensiones (33 hectáreas), y estaba resguardada por fuertes murallas, torres y coso. Apenas se conservan restos arqueológicos de esta época, pero por suerte esta parte de la ciudad ha mantenido la morfología urbana medieval: las manzanas de casas, las calles, las pendientes y las plazas como la Puerta de Moros y la de la Paja, esta última utilizada en la época como lugar de mercado. De entre todas las calles de origen medieval, las Cavas Baja y Alta se ciñen perfectamente al trazado que seguía el coso de la muralla del siglo XII. Quizá sea esta la razón por la que las cavas se han convertido en uno de los lugares más típicos y frecuentados de la ciudad. Y es que tampoco faltan bares, restaurantes y comercios que contribuyen a mantener su aspecto añejo y tradicional. El viaducto de la calle de Bailén, que salva la escarpada vaguada de la calle de Segovia, se antoja como un lugar privilegiado para contemplar una hermosa vista de esta parte de la ciudad y de los hermosos jardines de las Vistillas. De tapas por Madrid ¡Al fondo hay sitio! Irse de cañas y tapas por Madrid se ha convertido en uno de los grandes atractivos de la capital. Madrid es famoso no sólo por sus museos, monumentos, fiestas populares y noches de ocio, sino también por su gastronomía y por la tradicional costumbre de ir de tapas. Bares, restaurantes, tabernas, tascas, y bodegas cuidan al máximo y al detalle estas pequeñas raciones de comida, que, acompañadas, por una cerveza, un vermú o un vinito sirven además para quedar con la familia y los amigos, pasear por la ciudad y conocer sitios nuevos. El tapeo es una costumbre popular de finales del siglo XIX en Andalucía. Su nombre procede de tapar los chatos de vino con una loncha de embutido o de queso en las tabernas y tascas del sur de España. Como ocurre con casi todo, la tapa ha ido evolucionando con el tiempo, y ha pasado de ser lonchas de jamón y queso, a aperitivos salados, para convertirse finalmente en comida de elaborada preparación y con ingredientes de calidad. Para irse de tapas por Madrid es además conveniente seguir una serie de pautas o consejos; trazar una ruta de bares en una zona determinada, no ser más de seis personas y no consumir muchas tapas en el mismo bar para probar y conocer otros sitios. Madrid ofrece la oportunidad de tapear prácticamente por toda la ciudad, aunque es típico ir por zonas de Bilbao, Chueca, Huertas, Lavapiés, Malasaña, Moncloa, Atocha, Vistillas, Latina, Plaza Mayor, Cuatro Caminos y Puerta del Sol. De la calle de Toledo (conserva este nombre desde el siglo XVI, cuando era la verdadera calle central del antiguo Madrid) dijo Galdós que “toda era roja, no precisamente por el Matadero ni por la sangre revolucionaria, sino por la pintura exterior de las ochenta tabernas que existen desde la Plaza de la Cebada hasta la Puerta de Toledo” Tapear por la zona de las Vistillas, la Cava Alta, la Plaza del Humilladero, la calle del Almendro o la Plaza de San Andrés es una excelente forma de comer y beber en algunos de los marcos


históricos y monumentales más importantes de la capital. Un lujo a disposición, no sólo de los turistas, sino de todos los madrileños que quieren disfrutar de la ciudad en su tiempo libre. Una de las tabernas veteranas en el barrio de los Austrias es el Almendro 13, una cueva decorada con frescos estilo años veinte en tonos verdes, y en la que la manzanilla, los finos y las roscas de pan rellenas de jamón, lomo chorizo, carne, morcilla o sobreasada hacen las delicias de quines lo visitan. Los caracoles –en la calle de Toledo- hace honor al plato típico de la casa, y ofrece a todo aquel que se acerque unos de los caracoles más buenos de Madrid. En Bailén, El anciano rey de los vinos, una taberna que conserva los azulejos de cuando empezó (data del año 1907), permite degustar pestiños, torrijas y valdepeñas en frasca mientras se contempla unas fantásticas vistas de la Catedral de la Almudena y el Palacio Real. Conscientes del surgimiento de esta costumbre en los últimos años, algunos de los bares con más solera y tradición de Madrid se han rediseñado respetando algunos de sus elementos originales para satisfacer a un público cada vez más exigente. Azulejos, murales, piedras, puertas, muebles antiguos de finales del siglo XIX se han restaurado para respetar y conservar el ambiente de entonces. Pero si la decoración del local es importante, lo son mucho más sus aperitivos, sus tapas y sus pinchos. A los platos de siempre –croquetas, tortilla de patata, mollejas, morcilla¡, entresijos, huevos rotos, patatas bravas o boquerones en vinagre- se han unido otros muchos más elaborados, como canapés de salmón o solomillo en salsa de pimienta, revuelto de setas con langostinos y jamón, pastel de cebolla al queso parmesano o pastel de trigueros y carne picada. La cocina tradicional es la base de una gastronomía de diseño, elaborada por unos cocineros que buscan innovar y crear nuevas tapas con diferente sabores e ingredientes. Tapear por Madrid permite además degustar diferentes platos en un solo día, de forma rápida y económica. La capital es además una de las pocas ciudades de España que ofrece pinchos o tapas de forma gratuita al pedir una bebida, una buena estrategia para despertar la sed y el apetito de los clientes que ven con muy buenos ojos el convite. En realidad, el tapeo es una forma rápida de comer a través del picoteo, aunque tiene grandes diferencias con la llamada “comida rápida”, a base de pizzas o hamburguesas. Gastronomía diversión y turismo son tres de los motivos más que suficientes para salir por la ciudad y descubrir sitios nuevos en los que tapear.

Los monumentos Viaducto El viaducto de la calle de Bailén -que cruza sobre la calle de Segovia- es un magnífico ejemplo de obra racionalista. Fue levantado según el proyecto de los arquitectos Francisco Javier Ferrero, José Juan Aracil y Luis Aldaz, que fueron los ganadores del concurso convocado por el Ayuntamiento en 1932. Aunque la nueva construcción comenzó en el año mencionado, no se pudo terminar hasta 1942 como consecuencia de la guerra civil. El puente, construido en hormigón armado, tiene 200 metros de largo por 20 de ancho y está formado por tres grandes arcos de los que el central, de 25 metros de altura, se apoya en ocho grandes pilares situados a ambos lados de la calle de Segovia. En el proyecto inicial se preveía la instalación de ascensores en varios pilares, aunque esta idea no se llevó finalmente a cabo. El viaducto cuenta con un alumbrado ornamental de 21.600 vatios. El actual viaducto sustituyó a otro que se construyó en 1874, según un proyecto de Eugenio Barón, en estructura metálica, lo que demuestra la preocupación urbanística en la historia de


Madrid por unir la zona del Palacio Real con las Vistillas, salvando la gran vaguada de la calle de Segovia.

Dirección: Bailén, 6

Jardines de las Vistillas Estos jardines se encuentran en lo alto y en la ladera sur de la vaguada de la calle de Segovia. Su altura es lo que ha determinado su nombre, pues bien es verdad que desde lo alto de estos jardines se recrean unas vistas de la ciudad de singular belleza. También, hubo un tiempo que se conocieron como las Vistillas de San Francisco, por la proximidad a la Basílica de San Francisco el Grande. Es uno de los lugares más conocidos por los madrileños y durante la primavera y el verano es muy frecuentado, especialmente las terrazas que dan a la vaguada de la calle de Segovia. Dirección: Entre las calles de Bailén, Segovia, Morería y San Buenaventura.

Seminario Conciliar de Madrid Estos jardines se encuentran en lo alto y en la ladera sur de la vaguada de la calle de Segovia. Su altura es lo que ha determinado su nombre, pues bien es verdad que desde lo alto de estos jardines se recrean unas vistas de la ciudad de singular belleza. También, hubo un tiempo que se conocieron como las Vistillas de San Francisco, por la proximidad a la Basílica de San Francisco el Grande. Es uno de los lugares más conocidos por los madrileños y durante la primavera y el verano es muy frecuentado, especialmente las terrazas que dan a la vaguada de la calle de Segovia.

Dirección: Entre las calles de Bailén, Segovia, Morería y San Buenaventura.


Capilla del Santo Cristo de los Dolores La Capilla del Cristo de los Dolores, en la calle de San Buenaventura, es una pequeña construcción religiosa que apenas llama la atención desde el exterior, pues visualmente parece prácticamente fusionada con la iglesia de San Francisco el Grande. Los hermanos de la Venerable Orden Tercera -que era la rama seglar de los franciscanos y gozó de gran popularidad en el siglo XVII-, encargaron su construcción a Francisco Bautista, que con la ayuda de algunos colaboradores, concluyó la obra en 1668. La capilla es una verdadera joya del barroco madrileño y está declarada Monumento Nacional. En el exterior destaca tan sólo la cúpula, con las ventanas abuhardilladas que se abren en los ocho faldones del chapitel de pizarra. El interior presenta planta rectangular y nave con forma de cañón, crucero con cúpula y presbiterio; precisamente en el presbiterio se encuentra el fabuloso baldaquino de madera, mármol y jaspes que proyectó el mismo Bautista y que ejecutó Juan Ursularre en 1664. Dentro de este exquisito altar cubierto, se halla la escultura del Cristo de los Dolores, de fecha y autor desconocidos, que da nombre a la capilla. El fresco que decora la bóveda de la sacristía fue pintado a comienzos del siglo XVIII por Teodoro Ardemans. Dirección: San Buenaventura, 1. Basílica de San Francisco el Grande Se trata de la iglesia del antiguo convento de Jesús y María, más conocido con el nombre de San Francisco el Grande. Según la tradición, el convento -de religiosos franciscanos observantes- fue fundado por el propio San Francisco de Asís en el año 1217 sobre una ermita anterior dedicada a Santa María. Tras el establecimiento de la Corte en 1561, San Francisco el Grande se convirtió en uno de los edificios religiosos más importantes del Madrid del Antiguo Régimen; en él se situó la sede de la Obra Pía de Jerusalén, y además estuvo estrechamente vinculado a la Casa Real, ya que en él solían celebrarse numerosas ceremonias reales. En 1808, durante la Guerra de Independencia, parte de las tropas de Murat se acuartelaron en el convento y desalojando a los frailes. En un primer momento, José I pensó en destinar el edificio a Salón de Cortes, aunque al final, por Decreto de 3 de marzo de 1812 acabó convirtiéndose en hospital. Tras la guerra los franciscanos retornaron al convento y residieron en él hasta la desamortización de Mendizábal en 1836, año en que fueron expulsados y su iglesia cerrada al culto. En este contexto, el edificio pasó a manos del Patrimonio Real y en 1837 se intentó convertir en Panteón Nacional. Al año siguiente se destino a cuartel de infantería y su iglesia se volvió a abrir al culto, en donde siguió estando la Junta Protectora de la Obra Pía de Jerusalén, que pasó a depender del Estado. En 1869, el Gobierno Provisional volvió a retomar la idea de convertir el templo en un Panteón Nacional y a él se trasladaron los restos de insignes personajes de la historia de España como los de Alonso de Ercilla, Garcilaso de la Vega, el Gran Capitán, Quevedo, Ventura Rodríguez, o los del Almirante Gravina entre otros. No obstante, en 1874 se abandonó la idea del panteón, y poco a poco los restos fueron volviendo a sus antiguos emplazamientos.


La Iglesia continuó perteneciendo al Patrimonio Real hasta 1926, año en que Alfonso XIII la devolvió a los franciscanos. Tras una nueva consagración el 8 de noviembre de 1962 el templo cambió la advocación a Nuestra Señora de los Ángeles, convirtiéndose en Basílica menor. En cuanto al edificio, a lo largo de su historia ha sufrido numerosas restauraciones y modificaciones. En 1760 los frailes decidieron agrandar el templo, por lo que se procedió al derribo del anterior. El proyecto de la nueva iglesia fue encargado a Ventura Rodríguez en 1761, auque fue desechado al decidirse los frailes por otro de Fray Francisco Cabezas y redactado por José de Hermosilla. El nuevo proyecto consistía en la construcción de un gran templo circular rodeado de siete capillas y cubierto por una gran cúpula de 33 metros de diámetro. A Cabezas, le siguieron en la dirección de la obra Antonio Plo y Francisco Sabatini en 1776, quien culminó la realización del proyecto. En 1878, a expensas de Cánovas del Castillo, el templo fue objeto de una profunda renovación volviéndose a abrir al público el 24 de enero de 1889. Destaca la rotonda, circundada por las estatuas marmóreas de los doce Apóstoles, debidas a los escultores Martín, Vallmitjana, Samsó, Bellver, Suñol, Gandarias, Benlliure y Moltó. Pero la principal aportación artística de la reforma fueron las pinturas realizadas por los más insignes artistas españoles de la época como Casto Plasencia, Casado del Alisal, Martínez Cubells, Domínguez, Bayeu, Jover y Ferrant. Además, el templo fue enriquecido con suntuosas sillerías procedentes de conventos desamortizados; destaca la magnífica sillería coral procedente del antiguo convento de Santa María del Parral de Segovia (situada en la capilla mayor), así como la sillería de la Sala Capitular del Monasterio del Paular. Posteriormente, el templo ha vuelto a ser restaurado en varias ocasiones permaneciendo cerrado durante varias décadas. Actualmente San Francisco está abierto al público desde noviembre de 2001, fecha en que se acabó la última restauración. Dirección: Plaza de San Francisco, 11.

Laboratorio Municipal Con motivo de la puesta en marcha en 1861 del plan general de reforma interior que iba a suponer la apertura de la calle de Bailén y la construcción de un primer viaducto, obra del arquitecto Eugenio Barrón (1872), el ayuntamiento tuvo que expropiar muchas de las casas por donde habría de ir el nuevo eje urbano. Un edificio de viviendas que ocupaba una manzana entera entre las calles de Yeseros, Redondilla y Don Pedro, antigua propiedad del duque del Infantado, se vio afectado por el proyecto, puesto que el trazado de la nueva calle lo partiría prácticamente por la mitad y donde antes había una manzana se crearían dos, después de la conclusión de las obras en 1883. De estas dos manzanas la que quedaba a la izquierda de la nueva calle de Bailén, según se mira hacia el norte, se utilizó para construir un nuevo grupo escolar y, la de la derecha, fue utilizada por el ayuntamiento para instalar el nuevo laboratorio municipal. La Oficina Técnica Municipal se hizo cargó de gestionar la construcción del nuevo laboratorio y el arquitecto José Urioste y Velada de la realización del proyecto de obras. El nuevo edificio, construido entre 1901 y 1902, se adaptaba a la planta triangular de la manzana, estaba organizado en torno a un patio central y contaba con sótano y dos plantas, baja y principal. La fachada siguió el modelo clásico en su ejecución y en la disposición simétrica de los huecos.


En 1930 el ayuntamiento decidió ampliar el laboratorio y encargó a la Oficina Técnica Municipal la construcción de una tercera planta, ajustándose a las trazas arquitectónicas del proyecto original. Y es que en este laboratorio, cada vez con más competencias, se analizaban los productos alimenticios, la carne y todo género de comestibles para el consumo, la calidad de las aguas y, entre otros aspectos, colaboraba en los programas de vacunación. Dirección: Calle de Bailén, 41, c/v Calle de Don Pedro 16, c/v Calle de la Redondilla, 14.

Casa de corredor del Duque del Infantado, Pastrana, y Lerma Fue construida en 1711 por el arquitecto Teodoro Ardemans por encargó del duque y vino a sumarse a otras casas, inmuebles y palacio que ya poseía su linaje desde el siglo XVII en las proximidades de la parroquia de San Andrés. El inmueble corresponde al tipo de arquitectura residencial madrileña de principios del siglo XVIII y viene a coincidir con la unión en la persona del duque, bien por herencia o bien por políticas matrimoniales, de las tres grandes casas ducales del Infantado, de Pastrana y de Lerma, lo que iba a suponer concentrar bajo el poder de una misma casa nobiliaria nada menos que 700 villas y aldeas y 80.000 vasallos, aglutinados en 33 estados dispersos por toda España. Esta casa de corredor con planta en forma de C fue edificada con muros de ladrillo sobre zócalo de cantería y tenía originariamente dos alturas, planta baja y principal, separadas en la fachada por una imposta de ladrillo a sardinel. Con posterioridad el inmueble ha sido objeto de múltiples transformaciones, realizándose el cerramiento de uno de los portones de ingreso y ganando altura con la construcción de un piso nuevo sobre los existentes. Dirección: Calle de la Redondilla, 13, c/v Calle de los Mancebos, 9. Colegio San Ildefonso Este colegio ubicado primitivamente en el número 3 de la Carrera de San Francisco es el más antiguo de Madrid, fue también conocido como Colegio de Niños de la Doctrina y popularmente llamado de los Doctrinos. No se sabe la fecha exacta de su fundación, aunque gran parte de los cronistas y estudiosos de estos temas se han atrevido a datarlo en el último tercio del siglo XV, coincidiendo con el reinado de los Reyes Católicos, y posiblemente influenciados por la cronología que recogen los Anales de Madrid de Antonio León Pinelo, que va desde los años 447 a 1658. Sea cual fuere la fecha de su fundación, lo cierto es que hasta el siglo XIX este establecimiento contaba con cuarenta plazas para educar exclusivamente a niños naturales de Madrid, de legítimo matrimonio, que fueran huérfanos por lo menos de padre, con el fin de enseñarles a leer, escribir y contar, para luego facilitarles un oficio. De sus funciones administrativas, necesidades pecuniarias y la elección y control de su personal se encargaba el Ayuntamiento de Madrid por medio de un patronato. Para contribuir a la manutención del colegio, los niños eran contratados para cantar en los entierros, en las procesiones y otras ceremonias religiosas.


A finales del siglo XVIII también se empezó a contratar a los niños para que cantaran los números del sorteo de la lotería, tradición que aún sigue presente en nuestros días y ha convertido el colegio en una institución muy popular. En enero de 1848 se redefinieron sus estatutos, fue declarado establecimiento municipal de primera enseñanza y continuó bajo tutela municipal con prácticamente las mismas condiciones: los niños huérfanos ingresaban en el centro entre los 7 y 9 años de edad, aprendían los conocimientos elementales, algunas nociones de gramática, aritmética, geometría y dibujo, y acabada su formación, cuando cumplían los 15 años de edad, se les facilitaba el desempeño de un oficio y se reservaba para los más meritorios la provisión de algunos puestos en la administración municipal. En 1884 el colegio fue trasladado a la calle Alfonso VI a unas casas que habían sido del Marqués de Benalúa, pues su antigua ubicación de había quedado pequeña al ir creciendo el número de niños que dependían de esta institución. Así, en 1911 sostenía a 90 huérfanos varones y en las áreas de aprendizaje se habían incluido la música, la taquigrafía y la gimnasia, costando la manutención del centro 85.000 pesetas anuales que pagaba el ayuntamiento. Dirección: Calle de Alfonso VI, 1.

Círculo de Obreros Católicos El edificio que cierra visualmente la plaza de la Paja, haciendo ángulo con la antigua Capilla del Obispo, fue construido en 1921 por Emilio Antón, sobre el solar del antiguo palacio de los Vargas. La construcción de este palacio, derruido a principios del siglo XX, se databa de finales de la Edad Media, pero la historia de la poderosa familia Vargas es aún más antigua, pues a ella pertenecía Iván de Vargas, a cuyo servicio trabajó San Isidro. La edificación actual fue inicialmente la sede del Círculo de Obreros Católicos, y es en la actualidad un bullicioso colegio de enseñanza adaptado a las necesidades de un centro docente. El exterior conserva su empaque arquitectónico ya que, para asimilarse del modo más armonioso al entorno de la plaza, el edificio reproduce las características de la fachada de la contigua Capilla del Obispo, con sus sillares de granito y la galería superior de arcos rebajados. Dirección: Plaza de la Paja, 4. Capilla del Obispo La Capilla del Obispo, en la plaza de la Paja, está declarada Monumento Nacional desde 1931 y constituye la muestra más importante del Renacimiento madrileño por su extraordinaria riqueza artística. Levantada junto a la desaparecida iglesia medieval de San Andrés, la capilla se construyó entre 1518 y 1535 como recinto funerario para albergar los restos de San Isidro, sin canonizar todavía. Cuando las reliquias del santo fueron trasladadas a otro emplazamiento, el lugar se convirtió en el panteón de los Vargas y la capilla debe su nombre a que en ella permanece enterrado el obispo Carvajal, miembro de la poderosa familia. Con una nave central nervada, en tres tramos, y bóveda estrellada, la estructura de la capilla marca la transición del gótico al Renacimiento, pero algunos de sus elementos, como la puerta y el retablo, son ya obras maestras del estilo renacentista. La puerta de acceso a la capilla, desde


un pequeño claustro, consta de dos batientes ilustrados con pasajes bíblicos y es uno de los más logrados ejemplos de talla renacentista en madera. El retablo -obra de Francisco Giralte, discípulo de Berruguete-, ofrece también un valor excepcional; presenta tres cuerpos y tres calles en los que se recrean escenas del Nacimiento y Pasión de Jesús, entre figuras de santos y apóstoles. Los sepulcros son asimismo obra de Giralte. La última restauración de la capilla fue realizada en 1980. Dirección: Plaza de la Paja, 9.

Iglesia Parroquial de San Andrés Dedicada a San Andrés Apóstol, se trata de una de las iglesias más antiguas de Madrid. El primer dato documental que tenemos sobre su existencia es su aparición en el Fuero de 1202 como una de las parroquias de la ciudad, aunque no obstante, y según la tradición, ya existía desde la época de San Isidro, que fue feligrés de esta parroquia siendo enterrado en ella hacia el año 1130. Incluso también se cree que pudo estar situada sobre lo que fue una primitiva iglesia cristiana del Madrid islámico, ya que la jurisdicción de San Andrés se extendía por lo que fue el antiguo barrio mudéjar, posterior morería. A finales del siglo XV, sirvió de Capilla Real a los Reyes Católicos cuando residían en las casas de Don Pedro Laso de la Vega, desde donde se dio paso a la iglesia mediante la construcción de un pasadizo que daba acceso a la tribuna real. En 1656 se arruinó la capilla mayor, lo que motivó que al año siguiente se iniciara la construcción de un templo nuevo –con una orientación distinta respecto al primitivo-, así como la de la capilla de San Isidro Labrador, que se acabó uniendo al conjunto y cuyas obras finalizaron en 1699. Saqueada y parcialmente destruida durante la Guerra Civil, fue restaurada posteriormente con algunas modificaciones respecto al edificio original, así, la parroquia se reconstruyó sobre el espacio de la antecapilla de San Isidro, mientras que sobre lo que había sido la iglesia del siglo XVII, se construyó la nueva casa rectoral. Dirección: Plaza de San Andrés, 1.

Capilla de San Isidro La historia de la Capilla de San Isidro -en la Costanilla de San Andrés-, arranca del momento en que concluye el proceso de canonización de San Isidro, en 1622, y el consejo de la Villa decide construir una capilla monumental digna de albergar sus restos. Tras varios proyectos irrealizados o interrumpidos, fue José de Villarreal quien dirigió las obras entre 1657 y 1666. La capilla, que se dispuso en perpendicular a la antigua parroquia medieval de San Andrés, combina en el exterior el ladrillo con el granito de portadas y pilastras. El interior se


distribuye en dos piezas cuadradas, la segunda de las cuales está cubierta por una magnífica cúpula con linterna. El 15 de mayo de 1669 el féretro de San Isidro fue trasladado al nuevo recinto funerario, profusamente ornamentado con estucos, maderas y dorados. A pesar de la suntuosa decoración barroca de la capilla, sin embargo, el patrono de Madrid abandonó el lugar justo un siglo después, para alojarse ya definitivamente en la colegiata de San Isidro. En 1936 un incendio devastó la vieja parroquia de San Andrés, de la que tan sólo se salvó la mínima porción que hoy se conserva unida a la Capilla de San Isidro, dando lugar a un templo que mantiene la original advocación a San Andrés. La Capilla del Obispo, también anexa a la iglesia medieval, no resultó afectada por el fuego, pero la de San Isidro quedó maltrecha y se perdieron todos sus interiores, felizmente recuperados en la actualidad gracias a una meticulosa labor de reconstrucción dirigida por el arquitecto Javier Vellés. Dirección: Costanilla de San Andres, s/n

Palacio de la Duquesa del Infantado Esta casa palacio en la actualidad propiedad de la Universidad San Pablo CEU, estuvo hasta hace pocos años habitada por los duques del Infantado. Se cree que el edificio fue construido en el siglo XVIII sobre un solar que había pertenecido al Convento de religiosas de Santa Ana y al Doctor Baltasar de Lorenzana, y por el momento se desconoce su autor. Presenta una composición arquitectónica sencilla y equilibrada compuesta por sótano, dos plantas y tres fachadas, realizadas conforme a los gustos clásicos de la época. De su interior destaca un portalón renacentista que perteneció en su día al Castillo de Calahorra de Granada. Dirección: Calle de Don Pedro, 1, c/v Plaza de los Carros, 6, c/v Carrera de San Francisco, 2.

Museo de San Isidro Situado a los pies de la parroquia de San Andrés, la historia de este edificio está ligada a la vida del patrón de Madrid, ya que en un palacio anterior situado en el mismo solar vivió en el siglo XI Iván de Vargas, en tiempo en que le servía para la labranza San Isidro Labrador. El edificio actual fue construido durante la primera mitad del siglo XVI por la familia de los Lujanes. Tras establecerse la Corte en Madrid en 1561, el edificio pasó a albergar el Tribunal de la Nunciatura hasta que en 1681 pasó a su nuevo emplazamiento en la calle del Nuncio. Ese mismo año el edificio fue adquirido por los Condes de Paredes y los descendientes de su casa lo estuvieron habitando hasta mediados del siglo XIX. En el patio de esta casa se encuentra el pozo milagroso en el que, según la tradición, San Isidro salvó a su hijo de morir ahogado al hacer subir las aguas hasta el brocal. Se cuenta que cerca del pozo se encontraban los aposentos de San Isidro y su mujer Santa María de la Cabeza, por lo que en 1663 se decidió establecer en esta estancia una capilla dedicada a los santos. En 1789 se decoró la capilla con pinturas al temple de Zacarías González Velázquez.


En 1974 el palacio se encontraba abandonado y presentaba síntomas de un acusado deterioro, por lo que fue aconsejable demoler algunas de sus dependencias. En 1989 el Ayuntamiento de Madrid convocó un concurso para transformar el edificio en Museo. El proyecto ganador fue realizado por Valentín Quintás, y en el se incluían la rehabilitación de las partes antiguas, la restauración de las pinturas y esculturas de la capilla, y la ampliación de nuevos espacios para instalar el Museo de San Isidro, función que actualmente desempeña. Entre sus colecciones hay una selección de piezas arqueológicas que van desde la primera presencia humana en el valle del Manzanares -atestiguada desde el paleolítico inferior-, hasta que la ciudad se convirtió en sede de la Corte en 1561. El centro dispone de una biblioteca especializada en arqueología e historia madrileña con más de 10.000 volúmenes y además se realizan exposiciones periódicas, conferencias y publicaciones con la finalidad de divulgar el pasado histórico de nuestra ciudad. Dirección: Plaza de San Andrés, 2.

Iglesia de San Pedro el Viejo Sin noticias sobre su fundación exacta, se trata de una de las iglesias más antiguas de Madrid puesto que ya aparece citada en el Fuero de 1202. En un principio, estuvo ubicada cerca de la fuente de Puerta Cerrada, trasladándose a su emplazamiento actual de la calle del Nuncio en tiempos de Alfonso XI, tras la toma de Algeciras a los musulmanes en 1345. Conocida durante el Antiguo Régimen como San Pedro el Real, en el arreglo de 1891 perdió su rango parroquial en favor de la iglesia de la Paloma, convirtiéndose en anejo de la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo. A partir de ese momento, la Paloma adoptó el nombre de San Pedro el Real, con lo que esta centenaria iglesia empezó a ser conocida como San Pedro el Viejo, nombre con el que en la actualidad se la continúa conociendo. En cuanto al edificio actual, podemos decir que ha sido el resultado de diversas reformas y añadidos que se han ido sucediendo a lo largo de su historia. Probablemente, la parte más antigua sea la torre mudéjar que podría datar de mediados del siglo XIV. Construida toda ella en ladrillo, su decoración es sencilla, destacando los arcos de herradura de las ventanas. Al lado de la torre, nos encontramos con una portada renacentista que Tormo fecha hacia 1525. En el interior, destacaremos en primer lugar la cabecera nervada de la nave de la epístola, que podría ser del siglo XV. En cuanto a la cabecera principal y las tres naves, datan de la primera mitad del siglo XVII, periodo en el que el templo fue reformado a iniciativa del arzobispo de Brindisi, don Lorenzo Reinoso. En la cabecera de la nave izquierda se encuentra una capilla fundada por Francisco Luján en el siglo XVI, y en donde estuvo el sepulcro de su hermano Fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo, y que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Dirección: Calle del Nuncio, 14.


Palacio del Príncipe de Anglona Esta típica residencia nobiliaria que perteneció a los herederos de Álvaro de Benavides fue construida en el siglo XVII con la sobriedad exterior que caracteriza las edificaciones castellanas y con un jardín lateral que todavía se conserva. En el siglo XVIII fue habitada por ilustres cortesanos como el Conde de Benavente y don Pedro de Alcántara Téllez Girón y Pimentel, marqués de Javalquinto y príncipe de Anglona, siendo por este título principesco por el que generalmente se conoce el palacio. Tras largos años desahitado y abandonado estuvo a punto de ser derribado, de no ser por unos promotores que lo adquirieron en 1987 y lo rehabilitaron. En la actualidad este ilustre caserón es un conocido restaurante de Madrid. Dirección: Calle de Segovia, 13.

Palacio de la Nunciatura Ocupa el solar de unas casas que pertenecieron, entre otros, a Doña Mencia de la Cerda, marquesa del Valle, a doña Catalina Luján, y al famoso Rodrigo Calderón, marqués de Sieteiglesias. En 1681, parte de estas casas fueron adquiridas por la Santa Sede para establecer el Tribunal de la Nunciatura, siendo remodeladas para tal efecto por el arquitecto José de Villarreal, como así demuestra una inscripción en el zaguán de la entrada. Posteriormente, a principios del siglo XVIII, el nuncio Pompeyo Aldrovandei compró el resto de la propiedad, encargando a Manuel de Moradillo una reforma que realizada entorno a 1735 dio al edificio su aspecto actual. En 1771, el edificio pasó también a albergar el Tribunal de la Rota, que había sido creado por el papa Clemente XIV el 26 de marzo de ese mismo año, y que se situó en la planta baja del Palacio. Ambas instituciones convivieron en el edificio hasta 1932, año en que la II República secularizó el matrimonio y negó toda eficacia a las sentencias de los tribunales eclesiásticos, con lo que la Rota quedo suprimida hasta que el 7 de abril de 1947, y a petición del gobierno español, el papa Pío XIII volvió a restablecer el Tribunal. En 1958, el edificio fue adquirido por el Ministerio del Ejército, quien dos años después instaló en él las dependencias de la Vicaría General Castrense, excepto en el ala derecha de la planta baja, que fue cedida a la iglesia para que siguiera albergando la Rota. Su denominación actual se produjo el 1 de enero de 1988, cuando la Vicaría se transformó en el Arzobispado Castrense de España. En cuanto al edificio, se trata del típico palacio del barroco madrileño, aunque presenta elementos de influencia italiana y francesa. La fachada principal, que da a una pequeña plazoleta, presenta una portada almohadillada aunque sencilla. La planta se distribuye entorno a un patio rectangular al que se accede por un vestíbulo de entrada, y en donde destaca la galería de la planta baja cubierta por bóvedas de arista. Actualmente se encuentra protegido por el Plan Especial de Protección y Conservación de Edificios y Conjuntos de Interés Histórico-Artístico de la Villa de Madrid. Dirección: Calle del Nuncio, 13 y 15.


Posada del Dragón Fue construida como casa de huéspedes en 1868 por el arquitecto Francisco de Cubas, Marqués de Cubas, atendiendo a los postulados arquitectónicos que había en la época para este tipo de establecimientos, de ahí que en la memoria del proyecto se hiciera alusión expresa a que todas las plantas estuvieran divididas en habitaciones, guardando las medidas necesarias de higiene y dotando la planta baja de cuadra y cochera con capacidad para tres coches. Esta nueva posada, que debe su nombre al mítico dragón que estaba situado en la cercana Puerta Cerrada, vino a sumarse a la tradición centenaria que había en la Cava Baja de aposentar a los miles de lugareños que llegaban a la ciudad en busca de un trabajo y de una vida mejor. Así, entre el siglo XV y XIX fueron numerosas las posadas que se localizan en esta calle, como, por ejemplo, la de Las ánimas, la de Vulcano, la del Pavo Real, la de San José, la del Navío del Gallo, la de San Pedro, la de San Isidro, la de la Soledad, y las del Madroño, del León de Oro y del Portugués. Era tal el trajín de viajeros que las compañías de postas y diligencias decidieron establecer las paradas de sus carruajes en esta calle, transformadas en el siglo XX en despachos de billetes y paradas de autobuses, como el que con destino a San Martín de Valdeiglesias se ubicó junto a esta Posada del Dragón. Dirección: Cava Baja, 14 y 16.

Colegiata de San Isidro La colegiata de San Isidro, en la calle de Toledo, fue la catedral provisional de Madrid hasta 1993, aunque en sus orígenes no fue concebida como tal catedral ni se dedicó al santo labrador. En su lugar estuvo el primer establecimiento que la Compañía de Jesús tuvo en la capital, el cual fue demolido a principios del siglo XVII para edificar el complejo arquitectónico -templo y centro docente-, que ha llegado hasta hoy. El conjunto fue costeado por María de Austria, hermana de Felipe II, y las obras corrieron a cargo de Pedro Sánchez y Francisco Bautista. La nueva iglesia, de amplias proporciones, planta de cruz latina, grandes capillas laterales y enorme cúpula, se consagró en 1651. Tras la expulsión de los jesuitas un siglo después, se encarga su reforma a Ventura Rodríguez, quien adecuó la decoración interior al gusto neoclásico y habilitó un pedestal en el altar mayor donde poder acoger el féretro de San Isidro. La llegada de las reliquias en 1769 supuso la conversión de la iglesia en colegiata, mientras que el título de catedral provisional databa de 1885 y se mantuvo hasta que la Almudena tomó el relevo. En la fachada barroca del templo, muy monumental, destacan las dos recias torrescampanario. En cuanto al interior, puede destacarse el retablo de la Sagrada Familia o la preciosa capilla de Jesús del Gran Poder. Adosado al templo, el Colegio Imperial donde los jesuitas impartieron sus clases de Gramática y Retórica es actualmente un instituto de enseñanza secundaria, siempre dentro de una trayectoria docente en la que descollaron alumnos como Lope de Vega, Quevedo, Pío Baroja, Vicente Aleixandre… A este currículum se añade la conservación de un patio interior que es una obra maestra del barroco madrileño. Dirección: Toledo, 37.


Instituto San Isidro La colegiata de San Isidro, en la calle de Toledo, fue la catedral provisional de Madrid hasta 1993, aunque en sus orígenes no fue concebida como tal catedral ni se dedicó al santo labrador. En su lugar estuvo el primer establecimiento que la Compañía de Jesús tuvo en la capital, el cual fue demolido a principios del siglo XVII para edificar el complejo arquitectónico -templo y centro docente, que ha llegado hasta hoy. El conjunto fue costeado por María de Austria, hermana de Felipe II, y las obras corrieron a cargo de Pedro Sánchez y Francisco Bautista. La nueva iglesia, de amplias proporciones, planta de cruz latina, grandes capillas laterales y enorme cúpula, se consagró en 1651. Tras la expulsión de los jesuitas un siglo después, se encarga su reforma a Ventura Rodríguez, quien adecuó la decoración interior al gusto neoclásico y habilitó un pedestal en el altar mayor donde poder acoger el féretro de San Isidro. La llegada de las reliquias en 1769 supuso la conversión de la iglesia en colegiata, mientras que el título de catedral provisional databa de 1885 y se mantuvo hasta que la Almudena tomó el relevo. En la fachada barroca del templo, muy monumental, destacan las dos recias torrescampanario. En cuanto al interior, puede destacarse el retablo de la Sagrada Familia o la preciosa capilla de Jesús del Gran Poder. Adosado al templo, el Colegio Imperial donde los jesuitas impartieron sus clases de Gramática y Retórica es actualmente un instituto de enseñanza secundaria, siempre dentro de una trayectoria docente en la que descollaron alumnos como Lope de Vega, Quevedo, Pío Baroja, Vicente Aleixandre… A este currículum se añade la conservación de un patio interior que es una obra maestra del barroco madrileño. Dirección: Toledo, 37.

Palacio del Duque de Alba Sobre el gran solar que hoy ocupa el palacio estuvo ubicada durante varios siglos una enorme y sobria casona de estilo castellano que tuvo por huéspedes a ilustres y destacados personajes de la corte. Así, en el siglo XVI estuvo habitada por San Francisco Carracciolo, San Luis Gonzaga y por Pedro Médicis, hermano del Gran Duque de Florencia y carta de garantía de fidelidad para la monarquía hispana. En el siglo XVII tuvo como morador a Pedro Franqueza, Conde de Villalonga, secretario y hombre de confianza del duque de Lerma, gran válido de Felipe III, a quien se responsabilizó de oscuros episodios de corrupción, suponiéndole la caída política, la confiscación de sus bienes y la cárcel. Parece ser que a finales del siglo XVII, el duque de Alba adquirió el caserón, junto a otra casa contigua, encargándose de las tasaciones los arquitectos Manuel y José del Olmo. El duque pasó a habitar el caserón pero parece que no hizo grandes reformas, todo lo más consistió en redimir en 1710 las cargas tributarias de los inmuebles. El edificio actual es fruto de una completa remodelación interna y externa que realizó en 1861 el arquitecto Alejandro Sureda por encargo del Duque de Berwick y Alba. Entroncando con los gustos estéticos del Madrid isabelino, el nuevo palacio adquirió un carácter clasicista, a través de la disposición simétrica de los balcones, decorados con guardapolvos y rematados con


frontones, y con un portón central. Lamentablemente, y como viene siendo habitual en este tipo de construcciones, una reforma posterior alteró profundamente su distribución interior para construir en su lugar apartamentos de alquiler, a la vez que la planta baja se habilitaba para la ubicación de tiendas. Dirección: Calle del Duque de Alba, 15, c/v Calle de los Estudios, c/f Calle de Juanelo.

Casa Palacio de la Duquesa Sueca y de Alcudia Situada en la misma manzana que la antigua Catedral y los Reales Estudios de San Isidro, esta casa palacio de 7.200 metros cuadrados conocida popularmente con el nombre del antiguo edificio de las Temporalidades, ha tenido a lo largo del tiempo distintos usos. Durante el siglo XVIII sus grandes dimensiones se antojaban idóneas para usos sociales, razón por la que se destino a escuela para los hijos de los criados de Carlos III. En 1791 una reforma realizada por el arquitecto Antonio de Abajo transformó el inmueble en una espaciosa residencia nobiliaria. Así, a comienzos del siglo XIX pasó a habitarla la Duquesa de Sueca, mujer de Manuel Godoy, primer ministro y favorito de Carlos IV. Con la llegada de los liberales se convirtió en la sede del Colegio de Humanidades de Francisco Serra (1837) y en el último tercio del siglo fue destinada a albergar un cuartel de la Guardia Civil, como bien se aprecia en el «Plano de Madrid y Pueblos Colindantes» que dibujó Facundo Cañada López en 1900. En la actualidad poco queda de la antigua casa palacio, convertido en edificio de viviendas tras sucesivas reformas. Recientemente ha sido adquirida por el ayuntamiento con el fin de instalar la sede de algún servicios municipal, y está previsto que el arquitecto portugués Álvaro Siza se encargue de su acondicionamiento y rehabilitación. Dirección: Plaza del Duque de, 2.


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