La Historia de la Ciencia novohispana a través de la filatelia mexicana. Abstract: El presente artículo adopta a la estampilla postal como una fuente documental para la construcción de una narrativa sobre la Historia de la Ciencia novohispana, con ello la filatelia es apreciada como un memorial compilatorio que a lo largo de más de 150 años ha logrado reunir momentos históricos, personajes e instituciones que contribuyen a la consolidación de una identidad nacional mexicana. Para lograr lo anterior se clasifican las estampillas postales mexicanas que conmemoran el legado científico del período virreinal y a partir de ello se analiza su contenido para realizar un legítimo ejercicio de interpretación sobre su discurso y alcance. Este ejercicio no solamente permite construir una Historia mínima de la Ciencia novohispana, sino que también logra rescatar y organizar los contenidos de las estampillas postales, reconociendo intrínsecamente su valor cultural, histórico y social, yendo más allá de su simple estética para trascender las fronteras del coleccionismo acumulativo e incursionar en un coleccionismo reflexivo y analítico. Palabras clave: Historia de la Ciencia, México, Ciencia virreinal, Nueva España, Filatelia.
El presente artículo tiene como principal objetivo la construcción de una recopilación de sellos postales emitidos por el servicio postal de México, que por su contenido, tienen como principal intención conmemorar el legado científico del período virreinal de nuestra historia. En consecuencia este ejercicio pretende describir una serie de sellos postales conmemorativos que han recogido aniversarios y memoriales sobre la actividad científica novohispana, como parte integral de una Historia de la Ciencia de carácter nacional. Con ello no solamente se recupera un legado histórico, sino que simultáneamente se construye una narrativa de la ciencia novohispana a partir de la filatelia mexicana. Esto no solamente demuestra el valor difusivo y educativo de la filatelia, sino que permite realizar un ejercicio interpretativo sobre el contenido y discurso de los sellos postales que enriquecen la historia postal de México, un medio eficaz para la trasmisión de elementos de carácter histórico y cultural. Consideraciones previas. Desde que apareció el primer sello postal mexicano en el año de 1856 con la efigie de Miguel Hidalgo, han aparecido numerosas estampillas conmemorativas y definitivas en México, a esto hay que agregar complejas variedades de papel, perforaciones, marcas de agua, resellos etc.1 Originalmente las estampillas solamente mostraban escudos, efigies de héroes y mandatarios, motivos simbólicos y cifras de valor, mostrándose como simples y pequeños fragmentos de papel adherible. Así dentro de la concepción original del sello postal, se le consideró y apreció como un simple medio de pago para los servicios postales. Sin embargo el discurso del tiempo
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(Obregón, Filatelia: Timbres, sellos y estampillas I, 1963, pág. 127)
terminó por convertirle en un canal de comunicación en su propio derecho, por medio del cual los gobiernos y regímenes del mundo comenzaron a transmitir ideas y conocimientos que permiten conocer la historia e identidad de las naciones. Este cambio, tan importante para la filatelia, se manifestó por primera vez en México en el año de 1910 cuando apareció la primera serie conmemorativa de estampillas postales, en ella se observaba el centenario del inicio del proceso de emancipación y se rendía honor a los principales líderes y caudillos del movimiento. A partir de entonces la numerosa y rica producción filatélica de México ha recogido a lo largo de más de 150 años a numerosos personajes, escenas históricas, costumbres, eventos y demás motivos que contribuyen a la construcción de una identidad mexicana. Con ello el gobierno mexicano terminó de adoptar al sello postal como un poderoso y eficaz aparato de difusión, permitiéndole mostrar a través de su dentada superficie la historia y cultura de la nación2. En el presente artículo se pretende rescatar una parte mínima pero de vital importancia dentro de tan monumental acervo de conocimientos, la Historia de la Ciencia virreinal. Esta pequeña pero formidable ventana histórica llamada filatelia, permite recoger y reunir un legado de tricentenaria longevidad para la memoria de grandes hombres e instituciones que contribuyeron enérgicamente al desarrollo y construcción de una ciencia nativa novohispana. Así se inicia con este recuento, prosiguiendo un recorrido cronológico que nos remite al siglo XVI escenario de la inicial confluencia de culturas y paradigmas, pasando
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Sobre el rol político de la estampilla véase (Obregón, Filatelia: Timbres, sellos y estampillas II, 1964)
después al barroco siglo XVII y terminando en el siglo XVIII y sus postrimerías inmediatas, siglo de la ilustración y testigo del formidable proyecto reformista de los Borbones, poderoso catalizador de la actividad científica. Este recorrido se verá ricamente alimentado e ilustrado por las estampillas postales que han recogido su legado y trayectoria a lo largo de la historia filatélica de México. El siglo XVI: La confluencia de culturas y paradigmas. Debido a su dilatada y accidentada cronología, México posee una Historia de la Ciencia compleja y particular, las condiciones únicas que se experimentaron durante la fusión cultural en el siglo XVI, especialmente tras la caída de Tenochtitlán en el año de 1521, permiten desarrollar un amplio análisis humanístico de calidad interdisciplinaria. La llamada fusión de culturas dada tras la conquista, incluyó un choque de conocimientos y metodología que terminó por construir un nuevo corpus científico de corte novohispano y naturaleza ecléctica3. Dentro de esta coyuntura los europeos presentaron un natural interés por el exotismo del Nuevo Mundo, generando con ello, a pesar de la censura religiosa, un monumental intercambio científico. Afortunadamente la filatelia mexicana ha logrado recoger en varias ocasiones el rico y vasto legado científico de este período histórico, y el primer ejemplo que corresponde analizar en estricto orden cronológico es el de fray Bartolomé de las Casas, honrado al menos en dos ocasiones por las estampillas de México, la primera data del año de 1933 y la segunda del año 1966, esta última con motivo del IV Centenario de su fallecimiento4.
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(Martínez Sanz, 1992, págs. 63-64) Véase Anexo I.
Aunque de las Casas no fue un científico de acuerdo a las concepciones modernas, su labor apologética permitió que numerosos conocimientos prehispánicos sobreviviesen a la transición paradigmática y cultural del siglo XVI. A través de su numerosa obra de las Casas defendió la humanidad de los indios, y para demostrarlo reunió un monumental recuento sobre su alcance tecnológico y legado científico, este elaborado trabajo se convierte hoy en una de las principales ventanas a la ciencia del México Antiguo. “Todas estas universas e infinitas gentes [Los indios], a todo género crió Dios las más simples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas fidelísimas a sus señores naturales y a los cristianos a quien sirven, más humildes, más pacientes, más pacíficas y quietas, sin rencillas ni bulliciosos, ni rijosos, ni querellosos, sin rencores, sin odios, sin desear venganza, que hay en el mundo.” (Sic) (De las Casas f. B., 1992, pág. 4)
Para la construcción de su apologética de Indias, Casas definió al ser humano como un ente racional por naturaleza. En atención a lo anterior reunió los datos necesarios para demostrar que los indios de América, eran de acuerdo a su capacidad creativa y operacional (Reflejada en sus avances en arquitectura, astronomía, tradición, mitología y medicina) seres dignos de evangelización, pares del europeo con plena libertad racional y cognitiva5. Con ello se justificaba desde el plano filosófico, e incluso teológico, la consolidación de un sincretismo entre el conocimiento prehispánico y el europeo, el legítimo comienzo de la ciencia ecléctica de la Nueva España. Un elemento básico del sincretismo cultural y científico del siglo XVI novohispano puede identificarse en los códices posteriores a la conquista, uno de los más conocidos es sin lugar a dudas el Códice Badiano. La longeva serie Arte y Ciencia de México que
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Véase (De las Casas B. , 1953, págs. 23-26)
comenzó a emitirse en la década de los 1970s recogió en su edición de 1975 una página del celebrado códice, reconociendo su valor histórico dentro del desarrollo científico de México6. Resulta de sumo valor alegórico, que se representase al Códice Badiano dentro de dicha serie, no solamente por el papel histórico del documento, sino por su naturaleza sincrética. Fue en 1552, poco más de treinta años después de la caída y capitulación de México-Tenochtitlán, cuando un grupo de franciscanos del Colegio de Tlatelolco decidió enviar el códice como obsequio a la corte del rey emperador Carlos V como gesto de buena voluntad y demostración de la riqueza natural de las nuevas tierras de la Corona de Castilla7. El códice cuyo nombre latín original es Libellus de medicinalibus indurum herbis, despertó un gran interés en la corte carolina, no solamente por sus ricas y numerosas ilustraciones, sino también por su potencial para el desarrollo de la medicina. Fue entonces, el códice Badiano, una de las primeras exposiciones que tuvo el régimen peninsular a la riqueza natural del virreinato, y por lo tanto generó un fuerte impulso para desarrollar más y mejores conocimientos a través de la Botánica8. Dentro de la misma serie de Arte y Ciencia de México del año 1975, se muestra el siguiente episodio de vital importancia dentro de la Historia de la Ciencia virreinal, se trata de la expedición científica del protomédico Francisco Hernández, la primera de su especie en América. Hernández fue enviado por el rey Felipe II, quien había determinado que era
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Véase Anexo II. (Somolinos D'Ardois, 1971, pág. 13) 8 (Martínez Sanz, 1992, pág. 235) 7
necesario investigar y determinar el estado de la Medicina y la Botánica dentro de sus nuevos reinos9. En la Nueva España se reconoció el legado de la medicina prehispánica por ser considerada la de mayor avance en el Nuevo Mundo, se pensó e identificó correctamente que dentro de esos conocimientos se podían recuperar numerosos datos útiles para la medicina europea10. Este episodio se convirtió en consecuencia en uno de los más importantes procesos de transferencia científica entre la tradición del México Antiguo y la ciencia europea. La expedición de Francisco Hernández se prolongó desde 1572 hasta 1575 y reunió grandes conocimientos durante su estudio en la Nueva España, yendo más allá de la botánica para abarcar el campo de la zoología, describiendo a animales como el ave del paraíso, el coyotl, el ayotochtli o el tlacuatzin11. Hoy en día las palabras hernandinas se convierten en un importante legado que ilustra el interés de los europeos por las nuevas especies vegetales y animales descubiertas en América: “Aparte de las demás especies de solano de las cuales hablamos al tratar de las plantas de nuestro Viejo Mundo, hay en éste otras cuyos frutos, llamamos tómatl porque son redondos, están encerrados en una membrana, son de naturaleza seca y fría en primer grado, y participan de alguna acidez”12
Es importante mencionar que por numerosos azares la obra de Hernández se publicó hasta el siglo XVII, pero dejo un fuerte legado que no se repitió sino hasta finales del siglo
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Véase Anexo III. (Somolinos D'Ardois, 1971, pág. 18) 11 Nótese la etimología náhuatl de estas denominaciones, se carecía aún de nombres en español para estos animales y gran parte de las plantas estudiadas. 12 Francisco Hernández citado en (Somolinos D'Ardois, 1971, pág. 107) 10
XVIII con la expedición Botánica de Martín Sessé13. Dicha expedición se concibió a sí misma como legítima sucesora de la tradición de Hernández, procurando continuar con su monumental pero inconcluso trabajo en el campo de la Historia natural. Numerosas fuentes primarias evocan a la figura de Hernández en el marco del establecimiento de la expedición Botánica y el Real Jardín Botánico de la Ciudad de México entre los años de 1785 y 1787: “En 12 de agosto del año pasado de 1785 ocurrió al virrey de ese reyno Conde de Gálvez, el Director Don. Martín Sessé médico incorporado en la Universidad de México ofreciéndose a viajar con el objeto de adquirir nuevos conocimientos en todos los ramos y partes de la Botánica y continuar la obra de esta clase dejó escrita el Dr. Don Francisco Hernández. Expuso ahí mismo que para hacer práctico el uso de dicha facultad sería muy útil establecer una Cátedra de enseñanza en esa capital, y un Jardín Botánico donde se instruyesen todos los que hubieran de presentarse a examen de Médicos, Cirujanos y Farmacéuticos.” (Llaguno y Amírola, 1796)14
Prosiguiendo con este recuento, es momento de hacer memoria sobre un evento de gran importancia coyuntural para la producción científica y literaria de la Nueva España, es decir el establecimiento de la primera imprenta del continente americano en la Ciudad de México en el año de 153915. Este evento ha sido conmemorado por las estampillas mexicanas en dos ocasiones, la primera fue en conmemoración de su IV centenario en 1939 y la segunda en 1989 con motivo del 450 aniversario16. Gracias a las compilaciones de Juan José de Eguiara y Eguren en su Bibliotheca Mexicana y de José Mariano de Beristaín y Souza en su Biblioteca Hispano-Americana
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(Maldonado Polo, 2000, págs. 8-9) AGN, Reales Cédulas, vol. 163, exp. 259, f. 375 15 (Ramírez Alvarado, 2005, pág. 255) 16 Véase Anexo IV. 14
Septentrional, del siglo XVIII y principios del XIX respectivamente, se puede tener una noción sobre la monumental producción impresa de la Nueva España a lo largo de sus tres siglos de historia. De entre estas numerosas obras, un formidable cuerpo de científicos y académicos enriquecieron considerablemente el ejercicio de la ciencia novohispana a través de obras en los campos de la Medicina, las Matemáticas, la Astronomía, la Botánica, la Química y la Física, algunos de los cuales ya han sido honrados por la filatelia. Prosiguiendo dentro del marco del siglo XVI es imposible ignorar el campo de la navegación, el cual fue sumamente importante para el Imperio Español debido a su naturaleza ultramarina. La Nueva España fungió como un importante centro dentro del cual convergieron numerosas disciplinas para el beneficio de la navegación, entre ellas la Cartografía y la Astronomía. Este campo no ha sido ignorado por la filatelia, siendo honrado en varias ocasiones durante el siglo XX. La primera ocasión se remonta a la emisión en 1965 de una estampilla conmemorativa del IV Centenario del descubrimiento de la ruta del tornaviaje realizado por fray Andrés de Urdaneta17. Esta hazaña fue de vital importancia pues identificó una corriente marina favorecedora para realizar el viaje de retorno desde las posesiones en Filipinas hasta los puertos novohispanos, principalmente el de Acapulco18. La ruta del tornaviaje constituyó en consecuencia un gran avance para el desarrollo de la navegación y para la actividad económica del virreinato, debido a que estableció una ruta permanente de intercambio comercial con las Filipinas, posesión española que durante siglos permaneció bajo la administración nominal de la Nueva España. De la estrecha
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Véase Anexo V (Cervera Jiménez, 2001, pág. 60)
relación entre la Nueva España y las Filipinas emergió la Nao de China (O Galeón de Manila), nombre genérico otorgado a los barcos que realizaron un intercambio comercial entre dichas posesiones, y que por casi tres siglos permitió de manera continua un monumental tránsito de bienes y pasajeros por el Pacífico. El Galeón de Manila fue conmemorado por la filatelia mexicana en el año de 1998 con motivo del centenario de la independencia de las Islas Filipinas19. El siguiente episodio de importancia para la navegación novohispana conmemorado en la filatelia se trata de una estampilla emitida en el año de 1987 con motivo del IV Centenario de la publicación del primer tratado sobre construcción naval en América. Dicha obra se trata de la Instrucción Náutica de Diego García de Palacio, obra típica de su época que conjugó conocimientos prácticos sobre tecnología náutica y teóricos sobre Cronología, Astronomía y Cartografía, disciplinas básicas para la navegación20. En el siguiente pasaje extraído de la obra original se evidencia el avanzado conocimiento legado por Palacio, conjugando a la técnica con la ciencia para lograr objetivos específicos: “Quando el Sol, y sombra fueren a la parte del Norte, o Sol y Sombras fueren a la del Sur, tomese el altura con el Astrolabio, y mirese lo que falta por noventa, y con lo que faltare, juntese la declinación del Sol de aquel día por las tablas dela declinación del Sol, que van en el capítulo 2 deste libro; y lo que todo junto sumase será nuestra altura para aquella parte, que el Sol y las sombras fueren.” (sic) (de Palacio, 1587, pág. 27)
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Véase Anexo VI. Véase Anexo VII.
En la Instrucción Náutica se puede identificar claramente una intención didáctica, proveyendo ejemplos y proporcionando detalladas tablas astronómicas, mismas que eran empleadas para la determinación geográfica y el cálculo de rutas. Para una época caracterizada por la exploración marítima, este tratado se convierte en un testimonial inmediato sobre los conocimientos teóricos y prácticos que eran necesarios para el ejercicio de la navegación, evidenciando la existencia de importantes estudios en la Nueva España y de su rol dentro de la actividad científica de la época. Como se ha podido apreciar el siglo XVI fue escenario de numerosas experiencias científicas en el naciente virreinato de la Nueva España, muchas de las cuales ya han sido recordadas y merecidamente honradas por la filatelia mexicana. La nueva ciencia virreinal respondió directamente a las áreas más necesarias de la época, por ejemplo la investigación Botánica en beneficio de la Medicina, y todos aquellos avances en torno a la navegación. Este último elemento fue de natural necesidad dentro de la construcción de una lógica imperial que permitió su propia viabilidad, teniendo en cuenta sus dimensiones y los limitados medios de transporte con los que se disponía. El siglo XVII: La revolución científica. El siglo XVII es comúnmente reconocido por la Historia de la Ciencia como el marco temporal durante el cual se desarrolló y consolidó la ciencia moderna occidental. Dentro de esta importantísima coyuntura se gestó una revolución paradigmática que transformó profundamente la gran mayoría de las áreas de conocimiento, principalmente la Física, la Astronomía y la Química. Fue esta una época de grandes científicos, entre los que se debe
nombrar a Galileo Galilei, Johannes Kepler, Isaac Newton, Thomas Hobbes y Gottfried Leibniz21. La filatelia mexicana rindió homenaje a tres de estos personajes, Galileo, Kepler y Newton, en el año de 1971 con motivo de su serie Luna 69 la cual conmemoraba la llegada del hombre al satélite natural de la Tierra22. Aunque estos científicos no son novohispanos, su importancia teórica y metodológica para el desarrollo de la ciencia occidental, imposibilita omitirlos del presente artículo. En ello hay que reconocer que su trabajo e investigación cambió por completo el rumbo de la Física, disciplina que fungió como apoyo y par teórico de la Astronomía, alianza que permitió el desarrollo de un conocimiento mucho más exacto sobre el movimiento de los cuerpos celestes y la naturaleza del sistema solar en su conjunto23. El siguiente personaje honrado por las estampillas mexicanas es el criollo novohispano Carlos de Sigüenza y Góngora, quien aparece en la emisión de 1973 de la serie Arte y Ciencia de México, dedicada a personajes y alegorías de la Astronomía mexicana24. Nacido el 14 de agosto de 1645 en la Ciudad de México, durante el reinado de Felipe IV, Carlos de Sigüenza y Góngora fue uno de los primeros hombres en la Nueva España en ser reconocido propiamente como “científico”, destacó como catedrático propietario de Matemáticas y Astrología del Real Universidad de México25 y como
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(Hanns Reill, 2003, pág. 23) Véase Anexo VIII. 23 (Wolf, 1999, pág. 28) 24 Véase Anexo IX. 25 (Trabulse, Historia de la Ciencia en México Siglo XVII, 1984, págs. 10-11) 22
astrónomo se le guarda especial reverencia por ser considerado un adelantado a su época. Así habló el historiador Elí de Gortari sobre la figura de Sigüenza y Góngora: “Durante la segunda mitad del siglo XVII floreció en México una figura científica de extraordinario valor que, dentro del ambiente de especulación escolástica prevaleciente, constituyó una especie de estrella nova que alcanzó un brillo de primera magnitud; pero que, por desgracia, no fue antecedida por personalidades de su talla, ni tampoco fue seguida por discípulos que la superaran o siquiera se le puedan comparar” (Gortari, 1979, pág. 225)
Dentro de sus estudios e inquietudes en el campo de la Astronomía, Sigüenza y Góngora habló ampliamente sobre los cometas. Destaca principalmente por atacar a aquellos que aseguraban que los cometas eran señal de mal augurio. Adelantándose a su época, y yendo en contra de la opinión popular, Sigüenza y Góngora aseguró que el fenómeno de los cometas no tiene nada que ver con guerras, pestes y demás calamidades, explicándolos como una ocurrencia natural de acuerdo a las teorías astronómicas de la época. “Las guerras con que estos pasados se ha horrorizado la Europa; las pestes y hambres que ha llorado España, la rebelión y alzamiento del Nuevo México, y cosas semejantes en otras provincias, de que aún no tenemos noticia, ¿Qué cometa las denotó? Ninguno, porque ninguno se ha visto. Luego las que fueron consiguientes, tampoco las causará el cometa de ahora, aunque más autoridades se traigan para probarlo”. (Sigüenza y Góngora C. d., 1681)
Además fue un gran cartógrafo, a él se le atribuye el primer mapa general del Virreinato de la Nueva España, que desarrolló entre los años de 1681 y 1689 con gran exactitud. Esta empresa en particular le ganó el favor del entonces rey Carlos II, quien le nombró geógrafo real, y bajo cuyas funciones realizó una serie de expediciones a la actual
Florida, donde proféticamente señaló la urgencia de establecer villas y presidios en la bahía de Pensacola por la constante amenaza del expansionismo inglés y francés26. Precisamente dentro del campo de la Geografía se engloba el siguiente episodio científico recordado por la filatelia, se trata de la llegada del padre Eusebio Francisco Kino a la región de la Pimería Alta (En las actuales Sonora y Arizona) en el año de 168727, conmemorada por una estampilla emitida por motivo de su tercer centenario en 198728. De este evento en particular se desprenden una serie de importantes apreciaciones sobre el estado de la Geografía novohispana en el siglo XVII así como el avance de la colonización en las vastas regiones septentrionales del virreinato. Además de su monumental obra evangelizadora, el padre Kino fue un prolifero geógrafo, cartógrafo y astrónomo, disciplinas que estaban íntimamente ligadas y que eran indispensables para la exploración y la navegación. De entre su obra se puede destacar la Exposición astronómica del cometa de 1680, publicado en la Ciudad de México con las observaciones que realizó en la Ciudad de Cádiz mientras esperaba el barco que lo llevaría a Nueva España29. Cabe destacar que de dicha experiencia, el padre Kino tuvo un enfrentamiento directo con Carlos de Sigüenza y Góngora, quien como ya se ha apreciado tenía un avanzado conocimiento astronómico y se había declarado enemigo de la superstición
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(Trabulse, El círculo roto, 1984, págs. 82-83) “El padre Kino llegó a la Pimería en 1687, una tierra incógnita que se extendía al norte de Sonora, en la frontera de Nueva España. El jesuita se asentó en el pueblo de Cosari, que bautizó con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores, y a lo largo de veinticuatro años recorrió cientos de leguas y realizó más de cuarenta entradas o expediciones, fundando alrededor de veinticinco misiones.” (Navajas Sosa, 2012, pág. 383) 28 Véase Anexo X. 29 Los cometas de 1680 y 1682 marcaron un parte aguas en la observación astronómica y fungieron como catalizadores en el desarrollo de una Astronomía influenciada por la Mecánica newtoniana, buscando mejores cálculos sobre el movimiento y los períodos. (Maury, 2012, págs. 61-63) 27
astrológica. El padre Kino, inmerso en una tradición menos moderna y consciente de la pesada censura eclesiástica, defendió constantemente las supuestas calidades metafísicas de los cometas y continuó mezclando indiferentemente la Astronomía y la Astrología. De esta discusión teórica surgió el Libra Astronómica y Philosophica de Sigüenza, donde se defendió ferozmente una postura científica sobre la naturaleza de los cometas. Dentro de dicha obra se puede encontrar un claro testimonial sobre la querella teórica y metodológica que protagonizaron Kino y Sigüenza: “Si el intento del R.P. [Francisco Eusebio Kino] en su EXPOSICIÓN ASTRONÓMICA huviera sido averiguar la verdad sin divertirse a otra cosa, no formara de una razón mía dos argumentos, con que no necesitara el repetir soluciones, y soluciones, que abultan la obra sin que satisfagan las dudas, estas mias le redujeron a una, aquellas se dilataron a tres, y de ellas es la primera el que su Reverencia no dice como cosa agena de razón el que necesariamente se ha de preceder algún Cometa a cada muerte de Príncipe, sino que casi siempre, como consta de las historias, a cada cometa se sigue algún fatal acontecimiento, y lo comprueba con la semejanza de que no en toda conjunción de Luna ay eclipse solar, y al contrario todo eclipse solar es en conjunción de Luna. Ya desde aquí comienza a flaquear el autor, porque se comienza a contradecir […]” (sic) (Sigüenza y Góngora C. , 1690, págs. 32-33)
De esta querella se puede apreciar de manera muy clara el estado transitivo en el que se encontraba la ciencia hacia finales del siglo XVII, por un lado se trataba de introducir el nuevo método experimental de los grandes científicos europeos, pero por el otro se seguía cargando con la pesadísima influencia escolástica y el oscurantismo de la superstición30. Este choque de paradigmas protagonizó el estado y desarrollo de la ciencia
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(Trabulse, El círculo roto, 1984, pág. 78)
novohispana durante el siglo XVII, aunque poco a poco la nueva ciencia comenzó a ganar espacios hasta lograr imponerse y triunfar en cada una de las disciplinas y campos de estudio, avance que se manifestó principalmente en el siglo XVIII. El siglo XVIII y sus postrimerías: De las reformas Borbónicas y la ciencia ilustrada. Como es bien sabido, el siglo XVIII es conocido comúnmente como el siglo de las luces, entorno temporal dentro del cual floreció con gran fuerza el ideario de la Ilustración, y en el cual finalmente la nueva Ciencia se irguió triunfal para transformar profundamente la noción de conocimiento. Fue el siglo de Linneo, Lavoisier y Halley, una centuria repleta de avances científicos, hallazgos y revoluciones ideológicas31. En el Imperio Español el cambio de siglo supuso también una transición dinástica con la extinción de los Austrias y el advenimiento de los Borbones, suceso que más allá de ser una simple sucesión monárquica supuso la introducción de todo un nuevo ideario y una muy diferente concepción del Estado. Dentro de esta coyuntura se gestaron las llamadas reformas Borbónicas, proyecto monumental que adoptó a la ciencia como aliada e instrumento en la persecución de objetivos e intereses de Estado. Todo este dinamismo terminó por verse claramente reflejado en la vida científica y académica de la Nueva España con un evidente desarrollo de los espacios institucionales y la proliferación de expediciones científicas. Nuevamente la filatelia ha logrado reunir dentro de sus emisiones una serie de importantes episodios que ayudan a descubrir la naturaleza de este período, narrando fidedignamente el fecundo siglo XVIII como el último suspiro de la ciencia novohispana.
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(Porter, 2003, págs. 3-4)
Con ello el primer caso a analizar es el de Francisco Javier Clavijero, digno representante del avanzado nivel científico y literario característico de los jesuitas. Clavijero ha sido honrado en dos ocasiones por la filatelia mexicana, la primera en 1971 por motivo del retorno de sus restos mortales a México (1970), y la segunda en 1981 en conmemoración del 250 aniversario de su natalicio (1981)32. Clavijero es un importante personaje del período por ejemplificar con claridad el contrastante estado de la ciencia en su época y el impacto del reformismo Borbónico en la misma: criollo, de formación eclesiástica y profundamente interesado en los ideales ilustrados de la época. Su formación jesuita le acercó desde muy joven al estudio de la Historia Natural, así como de la Historia del México antiguo, sin embargo en el año de 1767 el rey Carlos III promulgó la expulsión de los miembros de la Sociedad de Jesús, por lo que tuvo que exiliarse a Italia, siendo en dicha locación donde publicó la mayor parte de su obra y legado escrito33. Dentro de sus trabajos se puede destacar la Historia Antigua de México, una monumental obra en la que recopiló la cronología del virreinato y agregó importantes comentarios sobre el estado de la sociedad novohispana, una fiable representación sobre el discurso de castas y la segmentación de la población34. De dicha obra se desprende la siguiente cita que ilustra claramente lo anterior: “Cuatro clases de hombres pueden distinguirse en Megico, y en otros países de América. 1. Los propiamente americanos, vulgarmente llamados indios, esto es, los descendientes de los antiguos habitantes del Nuevo Mundo, cuya sangre no se ha mezclado con la de los pueblos
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Véase Anexo XI. (Trabulse, Historia de la ciencia en México Siglo XVIII, 1985, pág. 17) 34 Sobre la cuestión de castas, véase (Gonzalbo, 2013) 33
del Antiguo. 2. Los europeos, los Asiáticos y los Africanos, establecidos en aquellos países. 3. Los hijos, y descendientes de estos, llamados Criollos por los Españoles, nombre que se da principalmente a los hijos o descendientes de Europeos, cuya sangre no se ha mezclado con la de los Americanos, Africanos, ni Asiáticos. 4. Las razas, llamadas castas por los españoles, los hijos o descendientes de Europeo y Americana, o de Europeo, y Africana, o de Africano y Americana, etc” (sic) (Clavijero, 1826, pág. 313)
También se puede destacar su labor apologética sobre el alcance y logros de los criollos, los cuales seguían sujetos a constante discriminación por su lugar de origen. Esta discriminación encontró una legitimación desde el frente científico por medio de la denominada Teoría de la degeneración, tesis que bajo el paradigma del cientificismo racial aseguraba que los criollos perdían los rasgos físicos y bondades intelectuales típicas del hombre europeo, esto debido a las diferencias del clima, calidad de aire y alimentación35. Este último episodio ejemplifica entonces la desventaja que encontraron los criollos frente a los peninsulares, sin embargo y a pesar de ello, una generación de prolíferos y brillantes científicos criollos floreció en el siglo XVIII. De entre estos exponentes se puede citar a José Antonio de Alzate y Ramírez, Ignacio Bartolache, Antonio de León y Gama, y Joaquín Velázquez de León; este último fue ya homenajeado por la filatelia en el año de 1983 por motivo del bicentenario de las Reales Ordenanzas de Minería, reconociéndole como autor de la reforma minera36.
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“Los europeos que pasan a América degeneran, igual que los animales; una prueba de que el clima no es favorable para el desarrollo de tanto el hombre como los animales. Los criollos, descendiendo de europeos y nacidos en América, aunque educados en las universidades de México, de Lima, y en el Colegio de Santa Fe, no han producido nunca un solo libro”. (Original en inglés) (Pauw, 1795, pág. 17) 36 Véase Anexo XII.
Ciertamente Velázquez de León fue un pionero en el estudio de la minería desde un enfoque científico, y con sus conocimientos redactó, en coautoría con Juan Lucas de Lassága, la Representación que a nombre de la minería de esta Nueva España hacen al Rey nuestro señor los apoderados de ella publicada en el año de 1774. Dentro de dicha obra, Velázquez de León señaló las necesidades primordiales de la minería novohispana, urgiendo el establecimiento de un colegio metálico para la enseñanza de ciencias y formación de mineros propiamente instruidos. “[…] Indicamos la gran necesidad, que tiene nuestra Minería, de hombres de bien y suficientemente instruidos, tanto que se les pueda fiar el manejo de lo más importante, íntimo y delicado de esta profesión. No hai más remedio que el de criarlos; y para ello es preciso erigir un Seminario Metálico […]” (sic) (Velázquez de León & Lassaga, 1774)37
De este esfuerzo emanó toda una empresa auspiciada por el régimen Borbónico, en 1777 Velázquez de León fue nombrado director del recién creado Cuerpo de Minería y en 1783 fueron promulgadas las Reales Ordenanzas de Minería. A la muerte de Velázquez de León se nombró al peninsular Fausto de Elhuyar como Director General de Minería de Nueva España en 178638. Los avanzados conocimientos científicos de Elhuyar permitieron la introducción de métodos de avanzada en la minería, como el método de amalgamación de Born, directamente importado de Alemania39.
37
AGN, Instituciones Coloniales, Bandos, vol. 8, exp. 89, pág. 68 (Ramos Lara, 1994, pág. 61) 39 En ello cabe destacar que Elhuyar venía acompañado de un grupo de mineros alemanes que le auxiliaron en la introducción y desarrollo de nuevas técnicas mineras a la Nueva España. Véase“[…] Acompaña testimonio acerca de los progresos que han hecho a favor de la Minería de ese reyno [Nueva España] los profesores y operarios Alemanes que se contrataron con la corte de Dresde, y enterado S.M. de todo se ha dignado resolver que V.E. estreche sin providencias a fin de que se hagan con la mayor brevedad las operaciones que manifiesta V.E. estarse practicando y también las que propone la diputación de minería de Guanajuato, reducida a que para lograr el desempeño de si es o no útil el método de los Alemanes [El método de Born] […]” (Gardoqui, 1794) AGN, Reales Cédulas, vol. 157, exp. 292, f. 382 38
Dentro de las primeras labores de Elhuyar se puede destacar su visita a las minas de Guanajuato en 1788, de cuya experiencia resultaron sus Reflexiones sobre el laboreo de minas y operación de los beneficios de este Real […], documento de avanzada en el cual se sugieren numerosas metodologías y procesos de refinación para dar mayor eficiencia y rentabilidad a las minas. “Resulta que de los minerales de Guanajuato pueden extraerse por método de amalgamación del Barón de Born, viendo muy ventajoso para los bolsillos que son los más ricos, y hasta ahora se han beneficiado por fuego con costos excesivos, y para los de mediana ley es muy verosímil, sea también utilísimo quedando en duda solo para los muy pobres, aunque no faltan probabilidades a favor del referido método.” (Elhuyar, 1789) 40
La labor, esfuerzo y legado de Joaquín Velázquez de León y Fausto de Elhuyar se consolidó con la institucionalización de la enseñanza minera en Nueva España a través de la fundación del Real Seminario de Minería en 179241, establecimiento de gran importancia que formalizó el estudio de diversas disciplinas científicas en el virreinato42. La filatelia mexicana honró dicha fundación con la emisión en 1992 de una estampilla conmemorativa con motivo del 200 aniversario de la enseñanza de la ingeniería en México43. Dentro de los anales del Colegio de Minería se encuentra a la siguiente figura científica honrada por la filatelia, se trata de Andrés Manuel del Río, el más prolífero catedrático de dicha institución. Del Río fue químico y mineralogista, y dentro de su monumental legado destaca el descubrimiento del vanadio (Al cual nombró pancromo),
40
AGI, Expedientes de minería, México, 2241 (Flores Clair, 2009, pág. 34) 42 (Ramos Lara, 1994, pág. 68) 43 Véase Anexo XIII. 41
hallazgo que realizó en tierras novohispanas hacia 1801 y que queda evidente en su obra Tablas Mineralógicas, publicada en el año de 1804: “Pareciéndome nueva esta substancia, la llame pancromo por la universalidad de colores de sus óxidos, disoluciones, sales y precipitados, y después eritronio por formar con los alcalinos y las tierras sales que se ponían roxas al fuego y con los ácidos […]” (sic) (del Río, 1804, pág. 62)
Fue gracias a la labor de Del Río que se introdujo la nueva nomenclatura Química de Lavoisier a la Nueva España, consumando una transición paradigmática más en la ciencia y permitiendo que el virreinato se mantuviese a la vanguardia en dicho campo44. Por esos y otros logros científicos Andrés Manuel Del Río aparece, merecidamente, en una estampilla postal emitida en el año 1964 con motivo del 300 aniversario de su natalicio ocurrido el 10 de noviembre de 1764 en Madrid45. El siguiente episodio a recordar se trata del censo de la Nueva España de 179346, un importante suceso que reflejó el espíritu ilustrado de la época. La importancia del empleo de la estadística como herramienta para el conocimiento y estudio de la población quedó evidente gracias a este ejercicio, realizado con la finalidad de conocer la distribución de los habitantes de acuerdo al nuevo sistema de intendencias que fue introducido a la Nueva España en el año de 178647. El censo de Revillagigedo fue homenajeado por la filatelia mexicana en el año de 1960 con motivo del 8vo censo de población que se realizó en dicho año. Con ello se
44
(Trabulse, Historia de la ciencia en México Siglo XVIII, 1985, pág. 27) Véase Anexo XIV. 46 El censo se realizó entre los años de 1790 y 1791, pero sus resultados fueron organizados y publicados hasta 1793, por lo que comúnmente se le conoce como tal. 47 (Stein, 1981, pág. 10) 45
recordó el primer esfuerzo oficial por censar a la población novohispana, una iniciativa del entonces virrey segundo Conde de Revillagigedo48. El censo arrojó un estimado de 4.5 millones de novohispanos, siendo la intendencia del Valle de México la más habitada con 1,147,973 pobladores, contra los apenas 4,076 de Baja California, la intendencia más escasamente poblada. Se debe señalar la ausencia de datos para Coahuila, Tejas, el Nuevo Santander y Nuevo León, reinos que caían bajo la intendencia de San Luis Potosí y cuyos datos no pudieron ser reunidos a tiempo49. Finalmente el último episodio a recordar en el presente trabajo y que ya ha sido honrado por la filatelia es el de la expedición de Alexander von Humboldt en Nueva España, la cual ocurrió entre los años de 1803 y 180450. Este esfuerzo científico puede asumirse como uno de los últimos suspiros de la ciencia novohispana y ha sido recordado en dos ocasiones por las estampillas mexicanas, la primera en el año de 1960 por motivo del primer centenario del fallecimiento de Humboldt en 1959, y la segunda en 1999 conmemorando el segundo centenario del inicio de su expedición científica a América51. La labor científica de Humboldt en Nueva España fue monumental y versátil incluyendo estudios en las áreas de Astronomía, Botánica, Zoología, Antropología y Cartografía, entre otras. Sus resultados fueron publicados en el Ensayo Político sobre el reino de la Nueva España (1811), en el cual se puede destacar el recuento que Humboldt
48
Véase Anexo XV. (Castro Aranda, 2010, pág. 101) 50 Como parte de una expedición mucho más amplia y larga que se extendió por todo el continente americano y que comenzó desde el año de 1799. (Martínez Sanz, 1992, pág. 265) 51 Véase Anexo XVI. 49
realizó sobre los principales científicos novohispanos de la época, proveyéndonos un testimonial fidedigno sobre el legado y alcance de la elite científica criolla: “Tres sujetos distinguidos, Velázquez, Gama y Alzate, ilustraron su patria a fines del último siglo [XVIII]. Todos tres hicieron un sinnúmero de observaciones astronómicas especialmente de los eclipses de los satélites de Júpiter. Alzate, el menos sabio de ellos, era corresponsal de la academia de ciencias de París […]” (Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España II, 1822, pág. 234)
Dentro de dicho recuento, Humboldt narró y reconoció el avanzado estado de las instituciones científicas novohispanas, la mayoría de las cuales fueron establecidas en el siglo XVIII, entre ellas las ya mencionadas Real Seminario de Minería y Real Jardín Botánico, agregando en ello el Real Colegio de las Bellas Artes de San Carlos, aunque también se podría citar al Real Colegio de Cirugía: “Ninguna ciudad del nuevo continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos, presenta establecimientos científicos tan grandes y sólidos como la capital de Mégico. Citaré solo la escuela de minas, dirigida por el sabio Elhuyar […], el jardín botánico, y la academia de pintura y escultura, conocida con el nombre de Academia de las nobles artes.” (Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España II, 1822, pág. 227)
También se puede resaltar el abordaje histórico-geográfico con el que Humboldt inició su obra, haciendo un recuento sobre las dimensiones de las posesiones españolas en América, el origen de la denominación de Nueva España, así como los reinos que la componían en su momento52. Pero quizás uno de los aspectos más importantes de la descripción geográfica que Humboldt realizó fue su postura visionaria, para el beneficio de
52
(Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España I, 1822, págs. 6-7)
la navegación y el comercio, proponiendo la apertura de un canal que comunicase el océano Atlántico, con el mar del Sur (Pacífico): “El istmo de Tehuantepec al S.E. del Puerto de Veracruz es el punto de la Nueva España en que el continente presenta el ancho menor. Se cuentan desde el océano Atlántico hasta el mar del Sur 45 leguas de distancia. Las fuentes inmediatas de los ríos de Guasacualco y de Chimalpa parece que favorecen el proyecto de un canal de navegación interior; proyecto que ocupó por mucho tiempo el conde de Revillagigedo, uno de los virreyes más celosos por el bien público.” (Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España I, 1822, pág. 14)
Además trató de actualizar las figuras demográficas arrojadas por el censo de 1793, calculando una población novohispana no menor a 6.5 millones de habitantes53. Dicha aproximación la realizó apoyándose en un estricto método estadístico, pretendiendo determinar el crecimiento que había experimentado la población y su distribución geográfica a partir de su detallado mapa del virreinato observando la división de intendencias. “Estoy lejos de sentenciar en tan delicada materia; basta haber presentado el pormenor de materiales reunidos hasta el día de hoy y que pueden conducir a resultados exactos. Tengo por muy probable que en 1808 la población de Mégico pasa de 6, 500,000 almas.” (sic) (Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España II, 1822, pág. 120)
53
“Los virreyes sucesores del conde de Revillagigedo no han renovado este censo: y el gobierno se ha ocupado desde entonces poco de indagaciones estadísticas. Varias memorias que los intendentes han formado acerca del estado actual del país que les estaba encargado, contienen exactamente los mismos números que el plan de 1793; como si la población pudiera permanecer siempre la misma por espacio de diez años.” (Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España II, 1822, pág. 107)
Como se puede apreciar la obra de Humboldt puede ser considerada la fuente más valiosa para el conocimiento general sobre la situación de la Nueva España a las puertas del movimiento de emancipación. Se debe además de considerar que con el advenimiento de las guerras napoleónicas y la abdicación de Carlos IV de España en el año de 1808 se rompió el estatus quo que permitió el dinamismo entre el reformismo Borbónico y el desarrollo científico, a partir de dicha fecha se colapsó el modelo de la ciencia novohispana del siglo XVIII, convulsión de la cual el emergente país independiente tardó varias décadas en salir para dar lugar a una nueva ciencia de carácter nacional hacia la segunda mitad del siglo XIX. Últimas consideraciones. El presente artículo ha pretendido construir una Historia mínima de la ciencia virreinal a través de la narrativa disponible en la filatelia mexicana, demostrando con ello el gran valor documental y cultural de las estampillas postales. Con ello se han reunido una serie de emisiones filatélicas que a lo largo de más 150 años de historia postal mexicana han rendido homenaje y relatado una parte esencial de la Historia de México, es decir la crónica sobre los logros científicos alcanzados durante el longevo período virreinal. Aunque el relato dista de ser exhaustivo, se han logrado cubrir los aspectos más esenciales e importantes de la Historia de la ciencia virreinal, pretendiendo con ello arrojar luz sobre un elemento de gran importancia en nuestra cronología nacional. Teniendo en cuenta lo anterior queda evidente que la filatelia aún tiene muchas citas pendientes con la Historia de la ciencia virreinal, numerosas expediciones, instituciones y prolíferos personajes siguen esperando su merecido lugar en las estampillas mexicanas.
Solo por hacer mención de algunas de las más notables ausencias se puede citar del siglo XVI a Juan Diez, como autor del primer libro de matemáticas impreso en América, y Juan Badiano indio nativo y autor del aquí estudiado Códice Badiano; del siglo XVII es indispensable recordar al matemático fray Diego Rodríguez, el geógrafo Enrico Martínez y el astrónomo Gabriel López de Bonilla; finalmente del siglo XVIII las omisiones son numerosas, en primer lugar resulta imperativo recordar a los científicos criollos José Antonio de Alzate y Ramírez, Antonio de León y Gama e Ignacio Bartolache, y en segundo a los científicos peninsulares que realizaron una monumental obra científica en la Nueva España entre ellos los botánicos Martín Sessé y Lacasta, y Vicente Cervantes, el mineralogista y químico Fausto de Elhuyar, y el ingeniero militar Miguel de Constanzó. Estas ausencias demuestran que la filatelia mexicana aún tiene mucha Historia pendiente por contar, esperando que en ello se tome ventaja del riquísimo legado científico del virreinato que merece ser honrado y recordado por las estampillas postales. Con ello se pretende despertar un interés histórico, científico y cultural a partir de la filatelia, reconociendo a la estampilla como un medio de difusión en su propio derecho, y en espera de futuros trabajos similares que interpreten los tímidos pero trascendentales contenidos de la filatelia, dando continuidad al fértil campo de la Historia de la Ciencia en México.
Anexos Anexo I:
Izquierda: N° Scott 683-A96 Bartolomé de las Casas, México 1933. Derecha: N° Scott 971-A245 Bartolomé de las Casas, México 1966.
Anexo II:
N° Scott C515-AP161 Códice Badiano, herbolario azteca, México 1975.
Anexo III:
N° Scott C513-AP161 Francisco Hernández, primera página de Historia Médica de la Nueva España, México, 1975.
Anexo IV:
Izquierda: N° Scott 748-A134, 749-A135, 750-A134, C97-AP36, C99-AP37 (No se muestra la C98) 400 Aniversario de la Imprenta en México, México, 1939. Derecha: N° Scott 1625-A574, 450 Aniversario de la Imprenta en México, México, 1989.
Anexo V:
N° Scott C313-AP315, IV Centenario del descubrimiento del tornaviaje por fray Andrés de Urdaneta, México, 1966.
Anexo VI:
Izquierda: N° Scott 2079-A893, 100 años de la independencia de Filipinas (Galeón de Manila), México, 1998. Derecha: N° Scott 2080-A893, 100 años de la independencia de Filipinas (Galeón de Manila), México, 1998.
Anexo VII:
N° Scott: 1485-A512, 400 Aniversario del primer impreso sobre construcción naval en América, México, 1987.
Anexo VIII:
N° Scott C377-AP160, C378-AP160, C379-AP160, Luna69, México, 1970-71.
Anexo IX:
N° Scott C418-AP161, Arte y Ciencia de México: Carlos de Sigüenza y Góngora, México, 1973.
Anexo X:
N° Scott 1474-A504, Tricentenario de la llegada del padre Kino a la Pimería Alta, México, 1987.
Anexo XI:
Izquierda: N° Scott C386-AP163, Conmemoración del retorno de los restos mortales de Francisco Javier Clavijero a México, México, 1971. Derecha: N° Scott 1234-A384, 250 Aniversario del natalicio de Francisco Javier Clavijero, México, 1981.
Anexo XII:
N° Scott 1343-A432, Bicentenario de las Reales Ordenanzas de Minería, Joaquín Velázquez de León, México, 1983.
Anexo XIII:
N° Scott 1717-A656, 200 años de la enseñanza de la ingeniería en México, México, 1992.
Anexo XIV:
N° Scott 961-A237, Bicentenario del nacimiento de Andrés Manuel del Río, México, 1965
Anexo XV:
N° Scott C257-AP103, 8vo censo poblacional de México, México, 1960.
Anexo XVI:
Izquierda: N° Scott 908-A206, Centenario de la muerte del barón Alexander von Humboldt, México, 1960. Derecha: N° Scott 2176-A957, Bicentenario del viaje del barón Alexander von Humboldt al continente Americano, México, 1999.
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