Para uso de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nayarit
NICOLÁS DE CUSA DE LA DOCTA IGNORANCIA Y APOLOGÍA DE LA DOCTA IGNORANCIA LIBRO 1 CAPÍTULO 1 Cómo saber es ignorar
Observamos que hay en todas las cosas, por un don divino, un deseo natural de existir de la mejor manera posible dentro de lo que consiente la condición natural de cada una, y que, con ese fin, obran y tienen los instrumentos apropiados los seres dotados de capacidad de juzgar innata: ésta posibilita el conocimiento para que el apetito no se frustre y pueda alcanzar la quietud allí donde le lleva el peso de su propia naturaleza. Si acaso sucediese lo contrario, eso será forzosamente accidental, como cuando la enfermedad deprava al gusto, o la opinión a la razón. Por eso decimos que la inteligencia sana y libre que, incansablemente, por un afán de búsqueda innata, desea alcanzar la verdad examinándolo todo, la conoce como por un abrazo amoroso, ya que no dudamos de que sea absolutamente verdadero lo que se impone a todo espíritu sano. Ahora bien, todos los que investigan juzgan proporcionalmente de lo incierto por comparación a algo presupuesto cierto. Toda investigación es, pues, comparativa, usando como medio la proporción. Cuando el objeto investigado se puede comparar con el presupuesto, por una reducción proporcional obvia, se hace fácil el juicio apreciativo; pero cuando hay que recurrir a muchos intermediarios, surge la dificultad y el trabajo. Eso es cosa bien conocida en matemáticas, en las que las primeras proposiciones se reducen más fácilmente a los primeros principios evidentes, mientras que en las posteriores, que no se reducen más que por las anteriores, hay mayor dificultad.
orden de la cuantidad el que genera una proporción, sino el que se da en todo orden, en todos los seres que de cualquier modo, sustancial o accidentalmente, pueden convenir y diferir. Esa es tal vez la razón por la cual pensaba Pitágoras que todo está constituido y es inteligible por los números. Sin embargo, el precisar las combinaciones en las cosas corporales y la acertada adaptación de lo conocido a lo desconocido, sobrepasa a la humana razón, de tal grado, que a Sócrates le pareció que no sabía más, sino que era un ignorante. Y el sapientísimo Salomón' afirmaba que todas las cosas son difíciles e inexplicables por el lenguaje, y otro inspirado por, el Espíritu Santo dice que la sabiduría y la sede de la inteligencia están ocultas a los ojos de todos los vivientes. Siendo así, como lo afirma también el profundísimo Aristóteles en su Filosofía primera, al decir que en las cosas que son más evidentes por naturaleza experimentamos una dificultad semejante a la del búho cuando intenta ver el sol, y, como por otra parte, no puede frustrarse nuestro apetito, deseamos conocer que somos ignorantes. Si lográremos conseguir eso plenamente, alcanzaremos la docta ignorancia. Pues no hay mayor logro que se pueda seguir en la sabiduría a un hombre, aun celosísimo en aprender, que el encontrarse doctísimo en la ignorancia misma que le es propia, y tanto más lo será cualquiera cuanto más sepa que es ignorante. Con ese intento he dedicado mis esfuerzos a escribir unas pocas cosas sobre esta docta ignorancia. CAPÍTULO II Elucidación preliminar de las cosas que siguen
Toda investigación, pues, se consuma en una comparación, fácil o difícil; por eso, el infinito como tal, que rehuye toda proporción, es desconocido. Ahora bien, la proporción, al incluir a la vez conveniencia y disconveniencia en algo, no se puede entender sin el número. El número, por tanto, abarca todo lo que admite proporción. No es tan sólo, pues, el número que se da en el
Habiendo de tratar sobre la ciencia máxima, la de la ignorancia, estimo necesario el estudiar la naturaleza de la maximidad misma.