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ENTRE REINOS Y GUERRAS

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BUENOS CIMIENTOS

BUENOS CIMIENTOS

ENTRE REINOS

Y G U E R R A S

POR Marlene Diveinz FOTO cortesía

¿LOS SERES HUMANOS ELIGEN SU DESTINO? PUEDE SER QUE SÍ Y ASÍ JUSTIFICAR QUE EN EL SIGLO XXI HAYA MÁS DERECHOS Y LIBERTADES.

¿Qué pasa cuando se hurga en la genealogía familiar y se encuentran tantas coincidencias que hacen dudar de la supuesta elección para coincidir en la máxima de Sófocles, en Edipo Rey, que “nadie escapa a su destino”?

La escritora Elena Poniatowska podría confirmar la famosa sentencia del poeta griego en los dos tomos de su más reciente novela “El amante polaco”. ¿Coincidencias? No, si leemos el preámbulo: “A la vida de Stanisław Poniatowski, nacido en 1732, añadí algo de la mía, nacida doscientos años más tarde, en 1932, en un mundo fantástico, no solo para mí, sino para futuras generaciones de hijos, nietos y bisnietos”.

Con el rigor periodístico que la caracteriza, documentó cada momento de su antepasado paterno que la precedió 200 años atrás. Recreó diálogos, conoció secretos íntimos, contrastó fuentes diversas y reescribió tantas veces como fue necesario para lograr la verosimilitud necesaria que exige la novela histórica. Stanisław vivió la Ilustración, el inicio y la caída de imperios europeos, las guerras, el exilio y la migración. Elena fue testigo de los totalitarismos después de la segunda guerra, los avances tecnológicos y hasta la pandemia.

Vivir para contar esa vida, más la propia que cumple 90 años y atreverse a anticipar el futuro, es un privilegio casi único. ¿Quién más con la paciencia y la determinación, la experiencia y el atrevimiento? Elena Poniatowska lo hace posible en esta novela que escapa a las clasificaciones rigurosas: historia, autobiografía, testimonio y entrevista para entregarnos una especie híbrida, no exenta de drama o profundas reflexiones. Los premios y reconocimientos internacionales como el Cervantes en 2013, o la Legión de Honor en 2003, garantizan la lectura hasta el capítulo 35, donde se lee: “El pasado se lo lleva el viento, así como se llevará esta imagen de tres niñas risueñas haciendo bailar a una mujer de pelo blanco a quien ayudaron a subir un quiosco. “Sube, abuela, sube”.

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