Mural Invierno/Winter 2017

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MURAL FIN DE AÑO 2016


MURAL

MAGAZINE QUÉ MÁS PODEMOS DAR DOSMILDIECISÉIS

EDITORIAL board and staff Editor in Chief Tatiana Khemet Managing Editor Paula Carcamo Translations Manager Jasmin Pizano Treasurer Paula Carcamo Events Coordinator George Adames Digital Marketing Chair Regina Favela Secretary Kenny Talbott la Vega Staff Valeria Alejandra Stutz, Gaby Berndt, Raul Zaldaña


una bienvenida y despedida La Soledad Compartida

Ada Torres

prosa creativa

El Barco Carly Offidani-Bertrand Un Estudiante de Medicina Visita el Pueblo Enrique Murillo Nirvana Jan Peña-Davis

reseñas Mil Emociones

Jasmin Pizano Luna Incorporar la Diferencia: el Cuerpo y la “Invisibilidad” Jessica Covil

política

Ni Una Menos en Perú Romina Vargas Bezzubikoff

poesía Ay, Tú

Ayling Dominguez Hierba Mala Ayling Dominguez Do Not Respond Coral Estrella Sabino Silvestre Un Corte por el Medio Valeria alejandra Stutz

tertulia

La Experiencia de una Gringa Hispanohablante en Oaxaca Marielena Segovia


a r t e v i s u a l*

y

f o t o g r a f Ă­ a s*

Lugar Latino Kathia Rodriguez FotografĂ­as Paula Carcamo Regina Favela Finn Jubak Christian Sanchez Valeria Alejandra Stutz Ben Unger *These are distributed throughout the issue

agradecimientos


Christian Sanchez


La Soledad Compartida Ada Torres Teníamos el corazón desdichado; o no teníamos el corazón desdichado en absoluto y éramos la furia viva; o teníamos el corazón desdichado y éramos, también la furia viva. Éramos tímidos, o éramos cerriles, o éramos blindados. Éramos, en todo caso, una falla, una pequeña disrupción, algo que no se suponía que fuera a resultar así. “El síndrome”, Leila Guerriero Todos los miércoles cultivo la misma tendencia rutinaria: leer la columna semanal que publica Leila Guerriero en El país. No siempre tengo el tiempo o las ganas de leer las noticias del día o agarrar alguna de las novelas que tengo empezadas; pero para esta columna siempre hay tiempo y sobre todo, siempre tengo ganas. Cuando la prosa, el diálogo o el verso me cautivan, soy lectora fanática y enviciada. Me dispongo a leer tres veces corridas ese párrafo que me conmovió, y a subrayarlo y a anotarlo en algún cuaderno; a volver a la misma parte de la película en donde las palabras me emocionaron más o simultáneas a la imagen; a marcar la página del poema con el que espero (re)encontrarme cuando me vuelva a (des)enamorar. El periodista Juan José Millas publicó en El país un artículo sobre Leila y uno de sus más recientes libros, una compilación de escritos sobre ser periodista--Zona de obras. Sobre el acto de leer a Leila dice el periodista, De Leila Guerriero, sobre todo si eres escritor, resulta difícil leer más de cuatro páginas seguidas porque a la tercera te levantas roído por la ansiedad, diciéndote es esto, era esto. Y te vas al ordenador intentando emular uno de sus comienzos, de sus finales, lo mismo da, pero enseguida vuelves a la cuarta página de su libro como vuelves al cigarrillo, al vino, al Valium, al jarabe para la tos con


codeína. Y mientras pasas las páginas lo ves. Era esto, era esto. Concuerdo. Leila es de esas periodistas que me hace suspirar y me lleva a anotar oraciones o párrafos en el cuaderno. “Cuando anotas en papel y con tinta, las ideas se quedan más presentes en tu memoria, intuición y/o subconsciente” me dijo una sabia supersticiosa alguna vez. Por eso anoto las palabras de Leila, para eternizar el suspiro y la piel de gallina de la primera lectura. Hace poco más de un año, por ejemplo, leí “El síndrome”, un escrito por Leila que publicó la revista colombiana El Malpensante. Después de leer “El síndrome” me quedó el sabor de esa vieja inefabilidad que llamamos placer. Y bajo dicho éxtasis, le escribí un mail a algunos amigos que justo terminaban la universidad. Se los dije a mi manera: “era esto, es esto”.

Aunque no lo fuera para ellos, lo era para mí. Lo compartí porque el texto me descompuso el alma en pocos minutos y me la devolvió en pedazos y etapas y placeres y melancolías frágiles. Como reconocer que la soledad también es hermosa cuando la compartimos. Mediante su prosa intrépida y deliberadamente desconcertante, Leila compuso una de las muchas sensaciones que me costaba articular--la que cultivé la primera madrugada en la que conversamos en vez de dormir y nos comimos el queso que olvidamos llevar a la fiesta. “Nuestras madres insisten en que el pijama combine”, concluimos. “¿Por qué?” le preguntamos tanto al pijama combinado como al sueño y al lenguaje y al miedo y a la injusticia. A nuestras madres nunca les cuestionamos. Después vinieron muchas madrugadas como aquella. Así le per-


dí miedo al inglés, así observé la ciudad desde una bicicleta, así bailé, bailaste y bailamos, así me convencí de que no me hacía falta un novio pues vivía enamorada de mis amigos y nuestra irreverencia. De madrugada confirmé que la soledad también es hermosa cuando la compartimos. El texto de Leila también me lo confirmó. En “El síndrome”, la periodista argentina esculpió una forma del placer. Sus ideas y sintaxis me transportaron hacia la soledad compartida. *** Now I finished college and I think about all the pain endured throughout four years. And still, the prevailing feeling is that a very beautiful period of my life just ended. Throughout these past years thoughts of pain and feelings of beauty or thoughts of beauty and feelings of pain were not mutually exclusive. And they probably will never be for the rest of days and moons I have left. Perhaps to feel pain is to eventually recognize a wicked, overwhelming, and inspiring form of beauty. Perhaps. I felt alone. I learned that loneliness sometimes hurts. I turned loneliness into solitude, a slightly more pleasing word. I walked myself to the coffeeshop where they knew my name. I sat down with a book or a notebook or a letter-to-write and I wrote, so that at least for a second I could quiet the mind and release my truths. One time I wrote until I convinced myself that solitude was also beautiful when shared. Even if the barista didn’t know that I was sharing my solitude with her. Even if my friends didn’t know this. Even if I often didn’t trust this revelation myself.

Written thoughts while reading M Train by Patti Smith.


To share my solitude: the timid agreement I had with the baristas, my friends, myself, and my pen. That is perhaps how many got to know me and how I got to know myself. Did my shared solitude ever leave me? No. It was clandestine like the moments I took to bask in my friends’ joy as they joked and conversed in our sobremesa. It grew fond of shared, comfortable silences by the lake or the CTA. It became the driving force that led me here, to the blank page. “Why I write.” Toma estas palabras, querido lector. Son mi soledad compartida. Chicago, 2016


Regina Favela


prosa creativa


Paula Carcamo

El Barco Carly Offidani-Bertrand Editor’s note: This story was recorded by the author as told to her by her grandmother. Estábamos en Brahmenhaven, Alemania. Pasamos dos días en el tren, que iba tan lento. Ya terminamos todos los exámenes médicos y todo lo demás. Después de 4 meses le dieron permiso a Zia Nerina, podíamos irnos porque éramos una familia y teníamos que mantenernos juntos. Por fin la mandaron por este tren que iba a Alemania. Iba muy lento y estaba lleno de gente de todo tipo. Y llegamos al campo de refugiados, que queda cerca al mar porque en Bramenhaven tienen, sabés, el barco que lleva al ejército de ahí de Europa, como ahora de acá porque tenemos tantos hombres militares en todos lados hoy en día. Y con el mismo barco, llegamos acá. 12 días en Diciembre. Pasamos la navidad y el año nuevo en el barco. ¡Y no podés creer la tormenta que nos pasó cuando estábamos de viaje hacia acá! Sabés que estuvimos escondidos 3 días con todas las puertas cerradas, ni podíamos salir. Estábamos aterrorizados. El barco, iba arriba arriba arriba y después, sabés de una ola a otra hay un espacio grande abierto y después el barco iba ta ta ta ta ta ta ta. Y de nuevo. Y ta ta ta ta


ta ta ta ta. La ola fue tan grande, nos asustó mucho. Tanta gente que nos ataron--no te podés mover, no podés sentarte, tenés que sostenerte. Y por Dios, me mandaron a la cocina de nuevo, para trabajar. En todos lados me mandan a la cocina. Pero realmente fue increíble. Qué susto. Primero una cosa, luego otra y luego otra. No sé cómo lo aguantaron. Mi papá, se supone que tu tío George tenía que estar siempre con él porque era un chico, pero solo tenía 10 años. ¿Por qué? Pobre, quería quedarse con nosotras, no tenía que ir con los hombres. Por dios. Bueno, lo metieron con los hombres y nosotras, nosotras llegamos acá y ¿quiénes vinieron a darnos la bienvenida? El Salvation Army. El Salvation Army vino al embarcadero, nos ofrecieron donuts, tuvieron donuts, tuvieron leche, tuvieron jugo para los chicos. Sí, y estuvieron ahí y siempre mando dinero a ellos porque realmente hacían un buen trabajo. Realmente, escuchás por las noticias cuando algo pasa el Salvation Army siempre está ahí para dar una mano. Y la cruz roja, pero nosotros conocimos al Salvation Army que fue al embarcadero ahí. ¿Y no tenías miedo cuando estabas yendo para los Estados Unidos? Bueno, sabés que había un joven, alemán-italiano, estaba hablando italiano y alemán y no sé cómo pero imaginaba Hollywood y quería montar una obra de teatro en el barco. Entonces yo, zia nerina, nonno. Así conocí tu nonno. Nos mandaron. Él hizo algo, yo era una de ellos que vomitaban porque en el barco, todos estaban vomitando. No tenés ni idea. Había un judío, pobre, lo ví en el inodoro. No tenés nada separado por género. Él tenía una barba grande y estaba agarrando el inodoro, estaba a rodillas en frente del inodoro con la barba metido adentro. Era, era, el barco, te digo, el mar era tan grande. Tan mal. La tormenta fue horrible. Por dios. De que se trató la obra? La vida del barco?


La obra, sí. Zia nerina dijo algo, me obligaron a actuar así. Nonno tenía que fingir que estaba borracho. No sé. Hasta, sabes que tuvieron una competencia para elegir la Señorita del Barco? ‘Miss algo,’ y una de las alemanas ganó, ‘Miss’ no sé como se llama. Miss America. Miss America, te digo. Por los menos hizo algo, sabés? No sé cómo tenían el coraje para todo eso. Y había una sala grande donde tenían sillas para sentarse, pero cuando se sienta en la silla, por dios cuando estaba por venir la ola no se podía sentarse, los soldados tenían que atar una silla al otro para que se queden quietos, fue terrible. Terrible. Tanto susto. Y dormir en una habitación gigante al fondo del barco. Gigante. Había 3 camas, una dentro de la otra, y 3 literas, una dentro de la otra, otro 3 literas. Había una única habitación para todos/as, y uno estaba vomitando por allá, otro por acá, fue increíble. Y nonno estaba en el frente del barco porque cuando estás en el frente del barco es peor porque vas zoom zoom zoom. En el medio fue difícil, pero no tan terrible. Y tío George estaba con mi papá nonno Pipa, tenían que estar juntos. En todos casos después llegamos y el capitán dijo que tenía tanto miedo que el barco iba a hundirse porque la tormenta fue increíble, en el medio del océano. No fue como un barco pasajero, fue terrible. Muy muy sencillo el barco, se llama el General Stuart, se llamaba el barco.


Un Estudiante de Medicina Visita el Pueblo Enrique Murillo Un joven estudiante de Guadalajara decidió aprovechar sus vacaciones para viajar por los pueblos del estado con el fin de educar a los bebedores sobre los efectos del alcohol en el sistema digestivo. Una mañana soleada se le vio llegar a la cantina de Tomasito con una mochila de la que sacó dos vasos de vidrio, un pañuelo blanco y una cajita con gusanos. Ante el asombro de los bebedores de siempre—que eran muchos, se sentaban en dos bancas laterales y que por su aspecto descuidado parecían recién llegados de una guerra—pidió una botella de agua y otra de tequila, petición a la que el cantinero respondió con gusto. El joven tendió el pañuelo sobre el piso de cantera sin que le despegaran la mirada y sobre este colocó los dos vasos. En uno vació tequila y en el otro agua cristalina hasta asegurarse de que quedaran lo suficientemente llenos para iniciar el experimento. Cabe mencionar en este punto que la venta de licor se suspendió aunque las puertas continuaron abiertas, pues el mismo Tomasito, amante consumado de transmitir como noticias las historias dignas de contarse, clavó sus codos sobre el mostrador y la mirada en la maniobra del estudiante para no perderse ningún detalle. Acto seguido, como lo hace el mago diestro en su arte, el joven sacó del estuche un gusano lampiño y lo soltó a la deriva en el vaso del agua. El animalito bajó girando a manera de un reguilete hasta tocar el fondo, luego, sin perder el tiempo, giró en dirección contraria y se elevó hasta salir a flote. El estudiante lo rescató con dos dedos para meterlo enseguida al vaso de tequila. El gusano repitió la operación mientras se hundía, pero jamás logró subir, ni hizo el intento, porque se quedó


inerte. Ahí los bebedores pronunciaron una O alargada en señal de sorpresa. Tomasito lanzó un bufido como cuando el aficionado al cine espera que transcurra algo en la película pero sucede lo contrario. Los mirones se quedaron sumidos en su mutismo. Tan sólo cruzaban sus miradas de asombro. Al fin el joven les preguntó qué deducían de aquel experimento. —“Un voluntario, el que sea,” les insistió. Todos permanecieron callados, incluyendo Tomasito. Al fin uno, que no pudo resistir la parsimonia del silencio, levantó la mano y el estudiante lo invitó a opinar. —“Aquí nunca se ha visto nada igual, maestro,” fue todo lo que dijo. —“¿Y qué opina?” Le preguntó, impaciente, el joven. El hombre respondió: —“Que es bueno tomar mucha tequila pa’ no criar gusanos en el estómago.” NOTA ACLARATORIA: No es intención del autor ofender a segundas ni a terceras personas; por lo mismo, se omiten nombres, con excepción de el de Tomasito, amigo de los amigos (QEPD), y si algo hay de dramatización en el texto se debe a que así se dieron los hechos o, al menos, así los registró su servidor en una carrera alcohólica de años, en la que se jugó un mano a mano con un ejército de gusanos.


Paula Carcamo


Nirvana Jan Peña-Davis Light bounces from building to doorway to woman, changing each from brown to gold and brown again as evening prepares to settle in. Juliette balconied buildings, with shuttered windows to close out the heat, snuggle closely to their stuccoed neighbors. A sliver of gold stains the façade that before the Revolution shone brilliantly as white, or pink, or blue, or green. Peeling paint mingles with crumbling chunks of plaster and tropical air, making it hard to determine whether gray is the recent color or part of the past. Smells of fried plantain, car exhaust, gutter waste, and an occasional whiff of jasmine waft across your nostrils with each inhale of your breath. Thick humidity makes it incredibly hard to breathe as the day struggles to end and the heat refuses to let go. Heat muffles the ambient sounds and even the flies are too hot to buzz and annoy the inhabitants. She stands there. Alone. In front of ornately carved ten foot oak doors, much like sentinels on guard. The angle of the light shadows her face, yet bounces off her red twirly mini-skirt and the turquoise, off-the-shoulder spandex top faded from one too many washings. The straps are pushed down in the space between her shoulders and her elbows. She wears ‘chancletas’ several sizes too big, which showcase her immaculate feet.


Her eyes and nose hide in the shadow of the setting sun, but her lips, round and full and just a taint pouty, are painted a muted red. A tumbled mass of thick, wavy, black hair appears to be an aura surrounding her small face. Perhaps she’s a tropical goddess or at least an angel. Hope is all there is on this decaying island. And Dreams. As the light shifts in its final decline, the young woman provocatively sucks on an orange Popsicle as she gazes down the brick paved street at the German, or Canadian or European men who are willing to pay to spend time with a chocolate dream. “Ay, mucho calor,” she whispers to herself as she takes a delicate white, lace, embroidered handkerchief from her tiny bosom and dabs at the rivulets of sweat meandering down her face. When inhaling, you can smell gardenia. There is no breeze, only heat and humidity. And no money either. An old woman carefully picks her way down the narrow street, fingering a rosary and whispering a prayer. She’s dressed in all black, tightly buttoned from the top of her neck to the bottom of the long full skirt that brushes the tops of her black shoes, making a swishing sound with every step. She looks up when the aroma of jasmine tickles her nose as she passes the young woman standing in the doorway. She whispers ‘puta’ to no one in particular as if that word is part of her prayer. But the woman standing in the doorway is not a woman, but a girl of twelve maybe fourteen. Times are hard and this is the only way she has to help feed her younger sibling, courtesy of The


Revolution. She ignores the insult and disapproving look from the old woman and quickly jerks her head to the right when she hears her name. “Anjelicka.” She knows the voice. With the back of her hand, she quickly wipes off the lipstick, pulls the straps of her turquoise top up onto her shoulders, gathers her thick mane of black hair and deftly makes one long braid, wiggles her skirt lower and turns towards the voice, looking very much like the ‘tween’ she is. She smiles and almost skips a bit as her baby brother - more her baby than her brother - runs to meet her. “Hola mijo, besame.” She takes his hand and kisses his cheek and begins the walk home. She adores her younger brother. He feels the same about her. The two of them were left in the care of their grandmother when their mother left in search of their father. She doesn’t remember much about her father. Only his smile and how he tossed her into the air whenever he saw her. She remembers how she tucked her head into the curve of his neck because she felt safe when he was around. He wasn’t around much because he was an American, a revolutionary who hijacked a plane from the United States in search of Nirvana. Her grandparents didn’t see him that way. They didn’t want trouble from the Neighborhood Watch Group so they discouraged her mother from contacting him.


“Revolutionary,” her grandfather used to sputter loud enough for the neighbors to hear. “Che, Fidel, now they were revolutionaries. You stay away from that prieto,” her grandfather warned. Her grandmother recognized the look in her daughter’s eyes and knew the warning fell upon deaf ears. And not long after, Anjelicka was born, and her brother quickly followed. Her father, she never saw him again. Her mother left to find him. And now she’s missing. All her mother left Anjelicka were letters; letters written by her father to his sister in the U.S. and her letters to him. The aunt she’ll never meet; the sister her father always said she looked just like. The sister whose name he sometimes whispered in her ear and quickly turned his head to wipe away a tear. The sister, who never judged him, only loved him for who he was. “Mucho calor,” she whispers again as she wipes perspiration from her face, or perhaps a tear. Home now, she glances around the room and her eyes rest on the shelf with the letters. Letters her mother treasured yet never allowed her to read. Letters neatly tied with a faded ribbon inside a beautifully carved wooden oak box that hasn’t been opened in years. Perhaps now with her parents missing and her grandfather dead, it is time to remove the shroud regarding her father’s life. Perhaps she’ll even discover who she is. She smiles at this thought and walks to pick up the box.


She takes a deep breath. She gingerly opens the dusty wooden container. She carefully fingers the envelope on the top. It is addressed to her father with a return address in Chicago. What a different time it must have been between Cuba and the United States she muses. Stacks of letters bounded by faded ribbons are arranged according to dates with the most recent on top. Anjelicka’s abuela shuffles into the room. She is now old and sick. She walks to one of the two chairs placed in front of the window and slowly eases herself down. She smiles at her granddaughter as her eyes lower to the box in Angelicka’s hand. She nods her head in approval. “Siéntese mija,” she says and pats the chair directly across from her. “Estás bien mi amor, it is time,” the old woman whispers to the young girl. “Pero empieza at the beginning.”


Valeria Alejandra Stutz


reseĂąas

Paula Carcamo


Mil Emociones Jasmin Pizano “I’m as naked as a field of cane, As alone as all of Cuba Before you” You like to give and watch me my pleasure. Loose Woman de Sandra Cisneros El libro completo de poesía por Sandra Cisneros, Loose Woman, fue publicado en 1994. Esta colección de poemas es dinamita para los sentidos, al menos para una mujer mexicana como yo. A lo largo de la antología leí una voz familiar, la cual comúnmente habita en la mente pero se conforma a vivir en secreto. Este no es el caso en Loose Woman. La verdad sale desnuda. Sandra Cisneros se entrega a sus sentidos y se deja llevar por sus memorias y reflexiones. Parece encontrar libertad en sus indulgencias al placer y el deseo, la tristeza y la soledad. La colección de poemas desafía ideas convencionales con respecto a la mujer y el amor. Presenta una complejidad más honesta y tal vez más consciente de la sexualidad femenina. Sus reflexiones son potentes porque ella no se toma a sí misma completamente en serio. Se permite expresar extremas emociones sin sentir vergüenza. Acepta ser diosa de la lujuria sin remordimientos. Se proclama mujer de mitos y de mierda­como un peligro a la sociedad. Pero también demuestra vulnerabilidad al presentar sus deseos y sus ansias. Es sensible. La llaman “corazón” y perdona. Crea el sentimiento apasionado con la franqueza­y la conexión a todo lo que ella ha conocido. La pasión llega al centro de su ser. Es decir, la pasión retorna al centro y se conecta con el núcleo de su existencia, sus raíces. “You bring out the Mexican in me.” Ella siente y procesa de la manera que sabe sentir.


Su antología parece ser manifestación de su monólogo interior. Es un monólogo que a mí me benefició leer. Sentí mucha familiaridad con su relación al amor y la soledad. Me parece que ella quiere sentir los dos­pero nunca entregarse sólo a uno. Creo que es un dilema con el que se batalla mucho. Una quiere ser su propia dueña, pero también quiere pertenecer a alguien o a algo. Pero lo que me dio más placer al leer fue la frustración, la pasión y el enojo que Sandra Cisneros expresa al revivir memorias o al reflexionar. Estas emociones son las que realmente la presentan como dueña de sí misma. Una variación de la sexualidad femenina está muy viva en esta intrépida colección de poemas, Loose Woman.


Incorporar la Diferencia: el Cuerpo y la “Invisibilidad” en los Textos de Lalo y Guillén Jessica Covil Publicados en 1930 y 1931, respectivamente, Motivos del son y Sóngoro cosongo de Nicolás Guillén rompieron radicalmente con las imágenes “blanqueadas” de Cuba, llamando la atención sobre la presencia de los negros y los mulatos que también vivían allí, pero cuya existencia cotidiana se ignoraba por la clase dominante. Aunque Cuba había ganado su “independencia” de España con la Guerra hispano-estadounidense de 1898, este conflicto solamente precipitó la primera ocupación militar estadounidense en la isla.1 Por siglos, Cuba había sido el sitio de vastas plantaciones de azúcar; y a pesar de que la institución de la esclavitud se había abolido en 1886, Cuba permaneció un lugar de lucro para la gente blanca . Los cuerpos negros, por mucho tiempo considerados meras partes de una máquina económica, estaban ausentes de la imaginación popular debido a la desigualdad racial y socioeconómica. En la poesía de Guillén, sin embargo, los cuerpos negros son centrales temáticamente y protagonistas—y este uso de la presencia corporal para combatir la invisibilidad también se puede ver en la novela Simone de Eduardo Lalo. Publicada en 2011, Simone toma lugar en San Juan y su narrador es un profesor de la Universidad de Puerto Rico. El nombre del narrador nunca aparece en el texto. El narrador se pierde a menudo en pensamientos filosóficos, describiendo sus sentimientos de invisibilidad y falta de pertenencia. Sin embargo, caminando por las calles de la ciudad, se hace evidente su presencia en el mundo. Además, da visibilidad a Li Chao y a su herencia china, las cuales se marginan en la sociedad puertorriqueña. De distintas maneras, los poemas de Guillén y la novela de Lalo se centran en un sector de la sociedad que existe como “otro” en relación con la cultura predominante y confieren importancia y privilegio a sujetos nor-


malmente oprimidos. Estas obras combaten la invisibilidad con una insistencia en la presencia corporal de gentes y culturas que “no pertenecen,” subvirtiendo tanto los sistemas sociales como las tradiciones literarias que tratan de silenciarlas. Es importante notar que en la poesía de Guillén, a diferencia de la novela de Lalo, la opresión es el tema principal, y es específicamente racista. También existe una dimensión clasista o capitalista en el texto—como en “Si tú supiera…” y “Búcate plata,” por ejemplo—pero, dado su contexto histórico-social, se puede ver que este clasismo se basa en la raza. Como escribe Arnedo-Gómez, hay un énfasis en la “oralidad” de los negros de la clase baja, y la representación escrita de su acento sitúa la acción de los poemas en La Habana.2 Al reconocer que por el color de la piel los negros “cultos” no tenían acceso a muchos espacios, Guillén pone énfasis en las características físicas más prominentes de los negros y pone el color de piel en tema. Por ejemplo, en “Mulata” se nota “la narise / como nudo de cobbata” y la boca “bien grande.”3 Y en “Mi chiquita” el “yo” poético afirma que ama a su chiquita “tan negra como e,” enfatizando su color con la palabra “tan.”3 Guillén creó un espacio en su poesía para los negros y los mulatos en un momento histórico en que este grupo se veía excluido de muchos espacios de la sociedad cubana y dentro del mundo literario. Además, en “Mi chiquita” Guillén rechaza la desvalorización de la mujer negra que ocurre en la sociedad; en el poema, la mujer es deseada y hasta preferida por el “yo” poético, quien declara: “no la cambio po ninguna / po ninguna otra mujé.”3 Al utilizar la palabra “tengo” para afirmar la vinculación fuerte que existe entre ellos, el “yo” poético describe, quiere y posee el cuerpo de la mujer. Se puede interpretar esto como una reducción de la mujer a un objeto de deseo, pero Williams argumenta que la poesía de Guillén generalmente intenta capturar las realidades vividas por las mujeres afrocubanas, las cuales incluyen sus relaciones con los hombres.4 Es aparente que la mujer en este poema tiene voluntad como cuando recíproca el deseo del hombre diciendo:


“mi santo, / tú no me puede dejá.”3 Y con el imperativo repetido “bucamé,” la mujer afirma no sólo su voluntad, sino también una forma de autoridad sobre él. De esta manera, tanto el negro como la negra se representan como sujetos dignos y capaces de amar, y su presencia corporal en el texto llama la atención sobre su existencia en el mundo. Sin duda, el significado de los poemas de Guillén tiene una gran conexión con la historia de Cuba, y se puede ver una conexión similar entre la novela de Lalo y la historia de Puerto Rico. En el caso de Cuba, la institución de la esclavitud había promovido la desigualdad entre los negros y los blancos, lo cual había resultado en “la fragmentación, la abrasión psicológica y la marginalización socioeconómica de los negros.”1 La esclavitud había separado a los negros de sus comunidades originales en África y entonces había seguido desgarrando a sus familias en la isla. Por eso, “la maquinaria negra no tenía pasado,” y la falta de historia resultó en un olvido social; no se podía reconocer la injusticia del presente porque no se había reconocido los horrores del pasado.1 Pero lo interesante es que la novela de Lalo parece proponer cuestiones muy similares, aunque difiera de los poemas de Guillén con respecto al tiempo y lugar. Por ejemplo, como explica Gaitán Bayona, el Estado Libre Asociado de Puerto Rico era “una isla con constitución política pero sin soberanía: no tiene presidente sino un gobernador elegido por el mandatario de los Estados Unidos”; por eso, argumenta Gaitán Bayona, las obras de Lalo en general tienden a reflexionar sobre “la angustia de ser parte de un territorio cuya autonomía es una agónica impostura.”5 Según Gaitán Bayona, la fragmentación “da cuenta de que la vida ha sido dañada, rota, volada en mil pedazos” debido a la condición sociopolítica de Puerto Rico, la cual pesa mucho sobre el narrador de esta novela.5 *** Como en la poesía de Guillén, el capitalismo yace a la raíz de los problemas sociales que se manifiestan en Simone. El narrador


critica el turismo, motivado por el capitalismo, que ha convertido San Juan en “una parada de autobuses en la ruta de un imperio.”6 Demuestra que este sistema insaciable impone ciertas expectativas en las producciones culturales y literarias de todas las ciudades principales del mundo, hasta que cada una pierde su singularidad. Como escritor, Lalo se enfrenta con “la homologación que el Capital extiende por el mundo como único destino posible.”7 Según Avilés, esta homologación tiene como resultado la invisibilización de todo lo que no conforme con las imágenes aceptadas de su país o territorio.7 El efecto de la fragmentación está directamente vinculada en el texto a estos procesos de globalización y de homologación distintas de las culturas. Así se explica la situación de Li Chao, quien llegó a Puerto Rico con una identidad ya fragmentada porque había dejado a su familia. Para empeorar las cosas, fue violada por su “primo” Bai Bo mientras vivía en Puerto Rico. Su posición es difícil porque fuera de la comunidad china, su existencia es mayormente ignorada, pero aún dentro de la comunidad, su sufrimiento personal es invisibilizado. Se crea un sentimiento de soledad que Li parece compartir con el narrador. Los dos dan a conocer sus presencias mediante actos de escribir, de amar y de caminar por las calles. Mientras que la novela de Lalo mantiene su concentración en la singularidad y en la interioridad del individuo, los poemas de Guillén se centran más en la comunidad y crean un sentimiento de colectividad. Por ejemplo, “Llegada”, el primer poema de Sóngoro cosongo, comienza con la exclamación: “¡Aquí estamos!”3 Entonces se repite dos voces una variación de la exclamación inicial: “¡Eh, compañeros, aquí estamos!”3 De esta manera, el “yo” poético y sus compañeros establecen su locación “aquí”, afirmando su presencia física y creando una dimensión espacial en el poema. Su llamada a sus compañeros también se puede reconocer como una apóstrofe, una figura retórica en que el poeta habla directamente a alguien en segunda persona. La repetición demuestra la pasión y la seriedad con las que el “yo” poético llama a sus compañeros. Su solidaridad con ellos sirve como una forma de resistencia fuerte y persistente, y la vitalidad


de las exclamaciones combate la “inexistencia” que, por contraste, amenaza a abrumar al narrador de Simone. También se utiliza la palabra “aquí” en la novela de Lalo, pero ella tiene distintos efectos en este texto. Al comienzo de la novela, dice: “Pensar desde la nada, desde esta nada pasa, desde aquí. Y lo digo con la euforia del que ha perdido la esperanza y sigue y pervive.6 Tiene un tono de agotamiento que no se comparte por los protagonistas de los poemas de Guillén. Admite que “ha perdido la esperanza,” pero aun así, el narrador “sigue y pervive.” Al final de la novela, dice: “Todas las veces que he sido frágil, que me he derrumbado. Recordarlas para saber verdaderamente lo que es vivir aquí. Aquí soy frágil como en ningún otro sitio. Aquí están mis grietas.”6 Con un ánimo angustiado, el narrador todavía afirma su presencia en el mundo. Como dice Avilés, el narrador es “el quedado” que se confine a las calles de San Juan.7 Su presencia y su existencia son innegables, y la memoria que él construye aporta significado al presente y a las vidas cotidianas de la gente. Por supuesto, a diferencia de la poesía de Guillén, el narrador de Simone se limita a sus propias preocupaciones y expresa su angustia en la primera persona del singular, y no del plural. Pero al fin y al cabo, las obras de Lalo y Guillén tienen en común un espíritu de resistencia y un deseo de incorporar la diferencia en las producciones literarias, usando el cuerpo como medio de afirmar la presencia y la subjetividad de grupos marginados. Rompen con algunas tradiciones pero recuerdan el pasado, y observen el presente con la esperanza de asegurar un futuro más justo y vibrante. Waldron, Linda. “Whose Paradise?: Imperialism and the Black Experience in the Poetry of Nicolás Guillén”. Afro-Hispanic Review (2011): 145-156. 2 Arnedo-Gómez, Miguel. “The ‘Afrocubanista’ Poetry of Nicolás Guillén and Ángel Rama’s Concept of Transculturation”. Afro-Hispanic Review 26.2 (2007): 9-25. 3 Guillén, Nicolás. “Motivos de son”. Obra Poética: 1922-1958. Ed. Angel Augier. Vol. 1. Ciudad de La Habana: Letras Cubanas, 1980. 89-97. 4 Williams, Claudette M. Charcoal and Cinnamon: The Politics of Color in Spanish Caribbean Literature. Gainesville: University Press of Florida, 2000. 5 Gaitán Bayona, Jorge Ladino. “Metaficción y escritura del desastre en Simone, de Eduardo Lalo”. Revista La Palabra 24 (2014): 79-87. 6 Lalo, Eduardo. Simone. Buenos Aires: Ediciones Corregidor, 2013. 7 Avilés, Francisco Javier. “Estética del derrumbe: Escritura y deambular urbano en la obra de Eduardo Lalo”. Revista Iberoamericana 78.241 (2012): 873-892. 1



Finn Jubak


Regina Favela


política Ni Una Menos en Perú Romina Vargas Bezzubikoff El 13 de agosto de 2016, miles de mujeres y hombres peruanos, incluso el nuevo presidente de la república, participaron en una marcha contra la violencia de género por las calles de Lima hasta el Palacio de Justicia. El movimiento ha llegado a varios países, desde México a Chile, de Guatemala a Argentina, y en agosto por fin llegó a Perú. No fue restringido a Lima, miles de peruanos por todo el país, y todo el mundo, organizaron y participaron en eventos similares. El feminicidio ha llegado al punto donde ya no se puede ignorar en las noticias. Marcharon no solamente para insistir en el denuncio de la violencia de género, sino también para obligar al gobierno a prestar atención y realizar cambios que verdaderamente ayuden a la población y para pedir una reforma al sistema judicial que les ha fallado tanto a las víctimas. Perú, como el resto de Latinoamérica, tiene una larga historia de machismo que ha nublado el sufrimiento de la mujer. Cuando vives en una sociedad que valora a las mujeres como seres inferiores, como hombre lo aceptas como la verdad, y como mujer, sufres las consecuencias. Desafortunadamente, en estos últimos años las mujeres del Perú han sufrido mucho. ¿O será que recién le hemos dado la importancia a su sufrimiento con este renovado movimiento de feminismo? Aunque la violencia de género ha estado presente en el Perú, como en cualquier país, por varios años, dos ataques en particular empujaron a la luz a este movimiento feminista. El primero fue el caso de Lady Guillén, una bailarina de cumbia y modelo, quien fue gravemente agredida por su ex-pareja, Ronny García. En el 2012, Lady Guillén empezó a luchar para que García fuera


condenado por sus acciones, pero este julio pasado un juez le otorgó a García solamente cuatro años de prisión suspendida y un pago de reparación civil, aunque le correspondía siete años por la gravedad de las heridas de Lady Guillén. En prisión suspendida, el agresor no tiene que ir a un penal, solamente debe seguir las reglas de conducta que se le asignan. García permanecerá libre, quitándole a su víctima la posibilidad de recuperarse completamente. Perú no puede seguir fallándoles a sus mujeres. En las palabras de Lady Guillén, “es indignante que la ley se ponga del lado de un asesino en potencia, de un hombre que casi hace desaparecer a una mujer en este país.” Aunque sus cicatrices físicas sean graves, Lady Guillén ha mantenido fuerza durante estos años. Hasta se ha dedicado a estudiar derecho para ayudar a las mujeres que han sido abusadas. El segundo caso fue el de Arlette Contreras. En julio del 2015, salió un video donde su ex-pareja, Adriano Pozo, mientras estaba desnudo, la arrastra y le pega en el vestíbulo de un hotel en la provincia de Ayacucho. Además de la violencia que sale en este vídeo, Contreras dice que perdió consciencia en su habitación después de que Pozo empezó a ahorcarla. Sorprendentemente para Contreras y para todo Perú, Pozo fue absuelto de sus delitos porque el jurado determinó que “[las] lesiones sufridas por la agraviada no pusieron en riesgo su vida.” Al final, Pozo servirá solamente un año de prisión suspendida por lesiones leves. En otras palabras, otro agresor seguirá libre. Asombrosamente, o quizás esperadamente, el padre de Pozo es regidor de la Municipalidad de Huamanga en Ayacucho. Contreras lo ha acusado de interferir en el proceso, y han salido a la luz posibles lazos entre él y la presidente de la Corte, aunque la segunda lo ha negado. Si el machismo es el tema recurrente más grande en estos casos, la corrupción judicial es el que sigue. Si un video mostrando el ataque y las heridas de la víctima no es suficiente para el sistema judicial del país, ¿qué lo será? Desde el 2009 a septiembre del 2016, el feminicidio ha tomado la vida de 898 mujeres (Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público), y esto solo cuenta los delitos donde se han abierto


casos. Los datos de los Centros de Emergencia Mujer del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables reportan 85 feminicidios este año en comparación a los 50 que el OCMP reporta. En el 79.2% de estos casos, el agresor fue una pareja o ex-pareja, el 10.8% fue un familiar y solamente en el 4.5% fue un desconocido. Hasta en los datos se repite el tema del machismo. Una persona en una relación, ni hombre ni mujer, debería pensar que es aceptable abusar de su pareja. Pero el machismo ha dañado a nuestros ciudadanos. No se debería quitar la culpa a los hombres abusadores, pero si se debe tomar en cuenta que el sistema del machismo ha sido perpetuado en nuestra sociedad tanto que se ha convertido en algo casi innato. En la misma manera, como demuestran los datos, muchas mujeres no denuncian a sus asaltantes, en parte por miedo a que sufran retribución, pero también porque durante sus vidas han visto que este comportamiento es común. No deberíamos aceptar esto como algo natural, o como algo por lo cual deberían pasar todas las mujeres. El feminismo ha sido atacado por una variedad de razones, pero al fin y al cabo, el feminismo es imprescindible para llegar a la igualdad entre los géneros. No solamente sirve a las mujeres, sino también busca destruir los estereotipos que limitan a los hombres y los hacen sentirse como menos si no son lo suficientemente “machos” para esta sociedad. Cambiar todo un sistema no es algo fácil, ni algo que se pueda hacer en un corto plazo de tiempo, pero es crucial para mejorar el sistema social de nuestro país. Una marcha quizás no sea suficiente, pero al menos demanda la atención de la población peruana, y así se pueda empezar a fijarse en la situación. Adicionalmente, el movimiento creó un sistema de apoyo para las mujeres peruanas y les dio una oportunidad de contar sus historias. Desde las redes sociales a las calles de Lima, #NiUnaMenos ha creado una revolución. El tema de la violencia de género ya no es tan tabú como antes. Actualmente, el gobierno ha implementado unos cambios para combatir la violencia de género. En agosto se creó la Comisión de Justicia de Género y el Ministerio Público está en proceso de crear una Fiscalía Especializada en


Feminicidio para fines de año. Paso a paso el Perú está empezando el camino a la justicia para las mujeres y para todas las víctimas de abuso. La población parece estar mucho más preparada para escuchar a las víctimas y hacer cambios, aunque el sistema de machismo siga dominando en nuestro país. Desafortunadamente, tomó las vidas de muchas mujeres para decir ni una menos, y tomará mucho esfuerzo superar este grave pasado, pero unidos se podrá.

Ben Unger


Lugar Latino

Kathia Rodriguez


poesĂ­a

Paula Carcamo


Ay, Tú Que quede quieta Dices que solo quieres Proteger, ay tú

Ayling Dominguez


Paula Carcamo

Hierba Mala Ayling Dominguez Aprendí a querer su cruda forma de ser. Lo que faltó en besos y abrazos recompensó en amables apodos y extraños peinados, Vicks VapoRub y Abuelita chocolate. Nos crió en quesadillas, misa y maravillas. Pero como niña pequeña suspiraba su cariño Nunca tuve en mente todo lo que sobrevino. Varios cuentos y sabiduría natural que muchos cumpleaños suelen traer me hicieron consciente de lo que ella estaba hecha Su fuerte personaje fue cincelado y formado por los caminos de tierra que viajó en conseguir agua para la casa,


o hacer mandados por miedo de chanclas o cinturones Las bolsas bajo sus ojos fueron creadas para atrapar las estrellas que contemplaba durante noches en blanco con solo los perros del vecino y sus aullidos para hacerle compañía Mientras que las palmas de otros pueden predecir el futuro, las de ella hablan con más claridad sobre su pasado Las líneas de su mano coinciden con los ríos de Puebla que sonaban cuando piedras traían y las montañas de Oaxaca que contra el cielo destacan pero sobre todo con los rayos del sol iluminando todo lo que había hecho y quemando su tono de piel aún más oscuro que el mío. Ella es como un nopal cultivando flores en el desierto, por su propia cuenta, ocultando algo hermoso a todos menos a los observadores más cautelosos. Su personalidad fluye como el agua adentro, subyacente. Mientras que ella engaña a todo el mundo con su superficie exterior espinosa y aguda. Nunca muere.


Do Not Respond Coral Estrella Sabino Silvestre 1 I write too many songs for you Ones that you’ll never hear Ones I can never seem to finish I tie them to my ribs Building knots in my chest, They fill the space my heart once did I’m not sure what sits there now The ashes shift Your name reaches my lips Like bile from my upturned stomach I take it back Swallow it down Nothing rhymes with your name, you know? We never did finish. 2.5 Lay your head on my pillow Rest a while love Stay Quería que te quedaras Que las promesas que hicimos no fueran puras palabras Vacías Que mi confianza en ti No fuera mal puesta And it’s not like we didn’t talk About trust And us And who we’d be


No need to rush No place you’ve gotta be but here Lay awhile love Wait En lo que te esperaba Mantuve mi Esperanza de quién seríamos En lo que esperaba Que maduraras I wanted you to understand me To sit with my sadness My pain And love me in spite of it You told me it was too much Que mis sentimientos pesaban demasiado En lo que te esperaba Me perdí You didn’t wait Te negaste a quedarte Cuando nos encontramos otra vez Seguía esperando Pero habías cambiado Ya veo cuán poco te conocí


Un Corte por el Medio Valeria Alejandra Stutz Estoy hasta acá con la blancura, with “the whiteness,” de este país. Siento que estoy explotando a causa de lo que significa ser blanca en nuestra sociedad. La combinación fatal: la esclavitud de gente negra, el genocidio de los indígenas, el robo de las tierras mexicanas. Esto es nuestro pecado original Estos fundamentos Han dado luz A una opresión insidiosa poderosa que se mete en todo. El racismo daña a toda la humanidad sin piedad, nadie puede quedar entero metido en este sendero. ¿Y yo con mi piel blanca y mis ojos azules? Antes no lo sabía articular, pero ahora sí. La blancura, “whiteness” me atrapa, me parte, literalmente en dos.


Todos los códigos y las suposiciones implícitas y explícitas me dicen, “vos no sos latina. Sós blanca.” Y lo blanco, excluye la latinidad. “Entonces aceptá tu privilegio, no digas nada, es más fácil. Borrá tu identidad latina y latinoamericana y sudamericana. Y reprimí lo que quede.” Para nuestra sociedad, es una cosa, o la otra. Sé que estos casilleros están mal. Son inventados construidos consumidos a través de una historia opresiva y retorcida. Pero igual. Me enfurece. Esta hegemonía hace que los tímpanos me resuenen que me tiemblen las manos, que una ola de náusea y sofocación me golpee porque este paradigma me pide dividir el alma en dos.


Me dice que niegue quien soy. Bajo la lรณgica de este sistema, Yo no entro. Cognitive dissonance. Computing error. Pero yo, no voy a someterme. Voy a usar el color de mi piel para estar en solidaridad En la lucha para desmontar este sistema racista con mis hermanas y hermanos de piel mรกs oscura. Porque mi liberaciรณn y salvaciรณn estรกn ligadas a las tuyas.


tertulia

Paula Carcamo


La Experiencia de una Gringa Hispanohablante en Oaxaca Marielena Segovia Por lo general, en cualquier ciudad, región o país, las personas se pueden categorizar de muchas maneras. Entre estas categorías está el extranjero o el local. Para hacer estas distinciones, analizamos a la gente por su fenotipo, manera de vestir, el hablar, entre otras cosas. Aquí en Oaxaca, creo que las distinciones más importantes son el semblante y el hablar. Si uno no tiene rasgos indígenas, es probable que uno no sea de aquí (hay excepciones, porque si hay muchos con rasgos europeos, africanos, etc.). Aun así, creo que lo que más lo distingue a uno es la manera de hablar. Si se le dificulta a uno el hablar en español, pues es seguro que uno no es de aquí. Por lo general, es así. Entonces, ¿qué sucede cuando uno es extranjero, tiene un fenotipo parecido al que se encuentra en Oaxaca, y también habla el idioma local y nacional, que es el español? ¿Dónde me puedo ubicar? No puedo contestar esa pregunta, pero sí puedo hablar de mi experiencia en ser una hispanohablante estadounidense (i.e. gringa) en Oaxaca. Cuando no ando con mi mochila y con mi botella de agua, los locales me confunden con ser local. Esta confusión es breve – desde el momento en que abro mi boca para hablar y notan la falta de acento oaxaqueño/mexicano, se da a entender que no soy de aquí. Y después siguen las preguntas. “¿De dónde eres?” Si les digo que soy de Miami, se confunden más de lo que ya estaban. “Pero tú hablas un español muy bonito.” Y casi siempre les tengo que explicar que mi lengua materna es el español, porque mis papás son de Centroamérica. “¿Dónde en Centroamérica?” Honduras y El Salvador. “Ahhh, ya entendí.” Es posible que esta rutina se repita hasta 10 o más veces al día. Por otra parte, me siento como si estuviera caminando entre dos mundos. El mundo del inglés y el mundo del español; el mundo


del “americano” y el mundo del latinoamericano. Por más que quiera e intente integrarme bien y pasar como local (por muchas razones), con cada día que pasa me doy más y más cuenta de cuan “americana” soy, aunque es algo que no lo he podido aceptar (en los Estados Unidos). Es decir, en los Estados Unidos, siento que no soy americana, porque me identifico mas con ser latina. Tampoco crecí con muchas de las “costumbres” americanas (de acuerdo con lo que me han dicho mis padres y lo que yo he notado, pero las distinciones entre las costumbres “latinas” y las costumbres “americanas” aún están por ver). Por ejemplo, yo crecí comiendo pupusas salvadoreñas y baleadas hondureñas, nunca tuve una pijamada (no fue algo permitido en mi hogar), y de niña pocas veces me castigaban (en vez del castigo si me daban unas buenas palizas). Más, al estar aquí me he dado cuenta de que, sí, soy latina, pero a la misma vez, soy estadounidense – y eso no lo puedo negar. Con respecto a mi estadía en Oaxaca, no vine sola, sino con un grupo de estudiantes de mi universidad en un programa de estudio en el extranjero. Y al ser una de sólo dos estudiantes que hablamos español con fluidez, ha sido una experiencia interesante. Siempre estoy dispuesta a ayudar a cualquier persona, y sobre todo a mis compañeros (y me les quito el sombrero porque yo todavía no he ido a un país donde no hable el idioma), pero tampoco quiero ser una “muletilla.” Me explico – está bien si tienen dudas de alguna palabra o expresión o no saben cómo decir algo en español, pero muchas veces hay recursos más adecuados para contestar sus preguntas (como un diccionario inglés-español o un referente como un mesero o camarero de bar). Y para añadir, trato de motivarlos a que practiquen el español, porque practicándolo es la única manera para obtener el dominio del idioma. También es un poco gracioso cuando piensan que solo porque uno habla español, uno se sabe todo lo que tiene que ver con Latinoamérica y con el español. Cuando me hacen preguntas como, “¿Cómo se prepara el tejate?” o “¿Qué significa pescado a la veracruzana?” solo me les quedo mirando y les hago un amable recordatorio: “La verdad es que no sé porque no soy


de aquí.” En ese mismo sentido, muchas veces me encuentro con palabras y expresiones que nunca he escuchado o usado en mi vida, como “chido,” “no manches,” o decirle al almuerzo, “la comida.” También utilizo algunas palabras y expresiones que son desconocidas en Oaxaca – por ejemplo, nosotros (incluyo a la mayoría de los hondureños y salvadoreños) le decimos pajlla al “straw,” y pila a los lavaderos de ropa del estilo “antiguo.” Además de esto, me doy cuenta de que hay huecos en mi conocimiento del español. A veces no sé cómo decir algo en español y procedo a explicar ese concepto que, en sí, toma más tiempo que encapsular la idea en una sola palabra. Mas, sé que al estar aquí, estoy expandiendo mi vocabulario y conocimiento del español, aunque sea frustrante y hasta incómodo a veces (hey, pero para aprender, a veces hay que salir de nuestra “zona de confort”). Puedo decir que es bonito y honestamente increíble estar en una ciudad que tiene tanto que ofrecer, y tener la oportunidad de aprender cosas nuevas todos los días. He aprendido sobre comidas, como el chayote, las memelitas, y las tlayudas (las tienen que probar asap), que ni sabía que existían, sobre palabras y expresiones nuevas – mi favorita es “¡Azuuuu mecha!”, y sobre aspectos culturales como el ambiente social en Oaxaca y México (mis padres anfitriones dejaban la puerta abierta durante el día y la gente entraba y los visitaba sin avisar – cuando vas a ver eso en los Estados Unidos?! Eso por lo menos no ocurre con nadie que conozca). Vivir en Oaxaca es una inmersión cultural tremenda – cada día aprendo más sobre la cultura oaxaqueña y mexicana, y también sobre mi propia cultura. La verdad es que, si soy gringa y latina – soy de ‘origen’ latino, nací y crecí en Miami, y vivo en Chicago. Estas identidades (entre las otras que tengo) pueden y tienen que existir dentro de mi, aunque estén en un constante tirijala. A veces me pongo a pensar que mi papá también recorrió estas mismas calles, pero en circunstancias diferentes. El paso por


Oaxaca mojado, sin papeles, con la meta de llegar a los Estados Unidos y obtener una vida diferente al que había tenido en El Salvador. Y estar aquí en un programa de estudio en el extranjero es un poco irónico, sobretodo cuando pienso que mis papás se fueron de Latinoamérica para obtener una vida mejor y que yo regreso a Latinoamérica, también queriendo obtener una vida mejor.


agradecimientos


thank you, to the Center for Latin American Studies, the Organization of Latin American Students, the Katz Center for Mexican Studies, and the Center for Identity + Inclusion for supporting and believing in this publication to the editorial board for the hard work, enthusiasm, and commitment and to you, ÂĄfor reading!

For translated pieces and previous publications, visit our website: http://www.muralmagazine.squarespace.com/ Interested in getting involved? EscrĂ­benos a muralzine@gmail.com



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