Mural: Invierno 2015

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MURAL invierno 2015


INVIERNO 2015 VOLUMEN 1

Editors in Chief

Daniel RamĂ­rez-Raftree Manuel Eduardo Anderson Ada Torres

Managing Editors

Christian Daniela Sanchez Jessica MejĂ­a

Associate Editors

Coral Estrella Sabino Silvestre Ana Paz

Business Manager Samuel Fell

Graduate Advisor Hilda Larrazabal

Faculty Advisor Agnes Lugo-Ortiz


CONTENIDO Introducción

Una carta de saludo a Mural. Agnes Lugo-Ortiz. Por qué Mural. El grupo editorial.

Reseñas

Por qué el “Boom”. Hilda Larrazabal, Manuel Olmedo. Casa tomada. Samuel Fell. Pedro Páramo. Christian Daniela Sanchez. Los cachorros. Coral Estrella Sabino Silvestre. Aura. Daniel Ramírez-Raftree. Rayuela. Laura Tain Gutiérrez.

Cuento en perspectiva

“La gallina degollada”. Horacio Quiroga. La hibridez y lo pertubante en “La gallina degollada”. Daniel Ramírez-Raftree. Los animales, los hombres y los monstruos en “La gallina degollada”. Jessica Covil.

Política

Socialismo en América Latina. Samuel Fell. Chile’s Amnesia: Art, Memory and Pinochet’s Dictatorship. Melina De Bona. Ayotzinapa. Diego Castillo Richer.

Tertulia

Bolo. Cristina Ochoa. Los mundos de una vida. Ana Paz. La sobremesa de la muerte. Adaline Torres.

Poesía

Anoche pensé en tí. Christian Daniela Sanchez.

Arte Visual

Embroidery. Ninamarie Ochoa. Tienes el nopal en la frente. Inyse Bustillos. Textura: autorretrato. Coral Estrella Sabino Silvestre.

Eventos | Agradecimientos Cover Photo: Ada Torres


Una carta de saludo a Mural Queridas y queridos estudiantes:

Tal vez nunca más necesaria que ahora la construcción de este mural. Mural/lienzo: listo a recibir los grafitis y pintadas que los tiempos demandan. Mural/pared: pero no erigida como muralla defensiva ante la diferencia –cual ejército borracho, temerosamente atrincherado en el delirio de una frontera– sino como superficie líquida, como marca de una presencia desde donde percibir y medir la economía intensa de sus maravillosas porosidades. Son éstos tiempos terribles de cóleras renovadas. Repasemos algunos de sus lugares: Un niño negro de doce años juega con una pistola de perdigones en un parque (para beneplácito de la NRA) y es ultimado a balazos por la policía sin hacer preguntas ni pensar en arrullos de cuna. Por desesperación, con el corazón apretado, cientos de familias centroamericanas se desprenden de sus hijos y los mandan solos y sin documentación a un país extranjero en busca de mejor vida, y en el entretanto la jauría del odio se les abalanza hambrienta encima. Uno de los últimos países del hemisferio occidental en abolir la esclavitud elige, más de un siglo después, a su primer presidente negro y desde el comienzo se lo tilda de extranjero y de ilegal por aquellos para quienes la diferencia racial y étnica equivale a crimen y a no pertenencia. Y en una universidad de élite --la nuestra--, como si el privilegio de estudiar en ella no fuera suficiente distinción, para culminar sus rituales de incorporación degradada al grupo (de incorporación mediante la degradación), una fraternidad se da a pedirles a sus propuestos miembros que se “humillen” públicamente vistiéndose de “cholos mexicanos” y les limpien el jardín. O invitan a sus miembros a engalanarse con las prendas imaginarias de los conquistadores españoles y disponerse a la violación de bellas princesas aztecas. No hay inocencia en estos juegos. Allí se inscribe la forma de un deseo y se modela, con la memoria del poder y del imperio, una voluntad de presente y de porvenir. Todo lo anterior es parte de un mismo éter--ni incidente 1


ni accidente. Son lugares capilares de producción y reproducción sistemática y agresiva de una misma red cultural. Esa dentro de la cual se desenvuelve nuestra existencia. Se requieren grafitis y pintadas en un mural que no se levante cerrado ni macizo sino abierto, ágil, deliberadamente plástico. Es probable que ésta sea la primera revista en castellano publicada por estudiantes de la Universidad de Chicago para pensar el mundo latino y latinoamericano. El momento, por aciago, no podía ser más oportuno. Y este esfuerzo para el pensamiento y para el arte, tan lleno de retos y, por ello mismo, de esperanzas, merece el más entusiasta de los saludos y el regalo de un canto: —¡Tun, tun! —¿Quién es? —Una rosa y un clavel... —¡Abre la muralla! —¡Tun, tun! —¿Quién es? —El sable del coronel... —¡Cierra la muralla! —¡Tun, tun! —¿Quién es? —La paloma y el laurel... —¡Abre la muralla! —¡Tun, tun! —¿Quién es? —El alacrán y el ciempiés... —¡Cierra la muralla! Nicolás Guillén, “La muralla” (Versión musicalizada por Quilapayún: https://www.youtube.com/watch?v=zCDRwpmWT5s)

De ustedes con afecto y admiración, Agnes Lugo-Ortiz 2


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Photography by Ada Torres


Introducción a Mural El grupo editorial Mural se originó en una conversación que presenció el uso del español, el inglés y el “spanglish”. En esa plática, se mencionó la falta de plataformas en donde se pudieran publicar artículos en otras lenguas; en nuestro caso, en español. Allí mismo tuvimos la idea de un proyecto que, si tuviese éxito, aumentaría los canales de expresión disponibles a la comunidad hispanohablante. Pero Mural también tuvo otro impulso. Somos un grupo de amigos que comparte una gran pasión por diferentes historias, estudios, temas, experiencias e identidades latinoamericanas, y no nos basta con discutir el chavismo, la memoria histórica, la descolonización, o las constituciones plurinacionales entre nosotros. Hoy nos sobran las ganas de enriquecer nuestro conocimiento y nuestra humanidad al igual que nos inquieta la necesidad de promover estas discusiones tanto en el campus universitario, como en el mundo que nos espera. Por esto y mucho más, Mural. Hemos concebido Mural como una revista bilingüe para la publicación de obras que tratan literatura, política, arte o cultura desde la perspectiva latinoamericana. Queremos contribuir a que crezca una cultura literaria universitaria basada en textos latinoamericanos y a que se discutan asuntos políticos latinoamericanos. Más que eso, queremos crear una plataforma para la expresión de la experiencia latinoamericana, porque entendemos que esa experiencia no se restringe a estado-naciones, grupos minoritarios, u otras definiciones y límites que podrían existir. De esta manera, Mural también busca remodelar definiciones preestablecidas mientras transforma, diversifica y cuestiona la experiencia latinoamericana con cada palabra o ilustración impresa. Esperamos que nuestro trabajo a lo largo de cada trimestre, junto a la circulación física y virtual de obras originales escritas por miembros del cuerpo universitario, ayude a construir una comunidad más amplia e inclusiva para la apreciación de la identidad latinoamericana. Esta es nuestra visión, y los invitamos a participar. Mural solo tendrá vida cuando salga de nuestra dirección y entre en las manos de la comunidad que realmente la sustentará. Elegimos el nombre Mural porque queremos que esta revista pertenezca a la mayor numero de personas posible. Del mismo modo en que una pared puede ser un medio para la comunicación democrática y la expresión pública par excellence, deseamos que Mural pueda servir como un medio accesible y estimulante para pensadores interesados en el mundo hispano. Al estar en las etapas iniciales de un proyecto de amplia extensión, falta mucho trabajo antes de que sea todo lo que esperamos que sea. Visto de otra manera, falta mucha energía creativa antes de que Mural alcance su potencial, y ¿qué importa en la vida sino la creación? Los invitamos con entusiasmo. Por lo pronto, Mural es como un trozo de arcilla tomando su forma—un objeto cuya belleza se encuentra en el potencial de lo que podría ser. Aquí, tienen la primera edición de esta revista. Escribimos, juntamos y trabajamos las obras hasta poder producir la mejor pieza que pudimos. Si se encuentran inspirados a ayudar en la próxima edición, antes o después de leer, no vacilen, pues los esperamos con ansia.

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Untitled.

Embroidery. Made for Human Rights class: Artists Look at Women and War. Displayed Dec. 3rd, 2014. Ninamarie Ochoa.

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RESEÑAS CASA TOMADA. JULIO CORTÁZAR. 1946. PEDRO PÁRAMO. JUAN RULFO. 1955. LOS CACHORROS. MARIO VARGAS LLOSA. 1959. AURA. CARLOS FUENTES. 1962. RAYUELA. JULIO CORTÁZAR. 1963.

Photography by Christian Sanchez


RESEÑAS el “Boom” Latinoamericano Hilda Larrazabal y Manuel Olmedo Durante la década de los 60, Europa y los Estados Unidos de América dirigieron su mirada hacia la América Latina. Si la Revolución Cubana de 1959 reconfiguró el panorama político mundial durante la Guerra Fría, no menos revolucionario sería el fenómeno literario iniciado en esos años en toda Hispanoamérica conocido como el “Boom” Latinoamericano. En este contexto, surgen escritores que, a día de hoy, siguen siendo leídos, seguidos y estudiados por todo el mundo. Mediante una narrativa netamente vanguardista, este grupo de escritores lograron encontrar una expresión literaria original a la vez que configuraban una voz auténticamente Lationamericana. Estos escritores reformularon una nueva visión tanto del fenómeno literario como de la misma realidad, destruyendo cualquier distinción entre lo fantástico y lo verdadero, entre lo vivido y lo imaginado. Precisamente, las reseñas literarias del presente número tienen como referente cinco muestras narrativas del “Boom” Latinoamericano. Al producirse, en este momento, una verdadera internacionalización de la cultura latinoamericana, se ha visto en esta etapa un símbolo ideal de lo que pretende significar nuestra revista. No sólo se considera que son obras de altísima calidad, sino de especial relevancia para los lectores de edades universitarias por la actualidad de su temática.

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CASA

TOMADA

Julio Cortázar Reseña por Samuel Fell

Las implicaciones políticas de “Casa tomada”, un cuento de Julio Cortázar, han sido ampliamente discutidas. La crítica del Peronismo, la representación de las generaciones tradicionalistas y conservadoras de Argentina durante la época de las Guerras Mundiales y el conflicto entre la burguesía y el populismo son temas centrales en este cuento. Sin embargo, aunque el mensaje político de “Casa tomada” es un rasgo importante de la obra, el cuento sólo tiene un lugar significativo en nuestro entendimiento de los cambios políticos de la Argentina peronista porque es un cuento artísticamente escrito y seductivamente cautivador. Un aspecto estético que muestra el valor literario de la obra es la manera en que Cortázar desarrolla sus personajes para crear un cuento alegórico. “Casa tomada” se narra en la primera persona y sus protagonistas son un hombre de mediana edad y su hermana Irene. Ellos dos son solteros que viven juntos en una casa “espaciosa y antigua” que, como explica el narrador, “guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres, y toda la infancia”. Según muchos críticos, la casa representa Argentina y los dos hermanos representan la burguesía argentina. Para construir este simbolismo, Cortázar

desarrolla los personajes del narrador e Irene con destreza. Los protagonistas no aparecen como simples estereotipos políticos de poca originalidad. Al contrario, “Casa tomada” es una historia efectiva precisamente porque estos personajes son creíbles en su cotidianidad. El lector intuye que los hermanos son burgueses aunque el narrador no lo exprese de manera explícita. De hecho, lo único que el cuento nos da son detalles pequeños que Cortázar usa para montar una rica caracterización de los protagonistas. Lo que tenemos es una descripción de la vida diaria de la pareja. El narrador describe como Irene, “aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo” y como el narrador mismo compra lana para su hermana, usando la oportunidad para “dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa”. Estos cuadros de la vida cotidiana de los hermanos junto con las referencias a la riqueza de la casa producen una imagen de la pareja en “Casa tomada” como miembros de la clase alta: ricos, sin necesidad de trabajar por un salario, con intereses en la cultura europea en vez de la cultura de su propia patria. El lector puede comprender las implicaciones de este escenario, sin que sea necesario que alguien se lo explique directamente, y el arte de esta obra se encuentra en la sutileza con que Cortázar presenta este mundo para aludir a temas más amplios que la pequeña vida de dos hermanos. Además, el genio literario de la obra no se limita al uso de la caracterización para crear una alegoría política, sino que la estructura narrativa también contribuye

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mucho al proyecto literario de “Casa tomada”. Los acontecimientos que adelantan la trama se entrelazan con el trasfondo de los personajes y las descripciones de sus vidas diarias para desarrollar a los personajes con rapidez. Del mismo modo, al final del cuento se siente como si la narrativa hubiera tenido un desenvolvimiento extensivo, a pesar de que el lector sólo ha leído tres páginas. La casa se transforma con una velocidad que subraya lo sobrenatural del cuento. La manera en que Cortázar construye la historia es muy efectiva. El lenguaje conversacional, los cambios en el ritmo de la trama y el uso del suspenso y de lo sobrenatural, enriquecen el cuento. Las implicaciones políticas del cuento agregan una dimensión interesante a esta obra, pero sólo logran hacerlo porque aparecen en un cuento escrito con maestría.

PEDRO PÁRAMO

Juan Rulfo Reseña por Christian Daniela Sanchez

Me previnieron que Pedro Páramo, novela de Juan Rulfo, no sería nada fácil de entender. Esta historia acerca de un hombre llamado Juan Preciado en búsqueda de su padre pronto se volvió un juego para mí como lectora. En este caso, el juego consistía un una simple navegación de mi confusión, pero ésta no era nada simple. La confusión es fundamental para la experiencia de esta novela. En un pueblo vacío como Comala, ¿cuál es

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la verdad? ¿Quién realmente vivía? ¿Y de qué manera existían? Este proceso de cuestionamiento incesante te intriga y te atrae al pueblo, trasladándote a Comala. Leer Pedro Páramo es caminar por Comala. La confusión se mezcla con muchos de los temas centrales de la novela: la venganza, lo cotidiano y la religión. Esta historia de fantasmas, de un pueblo destinado a la muerte, es impactante por el mismo hecho de que historias como la de Pedro Páramo persisten hoy en día en diferentes formas. El espíritu de la venganza se percibe desde el principio de la historia. Cuando Juan Preciado llega a Comala, se encuentra con Abundio. Ellos platican y Abundio le cuenta que Pedro Páramo es “un rencor vivo”. La violencia, el rencor y la venganza definen el ambiente de este pueblo. Pedro Páramo y su hijo Miguel cometen abusos violentos que causan rencor por todas partes. Como resultado, el padre Rentería, el cura del pueblo, les tiene un gran odio que lo atormenta y que le hace negarles acceso al cielo. La venganza también llega a Comala después de la muerte de Susana, la única persona que Pedro Páramo amó. El pueblo no entiende el dolor de Pedro Páramo, y así llega a su destino, por un malentendido. Juan Preciado llega a un pueblo muy diferente al que le describió su mamá, Dolores, quien había vivido en Comala cuando era la esposa de Pedro Páramo. En su memoria, Comala era un lugar que florecía y por el cual ella suspiraba. Al contrario, Juan Preciado encuentra un Comala abandonado, sin vida. Además,


también se encuentra con los fantasmas del pueblo, que siguen pasando sus días allí. En sus descripciones de la vida diaria en este Comala de muertos, Rulfo presenta lo cotidiano en un pueblo de fantasmas, así demostrando cómo las almas en pena siguen con sus vidas después de la muerte. Hay dos cosas que pasan aquí; esta gente fue condenada y luego olvidada, un acto terrible, pero de todos modos siguen atrapados en el pueblo como muertos vivientes. La capacidad que tuvo un hombre, Pedro Páramo, para borrar a un pueblo de la Historia espanta, pero al mismo tiempo estas escenas revelan la sencillez de la vida póstuma en Comala. Los monólogos de Pedro Páramo sobre Susana son responsables de gran parte de la confusión en la novela, pero también son unos de los momentos más bellos de la novela. El gran amor de Pedro Páramo por Susana San Juan es uno que, aunque trágico, está lleno de esperanza y fe. Pedro Páramo no sólo es una historia de venganza, también es la historia de un hombre que ama y espera. La iglesia es otra de las razones por las que este pueblo se queda en ruinas. El padre Rentería tiene el control sobre quien puede llegar al cielo. La iglesia controla la salvación, y así el padre Rentería ejerce su poder sobre los habitantes de Comala. Sin embargo, Rentería no está exento del poder que Pedro Páramo ejerce sobre los que viven en Comala, y es por esta debilidad suya que el padre termina aceptando sobornos de la gente rica y deshonesta del pueblo. Esta corrupción del padre complica y cues-

tiona cómo es que él puede dictar sobre el destino de las almas. No se puede confiar en un guía religioso hipócrita como lo es el padre Rentería. La gente de Comala no cuenta con la salvación de la Iglesia, que también los deja estancados en una vida de fantasmas. Pedro Páramo es uno de los dos libros por los cuales Juan Rulfo ganó su fama. Él ocupa un lugar influyente en el legado de los grandes escritores latinoamericanos debido a esta novela y a su libro de cuentos, El Llano en Llamas. Gabriel García Márquez recitaba Pedro Páramo de memoria. Aunque cronológicamente no es una de las novelas del “Boom”, el atractivo que se generó a partir de este fenómeno puso a Pedro Páramo en el panorama internacional. La novela se queda contigo, te persigue, y aunque no creas en los fantasmas, la manera en que el dinero y el poder pueden acabar con pueblos enteros se ve hoy por todas partes. Las historias de masacres o desaparecidos son historias de pretensiones de poder ilimitado ejercido sobre sociedades civiles. Rulfo nos legó una historia que llega mas allá de Pedro Páramo y Comala, es una historia que refleja la manera en que la violencia y el rencor pueden acabar con todo.

LOS

CACHORROS Mario Vargas Llosa Reseña por Coral Estrella Sabino Silvestre

Mario Vargas Llosa es uno de los escritores más leídos de América Latina, y

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es también uno de los autores que contribuyeron al “Boom” Latinoamericano de los años sesentas. Las novelas que lo establecieron como parte de estas grandes figuras literarias son La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Los cachorros (1967) y Conversación en la catedral (1969). Entre éstas, Los cachorros se puede considerar la más experimental de todas. Aun así, este libro es poco conocido por el hecho de ser la más breve de las novelas de Vargas Llosa. Es una novela que rompe con las convenciones del autor, quien suele escribir novelas de largo aliento y que jamás volvió a escribir una novela en este estilo. No hace falta leer esta novela para ser un conocedor de Vargas Llosa, pero sí merece la pena de una lectura por sus propias cualidades literarias en sí. La narración tiene una estructura simple; conocemos a los protagonistas desde su niñez hasta su edad adulta, sin retrasos en la narración. La novela se ambienta en el distrito Miraflores en Lima, Perú y trata los temas del desarrollo de la persona, la masculinidad y la manera en que uno se adapta a su entorno. En el primer capítulo, conocemos a los cinco personajes principales: Lalo, Mañuco, Chingolo, Choto y Cuéllar, quien, al principio, es el único sin un apodo. En esta sección también se narra un accidente que tiene como resultado la castración de Cuéllar, la cual es el impulso de casi todas sus acciones desde allí en adelante. El segundo capitulo describe los cambios de la vida de los chicos hasta llegar a su adolescencia: Cuéllar recibe un apodo, y todos comienzan a ir a “fiestas mixtas” y a “correr olas”—atrev-

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imientos característicos de los jóvenes. En la tercera etapa de la novela se encuentran los primeros enamoramientos de los chicos. Todos menos Cuéllar (o Pichulita, como ya le habían puesto) tienen novia, pero él se vuelve el más varonil. Es el más alto y el más fuerte, el más peleonero, y también el que a veces se pinta de galán agradable, tanto que las chicas se preguntan por qué no tiene novia; y sus amigos, ya hartos de los celos de Cuéllar, le preguntan lo mismo. La cuarta etapa nos rompe un poco el corazón por Cuéllar. Cuando al fin Pichulita se interesa en una chica recién llegada a Miraflores, su condición y la falta de cualquier esperanza para solucionar su emasculación le impiden confesárselo y la desesperación que resulta hace de su fallida transformación algo muy trágico. Lo que resta del libro sigue con esto, y mientras los otros se casan, estudian y logran establecerse en roles normales dentro de la sociedad, Pichulita simplemente sigue en una espiral descendente. La novela no tiene un narrador típico, que dirige el argumento con una voz clara e inteligible. Lo experimental de la novela es que tenemos, al parecer, varios narradores simultáneamente, así como frases largas sin muchas pausas por comillas, párrafos, o puntos. Un ejemplo: Las lenguas afuera, sacudiéndonos y sudando recogían libros, sacos y corbatas y salíamos a la calle. Bajaban por la Diagonal haciendo pases de básquet con los maletines, chápate ésta papacito, cruzábamos el Parque a la altura de “Las Delicias”, ¡la chapé! ¿viste, mamacita?, y


en la bodeguita de la esquina de “D’Onofrio” comprábamos barquillos ¿de vainilla?, ¿mixtos?, echa un poco más, cholo, no estafes, un poquito de limón, tacaño, una yapita de fresa. Este estilo es algo que Vargas Llosa no reprodujo jamás y tampoco es sencillo, dado que no es uno que se entienda a la primera lectura. Esa confusión resulta ser un verdadero desafío para el lector. Sin embargo, una vez acostumbrado a él, se vuelve algo divertido. El cambio de los tiempos y de las personas narrativas demanda un lector activo, que esté pendiente de los cambios que involucra el estilo. Esa participación activa del lector es lo que te hace sentir inmerso en la experiencia de los personajes. Se lee casual, como si estuviéramos entre los mismos cachorros, ellos contándonos su historia. Las particularidades de la historia, junto con la prosa descriptiva y de ritmo placentero y el desafío al lector hacen que esta novela sea altamente recomendable.

AURA Carlos Fuentes Reseña por Daniel Ramírez-Raftree

En realidad, no hay mucho que te pueda decir sobre Carlos Fuentes que tú no puedas encontrar haciendo una corta pesquisa de su nombre en el Internet. Lo básico es que él fue un autor mexicano famoso por sus contribuciones al fenómeno del “Boom” Latinoamericano. Pero lo que sí te puedo decir es que en Aura, Fuentes construye una narrativa

de la pérdida de autonomía, y que la manera en que maneja el ambiente, la trama y el lenguaje, es exquisita. El ambiente de la novela se constriñe a los limites impuestos dentro de la casa de la vieja Consuelo. Felipe entra a esta casa para responder a una oferta de trabajo hecha por Consuelo, una mujer increíblemente vieja que quiere contratar a alguien que pueda organizar los manuscritos de su esposo muerto, y cuando llega allí, Felipe conoce a Aura, la supuesta sobrina de Consuelo. Antes de meternos en una descripción del ambiente, se debería notar que el espacio de la casa se pierde dentro de la cartografía de la ciudad y que sus puertas se cierran. La casa está en el antiguo centro de la ciudad donde la numeración de los edificios no tiene sentido. Además, está envuelta en el caos incesante y ofuscador de la modernidad. De esta manera, la casa está perdida del mundo a causa de su carácter elusivo y su ubicación ambigua. Más aun, después de entrar, la posibilidad de salir desaparece cuando Aura se encarga de todas las responsabilidades que Felipe tiene afuera de la casa, sutilmente prohibiendo que él salga, y así cerrando el espacio de la novela. Con esta delimitación, la pérdida de agencia de Felipe comienza. Dentro de la casa, la luz casi no existe. Hay un tono lúgubre que se difunde por toda la casa; es un espacio cubierto de tinieblas. El conocimiento de los alrededores se limita al olfato, el tacto y la audición. Una excepción importante son los ojos verdes y punzantes de Aura. Dentro de este espacio perdido, con la es-

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calofriante posibilidad de no salir y con una oscuridad que aumenta el sentido de impotencia, los ojos verdes de Aura aparecen como una poderosa imagen de seducción, calma y control. Es por medio de estos ojos que Consuelo realiza brujería que le anula la agencia a Felipe, atrapándolo en este mundo sombrío. Consuelo es una mujer viejísima que aparece rodeada de simbolismo diabólico—adorando demonios y sacrificando animales. Además, tiene un poder misterioso sobre Aura. Estos poderes con tintes de brujería son fundamentales para el desenvolvimiento de la trama. Aura hace lo que Consuelo quiere e imita sus movimientos físicos. Mientras la fascinación de Felipe con Aura aumenta, éste va perdiendo cualquier deseo que no sea estar con ella. Este proceso en el cual Felipe le entrega su mente y cuerpo a fuerzas ajenas culmina en la desaparición de Aura y la apropiación de Felipe por Consuelo. Así, pierde su agencia. Un aspecto a destacar en Aura es el estilo. La novela te habla a ti, y te dice lo que estás haciendo como si tú fueras Felipe. El efecto de este estilo es ponerte en el lugar de Felipe, experimentando los acontecimientos como si te estuvieran pasando a ti. Esto es porque cuando te digo algo como, “lees ese anuncio”, te imaginas leyendo ese anuncio, viéndolo desde tu propia perspectiva, ocupando tu propio cuerpo y tu propia subjetividad. El truco es que cuando lees que estás leyendo ese anuncio, no tienes opción más que imaginarte leyendo ese anuncio, de la manera descrita en la oración anterior.

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No te estoy preguntando, te estoy diciendo. Así es como funciona el lenguaje en la novela, y a consecuencia de este estilo te atrapa y terminas como Felipe, desprovisto de agencia. Es una técnica escalofriante y magistralmente ejecutada. El embrujo de Felipe que lo deja mermado de agencia también te afecta directamente a ti, lector, a causa del estilo elegido por Fuentes. Y aunque acabo de hacer un intento por describir lo que pienso que son las cualidades esenciales de esta obra, no creo haberle hecho justicia aquí. Hay que leerla, y siendo una obra muy corta, leerla no toma mucho tiempo. Aura es buena para iniciarte en el “Boom” Latinoamericano, porque es un texto accesible y cautivador. Te tomará únicamente una tarde de invierno, y habrá valido la pena.

RAYUELA Julio Cortázar Reseña por Laura Tain Gutiérrez

Provocativo, seductor y sujeto a diversas interpretaciones. Un libro cuya única pretensión es que no tengas ninguna pretensión, que te lances a explorar un modo distinto de leer e, incluso, una forma distinta de concebir la vida. La publicación de Rayuela en 1963 supuso una revolución en la narrativa en lengua castellana y también en la cultura hispanoamericana. Repleta de personajes que no se adaptan a la sociedad en la que viven, Rayuela es, en sí misma, una novela que reivindica la importancia de lo distinto y lo novedoso. De este modo, esta obra


se sitúa entre las pioneras en cuestionar tanto el orden en que podía leerse una novela, como el lenguaje empleado para contarla. Así, Julio Cortázar propone un acercamiento activo al libro, ofreciendo distintas alternativas de lectura y dando la oportunidad al lector de ser partícipe, de decidir: ¿optar por el orden tradicional de lectura? (de izquierda a derecha) ¿seguir el “tablero de dirección”? (la secuencia que Cortázar propone) ¿dejarse llevar por el azar? (la secuencia que el propio lector elija) Una vez tomada la decisión, Cortázar nos sumerge en tres mundos interrelacionados. Los capítulos se dividen en tres partes: “Del lado de allá”, “Del lado de acá” y “De otros lados”. En la primera parte, Cortázar nos sitúa en París, ciudad donde cobran protagonismo Horacio, la Maga y los miembros del Club de la Serpiente. A través de ellos, conocemos un París avasallador, un lugar cuya única salida es refugiarse en la bohemia o caer en el absurdo. Así, conocemos la relación que mantienen la Maga y Horacio, quienes conciben el amor de una manera distinta, tal vez como forma de evitar la realidad, tal vez pretendiendo asignar otro significado a la desgastada palabra “amor”. Además, asistimos a las largas charlas entre los componentes del Club de la Serpiente, quienes, junto a Horacio y la Maga, también tienen su manera particular de evitar la realidad: acudir a conversaciones intelectuales que llegan a veces a lo surrealista, reduciendo al absurdo los temas de los que tratan. En la segunda parte (“Del lado de acá”), Cortázar nos lleva esta vez a Buenos Aires,

lugar adonde se traslada Horacio a vivir. En esta ocasión, la acción se desarrolla en torno a dos nuevos personajes, Tráveler y Talita, un matrimonio en el que Horacio se inmiscuye hasta límites extremos, pues ve reflejada en ellos la relación que tenía con la Maga. La historia de las relaciones entre estos tres personajes es tan genialmente disparatada que no puede ser convenientemente resumida. Por último, en “De otros lados”, Cortázar nos remite a una miscelánea de capítulos desconectados entre sí, entre los cuales encontramos diversas citas, recortes de periódicos e incluso pasajes en francés. Esta parte, aunque considerada prescindible por el propio Cortázar, no lo es en absoluto, puesto que otorga un trasfondo crucial a la obra, es decir, un contrapunto contextual para que el lector consolide una impresión sobre el mundo de Rayuela. Se ha estudiado mucho el papel que ostenta el psicoanálisis dentro del mundo que Cortázar narra, y lo cierto es que, para entender la profundidad de la obra, hemos de introducirnos en la corriente psicoanalista inaugurada en 1896 por Sigmund Freud, precursor de un nuevo modo de entender la mente humana. En contraposición al tratamiento tradicional que se le daba a la neurosis (el método catártico o la sugestión hipnótica, entre otros), Freud propuso un nuevo método basado en el diálogo con el paciente. Así surgió el psicoanálisis, un modo revolucionario de hacer terapia. Junto con la interpretación de los sueños, uno de los dos fundamentos del psicoanálisis es la asociación libre, consigna que Freud daba a sus pacientes para que contasen todo lo que

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se les viniera a la mente, aunque careciese de sentido aparente. Así, el paciente podía sacar a relucir todo lo que tuviese escondido en su inconsciente. Sin duda, es Argentina el país que mejor acogió, ya desde los primeros años del siglo XX, los preceptos del psicoanálisis. A día de hoy, sigue siendo la escuela de psicología de mayor peso del país. Por tanto, no debe olvidarse que Rayuela fue escrita en un ambiente cultural inmerso en el psicoanálisis, de modo que gran parte de la obra posee estrechas conexiones con esta teoría. El propio Cortázar declaró en numerosas ocasiones que escribía para paliar sus síntomas de neurosis, asumiendo él mismo el rol de paciente y, quizás, invitando al lector a prestarse como su psicoanalista. De este modo, la mayor semejanza que guarda Rayuela con el psicoanálisis reside en la original propuesta de cómo leer y escribir una novela. Cortázar da al lector la oportunidad de leer de otra manera del mismo modo en que Freud propone hacer terapia. Sus creaciones tienen más puntos en común. El modo de escribir de Cortázar, tan incoherente a veces, con situaciones entremezcladas y saltando de un lado a otro, evoca la “asociación libre” freudiana, pues parece que los personajes de Rayuela están sumidos en una atmósfera surrealista - a veces absurda - y muy similar a la que tiene lugar en la consulta psicoanalítica. Por lo tanto, del mismo modo en que Cortázar juega con el lenguaje y la ortografía, retorciéndolos y privándolos a veces de un significado inteligible y mezclando párrafos a veces de una forma in-

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coherente, el discurso de un paciente que se atenga a la asociación libre también puede conducirse de la misma manera. Por otra parte, se pueden encontrar otros elementos relacionados con la asociación libre en Rayuela, tales como el jazz, cuya importancia es vital en la novela. El jazz, género musical que irrumpe en Argentina a mediados del siglo XX, no es únicamente un tema accesorio de Rayuela, sino uno que articula, como el psicoanálisis, su proceso de escritura y lectura. La improvisación, fundamental en el jazz y crucial en la creación literaria de Cortázar, se nos presenta como una forma de comunicación. En conclusión, Rayuela nos hace reflexionar, entre otras cosas, sobre cómo contaríamos nuestra propia historia: ¿optar por el orden cronológico normal?, ¿inventar nuestro propio “tablero de dirección”?, ¿comenzar con lo primero que se nos ocurra? Para ello, Cortázar nos invita a probar una narrativa distinta, una nueva manera de comunicar algo, jugando siempre con el lenguaje e improvisando situaciones que, aunque caóticas y surrealistas, aportan siempre un nuevo e irremplazable punto de vista: “En fin, vamos a ver: tu vida, ¿es una unidad para vos? -No, no creo. Son pedazos, cosas que me fueron pasando.” (capítulo 19).


Photo by: Daniel RamĂ­rez-Raftree

Photo by: Ada Torres

Photo by: Vidal Anguiano

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Tienes el nopal en la frente.

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Inyse Bustillos. 2014.


cuento en perspectiva Image Source: mercadolibre.com.ar

La gallina degollada Horacio Quiroga

Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sa

cudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón. El mayor tenía doce años, y el menor ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal. Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo: ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?

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Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres. Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre. —¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito. El padre, desolado, acompañó al médico afuera. —A usted se le puede decir; creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá. —¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que?... —En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar bien. Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

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Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente amanecía idiota. Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos! Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores. Mas, por encima de su inmensa amargura, quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más. Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo,


confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad. No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba, en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos, echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores. Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba. —Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos. Berta continuó leyendo como si no hubiera oído. —Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos. Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada: —De nuestros hijos, ¿me parece? —Bueno; de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos. Esta vez Mazzini se expresó claramente: —¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no? —¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró. —¿Qué, no faltaba más? —¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir. Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla. —¡Dejemos! —articuló, secándose por fin

las manos. —Como quieras; pero si quieres decir... —¡Berta! —¡Como quieras! Este fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo. Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza. Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición, es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear. Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de com-

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er, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga. Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini. —¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces?. . . —Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito. Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto! —Ni yo, jamás, te hubiera creído tanto a ti. . . ¡tisiquilla! —¡Qué! ¿Qué dijiste?... —¡Nada! —¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú! Mazzini se puso pálido. —¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías! —¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos! Mazzini explotó a su vez. —¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

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Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto hirientes fueran los agravios. Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra. A las diez decidieron salir, después de almorzar.Como apenas tenían tiempo,ordenaron a la sirvienta que matara una gallina. El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar frescura a la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo... —¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina. Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos. —¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo! Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.


Después de almorzar, salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires, y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron;, pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa. Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca. De pronto, algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero faltaba aún. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó. Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio , y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más. Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie, iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo. —¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.

—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. —Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo. Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija. —Me parece que te llama—le dijo a Berta. Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Bertita a dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio. —¡Bertita! Nadie respondió. —¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada. Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento. —¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror. Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola: —¡No entres! ¡No entres! Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro. Source: http://es.wikisource.org/wiki/ La_gallina_degollada

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La hibridez y lo perturbante en “La gallina degollada” Daniel Ramírez-Raftree

Con respecto a “La gallina degollada” de Horacio Quiroga, lo que encontramos es un cuento cuya riqueza, en parte, se debe al juego entre las representaciones de lo humano y lo inhumano que se lleva a cabo allí. Este juego, en el cual los humanos aparecen deshumanizados, produce una sensación de lo perturbante. El termino “perturbante”, aquí, representa algo que le causa una tremenda inquietud al lector. En el sentido estético, cuando las categorías de lo inhumano y lo humano se mezclan de una manera híbrida, el resultado es la construcción de una figura que le causa pavor al lector debido a la identificación que él hace con los aspectos humanos y a la amenaza que los aspectos inhumanos representan para la integridad de lo humano. Lo humano es una condición de fragilidad física y alto potencial espiritual mientras lo inhumano es algo con la capacidad para aniquilar a lo humano, y un análisis de esta obra nos lleva a un entendimiento del papel de las dos categorías en la producción estética de lo perturbante.

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Aquí nos enfocamos en la idea de la hibridez como la fuente de esta estética. “La gallina degollada” abre con una descripción de los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Al delinear un día típico en la vida de estos hijos, el narrador termina su exposición explicando que “casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón”. Estos personajes se presentan como figuras vaciadas de alma e intelecto, como niños cuyos placeres se limitan a las actividades más simples y huecas. Mientras el cuento progresa, la simplicidad espiritual de los niños no cambia. Ellos siguen siendo humanos deshumanizados. Así, viendo la yuxtaposición de lo humano y lo inhumano, entendido como la persistencia de la fragilidad física junto a la aniquilación del espíritu, cristalizado en los cuatro niños bestiales, podemos trazar la conexión entre su hibridez y el


sentido perturbante que producen. Este sentido viene de la identificación que el lector hace con los personajes humanos del cuento. Primero, el lector se identifica con los niños a causa de su aspecto humano, y la perturbación surge del subsecuente reconocimiento de que los niños han sido privados de una vida humana. La capacidad de imaginarse como uno de los niños y de ponerse en la posición de perder

humano ha devorado a lo humano, ya que los niños bestiales le han quitado la existencia a la niña (y con ello, la humanidad también). Lo perturbante, de nuevo, se relaciona a la identificación con los aspectos humanos de los personajes y el pavor que causa la presencia de lo inhumano. La estética de lo perturbante es el producto de la hibridez entre las categorías de lo humano y lo inhumano.

En el cuento, los padres casi se olvidan de estos hijos. Sin embargo los hijos siguen, como el persistente recuerdo de la posibilidad y la realidad de la ausencia de lo humano. la humanidad produce una sensación poderosamente inquietante. El sentido de lo perturbante también surge por medio de la identificación que el lector hace con los padres. La relación de los padres con los hijos se puede leer como la producción y la convivencia con lo inhumano. En el cuento, los padres casi se olvidan de estos hijos. Sin embargo los hijos siguen, como el persistente recuerdo de la posibilidad y la realidad de la ausencia de lo humano. La inhabilidad de escapar, la fatalidad de tener que vivir al lado de lo inhumano, produce lo perturbante en el cuento. Finalmente, lo perturbante emerge cuando los hijos degüellan a la hija. En esa escena, parece que lo in-

En “La gallina degollada,” la fuente de lo perturbante radica en la deshumanización de los cuatro hijos. Ellos aparecen como figuras bestiales, sin intelecto, ni alma, ni espíritu. La presencia de ese aspecto inhumano y el efecto que tiene sobre la integridad de todas las figuras humanas del cuento, le inquieta al lector de una manera profunda. Así, la monstruosa faz de esta hibridez auto-aniquiladora, es la esencia de la estética perturbante aquí.

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Los animales, los hombres y los “monstruos” en “La gallina degollada” Jessica Covil “La gallina degollada” de Horacio Quiroga es un cuento tan interesante como perturbador porque pone en duda las diferencias fundamentales que separan a los hombres de los animales. Examina las condiciones de lo humano por medio de una mirada hacia lo inhumano y, al hacer eso, cuestiona la misma noción de humanidad. Como muchos escritores latinoamericanos, Quiroga parece utilizar la literatura para proponer un argumento con significado social. Con sus imágenes inquietantes y su narración reveladora, esta obra literaria es más que una mera historia fantástica. Demuestra una percepción profunda del ser humano porque ofrece dos posibilidades: por un lado, los problemas del hombre se podrían ver como defectos de su naturaleza; por otro lado, parece que son simplemente los efectos de sus acciones perjudiciales. En este texto, los padres, quienes deberían representar la humanidad, están horrorizados por la supuesta “animalidad” de sus hijos y los tratan como si fueran monstruos. Irónicamente, parece que la verdadera monstruosidad es la inhumanidad de los humanos.

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A lo largo del cuento, la “animalidad” de los cuatro hijos de Mazzini y Berta se enfatiza, dado que “la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo” como consecuencia de una enfermedad cruel e inevitable. El narrador se asegura de expresar la gravedad de la discapacidad cuando describe sus actividades diarias y su comportamiento en general, subrayando la manera en que los hijos “se reían al fin estrepitosamente…mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida”. Mientras que se resalta la bestialidad de los “idiotas”, se defiende la humanidad de los padres—al principio, por lo menos—cuando se lee que “esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres”. Sin embargo, como insinúa el narrador, la actitud de los padres hacia sus hijos cambia dramáticamente cuando los hijos se van enfermando, y cambia aún más cuando los padres finalmente tienen una hija sana. Con respecto a la madre, se afirma en el texto: “naturalmente, cuanto más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos”. Ella no puede ni ver


a sus propios hijos porque, supuestamente, son los productos defectuosos de malos genes, y le recuerdan sus fracasos. Su negligencia se hace obvia en el texto, especialmente en descripciones como la siguiente: “En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal”. Esta negligencia es tratada como “natural”, aunque se puede argumentar que, en realidad, es muy antinatural no amar a los propios hijos, sin importar sus discapacidades. De acuerdo al texto, los padres tenían “gran compasión por sus cuatro hijos”, pero esta compasión cesa de cuando nace su hija. Y en el momento en que se pierde la compasión, se pierde la humanidad también. Los padres se culpan uno al otro por los defectos de sus hijos, y no consideran los efectos de sus propias acciones y de su comportamiento negativo hacia ellos. El texto dice: “Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear”. Debido a esta actitud, los padres se vuelven inhumanos, en relación tanto con su matrimonio como con la crianza de los hijos. El narrador señala este cambio por medio de su elección de adjetivos. Por ejemplo, cuando Mazzini y Berta empiezan a pelearse, el texto dice: “Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla”. La palabra “brutal” tiene mucho significado, porque es lo opuesto de lo que se consideraría “humano”. De hecho, según el Diccionario de la Real Academia Española, “brutal” significa: “propio de los animales por su violencia o irraciona-

lidad”. Además, los padres permiten que sus hijos sean maltratados a manos de otra persona. El texto dice: “La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad”. Otra vez, se enfatiza la “brutalidad” de los humanos, los cuales miran a los desafortunados hijos con disgusto e impaciencia. En realidad, quizás las personas “sanas” sean los verdaderos “monstruos”. Los hijos son disminuidos por una fuerza que está fuera de su control; los padres y la sirvienta, mientras tanto, son responsables de sus actos y culpables de inhumanidad. Aun así, el cuento apunta al tema de la herencia, sugiriendo que esto podría ser la raíz de sus problemas. El texto dice que, cuando el primer hijo se enfermó, “el médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando la causa del mal en las enfermedades de los padres”. Inmediatamente, se supone que la enfermedad terrible está conectada con algún gen desconocido. El narrador sigue con esta idea, refiriéndose al “pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo”. Sin embargo, no está claro cual podría ser este exceso; solamente se insinúa que la enfermedad forma parte de la naturaleza humana y es, por eso, inevitable. Los hijos se convierten en víctimas del destino y de los hombres también—desdeñados tanto por el cielo como por la tierra—. Similarmente, el matrimonio de Mazzini y Berta parece estar, hasta cierto punto, condenado porque demuestra un amor “sin esperanzas posibles de renovación”. Es por eso que los dos, en primer lugar, estaban

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tan desesperados por un hijo. Después, cuando un hijo resultó ser una decepción, “[c]omo es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo”. Pero con cada fracaso sucesivo, su desesperanza creció, hasta que nació una niña sana; en ese momento, los padres prácticamente abandonaron a sus otros hijos. Con respecto a este punto, la narración prueba ser muy reveladora. Mientras que los padres infelices de los cuatro “idiotas” echan la culpa a la herencia, el narrador ofrece otra posibilidad. Exclama: “Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo!”. Por supuesto, es verdad que “su sangre” podría representar la naturaleza humana, y es posible que “su amor” sea predeterminado y envenenado por el destino; sin embargo, es más probable que su amor esté “maldito” a causa de su falta de compasión. Trataron de ignorar a sus “monstruos”, pero, realmente, ignoraban su propia monstruosidad. Mientras tanto, “la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza”. A fin de cuentas, la hija sana es la víctima no de genes malos o de una enfermedad inexplicable, sino de la negligencia de sus padres. Cuando sus hermanos la matan, no saben lo que hacen. Solamente tienen una “cierta facultad imitativa”, la que les permite copiar un acto que han visto realizado. Después de ser tratados como animales durante toda su vida, quizás es “natural” que los hijos confundan a su hermana con una gallina. En cierto sentido, su herencia real es no conocer qué significa ser humano.

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Sangrienta y trágica, la matanza de la hija demuestra la brutalidad de la cual el hombre es capaz. Sirve como una representación cruel de los actos más sutiles de la inhumanidad, los cuales son perpetrados a lo largo del cuento por los padres de los cuatros “idiotas”. Aun así, es importante darse cuenta de que la inhumanidad no es igual a la animalidad. De hecho, para ser inhumano, se tiene que ser humano antes que nada. La verdadera diferencia entre los humanos y los animales es que los humanos tienen conocimiento, y por lo tanto, responsabilidad; por eso, la condición del hombre no es determinada por su naturaleza, sino que depende de sus acciones. El hombre puede moldear su mundo pero, para hacer eso, no puede culpar a sus genes o su herencia por sus propios errores. Hay que reconocer tanto las fortalezas como las limitaciones del ser humano. Sólo entonces puede reclamar su humanidad y dejar de tener miedo a los “monstruos”.


Textura: autorretrato

Coral Estrella Sabino Silvestre. 2014.

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polĂ­tica

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Socialismo en América Latina Samuel Fell En las últimas décadas, la izquierda política de América Latina ha tenido un problema particular. Los líderes de la izquierda, como Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chávez, han dado discursos poderosos e inspiradores, pero los resultados de los movimientos socialistas de América Latina han sido mixtos. Muchos han criticado que los izquierdistas, aunque han denunciado fuertemente a los Estados Unidos, al neoliberalismo y al imperialismo occidental, no han producido los resultados esperados en sus países. Sin embargo, nadie puede decir que Evo Morales, quien ganó en Octubre de 2014 su tercer término como presidente de Bolivia, no se ha enfocado en el progreso de su país.

dio que describe los logros del gobierno de Morales, y los resultados son impresionantes: en el primer término del gobierno de Evo, la economía creció con la tasa más grande de los últimas treinta años. Además, la inversión pública en servicios sociales creció y la tasa de desigualdad disminuyó. Evo ganó su tercer término en 2014 porque sus triunfos continuaron. Según el Banco Mundial (también una institución sumamente occidental y neoliberal en su orientación política), la tasa de pobreza disminuyó desde 60% en 2006, el primer año de liderazgo de Morales, hasta 45% en 2011. También, la economía de Bolivia creció un 5.3% en 2014, comparado al 2.1% de los Estados Unidos.

Morales también ha sido un crítico franco de la influencia de los países ricos en Sudamérica; pero en Bolivia, sus éxitos tienen voz propia. La popularidad de Evo en Bolivia muestra con claridad la eficacia del primer líder sudamericano de origen indígena en la época moderna. Morales recibió 61.36% del voto en una elección libre y honesta. Su rival más cercano sólo recibió 24.23%. Esa popularidad no se debe a la retórica de Morales (aunque Evo no tiene muchos amigos en Washington, debido a sus denuncias de la intervención estadounidense en América Latina y sus esfuerzos por nacionalizar la producción de petróleo en Bolivia, entre otras razones), se debe a sus políticas. Para ver algunos datos más, nadie menos que el Center for Economic and Policy Research, basado en Washington, D.C., publicó en 2009 un estu-

A pesar del miedo de los derechistas y los neoliberales, el socialismo de Evo no ha destruido la economía de su país. En contra de las Predicciones de Doom, los esfuerzos por reducir la desigualdad y la pobreza, y los esfuerzos para aplicar el socialismo a un contexto del siglo XXI han sido totalmente exitosos. Los líderes en Washington, o Londres, o Nueva York deben admitir que la política de Movimiento al Socialismo (el partido político de Evo) ha tenido éxito, debido a que ese gobierno está haciendo un tipo de socialismo eficaz y poderoso que puede atraer interés desde afuera. Quizás debemos todos empezar a no sólo escuchar las palabras de Evo, sino también a seguir su ejemplo.

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Chile’s Amnesia: Art, Memory and Pinochet’s Dictatorship By Melina De Bona

Art can serve as a tool for inciting discussions about problems that may normally go unaddressed, such as the problematics of a society’s memories of a dictatorship. Through memory, the mind internalizes facts and myths, and these then become part of one’s framework for interpreting the world. Thus, a society’s collective memory is an important consideration for the practice of politics and the formation of political legacies; memory is political. Chilean documentary director Patricio Guzmán uses film to take a critical look at Chile’s memory of the Pinochet regime. Guzmán’s films Chile, Obstinate Memory (1997), which explores the lives of leftists who experienced the 1973 coup d’état, and Nostalgia for the Light (2011), which investigates the similarities between astronomers, archeologists and victims of the Pinochet regime, explore ideas about ignorance and memory as they relate to Chile’s political history. These same topics are also explored in U.S-American editor Michael Levitas’s New York Times article Writers and Dictators (1988). This article was written in the later years of the Pinochet regime, and it analyzes the controversies surrounding the creation of memory during this tense political period. Furthermore, it brings to light the role of literature and theater in the creation of Chile’s national memory during the regime. Each

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of these three pieces explores ignorance and memory in Chile’s socio-political context, and together they outline the paradox that constitutes Chile’s refusal to remember the violence of Pinochet’s regime and suggest explanations of this paradox that demonstrate the complexity surrounding Chile’s decision of whether to remember its painful past, or whether it is best to remain ignorant. Writers and Dictators examines the contradictory nature of having the freedom to write works critical of the ruling regime at an extremely repressive period in Chilean history. The article discusses the production of literature and plays during Pinochet’s dictatorship and during the unwinding of Pinochet’s dictatorial power. Throughout the regime, and especially as Chile’s decreasing political tensions led many to hope for redemocratization, Chile’s intellectual elite were responsible for making many controversial decisions about how to approach the creation of a national memory. Since several intellectuals doubled as Chile’s most renowned and influential writers and playwrights, and since their published works would circulate widely throughout Chilean society, intellectuals had to critically evaluate their potential courses of action. While some resorted to exile, many others felt a moral obligation to stay and produce works in Chile. Curiously, although the article reports that writers and playwrights published a surprisingly high number of works during the regime and plebiscite, they, for the most part, published them without risking a harsh punishment. This seemingly paradoxical situation—of a dictatorial regime that allowed a notable


amount free speech—was, in fact, part of the state’s political strategy. As the article explains, the government permitted sharp criticism because the regime was, at the time of plebiscite, attempting to generate public debate, the presence of which would represent Chile’s transition to democracy. A more primary reason for this freedom, however, seems to be that “nobody” read the intellectuals’ works. As long as the works did not reach mass media or influence a broad range of public opinion, the government, in order to legitimize its discourse, saw that it was beneficial to maintain some censorship flexibility. However, the fact that people could easily access intellectuals’ works in bookstores and yet chose to ignore them creates another paradox: Why did most of Chile’s population hesitate to be audience to, and participants in, the creation of a critical national memory? Nostalgia for the Light examines this paradox by claiming that in 2011 Chile continued to be marked by popular refusal to participate in the creation of national memory. The film compares the work of astronomers and archeologists to the work of a group of women who are the relatives and wives of those taken away by Pinochet’s military. Just as astronomers search for the origins of the Earth and archeologists search for the material legacy of human history, these women have walked the desert of Atacama for 28 years in search of the remains of political victims. When interviewed by Guzmán, the astronomer Gaspar Galaz explains that he believes it is wrong that his job is more highly valued than the efforts made by the group of women. Similar-

ly, archeologist Lautaro Núñez explains that while there are numerous vocations that involve a search for the past, Chile has “hidden [its] most recent past away.” In other words, Guzmán’s film criticizes Chilean society’s ignorance of such an important historical period. Furthermore, Núñez also states that, “we avoid looking at history as if history might accuse us.” Núñez’s comment sheds light on one of many potential reasons that Chile still resists facing its dictatorial past. It is perhaps due to a sense of guilt and shame that many choose to continue to ignore the issue, even decades after it occurred. An additional question raised by both Writers and Dictators and Guzmán’s films is whether or not it is beneficial for Chilean society and its individuals to remember and commemorate the atrocities committed by the Pinochet regime. Writers and Dictators shows that even some of the writers and playwrights that belonged to the left and published political work did not believe that commemorating the military’s violence was a constructive practice. Using a similar discourse to that which the right used to justify much of the military’s claims to amnesty in the post-Pinochet era, the dramatist Marco Antonio de la Parra denies and renounces what he thinks is the crippling mythological significance of the coup. He states, “we must work through our period of mourning and grief and get on with living.” In his opinion, over-emphasizing a mythologized version of military violence would hinder individuals’ ability to function and society’s ability to prosper. On the other hand, the article reminds us of the writers and playwrights who thought that their

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influential role in society made them responsible for keeping Chile’s collective memory alive, perhaps believing that, with encouragement, individuals would express their feelings about violence as a form of restorative catharsis, and thus work through their trauma while making their re-democratized nation a place of legalized and normalized free speech. In Nostalgia for the Light, archeologist Lautaro Núñez states that “forgetting a tragedy like this one is impossible,” and believes that individuals in 2011 had the responsibility to engage with their society’s past. However, by presenting the group of women in search of victims’ remains, Nostalgia for the Light further demonstrates the complex nature of the issue. While a member of the group explains that searching the desert for 28 years is the way in which the women cope with the past and take social responsibility, the audience must wonder whether their noble efforts are not, in fact, detrimental and traumatizing. For instance, Vicky Saavedra recounts that after finding her brother’s foot, she spent the entire day stroking it (despite its putrid smell) with a vacant mind while her husband went to work. Such a story suggests not only that many of the women might be pushed to the point of developing a disrupting obsession with the remains, but also that if they do find the bones, they might be psychologically damaged, for “the great reuniting” proves that the disappeared are truly dead, and, furthermore, the discovery puts an end to a search that gave their life purpose. Some of the women admit that, from their perspective, much of the Chilean society sees

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the group as a problem—“Chile’s leprosy”. The fact that many individuals in Chilean society do not understand or share the women’s passion for their search demonstrates how difficult it is for Chile to create a collective memory of Pinochet’s dictatorship’s violence, even decades after the dictatorship has passed. On one hand, feelings of shame and guilt deter people from wanting to recuperate this dark past. On the other, remembering this past is a painful process, and this makes it debatable whether or not it is even desirable for Chile to remember the dictatorship’s violence. Add on top of this competing political interests looking to manipulate public memory for their own ends, and it is apparent why creating a collective memory is such a challenging task. Memory is political, and memory is personal. The works examined here make that clear. What is not clear is how politics and sentiment will ultimately shape Chile’s collective memory of the Pinochet era. For Chileans, it is important to know what is at stake. Only then will they be able to make an informed choice about what they think this construct should look like and effectively help guide its development. For non-Chileans the task is much less daunting, as Chile’s collective memory is not ours to make. However, as historical and social beings, we each have our own collective memories to build, and Chile’s case provides insight into how challenging it can be to come to a consensus on how a collective memory should look. The process is political, and thus, it is divisionary and violent, but necessary.


A Y O T Z I N A P A Diego Castillo Richer A finales de septiembre del 2014, le dio la vuelta al mundo una tragedia ocurrida en un pueblo de Guerrero que lo pintó en el mapa: la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, ocurrido durante la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre. En un ambiente enrarecido por las continuas protestas de los maestros de educación básica, este grupo de estudiantes había robado un autobús de la central

do al grupo delictivo Guerreros Unidos. Es poco lo que se ha avanzado en estos últimos 3 meses: la renuncia y detención del Alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y de su esposa, María de los Ángeles Pineda, en el caso de ella, por su relación con Guerreros Unidos; el nombramiento de un grupo especial de investigación de la Procuraduría General de la República, a cargo de su titular, Jesús Murillo Karam; la contratación de peritos forenses de

¿Acaso la impunidad en México ha alcanzado un nuevo y lamentable nivel en el que los sicarios (y policías) se sienten con la total libertad de aprehender, asesinar y desaparecer a cualquier ciudadano? camionera de Iguala (práctica aparentemente común) y se enfilaba hacia Ayotzinapa, pasando justo a una cuadra frente al lugar en el que la esposa del Alcalde de Iguala fungía como anfitriona de una fiesta. Ha trascendido en los medios que este grupo fue detenido por la Policía Municipal de Iguala, a petición del Alcalde de Iguala, e inmediatamente entrega-

Argentina y Austria; muchas promesas presidenciales y una lluvia de protestas de los padres de los desaparecidos, periodistas, intelectuales y la sociedad en general, en México y el mundo. Es fácil suponer que los 43 estudiantes fueron asesinados, no sólo por las declaraciones de dos sicarios detenidos

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sino por los estudios de ADN de los pocos restos óseos recuperados. Lo que resulta difícil de explicar es el motivo. ¿Acaso la impunidad en México ha alcanzado un nuevo y lamentable nivel en el que los sicarios (y policías) se sienten con la total libertad de aprehender, asesinar y desaparecer a cualquier ciudadano? México se encuentra en un momento de crisis, en una época de violencia que no ha sido frenada ante la llegada del nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto. Más allá de una crisis de inseguridad, México vive una crisis de régimen. El problema social es tan profundo y aparentemente imparable, que incluso el actual presidente Uruguayo, José Mujica, llamó al país “una especie de Estado fallido”. A pesar de la indignación nacional, algo de razón tendrá el mandamás sudamericano.

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En un país en el que el crimen organizado opera libremente y en aparente impunidad, en el que la inseguridad alcanza niveles que ponen en duda la existencia de un estado de derecho, en el que la credibilidad del gobierno es tan pobre que se tienen que contratar a expertos de otros países para que la gente dé validez a las declaraciones, en el que los ciudadanos están tan aterrorizados de exigir al gobierno justicia que hay cientos de cadáveres enterrados que nunca fueron reportados como desaparecidos, algo está muy mal y es momento de reconocerlo. Ayotzinapa ha sido un abrir de ojos sobre la realidad que hoy se vive en México, un balde de agua fría que nos vuelve a poner en constante alerta.


tertulia

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Bolo Cristina Ochoa I can remember the “Ello, eku me,” that would slip out of my grandfather’s grin as he shuffled around his apartment. I can remember the glass of vinito tinto that was perched in my grandfather’s hand as he taught me how to balance two people in his hammock on the balcony. I can remember the meows at the dinner table, when my grandfather and I would play a game of hide-and-seek with an animal that didn’t exist, but that threatened to eat my food if I didn’t finish it first. Two things: 1. My grandfather was the cat. He would eat my food. 2. I could never leave the table until I had eaten all my food, because “Hay niños en Africa que están muriendo de hambre.” One more thing…….My father. I know the wine, and the meows, and the “Se comió todos” of my childhood. I know the jokes, the food mastery, the appreciation of old boleros scratching onto my 17th birthday record player. I remember the Sunday dinners when each week my grandfather and grandmother would come to our home. My grandfather would explain some new phenomenon that he had found on the internet. A list: 1. Soaking raisins in brandy will help you cure arthritis. 2. You shouldn’t eat the seeds of a tomato or anything similar because it is bad for digestion. 3. There is an island, Lemuria, that is essentially another Atlantis that no one knows about. I can remember the time when my brother, sister and I stayed with them in that same

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apartment for almost a week, and all we ate was pollito con cebollas. That was all we ate. Lunch. Dinner. Lunch. Dinner. Repeat. Repeat. Repeat. But that was saludable, so of course, I didn’t argue….and I ate it all. I can remember when my grandfather and grandmother visited us the first and only time after we moved away from Puerto Rico. Even in his late 70’s, he was still the life of the Thanksgiving party, dancing and drinking away. One of the happiest, most intelligent men I know, and yet, I barely know him. Indeed, I barely ever got to know him. I was often compared to him, though. Every single time I took notes for a class, my entire family would look at them and say, “You wrote a book of notes longer than what you read. There’s Bolito in you.” I remember Bolito, my grandfather. I still don’t know why we called him that. His name is Orlando. He was a successful man, a kind man, a giving man. He was an old Spanish soul and a Boricua through and through. I remember all of these things about him, and despite the fact that I feel like I barely knew him, I still feel connected to him in this intangible way. He always spoke Spanish to me. I remember that. Growing up as a gringa, non-Puerto Rican, Iowan Puerto Rican, I do remember that he always spoke to me in Spanish. He doesn’t remember any of this though. He does not even know who I am. We knew each other once, in a space of generational linkage. I may not have known him as a complete person, but I knew him in a way that linked us- because we are family. He was my Abuelo Bolo, Bolito, Abuelillo, and I was one of his many nietas, Cristina Isabel. The first child of the only child of his that has stayed so dedicated to one man that no longer recognizes his son’s face. I will remember this, but my Bolito doesn’t know. I will remember how much he taught me about the island that he loves and the family that he treasures. Scratching the guiro and danced to himself at parties. Always the happiest person I knew, a true Boricua. And he gave that to my father, who gave it to me. And if for nothing else, for that I am proud to be Puerto Rican and proud to be his granddaughter.

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Los mundos de una vida Ana Paz Tuve la fortuna de criarme en dos mundos, tener dos vidas muy distintas, divididas por ciclos en el tiempo y el espacio. El año escolar en Miami y las vacaciones de verano en el invierno de Buenos Aires, un ciclo que comenzó a los siete años. Siempre sintiendo que pertenecía a ambos lugares, era difícil definir con claridad mi identidad cuando todos me veían como una extranjera: en Argentina una “gringa”, en Estados Unidos una “latina”. Y al sentir que los demás me comparaban a sus culturas, porque rara vez me incluían, naturalmente surgió en mí el interés por compararlas por mi propia cuenta y definir con cuál me identificaba. Cada vez que volvía a Buenos Aires, tenía que aprender los chistes, los dichos, la moda, todo de nuevo. Me costaba expresarme elocuentemente; me intimidaba la confianza y la soltura de la gente; tardaba un par de semanas en sentirme cómoda nuevamente. Así y todo, el amor que tenía y sigo teniendo por la ciudad, la cultura, la gente, es increíblemente puro y poderoso, como la pasión que los caracteriza. Es una pasión que nace de la confianza en la familia y los amigos, en quererlos a muerte; que se disfruta con las cenas, los festejos, y obviamente el fútbol; que termina en discusiones apasionadas donde se pierde la distinción entre las opiniones y la verdad. Una pasión que nunca pude sentir en Miami. En su momento, para mí, esa diferencia de pasión era suficiente para pensar que Miami, a pesar de estar lleno de latinoamericanos, no pertenecía a Latinoamérica. De hecho, está en Estados Unidos. Pero tardé mucho en darme cuenta que Miami tampoco era representativo del país. Al vivir en otra ciudad de Estados Unidos, la tercera de mi vida, pude ver lo diferente que era Miami de Chicago, lo diferente que es una ciudad de otra, aunque estén en el mismo país. Y lo vi con tanta claridad porque me afectó personalmente: cuando me mudé a Chicago, por primera vez en mi vida me sentí como parte de una minoría. Antes pensaba que pertenecía a una minoría porque era una latinoamericana viviendo en Estados Unidos. Y lo soy. Pero lo sentí en Chicago, y nunca en Miami. Quizás porque en Miami no nos vemos como latinoamericanos; somos colombianos, cubanos, venezolanos, argentinos, peruanos. Se mantienen y reconocen las diferencias entre los diversos países. Pero una cosa no excluye a la otra; uno puede ser tanto colombiano, venezolano, cubano como estadounidense: una mezcla de identidad es

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posible, es aceptada. En Chicago, en cambio, dejé de sentir el reconocimiento de esas diferencias; todos somos latinoamericanos, todos parte de una cultura generalizada. Yo percibí que eran cosas muy distintas ser latinoamericano y ser estadounidense; aparentemente, uno no podía ser tanto una como la otra: una de las dos parecía dominar la identidad impuesta sobre uno. Hasta sentía que por ser latinoamericana, no podía ser verdaderamente estadounidense; sentía que los demás me veían primero como latinoamericana, como extranjera, y después quizás cómo estadounidense. El dilema de origen e identidad continuaba, y se profundizó. “¿De dónde era yo? ¿Quién era?” Siempre sentí una atracción por la cultura de Buenos Aires, por la pasión, porque parecía ser muy auténtica, porque mi familia es de ahí; pero mi vida se estaba desarrollando en Miami, y ahora en Chicago. En un país dominaba la historia de familia, y en el otro la de mi vida. Mis maestros y profesores eran estadounidenses, pero mis compañeros de todo el mundo. Mi vida se alineó de esta manera. Las experiencias de mi última mudanza me permiten tener una nueva perspectiva sobre mi identidad, una solución muy personal. Y funciona en este momento de mi vida, después de años de haber sentido la presión de tener que elegir la cultura con la cual me identificaba. Yo me crié con una mezcla, soy una mezcla. Siento amor por cada una de las partes de esa mezcla. Para mí, ya no es importante identificarme con solamente una, ni con el lugar de donde vengo, ni con el lugar en donde vivo. Quiero incorporar las costumbres y practicas que admiro de todas las culturas a las que he sido expuesta a lo largo de mi vida, pero hacerlo para definirme como persona, no como miembro de la cultura. Si pertenezco o no, ya no me importa; yo soy yo, en Miami, Buenos Aires, y Chicago.

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La sobremesa de la muerte Ada Torres

La sobremesa de la muerte Es la sobremesa de la muerte, repleta de pensamientos caídos en compañeros de la desolación. Cuidado con el país que existe. Cuidado con el país que no existe. Duerme en el soplo que resplandece oscuro. (Juan Gelman) Una escena final de una película de Stanley Kubrick se me ha quedado atorada en el pensamiento: Son tiempos de guerra. La Primera Guerra Mundial. Hay una cantina repleta de soldados franceses. Hay una mujer a punto de interpretar una canción en alemán. Antes de que suene su voz angelical, todo es puro cachondeo, pura superficialidad. Los soldados la miran de arriba a abajo, se ríen entre sí, beben y esperan (de ella) puro jolgorio y entretenimiento. La chica tiene la mirada asustada, la presencia enroscada y la dignidad callada. Pero ella supo utilizar un arma que escaseaba en la trinchera: la humanidad. Ella canta y los soldados sollozan. Porque recientemente conocen tanta violencia y recientemente desconocen tanta posibilidad de sentirse humanos. Y es que me encantaría que nos encerraran a todos en una cantina y nos hechizaran hasta recordar (sino llorar) lo que somos. Resulta que últimamente, no sólo Kubrick me tiene pensando en la violencia, sino que también la universidad, los periódicos y la vida cotidiana. En la universidad hay muchas divisiones. Que si estudiantes o profesores, que si catalanes o no-catalanes, que si en castellano o en catalán, que si independencia o no-independencia. Cuando llegué a Barcelona pensaba que el llamado a la independencia era un grito exasperado y harto de lidiar con la violencia que proviene del estado español y de un país que se impone sobre otro país que existe dentro de ese primer país. Dos meses después, todavía percibo esa violencia, pero también percibo violencia de Cataluña al estado español y otras rencillas internas. A veces percibo un independentismo catalán racista pues se funda y se enorgullece de una “superioridad racial” catalana por sus antepasados griegos y romanos. Otras veces percibo un independentismo inconsiderado pues se “olvida” (inclusive el gobierno local se “olvida”) de que muchos ciudadanos españoles en Cataluña no se sienten catalanes o no prefieren hablar catalán o no se sienten incluidos

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en los muchos discursos de independentismo que se leen o se escuchan o se observan en los balcones burgueses de la ciudad. Entonces como nos recuerda Gelman en la cita que abre este escrito, “Cuidado con el país que existe/ Cuidado con el país que no existe, porque ambos son violentos entre sí y dentro de sí (añado yo).” El periódico que leo habla de 43 voces. Esas 43 voces mexicanas que son víctimas de una violencia tan tangible como venenosa porque atacan y gobiernan los de más arriba, los más poderosos. Y es que no son sólo 43 voces; el pueblo mexicano ahora grita por un número indefinido de voces que han desaparecido por siempre y por otras que todavía no aparecen. Con Ayotzinapa se levanta un pueblo cansado de sufrir el miedo y el asco, y los abusos y el desasosiego cotidianos que los gobierna junto al despotismo que proporcionan dadivosamente sectores narcotraficantes, sectores de la clase política y sectores de las clases más adineradas. Miembros de la sociedad civil mexicana, estudiantes, maestros, intelectuales, artistas, obreros y muchos otros, exigen contundentemente explicaciones de Ayotzinapa al igual que exigen el cese a tanto abuso del poder, de la distribución de información y del manejo del dinero público. En fin, exigen el cese a tanta violencia. La guerra que acontece en México cada día supervisa la tortura y/o la desaparición de almas inocentes que parecieran navegar la sobremesa de la muerte, porque para los mexicanos ni en vida, ni en muerte existe tal cosa como descansar en paz. La violencia en México hoy día mantiene un discurso sangriento y epidémico, lo que suscita frases populares como “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Cuando la inverosimilitud es la orden del día, la humanidad es la revolución que la derroca. Estudiantes mexicanos gritaban en las calles, “¿Por qué nos asesinan, si somos el futuro de América Latina?”. Esta pregunta tiene tanta relevancia en México como la tiene en mi universidad natal, la que abandoné por un semestre para irme a estudiar a Barcelona. Pero como dejé medio corazón allá, de vez en cuando lo llamo por Skype para ver cómo se siente. Resulta que impera (y se sufre) en la Universidad de Chicago una atmósfera hostil hacia estudiantes no-blancos, o “de color”, como traduce en español la etiqueta en inglés “people of color” (y cabe mencionar que esta atmósfera también existe para estudiantes de otras identidades ya sean étnicas, raciales o sexuales). Muchos estudiantes han sido víctimas de violencia cibernética, micro-agresiones y el menosprecio de sus respectivas identidades. Entonces los estudiantes mexicanos que vociferantes y luchadores defienden a estudiantes víctimas y desaparecidos me inspiran a preguntar, “¿Por qué nos discriminan, si somos la diversidad que nos enseñan a analizar, estimar y respetar en los salones de clase?”. Hay un déficit de honestidad, tolerancia e integridad tanto académica como humana en varios sectores de nuestra vida universitaria. Me parece repugnante e injustísimo que la vida universitaria de muchos, la cual se funda y crece en la sed por aprender de diversas perspectivas (lo que a mi entender se traduce en sed de humanidad), se vea amenazada por la ignorancia y la prepotencia de algunos. La presencia de dicha violencia segregacionista en un ambiente intelectual tan avanzado, me parece que apunta hacia el fracaso de la manera en que nos están enseñando y/o la manera en que estamos aprendiendo. Los pasados eventos de discriminación (por ej. la mera existencia

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del UChicago Electronic Army) reflejan que hay un fallo en el sistema educativo, ya que recientemente aprendemos con miedo y sin la libertad de ser lo que nos identifica. Como “estudiante de color” aprovecho para declarar que mi humanidad es la misma que la de mis profesores, mis demás compañeros estudiantes y demás trabajadores de la Universidad de Chicago. Y exijo que se nos enseñe y se nos trate de acuerdo a dicha realidad. Hoy, entrando al metro un chico joven me pidió alguna moneda. Yo, enchufada a mis audífonos, me negué con la cabeza (como si no tuviera monedas) y seguí mi camino. Segundos después me invadió un sentimiento enorme de culpa porque me di cuenta que la mayoría de las veces no paro, no porque no tenga monedas sino porque supuestamente no tengo tiempo. Si me parase a dar monedas, el metro me deja, no me sobran minutos para comprar café, llego tarde a clase, se me jode la rutina. ¿Será esto violencia? Algo me dice que sí. Si debí haber parado a dar monedas o no, es discusión moral o cristiana o karmística para otro artículo. Pero ese gran sentimiento de culpa se me presentó urgente como si mi propia humanidad me pidiera algunas monedas. No necesariamente para comprarse un boleto de tren o un pedazo de pan si no para frenarme, abrirme los ojos y reeducarme al obligarme a reconocer que también, primordialmente, se ha de rendir tiempo para percibir almas. Y así, poco a poco dejar de confundir monedas con ser humana. En la residencia estudiantil donde vivo, 10 estudiantes compartimos una cocina. Luego de cenar nos quedamos hablando y reposando un amigo y yo. Después de un largo silencio Juan Marcos me dice: “Oye Ada, últimamente he estado pensando mucho en qué se puede hacer para que un gobierno sea menos corrupto”. Como se ha de esperar, este planteamiento nos llevó a muchos sitios, a muchos conceptos, a muchas experiencias personales y más que todo a muchas dudas. Entre ellos a México y al PRI, al caciquismo histórico, a la relevancia histórica e importancia sociocultural de tiempos de crisis económicas, a la amenazadora universalidad de la violencia, a pensar en mí vs. pensar en la sociedad, entre otros. Pero a pesar de ver el mundo de formas muy diferentes, Juan Marcos y yo pudimos llegar a la siguiente conclusión: que para acabar con la corrupción habría que reeducar a tantos sectores de la sociedad actual, sino es que a todos. Yo decía que habría que cambiar sistemas, Juan Marcos decía que habría que imitar más a los países nórdicos de Europa. Sea cual sea el plan reformativo o revolucionario que se visualice y se ponga en vigor, éste requiere una nueva educación, específicamente una nueva canción que nos duela honrosamente. Una nueva canción que haga reconocer que un sólo sistema innegable nos esculpe tanto a estudiantes como a profesores, a catalanes como a españoles, a mexicanos como a gobernantes, a estudiantes blancos como a estudiantes “de color”, a seres humanos sin tiempo como a seres humanos con tiempo: la Humanidad. Y con la humanidad no hay que tener cuidado pues es el único país que existe y que no existe.

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Anoche pensé en ti Christian Daniela Sanchez

Anoche pensé en ti. En el último baile que nos derrumbó. Mis manos siempre fueron pequeñitas. Y entre las tuyas, fuertes y gruesas, se perdían. Vueltas y vueltas me diste. Carcajadas di. Bailando resucitábamos la tierra. Nuestros pies le pegaban y la golpeaban, buscando el fin de su sufrir. Su polvo rojo, ascendió cómo una neblina echando todo mal hacia afuera queriendo empezar de nuevo. Me tomaste de las muñecas, halándome hacia ti. Entre el aire, denso con los males del mundo, sentí el calor de tu respirar. Despacio. Y de pronto te perdí.

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EVENTOS INVIERNO 2015 Around Chicago: Segunda Semana at the MCA Every second Tuesday of the month, the folks over at the MCA offer a guided visit of the galleries in Spanish. Free with museum admission, which is in turn free for Illinois residents every Tuesday. Beginning January 13 in 2015. 6:00 - 7:00 p.m. Museum of Contemporary Art, 220 E. Chicago Avenue. mcachicago.org

Concert by the Orquesta Sinfónica del Estado de México Check out one of Mexico’s most important classical music ensembles, led by Enrique Bátiz, in its Chicago debut. Alfonso Moreno,one of the greatest interpreters known to the world of classical guitar, and piano soloist Irina Chistiakova will join the orchestra. Seats cost just $10. Friday February 27, 2015. 7:30 p.m. Harris Theater, 205 E. Randolph Drive. harristheaterchicago.org

Desde Adentro: Abstract Works from the Permanent Collection On display in the Torres Gallery, this exposition features the works of over 35 Modern Mexican abstract artists, often overshadowed by the successes of the Muralist Movement. Entrance Free. Ends Sunday March 1, 2015. National Museum of Mexican Art, 1852 W. 19th Street. nationalmuseumofmexicanart.org

Second Friday (and the Pilsen Mural Map) Every second Friday of the month, over 30 creative spaces of the Pilsen Arts District open their doors, often with drinks and snacks to offer, and showcase the work of local artists. While there, see the some of the neighborhood’s many murals before the sun goes down with a copy of local youth organization Yollocali’s Mural Map. Beginning January 9 in 2015. 6:00 - 10:00 p.m. Information Center at 1821 S. Halsted Street. chicagoartsdistrict.org and yollocalli.org

On Campus - events.uchicago.edu: Human Rights in Mexico: A Conversation with Alejandra Ancheita The Katz Center for Mexican Studies and the Pozen Family Center for Human Rights host Alejandra Ancheita, prominent human rights lawyer known for her work defending the rights of

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indigenous communities, workers, and migrants in Mexico and recipient of the 2014 Martin Ennals Award. Tuesday February 3, 2015. 4:30 - 6:30 p.m. Location to be announced. humanrights.uchicago.edu/news/HumanRightsinMexico

Migration in Chicago: A three-part series Organized and co-sponsored by a long list of campus organizations, this series is an opportunity for students to partake in discussions about US immigration policy with local practitioners and advocates. If you missed the first installment on January 13, check out the second, centered on law and policy advocacy strategies, or the third, centered on opportunities to work with Chicagoland organizations. Wednesday January 28 and Wednesday February 11. 6:00 - 7:30 p.m. Classics Building, Room 110. 1010 E. 59th Street. humanrights.uchicago.edu

University of Chicago Spanish and Latin American Film Festival The University of Chicago presents a series of Spanish and Latin American films thanks in part to a grant bestowed by Pragda. The festival is part of its Spanish Film Club (SFC) initiative. Every Thursday, 29 January - 26 February. 5:00 p.m. University of Chicago Film Studies Center Cobb Hall, Room 307. 5811-27 S. Ellis Avenue. Presented by the Department of Romance Languages and Literatures, Center for Latin American Studies, Arts Council and Film Studies Center. http://clas.uchicago.edu/events

Urban Subcultures, Pop Music, and Youth Movements in Latin America A discussion on urban rock music as a genre that has long been associated with rebellion, anarchism, and marginalized urban youth. This genre has made it to cities like Medellín, Lima, and Santiago. Shane Greene (Indiana) will discuss the role of punk scenes in Lima during the armed conflict of the 1980; Hyejin Nah (NYU) will discuss urban Mapuche punks, or “Mapunkys,” in Chile; Joshua Tucker (Brown) will talk about the back-and-forth interaction between traditional Andean music (including huayno and related indigenous styles) and the "tropical" and pop styles through which contemporary artist refract from those genres; and Karl Swinehart will discuss Bolivian Hip Hop. The second part of the presentation will include a showing of Víctor Gaviria’s 1990 docudrama of the punk scene in 1980s Medellín, Colombia, Rodrigo D No Futuro along with an informal discussion. This event is free and open to the public. Thursday February 26, 2015. 2:00 - 4:00 p.m. Social Science Research Building, Room 122. 1126 E. 59th Street. Organized by University of Chicago Center for Latin American Studies. http://clas.uchicago.edu/events

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Photo by: Vidal Anguiano

Photo by: Ada Torres

Photo by: Daniel RamĂ­rez-Raftree

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Agradecimientos “Mural solo tendrá vida cuando salga de nuestra dirección y entre en las manos de la comunidad que realmente lo sustentará.” Gracias por haber sido parte de nuestro nuevo proyecto, Mural. Vemos este espacio como una plataforma creativa y quisiéramos mantenerla por mucho tiempo. Su apoyo significa mucho para el grupo editorial y como mencionamos en nuestra introducción la vida de Mural no empieza hasta que se encuentre en sus manos, lector. Queremos agradecer especialmente al Center for Latin American Studies, The College, The Department of Romance Languages and Literatures y a Sarah Wenzel por su apoyo. A Agnes Lugo Ortiz, Miguel Martínez y Manuel Olmedo, gracias por creer en nuestro proyecto y por regalarnos su tiempo y sus esfuerzos. Tampoco puede faltar un abrazo fuerte a nuestra campeona Hilda Larrazabal que ha luchado junto a nosotros para hacer de Mural una realidad. Por favor, sigan apoyándonos e informándose de todo lo que hacemos. Contáctanos por: muralzine@gmail.com

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Mural , invierno 2015, volumen 1.


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