Hay ar stas que se levantan ante los pájaros y pintan y esculpen de Sur a Sur. Se rinden al color como si fuera el deseo absoluto, buscan la sombra como si fuera el alma de la transparencia, anhelan la forma como si fuera el orden y sen do de las cosas; se sumergen en la piedra blanca como si fuera agua; buscan la luz como si fuera las pupilas de los ojos. Y cuando no llega este empo plano y luminoso, cuando el sol se cansa de la luz, cuando esta exigencia es mayor que el empo de los pájaros, ellos penetran en la noche con sus manos y es, muchas veces, en las horas muertas, que se escucha el lloro final de la creación. Los diferentes caminos que ellos recorren, convergen en un mismo lugar, por donde quiera que andan, por donde quiera que van y se inquietan y se buscan; por donde quiera se pierden para encontrarse después esos horizontes de pintura, esos caminos de piedra, todos vienen a dar a la casa de la creación. Es la fuerza de la gravedad del arte que los une, y esa gravedad hace que la obra dispersa se una, que lo desigual se una, que lo diferente se funda en los ojos del que mira, en el pensamiento de quien pregunta, en el corazón de quien siente. Ojos, pensamiento, corazón. Del naciente hasta la confluencia. Del creador hasta la obra. De la obra hasta las personas. La esencia transtagana se revela, más moderna, más tradicional, más realista o más abstracta, se expone el alma de esta erra. El mismo útero concibe hijos diferentes, ojos, manos, proceso, concepción, técnica, construcción, pero hijos de la misma memoria, frutos de la misma raíz, contemporáneos, convecinos. El creador es el creador y su circunstancia, el resultado de un aprendizaje, de una maduración, de un modo par cular de traducir el mundo. Cada creador traduce el mundo a su manera, lo explica, lo revela, lo deconstruye y construye, presenta alterna vas, nos enseña a preguntar, ac va nuestra sensibilidad, lo rescatará de los confines de nuestra ru na, de nuestro aburrimiento, nos enseña a ver el interior, el interior del arte, pero también nuestro interior, tan ocupado con la espuma de los días. El creador nos convoca para que nos entreguemos al lienzo, a la acuarela, a la madera, a la piedra. Y que escudriñemos, porque todo puede no ser lo que parece, todo puede ser algo diferente a lo que nos ha mostrado la realidad formateada. El arte es una puerta, un horizonte, un camino. Los ar stas son los maestros de nuestra propia huiida. Arrugas, memorias, rostros, cielo, erra, fusión, dualidad, fragmentos, gritos de piedras, colores con alas, colores que son voz, música y silencio, almas con ojos en la cara, líneas de vida, peluches de carne, corazones que esperan. Todo gira en torno al Sur.
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Há ar stas que se levantam antes dos pássaros e pintam e esculpem de Sul a Sul. Avassalam a cor como se esta fosse o absoluto desejo, buscam a sombra como se esta fosse a alma da transparência, almejam a forma como se esta fosse a ordem e o significado de todas as coisas, mergulham na pedra branca como se esta fosse água, procuram a luz como se esta fosse as pupilas dos olhos. E quando esse tempo plano e luminoso não chega, quando o Sol se cansa de claridade, quando essa demanda é maior do que o tempo dos pássaros, eles penetram a noite com as mãos e é, muitas vezes, a horas mortas que se ouve o choro final da criação. As estradas diferentes que eles percorrem convergem todas para o mesmo lugar, por onde quer que andem, por onde quer que vão e se inquietem e se procurem, por onde quer que se percam para depois se poderem achar, esses horizontes de ntas, esses caminhos de pedra, vêm todos dar à casa da criação. É a força da gravidade da arte que os junta e essa gravidade faz com que a obra dispersa se aglu ne, faz com que o que é desigual se una, faz com que o que é diverso se funda nos olhos de quem vê, no pensamento de quem ques ona, no coração de quem sente. Olhos, pensamento, coração. Da nascente até à foz. Do criador até à obra. Da obra até às pessoas. A essência transtagana revela-se, mais moderna ou mais tradicional, mais realista ou mais abstrata, a alma desta terra expõe-se. O mesmo útero concebe filhos dis ntos, olhos, mãos, processo, conceção, técnica, construção, mas filhos da mesma memória, frutos da mesma raiz, contemporâneos, conterrâneos. O criador é o criador e a sua circunstância, o resultado de uma aprendizagem, de uma maturação, de um par cular modo de traduzir o mundo. Cada criador traduz o mundo à sua maneira, explica-o, revela-o, desconstrói e constrói, apresenta alterna vas, ensina-nos a perguntar, a va a nossa sensibilidade, vai resgatá-la aos confins da nossa ro na, do nosso aborrecimento, ensina-nos a ver a parte de dentro, a parte de dentro da arte, mas também a nossa parte de dentro tão ocupada com a espuma dos dias. O criador convoca-nos para que nos entreguemos à tela, à aguarela, à madeira, à pedra. E que perscrutemos, pois tudo pode não ser o que aparenta ser, tudo pode ser outra coisa diferente do que a realidade formatada nos tem dito. A arte é uma porta, um horizonte, uma estrada. Os ar stas são os mestres da nossa própria fuga. Rugas, memória, rostos, céu, terra, fusão, dualidade, fragmento, brado da pedra, cores com asas, cores que são voz e que são música e que são silêncio, almas com olhos na cara, tábuas de salvação, peluches de carne, corações que esperam. Tudo a girar à volta do Sul.
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