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El Museo de Arte Costarricense dedica esta exposición a su fundador, el señor Guido Sáenz González, y celebra el servicio rendido por él, a lo largo de su vida, a las artes y a la cultura del país.
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EXTRANA I NFANCIA
Figuraciones y fabulaciones de los niños en el arte en Costa Rica
Esta exposición del Museo de Arte Costarricense revisa distintas representaciones de la infancia en el arte, y de manera muy particular en la pintura, aunque incluye otras manifestaciones plásticas. Desde el siglo XIX y hasta el sigo XXI, se producen y circulan diversas figuraciones del niño: la imagen votiva, el retrato aristocrático, la representación romántica de la pobreza y la orfandad, la infancia campesina como retrato de la nación, la infancia educada como símbolo de civilidad. Algunos abordajes más recientes, como las obras de Adrián Arguedas y Sofía
Ruiz presentes en esta exposición, exploran justamente la naturaleza de la infancia frente a la imagen que de ella fabricamos. En todas sus figuraciones en el arte, la infancia ha funcionado como una metáfora: metáfora de lo divino, metáfora del poder, metáfora de la patria, metáfora del artista. Pero el niño, en sí mismo, fue, y sigue siendo, el gran desconocido. Pensado, imaginado e interpretado por los artistas, guarda el encanto impenetrable de una esfinge, de un pasado que olvidamos y que ahora nos es ininteligible.
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I
Un adulto en miniatura La infancia divina es la más importante y numerosa representación plástica del niño en la Edad Media en Europa y en la América colonial, y por supuesto, el modelo moral por excelencia. Nadeije Laneyrie-Dagen, historiadora de la pintura medieval escribe: “Jesús es un modelo de la infancia perfecta. […] Ese perfecto niño se caracteriza por ser… lo menos pueril posible”1. En efecto, en la iconografía occidental, como en la bizantina, el cuerpo de Jesús y de San Juan Bautista de niños es representado con una fisonomía truncada entre la infancia y el cuerpo adulto. Este dispositivo tiene una
función simbólica fundamental: vehicula la imagen de la sabiduría y del espíritu divino. Laneyrie-Dagen va más allá del modelo del cuerpo adulto en miniatura y postula el “ideal de la precocidad” en la infancia de la pintura medieval, de la que podemos hacer extensión para la pintura religiosa colonial en América Central. No se trata solamente del cuerpo, sino de la indicación de las facultades físicas e intelectuales sobrenaturales del niño por medio de su actitud. Numerosas representaciones coloniales de Jesús abordan al niño con gestos extraordinarios: el
Allard, Sébastien ; Laneyrie-Dagen Nadeije y Pernoud, Emmanuel. L’enfant dans la peinture, Paris : Citadelles & Mazenod, 2011, p. 50.
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Autor desconocido Sin título [Niño Jesús de Praga] Talla en madera [inacabada] 44 x 20,5 x 12,5 cm, siglo XIX-XX Museo Nacional de Costa Rica 5
pequeño de apenas meses de nacido, algunas veces de pie sobre el regazo de su madre o de su padre, acerca sabiamente la mano derecha hacia un libro manuscrito abierto, símbolo del verbo de Dios, o hacia algún otro personaje o el espectador, en señal de bendición. Nada tiene de natural este niño divino: su cuerpo extrañamente proporcionado como el de un adulto, pero liso y regordete como el de un bebé; y su gesto, por lo general representado lleno de delicadeza y sabiduría, está lejos de la verdadera capacidad motora e intelectual de un pequeño de su edad.
Autor desconocido [Atribuida a Manuel “Lico” Rodríguez] Sin título [Niño Jesús] Talla en madera policromada 45 x18 x 13 cm, siglo XIX Museo Nacional de Costa Rica 6
En algunos casos, el Niño Jesús es representado con atributos particulares, como pequeñas esferas de cristal u otros materiales que simbolizan el orbe, y la regencia de la divinidad sobre el cosmos. Este objeto es propio de la iconografía asociada a Cristo, en sus representaciones de Salvator Mundi (Salvador del Mundo), tanto en edad adulta, como en edad infantil. A medio camino entre el juguete y el signo de majestad, el niño Jesús sostiene en una mano la esfera, al tiempo que con la otra emite un gesto de bendición al observador. Esta infancia divina constituye una representación propia del Medioevo europeo y del periodo colonial en América Latina: destila una lección
moral propia de la mentalidad de la época, y rinde cuenta de una idea particular del niño. La infancia de Jesús y de los santos es la figuración de un compendio de atributos sobrenaturales de orden religioso, codificada por una adultez prematura y contraria a la verdadera naturaleza pueril. En estas imágenes no hay una búsqueda del niño, sino la construcción de un ideal de la encarnación divina. Este tipo de figuraciones religiosas de la infancia fueron usuales a lo largo del siglo XIX, e incluso en las primeras décadas del siglo XX, forjadas por la tradición local de imaginería eclesiástica que a su vez es deudora de las representaciones europeas de los siglos XVI, XVII y XVIII.
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II
El retrato aristocrático El retrato infantil aristocrático ejercitado por pintores europeos y costarricenses en el siglo XIX hereda un ideario conformado durante más de cuatro siglos: de la pintura dinástica a la infancia educada del Siglo de las Luces.
con atributos simbólicos de su estirpe (heráldica, animales y plantas alegóricos, medallas y anillos de familia), de sus hazañas militares (espadas, mapas e instrumentos de estrategia) y de su posición económica (joyas y ricos vestidos).
A principios de la Época Moderna (hacia el siglo XV), hay una multiplicación sin precedentes del retrato infantil en Europa, que tuvo un retraso considerable con respecto al retrato adulto. El retrato es un objeto de lujo reservado a la élite. Privilegio de reyes, aristócratas y mercaderes solventes, es un medio de legitimación social y de representación del poder. Los mecenas y clientes de los artistas más importantes se ven retratados
El retrato infantil se inscribe en esta lógica como un objeto de representación familiar que muestra la perpetuidad de una dinastía. Sin embargo, los retratos de niños no son una celebración de la persona, como en el caso de los adultos, sino un testimonio de la continuidad y del poder familiar.
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Por otra parte, el Siglo de las Luces abrió paso a un renovado interés por la cuestión pedagógica de la infancia, y con este interés,
se modificó la manera en que se representaba a la infancia en el arte. El niño, hombre y ciudadano en potencia, ocupaba ya un lugar privilegiado en la reflexión filosófica de la época. La educación estuvo desde entonces integrada en la concepción de la infancia en el ideario occidental, y con este fue trasladada tardíamente por el arte y la literatura a la América del siglo XIX. Así, en el siglo XIX, el retrato infantil de la aristocracia costarricense hereda por una parte algunos códigos de la pintura dinástica (reformada por el acceso más democrático al retrato pintado), y al tiempo, refleja la importancia de la educación como atributo primordial del niño.
El retrato de Guido y Flora Echandi, realizado por su padre, el pintor costarricense Enrique Echandi, nos rinde cuenta de una particular representación de la infancia: son niños de especial estatus social y con actitudes, de género claramente definidas. Lo anterior, aunado a la rigidez de sus posturas, evoca la idea de la infancia domesticada. Es decir, contrariamente a la niñez libre, espontánea y juguetona que Echandi representa en movimiento en otras obras a plumilla, la infancia de este retrato responde a un ideal distinto: aquel de la pintura educante donde el control del cuerpo del niño, entendido como la restricción de su impulso pueril, representa su educación, y a la vez constituye una representación de estatus y continuidad familiar. 9
Enrique Echandi Montero Retrato de mis hijos [Retrato de Flora y Guido Echandi Kisch] Ă“leo sobre lienzo 137,5 x 82 cm, 1899 Museo de Arte Costarricense 10
Achille Clément Bigot [Aquiles Bigot] Retrato del niño Juan de Dios Bonnefil Quirós Óleo sobre tela 130 x 98,5 cm, 1863 Museo Nacional de Costa Rica
Achille Clément Bigot [Aquiles Bigot] Retrato de la niña María Josefa Bonnefil Quirós Óleo sobre tela 125 x 84 cm, s.f. (hacia 1863) Museo Nacional de Costa Rica 11
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III
Niños pobres, huérfanos y trabajadores Los niños mendigos, huérfanos y trabajadores urbanos, en contraste, constituyen un tema usual de generaciones de artistas extranjeros y nacionales de segunda mitad del siglo XIX, y algunos rezagos en la primera mitad del siglo XX. El modelo del niño mendigo, pobre, huérfano o trabajador urbano fue un tema desarrollado en Europa desde el siglo XVII, particularmente por el pintor español Esteban Bartolomé Murillo con sus series de golfillos. Posteriormente, este tipo de representación se popularizó en Juan Manuel Sánchez Barrantes Escena de mercado Tinta sobre papel 28 x 20,5 cm, s.f. Museo de Arte Costarricense
Inglaterra y Francia durante el siglo XIX, con el advenimiento de la Revolución Industrial y el crecimiento de las grandes urbes. Las escenas con niños trabajadores y huérfanos constituyeron un tipo de pintura social que buscaba incitar la piedad del observador con los infantes y personas de escasos recursos. Los niños son representados como víctimas de su entorno, en una lógica de riguroso determinismo social. La infancia trabajadora, pobre o huérfana constituye una población típicamente asociada a los espacios urbanos y semi-urbanos. En Costa Rica, algunos artistas han abordado la representación de niños en esta condición, recurriendo al patetismo como temática de carácter emotivo. 13
IV
Niños campesinos Ningún otro pintor en la historia del arte de los últimos siglos expresó en su trabajo tanta sensibilidad en la representación del mundo agrícola como el francés Jean-François Millet (1814-1875). Este artista de la escuela realista y fundador de la escuela de Barbizon, representó obstinadamente escenas campestres y personajes campesinos en labores de siembra y cosecha, entre muchas otras. Sus telas subliman la aparente trivialidad de estas labores otorgándoles un tono casi religioso. Millet fue uno de los primeros artistas modernos en interesarse de manera constante en la representación del hábitat rural, sus prácticas y personajes, en el marco de las ideas de la escuela realista, que se apartaba de la visión romántica del arte, y representaba temas sociales 14
en busca de lo real como contrario al artificio, tanto en estilo como en contenido en la pintura. El trabajo de la Nueva Sensibilidad en Costa Rica, escuela conocida también bajo el nombre de Generación Nacionalista, retomó la representación de temas agrícolas en oposición a la interpretación romántica que de ellos hicieron algunos artistas de generaciones anteriores, como Tomás Povedano y Emil Span; y de obras conocidas en el ámbito costarricense, como la escena pastoril del italiano Filippo Indoni de la colección del Teatro Nacional, que representa a un gitano con una niña. En las obras de los artistas asociados a la Nueva Sensibilidad, el niño campesino surge como encarnación de una visión bucólica de la sociedad
agrícola que se transforma rápidamente. Esta figura de la infancia simboliza los valores positivos asociados a la población
campesina y al modo de vida rural, y de manera más amplia, a otros componentes como la laboriosidad, la honestidad, y la humildad.
Teodorico Quirós Alvarado, Niño, óleo sobre lienzo, 31 x 38,8 cm, 1931 Museo de Arte Costarricense 15
V
La educación En el siglo XVIII, el filósofo francés Jean Jacques Rousseau explicó la educación como un procedimiento de inserción de las personas a la sociedad, que les permite desarrollar sus talentos, interactuar con propiedad y conservar su bondad innata. Esta teoría filosófica se oponía a otras anteriores que consideraban que las personas tenían el conocimiento al momento de nacer, y que el desarrollo del conocimiento no dependía de un proceso de aprendizaje. En el siglo XIX, el pensamiento de Rousseau sobre la educación está en boga en América, y cada nación instaura, desde el Estado, mecanismos para educar a las personas: el niño es un ciudadano en formación. 2
La particularidad del pensamiento de Rousseau sobre la infancia reside en una nueva consideración del estatuto ontológico del niño: “No conocemos, de modo alguno, la infancia: con las ideas falseadas que tenemos sobre ella, cuanto más avanzamos, más grande es la confusión. Los más prudentes se limitan a lo que los hombres necesitan saber, sin considerar que los niños están en estado de aprendizaje. Ellos buscan siempre al hombre en el niño, sin considerar lo que éste es antes de ser hombre.”2
Rousseau, Jean Jacques. Emile ou De l’Education, Paris : Duchesne, 1792, p. iij).
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Esta reflexión tendrá importantes repercusiones en los modelos pedagógicos de los siglos posteriores pero también en la manera en que la infancia será representada por los artistas. El niño no es un adulto incompleto, sino un ser en formación, dotado de interioridad intelectual, y debe ser forjado para convertirse en un buen ciudadano. La educación pasa a ser indisociable de la idea de la infancia, pero también se incorpora la nueva concepción del niño como ser autónomo. En Costa Rica, bajo el Gobierno de José María Alfaro Zamora se promulgó la Constitución Política de 1844, en la cual, por primera vez en la historia del país, legisló sobre la obligatoriedad
de la educación garantizada por el Estado. La educación del niño es desde entonces considerada como un valor social y una necesidad cívica. Desde esta época, pero particularmente en el siglo XX, numerosas representaciones de niños abordan esta cuestión progresista de la educación como trámite ineludible asociado a la infancia: la educación es la herramienta para formar al ciudadano. En la obra El Pintorcito, Luisa González Feo retrata a su hijo Guido de 6 años de edad, contemplando un dibujo suyo que yace frente a él. Es una infancia libre pero acompañada (tácitamente por la mirada de su madre), que se encuentra en la encrucijada entre el niño 17
espontáneo y el niño educado. La ausencia de movimiento funciona como una negación de la energía primitiva y salvaje y pone el acento sobre la vida creativa del niño y sobre su independencia intelectual.
Francisco Amighetti Ruíz Sin título [Escolar] Mixta sobre papel 19 x 17 cm, 1936 Colección Walter Fernández 18
Luisa González Feo El pintorcito [Retrato de Guido Sáenz a los 6 años] Óleo sobre tela, 98 x 62 cm, 1935 Colección particular
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VI
Niños y animales El tema del niño y el animal es recurrente en la historia del arte occidental a partir del siglo XVII. En la tradición del retrato infantil aristocrático, en particular en Europa, los niños aparecen constantemente asociados a animales domesticados en sus representaciones gráficas. Es usual encontrar pinturas de infantes con perros echados a sus pies, aves como pericos y loras, e incluso primates y otros mamíferos. En Costa Rica, durante el siglo XX y hasta la actualidad, numerosos artistas han abordado este tema. Esta curiosa asimilación de la infancia al animal releva de una concepción del niño como un ser truncado entre lo primitivo y lo 20
civilizado, cuya educación se asocia a la domesticación del animal. Por otra parte, la asimilación del niño al animal propiamente salvaje es un dispositivo explorado por algunos artistas costarricenses en los siglos XX y XXI, donde la asociación se inscribe en la lógica del animal salvaje o indómito como paralelo del niño, criatura primitiva y algunas veces violenta, motivada por el instinto y no por la razón. En Conflicto entre gato y niño, Francisco Amighetti yuxtapone Sofía Ruíz Ugalde Conejo Blanco, de la serie Black Forest Óleo y tinta sobre lienzo 100 x 100 cm, 2017 Colección de la artista
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ambas criaturas en una representación sutilmente oscura de la niñez. La dureza del rostro y la violencia inminente de la escena nos sumergen en un espacio arcaico. Lejos del retrato sentimental, el niño de Amighetti es, como el gato, una pequeña fiera a punto de atacar.
Francisco Amighetti Ruiz Conflicto entre gato y niño Cromoxilografía 43 x 61 cm, 1969 Museo de Arte Costarricense 22
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VII
El retrato infantil El retrato infantil es uno de los géneros más prolíficos del arte moderno, ya sea este abordado como una celebración u objeto de memoria de la persona, o bien como un ejercicio de exploración conceptual. Son diversos los formatos y estilos con los que los artistas del siglo XX han tratado este tema, representando a sus hijos, sus familiares, o a la descendencia de sus comitentes. El Retrato de Flora Luján pintado por Francisco Zúñiga es un extraordinario ejemploderetratomoderno.Loscolores
fríos contrastan diametralmente con la usanza del retrato infantil en la época de su creación, usualmente elaborado a partir de colores cálidos y generalmente luminosos. La compresión de la perspectiva y el tratamiento de la figura relevan de un estilo particularmente moderno, en oposición a las escuelas clásicas y románticas que regían la enseñanza del arte en el país en el primer tercio del siglo XX. Años después de posar para este retrato, Flora Luján se convertiría, a su vez, en una artista reconocida de la modernidad costarricense.
Francisco Zúñiga Chavarría Retrato de Flora Luján Óleo sobre lienzo 46 x 46 cm, 1934 Museo de Arte Costarricense 24
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VII
El niño como metáfora En el célebre Diccionario de Símbolos publicado por el iconógrafo y mitólogo catalán Juan-Eduardo Cirlot en 1958, se define la figura del niño como un personaje arquetípico: “Símbolo del futuro, en contraposición al anciano que significa el pasado, pero también símbolo de la etapa en que el anciano se transforma y adquiere una nueva simplicidad, como predicara Nietzsche en Así hablaba Zaratustra, al tratar de las «tres transformaciones». De ahí su concepción como «centro místico» y como «fuerza juvenil que despierta». […] Psicológicamente, el niño es el 26
hijo del alma, el producto de la coniunctio entre el inconsciente y el consciente; se sueña con ese niño cuando una gran metamorfosis espiritual va a producirse bajo signo favorable. El niño místico que resuelve enigmas y enseña la sabiduría es una figura arquetípica que lleva esa misma significación al plano de lo mítico, es decir, de lo general colectivo. Es un aspecto del niño heroico que libra al mundo de monstruos. En alquimia, el niño coronado o revestido de hábito real es el símbolo de la piedra filosofal, es decir, del logro supremo de la identificación mística con el «dios en nosotros» y lo eterno.” 3
Esta definición, como todas las contenidas en esta obra, deben ser comprendidas como interpretaciones del campo de la simbología, y no atendidas desde la interpretación meramente literal o histórica de un ícono u objeto. Sin embargo, rescatamos el tema de fondo de este arquetipo, según la definición de Cirlot, el cual guarda relación con la función metafórica que ha servido en el arte moderno, y particularmente desde las representaciones de la escuela postimpresionista francesa de finales del siglo XIX. El niño toma, por
primera vez en la historia del arte, el rol simbólico de representar al propio artista, y esta representación se vuelve recurrente en el arte moderno de la primera mitad del siglo XX y hasta nuestros días. Esta acepción es particularmente notable en la obra de Francisco Amighetti. En estampas como El Niño y el Viento, o el Sin título conocido como Dibujos Iluminados, así como en varias imágenes de su serie La Calle, el niño es una representación del propio artista, quien descubre el mundo con ojos de asombro.
Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de Símbolos, Barcelona: Editorial Labor, 1985 (6ta edición), p. 325. 3
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Otras metáforas asociadas a la infancia han sido abordadas en las obras presentes en esta sección: la inocencia, la belleza (y la pérdida de ambas); la mirada primigenia; la voluntad de permanencia en el tiempo, son algunas de las metáforas que el niño representa en el arte.
Adrián Arguedas Ruano, Narcisos III Óleo sobre tela 148x146 cm, 2012 Colección del artista 28
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Agradecimientos
El Museo de Arte Costarricense agradece de la manera más cordial a todos los coleccionistas particulares que prestaron obras para el disfrute del público en esta exposición, así como a los artistas que nos acogieron en sus talleres para visitar sus trabajos sobre la infancia. Extendemos un agradecimiento especial a la señora María Enriqueta Guardia Iglesias, cuya asesoría, consejo y criterio experto hicieron posible esta muestra.
Agradecemos igualmente a las siguientes personas por su apoyo: Marta Amighetti Adrián Arguedas Marlin Calvo Rocío Fernández Walter Fernández
Diego Meléndez Alberto Murillo Laura Rodríguez Sofía Ruiz
Y finalmente, a las siguientes instituciones: Museo Nacional de Costa Rica Instituto Nacional de Seguros Patronato Nacional de la Infancia Teatro Nacional de Costa Rica 30
Gabriela Sáenz Mariela Soto Sussy Vargas Alicia Zamora
EXTRANA INFANCIA Figuraciones y fabulaciones de los niños en el arte en Costa Rica
Créditos de la exposición
Curaduría: Sofía Soto Maffioli Coordinación General: Verónica Zúñiga Salas Investigación y Documentación: Rafael Ángel Venegas Arias Diseño gráfico: Gabriel González Chavarría Montaje: María Lourdes Robert Montes de Oca Jorge Marín Araya Olman Carvajal Ulloa
Sobre esta publicación Textos: Sofía Soto Maffioli Edición: Rafael Ángel Venegas Arias Diseño y diagramación: Gabriel González Chavarría Fotografías: Gabriel González Chavarría, Sofía Ruíz Ugalde, Rafael Ángel Venegas Arias y Verónica Zúñiga Salas 31
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