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Qué significa tener un lenguaje?
» Por jorge Mux
Filósofo
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La pregunta del título contiene trampas y posiblemente alguna paradoja.
Si buscamos el significado de la palabra lenguaje en el diccionario básico de Google, encontramos que en su primera acepción lo define como “capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos por medio de la palabra”. Pero hay una curiosidad en esta definición: si alguien quiere saber qué es el lenguaje y recurre al diccionario, se supone que ya debe entender un lenguaje para poder resolver qué es el lenguaje. La “capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos por medio de la palabra” es un pensamiento expresado en palabras. De modo que al preguntar “¿qué es el lenguaje?”, estamos haciendo una pregunta que ya está respondida en el mismo momento en el que preguntamos: si usted tiene la capacidad de preguntarse algo (qué es un lenguaje), entonces ya tiene un lenguaje en el que puede hacerse esa pregunta (si no tuviera lenguaje no podría preguntarse nada) y por lo tanto no necesita preguntárselo. ¡Usted sabe qué es un lenguaje, porque puede entender una respuesta y puede formular una pregunta!
Pero quizás usted está queriendo preguntar otra cosa.
Tal vez desee saber cómo obtenemos significados. Cómo un conjunto de rayas y de sonidos significan algo para alguien. En ese caso, usted desea saber el significado de la palabra significado. Y una vez más tenemos problemas. Porque para saber el significado de la palabra significado, usted debe conocer los significados de las palabras que se utilizarán para definir la palabra. Si va al diccionario, una vez más, la respuesta (en este caso mucho más discutible que la de lenguaje) será “Idea o concepto que representan o evocan los elementos lingüísticos, como las palabras, expresiones o textos”. ¡Pero para que usted entienda esta respuesta, tiene que saber qué significan las palabras con las que está escrita la respuesta! ¡Entonces usted ya sabía qué es el significado antes de preguntar!
Quizás el punto esté en otro lugar. Veamos. Cuando quisimos averiguar qué era lenguaje y qué era significado, recurrimos a un diccionario. En los diccionarios encontramos las definiciones
de las palabras. Mediante la definición explicamos el significado de una palabra. Una palabra como lenguaje es explicada mediante otras palabras. Las definiciones siempre son más largas que la palabra que se define. Pero ¿qué es una definición?
Otra vez nos metimos en un lío.
A decir verdad, no sabemos cómo surgió el lenguaje. Tenemos muchas hipótesis muy bien fundamentadas, pero ninguna corroborada de manera concluyente y definitiva.
Desde hace setecientos mil años nuestro cerebro no ha parado de crecer. Algunos estudiosos consideran que cerebro, mano y lenguaje no pueden entenderse por separado, y que ese trío no puede separarse de la vida social y de las necesidades de la vida.
Con la mano podemos tomar objetos de nuestro entorno y convertirlos en herramientas. Para que un objeto cualquiera sea visto como una herramienta se necesita haber desarrollado cierta capacidad simbólica. Esta capacidad simbólica se refuerza con el paso de las generaciones, con los estímulos de la vida social, y se correlaciona con un aumento de la masa encefálica, lo cual, a su vez, refuerza la capacidad simbólica. El lenguaje puede verse como una sustitución de herramientas: en lugar de tener algo en la mano, lo tenemos en la lengua. Si un grupo de humanos debe enfrentarse a un animal grande, será conveniente una tarea coordinada. Para lograr esa coordinación, un sistema de gruñidos es más efectivo y menos arriesgado que el enfrentamiento directo e individual. Esos gruñidos, gradualmente, se irían convirtiendo en palabras. Si nos preguntamos qué fue primero: si la palabra o el significado de la palabra, debemos decir que es un proceso de evolución conjunta, como todo lo dicho anteriormente. Para que haya un significado (“cuando yo hago este sonido, estoy queriendo decir que hay que moverse”), se necesita un contexto social en el que los congéneres ya poseen una gran capacidad simbólica. Cuando a un perro se le señala algo con el dedo, el perro mira el dedo. Para poder interpretar aquello a lo que se apunta, se requiere de una capacidad que el perro no puede adquirir. En el ser humano, ya tenía que existir esa capacidad (entender que un dedo apunta a un lugar, y que eso es su significado), y esa capacidad simbólica debe venir reforzada por centenares de miles de años de vida social. En lugar de apuntar con el dedo, apuntamos con la palabra.
Por supuesto, también podría ocurrir que un hominino mire al cielo, gesticule, grite y no logre captar la atención. Pero eso
también nos ocurre actualmente, a pesar de que tenemos lenguaje.
Para saber qué es una definición, tenemos que buscar la definición de definición. Y cuando leemos la respuesta, estamos leyendo una definición. De modo que ya tenemos que saber qué es una definición antes de buscarla en el diccionario. El mismo diccionario nos dice que la definición es un “enunciado con que se define una palabra o concepto”. Esta definición es incluso más aparatosa que las anteriores: nos dice que una definición es algo (un enunciado) que se define. ¡Usa la palabra definir para definir qué es definir!
En estas definiciones aparecen las palabras palabra y el concepto concepto. ¿Sabe usted qué es una palabra? Lo sabe, porque si no, no podría estar leyendo esto. ¿Sabe lo que es un concepto? Debería saberlo también, porque de otro modo esto sería incomprensible. Y de algún modo, hay algo incomprensible. Usted se hizo quizás tres preguntas: qué es el lenguaje, qué es el significado y qué es la definición. Y descubrimos que en realidad usted ya sabía la respuesta. ¿Satisfecho? De ningún modo. Da la impresión de que estuvimos haciendo algo de trampa.
El filósofo Emilio Rivano supone que cuando queremos hablar sobre el lenguaje y sobre el significado nos estamos “pasando de listos”. Usamos el lenguaje; lo usamos correctamente, pero no necesariamente sabemos qué es y cómo funciona. “No existe en las disciplinas del conocimiento racional un entendimiento claro […] sobre lo que es el significado lingüístico. Los temas del significado son difusos y llevan rápidamente a problemas al momento de dar cuenta de los fenómenos. Mi opinión es que estos problemas se relacionan con límites permanentes de nuestra capacidad intelectual. Es nuestra incapacidad de explicar la naturaleza creativa de este aspecto de funcionamiento”. De este modo, para Rivano, el intento de definir qué es el significado nos lleva a una limitación del entendimiento. Podemos usar el lenguaje, pero no podemos saber qué es eso que estamos usando, porque para saber qué es el lenguaje lo tenemos que saber en un lenguaje determinado. ¿Cómo podemos saber qué es el lenguaje desde fuera del lenguaje?
Quizás podamos abordar la pregunta desde otro ángulo. Supongamos que estamos frente a un extraterrestre que no conoce absolutamente nada de nuestro lenguaje. ¿Cómo le explicamos qué es el lenguaje? Bueno, aquí también tenemos problemas. Porque para poder explicarle al extraterrestre qué es
un lenguaje, tenemos que asegurarnos de que el extraterrestre va a entender lo que queremos explicarle. Y la única manera de entendernos es estableciendo un lenguaje en común. El extraterrestre tiene que saber que cuando yo hago un sonido o una figura de tal o cual clase, le estoy intentando explicar tal o cual cosa ¡Pero si establecimos un lenguaje, entonces el extraterrestre ya entendió qué es un lenguaje! (y eso si suponemos que el extraterrestre tiene una estructura mental parecida a la nuestra, y que puede ver y oír como vemos y oímos nosotros: si no fuera así, las esperanzas de que nos entendiera serían nulas).
Parece que nos vemos forzados a dos conclusiones posibles: el que no sabe qué es el lenguaje no podrá saberlo nunca mediante explicaciones ni definiciones. En cambio, el que puede entender una definición es porque ya sabe qué es el lenguaje. A esta conclusión problemática le sumamos otro problema: las personas que aprenden un lenguaje solo pueden hacerlo en una comunidad que ya habla ese lenguaje. Esto nos lleva a otra pregunta: ¿cómo nació el lenguaje? Si cada vez que una persona aprendió a hablar lo hizo a través de otra, entonces no pudo haber habido nunca un primer hablante porque, ¿de dónde habría aprendido su lenguaje?
Durante mucho tiempo se supuso que las personas aprendían a hablar naturalmente: que a partir de los dos años los niños emiten sonidos con significado de manera espontánea, y que luego los padres y la sociedad les enseñan el idioma de su pueblo. Pero, ¿existe una lengua natural? ¿O todas las lenguas son invenciones humanas? Se atribuye a Heródoto la historia que dice que el rey egipcio Psamético I, del siglo VII a. C., intentó descubrir cuál era el lenguaje más antiguo. Para ello le pidió a un pastor que criara a dos niños pequeños junto con un rebaño de ovejas. Le encomendó que nunca se hablara delante de ellos. Según se cuenta, ambos pronunciaron a la vez la palabra becos, que el rey interpretó como una palabra del idioma frigio. De ese modo, para Psamético, cuando dos niños comienzan a hablar espontáneamente, hablan en frigio, y esa sería la lengua más antigua y natural. Hoy sabemos que no hay una manifestación natural de lenguaje; que a una determinada edad se abre la posibilidad de aprender el lenguaje de nuestra sociedad y que esa posibilidad se cierra entre los cinco y seis años. Si no se aprendió a hablar a esa edad, ya nunca se podrá aprender.
Pero, entonces, ¿cómo aprendió a hablar la primera persona de la historia? Quizás la pregunta esté mal formulada. Quizás
no hubo un primer individuo hablante. Es muy probable que antes de ser humanos ya tuviéramos una especie de protolenguaje, conformado por algunas pocas unidades significativas, gestos y onomatopeyas. Algunos primates, actualmente, tienen un sistema de comunicación de cuatro tipos de gritos con cierto significado: un grito es para anunciar que hay alimento; otro en señal de peligro, otro en señal de amistad y el último para evitar que se dispersen. No pueden hacer preguntas, ni mentir, ni comunicar algo diferente de esos cuatro mensajes. Si bien este sistema está muy lejos del humano (que permite, entre otras cosas, realizar enunciados nunca antes dichos, cosa imposible para estos primates), algunos teóricos como Charles Hockett suponen que el lenguaje humano se derivó de algo parecido al de estos primates. En cualquier caso, nuestro lenguaje evolucionó en consonancia con diversos factores, algunos sociales y otros biológicos.
Pero ¿habrá habido casos en los que alguien apuntaba con el dedo y no le entendían? Porque podemos pensar en un momento en el que algún prehistórico iluminado inventó el acto de señalar. Él señalaba, pero los demás no entendían que estaba señalando algo. Pues es posible: la conducta de señalar podría haberse desarrollado en algunos individuos, en muy distintas épocas, que no pudieron hacerse entender, hasta que una parte crítica de la población alcanzó cierto umbral de comprensión simbólica como para entender el acto de señalar. Sin embargo, a falta de un lenguaje especializado como nuestras lenguas actuales, desde tiempo inmemorial existió el lenguaje gestual. Si un individuo veía algo en el cielo, podía no solo señalar con el dedo. Podía mirar al cielo, gesticular, gritar. De ese modo lograba llamar la atención. Y captar la atención es parte de una estrategia que refuerza la capacidad simbólica. El hominino que ve a un congénere realizando una conducta de ese tipo tiene que realizar una inferencia, es decir, debe suponer el significado de esa conducta. Si su atención se ve captada, debe pensar a qué se debe esa conducta. Es posible que entendiera que debe mirar al cielo y, si lo hace, ya se ha logrado la comunicación sin necesidad de palabras.
» Conesa F. y J. Nubiola, Filosofía del Lenguaje, Barcelona, Herder, 1999. » Hocket, C., Curso de Lingüística Moderna, Buenos Aires, Eudeba, 1962. » Rivano, E., Semántica, Santiago de Chile, Universidad de Concepción, 2002. » lecturas sugeridas