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Es la solidaridad un asunto humano? El caso de la Sima de los Huesos (Sierra de Atapuerca, España).

» Por rodrigo Alonso AlCAlde

Responsable de didáctica del Museo de la Evolución Humana (Junta de Castilla y León)

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Tradicionalmente se ha hecho hincapié en la importancia de la competencia entre individuos y en la supervivencia del mejor adaptado como una de las características de la evolución. Sin embargo, hoy sabemos que la cooperación y la solidaridad han sido claves para garantizar el desarrollo de nuestro género, el género Homo, frente a otros competidores directos como los grandes depredadores.

La solidaridad no es una característica exclusivamente humana. En el reino animal podemos encontrar ejemplos en chimpancés, orangutanes, delfines o incluso en los pingüinos. Lo que nos diferencia del resto de los animales es que nosotros, a lo largo del proceso evolutivo, hemos desarrollado la solidaridad como elemento clave para potenciar la cohesión del grupo y conseguir ocupar todos los ecosistemas del planeta por muy adversos que estos sean. Pero, antes de nada, conviene diferenciar entre dos conceptos claves en nuestra historia evolutiva como son la cooperación, y la solidaridad. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española: • Cooperación: obrar juntamente con otro u otros para la consecución de un fin común.

• Solidaridad: adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.

El desarrollo de ambos conceptos ha caracterizado la evolución de nuestro género desde hace 2,5 millones de años hasta la actualidad. En el caso que nos ocupa, la principal diferencia entre ambos conceptos podemos encontrarla en que mientras la cooperación se realiza entre individuos iguales, la solidaridad se da entre desiguales. Es decir, él o los individuos que muestran su solidaridad hacia otros individuos están por encima en alguno de los planos biológicos o sociales. El plano biológico podríamos limitarlo a aquellos individuos que poseen una salud óptima. Por su parte, el plano social es más complejo y lo reservaríamos para aquellos individuos que están mejor considerados dentro del grupo, por cuestiones como la edad o

la organización social (líderes). Estos individuos socialmente mejor considerados mostraron su solidaridad al adherirse circunstancialmente a la causa de otros individuos que están por debajo de ellos, sin esperar nada a cambio.

En la actualidad la característica principal que ha definido la aparición del género Homo ha sido la producción de herramientas líticas. En África oriental, en la zona del gran valle del Rift, actuales Kenia, Tanzania y Etiopía, tenemos numerosos yacimientos datados entre 2,5 y 1,8 millones de años que tienen, además de los primeros fósiles de nuestro género (Homo habilis y Homo rudolfensis), restos de las primeras herramientas de piedra y fragmentos de grandes herbívoros con marcas de corte. Estas marcas evidencian el consumo de estos animales por parte de los primeros Homo. El despiece e ingesta de estos elefantes, rinocerontes e hipopótamos podemos considerarlo como los primeros consumos comunitarios realizados por nuestros antepasados. Este reparto del alimento puede entenderse como el desarrollo de una acción conjunta para la consecución de un fin común: la alimentación del grupo. Por lo tanto, estaríamos ante las primeras evidencias de cooperación en la historia de la humanidad.

Por lo que se refiere a la solidaridad, tenemos una evidencia en el yacimiento de Dmanisi (Georgia), donde, en el 2003, apareció una mandíbula humana con una antigüedad de 1,8 millones de años. Este fósil perteneciente a la especie Homo georgicus presentaba una ausencia total de dientes y de los alveolos que alojaban sus raíces. En otras palabras, al viejo de Dmanisi se le habían caído sus dientes y el hueso circundante a los alveolos invadió los vacíos dejados al desaparecer las raíces de los mismos. Ahora bien, ¿cómo un individuo sin dientes pudo alcanzar los 40 o 50 años de edad hace 1,8 millones de años? Evidentemente, sin una ayuda por parte del grupo este anciano hubiera fallecido de inmediato. Muy probablemente los miembros de su grupo se tuvieron que dedicar a masticarle los vegetales y trozos de carne cruda para que luego él los pudiera digerir. Estamos por tanto ante la primera prueba de solidaridad documentada en nuestro proceso evolutivo.

El mejor ejemplo para estudiar pautas de comportamiento solidario antes de la aparición de nuestra especie lo encontramos en el yacimiento español de la Sima de los Huesos (Sierra de Atapuerca, España). En este sitio tenemos cuatro buenos fósiles que nos evidencian este tipo de comportamientos: Miguelón, Elvis, Benjamina y Agamenón. Todos ellos vivieron en este enclave burgalés hace unos 430.000 años, pertenecen al grupo

de los preneandertales, y la solidaridad de sus compañeros les permitió sobrevivir en un medio en el cual competían con tigres dientes de sable y leones casi a diario.

En el caso de Miguelón, en un momento de su vida sufrió un fuerte impacto que le produjo la fractura de uno de sus dientes. A través de este golpe se le desarrolló una infección que pudo derivar en una septicemia que afectó a su maxilar izquierdo deformándolo, como podemos apreciar si vemos los huesos de esta parte de su cara. ¿Cómo un individuo ya anciano, con un gran desgaste dentario, ya que apenas tiene corona en sus dientes, pudo sobrevivir hasta los 40 años? Está claro que Miguelón, al igual que el viejo de Dmanisi, con su aparato masticador apenas podría triturar los alimentos. A esto debemos añadir que las poblaciones que en ese período ocuparon la Sierra de Atapuerca no dominaban el fuego y, por tanto, el consumo de alimentos no habría implicado procesos de cocción. De esta manera, podemos inferir que la mejor forma para alimentar a un individuo con esta patología era que otros miembros del grupo masticaran por él los alimentos hasta obtener el bolo alimenticio necesario para su supervivencia. Este comportamiento entraña unos parámetros de solidaridad y de acceso al alimento que permitieron que este individuo llegara a vivir unos 40 años.

Elvis es una de las pelvis más completas del registro fósil mundial y también fue localizada en este yacimiento en la campaña de 1994. La pelvis se compone de tres huesos, dos huesos coxales y el sacro. Estas tres partes anatómicas configuran un anillo óseo que une la columna vertebral con las extremidades inferiores, por lo que es el elemento clave para tener una buena locomoción. Por lo tanto, el estudio de las pelvis fósiles nos permite conocer si una especie caminaba sobre dos extremidades, es decir si eran bípedos, pero a su vez es un elemento de diagnóstico para conocer la estatura, el peso y la edad de muerte del individuo. En el caso que nos ocupa, Elvis, pudo medir alrededor de 1,75 centímetros, alcanzar los 95 kilogramos de peso y se caracterizó por poseer una gran robustez. El desgaste de sus coxales refleja que Elvis superó

Cráneo 5 “Miguelón”.

© Museo de la Evolución Humana, Junta de Castilla y León.

Pelvis I “Elvis”.

© Museo de la Evolución Humana, Junta de Castilla y León.

ciFosisluMBar: se

refiere a la curvatura fisiológica (o correcta) ubicada en la región lumbar, que como la lordosis cervical es una curva hacia adentro.

enFerMedad de Baastrup o artrosis

interespinosa: es una

causa poco frecuente de lumbalgia y una variedad peculiar de artrosis axial. los 45 años de edad –pudo incluso alcanzar los 60– y se convirtió en uno de los fósiles de mayor edad, conocido hasta el momento, de todas las especies que vivieron antes de los neandertales.

La pelvis no apareció sola; junto a ella, se localizó toda una serie de vértebras lumbares que han aportado mucha más información sobre la vida de Elvis. El estudio de los restos de su columna vertebral ha ratificado la longevidad de Elvis, pero además han podido documentar deformaciones en los discos intervertebrales, que le habrían generado una cifosis lumbar degenerativa, así como la enfermedad de Baastrup, también llamada Kissing-spines. En resumen, la capacidad de Elvis de mantener una posición erguida era muy limitada, lo que afectó sin duda su capacidad de movilidad y se manifestó en una pérdida de su calidad de vida. A Elvis le costaba moverse, necesitaría del apoyo de un bastón, no podría levantar objetos pesados y, evidentemente, no podría realizar actividades cotidianas con el resto de los miembros del grupo como la recolección de frutos o la caza de animales. A pesar de todos estos inconvenientes, el resto de su clan, en vez de abandonarlo, le brindó los cuidados necesarios que le permitieron alcanzar una gran longevidad.

Por su parte, el cráneo 14 conocido como Benjamina fue descubierto en numerosos fragmentos en diversas campañas desde el año 2001. Siete años después, se logró resolver este rompecabezas y tener la mayor parte del cráneo reconstruido. Benjamina fue una niña que falleció a los 10 años de edad, y que, desde su nacimiento, había padecido una enfermedad que conocemos como craneosinostosis. Esta patología congénita de naturaleza intrauterina consiste en una fusión prematura de las paredes craneales –específicamente de su parietal izquierdo y su occipital– que provocó un crecimiento anómalo de su cerebro, su cráneo y su cara. Muy probablemente, el desarrollo de esta enfermedad le generó retraso psicomotor y afectó sus actividades cognitivas. En este caso, al igual que en el anterior, nos preguntamos: ¿cómo una niña con esta enfermedad desde su nacimiento pudo alcanzar los 10 años de edad? Benjamina jamás hubiera llegado a vivir tanto tiempo sin una ayuda por parte del grupo; de ahí el nombre con que fue bautizada por el equipo de investigación de Atapuerca, que en hebreo significa “la más querida”. Los cuidados que le brindaron el resto de los miembros de su clan permitieron que Benjamina superara las dificultades con las que nació para ser un miembro más del clan de la Sima de los Huesos hace 430.000 años.

Finalmente, el estudio del cráneo 4 conocido coloquialmente como Agamenón, es realmente un neurocráneo o calvaria, es decir, un cráneo al que le falta la cara, que perteneció a un individuo masculino que poseía un gran volumen encefálico con 1360 centímetros cúbicos. Este aspecto ha convertido a Agamenón en el cráneo de mayor tamaño del registro fósil anterior a los neandertales. Su estudio ha podido documentar artritis en los cóndilos occipitales, por lo que es fácil suponer que sufrió grandes dolores al mover la cabeza; así como numerosos traumatismos (golpes) materializados con cicatrizaciones óseas. Pero, sin duda, lo más destacado es que se ha podido constatar un desarrollo en exceso del tejido óseo en los conductos auditivos (hiperostosis). Esta patología pudo desencadenar que Agamenón desarrollara una sordera durante parte de su vida. ¿Cómo un individuo sordo pudo vivir hace más de 430.000 años? Está claro que, sin la ayuda del grupo, Agamenón se habría convertido en una presa fácil para leones y tigres. Sin embargo, las atenciones especiales brindadas por sus compañeros de grupo permitieron que Agamenón pudiera sobrevivir en un medio tan competitivo como era la Sierra de Atapuerca hace casi medio millón de años.

En resumen, sabemos que las colecciones de más de 6500 fósiles de hace 430.000 años del yacimiento de la Sima de los Huesos pertenecen a un número mínimo de 28 individuos, de los cuales cuatro de ellos sufrieron, a lo largo de su vida, una serie de patologías que les provocaron dificultades en la realización de sus actividades cotidianas. Estas limitaciones fueron superadas, en la medida de lo posible, con la ayuda del resto de miembros del grupo que permitió amortiguar ostensiblemente la pérdida de calidad de vida tanto de Miguelón como de Elvis, Benjamina y Agamenón.

Esta sucesión de casos permite afirmar que la población de la Sima de los Huesos fue un grupo solidario, en el que los individuos con algún tipo de discapacidad, lejos de ser marginados, recibieron los cuidados y atenciones pertinentes que les permitieron, en dos de los casos, llegar a la vejez. Por tanto, no existía discriminación, y quizá pudieron mitigar el dolor con el consumo de alguna planta u hongo con características analgésicas. En resumen, la Sima de los Huesos representa el primer ejemplo de una sistematización grupal de cuidados a la diversidad en la historia de la humanidad. Se reafirma así que hace 430.000 años la solidaridad fue un elemento clave y definidor de la población que ocupó la Sierra de Atapuerca.

cÓndilos occipitales:

protuberancias de hueso con aspecto redondeado situadas en la parte posterior del cráneo (occipital), junto al agujero que conecta el cerebro con la médula espinal.

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