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Y el trabajo...? ¡Es tan obvio! Abejas, arquitectos y trabajo asalariado
están alejadas de un comportamiento humano como sugerimos al definirla. Y, ya que volvemos a la definición, también la búsqueda de una inteligencia artificial generalizada podría calificarse como difícil de alcanzar, puesto que esta meta resulta tan compleja que aún no tiene un desarrollo activo.
En otras palabras, la búsqueda de una inteligencia artificial que perciba, sienta y sea capaz de comunicarse apropiada y casi ilimitadamente no es algo que se esté investigando muy activamente. Si bien los parlantes inteligentes (5) y asistentes inteligentes (6) han alcanzado mucha popularidad últimamente, su utilidad se reduce a consultas cuyas respuestas ya hace unos años pueden encontrarse en los motores de búsqueda en internet.
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De modo que, por el momento, tendrás que olvidarte del robot que ordene tu cuarto, haga tu tarea o tome tu lugar en la escuela cuando no tengas ganas de levantarte. Los humanoides inteligentes, por ahora, viven solo en las películas.
» (1)http://cleverdata.io/que-es-machine-learning-big-data » (2) http://bogota.gov.co/temas-de-ciudad/movilidad/asi-funcionaranlos-semaforos-inteligentes-en-bogota » (3) http://www.iprofesional.com/notas/253456-amazon-tecnologiacompras-online-machine-learning-robotizacion-Como-es-el-ejercitode-robots-que-Amazon-usa-en-su-deposito » (4)http://www.irobot.es/robots-domesticos/aspiracion » (5) https://es.wikipedia.org/wiki/Altavoz_inteligente » (6)https://www.applesfera.com/ios/siri-en-ios-11-la-verdaderaevolucion-esta-en-que-ahora-sabe-poner-contexto-a-una-conversacion
» Por MArCelA zAngAro
Filósofa
Muchas veces tengo que dar clases sobre el tema del trabajo. Y siempre comienzo formulando a mis alumnos y alumnas la siguiente pregunta: “¿Por qué las personas trabajan?” Casi todas las veces, más bien, todas, se quedan mirándome con cara de » enlaces sugeridos
asombro. Supongo que deben pensar: “Pero ¿qué dice esta mujer? ¿En serio pregunta esto?” Se asombran porque creen que la respuesta es tan obvia, que la pregunta solo puede ser una tontería. Y me lo dicen. Me responden que las personas trabajan porque si no lo hacen, obviamente se mueren de hambre y, además, porque si no lo hacen, obviamente no tienen dinero para conseguir lo necesario para vivir: un lugar para habitar, alimentos, ropa, medicamentos; incluso, entradas de cine, vacaciones, celulares, etc. Yo les digo que tienen razón. Pero como soy filósofa siempre estoy haciendo preguntas y, entonces, insisto: “¿Se dieron cuenta de que en esas respuestas la palabra ‘trabajo’ tiene dos significados distintos?” Mis alumnas y alumnos, medio resignados, medio curiosos, me dicen: “¿Qué? No… ¿En serio? ¿Por qué?” Y entonces, les explico cuáles son esos dos sentidos.
Tomemos la primera parte de la respuesta: trabajamos porque si no lo hacemos, nos morimos de hambre. Aquí estamos tomando la palabra trabajo en un sentido muy amplio, para hacer referencia a las distintas actividades que nos permiten mantenernos vivas y vivos. Estas actividades son imprescindibles porque nuestro organismo no tiene la capacidad de generar dentro de sí mismo todo lo que necesita para vivir. Sigamos con el ejemplo de la alimentación. Es claro que no producimos dentro de nuestro cuerpo el alimento necesario. Lo obtenemos por medio de distintas actividades que realizamos en y con la naturaleza: nos apropiamos de animales y de vegetales a través de la caza, la agricultura, la crianza o la recolección, y los procesamos y adaptamos para nuestro consumo, para seguir viviendo. Cierto es que no se trata de que cada uno de nosotros y nosotras, individualmente, realice todos estos trabajos y, de hecho, en la actualidad es más común que obtengamos esos medios de subsistencia del supermercado, no directamente de la naturaleza. Pero si nos ponemos a pensar “hacia atrás”, si nos ponemos a considerar de dónde han salido esos productos que encontramos en un supermercado, claramente en algún momento llegaremos a descubrir que alguien ha trabajado en y con la naturaleza y los ha obtenido de allí. Siempre es así.
Si consideramos el trabajo desde este punto de vista amplio, podemos sacar la siguiente conclusión: como seres humanos trabajamos desde el origen de los tiempos y siempre vamos a trabajar. El trabajo siempre ha existido y siempre existirá. Como dicen algunos, “estamos condenados” a trabajar. En eso nos parecemos a los animales, ¿no es verdad? Machos y hembras también deben recurrir a la naturaleza para obtener
sus medios de subsistencia. En ese sentido, también trabajan para seguir viviendo.
Cuando digo esto, siempre hay algún alumno o alumna que, adoptando el papel de quien filosofa, pregunta: “¿Eso significa que el trabajo es igual para los seres humanos y los animales?” Y ahí tengo que responderles que no, por supuesto que no.
Un filósofo y economista alemán llamado Karl Marx, que nació en 1818 y murió en 1883, explica la diferencia entre el trabajo humano y el animal de una manera que a mí siempre me pareció muy bonita. En un libro muy famoso, El capital, que se publicó por primera vez en 1867, Marx razona más o menos así: los seres humanos y los animales se apropian de la naturaleza para obtener sus medios de subsistencia, es decir, trabajan. Pensemos en las abejas, por ejemplo. Estos insectos recolectan polen para producir la miel y los panales que les permiten sobrevivir. Los panales son construcciones realmente muy complejas, casi como la obra que puede hacer un arquitecto (en su época, ¡Marx no pensaba en arquitectas!). Sin embargo, si comparamos a los arquitectos con las abejas encontramos que ellos, aunque sean muy muy malos, siempre van a ser mejores trabajadores de lo que puede ser la mejor de las abejas trabajadoras. Y esto se debe a que un trabajador humano puede hacer varias cosas que un trabajador animal no puede hacer. En primer lugar, puede pensar su trabajo: puede imaginar cómo va a ser el producto que realizará, antes de hacerlo. ¿Se imaginan una abeja pensando en cómo hacer el panal? Imposible: como pertenece al reino animal trabaja por instinto, no puede, y no necesita, pensar para construir el panal. Lo hace como siempre lo ha hecho: con los mismos materiales, siguiendo el mismo procedimiento. Y punto. En segundo lugar, un trabajador humano puede producir una gran variedad de cosas, en circunstancias y condiciones muy diferentes. Puede elegir distintos procedimientos, materiales y lugares para producir. Las abejas, por muy buenas que sean, siempre están limitadas: producen solo cosas de abejas en lugares de abejas: panales y miel, nunca en el desierto. Un arquitecto, en cambio, produce edificios, caminos, puentes o cualquier cosa que se le ocurra, en donde quiera. Más aún: hasta podría construir un panal. Podría hacer cosas de abeja. El arquitecto puede producir cosas de arquitecto y muchas otras más. El trabajo humano, entonces, es diferente del trabajo animal porque es infinitamente más rico y más potente, aunque sea un trabajo que solo tenga por objetivo obtener los medios para asegurar la vida, la subsistencia.
Tomemos ahora la segunda parte de la respuesta que dan mis alumnos y alumnas cuando les pregunto por qué las personas trabajan: lo hacen porque si no, obviamente, no consiguen dinero para comprar o pagar cosas que necesitan. En esta parte de la respuesta, la palabra trabajo no está tomada en un sentido amplio que hace referencia a muchas y variadas actividades, como expliqué antes. Está tomada en un sentido más chiquito, más estrecho o limitado porque hace referencia a un tipo de actividad particular: la que permite obtener dinero para comprar cualquier cosa que necesitemos. A veces, uno puede escuchar gente que dice: “Yo no trabajo, estudio”. O “Yo no trabajo, soy ama de casa”. Incluso: “No voy a trabajar ahora, voy a lavar mi auto”. Estudiar, ocuparse de la casa, lavar el propio auto son también actividades, pero no se consideran verdadero trabajo porque no se las realiza a cambio de dinero. No se las hace a cambio de un salario, que es el nombre que se le da a ese dinero recibido por trabajar.
Esta manera de comprender el trabajo es la habitual en nuestra época, pero no siempre ha sido así. La definición de trabajo como actividad que permite obtener un salario surgió más o menos a partir del siglo XV; o sea, para la época en la que Colón estaba llegando a América. En aquel momento, la sociedad europea entraba en un período que los historiadores llaman Modernidad y se difundía un modo particular de organizar las actividades económicas y las relaciones entre las personas, es decir, las relaciones sociales: el capitalismo. Hoy, seis siglos después, la modernidad capitalista abarca casi todo el planeta; no tiene las mismas características que tenía en el siglo XV, por supuesto, pero sigue teniendo la misma idea acerca de qué es el trabajo.
Desde que se difundió el capitalismo, la mayor parte de las personas dependemos de un salario para vivir, es decir, dependemos de tener un trabajo asalariado. Solo las actividades por las que recibimos un salario son consideradas verdadero trabajo. Todas las otras a las que podemos dedicarnos son, simplemente, actividades. Desde que se difundió el capitalismo, la vida de todas las personas comenzó a organizarse alrededor de esta idea de trabajo asalariado. Piensen, por ejemplo, que cuando a un niño o a una niña se le pregunta “¿Qué vas a ser cuando seas grande?”, en realidad se le está preguntando “¿De qué vas a trabajar, cuando seas grande?” O que cuando una persona se queda sin trabajo es común que se le diga: “¿Y ahora de qué vas a vivir?” Así de importante es el trabajo asalariado para nosotros, los modernos capitalistas: nuestras vidas dependen de él. En otras épocas históricas, como en la