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Quiénes y cómo llegaron al actual continente americano?
» Por norA FlengenHeiMer
Arqueóloga
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Hoy los seres humanos vivimos en casi toda la superficie terrestre del planeta, en la televisión vemos gente viviendo en climas árticos, en selvas, incluso en casas sobre pilotes en el mar. Para algunos, su hogar es un lugar que a otros nos puede parecer inhóspito. ¿Te imaginás, por ejemplo, cómo es vivir en el desierto del Sahara o en Islandia? Pero, a pesar de que nuestro hogar suele ser importante, muchas veces la gente migra, busca un lugar donde vivir mejor; incluso uno de los grandes fenómenos sociales actuales son las migraciones masivas. La distribución actual de las poblaciones no es estática, seguramente en tu entorno hay alguien que vino de otra ciudad u otro país. Cuando pensamos en el pasado, nos damos cuenta de que también hubo situaciones de migraciones masivas impulsadas por catástrofes climáticas, problemas de saturación del espacio, persecuciones u otras causas, en las que grupos pequeños de personas decidieron abandonar el territorio conocido e ir un poco más allá. Es probable que el poblamiento inicial del actual continente americano haya sido de estos últimos casos, pero realmente las investigadoras y los investigadores aún no tenemos una opinión unánime sobre el tema. ¿Qué sabemos con certeza? Sabemos que América fue el último continente en ser poblado (solo está prácticamente despoblada la Antártida); para cuando se pobló América, ya había gente en África, Europa, Asia y Australia. Por eso, en nuestro continente no vivieron los homininos, sino solo personas anatómicamente modernas: el Homo sapiens. Eso quiere decir que la gente que llegó a América era muy parecida a nosotros en muchos sentidos. No solo eran físicamente como nosotros, sino que, como vamos a ver, eran parecidos porque tenían la misma capacidad de pensar y sentir cosas como nosotros hoy. Por otro lado, sabemos que eran nómades que vivían de la caza de animales grandes y medianos y de la recolección de animales pequeños y de vegetales. Otra cosa que sabemos es que hace unos 13.000 años ya había gente viviendo en todo el continente, desde lo que hoy es Alaska hasta Tierra del Fuego. Sin embargo, tenemos indicios de que posiblemente las primeras personas llegaron mucho antes. Tanto en América del Norte como en América del Sur, se están
evaluando sitios arqueológicos (es decir, lugares con herramientas de piedra y con huesos de animales que se consumieron) más antiguos. Investigadoras e investigadores han presentado sitios de distintas edades, incluso hasta de 45.000 años. Las evidencias con las que trabajamos en arqueología no siempre son blanco o negro; y a veces, lo que nos asegura que una interpretación es correcta, es que un mismo fenómeno se repita. En este caso, sería importante que se encuentren varios sitios parecidos que correspondan a una misma época.
Hablando de épocas, ¿cómo era América cuando llegaron sus primeros habitantes? Hoy nos resulta difícil pensar en un continente sin gente y sin las modificaciones que la gente inevitablemente produce. Al ser un continente tan extenso presenta muchas variaciones climáticas y ambientales. En el recorrido que hicieron por el continente, los pobladores debieron habitar ambientes glaciares, grandes llanuras y los trópicos. Esto ocurrió durante el fin de la última glaciación, una época en la que gran parte del agua que hoy está en los océanos formaba glaciares sobre la superficie terrestre, sobre todo en las grandes cordilleras y en el extremo norte. Durante esta época se produjo un descenso mundial del nivel del mar y, por lo tanto, parte de la tierra que hoy está bajo los océanos estaba expuesta; ¡el continente era más ancho, sobre todo en la costa Atlántica! Además de muchos de los animales silvestres que todavía vemos, América estaba poblada por grandes mamíferos que se extinguieron hace unos 10.000 años; había gliptodontes, milodontes, megaterios y muchos animales más que hoy no existen.
La gente llegó a América por el norte; grupos que vivían en Asia atravesaron la zona que hoy ocupa el estrecho de Bering por un puente terrestre que se formó entre ambos continentes en épocas en las que el mar estaba más bajo. Hay un consenso acerca de que esta ruta de poblamiento fue la más usada, sin embargo, hay quienes proponen que con anterioridad habían llegado grupos con artefactos del Paleolítico superior desde Europa cruzando el Atlántico Norte. Una vez en América, no está muy claro qué camino siguieron los grupos que entraron por Bering, hay quienes proponen que navegaron en botes por la costa pacífica, y hay quienes piensan que el movimiento fue terrestre a través de las zonas sin glaciares. En estos recorridos fueron quedando distintos indicios con los que hoy las arqueólogas y los arqueólogos tratan de armar las idas y venidas de estos pobladores. Como dijimos, hace unos 13.000 años,
América del Norte ya estaba plenamente ocupada por cazadores recolectores, ellos usaron unas punta de lanza muy particulares conocidas como clovis que han sido consideradas el primer invento norteamericano. s
Tampoco sabemos por qué caminos se movieron los grupos hacia el sur. Hay quienes proponen que por las costas marinas, tanto por el Pacífico como por el Atlántico, y luego los valles de los ríos deben de haber servido como corredores de movimiento al ser vías con más recursos y menos obstáculos.
No hay manera simple de describir el panorama actual de los sitios más tempranos de América del Sur. Digamos solo que, en varios lugares, por ejemplo, en Brasil, en la Puna argentina, en el sur de Chile, hay algunos hallazgos muy antiguos que están siendo analizados. En estos casos tan antiguos, se discute si los fechados pueden estar alterados por algún proceso de contaminación o si las evidencias que se presentan son verdaderamente de manufactura humana. Si se llegara a un acuerdo de que las propuestas de gran antigüedad son válidas, habría que generar teorías sobre cómo ocurrieron los traslados y qué pasó durante los miles de años de historia actualmente desconocidos. En cambio, a partir de unos 12.000-13.000 años hay un registro de ocupaciones más continuo en muchas regiones. Una de estas es la región pampeana de la provincia de Buenos Aires que tomaremos como ejemplo para entender mejor cómo era esa gente.
Hace ya casi 40 años un equipo de investigación del que formo parte, está trabajando en las sierras de Tandilia, en el partido de Lobería. ¿Por qué trabajamos tanto en el mismo lugar?
En parte porque el trabajo es lento, pero en gran medida porque es una zona rica en restos dejados por los pobladores de hace 12.000-13.000 años. Estos cazadores recolectores que conocieron a la megafauna pastando en los amplios pastizales de las llanuras pampeanas vivían en
Réplicas de puntas de proyectil “clovis”.
Su nombre proviene de la localidad Clovis, Nuevo México en Estados Unidos, lugar donde se las encontró. Estas son puntas lanceoladas de 7 a 15 cm de longitud,en cuya base se ha practicado una acanaladura. Este rasgo técnico sirvió para atar el cabezal lítico a unastil que luego se lanzaba con el átlatl, arma que incrementaba el alcance y la velocidad de los proyectiles y permitía a los cazadores mantenerse alejados de los animales, por lo general mamuts. En Flegenheimer et al., 2006.
Región Pampeana argentina.
© Celeste Weitzel
Equipo de trabajo de investigación del sitio arqueológico El Sombrero-Cima.
© Nora Flegenheimer.
Variedad de colores empleados en rocas cuarcíticas en los instrumentos de Cerro El Sombrero.
En Flegenheimer et al., 2006. ©Nora Flegenheimer. grupos no muy grandes, posiblemente de hasta unas 40 personas, en un territorio con muy baja densidad poblacional. Habitaron la llanura y los cerros donde ocuparon abrigos que se forman en las rocas y espacios al aire libre. Sabemos que su dieta incluía carne de guanaco, complementada por el consumo de animales más pequeños como ciervos, peludos, mulitas, vizcachas, ñandúes y algún megamamífero, como megaterios (Megatherium americanum); gliptodontes (Doedicurus clavicaudatus o Glyotodon sp.), armadillos gigantes (Eutatus seguini), entre otros.
Aunque encontramos rastros del uso de plantas y de maderas en los instrumentos de piedra, aún no sabemos qué vegetales consumieron. Por supuesto, lo que más se conservó en los sitios son los instrumentos de piedra, así que los hemos estudiado para saber todo lo que podamos acerca de la gente que los hizo y usó. Encontramos, por ejemplo, que para hacer sus instrumentos estos antiguos pampeanos eligieron cuidadosamente determinadas rocas de todas las que afloran en Tandilia. No solo buscaron rocas que resultaran buenas para tallar y que tuvieran filos resistentes, sino que también las eligieron por sus colores. A diferencia de la gente que vivió después en los mismos lugares, prefirieron rocas coloreadas, que son
más escasas en las canteras, en lugar de blancas, que son más frecuentes. ¿Por qué harían eso? Seguramente el color de la roca tuvo algún sentido importante en esa sociedad, así como muchas veces los colores tienen significados concretos en el presente.
También hemos encontrado una piedra discoidal trabajada con mucho cuidado con un grabado decorativo en el centro y pequeñas esferas de piedra de uso aún desconocido; además, en todos los lugares que excavamos, siempre hay restos de ocre, que son minerales que sirven para pintar.
Es decir, podemos afirmar que los antiguos pampeanos tuvieron intereses estéticos, aunque sus obras no se hayan conservado. Otro hecho curioso es el hallazgo de miniaturas de piedra que representan puntas. Una forma de punta de proyectil antigua encontrada en Sudamérica se conoce
Cima del Cerro El Sombrero.
© Natalia Mazzia.
Piedra discoidal del sitio Cerro El Sombrero.
En Flegenheimer et al., 2006. © Natalia Mazzia.
Puntas colas de pescado de los sitios Cerro La China y Cerro El Sombrero.
Las puntas enteras muestran la variedad de tamaños, que incluyen puntas en miniatura. Además también se observan puntas reparadas, pedúnculos de puntas rotas durante la caza y puntas recicladas para perforar y cortar. © Celeste Weitzel como cola de pescado porque su forma asemeja un pescado; el cabo de la punta sería la cola del pescado. Estas puntas evidentemente fueron muy importantes. Su forma se repite en distintos lugares del continente y también se hicieron miniaturas que no servían para cazar pero que son una excelente representación de las puntas de tamaño normal. No sabemos exactamente para qué las hicieron, pero podemos imaginar un abanico de opciones. Por otro lado, esto de hacer miniaturas es una costumbre que hoy tenemos muy arraigada.
También hemos encontrado que, además de los objetos, los lugares tuvieron significado. Así como nosotros elegimos algunos espacios para ciertas actividades, en el pasado algunos abrigos rocosos eran elegidos para vivir, algunos espacios cercanos a manantiales fueron espacios de caza, etc. De estas elecciones espaciales, hay una particularmente interesante: la cima plana de un cerro mesa de unos 300 metros de largo por 70 metros de ancho. Este espacio fue usado intensamente, probablemente porque es un buen lugar desde donde ver los alrededores; allí se terminaban de fabricar las puntas de proyectil y se reemplazaban las puntas rotas por nuevas.
Además, en este mismo lugar, se descartaban otros instrumentos rotos y es donde se recuperaron la piedra decorada y las miniaturas de puntas. Es decir, este espacio seguramente tuvo un significado particular, ya que los pobladores subían a realizar actividades tan específicas como fabricar sus puntas y descartar instrumentos rotos. Esta interpretación, que puede parecer algo caprichosa, se vio confirmada hace unos años cuando otro equipo de
investigación encontró un cerro parecido en Patagonia, a unos 900 kilómetros de distancia, con hallazgos semejantes: bases de puntas cola de pescado, puntas en fabricación, instrumentos rotos, piedras circulares pulidas y pequeñas esferas de piedra. Esto nos indica que hace miles de años a los primeros pobladores/as de nuestro continente les importaban muchas de las cosas que a nosotros también nos importan. Sus objetos y sus lugares tuvieron significados que hoy no conocemos pero que sabemos fueron parte integral de sus vidas.
» Flegenheimer, N., Bayón, C. y Pupio, A., Llegar a un Nuevo Mundo.
La arqueología de los primeros pobladores del actual territorio argentino,
Bahía Blanca, Ed. Museo y Archivo Histórico, Instituto Cultural.
Municipalidad de Bahía Blanca y Área Arqueología y Antropología.
Dirección General de Cultura y Educación, Municipalidad de Necochea, 2006. Disponible en: https://arqueologiaencruceuns.files.wordpress. com/2020/05/llegar-a-un-nuevo-mundo-optimizado-para-pantalla.pdf » Novas F. y Hanisch, M., Mamíferos Prehistóricos de Argentina que convivieron con el Hombre. Santiago de Chile, Ojoreja/Pehuén, 2015. » Politis, G., Prates, L. y Pérez, I., El poblamiento de América. Arqueología y bio-antropología de los primeros americanos, Col Ciencia Joven 35,
Buenos Aires, Eudeba, 2009. » lecturas sugeridas